AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
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Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Moría el atardecer cuando Chiara y Ruggero llegaban a la mansión del inquisidor, iban en coche y tras ello venía Gyarreth sujeto al carruaje. Las puertas se abrieron y de inmediato Juan salió a pagar al cochero y llevar a Gyarreth al establo. Ruggero salió y ayudó a su amada a bajar.
Estella había salido también para recibirlo y una gran sorpresa se llevó cuando lo vio junto a una dama, o al menos con ese vestido y ese rostro inocente parecía serlo. Sabía de las relaciones en los burdeles de su amo, aunque nunca había llevado una cortesana a la mansión. La única mujer que había pisado la mansión del señor Rosso era ella, Estella.
- ¡Buenas tardes! - dijo a ambos, Ruggero la escuchó muy entusiasmada y se sintió dichoso.
- Ella es la signorina Chiara Di Moncalieri, mi prometida - dijo contestando a toda interrogativa que presentara su asistenta personal, como lo hiciera con él le dedicó una reverencia.
Ruggero y Chiara ingresaron y subieron las escaleras hasta la habitación de Ruggero, era una estancia amplia y perfectamente ordenada, poseía un librero y una sala, tenía balcón y una conexión directa al baño. Y la cama, Ah, esa magnifica pieza colección Luis XV, amplia y perfumada.
Al ingresar Chiara se adelantó dejando que Ruggero cerrara la puerta.
El inquisidor la dejó avanzar, quería que se acostumbrara a la habitación y también que perdiera el miedo a lo que culminaría en la cama. Pasaron un par de minutos y entonces Ruggero se adelantó a ella y abrió la puerta del balcón, el crepúsculo se marchaba y hermosamente anunciaba la noche estrellada. Ruggero suspiró y salió para que el viento le impregnara con el olor a bosque, cerró sus ojos y después regresó adentro y tomó a Chiara de la mano y sin hablar caminaron hasta el balcón.
Ambos contemplaron el arribo de la noche y entonces Ruggero se acomodó detrás de Chiara y le abrazó. - Es la noche más hermosa que he contemplado, ¿y sabes por qué? - hizo una pausa para besarle el cuello, - porque estáis en ella - y después de eso la liberó de sus brazos, ella se dio vuelta y encontró los labios de Ruggero.
Estella había salido también para recibirlo y una gran sorpresa se llevó cuando lo vio junto a una dama, o al menos con ese vestido y ese rostro inocente parecía serlo. Sabía de las relaciones en los burdeles de su amo, aunque nunca había llevado una cortesana a la mansión. La única mujer que había pisado la mansión del señor Rosso era ella, Estella.
- ¡Buenas tardes! - dijo a ambos, Ruggero la escuchó muy entusiasmada y se sintió dichoso.
- Ella es la signorina Chiara Di Moncalieri, mi prometida - dijo contestando a toda interrogativa que presentara su asistenta personal, como lo hiciera con él le dedicó una reverencia.
Ruggero y Chiara ingresaron y subieron las escaleras hasta la habitación de Ruggero, era una estancia amplia y perfectamente ordenada, poseía un librero y una sala, tenía balcón y una conexión directa al baño. Y la cama, Ah, esa magnifica pieza colección Luis XV, amplia y perfumada.
Al ingresar Chiara se adelantó dejando que Ruggero cerrara la puerta.
El inquisidor la dejó avanzar, quería que se acostumbrara a la habitación y también que perdiera el miedo a lo que culminaría en la cama. Pasaron un par de minutos y entonces Ruggero se adelantó a ella y abrió la puerta del balcón, el crepúsculo se marchaba y hermosamente anunciaba la noche estrellada. Ruggero suspiró y salió para que el viento le impregnara con el olor a bosque, cerró sus ojos y después regresó adentro y tomó a Chiara de la mano y sin hablar caminaron hasta el balcón.
Ambos contemplaron el arribo de la noche y entonces Ruggero se acomodó detrás de Chiara y le abrazó. - Es la noche más hermosa que he contemplado, ¿y sabes por qué? - hizo una pausa para besarle el cuello, - porque estáis en ella - y después de eso la liberó de sus brazos, ella se dio vuelta y encontró los labios de Ruggero.
Última edición por Ruggero Rosso el Miér Ene 02, 2013 2:00 pm, editado 1 vez
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
El viaje hacia el hogar de su amado, había sido dulce y placentero, desde el momento en que subieron al coche y él indicó donde tenían que ir, ella se había amoldado a su pecho reclinando su cabeza. Su corazón latía con fuerza, como el de Chiara en su pecho. Levantó su mirada hasta encontrar el rostro amado y suspiró, - si la desgracia no hubiera llegado a mi vida, si el perderlo todo significó ganar el paraíso, mil veces volvería a vivir lo vivido y sufrir lo sufrido – pensó mientras acariciaba el pecho de Ruggero y se pegaba más a él, bajó la mirada y la perdió en el paisaje, él le acariciaba los cabellos. Siguió recordando, los meses de encierro el creer que nada tenía sentido, las ansias de acabar hasta con su propia vida, cerró los ojos, todos esos momentos habían sido tan dolorosos, parecerle que estaba completamente sola en el mundo. Luego la vida comenzó a tener piedad con ella, su hermano regresó para cuidarla y protegerla. Fue allí en ese momento, cuando su vida tenía un nuevo sentido, que lo conoció. Tomo su mano y le besó la palma, él la miraba y ella se sintió simplemente extasiada – que más le podía pedir a la vida – caviló buscando sus labios, hundiendo su rostro en su cuello y así se quedó el resto del viaje, sintiendo el aroma que desprendía la piel de su amado.
Cuando el coche subió la colina que conducía a la mansión, ella observó el paisaje, la imponente casa sobre la colina, el bosque rodeando la construcción, todo aquello hizo que la emoción trepara por su garganta – es como volver a Villa Scotty – dijo en vos baja, ocultando su rostro en el pecho de su amado. Se sentía tan dichosa que tuvo miedo del mañana, de que el amanecer llegara y que él se fuera. No quería mostrar su tristeza, su angustia - éste debe ser un momento inolvidable y de total alegría – se dijo mentalmente mientras, esbozaba una dulce y tierna sonrisa a la mirada de preocupación de Ruggero – te amo – le dijo mientras entrelazaba sus dedos con los de él.
El coche se detuvo y él se bajó para ayudarla a descender del vehículo, allí en la puerta de entrada se encontraba una mujer que los saludó, ella contestó algo cohibida y asustada – buonasera – se ruborizó, no era que la mujer la mirara reprobatoriamente, solo que ella nunca había vivido una experiencia así. Ruggero la condujo, escaleras arriba a su alcoba, le abrió la puerta y dejó que ella caminara por la habitación admirándolo todo. Le gustó que tuviera un librero y una hermosa sala para pasar las horas leyendo y contemplando el paisaje del bosque por un magnifico balcón, se acercó a la puerta que daba a un cuarto de baño y al volver sobre sus pasos lo vio, era un imponente lecho, conocía de estilos de muebles, y ese era un lujo aun para muchos nobles, se ruborizó al pensar que en ese lugar, Ruggero la tomaría por primera vez. Estaba contemplando aquello, cuando lo observó dirigirse al balcón abrir las puertas, ella se fue acercando sigilosa tras su amado, lo oyó suspirar y nuevamente la angustia que le provocaba el porvenir le hizo doler el pecho. Él había salido al exterior y tras unos momentos volvió a entrar, le tomo de la mano y la llevó a contemplar el atardecer que moría tras el bosque, se quedaron así, mirando en silencio reverente el nacimiento de la noche.
Chiara tenía las manos sobre la balaustrada y sintió el calor del cuerpo de su amado en su espalda, sintió el abrazo que él le daba y apoyó su cabeza en su pecho, entonces Ruggero, le hablo - Es la noche más hermosa que he contemplado, ¿y sabes por qué? – sintió esos labios en su cuello y le pareció la caricia más hermosa y deseada de toda su vida, a la pregunta que él había formulado solo puedo atinar a mover su cabeza levemente en un gesto negativo - porque estáis en ella – esa respuesta hizo que se diera vuelta buscando aquellos ojos azules, que desde el primer momento en que los contempló supo que eran el mar donde deseaba reposar. Observó sus labios y no pudo contenerse más, se unió a él con la desesperación y la ternura de quien sabe que solo puede contar con el presente.
Cuando el coche subió la colina que conducía a la mansión, ella observó el paisaje, la imponente casa sobre la colina, el bosque rodeando la construcción, todo aquello hizo que la emoción trepara por su garganta – es como volver a Villa Scotty – dijo en vos baja, ocultando su rostro en el pecho de su amado. Se sentía tan dichosa que tuvo miedo del mañana, de que el amanecer llegara y que él se fuera. No quería mostrar su tristeza, su angustia - éste debe ser un momento inolvidable y de total alegría – se dijo mentalmente mientras, esbozaba una dulce y tierna sonrisa a la mirada de preocupación de Ruggero – te amo – le dijo mientras entrelazaba sus dedos con los de él.
El coche se detuvo y él se bajó para ayudarla a descender del vehículo, allí en la puerta de entrada se encontraba una mujer que los saludó, ella contestó algo cohibida y asustada – buonasera – se ruborizó, no era que la mujer la mirara reprobatoriamente, solo que ella nunca había vivido una experiencia así. Ruggero la condujo, escaleras arriba a su alcoba, le abrió la puerta y dejó que ella caminara por la habitación admirándolo todo. Le gustó que tuviera un librero y una hermosa sala para pasar las horas leyendo y contemplando el paisaje del bosque por un magnifico balcón, se acercó a la puerta que daba a un cuarto de baño y al volver sobre sus pasos lo vio, era un imponente lecho, conocía de estilos de muebles, y ese era un lujo aun para muchos nobles, se ruborizó al pensar que en ese lugar, Ruggero la tomaría por primera vez. Estaba contemplando aquello, cuando lo observó dirigirse al balcón abrir las puertas, ella se fue acercando sigilosa tras su amado, lo oyó suspirar y nuevamente la angustia que le provocaba el porvenir le hizo doler el pecho. Él había salido al exterior y tras unos momentos volvió a entrar, le tomo de la mano y la llevó a contemplar el atardecer que moría tras el bosque, se quedaron así, mirando en silencio reverente el nacimiento de la noche.
Chiara tenía las manos sobre la balaustrada y sintió el calor del cuerpo de su amado en su espalda, sintió el abrazo que él le daba y apoyó su cabeza en su pecho, entonces Ruggero, le hablo - Es la noche más hermosa que he contemplado, ¿y sabes por qué? – sintió esos labios en su cuello y le pareció la caricia más hermosa y deseada de toda su vida, a la pregunta que él había formulado solo puedo atinar a mover su cabeza levemente en un gesto negativo - porque estáis en ella – esa respuesta hizo que se diera vuelta buscando aquellos ojos azules, que desde el primer momento en que los contempló supo que eran el mar donde deseaba reposar. Observó sus labios y no pudo contenerse más, se unió a él con la desesperación y la ternura de quien sabe que solo puede contar con el presente.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Se mantuvieron besándose de pie, en el balcón ignorantes de que la luna ya había tomado posesión del día.
Cuando Ruggero se percató la dejó de besar y llevó sus propias manos al rostro de ella, se perdió en sus ojos grises y después llevó los brazos de Chiara a sus hombros para que las manos de ella le aprisionaran el cuello y él la tomó de la cintura, acercó su cuerpo al de ella y le abrazó, las manos del inquisidor recorrieron la espalda de Chiara y Ruggero buscó sus labios.
Fue un beso prolongado y sin darse cuenta caminaban sin rumbo, cegados por el beso se estamparon en la puerta del balcón, Ruggero se separó un poco de Chiara y rió, la tomó de las manos y comenzaron a bailar como si realmente existiera una orquesta tocando. El inquisidor estaba perdidamente enamorado de ella y le era imposible dejar de contemplar esos ojos.
- Te amo Chiara - dijo y entonces buscó sus labios y el baile cesó. Se encontraban al pie de la cama, las manos de Ruggero buscaron el cuello delgado, una corrió a la nuca y la otra recorrió en suaves caricias el hombro derecho, los labios de Ruggero abandonaron los de ella, besó sus mejillas, su cuello y cada zona que el escote le permitía, sintió las reacciones de Chiara, sus dedos entre su cabello.
Ruggero retiró sus manos y sus labios regresaron a los de ella, con sus manos ya libres desbarató el moño que llevara en el cuello y arrojó el listón hacia la derecha. Fue desbotonando su camisa justo hasta la mitad, Chiara nunca había visto la desnudez de un hombre y pronto ella presenciaría el torso definido y los pectorales fuertes, y que sin embargo mostraban cicatrices forjadas por el trabajo, vería en sus piernas la más fresca herida, la garra del cambiaformas Jeremie, una herida que aún no cicatrizaba del todo y mostraba aún un color rojizo.
Y entonces sintió vergüenza al mostrar su cuerpo desnudo, no quería que su amada le temiera, y dejó de besarle. Ruggero vio en los ojos de Chiara incomprensión y lo único que se le ocurrió hacer fue besar sus manos.
- Amor mío, mi ropa esconde horrores, cicatrices de arduas batallas. Pero no temas a ellas - dijo y terminó de desabotonar su camisa, mostrando medio cuerpo desnudo. Tomó una de las manos de ella y la descansó en su pecho, luego le tomó de la barbilla y le sonrió.
Cuando Ruggero se percató la dejó de besar y llevó sus propias manos al rostro de ella, se perdió en sus ojos grises y después llevó los brazos de Chiara a sus hombros para que las manos de ella le aprisionaran el cuello y él la tomó de la cintura, acercó su cuerpo al de ella y le abrazó, las manos del inquisidor recorrieron la espalda de Chiara y Ruggero buscó sus labios.
Fue un beso prolongado y sin darse cuenta caminaban sin rumbo, cegados por el beso se estamparon en la puerta del balcón, Ruggero se separó un poco de Chiara y rió, la tomó de las manos y comenzaron a bailar como si realmente existiera una orquesta tocando. El inquisidor estaba perdidamente enamorado de ella y le era imposible dejar de contemplar esos ojos.
- Te amo Chiara - dijo y entonces buscó sus labios y el baile cesó. Se encontraban al pie de la cama, las manos de Ruggero buscaron el cuello delgado, una corrió a la nuca y la otra recorrió en suaves caricias el hombro derecho, los labios de Ruggero abandonaron los de ella, besó sus mejillas, su cuello y cada zona que el escote le permitía, sintió las reacciones de Chiara, sus dedos entre su cabello.
Ruggero retiró sus manos y sus labios regresaron a los de ella, con sus manos ya libres desbarató el moño que llevara en el cuello y arrojó el listón hacia la derecha. Fue desbotonando su camisa justo hasta la mitad, Chiara nunca había visto la desnudez de un hombre y pronto ella presenciaría el torso definido y los pectorales fuertes, y que sin embargo mostraban cicatrices forjadas por el trabajo, vería en sus piernas la más fresca herida, la garra del cambiaformas Jeremie, una herida que aún no cicatrizaba del todo y mostraba aún un color rojizo.
Y entonces sintió vergüenza al mostrar su cuerpo desnudo, no quería que su amada le temiera, y dejó de besarle. Ruggero vio en los ojos de Chiara incomprensión y lo único que se le ocurrió hacer fue besar sus manos.
