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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Adrik Ivanović Miér Jul 08, 2015 12:06 pm

"Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma."

Pablo Neruda





El terciopelo oscuro de la noche abrigaba su presencia en medio de los callejones de París. El calor se desprendía del mismísimo aire, como si un Dios caprichoso se hubiese propuesto la  titánica tarea de calentar su mortecino rostro, a riesgo de matar de deshidratación a las frágiles criaturas humanas que compartían aquella impía existencia con él. Pocas veces había disfrutado en vida de un clima tan cálido, su existencia humana había convivido con las duras nevadas rusas y sus enormes cielos grises. Con la quemazón que sólo el hielo podía dejar sobre un rostro joven y lozano, quién ajeno al frío, se moría por beber la amplia extensión  del horizonte montañoso que se abría ante sus ojos verdes. Impetuoso, siempre quiso descubrir que había más allá del castillo en el que se encontraba confinado, a expensas de los deseos de su señor. Curiosamente, ni siquiera cuando fue dotado con su eternidad, fue libre. Cora lo había atado con el poder oscuro de su concupiscencia. Fue necesario casi morir en su venganza hacia su creadora, para otorgarle el impulso necesario para romper sus cadenas, liberarse de sus miedos, y emprender el vuelo.


Afortunadamente para él, su época como esclavo sexual o cabeza de turco había finalizado. Todo su pasado carecía de importancia ahora que su futuro se presentaba prometedor, borrar las huellas de lo que había sido para construir un nuevo yo, era realmente necesario. Quizás por ello había comprado un ramo de rosas blancas para Danna y una joya a la altura de la belleza de su mujer. Su amor por ella le hacía incapaz de entregarle algo carente de la pureza que la duquesa albergaba en su interior. Y, como pago por todo lo que ella le había dado y le entregaría, si contaba al hijo que llevaba en su redondeado vientre, encargó que la misma piedra fuese engarzada en una cadena de oro, fina y ligera, con la gloriosa esmeralda en el centro de ella, dispuesta a hablar del primer año que realizarían en breve.


Su sonrisa adornaba su apuesto rostro, ignorando que el destino tenía muchas formas de demostrar que jamás había que dar nada por sentado. Pues las criaturas que estaban malditas, no tenían derecho a conocer sentimientos de paz y amor. Aquellos que sólo generan muerte, sólo serán capaces de atraerla de regreso. Así era el sentimiento de justicia que los dioses poseían para recordar a los mortales que cada uno poseía un papel, en aqueste y  cruel, mundo. ¿ Como podría una criatura del averno conocer de los placeres de la redención?.


La caja de terciopelo que llevaba entre sus brazos, con la marca inconfundible de una costosa joyería, habría de ser la manzana de la discordia. En su devenir ausente, con sus pensamientos centrados en el rostro de su mujer cuando aquella recibiera el regalo, no escuchó los pasos de aquellos que lo seguían. Así, creyéndose bendecido, no comprendió que se dirigía a una trampa dispuesta por criaturas astutas y hambrientas de dinero. Y sólo cuando el disparo resonó en el callejón de París, la criatura oscura comprendió cuán estúpido había sido.


Su cuerpo cayó sobre el duro asfalto, haciendo que miles de pétalos blancos revoloteasen por el aire, cayendo con gráciles movimientos sobre el cuerpo del hombre que había prestado más atención a sus sueños y, ahora que se sabía herido, comenzaba a entender que estaba a punto de perderlo todo. El gruñido del vampiro resonó entre las calles cuando comenzó a erguirse, sin inmutarse por la herida de la bala que le había perforado el pecho, rompiendo dos huesos de sus costillas . Sus ojos juraron venganza para el joven que se acercó a él empuñando el arma aún humeante. La sonrisa del muchacho estaba lejos de reflejar seguridad en sí mismo, lo cual significaba que la cara que debía estarle dirigiendo el vampiro, era aterradora. Aún así, logró empujar el cañón de la pistola contra su frente.


- No dispares, quien con muerte trata, con muerte le pagan.- Murmuró como epitafio de su propia muerte, antes de que el sonido de un segundo disparo llenase de nuevo el callejón, dejando que el cuerpo del vampiro se silenciase para, lo que parecía, siempre.


Como ladrones, corrieron con rapidez lejos de la escena,  dejando tras ellos el cuerpo de un vampiro que rugía en silencio por lo absurdo de la escena. Él, que se creyó invencible, perdía lentamente toda conciencia, mientras el dolor se encargaba de taladrarle la cabeza a causa de la herida causada. Pero para desdicha de su insolente y malcriada persona, la bala no llegó a penetrar en su cerebro, quedó encajada en su cráneo mientras el dolor lo embargaba.


Por segunda vez en su vida pensó en lo injusto que era el destino. Pues dos veces una mujer había sido la causante de su muerte; Cora lo había convertido en un monstruo, y Danna, en un tonto enamorado.  Cuando sus ojos se cerraron, rindiéndose al cansancio y el dolor, recordó que debía asegurarse de no olvidarlo. De no olvidar.


- Olvidar...- Murmuró cuando toda su conciencia desapareció para siempre de este mundo, llevándose con ella toda su esencia y recuerdos. Su sangre no muerta comenzó a sanar los tejidos dañados, lentamente, encerrándolo en el interior de aquella dura y fría coraza que constituía su cuerpo. Convirtiéndose en un muerto en apariencia, esperando el siguiente anochecer para poder despertar.


