AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Fire meet gasoline | Privado
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Fire meet gasoline | Privado
Burn with me tonight.
10:45 P.M. ♦ PALACIO REAL
Nigel cerró de golpe el pesado libro que había estado hojeando distraídamente en su estudio. Le costaba tanto concentrarse. Los pensamientos resonaban en su cabeza. En su estómago todavía ardía la exasperación. Y, aunque se esmeraba en aparentar lo contrario frente a otros, el dolor le martilleaba el alma. Era el peso de la traición de su esposa, que lo seguía como un perro rabioso deseoso de alcanzarlo, que lo atormentaba y no lo dejaba vivir en paz. Meses enteros habían transcurrido desde que descubriese que ésta se revolcaba con su propio hermano gemelo, y desde entonces se le veía siempre enfadado y furioso. Desde entonces, a Pierrot lo despreciaba el doble que antes, pero a ella, que compartía techo con el monarca y estaba al alcance de sus manos, le había dejado caer encima todo el rigor de su ira. Luego de humillarla hasta el cansancio, de las peores maneras, y de tratarla peor que a una cucaracha, Nigel había decidido mantenerse alejado de ella. Aunque de nada había servido.
En un comienzo, Nigel había creído que si se veían tan solo lo necesario, y el resto del tiempo la mantenía fuera de su vista, las cosas serían más sencillas para él, que su herida sanaría más rápido, pero lo cierto es que ésta no dejaba de supurar. Decidido a darle una lección, Nigel había mandado encerrar a Claire en una de las habitaciones, por eso, más que la esposa consorte del rey, parecía una esclava a la que mantenía cautiva en aquel enorme palacio. Eran tan pocas las veces que se había visto junta a la pareja en algún evento, que ya circulaban por ahí fuertes rumores donde aseguraban que Claire sufría una terrible enfermedad, y que era ese el verdadero motivo por el cual apenas se le veía en público. Tonterías. Todo se lo debía a su esposo, que incluso le había reducido y condicionado la convivencia con León, el hijo de ambos, algo que, seguramente, ella jamás le perdonaría. Y él, ¿la perdonaría algún día? ¿Alguna vez terminaría el suplicio? ¿Cuándo dejaría su vida de ser finalmente una batalla? No tenerla era lo más semejante a una eterna tortura. Sin su presencia, hasta su poder parecía debilitarse. La inmortalidad le resultaba insulsa. Se sentía incompleto. ¿Era prudente dejar de lado su mancillado orgullo de macho para recuperar lo que tanto estaba extrañando? No quería decirlo en voz alta, pero lo cierto era que, estaba tan desesperado, que había otorgado a Claire el beneficio de la duda: ¿realmente ella lo había traicionado con su propio hermano, o habían sido solamente alucinaciones suyas, producto de sus enfermizos celos? A esas alturas del partido, ya nada parecía enteramente verdadero. Quizá por eso, después de meditarlo durante toda la noche y gran parte del día, finalmente tomó una importante decisión.
—Quiero ver a mi esposa —ordenó el rey con voz firme y autoritaria, mirando a su alrededor. Un hombre salió de entre el personal que flanqueaba la puerta del estudio, y se inclinó ante el rey para ejecutar una reverencia y así presentar ante él sus respetos—. Tráigala, deseo tenerla cuanto antes frente a mis ojos.
—Enseguida, su Majestad —concedió el servil empleado, y tras hacer una nueva reverencia, se retiró al instante.
Desde luego, los deseos del rey eran órdenes para el resto, incluso para Claire. Su voluntad, aunque no resultara placentera para otros, debía ser cumplida.
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Última edición por Nigel Quartermane el Dom Ago 16, 2015 5:41 pm, editado 1 vez
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Fire meet gasoline | Privado
La mayor parte de las horas del día, Claire las pasaba en la habitación de León. Desde que se encontraba apresada en su propia casa temía que su pequeño hijo se convirtiera también en una víctima de la injusticia que su esposo estaba cometiendo. Intentó entonces hacer que el niño saliera en compañía de la niñera y algunos guardias, pero por lo general era inútil querer separarse de él. Claire no podía hacerlo y sólo por eso era que lo soportaba todo. Los maltratos, el encierro, la violencia psicológica y física, el dolor. ¡Tanto dolor que parece nunca terminar!
La piel de la mujer está tan pálida como si viviera en un eterno invierno, tiene sombras oscuras bajo los ojos y ya desistió de usar cualquier prenda que se pondría para salir de casa. Ya casi no lo hace. Las pocas horas en las que tiene permitido dejar su hogar le parecen eternas y las ocupa principalmente en trámites breves que son absolutamente necesarios. Ni siquiera se ha atrevido a visitar a su madre pese a que tiene la dirección donde ahora vive grabada en la memoria y muchas veces le ha pedido al chofer que llegue hasta esa otra casa. Claire no se atreve a enfrentarla ahora que sabe que ella conoce la verdad sobre su pasado. ¿Podría alguna vez perdonarle a Nigel lo que hizo? Siempre pensó que lo haría, que sería capaz de aguantar cualquiera de sus arrebatos, pero eso fue demasiado. Y su lejanía no ha hecho más que acrecentar la desconfianza y la frialdad que se asentó entre ambos.
Claire se gira al escuchar una voz que conoce y sólo asiente cuando escucha aquel requerimiento. Ya es tarde, debería estar en la cama durmiendo sola como lo hace todas las noches. Pero lleva horas mirando el sueño de León e intentando imaginar cómo habría sido poder mirar dormir a su pequeña Lilith. Su ánimo no es el mejor pero sabe que sería imposible negar algo a Nigel, imposible y también doloroso.
Cuando sigue al mensajero arrastra un poco los pies debido al cansancio de aquel día. No es que fuera un día muy diferente de los demás, es el peso sobre sus hombros lo que la tienen así, pareciendo una mujer mayor y también agotada. Al entrar al despacho levanta el rostro y lo ve, esta vez realmente lo ve y las manos le tiemblan. Es un monstruo lo que tiene al frente, un asesino frío y determinado a matarla lentamente como ahora lo está haciendo. Intenta no mostrar alguna emoción pero sabe que él es capaz de sentir su pulso acelerado y el sudor helado que le recorre la espalda. Lo que siente Claire sólo podría considerarse miedo. ¿A quién realmente le teme? ¿A Nigel o a ella misma? Mirarlo a los ojos es reconocer a León en ellos, es por eso que desvía su mirada sus labios, quiere mirar el brillo de sus peligrosos dientes cada vez que hable. No quiere olvidar lo que es capaz de hacer.
—Me mandó a llamar, su majestad. —la reverencia que hace luce como aquel gesto aprendido que hacen los sirvientes con el dueño de casa. —Dígame usted qué necesita de mí… —
En otro momento de sus vidas esas palabras tendrían un matiz sexual que ya colorearían sus mejillas y la obligarían a humedecer los labios para esconder el deseo que sentía tan intensamente por él. Ahora, las palabras de Claire hacia Nigel son sólo un ruego silencioso para que la batalla de hoy termine pronto, ojalá sin más bajas que su propia dignidad y su ego, ojalá como anticipo de que la guerra podría acabar algún día cercano.
La piel de la mujer está tan pálida como si viviera en un eterno invierno, tiene sombras oscuras bajo los ojos y ya desistió de usar cualquier prenda que se pondría para salir de casa. Ya casi no lo hace. Las pocas horas en las que tiene permitido dejar su hogar le parecen eternas y las ocupa principalmente en trámites breves que son absolutamente necesarios. Ni siquiera se ha atrevido a visitar a su madre pese a que tiene la dirección donde ahora vive grabada en la memoria y muchas veces le ha pedido al chofer que llegue hasta esa otra casa. Claire no se atreve a enfrentarla ahora que sabe que ella conoce la verdad sobre su pasado. ¿Podría alguna vez perdonarle a Nigel lo que hizo? Siempre pensó que lo haría, que sería capaz de aguantar cualquiera de sus arrebatos, pero eso fue demasiado. Y su lejanía no ha hecho más que acrecentar la desconfianza y la frialdad que se asentó entre ambos.
Claire se gira al escuchar una voz que conoce y sólo asiente cuando escucha aquel requerimiento. Ya es tarde, debería estar en la cama durmiendo sola como lo hace todas las noches. Pero lleva horas mirando el sueño de León e intentando imaginar cómo habría sido poder mirar dormir a su pequeña Lilith. Su ánimo no es el mejor pero sabe que sería imposible negar algo a Nigel, imposible y también doloroso.
Cuando sigue al mensajero arrastra un poco los pies debido al cansancio de aquel día. No es que fuera un día muy diferente de los demás, es el peso sobre sus hombros lo que la tienen así, pareciendo una mujer mayor y también agotada. Al entrar al despacho levanta el rostro y lo ve, esta vez realmente lo ve y las manos le tiemblan. Es un monstruo lo que tiene al frente, un asesino frío y determinado a matarla lentamente como ahora lo está haciendo. Intenta no mostrar alguna emoción pero sabe que él es capaz de sentir su pulso acelerado y el sudor helado que le recorre la espalda. Lo que siente Claire sólo podría considerarse miedo. ¿A quién realmente le teme? ¿A Nigel o a ella misma? Mirarlo a los ojos es reconocer a León en ellos, es por eso que desvía su mirada sus labios, quiere mirar el brillo de sus peligrosos dientes cada vez que hable. No quiere olvidar lo que es capaz de hacer.
—Me mandó a llamar, su majestad. —la reverencia que hace luce como aquel gesto aprendido que hacen los sirvientes con el dueño de casa. —Dígame usted qué necesita de mí… —
En otro momento de sus vidas esas palabras tendrían un matiz sexual que ya colorearían sus mejillas y la obligarían a humedecer los labios para esconder el deseo que sentía tan intensamente por él. Ahora, las palabras de Claire hacia Nigel son sólo un ruego silencioso para que la batalla de hoy termine pronto, ojalá sin más bajas que su propia dignidad y su ego, ojalá como anticipo de que la guerra podría acabar algún día cercano.
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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Re: Fire meet gasoline | Privado
Aunque no estaba acostumbrado a hacerlo, porque le molestaba mucho, el rey esperó pacientemente en su despacho. Minutos después, el servil empleado regresó y tocó a la puerta, anunciándole que la reina estaba allí, tal y como él había ordenado. Como si acabaran de darle una importante noticia, no necesariamente mala, pero tampoco del todo buena, Nigel alzó la vista y enmudeció durante unos segundos. ¿Realmente quería aquello? Se preguntó. Pero como toda su vida había sido un hombre que se guiaba más por instintos que por el raciocinio, no se detuvo a meditar por más tiempo la situación. Simplemente alzó la mano y, tras ejecutar un sencillo y desdeñoso movimiento con ella, le hizo saber que Claire podía entrar, que estaba listo para un nuevo y posible enfrentamiento entre ellos.
La mujer que a continuación ingresó en el despacho, no se parecía en nada a la Claire que recordaba. No era más que su sombra, increíblemente demacrada y pálida. Estaba muy delgada y parecía verdaderamente exhausta, como si los últimos meses los hubiera pasado en vela. Probablemente era así, pero Nigel no se detuvo a pensar en ello. Todo lo que podía pensar era en lo destruida que se veía. Por si eso fuera poco, su mirada ya no era la misma. Muy lejos había quedado la mujer de mirada retadora que orgullosa se exhibía al lado de su marido, ahora parecía lo que era: una mujer derrotada, y triste, sobretodo triste. Por su semblante apagado, es muy probable que ella supiera perfectamente que nunca había tenido peor aspecto. Por un segundo, a Nigel casi le dolió verla de tal modo, mas no lo hizo evidente. Salió de detrás de su escritorio, avanzó unos pasos para acortar la distancia que lo separaba de ella, y continuó tan metido en su papel de monarca, soberbio y cruel, atravesándola con su ya habitual lacerante e insufrible mirada fría.
—Sí, te mandé llamar —confirmó con un tono agrio y áspero, en el momento en que se le plantó enfrente, gallardo y vigoroso, tan diferente a cómo Claire lucía—. Qué increíble, ¿verdad? Que yo quiera verte. Por más inverosímil que resulte, tuve el deseo de tener tu hipócrita cara frente a la mía.
Entre un padre ausente y un marido dominante y cruel, la opinión de Claire hacia los hombres en general, no debía ser demasiado buena. Desde luego, Nigel no siempre la había tratado mal. Desde que lo había conocido, se había mostrado engreído y egocéntrico; ni siquiera en la etapa de conquista, que es cuando se dice que los hombres fingen ser diferentes de lo que realmente son, con tal de lograr ganarse el interés de la mujer, él había intentado ocultar su naturaleza superficial. Aún así, desde su casamiento, Nigel había profesado un gran amor por ella; la había elevado a un lugar donde ninguna otra mujer había estado nunca en su vida. Y es probable que Claire hubiera hecho lo mismo, que le hubiera perdonado cualquier cosa, si tan solo no fuera tan ciego. No era más que el típico hombre egoísta y promiscuo que se sentía con el derecho de acostarse con cuanta mujer quisiera, pero que se sentía en extremo ofendido con la sola idea de que su mujer pudiera siquiera voltear a ver a otro.
—Lo que quiero es muy sencillo —prosiguió con el mismo tono arrogante, aunque, extrañamente, también tranquilo—. Quiero que me mires a los ojos, muy fijamente, y me confieses lo que ocurrió con Pierrot. Voy a darte esa oportunidad. Voy a quedarme aquí, frente a ti, y voy a escuchar uno a uno los sucios detalles de tu traición. Pero lo quiero todo, de tu propia voz. Habla, Claire, es el momento oportuno para confesar lo que durante todo este tiempo has negado.
Sin embargo, Claire permaneció callada, mirándolo fijamente, tal y como él había pedido. Se quedaron allí, inmóviles, uno frente al otro, como si se tratara de dos extraños, durante un momento que se tornó interminable. Hasta que Nigel, quizá ya un poco exasperado, volvió a hablar.
—Claire… —pronunció lentamente, al tiempo que avanzaba un paso más hacia ella, quedando a tan solo unos centímetros de su cara— no sé si no me he explicado lo suficiente o si tú no lo has comprendido. Lo que acabo de decir no ha sido una petición a la que puedas negarte. Es una orden, y como tu rey, exijo una respuesta.
