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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Carmina Moran Vie Ago 14, 2015 2:41 pm

Tiene sangre en los labios, un dolor punzante en la mandíbula, varios moratones formándose en sus brazos y posiblemente un par de costillas fracturadas.
Todo su cuerpo duele como se supone que tiene que doler cuando lo tiran contra una columna de mármol. Aun así se mantiene en pie, gracias a  sus años de entrenamiento y el inesperado soporte que  el ajustado corsé ejercía, manteniendo los huesos fracturados en su lugar.

Quería dejarse hacer, desmayarse y entregarse a los brazos de la inconsciencia pero sabía que no era posible.  El vampiro era demasiado fuerte e iba a matarla. Aunque no se iría sola. Si ella caía, el lo haría también.

Aquella misión no tendría que haber sido en solitario. Había avisado a sus superiores d que aquel vampiro era más poderoso de lo que creían, pero la habían ignorado.  Desde que había perdonado la vida a aquella manada de lobos tendían a ignorar todo lo que les decía y la mandaban a misiones cada vez más peligrosas y sin ningún compañero.
Y aunque el fiasco de los lobos la hubiese dejado en mal lugar, no había una sola fibra en su ser que se arrepintiese.  Eran jóvenes y estúpidos, tres adultos y  seis jóvenes que no pasaban de los quince. No habían atacado a ningún humano, tan solo a un par de vacas y ovejas que nadie echaría de menos. Aun así el vaticano había ordenado su exterminación y ella se había negado, e incluso les había ayudado a  huir a tierras no dominadas por los inquisidores.

Pero aquel vampiro no era como los lobos. Era un ser corrupto y terrible que se alimentaba de sangre inocente, convirtiendo orfanatos en un bufé libre. Alimentándose de niños y adultos sin discreción.  Era el tipo de criatura que se había infiltrado en un convento, ansioso por alimentarse con la sangre de las novias de Cristo. Era un ser despreciable que merecía morir.

No hizo ningún sonido al lanzarse contra el, blandiendo dos largos machetes de plata contra el vampiro. Incluso herida resultaba peligrosa. Sus estocadas y cortes eran certeros y de dar en el blanco habrían resultado mortales. Era rápida, pero nunca lo suficiente, sus golpes siempre fallaban por apenas unos segundos, golpeándolo en los hombros o en el pecho, nunca cerca e cuello, incapaz de decapitarlo y terminar con esa horrible misión.

El sonido de una rama rompiéndose la distrajo por  menos de un segundo, aun así el vampiro aprovechó para romperle el brazo y lanzar sus machetes al suelo.  Cogiendola por el cuello, apretando sus blancas manos contra la piel tostada.
Y aunque la inquisidora se resistía, era inútil. Era como ver a un gato enfrentándose a un pit bull, puede que tuviese garras y dientes, pero resultaba inútil. No tenía posibilidad de salir de esa con vida.

De un tiron el vampiro arranco el rosario que llevaba colgado del cuello. Podía sentir su fétido aliento contra su piel, las manos frías apretándola con fuerza, obligándola a girar la cabeza, y sus ojos, oscuros como pozos clavándose en los de ella, tratando de dominarla.
Sabiendo que su fin estaba próximo  comenzó a recitar un salmo entre dientes, interrumpiéndolo cuando sintió los dientes del vampiro clavándose en su cuello.


Última edición por Carmina Moran el Jue Sep 17, 2015 1:24 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Acheron Dom Ago 16, 2015 5:40 pm


Era tarde ya, París parecía tranquila esa noche, demasiado para su gusto. Por más que recorría las calles no había nada alarmante y contrario a lo que se esperaría la situación provocaba en él un mal presentimiento. Decidió dar una última ronda por el cementerio y el convento antes de retirarse a su propiedad, pronto amanecería y lo último que deseaba era que Apolo lo pillara por descuido a la intemperie.

Tras un rápido chequeo al cementerio corrió al convento. Aún quedaba una hora para el amanecer por lo que tampoco se metió muchas prisas; sin embargo, a escasos kilómetros de su destino, los sonidos típicos de una batalla llegaron a sus oídos. Apretando la mandíbula aceleró el paso. Lo que vio a su llegada lo enfureció y asombró en igual medida, una humana de apariencia frágil pero muy veloz y ágil se enfrentaba uno a uno contra un vampiro que, si bien no se le igualaba, no podría ser considerado débil. Eso lo asombró, lo que lo enfureció fue el reconocimiento de todo el daño que la misma creatura había hecho en sólo unos minutos, y notar cómo se divertía a costas de la debilidad de la humana que estaba a punto del colapso en brazos de la bestia.

