Cenáculo Bajo La Niebla +Privado+

por **Louis De Pointe Du Lac** Jue Jul 16, 2015 1:49 pm

Puedo recordar con claridad esos esporádicos y cortos momentos de ciertas noches, cuando, desviándome de mi camino o después de una pesada cacería, visitaba las tumbas de mi familia. Recuerdo, como si fuera sólo un evento aislado, el fallecimiento de mi hermana. El intangible pero absoluto hecho de que había muerto creyendo que yo morí en aquel incendio en Pointe Du Lac hace ya tantos años atrás. Ella falleció sin dejar heredero, pero la realización de aquel hecho importó tan poco como poco importó su cuerpo para mí después de muerta. No había calor que despidiera su piel, no había consuelo en unas palabras que nunca volvería a escuchar. Yo la imaginaba a ella, en el salón, charlando con su cálida voz. La recordaba junto a mi lecho, con sus brazos cruzados haciendo cama para su cabeza y yo, con fiebre en aquel taciturno duermevela que dio fin a mi existencia como humano. Ahora me doy cuenta que ella era un reflejo materno en mi vida, un reflejo que, casi un siglo después, pasaba a formar parte de mi s memorias, un reflejo que en su momento significó tan poco como lo hace en este momento.

Cuando supe que sería el final de la línea sanguínea, lo cierto es que no sentí absolutamente nada. En ese momento de carencia, dentro de aquel vacío que parecía querer tragarse todo, me encontraba yo al filo mismo del abismo incapaz de sentir ningún tipo de consuelo, incapaz de darle la importancia, que, como mortal, hubiera podido sentir. La muerte parecía para mí algo tan superfluo como tangible, algo que me rodeaba y que yo provocaba cada noche, algo que yo odiaba pero que cambiaba de sentido cuando hablábamos de una muerte natural, es decir, del hecho mismo de morir pero no a manos de un asesino como yo. El placer momentáneo de la sangre sólo es eso, no compensa ni justifica absolutamente nada y es tan efímero que sólo aumentaba la sensación de vacío, de irrealidad y de comprensión que yo podía sentir.

Bajo aquella pesadez y descontento, solía pasearme por las noches, en ocasionales noches. Noches que ahora parecen muy lejanas. Caminaba por las calles bajo una suave neblina, entre el silencio y la negrura de la madrugada que envolvía los sitios que a menudo frecuentaba. Mis pasos, los únicos que repercutían en la madrugada en New Orleans, se detenían con un tinte casual en la entrada del cementerio. Sabía a donde ir. A vece visitaba mi tumba, observaba las letras en relieve que formaban mi nombre de cuando fui un hombre, y ocasionalmente volvía, mi atención a la de mi familia. Pero todo se dispersó en el pasado cuando abandone aquella ciudad y a Lestat junto con esta.

En París me encontré de pronto con esa sensación que creía ya olvidada, con la desesperación unida con la sensación de haber perdido una lucha incansable. Las heridas que obtuve aquella noche parecían ya haberse borrado, pero las heridas, que había dejado únicamente para mi propio conocimiento, parecían doler en noches frías o con mucha niebla. Ella se había asegurado de que no olvidara nuestro encuentro. El dolor era más psicológico que físico, lo sabía, pero ¿No son esos dolores los que más tiempo se quedan con uno? Cierta noche, sintiéndome de esa manera tan similar a las constantes que tuve en New Orleans, me vi caminando sin rumbo, alejándome de la mansión en la que ahora vivía y la charlatanería de una vida de lujos. Gasté la suela de mis zapatos con hebillas y me metí en el valle de la muerte, la necrópolis griega. Un santuario de niebla, silencio y el hedor de la muerte inundando cada rincón. Pronto amanecería, pero en ese momento yo no pensaba en nada de ello. Sólo deseaba ese silencio y ese frío neblinoso. Entrar fue tan sencillo como lo expongo aquí, el simple acto de hacer una cosa por el impulso mismo de hacerlo. Caminé, en silencio, con las voces gritando para mis adentros, caminé fuera y dentro de los caminos de tierra marcados para los visitantes y me interné más allá de lo que esperaba. Sin guía ni consentimiento, la noche fue diluyéndose poco a poco y la niebla se volvió más densa.

por **Nicolás D' Lenfent** Mar Jul 21, 2015 12:43 pm

La muerte, padecer, putrefacción... efímero; lo inevitable de la mortalidad de lo eterno.

Las noches se tornan engañosas, un demonio que marmita en odio por el pasado, por los latidos de corazones que ¡Se burlan de él! La humanidad desdeña y es que cada aliento le está pudriendo la sed, se alimenta sin placer alguno, no necesita la sangre, ese no es su festín más si es necesaria para que siga existiendo. Lo único que le satisface es el dolor, causar daño, destrozar todo aquello que emita llanto, gemidos, agonía ¡Tan vil! Pero ya se sumergió entre las calaveras, se ha escondido por dejar de escuchar esa voz interna, siendo en vano porque esta nunca deja de quejarse. ¡Sigue gritando! ¡Siguen los gritos! ¡La voz! Últimamente está sufriendo, de una especie de espíritu agonizando en su mente, yace un ser que le está volviendo al pasado. ¿Quién era? ¿Qué deseaba? Lo desconocía.

