Bring back my Bonnie to me /privado

Un día común y corriente en la vida de mi pequeño hijo protegido y yo. Aunque en estricto rigor, no tenía nada de corriente y si mucho de especial: Iríamos por primera vez a una función del circo que para nada era barato sino todo lo contrario. Demasiado ostentoso para un bolsillo pobre como lo era el mío. Pero el ver la cara de asombro en su rostro bien valía la pena el esfuerzo y las ganas de trabajar durante días a largas jornadas para conseguir los francos necesarios y quizás un poco más si la suerte estaba de mi parte. De cualquier modo y sin importar nada más, había logrado empeñar un par de objetos "valiosos" de mi pequeño y maltrecho navío rústico. Los recuperaría más tarde,de aquello no me preocupaba. Hoy simplemente nos ocuparíamos de divertirnos, de observar a los animales y comprar algunas - muchas - golosinas mientras observábamos la algarabía de los alrededores.

El pequeño señalaba con su pequeño dedo hacia todas direcciones ¡Estaba sorprendido! al igual que yo, de lo despierto que era a tan corta edad. ¡Ah! ai tan sólo ella pudiera ver en el hermoso hombrecito en el que se estaba convirtiendo, pero ya había perdido las esperanzas de volverla a ver. Su espíritu aventurero y poco ligado a los compromisos le harían buscar una y mil aventuras, de eso estaba seguro.

-¿Te gustan los animales? ¿Si? - le di un beso en su mejilla sonrosada mientras el quería que le comprara un muñeco de esos que se encontraban en las estanterías de los juegos de mesa. -¡Claro que si! el conejito quieres y éste será - Saqué un par de monedas entregándoselas al dependiente - Mira lo que tenemos aquí, un conejito... - Una ráfaga de viento arrojó el muñeco al piso y un poco más allá. Hasta los pies de una persona. Con el chico en brazos me apresuré a ir en su búsqueda, antes de que comenzara a llorar.

Unas de las grandes ventajas del circo es que tenía funciones nocturnas y eso le permitía a Soren disfrutar de los interesantes espectáculos y la agradable atmósfera que siempre se formaba a su alrededor. Tres años atrás había asistido al circo con la persona que creyó era la más importante en el mundo para él, había descubierto gracias a eso que le gustaba ver a los malabaristas y a los payasos aunque le costara un poco estar sentado en un sitio con tantos humanos a su alrededor.

Caminando por las tiendas que vendían sinfín de chucherías, recordó con nostalgia y tristeza la sensación de tener a una persona especial a tu lado, recorriendo ese lugar sólo, le hacía notar lo extraño que se sentía estar soltero luego de una relación larga e intensa. Dejó escapar un largo suspiro, debía dejar el pasado atrás si quería continuar con su no-vida.

Iba vestido con el único traje que le quedaba, lucía viejo pero estaba limpio, llevaba corbatín y sombrero de copa con lazo azul, debía lucir como una especie de vagabundo con clase y no un profesor. Estar desempleado tenía muchas desventajas, de repente se le antojaba probar los juegos de puntería o las manzanas con caramelo.

-Si pudiera comerlas... - Murmuró enfrascado en sus pensamientos cuando la voz de un niño le sobresaltó y al intentar no pisar el muñeco que de la nada caía a sus pies, dio un saltito sobre el pié izquierdo perdiendo el equilibrio torpemente cayendo sobre un hombre que iba pasando con un carrito lleno de manzanas acarameladas ensartadas en pinchos. El impacto provocó que le señor soltara un par que cayeron al suelo llenándose de tierra.

-Me has dañado la mercancía ¡idiota! - Gritó el señor agachando a recoger las manzanas sucias – Son dos francos cada una ¿Las tenéis que pagar! -

Soren se puso de pie rápidamente con las mejillas coloradas, hurgando en los bolsillos sólo para encontrar dos francos junto con unos dulces y un lápiz a medio terminar. ¿Porqué siempre terminaba metiéndose en líos?

La escena pareció caminar en tiempo lento. El muñequito de mi hijo siendo arrastrado por el viento, un hombre joven trastabillando evitando pisarle; y el concebido desastre que sobrevino después, con el resultado de dos manzanas terregosas que ya nadie comería pero que debían ser pagadas por obviedad. Me sentí responsable en el acto. Responsable directo, de que el pobre muchacho estuviese siendo retado por aquel hombre neurótico que sólo pensaba en sus "perdidas"mercantiles.