Acheron rugió de furia al ver al otro vampiro encajar sus colmillos en la pálida piel humana sin consideración alguna. Al verse sorprendido, se separó de la humana con un gruñido, apenas lo suficiente para poner sus ojos rojizos sobre el mayor -¿Quién osa interrumpir mi almuerzo?- preguntó sin soltar a su presa. -¿Por qué no vienes a averiguarlo? Prometo ser un oponente más digno de ti- pronunció entonces Acheron, la furia se denotaba en su voz, en sus ojos y en la forma que apretaba sus puños a cada lado de su cuerpo. Si no fuese por la cercanía del bastardo con la humana, ya habría acabado con él.

Una grave risa siniestra salió de los labios de su oponente mientras se limpiaba los rastros de sangre con el antebrazo antes de deshacerse de la mujer sin delicadeza, simplemente dejándola caer cual saco de arena contra el suelo, tan débil que Acheron no comprendía cómo podía seguir medianamente consciente. Tensó aún más la mandíbula al no poder asistir de inmediato a quien lo necesitaba, pero debía neutralizar a su oponente antes de si quiera pensar en acercarse a ella, de lo contrario se distraería y sería el fin para ambos.

Totalmente confiado, el extraño se abalanzó sobre Acheron, quien sólo esquivaba los fuertes pero imprecisos golpes de su contrincante. Tras algunos de minutos, con la respiración entrecortada, la esperada pregunta fue hecha -¿Eso es todo lo que tienes? Prometiste ser un oponente más digno- se quejó el otro sin dejar de atacar, a lo que Ash respondió con una sonrisa victoriosa. –Sí amigo, el problema es que tú no eres un digno oponente para mí- fue todo lo que dijo antes de, infligirle un dolor de cabeza tan intenso sólo con un pensamiento que el otro no pudo más que agacharse y sostener su cabeza entre sus manos, gritando de dolor.

-Confiesa tus fechorías y te perdonaré la vida- exigió Acheron. Escuchó cada palabra dolorida del bandido mientras se acercaba a la mujer humana y comprobaba su estado. Su pulso, aunque débil, era aún fuerte, la mujer se negaba a morir allí esa noche.

Faltando sólo 30 minutos para el amanecer, tomó a la mujer en sus brazos y comenzó a alejarse del convento. Allí no había nada que hacer. No había rastros de vida dentro del edificio. Los gritos del otro vampiro lo hicieron detenerse, argumentando que había prometido perdonarle la vida. –Te la he perdonado. Sigues vivo, ¿no? Eso no significa que te permitiré escapar. Apolo no será clemente contigo-. Tras esas palabras apuró el paso para llegar cuanto antes a su castillo, a las afueras de París.

En circunstancias normales, habría apreciado la belleza de sus jardines, ligeramente iluminados por algunas farolas de keroseno estratégicamente colocadas a lo largo de este, o la grandeza del palacio, con sus 4 pisos de altura, sin contar el sótano y las mazmorras subterráneas, construido con piedra lisa. Aquel era sin duda alguna un castillo digno de un Rey. En esta ocasión simplemente pasó de largo, ignorando el orgullo usual de saberse quien había diseñado y construido tan perfecta edificación a través de los siglos.

Una vez en la habitación de huéspedes que asignaría a su ‘invitada’ la tendió en la cama con todo el cuidado del que fue capaz. Para el momento en que se erguía, ya se encontraba su mayordomo esperando sus órdenes, el hombre era un anciano humano al que había salvado hacía un par de años del ataque de otro vampiro y quien en agradecimiento se había quedado trabajando para él (no sin recibir un pago bastante generoso).

-Busca un médico humano, Nick. Y pide a una de las mucamas que me traiga agua y algunos paños limpios- pidió con una voz más amable al anciano. Pero antes de que se fuera volvió a hablar –Ah, y Nick. Trae algo de ropa de mujer, hay que cambiarle-. El viejo Nicolás asintió sin ser visto por su jefe y se retiró a cumplir con sus órdenes.

Ash, en un rápido escrutinio a la mujer, sopesó los daños. Algunas costillas rotas, moretones y hematomas varios, cortes y raspones en brazos, piernas y torso. Al ver su rostro notó que, si bien no estaba del todo consciente, no descansaba tranquila. Sonrió con pesar mientras acariciaba suavemente su mejilla polvorienta y en pensamientos le aseguraba que estaría bien, que no le haría daño, tras apenas unos segundos ella pareció dejarse ir. Necesitaba descansar.

