La Espada & La Rosa [Priv]

por **Stiva Záitsev** Vie Jul 31, 2015 11:35 pm

Al principio sólo existía un minúsculo punto en los pensamientos del Rey que resonaban con fuerza; la materia y el conocimiento de vidas anteriores se concentraban en él cargándole de energía, En aquel lugar en dónde se encontraba imperaba el vacío y reinaba sobre la oscuridad un frío tan gélido que podía congelar los huesos con su primer aliento, ahí mismo, el silencio de las praderas en Inglaterra se extendía por los enormes campos congelados, los cuales no demeritaban en absoluto su esfuerzo por congelar todo lo que se encontrase a su paso, volviendo a los bosques aledaños tan inhóspitos e inhabitables para los tontos que se atrevían a cruzarles. No obstante, el ruso había caminado por las montañas congeladas de Rusia, allá en los Urales que limitaban su país con la exploración de otras culturas, entre musgos con escarcha y encinos carcomidos por la tempestad de sus vientos se introducía a las entrañas, ahí no podía había haber absolutamente nada que le aterrorizara.

La tierra enlodada por la acumulación de nieve y agua a las orillas de los caminos se endurecían a medida en que éste se adentraba en sus parajes, los alrededores del Castillo eran casi símiles al espeso hábitat de Rusia, en dónde él había crecido acompañado de su hermana desaparecida ¿Es que rodearse de esa tempestad le devolvía inconscientemente a sus principios? Sus pensamientos se envolvieron en los recuerdos sumidos por la añoranza, la ausencia de su principio fundamental le enervaba el alma, pues ahí su propósito no terminaba, su sed desproporcional de poder había sido entorpecido por la insólita desaparición de Yulianna.

La correa del corcel se tensó al prever sus pensamientos haciendo que éste se detuviera estrepitosamente con una orden inmediata del monarca quien con habilidad en la monta se sostuvo con pericia devolviendo al ejemplar una mirada absorta de poder sobre la bestia azabache -¡Woh! Calma Bucéfalo…- imperó con esa voz prescrita y familiar para el corcel quién se contuvo majestuosamente -Sé que el paseo ha sido apresurado, que el clima es inclemente…y admiro tu persistencia para tu Dueño…- mencionó deslizando sus manos a través de los largos cabellos ennegrecidos -Pero es ahí, en ese lugar tan apartado dónde puedo encontrar la infamia de mis pensamientos, la tranquilidad de mis pesares puestos sobre mis hombros…¿Es que acaso no puedo tener lo que yo deseo? ¡Por Odín! Es que es tan difícil encontrarlo…¡Nadie en éste país parece servir a mis objetivos!- añadió haciendo un gesto que permitió al corcel retomar el camino hasta el lugar a dónde se dirigían.

A simple vista, las ruinas en las laderas del rio asemejaban a una construcción antigua sobrepasada por la tempestad del tiempo y la esencia de batallas.. “La Torre Blanca” como le llamaba por su abstracto color pálido y derruido asemejaba al interior de una histórica leyenda opacada por la destrucción, Sin embargo, era ahí en ese sitio apartado del Castillo dónde la tranquilidad manaba devolviéndole a Stiva la conexión con su verdadero objetivo autoimpuesto…

Pero el destino le deparaba una carta más debajo de la manga, como si la burla persistiese y las pruebas continuasen, sus ojos se posarían en la innumerable cantidad de posibilidades barajeadas a su antojo…Ella.

por **Regina Cromwell** Lun Ago 31, 2015 6:43 pm

Sonrió levemente, como si su interior se alegrase al hacerse sus ojos con la estructura de la “Torre Blanca”. Pero no era así.

Regina aún no comprendía siquiera acariciando los adoquines helados de aquel recinto por el cual transitaba -en una clara y estúpida idea de táctilmente hacerse con la esencia de lugar- sobre qué era lo que llamaba a su consorte esporádicamente a tal sitio.
Con pasos lentos que le recordaban al día de su misma condecoración, la escocesa se grácilmente se hacía lugar entre la escarcha inglesa que tan tediosa podía ser en los días de invierno.
Rodeada por la más blanquecina y silenciosa escena contemplada antes por su persona, la Reina repasaba en su inquieta mente alguna situación, persona o suceso que pudiese despertar en su adorado consorte algún tipo de asociación con aquel paraíso desolado al que ella sabía por voces ajenas, el Rey visitaba cada tantas puestas de Sol.

“Rusia…” Solo eso se le ocurría.

