AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Subasta de pasteles ( libre)
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Subasta de pasteles ( libre)
Durante las épocas de verano los miembros de las clases más exquisitas, demostraban tener una gran imaginación para luchar contra aquel aciago enemigo, llamado, indudablemente; aburrimiento. Nadie sabía muy bien cómo comenzó el evento en el que él mismo se encontraba participando, pero lo cierto era que había surgido de la nada. Quizás comenzó como todo, con una lucha de egos para saber quién poseía al mejor cocinero, o quizás era más una medición impropia del caudal disponible por el otro de gastar más dinero. Pero lo cierto era, que, fuese como fuese, nació el entretenimiento infame de una subasta. Y ni más ni menos, que una subasta de pasteles.
Muchos inocentes creyeron que las jóvenes parisinas se conformarían con subastar varios pasteles y donar el dinero a la beneficiencia o cualquier ora organización que ellas considerasen, en aquel momento, necesitadas de una buena ayuda económica. A cada uno de los pasteles, fue unido el nombre de todos los asistentes solteros y, obviamente, casaderos de la clase alta. Así que, para disfrute de muchas jóvenes interesadas en cazar marido, muchos de ellos, y sí, él también estaba incluido, estaban destinados a pasar una maravillosa tarde, comiendo el pastel que hubiese comprado la dama con mayor caudal económico o suerte.
Así que, sin saber muy bien cómo, se encontró a sí mismo, vestido completamente de blanco salvo por su chaleco amarillo, siguiendo el estilo recién llegado a las tiendas de confección masculina. Con sus cabellos rubios peinados cuidadosamente, para satisfacción de su mayordomo, sonriendo con una mueca avergonzada ante una sala atestada de mujeres y otros más desdichados como él, que no sabían nada de la trampa a la que se habían visto impuestos, escuchando cómo varias damas comenzaban a pujar por él.
- Dios asista mi alma.- Murmuró como un condenado a muerte, sosteniendo la tarta de pie au lemon que había realizado su cocinera con mucho esmero durante horas. Rezó con todo lo que su impura alma podía llegar a realizar, pidiendo clemencia y que, quien quiera que ganase la subasta por él, pudiera otorgarle al menos una conversación agradable.
Muchos inocentes creyeron que las jóvenes parisinas se conformarían con subastar varios pasteles y donar el dinero a la beneficiencia o cualquier ora organización que ellas considerasen, en aquel momento, necesitadas de una buena ayuda económica. A cada uno de los pasteles, fue unido el nombre de todos los asistentes solteros y, obviamente, casaderos de la clase alta. Así que, para disfrute de muchas jóvenes interesadas en cazar marido, muchos de ellos, y sí, él también estaba incluido, estaban destinados a pasar una maravillosa tarde, comiendo el pastel que hubiese comprado la dama con mayor caudal económico o suerte.
Así que, sin saber muy bien cómo, se encontró a sí mismo, vestido completamente de blanco salvo por su chaleco amarillo, siguiendo el estilo recién llegado a las tiendas de confección masculina. Con sus cabellos rubios peinados cuidadosamente, para satisfacción de su mayordomo, sonriendo con una mueca avergonzada ante una sala atestada de mujeres y otros más desdichados como él, que no sabían nada de la trampa a la que se habían visto impuestos, escuchando cómo varias damas comenzaban a pujar por él.
- Dios asista mi alma.- Murmuró como un condenado a muerte, sosteniendo la tarta de pie au lemon que había realizado su cocinera con mucho esmero durante horas. Rezó con todo lo que su impura alma podía llegar a realizar, pidiendo clemencia y que, quien quiera que ganase la subasta por él, pudiera otorgarle al menos una conversación agradable.
Auguste October De Rais- Humano Clase Alta
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 30/07/2014
Re: Subasta de pasteles ( libre)
esperté entusiasmada por la subasta, me emociona poder ayudar a los demás, y mas si se trataba de convivir con la clase alta, después de haber estado ausente unos cuantos meses, la subasta era la oportunidad perfecta. Mande a traer el vestido rosa pastel con encajes que había mandado a hacer para la ocación, quería que todo estuviera en orden. Antes de desayunar nade un poco. Después del baño desayune algo ligero, quería merendar algo en el café. Antes de partir me asegure que el vestido combinara con la sombrilla y el collar de plata que me había regalado mi padre, al mirarme en el espejo, sentí un gran vacío, extrañaba a mi padre, todavía no sabia de el y eso me preocupaba. Al parecer todo estaba perfecto, el cabriolés me esperaba, el clima en verano me fascinaba. Al llegar al café entre con una sonrisa, estaba decidida a lograr mi objetivo. Al entrar, una joven muy amable, me lleva a una mesa, me siento y le pido un café.
