Realidades Cruzadas -Misty Day

Estaba sentada en una de las bancas asentadas en las calles parisienses. Su cabeza se movía de un lado a otro observando como pasaba la gente; algunos le miraban con admiración, la mayoría hombres, y la alta alcurnia, siendo la mayoría mujeres, posaban brevemente su mirada despectiva sobre ella. La rubia vestida como una gitana con su pluma de cuervo enganchada a la radiante melena de rizos dorados, su piel blanca limpia y libre de maquillaje, con su tonalidad natural; sus brazos descubiertos con varias pulseras cubriéndole las muñecas; una botas negras ocultas entre su falda verde que arrastraba. Pero nadie se le acercó en todo el día, pese a lucir impecable, Misty traía como escolta a dos demonios y éstos despedían un olor a carne podrida que cubría a la bruja. Cerró sus ojos abrazándose y se quedó dormida. Al despertar, la noche había llegado, las calles eran poco transitadas y decidió irse de ahí. Aún no sabía a donde, pero los susurros de sus acompañantes le auguraban una buena noche.

Los ojos de Misty se encontraban entre los dos planos, el terrenal y el espiritual, y a cada paso encontraba almas que se adherían a ella y que formaban una especie de escudo, a espaldas de ella los dos demonios se alzaban como deformes sombras; mas esto era lo que sus ojos eran capaces de ver, un humano tan sólo percibiría el olor a carne podrida y nada más. Los demonios siempre le hablaban en su lengua original y ella los traducía en su pensamiento apropiándose de ellos, era por eso que cuando trataban de leer su mente captaban varias voces.

Se detuvo antes de cruzar una calle, justo cuando estaba por asomarse a la esquina. —A tu derecha—le dijo uno de ellos, los ojos de Misty brillaron y movió su cabeza en todas direcciones mientras aparecía una sonrisa en su inmaculado rostro. Dobló la esquina, y la oscuridad se abrió camino por esa amplia calle, era como si hubiera arrebatado la luz. Siguió caminando valiéndose de su vista en el plano espiritual y lo vio, un hombre igual a ella, con aura oscura. Las luces fueron regresando a los faros y Misty quedó de frente al hombre. Los demonios pasaron de ella a él, analizándole, mientras ella veía que él ya se había percatado de la presencia de la compañía demoníaca de Misty, y no era por el olor, posiblemente veía las sombras retratadas en el suelo o inclusive verlos tal cual eran, como ella era capaz de verlos en el plano donde ellos vivían y que pocos eran capaces de entrar y más aún, salir de infierno. Pero ella era la favorita del diablo, su conducto, sin ella sus demonios no podían salir; ya eran pocas las brujas que estaban entregadas a él o que hacían maleficios usando a demonios para potenciarlos. Sin embargo, los ojos del hombre frente a ella le decían al menos una cosa. En su pasado debió de haber tratado con demonios, ya sea enfrentándoles o invocándoles.

—Hahahahahahahahahahahaha—rió con descaro y luego inclinó su cabeza a la derecha mordiéndose el labio inferior—, un nigromante—continuó y comenzó a dar vueltas con sus brazos extendidos, las almas se deformaron convirtiéndose sólo en energía que ella hizo resplandecer en el plano terrenal iluminándolos por breves segundos, después, se detuvo dándole la espalda y rió sin ninguna entonación, una risa metálica que silenció con su dedo indice derecho—. No, no, no, no NO—se giró para verlo directamente a los ojos—No lo digas, hahahaha, no te estoy preguntando—comenzó a aplaudir y sus demonios regresaron a ella mientras tarareaba acercándose más a él—, bueno te lo diré—dijo como si le hubieran preguntado algo—. No es mi olor… Shhh—se llevó de nuevo su dedo índice a la boca—, es nuestro secreto. Si, si, si, nuestro secreto—de pronto volvió su rostro hacía la derecha—. Es nuestro secreto—se dirigió a un demonio aunque parecía que soltó las palabras al aire—, él no lo dirá, no, no, no, no lo dirá. No, a nadie, ni a ellos—volvió a ver al hombre y le sonrió mirándolo nuevamente a los ojos—. ¿Verdad que no lo dirás?