Deposité al pequeño en el suelo, tomándole de su manecita. Caminamos algunos pasos,mientras yo contaba mentalmente la cantidad de dinero que quedaría al restar dos francos por las manzanas deterioradas.

-¡Un momento! yo pagaré por los desperfectos-. Extendí el concebido pago infructuoso sobre las manos callosas del sujeto que nos miraba con cara de pocos amigos. Éste refunfuñó retirándose en el acto, vociferando improperios a diestra y siniestra. Tapé los oídos de mi hijo, era demasiado pequeño para escuchar tales palabrotas. Luego reparé en el chico nervioso que tenía en frente: Parecía vestir de manera extraña, con ese gran sombrero sobre su cabeza. Mi idea fue que quizás fuese miembro del elenco del circo debido a sus ropas.

-Te ruego nos disculpes. El viento arrastró el muñeco y... -suspiré - Bien. Lo siento. Milo y yo lo sentimos ¿verdad? - el niño asintió más por la pregunta que por lo que en realidad pasaba a su alrededor -. -Me presento, me llamo Patrice -. Extendí mi mano sonriendo-. -Venimos a visitar el circo, ¿trabajas aquí? Esperaba una respuesta afirmativa indudablemente. Quizás Milo y yo conoceríamos a un artista importante.

Mientras se debatía sobre como iba a pagar la manzana restante un joven con un pequeño de la mano se acercó y tomó responsabilidad sobre el asunto, pagó las manzanas y el señor se alejó aunque no sin soltar un par de malas palabras. Aún más avergonzado se apresuró a quitarse el sombrero cuando el joven padre se presentó.

- Muchas gracias por pagar las manzanas, no tenía más cambio y el señor parecía querer crear un problema mucho más grande de lo necesario al respecto - Se apresuró a decir con las mejillas levemente sonrojadas - Aunque en cierta forma, el señor tenía razón, esa es su mercancía y es su forma de trabajo - Agregó, asintiendo con la cabeza.

- Oh entonces ¿Es tu conejito? - Preguntó Soren agachándose hasta quedar de rodillas, el niño era una idéntica copia del jóven que tenía en frente, con enormes ojos llenos de curiosidad por el mundo y una caballera que lucía suave de un marrón casi dorado, el vampiro colocó la palma de su mano en la cabeza del chico y le revolvió un poco el cabello, por algún motivo los niños no le hacían sentir tan incómodo como los adultos - No te preocupes por él Conejo, seguro tu papá podrá lavarlo y quedará como nuevo - Se puso de pie.

- Mi nombre es Soren Kaarkarogf, gusto en conocerle - Se presentó con una pequeña y educada reverencia - No trabajo aquí, de hecho hacía mucho tiempo que quería venir, la última vez que vi la función fue hace más de 3 años, así que me preguntaba si había cambiado en algo - Agregó acomodándose las gafas. - ¿Había traído a Milo antes al circo? - Le preguntó sin sonreír pero con voz amable.

Así que después de todo no trabajaba allí, bueno su vestimenta me dictaba lo contrario, pero no iba a ser yo quien, para decirle que su ropa parecía sacada del circo. De cualquier modo me parecía una persona muy simpática y a Milo parecìa agradarle también, sobre todo por la amabilidad con la que hablaba y la simpatía. Sólo había cometido un pequeñísimo error: El niño no era mío. Yo no era su padre biológico.

Milo se acercó hasta el sujeto y tiró de su ropa. Instintivamente traté de alejarlo para que no se sintiera incómodo.

-Milo es un chico inquieto, discúlpalo. Cuando alguien o algo le llama la atención... Bueno, no hay poder humano que lo haga desistir, y a decir verdad, soy un padre muy consentidor - Me encogí de hombros. Era la honesta y absoluta verdad, mi hijo era la luz de mis ojos, y haría cualquier cosa por él. - Eh, bueno, si, no tienes otra cosa más que hacer, podrías acompañarnos a ver la función, si tú quieres.

Había sido una invitación lanzada al aire sin segundas intenciones. Si bien el hombre era atractivo a mis ojos, en aquel momento sólo era un sujeto con el cuál podría tener una plática sumamente agradable. Yo casi no frecuentaba lugares populosos y un poco de distracción no me venía mal, sobretodo porque la semana habia estado cargada de mucho trabajo en el muelle. Así pues, esperaba que Soren aceptara mi humilde invitación.