Ainoa Saavedra- Realeza Española
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Fecha de inscripción : 21/01/2015
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Re: Subasta de pasteles ( libre)
Sí, entre biseles citados los colores,
un fulgor anidaba sobre otro
-seda y deslumbramiento
el margen del espejo-
y aquello también era un espectro,
sabido, exacto. Centelleos ajenos
en un mundo apagado.
un fulgor anidaba sobre otro
-seda y deslumbramiento
el margen del espejo-
y aquello también era un espectro,
sabido, exacto. Centelleos ajenos
en un mundo apagado.
El salvaje palpitar de su corazón amenazaba con torcer, mínimamente, su perfecta corbata blanca. Confeccionada con una seda de primera calidad, brillaba a contraluz, gritando el elevado dinero que había malgastado en ella. Pero su color puro y su suavidad, lo habían convencido para siempre de gastar sus, ya de por sí inexistentes, ingresos monetarios.
Su nerviosismo hacía que sostuviese la tarta, quizás, con demasiada firmeza. Aunque sus labios seguían manteniendo una sonrisa afable y natural, no en vano había invertido muchos años en perfeccionarse como un caballero digno de su patrimonio y lugar en la alta clase. Había tomado clases de dicción, baile, esgrima y, por poco elegante que fuera, boxeo. Sabía hablar y escribir en varios idiomas, así como una habilidad antinatural para multiplicar su dinero a base de negocios e inversiones, lo cual para muchos de sus congéneres de la alta esfera, aquello no era más que una de sus excéntricos pasatiempos. Nadie sabía de sus deudas económicas, ni de cómo llegaba a mantener siempre sus lujosas fiestas y caprichos. Pero lo cierto era que sólo se había acostumbrado a sobrevivir, haciendo cuanto pudiese, aferrándose a su necesidad de que su apellido no fuera mancillado por las egoístas acciones de su difunto padre. Así el diablo se lo llevase para siempre al susodicho.
Carraspeó para poder ocultar su gemido sorprendido. La subasta se había tornado en un flujo constante de manos alzadas y risas animadas con aquel juego astuto. Las mujeres interesadas en un matrimonio participaban con tesón, algo admirable para cuerpos cubiertos por lazos, volantes y demás adornos que servían más para convertirlas en muñecas vivientes, que en una fantasía que encendiese el " interés" masculino.
La suma de dinero fue haciéndose cada vez más considerable, dejando menos manos alzadas. Muchas mujeres comenzaban a retirarse ante otras, escuchándose el murmullo azorado de las perdedoras. Pero su, siempre impecable expresión de sosiego, se vio afectada profundamente cuando una de las ancianas alzó la mano y nombró una cantidad realmente alta. Todas las jóvenes se miraban entre sí sin saber que hacer, mientras Auguste sólo podía maldecir en su mente.
Le aterrorizaba saber que aquella mujer era una de las ancianas más adorables y mejor consideradas entre toda la clase alta francesa. Se decía que una mera crítica de ella podía hundir a una persona en el fango o ensalzarla para siempre entre el resto del elenco social. ¿ Iba a arriesgarse a cometer una imprudencia ante ella, sabiendo que podía fastidiar todos sus años de trabajo?. No, esa era la respuesta.
Así que paseó la mirada entre los presentes, suplicando con ella, mientras intentaba sostener la, ya tambaleante, sonrisa. Por favor, por favor, pensó con verdadero apremio.
Auguste October De Rais- Humano Clase Alta
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 30/07/2014
Re: Subasta de pasteles ( libre)
Estaba nerviosa, no podía dejar de jugar con los encajes del vestido, la joven trajo mi café y preguntó si esperaba a alguien, rápidamente conteste que no. Casi nunca salía sola, quizá nunca lo hacía,me sentía incómoda, no conocía a nadie, observaba a las mujeres que coqueteaban con cualquiera que las volteara a ver, y yo sentada en el fondo del café, no me molestaba, ya que estaba a un lado de la ventana.
No pude evitar pensar en ¿Porque no le había pedido a Aimée que me acompañara? ¿Era tiempo de ya no depender de alguien para salir?, mi cabeza daba vueltas, tomaba el café más lento que de costumbre, mire por la ventana, en ese momento vino a mi un recuerdo de infancia, la primera vez que mi madre me llevó a la zona de gitanos en España, cerré los ojos para poder imaginar las telas, cada que me sentía impaciente lo hacía, me gustaba pensar en esas telas, no se cuanto tiempo estuve recordando, hasta que el murmuró de dos mujeres hicieron que abriera los ojos de golpe, decían que era un buen lugar para encontrar a sus prometidos.
No podía creer que estuviera en medio de algo así, la idea del matrimonio no causaba algo en mí, y aún no entendía por qué las demás damas se preocupaban en eso, si aún eran jóvenes. El café estaba tibio, me lo termine y me dirigí al baño, al lavar mis manos mire al espejo, detrás mío se encontraba una joven y dulce dama, ella me veía por el espejo, me sonrió y se fue, quise alcanzarla, pero me di cuenta de que la subasta había empezado, mire a todos lados pero no la vi.