Horas más tarde encontrarían su cuerpo, con los dedos firmemente unidos al tallo de las flores que sujetaba en su muerte, como si lo último que quería en vida, era perder la oportunidad de entregar las rosas maltratadas al objeto de su amor.  Su cuerpo fue protegido por el abrigo modesto del panadero que se había despertado de madrugada para ir a amasar el pan que hornearía aquel día, horas más tarde de lo debido, por culpa del cadáver del joven. Como un caballero de alta clase, calificado así solo por sus prendas, no poseía nada que lo identificase, así que fue llevado a la morgue de manera anónima, esperando que alguien denunciase su ausencia mientras su cuerpo era estudiado para identificar la causa de la muerte. ¿ Quién lloraría a alguien que era un mero cúmulo de huesos y piel?. ¿ Quién lamentaría la ausencia de quien no posee nombre?.


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Mensaje por Invitado Jue Jul 23, 2015 12:22 pm

Rubrum Tapetia
Está invadida por el arte; sigue el valle de la estética, pero, todo el trayecto es sangriento.


Un velo negro se cubre por todo Paris. Es 1800, y una cirujana se halla en una velada. Escuchando el murmullo del viento, es escandaloso como sus ansias. La noche era húmeda y fría; y como ella se había alimentado por el demonio, su cuerpo sufría una energía restauradora, si antes estaba moribunda, ahora relucía como una burla a la muerte misma. No se reflejaba su leucemia, pero si su belleza era expectante, sus marcas faciales eran de una calavera, detonando sus falanges; Cadavérico cuerpo. ¡La enfermedad no le desfiguraba, es bella! ¡Sublime estética! Que con la negrura de la capa, su piel pálida resaltaba más, sus ojeras le embellecían, lo enfermizo le reflejaba una hermosura perfecta; real y natural. Esto le llamaba ¡Metamorfosis de la muerte! Dejo de ser desahuciada para pasar a ser fuerte.

Y tras deleitarse en un espejo, pensó: « ¿Por qué no cambiar a todos por una delgada cara? Disminuir el tejido, brindar delgadez y estiramiento. Hacerlos más jóvenes sin que necesiten de sangre, o quizás, solo para las pequeñas arrugas que pudiese quedar. Que nadie este unido a un vampiro por adquirir belleza. ¡No! Que sean las manos de Casstronaut las que brinden este placer, que solo sea la sangre de vampiro un perfume para aparentar lo que pueden llegar a ser con naturalidad. Pues es su mismo cuerpo que proyectará ese deseo para sí mismos. Y mis manos tatuaran la vida que pronto se me está extinguiendo »

Entonces, desde ahí comenzó la locura. Tenía que estudiar el cuerpo internamente, cada parte, cada unión; Todo. Ya que no solo el facial importaba, ni un solo brazo, una sola pierna o el vientre mismo. ¡Ya no era la fisionomía! Ya aspiraba, no solo que sus manos restauraran un vientre sino un éter en la boca, finos labios ya vislumbraba. Este fue el inicio de un sueño extraído ya a la realidad.

Pero no bastaba con sus pacientes. Ya no sólo examinar la piel. Requería de cadáveres para abrirlos, estudiar cada segmento y empaparse del saber acerca de la histología. Cada tejido compuesto, piel sobrante y hasta qué grado de estiramiento era permitido para no dañar algún tejido; que se restaurara con facilidad. Y todo esto lo necesitaba averiguar. Así mismo, recorrió todo Paris, en busca de un cuerpo recién fallecido, ya que era conveniente para practicar con la piel. Antes de que llegara al rigor mortis. El endurecimiento y anomalías que el cuerpo adquiría después de muerto. Ya que, esto complicaba su labor.

Desplegándose con su capa negra, descubierta del rostro puesto que sus negros y largos cabellos caían cubriendo parte de sus senos, vestía siempre de negro. No era viuda alguna, pero de luto se hallaba por su belleza. Tarde que temprano llegaría su deformidad. Aparte de cargar con su maletín; Artefacto donde permanecían los utensilios empleados para una intervención quirúrgica...Siguen sus pasos, gracias a la sangre que le brindó vida, podía percibir a la humanidad, escuchar su propio latido que las pisadas en las calles oscurecidas no le asustaban. Dispuesta a la divinidad de la carne es que llegó a la Morgue.

—¿Por qué queréis un cadáver? ¿Acaso no te asusta? —El velador de la morgue cuestiono a la mujer. La cuál se veía suplicante con una mano desnuda. ¡Tan perfectas! Exponiendo su arte.

—Estoy suplicándote por un cuerpo. Porque necesito progresar, yo atraeré la belleza con cirugías. No tengo miedo alguno, me llena de alegría el poder estudiar más allá de lo exterior; lo interno. Por ello estoy aquí. ¿Quieres plata? Yo lo daré. Pero me entregara un cuerpo recién fallecido.

Más allá de ese ruego, se encomendó al dinero. Motivo de lo cual accedió. Sin embargo fue condicionada. “No debía llevarse el cadáver, si iba a realizar algo, sería en la misma morgue” Acepto. Tal que, llevaba consigo lo que necesitaba. Así, seguía los pasos del cuidador, era guiada hacia el cuerpo. Habían recalcado que suerte tenía porque recientemente un cuerpo fue llevado, los motivos de su muerte eran por balas, había traspasado su pecho más una en la frente la cuál debía estar sepultada en el cráneo. Era magnifico poder deleitar heridas de esa magnitud.

Y al fin, se adentró a las cuatro paredes, un olvidado lugar que sin duda alguna; Era el limbo de los arrinconados. Le habían dejado sola, cuando le señalaron la camilla de su cadáver. Y con sus pupilas repletas de un brillo cegador avanza. Estaba a punto de besar el progreso.

