AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Perdidos en el horizonte || Tiziano
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Perdidos en el horizonte || Tiziano
El clima templado de la noche anuncia la brisa estival de otoño, tan fresca y fragante alegrando a grandes y pequeños por los capullos de flores que este año florecen en toda la ciudad y más en los campos y jardines, todos en Paris esperan poder tener algo de tiempo libre y admirar las bellezas de la creación de nuestro señor, de aquella fuerza que nos ayuda seguir, y así mismo como es la vida en la naturaleza así también es la del ser humano.
El cielo oscuro se alza por lo alto en los cielos, las aves apenas y cantan ya, solo los cigarros que buscan un poco de calor, cada individuo en la ciudad de Paris dan por terminada sus jornadas y otros en cambio recien comienzan sus labores, tanta vida, tanta dicha entre las calles que aunque sean las horas nocturnas aun se llena de algarabía con la presencia de personas rondando por las esquinas en pequeños paseos o para pasar tiempo con la familia, un poco de calidad con ellos.
Entre las calles parisinas una joven de cabellos castaños con una sonrisa cerca de la panadería llevando bolsas con panes de sabores para los niños del orfanato su andar es demasiado lento para el común general de las personas, pero ella se toma su tiempo mirando a las personas completamente como si disfrutara de ello, y es lo que hace disfruta de al menos tener vida y convivir, a escasos segundos, con otros individuos; se le va haciendo tarde para llegar al trabajo de las ultimas horas, porque es siempre a estas horas que recibe grandes pedidos, por lo que solo se toma el tiempo para visitar a los pequeños ángeles; apresura el paso entrando a otra tienda por unos libros de lectura para los niños del orfanato.
Pero antes de llegar a su destino decide que es mejor comprar no solo comida si no también un poco de dulce para alegrarles al menos la noche, así que corre a la confitería más cerca por algo de chocolates y galletas, iba a cerrar el dueño hasta que ve a la joven con una mirada dulce en su rostro y la explicación, la atiende enfuruñado pero al ver que es para niños del orfanato calla las palabras. Con una sonrisa y una palmada en el hombro de la joven avanza a buscar el camino de regreso a su sendero, pero sin darse cuenta había tomado el camino equivocado perdiéndose entre las calles parisinas, sus ojos bien abiertos buscan el camino de nuevo, girando en una esquina y en otra más pero solo consigue perderse aún más su despistada mente no se ha percatado del camino y se siente como una de los cuentos que suele contar a los niños para dormir.
Miró a las personas nuevamente para ver si alguno le era familiar de los que había visto primero pero no, todos eran diferentes, se estaba desesperando, dejó las bolsas a sus pies para mirar con mayor detenimiento el ambiente en donde estaba, lo malo era que se la hora se le estaba pasando y si no llega con todo se ganaría un sermón y castigo de la monja superiora encargada del orfanato, entre suspiros decidió pedir ayuda a alguien pero su timidez no se lo permitía y solo la obligo a mantenerse algo alejada de todos pensando que podría hacer.
El cielo oscuro se alza por lo alto en los cielos, las aves apenas y cantan ya, solo los cigarros que buscan un poco de calor, cada individuo en la ciudad de Paris dan por terminada sus jornadas y otros en cambio recien comienzan sus labores, tanta vida, tanta dicha entre las calles que aunque sean las horas nocturnas aun se llena de algarabía con la presencia de personas rondando por las esquinas en pequeños paseos o para pasar tiempo con la familia, un poco de calidad con ellos.
Entre las calles parisinas una joven de cabellos castaños con una sonrisa cerca de la panadería llevando bolsas con panes de sabores para los niños del orfanato su andar es demasiado lento para el común general de las personas, pero ella se toma su tiempo mirando a las personas completamente como si disfrutara de ello, y es lo que hace disfruta de al menos tener vida y convivir, a escasos segundos, con otros individuos; se le va haciendo tarde para llegar al trabajo de las ultimas horas, porque es siempre a estas horas que recibe grandes pedidos, por lo que solo se toma el tiempo para visitar a los pequeños ángeles; apresura el paso entrando a otra tienda por unos libros de lectura para los niños del orfanato.
Pero antes de llegar a su destino decide que es mejor comprar no solo comida si no también un poco de dulce para alegrarles al menos la noche, así que corre a la confitería más cerca por algo de chocolates y galletas, iba a cerrar el dueño hasta que ve a la joven con una mirada dulce en su rostro y la explicación, la atiende enfuruñado pero al ver que es para niños del orfanato calla las palabras. Con una sonrisa y una palmada en el hombro de la joven avanza a buscar el camino de regreso a su sendero, pero sin darse cuenta había tomado el camino equivocado perdiéndose entre las calles parisinas, sus ojos bien abiertos buscan el camino de nuevo, girando en una esquina y en otra más pero solo consigue perderse aún más su despistada mente no se ha percatado del camino y se siente como una de los cuentos que suele contar a los niños para dormir.