Una anciana alzó la mano, por un momento hubo un silencio que me hizo alzar mi mano, dije una cantidad más alta, di unos tres o quizá más pasos, pero me detuve al sentir las miradas de asombro, mire la tarta, en verdad se veía deliciosa, después vi al joven que la sostenía, le sonreí, y él contestó mi sonrisa.
No pude evitar pensar en ¿Porque no le había pedido a Aimée que me acompañara? ¿Era tiempo de ya no depender de alguien para salir?, mi cabeza daba vueltas, tomaba el café más lento que de costumbre, mire por la ventana, en ese momento vino a mi un recuerdo de infancia, la primera vez que mi madre me llevó a la zona de gitanos en España, cerré los ojos para poder imaginar las telas, cada que me sentía impaciente lo hacía, me gustaba pensar en esas telas, no se cuanto tiempo estuve recordando, hasta que el murmuró de dos mujeres hicieron que abriera los ojos de golpe, decían que era un buen lugar para encontrar a sus prometidos.
No podía creer que estuviera en medio de algo así, la idea del matrimonio no causaba algo en mí, y aún no entendía por qué las demás damas se preocupaban en eso, si aún eran jóvenes. El café estaba tibio, me lo termine y me dirigí al baño, al lavar mis manos mire al espejo, detrás mío se encontraba una joven y dulce dama, ella me veía por el espejo, me sonrió y se fue, quise alcanzarla, pero me di cuenta de que la subasta había empezado, mire a todos lados pero no la vi.
Una anciana alzó la mano, por un momento hubo un silencio que me hizo alzar mi mano, dije una cantidad más alta, di unos tres o quizá más pasos, pero me detuve al sentir las miradas de asombro, mire la tarta, en verdad se veía deliciosa, después vi al joven que la sostenía, le sonreí, y él contestó mi sonrisa.
Ainoa Saavedra- Realeza Española
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Fecha de inscripción : 21/01/2015
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Re: Subasta de pasteles ( libre)
Sin amabilidad el ser humano deambula por la vida torpemente.
Justo cuando creyó que no habría más salidas, comenzando a pensar qué temas serían adecuados para una dama de edad tan avanzada, se presentó su salvación en forma de una mujer hermosa y delicada.
Su apariencia era similar a la de un lirio blanco, con cabellos pálidos y brillantes, casi como si al nacer alguien la hubiese dotado de la tonalidad de la luna sobre ellos. Su sonrisa, de enternecedores labios rosáceos, fue como adentrarse al hogar, abrigado por la calidez de una chimenea. Estaba seguro de que aquella boca sólo podía emitir una voz cálida y elegante.
Con gratitud y deferencia, inclinó su cabeza hacia ella en señal de respeto. Sabía que la suma que había ofrecido podía ser considerada indecente, lo cual sólo decía lo mucho que le debía a aquella desconocida mujer. Y realmente era curioso, pues él asistía a numerosas reuniones de la clase alta, lo cual sólo podía significar dos cosas; era extranjera o era el periodo de su presentación en sociedad.
Sonrió como respuesta a aquella que le ofrecía ella, llenando su rostro del brillo de la felicidad, revelando un pequeño hoyuelo cercano a la comisura de sus labios. Aquella parte de su fisionomía hacía que no quisiera sonreír abiertamente, enseñando sus dientes con ello, ya que no quería ser considerado infantil o aniñado. Estaba acostumbrado a que algunas personas criticasen tal parte de su cuerpo, así que evitaba mostrarlo tanto como era posible. Hasta entonces.
Miro hacia la organizadora de la subasta, esperando a que ella dijera si con la puja de su salvadora, se cerraba su "venta". De ser así, aun quedaba el pasar el resto de la mañana con la jovencita que tan amablemente le había ayudado. Quizás le dijese a su cocinera que le hiciera más pasteles, era lo mínimo que podía ofrecerle.
Auguste October De Rais- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/07/2014
Re: Subasta de pasteles ( libre)
Se escuchaban pequeños murmuros, se preguntaban ¿Quién es? ¿La conoces?. Eso me hacía dudar, deseaba desde lo más profundo de mi alma que nadie más ofreciera otra oferta.
La anciana me miraba desconcertada, pienso que es una mujer de gran prestigio por la forma en la que mirada a su alrededor, como si le hubieran arrebatado un trofeo. Llegue a sentirme mal, ¿Cómo una completa desconocida, llegaba a una subasta y se lleva la gran tarta? No sabía cómo reaccionar ante las miradas.
De repente vuelvo la mirada al joven, pero ahora presto más atención en él, cuando inclino su cabeza, me hizo sentir que no había hecho nada mal, quizá fue su amabilidad y su muestra de respeto la que me compartió seguridad. Era un joven apuesto, tenía una sonrisa tímida al principio, pero en seguida sonrió y se alcanzaron a ver sus dientes, su mirada era penetrante, y su gesto, a pesar de no querer hacer alguna expresión, era de alivio, como si le hubiera ayudado en algo.
