Llamas Azules(Privado)

por **Aaron Denhim** Sáb Dic 21, 2013 2:51 pm

Las noches se alargan, se vuelven tediosas y sin sentido alguno para quien no tiene la razón de ser que antaño habría llenado sus días.

Entre la reciente oscuridad nocturna, sus pasos ligeros, gráciles como no lo son los de los seres humanos comunes, a excepción tal vez de los bailarines o quienes poseen una habilidad digna de admirarse, se mueve por las calles, no buscando nada en particular. Poco a poco, su ser caía en un abismo del que él mismo no sabía su existencia. Estaba bien sin embargo. Nada le producía un sentimiento lo suficientemente fuerte para preocuparse. Pero aún sentía, aún podía percibir cosas y así, probablemente no llegaría el momento en que decidiera retroceder, más bien avanzaría, forjando a alguien completamente nuevo y diferente a lo que fue.

Y estaba bien, de no ser por esos episodios en su mente, rostros que perdían la forma, con los que sentía cierta familiaridad sin poder saber la razón de ella. Incluso sin querer hacerlo, lo sabía, que había algo que estaba olvidando. Y por momentos, eso le obligaba a distraerse y escabullirse de su propio mundo. Salía a caminar, como si fuese algo completamente común, y todo se desvanecía, olvidaba pronto lo que había guiado sus pasos y sonreía en un gesto torcido que nada bueno decía. El sombrero de copa se había vuelto su acompañante durante las caminatas. Le gustaban los sombreros, a saber por qué. Pero se sentía inquieto si no lo llevaba puesto, lo mismo pasaba con el bastón plateado en sus manos, que hacía ese ruido metálico cuando él lo hacía chocar contra el suelo de piedra de vez en vez.

El olor de la sangre, el sonido del palpitar de aquellos corazones. Le llamaba pero su mente divagaba en otras cosas olvidándose de querer beber de aquellos humanos cuando no había necesitad en su cuerpo. La melodía que canturreaba mientras intentaba pasar como cualquiera de ellos era algo que empezaba también a ser un factor común en su andar. Siempre la misma melodía, una que le hacía sentir extrañamente bien, una que surgía desde los lugares más recónditos de su mente para tranquilizar su ser.

por **Leonid Dobrev** Jue Ene 09, 2014 8:58 am

Como los sentimientos, la evidencia se demuestra, pero no se proclama.

Una carta había sido la causante de su presencia en París. Cuando recibió el cargo de Condesa, nunca pensó que tendría que cargar con un peso tan grande. Había escuchado que pertenecer a la realeza exigía sacrificios, incluso a veces perder aquello que deseas. Pero en su caso, el destino era algo curioso y lleno de sospechas. Aquel pedazo de papel tenía las palabras justas para hacerla temblar. ¿Por qué querían verla y para qué?, se preguntaba mientras sus manos aferraban el grueso abrigo de pieles que la resguardaba del frío.

A su alrededor, los parisienses se movían con aquel andar peculiarmente acelerado y coqueto. Siempre femenino en las mujeres y llamativo en los hombres. Era una ciudad llena de vida y belleza. Numerosas tiendas de ropa, joyerías de precios exorbitantes, boutiques llenas de dulces tan elaborados que casi daba lástima romperlos de un bocado. A todo esto se le sumaba el teatro, la música y los bailes de salón. El lujo por lujo. La vida sin ningún atisbo de infelicidad. Todas las mujeres casadas parecían estar a gusto con sus vidas, incluso aunque muchas de ellas supieran que sus maridos conservaban varias amantes, todas sonreían y lucían las joyas que sus esposos habían colocado como escusa por su abandono. Y ella estaba allí. En medio de la ciudad, dispuesta a darle un abrazo a aquella mágica experiencia.

