AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Buscando un poco de paz - Flashback - (privado)
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Buscando un poco de paz - Flashback - (privado)
Principios de Primavera - Jardín Botánico - 1801
Delphine, había entregado su renuncia a la orden de la Inquisición, apenas dos días después de su encuentro con Nicolei, aun no entendía porque había desaparecido, pensó que tal vez si viajaba a Madrid, podría encontrarlo, pero cuando estaba lista para emprender el viaje, descubrió que estaba embarazada, y aunque con mas razón debía encontrar al padre de la criatura y darle la noticia, aquello pondría en peligro el embarazo y definitivamente no pensaba jugar con fuego. Sentía una gran frustración en todo su cuerpo, había hecho lo imposible por que nadie se enterara, pero fue imposible. La noticia se había esparcido como reguero de pólvora, y su ex superior en la orden la mandó a llamar, no podía negarse, una porque éste era amigo de su padre y por otra parte, ir contra la inquisición podía traer serias consecuencias no solo para ella, sino para Nicolei, estuviera donde estuviera. Fu así que apenas haber llegado y saludarla, el religioso comenzó a reclamar tan penosa situación, alegando que había sido irreconciliable con la iglesia, ya que en el momento de haber mantenido relaciones carnales, era aún una inquisidora - has mancillado el honor de la orden – le dijo con la voz cargada de rencor – sabes que si no pido que te encierren en un calabozo es por el aprecio que le tengo por tu padre, pero no podré protegerte de lo que decida el Santo Padre si llegara a enterarse que una de sus siervas, lleva el fruto del pecado en tus entrañas – el inquisidor mayor golpeó la mesa con todo el peso de su mano, haciendo que el tintero tambaleara peligrosamente. Delphine logró atraparlo a tiempo, imposibilitando que al tumbarse, la tinta manchara los papeles importantes que estaban esparcidos en el escritorio. – Deja eso, niña tonta – se exasperó el superior, ella obedeció y se retrepó en su asiento, haciendo que un gesto de dolor se notara en su rostro. El hombre, cambió la expresión de disgusto por una de preocupación – ¿cómo puede ser que te arriesgues de esa manera? ¿Acaso no sabes que podrías morir si ellos se enteraran? ¿porque no confiesas quien es el padre de la criatura, de hacerlo, ellos se encargarían de él... y solo bastaría entregar al pequeño... nadie te podría juzgar – Dephine, bajó la cabeza a su estómago, lo que menos deseaba era hacerle daño a ese pequeño. Lo amaba, con la misma fuerza que cada día amaba más el recuerdo del que fuera el padre del niño que crecía en su vientre, - Padre, no puedo, se que debería odiarlo... por abandonarnos... pero no puedo, mi corazón se niega a pensar que él se fue por su propia voluntad… me niego a decir quien es, bien se lo que la orden es capaz de hacer y jamás dejaría que le hagan daño - cerró los ojos y suspiró.
Su ex - superior y confesor, rodeó el gran escritorio de roble y se acercó a ella con un vaso de agua, - toma pequeña – la instó a beber, con un tono de voz dulce y comprensible, como si todo el rencor que hacía momentos atrás cargaba su alma hubieran desaparecido. El había conocido a la madre de Delphine, y sufrido cuando ésta enfermó enloqueciendo, luego de dar a luz al ser que tenía enfrente – no entiendo por qué te niegas a decir quién es el padre, podría hacer que lo busquen, que cumpla contigo y… - ella levantó la mano en señal de tregua – por favor Monseñor, sé que he cometido un pecado atroz para la iglesia, pero no me arrepiento de nada… no necesito buscarlo porque estoy segura que si estuviera en él encontrarnos… ya lo habría hecho – intentó que la voz no se le quebrara, pero eso era imposible. Apresuró un trago de agua, antes de proseguir – solo le pido que encuentre la forma de que la iglesia no tome cartas en el asunto, ni represalias, contra mi, mi hijo o su padre – el hombre asintió, cerrando los ojos resignado – sabes que se te buscará, estarán atentos para saber si el fruto de… - se detuvo intentando encontrar las palabras adecuadas - … de esa unión no es un sobrenatural – ella asintió con la cabeza, - lo entiendo, monseñor, pero en verdad, solo necesito alejarme de todo, y poner mi esfuerzo en lo que es mi futuro... mi hijo – sus lágrimas se escurrieron por sus mejillas, nunca había sido muy fuerte y menos ahora que por el embarazo todo le afectaba más.
