Un duro pasado.(Hannes Schmitt)

Esta historia ocurrió hace cinco años.
Tomado del diario personal de Marie Jeanette Kelly, conocida en el mundo de las prostitutas como " Dark Jenny".
Ya no podia aguantarlo mas, la vida para aquella hermosa muchacha de facciones finas y amables, que recientemente acaba de cumplir los 18 años, se habia vuelto un infierno desde hacia cuatro años, toda su via habia sido criada en orfanatos, y ahora por desgracia habia caido en manos de una familia que la explotaba, trabajaba en las calles vendiendo frutas, y por las noches debia de llegar a la casa preparar la cena, limpiar los platos, y si quedaba algo de comida, ingerir sus alimentos en un lugar apartado de los demas miembros de la familia.

Juventud y hambre son los dos mas grandes dones para un corazón joven y fuerte, hambre era lo que siempre habia tenido Marie Jeanette Kelly, y juventud, era su principal ventaja que tenia ahora, pero la juventud no siempre suele salir bien parada de muchas situaciones, la juventud puede volverse una droga potente, deseosa de explotar en libertad, confundiendose con el libertinaje, Jeanette ansiaba ser algo mas que una simple sirvienta, esa noche era la esperada, nunca mas la volverían a ver, el dia habia transcurrido en total tranquilidad, la señora de la casa la habia despertado a las cinco, y obligado a bañarse con agua fría, le entregó el delantal con el dinero, y la envió a trabajar, en la vendimia de frutas y flores como lo hacia cada día, desayuno un cafe negro y un pan duro que habia quedado de la cena de hacia dos dias, se lo comió sin embargo con agrado, pese al feo sabor que tenía, pues no tenia permitido poder comer lo que los demas miembros de la familia ingerian, era mal vista por todos, una chcia pelirroja de ojos verdes, y que ademàs de todo, tenia extrañas costumbres, hablaba con los espejos, preparaba brebajes en su cuarto, y ponia los ojos en blanco, por eso mas que nada la rechazaban, pensaba que era una loca que era poseida por un demonio, pero nadie la delataba, tenian miedo de la burla y la critica social, era mejor explotarla y hacerla sentir miserable a permitirle la fama de la gente.

En la tarde Mary Jean, regreso a casa, preparó la comida para los miembros de la familia, y fue enviada a mil y un encargos, de tal modo que cuando por fin regreso, la familia estaba molesta por que la sirvienta aun no llegaba a preparar la cena, tras recibir una bofetada por parte de su "padre" adoptivo, Jean se puso a preparar su cena en silencio, entre sollozos, se encerró en su habitación, y espero pacientemente a que la familia se fuera a dormir, esa era la ultima noche que pasaba en esa casa.

Salió de ella,hacia tiempo acababa de descubrir un nuevo truco, podia crear fuego con solo concentrarse, llevaba una diminuta llama entre los dedos, para alumbrarse en la oscuridad de la casa, y salió en silencio, envuelta en el chal verde que un panadero le habia regalado, el unico regalo que habia obtenido por ser su cumpleaños, y la unica persona que lo habia recordado.
Eran las ocho de la noche del nueve de noviembre, y Jeanette acababa de cumplir ese mismo dia los 18 años.

Pero la calle era dura, no sabia a donde ir, con el poco dinero que habia robado de su casa, se introdujo a una taberna, la gente la miro de forma extraña y perversa, pero ella se limitó a sonreir, se apresuró a caminar rapidamente hacia una ventana, contoneando su cuerpo con gracia, tenia el busto erguido y firme, nunca usaba sosten, y el cuerpo delgado y bien formado, de exquisitas formas, que incitaban a los mas impuros pensamientos.

Jeanette se sentó en una mesa apartada un poco asustada, su larga cabellera roja caía como una cascada sobre sus hombros mientras observaba a la gente que entraba y salia procurando no hacer contacto visual con nadie, estaba muy asustada, nunca habia estado tan noche en la calle, pero despues se armo de valor, esta era su nueva vida, su pequeño gran paso a la fama y la gloria...que equivocada estaba.