Miró a las personas nuevamente para ver si alguno le era familiar de los que había visto primero pero no, todos eran diferentes, se estaba desesperando, dejó las bolsas a sus pies para mirar con mayor detenimiento el ambiente en donde estaba, lo malo era que se la hora se le estaba pasando y si no llega con todo se ganaría un sermón y castigo de la monja superiora encargada del orfanato, entre suspiros decidió pedir ayuda a alguien pero su timidez no se lo permitía y solo la obligo a mantenerse algo alejada de todos pensando que podría hacer.
Última edición por Constance A. Zaïre el Vie Jul 31, 2015 9:50 pm, editado 1 vez
Constance A. Zaïre- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/04/2014
Deambulando Solitario...
“Yo soy una parte de aquella parte que al principio era todo;
una parte de las tinieblas, de las cuales nació la luz,
la orgullosa luz que ahora disputa su antiguo lugar,
el espacio a su madre la noche.”
-Goethe-
una parte de las tinieblas, de las cuales nació la luz,
la orgullosa luz que ahora disputa su antiguo lugar,
el espacio a su madre la noche.”
-Goethe-
Supieran aquellos débiles seres lo que significa despertarse todas las noches, de todos los días, con aquella hambre, desvelándote por esas necesidades de sangre calórica para un cuerpo tan muerto y putrefacto de una bestia sin vida alguna más que para la ilusión de creer ser feliz en una eternidad. Pero no… aquello no es cierto, la muerte, la soledad y el frío nos acompaña en todas las andanzas de la muerte en vida, los orígenes de las memorias que esconde cada uno, son el alimento vacío de un vampiro como aquél, que solitario deambulaba por las calles más oscuras y alejadas de París, después de la tortura de alimentarse de una vida, que aunque imperfecta es, inocente era. Nadie pide nacer en este mundo de amarguras sin sentido.
Así es como Tiziano intentaba lidiar cada noche con la supremacía de su condición bestial, de buscar alimento para mantener la materia muerta con alguna especie de “chispa” de vida, aunque simplemente era ínfima y maldita. Si cuando humano era, y encontraba que la vida no tenía sentido, era peor siendo un vampiro. Pero la fidelidad de su padre lo conmovió a aceptar esta condición… es cierto, él lo aceptó, el decidió elegir este camino de soledad. Con la cual vivía en una constante cuerda tirante de amor y odio. Enamorado de la soledad había caído, pero a su vez odiaba el precio que tenía que pagar por ello.
Y continuó su travesía siempre pasando desapercibido entre los demás seres, vestido con un abrigo largo y ajustado a su figura delgada, un sombrero de copa y botines negros. Nada muy usual, porque la verdad es que aquél no era un estilo de vestir muy conocido entre los franceses, pero en Italia era mucho más reiterativo ver a los caballeros de esa forma. Se destaca eso sí el estilo de la alta alcurnia entre las ropas de Tiziano, debido a que las marcas no pasan muy desapercibidas entre sus ropajes de finas telas.
Cómo explicar la suave brisa de la noche que le atrajo a Tiziano algunos aromas dulces, pero perdidos entre la espesa oscuridad, provenientes desde una muchacha bastante joven y etérea…increíblemente pura, extraño en un ser humano, pero Tiziano supo enseguida que su sangre no estaba contaminada, ni mucho menos su alma corrompida… Se veía perdida entre los caminos, cargando una bolsas, como buscando hacia un lejano norte…. Parecía un personaje perfecto para cuentos de infantes…
Sigiloso y con cuidado atrapado por la curiosidad y pereza que alentó a Tiziano acercarse, contempló a la joven de castaña cabellera sedosa que delicadamente caía entre sus hombros, de vestimenta sencilla, tan así, que Tiziano se sintió vestido absurdamente, al lado de una joven como ella y rió para sus adentros después de tal comparación… Luego las dudas llegaron a declararle la guerra al vampiro:
"-¿Se asustará si me acerco, se reirá, se alejará?- pensó".
"-Aunque me gustaría ayudarla…- se contestó de inmediato entre su mente que hablaba con desconcierto."
De tanta vuelta que le dio a sus paradigmas inútiles, Tiziano se acercó…
-¿Disculpe… necesita ayuda?- preguntó con voz suave y ligera intentando sacar su lado más amable.
-…es que le veo un poco desorientada…- acotó en seguida mientras caminaba hasta ella.
