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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Adriel d'Auxerre Miér Jul 22, 2015 8:07 am

El sordo quejido de metal chocando contra más metal se dejaba escuchar por una ínfima porción de tiempo antes de ser acallado por la presión de una mano. Y una y otra vez, el sonido se iba repitiendo a lo largo de las calles de París según el portador de los mismos pedazos que se confrontaban las transitaba, abandonando unas para adentrarse en otras. Parecía eludir los escasos faroles de bonanza de la ciudad, ya que, saliendo de uno de los tantos suburbios, pasaba a otro lugar de mala muerte. Callejones oscuros con exagerados recodos se sucedían en su camino en los que ni borrachos ni rateros parecían tener la intención de entrar. Y esto resultaba beneficioso para él, que ya había ocasionado suficiente mal para una noche.

Adriel por regla general era un buen hombre -aunque para muchos ni siquiera hombre fuese- y procuraba tan sólo causar el daño mínimo como para sostener su propia existencia. Pero, como toda norma que se precie, esta afirmación también contaba con sus excepciones. Valiéndose de su desmedida fuerza, había seguido a uno de los tantos proletarios que se hacinaban en la capital, desde la taberna en la que se había emborrachado hasta la angosta travesía de la que nunca más habría de salir. No fue complicado abrazar al pobre desgraciado para hincar sus dientes en su cuello hasta el punto de dejar tras de sí un cadáver sucio y apestando a cerveza barata. Después, buscó en su cintura la bolsa de cuero que hacía las veces de monedero. Su contenido era escueto, pero debería ser suficiente para saciar su necesidad. En otro tiempo o tratándose de otro asunto él hubiera supeditado la razón y una buena planificación a aquel proyecto que iba configurando sobre la marcha. Y, sobre todo, de necesitar un objetivo, hubiera posado sus ojos en alguno de aquellos ricachones que se codeaban tan sólo con sus congéneres en los engalanados salones del centro, los cuales consideraba mucho más impíos que la mayor parte de aquellos pobretones a los que, en cierta medida, consideraba hermanos. Pero en esa ocasión le apremiaba el tiempo y dar con el individuo perfecto le hubiera llevado demasiado, por no hablar de las sospechas que hubiera levantado, con el consiguiente riesgo a acabar con algún cazador o, peor, con la Inquisición tras sus talones. Y, sobre todo, se justificaba a sí mismo con una razón superior que, en ese instante, valía más que cualquier otra: Denisse.

La misma noche anterior, al vampiro le había llegado la información de nuevas pistas acerca del paradero de su hermana y, dado que ella, tras la traición de su familia, se había convertido en la razón de su existencia –si omitiéramos todo el asunto de Jeromé-, no podía sino lanzarse en pos de seguir ese rastro que, con suerte, terminara llevándole a ella. En concreto, le habían comunicado que un prostituto de París podría saber algo acerca, bien de ella, bien de sus captores y, posiblemente, uno de los lugares en los que pudieran tenerla retenida. Y él lo conocía medianamente bien. Haría un par de meses –quizás un par de años, el tiempo para un habitante de la noche, inclusive uno como Adriel, tiende a volverse abstracto- se había convertido en un cliente suyo y, aunque a veces pudiera olvidar caras, en otras las retenía a la perfección. Las razones ya son algo más personal. Por este motivo, sus generosas zancadas le llevaban hacia aquella casa de mala fama en la que creía que podría encontrarse, jugueteando con las monedas con las que pretendía pagar tanto los datos que buscaba como los momentos que les llevara la conversación. Quizás fuera un vampiro caído en desgracia, pero era consciente de que sólo la familia da sin esperar nada a cambio. Y, por lo que sabía, ni en la propia sangre podía uno confiar ya.

La puerta del local estaba abierta, oculto el interior por una pesada cortina rojiza bien iluminada por un par de antorchas. Conocía bien el lugar, por lo que, sin mayor miramiento, hizo a un lado a un hombre indeciso y se internó al interior del local. El contraste de temperatura fue notorio, así como lo fueran las vistas: de la oscuridad y sobriedad de la noche a una imagen que combinaba la belleza de los cuerpos a medio vestir con la lujuria. Adriel sonrió con añoranza. Cuando residiera en el palacio de su familia, solía frecuentar lugares como aquel, dejando que sus sentidos fueran seducidos por los placeres terrenales que tan sólo los vivos realmente sabían apreciar. Y, a continuación, se dispuso a echar una ojeada con la intención de dar con aquel al que debía encontrar.


Última edición por Adriel d'Auxerre el Vie Oct 09, 2015 8:30 am, editado 3 veces
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Mensaje por Brandon Amnell Jue Jul 23, 2015 8:33 pm

Brandon ya llevaba tres años trabajando en el prostíbulo de París, y aquella noche no era distinta. Antes de ir, se aseó, se puso una ropa buena y se dio un pequeño paseo por la calle, simplemente para tomar algo de aire y para poder pensar en sus cosas. Durante mucho tiempo había estado solo en aquella ciudad, y aunque tenía varios conocidos, a veces se sentía solo. Su trabajo lo hacía sentirse cercano a las personas.

Era algo así como rellenar ese sentimiento de vacío con cualquier persona que estuviera dispuesta a pagar por él. Y era en esos momentos, en los que se encontraba en el clímax, cuando se daba cuenta de algo: él necesitaba rellenar el vacío, y sus clientes necesitaban sentirse especiales. Era una necesidad recíproca que durante unos momentos se volvía sublime entre cliente y empleado.

No obstante, cuando todo ello acababa, esas personas volvían con sus familias y con todas esas personas a las que querían, que a diario les daban calor y los hacían sentir especiales por otros mil motivos que el joven Amnell ya había olvidado prácticamente.

Intentaba durante esos paseos olvidarse de toda su tristeza y su soledad interior, recuperar la sonrisa que tanto gustaba a todo el mundo y hacerse fuerte una vez más. Había aprendido a lo largo de su estancia en París que podía sobrevivir solo. No le gustaba, pero podía.

Aquella noche, Brandon había sido una verdadera estrella cuando llegó a su trabajo. Un cliente lo había estado esperando durante casi una hora, y él le dio todo lo que buscaba, así como la oportunidad de hacerle sentir verdaderamente especial. Él, por su parte, como todas otras noches, había encontrado la forma de hacerse sentir especial.

Después de eso, prestó sus servicios a una mujer y un hombre más. Era bueno en lo que hacía, y ello traía gratas recompensas que, aunque ahora solo lo ayudaban a vivir mejor, antes era por necesidad. Se podría decir que, a pesar de encontrarse dentro de un ambiente selecto, él prefería seguir trabajando. Le gustaba.

Una vez hubo terminado con su último cliente, cogió otra ropa, aseó sus partes íntimas y se vistió. Se sentó frente al espejo y se peinó su pelo ahora alborotado. Se dio una última vuelta en su habitación y recogió sus cosas, dispuesto a salir ya. No obstante, cuando salió al vestíbulo, vio a un antiguo cliente suyo con el que compartió cama muchas veces dos meses atrás.

—Adriel —dijo Brandon con una sonrisa para llamarle la atención — ¡Cuánto tiempo! —miró a su alrededor —Me iba ya a casa, pero para un viejo amigo siempre tengo un hueco.

Brandon le dedicó la más encantadora de sus sonrisas y lo miró de forma pícara. A decir verdad, él había sido un cliente con el que lo había pasado realmente bien, y tal vez ahora tenía la oportunidad de ponerse al día con él.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Lun Ago 03, 2015 3:11 pm

La vista del vampiro se desvió por un momento a una generosa cantidad de botellas ordenadas en minucioso orden sobre varios estantes en la pared. Su cierta obsesión con la bebida le sugirió solicitar una copa de uno de esos whiskies que tanto le gustaban y con los que ya no contaba en su nueva residencia, pero logró contenerse. A parte de necesitar el dinero para el otro menester, desde hacía unos cuantos siglos –exactamente desde su transformación- el alcohol no le hacía efecto, por lo que definitivamente aquel gasto habría sido una mala inversión. Además, pronto algo llamó su atención, ayudándole en la tarea de resistir esa absurda adicción.

- ¿Brandon? – su tono iba cargado de una fingida sorpresa con la que pretendía jugar - ¿Y quién te dice que te estaba buscando? – le contestó con una exageración que, junto a la sonrisa que apareció en su rostro, terminó desmintiendo la broma.

Sí, hacía tiempo que no le veía, pero lo cierto era que no podía encontrar ningún cambio perceptible a simple vista en él. Seguía siendo un joven hombre de buen ver, que aparentaba más o menos la misma edad que tendría el pelirrojo al morir para seguidamente renacer. Y, sobre todo, seguía ofreciendo esa vitalidad y cercanía que tanto le había agradado desde el primer momento. Pero el acercamiento no debió de resultar suficiente para Adriel, ya que se aproximó más a él, pasando una mano por la cintura de él con la excusa de crear con sus brazos un pequeño e íntimo rincón en el que poder susurrar a su oído:

- Mejor vamos a algún lugar más privado. No creo que sea el lugar más apropiado para las cosas que me gustarían de ti – no mentía, pero procuró vestir sus palabras con unas insinuaciones que harían a la petición camuflarse mejor en aquel ambiente.

A continuación, se separó de él y comenzó a andar, adentrándose más en aquellas salas a medio iluminar y cargadas del dulzón perfume que con tanta facilidad podía seducir al vampiro. Su dirección era clara, ya que, pese a hacer bastante tiempo que no transitara aquellas estancias, recordaba a la perfección dónde se encontraba la habitación en la que el hombre se dedicaba a satisfacer las bajas necesidades de sus clientes. Así pues, llegó al pomo de la puerta en cuestión y lo giró solicitando a un Dios en el que no creía que le salvara del bochorno que resultaría que le hubieran cambiado de cuarto y hubiera una pareja –o trío, o cuarteto, vaya usted a saber- dedicándose a lo que más les placiera. Por suerte no fue el caso y, más tranquilo, atravesó el dintel para, a continuación, deshacerse de aquella pícara máscara.

