Duro y Dulce II ( Joshua )

por **Athan Avramidis** Vie Jul 17, 2015 5:45 am

"En el silencio transparente
el día reposaba:
la transparencia del espacio
era la transparencia del silencio."

Octavio Paz

Durante todo e l camino fue incapaz de entablar una conversación de más de dos o tres frases seguidas, su incapacidad para sociabilizar era evidente, aunque se esforzaba en hablar con aquel joven herido. Estaba acostumbrado a estar solo, incluso teniendo una gran cantidad de hermanos menores, siempre había sido educado por su padre y su abuelo para ejercitarse y estudiar mucho más que el resto de sus hermanos. Al fin y al cabo, como el primogénito, estaba destinado a ocupar el cargo que habían ejercido en su familia generación tras generación. La Inquisición había encontrado en su familia una unión estrecha en la que numerosos varones eran entregados, cual sacrificio, al seno de la Iglesia.

El calor del ambiente contrastaba con la brisa suave que acariciaba su rostro, revolviéndole el cabello rubio, mientras caminaba con Joshua entre sus brazos. Consciente de que tal escena era capaz de suscitar la curiosidad de aquellas buenas gentes, había optado por elegir el camino más largo, recorriendo callejuelas solitarias que le permitiesen al Señor Maloney el mantener la dignidad en tal bochornosa situación.

A pesar de que era consciente de ser un acompañante pésimo, aquel joven no parecía mostrar ningún signo de hastío por su incapacidad de mantener una larga conversación. Sorprendentemente, mantenía una entereza digna de alabanza. Él no sabía si hubiese podido mantenerse tan calmado ante aquella situación. Así, comenzaba a poseer en su interior algo, cercano a un cosquilleo, similar a la curiosidad. ¿ Quién era el Señor Maloney?. Y, sobretodo, ¿ Por qué sentía esa necesidad de cuidarlo, como si fuese un animalito herido y merecedor de un arrullo para ser tranquilizado?.

- Me disculpo de antemano por el estado de mi hogar, carezco de servicio porque prefiero estar solo. – Lo apretó un poco más contra su pecho, equilibrando el peso del hombre sobre una de sus piernas para poder abrir la puerta de una de las casas blancas y de tamaño moderado que se esparcían en una calle tranquila y limpia, lo que hablaba de un nivel económico con cierta solvencia.

Lo cierto era que la Iglesia pagaba muy bien a sus soldados, aunque para alguien como Athan, criado de un modo muy espartano, aquel dinero era escasamente malgastado. Sólo había usado el suficiente para comprar dos viviendas; una cabaña en el bosque en la que pasaba la mayoría del tiempo en que estaba de caza, y otra en la ciudad, cuando necesitaba mezclarse entre la urbe parisina para conseguir información.

Entró en la casa, cerrando la puerta con uno de sus pies, para dar paso al amplio recibidor en el que había un mueble de madera pálida, destinado a guardar las tarjetas de visita y el correo, así como un perchero en el que habían dos abrigos y un sombrero colgados en él desde hacía mucho tiempo. El resto de la vivienda estaba decorada con modestia, pero elegancia. Todo parecía tener un toque indudablemente masculino, ya que todos los muebles eran prácticos y carecía de cualquier adorno extra que podría haberle dado calidez al ambiente que rodeaba la casa. De dos plantas, poseía tres habitaciones en la parte de arriba con su servicio anexo a los mismos, así como un salón, una biblioteca que a su vez le servía de despacho y una cocina dotada con demasiados alimentos para un soltero.

- ¿ Os encontráis mejor, Señor Maloney?. Espero no haberlo maltratado demasiado durante el camino.- Le dijo antes de dejarlo sobre el amplio sillón del salón, para ir a buscar, nervioso, algunos cojines con los que acomodarlo. Su mente estaba en un desorden similar al de un padre que posee a uno de sus hijos enfermo, impotente ante la idea de que pudiera estar sufriendo sin que él supiera como ayudarlo.

por **Joshua Maloney** Dom Ene 24, 2016 11:17 am

Iba con la cara oculta sobre su pecho. Demasiada amabilidad podía con él. Estaba sumamente avergonzado por causar tantas molestias, pero a la vez agradecido de que todavía hubiera almas caritativas como Athan. Ésta clase de gestos eran los que le hacían recuperar la fe en la humanidad.