Cinco años atrás su cutis permanecía igual de perfecto, con ese aspecto elegante, misterioso, joven y lleno de pálida vitalidad inmortal. Hasta qué punto era tan cruel condena la de permanecer eternamente así, os preguntaréis. Joven, fuerte, rico y atractivo a ojos exigentes. Era el patrón de la perfección juvenil que previamente los griegos dictaminaron en sus ahora polvorientos pergaminos conservados en viejas bibliotecas y anticuarios. Contextualizando, era un nueve de Noviembre de cinco años atrás. Esa noche hacía frío, por lo que Hannes había optado por cubrir sus hombros anchos y rectos con una capa encapuchada, cuya capucha no yacía colocada en su coronilla, sino que pendía por debajo de su nuca. ¿Qué imperial necesidad de ocultar su hermoso rostro existía? Tomarlo por esclavo nadie osaría, luego a simple vista podía darse cuenta cualquier vidente que era de complexión fornida sin rozar lo grotesco. Era intocable. Peligrosa figura escupida del infierno, intocable.

Sus brazos se movían inertes a lado y lado de su cuerpo, sin prestar atención al resto de movimientos motrices que su cuerpo protagonizaba dirección a ninguna parte. Sencillamente paseaba, sencillamente consumía una eternidad desganadamente. El reloj de arena que contaba sus minutos se había estropeado y evaporándose todo su contenido, Hannes nunca envejecería. Ladeó la cabeza a lado y lado del callejón, saliendo de su ensimismamiento para percatarse que se hallaba en la zona gitana. Su perfilada ceja derecha se alzó, arqueándose de un modo elegante y vanidoso como pocas cejas se habían alzado. Cada minúsculo movimiento comportaba una ola de sensaciones a todos los que le rodeaban, que acallaron sus pensamientos para dejarse hipnotizar por la presencia del noble ente cubierto con una fina capa negra. Esta sombra de mirada ausente, posó sus ojos en una puerta de madera entreabierta que le invitaba a adentrarse en parajes desconocidos. Los suburbios de París. La farándula. La zona de los miserables. ¿Qué mejor que una velada entre los maleantes para sentirse condenado a ser mejor que todos ellos juntos? Excesivamente tentador para alguien como él.

Se adentró, sin aparente maldad, en esa taberna que apestaba a alcohol y mujeres. Contempló detenido en la puerta el espectáculo que se erguía ante su imponente presencia. Muchos callaron, otros estaban demasiado borrachos para ello y prosiguieron ahogándose en sus jarras de cerveza rancia. Hannes, clavando sus ojos color niebla en todos lados y en ninguna parte a la vez, se deshizo de la capa y la colgó en un perchero vacío. Parecía que los propios maleantes temían ser asaltados por manos ladronas, probablemente las manos pertenecientes a sus figurados mejores amigos o compañeros de partidas de dados. Él, ajeno a todo, y demostrando que en el escalón de la sociedad iba un paso por delante, se acomodó en una de las mesas y esperó a que la mujer de pechos como melones -la tabernera, mujer del tabernero- se acercara a ofrecerle algo más que un simple trago. La oyó de fondo murmurar impropiedades, pero sus ojos empañados se habían posado en un par de manchas verdes a lo lejos.

Dos curiosos ojos avergonzados que le observaban. Craso error. La miró fijamente y ladeó la cabeza para sisear en un silbido que la muchacha pelirroja nunca llegaría a oír - Diez libras por una cerveza y esa muchacha. - La tabernera, alarmada pero ahogando sus pensamientos, cayó en la cuenta que esas diez libras eran mucho más de lo que un barril de esa cerveza importada podría costarle a ella y a su marido de nariz ancha. Se limitó a carraspear y se ajustó el corsé para que su par de pechos se mostraran ante el inmortal, que obvió mirarlos no sin asegurarse de ya conocer su anatomía. Antes de que ella las mostrara, él ya las había analizado, veloz y preciso. Temible y depravado. Inmortal condenado a vagar por un lascivo mundo. ¿Por qué no acompañar a los mortales pecando como si aún fuera uno de ellos? Contempló como la ancha mujer bajita pomponeaba su enorme culo hasta la mesa de la jovencita de cabellos ardientes y le exigía que se presentara ante el caballero de fina barba dorada, mirada exigente, expresión disciplinada y porté noblemente adictivo.

