Noche de ensayos || Libre ||

La noche era agradable, más que otras o quizás yo la percibía de ese modo. Caminaba por las calles de Paris con la mirada alta, sin ningún reparo. Era una mujer joven de apariencia de un porte noble y con las habilidades necesarias para encarar cualquier cosa.

Sentía el suelo que pisaba y como el agua había hecho de las suyas sobre el. Llevaba algo más de una semana sin parar de llover y hacía que las partes que eran de arena resultaran barrosas y la piedra resbaladiza. Odiaba mancharme los zapatos con toda esa porquería, pero al menos era por una buena causa.

Había sacado a relucir una gala más clásica, una de un corte más pobre: Allí donde iba no quería llamar demasiado la atención. Además había salido con mi clásico paraguas violeta. Lo que no había previsto es que la nube que se cernía sobre la ciudad estuviera dispuesta a dejar caer todo lo que transportaba nada más pisara la calle principal que me llevaba hasta el teatro.

Adoraba el teatro. La capacidad de los seres humanos para fingir ser otras personas, otros seres. En el fondo no distaba de lo que hacíamos los seres como yo, fingíamos ser humanos para acercarnos a los que si lo eran y tomar aquello que deseabamos de ellos con las tretas y la picaresca. Por suerte para mi, aunque mis dones sobrenaturales no destacaban por su utilidad bélica o similar, se me había dotado de un atractivo natural que hacía que el camino hacía la yugular de una joven fuera un tránsito más ameno, casi un paseo.

Caminaba cabizbaja, intentando que el agua que caía racheada no destrozara el peinado que había trabajado para la ocasión: Un recogido alto en forma de moño. Cuando me topé con la puerta del edificio en cuestión. En la puerta se podía ver un cartel de un tamaño considerable que anunciaba la obra en cuestión y la apertura de la misma en la próxima semana. Ni que decir tiene que, en gran parte, era gracias a mi.

No hacía cinco días, al pasar por la misma puerta, se podía ver un cartel de tamaño similar que indicaba que la obra se cerraba, que ya no se iba a reproducir más por falta de aforo. Me permití el lujo de entrar, hablar con el encargado y llevar a cabo una donación lo suficientemente cuantiosa como para que se replanteara el hecho de volver a abrir, de buscar una obra diferente, más al día y intentar sacarlo a flote de nuevo. Por supuesto, siempre prometiendo que se me devolvería lo aportado con creces e intereses. Además ¿De qué servía el dinero cuando lo único que necesitaba estaba a un simple paseo de distancia?

El clima fuera seguía siendo malo, pésimo, cuando empujé la puerta y agité mi paraguas para intentar retirar de la tela las pequeñas gotas que se habían quedado aferradas.

- Merde... - fíjate, no llevaba casi nada de tiempo en la zona y ya pronunciaba mis primeras palabras en francés. No entiendo porque pero las que eran malsonantes eran las que más rápido aprendía. Esta expresión surgió del hecho de ver como había echado a perder tanto mis botines, como el bajo de mi vestido. Seguramente al volver más tarde a casa, no tendría más remedio que tirarlos.

La iluminación era tímida, casi inexistente. Unos pequeños candelabros dominaban las paredes con unas velas casi apagadas. En el suelo, un poco más allá, había unas cajas de madera que seguramente serían los repuestos de las mismas. No obstante, las estarían guardando para el gran estreno. Así como el hecho de que la suciedad se estaba comiendo ese lugar. El polvo gobernaba barandillas y el olor rancio tomaba posesión del aire, enrareciéndolo.

Pronto, ya que la puerta no resultaba extremadamente silenciosa, salió el director del teatro al encuentro de aquel que había irrumpido en su morada. En principio su gesto era de desagrado. Pero al verme a mi, enseguida cambió, mostrando una sonrisa que sólo tenía guardada para ocasiones especiales.

- ¿Qué le trae por aquí madame? - preguntó mezclando la sorpresa con el desagrado que evidentemente le producía mi presencia.

Un gesto que no pasó para nada disimulado para mi y por el cual mostré mi desagrado arqueando ligeramente el labio y mostrando levemente una dentadura blanca, perfecta. En mi mente, mientras tanto, se podía visualizar la imagen de cocmo poco a poco iba abriéndole la garganta y como su sangre iba rellenando los bordes de la piedra que pisábamos. No obstante finalmente le mostré una pequeña sonrisa forzada y completamente falsa.

- Buenas noches caballero - a la legua se veía que sólo era una respuesta educada y que mis pensamientos distaban bastante de mis palabras - Es noche de ensayo ¿No es así? - entorné un poco los ojos dubitativa aunque tenía claro que mi pregunta era completamente cierta.

El agachó la mirada contrariado por mi información y porque seguramente tuviera otros planes más allá de hacer la pelota a alguien como yo, añadiendo además el hecho de que era una mujer y extranjera.

- Su información es correcta madame - hizo una pausa - ¿Le gustaría verlo? - me ofreció consciente de que eso era lo que venía a buscar desde un principio.

- ¡Oh, por favor!¡Me encantaría! - fingí alegría. Sencillamente vivíamos en un mundo coronado por la mentira.

Comenzó a andar y me indicó que le siguiera. Un poco más adelante nos encontramos con unas cortinas que se prestó a abrir y que daban a un palco de sillones de terciopelo con una vista bastante lejana pero a la vez completa de todo el escenario. Arrastró uno de los asientos un poco para atrás y me indicó que me sentara con una galantería que era nueva para mi.

- Desde aquí podrá ver todo el ensayo sin interferir en la labor de los actores - creo que no fue consciente de lo que había dicho hasta que terminó la frase.

- ¿Una persona? Creo que cuando la función comience la sala estará llena ¿Quiere decir eso que se asustarán y esconderán ese día? - le insté a que se aclarara y me diera una respuesta que me sirviera.

- Entienda que algunos son aún novatos y pueden sentirse cohibidos por su presencia, más sabiendo quien es - dijo a modo de disculpa - Guarde silencio, va a empezar.

Me mantuve en silencio mientras el saco de arena bajaba y subía el telón. El escenario se mostró ante mi completamente virgen, sin decorados ni atrezzos. Los actores comenzaron a representar la obra conbsoltura y facilidad: ya estaba cercano el estreno y habían ensayado cientos de veces.

La protagonista era bastante plana en cuanto a interpretación y la verdad es que transmitía realmente poco para ser escenas cargadas de emociones.

- Esa dama es malísima para el papel que interpreta. Cambiela - le dije al hombre a sabiendas del poder que poseía en aquel lugar.

Este se exaltó ante mi petición y corrió a explicarme algo que quizás no había tenido en cuenta.

- Mademoiselle, ella es madame Da Font, el público la ama. Quitarla a ella sería como tirar por la borda la obra. hay personas que sólo viene por verla a ella - intentó que entrara en razón.

Dediqué unos instantes más a observarla para ver que tenía en especial. Aparte de ser guapa y contar con unos atributos bastante generosos, poco más había que destacar de ella.

Sin embargo, había una que si llamó más mi atención. Apenas hacia aparición en escena, era un secundario. Era baja y menuda, tenía el pelo como el fuego y el rostro salpicado de algunas pecas. A esa distancia incluso podría jurar que poseía unos ojos color esmeralda.

- ¿Quién es la del pelo rojo? - le pregunté.

- Es mi hija - dijo - La he incorporado para que vaya empezando - me informó mientras entornada un poco los ojos para verla mejor - La puedo decir que se retire si no le agrada.

- No, no es eso - negué mientras observaba como su timidez era la protagonista en la escena - Me gustaría hablar con ella más tarde - terminé diciendo.

- ¡¡¿Porqué Madame?!! - preguntó exaltado. La verdad es que seguramente se hubiera dado cuenta de mis rarezas, quizás incluso hubiera tratado antes con vampiros.

- ¿Tengo que dar explicaciones de todo? - le inquirí molesta.

- No madame, perdone - dijo en cierto modo resignado - Luego la llamaré para que venga.

Iba a asentir cuando el mensaje llegó directamente a mi cabeza. Y al parecer, no sólo a ella. Todo el teatro se quedó callado siendo consciente de la voz que había sonado en cada una de sus cabezas. Nadie decía nada pero todos pensaban lo mismo. Por suerte, a mi no se me oía pensar.

- Por favor, traiga a nuestro invitado aquí - le ordené.

- No lo he encontrado Mademoiselle - el hombre retornó al palco con las manos vacías y eso me molestó bastante. Dejé de mirar a la obra que había llegado a su climax y volteé la cabeza para encontrarme de nuevo con el sujeto que no hacía otra cosa que decepcionarme y llevarme la contraria.

- Ya veo... - fue mi única respuesta antes de levantarme de mi asiento - ¿Dónde ha mirado? - le pregunté.

- Un poco por todas partes Madame - comenzó a decir mientras parecía bastante afligido por haber fallado en mi encargo - Creía haberle tenido pero... luego no lo he visto... no se.

- De acuerdo - respondí con la decepción marcada en el tono de voz antes de comenzar a caminar y salir del palco.

Los pasillos eran largos y bastante liosos, más aún para alguien que no conoce el lugar por el que se mueve. Caminé un par de metros y me paré en una bifurcación. Sentía aún el hedor a sudor que desprendía el hombre y podía repetir la ruta que había hecho él. Más aún si había dicho que lo había llegado a sentir cerca.

Un par de habitaciones más y sentí el movimiento más allá de la oscuridad, perdido entre ella. Giré y miré directamente sin llegar a vislumbrar nada. Un par de pasos más y contemple la figura del joven vampiro con el violín en sus manos. Relajé los músculos y sonreí: no quería más problemas esta noche y sabe Dios que los niños vampiros pueden dar muchos quebraderos de cabeza...

- No te preocupes, no voy a hacerte daño - dije como si supiera su edad o acaso su fuerza. Quizás ese niño podía destrozarme sólo con intentar acercarme a el. Pero prefería empezar así, era un modo "civilizado" de hacer las cosas - He escuchado tu mensaje. Aquí sólo estoy yo - caminé un par de pasos más - Eso si. La próxima vez intenta que no se entere todo el mundo... - añadí.

- Este no es mi territorio de caza y sólo estoy de paso - luego pensé que eso no era cierto del todo - Bueno, más bien estoy viendo la obra que he financiado - le invité con la mano a salir delante de mi - ¿Te gustaría verla?

Parece que la situación era pacífica. Se me hacia raro ver a alguien entrar en un lugar y pensar en mandar un mensaje para demostrar que no tenía intenciones más allá de lo evidente y sobre todo que no quería problemas. Somos demasiado reacios a ese tipo de actos así que agradecí que aquel joven tomará la decisión de hacerlo.

Me miró, me estaba explorando, estudiando, intentando discernir más allá de lo que los ojos pueden ver, más allá de lo que la realidad muestra. Pero, aunque muertos, somos seres de carne y hueso. Además, mi mente esta bloqueada de asedios mentales. Una práctica bastante común entre los que nos movemos en las sombras.

Se acerca, se presenta, pretende tomar mi mano para seguir los principios de educación pactados de aquella época. No hay respuesta en mi, no se la ofrezco, no soy demasiado de tocar.

- Catalina de Aragón - le respondo a su presentación mientras sigo en mi posición impasible - Acompañante pues, el palco tiene un par de sillones más.

Comienzo a caminar y pronto cruzamos la cortina que da al palco. Abajo, el ensayo continuaba. Se encontraban en un momento trágico en el que la protagonista es atacada y yace ensangrentada en el suelo. Seguramente quedara más realista con efectos visuales.

Con la mirada busco a la doncella pelirroja sin hayarla. Seguramente había salido de escena. Decidí entonces dedicar un poco de tiempo a mi invitado.

- ¿Qué le trae por aquí? No le había visto antes y dudó haber olvidado su rostro.