No todo lo que se ve es real — Libre

por **Oliver T. Bergstrøm** Dom Ago 02, 2015 12:37 am

La lluvia había besado completamente la camisa que cubría mi torso. Notaba el frío pero no me afectaba. Notaba como mi cuerpo se enfriaba pero aun así no lo notaba. Así era cuando tenías que estar en el cumplimiento del deber, o mejor dicho, estar de pie para lo que te han pagado: nunca más serán tuyas las sensaciones de antaño, porque nada es tuyo de aquel cuerpo que mueves, porque ahora es para gracia de otro individuo. Aun así la sensación de la ropa mojada sobre la piel me estorbaba. Me dificultaba el moverme y me producía a la vez sopor. En más de una ocasión intenté quitarme el agua de encima pero la tenía pegada a mi cuerpo. Maldije y me cansé. Me daba igual. Notaba el peso de la tela mojada y podía entrever la cicatriz que cruzaba mi pecho. Pero me daba igual. Que le den…

Los pies mojados al igual que mi camisa. No llevaba zapatos. La verdad es que no sabía por qué no llevaba zapatos; tan solo me desperté tal cual, con el cielo llorando sobre mis mejillas. Al principio creí que eran las lágrimas de los ángeles que se rendían ante lo inevitable. Luego entendí que no era eso ni por asomo. Una simple tormenta, nada más. Una lluvia que me pilló en mitad de la calle, con la cabeza ensangrentada y rosas alrededor y un cuerpo en medio de ellas.

El chapoteo de la calle me llevó a un sonido parecido a una flauta del pecado. Era un baile, uno en mitad de la calle. Me atrajo de inmediato llevado por la curiosidad. Al doblar la esquina me encontré de lleno con una mujer, pelirroja que bailaba incesante, provocativa ante los boquiabiertos mortales. Sus ondulaciones, sus movimientos que de alguna forma me recordaba a aquellas gitanas de las caravanas españolas buscadas y asesinadas para que no manchen la tierra católica de los reyes. Parecía que estaba buscando encantar y maldecir a todos los que la miraban.

Igualmente, la vulgaridad con que se movía hacía estallar los corazones de los hombres, quienes les gustarían pasar más de una noche con ella. Débiles criaturas. Y yo no me consideraba débil, para nada. Así que la seguí y no sé por qué la seguir exactamente, quizás porque sus ojos me llamaron o porque sus manos buscaban que la mirase. Sea cual sea el motivo, menudo sorpresa me llevaría la final.

por **Dilara Guillot** Dom Ago 02, 2015 6:08 am

La luz del día se apagaba, a pesar de que aún era temprano para ello. Los días de otoño, cada vez más cortos de luz y más largos de oscuridad, debían ser los perfectos para aquellos seres de la noche que tan peligrosos resultaban para los vulgares humanos. A todo aquello había que sumarle una incesante lluvia torrencial que apenas había parado durante el día. Dilara había retrasado su salida diaria esperando que pudiera salir con su pequeña, tal y como lo hacía siempre, pero aquella lluvia que sólo arreciaba se lo estaba impidiendo.

Los locales comenzarían a cerrar pronto, así que decidió dejar a Ayla en el servicio de guardería del hotel. Había visto a las mujeres encargadas y parecían agradables y dulces con los bebés que allí se quedaban, pero la turca no confiaba en nadie para cuidar de su hija. En aquella ocasión no tenía muchas opciones: dejarla con aquellas agradables mujeres o llevarla consigo y arriesgarse a que la niña acabara con un resfriado. Con el corazón en un puño bajó a la planta baja del hotel y dejó a Ayla en manos de una señora de mediana edad con el pelo recogido a la altura de la nuca.

—No tardaré, mi amor —le prometió a la pequeña y, después de besarla en la frente, salió a las calles de París.

Caminaba a paso rápido por debajo de los aleros de los tejados evitando así mojarse. Llevaba su cesta bajo el brazo donde guardaría las pocas cosas que debía comprar para ambas. Un grupo de personas se cruzó entonces en su camino. Observaban hechizados el baile de una mujer bastante llamativa de cabellos como el fuego. Dilara ralentizó su marcha y se quedó igual de hipnotizada con aquellos movimientos, pero el recuerdo de su pequeña le recordó que debía terminar pronto para volver con ella.

Tal y como se había propuesto, terminó los recados en menos de una hora y, cuando se disponía a regresar al hotel, pasó de nuevo junto al lugar donde antes había bailado aquella mujer. Ya no quedaban restos del grupo que se había congregado allí, pero pudo ver el color rojo de su melena ondeando un poco más lejos. Tras ella, un hombre que parecía seguirla. Algo captó su atención, quizá el contraste entre la oscuridad de aquel callejón y el fuego rojo de la cabellera de ella, o la manera en la que atraía a aquel hombre sin él saberlo. Sea como fuere, se quedó mirando aquel espectáculo, acercándose inconscientemente.