Cuando la organizadora dio por vendida la tarta, no sabía qué hacer, en realidad nunca había asistido a un evento así, mucho menos sola, no quería que se dieran cuenta de que era ¨nueva¨ en esto, iba a dirigirme al baño, pero sería una acción muy tonta, y no estaría encerrada ahí toda la mañana. Una señora joven se acercó a felicitarme, era muy hermosa, su cabello rizado y rubio le daba estética a su rostro, me invito a sentarme con ella y otra dama, platicaron un poco sobre los hombres que asistían a la subasta, yo solo sonreía, no conocía a nadie y no quería conocerlos por los rumores de aquellas dos mujeres.
Quería conocer al joven de la tarta, pero no logre verlo, las personas se levantaban y saludaban a sus conocidos y para mi seria de mala educación levantarme de la mesa e irme a otro lado. El esposo de una de las damas llego y cada vez me sentía más incomoda.[/font]
La anciana me miraba desconcertada, pienso que es una mujer de gran prestigio por la forma en la que mirada a su alrededor, como si le hubieran arrebatado un trofeo. Llegue a sentirme mal, ¿Cómo una completa desconocida, llegaba a una subasta y se lleva la gran tarta? No sabía cómo reaccionar ante las miradas.
De repente vuelvo la mirada al joven, pero ahora presto más atención en él, cuando inclino su cabeza, me hizo sentir que no había hecho nada mal, quizá fue su amabilidad y su muestra de respeto la que me compartió seguridad. Era un joven apuesto, tenía una sonrisa tímida al principio, pero en seguida sonrió y se alcanzaron a ver sus dientes, su mirada era penetrante, y su gesto, a pesar de no querer hacer alguna expresión, era de alivio, como si le hubiera ayudado en algo.
Cuando la organizadora dio por vendida la tarta, no sabía qué hacer, en realidad nunca había asistido a un evento así, mucho menos sola, no quería que se dieran cuenta de que era ¨nueva¨ en esto, iba a dirigirme al baño, pero sería una acción muy tonta, y no estaría encerrada ahí toda la mañana. Una señora joven se acercó a felicitarme, era muy hermosa, su cabello rizado y rubio le daba estética a su rostro, me invito a sentarme con ella y otra dama, platicaron un poco sobre los hombres que asistían a la subasta, yo solo sonreía, no conocía a nadie y no quería conocerlos por los rumores de aquellas dos mujeres.
Quería conocer al joven de la tarta, pero no logre verlo, las personas se levantaban y saludaban a sus conocidos y para mi seria de mala educación levantarme de la mesa e irme a otro lado. El esposo de una de las damas llego y cada vez me sentía más incomoda.[/font]
Última edición por Ainoa Saavedra el Mar Mar 15, 2016 5:43 pm, editado 1 vez
Ainoa Saavedra- Realeza Española
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Fecha de inscripción : 21/01/2015
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Re: Subasta de pasteles ( libre)
Una vez la subasta fue finalizada, fue guiado por la organizadora del evento hacia uno de los extremos más alejados del salón. Mientras que todos seguían riendo y conversando, los hombres solteros que se habían ofrecido a ayudar para aquella obra benéfica se concentraban en escuchar los nombres de aquellas mujeres que habían tenido la suerte, o la desgracia, de comprar sus pasteles.
Jamás se había sentido tan incómodo, era como estar en medio de una tormenta, siendo agitado continuamente por el viento sin saber hacia dónde ir para poder sobrevivir. Estar allí, escuchando a la organizadora reírse mientras se felicitaba a sí misma por los beneficios obtenidos mientras ellos se miraban los unos a los otros, como corderos que van a ser sacrificados ante una reina.
Buscó a la mujer que lo había salvado con la mirada, atento por si la veía. Pero todo aquel flujo de personas le impedían saber si realmente podría estar siquiera sentada en las mesas más próximas, así que se decidió a abandonar al grupo de jóvenes para poder deslizarse silenciosamente por la habitación.
Saludó a varios conocidos, sin detenerse, no quería tener ningún tipo de conversación aún. Se sentía lo suficientemente avergonzado como para querer huir de allí, quizás fue ese deseo de escapar el que le hizo aceptar una de las copas que le ofrecía uno de los camareros. Bebió un poco de su contenido y siguió buscándola, deteniéndose en todas las mujeres rubias que encontraba, hasta que la vio.
- Disculpad mi interrupción, caballeros.- Sus cabeza se inclinó de forma educada y elegante, antes de unirse a la mesa en la que su salvadora se encontraba sentada. Sus ojos le ofrecieron una mirada intensa antes de apartarse y centrarse en las demás mujeres de la mesa.
- Señoritas, es un día triste este en el que se procede a la venta del tiempo libre de los caballeros. Atroz. ¿ No le parece, señora Saavedra?- Preguntó a su joven salvadora, ofreciéndole una reverencia dramática provocada más para el deleite de la sala, que a una educación definitivamente francesa. Su dramatismo era ciertamente moderado, aunque su carácter bien podría considerarse demasiado apasionado.