- Amor mío, mi ropa esconde horrores, cicatrices de arduas batallas. Pero no temas a ellas - dijo y terminó de desabotonar su camisa, mostrando medio cuerpo desnudo. Tomó una de las manos de ella y la descansó en su pecho, luego le tomó de la barbilla y le sonrió.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
En aquel balcón los minutos pasaban y ellos no lo sentían, sus besos cada vez más profundos, apremiantes, osados. Las manos de él que acariciaban y sostenían su espalda, pensó que si no la estuviera abrazando pronto caería pues las fuerzas de sus piernas eran inseguras, como si su amado lograra derretir todo su ser. Entonces el beso cesó, solo un instante, desde aquellas aguas azules y turbulentas por la pasión, su adorado la miraba extasiado, del mismo modo como ella lo hacía. Las manos de él tomaron su rostro, bajaron por su cuello, sus hombros, sus brazos y la tomaron de las muñecas, llevando sus brazos hasta los hombros masculinos, volvió a mirarla y en ese contacto le expresaba mil intenciones y promesas, su boca buscó la suya y las manos de Chiara aprisionaron la nuca de el inquisidor, enterrando sus dedos en el cabello de él y permitien que la explorara con sus manos, que rodearon su cintura navegaron por su espalda, desde su cuello hasta sus caderas. Aquellos besos la estaban enloqueciendo, ahogándola en un mar de deseos que todavía no entendía como podría apaciguar y liberar tantas sensaciones.
El beso que le daba, parecía no tener fin, en verdad ella no quería que terminara, solo se aferraba a ese cuello, a esos hombros y pegaba su cuerpo al de Ruggero. Comenzaron a caminar, ella no entendía muy bien a donde la quería llevar, su mente estaba en blanco solo las sensaciones gobernaban su cuerpo y esa tiranía la enardecían. En un momento golpearon sus cuerpos, con la puerta de cristal que vibro provocando un tintineo, rieron pero en ningún momento se separaron.
Aunque al llegar a la habitación, él la tomó de la cintura y de una de sus manos, comenzando un baile que solo en sus mentes los violines ejecutaban una melodía que parecía robada de los ángeles y así bailaron por toda la habitación hasta que de pronto la última nota quedó flotando en el ambiente y sus ojos se encontraron nuevamente en el momento en el que Ruggero pronunció la frase que ella, más anhelaba escuchar - Te amo Chiara - a lo que respondió en los labios de él – y yo aún más - .
Tanta pasión existía en esa mirada masculina, que se ruborizo, era ridículo, estaban a punto de unir sus vidas, sus cuerpos, sus destinos y ella sentía un pudor que tornó su piel pálida en un rosado encarnado, toda en ella parecía brillar, sus ojos recorrieron la estancia y se percató de que estaban a unos centímetros del lecho – nuestro lecho nupcial – pensó en voz alta pero casi inaudible. Volvió a levantar la mirada y se dejó extraviar en ese océano que desde el primer día la había hechizado. Con aquel beso que le diera y esas manos acariciando su cuello y sus hombros, tratando de abrir un poco más el escote para explorar con sus manos y sus labios la piel virginal de Chiara, fue fácil darse cuenta que el límite de una situación sin retorno se había cruzado, desde ahora en adelante sus decisiones serían para toda la vida, esas manos, esos labios, conquistarían y sellarían su cuerpo para siempre al igual que su alma aunque ésta él ya la poseía. Toda ella vibraba como uno de esos violines que la música en su mente le había regalado y Ruggero era el que, en su cuerpo ejecutaría una pieza musical que no podría olvidar jamás.
Ella lo vio deshacerse el moño que llevaba al cuello y tirarlo con rapidez y exigencia al suelo, luego Ruggero fue desbotonando cada uno de los botones de su inmaculada camisa y el corazón de Chiara, se aceleraba más y más. Llegó a desabotonarse casi toda la prenda pero algo en él lo detuvo, ella entonces lo miró con ojos interrogantes – ¿qué era lo que pasaba?, ¿que se suponía que debía hacer?, ¿era el momento en que ella también debía comenzar a desvestirse? – pensó en su mente que ya en ese instante era un tornado de sensaciones e interrogaciones.
Entonces él le volvió a hablar - Amor mío, mi ropa esconde horrores, cicatrices de arduas batallas. Pero no temas a ellas – ella no le importaban esas cosas, se dio cuenta que él creía que nunca había visto una cicatriz sin saber que ella muchas veces curó las heridas de sus hermanos y hasta no hacía mucho una que trajera Girolamo de sus correrías nocturnas. Ella simplemente le sonrió, con la boca y con los ojos – mi vida, nada en ti me haran temerte – le dijo mientras veía como se quitaba totalmente la camisa y dejaba expuesto su torso y las cicatrices, ella inclinó su cabeza y las admiró. Él tomo su mano y la poso sobre su pecho, este era fuerte fibroso, agradable al tacto, recorrió con sus dedos el pecho hasta llegar a la gran cicatriz, la recorrió con los dedos, con la mirada, estudiándola, admirándola y luego mientras lo abrazaba, buscó sus ojos – amor mío, tus cicatrices solo me dicen cuántas veces el destino intentó separarte de mí, cuantas veces burlaste la muerte, para poder hoy estar entre tus fuertes brazos – buscó sus labios y luego de besarlo prosiguió – nunca más pienses que algo en ti podrá asustarme o alejarme, porque aunque lo intentaras nunca lograras borrar de mi alma y mi cuerpo tu amor.-
El beso que le daba, parecía no tener fin, en verdad ella no quería que terminara, solo se aferraba a ese cuello, a esos hombros y pegaba su cuerpo al de Ruggero. Comenzaron a caminar, ella no entendía muy bien a donde la quería llevar, su mente estaba en blanco solo las sensaciones gobernaban su cuerpo y esa tiranía la enardecían. En un momento golpearon sus cuerpos, con la puerta de cristal que vibro provocando un tintineo, rieron pero en ningún momento se separaron.
Aunque al llegar a la habitación, él la tomó de la cintura y de una de sus manos, comenzando un baile que solo en sus mentes los violines ejecutaban una melodía que parecía robada de los ángeles y así bailaron por toda la habitación hasta que de pronto la última nota quedó flotando en el ambiente y sus ojos se encontraron nuevamente en el momento en el que Ruggero pronunció la frase que ella, más anhelaba escuchar - Te amo Chiara - a lo que respondió en los labios de él – y yo aún más - .
Tanta pasión existía en esa mirada masculina, que se ruborizo, era ridículo, estaban a punto de unir sus vidas, sus cuerpos, sus destinos y ella sentía un pudor que tornó su piel pálida en un rosado encarnado, toda en ella parecía brillar, sus ojos recorrieron la estancia y se percató de que estaban a unos centímetros del lecho – nuestro lecho nupcial – pensó en voz alta pero casi inaudible. Volvió a levantar la mirada y se dejó extraviar en ese océano que desde el primer día la había hechizado. Con aquel beso que le diera y esas manos acariciando su cuello y sus hombros, tratando de abrir un poco más el escote para explorar con sus manos y sus labios la piel virginal de Chiara, fue fácil darse cuenta que el límite de una situación sin retorno se había cruzado, desde ahora en adelante sus decisiones serían para toda la vida, esas manos, esos labios, conquistarían y sellarían su cuerpo para siempre al igual que su alma aunque ésta él ya la poseía. Toda ella vibraba como uno de esos violines que la música en su mente le había regalado y Ruggero era el que, en su cuerpo ejecutaría una pieza musical que no podría olvidar jamás.
Ella lo vio deshacerse el moño que llevaba al cuello y tirarlo con rapidez y exigencia al suelo, luego Ruggero fue desbotonando cada uno de los botones de su inmaculada camisa y el corazón de Chiara, se aceleraba más y más. Llegó a desabotonarse casi toda la prenda pero algo en él lo detuvo, ella entonces lo miró con ojos interrogantes – ¿qué era lo que pasaba?, ¿que se suponía que debía hacer?, ¿era el momento en que ella también debía comenzar a desvestirse? – pensó en su mente que ya en ese instante era un tornado de sensaciones e interrogaciones.
Entonces él le volvió a hablar - Amor mío, mi ropa esconde horrores, cicatrices de arduas batallas. Pero no temas a ellas – ella no le importaban esas cosas, se dio cuenta que él creía que nunca había visto una cicatriz sin saber que ella muchas veces curó las heridas de sus hermanos y hasta no hacía mucho una que trajera Girolamo de sus correrías nocturnas. Ella simplemente le sonrió, con la boca y con los ojos – mi vida, nada en ti me haran temerte – le dijo mientras veía como se quitaba totalmente la camisa y dejaba expuesto su torso y las cicatrices, ella inclinó su cabeza y las admiró. Él tomo su mano y la poso sobre su pecho, este era fuerte fibroso, agradable al tacto, recorrió con sus dedos el pecho hasta llegar a la gran cicatriz, la recorrió con los dedos, con la mirada, estudiándola, admirándola y luego mientras lo abrazaba, buscó sus ojos – amor mío, tus cicatrices solo me dicen cuántas veces el destino intentó separarte de mí, cuantas veces burlaste la muerte, para poder hoy estar entre tus fuertes brazos – buscó sus labios y luego de besarlo prosiguió – nunca más pienses que algo en ti podrá asustarme o alejarme, porque aunque lo intentaras nunca lograras borrar de mi alma y mi cuerpo tu amor.-
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
¿Cuan distinta era Chiara a todas las mujeres?
Que inclusive las cortesanas miraban las cicatrices con antipatía. Pero no Chiara, y su amor creció. Buscó sus labios y se besaron y luego prosiguió con su argumento y Ruggero le sonrió. La tomó entre sus brazos y la cargo como a una niña, dieron vueltas mientras reía y cayeron sobre la cama, él encima de ella y se entregó a los labios de su amada.
Entrelazaron sus manos y él las llevó más allá de su cabeza. Abandonó los labios y besó las mejillas y sus labios marcharon rumbo a su nuca. Olió el cuello y fue besándolo. Sintió un escalofrío recorrer su médula, los recuerdos de su siniestro pasado le invadieron. - ¡Dios! ¿Qué sucederá después? Bendícenos no separes nuestras vidas - oró con lágrimas en sus ojos y ocultó su mirada a la de su amada. No podía fastidiar el momento, Chiara lo quería, lo deseaba tanto como él a ella y Ruggero se encargaría de que la primera unión con Chiara se convierta en un gran tesoro a guardar.
- Amor mío liberémonos de las cadenas del futuro, vivamos este presente que Dios nos ha dado - el inquisidor se perdió por unos momentos en los ojos de sus amada, buscó sus labios y los beso.
Llevó sus manos a los hombros, dando un suavemente masaje mientras continuaba besándola, abandonó la boca y dirigió sus labios al hombro derecho, lo desnudó y lo besó. Hizo una pausa para mirar los ojos de su amada, como si buscara inspiración y repitió lo mismo con el hombro izquierdo.
Pudo sentir la revolución de sensaciones de Chiara y él se unió a ellas, imitándola de forma natural, pasó su mano por su espalda en un abrazo y la alzó formando un arco en ella. Los labios de Ruggero viajaron al trapecio y pronto al escote, las manos de Ruggero generaron un jaloncito y el vestido prolongo el escote dando más libertad al beso que buscaba los pecho.
Que inclusive las cortesanas miraban las cicatrices con antipatía. Pero no Chiara, y su amor creció. Buscó sus labios y se besaron y luego prosiguió con su argumento y Ruggero le sonrió. La tomó entre sus brazos y la cargo como a una niña, dieron vueltas mientras reía y cayeron sobre la cama, él encima de ella y se entregó a los labios de su amada.
Entrelazaron sus manos y él las llevó más allá de su cabeza. Abandonó los labios y besó las mejillas y sus labios marcharon rumbo a su nuca. Olió el cuello y fue besándolo. Sintió un escalofrío recorrer su médula, los recuerdos de su siniestro pasado le invadieron. - ¡Dios! ¿Qué sucederá después? Bendícenos no separes nuestras vidas - oró con lágrimas en sus ojos y ocultó su mirada a la de su amada. No podía fastidiar el momento, Chiara lo quería, lo deseaba tanto como él a ella y Ruggero se encargaría de que la primera unión con Chiara se convierta en un gran tesoro a guardar.
- Amor mío liberémonos de las cadenas del futuro, vivamos este presente que Dios nos ha dado - el inquisidor se perdió por unos momentos en los ojos de sus amada, buscó sus labios y los beso.
Llevó sus manos a los hombros, dando un suavemente masaje mientras continuaba besándola, abandonó la boca y dirigió sus labios al hombro derecho, lo desnudó y lo besó. Hizo una pausa para mirar los ojos de su amada, como si buscara inspiración y repitió lo mismo con el hombro izquierdo.
Pudo sentir la revolución de sensaciones de Chiara y él se unió a ellas, imitándola de forma natural, pasó su mano por su espalda en un abrazo y la alzó formando un arco en ella. Los labios de Ruggero viajaron al trapecio y pronto al escote, las manos de Ruggero generaron un jaloncito y el vestido prolongo el escote dando más libertad al beso que buscaba los pecho.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
La tomó en sus brazos y la hizo girar, ella se aferró a su cuello y dio algunos grititos de alegría y emoción como cuando era pequeña y su padre ha hacía volar. Escondió su rostro en el cuello de él y se perdió en el aroma de su piel.
Fueron a parar al lecho y ella quedó aprisionada entre su amado y las sabanas, lo buscó con los ojos, risueña todavía por el juego y excitada por lo que estaban a punto de comenzar, se besaron y entrelazaron sus manos, el las llevó sobre sus cabezas inmovilizándola, tomando el control de la situación. Chiara tuvo una sensación de miedo, de saberse al borde de un acantilado, ese momento previó a realizar el paso que te hundirá para siempre en ese océano, - su océano – pensó mientras observaba aquellos ojos azules. Sintió sus besos, la respiración acelerada de él mezclada con la suya. El vestido, le molestaba, quería sentir el roce del cuerpo él contra el suyo. Comenzó a besarla por el cuello, detrás de su oreja, podía sentir una corriente eléctrica que se disparaba con cada beso y caricias que Ruggero le daba, recorriendo su cuerpo hacia sus pezones y a su vientre, ella no podía resistirse, lanzaba pequeños gritos y jadeos, - oh Dios, siento que me volveré loca – caviló mientras cerraba sus ojos y despegaba su espalada de las sabanas para acercar su torso al de Ruggero.
Le escuchó decir en su oído - Amor mío liberémonos de las cadenas del futuro, vivamos este presente que Dios nos ha dado – y su mente en vez de olvidar que ese podía ser el primero y único momento juntos, le llenó de angustia el alma. Intentó soltar sus manos, acunar su rostro y decirle que nada malo les pasaría, que él no debía temer, que ella estaría a su lado toda la vida y si después de ésta había alguna forma de estar a su lado, ella lo intentaría. Las manos de su amado no le permitieron acariciarlo y aquella frustración se tradujo en lágrimas que descendían al lecho mojando aquellas sabanas nupciales. Cuando él la miró le sonrió y quiso ocultarle su tristeza encerrándolas en el fondo de su corazón. La besó, con esa pasión que los estaba desbordando.
Las manos de Ruggero, se deslizaron, liberando las suyas acariciando sus muñecas, sus brazos hasta llegar a sus hombros, ella bajó los brazos también y sintió el suave masaje que él le ofrecía, sus labios dejaron los de ella y se fueron deslizando hasta su hombro derecho y con su mano lo desnudó dejando a su boca el camino para besar cada parte de su piel, lo mismo hizo con su hombro izquierdo luego de que volviera a mirarla y a pedir con ese gesto el consentimiento para seguir explorándola. Ella cerró los ojos y se mojó los labios secos por la excitación, con su lengua, sin tener conciencia de que ese gesto podía ser demasiado sexual y provocador.
Cuando sintió el brazo de él recorrer su espalda, acercando su pecho a los labios de su amado, ella se arqueó, tirando el cuello y cabeza hacia atrás, el escote del vestido presionaba hacia abajo y sus pechos se movieron peligrosamente quedando casi expuestos. Sintió el leve tirón en la espalda sobre el vestido, que provocó que los lazos que lo sostenían se desbarataran, sus senos quedaron a la vista. Se ruborizó, nadie había visto alguna vez su desnudez y no supo si eran lo suficientemente bellos para agradar a su amado, Instintivamente los cubrió con sus manos y buscó sus ojos, asustada.