De pronto la pelirroja paró sus movimientos y bajo la luz de una farola Dilara vio la blancura de su piel, tan tersa y fina como si fuera una estatua de mármol. Junto a la belleza de ella, supo que aquella piel estaría fría como el hielo sin necesidad de tocarla, porque enseguida supo qué era ella. Sintió esa punzada en el estómago, esa sensación de nerviosismo agradable que la invadía cada vez que salía a cazar. Olvidó qué hacía allí, cuales eran las responsabilidades que tenía por delante y se lanzó.

Arrancó el asa de la cesta y la partió en varios trozos lo suficientemente grandes para poder empuñarlos con facilidad. Se acercó sigilosamente y lanzó el primer trozo contra la bestia en el momento en el que enseñaba los dientes, amenazante. La estaca se clavó cerca del hombro de la mujer, alertandole y haciendole saber que la cazadora estaba allí.

La caza había empezado.

por **Oliver T. Bergstrøm** Miér Mar 02, 2016 5:11 pm

Aguardaba esperando a ver que movimientos haría aquella mujer que hipnotizaba a los que pasaba por aquel lugar, su embrujo fue tal que había accedido a seguirla tras aquel callejón pero sabía que aquello había sido una mala idea desde el comienzo. Sus manos seguían agitándose como encantando la vista del único cliente que le quedaba en pie, esos cabellos que se movían gráciles alejando toda oscuridad. Sentado en una caja de madera quede observando la depravación que aquella mujer agitaba o buscaba llamar para la noche. Permanecía inalterable viendo como intentaba hechizarme aquel demonio para acabar con su cometido, lástima que no soy tan débil como creen. Por ello nos veríamos todos en el mismo agujero negro, oscuro, frío y asfixiante tras la muerte.

—Eso es todo lo que…— las fauces se abrieron con la sonrisa maldita de la mujer

El grito que pego hizo que perdiera la conversación con aquel animal, un pedazo de madera se había incrustado en su hombro —MALDITA SEAS, INFELIZ BASTARDA QUE TE PUDRAS EN EL INFIERNO— improperios y advertencias más hechas —Los mataré a los dos esta noche— fue todo lo que dijo.

Regrese a ver que había sido aquello y una mujer de cabellos negros apareció, sorprendido quedé —¿Acaso esta era tu presa?— pregunté señalando con el pulgar al ser infernal.

Esta comenzó a reírse por ello. Me puse de pie observando cómo se quitaba aquel pedazo improvisado pero todo lo que hacía era quebrar pedazo a pedazo de lo que era algo como mimbre o algo por el estilo sonreí al ver lo torpe que podían ser algunos de esos seres. Reí gustoso acercándome a la patética mujer llamando a la otra.

—Si quieres te ayudo tengo mejores manos— mi puño chocó contra su rostro haciéndola caer al suelo, su nariz sangraba pero ella solo reía —Espero que tengas más armas mujer, esta de aquí no será fácil, ¿te unes a esta cacería o darás marchar atrás?— escupí al suelo tronando los huesos de la mano mirando a la mujer a que tomara partido en aquella pelea.

Todo estaba listo para la cacería.

por **Dilara Guillot** Mar Jun 28, 2016 4:20 pm

Ninguno de los dos le había oído llegar, lo que dio a Dilara una ventaja sobre la situación que intentó aprovechar. Aunque aquel trozo de madera iba destinado a clavarse en el corazón, la puntería se complicaba cuando el objetivo estaba en movimiento. Fue el caso de la bestia que tenía enfrente. Lanzó al improvisada estaca y se le clavó en el hombro, con lo que sólo consiguió alertarla. Por suerte, la sorpresa fue mayor de lo que la cazadora pensaba, lo que le dio unos segundos para recomponer la situación.

—No lo era —contestó al hombre—. ¿Era la tuya?

De pronto dudó de lo que acababa de hacer. Ella sólo intentaba librarle de las garras seductoras de aquella bestia y, quizá, alargarle la vida un poco más. Había obedecido a un instinto que seguía latente en ella cada vez que veía a una bestia de la noche. No podía evitarlo y, además, disfrutaba con ello. Parecía como si hubiera nacido para cazar, como si su destino estuviera fijado desde tiempo atrás. Su matrimonio, su vida desdichada… cada decisión le había llevado a aquel callejón en el que acaba de empezar una pelea.