La vida nos depara sorpresas..- Susurró con felicidad mientras levantaba las manos al aire y atrapaba un copo de nieve en sus guantes. Al ser blancos, no podía apreciarse la nieve que se deslizaba desde el cielo, pero los oscuros bucles de su pelo sí podían dar fe de ellos. Al encontrarse debajo de una farola, los copos de nieve se iluminaban en el pelo, otorgándole la ilusión de tener luciérnagas en el pelo. Un espectáculo digno de cualquier cuento de hadas, en los que las ninfas acuden a la llamada de la luna llena para deslizarse por el bosque a despertar las primeras flores de la primavera. Cuan sencillo era todo cuando se le otorgaba la mirada de un soñador. Su mente estaba llena de historias que había leído desde su tierna infancia. Algunas de ellas cobraron vida cuando se dio cuenta de la magia que corría por sus venas. Pero todo ello lo ocultaba tras una máscara de indiferencia al estar en la corte. No deseaba que nadie la tomara como una niña, sino como la mujer que era. Había renunciado a parte de sí misma para poder aparentar la serenidad y frialdad digna de las mujeres de alta clase. Este mundo estaba lleno de sacrificios, pero no se quejaba al saber que era una privilegiada.

Sus ojos recorrieron su alrededor con una pequeña sonrisa traviesa, mientras se debatía en ir a una pastelería y devorar algún postre nuevo, o en visitar la librería que poseía unos ejemplares gastados y antiguos expuestos en su escaparate. Era algo tan difícil, que seguramente terminaría congelándose antes de tomar una decisión. Uno de sus defectos era ser indecisa. ¿Pastel o una nueva historia para su biblioteca?.

por **Aaron Denhim** Mar Feb 25, 2014 12:44 am

La noche se extendía, permitiéndole ocultarse, caminar sin ser presa de los ojos humanos, de esas personas que aún caminaban por las calles. Se había detenido, entre las sombras de los callejones, simplemente observando, sin un interés marcado, con ojo vacíos que no reconocen lo que está frente a ellos.

Pero incluso de esa manera, puedes ver a través de todo, observar una figura femenina resltando por alguna razón, por la luz de los faroles o por el efecto del color de sus ropas, pero su mirada se vio atraída a su movimiento, a la grácil duda en su semblante, le pareció divertido, pero no se movió tan rápido.

No sabía lo que le hacía debatirse en el camino, pero si hubiese observado su mirada lo hubiese tal vez percibido. Y con la curiosidad de un niño o de quién nada bueno planea, se acercó con sigilo, con una cautela innecesaria. No le importó si el sombrero se movió o si el bastón en ese instante le estorbaba. Sonrió ampliamente mientras se situaba detrás de ella pasando sus dedos para rozar sus cabellos.

Era un simple gesto para ver si notaba su presencia, había sido apenas un movimiento que había logrado mecer las puntas de su melena larga y sedosa. Dejó que sus pies se situaran sobre el suelo tan firmemente como ya no solía hacerlo -Buenas Noches- Aquello había sido un susurro, se había inclinado hacia ella para hablar a su oído, algo apenas perceptible, apenas audible a sus oídos humanos. Algo en él hacía que disfrutara de aquellos pequeños cambios que había estado experimentando, se sentía de algún modo bien sintiéndose diferente, a veces solo por saber de lo que era capaz sin llegar realmente a hacer todo lo que pasaba por su mente.

Y aquel aroma peculiar, el de sus cabellos, el de su sangre filtrándose a través de su piel le hizo sentir de algún modo sediento, queriendo realmente probar su sangre en ese instante, icluso si un segundo antes había pensado que no le interesaba en lo más mínimo -¿Qué buscas? - Su nariz rozó la piel ajena, sabía que probablemente ella reaccionaría pero eso también le parecía mejor, entretenido a decir verdad, sobre todo porque había en ella aquel olor tan poco familiar, que le decía que podía que aquel encuentro no fuese tan común después de todo. O tal vez lo olvidaría tan rápido como pasaba con cualquier otro. No lo sabía, no le importaba pero ya lo averiguaría después de aquello. Sus colmillos querían perforar esa piel, querían tomar lo que no era suyo, la calidez de quien estaba de pien tan cerca de él.