La mujer que a continuación ingresó en el despacho, no se parecía en nada a la Claire que recordaba. No era más que su sombra, increíblemente demacrada y pálida. Estaba muy delgada y parecía verdaderamente exhausta, como si los últimos meses los hubiera pasado en vela. Probablemente era así, pero Nigel no se detuvo a pensar en ello. Todo lo que podía pensar era en lo destruida que se veía. Por si eso fuera poco, su mirada ya no era la misma. Muy lejos había quedado la mujer de mirada retadora que orgullosa se exhibía al lado de su marido, ahora parecía lo que era: una mujer derrotada, y triste, sobretodo triste. Por su semblante apagado, es muy probable que ella supiera perfectamente que nunca había tenido peor aspecto. Por un segundo, a Nigel casi le dolió verla de tal modo, mas no lo hizo evidente. Salió de detrás de su escritorio, avanzó unos pasos para acortar la distancia que lo separaba de ella, y continuó tan metido en su papel de monarca, soberbio y cruel, atravesándola con su ya habitual lacerante e insufrible mirada fría.
—Sí, te mandé llamar —confirmó con un tono agrio y áspero, en el momento en que se le plantó enfrente, gallardo y vigoroso, tan diferente a cómo Claire lucía—. Qué increíble, ¿verdad? Que yo quiera verte. Por más inverosímil que resulte, tuve el deseo de tener tu hipócrita cara frente a la mía.
Entre un padre ausente y un marido dominante y cruel, la opinión de Claire hacia los hombres en general, no debía ser demasiado buena. Desde luego, Nigel no siempre la había tratado mal. Desde que lo había conocido, se había mostrado engreído y egocéntrico; ni siquiera en la etapa de conquista, que es cuando se dice que los hombres fingen ser diferentes de lo que realmente son, con tal de lograr ganarse el interés de la mujer, él había intentado ocultar su naturaleza superficial. Aún así, desde su casamiento, Nigel había profesado un gran amor por ella; la había elevado a un lugar donde ninguna otra mujer había estado nunca en su vida. Y es probable que Claire hubiera hecho lo mismo, que le hubiera perdonado cualquier cosa, si tan solo no fuera tan ciego. No era más que el típico hombre egoísta y promiscuo que se sentía con el derecho de acostarse con cuanta mujer quisiera, pero que se sentía en extremo ofendido con la sola idea de que su mujer pudiera siquiera voltear a ver a otro.
—Lo que quiero es muy sencillo —prosiguió con el mismo tono arrogante, aunque, extrañamente, también tranquilo—. Quiero que me mires a los ojos, muy fijamente, y me confieses lo que ocurrió con Pierrot. Voy a darte esa oportunidad. Voy a quedarme aquí, frente a ti, y voy a escuchar uno a uno los sucios detalles de tu traición. Pero lo quiero todo, de tu propia voz. Habla, Claire, es el momento oportuno para confesar lo que durante todo este tiempo has negado.
Sin embargo, Claire permaneció callada, mirándolo fijamente, tal y como él había pedido. Se quedaron allí, inmóviles, uno frente al otro, como si se tratara de dos extraños, durante un momento que se tornó interminable. Hasta que Nigel, quizá ya un poco exasperado, volvió a hablar.
—Claire… —pronunció lentamente, al tiempo que avanzaba un paso más hacia ella, quedando a tan solo unos centímetros de su cara— no sé si no me he explicado lo suficiente o si tú no lo has comprendido. Lo que acabo de decir no ha sido una petición a la que puedas negarte. Es una orden, y como tu rey, exijo una respuesta.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Fire meet gasoline | Privado
La reacción inicial de Claire fue la de salir corriendo y encerrarse, esta vez voluntariamente, en la habitación que en otros tiempos había sido la de ambos. Quería enterrar el rostro entre las mantas y contar hasta incalculables números para evitar volver a llorar o dejar de sentir los pinchazos en el centro de su pecho. Quería desaparecer, eso está claro, quería no verle más el rostro y que los días avanzaran sin que él volviera a recordar su existencia. Quería dejar de existir para Nigel, eso era lo que Claire más quería por sobre todas las cosas en el mundo. Sin embargo, su voz la sacó del ensueño y se dio cuenta que realmente estaba esperando una respuesta.
La mujer dio un paso hacia atrás porque necesitaba alejarse de él para poder pensar con claridad. Tenía un nudo apretado en la garganta y el temblor de sus manos se acrecentaba a medida que continuaba mirándolo fijamente. Estaba muda, callada debido al dolor y también a las circunstancias. ¿Cuánto más tendría que pagar por sus pecados? ¿Cuánto más hace falta para que logre la expiación que necesita? Abrió la boca pero el único sonido que apareció fue el del un largo suspiro, el aire saliendo en una ráfaga parecida a la de una cascada que cae con violencia. De todo lo que Nigel había dicho, lo que más se quedó grabado en la mente de Claire fueron las palabras “tu rey”. Él no estaba hablándole como su esposo, ni como su amante, ni como el padre de sus hijos. Le hablaba como un monarca le habla a sus súbditos y ella supo que era de ese mismo modo que debía contestarle, quizás si lo miraba de esa forma sería más fácil hablar que si lo hacía manteniendo vivo el recuerdo de un amor que ahora parece sólo eso. Un recuerdo.
—He visto dos veces a Pierrot en mi vida… La primera vez él se presentó en esta casa como su gemelo, el parecido era indudable y le permití que me contara la historia de vuestra familia que sentí vergüenza de no conocer. Al escucharlo hablar noté de inmediato las diferencias entre ustedes y esto me hizo dudar ya que a él no lo conozco, pero aún así creí en su palabra y también en sus intenciones puras de querer acercarse a nosotros… —Claire intentaba no titubear ni tampoco desviar la mirada, sabía que sería inútil decir todo aquello pero confiaba en que quizás por hoy él no le gritaría palabras obscenas ni tampoco la culparía por todo lo sucedido. Era un poco inocente de su parte creer que al final vería la verdad en sus ojos, pero tenía que intentarlo una vez más. ¿Por qué seguía intentándolo? ¿Por qué simplemente no se rendía tal como lo había hecho él? —La segunda vez que lo vi también fue en esta casa y no había pasado mucho desde el encuentro anterior. En ambas ocasiones su interés estuvo más en León que en mi persona, le parecía tal vez más interesante compartir con alguien que sí es de su familia. La niñera de León estuvo presente aquella vez y también algunos otros de nuestros sirvientes… no sé si él sepa acerca de vuestra condición pero temo que así era ya que ambas visitas fueron a plena luz del día… Quiero creer que no deseaba encontrarse con su majestad.—
Apenas terminó de hablar cerró los ojos unos instantes y agradeció lo que había tenido en su vida hasta ahora. Aquella pequeña e insignificante plegaria había brotado de la nada, quizás como un ruego secreto antes de lo que vendría. Las manos de la reina temblaban como hojas al viento, las puso tras su espalda y comenzó a abrir y cerrar los puños esperando poder calmarse un poco. Claire tenía miedo, ya lo sabía desde hace mucho. Claire tenía miedo de que Nigel la golpeara, de que lo hiciera no sólo con el modo en que la trataba, sino más bien como no lo había hecho antes, poniéndole un dedo (o más de uno) encima. Pero ahora que había dicho la verdad estaba segura que él no la creería y terminaría cumpliéndose lo que tanto temía.
—Después de aquella vez no volví a verlo ni tampoco a saber de él. Desconozco si intentó acercarse a usted así como también desconozco el origen de vuestras suposiciones. —Se aclaró un poco la garganta y cambió levemente su posición sólo para no lucir a la defensiva. —Usted me pidió la verdad y se la he dado, su majestad.
La mujer dio un paso hacia atrás porque necesitaba alejarse de él para poder pensar con claridad. Tenía un nudo apretado en la garganta y el temblor de sus manos se acrecentaba a medida que continuaba mirándolo fijamente. Estaba muda, callada debido al dolor y también a las circunstancias. ¿Cuánto más tendría que pagar por sus pecados? ¿Cuánto más hace falta para que logre la expiación que necesita? Abrió la boca pero el único sonido que apareció fue el del un largo suspiro, el aire saliendo en una ráfaga parecida a la de una cascada que cae con violencia. De todo lo que Nigel había dicho, lo que más se quedó grabado en la mente de Claire fueron las palabras “tu rey”. Él no estaba hablándole como su esposo, ni como su amante, ni como el padre de sus hijos. Le hablaba como un monarca le habla a sus súbditos y ella supo que era de ese mismo modo que debía contestarle, quizás si lo miraba de esa forma sería más fácil hablar que si lo hacía manteniendo vivo el recuerdo de un amor que ahora parece sólo eso. Un recuerdo.
—He visto dos veces a Pierrot en mi vida… La primera vez él se presentó en esta casa como su gemelo, el parecido era indudable y le permití que me contara la historia de vuestra familia que sentí vergüenza de no conocer. Al escucharlo hablar noté de inmediato las diferencias entre ustedes y esto me hizo dudar ya que a él no lo conozco, pero aún así creí en su palabra y también en sus intenciones puras de querer acercarse a nosotros… —Claire intentaba no titubear ni tampoco desviar la mirada, sabía que sería inútil decir todo aquello pero confiaba en que quizás por hoy él no le gritaría palabras obscenas ni tampoco la culparía por todo lo sucedido. Era un poco inocente de su parte creer que al final vería la verdad en sus ojos, pero tenía que intentarlo una vez más. ¿Por qué seguía intentándolo? ¿Por qué simplemente no se rendía tal como lo había hecho él? —La segunda vez que lo vi también fue en esta casa y no había pasado mucho desde el encuentro anterior. En ambas ocasiones su interés estuvo más en León que en mi persona, le parecía tal vez más interesante compartir con alguien que sí es de su familia. La niñera de León estuvo presente aquella vez y también algunos otros de nuestros sirvientes… no sé si él sepa acerca de vuestra condición pero temo que así era ya que ambas visitas fueron a plena luz del día… Quiero creer que no deseaba encontrarse con su majestad.—
Apenas terminó de hablar cerró los ojos unos instantes y agradeció lo que había tenido en su vida hasta ahora. Aquella pequeña e insignificante plegaria había brotado de la nada, quizás como un ruego secreto antes de lo que vendría. Las manos de la reina temblaban como hojas al viento, las puso tras su espalda y comenzó a abrir y cerrar los puños esperando poder calmarse un poco. Claire tenía miedo, ya lo sabía desde hace mucho. Claire tenía miedo de que Nigel la golpeara, de que lo hiciera no sólo con el modo en que la trataba, sino más bien como no lo había hecho antes, poniéndole un dedo (o más de uno) encima. Pero ahora que había dicho la verdad estaba segura que él no la creería y terminaría cumpliéndose lo que tanto temía.
—Después de aquella vez no volví a verlo ni tampoco a saber de él. Desconozco si intentó acercarse a usted así como también desconozco el origen de vuestras suposiciones. —Se aclaró un poco la garganta y cambió levemente su posición sólo para no lucir a la defensiva. —Usted me pidió la verdad y se la he dado, su majestad.
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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Re: Fire meet gasoline | Privado
Nigel permaneció expectante, a la espera de su confesión. Sin embargo, cuando Claire comenzó a hablar, no la escuchó realmente. Todo lo que hizo fue observarla, taladrándola con los ojos, y aguardar por el momento preciso en el que ella lo negara todo -porque estaba seguro de que lo haría-, para así poder lanzar sobre ella una nueva y más potente oleada de ira. Y así lo hizo, apenas Claire dejó de hablar.
—¡Mentiras! ¡No eres más que una maldita embustera! —vociferó hecho un verdadero energúmeno cuando ella terminó la última frase. Sus palabras, lejos de ayudar, solamente habían logrado enfurecerlo aún más que antes. Se sentía exasperado. La insolencia era parte de él, una constante en su vida, no obstante, cuando ésta provenía de alguien más e iba directamente dirigida a él, dejaba de ser divertida—. Te burlas de mí, me miras a los ojos y te atreves a mentirme descaradamente, una vez más. Insultas mi inteligencia creyendo que como un niño inocente creeré tu falsa historia —le reprochó en la cara, arrastrando pesadamente las palabras, escupiéndoselas como si se tratara de un potente veneno.
De pronto, Nigel se dio la vuelta, como si estuviese cansado de esperar que ella dijese algo. Indignado, enfurecido y cada vez más histérico, recorrió el estudio dando una zancada tras otra. El rey había dejado de lado sus elegantes y petulantes movimientos propios de la realeza, convirtiendo así su expresión corporal en algo verdaderamente ordinario pero, sobretodo, enérgico. Cuando llegó hasta el escritorio, alzó la mano y dio un violento manotazo, provocando que las cosas que yacían sobre la mesa, entre ellas un candelabro, algunos libros, un globo terráqueo y un tintero, cayeran al suelo haciendo un aparatoso ruido que retumbó en todo el lugar.
—Sé que te acostaste con él. Lo hiciste, Claire. ¡Admítelo de una vez! —le gritó cuando volvió a ella y la sujetó de los hombros, exigiéndole una respuesta. Su agarre se volvió agresivo y no tuvo ningún reparo el zarandearla bárbaramente como si se tratara de una insignificante criada. Incapaz de contener su rabia y los celos que lo consumían, la atrajo hacia sí clavando aún más sus dedos sobre la carne de los brazos de su esposa—. ¿Con cuántos más te has revolcado? ¡Habla! Dime sus nombres porque mataré a cada uno de ellos por haberse atrevido a tocar lo que me pertenece, incluido mi hermano.
Claire continuó sin hablar, pero Nigel pudo sentir cómo se estremecía, cómo parecía temblar bajo sus manos. ¿Sería de rabia o de miedo? Quizá una combinación de ambas, y con justa razón. Nigel se cansó de esperar escuchar lo que deseaba oír salir de sus labios. Se había vuelto una muñeca de trapo, muda, a la que podía maniobrar a su antojo. Cuando sintió que verdaderamente perdía el control de sí mismo, completamente fuera de sus cabales, liberó sus hombros y la sujetó esta vez del cuello con ambas manos. Éste era demasiado delgado así que logró rodearlo por completo.