Su salvador le depositó gentilmente sobre un sofá muy cómodo y desde ahí pudo observar la sobriedad pero la elegancia de su hogar. Al parecer vivía solo, puesto que nadie más les recibió apenas entraron a la casa; particularmente estaba contento con éste simple hecho, porque así no tenía que dar demasiadas explicaciones o ver rostros curiosos que le observaran con atención.

-No, ha sido muy amable el haberme traído hasta aquí... No me ha lastimado para nada. -mantuve la mirada baja, porque estaba muerto de vergüenza-. - Es demasiada gentileza de su parte, no tengo con qué agradecerle. De no haber sido por su pronta ayuda, probablemente hubiera... Muerto. Le debo la vida. Es algo que jamás podré olvidar.

Había decidido que cualquier cosa que necesitara Athan apartir de ese momento, él estaría allí para ayudarlo incondicionalmente. Su madre le había enseñado a ser agradecido y generoso y no iba a hacer ésta la excepción, porque no cualquiera llevaba a un completo desconocido a su casa, para tratarlo como a un igual. Lamentablemente había sufrido muchas decepciones en la vida por ser pobre.

-Tiene una casa preciosa... -intenté cambiar de tema antes de que me volviera a poner sentimental y llorica.

por **Athan Avramidis** Vie Mar 04, 2016 10:43 pm

Aquella voz frágil y titubeante le recordaba al gorgojo de un pájaro, incluso sus movimientos rápidos y nerviosos, eran similares a esas pequeñas y emplumadas criaturas que en invierno se refugiaban alrededor de cualquier fuente de calor, empujándose unas contra otras para mantener alejado el frío o la nieve. Más de una vez se había encontrado en su cabaña a algún pajarillo escondido en los costados de su chimenea, convirtiéndose en una bola de plumas esponjosas que parecía piar por el calor de los ladrillos.

Esbozó una sonrisa mientras se acercaba con los cojines, ocupándose de mantener al señor Maloney lo más cómodo posible dada su situación. Un disparo no era ninguna broma, él tenía varias cicatrices provocadas por un tiro fallido y había lloriqueado como un niño durante una semana por la última.

- Intente no pensar en cosas funestas, lo importante ahora es que se mantenga cómodo y cálido. - Golpeó las cuadradas formas de los cojines, sintiendo contra sus manos ya marcadas con algunas pequeñas cicatrices, la suavidad de la tela con la que habían sido cubiertos. Acomodó el cuerpo del joven y mantuvo su sonrisa jovial y confiada, como si estuviera cuidando de uno de sus hermanos menores y no de un desconocido.

- No me debe nada, señor. Piense en esto como en una aventura. - Su voz salió suave y arrulladora, como si quisiera alejar aquellas sombras de tristeza que había visto bailar en sus ojos. Así que, sin saber que hacer, le acarició la cabeza, dejando suaves palmadas sobre aquel cabello suave y oscuro.

- ¿ Os gusta ? - Miró a su alrededor antes de sentarse en el suelo, para dejar el dominio del sillón a Joshua, temía que al sentarse al lado pudiera incomodarlo o hacer que su cuerpo se moviera y con ello se reabriese la herida. Sabía que tenía una larga noche por delante, según su experiencia, las heridas de bala generaban fiebre, aunque el señor Maloney parecía tener un pacto con la muerte, ya que sólo había visto una herida propia de una rozadura.

- Temo admitir que no suelo estar mucho por aquí, es demasiado grande para mí. Quizás os repudie la idea, pero me siento más cómodo en una cabaña, que en esta imagen familiar - Habló de más sin entender muy bien el porqué, ya que normalmente solía ser más un excelente escuchador. Más aquel día parecía haberse convertido en un parlanchín imprudente.

por **Joshua Maloney** Miér Mar 30, 2016 9:57 am

-Me gusta. Tiene buena luz... Me recuerda un poco a la casa de mi madre en Irlanda. Teníamos un amplio jardín en la parte trasera y...- no pude continuar. Dios, estaba demasiado tocado sentimentalmente como para pensar en un recuerdo lo suficientemente bonito y feliz, para no terminar como una auténtica Magdalena.

-Y... Era muy acogedora. -bajé la mirada, concentrándome en uno de los cojines suaves y mullidos que me habían sido, proporcionados. Inclusive observé las cicatrices en sus manos y me pregunté el cómo es que se las había producido, pero no estaba en mí ser imprudente e indagar en acontecimientos meramente personales. A mi no me habría gustado que me preguntaran a cerca de las cicatrices en mi interior, porque de las otras, las visibles, no poseía ninguna.