El pequeño se había acercado con intención de agarrarle el pantalón, a Soren no le agradaba el contacto físico con las personas, pero se debía a que le había costado mucho controlar su sed de sangre cuando recién le habían convertido y se le había vuelto una costumbre evitar el contacto con humanos para así no caer en la tentación al sentir esa tibia piel llena de vida. Con el niño era otra cosa diferente, no se sentía amenazado por su existencia y era algo extraño de decir teniendo en cuenta de que él era un vampiro, un depredador que podría acabar con la vida de ambos en cuestión de minutos si así lo deseaba.

-Creo que todos son inquietos a esa edad – Comentó sin moverse de su sitio – No tengo hijos pero... como profesor, he tenido alumnos muy jóvenes y realmente es difícil de controlar sus travesuras – Le explicó, era consciente de que con la ropa que usaba esa noche parecía todo menos un profesor, pero no estaba mintiendo, había conseguido un trabajo de tutor para una niña de unos 8 años que era muy alegre e inquieta.

-Oh... si no es una molestia, me encantaría – Respondió ante la invitación, originalmente había pensado asistir a la función y observarla desde las sombras pues se le dificultaba sentirse rodeado de tantos corazones palpitantes, por suerte no tenía mucha sed esa noche y estar acompañado parecía una mejor idea para salir de la rutinaria soledad en la que se había sumido desde que había despertado de su largo sueño bajo la tierra.

- ¿Cual es tu espectáculo favorito? - Le preguntó a Patrice mientras caminaban hacía la entrada, Soren buscaba entre los bolsillos, estaba seguro que había traído monedas suficientes para el costo de la entrada – A mi me gustan mucho los espectáculos con animales, si quieres podemos visitar las tiendas de animales cuando termine todo el show, seguro que al pequeño le encantará verlos – Comentó finalmente encontrando las monedas que buscaba en lo más profundo del bolsillo junto a un montón de tonterías, traía unos papeles de colores que habían sido envoltorios de dulces, un lápiz de grafito a medio terminar y una pluma de color negro. Le dio las monedas al señor que esperaba en la entrada y caminó dentro de la gran tienda principal, por unos instantes quedó ensordecido por la cantidad de voces que escuchó al mismo tiempo, el lugar era increíblemente ruidoso y gracias a sus sentidos aumentados, le costó unos momentos acostumbrarse al denso ambiente.

Me sentí un poco en avergonzado por el hecho de que mi invitado, había pagado las entradas en lugar mío como debía haber sido,  pero lo hizo tan deprisa, que ni siquiera me di cuenta cuando sacó el dinero  y pagó al pendiente por las entradas. Agradecí con un escueto "gracias" un tanto intimidado, pero ya habría otra manera de pagar ese favor, si Soren se prestaba ello. Quizás después de la función, aceptara una invitación a  tomar una taza de café con un pastelillo, de los que eran preferidos de Milo.

Nuestros lugares estaban a un costado de la pista principal. La carpa estaba rebosante de personas de todas las edades, pero sobre todo de niños pequeños que aplaudían, otros gritaban y algunos más lloraban, así era ésto, pero no me molestaba para nada, yo también estaba disfrutando con el ambiente cargado de barullo. ¡Estaban en un circo! Era bastante lógico. Mi niño por supuesto se puso a señalar todo con su diminuto dedo, haciendo algún sonido gutural tipo: "Ía" que traducido era un: Mira.

-Respecto a tu pregunta de hace un momento - Regresó la atención al chico - Me gustan los espectáculos con muchos colores, quiero decir, algo como ésto - refiriéndose al circo - Los payasos, los leones, los tigres, las jirafas... En fin, todo lo que englobe algo que salga de la cotidianidad, trabajar en un muelle todos los días, a veces deja de ser divertido - me encogí de hombros- Si tú quieres, podemos ir a donde haz dicho y posteriormente a tomar un café, pero ésta vez dejarás que sea yo quien cargue con los gastos, por favor. -Sonreí de manera franca, Soren parecía ser un buen tipo con el cuál poder entablar una plática interesante.

El bullicio del circo lo aturdió por unos instantes, sus sentidos agudizados hacían que todo ese ruido se intensificara en su cabeza hasta un punto difícil de soportar, cuando se hubieron sentado, cerró los ojos por unos instantes concentrándose en alejar el ruido intensificado y lentamente este fue bajando hasta quedar a un nivel tolerable, el mismo nivel al que lo escuchaban los humanos.

