AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The man or the beast? {Vidoll}
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The man or the beast? {Vidoll}
"You'll make a nice circus freak, that's what my father said to me"
Su garra traicionera hacía jirones una piel perlada. Trataba de hundir esas uñas infames en las mejillas de mármol de una mujer suplicante, pero la piedra era demasiado dura y Stephan únicamente marcaba ese bello rostro con un par de arañazos. La piel de la estatua era tan fuerte como el diamante.
La Beata María permanecía inmóvil al sacrílego ataque. Eso enfurecía más a la bestia. Si él, siendo monstruo, no era capaz de herir ni mutilar ¿qué papel le quedaba entonces por representar? "Mamá". Se encontraba atrapado, otra vez, entre las paredes de un ático donde por las ventanas serpenteaba el sonido del viento. "Mamá". Sus garras eran horrorosas, una afrenta al Creador. Quien entró por la puerta del ático no fue su madre, si no Stannislaw Bibrowski, que lo agarró de su inhumano y peludo cuello. "Mamá", las lágrimas le quemaban las mejillas. Mas, mamá no estaba. A lo lejos, el busto de la mujer se despedía de él con lamentos escarlatas.
Una bolsa de monedas. Lo último que vio Stephan fue la figura de Stannislaw haciéndose cada vez más pequeña pequeña frente a la gran mansión. Presa de la rabia, quebró los espejos de su mente en mil pedazos. Los restos de cristal le devolvían el golpe en pequeños cortes que dolían como si le estuvieran reventando las entrañas. Se encogía para cubrirse de un puño hiriente. Vomitó.
Llora. Llora.
Llora hasta que tu ignominiosa cara de inhumanas facciones quede empapada de agua, agua...
-¡Eh! Te habías quedado durmiendo. Te toca función hoy.
Le dijo alguien, y dejó caer el cubo que hacía unos segundos había estado lleno de agua. El corte de la mejilla todavía le dolía, al igual que el moratón oscuro en su frente, y otros tantos repartidos por otras zonas de su cuerpo.
La gente teme lo que no puede entender.
Bibrowski se sacudió la cara mojada y se puso manos a la obra. La jornada pasó monótona para Stephan, todo lo contrario para sus jefes y para el público que había pagado por verle, pues esos horribles cortes y cicatrices que le habían ocasionado hacía unos días le proporcionaba un aspecto realmente terrible y cruel.
En cuanto hubo terminado, se retiró de la carpa circense con un gruñido.
Se desvió a una zona alejada y se sentó cruzado de brazos. No hacía frío aquella noche, únicamente la brisa parisina dejaba un agradable rastro sobre la hierba. El Hombre León aspiró el aire en un gesto que le obligó a abrir las fauces presa del dolor. Sí. Los cortes todavía le molestaban. Gruñó. Un gruñido no humano; animal. ¿Cuánto de hombre y cuánto de bestia habría en él?
Secretamente, la esperaba a ella. A la pequeña titiritera. ¿Tendría ella respuesta a LA pregunta? En multitud de ocasiones, la encontraba revelándole cosas que nadie podría haber descubierto. Stephan comenzaba a pensar que su atrofiado entendimiento le proporcionaba un prisma más elevado de todo, pues su conocimiento no se encontraba entubado por los límites de la cuerda razón. Con ella era fácil ser él mismo, ser únicamente lo que era.
Emitió otro selvático rugido, una llamada cubierta en la noche que esperaba que llegase a su destino.
La Beata María permanecía inmóvil al sacrílego ataque. Eso enfurecía más a la bestia. Si él, siendo monstruo, no era capaz de herir ni mutilar ¿qué papel le quedaba entonces por representar? "Mamá". Se encontraba atrapado, otra vez, entre las paredes de un ático donde por las ventanas serpenteaba el sonido del viento. "Mamá". Sus garras eran horrorosas, una afrenta al Creador. Quien entró por la puerta del ático no fue su madre, si no Stannislaw Bibrowski, que lo agarró de su inhumano y peludo cuello. "Mamá", las lágrimas le quemaban las mejillas. Mas, mamá no estaba. A lo lejos, el busto de la mujer se despedía de él con lamentos escarlatas.
Una bolsa de monedas. Lo último que vio Stephan fue la figura de Stannislaw haciéndose cada vez más pequeña pequeña frente a la gran mansión. Presa de la rabia, quebró los espejos de su mente en mil pedazos. Los restos de cristal le devolvían el golpe en pequeños cortes que dolían como si le estuvieran reventando las entrañas. Se encogía para cubrirse de un puño hiriente. Vomitó.
Llora. Llora.
Llora hasta que tu ignominiosa cara de inhumanas facciones quede empapada de agua, agua...
-¡Eh! Te habías quedado durmiendo. Te toca función hoy.
Le dijo alguien, y dejó caer el cubo que hacía unos segundos había estado lleno de agua. El corte de la mejilla todavía le dolía, al igual que el moratón oscuro en su frente, y otros tantos repartidos por otras zonas de su cuerpo.
La gente teme lo que no puede entender.
Bibrowski se sacudió la cara mojada y se puso manos a la obra. La jornada pasó monótona para Stephan, todo lo contrario para sus jefes y para el público que había pagado por verle, pues esos horribles cortes y cicatrices que le habían ocasionado hacía unos días le proporcionaba un aspecto realmente terrible y cruel.
En cuanto hubo terminado, se retiró de la carpa circense con un gruñido.
Se desvió a una zona alejada y se sentó cruzado de brazos. No hacía frío aquella noche, únicamente la brisa parisina dejaba un agradable rastro sobre la hierba. El Hombre León aspiró el aire en un gesto que le obligó a abrir las fauces presa del dolor. Sí. Los cortes todavía le molestaban. Gruñó. Un gruñido no humano; animal. ¿Cuánto de hombre y cuánto de bestia habría en él?
Secretamente, la esperaba a ella. A la pequeña titiritera. ¿Tendría ella respuesta a LA pregunta? En multitud de ocasiones, la encontraba revelándole cosas que nadie podría haber descubierto. Stephan comenzaba a pensar que su atrofiado entendimiento le proporcionaba un prisma más elevado de todo, pues su conocimiento no se encontraba entubado por los límites de la cuerda razón. Con ella era fácil ser él mismo, ser únicamente lo que era.
Emitió otro selvático rugido, una llamada cubierta en la noche que esperaba que llegase a su destino.
Stephan Bibrowski- Gitano
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 09/02/2013
Localización : París
Re: The man or the beast? {Vidoll}
Caigo, caigo...estoy cayendo. ¿Quién es? ¿Qué es aquel sonido? Un gruñido y la alegría nos salvan.
Las tijeras la han elegido. Los innumerables peluches que no cambian las miradas, están riéndose mientras la observan. Ella sentada alrededor de ellos, les dijo que era momento de jugar. Ella mira primero al conejo —Tú debes quitarme estas tijeras, si lo logras, te daré una manzana— ¿Qué clase de juego era este? Uno, donde claramente la demencia era el fuerte entretenimiento. Pero, algo era curioso. Estos peluches se movían por sí solos, y no por ella, sino, aquel espíritu que le atormentaba, estaba jugando. La quería ver más loca, si es que aún se podía.
Y entre correderas, saltos y risas. Vídoll se desplegaba en la mansión, sujetando las tijeras y a su decapitada muñeca. Su amo no se encontraba, la habían dejado encarcelada en la jaula. Sin embargo, encontró como salir de esta y por ello es que se divierte escapando del conejo.