—Si era tuya no pretendía robártela —se excusó mientras la mujer se entretenía quitándose los restos de madera—. Pero será un placer recibir ayuda.

Sonrió de medio lado y recontó los trozos de madera que le quedaban. Tres, uno de ellos ligeramente más pequeño que los otros dos. Escuchó un crujir de huesos y miró al frente; el hombre le había dado un puñetazo a la otra mujer, tirándola al suelo. Dilara abrió los ojos por la sorpresa y después miró al cazador.

—¿Marcha atrás? —Soltó una risita melodiosa—. ¿Crees que dejaría a alguien solo con una pelea que he comenzado yo? —Alzó las manos poniendo los trozos de madera en abanico y se los mostró—. Sólo tengo esto, espero que tú tengas algo más.

La pelirroja se levantó del suelo con la cara cubierta de sangre procedente de la nariz. Sus rasgos habían pasado de ser los más hermosos y llamativos a estar cargados de cólera y fuera de sí. Miraba a su alrededor como si la furia no le dejara ver a los dos humanos.

—¡Eh! —llamó, silbando después—. Estamos aquí.

Con la mano derecha sujetó una estaca mientras la otra guardaba las otras dos. No sabía bien cómo atacarla, cuál sería su punto débil y qué pasos dar para no caer frente a ella. Dejaría que su instinto la guiara, como siempre había hecho. La otra mujer se acercó a ella gruñendo y con las manos en garra. Estaba furiosa, no sólo por el trozo de madera que no había conseguido quitarse del todo, sino por el golpe que el cazador le había propinado. Cuando llegó cerca de Dilara, ésta se apartó de un salto y se movió ligera hasta quedar junto al hombre.

—Toma, puede que lo necesites —dijo, tendiendole uno de los trozos de madera.

Volvió a silbar y se alejó de él unos pasos con la mano derecha elevada en posición de ataque. La pelirroja volvió a la carga y la turca lanzó el brazo rozándole el rostro con las puntas de la madera. Pequeñas astillas se quedaron clavadas en la dura piel de la mujer, haciendo que nuevas gotas de sangre mancharan ese rostro que cada vez se volvía menos hermoso.

por **Oliver T. Bergstrøm** Dom Jul 03, 2016 12:15 am

Con los puños altos esperaba a que la mujer se uniera a aquella pelea y por lo visto no decepcionó porque de llenó se midió al enfrentamiento algo que me muestra que ella es de las mías, una cazadora, veo como usas las improvisadas estacas en la mano, la fuerza que tiene en su agarre no hay duda de ello, es una que se gana la vida como yo, o quizás no del todo. El ver cómo me daba una de las estacas solo puedo reír negándome a usarla.

—Mujer, soy más de puños y cuchillos, no te preocupes yo seré el primer frente, tu estarás como como defensa, por cierto, un gusto Oliver— al menos el nombre había que dejar

La mujer nos mira con odio, uno tan asesino como sus colmillos que nos muestra rugiendo practicamente —Terminaron ya de coquetearse ustedes malditos cazadores o serán inquisidores— escupe algo de sangre rasgando sus garras en la pared afilándolas mientras se reía con ironía. Odio cuando hacen eso, quizás por eso corrí directo agarrándole del cuello a la par que ella me daba un golpe en el vientre que me olbliga a inclinarme un poco justo lo suficiente como para que la maldita se quede quieta, aunque su mano me toma de los cabellos —tu cabeza estará sobre mi chimenea— se relame los labios mirandome.

Dolor siento pero me rio dando un golpe en aquel lugar tan íntimo para las mujeres y dando una barrida con el pie, si, me dejé golpear para estar a la altura de la mujer —Hay que planear algo mejor para acabar con esta maldita— grito a la mujer justo cuando la vampira da un salto hacia atrás gruñendo molesta por mi ataque.

Daba saltos de lugar en lugar con su velocidad sin dejar de reírse obligándonos a pegarnos con la mujer. Había que cuidar todos los flancos que teníamos y entre dos era mejor.

—Soy mejor dando golpes, si eres buena con la planificación es mejor que lo hagas, tranquila mi fuerte es el cuidar las espaldas de las personas, así que lo que propongas lo reforzaré con los puntos seguros del lugar y el de los dos, además de los casi puntos débiles de esa mujer, creo que es una antigua así que lo mejor será que le cortemos la cabeza— se ponía peor a cada minuto que pasaba, la mujer iba apagando las luces dejándonos solo la que nos alumbraba encima.

Las mejores peleas son las difíciles.

por **Dilara Guillot** Sáb Jul 09, 2016 11:17 am

—Un placer, Oliver —contestó agachando la cabeza para esquivar algo que había tirado la mujer—. Me llamo Dilara.