Off: Disculpa por la trdanza y lo corto >_<

por **Leonid Dobrev** Dom Mar 16, 2014 8:29 pm

Tener miedo es no querer entrar a lo desconocido que te rodea.

Todo el bello de su cuerpo se erizó, mientras su corazón latía con fuerza en su pecho. El miedo hizo que se girara con rapidez y mirase la figura del hombre con una mueca de pánico. Incluso su piel había palidecido considerablemente. Cuando vio que era un joven con ropajes de alta clase, se relajó mientras se reía con cierto nerviosismo, no sabía cómo tomarse aquel acto por parte del desconocido. Aunque era una bruja, no era adivina, así que no podía saber qué intenciones tenía él sobre ella.

- Señor, me ha asustado. – Le ofreció una sonrisa temblorosa, no sabía si por el efecto del pánico que aún seguía paralizándola en aquel lugar, o por el frío que la rodeaba mientras los copos de nieve seguían cayendo sobre ellos. Todo lo que los rodeaba parecía continuar su rumbo con lentitud, como si su corazón acelerado y el aura extraña que rodeaba a aquel hombre rubio fuesen los únicos elementos que desentonasen con lo que sucedía allí. Por primera vez entendió que debió pensar Caperucita Roja cuando se enfrentó al lobo feroz. Estaba asustada, confundida y nerviosa. Se sentía un poco estúpida por pensar en que alguien con una apariencia tan angelical pudiera ser comparado con el lobo feroz, pero una parte de ella, ésa que la hacía diferente de los demás, le estaba gritando que se separara de él.

Retrocedió dos pasos, mirando a su alrededor con nerviosismo. Le tranquilizaba saber que había gente cerca de la cafetería, por si ella necesitase de ellos. – En realidad no buscaba nada. Intentaba decidir si tomar algo de comida o adquirir un nuevo ejemplar para mi biblioteca.- Su acento español se filtró sobre su correcto francés. El miedo aún la hacía deslizar de forma disimulada sus ojos de aquel hombre, a la cafetería. Había oído que personas extrañas vivían en París. Estafadores y maleantes que no parecían lo que eran. Personas de dulce semblante que seducían a jóvenes para venderlas como esclavos. ¿ Tenía que atraer el peligro en su primera visita a París?.

– No debería jugar a asustar a las damas. No es correcto.- Lo amonestó con una pequeña sonrisa. La cual se amplió cuando un copo de nieve cayó sobre su nariz, haciéndola estornudar. – Discúlpeme, no estoy acostumbrada a tales bromas. - Le tendió una de sus manos y decidió normalizar la situación presentándose y después inventándose cualquier excusa que le permitiera huir de allí con corrección y sin faltar a la educación que tanto le había costado pagar a sus padres. Forjar una condesa nunca era barato. No cuando se sabía de la fortuna que guardaba su difunto tío en las arcas de su banco. – Me llamo Arabella Montcourt, ¿ y usted, señor?.- Sonrió e intentó que su mano no temblase en medio de ambos. Se sentía como si estuviese metiendo los dedos en la boca de un león

Spoiler:

por **Aaron Denhim** Lun Mar 24, 2014 11:01 pm

Ah, sin duda alguna, el miedo era por mucho la sensación que al reflejarse en otros le hacía sentir mayor satisfacción. No existía por lo regular un sentimiento que fuese tan intenso que se pudiese percibir en el ambiente, no de esa forma. Y se lo comprobaban sus sentidos. Cuando la gente gustaba de ti, su corazón también latía de prisa, pero era diferente a cuando era el terror el que los aceleraba. Era sin duda, algo hermoso también, porque sus facciones lo demostraban, incluso en alguien como ella que deseaba ocultarlo.. Aspiró el aire, un gesto apenas perceptible. La hermosa gatita no dudaba en hablarle, pero parecía que huiría e cualquier instante.