No ponía resistencia. Misty comenzó a dar vueltas extendiendo sus brazos mientras tarareaba una danza que escuchó y presenció de las brujas del sur de Francia. El joven habló; Misty se detuvo frente a él inclinando su cabeza a la derecha y metiéndose uno de sus dedos a la boca de forma infantil, mientras sus ojos se ponían blancos. Las auras de ambos crecieron volviéndose oscuras. —No lo dirás —susurró sin darse cuenta que se había expresado en la lengua de los espíritus. La bruja comenzó a tejer una ilusión en torno a él. Aprovechando que los demonios estaban acosándolo, Misty copió la noche, las texturas, los olores, las calles, montó una realidad idéntica sobre la realidad en la que se encontraban, la ilusión era ya parte del joven y Misty pudo entrar dentro de su mente y ver a través de sus ojos a ella misma. La bruja contempló la evocación de los recuerdos del hechicero impulsados por uno de sus demonios. Vio la atroz acción desesperada para liberarse del íncubo que azotaba el alma de su amante. La mató y el íncubo se llevó el alma al mismísimo infierno.

Misty caminó y se agachó tocando el cuerpo de la joven, una estudiante víctima de la imprudencia del nigromante en sus estudios de las artes arcanas. La bruja recreó una imagen de ella dentro de la ilusión que había creado. Pero algo ocurrió, —¡Basta ya! —gritó el hechicero, Misty fue expulsada de la mente ajena formándose un vínculo extraordinario con el alma de la estudiante, ésta ocupó el cuerpo que Misty había creado con su ilusión. La había traído al mundo terrenal como un fantasma. Los ojos de la bruja seguían en blanco pero el hechicero estaba atrapado en la ilusión y veía sus ojos de un verde opaco, casi gris con un iris dorado en torno a la pupila.

—Mi nombre, si, si, sí; eso dijo, si, quiere saber mi nombre —se dirigió al fantasmal espectro de su amante. Misty se cruzó sus brazos y se movió de adelante hacia atrás poniéndose de puntas—. Un caballero dice primero su nombre —dejó de moverse, al menos de forma como lo hacía. Su cabeza asintió una y otra vez—, somos nigromantes. Somos asesinos, no lo podemos evitar. ¿Pero por qué negarte a usar tu potencial, por qué quieres enterrar tus recuerdos? —el movimiento volvió a cambiar, ahora negaba de derecha a izquierda ejerciendo presión sobre sus labios, torciendo de una manera decepciónate éstos—, ¿por qué negarlos?, tú la mataste, no fui yo, no fue el íncubo. Un caballero dice primero su nombre. Sí, eso hace, un caballero lo hace —y su voz se transformó en la de la estudiante.

—¿Qué hora es?, esa no es la pregunta, no, no es la pregunta. Un caballero siempre dice su nombre, él lo hace primero —su voz se intercalaba con la de la estudiante. Misty extendió sus brazos alzándolos. La ilusión se distorsionó. Las edificaciones se convirtieron en árboles, la acera que pisaban era ya tierras húmedas y la calle era un pantano; la bruja evocó los sonidos de su pantano proyectándolos en su presente. Un par de mosquitos pasaron frente a ellos y una lechuza de dorados ojos salió de un árbol emitiendo sus sonidos nocturnos. —Un caballero dice primero su nombre… ¿dónde estamos?, si, exacto esa es la pregunta. Es aquí ¿sabes?, aquí, si, si es aquí… Hahahahahaha —Misty silenció la voz de la estudiante llevando su dedo índice a sus propios labios, su fantasma señaló del otro lado del pantano una cabaña, alrededor del inmueble varios demonios resguardaban la entrada, como protectores o carceleros y del interior de la cabaña se escuchaban unos gemidos—. Él está aquí —su cabeza se movió de atrás hacia adelante—, está aquí. ¿cuál es mi nombre?, un caballero dice primero su nombre. Si, un caballero lo dice. Si, lo hace, y una nigromante puede enseñarte, si, te enseña; pero un caballero dice primero su nombre.

Misty llevó su dedo índice izquierdo a su boca, lo acarició con su lengua mientras con sus ojos, dentro del plano espiritual, aparentemente ausentes concentraba su poder en mantener la ilusión que era amenazada con desaparecer. —Bast… Bast Arkh… —susurró su nombre mas como si algo o alguien lo impulsara que por él mismo. Misty seguía con el dedo en su boca, la lengua se movía de un lado a otro e inclinando su cabeza a la izquierda sus ojos brillaron nuevamente emergiendo de la ausencia, con el hechizo ya controlado.
—Miente, lo sabes, lo percibes —sentenció un demonio, la bruja reincorporó su cabeza y sacó su dedo de la boca para después mostrarle una sonrisa inocente.
—Ese es su nombre, si, así lo dijo, ese es su nombre. Bast ya lo es desde hace mucho, si, lo es, lo es… Misty, yo soy Misty —dijo ella mientras se retorcían sus manos, subiendo y bajando, delineando sus propios labios y a veces moviendo sus dedos mientras reía. Pero pronto una seriedad la embargo.

Un demonio surgió destruyendo la realidad construida por Misty o al menos la primera capa. Transportados a la idea de estar en ese misma calle, con los faros de luz mortecina y totalmente desértico. La bruja se cubrió en un acto reflejo, la cortina de humo del demonio le hizo saber que era muy antiguo, más que los que le acompañaban y del mismo modo mucho más fuerte y peligroso. La joven alguna vez amante de Bast se colocó junto a un lado de Misty y como si fueran cercanas consiguió materializar su cuerpo para abrazarle el brazo y esconder su rostro en el hombro de la bruja como cuando una niña se asusta por algo. Misty vio finalmente al demonio, con sus dos enormes alas constituidas de fuego y humo se colocó a espaldas de su igual uniéndose a él como una sombra.

El lugar pronto apestaba a azufre más que a carne podrida, la joven tembló, a Misty le pareció que así era. La bruja no lo había invocado, lo había hecho él, inconscientemente, pero lo había hecho a menos que… —Bast… Arkh es tu nombre, lo es —pero aquel demonio solo rugió con tal magnitud que creó una grieta en la realidad construida por Misty. Comenzó entonces a preocuparse, si seguía así la ilusión desaparecía y los demonios presentes cruzarían el plano. Ella sabía que estaba prohibido hacerlos cruzar, ¿pero como controlar el poder de un demonio que se alimentaba de su huésped y éste desconocía ser el causante de la liberación de la mayor amenaza en aquella realidad distorsionada.

En esos momentos, la aparente locura abandonó el cuerpo de Misty, no podía haber cabida a distracciones de ningún tipo. Si no contenía a aquel demonio las cosas se pondrían feas, muy feas. Misty extendió sus manos a los costados y al abrir las palmas arrastró la realidad al mundo espiritual mostrándose todas las almas en pena que recorrían las calles parisienses. La bruja cerró los puños, las almas se deformaron convirtiéndose en energía pura que fue consumida por Misty, su aura nigromante, totalmente oscura y amenazante se alzó retadora sobre la del demonio que saco un látigo de fuego. —Los nombres nos definen, los nombres invocan cuando no son nuestros —eran palabras dirigidas a Bast pese a que no lo observaba. Los demonios de Misty retrocedieron, pero ella los destruyó para que no intervinieran, luego, concentró el poder de las almas en sus manos y generó un rayo que golpeó al demonio.