Ya no podía más, cada suceso catastrófico que ejecutaba, asesinaba todo lo que se le acercaba. ¡Repudia hasta su misma presencia! De manera que se aprisiono a los huesos recién descompuestos, en los ataúdes entre las catacumbas yace, dia tras dia, invadiéndose de pesadillas que están atormentándole, no puede descansar y es que por eso sale de las criptas en las noches para perderse en la sangre que para él solo era muerte. ¡Matar, matar!

Cada día, en el atardecer, hablaba con una calavera diferente, son tumbas recientes, sus olores de la inmundicia, le guiaban a dormitar a su lado, o encima. Les miraba, entablando una conversación. Ambos eran fríos, gritaba a veces Nicolás, pidiendo consuelo de ese cadáver. ¡No podía hacer mal alguno estando ahí! ¡Al diablo que sus almas descasen! Nadie. Absolutamente nadie debía abrazarse a la paz.

Así mismo, cubierto de oscuridad, un suplicio que le envolvía lentamente, permaneciendo en ese mundo de los muertos. Pero, apenas llevaba dos, o quizás tres noches. Por lo que su aspecto se reflejaba a uno de ellos. A un fallecido que apenas se mueve, pero fue extraño lo que seguía después de salir de ese escondite.

Una voz, pensamientos funestos, el aliento de una melancolía perseguía. Cada que la noche caía, un alma perturbada visitaba una tumba. Cuando por primera vez vislumbro su aspecto. Ya sabía de quien se trataba. Ni más ni menos que aquel que usurpo su lugar. Louis, solo ese nombre escuchaba de su matalobos cuando descubrió que este violinista seguía maldito. Aquel que por un supuesto amor revivió sus recuerdos de cuando Nicolás era al único que tenía…Pero, ¿Por qué visitaba el mismo lugar, una y otra vez?... Cuando éste se retiraba, Nicolás iba a ver las tumbas a las que visitaba, era extraño que una de ellas tuviera su nombre. Desde ese momento una burla le desato en su interior. Y la densa neblina lo sabía, que parecía ocultarle de aquel.

Hasta que una noche llego, y fue que apareció frente a quien podría ser un reflejo sobre un espejo, caminando frente a este que destrucción era lo que pisaban en ese camino donde unos cuantos pasos más y frente a frente estarían. Asechando un mal augurio con ese encuentro—Si una bruja estuviera a mi lado, me diría; Si has hablado con el diablo, debería decirte que creo una sombra parecida a la tuya... Tú, ¿Qué piensas? ¿Crees en los espejos negros? ¿Crees que es posible que tú mismo reflejo lo veas en carne y hueso? Louis, Louis...Louis—Interpeló, con una sequedad profunda, indiferente pero a la vez sarcástica.

Perdiéndose la neblina poco a poco, y ahí es donde al fin. Lo contempla con su belleza a muerte, a lo que debieron de haber sido y consumido por el perfume de la misma. Renaciendo una maldad que supera todo, puesto que sus evocaciones sombrías le incitaban a causar más desgracia.

Y ese encuentro fue una de tantas puertas al infierno.

por **Louis De Pointe Du Lac** Mar Ago 25, 2015 6:12 pm

Procuraba no detenerme en ninguna lápida, no postrar los ojos demasiado tiempo en un mausoleo, no leer ninguna letra. Quería las formas grises de piedra labradas, los recodos con telarañas arriba y roedores correteando en las sombras, entre los ataúdes. Deseaba el rumor de los insectos paseándose entre los cuerpos hinchados y los gusanos comiendo la carne putrefacta, el susurro del viento bajando por los escalones y golpeando en la rejilla y el eco de mis pasos perdiéndose en las lisas losas de los caminos antinaturales, así como esos mismos pasos sonando en el ahogado y pastoso fango en los caminos terregosos aislados de los principales. Añoraba la muerte misma sin nombre ni forma física, el proceso que conducía a esta, los olores que producía y los sonidos que creaba mientras ocurría. Era un consuelo, un consuelo exquisito que no llevaba la firma de ningún hombre o criatura.

Me detuve al final de una fila de lápidas que parecían lucir exactamente iguales una a la otra. Sin consciencia sobre sus nombres, aquella limitada frase que les confería la igualdad a todos al momento de morir tomaba un sentido sino ecuánime por lo menos si burlesco cuando observaba las lápidas. Todos somos iguales al morir. Pero no todos morimos de la misma forma. Aquella hilera de pronto me disgustó excesivamente; fue como si lo que habían sido mientras vivían no importaba nada ahora que habían muerto. Las riquezas, las carencias, los dolores, los miedos, las escaseces, nada parecía haber sido tomado en cuenta. ¿Y si era así? ¿Qué es lo que la muerte les daba? ¿Dónde estaba el consuelo? ¿Acaso existía siquiera?

Rodeé la cuadra de lapidas, dejando detrás aquella terrible fila sin personalidad, sin significado, y me situé justo en uno de los camellones antinaturales del cementerio. El granito de las losetas crujió bajo mi peso pero cuando me detuve el ruido no cesó. No me había dado cuenta de que estaba acompañado sino hasta que escuché esos pasos. Ya los había escuchado antes, aquellos pasos que no formaban la sinfonía que podía escuchar entre la gente, que no compartía la calidez del roce en los zapatos y el continuo desgaste del uso continuo que acababa creando las callosidades en la piel. A nosotros se nos desgastaban los zapatos, los pies, nunca. Aquella presencia pertenecía a un similar y la comprobación no demoró. Lo vi rápidamente. Por la razón que fuera, no parecía tener interés en esconderse de mí. Mi cuerpo dejó de encarar a las tumbas y me giré, observándolo. Pelo oscuro, y unas palabras para nada apreciables. Sentí la tensión en mi ceño entre confundido y ofendido.