- A ganado usted una cita, así como este delicioso pastel.- Le ofreció la tarta que había lucido encima del escenario improvisado y le ofreció una pequeña sonrisa, considerando si sería demasiado maleducado el irse antes de que el evento llegase a su fin.
Jamás se había sentido tan incómodo, era como estar en medio de una tormenta, siendo agitado continuamente por el viento sin saber hacia dónde ir para poder sobrevivir. Estar allí, escuchando a la organizadora reírse mientras se felicitaba a sí misma por los beneficios obtenidos mientras ellos se miraban los unos a los otros, como corderos que van a ser sacrificados ante una reina.
Buscó a la mujer que lo había salvado con la mirada, atento por si la veía. Pero todo aquel flujo de personas le impedían saber si realmente podría estar siquiera sentada en las mesas más próximas, así que se decidió a abandonar al grupo de jóvenes para poder deslizarse silenciosamente por la habitación.
Saludó a varios conocidos, sin detenerse, no quería tener ningún tipo de conversación aún. Se sentía lo suficientemente avergonzado como para querer huir de allí, quizás fue ese deseo de escapar el que le hizo aceptar una de las copas que le ofrecía uno de los camareros. Bebió un poco de su contenido y siguió buscándola, deteniéndose en todas las mujeres rubias que encontraba, hasta que la vio.
- Disculpad mi interrupción, caballeros.- Sus cabeza se inclinó de forma educada y elegante, antes de unirse a la mesa en la que su salvadora se encontraba sentada. Sus ojos le ofrecieron una mirada intensa antes de apartarse y centrarse en las demás mujeres de la mesa.
- Señoritas, es un día triste este en el que se procede a la venta del tiempo libre de los caballeros. Atroz. ¿ No le parece, señora Saavedra?- Preguntó a su joven salvadora, ofreciéndole una reverencia dramática provocada más para el deleite de la sala, que a una educación definitivamente francesa. Su dramatismo era ciertamente moderado, aunque su carácter bien podría considerarse demasiado apasionado.
- A ganado usted una cita, así como este delicioso pastel.- Le ofreció la tarta que había lucido encima del escenario improvisado y le ofreció una pequeña sonrisa, considerando si sería demasiado maleducado el irse antes de que el evento llegase a su fin.
Auguste October De Rais- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/07/2014
Re: Subasta de pasteles ( libre)
La hija de un hombre de negocios fue mi acompañarte esa noche, era alta, delgada, su cabello era rojizo al igual que sus mejillas, hablamos de nuestros viajes, sus viajes tenían una similitud con los míos, al igual que yo, ella viajaba acompañando a su padre. Pudimos haber conversado sobre mas temas, pero varias personas se acercaban a felicitarme, algunas personas se mostraron muy amables, la joven de nombre Anilca, cuando alguien se acercaba, me hablaba un poco de ellos, hubo una pareja que decía ella, tenían parejas diferentes, y que para las reuniones de la clase alta, se les veía juntos.
Llegamos a una pequeña mesa al otro costado del café, la organizadora estaba contenta de que se lograra la subasta, los meseros ofrecían bocadillos e infusiones frutales, los bocadillos estaban deliciosos, sin dudar el arte culinario de parís es incomparable. Se acercó un joven a nosotras, pidió permiso de sentarse ahí, me levante con el pretexto de ir por un bocadillo que no había probado.
Pude ver a la joven del baño, la reconocí por su peinado y su cabello negro, llevaba un vestido verde con listones y detalles dorados, camine hacia ella, pero al percatarse de que iba en su dirección, huyo de mí, me causo misterio su actitud, camine rápido, ella se escondía entre las personas, no podía comprender por qué huía, me atrapaba la duda, quería alcanzarla para que me lo explicara, cuando estuve a punto de rozarle el hombro, se pedía la atención de todos, era el joven de la tarta, regrese a buscar a la mujer, pero había desaparecido otra vez.
Cuando escuche mi apellido de vos del joven de la tarta, acompañado de una gran reverencia, me sentí sorprendida, no sabía cómo supo mi nombre, pero no tome importancia de ello, hizo que me sintiera alabada, las miradas se dirigían a mí. – Sin duda la tarta se ve deliciosa, me pregunto quién será el afortunado de tener una cita conmigo – terminando con una risa coqueta –Hasta ahora no nos han presentado, ¿le molestaría presentarse? Quisiera saber el nombre de tan educado caballero – Ainoa lo miraba fijamente, esperando gesto alguno.
Llegamos a una pequeña mesa al otro costado del café, la organizadora estaba contenta de que se lograra la subasta, los meseros ofrecían bocadillos e infusiones frutales, los bocadillos estaban deliciosos, sin dudar el arte culinario de parís es incomparable. Se acercó un joven a nosotras, pidió permiso de sentarse ahí, me levante con el pretexto de ir por un bocadillo que no había probado.