Salió de la catedral, sonriente, inspiró con toda la capacidad de sus pulmones y que el ajustado corsé le permitía, sus labios se curvaron en una amplia sonrisa, - soy libre, por ahora… somos libres – se dijo, acariciando por primera vez en público su vientre. Caminó hasta donde se encontraba el coche de su propiedad, ya no podía montar a caballo, no si pretendía conservar a la criatura y en esos momentos, la pequeña vida que latía en su interior era todo lo que tenía pues su familia la desperciaba. El cochero le abrió la puerta y la ayudó a subir. Cuando se acomodó en el asiento y pudo relajarse el hombre se dirigía al destino que ella le había dicho, lo primero que se le vino a la cabeza –¿a dónde la llevo, señorita? –le había preguntado, a lo que ella respondió – al jardín botánico -.
Emilie De Azcoitia- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/06/2013
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Re: Buscando un poco de paz - Flashback - (privado)
No dejaba de darle vueltas en la mente el encuentro fortuito con aquel joven francés. Había ocurrido demasiado rápido, llegó hasta el cómo la fragancia febril del verano acariciando la coraza que hasta el día de hoy resguardaba el lado más frágil de Fabrice. Abrió los ojos y después de darse un baño bebió un poco de jugo. Cavilando, recordó que no había ningún pendiente el día de hoy, las fragancias se habían reproducido de forma pausada, pero tenía los ahorros suficientes para sobrevivir al menos por el resto del mes. Parpadeó un segundo ensimismado en conjeturas absurdas quizás, se levantó para admirar el brillo matutino de un nuevo día y a través de las cortinas dirigió sus ojos al otro lado de la acera. Ingenuamente esperó toparse con la efigie del joven quien atendía el modesto local de muñecas, sin embargo, la puerta se mantenía cerrada. Habían pasado semanas desde que le conoció.
–¿Dónde estás ahora?–reveló al viento.
Remango su camisa blanca y colocó los tirantes sobre sus hombros. Desde su llegada a la capital no se había dado el tiempo para admirar esos rincones secretos que seguramente poseían una belleza indescriptible, ese tipo de perfección que pocos podrían comprender. Se dispuso entonces a dar una caminata y de este modo poder empaparse de esa magia que su abuela Marie-Anne le había relatado anteriormente. El brío multi colorido de sus calles cayó súbitamente en el joven, quien se mostró inquieto, dejando a flote su lado más inocente y pueril. Se dejó llevar sin preocupación alguna y en su mente tan solo había una imagen que le perseguía. Esteve. Sacudió su cabeza tratando de salir de ese trance que torpemente le producía un ligero sobresalto en su corazón. Si tan solo supiera más de él, podría quizás, invitarle a dar un paseo en aquella parte recóndita de la capital.
Una corriente de personas mantenía un murmullo recatado, describían la belleza singular del Jardín botánico. ¿Qué habría de especial? Preguntaba a sí mismo. Acomodó un par de sus mechones cenizos y se abrió paso para cruzar la verja donde tomó un folleto que le obsequiaba el encargado de la entrada.
–Merci– respondió con amabilidad.