-¿Un café? - Preguntó sin disimular su agrado – Me encanta el café, es mi bebida favorita – Exclamó, aquello era parcialmente una mentira, su bebida favorita era por supuesto la sangre, pero no podía decirle eso a Patrice – Es una buena idea, gracias por la invitación- Concluyo cuando Patrice dijo que quería encargarse de la cuenta. Ése joven no parecía tener mucho dinero, había dicho que trabajaba en un muelle, no podía ganar demasiado, Soren se preguntó si sería apropiado que lo invitara a un café, a lo mejor lo hacía por cordialidad y obligación.

-Si, es agradable ver los animales – Comentó, definitivamente te sacaban de la cotidianidad, mientras hablaba comenzó el primer acto, salieron unos payasos brincando con unas pelotas, haciendo tonterías como caerse al intentar pararse sobre ellas, los niños reían con ganas a la par con los adultos, a Soren no le pareció tan gracioso, deseaba que acabaran pronto para ver los animales. El acto continuó por unos buenos 10 minutos en los que los payasos hicieron trucos de 'magia' entreteniendo al público. Luego salió el presentador con un largo sombrero de copa y anunció los domadores de leones.

Soren se acomodó mejor en su sitio, varios hombres arrastraron una enorme reja donde traían a una leona enorme, la leona rugía con las pupilas dilatadas observando a la gente con genuino terror. Los niños de la primera fila gritaron asustados, Soren y Patrice estaban sentados justo detrás de la primera fila, por lo que se podía ver al animal bastante cerca, era un formidable depredador pensaba Soren, los domadores abrieron la jaula y con palos y látigos hicieron que la leona saliera de ella.

-Excelente, ye tenemos un buen plan para después de la función. -Sonreí emocionado. Hacía tiempo que no salía con nadie por un café. No era una cita ni mucho menos, pero era algo diferente. Nuevo, inusual. Desestresarme y alejar los pensamientos de carga emocional que solía tener con frecuencia, eran parte de mi día a día; entonces cualquier distracción , por más pequeña que está fuese, era un bálsamo a mi interior, permitiéndome resistir y pensar que las cosas mejorarían en un futuro. No es que mi trabajo le disguste, me fascinaba ser un capitán de navío, pero no pensaba pasar toda mi vida  trabajando en un muelle paseando turistas. Yo no deseaba que mi hijo creciera siempre entre aromas salitrosos, pescados y rodeado de sujetos con mal carácter que hablaban de forma grosera cada dos por tres. Deseaba lo mejor para mi pequeño hijo y haría cualquier cosa por darle un futuro mejor.

El espectáculo no presentaba grandes novedades, los payasos hacían lo que recurrentemente tenían que ofrecer al espectador: hacer graciosas rutinas, aventarse pasteles unos a otros, en fin, pero los niños parecían disfrutar; sin embargo cuando el espectáculo abrió paso a los animales salvajes, la situación comenzó a mejorar aunque  no dejaba de sentirme nervioso, estábamos muy cerca del leön, que con grandes fauces rugía y manoteaba al momento en que el domador le atizaba con el látigo. Me preguntaba qué pasaría si todos éstos animales se salieran de control y arremetieran contra el público. Me estremecí pensando en los horrores que podrían ocurrir. Instintivamente abracé a Milo contra mi cuerpo, protegiéndolo.  

Me relajé pocos minutos después, al notar de que el animal -  aunque feroz  - estaba completamente domado y no había ninguna posibilidad de que ocurriera lo que mi mente había imaginado. Una vez que el espectáculo de leones y tigres terminó, entraron en el círculo muchos caballos con bellas señoritas montándolos, y haciendo piruetas sobre los mismos sobre la marcha. Esta vez fue mi turno de aplaudir emocionado. En verdad era algo fantástico y muy difícil de hacer; estaba maravillado de lo que podìan realizar aquellas personas que trabajaban en el circo.

-Esto es estupendo ¿no lo crees? -. Me dirigí a mi acompañante, quien al igual que yo, estaba disfrutándolo.

Observando a la leona que bajo la tensión, el ruido y los golpes era obligada a hacer un par de movimientos, Soren sintió que su ya muerto corazón se le oprimía. Por unos instantes la leona le había mirado directamente a los ojos, sus pupilas dilatadas le habían contado historias de sufrimiento y miedo. De ira y desolación. Aquella depredadora perfectamente evolucionada de la naturaleza no era más que una atracción para los espectadores, un juguete que le daba dinero a sus domadores. Deseó que se saliera de control, que con sus poderosas garras, le abriera la carne de par en par a los hombres que sostenían los látigos, deseó que sus enormes colmillos se enterraran en la piel de los domadores, desgarrando la carne, dejando al descubierto nervios y carne.