Pude ver a la joven del baño, la reconocí por su peinado y su cabello negro, llevaba un vestido verde con listones y detalles dorados, camine hacia ella, pero al percatarse de que iba en su dirección, huyo de mí, me causo misterio su actitud, camine rápido, ella se escondía entre las personas, no podía comprender por qué huía, me atrapaba la duda, quería alcanzarla para que me lo explicara, cuando estuve a punto de rozarle el hombro, se pedía la atención de todos, era el joven de la tarta, regrese a buscar a la mujer, pero había desaparecido otra vez.
Cuando escuche mi apellido de vos del joven de la tarta, acompañado de una gran reverencia, me sentí sorprendida, no sabía cómo supo mi nombre, pero no tome importancia de ello, hizo que me sintiera alabada, las miradas se dirigían a mí. – Sin duda la tarta se ve deliciosa, me pregunto quién será el afortunado de tener una cita conmigo – terminando con una risa coqueta –Hasta ahora no nos han presentado, ¿le molestaría presentarse? Quisiera saber el nombre de tan educado caballero – Ainoa lo miraba fijamente, esperando gesto alguno.
Última edición por Ainoa Saavedra el Mar Mar 15, 2016 5:44 pm, editado 1 vez
Ainoa Saavedra- Realeza Española
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Re: Subasta de pasteles ( libre)
Se irguió con rapidez al escuchar la contestación de la joven, sin duda nunca había estado tan avergonzado de sí mismo como en aquel momento. No sólo había sido subastado como si de un vulgar objeto se tratase, dependiendo de las demás mujeres que habían en la sala para preservar su orgullo herido de hombre, sino que además se había olvidado de los modales mas elementales.
- Discúlpeme de nuevo, madame. Ciertamente mi comportamiento es deplorable en estos instantes.- Sus mejillas se sonrojaron con rapidez, presa de su propia estupidez. Jamás creyó que llegaría el día en que olvidase presentarse ante alguien, así que volvió a inclinarse hacia ella, aunque esta vez no para saludarla, sino para pedirle disculpas por su comportamiento.
- De Rais, Auguste October De Rais. - Dijo con voz manchada con el orgullo que sentía hacia su nombre. No sólo su apellido pertenecía a una familia de alta clase, establecida a lo largo de los años, sino que habían estado emparentados frecuentemente con la realeza, ya fuera como amantes o con matrimonios entre condes y duques. Pero su amor por su apellido no procedía de su padre, sino de aquella mujer que le había dado como segundo nombre el mes de su nacimiento, sintiendo que con ello realizaba una acción protectora hacia su hijo recién nacido. Aquel estúpido argumento había sido importante para su madre, quien creía que octubre era un mes de buena suerte, aunque la realidad sólo podía decir que su madre sólo fue una jovencita demasiado inocente.
- Discúlpeme de nuevo, madame. Ciertamente mi comportamiento es deplorable en estos instantes.- Sus mejillas se sonrojaron con rapidez, presa de su propia estupidez. Jamás creyó que llegaría el día en que olvidase presentarse ante alguien, así que volvió a inclinarse hacia ella, aunque esta vez no para saludarla, sino para pedirle disculpas por su comportamiento.
- De Rais, Auguste October De Rais. - Dijo con voz manchada con el orgullo que sentía hacia su nombre. No sólo su apellido pertenecía a una familia de alta clase, establecida a lo largo de los años, sino que habían estado emparentados frecuentemente con la realeza, ya fuera como amantes o con matrimonios entre condes y duques. Pero su amor por su apellido no procedía de su padre, sino de aquella mujer que le había dado como segundo nombre el mes de su nacimiento, sintiendo que con ello realizaba una acción protectora hacia su hijo recién nacido. Aquel estúpido argumento había sido importante para su madre, quien creía que octubre era un mes de buena suerte, aunque la realidad sólo podía decir que su madre sólo fue una jovencita demasiado inocente.
Auguste October De Rais- Humano Clase Alta
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Re: Subasta de pasteles ( libre)
Se seguía preguntando como es que aquel joven podía saber quién era, si en algún lugar ya habían coincidido antes, Ainoa trataba de recordar su rostro, pero no le parecía conocido.
Se sintió avergonzada al ver el rostro ruborizado del joven y más aún cuando pidió una disculpa, y al oír su apellido, se dio cuenta que había lo escuchado alguna vez con su padre, y sintió que debía ofrecer una disculpa por haberse comportado así, no podía controlar su ego y su deseo por hacerse notar, seguía actuando como una niña, a pesar de querer ocultarlo no resultaba.