- Disculpa la actuación, tenía que ser precavido – desde que hubiera escapado del lugar en el que le tenían apresado, se había esforzado por mantener el anonimato y que no llegara a los oídos de su familia ni que él estuviera vivo ni, mucho menos, en París -. Esta noche no vengo por tus servicios, no los de costumbre al menos. Te pagaré, claro está, pero necesito tu ayuda en otro asunto – continuó, explicando la situación. Aunque una parte de él siempre tenía espacio para un encuentro carnal, él dudaba que el dinero le llegara también para eso o que se diera una situación propicia, teniendo en cuenta el tema que debían tratar -. Mi hermana Denisse ha desaparecido y me han informado de que sabes dónde puede estar.
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Mensaje por Brandon Amnell Mar Ago 04, 2015 5:05 pm

Sin lugar a dudas, Adriel seguía exactamente igual a como Brandon lo recordaba. Sus ojos claros, su rostro, su pelo… todo en él parecía exactamente igual. Brandon sonrió de forma pícara cuando los brazos del otro lo rodearon y lanzó un pequeño suspiro. Posó la mano en la nuca de su acompañante y escuchó con atención cuando este le susurró. En ese momento, Brandon se alegró de no haberlo besado… estuvo a punto.

—Vayamos entonces a mi habitación —dijo el inglés con una sonrisa.

Adriel siempre fue un misterio para Brandon. Uno de esos clientes que rara vez le contaba su vida, sus preocupaciones… compartieron mucho en el pasado, no solo lecho. Pero había algo que Brandon no terminaba de descubrir de su acompañante, y por lo que siempre profesó gran curiosidad. Tal vez por eso accedió casi sin pensar en yacer con él esa noche, a pesar de que ya estaba dispuesto a irse a casa.

Anduvieron por los pasillos del vestíbulo, tenuemente iluminados, mientras el inglés se fijaba en Adriel desde atrás. Su paso era firme y decidido, y eso hizo sonreír a Brandon, pues esa era buena señal: aún recordaba sus aposentos. Dejó que él abriera la puerta de su habitación sin romper el silencio que se había dado entre ambos durante el camino, y entró detrás de él, dispuesto a satisfacerlo.

No obstante, cuando Brandon ya estaba cuerpo a cuerpo con él, pegando sus caderas todo lo que pudo contra el cuerpo de Adriel, este habló, cambiando su rostro de forma radical. Por cómo empezó, el inglés se preocupó bastante. ¿Precavido? ¿Es que acaso estaba en peligro? No obstante, no dijo nada. Lo dejó terminar para no interrumpirlo.

—Ven, siéntate —lo cogió de la mano y lo llevó hasta la cama, donde se sentó él mismo también, a su lado —. No hace falta que pagues mis… servicios. No si no vas a tomarme.

Se quedó un rato en silencio, pensativo. Intentó recordar la cara de Denisse en ese momento, pues hacía mucho tiempo que el joven no la veía, y las calles de París tenía tantos rostros que muchos de ellos caían en el olvido. Sin embargo, la imagen de la chica llegó a su cabeza.

—No puedo decir que sé dónde está exactamente —empezó —, pero sí que la vi hace tres o cuatro noches en una de las calles cercanas al puerto. Iba acompañada, pero era muy tarde y yo estaba cansado —miró hacia arriba —. Creo que iban tres figuras más con ella. Pero no sé más, estaban lejos y no sé si era ella con exactitud.

Lanzó un suspiro de resignación. Quería ser de ayuda, pero eso era todo lo que sabía. No obstante, algo más vino a la mente de Brandon.

—Adriel… ¿estás en problemas? —preguntó mirándolo a los ojos —. Has dicho que tienes que ser precavido… ¿necesitas ayuda? —ahora posó su mano sobre la del acompañante — Lo que necesites… puedo ayudarte.

Acarició su rostro con la otra mano, sonriendo. No sabía qué era lo que podía estar perturbando a su amigo, y no iba a empujarlo tampoco a que hablara. Pero si decidía hacerlo, Brandon quería asegurarse de que lo tenía a él para lo que hiciera falta.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Dom Ago 16, 2015 3:12 pm

El lecho cedió bajo el peso del vampiro cuando éste se acomodó en él, aprovechando el silencio que el ocupante de la habitación se había permitido para recordar. Aunque quizás cómodo no resulte la expresión más correcta, a juzgar por la extraña postura que adoptó, recta en exceso, ya que él que acostumbraba a mostrarse tan relajado y accesible que en ocasiones no hacía honor al respetable apellido que portaba. También rompía con su forma de ser la distancia que guardó entre su pierna y la del contrario. Por supuesto, esto no era algo personal en contra del inglés o, ni mucho menos, que le desagradara el contacto con su cuerpo. Pero tampoco era una medida tomada del todo de manera inconsciente, ya que conocía el efecto que el calor de la carne humana causaba sobre su piel fría y su necesidad por mantener el raciocinio despejado para analizar la respuesta del prostituto. La desconfianza no era una de sus cualidades, pero tampoco era ajeno a ella. Con los años había aprendido su utilidad. Sin embargo, la resistencia de calculada fachada poco duró, ya que en el momento en el que escuchó las nuevas, la llama de la esperanza se reavivó y eso logró que la máscara se resquebrajara:

- ¿Estás seguro? ¿Estás seguro de que era ella? – había escuchado todas sus palabras, pero una reticente parte de él quería mantener su recelosa posición mientras que el resto necesitaba que fuera el total el que se mostrara convencido. Y la excitación se dejó entrever en sus ojos, acompañada de la, aunque aparentemente ausente, obvia preocupación que guardaba dentro de sí y que rara vez había enseñado a alguien que no compartiera su apellido.

Dentro de su familia, Adriel había ejercido como un hermano mayor para todos, casi llegando a tomar el papel del padre justo y benevolente que difícilmente podía llegar a desempeñar el patriarca de los d'Auxerre. Por ello Denisse, Sébastine e incluso Brönte o Dorian habían llegado a sentir un gran respeto por él y era sólo con ellos con los que se permitía exponer esa débil faceta. Pero fuera de aquellos muros, su personalidad cambiaba radicalmente y ese tranquilo hombre cercano, e incluso a veces melancólico, se volvía alguien extremadamente vivaz, ansioso de emociones y siempre dispuesto a presentarse con una gran sonrisa. Así le conocían muchos, como un personaje que alegraba las noches de los barrios bajos de París con sus bravuconadas y un buen fondo en el que nunca parecía haber suficiente cerveza. La mayoría le quería, aunque sólo fuera para formar parte de una de esas rondas a cargo de él. Pero ese feliz tiempo había quedado atrás, y el refugio que había sido aquel hôtel le estaba vedado.

Y no fue sino el suave roce contra su mejilla lo que le recordó cuánto había cambiado en tan poco tiempo, lo lleno que había llegado a sentirse y lo infeliz que era en ese momento. Desde que hubiera escapado de su encierro, siempre tenía un nudo preparado para atascársele en medio de la tráquea o un puño cerrándose a consecuencia de la ira, dependiendo de si pensara en Denisse o en su familia. Las bromas ya no le salían con la misma naturalidad e, incluso con Jeromé, que era con el único que al parecer lograba relajarse lo suficiente, había veces que no podía hacer otra cosa sino fingir. Porque, pese a su la nueva situación, él seguía intentando mantener ciertos aspectos de su personalidad. Y eso terminaba pasando factura.

- No. No te preocupes, es demasiado peligroso para alguien como tú – lo cierto era que había estado a punto de aceptar su ayuda, pero tras un instante para pensar, la lógica le recomendó que no inmiscuyera a un mortal en asuntos de seres que sobrepasaban su fortaleza -. Mejor cuéntame todo lo que viste – casi quiso alcanzar su mano para evitar que le siguiese tocando, pero no pudo hacerlo. El tacto resultaba reconfortante y él necesitaba ese apoyo que no había sido capaz de encontrar en nadie más -. Necesito que me describas todo lo que puedas, la vida de Denisse puede depender de ello. Y quizás la mía – añadió al final.

Dicho esto, se levantó de golpe y comenzó a andar lentamente por la habitación. La situación le crispaba. Estaba convencido de que la seguridad de su hermana dependía por completo de él y, por lo tanto, una decisión errónea que llevara a que le apresaran o a su final, supondría la pérdida de la única oportunidad de liberarla. Y eso no lo podía permitir.


Última edición por Adriel d'Auxerre el Lun Ago 17, 2015 5:15 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Brandon Amnell Lun Ago 17, 2015 12:20 pm

Brandon se quedó durante unos segundos observando a Adriel. Parecía una persona distinta a cuando él lo había conocido. Claro estaba que antaño solo se veían para tener encuentros sexuales, pero con el tiempo se había cuajado una amistad que el londinense guardaba como paño en oro. Sin embargo, algo malo debía de pasar… algo grave que comprometía al hombre. Estaba nervioso, su rostro expresaba preocupación, y su mirada bailaba por toda la instancia.

Durante unos segundos, notó como Adriel se mostraba inseguro con el contacto de su mano, aunque no se separó. Lo dejó hablar hasta que, por fin, se levantó de la cama y empezó a andar por la habitación, dejando entrever una preocupación más seria de la que Brandon había creído en un principio.

—Estaba en el puerto —comenzó el inglés con un tono algo más bajo que antes y mirando hacia arriba para acceder mejor a sus recuerdos —. Era oscuro y yo volvía de trabajar. Recuerdo que no tenía sueño, así que me di una vuelta por el puerto, pues la humedad del agua siempre me hace sentir mejor… —arrugó el entrecejo y sacudió la cabeza. Sabía que eso no era lo que importaba a Adriel —después, cuando estaba dispuesto a salir del puerto, vi a una mujer que me resultaba familiar. Al principio no sabía quién era, y estaba acompañada por otras tres personas. Dos hombres y una mujer, creo —el londinense intentaba recordar cada detalle, como si en ello le fuera la vida —. Me acerqué a ellos poco a poco, intentando ver si de verdad la conocía, pero cuando giré la misma esquina que momentos antes habían girado ellos, solo había soledad en las calles.