Y se imaginó así mismo uniéndose a ese festín grotesco de sangre y tripas. Se vio así mismo mordiendo junto a ella como un igual los miembros flácidos de los cadáveres.

Se relamió los labios distraído, sin prestarle mucha atención al siguiente acto con los caballos, la voz de Patrice lo sacó de sus pensamientos y giró el rostro hacía él, las pupilas de Soren se habían dilatado también sin que se diera cuenta y hacían que la parte azul claro de sus ojos fuera más pequeña.

-Estupendo – Murmuró y volvió su vista al escenario, se estaban llevando los caballos y el presentador anunciaba a los trapecistas y equilibristas. Unos hombres vestidos con colores brillantes y ropa muy ajustada se estaban colgando de unas sogas prendidas desde el techo, se balanceaban en ellas y hacían piruetas en el aire con gran agilidad, Soren los siguió con la mirada, la gente en el público ahogaba gritos cada que los hombres saltaban y parecían caer para agarrarse en el último momento de la otra soga. Por unos instantes un hombre pareció estar a punto de caer, la altura era de casi 4 pisos, podría quebrarse el cráneo o si tenía suerte sólo las piernas o las costillas, el hombre parecía muy seguro de lo que hacía, sin embargo su mano no alcanzó la otra soga a pesar de estar demasiado cerca y todo sucedió muy rápido como para el ojo humano.

Él hombre cayó al vacío y Soren saltó de su puesto por encima de los niños de la primera fila y fue a dar a la tarima en cuestión de segundos, el hombre cayó pesadamente sobre el Vampiro que no pudo cogerlo a tiempo y quedaron los dos tirados en el suelo, el hombre de espaldas sobre Soren quien estaba en una posición bastante incómoda. Había actuado sin pensar y por instinto, pero había evitado una posible muerte ¿Porqué demonios lo había hecho? Ni siquiera conocía a ese hombre.

La gente gritó aterrorizada con la caída, pero nadie pareció notar como había llegado ese otro joven a la escena, seguramente creían que se trataba de otro trabajador del circo. Él pobre hombre gimió de dolor y el presentador comenzó a pedir disculpas al público pidiendo que esperaran un momento para poder continuar con el espectáculo. Los compañeros de trabajo del trapecista se acercaron y le ayudaron a levantarse, seguro que se había quebrado alguna cosa pensaba Soren, pero se recuperaría.

- ¿Señor está bien? - Le preguntó el trapecista una vez sus amigos lo ayudaron a ponerse de pie, Soren se levantó lentamente con el ceño fruncido y las mejillas bastante coloradas, de repente era consciente de que era el centro de las miradas del público – Es...toy bien... gracias – Murmuró colocándose de pie y limpiándose el polvo del saco.

-¿Pero qué...?

Mis ojos no podían dar crédito a lo que estaban observando. ¡Soren estaba en medio de la pista con el trapecista encima de él! ¿Cómo había llegado hasta ahí tan rápido? Hacía apenas unos segundos estaba charlando con él y después... Había evitado la muerte del hombre y la gente creyéndose que todo era parte del espectáculo, comenzó a aplaudirle y a darle vítores. Tal pareciera que el único que permanecía con la boca abierta, incrédulo, era yo. En verdad lo estaba. Nadie, ninguna persona que se considerase normal, podría haber hecho tal proesa. El aire se me fue de los pulmones y un extraño hormigueo recorrió mi cuerpo, haciendo que los vellos de mi cuerpo se erizasen.

Hacía algún tiempo, entre pláticas de marineros, había escuchado aquellos cuentos, mitos y leyendas acerca de entes que iban por el mundo, errantes. Criaturas diabólicas que tenían la fuerza de varios hombres, que se deslizaban más rápido que el pensamiento, alimentándose de la sangre de las personas. Los vulgarmente conocidos como vampiros. Pero... No, no, yo estaba dejándome engatuzar por el simple hecho de no encontrar una razón lógica a lo que acababa de presenciar. ¡Todo debía tener una explicación lógica! Esas criaturas no existían. Yo nunca había creído en tales supercherías y no iba a ser hoy, precisamente hoy, el que cambiara de opinión. Aún así pasé saliva y abracé protectoramente a Milo, esperando a que Soren decidiera regresar y quizás el fuese quien - sin pedirlo - se explicase.