—¿Sabes que podría asesinarte ahora mismo? —le dijo con una voz mucho más serena, aunque en verdad peligrosa. Nigel le hablaba desde el fondo de su alma y elegía amenazarle porque no sabía cómo externar el dolor que le carcomía, porque era un verdadero estúpido cuando de sentimientos se trataba—. Un solo movimiento de mis manos y podría partirte el cuello en dos, estarías muerta en cuestión de segundos —presionó un poco más comprimiendo las arterias carótidas, estrechando el conducto traqueal, limitándole así el paso del aire. Claire debió sentir un dolor en verdad agudo.
Una voz interior le objetaba que sí podía y debía hacerlo, que la estrangulase y terminara de una vez por todas con la causa de todos sus males, pero Nigel se resistía a escucharla. No importaba lo que dijera, lo cierto era que no toleraba la idea de verla muerta. Sentía que, de hacerlo, una parte de él se moriría con ella y jamás volvería a ser el mismo. Aunque, es muy probable que ya no fuera el mismo, y quién mejor que Claire para corroborarlo.
—Pero no puedo —confesó al fin, aflojando considerablemente sus dedos, deshaciendo el violento agarre—. Tú me haces débil, y un rey, un vampiro como yo, no puede permitirse tal cosa. Por eso te odio. Te odio con la misma intensidad con la que te amo, y te maldigo por ello —le dedicó una mirada atormentada al tiempo que adoptaba una expresión de derrota. Se daba por vencido con ella, y también con él mismo—. Maldita. Maldita seas, Claire Delacroix.
Y dicho esto, la besó. Lo hizo porque no tenía otra opción, porque se moría por hacerlo. Capturándola con sus manos, la atrajo hacia sí impidiéndole que pudiera liberarse. Como si en el fondo estuviera pidiéndole disculpas, cubrió de ansiosos besos la piel del cuello que anteriormente había agredido y luego subió hasta los labios. Ella le golpeó los hombros intentando zafarse, pero él, que se negaba a dejarla ir, la cogió de la cintura con ambas manos y, alzándola del suelo, la sentó y aprisionó contra el escritorio. La atacó con labios, lengua y dientes negándose a permitir que ella le impidiera dominarla. Necesitaba sentir que aunque hubiera sido de otros, seguía siendo suya, mucho más que de cualquier otro.
—¡Mentiras! ¡No eres más que una maldita embustera! —vociferó hecho un verdadero energúmeno cuando ella terminó la última frase. Sus palabras, lejos de ayudar, solamente habían logrado enfurecerlo aún más que antes. Se sentía exasperado. La insolencia era parte de él, una constante en su vida, no obstante, cuando ésta provenía de alguien más e iba directamente dirigida a él, dejaba de ser divertida—. Te burlas de mí, me miras a los ojos y te atreves a mentirme descaradamente, una vez más. Insultas mi inteligencia creyendo que como un niño inocente creeré tu falsa historia —le reprochó en la cara, arrastrando pesadamente las palabras, escupiéndoselas como si se tratara de un potente veneno.
De pronto, Nigel se dio la vuelta, como si estuviese cansado de esperar que ella dijese algo. Indignado, enfurecido y cada vez más histérico, recorrió el estudio dando una zancada tras otra. El rey había dejado de lado sus elegantes y petulantes movimientos propios de la realeza, convirtiendo así su expresión corporal en algo verdaderamente ordinario pero, sobretodo, enérgico. Cuando llegó hasta el escritorio, alzó la mano y dio un violento manotazo, provocando que las cosas que yacían sobre la mesa, entre ellas un candelabro, algunos libros, un globo terráqueo y un tintero, cayeran al suelo haciendo un aparatoso ruido que retumbó en todo el lugar.
—Sé que te acostaste con él. Lo hiciste, Claire. ¡Admítelo de una vez! —le gritó cuando volvió a ella y la sujetó de los hombros, exigiéndole una respuesta. Su agarre se volvió agresivo y no tuvo ningún reparo el zarandearla bárbaramente como si se tratara de una insignificante criada. Incapaz de contener su rabia y los celos que lo consumían, la atrajo hacia sí clavando aún más sus dedos sobre la carne de los brazos de su esposa—. ¿Con cuántos más te has revolcado? ¡Habla! Dime sus nombres porque mataré a cada uno de ellos por haberse atrevido a tocar lo que me pertenece, incluido mi hermano.
Claire continuó sin hablar, pero Nigel pudo sentir cómo se estremecía, cómo parecía temblar bajo sus manos. ¿Sería de rabia o de miedo? Quizá una combinación de ambas, y con justa razón. Nigel se cansó de esperar escuchar lo que deseaba oír salir de sus labios. Se había vuelto una muñeca de trapo, muda, a la que podía maniobrar a su antojo. Cuando sintió que verdaderamente perdía el control de sí mismo, completamente fuera de sus cabales, liberó sus hombros y la sujetó esta vez del cuello con ambas manos. Éste era demasiado delgado así que logró rodearlo por completo.
—¿Sabes que podría asesinarte ahora mismo? —le dijo con una voz mucho más serena, aunque en verdad peligrosa. Nigel le hablaba desde el fondo de su alma y elegía amenazarle porque no sabía cómo externar el dolor que le carcomía, porque era un verdadero estúpido cuando de sentimientos se trataba—. Un solo movimiento de mis manos y podría partirte el cuello en dos, estarías muerta en cuestión de segundos —presionó un poco más comprimiendo las arterias carótidas, estrechando el conducto traqueal, limitándole así el paso del aire. Claire debió sentir un dolor en verdad agudo.
Una voz interior le objetaba que sí podía y debía hacerlo, que la estrangulase y terminara de una vez por todas con la causa de todos sus males, pero Nigel se resistía a escucharla. No importaba lo que dijera, lo cierto era que no toleraba la idea de verla muerta. Sentía que, de hacerlo, una parte de él se moriría con ella y jamás volvería a ser el mismo. Aunque, es muy probable que ya no fuera el mismo, y quién mejor que Claire para corroborarlo.
—Pero no puedo —confesó al fin, aflojando considerablemente sus dedos, deshaciendo el violento agarre—. Tú me haces débil, y un rey, un vampiro como yo, no puede permitirse tal cosa. Por eso te odio. Te odio con la misma intensidad con la que te amo, y te maldigo por ello —le dedicó una mirada atormentada al tiempo que adoptaba una expresión de derrota. Se daba por vencido con ella, y también con él mismo—. Maldita. Maldita seas, Claire Delacroix.
Y dicho esto, la besó. Lo hizo porque no tenía otra opción, porque se moría por hacerlo. Capturándola con sus manos, la atrajo hacia sí impidiéndole que pudiera liberarse. Como si en el fondo estuviera pidiéndole disculpas, cubrió de ansiosos besos la piel del cuello que anteriormente había agredido y luego subió hasta los labios. Ella le golpeó los hombros intentando zafarse, pero él, que se negaba a dejarla ir, la cogió de la cintura con ambas manos y, alzándola del suelo, la sentó y aprisionó contra el escritorio. La atacó con labios, lengua y dientes negándose a permitir que ella le impidiera dominarla. Necesitaba sentir que aunque hubiera sido de otros, seguía siendo suya, mucho más que de cualquier otro.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Fire meet gasoline | Privado
Y llegó, fuerte como todo lo demás, cargado de un odio cuyo origen no conocía completamente, esperando quizás que lo poco que queda de ella no siga quebrándose como todo lo demás. Sus palabras eran las mismas de siempre, más acusaciones por las que ya no tenía sentido seguir sufriendo. Pero aún así lo hacía, como una niña que le cree a su padre que vendrá a verla todos los domingos, como esa mujer maltratada que espera que luego de esta golpiza su esposo no vuelva a hacerlo, como una reina castigada por un rey que no se cansa de echarle en cara lo que ella jamás ha hecho. Claire lo veía caminar como un animal enjaulado y sentía dolor dentro de ella, Nigel parecía querer explotar en cualquier momento y así lo hizo. No fue sino hasta después que se dio cuenta que estaba temblando, que tenía miedo de ese hombre al que desde hace mucho no reconocía.
Sin embargo, no fue hasta que la tomó del cuello que no dimensionó que esta noche la batalla tomaba un nuevo rumbo. Hasta entonces siempre se había tratado de palabras y quizás alguna marca posterior en sus brazos, pero nunca más que eso. Esta vez era capaz de sentir como el aire se hacía cada vez más escaso y quería suplicarle que lo hiciera. Que acabara con su vida. Que la matara como decía su amenaza. ¿Qué mejor modo de morir que en las manos de quien más ha amado en la vida? Su pensamiento retorcido se entremezclaba con el dolor de los dedos presionando su piel y de los pulmones rogando por algo de oxígeno. Esperaba que alguien cuidara de León y de Nigel, que alguien sanara las heridas en los corazones de ambos y que su recuerdo alguna vez fuera asociado a la alegría y el amor que siempre quiso entregarles. Pero Nigel era un cobarde, un sucio y asqueroso cobarde que la dejaba vivir y además la culpaba de algo que era una mentira.
Claire jamás volvería a creerle cuando dijera que la amaba. Lo más probable es que él creyera hacerlo pero ella dudaba que una criatura como esa pudiera sentir algo como lo que dice sentir.
Nigel ya no es un hombre. Es un monstruo.
Y así, cuando la besó, sintió como los labios de un monstruo eran los que la besaban, como la boca de un monstruo recorría el mismo cuello que antes apretaba con fuerza desmedida. Quiso escapar, alejarse de aquel acto que tanto tiempo había anhelado. Claire no quería que un monstruo como ese la tocara de ese modo. Sintió tanto asco que cuando comenzó a golpear los hombros de Nigel desconoció la sensación que reaparecía en su estómago, quizás porque ya la creía extinta o tal vez porque una criatura como él también era capaz de hacerle creer cosas que no eran reales. Finalmente, cuando logró separarse tenía las mejillas húmedas por las lágrimas y la respiración entrecortada, nada era de alegría ni tampoco como celebración de un triunfo luego de una exhausta espera que la tenían convertida en un fantasma al que aún le late el corazón.
—Desde que usted me hizo su esposa sólo me he acostado con un hombre además de usted pero ese hombre no es su hermano, es un antiguo amante que tuve mientras trabajaba en el burdel… —dijo apenas pudo recuperar la voz, tenía los ojos fijamente puestos en los de él, clavados en las pupilas azules que ya no le parecían familiares ni tampoco cercanas, —usted me ha llamado por mi antiguo nombre y en eso fue que intenté convertirme aquella tarde en que estuvimos juntos… pero fue imposible. Mi nombre es Claire Quartermane y comparto el apellido con usted y nuestro hijo… lo seguiré haciendo hasta el día de mi muerte. —¿Qué intentaba conseguir con eso? ¿Quería acaso que la matara? —No quiero que usted vuelva a tocarme, usted me da asco, su majestad… cada vez que lo veo pienso en todas las vidas que ha arrebatado y en todas las mujeres que han pasado por su cuerpo… ¿Cuántas son ellas? ¿Tiene acaso certeza del número? —Claire al fin soltaba algo de lo que tanto tiempo había estado dando vueltas por su cabeza. Las manos volvían a temblarle y también lo hacía su voz, se sentía vulnerable en su presencia, sometida tal vez a los sentimientos que siguen presentes. Porque mirarlo era recordar que sí lo amaba aunque intentara convencerse de lo contrario, que también lo amaba con la misma fuerza con que lo odiaba y que también, tal como había hecho él, lo maldecía por ello.
—¿Usted piensa que no sé que cada noche al salir se acuesta con otra mujer? ¿Usted piensa que no sé que desde la primera vez en que usted me juró su amor estaba engañándome con alguien más? ¿Espera que le crea cuando dice amarme? Alguien que ama no daña como usted lo ha hecho ni tampoco causa tanto dolor como usted lo ha hecho. —Aprovechando una breve pausa se zafó de él y aumentó la distancia entre ellos. —Todo lo que deseo es que esta noche sea usted quien termine con mi vida… estoy cansada de vivir con este amor por usted que no es correspondido… porque no le creo, no te creo Nigel cuando dices que me amas… si me amaras sabrías que jamás ha existido para mí alguien más que tú. —
Sin embargo, no fue hasta que la tomó del cuello que no dimensionó que esta noche la batalla tomaba un nuevo rumbo. Hasta entonces siempre se había tratado de palabras y quizás alguna marca posterior en sus brazos, pero nunca más que eso. Esta vez era capaz de sentir como el aire se hacía cada vez más escaso y quería suplicarle que lo hiciera. Que acabara con su vida. Que la matara como decía su amenaza. ¿Qué mejor modo de morir que en las manos de quien más ha amado en la vida? Su pensamiento retorcido se entremezclaba con el dolor de los dedos presionando su piel y de los pulmones rogando por algo de oxígeno. Esperaba que alguien cuidara de León y de Nigel, que alguien sanara las heridas en los corazones de ambos y que su recuerdo alguna vez fuera asociado a la alegría y el amor que siempre quiso entregarles. Pero Nigel era un cobarde, un sucio y asqueroso cobarde que la dejaba vivir y además la culpaba de algo que era una mentira.
Claire jamás volvería a creerle cuando dijera que la amaba. Lo más probable es que él creyera hacerlo pero ella dudaba que una criatura como esa pudiera sentir algo como lo que dice sentir.
Nigel ya no es un hombre. Es un monstruo.
Y así, cuando la besó, sintió como los labios de un monstruo eran los que la besaban, como la boca de un monstruo recorría el mismo cuello que antes apretaba con fuerza desmedida. Quiso escapar, alejarse de aquel acto que tanto tiempo había anhelado. Claire no quería que un monstruo como ese la tocara de ese modo. Sintió tanto asco que cuando comenzó a golpear los hombros de Nigel desconoció la sensación que reaparecía en su estómago, quizás porque ya la creía extinta o tal vez porque una criatura como él también era capaz de hacerle creer cosas que no eran reales. Finalmente, cuando logró separarse tenía las mejillas húmedas por las lágrimas y la respiración entrecortada, nada era de alegría ni tampoco como celebración de un triunfo luego de una exhausta espera que la tenían convertida en un fantasma al que aún le late el corazón.