Miró ahora hacia abajo. Había entrelazado sus manos mientras hablaba y jugueteaba a dar círculos con los pulgares. Paró de hacerlo cuando su voz cesó. Se quedó unos segundos más ahí sentado, pensando.

—Es extraño, no me llevaban mucha ventaja, pero desaparecieron completamente antes de que yo diera la vuelta a la esquina —reparó ahora en ese detalle —. Supongo que todos correrían o algo así… porque es raro, como ya te he dicho, su ventaja no era muy cuantiosa con respecto a mí.

Se levantó entonces él también de la cama y se puso justo en frente de su amigo. Lo miró durante unos segundos a los ojos y puso ambas manos sobre sus hombros.

—¿Por qué peligra tu vida, Adriel? —preguntó deliberadamente —Sé que tal vez no sea asunto mío, no lo sé. Pero eres mi amigo, maldita sea… no quiero que la próxima vez que nos veamos sea por tu funeral.

Tal vez Brandon se mostró un poco cruel con ese comentario, pero él lo había perdido todo en la vida. Sus hermanos lo repudiaban y sus padres habían muerto. No tenía familia, y lo único que quedaba eran aquellos que, aun sabiendo cómo era él y cómo era su vida, querían quedarse a su lado. Querían llamarlo amigo.

—Estoy dispuesto a que te escondas en mi casa, si es necesario Adriel… te lo digo en serio —le apretó ligeramente para darle apoyo —. No creo que sea tan peligroso como para que sea completamente necesario que vagues a solas por las calles de París en busca de una mujer a la que escoltan varios hombres. Puedo ayudarte.

Se quedó mirándolo a los ojos, esperando una respuesta… tal vez no quisiera su ayuda, Brandon no lo sabía. Pero él se la ofrecía de manera sincera y desinteresada. Sabía lo que era perder algo, y si él podía ayudarlo a recuperarlo… maldita sea, se iba a dejar la piel para ayudarle.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Jue Sep 03, 2015 3:36 pm

Los pies de Adriel debieron cobrar vida propia, ya que, aunque él dejara de ordenarles moverse, seguían describiendo aquel recorrido errático sobre el entarimado. Su mirada tampoco parecía atender grado alguno de importancia, a juzgar por sus párpados, tan cerrados que tan sólo se podía percibir la ausente pupila por una estrecha franja entre ellos. Su atención, por lo tanto, no se centraba tanto en lo poco que pudiera acaecer allí, sino en las imágenes que se formaban en su cabeza. Y es que el relato que le estaban presentando activaba con facilidad su imaginación, aunque quizás no tanto por la precisión del recuerdo como por conocer a su hermana lo suficiente como para saber, sin conocer, cómo habría sucedido. La veía con nitidez, deslizándose con gracia, pese a su cautividad, entre el olor a decadencia y mostrando ese arrogante talante que tan sólo ella poseía y que él tanto admiraba. La distinguía entre una multitud anónima y, sobretodo, entre esas dos figuras que simulaban ser humanas, pero cuya negrura e indefinición le imposibilitaba distinguir al hombre de la bestia. Y aunque en el fondo era consciente de que la baja probabilidad de que su versión fuera la correcta, se aferraba a cualquier motivo que le verificara su viabilidad. Y la excusa llegó cuando la rápida desaparición de aquel particular trío le sugirió su extraordinaria naturaleza.

- No creo que sea buena idea que insistas – el pelirrojo había abierto los ojos para abrazar de nuevo la mirada de él, que de pronto volvía a estar enfrente -. Y de todas formas, no creo que pudieras asistir a mi funeral – una leve sonrisa quiso acompañar su respuesta, fruto de la inocencia que el desconocimiento del prostituto transmitía.

Lejos de asustarle la idea de su muerte, lo cierto era que el morador de la noche ya se había cansado de plantearse las cuestiones fundamentales de su existencia, por poco que lo hubiera hecho. Y el resultado no era ni el haber aceptado la posibilidad de llegar a desaparecer para siempre una vez le llegase su segunda hora, ni el aterrarse por dicha continencia. Por el contrario, para él su muerte no existía. Sencillamente, no era capaz de concebirla.

Era eso lo que, por un lado, le hacía mostrarse tan poco preocupado por la mayoría de las cosas relacionadas con su autoconservación y tan altruista con aquellos cuya existencia merecía la pena. Pero, a su vez, le llevaba a relativizar la vida de la amplia mayoría, ya que, al no poder sentir la angustia que ese último tránsito suponía para tantos, era incapaz de empatizar con todos ellos. Y por ello, la terquedad de Brandon al ofrecerle su ayuda, terminó haciéndole cambiar su opinión de mantenerle apartado de todo aquello. Así pues, tomó profundamente aire para soltarlo en un sonoro suspiro, demostrando su apego a aquel innecesario acto antes de dirigirse de nuevo a él:

- Será mejor que te sientes – le recomendó, aunque él se mantuvo en pie. Pero, en vez de seguir hablando, se quedó callado, pensativo, como si no tuviera idea de cómo continuar -. No sé bien cómo contarte esto. Es… algo difícil de asimilar, aún incluso cuando se está dispuesto a creer en ello. O incluso aunque se tengan las pruebas delante de los ojos – intentaba preparar el camino, queriendo minimizar la reticencia que, lógicamente, presentaría su acompañante ante lo que le iba a contar. Su postura, pese a la obvia inseguridad transmitida, era receptiva, con los brazos levemente abiertos y tirados hacia adelante -. La mayor parte de las personas no sois conscientes de todo lo que sucede a su alrededor, en buena parte porque casi todos nosotros nos ocupamos de que no sepáis nada. Y lo digo así porque no tú y yo no somos iguales – hizo una pausa y, por si no había suficiente distancia entre ellos, se separó un poco más de él. No quería que la información que surgía de sus labios le hiciera sentirse amenazado -. Sabes que mi piel no sólo es demasiado pálida, sino que, sobretodo, es fría al tacto, tan fría que ningún vivo podría poseerla. Y sabes que el latido de mi corazón es tan débil que es imposible percibir su fuerza por mis venas o siquiera escucharlo al apoyarte en mi pecho – hizo entonces una pausa en la que aprovechó para tragar saliva y humedecerse los labios -. Pues bien, eso es porque ni mi corazón late ni estoy estrictamente vivo.

Sabía que aquel momento desconcertaría al hombre y que aquella sería la línea que separaría su pasado del resto de su vida. No es que Adriel hubiera vivido muchas revelaciones como aquella, pero a él le gustaba compararlo con un lobo al que le quitan la piel y se da cuenta de que, en realidad, él es la oveja. Y sabía, por otras reacciones, lo terrorífico que podía llegar a ser.

- No tengas miedo, no voy a hacerte daño. No tendría sentido – intentó evitar cualquier duda al respecto. Y, después, lo soltó -. Soy un vampiro, un hombre ni del todo vivo ni del todo muerto, que se alimenta de la sangre de otros para seguir existiendo, teóricamente hasta la eternidad. Toda mi familia lo es, Denisse lo es y, seguramente, los hombres que la acompañaban también lo fuesen. Por eso dije que todo esto es demasiado peligroso para ti. Y por eso no creo que tu casa sea un buen refugio.

Y, después, se calló. Quería ver su reacción, ver cómo sus facciones rechazaban o, quizás, quisieran abrirse a aquella realidad. Quería ver también cómo cambiaba su visión, no sólo del mundo, sino, sobretodo, de él. Al fin y al cabo, ahora sabía que, por naturaleza, uno era el depredador y el otro la presa, y era consciente de que no sería sabio volver a él hasta que no estuviera seguro de que él estaría cómodo con su contacto. Quizás ni tan siquiera entonces.
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Mensaje por Brandon Amnell Jue Sep 17, 2015 7:36 am

El rostro de Brandon empezó a tornarse en una mezcla de preocupación y terquedad. Sabía lo importante que podía llegar a ser la familia pero, por experiencia propia, sabía que no era lo único que un hombre podía tener bueno en el mundo. Lanzó un suspiro, mientras dejaba que Adriel paseara por la habitación y se alejara de él. Algo no estaba bien, pero el inglés intentó no ser demasiado brusco o terco.

No dijo nada. Solo asintió cuando él le preguntó sobre si era seguro que era ella. No bastó nada más para que en la habitación reinara un silencio que, a pesar de todo, no era incómodo. Los azules ojos de Brandon bailaban por los rincones de su habitación, posándose de vez en cuando en la figura que, pensativa, hacía caso omiso de todo lo que había a su alrededor.

Brandon sintió la necesidad de preguntarle abiertamente qué estaba pasando. Qué le estaba ocultando. Si bien no era de su incumbencia en un principio, desde el momento en el que entró y lo interrogó, sintió como que era asunto suyo. El prostituto se levantó entonces, mientras el otro caminaba pensativo, y se acercó al mueble donde guardaba un whisky escocés que en raras ocasiones sacaba, se sirvió un poco y bebió el contenido del vaso con rapidez. Y, cuando volvió a preguntar, Adriel volvió a contestarle algo que lo dejó sin respiración.

—Fu… ¿funeral? —abrió los ojos como platos — ¿Qué dices…?¿Qué significa eso?

El joven lo miró a los ojos, mientras los suyos seguían con esa expresión de perplejidad absoluta. No obstante, volvió a quedarse callado, y Brandon ya, molesto incluso, volvió a acercarse a él para hablarle muy cerca.

—Adriel, estoy de acuerdo con que tengas tus secretos. Estoy de acuerdo con que no quieras contarme qué pasa… incluso podría aceptar que busques información por mi parte y desaparezcas otros cuantos meses hasta que me necesites por cualquier cosa —ahí esperaba no haber sonado muy duro… pero su preocupación se notaba más que su enfado —. Pero no puedes mencionar que no puedo asistir a tu funeral… ¿qué pasa?