Sin duda, Tiziano no esperaba ser correspondido por aquella muchacha tan joven, que de seguro no se atrevería a hablarle a un extraño, ni menos a una criatura tan bestial como un vampiro. Él ya estaba acostumbrado a tales percepciones, e incluso no le daba mucha importancia al que le correspondieran… pero supongo que el vampiro de alguna u otra forma intentaba apagar la sensación de la muerte que llevaba entre sus entrañas y memorias, intentando dialogar en un utópico universo que para él jamás existiría con aquella muchacha de desplante tan lumínico y puro como el de ella, en una más de las noches solitarias y eternas del ser oscuro….
Así es como Tiziano intentaba lidiar cada noche con la supremacía de su condición bestial, de buscar alimento para mantener la materia muerta con alguna especie de “chispa” de vida, aunque simplemente era ínfima y maldita. Si cuando humano era, y encontraba que la vida no tenía sentido, era peor siendo un vampiro. Pero la fidelidad de su padre lo conmovió a aceptar esta condición… es cierto, él lo aceptó, el decidió elegir este camino de soledad. Con la cual vivía en una constante cuerda tirante de amor y odio. Enamorado de la soledad había caído, pero a su vez odiaba el precio que tenía que pagar por ello.
“El mundo es diferente, es una mar lleno de oscuras sensaciones, de ahogo, de suplicio, de una ironía desatinada, con la forma de un iceberg gigante de hielo, oscuro, hundido entre el frío con un camino…ahora infinito.” -pensaba Tiziano
...al observar tanta vida por las calles aquella noche en particular, donde su sed se satisfacía recorriéndole el cuerpo mientras contemplaba como un anciano cansado de vivir en el abandono de un asilo….
...al observar tanta vida por las calles aquella noche en particular, donde su sed se satisfacía recorriéndole el cuerpo mientras contemplaba como un anciano cansado de vivir en el abandono de un asilo….
Y continuó su travesía siempre pasando desapercibido entre los demás seres, vestido con un abrigo largo y ajustado a su figura delgada, un sombrero de copa y botines negros. Nada muy usual, porque la verdad es que aquél no era un estilo de vestir muy conocido entre los franceses, pero en Italia era mucho más reiterativo ver a los caballeros de esa forma. Se destaca eso sí el estilo de la alta alcurnia entre las ropas de Tiziano, debido a que las marcas no pasan muy desapercibidas entre sus ropajes de finas telas.
Cómo explicar la suave brisa de la noche que le atrajo a Tiziano algunos aromas dulces, pero perdidos entre la espesa oscuridad, provenientes desde una muchacha bastante joven y etérea…increíblemente pura, extraño en un ser humano, pero Tiziano supo enseguida que su sangre no estaba contaminada, ni mucho menos su alma corrompida… Se veía perdida entre los caminos, cargando una bolsas, como buscando hacia un lejano norte…. Parecía un personaje perfecto para cuentos de infantes…
Sigiloso y con cuidado atrapado por la curiosidad y pereza que alentó a Tiziano acercarse, contempló a la joven de castaña cabellera sedosa que delicadamente caía entre sus hombros, de vestimenta sencilla, tan así, que Tiziano se sintió vestido absurdamente, al lado de una joven como ella y rió para sus adentros después de tal comparación… Luego las dudas llegaron a declararle la guerra al vampiro:
"-¿Se asustará si me acerco, se reirá, se alejará?- pensó".
"-Aunque me gustaría ayudarla…- se contestó de inmediato entre su mente que hablaba con desconcierto."
De tanta vuelta que le dio a sus paradigmas inútiles, Tiziano se acercó…
-¿Disculpe… necesita ayuda?- preguntó con voz suave y ligera intentando sacar su lado más amable.
-…es que le veo un poco desorientada…- acotó en seguida mientras caminaba hasta ella.
Sin duda, Tiziano no esperaba ser correspondido por aquella muchacha tan joven, que de seguro no se atrevería a hablarle a un extraño, ni menos a una criatura tan bestial como un vampiro. Él ya estaba acostumbrado a tales percepciones, e incluso no le daba mucha importancia al que le correspondieran… pero supongo que el vampiro de alguna u otra forma intentaba apagar la sensación de la muerte que llevaba entre sus entrañas y memorias, intentando dialogar en un utópico universo que para él jamás existiría con aquella muchacha de desplante tan lumínico y puro como el de ella, en una más de las noches solitarias y eternas del ser oscuro….
Niklaus Dunkelheit- Vampiro Clase Alta
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Re: Perdidos en el horizonte || Tiziano
Suaves y cándidos reflejos que iluminan el rostro de aquella joven cuyos ojos se abren completamente para buscar el camino de regreso, sus manos se posan sobre su estrecha cintura en jarras regañándose mentalmente por haber perdido el rumbo a sabiendas que el tiempo le es más que esencial a esta hora de la noche. Junta sus manos en señal de rezo alzando la mirada clara al cielo al igual que sus alabanzas en busca de una ayuda, una ayuda divina para poder salir de aquel aprieto que se ha buscado por despistada.