Un par de horas después, regresó con su invitada. La había dejado a solas con un par de sus mucamas para que le limpiaran el cuerpo y la cambiaran de ropa. Luego entró el doctor y, tras recetarle mucho descanso y algunas medicinas, se había marchado, dejando finalmente al vampiro al cuidado de la frágil humana que cazaba vampiros. Con un suspiro de cansancio se sentó en un mullido sillón frente a la cama ocupada, velando el sueño ajeno. No supo en qué momento se relajó lo suficiente para dejarse abrazar por Morfeo.
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Mensaje por Carmina Moran Lun Ago 24, 2015 1:38 pm

Al despertarse no abrió los ojos ni cambió la velocidad de su respiración. Aun dolorida notaba que no estaba en un lugar conocido, la textura de las sabanas era más ásperas de lo normal y no olían a madera de sándalo, sino que a flores de lavanda, incluso la densidad del aire era diferente. Todos sus instintos, entrenados durante tantos años  controlaban sus doloridos músculos, indicándole que hacer.

Despertarse en un lugar nuevo tras una pelea no era nada del otro mundo, durante años la habían entrenado para una situación como aquella.  Primero abrió los ojos poco a poco, manteniendo la misma respiración calmada que antes. Durante varios minutos escucho todo a su alrededor, desde el reloj que hacía tic tac junto a la puerta a los sonidos tras ella. Se levantó poco a poco, dispuesta a huir cuando lo vio, un hombre durmiendo en un mullido sillón tapizado en gris oscuro, agudizo el oído, intentando captar su respiración, y cuando  no fue capaz de ello, todos y cada uno de sus músculos se tensaron. Ese no era el vampiro que la había atacado al principio, sus rasgos eran diferentes, y la forma en la que estaba reclinado, completamente relajado como un gato gigantesco no correspondía con la postura de su atacante.

Aun así,  Carmina no bajo la guardia.  Silenciosa como un fantasma, coloco los pies descalzos contra el frio suelo, levantándose con dificultad, conteniendo los gemidos de dolor que luchaban por escapar de sus labios.

Cada paso que daba era como una pequeña tortura, y el brazo roto, cuidadosamente vendado mandaba dolorosas descargas eléctricas hasta su hombro, haciendo que en varias ocasiones, viese estrellas de dolor. Ignoraba la sensación como podía, pasando los agudos ojos de halcón por todo el lugar, en busca de un arma para defenderse en caso que fuese necesario.

Con la agilidad de una bailarina cruzo el dormitorio hasta el pequeño escritorio que se encontraba junto a la ventana, y comenzó a revisarlo de manera frenética. Lo único que encontró fue un abrecartas labrado de bronce, que escondió en la manga de la camisa, una camisa masculina que olía de manera reconfortante y que posiblemente pertenecía al hombre que la mantenía cautiva.

Lo siguiente que hizo fue ir hasta la puerta, suspirando pesadamente  al ver que era imposible abrirla, al menos en su estado.  En otra ocasión habría intentado salir por la ventana, sin duda alguna, si estuviese sola, haría una cuerda con las sábanas y se deslizaría. Pero eso requería un tiempo que no tenía.

En la butaca, el hombre, comenzaba a  moverse,  volviendo  poco a poco de lo que parecía ser un sueño placentero.

Podría volver a la cama y esperar a que el hombre le dijera lo que pasaba, tal vez fuese un buen samaritano o… O si era un vampiro como ella sospechaba, podía haberla salvado de su atacante solamente para convertirla en su aperitivo, o peor aún en una de esas esclavas de sangre.  Y no tenía intención de que eso ocurriese.

Sin pensarlo dos veces y en un movimiento completamente imprudente, la Inquisidora  cogió la silla de palo de rosa que estaba junto al escritorio y la tiro contra el suelo, rompiendo una de sus delicadas patas, que cogió y empuño como una estaca improvisada.
Y en el mismo momento en que el vampiro estaba despertándose, ella salto sobre él,  apuntando la estaca contra su pecho.