La pregunta fue más bien una sentencia. Respiraba con rapidez, dándose cuenta de que, tal vez, lo único que iba a conseguir era que su acompañante se diera media vuelta y se largara por donde había venido. No obstante, no parecía enfadado. Brandon obedeció y se sentó en la silla que estaba frente al tocador, observándolo.

Fue entonces cuando Adriel, sin ningún tipo de tabú, contó toda la verdad a Brandon. Al principio, conforme lo iba diciendo, el inglés pensó que se trataba de una broma o un chiste. No obstante, todo empezaba a cobrar sentido. En más de una ocasión, habían estado ambos desnudos en la cama, y el frío del joven era notorio. Su piel era bastante más pálida que la de los demás. Cierto era que, a pesar de tener el recuerdo vago, no recordaba pulso alguno en ninguno de sus abrazos o de sus momentos postcoitales.

—Vampiro…

Durante unos instantes, el inglés sintió la necesidad de salir corriendo. De hecho, lanzó una fugaz mirada a la puerta, y eso dejó que Adriel se diera cuenta de su intención. No obstante, él lo tranquilizó… e, incluso, Brandon intentó pensar con más frialdad. Si quisiera matarlo o alimentarse de él, ya lo habría hecho. De hecho, había tenido infinitas posibilidades. Y lo único que Brandon podía darle, era algo que cualquiera de los chicos del burdel hacían igual de bien.

Suspiró profundamente, sin saber muy bien qué hacer o qué decir. Ya no lo miraba, sino que miraba sus propios dedos, con los que jugueteaba mientras trataba de encontrar algo de lógica en todo aquello, así como algo para decir que no sonara a estupidez.

Su corazón latía tan rápido y tan fuerte, que sentía palpitar sus orejas, aunque ya había parado de temblar. Incluso, sus manos habían dejado de juguetear. Su cabeza poco a poco ordenaba sus pensamientos y aceptaba lo que acababa de escuchar. Fue entonces cuando levantó su rostro, para clavar su mirada en la del otro.

—No voy a decir que no estoy aterrado con todo esto —dijo el inglés finalmente con voz firme —. Pero… nunca has hecho nada que me llevara a dudar de ti o de tu integridad. Y, por otro lado… el Adriel que conocí, y el Adriel que eres ahora, son la misma persona.

Se levantó de la silla y avanzó hacia él. Tal vez ahora sí lo hacía a un paso más lento de lo normal. Incluso, tal vez ahora se notara algo de miedo en su rostro. Los cuentos de vampiros, hombres-lobo y otras bestias siempre le parecieron una tontería. Pero al parecer, estaba frente a una de esas criaturas… y lo único que sentía en ese momento era curiosidad y fascinación.

Alargó su mano para tocar la prueba. Su piel nívea estaba fría como la de un cadáver. Sus ojos no brillaban de la misma forma. Su belleza estaba congelada. No había nada diferente desde el momento en el que se conocieron. Los dedos de Brandon rozaban muy tímidamente la piel del hombre, como si fuera la primera vez que lo tocaran, mientras se acercaba poco a poco, hasta que casi se juntaron sus torsos.

—No te tengo miedo a ti, Adriel —dijo mirándolo a los ojos. Su voz temblaba fruto del nerviosismo —. Lo único a lo que temo, es a no saber ayudarte…

Le dedicó una leve sonrisa. No sabía muy bien qué era lo que estaba pasando. En su cabeza luchaban cincuenta mil ideas y pensamientos distintos. Su instinto más primario le indicaba que saliera corriendo. Pero no quería hacerlo. Lo habría abrazado… pero no quería hacer nada que Adriel no quisiese. Quería sentirse de utilidad en medio de toda aquella pesadilla en la que, ahora, estaban envueltos ambos.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Sáb Sep 19, 2015 7:51 am

Podría resultar curiosa la conexión que Adriel había entablado con Brandon, teniendo en cuenta que el primero era un ser con varios siglos de longevidad y que eso relativizaba la figura del otro hasta poder hacerla insignificante. Así era con muchos otros, a los que el vampiro podría parecer guardar aprecio o a los que, incluso, buscara favorecer, pero que no tardaban más que un par de lustros en borrarse de su memoria. No parecía suceder de esta forma con Brandon. Adriel no podría asegurar que, al final, terminara siendo una figura destacable en su existencia, pero algo le decía que el vínculo que habían desarrollado era uno de esas pocas hebras que, por su singularidad, destacaban en la vasta pila de madejas. Y, por supuesto, dicha particularidad era lo que precisamente despertaba la curiosidad acerca de aquel lazo y lo que le hacía abrirse de una manera diferente con él, exponiendo secretos que no eran tan sólo suyos.

El riesgo que había tomado resulta obvio. No sólo se exponía a hacer el ridículo y a no poder ser tomado en serio por el británico, sino que, por otro lado, éste podría huir de su lado, negándole esa ayuda que, aunque fuera poca, quizás sí necesitase. Por eso prestaba total atención a cualquiera de sus reacciones. Y lo que percibió fue una mezcolanza de contradicciones, que parecían luchar entre ellas con el fin de gobernar con una determinación a Brandon.

Adriel pudo ver el desarrollo de sus pensamientos tan sólo fijándose en el involuntario mutar que sufrió su rostro. Estaba claro que, en vez de negarse a la verdad que le había regalado, su razón aceptaba las evidencias mostradas. Y, a medida que la hipótesis cobraba fuerza, también lo hacían sus pulsaciones. En aquel silencio, el bermejo las podía escuchar sin dificultad alguna, siendo además capaz de imaginar el discurrir de la sangre por las venas que se debatían por marcarse en el desnudo cuello. Pero, a diferencia de lo que sucedía con muchos otros de los de su clase, la tentación a la que se veía sometido era fácilmente eludible y, por lo tanto, ni siquiera hubo de hacer el esfuerzo por contenerse. Y así fue como pudo percibir el suspiro que precedió a que comenzara a calmarse, por mucho que el nerviosismo que expelía inundara el ambiente, cual una nota tenida que tan sólo esperaba cualquier mínima fricción para romperse en un chirrido desgañitado. Por eso, internamente decidió proceder con delicadeza.

Pero el que debía sorprenderle entonces fue él, ya que la piel del uno rozó a propósito contra la del otro. Eso no se lo había esperado, no viendo el estado en el que se encontraba Brandon. Y la caricia le agradó, tan sólo pudiéndole sacar un defecto: el haber sido tan leve que el tacto apenas había sido capaz de disfrutarla, como gustaba de hacer en esos casos especiales.

- Eres un temerario – murmuró con suavidad, con su mirada clavada en sus ojos, ya que era incapaz de retirarla. Fueron unos escasos momentos los que los ataron, pero, con sus defensas tan bajas, el vampiro no era capaz de resistirse a aquella agradable seducción y, así, no podía atender a la realidad. La titilante luz de las velas parecía volverse homogénea, como si sus pupilas absorbieran tanta como para verse cegadas por un exceso de claridad que de ninguna manera existía, y el descarado ambiente festivo que se escabullía por las rendijas de la puerta pasaba a un segundo plano. Incluso el fuerte golpe que se escuchó en el edificio, seguramente fruto de algún amante desviando su pasión del lecho al suelo, pasó desapercibido para él.

Lo que peor llevaba en aquel instante Adriel ya no era temer una reacción adversa por parte de él, sino, precisamente, la respuesta que había tomado. Aquella distancia, que ni era cercana, ni dejaba de serlo, le resultaba una verdadera prueba. Y no por los instintos que su apetito debiera dictarle, sino por algo mucho más humano y que él, irremediablemente, había perdido: el calor. Podía percibir cómo, a cada bombeo de su corazón, su cuerpo irradiaba una ardiente ráfaga que terminaba chocando contra su fría piel. Le fascinaba aquello y, a su vez, ocupaba el espacio de sustancia embriagante que el alcohol había abandonado. A cada segundo tenía más ganas de abrazarle, de acercar su mano a la mejilla contraria, de desnudar ambos cuerpos para poder robar su temperatura. En definitiva, hacer cualquier cosa para olvidarse de la frialdad de la que no podía deshacerse. Pero apreciaba a Brandon y sabía que no era correcto permitirse el acto egoísta de pensar tan sólo en su placer y no en lo que resultaba oportuno, que era, precisamente, no asustarle con cualquier reacción desmedida. Por eso, no pudo sino suspirar y responder a su sonrisa imitándola.

- No he cambiado; no respecto a mis intenciones contigo – prosiguió mientras se volvía a apartar de él para acercarse a la cama y sentarse de nuevo en ella -. No voy a mentirte, no existe vampiro que no haya pecado, y yo no soy una excepción a esa regla, pero hay ciertos individuos a los que jamás se me ocurriría hacer daño – y, por si no resultaba obvio, le señaló con el dedo para que se diese por aludido.

Suspiró y dejó de mirarle por unos momentos, llevándose el pulgar derecho al labio inferior y jugueteando con él mientras pensaba. Por un lado consideraba la posibilidad de que aquello hubiera sido un error, pero, de todas formas, él seguía la premisa de que lo hecho, hecho está y, así, no tenía sentido preocuparse excesivamente por la causa en vez de por las consecuencias.

- Sinceramente, no sé en lo que pueda haberte metido viniendo aquí. Espero que nadie me haya visto llegar – no iba a mentirle, siempre había sido consciente de los peligros que aquello implicaba, por lo que no dijo nada al respecto -. Discúlpame, pero eras la única pista que tenía sobre Denisse y tenía que seguirla.

En parte se sentía avergonzado por haber usado al muchacho, pero, aunque en parte estuviese arrepentido, era lo que había tenido que hacer. Sabía cuál era su objetivo y sabía que, triste e irremediablemente, debía hacer algunos sacrificios.