El maletín fue depositado en el suelo, a un lado de la camilla, más bien parecía una pierda aplanada. Y tras tomar la manta oscura, tira de esta por el aire, descubriendo el cadáver. El espejo de sus pupilas se convirtieron en una telaraña, había luz, fascinación por lo que observaba. Se acercó más, comunicándose con ese cuerpo al tocar sus mejillas con ambas manos. La herida en su cabeza, le atrajo, la frialdad emanada le ofrecía una especie de escalofrío, palpaba ese rostro y el endurecimiento era notorio. Y su amor por las marcas, le estaban entregando una satisfacción, que si hubiese podido, moldearía esas cicatrices que posee el joven — Siempre la muerte tan bella sale de estos cuerpos. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? Porque no eres un recién fallecido, tu carne ya está endurecida, será un proceso largo pero tengo que aprovecharte. —Hablaba al cuerpo presente, soltándole por un momento en lo que toma su maletín y lo pone a un lado, estando abierto. Se desata la unión de los cordones de la capa, y se la retira, posándolo alado del maletín. Reflejándose como un ángel; Por su bata blanca, una especie de cubre bocas, los guantes blanquecinos y al sujetar su cabello con un lazo. Seguido de la posesión de unas tejeras, dirigiéndolas al pecho del hombre, cortando la prenda que llevaba, descubriendo la piel de este, que de inmediato palpaba, era una sensación emocionante.

—Cuan misterioso puede ser el cuerpo. Realmente será un honor, el abrirlo. —murmuro, su voz resonaba como a una cirujana que su musa tenia para inspirarse en su operación. Acto por el cual, hizo posesión del bisturí y lo enfoco en medio de donde debía hallarse la clavícula. Ejerciendo presión sobre esa piel. Llegando el momento en que su sueño será derramado en esa sangre que pronto marcara la historia.
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Mensaje por Adrik Ivanović Dom Sep 06, 2015 10:05 pm

No me devoran.
Devoran mi reposo anhelado,
me hacen ser una angustia que se desarrolla a sí misma,
me hacen hombre,
monstruo entre monstruos.

Dámaso Alonso



Mientras los últimos rayos del sol se esfumaban, dejando paso a la noche, su cuerpo fue adquiriendo mayor vitalidad. Sus rasgos, perfectamente estructurados  y congelados para siempre en una eterna juventud gracias al don oscuro que recibió de manos de Cora, fueron suavizándose hasta el punto de convertirse en alguien que parecía dormitar plácidamente en la camilla metálica de la Morgue. Pero la pérdida de sangre había ocasionado estragos en su belleza, dejando que sus mejillas se hundiesen sobre sus huesos, afilando sus rasgos, destituyendo su constitución ligeramente musculosa por un cuerpo mucho más delgado que hablaba del hambre mucho mejor que si abriese sus labios y suplicase por comida.

Sus labios, agrietados por la sed, temblaron ligeramente cuando escuchó una voz flotar sobre su desvelada conciencia. Podía comprender el signado de sus palabras, aunque no a la dueña de las mismas. ¿ Cuánto tiempo llevaba allí?. No lo sabía. En realidad, ni siquiera sabía dónde se encontraba ése lugar que calificaba con aquel adverbio de lugar. Su memoria le susurró el significado de cada palabra francesa, así como que ése no era su idioma. ¿ Pero cuál era el suyo?. ¿ Cuál era su lugar?.

Abrió sus ojos de golpe, como un muñeco que ha sido bruscamente tirado de una de sus cuerdas, exigiéndole revivir. La silenciosa habitación pareció llenarse con el sonido de su piel siendo acariciada con aquel instrumento afilado y de metal. Haciendo que su memoria se llenase de los primeros recuerdos de su existencia anterior; aquella en la que había sido encadenado, torturado y violado por su creadora. Cora había sido la mujer que le había creado su fobia al género femenino, pero había sido otra, quien lo había reducido a la nada. Podía sentirlo en su interior, el aguijonazo del miedo, convirtiéndose en un monstruo que le roía las entrañas.

Agarró la garganta con demasiada fuerza, apretándola con crueldad antes de emitir  un siseo bajo y gutural. Una advertencia letal de que iba a atacar a cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino.

- ¿ Quién eres?- Le espetó antes de que con su otra mano alejase el bisturí lejos de su cuerpo, haciéndolo volar por el aire antes de que cayese en el suelo provocando un tintineo metálico que hacía eco contra el gruñido que vibraba en el interior del pecho de Adrik.


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Mensaje por Invitado Sáb Oct 17, 2015 2:40 pm

La piel se viste de gala, excita a la mente. Es hora de sentarse al trono, deleitando al cadáver del inicio de una creación...

¡Y bien! Ahí está sobre la camilla donde el gran horizonte de la ciencia apenas camina, su extensión se limita con la rígida experiencia de las reglas superiores a la que está sometida la existencia. Alzando a los gritos, la voz de los hechos, se lee el problema que al anunciarse la no muerte; termina por desplomarse su sueño. Quizás por el temblor de esos labios, o ¿Fue su imaginación? Tiende está a proyectarse, ilusionaba con que sus interrogativas fueran resueltas. Aunque, todo cambio, aquellos ojos de las sombras le alejó de su objetivo.

No logro ver las entrañas del hombre, porque esté resultó ser un no muerto. No hubo espanto, ni asombro, más si hizo presión en el bisturí, queriendo aferrarse al deseo del conocimiento, combatiendo para que se realizará un corte, añorando vaciar su interior, pero era inútil luchar dadas las circunstancias, ella moribunda y él, la vida eterna. ¿Cómo sabía de la inmortalidad? Sus ambiciones con el cuerpo eran y siguen siendo progresivas, lo que va más allá del entendimiento lo aclama. Que por su mente viajaba la cuestión de experimentar con ellos.