¿Estaría su firme caballero acaso sumergiéndose en la nostalgia de las vivencias traídas consigo de su madre patria? Pero su tierra era Inglaterra ahora, no obstante su humanidad, su lado vulnerable podría estar siendo tocado por recuerdos de la infancia o quien sabe, de aquellas prácticas que éste solería disfrutar sobre los interminables caminos de nieve de la deslumbrante y peligrosa Siberia oriental.
Ella sabía que le encontraría allí. Sabía de su llegada. No era casualidad que desde la noche anterior Regina se hubiese ocupado meticulosamente de tener pronto a su corcel más fiable para que le trajese hasta la “Torre Blanca”. Inexistente la coincidencia de que las exquisitas vestimentas que portaba dieran perfectamente en el clavo para desenvolverse sobre la gélida ocasión. Claro que no. La Reina no dejaba nada al azar. Aquella visitaba estaba más o igual de premeditada que en la mente de su marido.
Mientras aguardaba la llegada del elegido de Dios para gobernar las Tierras inglesas, ella recordaba las llanuras escocesas por las que de niña, solía recorrer con sus tutores, a veces con la idea de encontrar un ángulo perfecto para dibujar el paisaje, u otras simplemente para recostarse sobre la hierba a disfrutar de una buena lectura o un poco de música ofrecida por los empleados de la familia.
Sin dudas la vida de Regina había cambiado y por momentos ella parecía no querer ser consciente de ello. Lamentablemente era un placer que su codiciosa mente no podía darse el gusto de disfrutar. Debía estar atenta a todo y eso desafortunadamente no daba mucho espacio a la relajación.

- Vuestra misión sin duda es la gobernar sobre cada rincón de estas tierras, pero casi nula era mi idea de que le llevaseis a presentaros sobre estos gélidos parajes mi Rey – comentó respetuosamente con una reverencia al verle acercársele junto a su preciado caballo.
Regina estaba orgullosa de tener que erguir su cuello para contemplar a su consorte y silenciosamente disfrutar en su interior de saber que cualquiera sea el confín de la Tierra a donde Stiva se dirigiese, ella podía estar antes que él mismo para servirle… O no.

por **Stiva Záitsev** Jue Oct 08, 2015 11:02 am

El aire golpeo sus cabellos con tal fuerza que parecía que estos deseaban acariciarle como la efusiva bienvenida de la mujer que permanecía a la expectativa, sus ojos se volvieron taciturnos; por un momento la juventud que irradiaba la joven Regina le parecía muy similar a la de su pequeña hermana –la cual nunca más volvería a toparse en su largo camino- un mohín a fuerza logró formarse en la comisura de sus labios, por lo cual, surgió nuevamente entre la repentina la naturaleza con la que el monarca se movía entre los escombros cual serpiente al acecho de su presa –Cuanto ha sido el tiempo que te he buscado a lo largo del territorio, mujer…- mencionó en tono serio envolviéndose en sus ropas con aquella elegancia que distinguía al mismísimo Rey de Inglaterra.

-¡Es qué acaso deseas morir congelada entre la espesura de la nieve?- decía mientras avanzaba hasta la dama de piel pálida y labios rojos como el carmín –Aunque no es muy distinto el ambiente de éste lugar al suyo, miladi…Es una pena que no haya podido traer consigo a todas sus damas de honor…tengo entendido que con todas ellas guardaba especial cariño y que le ha costado desprenderse de su presencia…- agregó observándola fijamente cómo si deseara descubrir algo más en su delicado rostro, tal vez alguna mueca que le permitiera conocer mucho más a su joven consorte, quizás buscaba alguna especie de consuelo conmensurado en sus apacibles brazos cuando éste la tenía para sí mismo en la alcoba o quizá en el silencio de sus pupilas encontraría finalmente la redención que buscaba –aunque no conscientemente-

De aquella forma finalmente sus pies le devolvieron hasta la cima en dónde ella se encontraba entre los deficientes escombros de una Torre que hablaba por sí misma, por la historia, por el tiempo; tal cual aquellas dos presencias lo hacían por el sólo y simple hecho de existir. Entonces, sus manos buscaron con recato las suyas; suaves, tersas y delicadas, esas eran las propias de una dama de alta cuna, una mujer que le devolvería a las entrañas del Infierno de dónde alguna vez habría salido –Le he notado dispersa, buscando la soledad o simplemente desee usted miladi, tomarse un tiempo en la casa de campo para aminorar su desprendimiento…o será que soy muy protector que sólo deseo ver en tu rostro una sonrisa venidera de incontables y amenos placeres…-

por **Regina Cromwell** Miér Oct 21, 2015 7:09 pm

Las atenciones del Rey para Regina eran preciosas para ella, tal y como cada una de las excéntricas piedras talladas que sus cofres resguardaban en el Palacio Real.
Cada gesto de Stiva hacia ella generaba en la damisela un sentimiento de regocijo tal – que aunque no expresado exteriormente de la forma más obvia – desplegaban en la monarca un brillo peculiar en sus ojos; ese que susurraba sin palabras sobre la esperanza de la escocesa de ser verdaderamente amada por alguien más que su fallecido padre.