Siguió su mirada al café. Lo malo de estar asustado es que a veces te vuelves un libro abierto para otros. Se rió ligero -No importa el lugar... -No dijo más que eso, su sonrisa se había ensanchado e su fino rostro. Podía beber de ella en ese mismo lugar y ninguno de ellos podría haberlo evitado. Pero quería disfrutar de ello un poco más.

Sus comentarios le hacían gracia y cuando ofreció su mano en aquel saludo, el se inclinó como lo hace cualquier caballero, tomando con delicadeza su mano, depositando un beso suave en su dorso, pero en ningún momento sus ojos perdieron de vista aquellos que parecían temerle, como tampoco desapareció el gesto en sus labios, lleno de confianza y cinismo.

-¿Por qué no cuando puedo hacerlo? ¿Tiene miedo? -Sus manos enguantados dejaron una caricia en la mano ajena, estaba jugando, sentía su corazón, su sangre palpitante corriendo por esas venas. En lo que a él le pareció un descuido, jaló suavemente de su brazo, susurrando a su oído -Aaron - Dijo a modo de presentación, en un susurro que parecía una caricia, apenas el volumen audible, era su forma de decirle que él podía tener el control si lo requería.

Los mechones de sus cabellos claros que caían sobre su rostro se revolvieron ligeramente con el movimiento, cayendo de forma desordenada, su apariencia parecía más jovial y despreocupada. Alguien que no poseía un vínculo visible para sí mismo no tenía ningún temor o limitación. Su ser no tenía ataduras, ni morales ni de ningún tipo. Era incapaz de distinguir entre muchas cosas, pero seguía sus impulsos y su instinto sin dudarlo. El olor de su cuerpo, de sus cabellos, era muy diferente al suyo. Tan humano, tan apetecible. Ese fue su pensamiento antes de regresar y soltarle. Estaba sonriendo como lo hace un niño pequeño cuando ha encontrado un posible entretenimiento.

por **Leonid Dobrev** Vie Mar 28, 2014 5:29 pm

Da gracias a que estás lejos de mi alcance -dijo él-. ¿Qué demonio te aconseja mirarme con esos infernales ojos? Bájalos y procura no recordarme que existes.

Si antes había creído estar asustada, ahora realmente había entrado en pánico. La sonrisa del hombre mientras se inclinaba sobre ella sólo hacía que su cuerpo temblase como un animalillo asustado. Y realmente era un animalillo. ¡Esa sonrisa tenía el toque oscuro perfecto para hacer que cualquiera pidiese ayuda!. No sabía si lo estaba haciendo adrede, aprovechando su estado de terror. O quizás fuera su propia sensibilidad que la hacía creer cosas que no eran.

¡No huyas, no huyas!, se gritó a sí misma, mientras torpemente tragaba saliva. Sus ojos se abrieron con sorpresa al escuchar la respuesta que le había dado. - ¡¡Por supuesto que no puede ..!!- Le gritó con enfado mientras él dejaba una caricia y tiraba de su mano hacia él, acercándola lo suficiente como para que ella dejara escapar un gemido entrecortado. Ni siquiera pudo terminar su frase y decirle que no podía asustarla. Su idea había sido amonestarlo por aprovecharse de la situación y hacer que una joven inocente como ella se preocupase por su bienestar al estar ante un desconocido de lo más perturbador. Pero ya no podía pensar. Sólo lo miraba en silencio, con su corazón latiendo tan fuerte que podía sentir cómo todo su cuerpo se balanceaba con el ritmo de su asustadizo latido. Podría jurar que su pecho se quebraría, liberando el grito que se le había quedado atascado en la garganta. Su mirada era la misma que daría un cervatillo, frágil y alerta, antes de huir para conservar su vida.

