AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La anhelantes pasiones desbordadas |+18 | Privado
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La anhelantes pasiones desbordadas |+18 | Privado
Llegaron a su piso. Ya eran altas horas de la noche y sosteniéndole la mano, sintiendo el anillo de compromiso en su dedo ambos ingresaron. —Este es nuestro hogar, bueno, al menos por un tiempo. A no ser que tengas un mejor lugar que el mío —Alcor se echó a reír, acercó el cuerpo de Klara al suyo y la besó, un beso corto y tierno—, he soñado tanto este momento —dijo mordiéndose el labio inferior pero luego se sonrojo—, bueno me refiero… ah, volverte a ver y eso —dijo nervioso y suspiró desviando su vista—. ¿Qué te parece el lugar? —dijo para cambiar de tema y luego echó una risa—. Mi mansión está en Amsterdam — «regresé a mis orígenes» pensó con ironía—, pero el lugar es acogedor, ¿no es así?, contigo aquí es mucho mejor mi bella Klara. Ven, en el balcón podemos ver la Rue y aunque no es realmente hermoso ver una calle abandonada al menos por la noche, ¿no te gustaría ir? —se adelantó, encendió una lampara de aceite y entró a su habitación.
Alcor era muy ordenado para ser un hombre soltero, casi nómada por el seguimiento que hizo a Crystall, pero cuando se estableció siguió las normas que su madre adoptiva le inculcó. Abrió la ventana y una corriente de aire movió las cortinas. Alcor se cubrió el postro y soltó una risa. —¿No estaré soñando? —depositó la vela en el mueble más cercano y la volteó a ver. La luz mortecina no vislumbraba con claridad el rostro de ambos pero se reconocían. Alcor caminó hasta ella depositando sus manos en su rostro—. Quiero estar contigo Klara, esta noche, dormir juntos como lo haremos mañana y el día que le suceda mañana hasta el resto de nuestras vidas. La única mujer en mi vida siempre fuiste tu y sé lo serás por siempre, por eso a nadie le he entregado lo más valioso que puede ofrecer un hombre y una mujer.
Sonrió, sus manos acariciaron las mejillas, delinearon su boca y poco a poco sus labios se acercaron a los de ella para conectarse en un beso. Guió el cuerpo de ella tomándola de la cintura hasta el borde de la cama y ambos cayeron.Con ternura Alcor besó las comisura de sus labios, las mejillas, su mentón, descendió por su cuello y regresó a los labios. —Te amo Klara, te amo tanto. Dios no sé que haría si te volviera a perder.
Alcor era muy ordenado para ser un hombre soltero, casi nómada por el seguimiento que hizo a Crystall, pero cuando se estableció siguió las normas que su madre adoptiva le inculcó. Abrió la ventana y una corriente de aire movió las cortinas. Alcor se cubrió el postro y soltó una risa. —¿No estaré soñando? —depositó la vela en el mueble más cercano y la volteó a ver. La luz mortecina no vislumbraba con claridad el rostro de ambos pero se reconocían. Alcor caminó hasta ella depositando sus manos en su rostro—. Quiero estar contigo Klara, esta noche, dormir juntos como lo haremos mañana y el día que le suceda mañana hasta el resto de nuestras vidas. La única mujer en mi vida siempre fuiste tu y sé lo serás por siempre, por eso a nadie le he entregado lo más valioso que puede ofrecer un hombre y una mujer.
Sonrió, sus manos acariciaron las mejillas, delinearon su boca y poco a poco sus labios se acercaron a los de ella para conectarse en un beso. Guió el cuerpo de ella tomándola de la cintura hasta el borde de la cama y ambos cayeron.Con ternura Alcor besó las comisura de sus labios, las mejillas, su mentón, descendió por su cuello y regresó a los labios. —Te amo Klara, te amo tanto. Dios no sé que haría si te volviera a perder.
Alcor Folker- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Re: La anhelantes pasiones desbordadas |+18 | Privado
No podía mentirse. Llegar al hogar de Alcor, entrar por la puerta, como su prometida, cuando apenas un día atrás, solo podía soñar con encontrarle en aquel lejano postrer día, provocaba que su piel se erizara. Un nudo en su garganta le impedía respirar con tranquilidad. Temía que aquello fuera solo un espejismo, un juego macabro de alguno de sus enemigos. Klara tenía infinidad de enemigos, algunos muy poderos, vampiros que bien podían usar alguno de sus artimañas para crear tan bella ilusión. Pero nadie podía saber secretos que solo ellos conocían, momentos vividos sellados en su alma y que solo el rose de sus labios habían logrado despertar.
Mas al cruzar el umbral, y sentir el aroma de Alcor impregnando aquel lugar, supo que todo lo que estaba viviendo era real, que ese hombre era el amor de su vida, el único sueño de amor que tuviera alguna vez. Sus lágrimas quisieron correr por sus mejillas, no eran de tristezas, no, por el contrario, eran de tanto amor contenido, guardado por años en el lugar más apartado de su alma, y que jamás pensó volvería a experimentar. Pero allí estaba él, sonriéndole, nervioso, intentando justificar lo que no importaba, - Amor – dijo con esfuerzo, porque las lágrimas le ahogaban, - podrías vivir en una cabaña, en una choza, en mitad de la nada… y me parecería un palacio, porque solo importa que estemos juntos y que no os vayas jamás -, tomó la mano de su prometido y la acercó a su mejilla, acariciándola, besándola, humedeciéndola con las lágrimas que ahora corrían por ellas libremente.
Cuando entraron en la habitación, su rostro se encendió, pensando que pasaría en ese lugar, en esa noche. Desde aquel momento, su vida cambiaría para siempre, nunca más volvería a estar sola. Deseaba entregarse a él, cumplir sus sueños de formar una familia, de ser por siempre el uno para el otro. Todos esos años, y cada una de las noches, hasta encontrarse nuevamente, habían sido un martirio, una constante lucha de intentar mantenerse con vida, solo con la leve esperanza de volver a sus brazos, y ahora que aquel esfuerzo daba sus frutos, temía, que él se decepcionara.