En defecto, el juego se tornaba malicioso. El conejo enfurecido logro atrapar las tijeras. Vídoll perdió por la culpa de su muñeca porque esta le dio una cortada en la mano, motivo que le orillaron a soltarle. No le soltó por el susto de que tuviera vida, sino a causa de la sangre que derramaba. Como una pesadilla en la que se sumerge, y de pronto desaparece con un abrir de ojos.
Ella se disgustó, y es ahí donde el juego acababa de empezar: La bella muñeca sin cabeza se puso en su contra, fue poseída para hacer daño a la desquiciada que mira como un insecto recién aplastado y sus ojos salen, casi explotando. Esto se debe a la maldad del fantasma, quería herir a Vídoll pero ella solo parecía creer que jugaba. ¡Que alguien le diga lo contrario! ¡Que su propio juego se le ha tornado en su propia contra! Así, la tenebrosa muñeca caminaba con las tijeras apuntando hacia ella. — ¡Basta, ya se acabó el juego! — gritó, con una sonrisa, pero era de enfado. Ya que, no logró emitir un grito más que una risa. — ¡BASTA! — Y nada se calmaba ya que esa sensación de alarma le ahuyentaron del castillo.
…Escapa; corrió hacia la puerta y la abrió ¡Por suerte era de noche! ella no tenía cuidado de la luz. No obstante, siempre que lograba salir, era porque el amo no estaba o este le soltaba. Y claramente, no había peligro al sol. ¡Seguía corriendo! La muñeca nunca le llevaba la contraria. Esa misma que le está persiguiendo. Así es, ella caminaba, iba hacia ella. ¿Irónico? No, no tanto como lo que abarca en su mente.
Corría, corría. ¿Quién creía que podría una loca ser una bella muñeca? Por más que corría, había algo que ella deseaba. Era protección. Necesitaba abandonar esa pesadez. Por ello, su instinto le llevaba a un camino que ella ya conocía, pero inconsciente lo sabía. Era aquel lugar donde conoció por primera vez la protección externa. Aunque, ni su maldita demencia le dejaba en paz. Se estaba desesperando, no llegaba por más que corría, ¿Se había perdido? El temor le invadió cuando la herida en su mano sanó, descendió el ritmo, ejerciendo pasos confusos, donde sus ojos se humedecieron, eran de un carmín. —Stephan, Stephan. ¿Dónde estás?... Grrr, grrr. —imitaba el gruñido de él, y cuando los corazones se unieron al sonido del viento, tembló. «No te quiere, déjalo en paz, no lo molestes, te correrá... » Vil pensamiento, el terrorismo se asomaba a su inconciencia
¡Ah! Es él, es él. —un gruñido percibió, ella apresuró el paso hacia el otro lado de esos arbustos, podía capturar su frescura, reconocía ese latir, un poderoso hombre, uno que solo era fuerte con ese gruñido. Era el hombre bestia, ¡No bestia! ¡Era un caballero! —Stephan— le llamó, dando un salto al fin, uno como el que los leones ejecutan para marcar su territorio. — ¡Aquí estás! ¡Te encontré! —se levanta asustada. ¿Qué sucedía? ¿Qué era aquello en su rostro?...Yendo hacia él. Su atuendo siempre era de una muñeca. Más esta vez no vestía algún hermoso vestido, era un pantaloncillo, con unas botitas que relucían, haciendo un conjunto con un gorro posado en su cabeza, y decorado su cuello con un collar. Era verdaderamente una pequeña que cualquier atuendo le quedaba a la perfección. Sobre todo, esos oscurecidos tonos le embellecían.
— ¡Ah! ¿Qué sucedió Stephen? ¿Qué es eso? ¿Quién lo hizo? —Cuestionó en cuanto esas marcas se asemejan a heridas. Unas que alguna vez ella se veía en el cuerpo. Sin ser de su entendimiento si las formulaba bien, esas dudas. «¡La descabezada muñeca fue! ¡Ella lo hizo! » ¡No! ¡No! ¿Era posible aquello? Sin ignorar esa voz interna, acude al hombre, alzando la falange hacia su rostro y emprende una caricia. —Mírame, yo te cuidare. Ella no podrá hacerte daño. Yo, yo la castigaré — ¿A qué se refería? Ella hizo casi a la voz desconocida, la muñeca le hizo daño y se entristeció cuando ese rostro le decía que escondía un dolor profundo. ¿Cómo lo comprendía? Quizás porque su corazón sonaba apagado, no había alegría alguna y eso le orilló a sentarse a su lado, con las pupilas de un cielo destrozado, abrazándose a sus pies y dejando que el silencio le confesara la realidad en su demencia.
Y entre correderas, saltos y risas. Vídoll se desplegaba en la mansión, sujetando las tijeras y a su decapitada muñeca. Su amo no se encontraba, la habían dejado encarcelada en la jaula. Sin embargo, encontró como salir de esta y por ello es que se divierte escapando del conejo.
En defecto, el juego se tornaba malicioso. El conejo enfurecido logro atrapar las tijeras. Vídoll perdió por la culpa de su muñeca porque esta le dio una cortada en la mano, motivo que le orillaron a soltarle. No le soltó por el susto de que tuviera vida, sino a causa de la sangre que derramaba. Como una pesadilla en la que se sumerge, y de pronto desaparece con un abrir de ojos.
Ella se disgustó, y es ahí donde el juego acababa de empezar: La bella muñeca sin cabeza se puso en su contra, fue poseída para hacer daño a la desquiciada que mira como un insecto recién aplastado y sus ojos salen, casi explotando. Esto se debe a la maldad del fantasma, quería herir a Vídoll pero ella solo parecía creer que jugaba. ¡Que alguien le diga lo contrario! ¡Que su propio juego se le ha tornado en su propia contra! Así, la tenebrosa muñeca caminaba con las tijeras apuntando hacia ella. — ¡Basta, ya se acabó el juego! — gritó, con una sonrisa, pero era de enfado. Ya que, no logró emitir un grito más que una risa. — ¡BASTA! — Y nada se calmaba ya que esa sensación de alarma le ahuyentaron del castillo.
…Escapa; corrió hacia la puerta y la abrió ¡Por suerte era de noche! ella no tenía cuidado de la luz. No obstante, siempre que lograba salir, era porque el amo no estaba o este le soltaba. Y claramente, no había peligro al sol. ¡Seguía corriendo! La muñeca nunca le llevaba la contraria. Esa misma que le está persiguiendo. Así es, ella caminaba, iba hacia ella. ¿Irónico? No, no tanto como lo que abarca en su mente.
Corría, corría. ¿Quién creía que podría una loca ser una bella muñeca? Por más que corría, había algo que ella deseaba. Era protección. Necesitaba abandonar esa pesadez. Por ello, su instinto le llevaba a un camino que ella ya conocía, pero inconsciente lo sabía. Era aquel lugar donde conoció por primera vez la protección externa. Aunque, ni su maldita demencia le dejaba en paz. Se estaba desesperando, no llegaba por más que corría, ¿Se había perdido? El temor le invadió cuando la herida en su mano sanó, descendió el ritmo, ejerciendo pasos confusos, donde sus ojos se humedecieron, eran de un carmín. —Stephan, Stephan. ¿Dónde estás?... Grrr, grrr. —imitaba el gruñido de él, y cuando los corazones se unieron al sonido del viento, tembló. «No te quiere, déjalo en paz, no lo molestes, te correrá... » Vil pensamiento, el terrorismo se asomaba a su inconciencia
¡Ah! Es él, es él. —un gruñido percibió, ella apresuró el paso hacia el otro lado de esos arbustos, podía capturar su frescura, reconocía ese latir, un poderoso hombre, uno que solo era fuerte con ese gruñido. Era el hombre bestia, ¡No bestia! ¡Era un caballero! —Stephan— le llamó, dando un salto al fin, uno como el que los leones ejecutan para marcar su territorio. — ¡Aquí estás! ¡Te encontré! —se levanta asustada. ¿Qué sucedía? ¿Qué era aquello en su rostro?...Yendo hacia él. Su atuendo siempre era de una muñeca. Más esta vez no vestía algún hermoso vestido, era un pantaloncillo, con unas botitas que relucían, haciendo un conjunto con un gorro posado en su cabeza, y decorado su cuello con un collar. Era verdaderamente una pequeña que cualquier atuendo le quedaba a la perfección. Sobre todo, esos oscurecidos tonos le embellecían.