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De entre todas las pertenencias que la joven pelirroja llevaba, la que consideraba de mayor valor, era un juego de naipes, una baraja del tarot que una gitana le habia regalado cuando Jeanette tenia 13 años, le habia enseñado a leer aquellas cartas,que representaban distintos personajes, y su carta favorita era la de la suma sacerdotisa, representando una antigua leyenda de una mujer que se habia sentado en el trono de san Pedro en Roma, haciendose papa, siendo despues descubierta y asesinada, pero la historia le habia gustado, demostraba que las mujeres podían atreverse y escalar y ser mejor que los hombres, por que la inteligencia va mas hallá del genero, y el conocimiento era precisamente el don mas preciado que según ella alguien pudiese llegar a desear.

Un hombre habia entrado a aquella taberna, un hombre rubio, de facciones duras, sintió la piel de su cuerpo poniendose como el de una gallina, observó al caballero, era bastante guapo, lo primero en lo que pensó fue en uno de esos principes azules que aparecían en las historias que le gustaba leer de pequeña, pero luego recapacitó y pensó que ningun principe azul que se jactara de serlo aparecería en una taberna de mala muerte como aquella.
Sin embargo el caballero le habia gustado a Mary Jeanette, pero sabia en el fondo que no era bueno quedarsele observando a las personas, menos cuando recien se acaba de cumplir la mayoría de edad y encima sola, en un mundo que desconocía, la vida nocturna de aquella ciudad era considerada un tema tabú en su hogar, nadie salia de la casa en cuanto el reloj de la pared, un viejo y enorme reloj de pendulo, marcaba las diez de la noche, se habia revelado ante todo y se sentía bien por eso.
Decidió retirar la mirada apenada del joven, y rebuscó en el bolso que llevaba, sacando un pañuelo de color rojo, lo desenvolvió con manos temblorosas, y sacó un pedazo de pan, comenzó a comerlo distraidamente, observando por la ventana que estaba cerca de donde ella se encontraba sentado.
Engullendo el pan rapidamente, era su primer comida del día, y podia sentir cada bocado atravesando por su esófago, y depositandose en su estomago, mitigando el molesto dolor que tenia por no haber ingerido alimento alguno.

Se quedó pensando en una buena forma de ganar dinero, quizá podría leer las cartas a algunas personas, con discreción, habia escuchado hablar que a las brujas las quemaban, y si la veían adivinando y hechando suertes, ya se podia dar por cadaver.
La voz autoritaria de una mujer le hizo salir de su ensimismamiento.
-El caballero de aquella mesa quiere que vallas con el ahora.- la mujer regordeta movió su cabeza en la dirección donde se encontraba el hombre que Jeanette habia visto, la mirada de la muchacha se iluminó por unos momentos ilusionada, ¿ en realidad se habia fijado en ella? ¿ y si en verdad era un principe?.
Pero su orgullo era grande, levantó una ceja mirando de forma desdeñosa a la mujer, retirando esa mirada de chica tonta de aquel hombre, y entonces le respondió en tono altivo a aquella mujer, al parecer, pensaba que era una ...una de esas mujeres que se vendían por dinero -Pues digale a ese hombre, y sepa usted en estos momentos, que no soy una prostituta, y si desea hablar conmigo que sea el mismo quien venga- cuando terminó aquella frase, le dedicó una mirada fría a la mujer, recargó su barbilla en el dorso de su mano, sin prestar mas atención a aquella mujer, la miró retirarse un tanto dubitativa hacia el otro hombre, Jean sonrió, sin quitar la vista de la ventana, cuando pensó que aquella mujer, estaba como en aquellos juegos de dimes y diretes que le entretenian de ella, sirviendo de mensajera una y otra vez, enredó un largo mechon de una brillante cabellera roja entre las yemas de sus finos dedos, y se quedó jugueteando con la orilla de las cartas de tarot, dejando pasar el tiempo mientras pensaba donde dormiría, recordó que habia escuchado algo de una casa comunal, un lugar donde las personas sin refugio, podian dirigirse a pasar ahi la noche, por una pequeña cantidad, necesitaba descansar un poco, sería una larga noche en vilo.

