AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Al que llamas muerto, no ha muerto || Privado
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Al que llamas muerto, no ha muerto || Privado
— "Es imposible que una cosa tan natural, tan necesaria y tan universal como la muerte pueda haber sido destinada a la humanidad, por la providencia, como un mal"
Jonathan Swift
Jonathan Swift
Salomé estaba en un nuevo proyecto, comenzaba una investigación con varias interrogantes que ansiaba por obtener la respuesta muy pronto. Se preguntaba cual podrían ser los factores que hacían a una persona especial ¿Su interior? Si indagábamos dentro de su cuerpo físico… ¿Qué podríamos encontrar? Deberíamos cortar tejido, piel, musculo, fibra… tal vez mover hacia un lado posiblemente algún órgano que se interponga en nuestro camino, también roer un hueso entrometido. Si abríamos el pecho, justamente en la parte del esternón; el cual era el que conectaba las costillas por bandas de cartílagos. Dibujando una firme línea desde su inicio hasta su final, lograríamos encontrarnos con la primera barrera para llegar al interior; los músculos que lo recubren recelosamente, como si de unos muros se trataran. Pero con un buen bisturí, sería fácil trazar otra línea más profunda, el cual no solo desgarraría las fibras, también las diferentes venas y vasos que pasaban por allí.
— ¿Qué es lo que te haces especial? — se preguntaba ella. Que se danzaba como sirena en el agua, perfecta, cómoda, natural... Era un lugar en donde la muerte solía ser tu única compañía, pues ¿Realmente podrías contar decenas de cascaras vacías como entidad? A esas altas horas de la noche, el único latido que podría escuchar, es el de algún ratoncillo que se escurría por las grietas en búsqueda de roer algún cadáver mal cubierto. — Aun así, con tus labios ausentes de ese bello color rosáceo, me pareces realmente hermosa, amada mía… — buscaba con desesperación en algo el interior de aquella doncella egipcia; quien fácilmente pudo haber llegado a ser adorada como una diosa por su belleza. Aun allí inerte, con sus ojos cerrados, sus labios medio abiertos, esperado ser besados y el sol atrapado en su cabello negro como cuervo, expresaba en cada poro de su cuerpo muerto belleza y sensualidad.
Había sido su juguete preferido por casi 12 meses, era un record, la creía especial. Deseaba sentir que era cierto y que había algo dentro de ella que extrañamente confirmara; tal vez con alguna lógica retorcida que ella crearía. Deseaba pensar que era posible, buscar en su corazón los sentimientos que ella hubiera sentido. No fue necesario ningún tipo de instrumento para abrirse paso con los huesos obstaculizando, ya que, con sus manos desnudas; pues no le gustaba utilizar guantes. Destrozaría el esternón y separaría todas las costillas para que todos los órganos, pudieran ver la luz de las escasas velas que estaban situadas estratégicamente por el lugar. Introdujo su mano por el pulmón, deslizándolo ágilmente hasta tocar el motor de ese cuerpo. ¿Abría en ese lugar algún tipo de sentimientos? Si hubiera habido alguien allí, hubiera visto un pequeño gesto en los músculos del rostro de la cambiaformas, pero término sujetando el órgano, deslizando sus dedos hacia las arterias y desgarrando con sus filosas uñas las uniones para así separarlo y poder llevárselo consigo.
Cuando este estuvo fuera del cuerpo, le dedico unos largos segundos, lo observaba con determinación, buscaba alguna irregularidad. No había nada… había sido una mujer común y corriente. Sus músculos se tensaron — Es una lástima…— susurro. — Te dije que te alejaras de mí, creo que solo eras una estúpida — chasqueo su lengua. Estaba comenzando a sentirse más irritada. Estuvo a punto de hacer muchas cosas, aplastar el corazón, abrir el cráneo para buscar algo más dentro de ella. Pero nada hizo, giro su cuerpo dándole la espalda al cuerpo abierto y desnudo, introdujo el corazón en un frasco grande de formol, lo tapo y limpio la sangre que sus manos habían dejando con un trapo viejo.