Fueron a parar al lecho y ella quedó aprisionada entre su amado y las sabanas, lo buscó con los ojos, risueña todavía por el juego y excitada por lo que estaban a punto de comenzar, se besaron y entrelazaron sus manos, el las llevó sobre sus cabezas inmovilizándola, tomando el control de la situación. Chiara tuvo una sensación de miedo, de saberse al borde de un acantilado, ese momento previó a realizar el paso que te hundirá para siempre en ese océano, - su océano – pensó mientras observaba aquellos ojos azules. Sintió sus besos, la respiración acelerada de él mezclada con la suya. El vestido, le molestaba, quería sentir el roce del cuerpo él contra el suyo. Comenzó a besarla por el cuello, detrás de su oreja, podía sentir una corriente eléctrica que se disparaba con cada beso y caricias que Ruggero le daba, recorriendo su cuerpo hacia sus pezones y a su vientre, ella no podía resistirse, lanzaba pequeños gritos y jadeos, - oh Dios, siento que me volveré loca – caviló mientras cerraba sus ojos y despegaba su espalada de las sabanas para acercar su torso al de Ruggero.
Le escuchó decir en su oído - Amor mío liberémonos de las cadenas del futuro, vivamos este presente que Dios nos ha dado – y su mente en vez de olvidar que ese podía ser el primero y único momento juntos, le llenó de angustia el alma. Intentó soltar sus manos, acunar su rostro y decirle que nada malo les pasaría, que él no debía temer, que ella estaría a su lado toda la vida y si después de ésta había alguna forma de estar a su lado, ella lo intentaría. Las manos de su amado no le permitieron acariciarlo y aquella frustración se tradujo en lágrimas que descendían al lecho mojando aquellas sabanas nupciales. Cuando él la miró le sonrió y quiso ocultarle su tristeza encerrándolas en el fondo de su corazón. La besó, con esa pasión que los estaba desbordando.
Las manos de Ruggero, se deslizaron, liberando las suyas acariciando sus muñecas, sus brazos hasta llegar a sus hombros, ella bajó los brazos también y sintió el suave masaje que él le ofrecía, sus labios dejaron los de ella y se fueron deslizando hasta su hombro derecho y con su mano lo desnudó dejando a su boca el camino para besar cada parte de su piel, lo mismo hizo con su hombro izquierdo luego de que volviera a mirarla y a pedir con ese gesto el consentimiento para seguir explorándola. Ella cerró los ojos y se mojó los labios secos por la excitación, con su lengua, sin tener conciencia de que ese gesto podía ser demasiado sexual y provocador.
Cuando sintió el brazo de él recorrer su espalda, acercando su pecho a los labios de su amado, ella se arqueó, tirando el cuello y cabeza hacia atrás, el escote del vestido presionaba hacia abajo y sus pechos se movieron peligrosamente quedando casi expuestos. Sintió el leve tirón en la espalda sobre el vestido, que provocó que los lazos que lo sostenían se desbarataran, sus senos quedaron a la vista. Se ruborizó, nadie había visto alguna vez su desnudez y no supo si eran lo suficientemente bellos para agradar a su amado, Instintivamente los cubrió con sus manos y buscó sus ojos, asustada.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
El gesto de Chiara, la inocencia reflejada en el pudor causado por sus pechos desnudos. El rubor en sus mejillas y sus ojos asustados, hicieron a Ruggero sentirse joven, un crío nervioso y suprimió el llanto que sus ojos querían desbordar. Pero no era un llanto de tristeza, era dicha pura y le sonrió a su amada buscando que en sus labios y en sus ojos encontrara la confianza que el amor de Ruggero pretendía brindar.
Le tomó una mano y sintió la resistencia natural de Chiara, Ruggero le dedicó una mirada inocente, la contemplaba como un adulto contempla a un pequeña y linda niña. Y tomó con ambas manos la mano y la besó, el brazo izquierdo de su amada cubrió lo que su mano abandonó. El inquisidor ladeó un poco la cabeza y se apartó de ella. Pero no para irse de su lado, no, sus ojos descendieron por la falda y se posaron en los chapines de su amada. Se los fue quitando con delicadeza, sin abandonar su mirada en los pies enguantados que se mostraban.
Acomodados en el suelo los chapines fueron testigos de la caricia que la mano de Ruggero ejercía sobre las torneadas pantorrillas de su amada, les dedicó un cariñoso beso esperando que el beso atravesará las medias color celeste. No subió más arriba, no la creía lista y abandonó las piernas antes que el pudor de Chiara lo expulsara de allí. Ruggero también se despojó de sus botas.
Cuando sus ojos se volvieron a encontrar, Ruggero le volvió a sonreír como lo hiciera antes, ya estaba sentada pero seguía cubriendo sus hermosos pechos con su brazo y con la mano derecha puesta en el regazo. Cogió su mano y la enlazó con la suya, la besó y después la liberó y se levantó acercando su cuerpo al de ella, reacciono en forma de tensión, o al menos eso le pareció a Ruggero. La tomó en un abrazo y cargándola ligeramente la recostó nuevamente y le dio un fugaz beso en los labios.
El inquisidor se recostó a un lado suyo y le acarició los delgados brazos. - Tu belleza no tiene comparación a nada, Dios es el único ser perfecto, pero al veros a veces pienso que eso es una mentira... mi dulce Chiara, amor mío vuestro cuerpo es hermoso. No tengas miedo a no creerte bella. Porque no es así - y Ruggero acercó su cuerpo al de ella y besó uno de sus hombros, la abrazó y besó su cuello y después los labios, se intensificó en la boca y dejaron los costados para que él estuviera de nuevo encima de ella, abandonó los labios y besó la barbilla de su amada y la miró a los ojos fijamente. - Libera la belleza que vuestro brazo izquierdo intenta ocultar -.
Le tomó una mano y sintió la resistencia natural de Chiara, Ruggero le dedicó una mirada inocente, la contemplaba como un adulto contempla a un pequeña y linda niña. Y tomó con ambas manos la mano y la besó, el brazo izquierdo de su amada cubrió lo que su mano abandonó. El inquisidor ladeó un poco la cabeza y se apartó de ella. Pero no para irse de su lado, no, sus ojos descendieron por la falda y se posaron en los chapines de su amada. Se los fue quitando con delicadeza, sin abandonar su mirada en los pies enguantados que se mostraban.
Acomodados en el suelo los chapines fueron testigos de la caricia que la mano de Ruggero ejercía sobre las torneadas pantorrillas de su amada, les dedicó un cariñoso beso esperando que el beso atravesará las medias color celeste. No subió más arriba, no la creía lista y abandonó las piernas antes que el pudor de Chiara lo expulsara de allí. Ruggero también se despojó de sus botas.
Cuando sus ojos se volvieron a encontrar, Ruggero le volvió a sonreír como lo hiciera antes, ya estaba sentada pero seguía cubriendo sus hermosos pechos con su brazo y con la mano derecha puesta en el regazo. Cogió su mano y la enlazó con la suya, la besó y después la liberó y se levantó acercando su cuerpo al de ella, reacciono en forma de tensión, o al menos eso le pareció a Ruggero. La tomó en un abrazo y cargándola ligeramente la recostó nuevamente y le dio un fugaz beso en los labios.
El inquisidor se recostó a un lado suyo y le acarició los delgados brazos. - Tu belleza no tiene comparación a nada, Dios es el único ser perfecto, pero al veros a veces pienso que eso es una mentira... mi dulce Chiara, amor mío vuestro cuerpo es hermoso. No tengas miedo a no creerte bella. Porque no es así - y Ruggero acercó su cuerpo al de ella y besó uno de sus hombros, la abrazó y besó su cuello y después los labios, se intensificó en la boca y dejaron los costados para que él estuviera de nuevo encima de ella, abandonó los labios y besó la barbilla de su amada y la miró a los ojos fijamente. - Libera la belleza que vuestro brazo izquierdo intenta ocultar -.
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
La sonrisa que él le dedicó al ver su actitud infantil, la desarmó, pero aun así mantuvo firme su brazo sobre sus pechos ocultando apenas la redondez de estos y sus pequeños y rosados pezones. Ella muchas veces se había pasado minutos luego del baño observando la forma de éstos y pensando que tal vez los de su prima, su hermana eran más generosos y desarrollados que los de ella. Volvió a ruborizarse cuando él le tomó su mano derecha, sin querer trató de soltar el contacto, necesitaba su mano para ocultarse de su amado, - Ruggero ha tenido mujeres más hermosas que una simple chica como yo – pensó mientras un nudo en la garganta no le dejaba respirar. Se la sostuvo y la besó dulcemente como si en ese gesto le estuviera pidiendo perdón y permiso a la vez.
Lo vio levantarse y el llanto no se hizo esperar – mira lo que has hecho – se reprochó – mañana se ira, y tú has arruinado este momento por un pudor infantil y tonto – sus pensamientos le nublaban el entendimiento, estiró una de sus manos y tocó el cabello de él – no te vayas, no me dejes –susurró entre sollozos. Entonces comprendió lo que en realidad estaba haciendo, lo sintió tocarle los tobillos, sacarle sus chapines, cual si fuera aun una niña. Luego la acarició por la pierna besando sus pantorrillas. Ella se sonrió entre sus sollozos que aún le hacían respirar con dificultad, no quería comportarse como una niña pero al final eso estaba haciendo.
Ruggero se quitó sus botas que cayeron al piso y luego acomodo al lado de los chapines, lo vio girarse, ella se había sentado en la cama para ver que estaba haciendo y allí se quedó todo aquel tiempo, con su brazo ocultándose y su otra mano en su regazo, cuando volvió a mirarla y acercarse, besó su mano, lo vio acercarse nuevamente y se envaró, abriendo sus ojos y buscando desesperada en aquellos azules esa esencia que la calmaban. Entonces él, la rodeó por la cintura con uno de sus fuertes brazos y subiendo al lecho la acomodó nuevamente deslizando en sus labios un suave beso como el aletear de una mariposa, toda su piel tembló como si en verdad hubiera besado su cuerpo entero.
Él se colocó a su lado, le acarició con sus dedos sus brazos y la miró a los ojos. Le hablo con una voz dulce pero profunda, le dijo que ella era un ser bello y que no debía pensar que no lo era, -…mi dulce Chiara, amor mío vuestro cuerpo es hermoso. No tengas miedo a no creerte bella. Porque no es así – sus palabras resonaron en su cabeza pero aquel miedo seguía invadiendo sus pensamientos, entonces volvió a besarla por los hombros, el cuello, y en ella el ardor que experimentara al principio, cubrió su cuerpo, todo su ser deseaba corresponder a las caricias, a los besos apremiantes, quería soltar sus pechos y enredar sus manos en el cabello de él.
Ruggero se había colocado nuevamente sobre ella y la aprisionaba, sus piernas entre medio de las de él, los brazos masculinos en un ángulo de 90 grados la tomaban con las manos por los brazos, en los costados y sus labios seguían besándola apasionadamente. El beso en su mentón y aquella mirada la hicieron caer en esas aguas que tanto poder tenían sobre su voluntad. - Libera la belleza que vuestro brazo izquierdo intenta ocultar – apenas escuchó esa orden, ese pedido, ella obedeció soltó la presión que ejercía en sus senos, estos quedaron liberados, blancos de aureola pequeña, pezones duros y enhiestos, llevó sus manos a los hombros de él y luego dejó que la contemplara sin tapujos, él era su dueño, tenía derecho de explorarla, de enseñarle, de ayudarla a ser una mujer – no - pensó – su mujer – le sonrió tímidamente y beso esos labios antes que estos partieran a conquistar sus vírgenes formas.
Lo vio levantarse y el llanto no se hizo esperar – mira lo que has hecho – se reprochó – mañana se ira, y tú has arruinado este momento por un pudor infantil y tonto – sus pensamientos le nublaban el entendimiento, estiró una de sus manos y tocó el cabello de él – no te vayas, no me dejes –susurró entre sollozos. Entonces comprendió lo que en realidad estaba haciendo, lo sintió tocarle los tobillos, sacarle sus chapines, cual si fuera aun una niña. Luego la acarició por la pierna besando sus pantorrillas. Ella se sonrió entre sus sollozos que aún le hacían respirar con dificultad, no quería comportarse como una niña pero al final eso estaba haciendo.
Ruggero se quitó sus botas que cayeron al piso y luego acomodo al lado de los chapines, lo vio girarse, ella se había sentado en la cama para ver que estaba haciendo y allí se quedó todo aquel tiempo, con su brazo ocultándose y su otra mano en su regazo, cuando volvió a mirarla y acercarse, besó su mano, lo vio acercarse nuevamente y se envaró, abriendo sus ojos y buscando desesperada en aquellos azules esa esencia que la calmaban. Entonces él, la rodeó por la cintura con uno de sus fuertes brazos y subiendo al lecho la acomodó nuevamente deslizando en sus labios un suave beso como el aletear de una mariposa, toda su piel tembló como si en verdad hubiera besado su cuerpo entero.
Él se colocó a su lado, le acarició con sus dedos sus brazos y la miró a los ojos. Le hablo con una voz dulce pero profunda, le dijo que ella era un ser bello y que no debía pensar que no lo era, -…mi dulce Chiara, amor mío vuestro cuerpo es hermoso. No tengas miedo a no creerte bella. Porque no es así – sus palabras resonaron en su cabeza pero aquel miedo seguía invadiendo sus pensamientos, entonces volvió a besarla por los hombros, el cuello, y en ella el ardor que experimentara al principio, cubrió su cuerpo, todo su ser deseaba corresponder a las caricias, a los besos apremiantes, quería soltar sus pechos y enredar sus manos en el cabello de él.
Ruggero se había colocado nuevamente sobre ella y la aprisionaba, sus piernas entre medio de las de él, los brazos masculinos en un ángulo de 90 grados la tomaban con las manos por los brazos, en los costados y sus labios seguían besándola apasionadamente. El beso en su mentón y aquella mirada la hicieron caer en esas aguas que tanto poder tenían sobre su voluntad. - Libera la belleza que vuestro brazo izquierdo intenta ocultar – apenas escuchó esa orden, ese pedido, ella obedeció soltó la presión que ejercía en sus senos, estos quedaron liberados, blancos de aureola pequeña, pezones duros y enhiestos, llevó sus manos a los hombros de él y luego dejó que la contemplara sin tapujos, él era su dueño, tenía derecho de explorarla, de enseñarle, de ayudarla a ser una mujer – no - pensó – su mujer – le sonrió tímidamente y beso esos labios antes que estos partieran a conquistar sus vírgenes formas.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Su amada al fin dejó sus pechos libres a los ojos de Ruggero, el inquisidor los contempló fascinado. Llevó una de sus manos a uno de ellos, acariciándolos con suavidad, con sus yemas, como si se tratará de una escultura de cristal, frágil y sin embargo rebosante de hermosura. Sintió un espasmo en el cuerpo de Chiara. - La belleza que ocultaba vuestro brazo, nada es comparable a lo que la naturaleza pueda otorgar - digo y besó el seno izquierdo que estaba libre. Apretujó suavemente el otro y aprisionó el pezón izquierdo con la boca, lo besaba y dejaba a la lengua jugar con éste.
Ruggero abandonó el pecho y se movió de tal forma que la pierna derecha de Chiara quedaba libre, siguiendo la izquierda encerrada entre las piernas de Ruggero. La besó en los labios, buscó el cuello con sus labios y fue descendiendo nuevamente a los senos de su amada mientras con la mano izquierda la tomaba del cuello y la derecha buscaba entre las amplias faldas la pierna derecha aún enguantada.
No fue algo sencillo pero cuando Ruggero logró hacer contacto, echó la falda hacía arriba e introdujo su mano a la pierna, acariciando la superficie que era la media. Su mano alcanzó la pantorrilla y la orilló a alzar su pierna formando un arco perpendicular de casi 90°.