—Desde que usted me hizo su esposa sólo me he acostado con un hombre además de usted pero ese hombre no es su hermano, es un antiguo amante que tuve mientras trabajaba en el burdel… —dijo apenas pudo recuperar la voz, tenía los ojos fijamente puestos en los de él, clavados en las pupilas azules que ya no le parecían familiares ni tampoco cercanas, —usted me ha llamado por mi antiguo nombre y en eso fue que intenté convertirme aquella tarde en que estuvimos juntos… pero fue imposible. Mi nombre es Claire Quartermane y comparto el apellido con usted y nuestro hijo… lo seguiré haciendo hasta el día de mi muerte. —¿Qué intentaba conseguir con eso? ¿Quería acaso que la matara? —No quiero que usted vuelva a tocarme, usted me da asco, su majestad… cada vez que lo veo pienso en todas las vidas que ha arrebatado y en todas las mujeres que han pasado por su cuerpo… ¿Cuántas son ellas? ¿Tiene acaso certeza del número? —Claire al fin soltaba algo de lo que tanto tiempo había estado dando vueltas por su cabeza. Las manos volvían a temblarle y también lo hacía su voz, se sentía vulnerable en su presencia, sometida tal vez a los sentimientos que siguen presentes. Porque mirarlo era recordar que sí lo amaba aunque intentara convencerse de lo contrario, que también lo amaba con la misma fuerza con que lo odiaba y que también, tal como había hecho él, lo maldecía por ello.
—¿Usted piensa que no sé que cada noche al salir se acuesta con otra mujer? ¿Usted piensa que no sé que desde la primera vez en que usted me juró su amor estaba engañándome con alguien más? ¿Espera que le crea cuando dice amarme? Alguien que ama no daña como usted lo ha hecho ni tampoco causa tanto dolor como usted lo ha hecho. —Aprovechando una breve pausa se zafó de él y aumentó la distancia entre ellos. —Todo lo que deseo es que esta noche sea usted quien termine con mi vida… estoy cansada de vivir con este amor por usted que no es correspondido… porque no le creo, no te creo Nigel cuando dices que me amas… si me amaras sabrías que jamás ha existido para mí alguien más que tú. —
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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Re: Fire meet gasoline | Privado
Culpable. Avergonzado. Miserable. ¿Alguna vez Nigel se había sentido de ese modo? No desde que había dejado de ser un niño. No desde que su abuelo, el difunto Lord Quartermane, le había enseñado a suprimir tales sentimientos y a prescindir de muchos otros, argumentando que no servían de nada y que solo lo volvían un ser vulnerable y débil. Nigel había aprendido bien, pero no tan bien como su abuelo había deseado que hiciese. Amaba a Claire, de una manera equivocada y cruel, sí, pero lo hacía. Ella y León eran su debilidad. No era un buen hombre, jamás había sido un buen esposo y aún no había aprendido a ser un buen padre, pero no concebía la vida sin esas dos personas que conformaban su pequeña aunque disfuncional familia. Su mayor obstáculo era la ambición; el egoísmo. Constantemente demandaba la atención, el amor y la fidelidad de Claire, pero él no era capaz de brindar lo mismo. Jamás lo había hecho. No conocía el significado de la reciprocidad o del sacrificio. Era mezquino, ruin, carente de nobleza y moralmente despreciable. ¿Lo peor? Claire lo sabía, empezaba a descubrirlo. ¿Cómo podría ella seguir amándolo? ¿Por qué querría aferrarse a un ser tan despreciable como él? No cuando existían otros tantos hombres que podían tratarla como se merecía, darle todo eso de lo que él la privaba.
Nigel era un infractor. En el fondo de su ser entendía que él y solo él era el causante de las penas de esa mujer a la que había desposado en un acto de amor, pero también de egoísmo y vanidad. Claire se había mostrado valiente al confesarse ante él. Y quizá no solo era valiente, sino también tonta, pero al menos tenía la decencia de hacer lo que él no había podido: hablarle de frente y admitir que sí, en efecto, había sido de otro, mas de su hermano. De algún modo, escuchar tal confesión de su viva voz, le rompió el corazón. Y es probable que la mirada que le dedicó a continuación lo reflejase de algún modo. Por un segundo, la ira se esfumó de sus ojos. Aunque quería, no podía reclamarle o culparla; se sentía incapaz, como si de pronto todas sus fuerzas lo hubieran abandonado. Y ¿cómo hacerlo? Con qué cara podía pedir una explicación a la falta de su esposa, cuando era completamente cierta su acusación.
—¿Esas mujeres? Solo forniqué con ellas —admitió finalmente tras una larga pausa—. Rubias, morenas, pelirrojas, para mí era igual. Fue solo sexo. Usé su cuerpo para satisfacer el mío. Eso fue todo. No puedes odiarme por eso.
Intentaba justificarse, pero nuevamente lo hacía de la manera equivocada. Minimizaba las cosas, pretendía restarle importancia hablando de ello como si se tratara de cualquier cosa, de algo insignificante, como un simple apretón de manos. No funcionó. Claire desvió la mirada, una mala señal. De pronto Nigel experimentó una sensación de irrealidad. Ella lo había afrontado, se había atrevido a criticarle ¿y él lo aceptaba de buena gana? De haber presenciado la escena, su abuelo se habría mostrado profundamente decepcionado.
—Mírame —pidió y avanzó un paso hacia ella—. Quiero que me mires a los ojos una vez más y me digas que dejé de significar algo para ti —alzó la mano y con ella ladeó el rostro de Claire, recuperando su atención. Pero ella no habló, tan solo se limitó a mirarlo, mas no de la forma que Nigel esperaba que hiciera—. No puedes porque aún me amas —no era una suposición, con toda la arrogancia que poseía, se atrevía a afirmarlo—. Sé que sigo provocando muchas cosas en ti y que el asco no es una de ellas —avanzó un paso más y nuevamente acorraló a la mujer contra el escritorio que yacía a sus espaldas. La distancia que separaba una boca de la otra era escasa. Como si se hubiera propuesto hacerla cambiar de opinión, Nigel recorrió la mejilla de Claire con sus dedos y percibió cómo ésta se estremecía ante su tacto.
—Dilo, Claire, di que me amas. Ansío escucharlo. Estaba loco de celos, aún lo estoy, pero ya hemos pasado suficiente tiempo separados y no quiero perder más el tiempo. Te necesito —pronunció contra su mejilla y su frente descansó sobre la ajena—. Tú eres mi mujer, mi esposa, la madre de mi hijo. No hay nada que temer. Estás por encima de cualquier otra porque tu cuerpo no es lo único que deseo de ti. Te amo, jamás he dejado de hacerlo. Bésame, haz el amor conmigo, como antes.
Sin esperar una respuesta afirmativa de parte de Claire, presa de la pasión y el ardor que lo consumía, Nigel la colocó sobre el mueble y la besó, profunda e implacablemente. Desabrochó su pantalón e inmediatamente sus manos viajaron hasta la falda de Claire, la cual alzó para deshacerse de la barrera que los separaba. Cuando tuvo el camino libre de cualquier obstáculo, se posicionó entre sus piernas y empujó profundamente dentro de ella. Un profundo gemido se escapó de él, pero Claire apenas y dio señales de que estaba allí, sostenida firmemente contra el cuerpo de su esposo. Cerró los ojos y con ello hizo aún más evidente que no quería verlo y mucho menos besarlo. Ella no deseaba que la tocara, se lo había dicho minutos antes, pero por alguna razón permaneció inmóvil y callada, como si se hubiera vuelto de piedra o se hubiera resignado a lo inevitable. Era su esposa después de todo, y estar con él era una obligación.
—Oh, Claire… —gimió y la apretó contra él sin dejar de embestirla con pasión. Nigel se dio cuenta de lo que ocurría, pero no podía pararlo, no quería hacerlo. De algún modo agradeció que ella no lo frenara y le permitiera poseerla, sin la necesidad de obligarla. Se aferró a la idea de que con sus indeseadas caricias la haría cambiar de actitud.
Nigel era un infractor. En el fondo de su ser entendía que él y solo él era el causante de las penas de esa mujer a la que había desposado en un acto de amor, pero también de egoísmo y vanidad. Claire se había mostrado valiente al confesarse ante él. Y quizá no solo era valiente, sino también tonta, pero al menos tenía la decencia de hacer lo que él no había podido: hablarle de frente y admitir que sí, en efecto, había sido de otro, mas de su hermano. De algún modo, escuchar tal confesión de su viva voz, le rompió el corazón. Y es probable que la mirada que le dedicó a continuación lo reflejase de algún modo. Por un segundo, la ira se esfumó de sus ojos. Aunque quería, no podía reclamarle o culparla; se sentía incapaz, como si de pronto todas sus fuerzas lo hubieran abandonado. Y ¿cómo hacerlo? Con qué cara podía pedir una explicación a la falta de su esposa, cuando era completamente cierta su acusación.
—¿Esas mujeres? Solo forniqué con ellas —admitió finalmente tras una larga pausa—. Rubias, morenas, pelirrojas, para mí era igual. Fue solo sexo. Usé su cuerpo para satisfacer el mío. Eso fue todo. No puedes odiarme por eso.
Intentaba justificarse, pero nuevamente lo hacía de la manera equivocada. Minimizaba las cosas, pretendía restarle importancia hablando de ello como si se tratara de cualquier cosa, de algo insignificante, como un simple apretón de manos. No funcionó. Claire desvió la mirada, una mala señal. De pronto Nigel experimentó una sensación de irrealidad. Ella lo había afrontado, se había atrevido a criticarle ¿y él lo aceptaba de buena gana? De haber presenciado la escena, su abuelo se habría mostrado profundamente decepcionado.
—Mírame —pidió y avanzó un paso hacia ella—. Quiero que me mires a los ojos una vez más y me digas que dejé de significar algo para ti —alzó la mano y con ella ladeó el rostro de Claire, recuperando su atención. Pero ella no habló, tan solo se limitó a mirarlo, mas no de la forma que Nigel esperaba que hiciera—. No puedes porque aún me amas —no era una suposición, con toda la arrogancia que poseía, se atrevía a afirmarlo—. Sé que sigo provocando muchas cosas en ti y que el asco no es una de ellas —avanzó un paso más y nuevamente acorraló a la mujer contra el escritorio que yacía a sus espaldas. La distancia que separaba una boca de la otra era escasa. Como si se hubiera propuesto hacerla cambiar de opinión, Nigel recorrió la mejilla de Claire con sus dedos y percibió cómo ésta se estremecía ante su tacto.
—Dilo, Claire, di que me amas. Ansío escucharlo. Estaba loco de celos, aún lo estoy, pero ya hemos pasado suficiente tiempo separados y no quiero perder más el tiempo. Te necesito —pronunció contra su mejilla y su frente descansó sobre la ajena—. Tú eres mi mujer, mi esposa, la madre de mi hijo. No hay nada que temer. Estás por encima de cualquier otra porque tu cuerpo no es lo único que deseo de ti. Te amo, jamás he dejado de hacerlo. Bésame, haz el amor conmigo, como antes.
Sin esperar una respuesta afirmativa de parte de Claire, presa de la pasión y el ardor que lo consumía, Nigel la colocó sobre el mueble y la besó, profunda e implacablemente. Desabrochó su pantalón e inmediatamente sus manos viajaron hasta la falda de Claire, la cual alzó para deshacerse de la barrera que los separaba. Cuando tuvo el camino libre de cualquier obstáculo, se posicionó entre sus piernas y empujó profundamente dentro de ella. Un profundo gemido se escapó de él, pero Claire apenas y dio señales de que estaba allí, sostenida firmemente contra el cuerpo de su esposo. Cerró los ojos y con ello hizo aún más evidente que no quería verlo y mucho menos besarlo. Ella no deseaba que la tocara, se lo había dicho minutos antes, pero por alguna razón permaneció inmóvil y callada, como si se hubiera vuelto de piedra o se hubiera resignado a lo inevitable. Era su esposa después de todo, y estar con él era una obligación.
—Oh, Claire… —gimió y la apretó contra él sin dejar de embestirla con pasión. Nigel se dio cuenta de lo que ocurría, pero no podía pararlo, no quería hacerlo. De algún modo agradeció que ella no lo frenara y le permitiera poseerla, sin la necesidad de obligarla. Se aferró a la idea de que con sus indeseadas caricias la haría cambiar de actitud.
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Re: Fire meet gasoline | Privado
En todo momento estuvo en silencio, escuchó como las palabras de aquel monstruo hablaban de un amor que nunca se extinguió y de la posición que ella parecía tener comparada a todas las otras mujeres en su vida. Claire escondió su mirada hasta que él la forzó a enfrentarlo, no lo hacía porque sintiera temor o porque las nauseas amenazaran con asentarse en su boca –pese a que así lo era-, lo hizo porque le dolía profundamente no ser capaz de reconocer al hombre que pronunciaba lo que tanto había deseado. Debería estar feliz ¿no? Debería estar saltando de alegría y lanzándose a los brazos de su esposo por reconocer al fin que el sentimiento es mutuo, pero no puede hacerlo. Está de pie como una estatua y si lo mira es porque él se lo pide. De pronto se ha convertido en la esposa obediente y sumisa que siempre debió ser, esa quizás él necesitaba, la que él requería. Ella sabe que todo lo que sucedió es en parte su culpa, él acaba de decirlo. Si usó el cuerpo de esas mujeres para satisfacer el propio fue porque ella no era capaz de proporcionarle lo que necesitaba. Ahí está, la culpa siempre fue de Claire por ser insatisfactoria.
Cuando él la dejó a solas siempre se sintió lejos de este mundo, encerrada en sus pensamientos tal como ahora. La sensación brusca de añoranza que la despierta viene acompañada de labios fríos, Nigel volvía a besarla y ella en vez de responder se quedó inmóvil, como si no lo deseara, como si sólo fuera una muñeca con los agujeros requeridos para que él consume lo que tiene que hacer. Anheló por meses volver a hacer el amor con su esposo, acurrucarse en algún lugar a escondidas, tenerlo entre sus piernas y sentir el éxtasis que nadie más ha podido entregarle. Lo deseaba con tanto ímpetu que llegó a soñar algunas noches cómo sería ese reencuentro, planeando cada detalle en su cabeza para cuando llegara aquel día en que nuevamente compartieran su cama. Lo esperó, lo esperó y él simplemente la tomó sobre un escritorio, tal como seguramente lo ha hecho con cuantas más mientras ella dormía, tal como si Claire fuera nuevamente la prostituta a la que él solía llevarle joyas además de dinero. ¿Eso vendría a continuación? ¿Una suma generosa que terminaría en los ahorros de una mujer que nunca llegó a gastarlos?