No deseaba dañar el hermoso rostro de ella. Había sido cuidadosa de no macharla de sangre, descarto esa posibilidad limpiándose las manos con el mismo trapo que había utilizado para limpiar el tarro en donde estaría para siempre el corazón de la egipcia. Suspiro largamente y dejo el trapo a un lado, seguido estiro sus manos para su espalda, en donde se disponía a quitarse el sencillo nudo que hizo para cubrir sus ropas con un negro delantal negro. También lo dejo a un lado, lleno de sangre, mientras salía a relucir un vestido de época, ajustado al cuerpo, con todos los accesorios, incluido el armador que le daba su apariencia pomposa a la falda. Su paleta de colores no cambio, era un vestido negro, con detalles finos encajes morado oscuro en la parte del corsé, mangas y parte de la falda. Todo era armonizado por su cabellera rubia ligeramente desarreglada, pero con un firme sombrero decorado con flores y plumas oscuras.
Estaba cansada y deseaba salir un rato, miro por última vez al cuerpo de la egipcia y sonrió un poco. Cuando amaneciera la arreglaría, seria aun más hermosa con un poco de maquillaje y un hermoso vestido que ella había elegido, pero ahora deseaba retirarse a pensar. No paso mucho tiempo luego de que salió de aquella habitación y paseo por la lúgubre estancia. Sus pasos era lo único que se escuchaba, debía admitir que adoraba el sonido de sus zapatos chocar con el piso, la distraía del mundo que la rodeaba y fue así... Cuando se dio cuenta estaba en la sala más grande, que daba hacia el exterior, pero algo no andaba bien. ¿Acaso alguno de sus cascaras vacías había logrado milagrosamente volver a la vida? Se sentía como una, pero ella sabía de lo que se trataba, sonrió levemente, mientras se detenía a mitad del estudio sin decir una palabra.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Al que llamas muerto, no ha muerto || Privado
Agurios que en vientos cambian de dirección a rumbos desconocidos, desoladas callejas con suciedad que se amontona en cadáveres de ratas putrefactas, el aroma de la muerte se mezcla con el perfume de la vida, cada uno diferente e iguales al final, la tierra tiembla a los pies de los simples mortales que no ven como se parte su amada existencia para dejar una grieta por donde los perros del infierno se arrastran a por ellos. Se consume la vida como una llama pequeña que al mínimo soplido se apagará, es el juego de la cuerda floja y pronto un pequeño hilo conocerá el terror del devorador de almas y huesos.
“Que es ese olor”
Percibe un dulce aroma con el giro de las corrientes eólicas, se relame los labios cuando su nariz se encanta con ese néctar que lo envuelve. Se está enloqueciendo al punto de soltar aquella caja con huesos y piel desprendida, regalo para un brujo que es su cliente asiduo y le pide siempre pedidos “especiales”. El sonido de aquella caja y huesos saltando se puede oír y su olfato le lleva a ojos cerrados por las calles desesperadas en búsqueda de aquello que su mente divaga por aquel aroma que lo golpea completamente.
“Sangre, muerte, putrefacción, lo pútrido de la vida y la esencia fugaz de la muerte. Es muy bella”
Corre, camina, sonríe y maldice todo en un conjunto del tic tac muerto que sigue sus dedos junto al viento frío que se palidece al tocarlo. Dientes que enfocan la repugnancia de las personas que pueden medio verle a la cara, salen huyendo con náuseas y solo crean el eco de sus risas macabras. Sus pasos de delirios lo llevan a donde él se ha concentrado la mierda de sangre, a donde los perros del infierno se han congregado. Aquel lugar que solo huele a muerte por doquier un lugar que es su más apreciada ambrosía divina.
“Aquí, aquí es, ella o él están ahí puedo olerlo puedo sentirlo incluso creo que comienzo a comprender la palabra excitación, porque he llegado a ese estado”
Salta por encima de aquellos barrotes negros, como un perro sigue el aroma que se seca e impregna en su fosas nasales imaginando que todo el lugar viste así mejor que el encargo que ha dejado tirado. Su sed crece a medida que ingresa por los pasillos con sus uñas tocando las paredes como si estas le hablaran llevándolo más y más hondo en su locura. Sigue el rastro, está muy cerca pero se detiene cubriendo su nariz, sus colmillos crecidos mostrándose en hostilidad y furia que no se contiene.
