○ Asmodeo ○

por **Asmodeo** Lun Mayo 23, 2016 12:42 pm

Asmodeo

¿Qué es un cuervo sino un alma descascarada que busca en los ojos de los demás un futuro seguro en donde esconderse?

Los humanos están cegados por un sentido de la irrealidad dado por la religión, hombres y mujeres buscan el perdón eterno sin dar nada a cambio y sin darse cuenta que éste mismo intento es solo un reflejo constante de nuestros pecados y que la única manera de remediarlo es buscando el propio dolor, infinito y punzante. Por mi parte, sabía muy bien lo que tenía que hacer y había pasado largos siglos torturando mis pensamientos hasta llegar al punto donde todo lo malo parecía bueno y donde nada del entorno podría afectarme jamás.

La poesía es la única amante que no se aleja ni aburre. Escuchar los susurros del viento largando gritos de dolor son el preludio constante de que en realidad estoy vivo y nadie puede cambiarlo.

Algunos podrían pensar que he perdido la cordura hasta llegar al punto que nada ni nadie me podría importar. ¡Pero se equivocaban! Estaba mi precioso querubín bañado en sangre y dolor, que con sus orbes tallados en sangre me había amado tanto o más que yo a él. ¡Y ahora quería condenarme! Estaba feliz por eso, pero enojado, ¿cuánto tiempo había pasado desde que algo similar a enfurecerme apareció? Probablemente la última vez que respiré oxígeno real. Eso era malo, significaba que me merecía aún más sufrimiento para poder encontrar la verdadera forma del amor ancestral y el placer. Eran los mismos pecados los que me llevarían al infierno que estaba buscando, nada similar a un fuego doloroso, sino que como un limbo de satisfacción aparecería alguna vez frente a mí. "¿No es un árbol una potencia de libro? ¿No es entonces un grito una potencia de risa? ¿Qué ve uno en el espejo? ¿Qué reflejo es real y qué es lo que en realidad uno quiere creer?

Las hermosas herejías en nuestras manos son las que nos pueden dar el inicio y las que siempre darán el final a nuestra existencia. El agua bendita solo son nuestras palabras y lo que las creemos.

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por **Asmodeo** Mar Ago 23, 2016 10:19 pm

Asmodeo

Podía recordar la primera vez en donde la sangre corrió por mis manos como un agua bendita purificándome, haciéndome entender para y por qué estaba en ese mundo. ¡Sí! Había sido para conquistar y reflexionar. Para entender y saber, para humillar y maltratar. Era el dios negro que encarnaba en forma de inmortal para llevar a las personas a encontrarse con su verdadero ser. Ese detestable, lleno de malignos deseos. ¿No es acaso mucho más fácil hacer las cosas mal que hacerlas bien? Para lo segundo uno se tiene que esforzar, cambiar la naturaleza de su pensamiento más primitivo. Yo había llegado para hacer entender lo que realmente éramos y el porqué de ello mismo. No podía existir nada más hermoso que conocerse a sí mismo y saber cuáles serán siempre nuestras reacciones ante lo desconocido. El primer siglo había sido una enseñanza continua hacia mi purificación endemoniada. Aprender lo que era y de lo que dependía no era otra cosa que una esperanza para mí. Nunca me iba a poder aburrir, la vida me había dado una eterna oportunidad y un puesto importante en cada retorcida persona que se apareciera frente a mí. Los llantos fueron los primeros que involucraron mi muerto corazón. Ese sonido como un musical desorbitante acariciaba mi piel y me embarcaba en sensaciones pesadas y cosquilludas. Supe entonces que era eso lo que nos diferenciaba. Los poseedores del don no podían llorar con tantos sentimientos, porque los teníamos dormidos. ¿Cómo podía hacer para despertarlos?
A los quinientos años lo supe, lo tome, lo abracé y dulcifique el terrible dolor. Luego de infinitos intentos de quemarme, mortificarme y aplacarme a mí mismo… No. No sentí nada con eso. Había sido la voz de Nicolás que me hizo llorar y sufrir como nunca nadie. El amor que tenía la sombra manchada de un ave blanca que esperaba ennegrecerse lo antes posible. Buscaba redimirse ante la oscuridad y yo estaba anhelando eso cada vez con más emoción y furia. Hasta que la eternidad nos confinó a un recorrido circular de dolores y masoquismos frustrados. ¡Era la primera vez que había conseguido sufrir con tanta pesadez! Incluso mi muerto corazón latía desenfrenadamente ante los suspiros del abandono. Era igual a inyectarse veneno de muerte. ¿Qué podía hacerme ser más fácil que la existencia misma de los sentimientos dentro de mí? No. Nada en absoluto. Había nacido para encontrar las maneras y lo había conseguido, pues, ¿acaso podía existir otra forma de amar elocuentemente hasta la descompostura?

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por **Asmodeo** Mar Feb 28, 2017 10:40 pm

Asmodeo

En aquel momento no era más que un simple humano lleno de belleza pura e indeseable, de olor podrido, hedor a defecación y fluidos que solo una persona viva podía tener. ¿Y quién era yo para arrebatarle tal belleza afrodisíaca? ¡Siquiera un demonio es capaz de hacerle eso a un humano! Pecar por pecar no era mi orgullo, amar, sin embargo, era lo mejor que podía pasarme en esos tiempos coléricos y de mutación. Vagaba por el mundo con el deseo toxico de unirme a una persona y encontrarme con un ave tan perfecta como esa hizo que las alas negras y apagadas de mi espalda aleteen como un girasol apuntando al sol. Como bien es de entender por la descripción anterior, él me provocó entender y recordar sobre el Sol y la naturaleza la cual le hacía falta. Todo el bien y el mal carbonizados en uno solo.

El ave celestial se convirtió pronto en una obsesión de profunda marca y vivir sin un ser vivo e iluminado por las palpitaciones se transformó en una obligación. ¿Tan fácil era? En absoluto, cambiar de amante no era sencillo pues venían con una desventaja, con defectos que solo el nacimiento por parto natural podía atraer. ¡Yo necesitaba algo mucho más poderoso! La sangre de un niño que fuese creada desde cero por mí, un alma que solo me perteneciera a mí y viviera para complacerme. ¿Acaso no me lo merecía por ser el amante más leal y fuerte de entre todos los existentes? En mi mente nada podía ser más claro que eso, nos pertenecíamos el uno al otro, no obstante mi mano era la única que la persona no debería ser capaz de morder. O al menos era la idea, la excepción para que todo se hiciera tan hermoso que no quedaran dudas en el pensar. ¡Todo eso debía de ocurrir! ¡Pero no fue así cuando pasaron las centenas de años! Las cosas se salían de mis manos y una escultura rota igual que un alma corrompida se me fue como arena entre los dedos de un niño en la playa.

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