Cerró con firmeza los ojos y escuchó su propio nombre, el nombre francés que una madre pobre le había dado a una muchacha nacida de la relación ilegitima con un noble inglés, un nombre dicho con una voz que le helaba la sangre y le calentaba la piel al mismo tiempo. Y fue entonces ahí cuando se preguntó cuánta más agua tendría que pasar bajo aquel puente para poder retomar lo que tiempo atrás dejaron. Claire esperó a que él terminara de embestirla y le acarició inconscientemente el cabello, al hacerlo no pudo evitar tocar su piel helada. Fue aquel hecho lo que la conectó con la realidad. Aquel monstruo era quien había empujado entre sus piernas, era él quien la besaba y la tocaba con una suavidad parecida a la que el amor de su vida usó tantas veces con ella. Aquel monstruo era el que la miraba de un modo similar al Nigel que conoció tan joven. Quizás estaba ahí, quizás seguía presente ahí. Quizás volvía a engañarla para hacerle más daño.
—Sin consultarme un día desapareciste y volviste convertido en el monstruo que eres ahora, no te importó lo que pasaría conmigo ni tampoco la falta que le haría a tus hijos… a tu hijo… —la voz se le quebró al tener que corregirse, —ahora convertido en ese monstruo tomas mi cuerpo sin detenerte a pensar si deseo estar contigo o no. ¿Estás satisfecho? ¿Soy lo suficientemente buena para ti o debes salir en busca de otras cuyos cuerpos dices sólo usar? — Sabía que nunca podría competir contra su fuerza, pero un empujón leve bastó para que él se separara y ella pudiera volver a poner toda su ropa en su lugar. Se arregló el cabello con los dedos y alzó los ojos para volver a mirarlo. —Eso que acabas de hacer también fue sexo, eso no es hacer el amor porque tú no sientes amor por mí… estás obsesionado, eres posesivo y acabas de marcarme como lo hacen los animales. No eres más que un animal, nada más que un monstruo que toma lo que necesita y deja atrás destrucción y muerte. Ya me destruiste, ¿eso es lo que viene a continuación? ¿Eso es lo que harás conmigo? —
Todo en ella se liberaba, los meses de encarcelamiento en su propio hogar, la soledad que aún ahora seguía sintiendo, el dolor que le producía el llanto de su hijo al no reconocer a su padre. Nigel parecía haber abierto una compuerta en sus ojos que ahora no era capaz de controlar. Claire lloraba para sacarse de encima el peso que conlleva la rabia, una ira incontenible que la ha estado carcomiendo como el oxígeno hace con los metales. —Sé que jamás me pedirás perdón, lo sé porque no creo que sientas que has cometido algún error… y lo prefiero de ese modo. —Ahora fue ella quien se acercó a él e inesperadamente lo abrazó con tanta fuerza que no sabía si se había quebrado por dentro o era sólo su imaginación, —no me pidas perdón porque dudo que alguna vez pueda perdonarte. Me dañaste de todos las formas posibles, me engañaste, nos abandonaste y me hiciste sentir como una estúpida pese a que siempre has sabido que no soporto sentirme de ese modo. No puedo perdonarte, Nigel. Lo lamento mucho pero no puedo hacerlo… —las palabras salían fluidas y rápidas, esperando que él no encontrara algún momento para interrumpirla.
—Y sin embargo tienes razón cuando dices que te amo. Yo te amo, Nigel. No es el amor que solía sentir por ti pero algo aún queda. Yo te amo y si de verdad lo haces, si de verdad me amas como dices que lo haces… deja a un lado al monstruo que eres y abrázame. Haz algo útil por primera vez en tu vida. —Se quedó esperando, nuevamente en silencio, con la cabeza enterrada en el pecho del hombre que también es su esposo, aspirando su aroma, uno nuevo que tendrá que aprender a reconocer.
Cuando él la dejó a solas siempre se sintió lejos de este mundo, encerrada en sus pensamientos tal como ahora. La sensación brusca de añoranza que la despierta viene acompañada de labios fríos, Nigel volvía a besarla y ella en vez de responder se quedó inmóvil, como si no lo deseara, como si sólo fuera una muñeca con los agujeros requeridos para que él consume lo que tiene que hacer. Anheló por meses volver a hacer el amor con su esposo, acurrucarse en algún lugar a escondidas, tenerlo entre sus piernas y sentir el éxtasis que nadie más ha podido entregarle. Lo deseaba con tanto ímpetu que llegó a soñar algunas noches cómo sería ese reencuentro, planeando cada detalle en su cabeza para cuando llegara aquel día en que nuevamente compartieran su cama. Lo esperó, lo esperó y él simplemente la tomó sobre un escritorio, tal como seguramente lo ha hecho con cuantas más mientras ella dormía, tal como si Claire fuera nuevamente la prostituta a la que él solía llevarle joyas además de dinero. ¿Eso vendría a continuación? ¿Una suma generosa que terminaría en los ahorros de una mujer que nunca llegó a gastarlos?
Cerró con firmeza los ojos y escuchó su propio nombre, el nombre francés que una madre pobre le había dado a una muchacha nacida de la relación ilegitima con un noble inglés, un nombre dicho con una voz que le helaba la sangre y le calentaba la piel al mismo tiempo. Y fue entonces ahí cuando se preguntó cuánta más agua tendría que pasar bajo aquel puente para poder retomar lo que tiempo atrás dejaron. Claire esperó a que él terminara de embestirla y le acarició inconscientemente el cabello, al hacerlo no pudo evitar tocar su piel helada. Fue aquel hecho lo que la conectó con la realidad. Aquel monstruo era quien había empujado entre sus piernas, era él quien la besaba y la tocaba con una suavidad parecida a la que el amor de su vida usó tantas veces con ella. Aquel monstruo era el que la miraba de un modo similar al Nigel que conoció tan joven. Quizás estaba ahí, quizás seguía presente ahí. Quizás volvía a engañarla para hacerle más daño.
—Sin consultarme un día desapareciste y volviste convertido en el monstruo que eres ahora, no te importó lo que pasaría conmigo ni tampoco la falta que le haría a tus hijos… a tu hijo… —la voz se le quebró al tener que corregirse, —ahora convertido en ese monstruo tomas mi cuerpo sin detenerte a pensar si deseo estar contigo o no. ¿Estás satisfecho? ¿Soy lo suficientemente buena para ti o debes salir en busca de otras cuyos cuerpos dices sólo usar? — Sabía que nunca podría competir contra su fuerza, pero un empujón leve bastó para que él se separara y ella pudiera volver a poner toda su ropa en su lugar. Se arregló el cabello con los dedos y alzó los ojos para volver a mirarlo. —Eso que acabas de hacer también fue sexo, eso no es hacer el amor porque tú no sientes amor por mí… estás obsesionado, eres posesivo y acabas de marcarme como lo hacen los animales. No eres más que un animal, nada más que un monstruo que toma lo que necesita y deja atrás destrucción y muerte. Ya me destruiste, ¿eso es lo que viene a continuación? ¿Eso es lo que harás conmigo? —
Todo en ella se liberaba, los meses de encarcelamiento en su propio hogar, la soledad que aún ahora seguía sintiendo, el dolor que le producía el llanto de su hijo al no reconocer a su padre. Nigel parecía haber abierto una compuerta en sus ojos que ahora no era capaz de controlar. Claire lloraba para sacarse de encima el peso que conlleva la rabia, una ira incontenible que la ha estado carcomiendo como el oxígeno hace con los metales. —Sé que jamás me pedirás perdón, lo sé porque no creo que sientas que has cometido algún error… y lo prefiero de ese modo. —Ahora fue ella quien se acercó a él e inesperadamente lo abrazó con tanta fuerza que no sabía si se había quebrado por dentro o era sólo su imaginación, —no me pidas perdón porque dudo que alguna vez pueda perdonarte. Me dañaste de todos las formas posibles, me engañaste, nos abandonaste y me hiciste sentir como una estúpida pese a que siempre has sabido que no soporto sentirme de ese modo. No puedo perdonarte, Nigel. Lo lamento mucho pero no puedo hacerlo… —las palabras salían fluidas y rápidas, esperando que él no encontrara algún momento para interrumpirla.
—Y sin embargo tienes razón cuando dices que te amo. Yo te amo, Nigel. No es el amor que solía sentir por ti pero algo aún queda. Yo te amo y si de verdad lo haces, si de verdad me amas como dices que lo haces… deja a un lado al monstruo que eres y abrázame. Haz algo útil por primera vez en tu vida. —Se quedó esperando, nuevamente en silencio, con la cabeza enterrada en el pecho del hombre que también es su esposo, aspirando su aroma, uno nuevo que tendrá que aprender a reconocer.
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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Re: Fire meet gasoline | Privado
Era como hacerle el amor a un cadáver. Durante el acto, no hubo emociones de parte de Claire. De continuar así, cuando llegara la hora de alcanzar el clímax, lo haría solo. No era lo que quería, no le complacía en absoluto poseerla de tal manera, pero necesitaba tanto sentirla suya que no podía parar o ir más despacio. Continuó hundiéndose en su cuerpo e intentó alejar su mente de la realidad. La apretó contra sí e inclinó la cabeza para buscar sus labios, deslizando su lengua sobre ellos, intentando introducirla en su boca, pero ella no cedió. Por el contrario, ella debió considerar que ya era suficiente, porque en ese instante puso fin a sus intenciones y lo alejó de un empujón.
Nigel no se creía lo que estaba pasando. Se quedó inmóvil, con los pantalones abajo y la miró haciendo evidente su desengaño. Había creído absurdamente que la haría cambiar de opinión, que la pasión sería su mejor aliada para lograr hacerla sucumbir a su deseo, que ese rápido e inesperado sexo podía convertirse en la tan ansiada reconciliación, pero para su desgracia, no sería así. Tal cosa lo enrabietó y una parte de él, la más arrogante y soberbia de todas, misma por la que era bien conocido, pensó que era inconcebible que alguien como él tuviera que pasar por eso. Él era Nigel Quartermane, rey de Francia; inmensamente rico, poderoso, apuesto y con una indudable destreza para seducir a cuanta mujer quisiera en su cama… y estaba siendo rechazado. Se lo había ganado. ¿Acaso no había sido él quien hacía no demasiado tiempo le había hecho lo mismo a su mujer? La había humillado sin el menor remordimiento, y para su desgracia, lo tenía bien presente. Quizá solo por eso se contuvo y eligió no externar su frustración a través de la ira. Porque sí, estaba molesto. ¿Su orgullo? Despedazado. Y aún así no quería perderla.
Cuando ella al fin admitió que lo amaba, no resultó tan satisfactorio como habría querido. Sus palabras, su llanto, lo ensombrecían todo. Se sentía incapaz de externarlo abiertamente, pero le rompía el corazón verla de aquella manera. Estaba tan triste, tan decepcionada de él. Si tan solo no hubiera sido él el causante de sus heridas, en verdad le habría gustado consolarla. En el fondo quería, pero no sabía cómo disculparse. Ella lo abrazó pero él se mantuvo rígido, sin saber qué hacer. Como si realmente hubieran transcurrido cientos de años desde su conversión, experimentó la absurda sensación de haber olvidado cómo ser un humano. Tal vez ella tenía razón después de todo: se había convertido en un monstruo. Y una vez que se conocía y la oscuridad, que ella se volvía parte de ti, quizá no había retorno.
Sus brazos se movieron casi inconscientemente y la rodearon de forma vacilante. Claire se aferraba a su pecho, quizá como se aferraba a la idea de que en ese cuerpo aún se encontrara su marido, pero él apenas la tocó. Y todo se debió a que se sintió un desgraciado, alguien que no la merecía. ¿Qué tan irreal resultaba eso, tratándose de alguien que creía merecerlo todo? Demasiado. Completamente insólito.
—Claire, yo… —murmuró y de pronto pareció perder el hilo de sus palabras. Sin dejar de abrazarlo, ella se separó un poco para observarlo, lo que le permitió mirarla a los ojos. Por un segundo dio la impresión de que lo había entendido todo, que diría algo importante, pero entonces añadió—: Vete, por favor. Necesito estar solo —se lo pidió con un tono demasiado afectuoso que no era común en él y que al mismo tiempo lo hacía escucharse como un hombre derrotado. ¿Eso era todo? ¿Se daba por vencido? Todo lo que sabía era que necesitaba pensar.
Se soltó y se dio la vuelta. Cuando se acomodó la ropa en su lugar, ya sin los inquisitivos ojos de su esposa observándolo, todo rastro de pasión había desaparecido.
—Ve con León, hace días que pregunta por ti. Ya nadie te impedirá verlo —creyó que esa sería razón suficiente para que ella saliera corriendo a reencontrarse con el niño, pero permaneció en la habitación—. ¿Qué pasa? ¿No quieres ver a tu hijo? Te extraña. Te necesita más que a mí.
Nigel no se creía lo que estaba pasando. Se quedó inmóvil, con los pantalones abajo y la miró haciendo evidente su desengaño. Había creído absurdamente que la haría cambiar de opinión, que la pasión sería su mejor aliada para lograr hacerla sucumbir a su deseo, que ese rápido e inesperado sexo podía convertirse en la tan ansiada reconciliación, pero para su desgracia, no sería así. Tal cosa lo enrabietó y una parte de él, la más arrogante y soberbia de todas, misma por la que era bien conocido, pensó que era inconcebible que alguien como él tuviera que pasar por eso. Él era Nigel Quartermane, rey de Francia; inmensamente rico, poderoso, apuesto y con una indudable destreza para seducir a cuanta mujer quisiera en su cama… y estaba siendo rechazado. Se lo había ganado. ¿Acaso no había sido él quien hacía no demasiado tiempo le había hecho lo mismo a su mujer? La había humillado sin el menor remordimiento, y para su desgracia, lo tenía bien presente. Quizá solo por eso se contuvo y eligió no externar su frustración a través de la ira. Porque sí, estaba molesto. ¿Su orgullo? Despedazado. Y aún así no quería perderla.