Con la mirada perdida entre las personas olvida por completo sus compras, la menos por unos segundos, viendo si recuerda algo para retomar el camino, pero nada, todo le es vano e inútil hasta el punto de querer reclamarse con mayor fuerza por haberse dejado llevar sin fijarse en el camino. Irónico, se siente como la pequeña Gretel que ha perdido el camino con su hermano, solo que es quien le hace falta para dejar las migas de pan por todas las calles hasta encontrar el camino a casa o perderse en mano de la bruja, en su caso de algún cruel y despiadado brujo que desee matar a la pobre Gretel de cabellos castaños y ojos inocentes. Ríe ante tal alusión hasta que repara en la presencia de un joven que le habla amablemente, aquella joven se sonroja pero no por timidez sino de vergüenza de que aquel joven haya acertado al despiste de ella. La voz dulce y suave que había empleado el joven caballero la calmó aún más cuando reparó en que él no era cualquier joven si no un lord, quizás.
La sonrisa enseguida se mostró realizando una reverencia como si se tratara de un joven noble, quizás lo era o no pero no iba a arriesgar sus modales. Haciendo muestra de ellos saludo reverencialmente –Gracias a los cielos– susurra con una jovial sonrisa –Se me nota tanto que estoy perdida joven– un leve tono carmesí se pinta sobre su mejillas por la vergüenza, niega para evitar pensar en ello mirando al joven con la sonrisa en su rostro, ¿por qué sonríe tanto? Porque siempre lo hace, además de que en esta ocasión era por nervios que comenzó como primer acto una risilla que no contempla el eco de palabras la segunda reacción es la negación, negar con parsimoniosa calma la cabeza como si no creyera lo que va a decir o lo que ocurre, mira aquellos ojos, los contempla para que el joven se dé cuenta de que efectivamente, había perdido el camino.
–Le rogué a los cielos que me enviaran a un ángel que me lleve de regreso por el camino y no me deje perder en manos de la fría y oscura noche en la perdición de algún ser maligno que pueda atraparme y desear meterme en una caldera para tomarme como alimento como se ve en los cuentos cuando uno habla con extraños, pensé que podría salir en busca de mi camino pero el pan se me ha agotado y solo ha quedado el de los pequeños, además de que es muy probable que las aves se lo coman o deje el rastro para que la bruja me encuentre más rápido– nuevamente su nerviosismo ataca nuevamente y al percatarse de ello se disculpa con una reverencia –Lo siento, no estoy acostumbrada a recibir ayuda más que solo a brindarla, discúlpeme– sonríe abriendo sus labios para decir algo más pero opta por ser directa y sincera –Señor, si pudiera ayudarme indicándome el camino hacia el orfanato le estaría eternamente agradecida, es allá mi destino, he perdido el rumbo por hacer compras de más y ahora no sé cómo llegar allá– su mirada la baja, mira al suelo para terminar sin nerviosismos al menos una frase coherente.
Los nervios de la castaña se deben al poco roce con personas del sexo masculino, al poco contacto con el mundo exterior más que no sean sus hermosas rosas en su florería, son las únicas que no la ponen nerviosa, incluso cuando brinda su ayuda se pone nerviosa pero enseguida recobra el sentido al saber que está haciendo su labor de ángel en la tierra al ayudar a quien lo necesite, pero ¿y ahora? Ahora ella era la perdida, la que necesitaba ayuda y no podía creerlo haberse puesto en esa situación.
Con la mirada perdida entre las personas olvida por completo sus compras, la menos por unos segundos, viendo si recuerda algo para retomar el camino, pero nada, todo le es vano e inútil hasta el punto de querer reclamarse con mayor fuerza por haberse dejado llevar sin fijarse en el camino. Irónico, se siente como la pequeña Gretel que ha perdido el camino con su hermano, solo que es quien le hace falta para dejar las migas de pan por todas las calles hasta encontrar el camino a casa o perderse en mano de la bruja, en su caso de algún cruel y despiadado brujo que desee matar a la pobre Gretel de cabellos castaños y ojos inocentes. Ríe ante tal alusión hasta que repara en la presencia de un joven que le habla amablemente, aquella joven se sonroja pero no por timidez sino de vergüenza de que aquel joven haya acertado al despiste de ella. La voz dulce y suave que había empleado el joven caballero la calmó aún más cuando reparó en que él no era cualquier joven si no un lord, quizás.