Quería decirle tantas cosas, que su boca se abrió para no decir nada. Nada más que un suspiro temeroso. Pero sus ojos hablaban mejor de su miedo. Del pánico que tenía a que aquel hombre no estuviera jugando, pues mientras él le susurraba su nombre, ella sólo podía gritar en su mente. Y la sonrisa había vuelto. Aquella mueca terrorífica que le hizo aflorar las lágrimas a sus ojos.- Basta Aaron. - Consiguió decir en un susurro. Una frase dicha con tanta suavidad que podría pensarse que se trataba de un secreto, más que de la orden que ella quería lanzar al rubio. - Me hacéis daño y los juegos atroces no me gustan.- Apretó su mano en un puño y tiró contra su agarre, advirtiéndole que quería que la soltara. Sólo esperaba que él le hiciera caso y la dejara de verdad tranquila. De lo contrario, sólo contaba con la punta de su tacón y su magia como únicas herramientas de defensa.

por **Aaron Denhim** Vie Abr 18, 2014 10:53 pm

Le soltó. Sabía que no la estaba lastimando, sabía que su agarre no era tan fuerte aún. Pero le divertía, le atraía ese temor, y como quien empieza a necesitar ás de algo pensó en buscarlo, en provocarlo. Pero decidió esperar un momento para ver qué haría.

Se enderezó, haciendo malabares con el sombrero antes de ponérselo de nuevo, jugando al mismo tiempo con aquel bastón que claramente no necesitaba. -¿A qué juego atroz se refiere? - Fingió una inocencia a pesar de su sonrisa. Aún no estaba jugando pero empezaba a sentir el impulso, de hacer que corriese, de hacer que se defendiera. Podía ver en su aura, en su naturaleza algo que no le dejaba pasarlo por alto.

-¿Qué prefiere entonces? -En su movimiento aún había un porte elegante a pesar que su mente era algo muy diferente ahora, a cuando era humano. Miró al café con diversión -¿Entrar acaso? -Hizo un ademán con su mano. Un lugar u otro no le presentaba una gran diferencia.

Sus ojos regresaron a ella sin mover su rostro -¿Correr acaso? - Y su sonrisa se hizo aún más amplia mientras su voz parecía más íntima, en un tono diferente -¿Teme a quienes son como yo? -Dejo su mano en un rápido movimiento, más rápido de lo que los ojos humanos podían seguir con naturalidad, solo para rozar con sus dedos la mejilla suave y cálida.

A quienes eran como él, ni siquiera sabía a qué se refería con eso en ese instante. Pero seguro que era poco importante. Para él lo era.

Más, quiero más. Muéstrame un poco más esa mirada, como pierdes la calma.

Más... más... y las palabras empezaron a sobrar. No estaba interesado en palabras inútiles, su atención estaba en aquella idea y su mano se deslizó a su cuello, aferrándose a él, sin fuerza pero firme, haciéndole acercar su rostro -¿Lo sabes? ¿Lo que se siente?-En sus ojos apareció un brillo, producto de cierta emoción, y sus colmillos fueron visibles tras aquel gesto cínico de sus labios. el timbre de su voz pronunciando su nombre le había agradado, el intento de detenerlo de esa forma. Era algo que no iba a negar, le excitaba pensar que podría probar su sangre, ese aroma que emitía le parecía atrayente y tal vez no se detendría.

por **Leonid Dobrev** Miér Abr 23, 2014 3:36 pm

La vecindad de semejante compañero, lejos de anonadarme, me inspiraba un terror magnifico.

Gastón Leroux

Abrió los ojos con sorpresa, nunca pensó que alguien se atrevería a cogerla del cuello. Mucho menos cuando estaban en medio de la calle. ¡¡Ella pertenecía a la realeza!!. ¿Cómo podía estar en manos de alguien que parecía un joven angelical, pero cuyo comportamiento era similar a uno de esos monstruos que sólo aparecían en las mejores novelas de miedo?.

Su cuerpo se relajó, mientras la magia se concentraba bajo su piel, preparándose para enfrentar a lo quiera que fuera aquel hombre. Pues ella sabía ahora, cuando sus manos rodeando su cuello y demostrando la increíble fuerza que guardaban aquellos dedos que dañaban ligeramente su piel, que él no era normal. No podía serlo cuando su mirada la atrapaba, dejándola inmóvil como una presa ante el depredador, esperando lo inevitable.