-No sé quién eres –gruño entre dientes, observándole con mirada fría-  O que has hecho con mi ropa, o para que me has traído aquí. Y no quiero imaginar porqué te has molestado en curar mis heridas... –apoyó la estaca contra su pecho con un poco más de fuerza- Pero más te vale empezar a hablar antes que decida enviarte al infierno al que perteneces.
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Mensaje por Acheron Miér Ago 26, 2015 1:25 pm


No había forma en que no se hubiese despertado con el alboroto que estaba causando la mujer. Aunque tuviese los ojos cerrados, podía sentirla por la habitación, moviéndose ágilmente como un gato. Primero a su escritorio, tomando algo de sus pertenencias, luego la puerta y de nuevo al escritorio. ¿Es que no estaba lo suficientemente herida como para quedarse quieta y dormir un poco más? La verdad no entendía cómo es que estaba despierta y caminando tanto si habían pasado sólo unas cuantas horas.

Abrió los ojos sólo cuando escuchó el estruendo de la silla al romperse y gruñó en protesta, pero antes de que lograra ponerse en pie, tenía a la mujer a horcajadas sobre él mientras era apuntado por una estaca de madera, obtenida de una de las patas de la silla ruta, en el corazón. Si bien le agradaba el carácter de la mujer, lo molestaba sobremanera ser amenazado de esa manera en su propia casa cuando todo lo que había hecho era ayudarla. En un movimiento tan veloz que sus ojos humanos no serían capaces de percibir, Ash le quitó de las manos el taco de madera y lo dejó caer lejos de ellos, para luego tomarla con de las muñecas sólo con la fuerza necesaria para inmovilizarla y que no pudiera utilizar el artefacto que había escondido entre las mangas.

-No estás en posición de exigir nada, humana. Estás bajo mi techo, viva gracias a mí, y desnuda bajo esa camisa que también es mía- mencionó lo último mirando donde sus pezones se marcaban bajo la blanca tela esperando que el pudor la hiciera quedarse quieta. Volvió a mirarla a los ojos de una manera ligeramente amenazante al notar que no quería dejar de moverse. -Sí, también estás sentada sobre mí, de una manera muy erótica debo admitir. Y si sigues moviéndote de esa manera, vas a despertar algo a lo que tendrás que volver a dormir, entonces me olvidaría que estás herida y me encargaría de que aprendas a decir ‘por favor’ y ‘gracias’ en el transcurso. -

Cuando ella se estuvo más tranquila, comenzó a dar suaves masajes en círculos sobre sus muñecas por si las había lastimado al tomarlas con fuerza. -Muy bien, ya vas comprendiendo. Ahora serás tú quien responda mis preguntas. Quiero que tomes muy en cuenta que sabré si me mientes y no quieres hacerme disgustar. - Tras la advertencia comenzó el interrogatorio -¿Cuál es tu nombre y por qué cazas vampiros? ¿Lo haces por tu cuenta o trabajas para alguien? -
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Mensaje por Carmina Moran Lun Ago 31, 2015 1:53 pm

Si tuviese las manos libres lo habría abofeteado por ese comentario. Era posible que en el momento en que sus manos estuviesen libres fuera a  abofetearlo.  No es que fuese una flor pura y rubosa, pero sin  duda alguna, la postura era sugerente, y la Inquisidora no era inmune a una cara bonita, ni tampoco a unos músculos que parecían cincelados en mármol, sobre todo cuando lo único que los separaban eran unos pocos centímetros de tela, entre ellos las enaguas de la mujer, una extravagancia de seda roja y extremadamente fina que ninguna mujer decente usaría, ni tan siquiera en privado.

-Tal vez sea yo la que me encargue de que digas esas palabras… puede que incluso supliques un poco –ronroneó ligeramente, parpadeando con lentitud y frotándose contra él como un gato en busca de mimos- Solo dame un par de semanas para recuperarme.

Su tono era coqueto, pero aun así, en el se notaba un rastro de dureza y veneno que demostraba que en cuanto tuviese la oportunidad, le haría pagar por mantenerla en esa situación tan incómoda. Si había algo que detestase, daba igual la ocasión, era que la sujetaran por las muñecas, le hacía sentir demasiado vulnerable y fácil de controlar.

Y la situación no era lo único incómodo allí. Sin el soporte del corsé, su costilla fracturada amenazaba con perforarle el pulmón a cada respiración. Y la postura en la que se encontraba lo hacía todo aun más doloroso.  El más mínimo movimiento era una agonía. Agonía que trataba de disimular con respiraciones cortas y superficiales, intentando bajo todos los medios que el vampiro no fuera consciente de su debilidad.