Y sus pupilas lo reflejaban; Su llama apagada pero que sigue con la menor lumbre como monstruo adormecido yaciendo. Así éste ejerciendo más presión sobre su frágil cuello, ella clava la mirada con profundidad, conociendo el dolor, la muerte, la oscuridad. ¿Qué otra cosa podía ofrecer aquel inmortal, cuando ya conoce las peores? —... ¡Suel...ta…me! — la debilidad, el cantico melancólico que emitían esas vocales se dirigen a él. Más sí, hay fuerza —sin compararse a la ajena —Aun la sangre de su domitor corría por sus venas, eso la mantenía viva. Pero no quiso desperdiciarla, espero el momento adecuado.

Fue que su falange, aquella en la que sostenía el bisturí fue lastimada, seguía aferrándose al corte en donde la clavícula se hallaba, pero como resultado solo obtuvo el filo entonado sobre el suelo, los brotes del bisturí al ser arrojado. —¡Suel...ta…me! —Era inútil, no lograba decir otra palabra, la coacción era la suficiente para que obstruyera sus cuerdas vocales. Y fue que con el brazo izquierdo, obligando a que le soltara de un medio giro, bajando el antebrazo es que logró zafarse.

— ¡Tú me perteneces, pague por tu cuerpo! —trato de elevar el tono, al sujetarse con ambas manos el cuello, le ardía, quemaba y era una ronca voz, asfixiada pudo haber sido. Aunque, una tos prosiguió de esto, descubriendo su boca al tirar del hilo que sostenía ese cubrebocas —Mira a tu alrededor, estás en una morgue. Y yo, yo soy la que debió abrir tu cuerpo. —Con una tristeza, con una especie de cárcel que el dolor le retenía, camina, dirigiéndose a su maletín buscando algún antídoto para saber si hace efecto con él. — ¿Por qué? —murmuró, derramando de sus ojos lagrimas, cristales hermosos que opacan su enfermedad.

— ¿Quién soy? Me preguntaste con el desdén. Y yo, simplemente con la esperanza de obtener tan solo un poco de entendimiento, te digo, que soy Casstronaut, una sumisa a lo que eres, al arte de poder embellecer.

Con la llama de su espíritu encerrado, sus manos no dejan de buscar una droga que sea posible adormecerlo, no quería quedarse sin nada. Y su maletín lo sabía, el talento era ese, seguir lo oscuro que representaba su vocación. —Cambia solo la forma, sé que no morirás, ¡Ayúdame! —con la plena quietud, prepara una inyección, callando su corazón el secreto de ser el valle de la muerte.

Terminando con mirarle fijamente, con una fuerza y valor que se convierten en la confianza, no hay miedo, no lo existe, se enfrenta con la jeringa, dejando que la experiencia de lo que hacía hablara.
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Mensaje por Adrik Ivanović Sáb Feb 20, 2016 9:06 pm

"Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero"


Federico García Lorca

El sonido de su corazón rebotando contra aquella pálida piel demasiado fina y ausente del sonrojo propio de aquellas criaturas que gozan de buena salud, eco de una existencia que luchaba contra la extinción final del último latido. Música celestial creada para provocarle la peor de las pesadillas arraigada en su oscura esencia vampírica; la sed. Esa amiga siempre le acompañaba incluso cuando no existía más memorias que aquellas que sacudían su cerebro. Descargando, con ello, un dolor intenso al que comenzaba a acostumbrarse, preso de contemplar cómo la vida seguía su curso fuera de los barrotes que lo confinaban a la noche.


¿Qué era aquello que le decía aquella criatura insignificante?, un animalillo de olor amargo y salado, como la fruta madura que comenzaba a enegrecerse, llegando al final de su ciclo. Un ángel blanco con armas brillantes y cabello de alas de cuervo, con una voz estrangulada. Repitiéndose, apartándose de sus débiles y ansiosas manos, para liberarse de su agarre. Su instinto le decía que ella estaba enferma, pues su sangre no cantaba para él con alegría, sino que emitía un suave susurro apenas audible. Él decía que ella no era tan sabrosa como el resto de los corazones que resonaban en su cabeza, un tactac seguido del susurro de la sangre deslizándose como seda entre los ventrículos para recorrer el cuerpo humano antes de que el siguiente tactac volviera a surgir.


Aquel era su sino, perseguir el susurro de aquellas deliciosas criaturas, abriendo la carcasa suave de su piel para liberar su alma líquida.


- ¿ Soy tuyo ? - Preguntó con inocencia, buscando en aquellos ojos negros la respuesta a lo que aquello podría significar. Pues ella sólo parecía susurrarle a su cuerpo, como si este pudiera hablarle. Quizás, al igual que él, aquel ángel mortuorio oía las voces apagadas que se deslizaban entre la sangre. Aquella poderosa llamada que no podía ser ignorada, no cuando sus entrañas gritaban por sustento.


- ¿ Por qué deseas abrirme ?, en mí no hay melodía.- Cerró sus ojos antes de ordenar a su cuerpo el sentarse sobre aquella fría superficie en la que descansaba su cuerpo. Como obra de su movimiento, la fina capa de tela que cubría su torso desnudo se deslizó hasta su cintura, protegiendo aún aquella desnudez de la que ignoraba el vampiro que era preso. Simplemente se elevó, como un muñeco que era tirado por cuerdas invisibles, movimientos torpes y tirantes obra de la escasez de sangre que existía en su interior.