- No sé a qué te refieres Aaron.- Le dijo con tranquilidad, llegando incluso a darle una sonrisa dulce pero temblorosa. Era evidente que estaba asustada. Cualquiera podría decirlo por su mirada, su pulso acelerado y su impulso de golpearlo. Pero de alguna forma se sentía unida a la fatalidad, esperando su próximo movimiento. Quizás confiando en que esto siguiese siendo un juego, una llamada de atención de alguien quizás desesperado. - Yo sólo conozco a un hombre como tú. Y es el que posee mi garganta entre sus dedos.- Levantó sus manos y rozó con la yema de los dedos la fría piel de él. Se estremeció completamente, siendo cómo la frialdad del cuerpo ajeno se adentraba en el suyo, recorriendo sus dedos, manos y brazos con un toque electrizante. Nunca había sentido nada igual, su naturaleza curiosa e inteligente dominó a la doncella en apuros.

- ¿Qué eres?. - Susurró con admiración, dejando que sus palabras fueran a penas un arrullo contra el viento. Tenía esa dulce cadencia con la que se cuentan secretos o historias de miedo. Como si todo aquello fuese parte de un cuento, recordó que la curiosidad podía llevarla a un lugar que no quería conocer. Así que frunció sus labios y apretó sus manos contra las muñecas de él, agarrándolas con toda la fuerza que podía.- Olvida mi pregunta. Suéltame y no tendremos que volvernos a ver. - Su voz salió tan suplicante que la odió. - Quiero un libro más interesante que esta conversación sin sentido. Si sigues reteniéndome no podré conseguirlo.- Le dijo alzando su cabeza con orgullo, intentando solventar su súplica anterior y mostrarse como alguien más fuerte de lo que era.

por **Aaron Denhim** Jue Mayo 15, 2014 12:52 am

Ah, él tampoco lo sabía, por lo poco consciente que estaba desde que había sido transformado, sabía que no era más un humano, pero no podía pensar en la categoría en la que ahora caía. Sonrió con satisfacción ante la respuesta -¿El único? - Ah, podría ser que no fuese algo tan común, no se lo había pensado e ningún instante.

Y aquel cambió en lugar de hacerle sentir algo diferente le hizo descolocarse, aquella genuina curiosidad y la sensación de su tacto sobre su rostro le hizo fruncir apenas perceptiblemente el ceño. No duró demasiado, lo mismo que ella tardó en cambiar de opinión.

Era tan encantadora, pensó al notar el cambio que intentaba demostrarle, aquella fuerza que no concordaba ni cuadraba del todo con la situación -Ah, pero ¿quién dijo que quería dejarte marchar? ¿o que no querría verte de nuevo? -Cerró los ojos por un breve momento, como aspirando el olor dulce de sus cabellos. Era de algún modo intoxicante. Pero ya no intentó más provocarle miedo con su agarre, dejó que la fuerza en sus manos disminuyera, aunque no apartó las manos.

-... ¿Me dejarás acompañarte? -Parecía un juego divertido seguirla. Tal vez seguiría viéndole de esa forma. Y hacía mucho que no entraba a un lugar como el que ella pretendía . Y algo le molestaba, un pensamiento que no terminaba de cobrar forma en su mente, una inquietud que aún no lograba comprender. Pero no iba a negarse a seguir un impulso como aquel, no, muy al contrario quería ver qué sucedía, aún no renunciaba a la idea, le parecía que aunque pudiese tomar su sangre en ese instante, sería mejor esperar un poco más. Después de todo, era quien estaba frente a él en ese instante y quien tenía su atención, una que podía esfumarse en cualquier momento pero que ahora estaba en ella.

por **Leonid Dobrev** Mar Jun 03, 2014 10:40 pm

No pensaba contestar a su pregunta sobre si era el único ser que la había tratado así. Era obvio que sí, ella no solía temblar de pánico ante nadie, mucho menos frente a un desconocido. Tenía demasiado orgullo como para hacer algo así. Su personalidad y posición jamás le permitiría el ceder ante nadie. El que ella se hubiera mostrado tan frágil ante alguien era algo novedoso, por eso aún seguía temblando. Incluso cuando su sonrisa le indicaba que la frialdad en él había sido alejada, no quería que nadie rompiera sus barreras. Ni siquiera cuando fuera alguien tan hermoso, aterrador y loco como aquel que le ofrecía una brillante hilera de sus dientes.