La sonrisa enseguida se mostró realizando una reverencia como si se tratara de un joven noble, quizás lo era o no pero no iba a arriesgar sus modales. Haciendo muestra de ellos saludo reverencialmente –Gracias a los cielos– susurra con una jovial sonrisa –Se me nota tanto que estoy perdida joven– un leve tono carmesí se pinta sobre su mejillas por la vergüenza, niega para evitar pensar en ello mirando al joven con la sonrisa en su rostro, ¿por qué sonríe tanto? Porque siempre lo hace, además de que en esta ocasión era por nervios que comenzó como primer acto una risilla que no contempla el eco de palabras la segunda reacción es la negación, negar con parsimoniosa calma la cabeza como si no creyera lo que va a decir o lo que ocurre, mira aquellos ojos, los contempla para que el joven se dé cuenta de que efectivamente, había perdido el camino.
–Le rogué a los cielos que me enviaran a un ángel que me lleve de regreso por el camino y no me deje perder en manos de la fría y oscura noche en la perdición de algún ser maligno que pueda atraparme y desear meterme en una caldera para tomarme como alimento como se ve en los cuentos cuando uno habla con extraños, pensé que podría salir en busca de mi camino pero el pan se me ha agotado y solo ha quedado el de los pequeños, además de que es muy probable que las aves se lo coman o deje el rastro para que la bruja me encuentre más rápido– nuevamente su nerviosismo ataca nuevamente y al percatarse de ello se disculpa con una reverencia –Lo siento, no estoy acostumbrada a recibir ayuda más que solo a brindarla, discúlpeme– sonríe abriendo sus labios para decir algo más pero opta por ser directa y sincera –Señor, si pudiera ayudarme indicándome el camino hacia el orfanato le estaría eternamente agradecida, es allá mi destino, he perdido el rumbo por hacer compras de más y ahora no sé cómo llegar allá– su mirada la baja, mira al suelo para terminar sin nerviosismos al menos una frase coherente.
Los nervios de la castaña se deben al poco roce con personas del sexo masculino, al poco contacto con el mundo exterior más que no sean sus hermosas rosas en su florería, son las únicas que no la ponen nerviosa, incluso cuando brinda su ayuda se pone nerviosa pero enseguida recobra el sentido al saber que está haciendo su labor de ángel en la tierra al ayudar a quien lo necesite, pero ¿y ahora? Ahora ella era la perdida, la que necesitaba ayuda y no podía creerlo haberse puesto en esa situación.
Constance A. Zaïre- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/04/2014
Re: Perdidos en el horizonte || Tiziano
“…La dama de mirada pura y jovial, parecía un verdadero recién nacido, al declarar tantos pequeños detalles como si algún ente extraño estuviese persiguiéndole el habla.
El vampiro se sorprendió un poco, sobresaltado, más sin mostrar expresión alguna contemplando de pies a cabeza a la joven que se presentaba ante sus ojos, como una niña perdida.
Tiziano sabía que el hablar con extraños no era propio de las señoritas, pero al verla directamente a esos claros orbes de la muchacha y escuchar sus lamentables palabras, se notaba el sufrir en sus ojos por haber cometido un error como el de perderse en el camino para ir a aquel orfanato. El elixir de la joven inevitablemente se diluía por el aire atrayendo a las fosas nasales llamando a la sed, que era poca pero poderosa.
Aun así, el tortuoso enfrentamiento y destierro que el vampiro vivía noche tras noche después de asesinar era simplemente todo un suplicio para él…”
El vampiro se sorprendió un poco, sobresaltado, más sin mostrar expresión alguna contemplando de pies a cabeza a la joven que se presentaba ante sus ojos, como una niña perdida.
Tiziano sabía que el hablar con extraños no era propio de las señoritas, pero al verla directamente a esos claros orbes de la muchacha y escuchar sus lamentables palabras, se notaba el sufrir en sus ojos por haber cometido un error como el de perderse en el camino para ir a aquel orfanato. El elixir de la joven inevitablemente se diluía por el aire atrayendo a las fosas nasales llamando a la sed, que era poca pero poderosa.
Aun así, el tortuoso enfrentamiento y destierro que el vampiro vivía noche tras noche después de asesinar era simplemente todo un suplicio para él…”
Entonces distraído me hallé sin saber qué decirle a aquella mirada tan dulce que se presentaba ante mí… pero sí, claro que podría ayudarla. El haber escuchado recitar una especie de cuento que rápidamente me identificó como aquel “Ser Maligno” que deseaba llevársela entre las tinieblas, hizo un crujido en mi pecho, y sentí desesperadamente la necesidad de alejarme de aquella criatura tan pura y humana que me respondió de una forma tan humilde. Pude observar en sus ojos aún aquel sentimiento de perdición que traía consigo, me atraía un poco aquello debo decir, pero no podría permitirme hacerle un daño a esta joven muchacha.