— ¿Hablado con el diablo? — Farfullé antes de darme cuenta. — ¡Ya quisiera que por lo menos me hubiera escuchado el diablo! — Pero aquello era una falacia, yo ya había comprendido que el diablo no existía, que no había nadie que me juzgara ni castigara. Que incluso, no había podido comprobar la existencia de dios. — ¿En los espejos negros? ¿Qué son los espejos negros? — Pregunté en voz baja, como para mí mismo. Comprendía lo que deseaba transmitirme, pero no tenía sentido alguno. Yo no sabía quién era ese vampiro, pero él sí me conocía a mí. — No lo sé, pero tus palabras me traen a la mente al maldito doppleganger. El espejo sólo puede reflejar. Yo no soy un reflejo. ¿Quién eres tú para mí, vampiro sibilante, para que puedas pronunciar mi nombre de esa manera? Yo no te conozco. — Interpelé con voz implícita pero serena.

por **Nicolás D' Lenfent** Dom Nov 01, 2015 8:47 pm

Dos cuerpos frente a frente, dos oscuridades totalmente parecidas y a su vez desiguales, el inventor de una sombra lo está mirando, como así está mirando la sombra de ese inventor, dando nombre al mismo rostro de la soledad, desafiando a la muerte porque esta los mantiene existentes, tras gestos inalterables de máscaras, Louis y Nicolás… dos sombras en un mismo olvido pero separadas por un distinto tormento.

Así es como se muestra Louis; como un animal desolado son los ojos de quien reprocha del diablo, parece que no le ha escuchado sus quejas, por eso es que su falta de existencia a Lucifer. El diablo solo escucha el llamado de quienes en verdad la maldad los domina, y claramente a ese espectro tormentoso no le habían escuchado. Fue que se marcó una diferencia de tantas entre ellos, apenas el violinista se daba cuenta de ello, creyó en lo que el espejo negro sospechaba: Un alma gemela guardada en la nada, pero esa alma aún no existía, no era él y ahora comenzaba a entenderlo.

—Hubiese deseado ignorar tu presencia, pero, tu maldita esencia siempre recordaré, cada noche, cada caminata que efectúas a este lugar, ¿Porque de tantos cementerios, solo a este debes acudir? Louis...Louis, si no sabes de los espejos negros, es mejor que lo dejes de esa manera. Si ahora no soportas esta existencia, al saberlo querrás llamar al suicidio. ¿Por qué? Porque tú vacío no es nada a comparación de lo demás.

La voz en silencio quisiera permanecer, clavar estacas al inmortal deseaba, ¿Razón? No lo sabe, era un odio descabellado, uno que ni tan siquiera hallaba su raíz. No poseía todo el reflejo, era distinto. —No me conoces, yo sé que soy un fantasma para todos, un mal recuerdo para quien te creo. Te conozco, más de lo que tú crees, me conoces quizás un poco, porque es que en ti vi mi reflejo... Dime, ¿Que te dice el nombre de Lestat? El mismo creador de esta inmortalidad que poseo.

El aura se torna negativa, aquel seudónimo siempre lo repudió en cuanto sus labios lo pronuncian. Una maldita esfera de sensaciones dispersas; nostalgia, terror, emoción, dolor y heridas, sobretodo melancolía, ese sabor a la muerte fue una penitencia inmortal para sobrevivir en lamentos nocturnos. El único amante a la soledad, ya que se embriaga de esta, junto con el vino lastimando como una enfermedad, torturando al fuego para que este sufra y se extinga.

por **Louis De Pointe Du Lac** Vie Dic 18, 2015 8:29 pm

Una extraña y superflua incomodidad me fue invadiendo. Sin yo entenderlo, estaba recibiendo ciertos vistazos de lo que parecía que sus ojos veían. Por un instante me vi a mí mismo y mi imagen aparecía convertida en un pensamiento decepcionante. Comprendí que el vampiro que tenía enfrente no sabía lo que yo, pero, como hubiera pensado en un inicio, estaba muy seguro de quien era yo. Me fijé en la manera en la que llevaba sus ropas, en cómo iba peinado su cabello castaño. Observé como se mantenía de pie, pero nada de ello me ayudó a identificarlo. Lo que yo veía era un vampiro más, uno que tenía cierta represalia contra mí, pero que carecía de un motivo real para tenerla.

Había algo en él que me irritaba, fuera de su apariencia, de lo que él veía en mí o lo que pensaba sobre mí. Se trataba de su forma de expresarse. La falta de respeto con la que me hablaba. Su actitud me instaba a repudiarlo, como si la carencia de modales fuera un insulto más directo hacía mí que sus palabras, mismas que pretendían ofenderme, y si no era así, por lo menos si buscaban una respuesta sustancial. Traté, pero no pude evitar sentir curiosidad por sus palabras. Sabía que no debía dejarme arrastrar por sus argumentos y sin embargo, me sentía impelido a contestar.