- Casstronaut - Repitió su nombre, mientras miraba cómo avanzaba hacia él con aquella nueva herramienta. Aquella no brillaba, sino que apuntaba directamente hacia su cuerpo, aquel ángel con esferas transparentes recorriéndole la piel, mostrando que aún había pequeños toques de música en su interior. ¿ Qué más habría en su interior ?. ¿Tendría aquello que él ansiaba, la respuesta al dolor amargo que le ardía en la garganta ?.


Quizás hubiera podido encontrar respuesta en su interior, abriendo aquella pálida piel para escuchar los últimos acordes de su esencia deslizarse por el interior de su garganta. Heridas abiertas que mostrarían un desordenado compás en el que danzaban sus notas, rojas salpicaduras abandonando su cuerpo para estrellarse sobre su piel y ropajes. Pero era demasiado tarde, su hambre hablaba y dominaba su mente, ya sólo quería sangre. Esencia vital. Y ella no tenía la suficiente como para satisfacerle, así que, en cuanto entró un enfermero preguntando por la posibilidad de otorgarle a Casstronaut ayuda con un nuevo instrumental, se dirigió hacia él, en su absoluta desnudez, como un Dios animal abalanzándose sobre su sacrificio.


Su cuerpo había respondido a su necesidad desde mucho antes de que él pudiera siquiera procesarlo, moviéndose con la rapidez de una llama salpicada por el viento, balanceada entre las fuerzas que daban honor a su existencia; meciéndose entre luz y oscuridad. Llegó al enfermero  y desgarró su garganta en cuestión de segundos, chupando aquel tactac, notando cómo el susurro de su sangre se convertía en un silbido similar al de una tetera expulsando el aire caliente, silbando por los agujeros del cuerpo que el vampiro había creado en su ansia por obtener la sangre que necesitaba, escuchándose así el oxígeno de sus apuradas respiraciones burbujear con las últimas gotas de su sangre, antes de que su cuerpo cayese inerte en el suelo. El sonido del choque de dos platillos que determinaban el final de la obra a la que le seguía el silencio que dejaba paso a los aplausos. El eclipse de una vida.




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Mensaje por Invitado Dom Mar 27, 2016 5:10 pm

Tristeza, ira, rencor...Dominada por la ambición por perforar ese templo, necesitaba ver sus entrañas, aclamar ver los órganos, comprender si estos aún están en disposición para abrirlos. Ellos son el futuro para curar enfermedades, y son egoístas. ¡Malditos miserables! Quieren el mundo entero, su pensar es exterminar la raza humana, y no están conscientes de que pueden estos vivir una larga vida sin ser seres muertos. ¿Cómo debía ponerse ante esa situación? El desdén provocado, la desesperación por ser capaz de abrir su clavícula, Y nada.

Inútilmente forjaba sus fuerzas, era un desperdicio dar la energía para que esta solo fuese mal utilizada. No podía más, su coraje le hizo derramar lágrimas, que sus ojos se tornaron de un carente rojizo. En ese cuerpo estaban sus ilusiones, deseos, anhelos por continuar con la historia, progresar con la medicina, regenerar mutilaciones o, aún algo mayor, ofrecer perfecciones en el cuerpo, desaparecer por completo quemaduras, marcas que los pobres humanos se enfrentaban día a día, algunos se suicidaban por no soportar el horror que les ocasionaban recordar. ¡A eso debían ceder los vampiros! ¡A eso, es que él debía dejar que Casstronaut le abriera!

Pero solo obtuvo burla, una befa insoportable, ¿Cómo era capaz de mofarse? —Sí, eres mío. Yo pague por tu templo, fuiste atacado fui yo, quien te salvó de ser incinerado. Al menos dame las gracias por eso, al menos págamelo con unos minutos en lo que veo en el interior de tu cuerpo, déjame ver esas entrañas, no tienes nada que perder. Ni vida que arriesgar.

Suplicaba, implorando por una abertura, por él. — ¿Qué melodía? Se claramente que no estas vivo, se con precisión que eres. Ya te dije que quiero ver tus entrañas, soy una moldeadora, yo embellezco lo que ustedes desfiguran con los humanos. Con estas manos que no dejas tranquilas, he modificado rostros quemados, heridas que son difíciles de quitar, como cicatrices profundas, rasgaduras que ocasionan sus malditas uñas, esa perversidad que ejecutan, ¡Bestias! Se aprovechan por su fragilidad

Y ver que se alzaba, como una deidad macabra, lo observó, siguiendo sus movimientos. La jeringa aún conservaba, el antídoto que adormecía seguía intacto, lo guardaba detrás de su espalda, su mano la protege. Era su última esperanza.

—¡Espera, No te muevas…!—Y fue interrumpida con su ayudante, demasiado tarde, demasiado dejó avanzar para su asistencia.

— ¡NO, Corre! —Grito, descubriendo las intenciones del inmortal, pero estúpido era el ayudante, se quedó inmóvil, con los ojos abiertos, sorprendido de que ese inmortal volara. Como un maldito ángel de la muerte…

Y que cruel fue cuando pensó “En buena hora llegaste” Aprovechó que el vampiro se distraía, no había culpa, pero no disponía del tiempo. Debía actuar rápido, Que en cuanto el olor de la sangre le mareo, corrió a ese cuerpo, clavando la jeringa en su espalda, apuñalándolo y, presiono de esta, dejando que el líquido fluyera ya por su cuerpo.