Se quedó pensando unos momentos en el caballero que la habia mandado llamar, quizá se habia comportado de forma altanera, quizá despues de todo, el hombre quería ser amable con ella, pero lo hecho, hecho estaba, sus palabras habian salido de sus labios, y se hacia responsable de ellas.

No podía concentrarse, mil y un pensamientos estallaban como bombas en la cabeza de la joven chica, eso era común, siempre tenía la cabeza ocupada en cientos de preguntas muchas ellas no tenían respuesta la mayor parte de las vecez, pero siempre permitiendose unos momentos para pensar detenidamente en situaciones que hubieran ocurrido, esta vez era diferente, aun sentía la mirada de aquel caballero, miraba de vez en cuando de reojo hacia donde se encontraba, solo para confirmar sus sospechas.

Tenía una extraña sensación apoderandose de su persona, el hecho de sentirse observada por un caballero tan atractivo como aquel, se sentía importante, muy poca gente le ponía atención a Jeanette, pero por otro lado se sentía como un cervatillo siendo hacechado por el lobo, sin poder hacer nada, sentía aquella mirada pesada encima de su persona, desnudandola, quizá por reflejo, se envolvió con el chal verde que recíen le habian regalado, y se mantuvo haciendose la obsisa unos momentos, tratando de distraer esa sensación de sentirse un delicioso manjar apartada de su cabeza.

Entonces una voz comenzó a brotar lentamente, como una especie de fantasma que susurrara en los oidos de Jean, era una voz seductora, sintió un calor comenzar a brotar de su vientre, expandiendose hacia sus pechos, y bajando hacia los muslos, observó hacia todos lados, para mirar quien habia sido la persona que le habia hablado, pese a estar conciente de los poderes que ella poseía, desconocía por completo la existencia de otros seres paranormales, una muchacha que toda su vida se la ha pasado de orfanato en orfanato, y de casa en casa, casi nunca tiene tiempo para asomarse al mundo que existe fuera de la cocina o de la alacena.

Tras escudriñar rapidamente el lugar, se dió cuenta todavía que aquel caballero continuaba mirandola ¿ y si habia sido el quien le había hablado?, todo era posible, aunque nunca habia escuchado de alguien que tuviera esos dones...quizá se trataba de un poderoso brujo que deseaba platicar con ella, o enseñarle algun conocimiento nuevo.

La puerta del local se abrió, y un viento helado entro en el lugar, la hoguera se apagó, y su voz fue una de las que se sumo a las exclamaciones de sorpresa, volteó a ver rapidamente hacia todos los lugares, recogiendo su cuerpo contra la ventana, como temiendo de un posible ataque, escuchó a la tabernera pasar a su lado, su enorme humanidad la delataba, pero perdió de vista a aquel caballero, hasta que la luz comenzó a regresar nuevamente, y el ambiente festivo de la taberna tambien.
Pero con la luz, llegaron las visitas inesperadas.
En la mesa donde Jeanette estaba un hombre grande y gordo se sentó, olía a pescado, y tenia una barba de días, Jean lo miro asustada,y el sujeto la tomo de las manos diciendo mil y un palabras lascivas, la muchacha puso cara de repulsión, dió un fuerte tirón de sus manos, y se levantó nerviosa, tal vez no habia sido buena idea salir de casa aquella noche, quizá debio haber esperado un día mas.
Pudo escuchar como aquel hombre horrible continuaba hablandole invitandole a quedarse con el.
No supo por que lo hizo, pero busco refugió en el atractivo caballero de ojos plateados como la luna.
Se aproximó a el con paso elegante y regio, los tacones de sus botines rezonaban sobre el suelo de madera, y sus caderas se contoneaban de forma provocativa mientras avanzaba hacia la mesa donde se encontraba sentado aquel chico.
Por unos momentos pensó en sonreirle, pero lo evitó, se quedó de pie frente a el, a escasos centimetros de distancia, mirandolo fijamente con sus ojos verdes como las mas hermosas esmeraldas, brillando intensamente de curiosidad y temor ante su persona.
-Que quiere...ha sido usted verdad...el que...bueno...ya sabe.- tenía miedo de preguntarle si habia sido el quien le habia hablado de aquella forma, tenía miedo de pensar que se estaba volviendo loca.
Apretó las cartas que llevaba entre sus manos con fuerza, y con la otra el bolso, mientras el chal se deslizaba por sus hombros, dejando ver el provocativo escote que la chica portaba.