- No debéis preocuparos tanto por mi persona mi Lord, el tiempo todo lo pondrá en su sitio, incluso hasta la melancolía más recóndita – le respondió con sinceridad, porque de la misma forma así se había convencido. El abandonar Escocia, más allá de que por ser la consorte del mismo Rey ingles haya sido, no dejaba de lado las consecuencias y sacrificios que tal acción acarreaba. Adaptarse a un nuevo ambiente, a una nueva sociedad que con ojos no simpáticos le miraban era parte de las tareas que Regina debía de asumir por amor, interés o cualquiera fuese el sentimiento que hasta allí, junto a Stiva le habían llevado. Y la castaña jamás se daría por vencida.

Tomó las manos de su esposo, entrelazando sus dedos con los suyos, fundiéndose en la templadez que aquel de ojos bicolores irradiaba como nato protector y líder que era. Mantuvo su mirada fija en la de él y tras escucharle, la escocesa optó por refugiarse en el abrigado y masculino pecho de su consorte. Deseaba demostrarle que su alma aún se mantenía retenida en Escocia, su corazón estaba en Inglaterra, junto a su Rey – Quizás a veces busco reflexionar más de lo necesario, cuando lo que debería de hacer es permanecer a vuestro lado a todo momento, más no deseo interrumpiros en vuestras obligaciones. Mi tarea es ayudaros, no complicaros mi Lord - se aferró un poco más y tras un momento de silencio en el que la brisa gélida chocó contra su mejilla descubierta como obligándole a reaccionar, Regina levanto la mirada buscando una respuesta, buscando que era eso que podía hacerla un ser valedero, necesario y eterno en la vida de Stiva.
Y en ese momento, mientras el horizonte se fundía con el blanco de la nieve, en el fondo de su corazón, Regina notó que la única persona que podía hacerla sentir tan inútil, vulnerable e imprescindible era ni más ni menos que su propio marido.

por **Stiva Záitsev** Sáb Nov 07, 2015 11:04 pm

Sus pupilas se dilataron, aquella efervescencia nacía en las profundidades de su alma, la cual sólo era respuesta natural al deseo que despertaba en él aquella mujer que se plantaba firme frente a él como en otrora lo fuese la torre que se mantenía solida ante las tempestades. Una vez más comprobaba que podía tener todo cuanto quisiera, incluyendo a la joven musa aterciopelada, con piel nívea y grandes e inexpresivos ojos, los cuales se entregaba con absoluta consciencia.

Sin embargo, las dificultades se asomaban amenazando sus propias ambiciones, su desatino con la cortesana había infringido una profunda herida que sanaba a medida que su consorte le consolaba con suaves tratos y condescendientes miradas, definitivamente eso era una muestra más del profundo amor que profesaba a su majestad, habían sido ya tres mujeres que tallaban sobre su destino incontables dudas, flaqueaba ante el incesante sentimiento de proximidad con las féminas que se plantaban con fuerza y no temían de su presencia, cualidades que resaltaba en Regina; esa mujer apasionada excelencia.

-Sé que el tiempo es un aliado indispensable y sabio para dejar en su lugar las cosas miladi, pero sé lo que es abandonar el hogar que te vio nacer y crecer…- mencionó al tiempo en que sus dedos se entrelazaban con los suyos, cálidos al roce con los suyos, los cuales parecían embonar perfectamente como si estos hubiesen sido hechos para permanecer de aquella forma –el anhelo y la fuerza que nos atrae al lugar dónde crecimos es fuerte…sé que no deseas molestarme, mucho menos crearme alguna distracción…pero está claro que extrañas las tierras altas de Escocia…¿Os parecería agradable un viaje hasta allá?- cuestionó al tiempo en que sus manos se aferraron con fuerza más la sorpresiva reacción de la mujer alentó el espíritu salvaje del Rey quién sólo se enfocó en corresponder a sus cariños –Cuando el tiempo pasa se encarga de dos cosas; de hacernos echar de menos lo que tuvimos en un pasado y lo que anhelamos del futuro…pero el futuro es incierto y el presente es palpable…lo único que deseo amada mía es que dibujes nuevamente la sonrisa en tu rostro…- agregó con delicadeza acariciando el cabello de Regina –La felicidad es efímera, permíteme regresarle por un instante a tus labios…- culminó depositando un beso casto sobre su frente al final de remarcar aquella sonrisa torcida muy usual en el monarca.

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