AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El cofre del hombre muerto (priv.)
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El cofre del hombre muerto (priv.)
Habían capturado otro mercante de los que comerciaba con el rey Randulf, un montón de buen acero para fabricar armas, mineral extraido en las minas del norte de España. Solía anotar en su cuaderno de bitácora los nombres de las naves hundidas o capturadas, y esta tenia un nombre bonito: Dobbel Hval. La ballena tuerta.
Estaba siendo un buen mes, habían recibido muchos chivatazos sobre el comercio de Randulf, y le habían atacado sin piedad. Los campesinos y aldeanos oprimidos, habían podido llenar graneros y comprar animales y víveres, eso le había ganado multitud de adeptos a la causa, una que ella llamaba burlonamente la de Robin Höor. Sus éxitos no se habían quedado en el ostracismo, otros corsarios y bucaneros habían ayudado en algunas capturas por un buen pellizco, pero valía la pena porque a veces era más importante alimentar la leyenda que cumplir con el objetivo.
Se decía que el Capitán Morgan, a bordo del Queen Anne's Revenge, hacía estragos en el mar del Norte, que a pesar de tener a veces todas las probabilidades en contra, o estar en inferioridad numérica, siempre acababa capturando la bandera contraria tras alzar la suya, negra y con unas calavera con dos sables cruzados.
Llevaba una casaca azul de la armada inglesa, sobre unos pantalones que probablemente fueron blancos unas semanas atrás, y botas de caña alta, le pelo rubio sujeto en una corta coleta en la nuca, ya que le apenas le llegaba la melena por los hombros. Pidió té y le trajeron la taza y la tetera a la que añadió un chorrito de ron que llevaba en una petaca. Sacó un cuaderno y se puso a escribir, no era el diario de abordo, eso no salía del barco por si las moscas, pero siempre llevaba papel y lapiz consigo para apuntar cosas que le pudieran ser útiles. Silbaba una melodía pegadiza de la que cantaban los marineros mientras escribía un par de cosas.
Estaba siendo un buen mes, habían recibido muchos chivatazos sobre el comercio de Randulf, y le habían atacado sin piedad. Los campesinos y aldeanos oprimidos, habían podido llenar graneros y comprar animales y víveres, eso le había ganado multitud de adeptos a la causa, una que ella llamaba burlonamente la de Robin Höor. Sus éxitos no se habían quedado en el ostracismo, otros corsarios y bucaneros habían ayudado en algunas capturas por un buen pellizco, pero valía la pena porque a veces era más importante alimentar la leyenda que cumplir con el objetivo.
Se decía que el Capitán Morgan, a bordo del Queen Anne's Revenge, hacía estragos en el mar del Norte, que a pesar de tener a veces todas las probabilidades en contra, o estar en inferioridad numérica, siempre acababa capturando la bandera contraria tras alzar la suya, negra y con unas calavera con dos sables cruzados.
Llevaba una casaca azul de la armada inglesa, sobre unos pantalones que probablemente fueron blancos unas semanas atrás, y botas de caña alta, le pelo rubio sujeto en una corta coleta en la nuca, ya que le apenas le llegaba la melena por los hombros. Pidió té y le trajeron la taza y la tetera a la que añadió un chorrito de ron que llevaba en una petaca. Sacó un cuaderno y se puso a escribir, no era el diario de abordo, eso no salía del barco por si las moscas, pero siempre llevaba papel y lapiz consigo para apuntar cosas que le pudieran ser útiles. Silbaba una melodía pegadiza de la que cantaban los marineros mientras escribía un par de cosas.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/08/2017
Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
El nórdico pasaba las páginas del informe que había sobre la mesa, dos hombres más le acompañaban con semblante preocupado uno y más fiero el otro, pero ambos guardaban un silencio solemne mientras Ysgramir leía una y otra vez las pérdidas. Él era herrero, o lo fue en su día, que le quitasen el acero que tanto le había costado negociar era como arrancarle la sangre de las venas, pero estaba viendo que no era lo único. Alguien la había tomado con sus barcos mercantes, que llevaban la bandera noruega, habría tantos barcos con ella como peces en el mar, su flota no era la más llamativa, ni la más importante de los Países Bajos, no destacarían entre cientos de barcos, pero alguien estaba tras de ellos.
Ysgramir pasó página cogiendo aire en abundancia, el más pequeño de los hombres, con ojos saltones y una deformidad en el brazo derecho permanecía callado, pero se notaba que se mordía al lengua para contenerse, el otro parecía más un marinero que un hombre de negocios. Seguía revisando informes, haciendo cuentas en su cabeza de los botines que había perdido, de lo que supondrían en sus arcas. Lo había leído una y otra vez y aun no podía creérselo, cuando el balance negativo le llegó la primera vez hacía un tiempo no le dio importancia, lo que le hizo alejarse de París y dejar a un lado sus planes de matrimonio y expansión fue la pérdida de un barco. No solo le robaban mercancía, le estaban destruyendo los navíos.
Soltó el aire que había contenido y, por fin, alzó la vista de los papeles. Le estaban quitando lo que era suyo en su cara, no había gastado años de su miserable existencia en el mar, dando una reputación a su comercio y a su flota, para que ahora vinieran unos cuantos piratas a echar por tierra todo su esfuerzo. ¿Es que ya se habían olvidado de quién era? ¿Quién había hundido barcos a lo largo del maldito mar Atlántico? Tal vez era eso, llevaba demasiado tiempo dando por sentado que el negocio era seguro y rentable, no se acordaba de cuándo fue la última vez que se hizo notar en el mar. Sus días de saqueo terminaron hacía siglos, se hizo respetar a punta de cañón, había dejado tal huella en la memoria de los competidores y piratas que nadie se atrevía a provocar su ira, cuando dejaron tranquilos sus negocios, él dejó de imponerse. ¿La huella no había sido tan profunda? ¿Los humanos eran tan estúpidos como para olvidar quién demonios era Ysgramir Gunnarson cuando se cabreaba? A un vikingo no se le roba lo suyo. Él saqueaba. Él robaba. Nadie entraba en su casa a cagarse en su jardín.