Lo que ahí descubrió le dejó perplejo. Brochazos polícromos que se esparcían hasta en las praderas más cercanas al horizonte. Sin lugar a dudas, el tenue aroma que se podía aspirar le recordaba tanto a aquellas recorridas en el patio trasero de su vieja mansión, acompañado siempre de la mano de su abuela y de alguna anécdota que terminaba por arrancarle una sonrisa. No había reparado en el hecho de cuánto tiempo había pasado desde que vio por última vez a sus padres, hondeando su mano en el puerto sin imaginar siquiera que no volverían. Suspiró nostálgico, que distraído, se había remontado a una época singular donde todo parecía tener un mejor semblante. Sostenía entre sus manos el folleto que repentinamente cayó a unos pasos debido a un ligero empujón que le tomó por sorpresa. Volvió el rostro para descubrir la radiante silueta de una dama muy hermosa.
–¿Dónde estás ahora?–reveló al viento.
Remango su camisa blanca y colocó los tirantes sobre sus hombros. Desde su llegada a la capital no se había dado el tiempo para admirar esos rincones secretos que seguramente poseían una belleza indescriptible, ese tipo de perfección que pocos podrían comprender. Se dispuso entonces a dar una caminata y de este modo poder empaparse de esa magia que su abuela Marie-Anne le había relatado anteriormente. El brío multi colorido de sus calles cayó súbitamente en el joven, quien se mostró inquieto, dejando a flote su lado más inocente y pueril. Se dejó llevar sin preocupación alguna y en su mente tan solo había una imagen que le perseguía. Esteve. Sacudió su cabeza tratando de salir de ese trance que torpemente le producía un ligero sobresalto en su corazón. Si tan solo supiera más de él, podría quizás, invitarle a dar un paseo en aquella parte recóndita de la capital.
Una corriente de personas mantenía un murmullo recatado, describían la belleza singular del Jardín botánico. ¿Qué habría de especial? Preguntaba a sí mismo. Acomodó un par de sus mechones cenizos y se abrió paso para cruzar la verja donde tomó un folleto que le obsequiaba el encargado de la entrada.
–Merci– respondió con amabilidad.
Lo que ahí descubrió le dejó perplejo. Brochazos polícromos que se esparcían hasta en las praderas más cercanas al horizonte. Sin lugar a dudas, el tenue aroma que se podía aspirar le recordaba tanto a aquellas recorridas en el patio trasero de su vieja mansión, acompañado siempre de la mano de su abuela y de alguna anécdota que terminaba por arrancarle una sonrisa. No había reparado en el hecho de cuánto tiempo había pasado desde que vio por última vez a sus padres, hondeando su mano en el puerto sin imaginar siquiera que no volverían. Suspiró nostálgico, que distraído, se había remontado a una época singular donde todo parecía tener un mejor semblante. Sostenía entre sus manos el folleto que repentinamente cayó a unos pasos debido a un ligero empujón que le tomó por sorpresa. Volvió el rostro para descubrir la radiante silueta de una dama muy hermosa.
Kaled Fayolle- Prostituto Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/05/2013
Edad : 36
Re: Buscando un poco de paz - Flashback - (privado)
Cuando el coche tirado por dos bellos caballos de negro pelaje llegó a su destino, Delphine sonrió complacida. Podría decirse que aquel lugar debería traerle malos recuerdos, promesas incumplidas, sueños rotos. Pero para la joven Mallarmé, aquel pequeño paraíso la colmaba de sosiego. Allí, entre esas mismas flores, había encontrado el amor de su vida, - de nada vale sufrir por lo que no tiene remedio. Nadie nos ha faltado una promesa, estoy segura que tu padre volverá pronto, tal vez ya está en camino - susurró, como si su pequeño pudiera escucharla.
Al descender del vehículo, se dispuso a pasear por el camino principal, de uno y otro lado de la acera, las parejas paseaban, disfrutando de aquel día tan espléndido, con un sol cálido y luminoso. Parecía que con tanto color y aromas, sería imposible dejar que la tristeza o la añoranza invadieran su corazón. Fue por esa razón, que continuó manteniendo una lánguida sonrisa, intentando solo recordar los momentos mas hermosos de su vida, desde que Nicolei le robara su corazón.