Se dejó llevar por el placer que el cuerpo de Chiara brindaba, de su piel ardiente, la música que los labios de su amada recitaban, los jadeos y el sudor que nacía en ambas pieles. - ¿Estarás lista amor mío? - pensó y abandonó los senos, sus manos corrieron a su espalda y fue desabrochando el vestido, vigilando en todo momento los gestos de su amada para detenerse en el momento en el que ella se lo pidiera, después de todo lo siguiente que Chiara mostraría sería su ropa íntima, y más tarde la desnudez entera.
Como si de una cáscara se tratase el vestido dejó ver la desnudez de la cintura para arriba, el inquisidor decidió no avanzar más, pues dejaría que Chiara le diera una especie de señal para desnudarle por completo o esperar a que su instinto lo hiciera. Lo que sí hizo fue ver la cruz de rubí en el desnudo pecho de su amada. Lo tentó con sus manos y lo vio como un enamorado, algunas lágrimas rebeldes se le escaparon. - Te amo, ¿cuánto es el amor que siento por ti mi amada Chiara? Nadie puede saberlo y quién ose afirmarlo seguro no sabe lo que es realmente el amor - y entonces Ruggero se aflojó el cinto y tomó a Chiara nuevamente en brazos, sus cuerpos se juntaron y la besó con pasión. Acarició la espalda, explorándola y se dejó caer en la cama en un movimiento que hizo que Chiara quedara encima de él.
Ruggero abandonó el pecho y se movió de tal forma que la pierna derecha de Chiara quedaba libre, siguiendo la izquierda encerrada entre las piernas de Ruggero. La besó en los labios, buscó el cuello con sus labios y fue descendiendo nuevamente a los senos de su amada mientras con la mano izquierda la tomaba del cuello y la derecha buscaba entre las amplias faldas la pierna derecha aún enguantada.
No fue algo sencillo pero cuando Ruggero logró hacer contacto, echó la falda hacía arriba e introdujo su mano a la pierna, acariciando la superficie que era la media. Su mano alcanzó la pantorrilla y la orilló a alzar su pierna formando un arco perpendicular de casi 90°.
Se dejó llevar por el placer que el cuerpo de Chiara brindaba, de su piel ardiente, la música que los labios de su amada recitaban, los jadeos y el sudor que nacía en ambas pieles. - ¿Estarás lista amor mío? - pensó y abandonó los senos, sus manos corrieron a su espalda y fue desabrochando el vestido, vigilando en todo momento los gestos de su amada para detenerse en el momento en el que ella se lo pidiera, después de todo lo siguiente que Chiara mostraría sería su ropa íntima, y más tarde la desnudez entera.
Como si de una cáscara se tratase el vestido dejó ver la desnudez de la cintura para arriba, el inquisidor decidió no avanzar más, pues dejaría que Chiara le diera una especie de señal para desnudarle por completo o esperar a que su instinto lo hiciera. Lo que sí hizo fue ver la cruz de rubí en el desnudo pecho de su amada. Lo tentó con sus manos y lo vio como un enamorado, algunas lágrimas rebeldes se le escaparon. - Te amo, ¿cuánto es el amor que siento por ti mi amada Chiara? Nadie puede saberlo y quién ose afirmarlo seguro no sabe lo que es realmente el amor - y entonces Ruggero se aflojó el cinto y tomó a Chiara nuevamente en brazos, sus cuerpos se juntaron y la besó con pasión. Acarició la espalda, explorándola y se dejó caer en la cama en un movimiento que hizo que Chiara quedara encima de él.
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Sitió la caricia de aquella mano amada en su níveo seno, y su beso en el Izquierdo, sus labios aprisionando el pezón, como algún día lo haría un hijo de aquel hombre. Pero su mente no quería pensar en posibilidades que estaban fuera de las cortas horas que restaban para esa despedida inminente, ella no deseaba pensar en el futuro hoy que se veía el horizonte en poder de la noche. En esos momentos solo deseaba fundir su cuerpo y su alma con el ser que amaba. Tembló a sentir la lengua de Ruggero jugar con su pezón, mordió sus labios y pretendió contener un grito que se ahogaba en la garganta, sus manos instintivamente se enterraron en el cabello de él apretando la cabeza a su pecho y profundizando las sensaciones. La Boca de él emanaba un calor que le parecía deliciosamente torturador y cuando abandonó su pecho ella emitió un bufido de protesta, que fue acallado por los besos que venía a ofrecerle.
Se movió y liberó su pierna derecha, en un instante, él comenzó a explorarla, levantando el borde de su vestido, dejándola descubierta, lo miró a los ojos, él esperaba una señal, lo intuía en sus ojos que la miraban de una forma diferentes aunque velados por la pasión. Ella sabía que su mirada también estaba cargada de deseos, de pasión. La mano de él recorrió su camino hasta llegar al borde de las medias, solo debía desabotonar la unión y se las quitaría. Con delicadeza levantó su pierna y ella sin pensarlo la acomodó en la cadera de él, acercando aún más su pelvis a la de Ruggero, sus manos se deslizaron desde el pecho de su amante hasta su nuca y de allí a sus cabellos y su espalda, atrayendo, arañando, y temblando por todas esas sensaciones nuevas.
Sintió como con su brazo la soliviantaba en la espalda para desabotonar el vestido y podérselo quitar, veía esos ojos atentos a los suyos, ella se arqueaba, se acercaba a sus labios y hundía su cabeza en el cuello de Ruggero, sus instintos la estaban dominando, ese animal que todos llevan dentro se fortalecía con cada caricia y Chiara era menos consiente de los movimientos que hacía, beso con desesperación esos labios, ese cuello e imitando lo que él había hecho con su pezón le lamió el cuello y el lóbulo de su oreja, jadeo en su oído - por favor - ella no sabía muy bien que era lo que pedía, pero si sabía que lo necesitaba. Volvió a recostarse y a mirar como su amado la contemplaba, los dedos de él tocaron la cruz de Rubí que él le había regalado, - nunca me desprenderé de ella, tus manos, tu amor están en ella, solo muerta me la sacaran – dijo mientras con su dedos acariciaba los de él - Te amo, ¿cuánto es el amor que siento por ti mi amada Chiara? Nadie puede saberlo y quién ose afirmarlo seguro no sabe lo que es realmente el amor. – Aquellas palabras para ella eran como la declaración de los votos matrimoniales. Sintió que no necesitaba de la bendición de un religioso para que se sintieran unidos en Santo Matrimonio. Contemplo esas lágrimas de su amado, cayendo a su pecho, y sus propias lágrimas se desbordaron, no deseaba que sufriera, no con ella, no por ella.
Ella observó como él continuaba desvistiéndose, no tuvo miedo, si curiosidad, si deseo de contemplarlo como una mujer a su amante, a su esposo, sintió como la elevaba en sus brazos y girando quedó sobre él, a horcajadas, ahora lo mantenía aprisionado. Sus manos acariciaron ese pecho desnudo, la cicatriz y el cuello de su amado. Se inclinó para buscar sus labios y sus pezones rozaron el torso de Ruggero, la sensación fue un golpe eléctrico que provocó en ella como si su interior se diluyera, no lo entendía, – por favor, que es esto que experimento – pensó mientras se ruborizaba y ocultaba su rostro en el cuello de su amado, pegando su pecho al suyo y apretando sus caderas, - solo él puede explicarme y no… no puedo preguntárselo – caviló mientras lo miraba esperando que él prosiguiera y la liberara de esos temores e incertidumbres.
Se movió y liberó su pierna derecha, en un instante, él comenzó a explorarla, levantando el borde de su vestido, dejándola descubierta, lo miró a los ojos, él esperaba una señal, lo intuía en sus ojos que la miraban de una forma diferentes aunque velados por la pasión. Ella sabía que su mirada también estaba cargada de deseos, de pasión. La mano de él recorrió su camino hasta llegar al borde de las medias, solo debía desabotonar la unión y se las quitaría. Con delicadeza levantó su pierna y ella sin pensarlo la acomodó en la cadera de él, acercando aún más su pelvis a la de Ruggero, sus manos se deslizaron desde el pecho de su amante hasta su nuca y de allí a sus cabellos y su espalda, atrayendo, arañando, y temblando por todas esas sensaciones nuevas.
Sintió como con su brazo la soliviantaba en la espalda para desabotonar el vestido y podérselo quitar, veía esos ojos atentos a los suyos, ella se arqueaba, se acercaba a sus labios y hundía su cabeza en el cuello de Ruggero, sus instintos la estaban dominando, ese animal que todos llevan dentro se fortalecía con cada caricia y Chiara era menos consiente de los movimientos que hacía, beso con desesperación esos labios, ese cuello e imitando lo que él había hecho con su pezón le lamió el cuello y el lóbulo de su oreja, jadeo en su oído - por favor - ella no sabía muy bien que era lo que pedía, pero si sabía que lo necesitaba. Volvió a recostarse y a mirar como su amado la contemplaba, los dedos de él tocaron la cruz de Rubí que él le había regalado, - nunca me desprenderé de ella, tus manos, tu amor están en ella, solo muerta me la sacaran – dijo mientras con su dedos acariciaba los de él - Te amo, ¿cuánto es el amor que siento por ti mi amada Chiara? Nadie puede saberlo y quién ose afirmarlo seguro no sabe lo que es realmente el amor. – Aquellas palabras para ella eran como la declaración de los votos matrimoniales. Sintió que no necesitaba de la bendición de un religioso para que se sintieran unidos en Santo Matrimonio. Contemplo esas lágrimas de su amado, cayendo a su pecho, y sus propias lágrimas se desbordaron, no deseaba que sufriera, no con ella, no por ella.
Ella observó como él continuaba desvistiéndose, no tuvo miedo, si curiosidad, si deseo de contemplarlo como una mujer a su amante, a su esposo, sintió como la elevaba en sus brazos y girando quedó sobre él, a horcajadas, ahora lo mantenía aprisionado. Sus manos acariciaron ese pecho desnudo, la cicatriz y el cuello de su amado. Se inclinó para buscar sus labios y sus pezones rozaron el torso de Ruggero, la sensación fue un golpe eléctrico que provocó en ella como si su interior se diluyera, no lo entendía, – por favor, que es esto que experimento – pensó mientras se ruborizaba y ocultaba su rostro en el cuello de su amado, pegando su pecho al suyo y apretando sus caderas, - solo él puede explicarme y no… no puedo preguntárselo – caviló mientras lo miraba esperando que él prosiguiera y la liberara de esos temores e incertidumbres.
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Las manos de Chiara acariciaron el pecho desnudo de Ruggero, la cicatriz y el cuello. Buscó los labios de su amado y ambos cuerpos semi-desnudos rozaron. Y su amada se ruborizó, ocultando su rostro en el cuello de Ruggero, pegando su pecho, con presión y sus caderas apretaron el cuerpo del inquisidor. Nuevamente había caído en el temor y nuevamente Ruggero la miraba con ternura, acarició la espalda con sus yemas, apenas haciendo contacto, escondió su rostro en el cabello dorado de ella y respiró, la fragancia llenó los pulmones de éxtasis.
Ruggero alzo el cuerpo de su amada ligeramente y volvió a besar los senos, ambos, alternándose mientras ambas manos se abrían hueco por entre las faldas y acariciaban de la pantorrilla a los muslos, desabotonó la unión de las medias e introdujo las palmas dentro de éstas, las fue removiendo acompañándolas de caricias mientras los labios iban de un lado a otro en el pecho de su amada. Y las manos de Ruggero se detuvieron cuando las medias llegaron a las rodillas y no avanzaron más.
Un nuevo abrazo recorrió la espalda desnuda de Chiara, el rostro de Ruggero se oprimió a los senos de su amada, liberando la lengua sobre el canalillo y en ese juego de pasión volvieron a girar, Ruggero volvió a estar sobre ella, abandonó los senos, pero no la piel y sus besos bajaron al torso y lentamente buscaban lo que la falda ocultaban.
Las manos bajaron a las piernas y las medias abandonaron las piernas. Ahora sólo la falda resguardaba la desnudez. El inquisidor fue removiendo la falda conforme sus besos llegaban a la cintura, llegó a la ropa interior y sus dedos jugaron con la prenda. Fue entonces que Ruggero finalmente la contempló casi desnuda, la figura torneada de su amada lo enamoró aún más, que hermosa era, toda una diosa y esa mirada inocente, de temor, no a Ruggero, sino a la revolución de sensaciones que tenía en esos momentos.
Ruggero se alejó un poco del ansiado cuerpo y se sentó, se despojó no solamente de su pantalón, sino también de su ropa interior mostrando su total desnudez, inclusive esa garra en su pierna derecha, que aún tenía un color rosado. Dio media vuelta mirando a Chiara, dejando que contemplara lo que mi ropa ocultaba entre la entre pierna, el miembro del inquisidor ya estaba erecto y ardía en deseos. La figura de Chiara excitaba cada vez más al inquisidor y la postura que había adoptado Ruggero hacía que Chiara contemplara sin tapujos lo que pronto sería suyo, lo que pronto estaría dentro de ella y que los uniría.
De nuevo Ruggero buscó el cuerpo de Chiara e introdujo una de sus manos dentro de su ropa interior, acariciando el clítoris y los labios vaginales, mientras con la otra tomaba la mano de su amada y la llevaba al erecto pene, la primera sensación electrificó la piel del inquisidor, el pudor de Chiara hizo que retirara su mano del miembro de Ruggero, pero no expulsó la mano que exploraba la zona vaginal.
Y Ruggero la volvió a recostar, tomó la ropa interior de su amada y la desnudo por completo. El jardín que rodeaba la vagina de su amada le llamó la atención de Ruggero, acarició superficialmente los labios vaginales y luego el clítoris. Después se recostó sobre ella y la besó en la boca, su respiración se hizo una con ella y la saliva de su amada invadió la boca de Ruggero, y el inquisidor siguió explorando la vagina, en caricias y en diversos momentos introduciendo su indice y medio dentro de ella.
Ruggero alzo el cuerpo de su amada ligeramente y volvió a besar los senos, ambos, alternándose mientras ambas manos se abrían hueco por entre las faldas y acariciaban de la pantorrilla a los muslos, desabotonó la unión de las medias e introdujo las palmas dentro de éstas, las fue removiendo acompañándolas de caricias mientras los labios iban de un lado a otro en el pecho de su amada. Y las manos de Ruggero se detuvieron cuando las medias llegaron a las rodillas y no avanzaron más.
Un nuevo abrazo recorrió la espalda desnuda de Chiara, el rostro de Ruggero se oprimió a los senos de su amada, liberando la lengua sobre el canalillo y en ese juego de pasión volvieron a girar, Ruggero volvió a estar sobre ella, abandonó los senos, pero no la piel y sus besos bajaron al torso y lentamente buscaban lo que la falda ocultaban.
Las manos bajaron a las piernas y las medias abandonaron las piernas. Ahora sólo la falda resguardaba la desnudez. El inquisidor fue removiendo la falda conforme sus besos llegaban a la cintura, llegó a la ropa interior y sus dedos jugaron con la prenda. Fue entonces que Ruggero finalmente la contempló casi desnuda, la figura torneada de su amada lo enamoró aún más, que hermosa era, toda una diosa y esa mirada inocente, de temor, no a Ruggero, sino a la revolución de sensaciones que tenía en esos momentos.
Ruggero se alejó un poco del ansiado cuerpo y se sentó, se despojó no solamente de su pantalón, sino también de su ropa interior mostrando su total desnudez, inclusive esa garra en su pierna derecha, que aún tenía un color rosado. Dio media vuelta mirando a Chiara, dejando que contemplara lo que mi ropa ocultaba entre la entre pierna, el miembro del inquisidor ya estaba erecto y ardía en deseos. La figura de Chiara excitaba cada vez más al inquisidor y la postura que había adoptado Ruggero hacía que Chiara contemplara sin tapujos lo que pronto sería suyo, lo que pronto estaría dentro de ella y que los uniría.
De nuevo Ruggero buscó el cuerpo de Chiara e introdujo una de sus manos dentro de su ropa interior, acariciando el clítoris y los labios vaginales, mientras con la otra tomaba la mano de su amada y la llevaba al erecto pene, la primera sensación electrificó la piel del inquisidor, el pudor de Chiara hizo que retirara su mano del miembro de Ruggero, pero no expulsó la mano que exploraba la zona vaginal.