La ira no se reflejaba en su rostro, pero si en sus ojos, que perdían toda semejanza humana en cuanto perdía la paciencia y eso que tenía mucha.- Tenéis barcos, os doy la mercancía, la maldita ruta. Os fijo unos precios, unas cantidades, engordo vuestros avariciosos bolsillos.. ¿Y a cambio me arrastráis hasta aquí porque no sois capaces de mantener a raya a unos jodidos piratas?-Perdió todas las formas, el noruego siempre iba bien vestido, acorde con la moda del lugar en el que estaba, no destacaba demasiado pero era obvio que su ropa estaba cuidada a la par que su aspecto, no era ni de lejos como los dos que tenía delante. Ysgramir era un superviviente, alguien que se adaptaba al medio en el que se movía pero manteniendo en todo momento la pulcritud que le distinguía de la plebe.- No es nuestra culpa, saben en todo momento dónde estaremos y nosotros no, quien sea conoce bien estos mares, llegan, saquean y se marchan, no nos da tiempo a nada, no tenemos una potencia de fuego como la suya.- ¡¿Y os rendís con el rabo entre las piernas?!- Ysgramir estaba a punto de estallar, le dieron unas ganas inmensas de escupir, pero se contuvo. Malditos cobardes. - Ni siquiera sabemos quiénes son, señor, es una locura intentar...
- ¿Una locura? ¿Sabes lo que es una locura? Que tengáis los mejores barcos que se puedan construir, que viajéis con la reputación y protección que os da mi casa y aun así os caguéis encima cada vez que avistáis una bandera pirata.
Ysgramir apretó los dientes, tensando la mandíbula. - Dónde está mi acero.- Preguntó, de pronto, con lo que sus acompañantes se quedaron en completo silencio, sin entender la pregunta.-..Lo perdimos en..- No estoy preguntando dónde perdisteis MI mercancía. Os estoy preguntando quién la tiene AHORA. El acero solo sirve para venderlo, es acero Español, el mejor maldito acero, ¿Creéis que todo el mundo es capaz de comerciar con él? ¿Creéis que algo como eso pasaría inadvertido en el mercado? -Apretó el puño con firmeza.- Seguid el rastro del acero y encontraréis al responsable de esto. No me importa cómo lo hagáis, traedme al comprador. Vivo.
Los hombres salieron con paso vivo, el que no había hablado hizo un gesto con su sombrero, tenía aspecto de pirata o corsario más que de marinero honrado, pero cumplía con su deber o lo había hecho hasta ahora. Ysgramir estaba decepcionado, rabioso. Se echó hacia atrás en el respaldo de la silla, pensativo. La culpa había sido suya. El Mar se había olvidado de quién era Ysgramir Gunnarson. Tal vez fuera tiempo de recordárselo.
Ysgramir pasó página cogiendo aire en abundancia, el más pequeño de los hombres, con ojos saltones y una deformidad en el brazo derecho permanecía callado, pero se notaba que se mordía al lengua para contenerse, el otro parecía más un marinero que un hombre de negocios. Seguía revisando informes, haciendo cuentas en su cabeza de los botines que había perdido, de lo que supondrían en sus arcas. Lo había leído una y otra vez y aun no podía creérselo, cuando el balance negativo le llegó la primera vez hacía un tiempo no le dio importancia, lo que le hizo alejarse de París y dejar a un lado sus planes de matrimonio y expansión fue la pérdida de un barco. No solo le robaban mercancía, le estaban destruyendo los navíos.
Soltó el aire que había contenido y, por fin, alzó la vista de los papeles. Le estaban quitando lo que era suyo en su cara, no había gastado años de su miserable existencia en el mar, dando una reputación a su comercio y a su flota, para que ahora vinieran unos cuantos piratas a echar por tierra todo su esfuerzo. ¿Es que ya se habían olvidado de quién era? ¿Quién había hundido barcos a lo largo del maldito mar Atlántico? Tal vez era eso, llevaba demasiado tiempo dando por sentado que el negocio era seguro y rentable, no se acordaba de cuándo fue la última vez que se hizo notar en el mar. Sus días de saqueo terminaron hacía siglos, se hizo respetar a punta de cañón, había dejado tal huella en la memoria de los competidores y piratas que nadie se atrevía a provocar su ira, cuando dejaron tranquilos sus negocios, él dejó de imponerse. ¿La huella no había sido tan profunda? ¿Los humanos eran tan estúpidos como para olvidar quién demonios era Ysgramir Gunnarson cuando se cabreaba? A un vikingo no se le roba lo suyo. Él saqueaba. Él robaba. Nadie entraba en su casa a cagarse en su jardín.
La ira no se reflejaba en su rostro, pero si en sus ojos, que perdían toda semejanza humana en cuanto perdía la paciencia y eso que tenía mucha.- Tenéis barcos, os doy la mercancía, la maldita ruta. Os fijo unos precios, unas cantidades, engordo vuestros avariciosos bolsillos.. ¿Y a cambio me arrastráis hasta aquí porque no sois capaces de mantener a raya a unos jodidos piratas?-Perdió todas las formas, el noruego siempre iba bien vestido, acorde con la moda del lugar en el que estaba, no destacaba demasiado pero era obvio que su ropa estaba cuidada a la par que su aspecto, no era ni de lejos como los dos que tenía delante. Ysgramir era un superviviente, alguien que se adaptaba al medio en el que se movía pero manteniendo en todo momento la pulcritud que le distinguía de la plebe.- No es nuestra culpa, saben en todo momento dónde estaremos y nosotros no, quien sea conoce bien estos mares, llegan, saquean y se marchan, no nos da tiempo a nada, no tenemos una potencia de fuego como la suya.- ¡¿Y os rendís con el rabo entre las piernas?!- Ysgramir estaba a punto de estallar, le dieron unas ganas inmensas de escupir, pero se contuvo. Malditos cobardes. - Ni siquiera sabemos quiénes son, señor, es una locura intentar...