— ¡Ah! ¿Qué sucedió Stephen? ¿Qué es eso? ¿Quién lo hizo? —Cuestionó en cuanto esas marcas se asemejan a heridas. Unas que alguna vez ella se veía en el cuerpo. Sin ser de su entendimiento si las formulaba bien, esas dudas. «¡La descabezada muñeca fue! ¡Ella lo hizo! » ¡No! ¡No! ¿Era posible aquello? Sin ignorar esa voz interna, acude al hombre, alzando la falange hacia su rostro y emprende una caricia. —Mírame, yo te cuidare. Ella no podrá hacerte daño. Yo, yo la castigaré — ¿A qué se refería? Ella hizo casi a la voz desconocida, la muñeca le hizo daño y se entristeció cuando ese rostro le decía que escondía un dolor profundo. ¿Cómo lo comprendía? Quizás porque su corazón sonaba apagado, no había alegría alguna y eso le orilló a sentarse a su lado, con las pupilas de un cielo destrozado, abrazándose a sus pies y dejando que el silencio le confesara la realidad en su demencia.
Invitado- Invitado
Re: The man or the beast? {Vidoll}
La pequeña titiritera había acudido a la llamada de la bestia. ¿Lo había escuchado realmente allá donde estuviera, o había sido la pura casualidad la que la había traído hasta allí? Fuera como fuese, Vidoll estaba allí; con su vestido de muñeca y su media alma. Vidoll. Era un nombre extraño y el Hombre León creía que antes de ese había tenido otro. Pero eso no importaba, pues un nombre era sólo un nombre, bien lo sabía él.
Su amiga tomó asiento al lado suyo, encima de un viejo tronco. Lejos, muy a lo lejos, se distinguían las hogueras del campamento de Stephan. Eran como pequeños globos de luz diseminados por la hierba. Fuegos fatuos.
La titiritera se percató en seguida de las heridas que perlaban el rostro de Bibrowski. Habló de una ella a quien debía castigar. Stephan ya estaba acostumbrado al lenguaje misterioso de su compañera. La locura, esa que le había devorado la mitad del alma a Vidoll, hacía cosas misteriosas con aquellos de los que se apropiaba. Sintió su caricia y cerró los ojos por un momento para sentir el helado contacto. Estaba fría. Vidoll siempre estaba fría. Y era blanca, blanquísima; como la nieve que caía en su Varsovia natal y que él tantas veces había intentado dibujar con sus estúpidas y torpes garras.
Pero a Stephan le reconfortaba ese frío. Le recordaba a ese hogar remoto que nunca había tenido.
-No es nada. -respondió, tratando de sonar brusco, aunque con Vidoll siempre era difícil pues le reportaba una sensación cálida; que él no era el único ser raro en el universo. Apartó rápidamente el rostro en esa fracción de segundo que duró el contacto. Las palabras habían salido de manera despreocupada de su morro de león, y, aunque dolían, no iba a reconocerlo nunca. Porque las bestias no podían sentir dolor.
-¿Quién es esa ella de la que hablas? -interrogó, en un intento de sumergirse en el caótico mundo de la titiritera. Sabía que la locura le hacía daño y a pesar de que él no había rozado -todavía- sus afilados dientes, entendía a la titiritera, quizá el que más en todo París, pues ambos eran dos seres excepcionales en un mundo ya de por sí poco corriente.
Vidoll era una belleza corrompida y él, que a pesar de ser un monstruo, un villano, sabía reconocer la hermosura, sentía tristeza al verla así; descompuesta por las arañas de su cabeza.
Su amiga tomó asiento al lado suyo, encima de un viejo tronco. Lejos, muy a lo lejos, se distinguían las hogueras del campamento de Stephan. Eran como pequeños globos de luz diseminados por la hierba. Fuegos fatuos.
La titiritera se percató en seguida de las heridas que perlaban el rostro de Bibrowski. Habló de una ella a quien debía castigar. Stephan ya estaba acostumbrado al lenguaje misterioso de su compañera. La locura, esa que le había devorado la mitad del alma a Vidoll, hacía cosas misteriosas con aquellos de los que se apropiaba. Sintió su caricia y cerró los ojos por un momento para sentir el helado contacto. Estaba fría. Vidoll siempre estaba fría. Y era blanca, blanquísima; como la nieve que caía en su Varsovia natal y que él tantas veces había intentado dibujar con sus estúpidas y torpes garras.
Pero a Stephan le reconfortaba ese frío. Le recordaba a ese hogar remoto que nunca había tenido.
-No es nada. -respondió, tratando de sonar brusco, aunque con Vidoll siempre era difícil pues le reportaba una sensación cálida; que él no era el único ser raro en el universo. Apartó rápidamente el rostro en esa fracción de segundo que duró el contacto. Las palabras habían salido de manera despreocupada de su morro de león, y, aunque dolían, no iba a reconocerlo nunca. Porque las bestias no podían sentir dolor.
-¿Quién es esa ella de la que hablas? -interrogó, en un intento de sumergirse en el caótico mundo de la titiritera. Sabía que la locura le hacía daño y a pesar de que él no había rozado -todavía- sus afilados dientes, entendía a la titiritera, quizá el que más en todo París, pues ambos eran dos seres excepcionales en un mundo ya de por sí poco corriente.
Vidoll era una belleza corrompida y él, que a pesar de ser un monstruo, un villano, sabía reconocer la hermosura, sentía tristeza al verla así; descompuesta por las arañas de su cabeza.
Stephan Bibrowski- Gitano
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 09/02/2013
Localización : París
Re: The man or the beast? {Vidoll}
La infección se expande en su cerebro mientras que la oscuridad arrasa de una manera sublime, formulando un laberinto de ideas irracionales, sin encontrar salida a una verdad que pudiera reflejar lo que le estaba ocurriendo al León. Había logrado definir a su manera los momentos que compartía con él. Pero tras ir buscando en ese rincón la ayuda para escapar de su demencia, en esa medida en la que corre, sus pensamientos se representaban en voces, incrementando su intensidad y volumen, aturdiéndola; “La muñeca lo hirió, la muñeca destruirá todo lo que te rodea”
A eso temía, y ella con su temblor lo reconocía de cierta manera. Girando entre las palabras, buscando cómo responder, pero era el celaje oscuro, casi apagado, brindando un ambiente más temible pero a su vez seguro. Por ello, se aferra a sus pies, mirando el camino que le trajo a ese encuentro. —Yo sé que duele, yo sé que es real, eso no es nada, eso es todo…—un murmullo perdido, golpeaba cada cosa a su alrededor, sintiendo una furia y tristeza, alcanzando un nivel más avanzado en su demencia.
—Ella avanza despiadada, se encarna para ser mala, ella viene, ella se está acercando, era mi muñeca más preciada, pero me odia, ¡Mírate! Quiere hacerme llorar. —Sus voces tortuosas, con la resequedad, ni cura que calme su nada, la imposibilidad de una inocencia, perdida de voluntad y desaparición podrida. — Estábamos jugando, pero ella tenía unas tijeras, me quería matar.