-“¿Agradecer eternamente?...”- me pronuncié a mí mismo en un susurro que más que a ella, a modo irónico… ‘¡Si supiera ella lo que realmente es la eternidad!... ¿Lo haría?... ¿Ella agradecería eternamente?...’- pensé.Y esbocé una muy ligera media sonrisa, continuando:
-No tiene nada de qué disculparse, claro que puedo ayudarla a regresar a su destino… no me entrometeré en él. No podría…- dije con mi voz neutral, un poco más reflexivo.
Me acerqué un poco más a enseñarle con cuidado mi brazo a la joven para que pudiera tomarlo como guía, y esperando a su vez que no se asuste. Un pequeño roce que podría significar simplemente dos cosas: La ayuda que me pedía, o el egoísmo mío de atraerla hacia lugares que desconocidos serían para ella tal vez. Busqué entre sus pensamientos, pero nada había que me llamara la atención más que la curiosidad con la que miraba mi porte, y preguntas de dónde quizás habría salido yo. Cosas sin importancia, supe entonces que no podría hacerle más que regresarla a su sendero, sin interrumpirle.
Por otro lado lúcido no me encontraba yo en ese momento, aun cuando el rojo carmesí de mi última y lamentable víctima me carcomía el pecho… sentí mis breves lamentos, así mismo una tristeza que inundaba mi interior. La soledad eterna es para mí, mucho más que el vacío que deja aquél alimento sin el cual no podría estar caminando en ese momento, al lado de aquella muchacha. Distraído me dejé vencer por la melancolía silenciosa que me embargaba en aquellos instantes. Suspiraba de tanto en tanto casi imperceptible, aun cuando iba acompañado de aquel ser tan sensible y a la vez firme entre sus pies, sin que divagase mucho entre los pesares…. Realmente aquella joven que iba al lado mío, divagaba sólo fantasías más que realidades, y fue aquello lo único que me hizo verla casi como un personaje ficticio de sus propios cuentos… pero… ¿Hasta qué punto llega lo onírico a palpitar en nuestros corazones?, ¿Hasta qué punto podrían presentarse las suaves caricias de los vínculos de nuestras mentes y almas?...
Me preguntaba esas cosas que lamentablemente en mi cuerpo inmortal ya no existían… pero aun así deseara que sí. Y en lo personal, me miento a mí mismo a veces pensando que me queda el tinte de una pluma vacía entre el limbo de mi imaginería y cotidiano sobrevivir. Pero deseaba tener uno o dos más cuentos e historias para contar… más el Vacío, la Soledad, el Silencio era todo lo que me quedaba… ¿Qué podría haber más allá? Nada, no hay nada… nada más, nunca más.
El camino hacia el orfanato se hizo más largo en contraste con mis infinitos delirios mentales, pero llegando cerca pude sentir la tranquilidad de la noche, y la intriga de la muchacha a mi lado con respecto a mi Ser… pero yo nada podía decir, nada podía aclarar… estaba cansado de fingir, de aparentar… y de restringirme el dolor de mi real condición bestial… faltaba poco ya para que ella quisiese saber alguna que otra cosa de mí, faltaba poco ya… y yo ya me cansaría de mentir, que solo saldría de un sopetón sea lo que sea que le respondiese a la bella criatura, y oveja perdida de un Dios….
-“¿Agradecer eternamente?...”- me pronuncié a mí mismo en un susurro que más que a ella, a modo irónico… ‘¡Si supiera ella lo que realmente es la eternidad!... ¿Lo haría?... ¿Ella agradecería eternamente?...’- pensé.Y esbocé una muy ligera media sonrisa, continuando:
-No tiene nada de qué disculparse, claro que puedo ayudarla a regresar a su destino… no me entrometeré en él. No podría…- dije con mi voz neutral, un poco más reflexivo.
Me acerqué un poco más a enseñarle con cuidado mi brazo a la joven para que pudiera tomarlo como guía, y esperando a su vez que no se asuste. Un pequeño roce que podría significar simplemente dos cosas: La ayuda que me pedía, o el egoísmo mío de atraerla hacia lugares que desconocidos serían para ella tal vez. Busqué entre sus pensamientos, pero nada había que me llamara la atención más que la curiosidad con la que miraba mi porte, y preguntas de dónde quizás habría salido yo. Cosas sin importancia, supe entonces que no podría hacerle más que regresarla a su sendero, sin interrumpirle.
Por otro lado lúcido no me encontraba yo en ese momento, aun cuando el rojo carmesí de mi última y lamentable víctima me carcomía el pecho… sentí mis breves lamentos, así mismo una tristeza que inundaba mi interior. La soledad eterna es para mí, mucho más que el vacío que deja aquél alimento sin el cual no podría estar caminando en ese momento, al lado de aquella muchacha. Distraído me dejé vencer por la melancolía silenciosa que me embargaba en aquellos instantes. Suspiraba de tanto en tanto casi imperceptible, aun cuando iba acompañado de aquel ser tan sensible y a la vez firme entre sus pies, sin que divagase mucho entre los pesares…. Realmente aquella joven que iba al lado mío, divagaba sólo fantasías más que realidades, y fue aquello lo único que me hizo verla casi como un personaje ficticio de sus propios cuentos… pero… ¿Hasta qué punto llega lo onírico a palpitar en nuestros corazones?, ¿Hasta qué punto podrían presentarse las suaves caricias de los vínculos de nuestras mentes y almas?...