— No sé quién eres… — Dije en voz baja, a pesar de mi propia irritación de reconocerlo. ¿Lo había visto yo antes? ¿Nos habíamos cruzado en alguna de mis andanzas nocturnas? No, no lo recordaba en absoluto. — Si tu deseo era ignorarme, y sabiendo ahora lo que me has dicho, me hubiera sentido retribuido de que hubieras pasado de mí como pretendías… — No recuerdo si planeaba decirle algo más en ese instante, ya que fue entonces cuando escuché esa repetición de mi nombre y aunque su voz era completamente diferente, hubo una espantosa familiaridad en esos instantes que me descolocó por completo. Me sentí retroceder, totalmente desubicado, la distancia de un paso, como si me hubiera golpeado con sus palabras.

En metáfora, fue eso lo que hizo. Deseé no haber permitido que se acercara a mí, quizás, por un momento, haber hecho caso a esos años de insistencia de mi superfluo creador, y aprender a esconderme mejor, a no tener la guardia tan baja. Deseé no haber estado en el cementerio está noche, aunque, si lo pensaba bien, puede que si me conocía tan bien como decía, pudiera ser que me hubiera encontrado en cualquier otro lado. Yo ya lo sospechaba, así que cuando mencionó suavemente a Lestat, no me impresionó. Es decir, la manera de mencionar mi nombre, puede que hubiera sido un aviso, uno que entendí muy bien. Mi creador aún me irritaba, aunque no estuviera allí, rondándome, pese a que lo hiciera de una manera muy diferente ahora, casi agradable. Vampiros como Armand, Gabrielle y yo mismo, me recordaban su continuo andar en París.

— Eres un vampiro creado por Lestat, como yo, eso lo he comprendido bien. Empero, debo decir que no te conozco. — Para mí esto era normal. Lestat nunca había compartido conmigo lo que le había sucedido antes de conocerme a mí y a Claudia. Dónde había estado, que es o que había hecho, a quien había volcado en esta existencia sin propósito. Yo no sabía nada de ello, incluyendo la existencia de este vampiro. — ¿Qué me dice su nombre? Nada que desconozca. Es el vampiro que me hizo. Hablé hace poco con él. Nunca te mencionó, como dije, no sé quién eres aparte de un vampiro hecho por él, al igual que yo. ¿Qué es lo que deseas de mí? ¿Reconocimiento? — Pregunté en voz baja, aventurándome por un camino sinuoso y probablemente erróneo. Sea por lo que fuera, yo no le era de agrado a esta criatura.

por **Nicolás D' Lenfent** Dom Ene 31, 2016 9:57 pm

Siniestras palabras que se esconden intencionalmente sin querer mostrarse, están ahí, sin embargo demasiada oscuridad existe aún en él. Tal vez, sólo tal vez aún no es momento de decir nada, aun en su boca están sepultadas las peores palabras, de las cuales es temeroso de esta nueva etapa de esa desesperante y caótica realidad que le depara. Más bien, que les depara.

En cuanto a cada gesto, su perfil, la apariencia misma es observada, él solo examina sus reacciones, y bien que un mismo reflejo puede llegar a ser diferente. Nada es igual ante él, pero, ¿Qué era lo que pensó su creador en la primera impresión? Será igual que el violinista, ¿habrá visto una semejanza? Maldita sea la hora en que todo comenzó a ser descubierto; ante el egoísmo de la oscuridad, la unión inexplicable de unas remembranzas que aun parecen castigarle. Y el ahí, esperando unas palabras, una reacción que le haga mofarse, porque es cruel si es verdad lo que en pensamientos está cubierto. —No se puede ignorar aquello que te fastidia. Ya que nunca dejará de ser una molestia.

Pero parece no saber nada, ¿Sera que sepultó a Nicolás? Realmente, ¿lo habrá sepultado? No, no puede ser, se habían visto, por casualidad se encontraron, y ¿Que quedó? Solo un imaginario rencor, un odio que arrojó por no exterminar lo que quedaba de un Lestat que conoció.

—No hace falta que me conozcas, más si, ahora en adelante quizás lo hagas...

Más en sus iris veía la verdad, no mentía, y aún cuando hizo mención de que compartían el lazo oscuro. ¡Maldita sea! tenía razón, terminó por aceptar que aún su pasado no era concluido. —Así que es tu creador, ¿Cómo y porqué lo hizo? No creo que solo exista el egoísmo de querer no darle por segunda vez, un eterno descanso a quien está a punto de fenecer. No, no lo creo ¿Porque es que te convirtió?

Cuestionó, desprendiendo dos pasos, había retrocedido, y no permitió que se alejara. Aunque si fue consumido por la auténtica inmortalidad, quizás a Lestat que conoció, ya no lo eras más. Pero, ¿Por qué en aquella ocasión? Parecía ser el mismo. Quizás solo eso deseaba.

Y por fin río, liberó una corta risa seca, negando, atreviéndose a tocar el hombro de aquel. — No espero nada, simplemente que sean respondidas mis interrogativas, es extraño que seas tú a quien haya convertido, ¿Por qué? … desearía tanto estar equivocado, pero, ¿Por qué tú? Tú, que a la primera impresión vi mi lejano reflejo. Quiero saber el porqué, y qué es lo que Lestat considera…

por **Louis De Pointe Du Lac** Vie Mar 18, 2016 11:01 pm

Sentí la punta de mi pie apoyada en uno de los bordes de las piedras del camino; las losetas de granito volvieron a crujir en ese paso que di, cuasi imprimiendo un cierto temor en el ruido bajo la presión. Fue instintivo, pero lo hice consciente de mi rechazo hacía él. ¿Una molestia? Eso era lo que era para ese vampiro que compartía un lazo con Lestat similar al mío, aunque diferente en esencia. Pero yo no deseaba conocerlo, ¿No era más lógico rechazar aquello que te fastidiaba? Era como si me estuviera obligando a hacerlo y también, se obligaba a sí mismo. Pero no me interesaba quien fuera y menos que se involucrara conmigo. Y era lo que me había demostrado hasta ahora, lo que me iba orillando poco a poco a esta conclusión.