- ¿Una locura? ¿Sabes lo que es una locura? Que tengáis los mejores barcos que se puedan construir, que viajéis con la reputación y protección que os da mi casa y aun así os caguéis encima cada vez que avistáis una bandera pirata.
Ysgramir apretó los dientes, tensando la mandíbula. - Dónde está mi acero.- Preguntó, de pronto, con lo que sus acompañantes se quedaron en completo silencio, sin entender la pregunta.-..Lo perdimos en..- No estoy preguntando dónde perdisteis MI mercancía. Os estoy preguntando quién la tiene AHORA. El acero solo sirve para venderlo, es acero Español, el mejor maldito acero, ¿Creéis que todo el mundo es capaz de comerciar con él? ¿Creéis que algo como eso pasaría inadvertido en el mercado? -Apretó el puño con firmeza.- Seguid el rastro del acero y encontraréis al responsable de esto. No me importa cómo lo hagáis, traedme al comprador. Vivo.
Los hombres salieron con paso vivo, el que no había hablado hizo un gesto con su sombrero, tenía aspecto de pirata o corsario más que de marinero honrado, pero cumplía con su deber o lo había hecho hasta ahora. Ysgramir estaba decepcionado, rabioso. Se echó hacia atrás en el respaldo de la silla, pensativo. La culpa había sido suya. El Mar se había olvidado de quién era Ysgramir Gunnarson. Tal vez fuera tiempo de recordárselo.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/08/2017
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Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
Daniel le escuchó de refilón la sonora bronca que el tipo grande les soltó a los que seguramente sería sus subordinados. No le gustaría estar en su lugar ciertamente, porque con toda seguridad no sería la última. Así que ese era el dueño de "la ballena tuerta" y del acero que transportaba. Bien. Pues era hora de marcharse de allí sin hacer ruido y desaparecer de su vista, porque tenía pinta de que no le habían birlado solo el metal, que las pérdidas ya eran escandalosas.
Terminó su taza y recogió un papel que tenía en la mesa, lo dobló y lo metió en su casaca. Se dio la vuelta para irse cuando dos idiotas de su tripulación la interceptaron.
- capitán Morgan!! Noticias frescas del puerto!!
- Shhhhh!!! Bajad la voz!!! Estamos en puerto, podrían detenerme!!!!.- menudo par de imbeciles.
- Ah...si...es verdad... lo que veníamos a decirle es que el acero ya ha llegado al destino y los ojeadores ya han regresado, tendrán información fresca de lo que se mueve por ahí.
- De acuerdo, regresad al barco y no salgáis de allí...y no habléis con nadie!!!
Aquellos dos ignorantes iban a costarle un disgusto más pronto que tarde. Pagó su consumición y se dirigió a la puerta, presta a esfumarse de aquella taberna antes de meterse en problemas.
Terminó su taza y recogió un papel que tenía en la mesa, lo dobló y lo metió en su casaca. Se dio la vuelta para irse cuando dos idiotas de su tripulación la interceptaron.
- capitán Morgan!! Noticias frescas del puerto!!
- Shhhhh!!! Bajad la voz!!! Estamos en puerto, podrían detenerme!!!!.- menudo par de imbeciles.
- Ah...si...es verdad... lo que veníamos a decirle es que el acero ya ha llegado al destino y los ojeadores ya han regresado, tendrán información fresca de lo que se mueve por ahí.
- De acuerdo, regresad al barco y no salgáis de allí...y no habléis con nadie!!!
Aquellos dos ignorantes iban a costarle un disgusto más pronto que tarde. Pagó su consumición y se dirigió a la puerta, presta a esfumarse de aquella taberna antes de meterse en problemas.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/08/2017
Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
Estaba demasiado ensimismado en sus propios pensamientos como para alarmarse a la llamada de un capitán, pero la palabra acero resonó en sus oídos. No era tan imbécil como para girarse y averiguar quién estaba hablando, así que se quedó en silencio y prestó atención al resto de la conversación, seguro era una voz de mujer. Escuchó la despedida y los pasos de la mujer al salir del local, en ese momento Ysgramir si giró la cabeza para descubrir a la capitana Morgan, echó la cabeza hacia atrás y dejó unas monedas sobre la mesa antes de levantarse y caminar tras ella, no tenía ninguna prisa de todas formas.
No sabía si era quien había robado y destruido sus navíos mercantes, pero seguro que sabía dónde estaba su maldito acero, si fuera uno corriente no habría apremiado a sus hombres el silencio, tenían algo que ocultar y él, muy poco que perder, lo único que le faltaba en esos momentos era la paciencia y se negó a perder la oportunidad de descubrir quién la había tomado con sus rutas comerciales. Si ella no era capaz de decirle nada, estaba seguro de que los peones cantarían si tocaba las teclas adecuadas. No le importaba hacer el trabajo sucio a él, porque hacía tiempo que la situación se había ido de las manos y se necesitaba un tacto firme para coger las riendas de nuevo.
Siguió a la mujer, con seriedad, si no averiguaba nada sobre el acero se conformaría con saber el nombre del barco al que pertenecía.