— Mucho gusto October, que nombre tan peculiar, se me hace un mes muy agradable — asintió con una sonrisa, quería remediar el daño — Usted disculpe, no fue la manera correcta de preguntar su nombre — antes de poder sonrojarse siguió hablando — Eh oído sobre su familia, mi padre ha trabajado algunas veces con ellos, no se nos había podido presentar antes, ¿quién diría que nos fuésemos a encontrar en una subasta? Quisiera pedir un aplauso para la organización y que todos sigan disfrutando — sentía que era lo menos que podía decir, mientras decía su pequeño discurso buscaba a la joven, tenía un presentimiento, pero no podía descifrarlo hasta poder hablar con ella, cualquier pretexto le ayudaría a encontrarla, o al menos eso creía ella.
Se sintió avergonzada al ver el rostro ruborizado del joven y más aún cuando pidió una disculpa, y al oír su apellido, se dio cuenta que había lo escuchado alguna vez con su padre, y sintió que debía ofrecer una disculpa por haberse comportado así, no podía controlar su ego y su deseo por hacerse notar, seguía actuando como una niña, a pesar de querer ocultarlo no resultaba.
— Mucho gusto October, que nombre tan peculiar, se me hace un mes muy agradable — asintió con una sonrisa, quería remediar el daño — Usted disculpe, no fue la manera correcta de preguntar su nombre — antes de poder sonrojarse siguió hablando — Eh oído sobre su familia, mi padre ha trabajado algunas veces con ellos, no se nos había podido presentar antes, ¿quién diría que nos fuésemos a encontrar en una subasta? Quisiera pedir un aplauso para la organización y que todos sigan disfrutando — sentía que era lo menos que podía decir, mientras decía su pequeño discurso buscaba a la joven, tenía un presentimiento, pero no podía descifrarlo hasta poder hablar con ella, cualquier pretexto le ayudaría a encontrarla, o al menos eso creía ella.
Ainoa Saavedra- Realeza Española
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Re: Subasta de pasteles ( libre)
Aquella respuesta tan sincera, le arrancó una carcajada. Sabía que era una actitud demasiado llamativa para un caballero, pero aquella mujer parecía tener la capacidad de desarmarlo con cada comentario que hacía. Era refrescante no saber qué esperar en una conversación, pues la mayoría de las veces, siempre ocurría que la otra parte terminaba repitiendo un diálogo casi memorizado a la fuerza por sus madres en un afán innecesario de intentar caer bien a sus futuros maridos.
- Lo cierto es que prefiero que me llamen Auguste. October es para otros momentos – Mantuvo su sonrisa y asintió al escuchar que ella había escuchado antes de su apellido. Aquello solía ocurrir con frecuencia, sobre todo para los conocidos de negocios de su fallecido padre. Durante sus años de juventud, muchos intentaron aprovecharse del hecho de su escasez de experiencia, pero gracias a su mente sagaz, había conseguido salir adelante sin perder demasiado dinero. Consiguiendo vengarse posteriormente de algunos miembros, así que había ganado el respeto de muchos por su carácter amable y cordial.
- No se preocupe por los aplausos madame Saavedra, lo más seguro es que el evento aún dure varias horas más. - Le indicó con un movimiento de su cabeza al pequeño escenario en el que otro pobre desgraciado intentaba mantener una sonrisa con un pastel de zanahoria. Realmente lo compadecía, ya que era duro verse allí, sin saber quién iba a pujar por ti.
- Me gustaría saber antes, cuándo le gustaría disponer de su premio, gozando de un día de pic-nic conmigo. – Levantó una de sus manos para calmarla con un gesto silencioso. - Por supuesto, contará con su dama de compañía y será en el lugar de su preferencia.
- Lo cierto es que prefiero que me llamen Auguste. October es para otros momentos – Mantuvo su sonrisa y asintió al escuchar que ella había escuchado antes de su apellido. Aquello solía ocurrir con frecuencia, sobre todo para los conocidos de negocios de su fallecido padre. Durante sus años de juventud, muchos intentaron aprovecharse del hecho de su escasez de experiencia, pero gracias a su mente sagaz, había conseguido salir adelante sin perder demasiado dinero. Consiguiendo vengarse posteriormente de algunos miembros, así que había ganado el respeto de muchos por su carácter amable y cordial.
- No se preocupe por los aplausos madame Saavedra, lo más seguro es que el evento aún dure varias horas más. - Le indicó con un movimiento de su cabeza al pequeño escenario en el que otro pobre desgraciado intentaba mantener una sonrisa con un pastel de zanahoria. Realmente lo compadecía, ya que era duro verse allí, sin saber quién iba a pujar por ti.
- Me gustaría saber antes, cuándo le gustaría disponer de su premio, gozando de un día de pic-nic conmigo. – Levantó una de sus manos para calmarla con un gesto silencioso. - Por supuesto, contará con su dama de compañía y será en el lugar de su preferencia.
Auguste October De Rais- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/07/2014
Re: Subasta de pasteles ( libre)
August hecho a reír, esto hizo que Ainoa se sintiera menos presionada, ya que creía que cuando alguien más reía estaba llevando una buena charla, y lo notaba agradable, su actitud era diferente a todos esos hombres que buscaban a las damas para poder desposarlas, cosa a la que Ainoa huía.