- ¿En serio me crees? ¿En serio crees que sea un vampiro, así, tan sólo porque te lo diga? – a pesar de todo, a Adriel le resultaba extraño que no hubiera intentado negar todo. Todo ser humano tiende a aferrarse a lo conocido, a la visión del mundo con la que ha crecido. Y él, en cambio, se había lanzado a abrir sus ojos. Casi parecía como si, en el fondo, ya fuera consciente de que el pelirrojo era diferente.
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Mensaje por Brandon Amnell Dom Oct 04, 2015 6:45 am

El inglés intentaba mirar a Adriel como siempre lo había visto: un apuesto joven con el que hubo una confianza mucho mayor que con cualquier otro cliente. Se había sentido a gusto con él, habían compartido lecho en más de una ocasión y, a veces, incluso habían hablado de su vida privada. Por algún extraño motivo, todo lo que había dicho él encajaba a la perfección… aunque no dejaba de ser extraño. Siguió al joven con la mirada, hasta que se sentó en la cama para seguir hablando.

Después, contestó a la muda pregunta que Brandon llevaba haciéndose en su mente… ¿habría matado a alguien? Quiso pensar que no. Que era de esa clase de… “monstruos” que se aferraban a la humanidad, y que intentaban alejarse de su lado más animal. Aunque una parte de Brandon sabía ya la respuesta. Sin embargo, no estaba incómodo. Es como si se sintiera lo suficientemente seguro como para saber que a él no le haría nada.

—No te disculpes —Brandon se acercó y se sentó junto a él —. En tu lugar yo habría hecho lo mismo.

Fue entonces cuando él formuló la pregunta del millón. ¿Creía todo aquello? ¿Era de verdad algo que una persona podía asimilar? ¿Se sentiría a gusto? Su rostro se quedó durante unos momentos congelado, mirando a Adriel, pero a ningún sitio en particular, buscando las palabras con las que expresar lo que sentía acerca de toda la información que le había dado.

—Verás… te creo, sí que te creo —dijo fijando ahora sus ojos en los del otro —. Siempre te vi como una persona un tanto especial. A parte de las obviedades de tu cuerpo frío, tu piel nívea y los latidos de tu corazón, siempre te vi como una persona especial. Tu forma de mirar, como si fueras mucho más antiguo de lo que eres, la forma en la que caminas, cómo te expresas… siempre supe que algo en ti no era normal —sonrió a modo de disculpa —. No te lo tomes a mal. Es solo que no pensaba que fueras… eso. Sino una persona rara. No sé si me entiendes.

Brandon arrugó el entrecejo. Ahora Adriel seguro que pensaría que tenía cuatro años mentales. Suspiró, sonrió, y volvió a mirarlo. Frotaba sus manos para intentar limpiar el sudor que había aflorado en ellas, mientras sus gestos empezaban a delatar cierto nerviosismo.

—Adriel, yo… —suspiró y rascó su nuca —yo no quiero que me dejes al margen si de verdad corres peligro. Además… sé que no vas a dejar que me pase nada, ¿verdad?

Y, armándose de valor, se acercó más a Adriel. Al Adriel ahora vampiro. Al “monstruo” temido por una sociedad envenenada y marcada por el despotismo. Se acercó tanto que habría podido sentir el aliento del otro si hubiera necesitado respirar. Tanto que el frío robaba el calor del cuerpo de Brandon. Tanto que sus labios se posaron con suavidad en los del otro, haciendo gala y demostración de que no tenía miedo de él.

—La oferta sigue en pie —dijo Brandon cuando hubo terminado de besarlo, aún sobre sus labios —. Mi casa está abierta para ti.

Su corazón latía tan fuerte que parecía que iba a salirse de su pecho, mientras el tiempo parecía como detenido dentro de la habitación, donde nada podía oír ahora Brandon. Nada merecía tanto la atención como Adriel.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Vie Oct 09, 2015 8:27 am

Adriel siempre había sido una persona que mostraba dos facetas. Su vivacidad, su cercanía y su falta de complejos le hacían encajarle dentro del vulgo, de las clases bajas carentes de cualquier rastro de modales o elegancia. Y, sin embargo, si uno lograba acercarse más se daba cuenta de que su forma de pensar le hacía diferenciarse de esa amplia mayoría. Desde aquellos inicios en los que se planteara los fundamentos de la sociedad donde nadie más lo hiciera, lo cual terminaría por desterrarle a la calle, hasta cuando esas mismas ideas le animaran a azuzar los conflictos que hicieron a la monarquía francesa caer. Siempre había sido un idealista en medio de un mundo dedicado al pragmatismo. Y aquello, aunque hubiera cambiado, no había muerto con su cuerpo. Por ser consciente de esa desemejanza, no se tomó a mal el comentario de Brandon, aunque en parte no pudiera agradarle el hecho de ser marcado como diferente a esa humanidad de la que nunca había dejado de formar parte, pero a la que, de cualquier forma, no pertenecía del todo.

Tampoco hubo tiempo de centrarse en ello. Sus labios se movían, sus rostros se acercaban y esa conjunción de hielo y fuego volvía a hacerse latente. A duras penas pudo escucharle según sus sentidos quedaban embelesados de nuevo por él. Él, que físicamente se alejaba de los gustos que el pelirrojo poseía, podía causarle esa alienación. Y el culmen, la gota que consiguió rebasar el vaso, fue aquel beso que rompió el dominio del vampiro sobre sí mismo.

No le respondió, tan sólo pudo aguardar a que acabase de hablar para llevar su mano a su nuca y sujetarle con firmeza para impedir que se moviera. Le acercó y exigió más de él. Sus labios volvieron a enfrentarse a los suyos con fuerza, casi obligándole a entregarse, como si hiciera demasiado tiempo que bebiera de esa fuente y ésta fuera su único sustento. Adriel demostró esa pasión irracional que, de una u otra forma, siempre estaba latente en él, aguardando una provocación que la permitiera hacerse con el dominio del vástago. Y probablemente fuera ese el atributo que le hiciera más humano, el que lo alejaba de ese cálculo e indiferencia que el paso de los años provocaba en esos corazones que habían dejado de latir hacía demasiado. Su mano se enredó en su cabello y la otra le apresó por la cintura. Cegado por sus ojos cerrados todo se resumía a esa causa y esa consecuencia que debía durar un instante y que se prolongó mucho menos de lo deseado.

Pero de pronto paró. No le soltó, pero sí se separó y volvió a abrir esos párpados para mirarle. Se mantuvo inmóvil durante un momento, durante el que tan sólo su innecesario aliento se mezclaba con el del contrario y durante el que nada más sucedía. Sus mandíbulas se tensaron poco a poco, como si estuviese resistiendo las ganas de devorarle allí mismo, fuera literal o metafóricamente. Ni él estaba seguro de ello, tan sólo que temía no ser capaz de satisfacer su necesidad de él.

- No sé si puedo protegerte, pero haré todo lo que esté en mi mano para que no te ocurra nada – fue una promesa, tan sólo rebajada por el fantasma de saber que ni tan siquiera había sido capaz de salvar a su hermana. Y, dicho esto, volvió a besarle.

No hubiera sido capaz de frenarse por sí mismo, pero aquel encuentro de cuerpos no se prolongó. La razón fue un repentino golpe seco que quiso sacudir la puerta y, de paso, romper la intimidad que se había formado en un espacio tan carente de ella. El golpe volvió a repetirse y esta vez fue acompañada de palabras.

- Brandon, ¿se puede pasar? Hay unas personas preguntando por ti – se pudo escuchar la temblorosa e insegura voz a través de la plancha de madera -. Quieren saber sobre un cliente tuyo. Un tal pelirrojo. No recuerdo qué nombre dijeron.
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Mensaje por Brandon Amnell Vie Nov 13, 2015 6:40 pm

Brandon casi estudiaba todos y cada uno de los movimientos de Adriel. Su beso, tímido y cargado de un sentimiento de afecto poderoso, trasmitió un mensaje de complicidad. No iba buscando un amor verdadero ni nada de eso, pues sabía que no era fácil de encontrar, y no tenía claro de si un corazón como el de Adriel podría sentir algo. No obstante, su cabeza pronto perdió el hilo de sus pensamientos, pues lo que pasó a continuación no lo vio venir.

Sintió cómo Adriel se abalanzó contra él como si fuera una bestia hambrienta, deseosa y hambrienta de calor humano. Brandon no lo detuvo, sino que al principio respondió de forma torpe al beso, pese a su dilatada experiencia, para llegar a su ritmo y devorarlo él también. No era la única bestia que había dentro de la habitación si se fijaba la mirada en la cama y no en los hombres que estaban devorándose el uno al otro en la habitación.

El beso cada vez se intensificaba más, hasta que llegó el punto en el que Brandon empezaba a acariciar el torso del otro por debajo de la ropa, sintiendo la piel fría entre sus dedos y empezando a lanzar pequeños gemidos frutos del placer prohibido que estaba a punto de volver a degustar. Sin embargo, el beso paró, dejando a Brandon con ganas de más, mientras el cuerpo del inglés ardía literalmente en deseo por el pelirrojo.

—Con eso me basta, en verdad —dijo Brandon mirándolo a los ojos —. Puedes contar conmigo siempre que quieras… para lo que quieras…

Apenas era consciente ni de si Adriel le había hecho caso, pues el francés volvió a los labios del londinense, desatando de nuevo ese frenesí propio de los momentos previos a acabar en el lecho. La mano de Brandon ya estaba dentro del pantalón de Adriel, tocando la piel del joven y apretándola con fuerza contra él, sintiendo como la pasión desbordaba la habitación. Por un momento, Brandon pensó que aquella iba a ser la única vez en la que no cobraría su servicio, pues él mismo ardía en deseo de poseer y ser poseído por Adriel. No obstante, alguien golpeó la puerta, haciendo que ambos se detuvieran y se miraran. El golpe, al no recibir respuesta, se repitió.
Una voz habló fuera en el pasillo. Brandon lo conocía, era uno de sus compañeros. No se llevaba mal con nadie, aunque tampoco acostumbraba a hablar demasiado con ellos mientras estaban con los clientes. Estuvo a punto de echarlo de allí a patadas, pero al decir que buscaban a “un tal pelirrojo”, el miedo invadió al inglés.