Y Ruggero la volvió a recostar, tomó la ropa interior de su amada y la desnudo por completo. El jardín que rodeaba la vagina de su amada le llamó la atención de Ruggero, acarició superficialmente los labios vaginales y luego el clítoris. Después se recostó sobre ella y la besó en la boca, su respiración se hizo una con ella y la saliva de su amada invadió la boca de Ruggero, y el inquisidor siguió explorando la vagina, en caricias y en diversos momentos introduciendo su indice y medio dentro de ella.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Él la había abrazado y contenido, había podido sentir como respiraba su perfume y ella rodeó con sus brazos el cuello y la espalda de su amado cuando éste se incorporó, quedando los dos sentados, ella sobre las caderas de él y contemplándolo, acarició sus cabellos, ese mecho que siempre le caía en su cara, aquel que la noche en que se conocieron ella quería acomodar tras su oreja, se sonrió y así lo hizo, con su mano adaptó aquel mechón, que en un segundo volvió a caer en el rostro de su amado. Él la miró con una pasión que le cortó el aire, sintió que le acariciaba la espalda y que sus manos se dirigían a sus piernas, estaba por decir algo cuando sintió el calor de la respiración de Ruggero en sus pechos, aquellos labios se cerraron sobre un pezón y luego sobre el otro, haciendo que la concentración de los pensamientos de Chiara se pusiera en esa danza entre las caricias de la boca de su amado y sus pechos. Ella tiró la cabeza hacia atrás y levantó sus caderas, buscando acercar sus senos a su amante, ese movimiento le sirvió a él para desprender sus medias y con esas manos expertas deshacerse de ellas sin que Chiara prestara atención a lo que sucedía. Ella con sus ojos cerrados, sus manos en los hombros de él o recorriendo alternativamente los cabellos masculinos y la espalda se dejaba amar. – Si esto es el paraíso no quiero volver nunca más a la realidad – se dijo en un susurro.
Un segundo después él la había girado y se encontraba nuevamente sobre el lecho. El, la siguió besando pero sus besos se dirigieron hacia su abdomen donde ella sintió cosquillas y como una niña comenzó a reír, sentía una sensación extraña, dulce y dolorosa, palpitante entre medio de sus piernas y su rubor en las mejillas iluminaba su rostro, no era solo de vergüenza, sino de lo excitada que estaba, pero eso no lo comprendía aún. Él le sacó el vestido quedando solo con sus calzones de seda bordados que apenas le cubrían la mitad de sus glúteos y un poco más en la parte de adelante. Se sintió cohibida ella hubiera querido usar los de su ajuar, este había quedado en Villa Scotty, pero eso ya no importaba, ahora su esposo estaba a su lado y ésta era su noche de bodas. La contempló casi desnuda y en vez de ocultarse llevó sus manos hacia arriba de su cabeza haciendo que sus pechos se elevaran y llamaran a su amante para seguir aquel juego que tanto la provocaba.
Entonces Ruggero, se incorporó, le dio la espalda, siempre fue una joven curiosa, entonces pues se sentó en la cama con las piernas estiradas los brazos sosteniendo el peso de su torso y el cabello ya suelto en una cascada de risos rubios que ocultaban parte de su espalda. Lo contempló, se estaba sacando el pantalón, y su ropa interior, vio sus glúteos bien formados, pensó en las esculturas de los semidioses que pudo ver en el Palacio Uffizi, en Florencia, inclinó su cabeza para apreciar mejor el claro oscuro de aquel cuerpo. Entonces su amado giró, dejando ver su miembro y ella aunque debería haberse asustado como también de la cicatriz que seguramente un animal el había dejado en una de sus piernas, solo lo contempló, con cariño, con amor, con su corazón en la garganta. Se preguntó cómo era posible que la iglesia afirmara que la relación carnal entre hombre y mujer era la puerta al pecado original – no hay nada más bello que el cuerpo del ser amado – dijo en voz baja. Ella ardía en deseos de sentirlo nuevamente cerca de su piel.
Se acercó a ella, acomodándose a su lado, le acaricio con su mano el rostro, su cuello, brazo, seno, ombligo, hasta introducirla debajo de su ropa interior, la acarició, esa mano hizo que ella se recostara y dejara que aquellas sensaciones la invadieran, pero él tenía otras intenciones, con su mano libre, tomo la de Chiara y la llevó a su miembro erecto, la hizo tocarlo, apretarlo y ella hizo fuerza para zafarse, no por pudor, sino por no haberlo experimentado nunca y no saber si podría herirlo, pues al solo roce de sus dedos, él había tirado su cabeza hacia atrás como si le hubiera traspasado una flecha, no comprendía que un hombre podía sentir tantas cosas con una simple caricia. El, no volvió a insistir, aunque a ella le hubiera gustado que le explicara mejor, como darle ese placer sin hacerlo sufrir como parecía que lo estaba haciendo.
La ayudó a recostarse nuevamente y luego le quitó la única prenda que aún le cubría su desnudez, Lo vio observarla, extasiado, como quien contempla una obra de arte o como el que se deleita con una pieza musical. Ruggero volvió a colocarse arriba de ella, sintió cada centímetro del cuerpo de su amado. La boca de él cubrió la suya, su lengua invadió su boca y ella se dejó arrastrar por esa lucha entre la de ella y la de su amado, hundió su lengua en la boca de Ruggero y sintió como él succionaba como había hecho con sus pezones, sintió que se deshacía de sensaciones que recorrían su cuerpo y morían en su vagina, estaba excitada, húmeda, deseosa de algo que aunque lo intuía no quería especular. Entonces sintió una mano recorrer el camino hacia su centro, unos dedos explorar su clítoris, su vulva y buscar la humedad en su interior. Ella gimió, se puso tensa, y quiso huir de ese dedo que la buscaba, miró esos ojos, que tanto amaba, entonces una paz se apoderó de ella, esos ojos le pedían que lo dejara conquistarla, que le permitiera enseñarle a amar, a complacerlo y complacerse, destensó sus caderas abrió un poco más sus piernas para que él introdujera su mano entre ellas y lo abrazó con los labios muy cerca de sus oídos le dijo – amor, ayúdame, tengo miedo, quiero que me poseas, quiero ser tu mujer… ahora – sus palabras se ahogaron al sentir un placer que nunca había experimentado en su vida.
Un segundo después él la había girado y se encontraba nuevamente sobre el lecho. El, la siguió besando pero sus besos se dirigieron hacia su abdomen donde ella sintió cosquillas y como una niña comenzó a reír, sentía una sensación extraña, dulce y dolorosa, palpitante entre medio de sus piernas y su rubor en las mejillas iluminaba su rostro, no era solo de vergüenza, sino de lo excitada que estaba, pero eso no lo comprendía aún. Él le sacó el vestido quedando solo con sus calzones de seda bordados que apenas le cubrían la mitad de sus glúteos y un poco más en la parte de adelante. Se sintió cohibida ella hubiera querido usar los de su ajuar, este había quedado en Villa Scotty, pero eso ya no importaba, ahora su esposo estaba a su lado y ésta era su noche de bodas. La contempló casi desnuda y en vez de ocultarse llevó sus manos hacia arriba de su cabeza haciendo que sus pechos se elevaran y llamaran a su amante para seguir aquel juego que tanto la provocaba.
Entonces Ruggero, se incorporó, le dio la espalda, siempre fue una joven curiosa, entonces pues se sentó en la cama con las piernas estiradas los brazos sosteniendo el peso de su torso y el cabello ya suelto en una cascada de risos rubios que ocultaban parte de su espalda. Lo contempló, se estaba sacando el pantalón, y su ropa interior, vio sus glúteos bien formados, pensó en las esculturas de los semidioses que pudo ver en el Palacio Uffizi, en Florencia, inclinó su cabeza para apreciar mejor el claro oscuro de aquel cuerpo. Entonces su amado giró, dejando ver su miembro y ella aunque debería haberse asustado como también de la cicatriz que seguramente un animal el había dejado en una de sus piernas, solo lo contempló, con cariño, con amor, con su corazón en la garganta. Se preguntó cómo era posible que la iglesia afirmara que la relación carnal entre hombre y mujer era la puerta al pecado original – no hay nada más bello que el cuerpo del ser amado – dijo en voz baja. Ella ardía en deseos de sentirlo nuevamente cerca de su piel.
Se acercó a ella, acomodándose a su lado, le acaricio con su mano el rostro, su cuello, brazo, seno, ombligo, hasta introducirla debajo de su ropa interior, la acarició, esa mano hizo que ella se recostara y dejara que aquellas sensaciones la invadieran, pero él tenía otras intenciones, con su mano libre, tomo la de Chiara y la llevó a su miembro erecto, la hizo tocarlo, apretarlo y ella hizo fuerza para zafarse, no por pudor, sino por no haberlo experimentado nunca y no saber si podría herirlo, pues al solo roce de sus dedos, él había tirado su cabeza hacia atrás como si le hubiera traspasado una flecha, no comprendía que un hombre podía sentir tantas cosas con una simple caricia. El, no volvió a insistir, aunque a ella le hubiera gustado que le explicara mejor, como darle ese placer sin hacerlo sufrir como parecía que lo estaba haciendo.
La ayudó a recostarse nuevamente y luego le quitó la única prenda que aún le cubría su desnudez, Lo vio observarla, extasiado, como quien contempla una obra de arte o como el que se deleita con una pieza musical. Ruggero volvió a colocarse arriba de ella, sintió cada centímetro del cuerpo de su amado. La boca de él cubrió la suya, su lengua invadió su boca y ella se dejó arrastrar por esa lucha entre la de ella y la de su amado, hundió su lengua en la boca de Ruggero y sintió como él succionaba como había hecho con sus pezones, sintió que se deshacía de sensaciones que recorrían su cuerpo y morían en su vagina, estaba excitada, húmeda, deseosa de algo que aunque lo intuía no quería especular. Entonces sintió una mano recorrer el camino hacia su centro, unos dedos explorar su clítoris, su vulva y buscar la humedad en su interior. Ella gimió, se puso tensa, y quiso huir de ese dedo que la buscaba, miró esos ojos, que tanto amaba, entonces una paz se apoderó de ella, esos ojos le pedían que lo dejara conquistarla, que le permitiera enseñarle a amar, a complacerlo y complacerse, destensó sus caderas abrió un poco más sus piernas para que él introdujera su mano entre ellas y lo abrazó con los labios muy cerca de sus oídos le dijo – amor, ayúdame, tengo miedo, quiero que me poseas, quiero ser tu mujer… ahora – sus palabras se ahogaron al sentir un placer que nunca había experimentado en su vida.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Escuchó a su amada gemir y se excitó, vio como su cuerpo se tensó y se resistía al placer que los dedos efectuaban dentro de Chiara. Y su amada luchó contra su pudor, buscó los ojos de Ruggero, aquellos ojos que le provocaban sosiego, la sonrisa tierna que transmitía confianza y ella destensó las caderas y abrió más las piernas facilitando a que Ruggero la amara sin cadenas - amor, ayúdame, tengo miedo, quiero que me poseas, quiero ser tu mujer… ahora - había dicho, en un susurro al oído y el inquisidor abrió los ojos como platos, dos lágrimas se rebelaron y se escaparon de los ojos un temblor sacudió su cuerpo por un segundo y la excitación, sus deseos y pasiones fueron superados por la felicidad de aquella voz inyectada de pasión.
- Amor no hay nada que temer - le dijo con ternura y la besó en la boca de la misma forma. Volvió a tomar la mano y las llevó nuevamente a su miembro, - siéntelo amor, explorarlo por afuera que esto nos unirá, nos hará uno - Ruggero respiró hondo, controlando el placer que la mano delgada generaba en esas caricias tímidas. - Dolerá al principio, pero cuando nos fundamos formando uno solo entraremos en el jardín de los elíseos y desearemos que el momento no termine nunca... te amo mi amada Chiara, amor... Mi esposa adorada -
Ruggero la besó deseoso y sintió el temor de Chiara a flor de piel cuando él mencionó el dolor que la primer penetración causaría. Y Ruggero entonces recordó a Jade, y la primera vez en el que la poseyó. El inquisidor se reprochó por el recuerdo, se sintió pecador por pensar en su antiguo amor, como si hubiera traicionado a Chiara le hubiera sido infiel y quiso llorar por ello. Pero continuó, besándola, acariciando los senos y el clítoris.
Dejó de sentir la mano de su amada en su miembro y entonces él asintió para sí, tomó una postura más cómoda e hizo que el glande rozara el clítoris, la vio estremecerse, ambas partes ardían. Ruggero tomó con una de sus manos su miembro y lo llevó a la vagina, acarició la zona con el glande, explorando los labios vaginales hasta que encontró el orificio vaginal y lo fue penetrando poco a poco.
La vio sufrir, aquellos labios se mordieron en un intento de aliviar el dolor que le causaba. Ruggero siempre se había sentido orgulloso del tamaño de su miembro y ahora al verla, deseo que fuera más pequeño, más delgado. Pensó en abandonar, pero sabía que sería más doloroso para ella si se retiraba, la penetración tenía que concluirse. - Mírame a los ojos, serénate en ellos, no contengas los jadeos, los gemidos... Libera las lágrimas si intentan surgir, lleva tus manos a mi cabello y estrujalo a tómame en un abrazo, si queréis entregarme vuestros labios en un beso, yo os recibiré. Si queréis que continúe decid si queréis que pare no os calléis - volvió a besar sus labios con ternura y jadeó, para que ella notara que no hacía mal en hacerlo.
Retiró el miembro un poco dejando sólo el glande dentro, ardiendo dentro de Chiara y sintió dicha, volvió a entrar despacio y repitió lo mismo dos veces, luego, la mitad de su miembro entró y se entregó a los labios de su amada.
- Amor no hay nada que temer - le dijo con ternura y la besó en la boca de la misma forma. Volvió a tomar la mano y las llevó nuevamente a su miembro, - siéntelo amor, explorarlo por afuera que esto nos unirá, nos hará uno - Ruggero respiró hondo, controlando el placer que la mano delgada generaba en esas caricias tímidas. - Dolerá al principio, pero cuando nos fundamos formando uno solo entraremos en el jardín de los elíseos y desearemos que el momento no termine nunca... te amo mi amada Chiara, amor... Mi esposa adorada -
Ruggero la besó deseoso y sintió el temor de Chiara a flor de piel cuando él mencionó el dolor que la primer penetración causaría. Y Ruggero entonces recordó a Jade, y la primera vez en el que la poseyó. El inquisidor se reprochó por el recuerdo, se sintió pecador por pensar en su antiguo amor, como si hubiera traicionado a Chiara le hubiera sido infiel y quiso llorar por ello. Pero continuó, besándola, acariciando los senos y el clítoris.
Dejó de sentir la mano de su amada en su miembro y entonces él asintió para sí, tomó una postura más cómoda e hizo que el glande rozara el clítoris, la vio estremecerse, ambas partes ardían. Ruggero tomó con una de sus manos su miembro y lo llevó a la vagina, acarició la zona con el glande, explorando los labios vaginales hasta que encontró el orificio vaginal y lo fue penetrando poco a poco.
La vio sufrir, aquellos labios se mordieron en un intento de aliviar el dolor que le causaba. Ruggero siempre se había sentido orgulloso del tamaño de su miembro y ahora al verla, deseo que fuera más pequeño, más delgado. Pensó en abandonar, pero sabía que sería más doloroso para ella si se retiraba, la penetración tenía que concluirse. - Mírame a los ojos, serénate en ellos, no contengas los jadeos, los gemidos... Libera las lágrimas si intentan surgir, lleva tus manos a mi cabello y estrujalo a tómame en un abrazo, si queréis entregarme vuestros labios en un beso, yo os recibiré. Si queréis que continúe decid si queréis que pare no os calléis - volvió a besar sus labios con ternura y jadeó, para que ella notara que no hacía mal en hacerlo.