El hombre no perdió el tiempo. En cuando la vampira se abalanzó sobre ellos, él hizo lo propio y la agarró del cuello, pero ella se defendió a su vez. Dilara lo observaba desde una distancia prudente, estudiando los movimientos de ella y analizando las contestaciones que daba a los ataques del cazador. Se estaba empezando a enfurecer y la turca confiaba en que eso sería su perdición. Cuanto más empeño e insistencia pusiera en acabar con ambos, más descuidada se volvería y, por lo tanto, más errores cometería.

Al fin consiguió zafarse de las manos del hombre y comenzó a danzar por el aire, dando saltos de un lado a otro mientras apagaba las luces sobre ellos. Dilara no le quitó ojo mientras se acercaba hacia el cazador.

—¿Una antigua? ¿Tú crees? —le preguntó—. La veo un tanto fuera de sí. Siempre he creído que cuantos más años tuvieran, controlarían mejor sus emociones.

Agarró mejor los trozos de madera, buscando reconfortarse de alguna manera. Tenían que acabar con ella, no tenían otra opción, pero no se lo iba a poner fácil. Debían conseguir debilitarla lo suficiente como para que les diera tiempo a cortarle la cabeza, ya que aquellas estacas improvisadas no eran lo suficientemente largas como para atravesar su corazón de lado a lado.

Por un momento ella desapareció en lo alto, dejando tan sólo una luz encendida sobre ellos. Dilara tenía la mirada clavada en la oscuridad, buscándola.

—Creo que, si conseguimos clavarle una de éstas en el corazón —comenzó, alzando las estacas—, se debilitará lo suficiente como para que nos dé tiempo a cortarle la cabeza. —Pasó la punta de la lengua por los labios, visiblemente nerviosa. Seguía sin oírse nada de la mujer—. Pero espero que tengas algo afilado con lo que arrancársela.

De pronto, y como salida de la nada, la vampira aterrizó tras ellos, empujando a la turca al suelo. Se abalanzó sobre ella antes de que Dilara pudiera levantarse y la aplastó con su cuerpo. En la caída, la cazadora perdió dos de las estacas, las que tenía agarradas con la misma mano; la otra la mantenía firmemente sujeta. Podía sentir el aliento de la pelirroja en su cuello, dispuesta a beber su sangre. La pálida mano estaba junto a su cara, apoyada en el suelo. Sin pensarlo dos veces, levantó la estaca y se la clavó en el dorso. La vampira soltó un alarido y se levantó, dándole a la joven unos valiosos segundos para salir de allí.

Gateando se acercó a la pared que tenía justo enfrente mientras por el camino recogía los dos pedazos que había perdido. Con la mirada buscó a Oliver, intentando saber si seguía bien.

—No vas a ponérnoslo fácil, ¿eh? —murmuró.

por **Oliver T. Bergstrøm** Mar Ago 02, 2016 3:33 pm

Y entonces el infierno se desató entre los tres, aquella maldita mujer no se dejaría matar tan fácilmente así que había que hacer que se esté quieta, romperle las piernas para que deje de estar saltando aunque acercarse a ella lo suficiente como para tocarla o clavarle alguna estaca como pretendía el plan de mi compañera resultaría muy complicado, y por ello sonreí porque aquella batalla era una de las mejores.

—Mientras más antiguos son se creen que dominan todo y son más fáciles cabrearles, aunque no todos son así algunos realmente dominan lo que llamamos emociones pero otros como nuestra diva amiga no lo hacen, digamos que su pecado es el ego— suelto las palabras vigilando la oscuridad por donde aquellos seres suelen andar, pero nada, solo había silencio. Aquella arpía estaba jugando con nosotros.

El plan de mi nueva compañera de cacería resultaría si pudiésemos cansarla o atraerla a que se quede en el suelo, no podía pensar claro porque todas las posibilidades me llevaban a una sola cosa y era algo que tendría que ser sin ser hablado o la mujer sabría, no quedaba de otra. Antes de poder voltearme y decirle a Dilara la mujer cayó sobre nosotros empujándonos con fuerza a lados opuestos, era la oportunidad, dejé que ella se hiciera cargo del resto —Esto va a doler— susurré al dejar que mi cabeza golpeará el suelo con mayor violencia de lo que había usado la mujer.

El dolor punzante así como la calidez que siente al dejar que la sangre salga lentamente por entre la sien descendiendo por el rostro solo para inundar el ambiente con ese olor que tanto los incita a esas bestias asquerosas a abandonarse. Observé como mi compañera la había lastimado soltando una sonora carcajada —Y unos niños te hicieron esto, no te cabrea eso mujer, que un par de como nos dicen ustedes ¿comida? ¿Juego? ¿Aperitivo? En fin, la cosa es que dos personas como nosotros te lastimamos y vamos a matarte— sonreí mirándole de frente, retándola a que se acerque mostrando la herida que tenía en la cabeza.