La gente comenzó a aplaudir y Soren se sintió bastante incómodo por convertirse en el repentino centro de atención, hizo una reverencia torpe agradeciendo los aplausos y se apresuró a bajarse de la tarima, el presentador no dio explicación sobre quien era, a lo mejor porque el tampoco había entendido lo que pasaba y no quería que la gente del público viera como poco profesional al circo, era mejor que creyeran que Soren era parte del staff, así no habrían rumores y malentendidos. El presentador se apresuró a anunciar el acto final para que la atención de la gente se desviara hacía otra cosa y el incidente pasara desapercibido. Soren aprovechó el momento para salir de las sombras y caminar agazapado entre las filas de gente para alcanzar el puesto que compartía con Patrice.

El humano tenía una expresión de sorpresa muy evidente en su rostro ¿Había visto todo lo sucedido? El Vampiro sabía que tendría que inventarse alguna excusa para explicar lo inexplicable, pero no nada se le ocurría en ese momento. Milo por otro lado parecía más interesado en lo que ocurría en la tarima que en saber lo que ocurría. Se sentó a su lado y terminó de sacudir sus ropas en silencio.

- ¿Te he asustado? - Preguntó al fin, sentía como si cualquier excusa que dijera ahora luego de haber demostrado claramente que podía correr a una velocidad ilógica, sería un intento ridículo, Patrice no le creería en lo absoluto – Me pareció que se iba a caer desde que comenzó el acto – Le explicó – He visto este tipo de rutina en otros circos antes – Lo cual era de cierta manera verdadero – Y corrí hacía la tarima antes de que ocurriera... creo que sólo se ha golpeado fuertemente pero no se ha fracturado nada – Aquello si era una mentira deliberada, él no hubiese podido adivinar que el hombre iba a caer, pero quería hacerle creer a Patrice que había corrido desde antes sin que este lo notase para justificar el como había llegado a la tarima en el momento justo.

Su mirada iba de Soren hacia el escenario y viceversa. Trataba de darle una explicación lógica - sumada a la que mismo joven que le había invitado las entradas al circo le estaba proporcionando - pero había algo que no cuadraba. Sin embargo no iba a romperse la cabeza por algo como aquello. La verdad es que se lo estaba pasando muy bien. Milo estaba disfrutando del la función y esa era lo verdaderamente valioso de la situación y de la noche. Cosas, situaciones del tipo, ocurrían todos los días ¿verdad?

-Eres el héroe de la noche- debido a la pronta intervención de Soren para evitar un accidente mayor del trapecista, alguno de los asistentes a la función que estaban sentados muy cerca de su ubicación, comenzaron a felicitarle y a vitorearlo. Milo aplaudió y le abracé sonriente. -Mi hijo opina lo mismo.-le guiñé un ojo.

Luego del pequeño tumulto a nuestro alrededor, todo volvió a la normalidad hasta que el espectáculo estaba dando sus últimas bocanadas. El número final se trataba de un baile en conjunto con todos los integrantes de la compañía. Todo muy colorido y festivo que contagiaba a mover los pies en el suelo.

Por unos instantes creyó que el chico no le creería y que saldría corriendo de allí para acusarlo de herejía en la estación de policía, Soren no quería ganarse un problema mayor, su intención sólo había sido ayudar, aunque no hubiese sido premeditado sino una reacción inconsciente frente a la situación. Sus pálidas mejillas se sonrojaron tenuemente quedando como rosados Duraznos, cuando algunas personas del elenco se habían acercado para darle las gracias y felicitarlo.

- Gracias... - Murmuró avergonzado al ser llamado 'héroe'.

Muchas personas disfrutaban ser el centro de atención aunque fuera por unos minutos, pero Soren sólo se sentía sumamente incómodo. Estar rodeado de gente definitivamente no era de su agrado.

Finalmente se realizaba el acto de cierre y el ambiente se volvía carnavalesco, con la música alegre y los vestidos de colores brillantes de los diferentes miembros del circo que estaban en la tarima. La gente aplaudía animadamente y cuando estos hicieron una venia al final, inclusive algunas personas les tiraron flores.

Al terminar la presentación, el murmullo de la gente levantándose de sus puestos y las voces emocionadas de los niños relatando sus momentos favoritos llenó el lugar. El vampiro se puso de pie y esperó a Patrice para caminar hacía la entrada, había una gran fila de personas tratando de salir, por lo que tuvieron que esperar unos minutos.