“Apesta, este lugar apesta. Tiene un aroma decadente el peor que he podido soportar, quiero matar a quien lo hizo, quiero arrancarle la carne con los colmillos para oírle gritar quiero arrancarle esos dedos pero más que nada quiero borrar los lugares de esa aroma desagradable”
La silueta oscura y cabellos claros que observa, ha conocido a la dueña de aquel perfume que lo enfurece, más lleva consigo también el aroma que lo extasía y calma. Como un sabueso de los infiernos se arrastra por el lugar hasta llegar a la habitación, viendo el cuerpo sin vida y colorido en sus tonos favoritos, su sonrisa lo obliga a que brote una carcajada profunda y raposa que con sus manos acaricia el rostro del pequeño ángel rojo que esta sobre aquella fría y metálica cama. Sus uñas laceran ese rostro por sus mejillas dejando las marcas rojas aun latentes, más no bebe de ella aunque lame con su sinuosa lengua, sigue cortando el rostro hasta bajar por el cuello donde clava el índice por completo tocando la tráquea fina.
Su mente está concentrada en aquella mujer, su visión solo tiene a la mujer de cabellos oscuros frente a él, no oye, no ve, no siente a nadie más incluso la peste molesta del perfume femenino anterior desaparece, para él ahora solo está el aroma del interior de su ángel
Marius Lemacks- Vampiro Clase Baja
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Re: Al que llamas muerto, no ha muerto || Privado
Su lugar sagrado había sido perturbado, pero no le pareció importar que su privacidad estuviera en peligro. Para ella siempre los fantasmas estaban rondando a su alrededor, realmente nunca estaba sola y si era sincera con ella misma, tampoco le gustaba la soledad. Por eso su trabajo la hacía rodearse de cuerpos, aunque físicamente ya sin vida, la ocupación de una habitación la hacía sentir acompañada. El olor a muerte confundía su fino olfato, asique el merodeador no podía ser claramente identificado.
Unos grandes frascos, eran el destino final de algunos órganos, que mantendría de recuerdo, muy cerca de ella, debía admitir que era uno de sus pasatiempos favoritos, diseccionar y coleccionar el interior de los cuerpos. Los guardo en un espacio especial y volvió a donde se encontraba su amada doncella.
Y encontró Algo en su interior se encendió, más que algo prenderse era como si hubiera habido una explosión en su interior; un incendio. Su cuerpo se tenso, se podía ver como la punta de sus dedos temblaban, pero no solamente sus manos. Todo su cuerpo comenzó a moverse esquizofrénicamente ante lo que estaba presenciando. Provocaba un mar de sentimientos que no podía explicar; ni podría hacerlo aunque quisiera. Sus caninos que aparecieron de su dentadura creciendo y deformando parte de su rostro, que parecía perder sus rasgos humanoides —¿Qué crees que estás haciendo? — rugió, su voz se confundía en un alarido animal; que su cuerda vocal lograba cuando realizaba su metamorfosis animal. Su cuerpo parecía desear cambiar, pero Salome no lo dejaba del todo, terminando con una forma animal con rasgos aun humanos.
—¡Ella es mía! — Salto hacia el lugar en donde descansaba su querida Ionmerania. Cayó encima de ella, apartando con un manotazo al insolente que se había atrevido a tocar a su muñeca egipcia. La tomo del rostro y la abrazo mientras se mecía como si quisiera arrullarla — Como has osado en lastimar su hermoso rostro?... No a ella… — sus ojos felinos se fijaron en el intruso de la noche y le mostro amenazante sus dientes deformados a unos animales. Era una bestia protegiendo su presa, no permitiría a un intruso que se lo arrebatara.
Unos grandes frascos, eran el destino final de algunos órganos, que mantendría de recuerdo, muy cerca de ella, debía admitir que era uno de sus pasatiempos favoritos, diseccionar y coleccionar el interior de los cuerpos. Los guardo en un espacio especial y volvió a donde se encontraba su amada doncella.
Y encontró Algo en su interior se encendió, más que algo prenderse era como si hubiera habido una explosión en su interior; un incendio. Su cuerpo se tenso, se podía ver como la punta de sus dedos temblaban, pero no solamente sus manos. Todo su cuerpo comenzó a moverse esquizofrénicamente ante lo que estaba presenciando. Provocaba un mar de sentimientos que no podía explicar; ni podría hacerlo aunque quisiera. Sus caninos que aparecieron de su dentadura creciendo y deformando parte de su rostro, que parecía perder sus rasgos humanoides —¿Qué crees que estás haciendo? — rugió, su voz se confundía en un alarido animal; que su cuerda vocal lograba cuando realizaba su metamorfosis animal. Su cuerpo parecía desear cambiar, pero Salome no lo dejaba del todo, terminando con una forma animal con rasgos aun humanos.