Dirigí la mirada a mi compañera asintiendo para que ella efectuara el golpe —Eso es todo lo que alguien tan feo como tu puede hacer, vamos no me decepciones pelirroja, al menos dame un buen golpe a mí— tomé algo de mi sangre que corría por la mejilla degustándola, una incitación o mejor dicho una invitación abierta. La llamé con la mano y mi sonrisa, solo había que esperar.

Efectivamente la mujer comenzó a reírse acercándose a donde mi observando con sus pupilas rojas la sangre que deseaba e impetuosamente se lanzó contra mi justo cuando recibe un puño certero en su vientre y otro en el rostro desviando aquellos colmillos hambrientos a un lado —Eso es todo, pufff que decepción, que tal si te doy una probaba de mi sangre— volví a tomar gotas de mi sangre arrojándole a la mujer viendo como ardía en odio y desesperación. Ese, aquel era el momento que estábamos esperando y que quería lograr, solo faltaba que mi compañera hiciera su movimiento.

por **Dilara Guillot** Miér Ago 10, 2016 10:12 am

Fueron pocos segundos los que pudo aprovechar para recuperar el aliento, pero los suficientes para ver la nueva situación en la que se encontraban. La pelirroja rugía mientras se miraba la mano herida, parecía distraída y furiosa a partes iguales. La cazadora esparaba que aquello fuera beneficioso para ellos y que la vampira pusiera más empeño en terminar aquella batalla. Más descontrol, más errores, mejores oportunidades para salir de allí con vida.

Respiró hondo un par de veces y miró un poco más lejos en busca de su nuevo compañero. Parecía que había salido ileso de la carga de la mujer, algo que la tranquilizó; no podría terminar aquello ella sola. Fue a incorporarse cuando vio algo extraño por el rabillo del ojo: Oliver estaba golpeándose la cabeza contra el suelo. Arrugó el ceño y le miró cuestionando seriamente lo que acababa de ver. Después, él retó a la bestia, llamándola e incitándola a que probara su sangre. El pulso de Dilara se aceleró más incluso. No apartaba la mirada de la mujer, que miraba al cazador con unos ojos rojos que se salían de sus órbitas.

Se levantó, esta vez sí, intentando hacer el menor ruido posible. Empezaba a comprender el porqué de aquel arrebato del hombre. Trastabilló al apoyar la pierna derecha, la rodilla le escocía y sentía los latidos del corazón en el centro. La caída le había hecho golpearse contra el duro suelo, pero no tenía tiempo para quejarse. Sujetó cada trozo de madera con una mano, cerrándolas firmemente y apretando las estacas con fuerza. Si quería volver a casa aquella noche no podía perderlas esta vez. Aguardó el momento justo conteniendo la respiración. Una mirada por parte de Oliver fue la señal que estaba esperando.

Se abalanzó hacia delante cubriendo la distancia que la separaba de la vampira en unos pocos pasos. La tenía de espaldas, con lo que primero tenía que conseguir que se diera la vuelta. Silvó, sacándola de su ensimismamiento. Tenía una expresión tenebrosa, estaba completamente fuera de sí. El olor de la sangre del cazador la había hecho enloquecer más de lo que ya estaba. Dilara se acercó a ella y clavó la primera estaca en el vientre de la mujer. Su rostro mutó y mostró la sorpresa de verse apuñalada por aquella chiquilla. Porque no era otra cosa más que una chiquilla que había vivido mucho demasiado pronto.

Sin dilatarse ni un segundo, elevó la otra mano y clavó la otra estaca en el pecho de la vampira, justo en su corazón. Aquella no fue tan fácil, el vientre era una de las zonas más blandas del cuerpo incluso en aquellos seres. Dejó ambas estacas clavadas y se separó, pero la pelirroja se recompuso demasiado rápido lanzándose sobre Dilara. Se cubrió elevando un brazo y notó los colmillos de ella clavándose en su piel. Se echó hacia atrás dando un salto y tapándose la herida con la otra mano.

—¡Rápido! —le instó a Oliver—. ¡Ahora! ¡Córtasela!

por **Oliver T. Bergstrøm** Dom Oct 02, 2016 9:03 pm

Lo que parecía casi imposible se había tornado posible, la mujer había comprendido en el silencio de una mirada lo que conllevaba el plan en sí, al menos no tuve que esperar a por mucho tiempo o de lo contrario hubiese sido arriesgado permanecer más tiempo con la pelirroja. El ataque fue como se esperaba, limpio y preciso apuntando a los puntos vitales de aquella bestia, aunque el último asesto fue el más difícil de dar pero no imposible, no hay imposibles para los cazadores.

