Hannes Schmitt

Nombre del Personaje
Hannes Dick Schmitt
Edad
29 años {313 reales}
Especie
Vampiro
Tipo y Nivel Social
Alto, aunque no lo aparenta
Lugar de Origen
Munich, Alemania
Fecha de Muerte
30 de Enero de 1488
Habilidad o Poder
Es capaz de hacerte creer lo que quiera, potenciación de carisma o persuasión.
¿Los políticos? En comparación, simples aficionados.

Descripcion Fisica


Descripcion Psicologica

- Oh, Hannes, ¿porqué me dejas? Te dije que te amaba... -
- Pude oirlo, practicamente lo gritaste. -
- ¡Átate a mí, ámame para siempre! -
- Grita si sientes el impulso de hacerlo, todo impulso que estrangulamos nos envenena. -
- ¿Entonces vas a casarte conmigo? -
- No. Mi impulso es el de vagabundear por el mundo. Solo. -.

Intratable, frío, violento, decidido, solitario, incapaz de comprometerse, independiente e indomable. Lo básico: nadie, absolutamente nadie, conoce cómo es en realidad el líder al que apodan dueño de la noche. Un hombre de facultades físicas y mentales envidiables. Es peligroso precisamente porque es plenamente consciente de las mismas y porque sabe manejarlas del mismo modo que es espadachín su espada o un corsario su navío. Dada su condición sigilosa, le gusta exiliarse de la convivencia ajetreada ya que encuentra en el silencio la paz necesaria para pensar, meditar y tomar las riendas del mundo. Sabe rodearse de los mejores y tiene la suficiente sangre fría como para librarse de los malos postores. Ama por encima de la vida el oscuro placer que las dotes ancestrales le otorgan mientras asesta una puñalada silenciosa en alguna yugular o -aún mejor- deja caer una sola gota de veneno en un ojo desprevenido, causando la muerte instantánea a todo aquél que no goza de su interés. Persuasivo a límites insospechados. Es como un niño malcriado con una sonrisa de hombre que enamora a demasiadas mujeres y a algunos hombres, no está acostumbrado a perder. A todo esto, la compasión es un sentimiento que le resulta poco familiar, en consecuencia no hace uso de la misma. Hombre de pocas palabras hasta el punto de parecer mudo. Eso sí, cuando abre la boca, todo el mundo enmudece. Se define como una persona maquiavélica hasta la médula. Tenaz. Aguda. Amante del placer pero no de los excesos del mismo. No suele alterarse por nada del mismo modo que en sus ojos grises jamás se verá atisbo de felicidad, tristeza, ira o dolor. Simplemente es implacable. Nadie sabe qué pasa por su mente o cuándo va a hacer su próximo movimiento. Jamás olvida del mismo modo que tampoco perdona. Los errores caros se pagan en la cuestionable tiranía de un varón de apariencia joven, voz culta y sabia, elegancia sublime y lengua viperina y venenosa cual culebra.
Un ser misterioso donde los haya, en líneas generales.

- No debes tener miedo al placer. El placer hace feliz al hombre. -
- ¿El placer da la felicidad? -
- A ver, el hombre sólo quiere ser feliz, pero la sociedad quiere que sea bueno. Cuando es bueno, un hombre raramente es feliz, pero cuando es feliz siempre es bueno. ¿No quieres ser feliz? -
- Claro, pero… ¿todo esto no tiene un precio? -
- Sí, pero es muy barato. -

Historia

Munich, hace más años de los que soy capaz de recordar. Una madrugada fría de Enero. Los primeros días del año, las primeras sonrisas y el primer llanto. Llanto que no procedía del recién nacido empapado en sangre, líquido que décadas posteriores anhelaría. Ese llanto quebró esa madrugada, procedía de su madre; Reese. Con ese grito de dolor, húmedo y cortante, Hannes había llegado al mundo. Orgulloso de su tarea como padre, Johann se decidió a llamarlo Hannes, acortando su verdadero nombre que en jamás de los jamases sería usado: Johannes. Rubio, de ojos azules. ¿Alemán? De necios era dudarlo. Los años pasaban, las estaciones hacían el amor entre ellas, como el día y la noche durante el crepúsculo. Su infancia, malgastada entre ostentoso capital económico y excesivos lujos, quedó atrás, olvidada y abandonada a su suerte. En un abrir y cerrar de ojos, Hannes era un adulto. Y no sólo eso, era un hombre serio, elegante, sofisticado y culto. Imponente, pero algo reservado. Largas colas de mujeres se formaban para entablar conversaciones con él a la salida de las eucaristias de los domingos. Esa fue la época dorada del Hannes humano, más conocido como Hannes el conquistador.

Fue entonces cuando conoció a Svetlana, una rusa de físico envidiable y actitud intratable, pero al mismo tiempo conoció a alguien que lo llevó a su perdición: a una vampiresa que lo condenó. No, no lo mordió, pero lo sedujo tanto como la humana a la que pidió en matrimonio, tras enamorarse perdidamente de ella. Los años juntos pasaron. Svetlana y él no eran eso que se llama una pareja convencional, tampoco oso decir que gozaron de una felicidad de ensueño, simplemente fue una época entretenida en la que descubrió su imperfeccion: la infidelidad. ¿Para qué una mujer para todas las noches si una vampiresa u otras delícias codiciaban su cuerpo masculino? El caso es que se siguió viendo con otras mujeres, esperando que Svetlana nunca fuera lo suficientemente intuitiva como para averiguarlo, mas aprendió que las mujeres son peligrosas cuando el vino, que en una cena la rusa le sirvió, empezó a hacerle arder el estómago y la garganta. Recordó toser fuerte, agarrarse el pecho y tirar la copa al suelo junto a la cubertería. La mirada de ella lo confirmó: veneno. Venganza, dulce venganza la que Svetlana se habría llevado de no ser por un detalle con nombre de mujer eterna.

Ella, que secreta -y no tan secretamente- había entregado algo más que su cuerpo a Hannes, lo encontró a tiempo para salvarle de una muerte a la que ya se estaba enfrentando. Dos colmillos en su cuello y una horrible velada aullando de dolor lo convirtieron en lo que era: un inmortal. Al recuperarse, se hizo cargo de lo sucedido y se comprometió a no volver a confiar en mujer alguna, aparte de devolverle la jugada a aquella con la que compartió cama y apellido. Acudió a su propio funeral, vestido de negro y con sombrero de copa, observándola llorar como si de verdad sientiera lástima. Una frase escapó de sus labios esa misma noche antes de encagar a su nuevo aquelarre el asesinato de la viuda Schmitt; y era la siguiente: El único modo de vivir en esta vida, es sin principios. Creyéndola muerta, y con ella todos sus problemas ahogados en vino rancio, se entregó a su nueva vida de lujoso atributo. Eternidad. Permanentemente joven, atractivo, rico, seductor, conquistador y soltero. ¿Qué más podía desear? ¿Una compañera? Bobadas, la ira es su única compañera. Bonita pareja, ¿verdad?

Datos Extras

- Tiene ataques de ira repentina, algunas veces carentes de motivo o aviso previo -
- No tiene aprecio alguno por los humanos, son contenedores de alimento violables -
- Cuesta horrores arrancarle una sonrisa, es parte de su encanto -
- No tiene ni idea de dónde anda la vampiresa que lo salvó del envenenamiento de su ex-esposa -
- Es ambidiestro y muy mañoso con los temas de artesanía, aunque no alardea de ello -
- Tiene un semental en su propiedad, de color blanco, al que llama simplemente bastardo -