Era de esperar la reacción, más se dirigió a buscar con rapidez en el maletín, otra inyección, lo iba a dormir, tenía que hacer al menos efecto una dosis adecuada. Por lo que no había oportunidad de arrepentimiento, ni de tropezar con los movimientos. Se controlaba, mantenía su pulso, aunque una vez más estropicio su ética. Aunque, la muerte no le dejaba otra opción.

Se arriesgaba, demasiado se exponía. Que no temía, su línea de vida la tenía contada.
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Mensaje por Adrik Ivanović Dom Abr 17, 2016 1:37 am

"En el profundo del abismo estabas
del no ser encerrado y detenido,
sin poder ni saber salir afuera,
y todo lo que es algo en mí faltaba."


Fray Luis de León


El olor de la sangre era tan delicioso que casi podía delirar con aquella cálida y pegajosa viscosidad deslizándose por sus dedos. Se deleitó con la rapidez con la que se deslizaba desde la punta de sus dedos hasta su muñeca, dejando un rastro rojizo en la perfección pálida que constituía su piel. Ahora entendía porqué su cuerpo había estado tan débil, tan pesado. Necesitaba aquel alimento para ser más rápido y fuerte, así como para sanar todas aquellas heridas que pudieran surgir en su cuerpo. Al menos todo, salvo aquel persistente dolor en su cabeza, al que comenzaba a acostumbrarse.

Lamió la gota de sangre, cerrando los ojos al ser golpeado con fuerza por aquella sabrosa esencia. Quería volver a repetir aquella experiencia, con alguien más joven, con mayor lentitud, para sentir su sangre acariciándole el interior de su faringe. Incluso si la música se acababa, él cantaría por aquella muerte. Danzaría sobre sus huesos buscando que el cielo se abriera y lo bañase en sangre. Que lloviera aquella rojiza esencia sobre París, que ningún humano volviera a dormir sin sentir el miedo recorriéndole las venas. Porque tenía hambre. Mucha hambre.

Sus pensamientos eran tan abrumadores, que ni siquiera reparó en Casstronaut, la había ignorado desde el primer momento en que sintió el fuerte golpeteo de otro corazón resonar cerca de ambos. Debía ser justo con aquella mujer, si eran ciertas sus palabras, le debía el que su cuerpo no hubiera ardido en el fuego de una incineración anónima y rápida. Aquello habría terminado seguramente con su no vida, incluso sin memoria, podía sentir aquel miedo reverencial hacia las llamas de una hoguera. Su instinto siempre había sido bueno, le ayudó a cazar a aquel ayudante y ahora le avisaba que estaba en peligro.

Pero era demasiado tarde, la aguja ya estaba clavada sobre su dura piel, derramando aquel contenido que descargó un calor extraño en su organismo. Se tambaleó al notar cómo su sangre actuaba con rapidez contra aquel invasor externo que pretendía modificar su organismo.

- Casstronaut, atacarme no hará que salgas de aquí con vida y con mayor conocimiento de lo que soy.- Argumentó con rapidez, mientras se alejaba prudencialmente de la humana, regresando hacia la camilla en su más esplendorosa desnudez, sin conocer el significado de pudor por su estado físico. Había borrado sus recuerdos y con ello cualquier norma de convencionalismo. Así que se sentó sobre el frío artefacto, dejando que su cuerpo fuera recuperando la gloria de aquellos músculos que se habían atrofiado para sostenerlo con vida.

Su piel se hinchó de manera sorprendente, dejando aquel esqueleto con apenas piel, revestido de músculos perfectos en aquellas partes que habían sido duramente ejercitadas en su humanidad. Con ello recuperó su aspecto saludable y la belleza de su rostro armónico, así como sus mejillas y labios adquirieron un ligero tono sonrosado de lozanía tan lejana a la realidad de su existencia. Como si hubiera recuperado en minutos, parte de la vida que le había robado a aquella desdichada criatura que seguía en el suelo.

- Bebería tus lágrimas desdichada criatura, pero insistes en algo que no puedo proporcionarte.- No quería dejar que lo abriera, no se fiaba de ella, pues era humana y mujer. Ellas siempre mentían, probablemente lo cortaría en piezas y le inyectaría numerosos medicamentos para experimentar con ellos. Y sólo le daría dolor. No quería sufrir más, había conocido el hambre, la tortura y la privación de libertad. Ahora quería vivir, más que nunca.

- Pero si lo que deseas es conocimiento, te lo daré. Os entregaré numerosos muertos, cada noche, hasta que vuestro pequeño y terrorífico lugar de exploración esté invadido de cadáveres. - Esbozó una sonrisa, pues aquello le era divertido. Aunque seguía sintiéndose débil, probablemente necesitase más sangre. Debía salir de allí, encontrar más víctimas.


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Mensaje por Invitado Lun Mayo 30, 2016 6:15 pm

Nunca se imaginó despreciar a la muerte en esa magnitud, tan egoísta era, tan cínica el óbito se burla, se mofa a cualquier lugar de ella. ¡No basta con llevarla consigo misma! Que se muestre en sus peores facetas cuando ella aún como un salvaje se aferra a las garras de la vida, lucha y se cansa, las fuerzas se las arrebata la muerte. ¿Cómo podrían decir que era una lucha justa? Cuando todo está a favor del deceso, cuando ella las lleva de perder…

¡Qué cruel! Como la vida desnuda tu verdadera naturaleza, ella, una bestia indomable, justo ahora es cuando se convierte en el peor insecto, con ese desespero de continuar, es que dejó que sus ambiciones dominaran, prefirió que el deseo se cumpliera en vez de ayudar esta vez a su ayudante; a ese imbécil hombre que no debió entrar al lugar sin su autorización. Y ahora estaba muerto, devorado por la sed del vampiro, sacrificado por Casstronaut que, con la inyección en sus manos, espera ser atacada.