Recordó como se habían conocido, ella recostada en el césped y él contemplándola descaradamente, o eso había sido la impresión que le diera. Sonrió, casi hasta dejar que el sentimiento se expresara en una espontanea carcajada. Es que como no hacerlo al recordar que le había tirado un terrón de tierra, extraído de un parterre, entonces, aquel creído cazador se había girado para reprenderla como si fuera una niña. Su sonrisa se borró al recordar aquellos ojos, no podía mentirse, su alma lloraba esa ausencia, la que, hasta el momento, no poseía explicación aparente. No podía permitirse pensar en la cruel posibilidad de haber sido burlada en su buena fe, en su ingenuidad.
Prosiguió su camino, negando con la cabeza - no, tu no eres ese tipo de hombres... tu padre no sería capaz de hacernos algo así - volvió a susurrar a su hijo, mientras acariciaba nuevamente su vientre. Las lagrimas le nublaron la visión, haciendo que no se diera cuenta que un joven estaba parado en su camino. Fue un leve golpe, un empujón, el que le hizo volver al presente, - oh! disculpe mi torpeza, no prestaba atención... - intentó sonreír - es que las flores me hicieron distraer - mintió, secando una furtiva lagrima.
Al descender del vehículo, se dispuso a pasear por el camino principal, de uno y otro lado de la acera, las parejas paseaban, disfrutando de aquel día tan espléndido, con un sol cálido y luminoso. Parecía que con tanto color y aromas, sería imposible dejar que la tristeza o la añoranza invadieran su corazón. Fue por esa razón, que continuó manteniendo una lánguida sonrisa, intentando solo recordar los momentos mas hermosos de su vida, desde que Nicolei le robara su corazón.
Recordó como se habían conocido, ella recostada en el césped y él contemplándola descaradamente, o eso había sido la impresión que le diera. Sonrió, casi hasta dejar que el sentimiento se expresara en una espontanea carcajada. Es que como no hacerlo al recordar que le había tirado un terrón de tierra, extraído de un parterre, entonces, aquel creído cazador se había girado para reprenderla como si fuera una niña. Su sonrisa se borró al recordar aquellos ojos, no podía mentirse, su alma lloraba esa ausencia, la que, hasta el momento, no poseía explicación aparente. No podía permitirse pensar en la cruel posibilidad de haber sido burlada en su buena fe, en su ingenuidad.
Prosiguió su camino, negando con la cabeza - no, tu no eres ese tipo de hombres... tu padre no sería capaz de hacernos algo así - volvió a susurrar a su hijo, mientras acariciaba nuevamente su vientre. Las lagrimas le nublaron la visión, haciendo que no se diera cuenta que un joven estaba parado en su camino. Fue un leve golpe, un empujón, el que le hizo volver al presente, - oh! disculpe mi torpeza, no prestaba atención... - intentó sonreír - es que las flores me hicieron distraer - mintió, secando una furtiva lagrima.
Emilie De Azcoitia- Humano Clase Alta
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Localización : Paris - Francia
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Re: Buscando un poco de paz - Flashback - (privado)
Las nubes apenas recorrían la bóveda, un par de horas más perdido en aquellos laberintos florales. Sólo necesitaba encontrar un apoyo en las memorias otroras para retomar el camino. Fabrice sin duda era un joven bastante maduro en ese sentido, pero como todos, cedía de vez en cuando a la congoja que le causaba la ausencia de aquellas personas importantes en su vida. Sus padres, Marie-Anne y ahora Esteve. Un ligero suspiro escapó de sus labios, en un intento por liberar parte de esa melancolía. Invierno, no obstante el clima era aún agradable de vez en cuando para permanecer por unas horas antes de que la noche arribara. Tarareaba una canción en un susurro, esa manía que siempre le arrancaba una sonrisa a su abuela cuando le encontraba por sorpresa sumergido en ese espacio de esparcimiento. Flexionó su cuerpo ligeramente para levantar el folleto cuando sintió el golpe. A sus oídos llegó el sonido entrecortado de una voz dulce, Fabrice volvió ligeramente su cuerpo para admirar la silueta de aquella dama quien no tardó en disculparse por el ligero percance. Era muy hermosa sin lugar a dudas, la lánguida mirada que parecía ocultar una dolencia aún más grande era notoria a pesar de que ella sonreía.