No sabía si era quien había robado y destruido sus navíos mercantes, pero seguro que sabía dónde estaba su maldito acero, si fuera uno corriente no habría apremiado a sus hombres el silencio, tenían algo que ocultar y él, muy poco que perder, lo único que le faltaba en esos momentos era la paciencia y se negó a perder la oportunidad de descubrir quién la había tomado con sus rutas comerciales. Si ella no era capaz de decirle nada, estaba seguro de que los peones cantarían si tocaba las teclas adecuadas. No le importaba hacer el trabajo sucio a él, porque hacía tiempo que la situación se había ido de las manos y se necesitaba un tacto firme para coger las riendas de nuevo.
Siguió a la mujer, con seriedad, si no averiguaba nada sobre el acero se conformaría con saber el nombre del barco al que pertenecía.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/08/2017
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Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
Danielle se escabulló de la taberna hacia el puerto. El de Bergen era un hervidero, era el más grande y transitado del país, ahí entre dársenas, pescadores, estibadores y gente del gremio se encontraba como pez en el agua, sabía qué puertas tocar y donde recurrir.
Había quedado con el señor Vollan en la zona de la lonja de pescado, que a esas horas estaría desierta porque desmontaban los tenderetes poco después del mediodía. Cercana a la lonja había una pequeña taberna, y si querían cerrar el trato allí mismo, podrían hacerlo así. Era un cargamento importante y el dueño de la fundición al parecer podía fabricar armas de buena calidad a un precio muy razonable. Le iba a pagar por adelantado la mitad, aún le quedaba su parte del botín capturado a Randulf, y Höor no sabía nada de ese trapicheo, pero lo que era una realidad es que necesitaban las armas, cada vez se unía más gente a la causa, pero eran granjeros y no tenían espadas, lanzas, picas, escudos etc.
Esperó unos minutos, porque había llegado pronto, al salir de la taberna a toda prisa. Les iba a echar una bronca a esos dos palurdos cuando los viese...que no se iban a acordar ni de su nombre. Se suponía que ese encargo no debían saberlo en Akershus hasta que no les llegase el cargamento con armas. Era mejor que Höor no supiera de dónde salían ni con qué dinero se pagaban; era su aportación a la causa y no quería medallitas por ello, pero se estaba metiendo en un lío gordo sin saberlo. Ysgramir no era el típico empresario que sencillamente mueve la ruta y se va a otro puerto, pero ella eso no lo sabía. Cuanto antes cerrase el negocio y se marchara de nuevo a alta mar, mejor, en tierra no estaba segura.
Había quedado con el señor Vollan en la zona de la lonja de pescado, que a esas horas estaría desierta porque desmontaban los tenderetes poco después del mediodía. Cercana a la lonja había una pequeña taberna, y si querían cerrar el trato allí mismo, podrían hacerlo así. Era un cargamento importante y el dueño de la fundición al parecer podía fabricar armas de buena calidad a un precio muy razonable. Le iba a pagar por adelantado la mitad, aún le quedaba su parte del botín capturado a Randulf, y Höor no sabía nada de ese trapicheo, pero lo que era una realidad es que necesitaban las armas, cada vez se unía más gente a la causa, pero eran granjeros y no tenían espadas, lanzas, picas, escudos etc.
Esperó unos minutos, porque había llegado pronto, al salir de la taberna a toda prisa. Les iba a echar una bronca a esos dos palurdos cuando los viese...que no se iban a acordar ni de su nombre. Se suponía que ese encargo no debían saberlo en Akershus hasta que no les llegase el cargamento con armas. Era mejor que Höor no supiera de dónde salían ni con qué dinero se pagaban; era su aportación a la causa y no quería medallitas por ello, pero se estaba metiendo en un lío gordo sin saberlo. Ysgramir no era el típico empresario que sencillamente mueve la ruta y se va a otro puerto, pero ella eso no lo sabía. Cuanto antes cerrase el negocio y se marchara de nuevo a alta mar, mejor, en tierra no estaba segura.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/08/2017
Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
Las ausencias de Ivor en la empresa de metalurgia por sus problemas personales habían hecho mella en las ganancias. Al no encontrarse él allí, sus empleados no realizaban sus tareas en la empresa como tocaba, faltaba disciplina, y si Clyven, su capataz e Ivor al frente aquello parecía un patio de colegio.
Desesperado por las perdidas y por perder la casa donde había crecido y a la que tanto cariño le tenia, Ivor decidió aceptar un compromiso que era muy probable que le crease problemas. Pero confiaba en su sigilo, su don de gentes y su discreción. Solo esperaba que Morgan su nueva clienta se comportase igual que él.
El único inconveniente era llegar a tierras noruegas, en concreto Bergen, puesto que le esperaba un largo viaje en barco, y dejar a su madre allí, que se mantenía estable dentro de su enfermedad....
Pero la balanza pesaba mas del lado de la empresa que la de su madre, así que emprendió el viaje hacia el norte.
Cogió el barco a la mañana siguiente, bastante temprano, no era santo de su devoción ir en alta mar, pero la causa lo pretendía. Algunos días se volvieron un tanto complicados para Ivor, los mares del norte eran un tanto bravos, y en algunos momentos el fuerte viento hacia alzar las olas y chocaban con el barco de manera violenta.
La ultima noche le preocupaba que su malestar hiciese mella en el trato que debía realizar. Intentó tumbarse en posición fetal y no pensar hasta que el cansancio le dejase dormido.
A la mañana siguiente llegó a la lonja de Bergen, un tanto mareado y desorientado, ademas deseaba una buena cerveza para quitarse esa angustia. Llegando a la lonja vió que ya estaban recogiendo y no parecía que hubiese mucha gente por allí, perfecto, pensó, menos ojos que miran.
A unos metros divisó a una mujer, joven, con el pelo rubio recogido en una corta coleta. Debía ser ella, la señora Morgan.
-Buenas tardes señora Morgan-. Levantó su mano para coger la de ella y besarla en señal de respeto, como el caballero que era.