—¡Ella es mía! — Salto hacia el lugar en donde descansaba su querida Ionmerania. Cayó encima de ella, apartando con un manotazo al insolente que se había atrevido a tocar a su muñeca egipcia. La tomo del rostro y la abrazo mientras se mecía como si quisiera arrullarla — Como has osado en lastimar su hermoso rostro?... No a ella… — sus ojos felinos se fijaron en el intruso de la noche y le mostro amenazante sus dientes deformados a unos animales. Era una bestia protegiendo su presa, no permitiría a un intruso que se lo arrebatara.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Al que llamas muerto, no ha muerto || Privado
Como te atreves maldita infeliz a quitarme a mi bella adquisición, es ahora tan bella que sus cuerpo podrá crear los mejores venenos, sus ojos estarán en alguna muñeca, sus uñas servirán mucho al comérmelas, sus cabellos lo tendrán varias muñequitas con las que jugaran otros, como te atreves a tocar lo que es mío y reclamarlo como tuyo
Esa mente enferma grita, el color blanco que cubre sus imperfecciones, cicatrices, va marcando las línea de su ira en aquel rostro horroroso, una mueca de desagrado que desafía a la mujer, y esos labios cortados que se abren para producir aquel sonido que tanto odia y que por ello hace que sienta más asco por la mujer frente a él
—¡TÚ! Como te atreves a tocarla de esa manera, NO NO NO, no es tuya, es mia, ella es mia y su cuerpo igual, yo le daré aquello que todos desea, una belleza única, su verdadera belleza cuando arranque todos sus órganos y parte de su cuerpo para que hagan de ella la muñeca más bella de todas, aunque luego será fea realmente—
Su voz sube y baja en tonos de decibles, altos y bajos, entre el juego de los agudos y graves algo que se despierta antes de que su ira estalle por completo
—No la toques con tus sucias manos, largarte, lárgate de aquí mira lo que le estás haciendo a ella, está perdiendo su sangre y sus órganos se pudrirán y no me servirán—
Se acerca a donde está la mujer de cabellos negros con la otra y su mano toma aquellos cabellos arrancándolos con fuerza para pasarlos por sus mejillas sintiendo el éxtasis de la vida y la muerte en sus sucias manos.
Última edición por Marius Lemacks el Lun Jul 31, 2017 12:29 am, editado 4 veces
Marius Lemacks- Vampiro Clase Baja
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Re: Al que llamas muerto, no ha muerto || Privado
Para llegar al país de las maravillas, primero debemos subir para bajar.
Salome Ameris era una mujer muy posesiva con lo de su propiedad, no permitiría que nadie más invadiera y tocara lo que era “Suyo” era imperdonable en todos los sentidos de la palabra. La rubia estaba allí, aferrándose al cadáver mientras escuchaba a ese maniático; por un momento pensó que era la mismísima parca reclamándola también, arrebatándole lo único que le quedaba de ella. Pero no, solo era otro errante estúpido que vagaba como ella por la faz de la tierra
—Como te atreves a decir que es tu ¡muñeca!? ¡! TUYA!! — Bufo con casi una carcajada atravesada en la garganta — Cuando fui yo misma quien la asesine — sus ojos estaban clavados en el intruso. Estaba preparada para cualquier movimiento, si se atrevía a acercarse, le cortaría la cabeza con sus propios dientes.
Acomodo otra vez cuidadosamente al cuerpo inerte de la joven. Acariciando su cabello con cierta dulzura — Si fui yo la que puso sus manos en su cuello y la sostuvo con tal fuerza que dejo de respirar… — susurro mirando detenidamente aquel rostro pálido, con ojos cerrados, labios fracturados por la resequedad y medio abiertos. Era como la bella durmiente esperando un dulce beso que la haría despertar de su sueño eterno.