-Puedes llamarme Carmina, soy miembro de la Inquisición. Estoy segura que has oído hablar de nosotros. Incorruptibles miembros de la iglesia, los guardianes de la virtud, el decoro y los valores cristianos… - el sarcasmo goteaba  en cada palabra que decía, volviendo su tono amargo como la hiel- O al menos eso éramos. Ahora podría decirse que la Inquisición es solamente una panda de abusones sin moral alguna, ladrones y embusteros que se dedican a la política y a las intrigas, olvidando su misión.

De no estar aturdida por el dolor jamás habría dicho nada de aquello, normalmente no habría revelado sus opiniones sobre la Inquisición aun completo desconocido. Pero en ese momento el hombre podría haberle preguntado el más oscuro de sus secretos y ella se lo había contado sin dilación. Necesitaba cambiar de postura inmediatamente o iba a desmayarse del dolor. Y tampoco le haría ascos a algo para el dolor. Puede que opio… en la bolsa que llevaba escondida bajo sus faldas tenía una pipa lista para ocasiones como esas. Tal vez el vampiro fuese lo suficientemente generoso como para permitirle aquello.

-Ahora que te he respondido ¿Puedes colocarme en la cama y darme algo para el dolor? –su voz era débil, debido a la falta de aire- En la falda de mi vestido hay un bolsillo secreto. Si me puedes dar la pipa que hay dentro, tendré la decencia de no desmayarme sobre ti, o atacarte otra vez-Eso no era del todo verdad, seguia teniendo intención de abofetearlo, pero aquello podía esperar- Por cierto.. siento lo de tu silla
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Mensaje por Acheron Mar Sep 01, 2015 8:38 pm


Gruñó amenazadoramente y apretó ligeramente más fuerte las muñecas de la mujer en cuanto ella se frotó contra él y emitió de su garganta un sonido erótico y vibrante que pudo sentir removerle el interior. –Tenemos un trato entonces. Dos semanas, mujer; dos semanas y veremos quién hace suplicar a quién-. Ella había puesto una fecha, él simplemente se había tomado en serio el asunto, y no la dejaría marchar hasta que cumpliera.

Una sonrisa sardónica se dejó ver en sus labios luego de escucharla pronunciar su nombre, así mismo como su verdadera opinión sobre la Inquisición. Todo aquello lo llenaba de curiosidad pues la mujer estaba llena de contradicciones. –Carmín. Como la sangre, y como el fuego. Tienes un alma cálida y un cuerpo caliente. Temperamental. Apostaría que te dejas llevar fácilmente por el genio, y que eres tremendamente orgullosa- la miraba a los ojos, pero no usó en ningún momento su poder para leerle la mente, por lo que en realidad no sabía si acertaba o todo lo que dijo no eran más que patrañas. Sencillamente así la veía él.

-¿Qué haces entonces trabajando para esa gente si sabes lo que realmente son? La Inquisición hace mucho que dejó de ser una institución de credibilidad aceptable. Estoy seguro que ni siquiera había nacido por aquel entonces-. En realidad no la imaginaba siguiendo órdenes de toda esa corrupta pandilla de holgazanes. –Si, como creo, haces lo que haces para ayudar a salvar vidas humanas y no simplemente porque no puedes aceptar a los que son diferentes de ti, entonces déjalos Carmina. Déjalos o terminarás muerta o igualmente corrupta. Lo cual sería una terrible pena-.

Se había distraído por completo, perdido en sus palabras, en su cuerpo sobre el suyo, en las curvas que se dejaban ver tras las capas de pálida tela, que no notó el dolor en su voz hasta que ella lo mencionó. Sin dilación le guió las manos hacia sus hombros para que se sostuviera y, tomándola por los muslos, se levantó con ella en la misma posición para luego colocarla con extremo cuidado sobre la cama, quedando en el proceso en una posición bastante más íntima que antes. –Olvídate de la silla, ya le encontraré reemplazo-. La cercanía en aquella situación no era buena, por lo que rápidamente se quitó de encima y, en cambio, se sentó en el borde de la cama sin dejar de mirarla.

-Sí, sobre tu falda- comenzó, recordando lo que había ocurrido a sus ropas. -Estaban deshechas. Por lo que he tenido que prescindir de ellas en cuanto te han limpiado toda la sangre y cambiado de ropas. Me temo que no me he dado cuenta que había algo más en ella- mintió. Sí que había botado su ropa, pero no era verdad que no había notado la presencia de la pipa. Pensó en guardarla para entregársela cuando despertara, pero en cuanto olió el contenido no pudo menos que mandar a quemarla.