No se sabía con exactitud qué pasaría, si sería devorada por él, o ella lo devoraría. Con su semblante mortecino, una palidez insuperable a la ajena, más ella tenía a la enfermedad de su lado, y él, a la misma muerte. Pero, tenía que descubrir quién podía más, si alguien que ya está muerto, o alguien que está en el proceso.

Y su respirar se iba alterando, una disminución sufrió, pues su presión se había bajado, no por la impresión del suceso, sino el impacto que ocasiona, la fuerza que requirió en cuanto la aguja fue directo al mármol. Y en sus irises, el mismo infierno ardía, y destruida. Perdiendo su batalla, abrió su puño, dejando caer la jeringa vaciada, no podía contra él, no lograría convencerlo de que su cuerpo fuese abierto. — ¡Ayúdame! Ayúdame… entonces, esto sucedió porque te niegas a cooperar.

Musitaba, como una plegaria olvidada para una deidad, mientras fue testigo de un radical cambio, una belleza que se iba puliendo poco a poco, una hoja en blanco que estaba adquiriendo color. Se sostuvo de una especie de angarilla de metal, inhalando y exhalando, comenzando su vista a disminuir, confundiendo su visión. Ya estaba en su etapa final, ya la leucemia conocerá el inmortal en una sombra siniestra de lo que es Casstronaut, verá a una sumisa ante la sangre. Pero, no cualquiera, sino la de él. Un ser de las sombras que no se deja ver.

—Hablas de no poder, ¿Por qué? ¿Por qué alguien como tú no puede hacerlo?.— Cuestionó debilitada, ya sin intención de atacar, bien sabía que era inútil, y peor, en ese estado que llegó antes de lo esperado. Se estaba saliendo de control sus horas en que la leucemia se aparecía. En cuanto percibió aquellas palabras, miró al ángel de la muerte, a uno que le ofreció esperanza nuevamente.

— ¿Lo harás? ¿Cumplirás con tus palabras? …. Quiero, deseo, necesito que así sea. No solo es por el conocimiento, existe un saber del cuerpo que no es exactamente la sabiduría de su funcionamiento, del dominio. Es más que la capacidad de vencerlas: este saber y este dominio constituyen una ciencia… Indudablemente, esta ciencia es difusa, rara vez formulada en discursos continuos; se compone a menudo de fragmentos, y utiliza unas herramientas o unos procedimientos que me enseñan, reproducen medios, términos de imagen corporal, que pertenece al terreno de lo abstracto.

Habla con el saber en su boca, una sabiduría superada por mentes ajenas y comprendidas por solo unas cuentas. Tanto era su pasión, que tomó asiento, dando a entender que todo terminó en ese encuentro. Más solo espera a que cumpla con sus palabras, que la oración que una vez imploro, al fin fue escuchada.

—Estas transformaciones sobre la apropiación y la importancia de la belleza física, algún día comprenderás que son importantes para la salud espiritual, no puede haber paz cuando el horror lo llevas a diario. Confiare en ti inmortal, vendré una vez al mes a este mismo lugar, con la esperanza de ver lo que has prometido.

Limpio con la manga blanca sus lágrimas, el cansancio no ayudó con ello, ni el dolor de su fracaso le dejó continuar. Y todo mostrado en el cadáver de su compañero.
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Mensaje por Adrik Ivanović Lun Jul 04, 2016 9:12 pm

El sonido de su súplica reverberó en lo más profundo de su alma sádica, había tocado una cuerda que vibraba con suavidad. Temblando, estremeciéndose de placer por aquella voz que se apagaba tan rápido como la vida que había en sus ojos. Había sido tan fugaz su confrontamiento que casi lamentaba haber sido tan brusco con ella, pues adoraba esa extensión de la batalla, una dilatación del tiempo que se tornaba incierta para criaturas que, como él, ya no poseían ninguna inquietud respecto a cómo se sucederían las noches.

Contuvo una mueca, la jeringuilla había destruido el recuerdo de la voz suplicante de Casstronaut, rompiendo el silencio establecido entre ambos con aquel arañazo del metal sobre el suelo. Deseaba más de su voz, un cambio de entonación que despertase en él de nuevo aquella criatura que había sido, el poderoso hombre que se había perdido entre las sombras por un disparo.

- Porque no confío en ti, criatura. - Respondió con total sinceridad, acechándola con su mirada, bebiendo cada uno de sus movimientos por si decidía abandonar aquella expresión resignada con no saberse vencedora de aquel reto. Ya había intentado engañarlo antes, pero eso no lo sorprendía, todo lo contrario. Lo esperaba.

Siempre era así, las mujeres tenían esa habilidad de aferrarse a la vida. Como si su capacidad de traer descendencia a este mundo las convirtiera en guerreras expertas a la hora de sortear la muerte. La engañaban, con pociones, cremas, palabras y suspiros. Y él era tan débil a ellas, que no podía avanzar sin herirse voluntariamente con la presencia de cada una. Era un iluso con ínfulas de rey destronado.

Acarició el metal de la camilla, notando como aquel material brillaba con la misma intensidad fría que el instrumental de Casstronaut. ¿ Cuánto había avanzado el mundo que él no entendía siquiera de lo que hablaba aquella mujer condenada a la muerte por la debilidad de su cuerpo ?. ¿Acaso deseaba conocer el significado de cada una de sus frases y explicaciones?. ¿ Su empresa era tan avariciosa como lo era su intención de mutilarlo para conformarse con la idea de ser capaz de crear belleza lejos de su enfermedad?.