Me preguntaba esas cosas que lamentablemente en mi cuerpo inmortal ya no existían… pero aun así deseara que sí. Y en lo personal, me miento a mí mismo a veces pensando que me queda el tinte de una pluma vacía entre el limbo de mi imaginería y cotidiano sobrevivir. Pero deseaba tener uno o dos más cuentos e historias para contar… más el Vacío, la Soledad, el Silencio era todo lo que me quedaba… ¿Qué podría haber más allá? Nada, no hay nada… nada más, nunca más.
El camino hacia el orfanato se hizo más largo en contraste con mis infinitos delirios mentales, pero llegando cerca pude sentir la tranquilidad de la noche, y la intriga de la muchacha a mi lado con respecto a mi Ser… pero yo nada podía decir, nada podía aclarar… estaba cansado de fingir, de aparentar… y de restringirme el dolor de mi real condición bestial… faltaba poco ya para que ella quisiese saber alguna que otra cosa de mí, faltaba poco ya… y yo ya me cansaría de mentir, que solo saldría de un sopetón sea lo que sea que le respondiese a la bella criatura, y oveja perdida de un Dios….
Niklaus Dunkelheit- Vampiro Clase Alta
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Re: Perdidos en el horizonte || Tiziano
Afable sonrisa que en aquellos labios rosáceos se muestran libre de maldad o malos pensamientos; gustosa toma la ayuda amiga de aquel caballero, que de brillante armadura se presentaba, al menos para aquellos ojos puros y cristalinos, tal cual los cuentos de suele aquella alma errante contar a sus pequeños entre los brazos de la naturaleza de los jardines de la ciudad. Un personaje digno de sus cuentos fantásticos donde el bien triunfa sobre el mal, donde las espadas se blanden por encontrar el camino. Una sonrisa, una sonrisa es todo lo que muestra al momento que gustosa toma la mano amiga, aquel brazo al que se aferra como si fuera una salvación para su ahogada alma, y lo era, lo es y le estaría eternamente agradecida.
Las paquetes que llevaba las sostiene con fuerza caminando junto a aquel caballero al que ha interrumpido con pequeñeces, tonta se siente por ello, egoísta por haberlo sacado de su ruta para ayudar a alguien que con descuido ha perdido el camino. Lo observa de perfil mordiéndose el labio sin saber que decir o hacer para compensar la ayuda recibida por parte de aquel extraño; fue ahí, en ese momento en que se tomó consciencia de lo que estaba pasando, aquel hombre era un extraño, no conocía su nombre, su edad, de donde venía ni nada. El viaje, aunque placentero fue en silencio y eso le inquietaba al medio vislumbrar al joven, en varias ocasiones quiso preguntar algo pero no se atrevió por respeto, más su mente era la única que se preguntaba y a la vez se callaba.
El lugar de su destino se veía más cerca, cada segundo la hacía más dichosa, aunque a la vez con una melancolía que no pudo alejar de su rostro, fue más que obvía pero opto por intentar una segunda vez dar sus agradecimientos al caballero. Observó al hombre y con una reverencia digna de una joven de alcurnia volvió a agradecerle –No sé quién sea usted mi señor, ni de dónde ha salido, para mi usted es un ángel que lo pusieron en mi camino para ayudarme y por ello, si, le estoy y estaré eternamente agradecida– coloca uno de sus mechones castaños tras su oreja dando paso a aquella emoción reflejada en sus labios, una sonrisa demasiado dulce que mataría o reviviría a cualquier muerto –Si pudiera hacer algo por usted señor no dude en decírmelo, estará siempre dispuesta a ayudarlo. No dude en llamarme porque iré sin dudar– se acerca al caballero con un susurro inexistente en sus labios.
–No gusta en acompañarme? A los niños les gustará conocer a alguien nuevo, además de que fue el ángel que trajo sana y salva a la pequeña traviesa que se le ocurrió perderse– una pequeña risa la abandona cubriendo aquella muestra con el dorso de su diestra. Uno de los pequeños sale corriendo a la puerta gritando el nombre de la cuentista a todo pulmón, la pequeña castaña le pide con cariño y su tono de voz cargado de una dulzura y cantico suave la orden de llevar las cosas adentro dejándola nuevamente a solas con el caballero al que sonríe con una infinita gratitud.