Aquellas caricias, los brazos que la atraían con insistencia, la hicieron sonreír, suspirar y dejar que él la colmara, le enseñara a confiar, a vivir sin miedos a lo que podía traer el futuro. Cerró sus ojos y dejó que fuera su sentido del tacto el que le dejara disfrutar de lo que Alcor, su amado, le prodigaba a manos llenas. Volvió a suspirar, y sonrió abriendo sus ojos y buscando los ajenos, - te amo, te he amado cada minuto desde que nos conocimos y lo haré hasta que mi corazón deje de latir – susurró casi en los labios de su amado.
Mas al cruzar el umbral, y sentir el aroma de Alcor impregnando aquel lugar, supo que todo lo que estaba viviendo era real, que ese hombre era el amor de su vida, el único sueño de amor que tuviera alguna vez. Sus lágrimas quisieron correr por sus mejillas, no eran de tristezas, no, por el contrario, eran de tanto amor contenido, guardado por años en el lugar más apartado de su alma, y que jamás pensó volvería a experimentar. Pero allí estaba él, sonriéndole, nervioso, intentando justificar lo que no importaba, - Amor – dijo con esfuerzo, porque las lágrimas le ahogaban, - podrías vivir en una cabaña, en una choza, en mitad de la nada… y me parecería un palacio, porque solo importa que estemos juntos y que no os vayas jamás -, tomó la mano de su prometido y la acercó a su mejilla, acariciándola, besándola, humedeciéndola con las lágrimas que ahora corrían por ellas libremente.
Cuando entraron en la habitación, su rostro se encendió, pensando que pasaría en ese lugar, en esa noche. Desde aquel momento, su vida cambiaría para siempre, nunca más volvería a estar sola. Deseaba entregarse a él, cumplir sus sueños de formar una familia, de ser por siempre el uno para el otro. Todos esos años, y cada una de las noches, hasta encontrarse nuevamente, habían sido un martirio, una constante lucha de intentar mantenerse con vida, solo con la leve esperanza de volver a sus brazos, y ahora que aquel esfuerzo daba sus frutos, temía, que él se decepcionara.
Aquellas caricias, los brazos que la atraían con insistencia, la hicieron sonreír, suspirar y dejar que él la colmara, le enseñara a confiar, a vivir sin miedos a lo que podía traer el futuro. Cerró sus ojos y dejó que fuera su sentido del tacto el que le dejara disfrutar de lo que Alcor, su amado, le prodigaba a manos llenas. Volvió a suspirar, y sonrió abriendo sus ojos y buscando los ajenos, - te amo, te he amado cada minuto desde que nos conocimos y lo haré hasta que mi corazón deje de latir – susurró casi en los labios de su amado.
Alianna Lindstrøm- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/07/2015
Re: La anhelantes pasiones desbordadas |+18 | Privado
Las manos juguetonas de Alcor, y aún así tímidas subían y bajaban por sus brazos níveos. Con la yema de sus dedos subió a sus hombros y los desnudo. Besó ambos dando un mordisco al derecho, luego, en besos que más bien parecían caricias se desplazó al cuello mientras sus manos quitaban el cordón del vestido, aflojándolo para que el vestido pudiera quitárselo con más facilidad. Besó su manzana llegando a la barbilla que pareció chupar brevemente. Alcor sujetó el rostro de Klara, sus yemas recorrieron el rostro mientras una fulgurante sonrisa brindaba confianza al amor de su vida. La besó dos veces, con ternura, a penas rozándose los labios. Los pechos de Klara quedaron al descubierto.
Los senos generosos lucían vírgenes como lo era él y seguramente ella. Confiaba en eso y aunque no lo fuera no le importaría. La amaba, y así esperara el hijo de otro hombre quedaría de la criatura como si fuera suya. Nada podía perturbar el amor que sentía por Klara y no se trataba por el calor que su aliento y su cuerpo ya emanaban como fulguroso dragón. Las palmas bajaron estudiando con el tacto los senos, sintiendo los pezones duros. Al principio, Alcor sólo contempló el rostro de su amada, no se atrevía a ver la mitad de su desnudez, pero sucumbió y vio los maravillosos pechos blancos que adoptaban un color rosáceo como el rojo de las mejillas de Klara. Alcor posó su mano derecha en el vientre de su amada sintiendo ese mismo calor que lo carcomía. —¡Qué hermosa eres! —besó el ombligo, sus yemas recorrieron la cintura subiendo por sus costados a sus brazos estremeciendo ese cuerpo.
Con sus dedos indices buscó examinar más allá, donde el vestido aún le negaba la vista de su ropa interior, sintió las bragas y como los dedos entraron en ellas, el bello púbico rodeo los dedos y como si los atrajera al interior sintió la humedad de su sexo. Alcor jadeo sin dejar de ver a Klara. Sin perder el tiempo se quitó la camisa y el saco para que ella pudiera tocarlo también. sus palmas nuevamente se desplazaron por el cuerpo desnudo, descansando en los senos que presionó un par de veces. Era la primera vez que la veía desnuda pero al mismo tiempo sentía que esto era natural, como si no se tratara de su primera vez y a la vez si lo era. No podía explicarlo. La realidad era que estaba con ella y comenzaba a disfrutarlo y pronto su excitación se mostró escandalosamente en su entre pierna.
Sin brusquedad y al parecer sin resistencia de ella le sacó el vestido y terminó por desnudarla. —No —susurró para que no escondiera su zona intima y abrió sus piernas. Tenía mucha curiosidad, no solamente era la primera vez que la veía desnuda, era también, la primera mujer que contemplaba así y con curiosidad se acercó a su zona erógena y sin saber que eran los labios vaginales, la vulva o el clítoris; llevó su dedo corazón al clítoris, lo toco con la yema y con círculos lo movió de un lado a otro, observaba a Klara, le gustaba, y eso hizo que pronto tuviera la curiosidad de saber que se sentía tener esa minúscula extremidad en su boca y sin quedarse con las ganas de saberlo se acercó lentamente, apartó el dedo y metió en la boca el clítoris, succionó al principio, luego, con la lengua hizo lo que sus dedos hicieron, formas circulares al tiempo en que lo chupaba. Como por instinto uno de sus dedos indices acudieron a su vulva y penetraron la vagina superficialmente, saliendo y entrando en ritmos armónicos.
Los senos generosos lucían vírgenes como lo era él y seguramente ella. Confiaba en eso y aunque no lo fuera no le importaría. La amaba, y así esperara el hijo de otro hombre quedaría de la criatura como si fuera suya. Nada podía perturbar el amor que sentía por Klara y no se trataba por el calor que su aliento y su cuerpo ya emanaban como fulguroso dragón. Las palmas bajaron estudiando con el tacto los senos, sintiendo los pezones duros. Al principio, Alcor sólo contempló el rostro de su amada, no se atrevía a ver la mitad de su desnudez, pero sucumbió y vio los maravillosos pechos blancos que adoptaban un color rosáceo como el rojo de las mejillas de Klara. Alcor posó su mano derecha en el vientre de su amada sintiendo ese mismo calor que lo carcomía. —¡Qué hermosa eres! —besó el ombligo, sus yemas recorrieron la cintura subiendo por sus costados a sus brazos estremeciendo ese cuerpo.
Con sus dedos indices buscó examinar más allá, donde el vestido aún le negaba la vista de su ropa interior, sintió las bragas y como los dedos entraron en ellas, el bello púbico rodeo los dedos y como si los atrajera al interior sintió la humedad de su sexo. Alcor jadeo sin dejar de ver a Klara. Sin perder el tiempo se quitó la camisa y el saco para que ella pudiera tocarlo también. sus palmas nuevamente se desplazaron por el cuerpo desnudo, descansando en los senos que presionó un par de veces. Era la primera vez que la veía desnuda pero al mismo tiempo sentía que esto era natural, como si no se tratara de su primera vez y a la vez si lo era. No podía explicarlo. La realidad era que estaba con ella y comenzaba a disfrutarlo y pronto su excitación se mostró escandalosamente en su entre pierna.
Sin brusquedad y al parecer sin resistencia de ella le sacó el vestido y terminó por desnudarla. —No —susurró para que no escondiera su zona intima y abrió sus piernas. Tenía mucha curiosidad, no solamente era la primera vez que la veía desnuda, era también, la primera mujer que contemplaba así y con curiosidad se acercó a su zona erógena y sin saber que eran los labios vaginales, la vulva o el clítoris; llevó su dedo corazón al clítoris, lo toco con la yema y con círculos lo movió de un lado a otro, observaba a Klara, le gustaba, y eso hizo que pronto tuviera la curiosidad de saber que se sentía tener esa minúscula extremidad en su boca y sin quedarse con las ganas de saberlo se acercó lentamente, apartó el dedo y metió en la boca el clítoris, succionó al principio, luego, con la lengua hizo lo que sus dedos hicieron, formas circulares al tiempo en que lo chupaba. Como por instinto uno de sus dedos indices acudieron a su vulva y penetraron la vagina superficialmente, saliendo y entrando en ritmos armónicos.
Alcor Folker- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Re: La anhelantes pasiones desbordadas |+18 | Privado
Mantuvo los ojos cerrados, disfrutando de aquellos besos y caricias, para ella también todo era nuevo y nada podía ser más especial que entregarse el uno al otro, por ello, a pesar que el pudor le rojeaba las mejillas, dejó que él la desvistiera. Sus manos se limitaron a devolver caricias, hundirse en los cabellos cortos de su amado cada vez que la atrapaba entre sus brazos y besaba su piel con pasión.
Sus labios aún más rojos de lo habitual por los besos que Alcor le entregaba, parecían hinchados y sensuales al contraste de su piel extremadamente blanca. Pudo sentir como las manos se dedicaban a desajustar su complicado vestido, para dejar al descubierto sus pechos. Por un instante quiso ocultarlos de la mirada de su amante, pero éste los acarició tiernamente, dándoles calor, brindando un placer que jamás había experimentado. Sus pensamientos volaron lejos, pensando en lo afortunada que había sido al encontrarlo, pues solo entre sus brazos podía ser feliz, libre, sin miedos. Amaba experimentar por primera vez ésa forma de entrega, total y sin reservas, con el único ser dueño de su alma.
Los momentos en que buscaba la mirada de Alcor eran aquellos en los que él exploraba nuevas partes de su cuerpo. Su vientre tembló al contacto de su cálida mano, y más aún cuando recorrió el camino a su pubis, las mejillas de Klara se encendieron, apretó instintivamente sus piernas cerrando el pazo que conducía a sus labios vaginales. Más el fuego en la mirada del brujo, logró que le permitiera explorar aquella zona. Aquel jadeo, proveniente de la boca de su amado, la hizo temblar, reaccionando todo su cuerpo en un estremecimiento, presintiendo que lo próximo sería aún más excitante que lo vivido hasta el momento.
Cuando él se quitó la camisa, dejando al descubierto su pecho bien torneado, con un suave bello que nacía a la altura de su pelvis, Klara tragó saliva y dejó que su instinto le indicara que hacer. Sus manos, tímidas al principio, acariciaron los pectorales, para luego dirigirse a la espalda, aferrándose a él, sus labios se apoyaron el en el pecho de su amado, he inspiró profundamente intentando contener en sus pulmones y en el recuerdo, el aroma de la piel de Alcor. Giró su cabeza, apoyando su mejilla y oído en el pecho, fue el rítmico cantico del corazón del brujo, el que logró emocionarla. Habían pasado tantos años creyéndole muerto que oír el maravilloso bombeo de su corazón, lograron que derramara su corazón en lágrimas de alegría. Se aferró a su amado, y besó cada centímetro del pecho hasta llevar con besos al cuello y barbilla, besándole apasionadamente al encontrar sus labios, - júrame que jamás volveremos a separarnos – le dijo aferrando con sus manos la nuca de su amante, - júrame que permaneceremos juntos, a pesar de todo lo que nos toque vivir – le suplicó entre lágrimas, escondiendo su rostro en el hueco formado entre el cuello y el hombro.