- ¿Prefiere que hablemos en la taberna o lo acordamos en una zona mas tranquila? Usted decide, pero hagamoslo rápido, debo de estar de vuelta mañana en París- Esperó la contestación de la mujer mientas miraba de reojo y “abría” sus oídos felinos por si había alguien cerca.
Desesperado por las perdidas y por perder la casa donde había crecido y a la que tanto cariño le tenia, Ivor decidió aceptar un compromiso que era muy probable que le crease problemas. Pero confiaba en su sigilo, su don de gentes y su discreción. Solo esperaba que Morgan su nueva clienta se comportase igual que él.
El único inconveniente era llegar a tierras noruegas, en concreto Bergen, puesto que le esperaba un largo viaje en barco, y dejar a su madre allí, que se mantenía estable dentro de su enfermedad....
Pero la balanza pesaba mas del lado de la empresa que la de su madre, así que emprendió el viaje hacia el norte.
Cogió el barco a la mañana siguiente, bastante temprano, no era santo de su devoción ir en alta mar, pero la causa lo pretendía. Algunos días se volvieron un tanto complicados para Ivor, los mares del norte eran un tanto bravos, y en algunos momentos el fuerte viento hacia alzar las olas y chocaban con el barco de manera violenta.
La ultima noche le preocupaba que su malestar hiciese mella en el trato que debía realizar. Intentó tumbarse en posición fetal y no pensar hasta que el cansancio le dejase dormido.
A la mañana siguiente llegó a la lonja de Bergen, un tanto mareado y desorientado, ademas deseaba una buena cerveza para quitarse esa angustia. Llegando a la lonja vió que ya estaban recogiendo y no parecía que hubiese mucha gente por allí, perfecto, pensó, menos ojos que miran.
A unos metros divisó a una mujer, joven, con el pelo rubio recogido en una corta coleta. Debía ser ella, la señora Morgan.
-Buenas tardes señora Morgan-. Levantó su mano para coger la de ella y besarla en señal de respeto, como el caballero que era.
- ¿Prefiere que hablemos en la taberna o lo acordamos en una zona mas tranquila? Usted decide, pero hagamoslo rápido, debo de estar de vuelta mañana en París- Esperó la contestación de la mujer mientas miraba de reojo y “abría” sus oídos felinos por si había alguien cerca.
Ivor Vøllan- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/08/2017
Localización : Paris
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Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
Mientras Ysgramir seguía a la mujer, se lamentaba profundamente de tener que meterse en semejante hormiguero de mal gusto, olores fuertes y ralea que no conocía el maldito jabón. No pintaba nada en ese ambiente y más de uno se giró al ver al hombre bien vestido, pero cualquiera decía algo al islandés cuando su rostro era el reflejo de una tormenta próxima a desatarse. Mentiría si dijera que fue sencillo seguir a la hembra, se movía con fluidez y parecía conocer cada recodo del inmundo puerto, además de que se mimetizaba con el ambiente mucho mejor que él, pero para el vampiro era sencillo distinguir a los individuos por alguna característica especial, podría ser por el olor, por el tono de piel o algo tan sencillo como los movimientos naturales de su cuerpo o la reacción que provocaba en el resto de mortales.
No tenía ninguna intención de ser sutil, si averiguaba su presencia, tanto peor para ella, lo importante era no perderla de vista, le resultaba más sencillo seguir los movimientos de sus caderas que de su melena rubia. En cuanto la cantidad de gente empezó a menguar, Ysgramir se fue quedando atrás. Además de ladrona, era lista la condenada. Permaneció alejado y se conformó con mirar cómo hablaba con el otro hombre, decidió quedarse allí por el momento y como el oído no era uno de sus fuertes se concentró en captar los pensamientos de ambos, aunque al estar tan lejos le resultaba muy complicado recibir algo conciso, eran más bien palabras sueltas y en su mayoría eran parte de lo que transmitían al hablar: Señora Morgan. Acordamos. París. Tan simple e incoherente como eso, pero lo suficiente para mantener su interés en el capitán Morgan.
No tenía ninguna intención de ser sutil, si averiguaba su presencia, tanto peor para ella, lo importante era no perderla de vista, le resultaba más sencillo seguir los movimientos de sus caderas que de su melena rubia. En cuanto la cantidad de gente empezó a menguar, Ysgramir se fue quedando atrás. Además de ladrona, era lista la condenada. Permaneció alejado y se conformó con mirar cómo hablaba con el otro hombre, decidió quedarse allí por el momento y como el oído no era uno de sus fuertes se concentró en captar los pensamientos de ambos, aunque al estar tan lejos le resultaba muy complicado recibir algo conciso, eran más bien palabras sueltas y en su mayoría eran parte de lo que transmitían al hablar: Señora Morgan. Acordamos. París. Tan simple e incoherente como eso, pero lo suficiente para mantener su interés en el capitán Morgan.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/08/2017
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Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
—Aquí mismo estará bien, señor Vøllan, la tabernas tienen ojos y oídos y a estas horas en la lonja ya no hay nadie.— Estrechó la mano del empresario observando sus facciones y gestos, era buena calando a la gente y ese hombre le daba como buena espina, era una de esas personas que transmitían afabilidad o una predisposición a dialogar tranquilamente y negociar sin avasallar.— Verá, ya sé que lo que le voy a pedir no está exento de riesgo, pero le explicaré las razones y tiene asegurada mi discreción y mi lealtad. Como ya sabrá, el rey Randulf siembra el terror en todo el país, yo ayudo a la resistencia, las armas que forjará con ese acero servirán para darle una oportunidad a los campesinos que hoy por hoy ven dizmadas sus aldeas, ven a los jóvenes morir y a las mujeres ser capturadas como esclavas. Pongoa el precio, se lo pagaré sea cual sea. Lo único que le pido a cambio es discrción absoluta.