Un fuego se desató sobre Bast y Misty, un fuego que no los quemó pero que si los impregnó de azufre y cenizas. El demonio vivía, Misty comenzó hablar una lengua antigua para sellar al demonio pero lo único que consiguió fue que el látigo del demonio se enroscara en su cuello. El demonio soltó una risa gutural y sin más tomó posesión del cuerpo de Misty. La realidad fue destruída, los ojos en blanco de Misty fueron revelados en el plano terrenal y su cuerpo cayó aparentemente sin vida.

Inhalar una gran bocanada de aire fue lo primero que hizo Misty al despertar. —¿Se encuentra bien señorita? —preguntó un hombre corriente. «Nada es más fuerte que yo» los ojos resplandecieron haciendo retroceder al hombre que volvió hacer la estúpida pregunta. Frente a ellos no había nada, sólo el vacío de las calles parisiences y nada más.
—Aléjese, dé media vuelta y no regrese por aquí —Bast seguía allí, dentro del plano espiritual, Misty podía sentirlo a él y su demonio el verdadero Bast o mejor dicho la verdadera. Una diosa egipcia. Sí, a Misty se le había revelado en ese trance que parecía un estado de inconsciencia y del mismo modo tuvo una hipotesis de como sellarla, al menos por algún tiempo, el tiempo que hiciera falta para que el humano Bast pudiera manipular sus poderes sin problema alguno, sobre todo la nigromancia.

El hombre quiso debatirle pero Misty no tenía tiempo para tonterías, fue así que usando su dominación doblegó la mente del humano y éste dio media vuelta y a pasos apresurados dobló en la primer esquina. Aquí venía, Misty respiró y entró en el plano espiritual. Un fuerte aire como el de una tormenta empezó a golpearla haciendo que su cabello dorado danzara contra su voluntad. Fue dándose la vuelta para encontrarse con un torbellino que rodeaba a Bast o quien decía serlo. —Tonto, usar el nombre de una Diosa —dijo en tierna voz, muy distante a la aparente locura que la abrazaba o mostró en un principio con él. Misty comenzó a caminar hacía el torbellino usando poniéndose las manos enfrente para que el imponente aire no la segara.

Cuando finalmente llegó observó el rostro de la diosa y sin ser golpeada con algo visible, Misty salió volando volviendo a regresar al plano terrenal. —Maldición —susurró y golpeó el concreto con el puño derecho, lágrimas salieron de sus ojos pues nunca se sintió tan impotente y de pronto su aura se volvió oscura, sus ojos se volvieron blancos y regresó al plano espiritual. Las almas que sollozaban se incorporaron a ella dándole la apariencia de que crecía conforme se acercaba. El torbellino se detuvo y la Diosa entró dentro de Bast. Misty sonrió con astucia era momento de llevar acabo su hipotesis. Según la mitología Egipcia Osiris fue cortado en catorce pedazos y esparcidos por todo Egipto, Misty haría algo similar con la diosa Bast. Viviría una parte de ella en él y la otra en Misty. Mientras estuviera incompleta no podría causar el daño que había hecho momentos antes.

Misty se acercó al hechicero, acarició su cuerpo y notó que no había sensibilidad, desabrochó el pantalón y sacó el miembro apagado de Bast. Lo movió de un lado a otro como si fuera la primera vez en ver uno, luego quiso masturbarlo pero era inútil, su cuerpo estaba insconciente. Pero no estaba perdido, Misty cerró sus ojos y exparsió su dominación por el cuerpo del hechicero, concentrándose en su zona erógena la cual reaccionó muy pronto a los estímulos. La bruja sonrió con malicia humedeciendo sus labios; luego, llevó el miembro a su boca, lamiéndolo y felándolo hasta que se puso totalmente erecto, una vez que lo consiguió se quitó la braga y guió su vagina para ser penetrada. Al principio dos lágrimas salieron de sus ojos. Quizás los Incubus la tomaban en los Sabath pero nunca había hecho el sexo con un hombre real. Ella era virgen y esperaba que Bast sembrara en ella la vida y con ello la mitad de la Diosa. Después pensaría que hacer con el fruto de la vida, lo importante era separar en dos a la Diosa. La mitad en Bast y la otra en Misty.