Cuando ella al fin admitió que lo amaba, no resultó tan satisfactorio como habría querido. Sus palabras, su llanto, lo ensombrecían todo. Se sentía incapaz de externarlo abiertamente, pero le rompía el corazón verla de aquella manera. Estaba tan triste, tan decepcionada de él. Si tan solo no hubiera sido él el causante de sus heridas, en verdad le habría gustado consolarla. En el fondo quería, pero no sabía cómo disculparse. Ella lo abrazó pero él se mantuvo rígido, sin saber qué hacer. Como si realmente hubieran transcurrido cientos de años desde su conversión, experimentó la absurda sensación de haber olvidado cómo ser un humano. Tal vez ella tenía razón después de todo: se había convertido en un monstruo. Y una vez que se conocía y la oscuridad, que ella se volvía parte de ti, quizá no había retorno.
Sus brazos se movieron casi inconscientemente y la rodearon de forma vacilante. Claire se aferraba a su pecho, quizá como se aferraba a la idea de que en ese cuerpo aún se encontrara su marido, pero él apenas la tocó. Y todo se debió a que se sintió un desgraciado, alguien que no la merecía. ¿Qué tan irreal resultaba eso, tratándose de alguien que creía merecerlo todo? Demasiado. Completamente insólito.
—Claire, yo… —murmuró y de pronto pareció perder el hilo de sus palabras. Sin dejar de abrazarlo, ella se separó un poco para observarlo, lo que le permitió mirarla a los ojos. Por un segundo dio la impresión de que lo había entendido todo, que diría algo importante, pero entonces añadió—: Vete, por favor. Necesito estar solo —se lo pidió con un tono demasiado afectuoso que no era común en él y que al mismo tiempo lo hacía escucharse como un hombre derrotado. ¿Eso era todo? ¿Se daba por vencido? Todo lo que sabía era que necesitaba pensar.
Se soltó y se dio la vuelta. Cuando se acomodó la ropa en su lugar, ya sin los inquisitivos ojos de su esposa observándolo, todo rastro de pasión había desaparecido.
—Ve con León, hace días que pregunta por ti. Ya nadie te impedirá verlo —creyó que esa sería razón suficiente para que ella saliera corriendo a reencontrarse con el niño, pero permaneció en la habitación—. ¿Qué pasa? ¿No quieres ver a tu hijo? Te extraña. Te necesita más que a mí.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Fire meet gasoline | Privado
Cada vez que intentaba sentirse mejor, lo que finalmente terminaba sintiendo era sólo asco. Asco de sí misma, asco de su actitud frente a su propia vida, asco de la situación de mierda en la que estaba metida. Asco, también, por no ser capaz de tomar las riendas de su destino y finalmente poder hacer algo para solucionarlo. Asco ahora es lo que debe estar sintiendo Nigel y por lo mismo es que apenas la toca, apenas lo suficiente para darle en el gusto con aquella estúpida petición que acaba de hacerle. Claire reconoce su error y se aleja, lo mira a los ojos y escucha consternada aquellas palabras que vuelven a hacerle daño. Porque está claro que ahora ya no le sirve más, que ella misma es quien ha removido aún más tierra en el agujero en el que está metida y que sólo ella es quien cava más hondo la tumba donde han enterrado el amor que tantas veces profesaron. ¿Ya no queda amor? ¿Qué queda entonces?
Cuando Claire retrocede piensa en hacerle caso e ir a ver a su hijo. Quizás él no lo sabe pero ha podido robar minutos junto al niño sólo gracias a la valentía de aquellas mujeres que lo cuidan, mujeres desconocidas que tienen más poder que ella. Debería odiarlo aún más, porque tiene más motivos para hacerlo, porque alejarla de León es la mayor razón para nunca perdonarlo. Sin embargo, se detiene. Está decidida a no dejar aquella habitación hasta haber conseguido solucionar al menos la mayor parte de los problemas que tienen. Porque sólo ese momento es el adecuado, porque seguir alargando la agonía servirá sólo para aumentar el rencor y destruir aún más la frágil relación que ambos poseen. Claire lo ama, pero le ha quedado claro a través de los años que el amor por sí solo no alcanza.
—Uno de los motivos por los que me enamoré de ti era porque nunca he sido capaz de descifrar cómo trabaja tu mente, nunca he podido leerte como pude leer a otros, nunca he entendido qué te hace pensar lo que piensas… —dijo en un tono que intentaba sonar calmado, un poco alejado de cómo realmente se sentía. —¿Qué te hace creer que tu hijo me necesita más a mí que a ti? Yo he estado con él aún cuando tú no lo quisiste… ¿Acaso crees que no te llamó durante meses cuando te fuiste? Un niño que apenas sabía hablar, que apenas conocía algunas palabras y aún así una de esas era la que usaba para llamarte… — le hablaba mirando su espalda, queriendo imaginar que sus palabras causaban algún cambio no sólo en su rostro.
Sabía que eso no sucedería, si el Nigel humano era terco, el de ahora lo era aún más. Claire necesitaba no volver a perder los estribos, dejar de lado el dolor y poder encontrar la paz requerida para de una vez por todas sentirse más fuerte. Caminó hasta él y le tomó la mano, sin decir mucho más lo guió para que ambos se sentaran uno junto al otro. Lo sentía frío de muchas formas, lejano pese a estar a su lado, lo sentía distinto y quizás por eso es que debían enfrentar lo que estaban pasando de un modo diferente. Sentarse en aquel sillón que años anteriores habían usado para otro tipo de cosas les permitiría hablar sin tener que estar mirándose, sin tener que tocarse a menos que lo decidieran. Ella necesitaba decir mucho y también actuar, necesitaba decirle que pese a aún sentir ardor entre sus piernas por lo que él había hecho, tenía el deseo de volver a compartir la cama.
—No quiero seguir discutiendo, no quiero volver a pelear contigo, no quiero gritar más ni llorar más… estoy tan cansada que creo que si no encontramos una solución hoy lo mejor será que no volvamos a estar cerca el uno del otro… —sentía el dolor intenso en una verdad que quería creer como mentira, sabía que aquello que había dicho era una idea que desde hace bastante estaba dando vueltas en su cabeza, lo sabía pero nunca lo había dicho en voz alta. —No quiero dejarte solo, estoy harta de estar sola y de mirar como haces tu vida desde lejos como si yo fuera sólo una espectadora. Yo… León y yo somos parte de tu vida y creo que deberías aceptar que es así… y sé que vas a decir que ya no estás vivo, yo lo sé pero déjame primero terminar, necesito hablar todo lo que he callado… —aún cuando no quería hacerlo comenzó a dejar caer lágrimas silenciosas.
—Quiero que volvamos a estar juntos… —deslizó su mano y tomó la de él, intentando suavemente entrelazar sus dedos, —quiero volver a sentirme tu esposa, la mujer que tú elegiste y la madre de tu único hijo. Quiero estar contigo los días que me queden… pero sólo si tú también quieres estar conmigo… porque si no es así, lo mejor será que me aleje. Yo no dejaré de ser tu esposa a menos que así lo quieras… es tu decisión, Nigel. —se giró para mirarlo y le tomó el rostro con la mano que tenía libre. Podría acostumbrarse al frío, podría acostumbrarse a la mirada diferente en sus ojos, podría acostumbrarse a todo menos a tener que vivir sin él. Porque lo había intentado pero era imposible. Claire sabía que si debía vivir sin él, lo mejor es que no siguiera viviendo.
Cuando Claire retrocede piensa en hacerle caso e ir a ver a su hijo. Quizás él no lo sabe pero ha podido robar minutos junto al niño sólo gracias a la valentía de aquellas mujeres que lo cuidan, mujeres desconocidas que tienen más poder que ella. Debería odiarlo aún más, porque tiene más motivos para hacerlo, porque alejarla de León es la mayor razón para nunca perdonarlo. Sin embargo, se detiene. Está decidida a no dejar aquella habitación hasta haber conseguido solucionar al menos la mayor parte de los problemas que tienen. Porque sólo ese momento es el adecuado, porque seguir alargando la agonía servirá sólo para aumentar el rencor y destruir aún más la frágil relación que ambos poseen. Claire lo ama, pero le ha quedado claro a través de los años que el amor por sí solo no alcanza.
—Uno de los motivos por los que me enamoré de ti era porque nunca he sido capaz de descifrar cómo trabaja tu mente, nunca he podido leerte como pude leer a otros, nunca he entendido qué te hace pensar lo que piensas… —dijo en un tono que intentaba sonar calmado, un poco alejado de cómo realmente se sentía. —¿Qué te hace creer que tu hijo me necesita más a mí que a ti? Yo he estado con él aún cuando tú no lo quisiste… ¿Acaso crees que no te llamó durante meses cuando te fuiste? Un niño que apenas sabía hablar, que apenas conocía algunas palabras y aún así una de esas era la que usaba para llamarte… — le hablaba mirando su espalda, queriendo imaginar que sus palabras causaban algún cambio no sólo en su rostro.
Sabía que eso no sucedería, si el Nigel humano era terco, el de ahora lo era aún más. Claire necesitaba no volver a perder los estribos, dejar de lado el dolor y poder encontrar la paz requerida para de una vez por todas sentirse más fuerte. Caminó hasta él y le tomó la mano, sin decir mucho más lo guió para que ambos se sentaran uno junto al otro. Lo sentía frío de muchas formas, lejano pese a estar a su lado, lo sentía distinto y quizás por eso es que debían enfrentar lo que estaban pasando de un modo diferente. Sentarse en aquel sillón que años anteriores habían usado para otro tipo de cosas les permitiría hablar sin tener que estar mirándose, sin tener que tocarse a menos que lo decidieran. Ella necesitaba decir mucho y también actuar, necesitaba decirle que pese a aún sentir ardor entre sus piernas por lo que él había hecho, tenía el deseo de volver a compartir la cama.
—No quiero seguir discutiendo, no quiero volver a pelear contigo, no quiero gritar más ni llorar más… estoy tan cansada que creo que si no encontramos una solución hoy lo mejor será que no volvamos a estar cerca el uno del otro… —sentía el dolor intenso en una verdad que quería creer como mentira, sabía que aquello que había dicho era una idea que desde hace bastante estaba dando vueltas en su cabeza, lo sabía pero nunca lo había dicho en voz alta. —No quiero dejarte solo, estoy harta de estar sola y de mirar como haces tu vida desde lejos como si yo fuera sólo una espectadora. Yo… León y yo somos parte de tu vida y creo que deberías aceptar que es así… y sé que vas a decir que ya no estás vivo, yo lo sé pero déjame primero terminar, necesito hablar todo lo que he callado… —aún cuando no quería hacerlo comenzó a dejar caer lágrimas silenciosas.
—Quiero que volvamos a estar juntos… —deslizó su mano y tomó la de él, intentando suavemente entrelazar sus dedos, —quiero volver a sentirme tu esposa, la mujer que tú elegiste y la madre de tu único hijo. Quiero estar contigo los días que me queden… pero sólo si tú también quieres estar conmigo… porque si no es así, lo mejor será que me aleje. Yo no dejaré de ser tu esposa a menos que así lo quieras… es tu decisión, Nigel. —se giró para mirarlo y le tomó el rostro con la mano que tenía libre. Podría acostumbrarse al frío, podría acostumbrarse a la mirada diferente en sus ojos, podría acostumbrarse a todo menos a tener que vivir sin él. Porque lo había intentado pero era imposible. Claire sabía que si debía vivir sin él, lo mejor es que no siguiera viviendo.
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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Re: Fire meet gasoline | Privado
Nigel consideró sus palabras. Él era el rey, el hombre, quien tenía la última palabra. Desde luego que era su decisión. ¿Qué haría entonces? ¿Deseaba que Claire dejara de ser su esposa, que se alejase para siempre de su vida? Un ligero estremecimiento lo sacudió, como una alarma que lo alertaba y que arrastraba hasta la boca de su estómago un sentimiento demasiado parecido al miedo. ¿Hacía cuánto que no experimentaba tal cosa? Ya lo había olvidado, pero era seguro que al menos una docena de años sí había transcurrido desde la última vez. Que sus cientos de enemigos no se enterasen de su debilidad, o estaría perdido. Y es que Nigel podía ser soberbio, egoísta y malagradecido con todo el mundo, pero sólo Dios sabía lo que significaban en su vida su esposa y su hijo. Aun así, en su ingratitud, en su codicia desmedida por alcanzar la supremacía absoluta, más que una bendición había llegado a considerarlos una carga. Un defecto. ¿Cómo cuidar de ellos siendo tan vulnerables a causa de su condición humana? ¿Cómo protegerlos de todos aquellos que deseaban acabarlo, sin necesidad de frustrar sus planes? Detestaba la idea de tener que elegir entre el poder y la familia. Lo quería todo. Los quería a ambos. A su lado, celebrando y compartiendo sus triunfos. No, no quería perderlos. No podía permitírselo. Como un niño caprichoso, se negaba a soltarlos. Eran suyos y de nadie más.
—No irás a ningún lado. Eres mi esposa, la reina, tu lugar es a mi lado —pronunció con aire posesivo. Y con esas sencillas palabras, anuló tajantemente toda posibilidad de que alguna vez Claire se viera libre de él.
A Claire no debieron sorprenderle del todo las palabras de su marido; se había casado con un ser mezquino, gallardo, pero detestable para muchos. Era lo mínimo que se podía esperar de él. Quizá en el fondo el corazón herido de la mujer clamaba por una verdadera demostración de afecto, un abrazo, un beso, un te amo sincero, pero si lo conocía como presumía hacerlo, debió pensar que así respondería. Y, aunque su actitud no era la mejor y seguía dejando mucho que desear, al menos no recuperó la frialdad de hacía unos momentos ni volvió a agredirla o provocarla. Por el contrario, se mantuvo estoico. Se produjo un breve silencio.
—Tú lo has dicho, Claire: he cambiado. Mejor o peor, soy otro. Y tengo planes —dijo, como si le advirtiera—. No busco que interfieras en ellos, sino que los apoyes. ¿Lo harás, aun si no estás de acuerdo con mi forma de pensar? ¿Aun si no eres capaz de descifrar cómo trabaja mi mente y qué me hace pensar lo que pienso? Si no quieres pasar la vida a mi lado siendo sólo una espectadora, entonces involúcrate. Aprende a pensar como yo. Tú sabes lo que significa.
Pero, ¿lo sabía? ¿Realmente tenía idea de lo que significaba aquella frase, lo que conllevaba? Apoyarlo significaba convertirse en cómplice de sus locuras, de su crueldad, de su guerra. Una guerra de sobrenaturales que si salía mal podía terminar no solo con él, sino con ella, con León, con todo lo que conocían. La mirada de Claire se clavó en el rostro de su esposo y Nigel la examinó. ¿Qué vio en sus ojos? ¿Amor? ¿Dolor? ¿Necesidad? ¿Miedo? Sí, y también algo de incredulidad por atreverse a pedirle aquello. Esta vez no se trataba de un juego, era algo serio. Antes de responder, Claire debía pensarlo.
—No irás a ningún lado. Eres mi esposa, la reina, tu lugar es a mi lado —pronunció con aire posesivo. Y con esas sencillas palabras, anuló tajantemente toda posibilidad de que alguna vez Claire se viera libre de él.
A Claire no debieron sorprenderle del todo las palabras de su marido; se había casado con un ser mezquino, gallardo, pero detestable para muchos. Era lo mínimo que se podía esperar de él. Quizá en el fondo el corazón herido de la mujer clamaba por una verdadera demostración de afecto, un abrazo, un beso, un te amo sincero, pero si lo conocía como presumía hacerlo, debió pensar que así respondería. Y, aunque su actitud no era la mejor y seguía dejando mucho que desear, al menos no recuperó la frialdad de hacía unos momentos ni volvió a agredirla o provocarla. Por el contrario, se mantuvo estoico. Se produjo un breve silencio.
—Tú lo has dicho, Claire: he cambiado. Mejor o peor, soy otro. Y tengo planes —dijo, como si le advirtiera—. No busco que interfieras en ellos, sino que los apoyes. ¿Lo harás, aun si no estás de acuerdo con mi forma de pensar? ¿Aun si no eres capaz de descifrar cómo trabaja mi mente y qué me hace pensar lo que pienso? Si no quieres pasar la vida a mi lado siendo sólo una espectadora, entonces involúcrate. Aprende a pensar como yo. Tú sabes lo que significa.
Pero, ¿lo sabía? ¿Realmente tenía idea de lo que significaba aquella frase, lo que conllevaba? Apoyarlo significaba convertirse en cómplice de sus locuras, de su crueldad, de su guerra. Una guerra de sobrenaturales que si salía mal podía terminar no solo con él, sino con ella, con León, con todo lo que conocían. La mirada de Claire se clavó en el rostro de su esposo y Nigel la examinó. ¿Qué vio en sus ojos? ¿Amor? ¿Dolor? ¿Necesidad? ¿Miedo? Sí, y también algo de incredulidad por atreverse a pedirle aquello. Esta vez no se trataba de un juego, era algo serio. Antes de responder, Claire debía pensarlo.
Última edición por Nigel Quartermane el Miér Jun 15, 2016 12:52 am, editado 2 veces
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Fire meet gasoline | Privado
Claire tenía las manos tensas, los nudillos se le volvieron blancos mientras apretaba los dedos en un puño que no era de rabia o ira, estaba nerviosa. La voz de Nigel es algo que siempre le ha provocado algo en la parte baja del estómago, en un tiempo fueron mariposas asociadas al inicio del amor y después una sensación de incomodidad que relacionó a la actitud indiferente que él tenía hacia ella. Lo que sentía ahora era difícil de explicar con palabras, por lo que intentó hacerlo con los ojos, sólo mirándolo para que quizás él no pase por lo que ella tiene que pasar siempre, para que quizás él sí pueda leerla por completo. La respuesta la había dejado conforme, era Nigel después de todo con quien estaba hablando, pero sin embargo había clavado una espina más en el centro de su pecho. En un gesto involuntario Claire se llevó la mano a la zona sobre su corazón y se frotó allí creyendo que quizás aquel movimiento serviría para calmar la molestia tal como lo hace cuando León tropieza y se raspa las rodillas. Podía decir que estaba de acuerdo con las palabras de su esposo, su lugar era ahí, junto a él, pero distaba de ser a causa del compromiso que hicieron en una iglesia. Claire no quería escuchar los títulos o denominaciones que le correspondían, ella quería escuchar una elección explícita, que aunque fuera seca y sencilla como las palabras que él suele utilizar, fuera también clara y sin rodeos. Claire quería escuchar a Nigel diciendo “te elijo a ti, todos los días de mi vida”, tal como había hecho ella incluso en los momentos más oscuros.
Tras el silencio, las palabras a continuación volvieron a golpearla. Inicialmente quiso comenzar a gritar y volver a discutir como venía siendo el patrón hasta ahora, pero él le pedía algo distinto, algo que era desconocido y que por lo tanto era sinónimo de saltar al vacío. Claire escuchó y volvió a escuchar cuando se hizo el silencio. Las palabras de Nigel eran crípticas pero ella entendía a la perfección a lo que se refería, no conocía el sentido de sus planes ni tampoco los detalles que pudieran involucrar, sin embargo sabía que lo que le estaba pidiendo era algo importante, algo que cambiaría el curso de lo que estaban construyendo. Es por esto que se quedó en silencio y no se movió. Estuvo de ese modo por varios minutos hasta que con algo parecido a timidez volvió a tomarle la mano. Tenía que seguir pensando, pero quizás pensaba mejor cuando lo sentía cerca.
—Por momentos creo que cada vez que me haces una pregunta, tú ya conoces la respuesta con antelación… con cualquier tipo de pregunta, no sólo algo como lo que acabas de pedir —dijo, levantando la mirada y clavándola en los ojos que de a poco volvía a reconocer. —Tú me has puesto condiciones, dices que si quiero dejar de ser una espectadora debo involucrarme… y lo entiendo, pero antes de dar mi respuesta yo también pongo condiciones. Si quieres que aprenda a pensar como tú, quiero ser como tú… y sabes que con eso no me refiero a ser hombre o a ser un rey, quiero ser inmortal como tú cuando sea el momento adecuado… —levantó la mano para evitar que él pudiera interrumpirla, —no quiero serlo ahora, no puedo serlo ahora, quiero serlo cuando León ya pueda pasar una temporada extensa sin mí… no voy a arriesgarme a hacerle daño. —
Con aquello no quería directamente culparlo o acusarlo de algo, el tiempo para los reclamos por su ausencia llegaría después cuando el mismo León fuera capaz de expresar lo sentido por la distancia que su padre había creado entre ambos. ¿Estaba segura? ¡Por supuesto que lo estaba! Al menos estaba segura de querer que fuera él quien pusiera fin a su vida. ¿De qué otro modo podría morir? Las manos ahora, incluso aquella que seguía aferrada a la de Nigel, comenzaron a temblarle como si fuera una hoja movida por el viento. Claire estaba segura, quería creer que estaba segura de la petición que había hecho, lo deseaba con todo su corazón pero era imposible no tener miedo. Últimamente el miedo era siempre un invitado a su casa. —Y tienes que ser tú quien lo haga, no sé como sea el proceso o si necesita pasar un tiempo antes de que puedas hacerlo… pero tienes que ser tú y no puede ser en muchos años más, no quiero arriesgarme a que una peste termine con mi vida y me aleje de ustedes. —
Claire volvió a apretarle la mano y esta vez intentó sonreír aunque los músculos de su cara apenas se movieron. Sentía el sudor caer frío por su espalda y también la emoción sin definir que le revolvía las entrañas, ella seguía pensando lo mismo de siempre y fue eso lo que después de poco más de una hora de espera pudo decir en voz alta. —Te apoyo, Nigel. No me importa si tus planes son irnos de vacaciones, dedicarte al teatro o conquistar nuevas tierras… lo que sea que hagas, donde quiera que vayas, yo iré a tu lado. Soy tu esposa, la reina, mi lugar es a tu lado. —usando sus propias palabras respondió a la petición que le había hecho. Quizás no estaba segura de que fuera una buena idea, pero sabía así como tal vez él también lo sabía, que la respuesta a esa pregunta siempre fue esa. —Pero quiero un par de cosas más, quiero que sepas que si en algún momento de este nuevo camino tengo que elegir entre tus planes y mi familia, voy a elegir a mi familia. Y eso te incluye, mi familia eres tú y León. —sonrió como hace tiempo no lo hacía y se inclinó, directo hacia él para poder besarlo —también quiero saber de qué se tratan esos planes, no seré un objeto decorativo en toda esta historia, si voy a involucrarme quiero saber en qué estoy metida. —Y dicho esto volvió a besarlo, sólo porque quería hacerlo.
—Extrañaba tanto tus labios… —susurró antes de alejarse para escuchar lo que él tenía que decir.
Tras el silencio, las palabras a continuación volvieron a golpearla. Inicialmente quiso comenzar a gritar y volver a discutir como venía siendo el patrón hasta ahora, pero él le pedía algo distinto, algo que era desconocido y que por lo tanto era sinónimo de saltar al vacío. Claire escuchó y volvió a escuchar cuando se hizo el silencio. Las palabras de Nigel eran crípticas pero ella entendía a la perfección a lo que se refería, no conocía el sentido de sus planes ni tampoco los detalles que pudieran involucrar, sin embargo sabía que lo que le estaba pidiendo era algo importante, algo que cambiaría el curso de lo que estaban construyendo. Es por esto que se quedó en silencio y no se movió. Estuvo de ese modo por varios minutos hasta que con algo parecido a timidez volvió a tomarle la mano. Tenía que seguir pensando, pero quizás pensaba mejor cuando lo sentía cerca.
—Por momentos creo que cada vez que me haces una pregunta, tú ya conoces la respuesta con antelación… con cualquier tipo de pregunta, no sólo algo como lo que acabas de pedir —dijo, levantando la mirada y clavándola en los ojos que de a poco volvía a reconocer. —Tú me has puesto condiciones, dices que si quiero dejar de ser una espectadora debo involucrarme… y lo entiendo, pero antes de dar mi respuesta yo también pongo condiciones. Si quieres que aprenda a pensar como tú, quiero ser como tú… y sabes que con eso no me refiero a ser hombre o a ser un rey, quiero ser inmortal como tú cuando sea el momento adecuado… —levantó la mano para evitar que él pudiera interrumpirla, —no quiero serlo ahora, no puedo serlo ahora, quiero serlo cuando León ya pueda pasar una temporada extensa sin mí… no voy a arriesgarme a hacerle daño. —
Con aquello no quería directamente culparlo o acusarlo de algo, el tiempo para los reclamos por su ausencia llegaría después cuando el mismo León fuera capaz de expresar lo sentido por la distancia que su padre había creado entre ambos. ¿Estaba segura? ¡Por supuesto que lo estaba! Al menos estaba segura de querer que fuera él quien pusiera fin a su vida. ¿De qué otro modo podría morir? Las manos ahora, incluso aquella que seguía aferrada a la de Nigel, comenzaron a temblarle como si fuera una hoja movida por el viento. Claire estaba segura, quería creer que estaba segura de la petición que había hecho, lo deseaba con todo su corazón pero era imposible no tener miedo. Últimamente el miedo era siempre un invitado a su casa. —Y tienes que ser tú quien lo haga, no sé como sea el proceso o si necesita pasar un tiempo antes de que puedas hacerlo… pero tienes que ser tú y no puede ser en muchos años más, no quiero arriesgarme a que una peste termine con mi vida y me aleje de ustedes. —
Claire volvió a apretarle la mano y esta vez intentó sonreír aunque los músculos de su cara apenas se movieron. Sentía el sudor caer frío por su espalda y también la emoción sin definir que le revolvía las entrañas, ella seguía pensando lo mismo de siempre y fue eso lo que después de poco más de una hora de espera pudo decir en voz alta. —Te apoyo, Nigel. No me importa si tus planes son irnos de vacaciones, dedicarte al teatro o conquistar nuevas tierras… lo que sea que hagas, donde quiera que vayas, yo iré a tu lado. Soy tu esposa, la reina, mi lugar es a tu lado. —usando sus propias palabras respondió a la petición que le había hecho. Quizás no estaba segura de que fuera una buena idea, pero sabía así como tal vez él también lo sabía, que la respuesta a esa pregunta siempre fue esa. —Pero quiero un par de cosas más, quiero que sepas que si en algún momento de este nuevo camino tengo que elegir entre tus planes y mi familia, voy a elegir a mi familia. Y eso te incluye, mi familia eres tú y León. —sonrió como hace tiempo no lo hacía y se inclinó, directo hacia él para poder besarlo —también quiero saber de qué se tratan esos planes, no seré un objeto decorativo en toda esta historia, si voy a involucrarme quiero saber en qué estoy metida. —Y dicho esto volvió a besarlo, sólo porque quería hacerlo.
—Extrañaba tanto tus labios… —susurró antes de alejarse para escuchar lo que él tenía que decir.
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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Re: Fire meet gasoline | Privado
Demasiado orgulloso de la respuesta por parte de su esposa, Nigel correspondió a su beso. Sólo entonces la sintió realmente su mujer. Suya, en todos los aspectos. Y lo sería aún más, cuando sus colmillos traspasaran la blanca piel de su cuello y le diera de beber de su sangre. Sí, él le quitaría la vida, pero no sentía remordimiento alguno porque al mismo tiempo le ofrecería una mejor. De hecho, consideraba que había demorado más de lo necesario en proponérselo, pero no se debía a que jamás lo hubiera considerado, sino a que el último año y medio lo había dedicado a disfrutar su nueva naturaleza, a maravillarse con sus nuevas y extraordinarias habilidades, olvidándose por completo de prácticamente todo lo demás, incluidos su esposa y su hijo. Sin embargo, ahora era que se daba cuenta de que, de continuar la situación así, podía perderlos a ambos para siempre. Era hora de poner un remedio a su frágil condición. León aún era muy pequeño, pero Claire estaba lista.
—Eso ha sido fácil. Convencerte. De hecho, creo que ni siquiera tuve que hacerlo. Eso me gusta. Tus palabras me complacen —murmuró contra sus labios, para luego depositar otro beso y volver a apartarse, lo suficiente para continuar hablando—. Siempre supe que estábamos destinados a algo grande. Mucho más grande que esto —un brillo de frialdad apareció en sus ojos y desvió la mirada un momento, haciendo evidente que se refería al palacio, a su título nobiliario, a todo lo que conllevaba.