Pudo haberla dejado así, pero el dolor palpable tanto en su voz como en su mirada suplicante lo hicieron apiadarse de ella. –Bien, te daré algo mejor que el opio para el dolor. Pero tienes que prometerme dos cosas: la primera, que no volverás a levantarte de esa cama hasta que el doctor lo permita; y segundo, que no volverás a atacarme a mí o cualquiera de mis pertenencias durante tu estadía-. Mordió su muñeca entonces, dejando la sangre brotar, para luego acercarla a los labios femeninos en una silenciosa oferta. -¿Aceptas entonces?-.
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Mensaje por Carmina Moran Mar Sep 01, 2015 11:08 pm

Rio, y su risa sonaba como campanas al viento, un sonido claro y elegante que evocaba noches de primavera y el canto de las cigarras. No era una risa alegre, era más bien un sonido ligeramente desesperado, teñido de miedo.


-¿Crees que deseo morir? –Dijo, con el recuerdo de la risa aun en su voz- Me sería más fácil sacarme los ojos que dejar la Inquisición. Es una unión hasta que mi muerte nos separe. Tengo una protegida –murmuró- Una rosa entre malas hierbas. Ella me necesita, de la misma manera que miles de personas necesitan la idea de la Inquisición, Mi estatus me permite hacer cosas que serian imposibles en otras circunstancias –cerró los ojos, ladeando la cabeza- Como Inquisidora tengo poder y puedo ayudar a quienes me necesitan. Eso compensa el tener que acatar órdenes de cerdos en sotana.

Dejó que el vampiro la colocase en la cama, sujetándose a él suavemente, disfrutando del contacto. La cercanía de sus cuerpos resultaba extremadamente íntima, no pudo dejar de notar la firmeza de sus manos manteniéndola en el lugar. Y al tenerlo entre sus muslos una sonrisa seductora se apoderó de sus labios por una milésima de segundo.

-Indecente –susurró en su oído mientras se apartaba de ella, dejándose caer entre los cojines con aire lánguido.
Frunció el ceño al oír lo ocurrido con sus pertenencias. La pérdida de su pipa era una desgracia, era un objeto delicado y caro al que tenía aprecio, pero no era único. En cambio su falda… Le gustaba esa falda, le agradaba realmente y el saber que había sido destrozada era irritante.
Iba a hacer in comentario jocoso refiriéndose a la prenda de ropa cuando vio lo que se le ofrecía. Y la sola idea de aceptar hacia que su garganta se secase.
Las propiedades de la sangre de vampiro no le eran desconocidas. Los laboratorios de la inquisición mantenían ejemplares vivos y experimentaban con su sangre. Con el paso del tiempo, aquellos seres se convertían en cascaras decrépitas, involuntarios donantes que contribuían a la aniquilación de su especie. La sola idea de aprovecharse de ellos resultaba nauseabunda.

Pero esta era una situación completamente diferente. Era sangre ofrecida voluntariamente y directa de la fuente. Quería aceptar, sus músculos le suplicaban que aceptase, el dolor que sentía era punzante, como cientos de cuchillos a fuego adentrándose en su piel, y aun así… No dejaba de oír las voces de sus instructores, diciéndole que lo que estaba prestes a hacer era pecado, algo prohibido y tabú que condenaría su alma al fuego eterno.

Aun así…

Mostrándose tímida por primera vez, pasó el pulgar por la muñeca del vampiro, recogiendo una gota de sangre en él y llevándoselo a los labios.


-Prometo comportarme –dijo, mirándolo directamente a los ojos.

Lentamente  acercó los labios a su muñeca, primero lamiendo la sangre que brotaba, volviéndose más osada en cada momento, so solo succionando, sino que intentando morder la fina capa de piel que la separaba de las venas.

Sus mejillas se habían teñid de rojo y de sus labios escapaban sonidos húmedos e indecentes, haciéndola parecer una niña aferrándose al pecho materno.
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Un aliado inesperado (Acheron Parthenopaeus) +18 Empty Re: Un aliado inesperado (Acheron Parthenopaeus) +18

Mensaje por Acheron Vie Sep 11, 2015 9:04 am


Bufó, la simple idea de que alguien pudiera temerle a la inquisición le era casi tan divertida como un mal chiste, y habría agregado algo más de no ser porque ella añadió que tenía una protegida. Conocía la sensación de ser responsable por alguien más, de enseñarle a reconocer sus habilidades, encontrar sus fortalezas y debilidades para ayudarle a mejorarlas o contrarrestarlas respectivamente. Aquello era una experiencia difícil, sobre todo si dicho protegido no tenía buen carácter, pero era lo más cercano a tener un hijo que vampiro experimentaría jamás.