- Ha sido una buena noche – Comentó Soren metiéndose las manos en los bolsillos – Me alegra haber venido, hacía mucho tiempo que no veía las presentaciones del circo y han mejorado increíblemente – Agregó.

Salimos de la carpa y la gente comenzó a dispersarse. Dejé a Milo en el suelo y lo tomé de la manecita para que no echase a correr y perderse entre la multitud.

-Bien...la invitación para que vayas y conozcas el barco sigue abierta. -sonreí - Por cierto, no te he dicho pero soy el capitán de un barco de pasajeros. Ya sabes de esos a los que las personas suelen ir para recorrer lugares de mercadeo y esas cosas. La paga no es muy buena pero me da para vivir -siguió caminando hacia fuera del alambrado que el circo tenía alrededor - Milo y yo vivimos en un pequeño barco anclado al muelle. Ya no puede salir a navegar a lugares lejanos. -me encogí de hombros-. Pero es lo que hay. ¿De todas formas quieres conocerlo? -le miré de reojo, aunque parecía que aún no tenía otros planes. Y yo estaba demasiado curioso aún por lo que acababa de presenciar hacía unos pocos minutos. No abundé demasiado en el tema, porque no era el lugar ni momento adecuados.

-Lo que hiciste allá dentro fue muy impresionante... Fuiste como una sombra. De repente estabas a mi lado y después..Zum... Debes comer muchas frutas y verduras -bromee nuevamente, quería darle seguridad y dar pie a una conversación interesante y no aburrirle demasiado.

La función había terminado y la mayoría de las personas se estaban perdiendo entre las calles para regresar a sus hogares, pasaban quizás las 10 de la noche, por lo general la gente de bien se iba a dormir temprano y los pocos establecimientos que aún mantenían sus candelabros encendidos atendían a una clientela no muy decente. Definitivamente no eran horas para que un pequeño como Milo estuviera despierto.

-Suena interesante – Comentó al escuchar sobre el trabajo de Patrice – Debes conocer a mucha gente interesante durante tu trabajo – Agregó, aunque no estaba seguro de que los pasajeros quisieran entablar conversaciones con el capitán o que este tuviera bastante tiempo libre para pasársela cotilleando. - ¿Y Milo viaja contigo cada que tienes que llevar a los pasajeros a alguna parte? -

Era difícil de imaginar que un niño tan pequeño tuviera que seguir a su padre en alta mar, era bastante peligroso, además que en un barco se podía subir toda clase de gente y el tráfico de infantes seguía siendo uno de los mejores pagos en Europa.

Pues... me gustaría si, suena interesante, la verdad es que no he viajado mucho en barco – Respondió, en realidad nunca había viajado en uno, era muy peligroso para un vampiro estar en un navío ¿Y si lo cogía el día desprevenidamente? Si no tenía donde ocultarse podría morir calcinando con los cálidos rayos del sol.

- Este... sólo reaccioné sin pensar – Comentó avergonzado y rió un poco llevándose el dorso de la mano a la boca para ocultar sus colmillos con la broma de las frutas, si Patrice supiera lo que se necesitaba comer para alcanzar esa velocidad, no estaría tan tranquilo allí parado hablando con él. - Sin embargo creo que Milo debería descansar, es muy tarde para que un niño esté fuera de la cama, Podríamos dejarlo para otra ocasión ¿No te parece? -

Fue como un golpe de agua de mar fría sobre su espalda. Al parecer eran los últimos minutos en su compañía. Debería estar acostumbrado a ser ilusionado y luego rechazado; su karma. Un karma por ser como era, por sus preferencias y entonces cobraba mayor fuerza la teoría de que Milo, había llegado a su vida para hacerle compañía, hasta que sus alas fuesen lo suficiente fuertes para abandonar el nido. Si bien Soren tenía razón, le agradaba la idea de mostrarle su barco del cuál estaba orgulloso, pero esto ya no podría ser. "Otra ocasión" jamás sucedería. Chasqueó la lengua, abotonando la cazadora del niño, puesto que ya el frío comenzaba a cobrar fuerza. También le hizo prometer a su pequeño que apretara con fuerza su peluche y que no lo soltara por nada del mundo.

-Si... Creo que será mejor en otra ocasión - respondí simplemente porque debía decir algo, no porque realmente estuviese de acuerdo con la situación. Hombres agradables con quienes charlar como Soren, no se encontraban a la vuelta de la esquina. Se quedaría con el agradable recuerdo de la noche circense, de los payasos, de la música, de su acto heróico.