No es que a Nigel le pareciera poco haberse convertido en el Delfín de Francia, sino que se había vuelto tan codicioso, que ya nada le parecía suficiente. Siempre ambicionaba más. No le bastaba con tener fortuna y ser el centro de atención, deseaba poder y admiración absolutos; ser tan respetado como temido. París, Fracia, eran solo en el inicio. Claire se quedó callada y lo observó como si intentara descifrar lo que su esposo decía. Él también la miró fijamente, tratando se leerle los pensamientos.
—¿Tienes miedo, Claire? ¿No confías en tu esposo? —Apartó un poco más el rostro, quizá un poco asombrado con la repentina vacilación de su mujer—. Sé lo terrible que suena, pero es mejor de lo que parece. ¿Recuerdas lo que prometimos en aquella iglesia el día de nuestra boda? En la salud y en la enfermedad. Hasta que la muerte los separe. Pero ni la enfermedad y mucho menos la muerte podrán tocarnos de nuevo. Nunca te marchitarás. Estarás radiante. Serás hermosa para siempre —la euforia de apoderó de él, haciendo que hablara rápidamente y sin pausas—. ¿Comprendes todo lo que digo, lo que significa? —una sonrisa se dibujó en sus pálidos labios.
—Eso ha sido fácil. Convencerte. De hecho, creo que ni siquiera tuve que hacerlo. Eso me gusta. Tus palabras me complacen —murmuró contra sus labios, para luego depositar otro beso y volver a apartarse, lo suficiente para continuar hablando—. Siempre supe que estábamos destinados a algo grande. Mucho más grande que esto —un brillo de frialdad apareció en sus ojos y desvió la mirada un momento, haciendo evidente que se refería al palacio, a su título nobiliario, a todo lo que conllevaba.
No es que a Nigel le pareciera poco haberse convertido en el Delfín de Francia, sino que se había vuelto tan codicioso, que ya nada le parecía suficiente. Siempre ambicionaba más. No le bastaba con tener fortuna y ser el centro de atención, deseaba poder y admiración absolutos; ser tan respetado como temido. París, Fracia, eran solo en el inicio. Claire se quedó callada y lo observó como si intentara descifrar lo que su esposo decía. Él también la miró fijamente, tratando se leerle los pensamientos.
—¿Tienes miedo, Claire? ¿No confías en tu esposo? —Apartó un poco más el rostro, quizá un poco asombrado con la repentina vacilación de su mujer—. Sé lo terrible que suena, pero es mejor de lo que parece. ¿Recuerdas lo que prometimos en aquella iglesia el día de nuestra boda? En la salud y en la enfermedad. Hasta que la muerte los separe. Pero ni la enfermedad y mucho menos la muerte podrán tocarnos de nuevo. Nunca te marchitarás. Estarás radiante. Serás hermosa para siempre —la euforia de apoderó de él, haciendo que hablara rápidamente y sin pausas—. ¿Comprendes todo lo que digo, lo que significa? —una sonrisa se dibujó en sus pálidos labios.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Fire meet gasoline | Privado
El miedo que alguna vez sintió a estar sola durante toda su vida se vio acallado en el momento en que lo conoció, ahí esa sensación se transformó en el miedo a no poder estar con él. Después de que naciera su primer hijo volvió a aparecer un nuevo miedo, uno más terrible que poco tiempo más tarde se haría realidad, el miedo a perder a alguien de su familia. Ahora, el miedo que siente es distinto de todos aquellos, ahora tiene miedo de que el pasado vuelva a repetirse; tiene, al mismo tiempo, miedo a estar sola, miedo a no poder seguir a su lado y miedo a perder a su hijo o a su esposo. Sin embargo, decir cualquiera de sus miedos en voz alta sería como llamarlos para que se hicieran realidad. Era mejor seguir callada y escucharlo hablar como si la idea lo emocionara. ¿Pero qué idea era? ¿Qué de todo lo que ha pasado esta noche es lo que lo tiene entusiasmado?
Nigel anhelaba el poder en todas sus formas y es probable que sus propias respuestas sólo hubiesen aumentado esa sensación de invencibilidad que posee. No obstante, para Claire era diferente. Lo que cruzaba en esos momentos los ojos de su esposo, el ansia de poder, no era lo que la motivaba, aquello que la movía en la vida era encontrar la felicidad, encontrar esa plenitud que parece estar quizás un poco más cerca. —Solía confiar en ti pero luego dejé de hacerlo… —Claire susurraba con la nariz cerca del rostro de Nigel. En otros tiempos habría sentido el calor emanando de su cuerpo, ahora sólo le intrigaba cómo es que él parecía el mismo de siempre pero en un envase diferente. —Y ahora… ahora estoy eligiendo volver a creer en ti, así como lo hicimos en la iglesia. Ahora te estoy eligiendo no sólo para esta vida, porque eso ya lo hice, te estoy eligiendo para la eternidad y no, no quiero ser infeliz eternamente… —
Cuando levantó los brazos lo hizo para rodear su cuello y evitar que él pudiera separarse, necesitaba que la escuchara, que la escuchara por completo y no que sólo pusiera cara como de estar prestando atención pero que en realidad se dedicara a pensar en algo más. —Entiendo muy bien en lo que me estoy metiendo, lo comprendo completamente pero quizás tú no… —respiró hondo y dejó salir el aire en un suspiro que la hacía lucir entre cansada y triste. —Si vamos a hacer esto, si vamos a estar juntos para siempre… no quiero volver a estar encerrada, no quiero pasar meses sin saber de ti, no quiero enterarme que todas las noches te acuestas con una mujer diferente… no quiero un dolor eterno, no lo quiero y no lo voy a tener. —Lo dejó ir y bajó la mirada, recordar todo eso le producía un nudo en la garganta que no permitiría que se convirtiera en lágrimas, no quería volver a llorar por lo que había sucedido.
—Si vuelves a hacerme daño del modo en que lo hiciste, no volverás a verme ni a mí ni a León. Y no creas que podrás encontrarnos, si tengo que recorrer el mundo entero para estar lejos de ti lo voy a hacer. —dijo con total seguridad pese a que el labio inferior le tiritaba suavemente. —Voy a entregar mi vida por estar contigo en una nueva oportunidad que me estás ofreciendo. Lo haré por ti pero también por mí. ¿Comprendes todo lo que digo, lo que significa? —usó sus palabras y sonrió débilmente, era mucho que procesar, quizás pedía demasiado, pero con él era necesario usar la verdad cruda y eso era precisamente lo que acababa de decir.
Nigel anhelaba el poder en todas sus formas y es probable que sus propias respuestas sólo hubiesen aumentado esa sensación de invencibilidad que posee. No obstante, para Claire era diferente. Lo que cruzaba en esos momentos los ojos de su esposo, el ansia de poder, no era lo que la motivaba, aquello que la movía en la vida era encontrar la felicidad, encontrar esa plenitud que parece estar quizás un poco más cerca. —Solía confiar en ti pero luego dejé de hacerlo… —Claire susurraba con la nariz cerca del rostro de Nigel. En otros tiempos habría sentido el calor emanando de su cuerpo, ahora sólo le intrigaba cómo es que él parecía el mismo de siempre pero en un envase diferente. —Y ahora… ahora estoy eligiendo volver a creer en ti, así como lo hicimos en la iglesia. Ahora te estoy eligiendo no sólo para esta vida, porque eso ya lo hice, te estoy eligiendo para la eternidad y no, no quiero ser infeliz eternamente… —
Cuando levantó los brazos lo hizo para rodear su cuello y evitar que él pudiera separarse, necesitaba que la escuchara, que la escuchara por completo y no que sólo pusiera cara como de estar prestando atención pero que en realidad se dedicara a pensar en algo más. —Entiendo muy bien en lo que me estoy metiendo, lo comprendo completamente pero quizás tú no… —respiró hondo y dejó salir el aire en un suspiro que la hacía lucir entre cansada y triste. —Si vamos a hacer esto, si vamos a estar juntos para siempre… no quiero volver a estar encerrada, no quiero pasar meses sin saber de ti, no quiero enterarme que todas las noches te acuestas con una mujer diferente… no quiero un dolor eterno, no lo quiero y no lo voy a tener. —Lo dejó ir y bajó la mirada, recordar todo eso le producía un nudo en la garganta que no permitiría que se convirtiera en lágrimas, no quería volver a llorar por lo que había sucedido.
—Si vuelves a hacerme daño del modo en que lo hiciste, no volverás a verme ni a mí ni a León. Y no creas que podrás encontrarnos, si tengo que recorrer el mundo entero para estar lejos de ti lo voy a hacer. —dijo con total seguridad pese a que el labio inferior le tiritaba suavemente. —Voy a entregar mi vida por estar contigo en una nueva oportunidad que me estás ofreciendo. Lo haré por ti pero también por mí. ¿Comprendes todo lo que digo, lo que significa? —usó sus palabras y sonrió débilmente, era mucho que procesar, quizás pedía demasiado, pero con él era necesario usar la verdad cruda y eso era precisamente lo que acababa de decir.
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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Re: Fire meet gasoline | Privado
Fidelidad. Lealtad. Compañía. Comprensión. Amor. Eran cinco cosas lo que Claire le pedía. Sencillas, fáciles de brindar al ser amado y que por lo tanto no debían ser consideradas como un sacrificio. Él debió cumplir con ellas desde hacía mucho, desde que la hiciera su esposa, y sin embargo, parecía haberse propuesto hacer justamente lo contrario. Durante años la engañó con cuanta mujer se le cruzó en el camino y no conforme con ello, la dejó sola cuando más lo necesitó. Claire decidió ver su ausencia como abandono y seguía reprochándoselo, aunque no siempre lo hiciera con palabras. En su mirada podía notar que aún no le perdonaba no haber estado para cuidarla en su segundo embarazo, no haberla socorrido cuando perdió a su hija. Claire siempre lo culparía de la muerte de esa niña, de Lilith, como había expresado le hubiera gustado llamarla. Nada podía hacerse ya, era tarde; la niña no reviviría, no tendrían más hijos. No obstante, ella le daba una segunda oportunidad para redimirse. La había mantenido encerrada, la había humillado, había insultado y corrido de su casa a su propia madre, y aún así deseaba seguir teniéndolo como esposo y compañero de vida, poniéndole como única condición ser prioridad en su vida. Eso era todo lo que pedía. ¿Era capaz de cumplir con ello?
Se quedó muy callado durante un momento, como si de pronto hubiera agotado todos los posibles argumentos que podía utilizar para replicar, pero la realidad era que lo estaba pensando. Sabía lo que estaba en juego y de ninguna manera quería perder. Era algo que sencillamente no podía permitirse.
—Lo entiendo —respondió con tono cortante—, pero tienes que dejar de amenazarme. Me disgusta que lo hagas —notó que a ella tampoco le agradaba que le dijera eso—. Estamos intentando ser sinceros entre nosotros, ¿no es así? Entonces supongo que también tengo el derecho de expresarme como tú lo has hecho. Y si tú me pides cosas esperando que cumpla con ellas, yo también he de hacerlo.
Se puso de pie y tras andar un poco por la habitación, cuando al fin pareció ordenar sus ideas, se detuvo frente a ella.
—En primer lugar, no quiero que vuelvas a tener trato con Pierrot. Será quien dice que es pero nunca voy a aceptarlo, y si de verdad lo aprecias tanto como dices, lo quiero lejos de esta familia, por su bien y por el nuestro. Si eso no se cumple, tendrá que afrontar las consecuencias —no fue necesario entrar en detalles, era evidente a qué se refería. Era horrible, difícil de imaginar por el parentesco y ese lazo tan especial que los unía, pero Nigel parecía dispuesto a asesinar a su propio hermano—. Lo mismo para otros hombres —añadió de inmediato, recordando, como un trago amargo, la infidelidad que Claire le había confesado—. No voy a compartirte con nadie, Claire. Pasó una vez, pero no volverá a ocurrir, ¿entendiste? —Avanzó un paso hacia ella y volvió a hablarle con aire amenazante, casi sin percatarse de que lo hacía—. Eres mía, mía y de nadie más. Haz que enloquezca de celos nuevamente y serás la culpable de una histórica masacre en la ciudad. Nadie va a quitarme a mi esposa y a mi hijo.
Y así, habiendo hecho todo lo que hizo, todavía se atrevía a exigir y amenazar. Nigel jamás aprendería.
Se quedó muy callado durante un momento, como si de pronto hubiera agotado todos los posibles argumentos que podía utilizar para replicar, pero la realidad era que lo estaba pensando. Sabía lo que estaba en juego y de ninguna manera quería perder. Era algo que sencillamente no podía permitirse.
—Lo entiendo —respondió con tono cortante—, pero tienes que dejar de amenazarme. Me disgusta que lo hagas —notó que a ella tampoco le agradaba que le dijera eso—. Estamos intentando ser sinceros entre nosotros, ¿no es así? Entonces supongo que también tengo el derecho de expresarme como tú lo has hecho. Y si tú me pides cosas esperando que cumpla con ellas, yo también he de hacerlo.
Se puso de pie y tras andar un poco por la habitación, cuando al fin pareció ordenar sus ideas, se detuvo frente a ella.
—En primer lugar, no quiero que vuelvas a tener trato con Pierrot. Será quien dice que es pero nunca voy a aceptarlo, y si de verdad lo aprecias tanto como dices, lo quiero lejos de esta familia, por su bien y por el nuestro. Si eso no se cumple, tendrá que afrontar las consecuencias —no fue necesario entrar en detalles, era evidente a qué se refería. Era horrible, difícil de imaginar por el parentesco y ese lazo tan especial que los unía, pero Nigel parecía dispuesto a asesinar a su propio hermano—. Lo mismo para otros hombres —añadió de inmediato, recordando, como un trago amargo, la infidelidad que Claire le había confesado—. No voy a compartirte con nadie, Claire. Pasó una vez, pero no volverá a ocurrir, ¿entendiste? —Avanzó un paso hacia ella y volvió a hablarle con aire amenazante, casi sin percatarse de que lo hacía—. Eres mía, mía y de nadie más. Haz que enloquezca de celos nuevamente y serás la culpable de una histórica masacre en la ciudad. Nadie va a quitarme a mi esposa y a mi hijo.
Y así, habiendo hecho todo lo que hizo, todavía se atrevía a exigir y amenazar. Nigel jamás aprendería.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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