Carmina se expresaba respecto a su protegida de manera muy afectiva, se notaba que le quería y que se llevaban muy bien. Acheron no podía decir que recordara que alguno de aquellos a los que había transformado le hubiera hecho la tarea fácil, la mayoría tenía mal carácter o problemas para seguir órdenes, algunos incluso ambas.

El titubeo de la mujer a la hora de aceptar su sangre por poco lo hace retirar el brazo, convencido que se dejaría llevar por sus creencias religiosas y cualquier otra basura implantada en su cerebro por la inquisición. Grande fue su sorpresa cuando un dedo femenino acarició su muñeca en busca de salvar algunas gotas del caliente y vital líquido rojo de caer sobre la pálida tela de su camisa, que murieron finalmente en los labios de una ‘fiel’ creyente de la iglesia. Demasiadas ironías.

Lo siguiente que ella hizo fue lo más erótico que había visto el vampiro en mucho tiempo, poniéndolo duro casi al instante. Era demasiado fácil imaginarla lamiendo y succionando de otra parte de su cuerpo, aferrándose con igual ímpetu y, finalmente, con el rostro manchado de un líquido igual de caliente pero más espeso y de un color blancuzco. Ante la expectativa, un gemido grave se escapó de su garganta, y no pudo menos que arrebatar su brazo del roce de la humana antes de ponerse en pie y comenzar a caminar alrededor de la habitación.

Tomarla en ese momento sería demasiado fácil, estaba herida y no podría imponerle demasiada resistencia, al menos no por unos cuantos minutos más en lo que su sangre comenzaría a hacer efecto en ella, otorgándole fuerza y ayudándole a sanar más pronto. Pero por la misma razón es que no podía, si la tomaba entonces, incluso si era lo que ella deseaba, la lastimaría. No podría de ninguna manera disfrutar viendo el dolor de ella.

-¿Es ese el modus operandi de las inquisidoras? ¿Seducen a los vampiros si se encuentran en una situación como ésta? La inquisición ha caído demasiado bajo- Acheron quiso que pareciera un comentario cualquiera, sin importancia. En las circunstancias que estaba su voz sonó más ronca, como si estuviera enojado, cosa que no podría estar más alejada de la realidad. Pero creerlo no sería difícil, pues tenía la mandíbula apretada y los músculos de su torso y espalda tan tensos que la imagen del vampiro en ese momento era la de una estatua de mármol, perfectamente cincelada, en movimiento.

Tras encontrar la fuerza y la voluntad suficientes para no lanzarse sobre esa mujer y tomarla de forma bruta, como un animal, pudo acercarse de nuevo. Ella pagaría con su sangre. Si tomaba lo suficiente podría dejarla débil y hacerla dormir al menos hasta la siguiente noche, pero eso no le daría tanto placer como esperar un poco a que ella estuviera curada y fuerte, para poder tomarla sin temor a dañarla. -Los planes han cambiado ligeramente, señora- en ese momento era el lobo acechando a su presa, el indefenso corderito no podría hace nada en su contra. -Serán igualmente dos semanas antes de que pueda dejar ésta habitación, pero lo pasaremos mucho mejor que simplemente esperando o jugando al ajedrez- aquello era una promesa.  

De nuevo sobre ella. La había dejado tendida bajo él, acariciando la piel bajo la fina tela blanca y la bonita enagua roja, en su recorrido subiendo las prendas para dejarla expuesta ante él. -No voy a tomarte, aún. Sólo voy a darte una pequeña lección- recorrió sus brazos desde los hombros hasta las manos, llevándolas sobre su cabeza, alentándola a dejarlas allí. Su rostro se encajó en el hueco de su cuello, acariciando su nariz y sus labios en los puntos más sensibles de la zona, finalmente lamiendo sobre su garganta y allí donde una arteria palpitaba.

Sus manos, mientras tanto, la despojaron de su camisa, dejándola sólo con la enagua subida hasta las costillas y la parte inferior de su cuerpo totalmente desnuda. Acarició la curva de su estrecha cintura y luego allá donde las caderas son amplias, acarició la cara interna de sus muslos, estuvo muy cerca de tocarla donde era más sensible pero continuó bajando. Obligándola a doblar las rodillas, permaneció entre sus muslos, encajando sus cuerpos de manera que su miembro, aún escondido por su pantalón, la rozara allí donde ya estaba húmeda.