-Bien, creo que es aquí donde debemos despedirnos ¿No es así? -le regalé la mejor de mis sonrisas francas, extendiendo la mano. -Si algún día vuelves a deambular por éstos rumbos, búscanos. Será fácil encontrarnos. Vivimos en un pequeño buque, anclado en la parte más alejada del muelle. Se llama Milo - sonreí, era demasiado predecible, pero ése pequeñajo, era la luz de mis ojos-. -Fue todo un placer haber compartido momentos de calidad contigo, Soren. Lo digo de corazón.Tuve el impulso de darle un abrazo en agradecimiento, pero no lo creí oportuno. -Milo, despídete de Soren, anda, no seas mal educado - bromeé. El niño se acercó y juntó los labios para intentar darle un beso en la mejilla. Siempre se despedía así. Había mucho amor en ese cuerpecito rubio y regordete.

Habían pasado ya varias horas desde que el sol había caído y comenzaba a sentirse hambriento, Soren era un vampiro relativamente viejo y sabía como controlar sus deseos, sin embargo no quería exponer a Patrice, mucho menos a Milo a un posible accidente si seguían a su lado el resto de la noche. Patrice lucía honesto y agradable, un padre preocupado verdaderamente por su crio y no quería ponerles en peligro de ninguna forma. Bastante había sido ya con la inevitable acción que había tomado en el circo.

-El placer ha sido mio – Respondió ante todo con caballerosidad, los modales que había adquirido en Suecia 200 años atrás cuando era el hijo segundo del Barón Kaarkarogf permanecían en él sin importar la situación. - Es un buen nombre para un navio – Comentó con una media sonrisa que ocultaba sus colmillos – ¿Se convertirá Milo en un gran marinero algún día? - Preguntó mirando al niño de reojo, seguro que seguiría los pasos de su padre, si era criado en el puerto.

Por una extraña razón no se sintió tan incómodo la cercanía del pequeño, le permitió besarle la mejilla y los labios se le antojaron tibios y suaves como una pequeña flor bañada de rocío, generalmente al vampiro le molestaba tocar a otras personas y por eso procuraba usar sus guantes en cualquier momento, pero ese pequeño beso inocente sólo le arrancó una nueva sonrisa y le revolvió un poco el estómago con un sentimiento cálido.

- ¿Te parece la próxima semana? - Preguntó irguiéndose de nuevo – Puedo visitar el puerto más temprano, quizás al rededor de las 7 – Le indicó.

-Claro que Milo se convertirá en capitán de navío. ¿Verdad pequeño? El mejor de todos- revolví su cabello, jugando. Aún era pequeño pero ya podía imaginarlo algunos años adelante, convertido en un importante marinero. No podía decir que lo llevase en la sangre, pero siendo yo su padre y su ejemplo, estaba mas que atinado pensarlo como una posibilidad viable.

El momento de la despedida llegaba a ése punto en que los caminos se separaban lenta y paulatinamente. Caminé un par de pasos, nervioso, pensando en llevar al pequeño en brazos o dejarle caminar. Tratando de decir algo más, pero fue Soren quien concertó "otra cita" esa, que nunca jamás creí que llegaría. Yo no tenía muchos amigos con los cuáles poder compartir un rato bebiendo alcohol en el tugurio más cercano; yo llevaba una vida tranquilla, pero solitario. Estaba dedicado en cuerpo y alma a ése pequeño milagro con olor a dulce. El llenaba todos esos huecos, que de pronto amenazaban con derrumbarme anímicamente.

-Claro, claro, a las siete está perfecto. Para ése entonces ya habré salido de dar mis rondines y podré enseñarte el barco. Será una agradable sorpresa, ya lo verás.

De pronto me encontré haciendo decenas de planes en cuestión de segundos, cubierto por una capa invisible de esperanza. Mi mente parecìa una olla al punto de ebullición. Yo conocía lugares cerca de la bahía que muy pocas personas se atrevían a visitar por su mala fama de inaccesibles, pero con una buena maniobra marinera, el viento a favor y buena compañía bien valia la pena el esfuerzo

-Nos veremos pronto Soren. Y prepara tus ojos, porque ellos verán cosas extraordinarias. ¡Hasta pronto! Nos vemos en el puerto, la próxima semana, hasta luego.

Di media vuelta mucho más animado, sujetando con fuerza la mano de Milo, para dirigirnos rumbo a casa, donde una confortable cama nos esperaba.