Retiró el miembro un poco dejando sólo el glande dentro, ardiendo dentro de Chiara y sintió dicha, volvió a entrar despacio y repitió lo mismo dos veces, luego, la mitad de su miembro entró y se entregó a los labios de su amada.
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Lo escuchó atenta, a cada frase asentía, la mano de él llevaron la suya al miembro erecto, lo acarició, lo sintió caliente, duro, venoso, no dejaba de ver los ojos de su amante, pues en ellos encontraba seguridad, su mano se mojó a tocar el glande, siguió explorándolo y cuidadosa a las reacciones que sus caricias provocaban en él, su mano recorrió el camino hasta acariciar sus testículos, sus dedos podían palpar la mata de vello que rodeaba el miembro, Ruggero a su contacto abrió los ojos que se encontraban velados por el placer, una de sus cejas se había arqueado como si interrogara, no supo si su exploración le había molestado o si por el contario le daba aún más placer. Retiró su mano de aquella zona y la depositó en la cadera de él. Cuando le dijo que al principio dolería no pudo contener un suave temblor y sus caderas volvieron a tensarse, pero cobro valor y relajó sus músculos.
Ruggero, se acomodó entre sus piernas, con sus manos acarició sus muslos y presionó para que abriera más sus piernas, ella lo complació, sintió el peso de su amado en su pubis y torso, los brazos a los costados de su cintura y la mirada clavada en la de ella. Vio esas lágrimas deslizarse por el rostro amado y no comprendió por que se había entristecido, llevó sus manos al rostro, lo acunó y besó. En ese momento de distracción, de pronto sintió que el miembro de su esposo rosaba sus partes erógenas, lo miró un poco asustada pero decidida a ser la mujer que él se mereciera, no una debilucha como muchos creían que era. Lo sintió penetrarla, un sonido como una tela que se rompe y luego un dolor y ardor que hizo que su mirada se nublara con las lágrimas que no podía contener, intentó de forma inconsciente alejar su cadera del miembro pero las manos de Ruggero la inmovilizaban, sus ojos se clavaron en los de él y aunque no quería mostrar signos de dolor no pudo contener un grito, sus manos se deslizaron a la nuca y al cuero cabelludo de su amado para aferrarse a él, buscó su boca y cerró los ojos, dejando que él le enseñara.
El dolor, duró un pequeño momento, los movimientos de su amante la predisponían, el placer no se hizo esperar y cuando pensaba que eso era todo, un nuevo embiste hizo que él se enterrara más en ella, volvió a gemir y sentir una molestia, pero él le besaba, le seguía acariciando sus pechos y el vaivén de su miembro dentro de ella pronto se transformó en una sensación de profundo placer, primero sus movimientos fueron cautos, suaves, lentos pero luego se intensificaron y aceleraron, Chiara fue sintiendo un placer cada vez mayor hasta que de pronto nació en ella, una urgencia de poseerlo, más profundamente, hasta el límite que pudiera albergarlo, unirse a él, cada milímetro posible de su cuerpo, sus piernas, largas, delgadas y torneadas se alzaron y rodearon la cadera masculina cruzándose en la espalda un fuego interior se expandía desde el centro de su cuerpo en donde ellos se unían y en el momento en que sintió una sublime descarga eléctrica en su cuerpo, abrió los ojos y lo miró, la boca de Chiara estaba abierta en un grito silencioso que surgía desde su garganta, arqueó la espalda hacia atrás y su cabeza cayó en las manos de Ruggero que acariciaban sus cabellos y la contenía. Sus ojos se cerraron tratando de experimentar con todos sus sentidos ese placer absoluto, que cruzaba su cuerpo desde su vagina, y sus pechos, hasta su alma.
Se pegó al cuerpo de su amado y aun con las piernas rodeándolo y sus brazos en los hombros de él, buscó su boca y sus ojos, sintiendo que el placer no había acabado y que solo era una pequeña muestra de lo que él le estaba enseñando.
Una vez escuchando a unas sirvientas, hablar de algo que en su momento no entendió. Una de ella le decía a la otra, - no has experimentado nada, si no llegas a vivir “La Petite Mort” solo allí podrás jactarte de que tienes un hombre de verdad – se ruborizo, pensando en lo terriblemente ingenua que había sido. Por no comprender en ese instante, de que las mujeres estaban hablando, para ella una muerte era eso, solo muerte, nunca había pensado que en la unión de dos seres se podría vivir una experiencia tal que sitiese que su alma se liberaba y volvía nuevamente a su cuerpo. Recién entre los brazos de su amante lo comprendió.
Ruggero, se acomodó entre sus piernas, con sus manos acarició sus muslos y presionó para que abriera más sus piernas, ella lo complació, sintió el peso de su amado en su pubis y torso, los brazos a los costados de su cintura y la mirada clavada en la de ella. Vio esas lágrimas deslizarse por el rostro amado y no comprendió por que se había entristecido, llevó sus manos al rostro, lo acunó y besó. En ese momento de distracción, de pronto sintió que el miembro de su esposo rosaba sus partes erógenas, lo miró un poco asustada pero decidida a ser la mujer que él se mereciera, no una debilucha como muchos creían que era. Lo sintió penetrarla, un sonido como una tela que se rompe y luego un dolor y ardor que hizo que su mirada se nublara con las lágrimas que no podía contener, intentó de forma inconsciente alejar su cadera del miembro pero las manos de Ruggero la inmovilizaban, sus ojos se clavaron en los de él y aunque no quería mostrar signos de dolor no pudo contener un grito, sus manos se deslizaron a la nuca y al cuero cabelludo de su amado para aferrarse a él, buscó su boca y cerró los ojos, dejando que él le enseñara.
El dolor, duró un pequeño momento, los movimientos de su amante la predisponían, el placer no se hizo esperar y cuando pensaba que eso era todo, un nuevo embiste hizo que él se enterrara más en ella, volvió a gemir y sentir una molestia, pero él le besaba, le seguía acariciando sus pechos y el vaivén de su miembro dentro de ella pronto se transformó en una sensación de profundo placer, primero sus movimientos fueron cautos, suaves, lentos pero luego se intensificaron y aceleraron, Chiara fue sintiendo un placer cada vez mayor hasta que de pronto nació en ella, una urgencia de poseerlo, más profundamente, hasta el límite que pudiera albergarlo, unirse a él, cada milímetro posible de su cuerpo, sus piernas, largas, delgadas y torneadas se alzaron y rodearon la cadera masculina cruzándose en la espalda un fuego interior se expandía desde el centro de su cuerpo en donde ellos se unían y en el momento en que sintió una sublime descarga eléctrica en su cuerpo, abrió los ojos y lo miró, la boca de Chiara estaba abierta en un grito silencioso que surgía desde su garganta, arqueó la espalda hacia atrás y su cabeza cayó en las manos de Ruggero que acariciaban sus cabellos y la contenía. Sus ojos se cerraron tratando de experimentar con todos sus sentidos ese placer absoluto, que cruzaba su cuerpo desde su vagina, y sus pechos, hasta su alma.
Se pegó al cuerpo de su amado y aun con las piernas rodeándolo y sus brazos en los hombros de él, buscó su boca y sus ojos, sintiendo que el placer no había acabado y que solo era una pequeña muestra de lo que él le estaba enseñando.
Una vez escuchando a unas sirvientas, hablar de algo que en su momento no entendió. Una de ella le decía a la otra, - no has experimentado nada, si no llegas a vivir “La Petite Mort” solo allí podrás jactarte de que tienes un hombre de verdad – se ruborizo, pensando en lo terriblemente ingenua que había sido. Por no comprender en ese instante, de que las mujeres estaban hablando, para ella una muerte era eso, solo muerte, nunca había pensado que en la unión de dos seres se podría vivir una experiencia tal que sitiese que su alma se liberaba y volvía nuevamente a su cuerpo. Recién entre los brazos de su amante lo comprendió.
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
El sudor comenzaba a emerger de los poros de ambos. La fragancia natural de sus cuerpos desnudos se mezclaban con el perfume de ella y el de él. Era una combinación erótica que aderezaba la orquesta salida de los labios de ambos.
Ruggero ya había acelerado el ritmo, los rastros de dolor en el rostro de Chiara habían desaparecido y ya daba más solvencia y libertad a Ruggero; que acariciaba los pechos, los besaba, subía a su cuello y más tarde a su boca y todo se repetía de forma tan natural, que decir que Ruggero no lo hacía por amor sería la mentira más grande. Pero el inquisidor comprendió algo. Era tiempo de que Chiara tomara el control sobre su cuerpo, que marcara el movimiento a base de sus deseos y no sometida al ritmo que Ruggero imponía. Después de todo, Chiara no le decía «¡No pares, más rápido, despacio...!».
Ruggero se detuvo, pero no abandonó el cuerpo de su amada, se recostó sobre ella, aplastando sus hermosos pechos con sus fuertes pectorales y la besó, sus manos rodearon su espalda en un abrazo y en un giro ella quedó sobre de él. El inquisidor aún teniéndola en sus brazos levanto medio cuerpo a modo de permanecer sentado. Buscó los ansiados labios, beso las mejillas, el cuello y se le escapó un gemido cercas de los oídos de su amada. Tras eso descanso su rostro en los delicados hombros de ella y se percató de que ella ya se movía. Ruggero besó una de las mejillas con ternura y se dejó caer.
En un principio el inquisidor la tomó de las caderas, determinando de nuevo el ritmo; al frente y atrás, arriba y abajo. -Amor mío, ¿alguien podría describir esta sensación?- dijo entre gemidos cortados, -[color¿turquoise]yo no, eres maravillosa, hermosa, cuanto te amo amada mía[/color]- y liberó sus caderas para que Chiara descubriera la postura que más placer le provocaba, la más cómoda y pudiera estudiar los gestos de Ruggero. Para que decidiera por sí sola moverse más rápido, más lento, alternar movimientos o establecer uno solo; como también dedicarse a dar placer a todo el cuerpo con caricias y besos, o se limitase a gozar y satisfacer esa unión entre miembro y vagina. Una explosión de placer que en esos momentos experimentaban.
-Dime algo amada mía, libérate de todo y entrégalo a mi que yo te lo entrego todo a ti- y el inquisidor contemplaba a Chiara como un enamorado, jadeaba y se sentía al borde del orgasmo con los movimientos y la música salida de los labios de su amada, de su bella Chiara.
Ruggero ya había acelerado el ritmo, los rastros de dolor en el rostro de Chiara habían desaparecido y ya daba más solvencia y libertad a Ruggero; que acariciaba los pechos, los besaba, subía a su cuello y más tarde a su boca y todo se repetía de forma tan natural, que decir que Ruggero no lo hacía por amor sería la mentira más grande. Pero el inquisidor comprendió algo. Era tiempo de que Chiara tomara el control sobre su cuerpo, que marcara el movimiento a base de sus deseos y no sometida al ritmo que Ruggero imponía. Después de todo, Chiara no le decía «¡No pares, más rápido, despacio...!».
Ruggero se detuvo, pero no abandonó el cuerpo de su amada, se recostó sobre ella, aplastando sus hermosos pechos con sus fuertes pectorales y la besó, sus manos rodearon su espalda en un abrazo y en un giro ella quedó sobre de él. El inquisidor aún teniéndola en sus brazos levanto medio cuerpo a modo de permanecer sentado. Buscó los ansiados labios, beso las mejillas, el cuello y se le escapó un gemido cercas de los oídos de su amada. Tras eso descanso su rostro en los delicados hombros de ella y se percató de que ella ya se movía. Ruggero besó una de las mejillas con ternura y se dejó caer.
En un principio el inquisidor la tomó de las caderas, determinando de nuevo el ritmo; al frente y atrás, arriba y abajo. -Amor mío, ¿alguien podría describir esta sensación?- dijo entre gemidos cortados, -[color¿turquoise]yo no, eres maravillosa, hermosa, cuanto te amo amada mía[/color]- y liberó sus caderas para que Chiara descubriera la postura que más placer le provocaba, la más cómoda y pudiera estudiar los gestos de Ruggero. Para que decidiera por sí sola moverse más rápido, más lento, alternar movimientos o establecer uno solo; como también dedicarse a dar placer a todo el cuerpo con caricias y besos, o se limitase a gozar y satisfacer esa unión entre miembro y vagina. Una explosión de placer que en esos momentos experimentaban.
-Dime algo amada mía, libérate de todo y entrégalo a mi que yo te lo entrego todo a ti- y el inquisidor contemplaba a Chiara como un enamorado, jadeaba y se sentía al borde del orgasmo con los movimientos y la música salida de los labios de su amada, de su bella Chiara.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Chiara sintió el peso del cuerpo de Ruggero sobre ella, tomó su rostro entre sus manos y lo besó, el sudor que corría por su frente al igual que por su torso le producían una sensación de placer, aquellas gotas de sudor llegaban a bañas los labios masculinos y ella en un arrebato sin sentido, lo saboreó con la punta de su lengua – sabes a sal y limón – le dijo en los labios. Le sonrió con los ojos mientras mordía la barbilla de su amante, en una dulce tortura – de donde me surge todo esto – pensó asombrada de su propia audacia.
La abrazó, entre besos y caricias, la giró poniéndola sobre sus caderas aun dentro suyo. Sentada sobre su miembro, con las rodillas en las sabanas y sus pantorrillas a los lados de las piernas masculinas, podía sentir como él la penetraba, profundo, intenso, ardiente. La sensación era indescriptible, los labios de él la apremiaban, le buscó la boca, sus besos recorrían sus mejilla, su cuello, los lóbulos de las orejas, su respiración entrecortada se mezclaba con sus gemidos en su oído, toda la piel se le erizo. La mantenía abrazada, mientras él sentado le besaba tiernamente, dejándose caer después.
Sus pezones se endurecieron y su respiración comenzó a acelerarse, instintivamente, ella, movía las caderas y cuanto más lo hacía podía ver el efecto en la mirada nublada de pasión de su amado. El con sus manos en sus caderas le indicaba como debía moverse, al principio se concentró en lo que él marcaba, pero cuando las manos de Ruggero liberaron su cadera para explorar otras zonas, ella comenzó a moverse con mayor libertad, levantándose casi hasta dejar el glande en la entrada de su vagina y dejar caer sus caderas para comenzar nuevamente.
Las manos de Chiara recorrían el torso sudado de él y desde su vientre, sus pectorales, acarició con ternura sus tetilla, que se endurecieron al contacto de sus dedos. Doblándose como si fuera un junco fresco y ágil, buscaba besarle, uniéndose a su amante en un abrazo, explorando su lengua, como si entre ella y su boca formaran una simbiosis con la unión en sus caderas. Ella lo miró a los ojos, deseaba pedirle algo, pero no se animaba. En el momento que se inclinó para buscar su boca, se acercó a su oído y le susurró - bésame como lo hiciste, aliméntate de mí - no se animaba a ser explicita y decir lo que deseaba con locura. Quería sentir sus labios quemando sus pezones, sus manos explorando sus caderas, sus glúteos. Anhelaba que él se volviera salvaje, que la poseyera en cuerpo y alma.
Lo fue rodeando con sus brazos por la espalda e hizo fuerza para que se sentara como ya lo había hecho, al conseguirlo tomó con sus manos el rostro amado y le guió hasta uno de sus pechos, enterró sus dedos en el cabello de Ruggero y tiró su cabeza hacia tras, sin dejar de mover sus caderas en un balanceo de un lado a otro, adelante y atrás. Las manos las deslizaba por la espalda de su adorado y con sus uñas marcaba la piel, le fascinaba ver el rostro de aquel hombre, su cien punteada por el sudor, el esfuerzo que ella no comprendía, sus ojos cerrados por momentos, mientras que en otros la miraban como buscando una explicación a su osadía, o por lo menos eso pensaba.