El secreto se hallaba en esa serie de elocuencias; Sin haberlo pedido, llegó y no se fue, pero se fue, pero nunca parece haber estado esa muñeca a la que se refiere. — ¿Crees en las muñecas humanas? Yo conozco a una, a veces me dice que es un espíritu vengativo, ¿Qué es eso? — No sonaba como a una pregunta, aunque hubiese dicho como tal, no sabe ni cuestionar. Ya que con una sonrisa burlona maquillo, en plenitud de su trastorno con su brillo endemoniado, dejando a un lado el corazón o equivocada con los ojos llenos de detalles— ¿Tu no me harías nada, verdad? Tú no eres malo, yo sé que no lo eres, pero, ¿Por qué me dicen que debo huir? —Abierta pero cerrada, le juega la crítica.
Sin percatarse de la tranquilidad, regocijándose en los latidos de su compañero. Ese León era un amigo imaginario—Llamó a sus demonios, querían pegarme con hilos para que me lastimaran, ¡Ya no quiero jugar!...Diles que no quiero jugar. Son muy malos, odio a todos esos peluches. —escondía el rostro entre sus piernas, los imaginaba, en su mente se hallaban, y solo quedaba confiar en el equilibrio que el hombre le brindaba para su locura. —Yo soy una niña buena, Que hice mal, Stephan, ¿Que hice? ¿Por qué me odian? —El semblante de su rostro se dejó notar al alzarlo, era una mirada borrosa.
A eso temía, y ella con su temblor lo reconocía de cierta manera. Girando entre las palabras, buscando cómo responder, pero era el celaje oscuro, casi apagado, brindando un ambiente más temible pero a su vez seguro. Por ello, se aferra a sus pies, mirando el camino que le trajo a ese encuentro. —Yo sé que duele, yo sé que es real, eso no es nada, eso es todo…—un murmullo perdido, golpeaba cada cosa a su alrededor, sintiendo una furia y tristeza, alcanzando un nivel más avanzado en su demencia.
—Ella avanza despiadada, se encarna para ser mala, ella viene, ella se está acercando, era mi muñeca más preciada, pero me odia, ¡Mírate! Quiere hacerme llorar. —Sus voces tortuosas, con la resequedad, ni cura que calme su nada, la imposibilidad de una inocencia, perdida de voluntad y desaparición podrida. — Estábamos jugando, pero ella tenía unas tijeras, me quería matar.
El secreto se hallaba en esa serie de elocuencias; Sin haberlo pedido, llegó y no se fue, pero se fue, pero nunca parece haber estado esa muñeca a la que se refiere. — ¿Crees en las muñecas humanas? Yo conozco a una, a veces me dice que es un espíritu vengativo, ¿Qué es eso? — No sonaba como a una pregunta, aunque hubiese dicho como tal, no sabe ni cuestionar. Ya que con una sonrisa burlona maquillo, en plenitud de su trastorno con su brillo endemoniado, dejando a un lado el corazón o equivocada con los ojos llenos de detalles— ¿Tu no me harías nada, verdad? Tú no eres malo, yo sé que no lo eres, pero, ¿Por qué me dicen que debo huir? —Abierta pero cerrada, le juega la crítica.
Sin percatarse de la tranquilidad, regocijándose en los latidos de su compañero. Ese León era un amigo imaginario—Llamó a sus demonios, querían pegarme con hilos para que me lastimaran, ¡Ya no quiero jugar!...Diles que no quiero jugar. Son muy malos, odio a todos esos peluches. —escondía el rostro entre sus piernas, los imaginaba, en su mente se hallaban, y solo quedaba confiar en el equilibrio que el hombre le brindaba para su locura. —Yo soy una niña buena, Que hice mal, Stephan, ¿Que hice? ¿Por qué me odian? —El semblante de su rostro se dejó notar al alzarlo, era una mirada borrosa.
Invitado- Invitado
Re: The man or the beast? {Vidoll}
La muñeca hizo gala de su discurso inconexo, contradictorio de muchas maneras pero que tenía un sentido último dentro de esa mente rota. El Hombre León no sabía cómo reconfortar a su compañera, y todas las palabras que pudiera decirle quedaban insulsas y vacías. Stephan Bibrowski temía que no hubiese oportunidad de salvar a la pequeña titiritera, y sólo le quedaba escuchar sus quimeras, que siempre guardaban un pedazo de verdad, por muy intrincada que ésta fuera.
-No fue tu ella, no fue tu ella. -trató de convencerla, con un susurro dulce que sólo adoptaba cuando hablaba con su titiritera- A Ella me la comería de un bocado su se atreviera a acercarse a mí. O a ti. La próxima vez que quiera hacerte daño, dile que tienes un León que se la zamparía viva. -adoptó un tono más ocurrente, y trató de esbozar una tibia sonrisa a pesar de los cortes de su rostro.
Pero la pequeña muñeca inmortal continuaba devorada por esas ilustraciones maquiavélicas, imaginarias, que entintaban su percepción de la más pura realidad, cambiándola por otra más siniestra; una que Stephan no podía entender del todo, y eso lo agobiaba, pues quería ayudar a Vidoll, y no encontraba la manera de rescatarla del precipicio.
-Shh. Escúchame, yo no te voy a hacer daño. Seré tu león defensor, ¿de acuerdo? No tienes por qué tener miedo de las muñecas estúpidas. Las muñecas son pequeñas y están hechas de porcelana, y la porcelana se rompe con mucha facilidad. -dudó unos momentos antes de llevarse su garra al rostro marfileño de Vidoll y colocarle un mechón de su negro cabello detrás de la oreja-No sé por qué te odian, pequeña. A veces, la gente odia a lo que teme, a lo diferente, a lo que no pueden comprender. -suspiró y bajó la mirada. Hablaba desde una experiencia que le era muy cercana; el temor de su padre se había convertido en odio y eso lo había llevado a despreciar al que fuera su único hijo. Ningún médico podía darle la explicación última de por qué el heredero de Stannislaw Bibrowski había salido de aquella manera. ¿Acaso habían sido maldecidos? Stephan no conocía la historia de Vidoll, porque ella sólo le contaba lo que en su mente loca había formado para, tal vez, superar el verdadero horror por el que había tenido que pasar. Pero ahora ella era tan diferente como lo era él; y tenía sus demonios por dentro que no le permitían escapar.
-No fue tu ella, no fue tu ella. -trató de convencerla, con un susurro dulce que sólo adoptaba cuando hablaba con su titiritera- A Ella me la comería de un bocado su se atreviera a acercarse a mí. O a ti. La próxima vez que quiera hacerte daño, dile que tienes un León que se la zamparía viva. -adoptó un tono más ocurrente, y trató de esbozar una tibia sonrisa a pesar de los cortes de su rostro.
Pero la pequeña muñeca inmortal continuaba devorada por esas ilustraciones maquiavélicas, imaginarias, que entintaban su percepción de la más pura realidad, cambiándola por otra más siniestra; una que Stephan no podía entender del todo, y eso lo agobiaba, pues quería ayudar a Vidoll, y no encontraba la manera de rescatarla del precipicio.
-Shh. Escúchame, yo no te voy a hacer daño. Seré tu león defensor, ¿de acuerdo? No tienes por qué tener miedo de las muñecas estúpidas. Las muñecas son pequeñas y están hechas de porcelana, y la porcelana se rompe con mucha facilidad. -dudó unos momentos antes de llevarse su garra al rostro marfileño de Vidoll y colocarle un mechón de su negro cabello detrás de la oreja-No sé por qué te odian, pequeña. A veces, la gente odia a lo que teme, a lo diferente, a lo que no pueden comprender. -suspiró y bajó la mirada. Hablaba desde una experiencia que le era muy cercana; el temor de su padre se había convertido en odio y eso lo había llevado a despreciar al que fuera su único hijo. Ningún médico podía darle la explicación última de por qué el heredero de Stannislaw Bibrowski había salido de aquella manera. ¿Acaso habían sido maldecidos? Stephan no conocía la historia de Vidoll, porque ella sólo le contaba lo que en su mente loca había formado para, tal vez, superar el verdadero horror por el que había tenido que pasar. Pero ahora ella era tan diferente como lo era él; y tenía sus demonios por dentro que no le permitían escapar.
Stephan Bibrowski- Gitano
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Re: The man or the beast? {Vidoll}
Su muerto corazón que más bien se halla vivo para ella, estuvo un instante quieto, había dicho que estaba exánime, y no lo era, ahora lo escuchaba, muy fuerte, escandaloso y juguetón. Claramente era el del hombre León, más ella nunca lo discernirá o entenderá. Y por ello es que se siente protegida por esa presencia, confortada con el calor que emanaba en su monstruosa frialdad. Pero algo más le asustaba sin conocerlo. Podría ser que llegue la ocasión, de que quiera devorarlo, quizás por eso es que todos piden que huya, que se aleje antes de dañar al único de su especie; un ser inofensivo por más pelaje que le proteja, no estaba seguro con una perturbada.
¡Era todo extraño! Mientras se refugia en la voz del hombre León, su estado pasaba de uno a otro constantemente, si antes se hallaba azarada, ahora tranquila actuaba, pero después, ¿Cómo sería? …
Río, ¿Motivo? Se sumergió en una espontánea diversión donde maquilló ese rostro con una pesadumbre, pero no por un sufrir si no porque realmente estaba contenta, era algo incoherente, pero tienden sus estados a ser contradictorios a sus verdaderas emociones. — Sí, sí, yo le diré, y le hare como esa cosa que sale de tu boca: ese “grrrrrr” — Intenta producir ese gruñido. Vaya mentalidad quebrada.
Ella no confiaba en nadie, realmente recela de todos, más solo el Léon pudo ganársela, y eso era lo que quizás apenas entendía Vídoll. La comodidad que se notaba, las palabras que le agradaban como las ofrecía. —Sí, pero, yo también quiero ser tu defensora.— desvió la mirada, reteniendo sus últimas palabras, las mismas que su creador le decía cuando suele jugar con ella. Aunque fue solo un instante, los clavos que percibía en su cerebro desaparecieron. Puesto que la garrita le distrajo, sosteniendo las pupilas de su compañero.— Stephan, a ti, ¿Te han odiado alguna vez? —Y mediante su reacción al no sostener sus pupilas, la voz le decía un sin fin de horrores.
Se removió de la banquilla, pegándose, su cuerpo de inmediato formuló un abrazo, intentaba hacer lo que él hizo por ella.
—Alguien me dijo que todos vivimos odiando, y por ende odiados, pero que nuestro mundo es una gran contradicción. Porque solo de esa manera nos sentimos seguros, ya que se logra ser lo suficientemente cruel para destruir aquellos quienes lastiman.
Movió las falanges en esa cabeza, tenía deseos de ver ese rostro peludo, descubrir que podía intercambiar alguna emoción verdadera. —Fuiste querido por alguien que odiaba a todo el mundo.— se inclinó un poco, uniendo sus labios en la frente sin ser precavida en las heridas que llevaba.
Después, se dentro a esos brazos, obligándolo a que le abrazara, púes se removió en su pecho, por la sensación que desprendia su pelaje. —Milo solía decírmelo un y otra vez. Milo era el demente quien le creó.
¡Era todo extraño! Mientras se refugia en la voz del hombre León, su estado pasaba de uno a otro constantemente, si antes se hallaba azarada, ahora tranquila actuaba, pero después, ¿Cómo sería? …
Río, ¿Motivo? Se sumergió en una espontánea diversión donde maquilló ese rostro con una pesadumbre, pero no por un sufrir si no porque realmente estaba contenta, era algo incoherente, pero tienden sus estados a ser contradictorios a sus verdaderas emociones. — Sí, sí, yo le diré, y le hare como esa cosa que sale de tu boca: ese “grrrrrr” — Intenta producir ese gruñido. Vaya mentalidad quebrada.
Ella no confiaba en nadie, realmente recela de todos, más solo el Léon pudo ganársela, y eso era lo que quizás apenas entendía Vídoll. La comodidad que se notaba, las palabras que le agradaban como las ofrecía. —Sí, pero, yo también quiero ser tu defensora.— desvió la mirada, reteniendo sus últimas palabras, las mismas que su creador le decía cuando suele jugar con ella. Aunque fue solo un instante, los clavos que percibía en su cerebro desaparecieron. Puesto que la garrita le distrajo, sosteniendo las pupilas de su compañero.— Stephan, a ti, ¿Te han odiado alguna vez? —Y mediante su reacción al no sostener sus pupilas, la voz le decía un sin fin de horrores.
“¿Que no lo ves? Tiene lesiones en el rostro... Lo odian, lo odian más que a ti...Maldita loca, ¡Míralo!”
Se removió de la banquilla, pegándose, su cuerpo de inmediato formuló un abrazo, intentaba hacer lo que él hizo por ella.
—Alguien me dijo que todos vivimos odiando, y por ende odiados, pero que nuestro mundo es una gran contradicción. Porque solo de esa manera nos sentimos seguros, ya que se logra ser lo suficientemente cruel para destruir aquellos quienes lastiman.
Movió las falanges en esa cabeza, tenía deseos de ver ese rostro peludo, descubrir que podía intercambiar alguna emoción verdadera. —Fuiste querido por alguien que odiaba a todo el mundo.— se inclinó un poco, uniendo sus labios en la frente sin ser precavida en las heridas que llevaba.
Después, se dentro a esos brazos, obligándolo a que le abrazara, púes se removió en su pecho, por la sensación que desprendia su pelaje. —Milo solía decírmelo un y otra vez. Milo era el demente quien le creó.
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Re: The man or the beast? {Vidoll}
La pequeña muñeca; tan rota por dentro, tan hermosa por fuera. Lejos ecos de racionalidad parecían cruzar a veces la mente de su amiga y confidente. Era en esos ecos donde Stephan encontraba una sabiduría igual que la de las abuelas gitanas cuando explican los misterios del mundo con una naturalidad que únicamente podía ser o bien celestial, o bien endemoniada, según los ojos del que mira y según también si uno cree en esas cosas.
Sonrió de lado al escuchar el diminuto gruñido que salía de la garganta de la muchacha. Un gruñido de cachorro, pequeño, incapaz de sobrecoger a nadie. Y aún a pesar de verla así, Stephan sabía que Vidoll tenía los colmillos más sangrientos del mundo. La piel más dura que había visto. Era precisamente esa dualidad entre lo amenazante de sus dotes y lo frágil de su mente lo que desconcertaba y fascinaba a Stephan a partes iguales.
-Está bien. Serás mi defensora. No podría tener una mejor. -a continuación, calló unos momentos cuando Vidoll hizo aquella pregunta; ésa que lo resumía todo. Dejó a Vidoll hablar y, para su propia sorpresa, no huyó del helado contacto de la titiritera con su peluda piel.
Efectivamente, si lo pensaba, Stephan podía afirmar que fue querido. Fue querido por su madre, Maria Bibrowski. Y ella había odiado a todo el mundo que odiase a su hijo. María había odiado a Stannislaw, su marido. A los sacerdotes que decían que el mejor destino para una maldición tan atroz era sacrificar al niño-bestia. También a los doctores que decían que no había explicación médica posible para tal beldad diabólica.