—¿Por qué he de hacerlo? Si te fastidio, sería mejor que no me busques más. —Lo observé, su figura delineada por la bruma de la noche y el constante pero débil viento, y me asaltó de pronto esa similitud que parecía buscar encarecidamente en mí. No deseaba parecerme a él, no deseaba que Lestat me hubiera creado en base a algún vínculo que lo involucrara. No deseaba que me recordara a él de alguna forma. La que fuera. —No lo sé… —Me escuché responder en voz baja, con la mirada fija en él, como si esperara que en cualquier momento fuera a saltar sobre mí.

Pero su pregunta me llamó la atención y pensé sobre ello, como si el pensamiento en sí, fuese necesario. En mi mente apareció ese último amanecer, el paseo que dimos antes y el recuerdo de la fiebre. Todo desordenado, envuelto en una broma de sentimientos incontrolables. Renació su voz sensual en mi oído y la promesa de olvidar para siempre el dolor y el disgusto hacía la vida. Lo recordé, tan claro como si acabara de ocurrir; algo que, realmente, nunca había olvidado. Me sentí muy deprimido de pronto; no deseaba responder y sin embargo, sabía que iba a hacerlo.

—Yo se lo pedí… —Calibré mi voz por una más neutra, al tiempo que devolvía el paso que había retrocedido y él se acercaba un poco. ¿Qué era lo que estaba haciendo? ¿Qué es lo que iba a lograr de toda esta charla sin sentido? —Se lo pedí, consciente de lo que quería, pero no de lo que sería convertirse en esto. El “cómo” lo debes de saber tú. No conozco un método diferente al que él usó.

Intenté relajarme un poco, pero al tenerlo tan cerca y escuchar su risa me fue imposible. Encogí mi hombro, en un patético intento por separarme de él de nuevo, pero no evité que tocara mi hombro. Pero no sentí nada. No hubo ninguna sensación conocida ni intensa que conociera. Sólo un vacío, un pozo profundo que parecía ir más allá, dentro de sus pupilas y perderse en un abismo en el que no quería asomarme. Aparté su mano de un golpe, pero no me moví, intentando ignorar lo grosero de mi acción. ¿Quién demonios era este vampiro?

—Ya te dije que se lo pedí… —Insistí, hablando seguro, porque era lo que había sucedido. Sin embargo, de nuevo me hacía pensar cosas en las que no había recurrido antes. Lestat fue quien me encontró… —No lo sé… —Me escuché decir antes de considerar alguna otra respuesta. —No lo sé. Puedes intentar y preguntarle tú… —Espeté lo último, estallando una vena de mal humor, pero más de frustración. Se estaba inmiscuyendo demasiado.

por **Nicolás D' Lenfent** Mar Abr 05, 2016 8:44 pm

¿Buscar? Encontrar, ¿Molestia? Atrevimiento… ¿Quién diría que las ánimas le traerían el pasado? Fríos cadáveres sepultados, historias que asombran en esos efímeros, siendo una de ellas, la propia historia del violinista. Negando a la posibilidad de buscarlo, espero a que dejara de venir, pero seguía haciéndolo, y su nombre, el mismo que se preguntaba noches pasadas, el porqué, seguía acudiendo a criptas olvidadas. Y ahí, ahí fue que decidió hablarle. — ¿Buscarte? ...Louis, Louis, Louis, mira a tu alrededor, ¿Acaso crees que he seguido tus pasos? Oh, qué insulto, más tú, eres el que ha estado esperando encontrar algo. Pero, ¿Qué es? El seguir viniendo al cementerio, a incomodar las almas olvidadas, a interrumpir mi luto, mis plegarias por estos cadáveres afortunados.

Extendía los brazos, exponiendo el cementerio, con el sentimiento de un demente que por noches seguidas, se ha contaminado de la escena en el que se encuentra.

¡Calla, deja de ser tan vulnerable! Que no ofrezca remembranzas de él y el maldito príncipe, era repugnante imaginárselo. Porque, si continuaba, caería en la verdad de que por un lazo afectivo, lo quiso a su lado. Que cerró su mente, no quiso ver el rostro de ellos dos juntos, ni tan siquiera interpretar las evocaciones de ambos y se centró en su réplica, en el último sonido bajo que desprende. Era la misma forma, la manera en pedirlo. Más el violinista quiso que compartiera sus secretos, el pedirle que le diera la magia negra, y él, él hizo lo mismo. Por lo que dio unas carcajadas, dirían que ha enloquecido. Más, ¿Quien no lo sabe ya? Pobre cuervo, ya ni pudo ser la estatua de una sepultura.

—Tan poco en conocernos, y sin ser necesario para buscar diferencias, demasiadas similitudes que me intriga saber, ¿Has intentado acabar este martirio? Lo veo en tus irises, al decir “en esto” Se detona el arrepentimiento, una cruz que te lamentas estar cargando.