–No diga eso madame, yo me encontraba distraído leyendo– respondió levantando ligeramente el brazo haciendo notar lo que en su diestra sostenía.
El joven sonrió amablemente para aminorar la preocupación que atañía a la mujer en su intento por ocultar las lágrimas que se negaban a brotar. Rápidamente trató de dar un cambio en la venidera charla para evitar ahondar en la pena ajena.
–En efecto, los ejemplares que aquí se exhiben son absolutamente admirables–
Un ligero ademán hacia la flora haciendo hincapié en lo que había mencionado segundos atrás. Dirigió sus ojos hacia los lados tratando de hallar a la familia de la joven, quien seguramente iba acompañada de su esposo y quizás un par de pequeños en esa breve visita. Inmediatamente estiró su mano para estrecharle.
–Je suis Fabrice Fournier, enchanté– respondió en un perfecto acento galo –Si gusta puedo hacerle compañía mientras su familia llega, sabe más al fondo se encuentran las orquídeas, las hortensias y los tulipanes, seguramente usted también se dirige a ese punto, pues han sido la novedad en la capital desde hace un par de meses– dijo un tanto emocionado.
No reparó en la idea de que quizás había sonado ingenuo o fuera de lugar. Esa esencia que aún conservaba desde pequeño y que difícilmente desaparecería en sus modales. Caminó a pasos reservados perdido de vez en cuando en las tonalidades que tenían los alrededores, un par de susurros alrededor, provenientes de otros visitantes y la tenue brisa que se colaba recordando la presencia de la estación nívea.
–Las horas se pasan de prisa en estos paseos, es como si la belleza de este lugar se encontrara oculta en un rincón de Paris para ser admirada por unos cuantos–
Apenas podía darse el lujo de asistir una vez al mes, dadas sus limitaciones económicas, pero apreciaba cada instante sumergido en el paisaje. Sonriente se dirigió a su acompañante.
–¿Es su primer visita al Jardín Botánico madame?–
–No diga eso madame, yo me encontraba distraído leyendo– respondió levantando ligeramente el brazo haciendo notar lo que en su diestra sostenía.
El joven sonrió amablemente para aminorar la preocupación que atañía a la mujer en su intento por ocultar las lágrimas que se negaban a brotar. Rápidamente trató de dar un cambio en la venidera charla para evitar ahondar en la pena ajena.
–En efecto, los ejemplares que aquí se exhiben son absolutamente admirables–
Un ligero ademán hacia la flora haciendo hincapié en lo que había mencionado segundos atrás. Dirigió sus ojos hacia los lados tratando de hallar a la familia de la joven, quien seguramente iba acompañada de su esposo y quizás un par de pequeños en esa breve visita. Inmediatamente estiró su mano para estrecharle.
–Je suis Fabrice Fournier, enchanté– respondió en un perfecto acento galo –Si gusta puedo hacerle compañía mientras su familia llega, sabe más al fondo se encuentran las orquídeas, las hortensias y los tulipanes, seguramente usted también se dirige a ese punto, pues han sido la novedad en la capital desde hace un par de meses– dijo un tanto emocionado.
No reparó en la idea de que quizás había sonado ingenuo o fuera de lugar. Esa esencia que aún conservaba desde pequeño y que difícilmente desaparecería en sus modales. Caminó a pasos reservados perdido de vez en cuando en las tonalidades que tenían los alrededores, un par de susurros alrededor, provenientes de otros visitantes y la tenue brisa que se colaba recordando la presencia de la estación nívea.