La mujer gritaba y trataba de quitarse aquellos maderos de su cuerpo, aunque la fuerza empleada no fue la necesaria para inmovilizarla por completo. Estaba cansado y realmente la herida que tenía en la cabeza comenzaba a palpitar del dolor que se iba produciendo —Esto tendré que quitarme con bastante alcohol y muchas mujeres, ves lo que haces— escupo al suelo levantándome para tomar algo de aire mientras busco una de mis armas, pero para mí mala suerte no están, la pregunta era ¿Cómo le cortaría la cabeza?, ese era el dilema que teníamos que resolver. El grito que pegó mi compañera provocó en mí una carcajada.

—Ya voy primor, pero antes debo encontrar algo, podrás aguantara por mi?— pregunté mirando por todo le callejón buscando lo que fuera que sirviera para cortar una cabeza lo suficientemente fea, pero solo habían botes de basura y una, pala, eso sería lo adecuado, me acercó a la pelirroja dándole un golpe en la mandibula —No hagas tanto desorden, ahora vuelvo y te daré algo de mi sangre para que puedas dormir, bella, así que no te tragues tu sangre para que no confundas mi sexy sabor con el tuyo que es nauseabundo— miré a mi nueva amiga dándole un seña con la cabeza —tratar de soportar las pataletas de esta perra, un poco más primor y te invito unos tragos, quieres— miro a la vampira enterrando más la estaca en su corazón viéndola tratar de arrugarme, algo que logró pero lo bueno era que sus marcas quedarán en los hombros —Pórtate bien— voy tras aquella pala.

Efectivamente al ver la mujer mis intenciones puso toda las últimas fuerzas que le quedaban en apartar a mi compañera, pero la pala le saludó a su rostro haciéndole sangrar con más ahínco —Qué fue lo que dije, maldita— y entonces el filo de aquella pala la saludó en su garganta lacerándola por completo hasta arrancarla del cuerpo. Solo quedaba ahora hacer una fogata para que sus esbirros o compañeros no quieran jugar trucos sucios con nosotros. Tome su cabeza dándole un beso en la frente a la mujer y así arrojarla contra el cuerpo que aun se movía en aquellas contracciones —Tienes fuego, se me quedaron los fósforos en casa, y hace mucho frio como para desperdiciar la madera ¿no crees colega?— me acerqué al cuerpo cargándola al hombro y lanzarle la cabeza a ella, no debíamos ser tan obvios de lo que queríamos hacer, al menos había que tener algo de discreción mientras se trabaja.

por **Dilara Guillot** Lun Oct 03, 2016 4:04 pm

—¿¡Qué!? —exclamó—. ¡Creía que tendrías algo con lo que cortársela! —Estaba empezando a entrar en estado de pánico—. ¿Cómo pretendes arrancar una cabeza sin armas? ¿A mordiscos?

El hombre se había vuelto loco. Rematadamente loco, pero ese no era el mayor problema. Ahora era el turno de Dilara de entretener a la pelirroja, que se no dejaba de reír al ver la situación en la que se encontraban ambos cazadores. Cuando se repuso, más mal que bien, de la impresión que le había causado verse sin armas, miró de nuevo a la vampira. La sangre que manaba de las heridas empezaba a empapar el vestido que llevaba, que se había rasgado tras la pelea. El de la turca no estaba en mejores condiciones, como tampoco lo estaría, probablemente, la ropa de Oliver.

Comenzó a caminar hacia atrás alejándose de la bestia. Sus pasos eran cortos, debido, en parte, al dolor intenso que sufría en la rodilla. Tampoco quería correr o hacer movimientos bruscos. Si la otra la veía moverse con rapidez, podía atacarla, y Dilara no se encontraba ya con demasiadas fuerzas como para aguantar otra embestida de parte de ella.

—No tardes —murmuró, haciendo después una mueca de dolor al cargar el peso en la pierna herida—. ¡Eh!

Llamó a la pelirroja y ésta la miró, pero fue poco tiempo el que pudo mantener su atención. Ella se volvió hacia Oliver con intención de terminar con él aunque le costara la vida. Y fue eso, exactamente, lo que le pasó. La pala recibió el cuello de la mujer y lo desgarró por completo como si fuera un muñeco de nieve. Dilara miró la escena, entre sorprendida y fascinada. La dura piel de la vampira había cedido al instrumento y parecía que apenas había necesitado fuerza para ello. El cuerpo cayó al suelo, desplomado, sin rastro de vida; la cabeza, en cambio, salió despedida por los aires. Cuando vio que todo había pasado, agachó el torso y apoyó las manos sobre las piernas mientras respiraba profundamente.