-Tienes razón; fui querido. Una vez. -alzó la mirada azul al cielo nocturno. El humo de la hoguera subía hacia arriba creando extraños círculos. Luego volvió a la realidad, frunció el ceño al escuchar a Vidoll hablar de un tal Milo.-¿Y ese Milo quién es? -casi nada sabía en realidad de la misteriosa titiritera, por lo que a él respectaba bien podría ser otra criatura de su mente esquizofrénica.
Sonrió de lado al escuchar el diminuto gruñido que salía de la garganta de la muchacha. Un gruñido de cachorro, pequeño, incapaz de sobrecoger a nadie. Y aún a pesar de verla así, Stephan sabía que Vidoll tenía los colmillos más sangrientos del mundo. La piel más dura que había visto. Era precisamente esa dualidad entre lo amenazante de sus dotes y lo frágil de su mente lo que desconcertaba y fascinaba a Stephan a partes iguales.
-Está bien. Serás mi defensora. No podría tener una mejor. -a continuación, calló unos momentos cuando Vidoll hizo aquella pregunta; ésa que lo resumía todo. Dejó a Vidoll hablar y, para su propia sorpresa, no huyó del helado contacto de la titiritera con su peluda piel.
Efectivamente, si lo pensaba, Stephan podía afirmar que fue querido. Fue querido por su madre, Maria Bibrowski. Y ella había odiado a todo el mundo que odiase a su hijo. María había odiado a Stannislaw, su marido. A los sacerdotes que decían que el mejor destino para una maldición tan atroz era sacrificar al niño-bestia. También a los doctores que decían que no había explicación médica posible para tal beldad diabólica.
-Tienes razón; fui querido. Una vez. -alzó la mirada azul al cielo nocturno. El humo de la hoguera subía hacia arriba creando extraños círculos. Luego volvió a la realidad, frunció el ceño al escuchar a Vidoll hablar de un tal Milo.-¿Y ese Milo quién es? -casi nada sabía en realidad de la misteriosa titiritera, por lo que a él respectaba bien podría ser otra criatura de su mente esquizofrénica.
Stephan Bibrowski- Gitano
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Re: The man or the beast? {Vidoll}
Nos pensamos…
Nos creemos.
Nos creemos.
Lúcidos de vivida inconsciencia. Minuto a minuto, día a día, de vida en vida, de tiempos intangibles que se escapan de las manos, que lo valen todo y no cuentan nada, horas que se pierden en los sueños, minutos que se ganan en la vida, vidas desaparecidas en parpadeos de historias infinitas sin comienzo. Una existencia e inexistencia compleja vislumbrada por Vídoll, bien captaba las palabras o quizás creía hacerlo. Y todo por el hombre lobo al representar su media sonrisa y la seguridad de su réplica.
Más los incontrolables controladores de improvisada monotonía, del perpetuo pasajero de demencia, de trivialidades indispensable, de sólidos intangibles, invaluables cotizados, vivos trascendentales … a vida solo pasa por pasar, sin mayor motivo, solo ser, sin trascender, sin alardear, sin nada más, sin más allá. Con una palabra del pasado comenzó a llamarlo. — ¿Por quién fuiste querido? ¿Quién era, y porque dejo de quererte?... —Callada, sumisa al calor del pelaje, una extraña sensación que le cautivaba. Mirando al frente, viendo la paz a su alrededor. Siendo el placer aquello por no sufrir más con ella misma.
Los seres conscientes... inconscientes de la conciencia, se vive para morir, se muere para… ¿Recordar? Quién lo sabe, quizás por recordar es que se volvió loca. —Es amante de los títeres, está fascinado con la idea de que ha inventado a uno de carne y hueso. Lo he llamado Milo descabellado, porque solo está dispuesto a torturar. Nadie me cree, todos piensan que son producto de mis pesadillas, o que la misma locura me hace decirlo. Pero, no, sé que alguien está dentro de mí, y también piensa lo mismo, es la primera vez que concordamos en algo, porque ella también me suele atacar. ¿Tu si me crees? o, quizás, ¿Piensas que en verdad estoy loca? Quizás si, si lo estoy, pero, entonces, ¿Siempre fue así?
Las interrogativas fluyeron, no eran preguntas estipuladas como tal, más si se podía entender que necesitaba saber, o ya no creía en realidad lo que decía, ese era su problema, cuando era realidad o cuando no, que era falso o verdadero, todo mezclado o contradictorio, nada era con exactitud más si, la evocación que le seguía permitiendo yacer en ese pecho, escuchando risas internas a las cuales comenzó a acostumbrarse.
Más los incontrolables controladores de improvisada monotonía, del perpetuo pasajero de demencia, de trivialidades indispensable, de sólidos intangibles, invaluables cotizados, vivos trascendentales … a vida solo pasa por pasar, sin mayor motivo, solo ser, sin trascender, sin alardear, sin nada más, sin más allá. Con una palabra del pasado comenzó a llamarlo. — ¿Por quién fuiste querido? ¿Quién era, y porque dejo de quererte?... —Callada, sumisa al calor del pelaje, una extraña sensación que le cautivaba. Mirando al frente, viendo la paz a su alrededor. Siendo el placer aquello por no sufrir más con ella misma.
Los seres conscientes... inconscientes de la conciencia, se vive para morir, se muere para… ¿Recordar? Quién lo sabe, quizás por recordar es que se volvió loca. —Es amante de los títeres, está fascinado con la idea de que ha inventado a uno de carne y hueso. Lo he llamado Milo descabellado, porque solo está dispuesto a torturar. Nadie me cree, todos piensan que son producto de mis pesadillas, o que la misma locura me hace decirlo. Pero, no, sé que alguien está dentro de mí, y también piensa lo mismo, es la primera vez que concordamos en algo, porque ella también me suele atacar. ¿Tu si me crees? o, quizás, ¿Piensas que en verdad estoy loca? Quizás si, si lo estoy, pero, entonces, ¿Siempre fue así?
Las interrogativas fluyeron, no eran preguntas estipuladas como tal, más si se podía entender que necesitaba saber, o ya no creía en realidad lo que decía, ese era su problema, cuando era realidad o cuando no, que era falso o verdadero, todo mezclado o contradictorio, nada era con exactitud más si, la evocación que le seguía permitiendo yacer en ese pecho, escuchando risas internas a las cuales comenzó a acostumbrarse.
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Re: The man or the beast? {Vidoll}
Las preguntas salían atropelladas de los labios mortíferos de la muñeca. Stephan Bibrowski nunca hablaba de él. No más de lo necesario, al menos. Protegido en su propio pelaje, sus propios dientes, su propia rabia. Algunos no se preguntaban tan siquiera de dónde había salido monstruo tan feo. El horror era suficiente para dejarlos obnubilados. O pudiera ser que los dejaba en un estado tal de catatonia perpetua que ni se paraban a pensar que ese monstruo tenía nombre, tenía órganos, tenía cerebro, conciencia, pensamientos, sentimientos.
No. Hacía mucho que nadie le preguntaba a Stephan nada, y por eso aprendió a callarse todo. Tal vez, nunca nadie se molestó en saberlo.
Por eso la curiosidad de Vidoll le resultaba extraña, algo incómoda, pero también cálida, si es que eso podía ser en una criatura tan helada como un témpano del Ártico. "El hielo también quema". Cierto.
-Fue hace muchos años. No merece la pena hablar de ello. -hizo un aspaviento con la mano indicando que no importaba. Pero sí importaba, claro que sí. Pudiera ser que de tanto negarle sensaciones humanas, él mismo las había llegado a rechazar.