Sabía que esa metalurgia de París no atravesaba su mejor momento porque habían tenido algunos problemas y había muerto la fundadora del negocio o algo así, no estaba del todo informada de los detalles, con lo cual, podía estar más receptivo a forjarles lo que necesitaban.
— quinientas espadas bastardas, doscientas puntas de lanza tipo alabarda, cien metros de cota de malla, y si queda suficiente acero, cascos, los que den de si. Ya sabe como ponerse en contacto conmigo mediante mi agente en París, él le dirá cómo hacer el envío y dónde una vez estén forjadas. ¿tenemos trato?
Esperó a que el hombre estrechase la mano que le ofrecía, su enérgico carácter le impedía dar un paso atrás, siempre daba la cara con la barbilla bien alta.
Sabía que esa metalurgia de París no atravesaba su mejor momento porque habían tenido algunos problemas y había muerto la fundadora del negocio o algo así, no estaba del todo informada de los detalles, con lo cual, podía estar más receptivo a forjarles lo que necesitaban.
— quinientas espadas bastardas, doscientas puntas de lanza tipo alabarda, cien metros de cota de malla, y si queda suficiente acero, cascos, los que den de si. Ya sabe como ponerse en contacto conmigo mediante mi agente en París, él le dirá cómo hacer el envío y dónde una vez estén forjadas. ¿tenemos trato?
Esperó a que el hombre estrechase la mano que le ofrecía, su enérgico carácter le impedía dar un paso atrás, siempre daba la cara con la barbilla bien alta.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
Besando la mano de la mujer mientras sus ojos observaban mas allá de su pelo rubio vislumbró un ¿hombre? De gran envergadura con un ropaje de alta calidad que llamaba la atención.
Su físico se veía claramente que era un hombre, pero su aura decía lo contrario. ¿Qué o quién era? Nunca había visto un aura así.
Mientras soltaba la mano de la atractiva mujer y escuchaba lo que le proponía, Ivor la cogió de la mano.
- Señora Morgan, no quier ser indiscreto por haberle cogido la mano, pero debemos alejarnos de aquí, no me inspira confianza este sitio-.
No quería alertar a la joven diciéndole que les seguían, sobretodo por si el pacto del negocio se iba al garete, puesto que necesitaba el dinero si o si.
Llevándola al otro extremo de la lonja se aseguró que no les seguían. Ivor dió el visto bueno puesto que no volvió a ver al hombre, o eso creía él.
- Mire señora Morgan, me parece perfecto todo lo que pide, además considero que es un gran detalle que quieran ayudar a los más desfavorecidos, dicen mucho de ustedes y les doy todo mi apoyo, pero quiero hacerle otra propuesta-. Ivor hizo una pausa y volvió a mirar alrededor para asegurarse, ademas quería acabar pronto ese negocio y tomarse esa cerveza que tanto ansiaba.
- No me estoy negando a realizar el encargo, pero no se lo voy a hacer todo de una vez, se lo haré por plazos y en medidas mas pequeñas, no quiero que nadie sospeche de ello, tengo muchísimos empleados y por desgracia no pondría la mano en el fuego por ninguno de ellos, a día de hoy se venden por unos miseros francos-. Hizo un pequeño inciso mientras observaba la cara de la mujer que había cambiado su gesto
- Si le parece bien, estrechamos la mano, y finalizamos el trato con una buena jarra de fresca cerveza-.
Su físico se veía claramente que era un hombre, pero su aura decía lo contrario. ¿Qué o quién era? Nunca había visto un aura así.
Mientras soltaba la mano de la atractiva mujer y escuchaba lo que le proponía, Ivor la cogió de la mano.
- Señora Morgan, no quier ser indiscreto por haberle cogido la mano, pero debemos alejarnos de aquí, no me inspira confianza este sitio-.
No quería alertar a la joven diciéndole que les seguían, sobretodo por si el pacto del negocio se iba al garete, puesto que necesitaba el dinero si o si.
Llevándola al otro extremo de la lonja se aseguró que no les seguían. Ivor dió el visto bueno puesto que no volvió a ver al hombre, o eso creía él.
- Mire señora Morgan, me parece perfecto todo lo que pide, además considero que es un gran detalle que quieran ayudar a los más desfavorecidos, dicen mucho de ustedes y les doy todo mi apoyo, pero quiero hacerle otra propuesta-. Ivor hizo una pausa y volvió a mirar alrededor para asegurarse, ademas quería acabar pronto ese negocio y tomarse esa cerveza que tanto ansiaba.
- No me estoy negando a realizar el encargo, pero no se lo voy a hacer todo de una vez, se lo haré por plazos y en medidas mas pequeñas, no quiero que nadie sospeche de ello, tengo muchísimos empleados y por desgracia no pondría la mano en el fuego por ninguno de ellos, a día de hoy se venden por unos miseros francos-. Hizo un pequeño inciso mientras observaba la cara de la mujer que había cambiado su gesto
- Si le parece bien, estrechamos la mano, y finalizamos el trato con una buena jarra de fresca cerveza-.
Ivor Vøllan- Cambiante Clase Media
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Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
El capitán Morgan hablaba demasiado y con demasiada confianza, si tenía dudas de quién tenía su mercancía ya estaba más que claro y pretendían hacer armas con ellas como si nada. Cuando el hombre cambió rápidamente de lugar, Ysgramir decidió no buscarles, en vez de eso se concentró para seguir el hilo de los pensamientos de esos dos, el cambiante no parecía imbécil del todo, pero estaba dispuesto a traficar con un material que no le pertenecía.
Pensó que podía sacar tajada de la poca confianza que inspiraban los trabajadores de aquel herrero, sobornar unas cuantas bocas, jugársela, recuperar su hierro antes de que fuera fundido pero...¿Para qué? Demasiados esfuerzos, cuando podía dejar las cosas en su sitio aquí y ahora. Salió del lugar donde estaba y siguió los pensamientos de la pareja, hasta encontrarse cerca de ellos. Esperó al momento propicio y miró a su alrededor, calculando dónde estarían según la dirección de sus voces. Movió los hombros y el cuello, desentumeciendo las articulaciones, tomó impulso y sin pensarlo dos veces salió de detrás de unas cajas de mercancía variada.