–Las horas se pasan de prisa en estos paseos, es como si la belleza de este lugar se encontrara oculta en un rincón de Paris para ser admirada por unos cuantos–
Apenas podía darse el lujo de asistir una vez al mes, dadas sus limitaciones económicas, pero apreciaba cada instante sumergido en el paisaje. Sonriente se dirigió a su acompañante.
–¿Es su primer visita al Jardín Botánico madame?–
Kaled Fayolle- Prostituto Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/05/2013
Edad : 36
Re: Buscando un poco de paz - Flashback - (privado)
Apreció el gesto del joven al intentar ser discreto y no fijar su atención, en aquellas lagrimas que pugnaban por salir. Sonrió asintiendo con un suave movimiento de cabeza, - así es, creo que no existe lugar más hermoso en todo Paris… en toda Francia, que éstos campos cultivados con tanta pasión – respondió con una voz dulce y algo melancólica.
Extendió su mano y tomó la ajena en un franco gesto de presentación, la que tembló levemente, pues aquel lugar, la mantenía sumergida en recuerdos, cada una de las flores, le recordaban las horas pasadas junto al hombre que era dueño absoluto de su corazón cautivo. Una leve sonrisa surgió de sus labios al momento de presentarse, - Encantada, señor Fournier, soy… - se demoró un segundo en completar su presentación, pues recordó otra ya lejana, aquella que había tenido con Nicolei, unos cinco meses atrás, en la que por alguna extraña o absurda razón, mintió su nombre, diciendo que se llamaba Leire. Fue entonces que su mirada se fijó profundamente en la de Fabrice, como si pudiera preguntarle la razón de aquel insensato proceder – Delphine Mallarmé – terminó de presentarse, - disculpe, pero es que éste hermoso lugar, también conserva muchos recuerdos tristes y dolorosos… para mi, y… todos ellos vienen a mi cabeza… - dijo disculpándose por el silencio que había hecho momentos atrás. A la joven, le había parecido que pasaron minutos eternos en silencio mientras la marea de recuerdos la embestían sin piedad, pero solo habían sido unos breves segundos.
Inspiró profundamente y dejó que sus ojos vagaran por el paisaje, - sería todo un honor, poder disfrutar de una compañía tan agradable… y la verdad, la única familia, está aquí conmigo, - no tocó su vientre, pero creyó que no le sería difícil entender el significado de su frase, ya que el vestido marcaba el incipiente bulto en su estómago – si mal no recuerdo… más allá se encuentra un pequeño lago, con narcisos a sus márgenes… aunque no sé si con el frío clima de invierno, aquellas frágiles flores aún se podrán observar – suspiró, al pensar que para ella, esas flores representaban a su amado y deseaba con toda su alma poder apreciarlas nuevamente, hasta tomar una entre sus manos y guardarla en el pequeño misal que llevaba en su bolsito, pues sería como tener un invaluable recuerdo de aquel hombre que le había salvado su vida y robado su alma.
A la afirmación sobre el veloz paso del tiempo, ella sonrió con tristeza, contemplando una mancha de flores blancas, - tan fugaz como la propia existencia, como el más solemne de los juramentos de amor – había cerrado los ojos y una solitaria lagrima recorrió el camino de sus orbes a la comisura de sus labios. La vida solía ser así, le mostraba su lado amable para luego ensañarse con ella, pero ésta vez, ya no estaría sola, su hijo estaba con ella. Además, tenía la agradable compañía de aquel joven, que tan afablemente, se había ofrecido a escoltarla y eso le alegró el alma. Secó su lágrima y sonrió, - no, no es la primera vez que recorro éste hermoso jardín, pero sé que con vuestra compañía descubriré muchos tesoros que estuvieron ocultos para mí -.