- Vas a dejarme marchar porque yo así lo exijo. – Sus labios se juntaron, curvándose en una mueca arrogante y conflictiva. Aquel hombre estaba rozando una parte muy agresiva de su personalidad. Ella jamás había golpeado a alguien, pero si seguía enfrentándola lo haría. La había asustado, hecho temblar, gemir y casi llorar al agarrarla del cuello. Era obvio que no dejaría que se volvieran a ver de nuevo si eso estaba en sus manos. Por ella, él bien podría perderse en un terreno pantanoso y hundirse en él, hasta desaparecer bajo la tierra.

Sonrió con esos pensamientos, bajando la mirada hasta aquellas manos que aún seguían manteniéndola unida a una de las situaciones más alocadas de toda su vida. No sabía por qué aún seguía hablando con él y no pedía ayuda. Lo más inteligente habría sido correr cuando tuvo posibilidad. Incluso ahora que estaba siendo retenida con menos fuerza, era el momento perfecto para conseguir soltarse y huir de él, de aquellos ojos que la observaban como si ella realmente fuera algo comestible. La hacía sentir incómoda, porque nunca había estado bajo el escrutinio de la mirada de ningún hombre. No al menos a una distancia tan escasa como en la que estaban ellos. Para cualquiera que estuviese cerca, ellos bien podrían pasar por unos amigos que hablaban de secretos bajo la luz de las farolas francesas. O peor, podrían pasar por unos amantes que se peleaban entre susurros, intentando no llamar la atención de los demás viandantes.

- No. No puedes venir conmigo.- Le espetó como si cada una de las palabras fuera una bofetada. Se contentó con la imagen que le ofrecía su mente y sonrió. A veces agradecía tener la suficiente imaginación como para dejar que sus deseos e impulsos quedaran sólo en meras cosas imaginadas, de lo contrario, seguramente habría hecho cosas que la habrían hecho ganar una fama innesaria. A veces podía austar a otra persona sólo con el contenido de sus pensamientos.

Empujó al otro hombre, intentando soltarse. Cuando sus manos consiguieron librarse de las del otro hombre, se alisó la falda y retocó su peinado, perfectamente colocado aún sobre su cabeza, pero que tenía el impulso de hacerlo para saber que todo seguía en el lugar que debía para proyectar la imagen de doncella de alta clase. A veces su imagen le permitía tener a los demás lejos de ella, aunque Aaron no podía contarse entre ellos. En realidad, él no podría ser incluido en ningún lugar que ella considerase normal.

Por alguna extraña razón, sintió que dejaba atrás a alguien como un niño solitario. Era abrumadora la sensación de soledad que la embargó. Como si Aaron fuera alguien huérfano como ella. Un hombre que continuaba comportándose como el niño que había sido. El ser que seguiría perdido sin saber qué o quién era. Aquello le hizo replantearse su contestación. ¿Realmente era tan mala?. Suspiró conociendo la respuesta a aquella pregunta.

- Aunque, si lo pensáis con detenimiento, la librería es un lugar público. Cualquiera puede entrar. – Se detuvo y lo miró con una pequeña sonrisa. – aunque quiera, no creo que el dueño esté satisfecho si alejo a un posible cliente.- Continuó caminando hacia la librería e ignoró el hecho de que acababa de lanzar una invitación al único hombre que era lo suficientemente peligroso como para matarla de un solo golpe. Pero aún quería averiguar qué era. Así podría saber cómo defenderse la próxima vez. Porque si algo sabía de las fatalidades, es que siempre volvían.

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