Ysgramir salió disparado, con toda la intención de dejar fuera de partida a la mujer, primero, no se cortó al intentar golpearle, aunque no puso en el empeño toda su fuerza porque podría dejarla mirando hacia su espalda, pero al menos quería dejar a la pirata aturdida, así sería más sencillo capturarla. Después del primer golpe, en alerta y posición de combate, miró al cambiante, fijamente.- MI hierro, no va a salir de estas islas y menos para que una mujer con ínfulas de rebelde las use en su beneficio.- Miró al cambiante.- Entiendo su posición, se ha visto aquí en medio, pero voy a enseñar a esta mujer lo que les pasa a los ladrones en mi tierra. Hágase a un lado.
Pensó que podía sacar tajada de la poca confianza que inspiraban los trabajadores de aquel herrero, sobornar unas cuantas bocas, jugársela, recuperar su hierro antes de que fuera fundido pero...¿Para qué? Demasiados esfuerzos, cuando podía dejar las cosas en su sitio aquí y ahora. Salió del lugar donde estaba y siguió los pensamientos de la pareja, hasta encontrarse cerca de ellos. Esperó al momento propicio y miró a su alrededor, calculando dónde estarían según la dirección de sus voces. Movió los hombros y el cuello, desentumeciendo las articulaciones, tomó impulso y sin pensarlo dos veces salió de detrás de unas cajas de mercancía variada.
Ysgramir salió disparado, con toda la intención de dejar fuera de partida a la mujer, primero, no se cortó al intentar golpearle, aunque no puso en el empeño toda su fuerza porque podría dejarla mirando hacia su espalda, pero al menos quería dejar a la pirata aturdida, así sería más sencillo capturarla. Después del primer golpe, en alerta y posición de combate, miró al cambiante, fijamente.- MI hierro, no va a salir de estas islas y menos para que una mujer con ínfulas de rebelde las use en su beneficio.- Miró al cambiante.- Entiendo su posición, se ha visto aquí en medio, pero voy a enseñar a esta mujer lo que les pasa a los ladrones en mi tierra. Hágase a un lado.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
¿Pero quién coño eres ese tipo? al parecer, el dueño del acero, es decir Gunnarson en persona. No se esperaba que fuera tan fuerte, pero por sus reflejos y el movimiento tan preciso que hizo, además de la fuerza que imprimió al puñetazo que le lanzó, dedujo que era un sobrenatural. No le era ajena la existencia de esos seres, pero como era una simple humana no tenía forma de saber con anticipación que lo era.
Cayó al suelo del impacto, pero como estaba lleno de cajas y trastos se golpeó en el costado; apoyó la mano pero de nada le sirvió porque se mordió la lengua tan fuerte que casi se la secciona por completo. De inmediato el dolor y la sangre caliente inundaron su boca y dejándola conmocionada por unos segundos. Balance real de heridas: costillas fisuradas y moratones allá donde las cajas se clavaron en su cuerpo al caer sobre terreno irregular; dedos rotos al apoyar todo su peso contra ellos; lengua casi seccionada...y había sido un sólo puñetazo.
De inmediato se encaró con el señor Vollan, y aunque lo más educado habría sido quedarse, lo más sensato era correr. Si él se pegaba o no con Gunnarson, lo dejaba a su elección. Mareada, escupiendo sangre y tratando de no mover la lengua para que no se le acabase de seccionar, se apoyó en una pared y se levantó poco a poco. Mientras Ysgramir le hablaba al parisino, ella reculó unos pasos. Sólo tenía que doblar el callejón y ponerse a salvo...correr, correr y correr hasta desaparecer de la vista de ese energúmeno. Joder con el vikingo cabreado. Pues se iba a fastidiar, porque cuando se recuperase, pensaba hundirle todo lo hundible, así le costara la vida.
Cayó al suelo del impacto, pero como estaba lleno de cajas y trastos se golpeó en el costado; apoyó la mano pero de nada le sirvió porque se mordió la lengua tan fuerte que casi se la secciona por completo. De inmediato el dolor y la sangre caliente inundaron su boca y dejándola conmocionada por unos segundos. Balance real de heridas: costillas fisuradas y moratones allá donde las cajas se clavaron en su cuerpo al caer sobre terreno irregular; dedos rotos al apoyar todo su peso contra ellos; lengua casi seccionada...y había sido un sólo puñetazo.
De inmediato se encaró con el señor Vollan, y aunque lo más educado habría sido quedarse, lo más sensato era correr. Si él se pegaba o no con Gunnarson, lo dejaba a su elección. Mareada, escupiendo sangre y tratando de no mover la lengua para que no se le acabase de seccionar, se apoyó en una pared y se levantó poco a poco. Mientras Ysgramir le hablaba al parisino, ella reculó unos pasos. Sólo tenía que doblar el callejón y ponerse a salvo...correr, correr y correr hasta desaparecer de la vista de ese energúmeno. Joder con el vikingo cabreado. Pues se iba a fastidiar, porque cuando se recuperase, pensaba hundirle todo lo hundible, así le costara la vida.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
A punto de estrechar las manos para cerrar el trato, Ivor notó por el rabillo del ojo la presencia veloz de aquel hombre al que creía haber visto hacia un momento observando a la capitana Morgan, y sus intenciones no parecían ser precisamente buenas.
Y si, la intuición de Vollan no iba desencaminada. Todo pasó en milésimas de segundo, casi sin percatarse de lo que estaban viendo sus audaces ojos.