Extiende aquella mano en forma de sello de aquella promesa; para la castaña una promesa como la que acaba de hacer no se rompería jamás, o bueno, quizás y solo con el deseo de la otra persona, algo que nunca la ocurría. Sonrió tomando aquella mano del joven con unos ojos tranquilos y muy sinceros, más el roce le hizo soltar abruptamente la mano. Sus ojos cambiaron de expresión a una más curiosa –Está frío ¿se siente bien? Por qué no entra conmigo, aquí pueden ayudarle o si gusta, podría esperarme unos momentos y luego lo acompaño al hospital o a su casa– nuevamente se acerca pero en esta ocasión con todo el afán de tocar la frente de aquel hombre que impasible se encontraba frente a ella.
Para la joven, aquel hombre no estaba bien, su temperatura no era normal y ello solo era significado de que estaba muy enfermo, algo que le ató el corazón en un nudo estrujándoselo con fuerza por el sentimiento de culpa, al haber obligado a un ser noble a ayudarle aun cuando aquel se encontraba en un estado de desvalimiento. Culpa fue lo que le acogió por completo llevándola a olvidarse del requerido protocolo. En su mente estaba ahora el prestar la ayuda que necesitara aquella persona de buen corazón.
Las paquetes que llevaba las sostiene con fuerza caminando junto a aquel caballero al que ha interrumpido con pequeñeces, tonta se siente por ello, egoísta por haberlo sacado de su ruta para ayudar a alguien que con descuido ha perdido el camino. Lo observa de perfil mordiéndose el labio sin saber que decir o hacer para compensar la ayuda recibida por parte de aquel extraño; fue ahí, en ese momento en que se tomó consciencia de lo que estaba pasando, aquel hombre era un extraño, no conocía su nombre, su edad, de donde venía ni nada. El viaje, aunque placentero fue en silencio y eso le inquietaba al medio vislumbrar al joven, en varias ocasiones quiso preguntar algo pero no se atrevió por respeto, más su mente era la única que se preguntaba y a la vez se callaba.
El lugar de su destino se veía más cerca, cada segundo la hacía más dichosa, aunque a la vez con una melancolía que no pudo alejar de su rostro, fue más que obvía pero opto por intentar una segunda vez dar sus agradecimientos al caballero. Observó al hombre y con una reverencia digna de una joven de alcurnia volvió a agradecerle –No sé quién sea usted mi señor, ni de dónde ha salido, para mi usted es un ángel que lo pusieron en mi camino para ayudarme y por ello, si, le estoy y estaré eternamente agradecida– coloca uno de sus mechones castaños tras su oreja dando paso a aquella emoción reflejada en sus labios, una sonrisa demasiado dulce que mataría o reviviría a cualquier muerto –Si pudiera hacer algo por usted señor no dude en decírmelo, estará siempre dispuesta a ayudarlo. No dude en llamarme porque iré sin dudar– se acerca al caballero con un susurro inexistente en sus labios.
–No gusta en acompañarme? A los niños les gustará conocer a alguien nuevo, además de que fue el ángel que trajo sana y salva a la pequeña traviesa que se le ocurrió perderse– una pequeña risa la abandona cubriendo aquella muestra con el dorso de su diestra. Uno de los pequeños sale corriendo a la puerta gritando el nombre de la cuentista a todo pulmón, la pequeña castaña le pide con cariño y su tono de voz cargado de una dulzura y cantico suave la orden de llevar las cosas adentro dejándola nuevamente a solas con el caballero al que sonríe con una infinita gratitud.
Extiende aquella mano en forma de sello de aquella promesa; para la castaña una promesa como la que acaba de hacer no se rompería jamás, o bueno, quizás y solo con el deseo de la otra persona, algo que nunca la ocurría. Sonrió tomando aquella mano del joven con unos ojos tranquilos y muy sinceros, más el roce le hizo soltar abruptamente la mano. Sus ojos cambiaron de expresión a una más curiosa –Está frío ¿se siente bien? Por qué no entra conmigo, aquí pueden ayudarle o si gusta, podría esperarme unos momentos y luego lo acompaño al hospital o a su casa– nuevamente se acerca pero en esta ocasión con todo el afán de tocar la frente de aquel hombre que impasible se encontraba frente a ella.
Para la joven, aquel hombre no estaba bien, su temperatura no era normal y ello solo era significado de que estaba muy enfermo, algo que le ató el corazón en un nudo estrujándoselo con fuerza por el sentimiento de culpa, al haber obligado a un ser noble a ayudarle aun cuando aquel se encontraba en un estado de desvalimiento. Culpa fue lo que le acogió por completo llevándola a olvidarse del requerido protocolo. En su mente estaba ahora el prestar la ayuda que necesitara aquella persona de buen corazón.
Constance A. Zaïre- Humano Clase Media
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