Observó al hombre unos momentos, si era bastante atractivo, de cerca se notaba mas un porte y una personalidad que Jean nunca antes habia conocido, y eso que muchas vecez habia visto a varia gente de clase acomodada paseandose por aquel barrio, pero ninguno como el.

Se levantó lentamente de su asiento, y Jean clavó la mirada en el suelo, dando un par de pasos hacia atràs, nerviosa quizà por la estatura del hombre, Jean alzó la mirada hasta observarle, y ver que el hombre miraba fijamente sus labios.Aquel extraño calor que habia recorrido su cuerpo momentos antes volvió a sorprenderla, pero esta vez un color rosado apareció en sus mejillas.
Algo en su interior pedía a gritos ser tomada por las blancas manos de aquel hombre que tenía enfrente, pero otra parte, quizà el septimo sentido, le advertía sobre un riesgo, una sensación extraña que era como una advertencia de no dejarse llevar por las apariencias, eso era algo que ella ya sabia, tenia 18 años pero no era tonta, además, era estar con un desconocido de apariencia y porte agradable, o estar un desconocido abominable que ademas de todo apestaba a pescado. Se dejó llevar por la apariencia física.

Sonrió con cierto candor cuando escucho el comentario del caballero, pero acontinuación se borró la sonrisa, ¿como demonios sabia que ella buscaba un principe azul?, quien era ese caballero, quizà lo habian contratado en la casa de donde habia huido para que la siguiera, por unos momentos el pensamiento desapareció al contemplar el cuerpo del hombre, imaginandose a ella misma, siendo estrechada entre los brazos de aquel caballero, sintiendo cada musculo del fornido cuerpo de aquel hombre, pues se dejaba adivinar una anatomia impecable debajo de aquella ropa, y sobre todo, sintiendo los labios del hombre de ojos plateados profanando la pureza y castidad de los suyos.
Pero el pensamiento desapareció cuando el caballero comenzó a caminar piso arriba.
Recordó uno y cada parte de los conjuros que conocía, y cuando el hombre comenzó a subir, la tabernera paso exactamente en ese mismo momento, mientras Jean avanzaba despacio con timidez, para seguir al caballero pisos arriba, la tabernera pregunto si desearian algo y la chica musitó un suave -Sí.- quizá lo que necesitaba era un cerebro nuevo para no seguir al primer hombre con pintas fascinantes que se le apareciera.

Avanzó todo el tiempo detrás de el, Jean no soltaba las cartas de sus manos, el hombre abrió la puerta de la habitación y la chica ingresó con paso inseguro, alerta ante todo, se colocó cerca de una ventana, donde envolvió pòr completo su cuerpo, su escote, los hombros y sus senos quedarón cubiertos por aquella brillante tela de color verde, Jeanette recargó la espalda sobre el cristal de la ventana, junto a ella habia un par de velas prendidas, una cama bien tendedida, y el suelo de duela de madera, alfombrado en una parte solamente.
-Quien es caballero...nunca antes le habia visto por estos lugares, y bueno no es que yo conozca a demasiada gente...pero estoy familiriazada con las personas que visitan estos lugares....-dijo intentando adivinar quien era aquel hombre, sobre todo intentando hacerle platica, en aquellos momentos comenzaba a incomodarle un poco que el sujeto la viera como una especie de sabroso bocadillo.

-Ah...me llamo Mary Jeanette Kelly...o puede decirme si lo prefiere...Jeanette o Jean...realmente no me da un poco igual como desee llamarme mi señor...no suelo visitar mucho estos lugares...es que...- guardó silencio unos momentos, y dirigio la mirada hacia la ventana, antes de susurrar practicamente inaudiblemente.
-Ya no pienso volver nunca a casa.-