Girándose, con la voz que se pierde en el silente paraje, junto con el sonido del viento que arrasa a la neblina. Más no la desaparece. No le importaba si incomodaba al otro, desde que decidió volver, aceptó este encuentro sin saberlo. — ¿Por qué ha de decirme algo que pudo haberlo hecho desde nuestro encuentro? Quien iba a pensar que me encontraría con el amante del príncipe. ¡Vaya coincidencia! Aunque, lo haré, iré a descifrar ciertas dudas.

Miro a lo lejano, donde aguardan las demás catacumbas, caminos largos y seguros. — Y yo que creía haberlo visto una vez más como mi Lestat. —Pero pudo más la gracia, el pensar que pudiese ser un fantasma vengativo, que la felicidad se sintiera como el dolor en él. En Lestat.

por **Louis De Pointe Du Lac** Lun Mayo 16, 2016 12:36 pm

No lo percibí en un principio pero el vampiro despedía un aroma a tumba que parecía estar adherido a sus ropas, dando a entender que llevaba por allí más tiempo del que creía. ¿Días acaso? No era un olor desagradable, sino un olor común a podredumbre, tierra y polvo; lo olía en sus ropas, su cabello. Observé sus gestos y sentí una incomodidad que me esforcé por controlar.

Entre todos sus comentarios, todo el enojo que parecía atribuirme, todas aquellas palabras a las que yo había respondido como un niño responde a otro durante una rabieta, en todo ese proceso, había omitido un par de cosas que eran cruciales para mí. Éste vampiro era un hermano de sangre, como lo sería Gabrielle para mí, pero yo no me sentía atraído hacía él de ningún modo, sólo me provocaba desprecio y eso se debía a un motivo muy simple. Éramos muy parecidos. No tanto físicamente como en otros aspectos más íntimos. Entonces comprendí lo que había querido decirme con lo del espejo negro. Éramos un reflejo negativo uno del otro.

—Entonces nuestro encuentro ha sido una fútil fatalidad. Una simple casualidad. —repuse en voz baja, manteniendo esa angosta distancia entre ellos. ¿Acaso había leído mi mente? ¿Se había enterado de mis pequeñas tribulaciones sorbe los paseos por los cementerios que ahora deseé rememorar? —Es la primera vez que mis pasos me traen al cementerio. —¿Era esto alguna especie de justificación? Note una revulsión en la boca de mi estómago, un nuevo acceso de ira. Y en un instante, me dejo congelado con su pregunta, ¿No la había escuchado hacía poco, de una forma similar pero no igual, de boca de ese a quien nos esforzamos por no mencionar demasiado? —No. —No quise decir más, así que me callé.

Lo había pensado, incluso una parte de mi lo deseaba pero nunca… Dejé de pensar en ello, alarmado por darle las respuestas que no deseaba pero que, si mis conjeturas eran ciertas, podía tomar libremente de mi mente. Era algo que yo no podía hacer, leer pensamientos ajenos, violar la privacidad más íntima. Me parecía enfermizo y despreciable, y mucho más si se trataba de otro vampiro.

—No recuerdo que soliera hablar mucho, ni de sí mismo, ni de nada. —Comenté en voz baja, un rencor que creía olvidado emergió de pronto, sutilmente antes de desaparecer de nuevo. Desvié la mirada de sus cabellos castaños revueltos, con polvo. Pero me hizo volver a mirarle cuando su voz volvió a atraer mi atención. Me sentía como un muñeco en manos de su titiritero, reaccionando y moviéndose según tiraba de los hilos. —¿Eso es lo que crees? Creo que conocemos a un Lestat diferente. —Musité, levemente acongojado. Yo deseaba dejar de hablar de él, pero las palabras volvían y se arremolinaban en torno a nuestro creador. ¿Qué era yo de Lestat? ¿Qué deseaba yo con él? ¿Volvíamos a vivir juntos por que le estaba dando una nueva oportunidad, o porque me la estaba dando a mí mismo? —No creo que alguna vez haya sido de alguien… Lestat sólo se pertenece a sí mismo y nosotros estamos a su alrededor… Y eso es todo.

El paseo por el cementerio parecía ahora muy lejano pero no había ocurrido más de media hora atrás. Me sentía fatigado, exhausto; puede que tuviera que pasar el día aquí, dentro de alguna tumba o mausoleo. No me importaba.

por **Nicolás D' Lenfent** Dom Jun 19, 2016 3:19 pm

Seguía ahí, observando, pensando, diciendo...Extraño lo era todo pero cierto, no era un reflejo, era real, no era una ilusión, era la realidad. Su voz, sus palabras, evocaciones percibidas de igual índole que el tuerto, ni siendo casualidades. Todo estaba sucediendo como los espíritus malignos lo manejaban, porque hablar de eventualidades era como pensar en las posibilidades inexistentes. Más si este osaba mentirle al violinista, él con su mente podía descifrar hasta los secretos más íntimos. Era una ventaja interpretar las mentes, pero con él, no es que gozará de hacerlo, al contrario, le incomodaba, repudia sus remembranzas. Pero no hizo mención alguna, simplemente se limitó a escuchar su situación, sus falacias mismas. Con sus gestos, afirmaciones severas sabía con exactitud que mentía. Así como el responder con una exageración, confesaba su contrariedad.