Tras torturarla un poco, finalmente dejó sus dedos tocarla en su centro, la humedad y calidez palpables le hicieron agua la boca, en respuesta tomó su boca en la suya, su lengua penetrándola con una fuerza posesiva imagen de cómo deseaba tomarlo todo de ella. Dejó uno de sus dedos hundirse en su interior, mientras otro le acariciaba con fervor el clítoris. Quería llevarla a rozar el cielo con los dedos, para que cuando estuviera segura que lo tendría en sus manos bajarla de golpe a la tierra. Así, cuando sintió tan cerca el orgasmo femenino, sus manos contuvieron de nuevo las de ella por sobre su cabeza, su cuerpo simplemente la inmovilizó y sus colmillos se encajaron con fuerza en su cuello, dejando brotar el dulce néctar directo a su boca.
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Mensaje por Carmina Moran Jue Sep 17, 2015 2:02 pm

Desde el primer momento en que la sangre toco sus labios entendió como los esclavos de sangre podían adorar de esa manera a sus amos. Era una sensación sobrecogedora, adictiva y casi mejor que el sexo. De haber podido se habría quedado en esa postura por el resto de su existencia. Por eso cuando se separo de ella no dudo en emitir un agudo quejido de protesta, cerrando los ojos de manera perezosa y estirándose todo lo que podía sin llegar a hacerse daño.

No dijo nada cuando hizo su comentario sobre las inquisidoras, simplemente rió entre dientes, haciéndole un gesto obsceno  con la mano. En cualquier otro momento habría dicho algo sobre aquello, confirmándole que en varios casos, sobre todo las espías no dudaban en seducir a sus captores.
 
Al sentirlo cercan entreabrió los ojos mirándolo entre las espesas pestañas, mientras que el tenía el aspecto de un lobo hambriento tras su presa, ella sin duda parecía una doncella en apuros. Toda vulnerable y dispuesta entregarse a él sin reparos.
Al tenerlo sobre ella, se mostró complaciente y tranquila, dejando que la guiase sin resistirse, dócil como un cordero.
Toda su piel estremeciéndose ante el contacto, los labios que recorrían su cuello, sus manos, suaves y firmes, tocando su cuerpo, dejándola expuesta y desnuda. Cuando el e colocó entre sus muslos no dudo en murmurar varias palabras sin sentido en su idioma natal, levantando las caderas para aumentar la fricción entre ellos.

En el momento que sus labios se encontraron, dejó de comportarse como un cordero para transformarse en algo más salvaje y agresivo, mordía, succionaba y lamia la boca del vampiro sin reparos. Sus movimientos eran apasionados y carentes de delicadeza, y aunque mantenía las manos quietas el resto de su cuerpo se movía por voluntad propia, frotándose contra el sin reparos, gimiendo suavemente al sentir sus dedos en ella,  rodeándolo son una pierna, suplicando sin palabras que no parase.

Oh, pero el vampiro pareció leerle la mente, y cuando estaba a punto de llegar al orgasmo y entregarse por completo al placer, sus manos se detuvieron, sujetando sus muñecas con firmeza. Gruño de manera agresiva cuando se separo de ella, dispuesta a golpearlo y exigirle que continuara. Pero el volvió a colocarse sobre ella, aprisionándola con su cuerpo antes de clavar los colmillos en su cuello.
Y aunque ya la habían mordido antes, nunca había sido en una situación como aquella, era una mezcla entre dolor y placer que hacía que su cuerpo vibrase como una cuerda de violín a punto de romperse.

Los gemidos escapaban de sus labios sin decoro y no había dudado en rodearlo con ambas piernas, arqueando la espalda e ignorando el dolor que eso le provocaba, solamente deseando aumentar el contacto entre ellos. Y cuanto más se clavaban sus dientes en ella, más aumentaban sus gemidos y suspiros de placer.
Cuando se separó de su cuello, la Inquisidora  hizo que le soltara la manos y las coloco  en el rostro del hombre, uniendo sus labios una vez más, ignorando el sabor de su propia sangre, mordiéndole los labios con  fuerza casi excesiva, deslizando una mano hasta su camisa y comenzando a desabrocharla, pero perdiendo la paciencia a mitad de camino y arrancando los botones, queriendo despojarlo de su ropa.

-Estas demasiado vestido –ronroneó, con los labios contra su mandíbula- deberíamos igualar las cosas.
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