—No, no tengo —dijo, visiblemente cansada—. No suelo dedicarme a quemar cadáveres cuando salgo de casa.

Miró a su alrededor en busca de una farola encendida. La pelirroja había apagado casi todas las que se encontraban en los alrededores, dejando sólo una en la misma zona donde se encontraban. Dilara cogió un trozo de madera que le pareció seco al tacto y se subió sobre unas cajas para prenderlo con la llama del foco.

—¿Te sirve esto? —dijo, bajando de la caja y tendiéndole la madera ardiente al cazador.

por **Oliver T. Bergstrøm** Miér Nov 02, 2016 7:49 pm

Al parecer toda la noche tendríamos que improvisar en cada uno de nuestros ataques y estrategias, pero no hay mejor forma de hacerlo que esa, esa más divertida y hasta entretenida para la mente que para un cazador debe estar activa y alerta en todo momento. Miro a mi nueva compañera quien realmente se mueve bien en cada uno de sus ataques, tiene forma y disciplina, debo admitir y no me cuesta hacerlo, pues muchas mujeres también se dedican a esta profesión y otras, bueno otras solo son para bulto.

Su ayuda era precisa y acertada en todo lo que brindaba, incluso en el fuego, al principio la miro como si no sirviera aquello pero me rio tomando el fuego para lanzarlo contra el cuerpo de la quien e vida fue una vampira sensual y ardiente como aquella decapitada, su vestido comienza a arder mientras busco otras trozos de madera, de aquella forma se podría ocultar el cuerpo de aquella maldita —En esta profesión todo sirve, ahora solo debemos buscar su maldita cabeza o si no sus esbirros, aliados, amantes o lo que haya tenido esta nos la gane y ahí sí, ahí si quienes estaremos en una pira ardiente seremos nosotros— me acerco a ella dándole una palmada a su espalda.

Entendía muy bien aquello de estar cansado, yo lo estoy pero es mejor apresurarse con las cosas o de lo contrario sería aún peor. Respiro agitado, el cortar la cabeza de aquella mujer fue difícil realmente agotador pero para algo me entreno a diario y no puedo mostrar signos de agotamiento, aunque cuando la respiración me falte —¿Viste a dónde rodó la cabeza?— enjuago mi boca escupiendo al piso la sangre que quedaba, las heridas que tenía las sentía caliente, el sudor comenzaba a ser más que evidente en aquellas zonas y no obstante la suciedad que se impregnaba en mi ropa. Destrozo con las manos uno a uno los partes de una silla vieja que encontré, la madera estaba algo podrida así que serviría, arrojando a la hoguera bárbara que habíamos hecho —Espero no encontrarme con más de estos, o quizás sí, porque lo que pagan por sus cabezas o colmillos es mucho en el mercado negro— suelto una carcajada arrojando los últimos vestigios de madera al fuego.

—Aun no terminamos el trabajo primor, hay que hallar esa cabeza, luego de eso ahí si, seguro te invito a tomar o comer alguna cosa en un lugar que conozco, no es tan fino pero la comida es tan deliciosa como para chuparse los dedos— me carcajeo por ello porque realmente distaba mucho de lo que cualquiera consideraría aquello como “agradable” y “delicioso”, pero entre cazadores todo es posible.

por **Dilara Guillot** Sáb Nov 05, 2016 9:33 am

El cuerpo empezó a arder casi en el mismo instante en el que la madera encendida tocó el vestido que había llevado la vampira. Dilara volvió a respirar, estirando la espalda y observó las llamas como resultado de un trabajo bien hecho. Había vuelto a sentir la euforia y la excitación al lanzarse a la pelea, esa sensación de invencibilidad propia de los adolescentes y jóvenes sin más preocupaciones en la vida que seguir vivos. Era algo raro en Dilara, madre concienciada que siempre pensaba antes en su niña que en ella misma. Si sólo fuera ella, no dudaría en seguir practicando día a día, en lanzarse a buscar víctimas. Pero no estaba sola, tenía a alguien bajo su cuidado, alguien demasiado importante como para pensar en dedicarse a algo tan peligroso. Aún así, cuando vio a la mujer en el callejón con aquella actitud amenazadora, se olvidó de Ayla por un momento y sintió ese impulso que le había lanzado a la batalla.