Chiara gemía, en cada segundo de pasión que él le daba, deseaba que ese instante no terminara jamás, no quería que las horas transcurrieran ni que el amanecer llegara, alejándolo de su lado por un tiempo que no sabía cuan largo y doloroso sería. Pero no era ese, el momento para pensar en el mañana, aunque los segundos transcurrieran. No, en verdad era un paréntesis en el que éste era eterno, sin pasado, sin presente, sin futuro. Uno en que no existían los dolores, ni las perdidas, ni traiciones, ni peligros, ni muerte. Solo amor, solo dos cuerpos y dos almas que habían decidido unirse eternamente, sin límites, ni restricciones. Ella se dejó caer en el océano azul de la mirada de Ruggero, perdida su alma en ese fuego de intensa pasión.
La abrazó, entre besos y caricias, la giró poniéndola sobre sus caderas aun dentro suyo. Sentada sobre su miembro, con las rodillas en las sabanas y sus pantorrillas a los lados de las piernas masculinas, podía sentir como él la penetraba, profundo, intenso, ardiente. La sensación era indescriptible, los labios de él la apremiaban, le buscó la boca, sus besos recorrían sus mejilla, su cuello, los lóbulos de las orejas, su respiración entrecortada se mezclaba con sus gemidos en su oído, toda la piel se le erizo. La mantenía abrazada, mientras él sentado le besaba tiernamente, dejándose caer después.
Sus pezones se endurecieron y su respiración comenzó a acelerarse, instintivamente, ella, movía las caderas y cuanto más lo hacía podía ver el efecto en la mirada nublada de pasión de su amado. El con sus manos en sus caderas le indicaba como debía moverse, al principio se concentró en lo que él marcaba, pero cuando las manos de Ruggero liberaron su cadera para explorar otras zonas, ella comenzó a moverse con mayor libertad, levantándose casi hasta dejar el glande en la entrada de su vagina y dejar caer sus caderas para comenzar nuevamente.
Las manos de Chiara recorrían el torso sudado de él y desde su vientre, sus pectorales, acarició con ternura sus tetilla, que se endurecieron al contacto de sus dedos. Doblándose como si fuera un junco fresco y ágil, buscaba besarle, uniéndose a su amante en un abrazo, explorando su lengua, como si entre ella y su boca formaran una simbiosis con la unión en sus caderas. Ella lo miró a los ojos, deseaba pedirle algo, pero no se animaba. En el momento que se inclinó para buscar su boca, se acercó a su oído y le susurró - bésame como lo hiciste, aliméntate de mí - no se animaba a ser explicita y decir lo que deseaba con locura. Quería sentir sus labios quemando sus pezones, sus manos explorando sus caderas, sus glúteos. Anhelaba que él se volviera salvaje, que la poseyera en cuerpo y alma.
Lo fue rodeando con sus brazos por la espalda e hizo fuerza para que se sentara como ya lo había hecho, al conseguirlo tomó con sus manos el rostro amado y le guió hasta uno de sus pechos, enterró sus dedos en el cabello de Ruggero y tiró su cabeza hacia tras, sin dejar de mover sus caderas en un balanceo de un lado a otro, adelante y atrás. Las manos las deslizaba por la espalda de su adorado y con sus uñas marcaba la piel, le fascinaba ver el rostro de aquel hombre, su cien punteada por el sudor, el esfuerzo que ella no comprendía, sus ojos cerrados por momentos, mientras que en otros la miraban como buscando una explicación a su osadía, o por lo menos eso pensaba.
Chiara gemía, en cada segundo de pasión que él le daba, deseaba que ese instante no terminara jamás, no quería que las horas transcurrieran ni que el amanecer llegara, alejándolo de su lado por un tiempo que no sabía cuan largo y doloroso sería. Pero no era ese, el momento para pensar en el mañana, aunque los segundos transcurrieran. No, en verdad era un paréntesis en el que éste era eterno, sin pasado, sin presente, sin futuro. Uno en que no existían los dolores, ni las perdidas, ni traiciones, ni peligros, ni muerte. Solo amor, solo dos cuerpos y dos almas que habían decidido unirse eternamente, sin límites, ni restricciones. Ella se dejó caer en el océano azul de la mirada de Ruggero, perdida su alma en ese fuego de intensa pasión.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Chiara ya había encontrado su movimiento y el éxtasis sobre pasaba cualquier sensación vivida por el inquisidor, el amor inocente y virginal de su amada no tenía comparación a nada. Su amada lo deleitaba con caricias por su torso, sus pectorales y jugaba con las tetillas de Ruggero que jadeaba con cada movimiento, al son de los gemidos se unió el choque de los cuerpos al ritmo de Chiara, subía y bajaba en un desborde de pasión y energía descomunal. Besó los labios de él, introduciendo su lengua, explorando la boca, la saliva de ambos se unió en una sola y después la petición de Chiara - bésame como lo hiciste, aliméntate de mí - y Ruggero le sonrió por primera vez desde que se conocieron con malicia.
Ella rodeó con sus brazos la espalda de Ruggero y en un intento certero lo levantó, de tal forma que volvió a quedar sentado, luego y como si Ruggero no pensará en lo que quería su amada, Chiara guió el rostro del inquisidor hasta sus pechos. Ruggero los beso aprisionando los duros pezones en su boca, su lengua ardiente jugaba con ellos y con las manos acariciaba la espalda de su amada y apretujaba el pecho que no gozaba del calor que provocaba la boca en uno de ellos.
Chiara no disminuía su ritmo, lo aceleraba y obligaba a Ruggero volverse salvaje. Alternó en besos los pechos mientras sus manos bajaban a las caderas, y descendían en caricias a las piernas sudadas, subieron a los glúteos bien formados y los apretujo, abandonó los pecho y besó el cuello, los hombros y en uno de ellos lo mordió sin causarle daño. La besó en la boca y su lengua se adentró en la de ella, sus cuerpos se acercaron más y el inquisidor no abandonaba los glúteos o las piernas que en caricias alternaba.
De pronto, sintió que llegaría al límite, que su cuerpo no aguantaría más. Así que tomó con firmeza las caderas de su amada y la penetró completamente, sometiéndola a que dejara de moverse, el miembro estaba totalmente adentro y los testículos rozaban sus labios vaginales. Ruggero no pudo ver la reacción de su amada, pues su rostro se ocultaba en su hombro. Por un par de segundos se mantuvieron así, después Ruggero la tomó en un abrazo y se echó para atrás, volvió a girar quedando de nuevo él sobre ella. Estaban al borde de la cama y poco a poco Ruggero volvía a moverse, tenía la mano derecha extendida sobre la nuca de Chiara, su respiración era acelerada y un par de gotas de su sudor cayeron a los pechos de su amada.
Fue entonces que Ruggero sacó el miembro, lo retiró de la deseada vagina. Mas él continuó, besó ambos pechos y con su lengua descendía hasta la húmeda vagina. Introdujo su dedo índice y medio, mientras con la lengua estimulaba el clítoris. Las piernas de Chiara aprisionaron el cuello de Ruggero de tal forma que continuaba besando la zona que había decidido conquistar.
El corazón volvió a estabilizarse y los vestigios de correrse desaparecieron. Ruggero abandonó entonces la zona y tomándola de las caderas movió el cuerpo de chiara de tal forma que quedara frente a él. Ruggero volvió a penetrarla, la abrazó y la cargó, dio unos pasos alejándose de la cama y de pie comenzó la intensa penetración sobre Chiara que pronto tomó la iniciativa y se movió por sí sola. El peso comenzaba a notarse y él fue caminando hasta llegar hasta el amplio sillón, junto al librero. Dejó con delicadeza a Chiara y se sentó, después tomó del brazo a Chiara y la llevó a él, volvió a sentarse, su vagina permaneció en el glande y su amada se levantaba hasta dejar el glande afuera y se dejaba caer hasta cubrirlo, de modo que sólo excitaba el glande de su amado que se vio sorprendido por semejante habilidad.
Pero el placer era tan intenso que supo que si continuaba de esa forma no tardaría en correrse, entonces la tomó por las caderas e hizo que la caída fuera más profunda. Ruggero la tomó en un abrazo y se mantuvo besando los pechos de sus amada, en su cuerpo ya se encontraban moretones ocasionados por los labios de su amado, que no cesaba de besarle, de llevar su legua a los pezones y acariciarla, todo cuanto sus manos podían.
Ella rodeó con sus brazos la espalda de Ruggero y en un intento certero lo levantó, de tal forma que volvió a quedar sentado, luego y como si Ruggero no pensará en lo que quería su amada, Chiara guió el rostro del inquisidor hasta sus pechos. Ruggero los beso aprisionando los duros pezones en su boca, su lengua ardiente jugaba con ellos y con las manos acariciaba la espalda de su amada y apretujaba el pecho que no gozaba del calor que provocaba la boca en uno de ellos.
Chiara no disminuía su ritmo, lo aceleraba y obligaba a Ruggero volverse salvaje. Alternó en besos los pechos mientras sus manos bajaban a las caderas, y descendían en caricias a las piernas sudadas, subieron a los glúteos bien formados y los apretujo, abandonó los pecho y besó el cuello, los hombros y en uno de ellos lo mordió sin causarle daño. La besó en la boca y su lengua se adentró en la de ella, sus cuerpos se acercaron más y el inquisidor no abandonaba los glúteos o las piernas que en caricias alternaba.
De pronto, sintió que llegaría al límite, que su cuerpo no aguantaría más. Así que tomó con firmeza las caderas de su amada y la penetró completamente, sometiéndola a que dejara de moverse, el miembro estaba totalmente adentro y los testículos rozaban sus labios vaginales. Ruggero no pudo ver la reacción de su amada, pues su rostro se ocultaba en su hombro. Por un par de segundos se mantuvieron así, después Ruggero la tomó en un abrazo y se echó para atrás, volvió a girar quedando de nuevo él sobre ella. Estaban al borde de la cama y poco a poco Ruggero volvía a moverse, tenía la mano derecha extendida sobre la nuca de Chiara, su respiración era acelerada y un par de gotas de su sudor cayeron a los pechos de su amada.
Fue entonces que Ruggero sacó el miembro, lo retiró de la deseada vagina. Mas él continuó, besó ambos pechos y con su lengua descendía hasta la húmeda vagina. Introdujo su dedo índice y medio, mientras con la lengua estimulaba el clítoris. Las piernas de Chiara aprisionaron el cuello de Ruggero de tal forma que continuaba besando la zona que había decidido conquistar.
El corazón volvió a estabilizarse y los vestigios de correrse desaparecieron. Ruggero abandonó entonces la zona y tomándola de las caderas movió el cuerpo de chiara de tal forma que quedara frente a él. Ruggero volvió a penetrarla, la abrazó y la cargó, dio unos pasos alejándose de la cama y de pie comenzó la intensa penetración sobre Chiara que pronto tomó la iniciativa y se movió por sí sola. El peso comenzaba a notarse y él fue caminando hasta llegar hasta el amplio sillón, junto al librero. Dejó con delicadeza a Chiara y se sentó, después tomó del brazo a Chiara y la llevó a él, volvió a sentarse, su vagina permaneció en el glande y su amada se levantaba hasta dejar el glande afuera y se dejaba caer hasta cubrirlo, de modo que sólo excitaba el glande de su amado que se vio sorprendido por semejante habilidad.
Pero el placer era tan intenso que supo que si continuaba de esa forma no tardaría en correrse, entonces la tomó por las caderas e hizo que la caída fuera más profunda. Ruggero la tomó en un abrazo y se mantuvo besando los pechos de sus amada, en su cuerpo ya se encontraban moretones ocasionados por los labios de su amado, que no cesaba de besarle, de llevar su legua a los pezones y acariciarla, todo cuanto sus manos podían.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Ruggero la estaba llevando a un estado que nunca creyó que existiera, el placer era tan intenso que sus piernas temblaban, el corazón parecía que en cualquier momento huiría de su pecho como un ave espantada o ahuyentada por un viento feroz que todo lo devoraba. Así era la pasión que en esos momentos la consumía. Unidos sus cuerpos, en un abrazo que no quería que terminara jamás. Él le mordía los pezones, la malicia en su sonrisa la había enervado hasta el limite, si eso era posible, sentir sus manos fuertes, seguras acariciar su espalda, descender por sus caderas, apretar sus nalgas y piernas la hicieron gritar, sin disimulos, sin miedos, sin todas las normas que una mujer de la alta sociedad como ella, debía seguir a pies juntillas, se estaba comportando como seguramente lo hacia una cortesana pero – por dios – se dijo – como me gusta – sonrió endiabladamente complacida por lo que estaba viviendo, su risa cristalina en medio de jadeos, gritos y caricias le nublaban el pensamiento, solo podía sentir, con cada poro de su piel, con todos sus sentidos.
Apreció como esa boca succionaba el pezón y una mano apretujaba el otro, sus senos blancos, estaban rojizos por el roce de ese esbozo de barba, que comenzaba a marcarse en el rostro de su amado. Entonces sintió que algo estaba sucediendo, Ruggero le tomó por las caderas y con gestos, le ordenaba que detuviera el movimiento, él pegó su rostro a su hombro y ella sintió que aquel miembro la invadía de un modo, que la llevó a inclinar completamente su cabeza y cuello hacia atrás, en un grito mudo, mientras sus manos se aferraban a los cabellos de su amante.
Cuando él tiró su cuerpo hacia atrás, la arrastró con él, quedó tendida sobre su amado, aún con su miembro dentro de ella. En un movimiento ágil la giró y fue él quien volvío a tener el control de la situación. Se movió y salió de dentro de su vagina. Ella rezongó, pero los besos y caricias que le prodigaba pronto calmaron aquellas protestas. La lengua de su amante dibujó formas en sus pezones, bajó a su ombligo y prosiguió su camino buscando su clítoris, mientras le introdujo los dedos en su interior, acomodo sus piernas en los hombros masculinos y entrelazó su mano con la mano libre de Ruggero mientras otra tiraba de los cabellos de él, Chiara enarcaba su espalda cuello y cabeza, gritaba por el placer que él le estaba ofreciendo.
Casi desfallecida por tantas sensaciones, él la levantó en vilo, mientras lo hacía la penetraba y rodeó con sus piernas la cintura de su amante, y con sus brazos se aferraba al cuello, apoyando su cabeza en el hombro de él. La llevó por la habitación hasta que estuvieron muy cerca del sillón junto al librero, se quedó parada a su lado, él se sentó y estiro sus brazos en señal de que lo siguiera. Se colocó delicadamente sobre sus caderas y ayudada por él introdujo nuevamente su miembro en su vagina, pero solo hasta su glande, la forma de éste le fascinaba era como una fruta de un color rosado rojizo que destilaba lagrimas transparentes, deseaba preguntarle a su amante que sabor tenía esa lagrima, quería deleitarse con todos sus sentidos y ella siempre había sido una mujer muy curiosa y ahora ambicionaba conocerlo todo.
Bajaba por el tallo del miembro masculino y volvía a subir hasta dejar afuera de su vagina el glande, lo estuvo haciendo un momento, mientras contemplaba los gestos en el rostro amado, aquello que le provocaba gemidos y gruñidos a Ruggero. La tomó por las caderas y provocó que los movimientos fuesen más profundos, más intensos, ella comenzó a jadear aún más, abrazándose
al cuello, su amante la mantuvo apretada, sin dejar que se moviera, los besos y succiones en sus pechos la enloquecieron, de pronto sintió como si unos espasmos involuntarios de su vagina acariciaran el miembro de Ruggero, en el momento en que dejó que sus gritos inundaran la habitación, ciega de placer busco sus ojos, deseaba ese contacto, no sabía que decirle era algo que provenía del puro instinto, con la voz ronca de tanto placer y de los gritos, los ojos brillantes y afiebrados, calvó su mirada y susurró – por favor – no dijo más, en ese momento entendió que él había comprendido su pedido, pues algo en su mirada le dijo que la danza de los cuerpos pronto llegaría a su culminación.