—¿Qué hacemos? —preguntó en voz baja —¡Un momento! —gritó a su compañero.

La cabeza de Brandon ahora trabajaba a toda velocidad. Se separó de su compañero y abrió la ventana. Era el primer piso, y daba a una calle medianamente concurrida, aunque ya era bien entrada la noche, por lo que no había ningún transeúnte por ahí.

—Podemos bajar por aquí —sus ojos se posaron en los del otro —. Si lo que dicen de vosotros es cierto… tal vez puedas escapar.

El inglés seguía mirándolo. El tiempo apremiaba y la situación, al parecer, iba a ser peliaguda. No sabía si él iba a poder aguantar una caída así, por pequeña que fuera. No estaba ni entrenado ni preparado para algo como eso, aunque el miedo podía reflejarse en sus ojos. Tal vez pudiera encontrar algún sitio donde esconderse dentro de la habitación. Tal vez debería haberse callado en vez de contestar a su compañero. El sudor frío recorría la espalda de Brandon, mientras miraba dubitativo a Adriel, dejándole decidir el próximo movimiento.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Sáb Nov 28, 2015 9:57 am

El vástago se sintió molesto cuando aquel ruido fue a importunarles.  No es que, en general, le incomodaran aquellas interrupciones, normalmente no siendo sino una razón más para divertirse o lanzar una casi inofensiva burla, pero en aquella ocasión, que era en parte distinta a las demás, aquel estorbo sí que le enfadó en cierta medida. Sin embargo, en el preciso momento en el que la vaga descripción coincidió con la propia, el figurado calor de sus venas se congeló de pronto, haciendo que incluso sintiera el recuerdo de su corazón frenándose, por mucho que éste ya no latiera.

- No, es mejor que no nos vayamos; no aún, al menos – le respondió en un tono de voz que igualaba al de él para que fuera capaz de escucharle. Y, a su vez, rezaba porque no hubiera ningún vampiro al otro lado de la puerta o lo más probable es que escuchara los cuchicheos -. Ya saben que te encuentras aquí y si desapareces de pronto confirmarás sus sospechas – llevó una mano a su rostro, tanto para que le mirase mientras hablaba como para disculparse con una caricia por lo que pedía de él -. Lo que haremos será lo siguiente: yo saldré por la ventana, pero me quedaré debajo, esperándote. Tú abrirás la puerta y les dirás que no sabes dónde pueda estar. Si han venido hasta aquí puede que sea porque sepan que me conoces. No les des pie a pensar que les mientes, tan sólo que sabes tan poco que no les eres útil – intentaba transmitirle seguridad en su plan al tiempo que hablaba, pero lo cierto era que no sabía si Brandon sería capaz de manejar aquella situación. Los que le perseguían se dedicaban a perseguir a los de su clase y sabían cómo obtener información. Por otro lado, estaba seguro de que la falta de protección acústica entre aquellas paredes jugaba a su favor: no les creía capaces de ser poco cuidadosos -. Si necesitas mi ayuda, tan sólo di alto la palabra bermejo; pero sólo dila si lo necesitas de verdad, una vez me vean aparecer sabrán que estás relacionado conmigo y ya no estarás más a salvo. Si logramos salir de ésta… - iba a continuar ideando, pero negó con la cabeza, consciente de que no tenía sentido intentar negarse campo para la improvisación. Por lo tanto, tan sólo se permitió un segundo más para mirarle a los ojos antes de robarle un beso -. Venga, ve a abrirles la puerta – y dicho esto le soltó.

Lo cierto es que aquella separación le provocó cierto desasosiego en su pecho. No quería dejarle a solas frente a aquel peligro, pero no se le había ocurrido mejor forma de actuar y tampoco tenía el suficiente tiempo para buscar una más conveniente. Por tanto se dirigió hacia la ventana para abrirla y sentarse en el marco. Allí se giró una última vez para mirarle y asentir con la cabeza, tanto para permitirle proceder como para transmitirle que confiaba en él. Y, justo después, se dejó caer.
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Mensaje por Brandon Amnell Sáb Nov 28, 2015 11:07 am

Brandon empezó a temblar como un flan en el momento en el que la puerta insistió con nuevos golpes. Por la expresión de Adriel, estaba claro que no tenía miedo lo que hubiera al otro lado de la puerta. Parecía una estatua de mármol. Pálido, hermoso y determinado. Si el temor anidaba en su corazón, Brandon no era capaz de verlo. Miraba por la ventana y hacia donde estaba Adriel de forma intermitente, intentando sopesar cuál era la opción correcta.

Pero lo que decía el vampiro era cierto. Si se iba, una vez había contestado, iba a ser el principal sospechoso de encubrimiento, y tal vez un grupo de monstruos asesinos nada amigables se convertirían en sus nuevos amigos nocturnos. Por suerte para el inglés, Adriel era de rápido pensamiento. Escuchó atentamente los susurros, apretando su mandíbula y mirándolo directamente a los ojos.

Durante un momento, maldijo su suerte. Tendría que actuar frente a una panda de a-saber-qué para encubrir a Adriel. Y lo peor de todo es que él nunca supo mentir bien. Debió ser por la expresión de su rostro por lo que el vampiro dio una nueva directriz en el plan. ¿Pensaba subir? ¿Cómo? ¿Acaso de verdad los vampiros podían saltar tanto? ¿Volar, tal vez? ¿Se convertirían en murciélago? Tenía que acordarse de todas esas cosas para preguntarle luego. De hecho, intentó pensar en todo eso para esquivar a Adriel de su cabeza.

De nuevo, los golpes en la puerta sonaron. Su compañero parecía nervioso. Antes de que pudiera decir nada, Adriel besó a Brandon. Fue corto, pero intenso. Acarició al pelirrojo con suavidad, recogiendo la fuerza que necesitaba. Después, asintió con la cabeza y esperó a que saliera. Miró hacia la ventana. Ya no lo veía, pero algo le decía que seguía allí, pendiente de él. Resopló, se quitó la camisa y revolvió su pelo. Más tarde, desabrochó su pantalón y pretendió parecer desaliñado. Abrió la puerta.

—Buenas noches — al otro lado, estaba su compañero, que no dijo nada más, solo señaló a Brandon. Dos personas, algo alejadas, como si vigilaran de lejos el acceso a la habitación, se acercaron — ¿Puedo ayudaros? Pensaba dormir aquí hoy después de mi último cliente y no quería abrir la puerta como Dios me trajo al mundo.

Les dedicó una encantadora sonrisa, a la que hicieron caso omiso. Sin mediar palabra, entraron en la habitación, pese a la mirada de desaprobación del inglés. No obstante, supo que no debía ni decirles ni ofrecerles ningún tipo de resistencia. Su actitud empezaba a destruir esa fortaleza que Adriel había intentado forjar con sus palabras. Bermejo, pensó.

—¿Dónde está? —preguntó uno de los hombres. Era alto y vestía de negro. Llevaba un sombrero con el que intentaba cubrir parte de su rostro, aunque a la luz de las velas, Brandon pudo observar ese tono níveo que también tenía Adriel.

El otro hombre era más bajito que Brandon, y también menos corpulento. Pensó que tal vez en un enfrentamiento podría con él, aunque no estaba seguro, pues si las leyendas y las historias sobre esas criaturas eran ciertas, podía ser tan fuerte como un oso. O más, incluso. Carraspeó y miró en su habitación, como si fuera la primera vez que la viera.

—¿Quién, monsieur? — Brandon lo miró a los ojos, directamente. Bermejo.

—Estamos buscando a Adriel. Pelirrojo, alto, fuerte, atractivo, piel clara. Nos han dicho que es cliente tuyo.

—Como bien comprenderá, monsieur, tengo muchos clientes, y no me acuerdo de sus nombres, porque la mayoría me dan uno falso y ello hace que no merezca la pena —rascó su cabeza y bostezó —. No obstante, pocos pelirrojos han pasado por aquí. La última vez que vi a uno, tenía casi sesenta años, era tan gordo que apenas cabía por la puerta, y sus gustos tenían que ver más con los de un cerdo que con los de un humano —puso cara de asco —. Normalmente los hombres guapos y aparentes no suelen necesitar venir aquí, contratan sus propios prostitutos para que los sirvan en su casa, lejos de miradas indiscretas.

Brandon intentó calmarse un poco. Notaba los latidos del corazón tan fuertes que hacían incluso eco en sus oídos. De todos modos, supuso que el miedo podía ser completamente racional. No todos los días dos hombres registraban tu habitación en busca de alguien con ese ahínco.

—Si puedo ayudarles en algo más… mis tarifas están encima del tocador —señaló la hoja, intentando controlar el temblor de su mano. Bermejo. Bermejo. Bermejo.

—Si se encuentra con él, recuerde, monsieur Amnell, que es un hombre peligroso —parecía que se lo había tragado. Brandon suspiró y asintió con la cabeza —. Por lo que hemos podido averiguar, este lugar es perfecto para sus macabros gustos. Vendremos alguna que otra noche para asegurar la seguridad del lugar.

—Me parece bien. Llévese una hoja con las tarifas, por si le interesa.

El hombre la cogió y la guardó en el bolsillo. Brandon dudaba muchísimo que el hombre lo buscara en el futuro, aunque si al principio pensaba que había colado, ahora sabía que no del todo, pues el hombre se marchó con la promesa de volver. El hombre más pequeño salió. No dirigió su palabra al inglés durante todo el rato. El más alto —aunque no más que Brandon — hizo un gesto con su sombrero y se marchó.

Cuando la puerta se cerró, Brandon lanzó un suspiro. Se apoyó contra la puerta y se dejó resbalar hasta que sus posaderas acabaron en el frío suelo. Los ojos. Los ojos de los hombres era lo que había acuchillado al inglés. Había sentido el miedo que sentían los cervatillos cuando el cazador ponía el cañón de su arma en su rostro. El miedo lo tuvo inundado, hasta tal manera que no podía levantarse. Se abrazó a sus propias rodillas, observando la ventana abierta. Entraba tanto frío que su carne se puso de gallina.