La desesperación que expulsaban las palabras de la pequeña titiritera hicieron imposible a Stephan contradecir la pregunta. "¿Tú sí me crees?". El león dejó escapar un halo de frío vaho. No. No creía que estuviese loca, sólo rota, pues la locura es únicamente uno mismo extrapolado a la máxima frecuencia.
-No estás loca. Es sólo que alguien te ha hecho daño. -bajó la vista para centrarse en lo que sus manos habían rescatado del suelo. Una juma de árbol que ahora partía en varios trozos minúsculos para echarlos a la fogata-Ojalá tuviéramos la fórmula para arreglar las cosas rotas, ¿eh? -formuló, casi para sí mismo. El fuego proyectaba sombras extrañas en los rostros de ambas criaturas.
No. Hacía mucho que nadie le preguntaba a Stephan nada, y por eso aprendió a callarse todo. Tal vez, nunca nadie se molestó en saberlo.
Por eso la curiosidad de Vidoll le resultaba extraña, algo incómoda, pero también cálida, si es que eso podía ser en una criatura tan helada como un témpano del Ártico. "El hielo también quema". Cierto.
-Fue hace muchos años. No merece la pena hablar de ello. -hizo un aspaviento con la mano indicando que no importaba. Pero sí importaba, claro que sí. Pudiera ser que de tanto negarle sensaciones humanas, él mismo las había llegado a rechazar.
La desesperación que expulsaban las palabras de la pequeña titiritera hicieron imposible a Stephan contradecir la pregunta. "¿Tú sí me crees?". El león dejó escapar un halo de frío vaho. No. No creía que estuviese loca, sólo rota, pues la locura es únicamente uno mismo extrapolado a la máxima frecuencia.
-No estás loca. Es sólo que alguien te ha hecho daño. -bajó la vista para centrarse en lo que sus manos habían rescatado del suelo. Una juma de árbol que ahora partía en varios trozos minúsculos para echarlos a la fogata-Ojalá tuviéramos la fórmula para arreglar las cosas rotas, ¿eh? -formuló, casi para sí mismo. El fuego proyectaba sombras extrañas en los rostros de ambas criaturas.
Stephan Bibrowski- Gitano
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Re: The man or the beast? {Vidoll}
¿Cómo puede la tristeza generar dolor y más soledad? ¿Cómo el martirio nace en la niñez? ¿Por qué se sufre en la infancia? Quizás la muñeca se hallaba en ese estado, donde, debía sufrir para crecer, llorar para fortalecerse, pero, ¿Cómo debía ser para su mentalidad? ¿Cuánto daño tendría que tener para sanar? Entonces, Aquel hombre, ¿Por qué seguía sufriendo?... sucesivas palabras, incoherentes, pero el terror de que cargaría con ello aún mucho tiempo. Le dolía.
No hablo por un momento, las palabras quería comprender, anhelaba entender pero de su cabeza sólo una memoriza, "dolor" Era el eco que se formuló, propagándose en la mirada porque eso transmitía el león. Más lo reconocía, su instinto aunque fuese calmo y alegre, era todo lo contrario. ¿Qué bestialidad era esta?..¿Por qué no habla? Sigue callado, el mal lo silencio.
«Estúpida, ¿Que no ves que calló admitiendo que aún sufre? Eres una molestia, cállate. ¡Cállate o te quemo! ¡Eres igual de tonta como tus muñecas! Hablas y por eso te callan, te lastiman porque nunca aprendes a cerrar la boca.»
—Quiero saber, al menos escuchar que no es la misma historia que las demás, siempre hay dolor y por consecuencia tristeza, todos creen que es fea, pero no, no podemos permitir que nos digan feos de por vida. Tenemos que hacer que nos quieran, que nos quieran —Seguía el gesto del dedo, de un lado a otro, con la mirada confusa.
Y por primera vez, quiso que alguien la quisiera, sabiendo que ese alguien fuera su creador. Porque el querer es odiar, el querer es lastimar y en cuanto al odiar, no afecta. El afecto es el pleno daño, y entre más amor le dan, más agonía obtendrá. Y ella solo pide odio. Sin embargo, el odio atrae a la tortura… Todo era absurdo. Pero el león lo afirmo con su réplica.
—Todos estamos locos, tu, él, yo…
«¿Por qué lo dices?»
—Porque todos alguna vez han sufrido daño.
Una retórica respuesta fluyo de la pequeña contra su mente, sin percatarse que lo menciono de manera susurrada, sintiendo un enorme hueco cuando las ramas se convirtieron en nada, y el fuego danzo en sus pupilas.— Yo tengo un pequeño secreto para que esas cosas rotas vuelvan a ser como eran antes, pegamento, agujas, hilo y tijeras, si se unen transforman las cosas. Entonces, ¿Con eso si podemos arreglar todo lo roto?
Sin despegar la mirada, el calor aumentó, pareciese que sus mejillas se tornan rojizas, y su anormalidad mental expone a un deseo.
Curarle desde su vacío ansió.
No hablo por un momento, las palabras quería comprender, anhelaba entender pero de su cabeza sólo una memoriza, "dolor" Era el eco que se formuló, propagándose en la mirada porque eso transmitía el león. Más lo reconocía, su instinto aunque fuese calmo y alegre, era todo lo contrario. ¿Qué bestialidad era esta?..¿Por qué no habla? Sigue callado, el mal lo silencio.
«Estúpida, ¿Que no ves que calló admitiendo que aún sufre? Eres una molestia, cállate. ¡Cállate o te quemo! ¡Eres igual de tonta como tus muñecas! Hablas y por eso te callan, te lastiman porque nunca aprendes a cerrar la boca.»
—Quiero saber, al menos escuchar que no es la misma historia que las demás, siempre hay dolor y por consecuencia tristeza, todos creen que es fea, pero no, no podemos permitir que nos digan feos de por vida. Tenemos que hacer que nos quieran, que nos quieran —Seguía el gesto del dedo, de un lado a otro, con la mirada confusa.
Y por primera vez, quiso que alguien la quisiera, sabiendo que ese alguien fuera su creador. Porque el querer es odiar, el querer es lastimar y en cuanto al odiar, no afecta. El afecto es el pleno daño, y entre más amor le dan, más agonía obtendrá. Y ella solo pide odio. Sin embargo, el odio atrae a la tortura… Todo era absurdo. Pero el león lo afirmo con su réplica.
—Todos estamos locos, tu, él, yo…
«¿Por qué lo dices?»
—Porque todos alguna vez han sufrido daño.
Una retórica respuesta fluyo de la pequeña contra su mente, sin percatarse que lo menciono de manera susurrada, sintiendo un enorme hueco cuando las ramas se convirtieron en nada, y el fuego danzo en sus pupilas.— Yo tengo un pequeño secreto para que esas cosas rotas vuelvan a ser como eran antes, pegamento, agujas, hilo y tijeras, si se unen transforman las cosas. Entonces, ¿Con eso si podemos arreglar todo lo roto?
Sin despegar la mirada, el calor aumentó, pareciese que sus mejillas se tornan rojizas, y su anormalidad mental expone a un deseo.
Curarle desde su vacío ansió.