Ahora, después de la adrenalina, sentía cada vez más la necesidad de volver a casa. Apoyó el trasero en el borde de una caja para recuperar el aliento. Aún les faltaba encontrar la cabeza de la mujer que, ahora recordaba, había salido disparada cuando Oliver le clavó la pala en el cuello. Dilara se masajeó el cuello e hizo giros con la cabeza antes de levantarse.

—Yo buscaré la cabeza, no puede haber ido muy lejos —dijo—. Será mejor que vigiles la hoguera, no se vaya a quemar algo que no deba. Lo último que me gustaría es causar un incendio en la ciudad.

Con paso renqueante, volvió al lugar donde había muerto la vampira para empezar a buscar por ahí. La rodilla le dolía como nunca antes. Sabía que no estaba rota, era uno de los huesos más duros del cuerpo y no podría moverla de ser así, pero el dolor era tan punzante que apenas podía apoyar la pierna en el suelo. Levantó cajas pequeñas y tablones siguiendo el rastro de sangre oscura que había dejado el miembro cuando salió volando.

—¿De verdad la gente gasta dinero en comprar sus colmillos? ¿Para qué los quieren? —preguntó mientras seguía revolviendo la basura que había en aquel callejón.

Tras levantar una tabla medio podrida, vio una larga cabellera de color rojizo. Voilà. Agarró el pelo y tiró con fuerza. La cabeza se había enganchado con algo, así que tuvo que apoyar una pierna en el montón de basura y tirar su cuerpo hacia atrás. Cuando finalmente se soltó, Dilara salió disparada hacia atrás, cayendo al suelo de espaldas. Soltó el aire con fuerza y se sentó en el suelo. Levantó el brazo con el que sujetaba el pelo hasta dejar la cara de la vampira a la altura de la suya. El rictus que tenía era muy tétrico, tanto que tuvo que bajarla casi al instante.

—La tengo —le avisó, levantándose como pudo. Se acercó hasta él y le tendió la cabeza—. Toma. —Volvió a apoyarse sobre una caja, descansando la rodilla. Miró la pira, hipnotizada por las llamas. Después se frotó los ojos—. Si no nos demoramos mucho, aceptaré esa cena. Esto… me agota. —Sonrió—. ¿Cazas a menudo?

por **Oliver T. Bergstrøm** Vie Dic 02, 2016 10:52 pm

La mujer había ido tras la cabeza eso me daba tiempo de recuperar el aliento pues aquella vampira había resultad un caso difícil pero que termino con un final feliz, para todos, para los dos. Tomaba la mayor cantidad de aire que mi cuerpo necesitaba para calmar aquella falta, estaba agotado y necesitaría mucha comida y bebida para recuperar las fuerzas perdidas en aquellos momentos, solo pude decirle a mi compañera con la mano a que vaya tras el resto de cosas.

Arrojo más maderos a la hoguera para que de esa manera no parezca una pira humana en la mañana si no una simple fogata nocturna hecha por algunos vagabundos para calentar la noche —El que la ciudad arda podría ayudar a que muchos vejetes salgan de sus nidos con sus niños y así poder darles una mejor vida— palabras que uso en alusión a los vampiros y demás seres que se ocultan en la noche —Si supieran lo que llegan a hacer con estas cosas, incluso conozco a alguien que aunque está en mira muchos han evitado darle final pues ha servido a tantos que es mejor tenerlo de tu lado ya que es especialista en cosas que son de utilidad pero que te darían asco, además estos en el mercado negro se venden mucho para ingresar al círculo de vampiros, afrodisiaco o para mentir, además de que si le das estos a ese hombre te hará algo que te podría ayudar o matar— solté una carcajada porque era verdad ¿Qué no usaba aquel hombre? Y era por eso que daba miedo y a la vez le tenían respeto por ser surtidos aun siendo un demente —La verdad nunca vendí colmillos siempre los destruir, pero podemos sacarlos y llevárselos a ese hombre o al mercado negro— mantengo la cabeza de la maldita cerca al fuego moviéndola de lado a lado hasta que le dejo un beso en la mejilla como beso de buena noche mientras me rio

—Cuando la oportunidad se presenta, realmente soy guardaespaldas, cuido a quien pague por mis servicios sea quien sea y de ahí en tiempo completo soy cazador, lo hago cada fin de semana, entre semana, cuando necesito liberar el estrés voy doy rienda sueltas a las peleas ¿Acaso tu no lo haces?— enarco una ceja mirándole de arriba a abajo esperando encontrar algo que me dijera más de aquella misteriosa mujer —¿Qué es lo que haces a menudo?— pregunto recargándome contra la pared con la cabeza en la mano aguardando para arrojarla al fuego y más que nada para dejar sellada aquella noche como una de tantas.

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No todo lo que se ve es real — Libre

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