—Bermejo…

No sabía si había sido lo suficientemente alto como para que lo oyera Adriel. Pero la pronunciación de la misma palabra lo hizo sentirse un poco más seguro.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Lun Dic 07, 2015 6:13 pm

Tras dejarse caer, vino el descenso. Y, durante el mismo, la tibieza que aún se mantenía presente en sus labios se fue viendo erosionada con el viento que los acariciaba. Después aterrizó con suavidad en el suelo y para entonces ya no quedaba más que la frialdad de la noche.

Aquella ventana daba a un oscuro callejón en el que ni los gatos tenían la decencia de presentarse y donde la única luz procedía del edificio que acababa de abandonar. Se encontraba, pues, en calma, pero Adriel no la percibía sino como la tensa tranquilidad de un día de tormenta, cuando el insípido gris de las nubes amenaza con romper a tronar en el momento menos esperado. Por ello, se acercó a la pared y aguardó, alerta, por si alguien aparecía y con el oído atento a lo que sucedía unos metros por encima de él.

Apenas era capaz de percibir algo, pero quería pensar que aquello era una buena señal. Una parte de él sufría el impulso de aferrarse a aquel alféizar para echar una ojeada y controlar la situación, pero no era tan estúpido como para no saber lo peligroso de aquel movimiento, por lo que no tenía más remedio que aguardar y ahogar su nerviosismo en sus puños cerrados.

Y, entonces, lo escuchó. Tras que la puerta se cerrase, un par de segundos de silencio y aquella palabra que había nacido fruto de una estúpida improvisación. Ni siquiera él sabía por qué esa y no otra. El caso es que, si el portazo le había sumido en una extraña mezcla de esperanza e impaciencia, aquellas tres sílabas precipitaron sus manos contra la pared, buscando casi sin pensar cualquier saliente desde el que poder impulsarse. En un par de movimientos llegó y volvió a asomarse por aquella abertura de la habitación.

Si su corazón pudiera latir, lo hubiera hecho al ritmo de un semental desbocado y sólo hubiera tenido la temeridad de relajarse al comprobar que allí tan sólo se encontraba Brandon. Pero su estado le hubiera preocupado de igual manera que lo hizo entonces. Con la espalda reposando contra la madera, su presencia casi podría pasar desapercibida y ser confundida con un enser olvidado y mal colocado para impedir el paso. Pero su mirada se clavaba en la de Adriel y él, que en el fondo temía que no hubiera sido capaz de garantizarles una coartada, no pudo evitar lanzarse directamente hacia él.

- Brandon – susurró sin mayor intención que el que su voz le tranquilizase. Se agachó a su lado y sus brazos le rodearon y le empujaron contra su pecho -. Y está, Brandon; ya pasó.

En aquellos instantes la necesidad de proteger a aquel inocente que acababa de ser introducido en ese oscuro mundo le inundó. Casi podría decirse que era un instinto paternal, si no fuera por todas la veces que habían compartido lecho. Y, también entonces, se preguntaba si habría sido una buena idea el ir a visitarle precisamente aquella noche.

- ¿Qué ha sucedido? ¿Se han creído que no tienes nada que ver conmigo? – y no sólo lo preguntaba de forma egoísta, sino consciente de que, de no ser así, el inglés se encontraba en peligro - ¿Estás seguro de que quieres seguir con esto? Quizás aún podamos hacer que no vuelvan a fijarse en ti – su mano llegó a su mejilla para que su pulgar pudiera acariciarla.
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Mensaje por Brandon Amnell Mar Dic 08, 2015 10:30 am

La piel… muchas personas ven la piel como una simple parte más del cuerpo. Una breve capa que protege al ser humano de ser un horrible amasijo de músculos y sangre. La piel, cuyo color, características y suavidad depende del grado no solo del poseedor, sino de aquel que la toca. La piel refleja mil cosas cuando los demás órganos se descontrolan. Se pone de gallina ante el frío, ante situaciones hermosas, ante el placer, ante la suavidad de una caricia; suda cuando el cuerpo tiene miedo, o muestra preocupación; se vuelve áspera y pierde su brillo si la persona cae en depresión… por pocos es sabido que la piel también puede ser un reflejo del alma.

La de Brandon en ese momento estaba completamente erizada. El miedo la hacía sudar levemente, y el frío demoledor congeló su cuerpo en cuestión de segundos. La ventana le mostraba una vista de la luna apenas perceptible. Parecía una media sonrisa. La mayoría de las velas se apagaron por la bocanada de aire que entró cuando los hombres cerraron la puerta y, a pesar de todo, el inglés pudo respirar tranquilo.

Brandon tuvo menos de diez segundos a solas en su cuarto, mirando por esa ventana. La puerta de madera recia apaciguaba los ruidos del exterior, así como también tapaba la luz del pasillo, que lo volvía todo de un candor amarillo especial. Lanzó un quedo suspiro de alivio cuando una figura se entrecortó con la luna y las estrellas. No podía verle la cara con nitidez, pero sabía quién estaba en el alfeizar. Permaneció allí hasta que se encontró envuelto por sus brazos. Su piel rozó la fría ropa de Adriel, ese frío que se extendía hasta la propia piel del vampiro, y que lo envolvía de un misticismo especial.

Disfrutó de su caricia con una leve sonrisa, y encajó su cuerpo con el de Adriel para, inconscientemente, intentar calentarse, a pesar de la falta de temperatura tanto del pelirrojo como de la habitación. Se encogió de hombros ante su interrogante. Era cierto, no sabía si se lo habría creído o no. Él habría jurado que sí, pero no sabía cuán hábiles podían ser esas criaturas en el descubrimiento de la verdad.

—Diría que sí… pero no lo sé seguro —las palabras fueron apenas un susurro, pues la caricia lo mantuvo en calma —. Quiero seguir con esto —dijo en un nuevo susurro —, sé lo que es perder a tu familia. Daría lo que fuera por sentirme aceptado en la mía… tú tienes algo por lo que luchar, y si puedo ayudarte, soy yo el que quiere correr el riesgo, Adriel.

Lo miró a los ojos, intentando bucear en ellos. Por primera vez en mucho tiempo, vio en sus ojos algo que lo hacía ser diferente de muchos otros. Vio el fuerte sufrimiento, vio la fuerza y dureza que tenía… y vio antigüedad. Esa antigüedad que hacía que cargara un peso enorme sobre sus hombros. Para Brandon seguía siendo un misterio, una criatura más cercana a la fantasía que a la realidad. Tomó el rostro de Adriel. Su torso desnudo chocó contra el del otro, y volvió a besar sus labios.

—De todas formas, no tengo mucho que perder.

Intentó imprimir una de sus bonitas sonrisas, pero gran parte se quedó en una mueca de tristeza. Una tristeza que sentía desde que abandonara su amada Londres, su amada familia, esa que lo había repudiado, y que lo atenazaba por las noches. Y qué importaba si el peligro era grande, si así podía ayudar a una persona buena y bondadosa a conseguir un objetivo tan noble como recuperar a su hermana.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Mar Dic 15, 2015 12:17 pm

Si sus brazos rodeaban al hombre, sus pensamientos revoloteaban sin cesar alrededor de él. Así los sentía, surgiendo de su inquieto pecho para envolverlos en un inquieto manto de preocupación e incertidumbre que no llegó a calmarse ni cuando él le comunicara el desenlace del encuentro. Demasiado dudoso como para tranquilizar a un Adriel que había vivido tanta incertidumbre en un corto, para su larga existencia, espacio de tiempo. Y, sí, aquello le inquietaba, pero no era lo único que llegaba a alterarle. Apenas era capaz de percibir el calor de Brandon y eso le resultaba extraño. Era como si la llama que ardía dentro de él amenazase con apagarse de un momento a otro para dejar caer con ella al resto de su ser. Y eso hacía que casi toda su atención se volcase ante dicha inmediata preocupación. Al menos momentáneamente. Sus intentos de sonrisa querían contradecir aquella visión, pero tan sólo su determinación a ayudarle era lo que le hacía ver algo de fuerza en el pobre británico.

- No podemos quedarnos aquí. Antes o después volverán – aseguró el vampiro, consciente de que si seguían juntos en aquella misión las pruebas terminarían llevándoles de nuevo hasta el humano –. Deberías dejar esta profesión, al menos por un tiempo. Eres fácilmente accesible y localizable, y eso no es seguro – Adriel se dio cuenta entonces de que su preocupación podía estar haciéndole hablar sin el suficiente tacto y, por lo tanto, asustándole. Y fue por eso por lo que hubo de insistir en sus intenciones -. No voy a dejar que te pase nada, Brandon, pero necesito que vengas conmigo para ello.

Dicho aquello, volvió a besarle, pero en esta ocasión no en sus labios, sino en la frente, y, a continuación, se puso en pie, ayudándole a imitarle, quisiera o no. Necesitaba que reaccionara a fin de abandonar aquel lugar cuanto antes.

- Coge todo lo que necesites, pero date prisa – le apremió y, mientras tanto, él se acercó de nuevo a la ventana para observar con cautela el exterior.

En realidad se preguntaba si había otro lugar al que ir a parte de la vieja vivienda que ocupaba con Jeromé. No sólo era el hecho de lo poco que sabía que le gustaría a su ”hermano” la presencia de un humano –¡un prostituto, ni más ni menos!–, sino las explicaciones que tendría que darle. Aún ni tan siquiera le había informado de su parentesco como para tener que contarle toda la historia de su familia. No, aquello implicaba el riesgo de que el de cabello albo terminase frente a las puertas del Hôtel de Rohan y era algo que no estaba en posición de poder admitir. Pero entonces lo recordó: el viejo sótano en el que se escondiera los primeros días de aquel periodo de soledad. Por tanto, asunto resuelto.