En una befa cortante, un sonido friolento y endurecido libero. —Quizás, aunque la pregunta sería, ¿Quién de nosotros conoce al auténtico Lestat?

Aquella cuestión permaneció en su pensar, y como antes mencionado, no eran necesarias las palabras para saber, si era la misma unión que tuvo algún día con Lestat, entonces ellos tendrían su instante de oro. ¡Ah, maldición! ¿Por qué le afecta si era de esa manera? ¿Por qué de nuevo Lestat?... Desde su encuentro, aumentó el desdén, un sentimiento inestable, inexplicable. Como si por recelo lo quisiera atraer a su lado, como si el coraje que predomina, causara daño a él. Al maldito Lestat.

—Eso es todo…—Repitió las mismas palabras. No lo veía de aquella manera, y se preguntó, ¿Qué sucedería si deja que la música lo atraiga?, — Louis, ya que piensas de esa forma. Entonces, si estoy en lo correcto, pienso que no te afectaría, si, algún día, Lestat te abandona. ¿Cierto? o quizás, ya lo habrá hecho.—En sus irises se postró, no se perdería si seguiría mintiendo o era la sinceridad lo que en su brillo resalte. Quería descubrir, quizás, solo devolver la incomodes que le causaba.

A pesar de que, era solo por la incertidumbre de lo que sucedería, si actuaba de la misma forma con él, o era diferente, y el porqué.

por **Louis De Pointe Du Lac** Lun Jul 11, 2016 10:49 pm

—Ninguno de nosotros lo conoce. —respondí en voz breve, con la medida justa de sonido que necesitaba; sin desperdiciar nada de energía en la respuesta. Hablaba de él y de mí; sólo de nosotros. De lo poco que yo conocía y podía ver. ¿Existía alguien que lo entendiera? Sí. Irremediablemente pensé en Gabrielle, su madre. Acudieron a mi esos bucles rubios tan familiar y su olor salvaje a hierba y bosque inundó mi nariz. De pronto me sentí perdido sin ella. La echaba de menos.

Lentamente deseché la idea de su recuerdo y me concentré en el vampiro frente a mí, miré su perfil pero no traté de seguir lo que sus ojos miraban o buscaban. El pensamiento que él me dio no había variado. Lo deseaba tan lejos de mí como pudiera, pero mi necesidad era personal. O me importaba si me hería, sólo deseaba descubrir qué era lo que lo hacía tan similar a mí. ¿Realmente se trataba de una broma pesada de Lestat? ¿Fui creado en memoria de un recuerdo que él mismo destruyó? A pesar del agotamiento, sentí un nuevo arranque de ira.

Lo escuché repetir mi frase. Su voz apareció en mis oídos y en mi mente al mismo tiempo. Fue irritante, como de un eco, resonando en mis tímpanos, en la cabeza.

—No sabes cómo pienso, por mucho que pienses que nos parecemos, no podrías saberlo. —Lamento decir que fui muy imprudente con lo que dije, me dejé llevar. Pero no todo fue negativo, curiosamente, acabó de cumplir mis palabras. Y me sonreí, porque fue tan irónico que fue doloroso, más de lo que permitiría que supieran. —Sólo él puede decidir si se marcha o no y no creo que avise a nadie cuando lo decida. Si te abandonó a ti, o por algún azar se separaron, puede que partiera sin decirte nada. —No había una nota en mi voz que identificara el sentido en el que expresaba las cosas. Lestat no me había abandonado a mí. No en el sentido práctico de la palabra. Yo lamentaba lo hecho, me sentía culpable y la culpa era algo que no se desvanecía como los horrores nocturnos que se pierden durante el sueño diurno. Se quedaba allí. Siempre.

Pero aquel vampiro, el que desconocía… Pronto me di cuenta de una verdad que por obvia, no había notado. Mi pensamiento se interrumpió de pronto y tomo un giro completamente lógico. Era algo que venía ocurriendo desde que ese vampiro se topara conmigo. Yo había preguntado, pero no me había respondió. No me sorprendí, esto parecía un interrogatorio y yo era el idiota que estaba confirmando todo lo que él creía de mí.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté en un impulso, abruptamente. —Dices mi nombre con una familiaridad que me desagrada, sobre todo de parte de alguien que no conozco. Dices que no es necesario pero que eventualmente lo haré. ¿Debo preguntarle a Lestat? ¿Tanto así te has inmiscuido conmigo? —indagué, esperando que la perorata surtiera algún tipo de efecto en él y pudiera averiguar por lo menos ese nimio detalle. Si no, no me quedaría de otra que interrogar a Lestat, cosa que, sin importar como cabe esto, iba a hacer de todos modos.

por **Nicolás D' Lenfent** Sáb Jul 16, 2016 11:02 pm

¿Cómo no podría conocer a Lestat? ¿Cómo decir que un maldito cuervo está en espera de devorar a un desconocido? Porque no a cualquiera engulle, podrá matar a todos, pero el placer de la elegancia en la piel despedazada, en los órganos picoteados hasta saciar el hambre, no un simple, ni cualquier víctima tendrá ese privilegio. Nicolás no devoraba a un desconocido. Así que, lo conocía, ese maldito príncipe matalobos es a quien anhelo. Por lo que no debía de decir aquel que nadie lo nota. Al menos, entre ellos. — No, te equivocas, yo llegué a conocerlo. — No podía decir más ante una afirmación clara y precisa, él una vez fue su compañero, él, alguna vez lo amo. Lestat, fue un pasado que nadie podrá borrar de los recuerdos del tuerto, porque la linfa se encarga de tatuarlo, enalteciendo con una conexión que justo compartía con Louis, con Gabrielle. ¡Oh, Gabrielle! Es la segunda vez que la admira en una mente ajena, pero propia con la sensación. Era ella la madre de Lestat, una mujer honorable a la que siempre respetará.