Cuando logró calmarse, su amado volvía a prodigarle caricias. Alcor se apoderó de sus pechos, acariciándolos un poco más fuertemente que al principio, dejándoles un color rosado por la acción del masaje. Luego, prosiguió su exploración, llevando su mano hacia su entrepierna, Klara ahogó un gemido, apretó sus parpados y mordió su labio inferior mientras inclinaba a un más su cabeza hacia atrás, levantando levemente sus caderas, permitiendo que él le acariciara su clítoris. Aun así nada la preparó para sentir el calor del aliento en aquella zona, roja de vergüenza intentó moverse, alejarse de él, pero las manos masculinas, el peso del cuerpo de su amado, la mantenían inmovilizada. Volvió a gemir, cuando los labios se cerraron sobre el clítoris, y la lengua de Alcor torturó aquel botón de placer, sus pezones se habían vuelto duros y dolían, necesitaban el calor de la mano masculina. Instintivamente buscó con las suyas, la mano izquierda, que mantenía libre y tiró de ella para que cubriera un pezón, suspirando de placer al sentir el calor. Pero un nuevo gemido se ahogó en el fondo de su garganta cuando él la penetró con sus dedos, sus manos tomaron los cabellos y tiraron suavemente de ellos, sus piernas se tensaron y una descarga eléctrica la hizo levantar su trozo, buscando atraer hacia ella al hombre que le provocaba tantas sensaciones.
Sus labios aún más rojos de lo habitual por los besos que Alcor le entregaba, parecían hinchados y sensuales al contraste de su piel extremadamente blanca. Pudo sentir como las manos se dedicaban a desajustar su complicado vestido, para dejar al descubierto sus pechos. Por un instante quiso ocultarlos de la mirada de su amante, pero éste los acarició tiernamente, dándoles calor, brindando un placer que jamás había experimentado. Sus pensamientos volaron lejos, pensando en lo afortunada que había sido al encontrarlo, pues solo entre sus brazos podía ser feliz, libre, sin miedos. Amaba experimentar por primera vez ésa forma de entrega, total y sin reservas, con el único ser dueño de su alma.
Los momentos en que buscaba la mirada de Alcor eran aquellos en los que él exploraba nuevas partes de su cuerpo. Su vientre tembló al contacto de su cálida mano, y más aún cuando recorrió el camino a su pubis, las mejillas de Klara se encendieron, apretó instintivamente sus piernas cerrando el pazo que conducía a sus labios vaginales. Más el fuego en la mirada del brujo, logró que le permitiera explorar aquella zona. Aquel jadeo, proveniente de la boca de su amado, la hizo temblar, reaccionando todo su cuerpo en un estremecimiento, presintiendo que lo próximo sería aún más excitante que lo vivido hasta el momento.
Cuando él se quitó la camisa, dejando al descubierto su pecho bien torneado, con un suave bello que nacía a la altura de su pelvis, Klara tragó saliva y dejó que su instinto le indicara que hacer. Sus manos, tímidas al principio, acariciaron los pectorales, para luego dirigirse a la espalda, aferrándose a él, sus labios se apoyaron el en el pecho de su amado, he inspiró profundamente intentando contener en sus pulmones y en el recuerdo, el aroma de la piel de Alcor. Giró su cabeza, apoyando su mejilla y oído en el pecho, fue el rítmico cantico del corazón del brujo, el que logró emocionarla. Habían pasado tantos años creyéndole muerto que oír el maravilloso bombeo de su corazón, lograron que derramara su corazón en lágrimas de alegría. Se aferró a su amado, y besó cada centímetro del pecho hasta llevar con besos al cuello y barbilla, besándole apasionadamente al encontrar sus labios, - júrame que jamás volveremos a separarnos – le dijo aferrando con sus manos la nuca de su amante, - júrame que permaneceremos juntos, a pesar de todo lo que nos toque vivir – le suplicó entre lágrimas, escondiendo su rostro en el hueco formado entre el cuello y el hombro.
Cuando logró calmarse, su amado volvía a prodigarle caricias. Alcor se apoderó de sus pechos, acariciándolos un poco más fuertemente que al principio, dejándoles un color rosado por la acción del masaje. Luego, prosiguió su exploración, llevando su mano hacia su entrepierna, Klara ahogó un gemido, apretó sus parpados y mordió su labio inferior mientras inclinaba a un más su cabeza hacia atrás, levantando levemente sus caderas, permitiendo que él le acariciara su clítoris. Aun así nada la preparó para sentir el calor del aliento en aquella zona, roja de vergüenza intentó moverse, alejarse de él, pero las manos masculinas, el peso del cuerpo de su amado, la mantenían inmovilizada. Volvió a gemir, cuando los labios se cerraron sobre el clítoris, y la lengua de Alcor torturó aquel botón de placer, sus pezones se habían vuelto duros y dolían, necesitaban el calor de la mano masculina. Instintivamente buscó con las suyas, la mano izquierda, que mantenía libre y tiró de ella para que cubriera un pezón, suspirando de placer al sentir el calor. Pero un nuevo gemido se ahogó en el fondo de su garganta cuando él la penetró con sus dedos, sus manos tomaron los cabellos y tiraron suavemente de ellos, sus piernas se tensaron y una descarga eléctrica la hizo levantar su trozo, buscando atraer hacia ella al hombre que le provocaba tantas sensaciones.
Alianna Lindstrøm- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/07/2015
Re: La anhelantes pasiones desbordadas |+18 | Privado
Sacó la lengua y mientras masajeaba la vulva con su mano derecha miraba directamente a los ojos de Klara con una ternura ajena a la pasión desbordante. —Lo juro, juro que permaneceré a tu lado sea la circunstancia que sea. Juro que pelearé inclusive contra mi mismo para velar por ti y nuestro amor —besó el vientre. Sus manos descendieron por los muslos acariciándolos con las yemas, quería recorrer con su tacto cada rincón de la piel que ya le pertenecía como la de él a ella. Dio un nuevo beso al clitoris, subió hasta sus pechos volviendo a tomarlos entre sus manos, estrujándolos con delicadesa, luego, se echó a un costado y cogiéndola del brazo hizo que ella se volteara hacía él.