Aquellos pequeños triunfos allanaban un poco más el sendero a recorrer. Un poco, pero lo suficiente como para hacerle recuperar una seguridad que necesitaba y que era natural en él asumir. Por tanto, pudo suspirar con alivio y girarse en dirección a su acompañante, al cual fue a interrumpir para abrazarle por la espalda. Ni siquiera lo pensó, tan sólo tuvo que hacerlo.

- Todo va a salir bien – insistió con una pequeña sonrisa en los labios, cuya vida, de todas formas, resultó demasiado efímera. Sus propias palabras le recordaron un asunto aún sin resolver y que, claramente, tenía mayor prioridad: su hermana. Si bien antes hubiera querido besarle, el abatimiento se apoderó de él durante los dos instantes que le llevó recuperar el control sobre sí mismo. Sí, Denisse, era consciente de ello, pero no podía dejarse avasallar por el pesimismo o la desesperación. Eso sólo le llevaría al final de él y de todos por los que guardaba aprecio. Por ello, tomó aire y volvió a esa actitud más o menos serena con la que intentaba no sólo hacerse sentir mejor, sino hacer sentir mejor a los demás -. Entonces, ¿estás listo?
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Mensaje por Brandon Amnell Mar Dic 22, 2015 3:22 pm

Ambos se quedaron así, en silencio, mientras el frío se apoderaba del cuerpo de Brandon, pues el del otro no era capaz de calentarlo. Se sentía débil, desvalido e inútil. Y no solo por la presión que había tenido que soportar… sino porque, por primera vez desde que hablara con Adriel sobre todo ese asunto, se sentía en verdadero peligro. Un peligro que, en gran parte, no comprendía, que solo estaba en los cuentos para asustar a los niños… un peligro que, en verdad, no podía afrontar, ya que no sabía hacerlo.

Oyó la voz de Adriel, aunque no escuchó del todo sus palabras. Las entendía, pero no las llegaba a interiorizar. Se sentía algo bloqueado aún, y él hablaba demasiado rápido. Demasiado… angustiado. Otro motivo por el que tener miedo, al parecer. Durante unos instantes, parecía un coronel que hablaba con un soldado raso. Daba instrucciones que, a pesar de que tenían sentido, no eran del todo del agrado de Brandon. ¿Cómo iba a mantener su casa? De todos modos, no dijo nada.

Sitió su beso en la frente, haciéndolo sentir un poco mejor, y lo obligó a levantarse. Estaba algo entumecido, sin duda a causa del sudor y el frío, que habían logrado hacer mella en él durante esos instantes en el suelo. De manera casi sistemática, empezó a recoger sus cosas. Encontró en el tocador un reloj de bolsillo que había pertenecido a su padre. En él estaba grabada la inscripción “All together… for ever”. Al abrirlo, una fotografía de familia estaba en la cara opuesta al reloj. Sus hermanos, sus padres y él, apenas un bebé. Todos juntos. Todos felices.

Bueno… estoy solo… y sigo aquí, ¿no? Pensó para sus adentros. Volvió a tragar saliva para intentar deshacer ese nudo cada vez más grande de su garganta. Pese a todo, tenía que volver a huir. Ya había dos sitios en su vida en los que, si volvía, estaba en peligro de muerte. Y lo peor era que esos niños seguían en el corazón de Brandon. Seguían siendo sus hermanos, esos a los que deseaba poder abrazar todos los días… esos que, tal vez, habían corrido el rumor de que él estaba muerto o algo así.

Pocas cosas metió en una pequeña bolsa de cuero, pues tampoco había allí mucho de valor. A parte de su reloj, una muda buena y poco más. Cerró las correas de su bolsa y se quedó un rato más allí, observando ese reloj. ¿Por qué? Se preguntó a sí mismo. Yo, que daría el 100% de mí… ¿por qué? Apretó la mandíbula hasta hacerse daño, pero no pudo evitar que una gota cristalina se abriera paso por su rostro. Se mantuvo de espaldas a Adriel, para así evitar que este lo viera y pensara que estaba así por él.

Lo siguiente no se lo esperó. Sintió un abrazo por la espalda que lo hizo sentir algo más confortado. Suspiró con suavidad y cerró sus ojos. Disfrutó del abrazo como si lo estuvieran consolando por eso, rellenando un poco ese vacío que sentía con esas caricias que, tal vez, solo fueran fruto de un ligero aprecio y de un intento por hacerlo sentir más seguro. Funcionaba… en parte.

—Sí… —susurró. Intentó limpiarse las lágrimas de tal manera que no pareciera que hubiera habido allí alguna. Para ello, se rascó ambos ojos y limpió con las mangas en sus mejillas, de una sola pasada y con fuerza — ¿dónde vamos a ir?

Sin girarse aún, apoyó su cabeza en el cuerpo del otro de forma casi inconsciente. Su cabeza no podía dejar de pensar, sin embargo, que su vida había dejado de tener valor hacía mucho tiempo. No sabía a qué venía ese miedo a la muerte, pero la monotonía y el vacío de su interior lo estaban llevando a una muerte mucho más lenta, mucho más ardua… y mucho más dolorosa.

—¿Habrá más…? —carraspeó para estabilizar el tono de su voz —¿más como tú?

Y, dicho esto, volvió a suspirar, separándose con suavidad de Adriel y dejando el reloj en la cama. Su corazón lo obligaba a llevárselo, pero su cabeza lo obligaba a dejarlo allí… pues mirar atrás solo parecía traer más dolor y más pensamientos como el que había tenido. Y tenía que parecer entero para ayudar a Adriel a encontrar a Denisse. Adiós, papá. Adiós, mamá. Adiós, hermanos. Siempre os llevaré en el corazón. Fue lo último que pensó mientras se colgaba su bolsa, algo cabizbajo.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Mar Ene 12, 2016 11:00 am

La actitud de Adriel resultaba egoísta en ocasiones, en especial en aquellos momentos críticos en los que se veía obligado a reaccionar con rapidez y sin espacio para la duda sobre los movimientos a realizar. Entonces se sentía moralmente obligado a tomar las riendas de la situación y a considerar a todos los demás como sus mandados. Así lo había hecho durante demasiado tiempo con sus hermanos, lo cual le había garantizado muchos conflictos con el patriarca de la familia por cuestiones de autoridad, pero también la lealtad de aquellos con los que compartía apellido. Para ellos había terminado por ser una especie de líder sin dicho título de forma oficial. Pero Brandon no era un d’Auxerre y el pelirrojo, tan acostumbrado a llevar la voz cantante, no se percataba de ello y, por consiguiente, de que lo que estaba pidiendo de él no se resumía a las simples órdenes que se manifestaban en sus palabras. Además, el prostituto era lo que se denominaba como mortal, lo que significaba que tenía más necesidades que a las que estaba acostumbrado él. Sin embargo, también había que considerar que, al tomar el mando, el vampiro también consideraba a sus subordinados como su responsabilidad.

- Iremos a un lugar seguro. Es un sitio demasiado modesto, pero es temporal. Lo importante es que no nos encuentren – intentó justificar su elección incluso antes de que pudiera comprobar las condiciones del modesto reciento, que a duras penas llegaba a adaptarse al significado del término humilde -. Y habrá más como yo, pero no de momento. Ahora que has aceptado que existimos empezarás a reconocernos- Es lo que le ocurre a la mayoría.

En esos instantes Adriel tenía prisa, pero lo que sucedió a continuación le obligó a tomarse unos momentos de paciencia. De pronto la tristeza que expelía su compañero no parecía coincidir con la idea de que su abatimiento se debiera a lo estresante que resultaba lo que estaba viviendo en un espacio de tiempo tan comprimido. No, parecía que hubiera algo más que se le estaba escapando. Por ello, posó su mano con firmeza sobre su hombro para a continuación volverle a mirar de manera directa:

- Brandon, ¿ocurre algo? ¿Significa algo? – preguntó dirigiendo por un momento sus ojos al objeto que ahora reposaba sobre las sábanas, allí donde lo había dejado tras un evidente esfuerzo.
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Mensaje por Brandon Amnell Sáb Feb 06, 2016 7:29 pm

La cabeza de Brandon daba vueltas en torno a miles de ideas y, al mismo tiempo, estaba bloqueada, en blanco, como si un lienzo hubiera aparecido de la nada y él no lo pudiera rellenar con ningún color. Se sentía verdaderamente abatido por numerosos hechos, pero también sabía que, quisiera o no, tenía que salir a flote, que ser fuerte… y no solo por él, sino también por Adriel.

Sintió los ojos del otro directamente en su rostro, aunque él intentaba esquivar la mirada del vampiro para que no pudiera leer en sus ojos lo que había o, al menos, que no lo intuyera. De todos modos, no era tonto, y el abatimiento producido por los otros había destruido parte de la resistencia mental del inglés. Poco le importaba también el hecho de que hubiera más como el pelirrojo, aunque sí quería tener algún tipo de conocimiento más sobre ellos, así como si podían ponerle en peligro o todos eran como Adriel y eran capaz de controlar su maldición… definitivamente, tenía que aprender cómo funcionaban las mentes de esas personas.

—Es… mi pasado —resumió en apenas un susurro mirando al objeto en todo momento con una melancólica expresión en su rostro. Después, volvió sus ojos hacia los del otro por primera vez —. No tiene importancia.

De nuevo, intentó forjar una sonrisa que, más o menos, salió bien. Suspiró mientras observaba al otro de nuevo. Su fina y pálida piel remarcaba la belleza de su cabello anaranjado, así como el color de sus ojos. Apenas tenía claro cómo moverse o qué hacer, si tomar la iniciativa de irse o si quedarse un poco más… se sentía completamente perdido. Tal y como lo había estado mucho tiempo, solo que ahora se daba cuenta de cuánto había intentado evitarlo, y lo poco que le agradaba esa situación.

No dijo nada más. Simplemente se quedó mirándolo, a la espera de sus reacciones. Había visto pequeñas miradas hacia el reloj por parte del otro, pero a pesar de que su corazón le pedía que se acercara a ese objeto, que lo cogiera y que se lo llevara, se obligó a sí mismo a quedarse ahí, en pie, de una pieza. Por mucho que doliese.
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