Apreció como esa boca succionaba el pezón y una mano apretujaba el otro, sus senos blancos, estaban rojizos por el roce de ese esbozo de barba, que comenzaba a marcarse en el rostro de su amado. Entonces sintió que algo estaba sucediendo, Ruggero le tomó por las caderas y con gestos, le ordenaba que detuviera el movimiento, él pegó su rostro a su hombro y ella sintió que aquel miembro la invadía de un modo, que la llevó a inclinar completamente su cabeza y cuello hacia atrás, en un grito mudo, mientras sus manos se aferraban a los cabellos de su amante.
Cuando él tiró su cuerpo hacia atrás, la arrastró con él, quedó tendida sobre su amado, aún con su miembro dentro de ella. En un movimiento ágil la giró y fue él quien volvío a tener el control de la situación. Se movió y salió de dentro de su vagina. Ella rezongó, pero los besos y caricias que le prodigaba pronto calmaron aquellas protestas. La lengua de su amante dibujó formas en sus pezones, bajó a su ombligo y prosiguió su camino buscando su clítoris, mientras le introdujo los dedos en su interior, acomodo sus piernas en los hombros masculinos y entrelazó su mano con la mano libre de Ruggero mientras otra tiraba de los cabellos de él, Chiara enarcaba su espalda cuello y cabeza, gritaba por el placer que él le estaba ofreciendo.
Casi desfallecida por tantas sensaciones, él la levantó en vilo, mientras lo hacía la penetraba y rodeó con sus piernas la cintura de su amante, y con sus brazos se aferraba al cuello, apoyando su cabeza en el hombro de él. La llevó por la habitación hasta que estuvieron muy cerca del sillón junto al librero, se quedó parada a su lado, él se sentó y estiro sus brazos en señal de que lo siguiera. Se colocó delicadamente sobre sus caderas y ayudada por él introdujo nuevamente su miembro en su vagina, pero solo hasta su glande, la forma de éste le fascinaba era como una fruta de un color rosado rojizo que destilaba lagrimas transparentes, deseaba preguntarle a su amante que sabor tenía esa lagrima, quería deleitarse con todos sus sentidos y ella siempre había sido una mujer muy curiosa y ahora ambicionaba conocerlo todo.
Bajaba por el tallo del miembro masculino y volvía a subir hasta dejar afuera de su vagina el glande, lo estuvo haciendo un momento, mientras contemplaba los gestos en el rostro amado, aquello que le provocaba gemidos y gruñidos a Ruggero. La tomó por las caderas y provocó que los movimientos fuesen más profundos, más intensos, ella comenzó a jadear aún más, abrazándose
al cuello, su amante la mantuvo apretada, sin dejar que se moviera, los besos y succiones en sus pechos la enloquecieron, de pronto sintió como si unos espasmos involuntarios de su vagina acariciaran el miembro de Ruggero, en el momento en que dejó que sus gritos inundaran la habitación, ciega de placer busco sus ojos, deseaba ese contacto, no sabía que decirle era algo que provenía del puro instinto, con la voz ronca de tanto placer y de los gritos, los ojos brillantes y afiebrados, calvó su mirada y susurró – por favor – no dijo más, en ese momento entendió que él había comprendido su pedido, pues algo en su mirada le dijo que la danza de los cuerpos pronto llegaría a su culminación.
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Continuaban de la misma forma, ella sobre de él en aquel sillón que conservaría la fragancia de aquellos amantes que sin límites ni tapujos se entregaban a la pasión.
– por favor – de pronto dijo ella y Ruggero la miró con ternura, los movimientos perdieron su ritmo salvaje y descansaron en una armonía controlada por las manos de Ruggero sobre las caderas de su amada, de su esposa, de su amante.
Llevó su boca a la de ella, dejándola descansar unos instantes sin retirar su miembro. Aún unidos se miraron. - Te amo - y la besó, primero con ternura, pero después inyectó de pasión cada beso, sus labios volvieron a recorrer la blanca piel de su amada, en un intento de que se avivara las llamas nuevamente.
Ruggero se giró, su amada quedo recostada sobre el sillón, nuevamente él descendió hasta su vagina, la lengua se movió con rebeldía sobre toda la vagina, por el clítoris, la vulva y a veces la apunta entraba a la ardiente vagina. Ruggero cerró sus ojos, su boca pronto se cubrió por los líquidos vaginales pero nada le importó, escuchar a su amada disfrutar lo que con tanta dedicación y amor hacía le satisfacía mucho.
No supo cuantos minutos pasaron, pero cuando abandonó la vagina y besó los pecho, succionando los pezones, buscó los labios pero no la besó en la boca. Le dedicó en beso en la mejilla, en la frente y uno a un lado de su oreja izquierda. Con su lengua formó un camino de saliva atrás de la oreja de su amada y después la mordió suavemente y mientras hacía todo eso sus dedos no abandonaban la vagina, pues no quería que su amada dejara de experimentar placer, por poco que fuera.
De pronto, el inquisidor se reincorporó. Mostrando su miembro erecto, bañado en los líquidos generados por la vagina y el glande. Se alejó un poco y ayudó a que su amada se reincorporara. No la tocó, pues quería despertar en ellas deseos de buscar el cuerpo de él, de arrojarse y buscar el orgasmo de ambos.
Ruggero fue caminando de espaldas hasta llegar al pie del lecho matrimonial y como lo quería, ella se fue acercando, una de las manos de ellas acarició el pecho de Ruggero y la otra fue tomada por él y la guió al miembro, deseaba sentir las caricias en éste antes de volver a penetrar ese cuerpo que tanto deseaba, que tanto amaba.
– por favor – de pronto dijo ella y Ruggero la miró con ternura, los movimientos perdieron su ritmo salvaje y descansaron en una armonía controlada por las manos de Ruggero sobre las caderas de su amada, de su esposa, de su amante.
Llevó su boca a la de ella, dejándola descansar unos instantes sin retirar su miembro. Aún unidos se miraron. - Te amo - y la besó, primero con ternura, pero después inyectó de pasión cada beso, sus labios volvieron a recorrer la blanca piel de su amada, en un intento de que se avivara las llamas nuevamente.
Ruggero se giró, su amada quedo recostada sobre el sillón, nuevamente él descendió hasta su vagina, la lengua se movió con rebeldía sobre toda la vagina, por el clítoris, la vulva y a veces la apunta entraba a la ardiente vagina. Ruggero cerró sus ojos, su boca pronto se cubrió por los líquidos vaginales pero nada le importó, escuchar a su amada disfrutar lo que con tanta dedicación y amor hacía le satisfacía mucho.
No supo cuantos minutos pasaron, pero cuando abandonó la vagina y besó los pecho, succionando los pezones, buscó los labios pero no la besó en la boca. Le dedicó en beso en la mejilla, en la frente y uno a un lado de su oreja izquierda. Con su lengua formó un camino de saliva atrás de la oreja de su amada y después la mordió suavemente y mientras hacía todo eso sus dedos no abandonaban la vagina, pues no quería que su amada dejara de experimentar placer, por poco que fuera.
De pronto, el inquisidor se reincorporó. Mostrando su miembro erecto, bañado en los líquidos generados por la vagina y el glande. Se alejó un poco y ayudó a que su amada se reincorporara. No la tocó, pues quería despertar en ellas deseos de buscar el cuerpo de él, de arrojarse y buscar el orgasmo de ambos.
Ruggero fue caminando de espaldas hasta llegar al pie del lecho matrimonial y como lo quería, ella se fue acercando, una de las manos de ellas acarició el pecho de Ruggero y la otra fue tomada por él y la guió al miembro, deseaba sentir las caricias en éste antes de volver a penetrar ese cuerpo que tanto deseaba, que tanto amaba.
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Re: Las llamas de dos pasiones se consumen entre sábanas (Privado +18)
Descansó su pecho en el amado, su corazón seguía agitado y las perlas de sudor se derramaban como diademas en su frente y como aderezo entre sus pechos, humedeciendo con ellas los dos cuerpos. Su respiración fatigosa, su garganta seca, le decía a su razón que estaba agotada, pero ese placer que la consumía no se detenía ante nada. Escuchó la dulce palabra en la voz inyectada de pasión de Ruggero y le susurró en su oído, - te amo, te amo – mientras lo abrasaba y despeinaba, besando su cuello, su frente sudada – te amo tanto, amor – le dijo mirando aquellos ojos que eran su calma, su puerto, su hogar.
Comenzó a temblar y escondió su rostro en el cuello de él, tuvo miedo, miedo de que la vida los separara. No quería que nada la alejara de su amado – no te puedes ir ahora que nos hemos encontrado – le dijo mentalmente. Trató de sonreír y disimular su angustia. Que pensara que simplemente se estaba apagando esa pasión, pero no era así, por el contrario quería consumirse en el fuego, que los dos se consumieran y que no los encontrara nadie. Volvió a buscar su boca, esperando que pensara que esas lágrimas eran parte del sudor que la cubría. No abrió sus ojos para poder ocultar su miedo.
Él la acomodó en el sillón y como había hecho antes, descendió hasta sus zonas erógenas, pero esta vez las besó y lamió, sentía como la lengua masculina se adentraba en su vagina saboreando la mezcla de su néctar y el propio, quería probarlo, quería saborearlo también, pero no le salían las palabras para decirle y cada caricia que él prodigaba la llenaban de nuevas sensaciones, de nuevos ímpetus por seguir unida a él, por llegar a un lugar que no conocía pero que intuía que debían llegar juntos. Con sus manos recorría la distancia que la separaban de la cabeza de su amante y tironeaba de sus cabellos, sus manos buscaron ciegas las manos amadas, cuando se entrelazaron ella las atrajo a sus pechos, quería vivir esa mágica sensación de calidez en ellos. Sus pies estaban apoyados en el borde del sillón y levantó las caderas para hacer más accesible las caricias de su amado a su vagina, gruñó, gimió, gritó mientras él le brindaba aquel momento de total intimidad.
Él dejó de torturar su clítoris y se incorporó solo un poco, hasta quedar con su boca brillante de sus jugos, a la altura de sus pechos, los lamió, succionó y con cada una de esas caricias, ella sentía contracciones en su vagina. Luego se acercó a su boca y aunque ella estiró su cuello para capturar esos labios, él se lo impidió, las manos de Ruggero mantenían inmovilizados sus brazos, el beso se depositó en su mejilla, en la frente y en el cuello tras la oreja, allí el comenzó a juguetear con su lengua, eso hizo que toda la piel se le pusiera de gallina y los pezones se endurecieran. Soltó uno de sus brazos y la mano se deslizó hasta hundir los dedos en su vagina, que aun latía y la hacía gemir.
A Chiara le pareció que todo había concluido, pues él se incorporó y aunque la ayudó a levantarse se alejó de ella. Lo miró a los ojos, algo confusa, entonces recorrió con su ojos esa sonrisa de medio lado, esos ojos chispeantes de pasión – no, esto no ha concluido – pensó mientras sonreía complacida. Lo siguió recorriendo con la mirada, sus pectorales, sus brazos, sus piernas, y entonces vio que el miembro seguía erecto y brillante por sus líquidos. Aunque no la tocaba la llamaba con la mirada y ella se acercó, deseosa, ansiosa. Al borde del lecho ella logró tocar su pecho, con mano trémula y mirándolo a los ojos. Entonces él, la acercó aún más, tomó la mano delicada de Chiara y la depositó suavemente en su miembro, ella lo acarició, recorrió con sus dedos el glande, el tallo y mientras lo miraba a los ojos, bajó la otra mano y acunó los testículos, le gustó la textura, el roce, el vello que los recubría. Curiosa miró apresuradamente y le pareció que eran dorados, volvió la mirada a los orbes azules que la miraron risueño y excitado. Siguió acariciándolo y cuando sintió que el miembro perdía lubricación, se pegó a él, buscando introducirlo nuevamente en su vagina, ella lo intentaba con una mano mientras la otra trataba de aferrarse a su cuello, levantó una pierna y la ancló en la cadera masculina, él le sostuvo sus glúteos, aprisionándolos y sosteniéndola cuando su pierna parecía que no la sostendría. Lo besó en la boca, y mientras lo hacía, le sonreía dichosa esperando que él le diera más de ese juego de caricias y besos.
Comenzó a temblar y escondió su rostro en el cuello de él, tuvo miedo, miedo de que la vida los separara. No quería que nada la alejara de su amado – no te puedes ir ahora que nos hemos encontrado – le dijo mentalmente. Trató de sonreír y disimular su angustia. Que pensara que simplemente se estaba apagando esa pasión, pero no era así, por el contrario quería consumirse en el fuego, que los dos se consumieran y que no los encontrara nadie. Volvió a buscar su boca, esperando que pensara que esas lágrimas eran parte del sudor que la cubría. No abrió sus ojos para poder ocultar su miedo.
Él la acomodó en el sillón y como había hecho antes, descendió hasta sus zonas erógenas, pero esta vez las besó y lamió, sentía como la lengua masculina se adentraba en su vagina saboreando la mezcla de su néctar y el propio, quería probarlo, quería saborearlo también, pero no le salían las palabras para decirle y cada caricia que él prodigaba la llenaban de nuevas sensaciones, de nuevos ímpetus por seguir unida a él, por llegar a un lugar que no conocía pero que intuía que debían llegar juntos. Con sus manos recorría la distancia que la separaban de la cabeza de su amante y tironeaba de sus cabellos, sus manos buscaron ciegas las manos amadas, cuando se entrelazaron ella las atrajo a sus pechos, quería vivir esa mágica sensación de calidez en ellos. Sus pies estaban apoyados en el borde del sillón y levantó las caderas para hacer más accesible las caricias de su amado a su vagina, gruñó, gimió, gritó mientras él le brindaba aquel momento de total intimidad.
Él dejó de torturar su clítoris y se incorporó solo un poco, hasta quedar con su boca brillante de sus jugos, a la altura de sus pechos, los lamió, succionó y con cada una de esas caricias, ella sentía contracciones en su vagina. Luego se acercó a su boca y aunque ella estiró su cuello para capturar esos labios, él se lo impidió, las manos de Ruggero mantenían inmovilizados sus brazos, el beso se depositó en su mejilla, en la frente y en el cuello tras la oreja, allí el comenzó a juguetear con su lengua, eso hizo que toda la piel se le pusiera de gallina y los pezones se endurecieran. Soltó uno de sus brazos y la mano se deslizó hasta hundir los dedos en su vagina, que aun latía y la hacía gemir.
A Chiara le pareció que todo había concluido, pues él se incorporó y aunque la ayudó a levantarse se alejó de ella. Lo miró a los ojos, algo confusa, entonces recorrió con su ojos esa sonrisa de medio lado, esos ojos chispeantes de pasión – no, esto no ha concluido – pensó mientras sonreía complacida. Lo siguió recorriendo con la mirada, sus pectorales, sus brazos, sus piernas, y entonces vio que el miembro seguía erecto y brillante por sus líquidos. Aunque no la tocaba la llamaba con la mirada y ella se acercó, deseosa, ansiosa. Al borde del lecho ella logró tocar su pecho, con mano trémula y mirándolo a los ojos. Entonces él, la acercó aún más, tomó la mano delicada de Chiara y la depositó suavemente en su miembro, ella lo acarició, recorrió con sus dedos el glande, el tallo y mientras lo miraba a los ojos, bajó la otra mano y acunó los testículos, le gustó la textura, el roce, el vello que los recubría. Curiosa miró apresuradamente y le pareció que eran dorados, volvió la mirada a los orbes azules que la miraron risueño y excitado. Siguió acariciándolo y cuando sintió que el miembro perdía lubricación, se pegó a él, buscando introducirlo nuevamente en su vagina, ella lo intentaba con una mano mientras la otra trataba de aferrarse a su cuello, levantó una pierna y la ancló en la cadera masculina, él le sostuvo sus glúteos, aprisionándolos y sosteniéndola cuando su pierna parecía que no la sostendría. Lo besó en la boca, y mientras lo hacía, le sonreía dichosa esperando que él le diera más de ese juego de caricias y besos.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/08/2012
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