…ideas, voces recalcando la duda, el reproche, la insatisfacción como la incomodidad. Todo lo interpretaba el lector de mentes que es, así como sus gestos reafirman lo supuesto. Se equivocaba una y otra vez. Si tan solo se diera la oportunidad de aceptar una mínima parte del parecido. Entonces, comprenderá lo que le está diciendo. — Se más de lo que te imaginas, sé aún más de lo que tu mente grita, y que de tu boca se encarga de no confesarlo. —Se burla entre esas palabras, estando en la exacta razón de que con Lestat aún tiene un instante, no de oro, pero si algo que permanece por la sangre, por la muerte y por la inmortalidad.

Río, mirando a un lado y después a otro, sus compañeras estatuas solas se encontraban y ningún cuervo que pudiera reflejar al menos sombras. Sombras que deseo poseer para hundir al que tiene enfrente. — Así debe ser, pero no he preguntado si ha de avisar. Y como veo que te has explicado con detalle. Existió ese momento en que se separaron, no me importa en qué tiempo fue, ni el modo o el porqué.

Sin importancia a la tonalidad de las palabras. La neblina ya muy pronto estaba descendiendo, y es que anunciaba la demora a su cena. Nadie podría impedirle su festín. Y menos, Louis. — Deberás acostumbrarte, ya que a partir de hoy, no dejaras de escuchar mi voz, mi nombre. Y si quieres saber más, habla con él, pregunta por…

Cual ilusión empleada, toma prestado esos ojos, y en esas irises se posa, transmitiendo reflejos, escenas donde los cuervos llegan agitando sus alas con salvajismo, amenazantes picotean y emiten su befa. Envolviendo al tuerto hasta que solo un abismo de cuervos presencia. Había desaparecido, con la burla del encuentro. Gritando los cuervos su nombre. — […] Nicolás De Lenfent.

En cuanto haya acabado la ilusión, se encontraría Louis solo, porque ya habría volado el tuerto con el ave de un solo ojo. Una vista que compartía con su mitad. Esperando volverse a encontrar nuevamente. Y esta vez, junto con su creador.

por **Louis De Pointe Du Lac** Mar Sep 13, 2016 8:35 pm

¿Era así? ¿Lo conocía de verdad? Yo no sentí celos o ira al respecto. No sé quién demonios era este vampiro, no sé qué quería. Habíamos estado hablando durante un rato y su único propósito parecía el molestarme o echarme en cara algo respecto a lo único que parecíamos tener en común. Lestat. Sentí un escalofrío, un golpe frio que recorrió mi espalda por completo, cimbró mi cuerpo como si hubiera caído en un río de agua helada. Por un instante vi a imagen de Gabrielle, como un fantasma reflejado enfrente de mí. Me sentí nervioso y retrocedí un paso, asustado con lo que era la imagen común de la muerte.

Ignorándolo, miré a mí alrededor, pero la imagen se desvaneció al igual que la sensación. Y sus palabras me hicieron enfrentarlo. No era la primera vez que era el hazme reír de un cofrade.

—No me importa lo que crees que guardo o me negó a decirte. —Espeté, ahora enfadado, en lo que era un nuevo ataque de enfado. —Eso es por qué no lo hace. —repliqué, con una seguridad simplemente anidada en el enojo que estúpidamente había demostrado.

Una vez cuando decidí marcharme, antes de que nuestra hija perpetrara aquel acto apasionado de odio, me disponía a informarle que me iba, y mi plan, que viéndolo ahora no hubiera sido capaz de progresar acertadamente, incurría expresamente en una despedida frívola, pero cortés. Pero ahora, parecía que nada de lo que había conseguido tenía interés. Comprendí que si este fantasma vampírico tenía un significado para mí, era el del tormento. Sus palabras era el punto final de lo que sería una noche terrible, de las peores que he tenido hasta ahora.

La imagen que proyectó estaba velada por la oscuridad y la continua referencia sin fundamentos de lo que era una representación del mal. Me gustaban los cuervos, solían gritar en la noche, señalándome como lo requería, cuando lo requería. La culpa que escuchaba en sus señalamientos era música eterna, e inviolable. Y la imagen se desvaneció con su figura, regalándome finalmente, el nombre que, sin decirme nada, se grabó en mi cerebro, como la mayoría de cosas que leía o escuchaba. Quería eliminarlo, pero lo conservé. Lestat tenía que responderme unas preguntas.

—No interrumpirás mis noches, ni pensaré en ti si puedo evitarlo, señor Nicolás. —me prometí en medio de la oscuridad, pero sólo el vacío y la muerte me recibió. Me di la vuelta lentamente, y caminé entre las tumbas genéricas, sin distinción ni forma, y me perdí mientras la luz brotaba en alguna parte del horizonte y comenzaba a molestar, a recordar que era hora de que los monstruos se fueran a dormir.

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