En un abrir y cerrar de ojos esa bestia estaba golpeando con efusividad a la señora Morgan sin poder hacer nada.
Pero al momento de recobrar el sentido y oír el estruendo que había causado el cuerpo de ella cayendo en los cajones le hizo encararse hacia aquel ser, y por su aura podía intuir de que “clase” era, jodido chupasangre......
Tras el golpe, Ysgramir aun con la mano levantada se giró hacia Ivor intentando hacerle comprender que el era el dueño de aquel alijo de hierro, pero Ivor alterado y bastante enfurecido le cogió de la muñeca con bastante fuerza, quizá demasiada.
Apretando los dientes, frunciendo el ceño y mirándolo con ojos de odio le espetó un:
- ¡¡Nunca jamas, delante mía se le pone la mano encima a una mujer!! ¿Quien coño te crees que eres jodido vampiro?-.
Colocándose en posición de ataque, vio como Morgan se levantaba de entre los cajones, cogiéndose la mano de donde pareció ver unos cuantos dedos rotos y sangrando efusivamente por la boca, mientras se iba retirando del lugar, dejándolos a ellos enzarzados en su confrontación.
Ivor en ese momento no sabia si ir a ayudarle, aun sabiendo que la intención de ella era escapar de aquel lugar o enfrentarse a Ysgramir que parecía que no iba a perdonar su chulería.
Y si, la intuición de Vollan no iba desencaminada. Todo pasó en milésimas de segundo, casi sin percatarse de lo que estaban viendo sus audaces ojos.
En un abrir y cerrar de ojos esa bestia estaba golpeando con efusividad a la señora Morgan sin poder hacer nada.
Pero al momento de recobrar el sentido y oír el estruendo que había causado el cuerpo de ella cayendo en los cajones le hizo encararse hacia aquel ser, y por su aura podía intuir de que “clase” era, jodido chupasangre......
Tras el golpe, Ysgramir aun con la mano levantada se giró hacia Ivor intentando hacerle comprender que el era el dueño de aquel alijo de hierro, pero Ivor alterado y bastante enfurecido le cogió de la muñeca con bastante fuerza, quizá demasiada.
Apretando los dientes, frunciendo el ceño y mirándolo con ojos de odio le espetó un:
- ¡¡Nunca jamas, delante mía se le pone la mano encima a una mujer!! ¿Quien coño te crees que eres jodido vampiro?-.
Colocándose en posición de ataque, vio como Morgan se levantaba de entre los cajones, cogiéndose la mano de donde pareció ver unos cuantos dedos rotos y sangrando efusivamente por la boca, mientras se iba retirando del lugar, dejándolos a ellos enzarzados en su confrontación.
Ivor en ese momento no sabia si ir a ayudarle, aun sabiendo que la intención de ella era escapar de aquel lugar o enfrentarse a Ysgramir que parecía que no iba a perdonar su chulería.
Ivor Vøllan- Cambiante Clase Media
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Re: El cofre del hombre muerto (priv.)
Ysgramir permanecía impasible, pero era evidente que el agarre del cambiante le había ofendido más de lo que su expresión indicaba, miró fijamente al herrero a los ojos, le recordaba en parte a uno de sus hermanos, pero eso no iba a impedir que le partiera esa mano. Miró por un momento a la maldita cobarde que huía, pero al oler la sangre al menos se quedó satisfecho, recordaría su nombre eso seguro. Cogió aire por mera inercia y poco después pegó un tirón con el brazo que el ser tenía enganchado, para obligarle a inclinarse hacia delante. Estaba claro que si quería llegar a Morgan tendría que pasar por encima del sobrenatural y no era alguien que dijera que no a una confrontación, menos cuando ya le había dado la opción de marcharse. - Eso no es una mujer, es una rata ladrona.
Aprovechó el tirón para lanzar un golpe hacia su mandíbula y en cuanto él le respondió se enzarzaron, llevaba decenas de años sin necesidad de usar la fuerza bruta, casi se le había olvidado cómo plantar cara, por esa misma razón le estaban lloviendo más golpes de los que debería, pero tal y como le ocurría estando vivo, cuanto más daño le hacían mayor era su ira y sus ansias de matar, de sobrevivir y por eso mismo fue volviéndose más fuerte, más contundente. Quería acabar con esa estúpida revuelta cuanto antes, pero el gato le estaba dando más guerra de la esperada. Usó un mal cálculo del cambiaformas al lanzarse a por él para lanzarle contra los barriles amontonados, no dudó en darle la espalda y salir en busca de la rubia, a la que era sencilla de rastrear por el olor a sangre.
Si conseguía llegar a ella le iba a dar una lección que jamás olvidaría. Quería su hierro, quería su barco de vuelta y esa arpía del mar ya podría tener sus pertenencias a mano o iba a perder la suya por ladrona.
Aprovechó el tirón para lanzar un golpe hacia su mandíbula y en cuanto él le respondió se enzarzaron, llevaba decenas de años sin necesidad de usar la fuerza bruta, casi se le había olvidado cómo plantar cara, por esa misma razón le estaban lloviendo más golpes de los que debería, pero tal y como le ocurría estando vivo, cuanto más daño le hacían mayor era su ira y sus ansias de matar, de sobrevivir y por eso mismo fue volviéndose más fuerte, más contundente. Quería acabar con esa estúpida revuelta cuanto antes, pero el gato le estaba dando más guerra de la esperada. Usó un mal cálculo del cambiaformas al lanzarse a por él para lanzarle contra los barriles amontonados, no dudó en darle la espalda y salir en busca de la rubia, a la que era sencilla de rastrear por el olor a sangre.
Si conseguía llegar a ella le iba a dar una lección que jamás olvidaría. Quería su hierro, quería su barco de vuelta y esa arpía del mar ya podría tener sus pertenencias a mano o iba a perder la suya por ladrona.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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