Volvió a sonrojarse, llamaba a los demás con lo que a ella le sonara más interesante, fuese nombre o apellido, pero cuando la corregían se avergonzaba, especialmente si lo hacían en público, y ese público no la conocía y ella esperaba poder darles una buena impresión, estaba acostumbrada a que todos le prestaran su atención, pero al no ir con su dama de compañía se sentía insegura.
Siguió escuchando a aquel caballero, no quería interrumpirle, ahora no le prestaba atención a los murmuros, solo se percataba de que todos en la cafetería los observaban con mucha atención, empezaba a creer que la iban aceptando y con esto ya no sería una mujer desconocida, cuando quiso interrumpirle, el la detuvo con un suave gesto.
– Claro August, pero no queremos distraerles más, sería más apropiado que dejáramos que se divirtieran, y lo de el pic-nic podemos discutirlo sentados en una mesa, si es que gusta acompañarme y probar aquella tarta que se ve exquisita, ¿le parece aquella? – dijo señalando una pequeña mesa que estaba cerca de un arreglo de flores hermoso y una lámpara alta – Se ve un lugar muy agradable – seguía sonriéndole, se acomodó el anillo que llevaba en la mano derecha y le extendió el brazo a Augut.
Volvió a sonrojarse, llamaba a los demás con lo que a ella le sonara más interesante, fuese nombre o apellido, pero cuando la corregían se avergonzaba, especialmente si lo hacían en público, y ese público no la conocía y ella esperaba poder darles una buena impresión, estaba acostumbrada a que todos le prestaran su atención, pero al no ir con su dama de compañía se sentía insegura.
Siguió escuchando a aquel caballero, no quería interrumpirle, ahora no le prestaba atención a los murmuros, solo se percataba de que todos en la cafetería los observaban con mucha atención, empezaba a creer que la iban aceptando y con esto ya no sería una mujer desconocida, cuando quiso interrumpirle, el la detuvo con un suave gesto.
– Claro August, pero no queremos distraerles más, sería más apropiado que dejáramos que se divirtieran, y lo de el pic-nic podemos discutirlo sentados en una mesa, si es que gusta acompañarme y probar aquella tarta que se ve exquisita, ¿le parece aquella? – dijo señalando una pequeña mesa que estaba cerca de un arreglo de flores hermoso y una lámpara alta – Se ve un lugar muy agradable – seguía sonriéndole, se acomodó el anillo que llevaba en la mano derecha y le extendió el brazo a Augut.
Ainoa Saavedra- Realeza Española
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Re: Subasta de pasteles ( libre)
Esbozó una suave sonrisa hacia la dama, preguntándose si siempre se sonrojaría con tal rapidez. Era divertido considerar que aún hubieran mujeres como ellas; inocentes hasta en su preocupación por ser aceptada o no por todos a su alrededor. Parecía ser una astuta doncella, pues no en vano respondía a cada una de sus palabras o acciones, con armonía.
- Si así lo desea, será un placer acompañarla en su degustación del pastel. - Aceptó la ofrenda que constituía su mano, estrechando durante unos segundos aquellos dedos pálidos y elegantes, antes de dejarla descansar sobre uno de sus brazos. Permitiendo así que estuviera cómoda mientras caminaba a su lado, manteniendo siempre las distancias formales.
- Aunque debo recomendarle el que invite a su dama de compañía, siempre suelen ser de gran ayuda para que no quede completamente a la merced de una conversación masculina.- Sabía que la honra de una mujer tenía mucho más que ver con meros encuentros bajo la luna llena o besos que arrancaban suspiros. Eran incluso conversaciones de temas desafortunados, los que la llevaban al centro de algún rumor malintencionado.
- Ya debe saber cuán terriblemente aburridos podemos ser algunos hombres - Añadió para aligerar su advertencia, mientras seguían caminando entre los invitados hacia la mesa que había escogido antes ella
- Si así lo desea, será un placer acompañarla en su degustación del pastel. - Aceptó la ofrenda que constituía su mano, estrechando durante unos segundos aquellos dedos pálidos y elegantes, antes de dejarla descansar sobre uno de sus brazos. Permitiendo así que estuviera cómoda mientras caminaba a su lado, manteniendo siempre las distancias formales.
- Aunque debo recomendarle el que invite a su dama de compañía, siempre suelen ser de gran ayuda para que no quede completamente a la merced de una conversación masculina.- Sabía que la honra de una mujer tenía mucho más que ver con meros encuentros bajo la luna llena o besos que arrancaban suspiros. Eran incluso conversaciones de temas desafortunados, los que la llevaban al centro de algún rumor malintencionado.
- Ya debe saber cuán terriblemente aburridos podemos ser algunos hombres - Añadió para aligerar su advertencia, mientras seguían caminando entre los invitados hacia la mesa que había escogido antes ella
Auguste October De Rais- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/07/2014
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