—¿Cómo podría yo dañar a algo tan hermoso como esto? — de su garganta salió un espectral sonido, que trataba de escucharse humano, pero a su vez estaba mezclado con un leve rugido ahogado al final de cada palabra; como si sus cuerdas bucales estuvieran en el proceso de metamorfosis y esta misma era interrumpida, puesta en pausa. La cambiante movió la cabeza de un lado a otro haciendo que su largo cuello se retorciera como si estuviera en algún tipo de danza —Yo lo único que deseo… —
“Es conservarla para siempre”
Hay cosas que nunca se podrán olvidar y más si tienes al frente un destello constante que te lo recuerda. Su aroma, su sonrisa… solo quedaban esos recuerdos en su mente y Salome necesitaba algo de ella en su colección, para poder recordarla eternamente, para que nunca olvidar a ese ser, que por unos segundos… solo por unas fracciones de tiempo la hizo tan feliz.
No pudo terminar de decir algo, noto por el rabillo del ojo que aquel ser se movilizaba hacia donde ellos estaban, estirando su sucia mano hacia la cabellera de su doncella hasta sujetarse y así arrancarle algunos mechones. Los ojos de Salome se pusieron brillosos al ver como este personaje que tenía al frente de él se regocijaba por al premio conseguido y como muchas veces, no pensó lo que hizo después.
No hubo palabra de mediación, salto hacia el con una furia, que en ese momento era incontenible. Llevo una de sus manos hacia el rostro del hombre; quien acariciaba los mechones de la egipcia. Buscaba quitarle cada uno de esos hilos de cabello a aquel asqueroso ser que descortésmente tocaba las cosas de los demás.
—Te voy a arrancar la cabeza y la pondré en un poste, con un cartel que dirá “No se juega, ni se toca con las cosas de propiedad de Salome Ameris”— sentencio — pero te daré un oportunidad de largarte de mí vista en este momento, porque realmente me siento generosa… pero eso caducara en menos de un minuto— debía admitir que estaba cansada, no quería lidiar con todo esto. Debía apresurarse antes que realmente se dañaran los órganos por descomposición. Tenía que hacer una disección lo antes posible
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Al que llamas muerto, no ha muerto || Privado
Suave terror que causa en los ojos ajenos, manifiesta la mayor expresión de belleza al teñirse con los tintes oscuros de la ira, transformándose e iluminando los ojos cadavéricos de aquel ser que sonríe majestuosamente casi aplaudiendo a la mujer que lo amenaza con aquél ímpetu en sus palabras, con el ceño fruncido y ese rostro que podría pasar por algo feo pero ante sus ojos son lo más hermoso que ha visto llevándolo a soñar con mantener ese rostro para siempre de esa forma. Se pierde olvidando la fea mujer que yace sin vida, ahora quiere ese rostro, lo anhela para poder darle a ese hombre y le cumpla el deseo prometido.
Arroja el mechón de cabello al suelo pisándolo sin importar nada más, se acerca imprudente a la mujer tocando ese rostro enfurecido que muestra.
—MIRA, MIRA LO QUE HAS HECHO MALDITA. ESTO NO ME IMPORTA, ES BASURA NO SIRVE NI TU TAMPOCO—
Grita y entre su arranque de furia arroja el lugar donde aquella difunta yacía que ahora descansa sobre el frio suelo, antes que la mujer reaccione él toma a la muñeca muerta de entre los cabellos tirándola para él lamiendo ese rostro frío con su sucia lengua dejando la podredumbre por aquella piel pálida
—TÚ, si quieres a este asqueroso mierdoso ser te lo entregaré si me das tu rostro más bello que tengas. DAMELO y esta basura será tuya. Quiero tu rostro, SI NO YO MATARÉ A ESTE ENGENDRO despedazaré su cuerpo no lo podrás unir nunca sus entrañas me las devorare y las pulverizaré—
Gruñe como si fuera un perro, y lo es, uno de los perros del infierno que solo anhela las migajas de los grandes demonios, el que come la carroña de ellos y aguarda en silencio para arrastrarlos al infierno lento y dolorosamente para arruinarlos en una belleza retórica.
—Tú quedarás para siempre, te haré muy hermosa y eterna. Él lo hará por mi, si yo le doy tu rostro y tus cabellos o tus cuerdas vocales él me hará el mejor regalo y yo luego te bañaré para que nunca te pudras. Esos venenos lo hacen, te puedo embalsamar y serás más bella con cada corte que haga a tu rostro—
Sus saliva corre libremente enterrándose en el rostro y labios de la muchacha que los devora en su cenit de muerte, hambriento está por el rostro ajeno y no soltará aquellos negros cabellos hasta que obtenga lo que más anhela el rostro más horrible en sus manos.
Marius Lemacks- Vampiro Clase Baja
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