- Apestas a muerte - Susurró como si estuviera intentando suavizar la crueldad de sus palabras. Aunque no era así, él no quería disminuir el peso de sus palabras, sino intentar poner en orden el caos que había creado en su mente. El dolor de cabeza lo sacudió de nuevo, iba a tener que acostumbrarse a esa punzada constante que amenazaba con arrancarle el cerebro a mordiscos.

- Pero hablas de belleza, de la importancia de la salud espiritual. - Inclinó su cabeza hacia un lado, mientras parpadeaba con suma lentitud. Una mirada perezosa que la recorrió de pies a cabeza antes de continuar con su conversación. - Te mueres y hablas con un muerto de la vida y el espíritu. Eres feliz con una cita mensual con la parca, sólo para recibir carcasas vacías de una entidad que ya partió.

Se movió con una rapidez inhumana y dejó que su rostro se alzase a escasos centímetros de la joven, pudiendo ver mejor aquellos iris oscuros. Pozos negros llenos de una sabiduría que se extinguiría si nadie la ayudaba. No sabía porqué, pero le entristecía la idea de que nadie pudiera entender cuán ecuánime parecía ser su pensamiento, cuánto orden había en aquella persona frágil. Y se estaba apagando lentamente.

- ¿Tienes idea de cuán hermosa es tu desesperación, de cuán acertada es tu loca contradicción? - Besó su frente, como si fuera un padre dándole las buenas noches a su pequeña, antes de abrigarla con pesadas mantas que pudiera usar contra los monstruos que habitaban en las sombras de su habitación.- Casstronaut, la hija de la muerte.


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Mensaje por Invitado Jue Jul 14, 2016 5:53 pm

Porque no confió en ti criatura. Era de suponerse, ya que, ¿Si ella no confiaba en sí misma, quien si lo haría? Nadie, por lo que el vibrar del inmortal no logró su objetivo, si es que era apuñalarla, o que le haga titubear en su franqueza. Ya su cansancio no le permitía seguir luchando, aferrarse a que ese ángel fuera su bálsamo, aquella anatomía vista y estudiada. Todo esto se fue, con la idea de que fuesen más cadáveres obsequiados para su investigación, cuerpos valiosos para el estudio...

Pero parece que el ángel de la muerte no cree en una mínima palabra de la leucemia, ¿Por qué era tan difícil creerle? Si le ha explicado el motivo por lo que lo quería. Más sus siguientes palabras, si lograron dañarla, su debilidad es el mismo saber de su enfermedad. Y sus falanges se aferraron al metal de la camilla. Escasa fuerza, pero la intención brutal.

No hablo enseguida, pero si sus irises reflejan la crueldad de la realidad, pero aún, cuando sostuvo las ajenas, aquellas pupilas opacadas por la oscuridad, negó.—Si, mi piel, mis órganos, todo de mi apesta a muerte. No es la primera vez que me lo dicen, hasta yo misma he aceptado que ese es mi perfume.—Con una seguridad espantosa, se hace la fuerte, negando el paso a las endebles evocaciones. —¿Quieres saber el por qué? ...Aunque dudo que lo desees, ya que puede destruir tu carácter ante mí.

No se engañaba, y a él, él no comprendía en absoluto.— ¿Feliz? No, te equivocas, querrás decir; Satisfecha, porque no es con la muerte con quien quiero tratar. No eres tú, con quien deseo hablar de vida o de belleza. Sino con lo que genera que yo los vea.— Con una suavidad fue alzando sus falanges, exponiendo las palmas ante él. —Obsérvalas, ¿Qué es lo que ves, tu cuán perfecta vista has de tener? .—Movió simplemente sus dedos, descifrando la yema de estos, ya que bien anunciaban que era una transformadora.

— Yo hablo de belleza, y salud espiritual de la humanidad, a ellos, les sirvo, y para ellos es que he nacido. Yo soy Casstronaut, hija de la ciencia, seguidora del cuerpo humano.—Mantenía su mirada por la de sobre él.— Hace un momento hablabas de felicidad, sí, hay dicha alguna cuando mis manos están en proceso. Ayuda aquellos deformadores, a quienes temen en ver cicatrices. Yo hago esto, sano las heridas, reparo los tejidos dañados. Por lo tanto les ofrezco una salud tanto física y espiritual. Estar bien con uno mismo, esa paz interior.

Con grandeza se hace hablar, con el sentimiento acompañado. Y era el orgullo.

— ¿Contradicción? ¿Solo por el hecho de que ofrezco belleza, y a cambio, me la arrebatan? ¿Qué brindo paz interior, cuando a veces me carcome la intranquilidad? ¿Que defiendo la salud más pura, y a mí, me enferman cada vez más? ¿Solo por eso lo llamas contradicción? Porque si es así, tan errados estas.  Mientras pueda ser recordada, es que hice bien mi trabajo.—Sus manos fueron apartadas tras haber sido consolada. Que vil, que falso sentimiento.— No, Casstronaut, hija de la enfermedad.

Con la aceptación ante todo, y tras la ofensa del ángel de la muerte, nadie y nada le harán cambiar de parecer. Porque nadie será recordado como ella lo será. Y no seguiría hablando de ello, lo dicho esta, y si no cumplia con su palabra, lo atraparia, tarde que temprano lo haría. Por que era momento de limpiar, y rendir cuentas de nueva cuenta por sus pecados.

CERRADO


Última edición por Casstronaut el Mar Nov 29, 2016 5:40 pm, editado 1 vez (Razón : Y n)
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