Líderc Arsenics ID

Alastor Líderc Arsenics

637 años • Vampiro • Clase Alta • Heterosexual • Húngaro

HABILIDADES DESTACADAS:

Descripción Psicológica

Aberración; Su monstruosa visión sobre la existencia, hace que se le de un significado nuevo a la palabra. Por norma, todo lo que se encuentra fuera del dogma natural de la vida, adquiere semejante adjetivo. Sin embargo, la ilícita descripción no alcanza a comprender la extrañeza de su complicada mente. Usa la perversión mortal adjudicándole justificación; pues el morbo está dentro de todo hombre y mujer, dentro de cada infante cuyo desarrollo y educación se basan en el carácter observatorio, curioso y dependiente. Es partidario de la creencia de que no existe mentalidad alguna que no comprenda la depravación o la perfidia, la crueldad o el egoísmo, la sátira o el sarcasmo, la maldad o la envidia, el terror o el pánico, lo bestial o lo inhumano. La pureza es un mito adoctrinado por patriarcas hipócritas, cuyas manías descansan en el apócrifo escenario de su virtud. Quizá sea esa la razón por la cual, invierte tanto tiempo a su lado, mostrando la sabia decadencia de la vida, añorando el desentrañable y pútrido fin de la disciplina, siendo él y sólo él, único erudito a su descarriada religión. Es una bestia que, además de tergiversar, manipula, crea, destruye e implementa manías al sistema; el propósito nunca cambia pues entidades malévolas han existido mucho antes que él y, al final, el objetivo era el mismo. Entretenimiento personal.

Conjunción relativamente asquerosa, repugnante y elegantemente aterradora.

Arte; Atemporal y ridículo es el significado de la poesía en el transcurrir de los años, pero siempre existe un autor y el insulso discípulo, cuyo vacío existencial lo arrastra a consagrar a un estúpido como genio; lo idolatra, lo adora con vehemencia y no cabe duda de que su pasión abnegada lo conducirá a una temprana muerte, donde será su maestro, quien describa entre versos, párrafos y rimas el descenso. Pero la muerte debe ser tratada con respeto, con admiración y recelo, porque no existe perfección más oscura y divina como la muerte. Miles han sido los poetas cuyas almas desgarbadas se han centrado en amar lo inadmisible, lo prohibido, lo moribundo. Ninguno de ellos fue capaz de consagrar e idealizar el significado de tan magna Musa; los fragmentos de sus obras extintas, la miseria de sus sacrificios y lo inhóspito de sus tragedias, los han resumido a la nada. Y él, cuya pasión desbordante raya en la demencia y la cordura, aprendió el valor que la muerte le ha dado a la vida. Por ello es que quienes logran posarse en la delgada línea entre el fallecimiento y la existencia, merecen el aprecio de aquel portador de la verdad y/o profeta. Podredumbre, enfermedad y decadencia. Elementos esenciales para enamorarla a ella, para hacerla suya, para susurrarle al oído el lamento agónico por no tenerla, por no poder hacer otra cosa más que sacrificios para ella. La obsesión sólo es una idea; la posesividad y derroche de asesinatos, su lenguaje, aquel con el que se expresa e intenta cautivarle. Con cada expiración siente un beso, o una caricia, con cada ofrenda mortuoria, él le hace el amor.

Sepulcral y extraña pasión consumista, ese es el arte de la muerte.

Siniestro; la sola palabra puede convertirse en un verbo cuyo significado resulta ser realmente aterrador. Cautivado por su poco ortodoxo amor, encontró en la tortura y el caos, la forma más sublime de escribirle poesía a su amada. A veces, el desquicio no es necesario ni suficiente, para perpetrar cada uno de los pecados que las religiones prohíben. Y la mayoría del tiempo, la maldad no suele ser percibida en la mirada ausente, mucho menos en las educadas palabras que se utilizan en el cruel mundo de oscurantismo y destrucción. Hay infinidad de antifaces que se portan para esconder la demencia; pero bajo el yugo de la tiranía, las fobias se disipan y le abren espacio a una nueva pesadilla. Cada vida arrancada tiene que ser una obra de arte, pues la vida en si ya es una tragedia escrita por la tinta del destino, esto significa que debe tener un buen desenlace y, para ello, es prescindible que el camino trazado hasta ella, esté lleno de anárquicos escenarios y pulcritud en los actos. Mata cuando tiene hambre y cuando quiere sentir el placer del arte en sus manos, pero de una forma u otra lo hace inspirado y haciendo dedicatoria a su obsesión.

El equilibrio perfecto entre lo escalofriante y la belleza.