Alcor hizo ejercicio de respiración, algo que aprendió en su cruzada por eliminar a Crystall, su corazón se había acelerado de repente y sintió que su sexo le dolía. Alcor se desabrochó el pantalón y se lo quitó de prisa casi con desesperación, se libró de eso que era una prisión, una tortura para su sexo y cuando lo liberó se mostró como un monstruo ante ella y ante él. Era la primera vez que lo veía de ese modo. Nunca antes vio una erección de su miembro por lo que estaba tan asombrado como ella. «¿Cómo podía crecer tanto?» era algo increíble pero también estaba la incertidumbre, una ansiedad «¿realmente podrá entrar en la vagina?, ¿su miembro podría penetrarla?» sólo había una forma de averiguarlo, mas no se atrevía aún a intentar hacerlo o insinuarselo. Pensó en que el momento se presentaría por sí mismo, en verdad confiaba en que la máxima expresión de amor llegaría sin que ellos se dieran cuenta.
Se acercó a ella, ambos sexos se rozaron y sintió un escalofríos que inició en las plantas de sus pies y terminó en su nuca. Soltó un suspiro en los labios de ella y quedó hipnotizado por sus ojos que lo enamoraron hacía tantos años. Alcor acarició los rubios cabellos y la besó con cariño, sin ningún ahinco de lujuria pese a ese ardor que se manifestaba en su cuerpo. —Nunca creí en este momento, en cómo sería. Y ahora me doy cuenta que aunque te hubiera deseado como una mujer a quien tomar como un simple objeto sexual, mi mente no se acercaría a la expresión que se desemboca de nuestros cuerpos. De esta anhelante pasión desbordada. Bendita la suerte de volverte a encontrar —volvió a besarla pasando sus manos por su cintura y haciendo que ella se sentara sobre él, o al menos sobre sus muslos, dejando su miembro erecto frente a su vulva, acariciando el clitoris de forma natural.
Alcor hizo ejercicio de respiración, algo que aprendió en su cruzada por eliminar a Crystall, su corazón se había acelerado de repente y sintió que su sexo le dolía. Alcor se desabrochó el pantalón y se lo quitó de prisa casi con desesperación, se libró de eso que era una prisión, una tortura para su sexo y cuando lo liberó se mostró como un monstruo ante ella y ante él. Era la primera vez que lo veía de ese modo. Nunca antes vio una erección de su miembro por lo que estaba tan asombrado como ella. «¿Cómo podía crecer tanto?» era algo increíble pero también estaba la incertidumbre, una ansiedad «¿realmente podrá entrar en la vagina?, ¿su miembro podría penetrarla?» sólo había una forma de averiguarlo, mas no se atrevía aún a intentar hacerlo o insinuarselo. Pensó en que el momento se presentaría por sí mismo, en verdad confiaba en que la máxima expresión de amor llegaría sin que ellos se dieran cuenta.
Se acercó a ella, ambos sexos se rozaron y sintió un escalofríos que inició en las plantas de sus pies y terminó en su nuca. Soltó un suspiro en los labios de ella y quedó hipnotizado por sus ojos que lo enamoraron hacía tantos años. Alcor acarició los rubios cabellos y la besó con cariño, sin ningún ahinco de lujuria pese a ese ardor que se manifestaba en su cuerpo. —Nunca creí en este momento, en cómo sería. Y ahora me doy cuenta que aunque te hubiera deseado como una mujer a quien tomar como un simple objeto sexual, mi mente no se acercaría a la expresión que se desemboca de nuestros cuerpos. De esta anhelante pasión desbordada. Bendita la suerte de volverte a encontrar —volvió a besarla pasando sus manos por su cintura y haciendo que ella se sentara sobre él, o al menos sobre sus muslos, dejando su miembro erecto frente a su vulva, acariciando el clitoris de forma natural.
Alcor Folker- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Re: La anhelantes pasiones desbordadas |+18 | Privado
Su pecho se elevaba de una manera rítmica y acompasada, pero de forma veloz, intentando recuperar el aliento tras cada caricia que su amante le prodigara. Sus manos siguieron aferradas suavemente a los cabellos de Alcor, acariciándole. Sus manos se fueron deslizando por la nuca, hombros y brazos masculinos, mientras él se acercaba a su rostro, tembló con cada beso y caricia que le diera recorriendo el trayecto desde vientre a sus labios, que lo esperaban ansiosos y deseando fundirse en un beso cargado de la pasión que la embargaba, le recibió con suspiros y sonrisas, su mirada, aun velada por el deseo, buscaba encontrar aquellos orbes le permitían ver el alma de su amante.
Se negaba a soltarlo, aferrándose a él, como si temiera que desapareciera dejándola nuevamente sola. Tal vez era injusto pensar de ese modo, pues ninguno de los dos había querido separarse, fue la circunstancia la responsable, pero aquello no quitaba que el miedo se apoderara de su mente y de su corazón. Su pecho estalló de alegría y emoción, haciendo que el estómago se llenara de mariposas, cuando él la atrajo hacia su cuerpo. Quedó acostada a su lado contemplándole con profunda devoción. Su brazo derecho, hacía de apoyo a su cabeza, mientras con su dedo índice delineaba el perfil de su amado, para luego hacerle girar el rostro, intentando que la contemplara, entonces se acercó para besarle tiernamente. Entonces lo oyó respirar de una forma particular, el miedo, aquel que como cazadora jamás experimentaba, se apoderó de ella, no existía mayor terror que poder llegar a perderle de nuevo. Se quedó expectante, solo atinó a llevar su mano al centro del pecho, sintiendo el retumbar de los latidos del corazón de Alcor, en la palma de su mano.
Le observo desabrocharse el pantalón para luego quitárselo, como si éste le estuviera haciendo mal, le hiriera de alguna forma. Instintivamente se movió con rapidez, sentándose en el lecho, lista para ayudarle, atenta a buscar la posible quemadura, o herida. Más cuando su amado se mostró desnudo ante ella, con su miembro erecto, el rostro de la joven enrojeció, como no lo había hecho, ni siquiera cuando él la besara en el clítoris. Sus miradas se encontraron, y como pidiendo permiso y tomando coraje, volvió a llevarla a donde el pene se mostraba de una forma que jamás hubiera imaginado. Nunca había visto a un hombre desnudo, a excepción de los licántropos que al matarlos volvían a su estado humano. Pero nada podía compararse con la situación que estaba experimentando. Tuvo que tragar saliva para no ahogarse, deseaba recorrer el cuerpo de su amado con sus manos, acariciar cada centímetro de su piel, acunar en sus manos los testículos que se observaban grandes y cubiertos de un suave bello. Mordió su labio inferior y cerró su mano en un puño, cuando instintivamente se dirigía a tocar el glande, dirigió su mano al vientre, para acariciarle, inclinándose y besando el torso de Alcor. Sus orbes buscaron los de su amado, inclinó su torso sobre el pecho, le besó, con ternura al principio volviéndose apasionado.