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Re: The man or the beast? {Vidoll}
Extraña. Vidoll era extraña. Era frágil y a la vez fuerte. Luminosa y a la vez oscura. Bella por fuera y deforme en su mente. Tal vez extraña no fuera el adjetivo adecuado. Quizá...contradictoria, paradójica a su disparatada manera. El Hombre León la observó mientras hablaba. Cada gesto indicaban que, efectivamente, la inmortal había sido brutalmente desplumada del mundo real y, aún así, el polaco creía entender cada idea subyacente a su curso de pensamientos. El fuego crepitó en un suave sonido. La madera de los troncos se iban consumiendo poco a poco. Hacía frío pero ninguno de los dos lo sentía. Bibrowski porque su pelaje lo protegía de las crueldades del invierno. Vidoll porque...bueno, el león dudaba de que a los de su condición pudiese afectarles los cambios de temperatura. A pesar de ello, el monstruo de circo había encendido el fuego. La imagen de las llamas lo reconfortaba.
-Me temo que no es tan fácil, pequeña. -emitió una carcajada sin humor al escuchar la respuesta de la inmortal. Su leona boca se torció en un gesto demasiado humano como para poder contenerse en aquel rostro tan animal, tan extraño. Sí, los dos eran extraños, después de todo. Le maravillaba la inocencia todavía encerrada en aquel cuerpo de a saber cuántos años.
Percibió entonces, con su oído casi animal, presencias desconocidas. En ese momento, se puso en pie, alzando el rostro para conseguir visualizar y escuchar mejor. No había adivinado de quién se trataba, pero sus músculos se tensaron. Todos los de la comunidad sobrenatural sabían de la existencia de cazadores e inquisidores por esos lares.
-¿Has escuchado eso? -le preguntó, sabiendo también que los de su condición poseían unos reflejos casi tan inhumanos como los suyos propios.
-Me temo que no es tan fácil, pequeña. -emitió una carcajada sin humor al escuchar la respuesta de la inmortal. Su leona boca se torció en un gesto demasiado humano como para poder contenerse en aquel rostro tan animal, tan extraño. Sí, los dos eran extraños, después de todo. Le maravillaba la inocencia todavía encerrada en aquel cuerpo de a saber cuántos años.
Percibió entonces, con su oído casi animal, presencias desconocidas. En ese momento, se puso en pie, alzando el rostro para conseguir visualizar y escuchar mejor. No había adivinado de quién se trataba, pero sus músculos se tensaron. Todos los de la comunidad sobrenatural sabían de la existencia de cazadores e inquisidores por esos lares.
-¿Has escuchado eso? -le preguntó, sabiendo también que los de su condición poseían unos reflejos casi tan inhumanos como los suyos propios.
Stephan Bibrowski- Gitano
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Re: The man or the beast? {Vidoll}
Sigue mirando el fuego, acércate a él y tócalo, así es como comenzamos a dormir, ¿Querías un día dormir? Es ahora, tócalo…
No, no quería dormir en ese momento, la compañía del hombre león le fortalecía de una manera asombrosa, acogedora con sus réplicas, adorable era el sentimiento de la humanidad, era quimérico. Y entre ellos jamás podrán destruirse, quizás sean vistos como enemigos, pero la naturaleza de ambos quieran o no, es igual, tan inocentes de la maldad exterior, tan cercanos a una extraordinaria humanidad. Como el fuego que vive en sus irises, llamas que fueron tan vivientes se iban consumiendo poco a poco, quedando solo evidencia de una negrura inigualable, la madera pronto dejó de ser bella y pasó a ser solo un pedazo más del horror que ocasiona la invención humana.
El aire comenzó a interponerse, qué maravilla era no poder padecer de frío, más quedaron las imitaciones de los gestos que no podrán ser olvidados. De manera que permaneció en una especie de hipnotismo, seguía el camino que recorría el humo, sonriendo por la feroz carcajada que resonaba en los alrededores, más un sonido extra se incluye, ¿Qué era?
Los vigilan, hace tiempo que los están vigilando…Vienen, ellos vienen por ustedes.
¿Quiénes son ellos? ¿Por qué es que los vigilan? No, no podría ser, quizás sí, estaban demasiado distraídos, pero era imposible engañar a los instintos, no es posible que el fuego los haya dormido, era mentira. Pero sorprendida giró el rostro hacia las ramas que se oían apartar, hojas que fueron pisadas y una que otra rama quebrada. Supo que no era mentira en cuanto el hombre león se alzó.
— Quizás es ella, o quizás es él…
Un miedo se propagó por su garganta, temía a su creador, sentía pavor por la muñeca decapitada que la seguía, ¿La habrán encontrado?
No son ellos, es la primera vez que sentimos su aura. No corras, al parecer te gusta sentir el dolor, y ellos vienen a causarlo.
¿Correr? ¿Por qué? ¿Qué era lo que sucedía? Y en cuanto supieron que fueron descubiertos, comenzaron a salir por la parte delantera de unos arbustos. En efecto, era la primera vez que la pequeña vislumbraba esas figuras amenazantes, armas apuntando hacia ellos.
— ¿Los conoces? ¿Quiénes son ellos? Stephan, ¿Por qué están apuntando hacia nosotros? —No le gustaba, para nada le agradaban esas miradas, los puntiagudos utensilios y la sensación de peligro. Para nada era agradable, ¿Que debía hacer? … Por lo mientras, da dos pasos hacia adelante, protegiendo a su compañero con los colmillos descubiertos. Ofreciendo la amenaza como ellos ejercían.
No, no quería dormir en ese momento, la compañía del hombre león le fortalecía de una manera asombrosa, acogedora con sus réplicas, adorable era el sentimiento de la humanidad, era quimérico. Y entre ellos jamás podrán destruirse, quizás sean vistos como enemigos, pero la naturaleza de ambos quieran o no, es igual, tan inocentes de la maldad exterior, tan cercanos a una extraordinaria humanidad. Como el fuego que vive en sus irises, llamas que fueron tan vivientes se iban consumiendo poco a poco, quedando solo evidencia de una negrura inigualable, la madera pronto dejó de ser bella y pasó a ser solo un pedazo más del horror que ocasiona la invención humana.
El aire comenzó a interponerse, qué maravilla era no poder padecer de frío, más quedaron las imitaciones de los gestos que no podrán ser olvidados. De manera que permaneció en una especie de hipnotismo, seguía el camino que recorría el humo, sonriendo por la feroz carcajada que resonaba en los alrededores, más un sonido extra se incluye, ¿Qué era?
Los vigilan, hace tiempo que los están vigilando…Vienen, ellos vienen por ustedes.
¿Quiénes son ellos? ¿Por qué es que los vigilan? No, no podría ser, quizás sí, estaban demasiado distraídos, pero era imposible engañar a los instintos, no es posible que el fuego los haya dormido, era mentira. Pero sorprendida giró el rostro hacia las ramas que se oían apartar, hojas que fueron pisadas y una que otra rama quebrada. Supo que no era mentira en cuanto el hombre león se alzó.
— Quizás es ella, o quizás es él…
Un miedo se propagó por su garganta, temía a su creador, sentía pavor por la muñeca decapitada que la seguía, ¿La habrán encontrado?
No son ellos, es la primera vez que sentimos su aura. No corras, al parecer te gusta sentir el dolor, y ellos vienen a causarlo.
¿Correr? ¿Por qué? ¿Qué era lo que sucedía? Y en cuanto supieron que fueron descubiertos, comenzaron a salir por la parte delantera de unos arbustos. En efecto, era la primera vez que la pequeña vislumbraba esas figuras amenazantes, armas apuntando hacia ellos.
— ¿Los conoces? ¿Quiénes son ellos? Stephan, ¿Por qué están apuntando hacia nosotros? —No le gustaba, para nada le agradaban esas miradas, los puntiagudos utensilios y la sensación de peligro. Para nada era agradable, ¿Que debía hacer? … Por lo mientras, da dos pasos hacia adelante, protegiendo a su compañero con los colmillos descubiertos. Ofreciendo la amenaza como ellos ejercían.
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