-Las cabañas en las laderas del río son un remanzo de paz. Mi madre tenía una hermana que vivía en los lindes, y cada que podíamos, le visitábamos. Me gustaba ir porque podía nadar y atrapar peces con la mano. Cuando se es niño, cualquier cosa es una gran aventura...

Con ésto le daba la razón. Tomaría el incidente ocurrido horas atrás como eso, una aventura más, en mi ya larga cadena. Un eslabón que se uniría al interior. Sólo esperaba que no terminara subyugándome por el enorme peso. Mi espalda no estaba hecha para cargar cosas pesadas, como una gran larga cadena ganada a base de amarguras. A veces me preguntaba si había venido al mundo a sufrir. ¿Ese era el plan que tenía Dios para mi?

- ¿Usted a qué se dedica, Athan? - esperaba no ser imprudente, pero estaba deseoso por saber de dónde había venido mi salvador. Debía tener un excelente trabajo, que le permitiera llevar esa clase de lujos.

por **Athan Avramidis** Jue Jul 07, 2016 3:27 pm

Lo escuchó con atención, dejando que cubriera cada uno de los silencios que dejaba con las palabras que considerase más adecuadas. Sabía que no había una conversación correcta entre dos extraños, mucho menos cuando habían sido unidos por un tiroteo extraño que seguramente saldría en los periódicos gracias a aquel estúpido que había dejado que su trabajo fuera tan sucio y destructivo.

La misión de todos los cazadores, más de aquellos que trabajaban en la inquisición, consistía en salvar la vida de todos los seres inocentes que pudieran. Precisamente por ello se veían compelidos a matar, de ninguna otra forma se justificaba la muerte de un sentenciado por la inquisición, salvo por la certeza absoluta de que su alma corrompida por el demonio, trataba de destruir toda la belleza que Dios había dejado a su alrededor. Que personas como Joshua, se vieran mezcladas en ello, era una aberración.

Era triste ver como alguien tan joven dudaba a la hora de hablar de sus familiares, no sabía si se debía a la incerteza de estar revelando quizás demasiado de su persona a un extraño, o a que, posiblemente como él, tenía un problema a la hora de conversar. No todos habían sido bendecidos con el poder de la oratoria, pero al menos servía para escuchar. Eso lo podía hacer bien, pensó mientras apoyaba su espalda contra el sillón en el que se encontraba el cambiaforma, creyendo que si no lo miraba a los ojos y le daba la espalda, podía conversar con mayor libertad.

- Suena como un buen lugar en el que crecer. - Respondió a todo lo que iba narrando su interlocutor. Entendía perfectamente lo divertido que podía resultar un río para un niño, más si los padres dejaban que corriera por los prados en libertad. En cierta forma, él había tenido algo similar, aunque en vez de ríos, él había tenido un amplio mar.

Era un Griego orgulloso de su tierra, había aprendido a nadar casi al mismo tiempo que perdía el gateo por sus primeros pasos. Pero a diferencia de sus hermanos, él siempre tuvo una educación destinada a su trabajo como inquisidor; desde el aprendizaje de varios idiomas y un profundo conocimiento de la biblia, como a los distintos usos de armas. Su padre solía repetirle que jamás perdiera su arma de sus manos, cuando el cuchillo caía, su vida también. Incluso cuando comenzó a dudar a la hora de dar su último golpe a alguna criatura, había sido su abuelo quien le recordó que tenía muchos más hermanos que podrían sustituirlo como soldados para la iglesia. Así que aprendió a aferrar su arma y golpear con fuerza. Sin dudar.

- Soldado - Repitió con una voz monótona su media verdad, agradeciendo que el chico no pudiera ver su rostro en aquel momento, ya que sus ojos tenían ese brillo de incomodidad cuando no podía ser totalmente sincero.

- Aunque suelo ayudar a algunos lugareños a librarse de los animales que suelen cruzar la línea de la locura y atacar a humanos. - Era una buena forma de reducir su trabajo de asesino. Aunque cuando lo veías como criaturas y no como personas, todo resultaba mucho más sencillo.

- ¿ Y usted, Señor Maloney ?- Sus cabellos rubios bailaron alrededor del costado de Joshua, cuando alzó el rostro y le dio un mirada de aquellos ojos verde azulados, buscando su rostro cuando le preguntó. Como un niño pendiente del narrador de una historia mucho más interesante que su oscura ocupación.

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