Sublime; en la decadencia el hombre encuentra el santo grial de la existencia. Piensa, crea y también destruye. No importa que tan miserable sea el estado, no interesa si no es posible pisotear aún más el orgullo o escupirá dignidad; en medio de la peste, los sentidos despiertan y la mente se dispersa. Es la necesidad quien los hace huir, pero también quien los hace encarar los juicios, y cometer actos tan impuros como divinos. Se trata de la desesperación, del afanado sentido por aferrarse al despojo que se llama vida; olfatear la melancolía, devanar la esperanza, corromper la pulcritud. Cualquiera haría lo que fuese por un poco más… y él, portador de muerte y dador de vidas, podría realmente favorecer al moribundo, amarlo y colocarlo en aquel altar por encima de su devastación, pero entonces dejaría de estar roto, dejaría de ser perfecto. Para él, la enfermedad que deteriora pero no consume, la tortura que mata pero no culmina. Un estado perpetuo de sufrimiento y agonía, habla de magnificiencia. No hay gratitud y euforias. No hay nada más que el complejo de la autodestrucción. Música para oídos sordos, cántico de almas desdichadas, letárgicas, rancias, mezquinas y corruptas. Su penuria compone arpegios en una oda para ella.

Qué mejor serenata para la muerte, que un suplicio... un réquiem.

Historia

Un par de pasos, a lo lejos masacraban el silencio con su tétrico suspenso; Alastor yace en el suelo, completa y totalmente moribundo. La obscuridad se ciñe sobre su decadente cuerpo, misma que oculta yagas en su piel. El olor que su vitalidad despide, es apetecible de tal manera que la tierra implora por beber un poco de su sangre.
No tiene frío, pero puede sentir como su espalda pierde el calor lentamente y juraría haber perdido la razón, pues pareciera que el viento le ha dedicado una última cantata.
Conoce la letra, sabe cual es la tonada, y aunque desearía poder unirse al coro, el ardor de su garganta, le impide mostrar empatía por el fúnebre Himno. Su cuerpo se retuerce al cambio de un nuevo acorde, invocado por las teclas en un viejo y desgastado piano. Quiere gritar.
Abre los ojos confundido, extrañado. No puede seguir el lineamento de las notas, mucho menos concentrarse en la música que aún suena en el fondo.
La visión se nubla, todo a su alrededor se derrumba, no hay neblina pero el humo de sus orbes ofusca las imágenes reales. Alimañas acompañan su viaje sin retorno, un ciempiés recorre el tobillo desnudo. Cosquilleo que arremete en contraste con su agonía. El escorpión ha inyectado ya su veneno, la serpiente lo impregnó con su ponzoña y las arañas han hecho de sus fauces un hogar para sus huevecillos. Salen y entran, de sus fosas nasales, gusanos que con su carne putrefacta se alimentan.

No es poesía, no es lírica. La muerte ha entrado en sus pupilas.

Ha observado desde ahí, la mitad de la existencia ya desperdiciada. Avaricia y petulancia que con los segundos se mofan de su desdicha. Sólo fue la burla de la sociedad, un artista que acaba con su vida, pues su arte en el mercado no se vende, pues su ideal abstracto nadie comprende.
Fue perseguido, aclamado, odiado e incluso temido. Él fue un hermoso asesino.
Un hombre mudo que encontró en el arte, un medio de comunicación con la sociedad que le rodea, con aquella gente que juzgaba, señalaba y confundía su falta de expresión, con diabólicos pactos.
En medio del letargo, vio el nacimiento de la maldad y la inmersión de su mente, cuando sin querer ahogó a un joven en el lago. No fue el placer de arrebatar una vida, no fueron sus lamentos, no fue ni siquiera el último suspiro. Lo que le abrió las puertas al infierno fue el lapso de tiempo en que la agonía se extendió por aquel cuerpo, más aún fue el reconocer la escena de aquel acto, parecida a lo que en su imaginación describiría como la imagen de Narciso apreciando su reflejo en el lago. Algún día lo pintaría, con el rostro de aquel joven ahora, bajo la traslúcida agua, refugiado.
Una tras otra, épicas leyendas cobraron vida o incalculables muertes; culpa atroz de una educación altiva, absorbente y, en ocasiones, nefasta. Sus padres suplicaron que fuese un genio, nunca pensaron el precio, al final sus deseos, los consumieron. Alastor, contemplando el amor que se tenían entre ellos re-creó la tragedia de Píramo y Tisbe, siendo él, el puñal que se clavaría en sus pechos.
Cada escena, cada historia épica que guarda poesía en su interior, fue orquestada por la mente de un hombre, cuya pasión era la literatura, el arte y la desdicha. La odisea, la Ilíada, todo lo que Grecia aportaba, todo lo que Escandinavia creía, incluso leyendas a las que él temió de niño, a todo aquello, él le daba vida. Y, para atesorar sus crímenes, esperaba el momento oportuno para que alguien apreciara su obra, pues como todo artista, también pecó en haber caído en la vanidad y tentación. Fue por esto que, al verlo a él…. se dejó llevar, convirtiéndose en una musa, para alguien más.

El dolor y podredumbre padecidos, lo convencieron que con cada segundo ahí inmerso, se acercaba más al cielo, un poco más cerca de ser perfecto. No se equivocó, pues al término de su cruzada, y al abrir los ojos, se observó a si mismo, omnipotente y, al mismo tiempo, enfermizo y parasitario, sinónimos de divinidad, características de un Dios.

OTROS DATOS: