Asmodeo - Hashmoda

Personalidad

Su piel es de tez trabajada, notable como accionaba bajo el sol, cubierto por diminutas cicatrices en partes de la espalda y marcas furiosas en sus piernas, imposibles de borrar. Producto de su esclavitud ante diferentes clases de domines tenidos en el pasado. Pero no son nada que pueda quitarle la belleza inmaculada que es de cargar. Donde sus rasgos fuertes y nítidos se resaltan ante la soberbia y la ironía de unos ojos pardos, con la aureola negra alrededor de aquel verde azulado incandescente. Es imposible que su mirada pase desapercibida, pues se encuentra victoriosa ante los sentimientos que es capaz de emanar. La seducción, la lujuria y la loca rebeldía por una tortura lenta y apasionada. Es un ser que se alimenta de agonías ajenas y por lo mismo ha formado un cuerpo capaz de darlas. Sus músculos son notorios, pero no así toscos ni punzantes. Los vellos están esparcidos estratégicamente, de modo que partes de él parecen casi nulos, así como en su pecho y parte de sus piernas. Por otro lado, es alto y de extremidades estiradas y elásticas. Con manos fuertes, capaces de levantar muchas toneladas de un solo empujón, pero que gusta usarlas para buscar el dolor y la muerte de los demás. Su rostro tiene pequeñas arrugas alrededor de los párpados, con populosas cejas que se curvan en las puntas, dándole una mirada esencialmente fresca y cansada a la vez. Tiene también una suave sombra de barba abajo y arriba de unos labios delgados y estirados. Con patillas acomodadas y cabellos oscuros con una ínfima longitud pero suficiente para que éstos caigan de manera escandalosa hacía un lado y atrás de su rostro marmolado y su nariz griega, pero fina en los contornos.




Asmodeo (3045 - 3000 a.C) Nació en los inicios de la edad de Cobre, en Francia, entre los ríos Oise y Marne de la Cultura de Seine-Oise-Marne.
Su existencia comenzó de la mano del pecado, cuando su madre fornica con el cuñado y éste termina plantando la semilla que luego de meses le daría a luz. Su vida fue como un karma de la mala suerte, pues justo cuando nacía, su verdadero padre moría de una de las raras enfermedades de la época. Era producida por el cobre, pero ellos aún no lo sabían. Esto fue un alivio para Dafne, quien no quería compartir el secreto de su infidelidad con el hermano de su esposo. Por lo que desde un inicio la vida de Asmodeo fue acariciada con mentiras. Su nombre fue una predestinación del cielo, le llamaron así porque estúpidamente sus analfabetas progenitores le confundieron con Perseo, un semidiós al que se le atribuía la justicia, la fuerza y la capacidad de construir grandes imperios. Características que no le prosiguieron a lo que prontamente nacería del muchacho. Sin embargo, el nombre real y legítimo que le habían puesto sí quedaba con la perfecta parsimonia de su personalidad.
Por el contrario de los deseos de su familia, de clase media; él había decidido que nunca se casaría, le iba a dedicar su vida a la vida misma. Fueron los primeros años los que fecundaron en él aquella rebeldía que lo llevaría a la muerte.
Fue un dictador de las artes, un poeta reprimido por la época en la que vivía. Sus manos no eran capaces de moldear el acero y la idea de la metalurgia solo le asqueaba. Pero para la suerte de sus “padres” un nuevo heredero estaba en camino, lo que lo dejaba a él en un segundo plano, que no tardó en irse al último. Fue a la edad de doce años cuando un mercader de esclavos extranjeros acudió a aquel pueblo en el que vivían. En principio era para vender su mercancía, pero luego se propuso a comprar. Fue su madre quien lo ofreció primero. La realidad es que ella nunca lo quiso, Asmodeo y su padre eran incapaces de saber que se trataba de un bastardo. Pero aun así éste último no fue contra los deseos de la fémina. Y lo entregaron por no más de veinte monedas. Sin embargo, el muchacho se llevó mucho más que eso. Esa misma noche, antes de partir en una de las jaulas que eran acarreadas por un gran caballo, dejó caer una estaca en el cuello de su progenitora, sigiloso, con el último anhelo de que antes de cambiar de vida, se la cambiaría a ellos también. ¿Venganza? Quizá, pero fue más maldad, más el placer de hacer doler que otra cosa.
“Cuando las alas que entregan desde el cielo quieren ser cortadas por manos ajenas, el destino se vuelve inevitablemente en su contra. Mi querida madre, que las luces de las tormentas iluminen tu hermoso rostro mientras mueres pensando en aquel que te mató.”
Era un niño, un pequeño bastardo que conocía mucho más de la vida de lo que alguien podía llegar a comprender. No sabía cómo pero parecía conocer el tiempo y el espacio desde siempre. Su viaje de esclavo fue mucho más emocionante de lo que alguna vez había pensado que sería. Tenía una argolla sobre el cuello como símbolo de pertenencia. Y el tiempo lo llevó a la alabada cima del Calcolítico y a una sociedad densamente poblada. Era a su domine al que le pertenecía y éste lo llevó a la tarea de asistir a mujeres y hombres en sus camas. Conoció el arte del placer y mezclado con las alegorías de la época logró conquistar a más de uno. Se había convertido en un hombre alto, de poesía insana y gustos retorcidos. Amar era odiar y odiar era a su vez una forma retórica de la pasión y la esperanza. Jamás luchó contra los comensales que le tocaban. Jamás intento escapar y la idea de formarse como persona tampoco desapareció. Él sabía que estaba destinado a algo mucho más que cualquier otro.
Su cuerpo iba cambiando, se hizo mayor y aún a los treinta seguía trabajando en la casa de baños donde ejercía como un esclavo doméstico. Pero eso terminaría el día en que los bárbaros atacaran el pueblo de la costa que habitaba. Pensaba que, como todos, terminaría esclavo de aquellos bárbaros o simplemente muerto y en defecto ambas cosas sucedieron pero una antes que la otra. Él no iba a resistirse, aunque no había nacido esclavo, sabía su posición, conocía como manejarse de las mejores formas para sobrevivir y disfrutar la parsimonia con la que existía.
Sus ojos de reluciente calibre verde azulado llamaron la atención de uno de los nobles –si es que así podía llamarles- y fue encerrado y llevado a un lugar que tardaría en acostumbrarse. No se trataba de ser el autor de actos impuros, mucho menos de servirle a alguien. Se había convertido en una ofrenda para un Dios. E incluso siglos después jamás entendió como aquellos humanos habían llevado a un esclavo como tributo. Pero ese fue el día en que su existencia cambió para siempre.
Encontró el más auténtico dolor. Aquellos incultos le oraban a un –según Asmodeo- demonio con dientes brillantes. Fue su primer encuentro con un vampiro. Era atroz, desalmado y buscaba el más crudo e intenso dolor y placer en el llanto. En un principio no podía entender como era su cuerpo capaz de soportar la bestialidad con la que era tratado. No moría, no, era incapaz de hacerlo porque cuando estaba quebrando aquel ser omnipresente le vertía la sangre para hacer aparecer el placer. Lentamente su mente empezó a distorsionarse. ¡Ahora lo entendía todo! Había descubierto la verdadera fuente de vida. Encontró aquello que conducía la verdad y ésta no era más que la muerte. Un amante del delirio es en lo que se convirtió. Y dentro de aquel holocausto en el que había sido sentenciado fue el que terminó por gobernar.
Se trataba de un templo sagrado, donde solo los tributos podían entrar. Había más, todos eran nobles de tierras conquistadas, personas hermosas que servían al diablo todo poderoso. Éste se había enfocado en Asmodeo y parte de la razón se la llevaba su nombre. Fueron quince años dentro de ese lugar. Todos los días los bárbaros eruditos llevaban ofrendas de alimentos y cada tres años o cuando así el dios lo dictaminara mediante una posesión en algún aldeano, llevaban un humano. Parecía que de esa forma vivían en armonía. Él les otorgaba poder para cuidar a su pueblo a cambio de simples sacrificios. No parecía ser una mala jugada y tampoco para el esclavo que lentamente se había convertido en un favorito para el antiguo. Aquel hombre era una máscara de seriedad, solo bebía de los que estaban encerrados y cuando se enfermaban los mataba rápidamente. Aquel último fue el que más vivió. Fueron años estando a su lado y al final se había convertido en un amigo. Pero, ¿qué era la amistad para Asmodeo? Para él no significaba nada en realidad, el amor jamás había sido algo trivial y el deseo de existir eternamente para las letras embriagó al, ahora, adulto prisionero.
Pero no tardó demasiado en convencerlo de pasarle su don, fueron mentiras pintadas con frases las que hicieron que el milenario ser aceptara la propuesta. La sensación de morir había resultado exquisita y fue el demonio real el que resurgió de aquel cadáver. La transmisión de sangre era el clímax hecho horror. Los fluidos muriendo desde su cuerpo hacía afuera. El dolor el grande, pero el placer que sentía cuando la fuerza le daba agarre era peor. Sus manos se hundían en los cabellos rubios de aquel supuesto dios para el pueblo bárbaro. La mirada indeformable del cautivo se había transformado en una jamás antes vista ni sentida. Y fue la muerte lo que lo dulcificó para siempre.

Se había convertido en vampiro, uno capaz de hacer cualquier cosa con tal de volver a experimentar lo que aquel placer significó para él. Pero no era junto a su creador con quien quería compartir aquellos placeres. Asmodeo escapó y fue con su nombre que hizo los actos más atroces que podía existir. Él era capaz de disfrutar como nadie los poderes concebidos de la muerte. En principio, respetó su nombre y se enamoró de mujeres, obligó a los hombres a serles infieles, disfrutó del dolor y la escaramuza de llanto recorrer rostros ajenos. Recitó poemas sobre labios merecedores y asesinó cuando eso era lo que deseaba. Podía decirse que a raíz de su historia tuvo una inclinación deslumbrante por herir a las personas, tanto psicológica como físicamente. Encontró que podía hacerlo desde las calles, desde las letras. Pero aun así descubrió que la soledad era más indescifrable que él.
Su inmortalidad no era suficiente. No encontraba oscuridad necesaria, la agonía no servía si solo se la daba a quienes no le importaban. ¡Si, eso era! Tenía que amar, tenía que amar locamente para así saber lo que era la guerra real, de lo que se trataba la verdad infinita. Era su deber tener el dolor y el placer, como agarrar la rosa roja más perfecta de todas y hundirse en las espinas como muestra de agradecimiento.
Pero el enamoramiento no era algo tan fácil como él pensaba.
Pasaron años en los que descubrió la verdad de su nombre y cómo éste había sido una maldición desde el inicio. Comprendió entonces que su mente era más brillante que cualquier otra, que era capaz de empatizar con las personas, disfrutar el sufrimiento ajeno como si fuese propio. Descubrió que la vida era solo un mar de fríos cálculos y que la realidad estaba escondida entre las palabras.
Fue hacía el 2950 a.C que encontró lo que estaba buscando.
Halló en los finales de la época de la metalurgia un sonido que nunca antes había sido capaz de experimentar. Ya tenía casi cien años para entonces y le era difícil pensar que le faltaba conocer ruidos. Pero éste era especial, era un llanto lírico que le complementaba. Se trataba de la más sublime de las poetizaciones. Y no tardó en encontrarse al que lo emanaba.
Para Asmodeo, su vida era ejemplar, había hecho con su existencia lo que siempre había deseado, se había convertido en un ser libre y no necesitaba ninguna banalidad mortal para disfrutar. Sin embargo, sus pequeños escritos en complicados papeles habían llegado a muchos como muestra de inspiración agónica. ¿Por qué vivir si era la muerte lo que nos esperaba del otro lado? Era la posible felicidad en base a lo que fuese. Sí, para el hombre de nombre de diablo, la felicidad significaba el sufrimiento eterno.
El llanto sensible provenía de un diminuto mortal, Nicolás era su nombre. Nicolás era el niño abandonado, el niño que sufría por no tener motivos para vivir. ¿Cómo no poseerlo? Pensaba aquel demencial señor que frente al otro se detuvo. ¿Acaso su corazón estaba volviendo a latir? Se había enamorado de una forma que no conocía, pero esto solo le daba felicidad que despreciaba. Sin embargo el terror postrado en sus ojos hizo que se derritiera sobre sus pies. Era su musa, era lo que necesitaba para existir. Y con sus alas juró consumirle. Le ofreció una vida diferente a cambio de que en su cuello un collar colgase. Sería su amo y aquel su esclavo. Su personalidad autodestructiva le permitiría llegar al límite de su mortalidad y no detenerla nunca.

Era un amor que solo ellos comprendían, dolor, tristeza, pasión, toda evocación tenebrosa, dispuestos a beber el amargo veneno de una cruel promesa, siendo uno la soledad del otro, pero la traición, un engaño entre esas palabras juradas prevaleció.

Asmodeo quería recordar la soledad verdadera, quería mostrarle el desconsuelo real a su hermoso Nicolás. Y por ello le dejó, le abandonó para verle su sufrir. Pero jamás pensó que él acabaría con su vida por encontrarse enloquecido ante la falta del demonio. Aquel preciado tesoro se suicidó, se quitó el corazón porque no podía soportar la pena de la mentira. Pero estaba errado, él lo amaba, lo amaba tan profunda y demencialmente que le ofreció la más hermosa de las melancolías.
Fue en ese período de tiempo cuando formó una secta y cada uno de los brujos que la conformaban representaba líneas de la vida, cinco condenas que él haría prevalecer por siempre; Amor, Tristeza, Dolor, Llanto y Muerte. Y traspasó el alma de su amado incontables veces, jamás pensó en convertirlo en un inmortal, no, él tenía que latir, para que así pudiese encontrar el verdadero perdón en sus palabras. Cada vez que éste cumplía los veintinueve años. Jamás se detuvo, siguió torturando el alma ajena continuamente. Pues aún con todo el dolor que le proliferaba, la llama vaga de la esperanza seguía existiendo. Su hermoso humano tenía el sabor amargo de la pena dentro y el dulce néctar de la inocencia también. Era un cascarón relleno con el más preciado de los manjares.
Y fue en la última época cuando Nicolás fue cambiando, cada vez que el santuario era cambiado se consumía en la lejanía, comenzaba a rechazar a Asmodeo. Y éste supo que nunca había sido realmente amado, por esa razón decidió hacer el ultimo traspaso del alma a un pequeño descendiente de la familia D’ Lenfent al cual forzosamente hizo que le llamen Nicolás. Era la secta de los brujos los que se encargarían de hacer la vida de éste una miseria, pues cuando se despidió, le maldijo con los peores sentimientos. Esperando destruirle poco a poco hasta que la llama de la melancolía se avivara y volviera con Asmodeo.
Aquel, había ido a dormir, algunos siglos bastarían para calmar su apenado corazón; que debido a malos entendidos había dejado ir a aquella preciosa gema de melancolía.
Ahora ha despertado de su sueño y al hacerlo, no sintió más el alma de Nicolás, por lo que ha vuelto para encontrarlo y encarcelarlo entre sus brazos.

El mundo para Asmodeo no es más que algo que está en sus manos, una sala de juegos en donde él es quien manda. Y por supuesto cuando ve algo que desea lo toma sin pensarlo.
Así es como escaló fácilmente hasta el reinado Sacro Imperio Romano Germánico. Parte de su sangre viene de ese imperio y no dudó en hacerlo suyo al escuchar las vagabundas historias que rodeaban el lugar. Blanquear mentes y usurpar no es más que una vaga redundancia de sus acciones. Ser Rey no le es difícil, su antigüedad le proporciona tanta inteligencia y sabiduría como así formas de poder hacer lo que quiere sin tener que esforzarse.





► HABILIDADES Y ATRIBUTOS INNATOS:

→ Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
→ Atributos: Colmillos afilados, uñas afiladas (en algunos casos), piel y cuerpo resistentes (aunque suave al tacto y a la vista), e inmortalidad.

► PODERES INNATOS: (Puedes colocarlos todos en tu ficha si lo deseas).

→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor.


► PODERES A ELEGIR: (Sólo puedes elegir 3 poderes).

→ Telepatía: Habilidad para sondear los pensamientos superficiales de cualquier sujeto cercano y escucharlos como escucharía hablar a esa persona. Con el tiempo suficiente, puede enterarse casi de cualquier cosa sobre el sujeto.

→ Infringir dolor por medio de la mente: Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona. Esto sólo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual.

→ Manipulación de la memoria: Concede la amnepatia y la recuperación mental, además ver los recuerdos de la gente y si se quiere proyectarlos en imágenes visibles para todos. También se puede aturdir a la gente mediante confusiones mentales dejándolos como "Enfermos mentales", pero solo temporalmente. Es muy difícil usar esta capacidad sin contacto ya que se requiere de mucha experiencia.





•Gustos:La destrucción, los poemas bélicos, la lírica, la música clásica, cantares, cacería, las rosas, la melancolía, la magia oscura, el teatro, la lluvia.

•Disgustos: El amor de las familias unidas, la ignorancia, lo infantil, los que fingen, la religión.