Aquello, llevó a que Alcor la girara en un rápido movimiento, haciendo que terminara nuevamente sobre las sabanas. Volvió a cubrirla con su cuerpo, vientre con vientre, sus caderas alineadas, dejaron sus zonas erógenas rosándose en cada movimiento que hacían. El pene, como si encontrara su nido, fue aceptado por el monte de venus y las largas piernas femeninas, un escalos fríos la envolvió al sentirse tan cerca de romper aquella barrera que por tanto tiempo creyó imposible que ocurriera. Suspiró en los labios de su amado, mientras sus manos se deslizaban por el cuello y la nuca, aunque deseaba decirle tantas cosas, expresar con palabras todos los sentimientos que la ahogaban, simplemente le fue imposible. Solo sus labios y sus gemidos, lograban demostrarle a su amado, el océano de emociones que la embargaban.
Embriagada por sus besos, por las palabras que le dijera, la tomó por sorpresa el rápido movimiento de su amante, el que provocó que terminara sentada sobre las caderas masculinas, rosando con sus nalgas, labios vaginales y clítoris, la zona erógena masculina. Las palmas de las manos de Alcor, apoyadas en sus caderas, la inundaban de un calor y confianza que necesitaba. Se inclinó, buscando los labios de su amado, y en el movimiento, su vulva acarició el tallo y glande, el que se colocó en la entrada de la vagina, acercándose cada vez más al momento de unir sus cuerpos.
Se negaba a soltarlo, aferrándose a él, como si temiera que desapareciera dejándola nuevamente sola. Tal vez era injusto pensar de ese modo, pues ninguno de los dos había querido separarse, fue la circunstancia la responsable, pero aquello no quitaba que el miedo se apoderara de su mente y de su corazón. Su pecho estalló de alegría y emoción, haciendo que el estómago se llenara de mariposas, cuando él la atrajo hacia su cuerpo. Quedó acostada a su lado contemplándole con profunda devoción. Su brazo derecho, hacía de apoyo a su cabeza, mientras con su dedo índice delineaba el perfil de su amado, para luego hacerle girar el rostro, intentando que la contemplara, entonces se acercó para besarle tiernamente. Entonces lo oyó respirar de una forma particular, el miedo, aquel que como cazadora jamás experimentaba, se apoderó de ella, no existía mayor terror que poder llegar a perderle de nuevo. Se quedó expectante, solo atinó a llevar su mano al centro del pecho, sintiendo el retumbar de los latidos del corazón de Alcor, en la palma de su mano.
Le observo desabrocharse el pantalón para luego quitárselo, como si éste le estuviera haciendo mal, le hiriera de alguna forma. Instintivamente se movió con rapidez, sentándose en el lecho, lista para ayudarle, atenta a buscar la posible quemadura, o herida. Más cuando su amado se mostró desnudo ante ella, con su miembro erecto, el rostro de la joven enrojeció, como no lo había hecho, ni siquiera cuando él la besara en el clítoris. Sus miradas se encontraron, y como pidiendo permiso y tomando coraje, volvió a llevarla a donde el pene se mostraba de una forma que jamás hubiera imaginado. Nunca había visto a un hombre desnudo, a excepción de los licántropos que al matarlos volvían a su estado humano. Pero nada podía compararse con la situación que estaba experimentando. Tuvo que tragar saliva para no ahogarse, deseaba recorrer el cuerpo de su amado con sus manos, acariciar cada centímetro de su piel, acunar en sus manos los testículos que se observaban grandes y cubiertos de un suave bello. Mordió su labio inferior y cerró su mano en un puño, cuando instintivamente se dirigía a tocar el glande, dirigió su mano al vientre, para acariciarle, inclinándose y besando el torso de Alcor. Sus orbes buscaron los de su amado, inclinó su torso sobre el pecho, le besó, con ternura al principio volviéndose apasionado.
Aquello, llevó a que Alcor la girara en un rápido movimiento, haciendo que terminara nuevamente sobre las sabanas. Volvió a cubrirla con su cuerpo, vientre con vientre, sus caderas alineadas, dejaron sus zonas erógenas rosándose en cada movimiento que hacían. El pene, como si encontrara su nido, fue aceptado por el monte de venus y las largas piernas femeninas, un escalos fríos la envolvió al sentirse tan cerca de romper aquella barrera que por tanto tiempo creyó imposible que ocurriera. Suspiró en los labios de su amado, mientras sus manos se deslizaban por el cuello y la nuca, aunque deseaba decirle tantas cosas, expresar con palabras todos los sentimientos que la ahogaban, simplemente le fue imposible. Solo sus labios y sus gemidos, lograban demostrarle a su amado, el océano de emociones que la embargaban.
Embriagada por sus besos, por las palabras que le dijera, la tomó por sorpresa el rápido movimiento de su amante, el que provocó que terminara sentada sobre las caderas masculinas, rosando con sus nalgas, labios vaginales y clítoris, la zona erógena masculina. Las palmas de las manos de Alcor, apoyadas en sus caderas, la inundaban de un calor y confianza que necesitaba. Se inclinó, buscando los labios de su amado, y en el movimiento, su vulva acarició el tallo y glande, el que se colocó en la entrada de la vagina, acercándose cada vez más al momento de unir sus cuerpos.
Alianna Lindstrøm- Hechicero Clase Alta
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Re: La anhelantes pasiones desbordadas |+18 | Privado
Los movimientos le arrebataron el aliento. Un suspiro que humedeció el sexo virgen de Alcor. Su pecho ya sudaba y se sentía nervioso. Sus ojos veían en ambos planos pero estaba más enfocado en Klara que en los fantasmas que habitaban su departamento. Nada, ni siquiera Crystall era motivo de distracción. Sus ojos estaban posados en los de Klara, ella era su universo. El motor donde giraba su vida, su presente. Su miembro seguía rozando la vulva en un vaivén natural que ninguno de los dos forzaron. Alcor descansó su frente en la ajena dejando que su aliento acariciara los labios femeninos. La boca exquisita.
Respiró, su miembro no dejó de hacer contacto en ningún momento con su zona erógena. Pero era tiempo de que se unieran. Su cuerpo se lo exigía y el calor en ella también lo insinuaba. Le dijo que la amaba en una sola mirada, en el rastro que dejó su lengua en los labios. Empujó con su mano ligeramente el cuerpo de ella, luego, al atraerlo hacía él lo levantó dejando que su vagina cayera sobre su excitación iniciando el coito. Alcor tuvo más complicaciones para respirar. Los movimientos eran muy naturales. Él no obligaba los movimientos, surgían solos. De adelante hacia atrás, cogiéndole de la cadera se generó un vaivén espontáneo, que no lo apresuró.
El candente aliento acariciaba el hombro derecho de Klara cuando él descansó su cabeza en el. Los movimientos no paraban, los gemidos de ella, de él. El ritmo exquisito de ambos cuerpos unidos. Su corazón se aceleró y buscó los labios ajenos, la boca añorada por tantos años, en un desesperado movimiento de compartir su respiración con la de Klara, intercambiar alientos, respirar de ella y ella de él. No quería que se agotara la energía, no ahora que los movimientos se hicieron más intensos. La sostuvo de las nalgas, apretándolas, fundiendo sus manos como un experto; levantó el cuerpo femenino y lo dejó caer sobre su miembro. Ahora los movimientos no eran de adelante hacia atrás. Si no de arriba hacia abajo.
Nuevos gemidos ahogados en la boca. La invasión de su lengua que acariciaba la de ella, una extensión más. Como sus brazos que seguían tomándole las nalgas. Klara caía sobre el miembro, se aferraba a su cuello y cuando sus labios se separaron el de inmediato besó su cuello, ambos hombros, sus manos dejaron las nalgas y echaron para atrás la cabeza de Klara, ahora la lengua descendía por el seno mientras sus manos acariciaban los pezones, más tarde, los pechos. Besó también los pechos y dejó una marca en uno de ellos, un moretón que no dio importancia. La marca de que le pertenecía, era de él y él de ella. Ambos, juntos al fin. Llevando la expresión de amor al siguiente nivel. Uniendo sus cuerpos como quizás no lo desearon, al menos no como ahora lo hacían. La pregunta de Alcor fue respondida. Su miembro si entró dentro de la vagina de Klara y ambos lo disfrutaban.
Respiró, su miembro no dejó de hacer contacto en ningún momento con su zona erógena. Pero era tiempo de que se unieran. Su cuerpo se lo exigía y el calor en ella también lo insinuaba. Le dijo que la amaba en una sola mirada, en el rastro que dejó su lengua en los labios. Empujó con su mano ligeramente el cuerpo de ella, luego, al atraerlo hacía él lo levantó dejando que su vagina cayera sobre su excitación iniciando el coito. Alcor tuvo más complicaciones para respirar. Los movimientos eran muy naturales. Él no obligaba los movimientos, surgían solos. De adelante hacia atrás, cogiéndole de la cadera se generó un vaivén espontáneo, que no lo apresuró.
El candente aliento acariciaba el hombro derecho de Klara cuando él descansó su cabeza en el. Los movimientos no paraban, los gemidos de ella, de él. El ritmo exquisito de ambos cuerpos unidos. Su corazón se aceleró y buscó los labios ajenos, la boca añorada por tantos años, en un desesperado movimiento de compartir su respiración con la de Klara, intercambiar alientos, respirar de ella y ella de él. No quería que se agotara la energía, no ahora que los movimientos se hicieron más intensos. La sostuvo de las nalgas, apretándolas, fundiendo sus manos como un experto; levantó el cuerpo femenino y lo dejó caer sobre su miembro. Ahora los movimientos no eran de adelante hacia atrás. Si no de arriba hacia abajo.
Nuevos gemidos ahogados en la boca. La invasión de su lengua que acariciaba la de ella, una extensión más. Como sus brazos que seguían tomándole las nalgas. Klara caía sobre el miembro, se aferraba a su cuello y cuando sus labios se separaron el de inmediato besó su cuello, ambos hombros, sus manos dejaron las nalgas y echaron para atrás la cabeza de Klara, ahora la lengua descendía por el seno mientras sus manos acariciaban los pezones, más tarde, los pechos. Besó también los pechos y dejó una marca en uno de ellos, un moretón que no dio importancia. La marca de que le pertenecía, era de él y él de ella. Ambos, juntos al fin. Llevando la expresión de amor al siguiente nivel. Uniendo sus cuerpos como quizás no lo desearon, al menos no como ahora lo hacían. La pregunta de Alcor fue respondida. Su miembro si entró dentro de la vagina de Klara y ambos lo disfrutaban.
Alcor Folker- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Re: La anhelantes pasiones desbordadas |+18 | Privado
No dejó de contemplar aquellos orbes que la hipnotizaban, cada detalle de ellos era como la más hermosa joya que hubiera visto alguna vez. Todo el rostro masculino, le parecía exquisito. En tantos años de ausencia, jamás había podido olvidar cada uno de los detalles que la habían conquistado. Aquellas pestañas pobladas y extremadamente largas, las cejas que marcaban un carácter incisivo y posesivo. el puente de la nariz, sus labios y aquella barbilla que mordió dulcemente.
Cerró los ojos para escuchar el jadeo de su amado, el leve roce de sus pieles al balanceo rítmico de los cuerpos, al unirse en una melodía, que solo podían escuchar ellos dos. Había contenido la respiración cuando él la penetró, desgarrando su himen, mordió sus labios, al sentir un dolor sordo, que duró unos pocos segundos, hasta que esa molestia dio lugar a una sensación única e indescriptible para la joven. Su boca entreabierta, los labios rojos y brillantes por la saliva al mojarlos de forma instintiva con su lengua , fueron atraídos de forma imperativa por los labios avariciosos de Alcor, que deseaban poseerla, conquistarla, como los antiguos normandos al conquistar valles, bosques y montañas de una antigua y legendaria Francia. Así se sentía, Klara, como la tierra virgen, conquistada, y recreada nuevamente, bajo las manos de su hombre.
Los besos, se hicieron más profundos, agresivos, invadiendo su boca con la lengua, una dulce y sensual batalla se presentó en aquel lugar, y nuevamente el conquistador logró vencer las barreras de la timidez, del pudor, liberándola de aquella angustia acunada durante tanto tiempo en su alma, cuando pensó que jamás podría vivir su apasionado amor con Alcor y que siempre sería un dulce recuerdo de un amor que no pudo ser. Mas allí se encontraba, arrullada entre esos brazos, guiada al placer, por primera vez, ardiendo en la hoguera de la pasión, esa que habían encendido los dos, y en la que podrían por fin fundir sus anhelantes deseos, pasiones, y sueños.
Sus manos recorrieron los hombros de Alcor, para acariciar el cuello y la nuca, hundiéndolas en los cabellos obscuros y sedosos del hechicero. Con aquel movimiento lo atrajo más a ella, sus embestidas con la lengua se volvieron más osadas, al ritmo que la penetración en su vagina comenzaba a ser menos delicada y más posesiva. Gimió en la boca de su amante y cuando sintió que una corriente eléctrica la traspasaba desde el centro de su ser, hasta la nuca, soltó los labios de Alcor, para inclinar su cabeza hacia tras, arqueando su cuerpo, exponiendo a esa boca caliente y hambrienta de nuevas sensaciones, sus pechos rosados de pezones erguidos, sensibles al leve rose de las palmas que los rosaron. Las suyas soltaron los cabellos, los dedos crispados por la sensación que aún la traspasaba, marcaron la piel masculina con delgadas líneas, creando finos tatuajes en los fuertes brazos, mientras desde el fondo de su garganta un gemido se desgarraba.
Volvió nuevamente a erguirse, su cabeza se inclinó ésta vez hacia adelante, con el rostro encendido, cubierto de sudor y la mirada velada por la pasión, buscó nuevamente unir sus labios a los ajenos, mientras movía rítmicamente sus caderas, dirigida en ésa intima danza, por las manos de su amado, que subían y descendían por su vientre, pechos y espalda. Sintió el escozor, cuando él la marcó con ese pequeño moretón en forma de beso y en vez de sentirse ofendida, sus labios se expandieron en una dulce sonrisa. Deseaba que todo Paris supiera, que ella le pertenecería siempre, pues había sido marcada, en cuerpo y alma, por aquel hechicero. Lo observó nuevamente a los ojos, aunque de su boca no pudo desprenderse ni una sola palabra, ella gritaba con toda su alma cuanto lo amaba.
Cerró los ojos para escuchar el jadeo de su amado, el leve roce de sus pieles al balanceo rítmico de los cuerpos, al unirse en una melodía, que solo podían escuchar ellos dos. Había contenido la respiración cuando él la penetró, desgarrando su himen, mordió sus labios, al sentir un dolor sordo, que duró unos pocos segundos, hasta que esa molestia dio lugar a una sensación única e indescriptible para la joven. Su boca entreabierta, los labios rojos y brillantes por la saliva al mojarlos de forma instintiva con su lengua , fueron atraídos de forma imperativa por los labios avariciosos de Alcor, que deseaban poseerla, conquistarla, como los antiguos normandos al conquistar valles, bosques y montañas de una antigua y legendaria Francia. Así se sentía, Klara, como la tierra virgen, conquistada, y recreada nuevamente, bajo las manos de su hombre.
Los besos, se hicieron más profundos, agresivos, invadiendo su boca con la lengua, una dulce y sensual batalla se presentó en aquel lugar, y nuevamente el conquistador logró vencer las barreras de la timidez, del pudor, liberándola de aquella angustia acunada durante tanto tiempo en su alma, cuando pensó que jamás podría vivir su apasionado amor con Alcor y que siempre sería un dulce recuerdo de un amor que no pudo ser. Mas allí se encontraba, arrullada entre esos brazos, guiada al placer, por primera vez, ardiendo en la hoguera de la pasión, esa que habían encendido los dos, y en la que podrían por fin fundir sus anhelantes deseos, pasiones, y sueños.
Sus manos recorrieron los hombros de Alcor, para acariciar el cuello y la nuca, hundiéndolas en los cabellos obscuros y sedosos del hechicero. Con aquel movimiento lo atrajo más a ella, sus embestidas con la lengua se volvieron más osadas, al ritmo que la penetración en su vagina comenzaba a ser menos delicada y más posesiva. Gimió en la boca de su amante y cuando sintió que una corriente eléctrica la traspasaba desde el centro de su ser, hasta la nuca, soltó los labios de Alcor, para inclinar su cabeza hacia tras, arqueando su cuerpo, exponiendo a esa boca caliente y hambrienta de nuevas sensaciones, sus pechos rosados de pezones erguidos, sensibles al leve rose de las palmas que los rosaron. Las suyas soltaron los cabellos, los dedos crispados por la sensación que aún la traspasaba, marcaron la piel masculina con delgadas líneas, creando finos tatuajes en los fuertes brazos, mientras desde el fondo de su garganta un gemido se desgarraba.
Volvió nuevamente a erguirse, su cabeza se inclinó ésta vez hacia adelante, con el rostro encendido, cubierto de sudor y la mirada velada por la pasión, buscó nuevamente unir sus labios a los ajenos, mientras movía rítmicamente sus caderas, dirigida en ésa intima danza, por las manos de su amado, que subían y descendían por su vientre, pechos y espalda. Sintió el escozor, cuando él la marcó con ese pequeño moretón en forma de beso y en vez de sentirse ofendida, sus labios se expandieron en una dulce sonrisa. Deseaba que todo Paris supiera, que ella le pertenecería siempre, pues había sido marcada, en cuerpo y alma, por aquel hechicero. Lo observó nuevamente a los ojos, aunque de su boca no pudo desprenderse ni una sola palabra, ella gritaba con toda su alma cuanto lo amaba.
Alianna Lindstrøm- Hechicero Clase Alta
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