Extendió su mano y tomó la ajena en un franco gesto de presentación, la que tembló levemente, pues aquel lugar, la mantenía sumergida en recuerdos, cada una de las flores, le recordaban las horas pasadas junto al hombre que era dueño absoluto de su corazón cautivo. Una leve sonrisa surgió de sus labios al momento de presentarse, - Encantada, señor Fournier, soy… - se demoró un segundo en completar su presentación, pues recordó otra ya lejana, aquella que había tenido con Nicolei, unos cinco meses atrás, en la que por alguna extraña o absurda razón, mintió su nombre, diciendo que se llamaba Leire. Fue entonces que su mirada se fijó profundamente en la de Fabrice, como si pudiera preguntarle la razón de aquel insensato proceder – Delphine Mallarmé – terminó de presentarse, - disculpe, pero es que éste hermoso lugar, también conserva muchos recuerdos tristes y dolorosos… para mi, y… todos ellos vienen a mi cabeza… - dijo disculpándose por el silencio que había hecho momentos atrás. A la joven, le había parecido que pasaron minutos eternos en silencio mientras la marea de recuerdos la embestían sin piedad, pero solo habían sido unos breves segundos.
Inspiró profundamente y dejó que sus ojos vagaran por el paisaje, - sería todo un honor, poder disfrutar de una compañía tan agradable… y la verdad, la única familia, está aquí conmigo, - no tocó su vientre, pero creyó que no le sería difícil entender el significado de su frase, ya que el vestido marcaba el incipiente bulto en su estómago – si mal no recuerdo… más allá se encuentra un pequeño lago, con narcisos a sus márgenes… aunque no sé si con el frío clima de invierno, aquellas frágiles flores aún se podrán observar – suspiró, al pensar que para ella, esas flores representaban a su amado y deseaba con toda su alma poder apreciarlas nuevamente, hasta tomar una entre sus manos y guardarla en el pequeño misal que llevaba en su bolsito, pues sería como tener un invaluable recuerdo de aquel hombre que le había salvado su vida y robado su alma.
A la afirmación sobre el veloz paso del tiempo, ella sonrió con tristeza, contemplando una mancha de flores blancas, - tan fugaz como la propia existencia, como el más solemne de los juramentos de amor – había cerrado los ojos y una solitaria lagrima recorrió el camino de sus orbes a la comisura de sus labios. La vida solía ser así, le mostraba su lado amable para luego ensañarse con ella, pero ésta vez, ya no estaría sola, su hijo estaba con ella. Además, tenía la agradable compañía de aquel joven, que tan afablemente, se había ofrecido a escoltarla y eso le alegró el alma. Secó su lágrima y sonrió, - no, no es la primera vez que recorro éste hermoso jardín, pero sé que con vuestra compañía descubriré muchos tesoros que estuvieron ocultos para mí -.
Emilie De Azcoitia- Humano Clase Alta
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Re: Buscando un poco de paz - Flashback - (privado)
Sonreía con naturalidad al ver que su acompañante se mostraba igualmente atraída por la perfección del jardín. El lado más atento del jovencito galo salía a relucir sin lugar a dudas, en todo momento los buenos modales inculcados por Marie-Anne no dejaban de sorprender a propios y extraños. Fabrice después de todo había sido originalmente criado como hijo único, plagado de mimos y atenciones, era difícil creer que un chico de clase alta terminara como perfumista por dictamen propio en su deseo por sobresalir de manera independiente, sobreponiéndose a la posible pérdida de sus progenitores. Los pasos de ambos eran lentos, suaves. Disfrutando cada detalle plasmado en la colorida iconografía que a pesar de ser opacada ligeramente por la tenue ventisca, no dejaba de resultar impresionante y única.
–El gusto es mío madame Mallarmé– respondió afable.
Ignoró por completo el gesto nostálgico de la dama, sin resultar grosero. No era su intención. Simplemente se concentró en brindarle un momento agradable pensando que podía olvidar aquello que la aquejaba por unos instantes. Escuchó con detenimiento la breve explicación de la mujer. Era cierto, existían lugares que simplemente remontaban a otroras épocas, algunas más complacientes que otras. Suspiró al encontrar cierta similitud con aquellos decretos. El inmenso jardín de Marie-Anne regresó en un parpadeo a su mente, no obstante no era momento para mostrarse egoísta con recuerdos propios.
–La comprendo madame Mallarmé, algunos lugares parecieran poseer una especie de magia que atrae añoranzas ¿Cierto? Pero es de esas memorias que hemos forjado lo que somos hoy en día – Dijo sonriente soslayando apenas los accionares tan delicados que ella tenía con su prominente vientre.
Con nostalgia aquella mujer, le recordaba a su madre, el amor que seguramente ella profesaba al caminar encinta por la mansión de la mano de su padre quien orgulloso hablaba de lo afortunados que serían al tener un heredero. Fabrice había sido un pequeño deseado y no pasaba ningún momento en el cual su progenitora dejara de recordárselo. Era por eso que había aceptado gustoso la compañía de la mujer.
Asintió ante la respuesta.
–Está en lo correcto madame, leí en el periódico días atrás que algunas exposiciones serían canceladas debido a la estación, no obstante estamos a tiempo de llegar a observarlas, pues hoy es el último día que permitirán el acceso a dicha parte del Jardín–
Sentía la necesidad de brindarle palabras de aliento y esperanza ¿Qué clase de infortunios rodeaban a una futura madre? ¿El cuidado de su pequeño? ¿El nombre que le bautizaría? Fabrice no dejaba de comportarse como un chiquillo en algunas ocasiones haciendo gala de su inocencia. Comprendió ante lo dicho por Delphine que quizás sería más prudente guardar silencio para que aquel dolo, fuese liberado de forma natural. Posteriormente sonrió tímido al traer a escena la silueta de Esteve, era inevitable no hacerlo al escuchar palabras tan llenas de cariño hacia otra persona.
–Descuide… en breve llegaremos a esa zona que menciona, debe mostrar… su ubicación por aquí… – susurraba mientras trataba de hallar el camino en el folleto.
Con su índice seguía los contornos caprichosos plasmados en el papel.
–Dígame madame ¿Es usted residente?–
–El gusto es mío madame Mallarmé– respondió afable.
Ignoró por completo el gesto nostálgico de la dama, sin resultar grosero. No era su intención. Simplemente se concentró en brindarle un momento agradable pensando que podía olvidar aquello que la aquejaba por unos instantes. Escuchó con detenimiento la breve explicación de la mujer. Era cierto, existían lugares que simplemente remontaban a otroras épocas, algunas más complacientes que otras. Suspiró al encontrar cierta similitud con aquellos decretos. El inmenso jardín de Marie-Anne regresó en un parpadeo a su mente, no obstante no era momento para mostrarse egoísta con recuerdos propios.
–La comprendo madame Mallarmé, algunos lugares parecieran poseer una especie de magia que atrae añoranzas ¿Cierto? Pero es de esas memorias que hemos forjado lo que somos hoy en día – Dijo sonriente soslayando apenas los accionares tan delicados que ella tenía con su prominente vientre.
Con nostalgia aquella mujer, le recordaba a su madre, el amor que seguramente ella profesaba al caminar encinta por la mansión de la mano de su padre quien orgulloso hablaba de lo afortunados que serían al tener un heredero. Fabrice había sido un pequeño deseado y no pasaba ningún momento en el cual su progenitora dejara de recordárselo. Era por eso que había aceptado gustoso la compañía de la mujer.
Asintió ante la respuesta.
–Está en lo correcto madame, leí en el periódico días atrás que algunas exposiciones serían canceladas debido a la estación, no obstante estamos a tiempo de llegar a observarlas, pues hoy es el último día que permitirán el acceso a dicha parte del Jardín–
Sentía la necesidad de brindarle palabras de aliento y esperanza ¿Qué clase de infortunios rodeaban a una futura madre? ¿El cuidado de su pequeño? ¿El nombre que le bautizaría? Fabrice no dejaba de comportarse como un chiquillo en algunas ocasiones haciendo gala de su inocencia. Comprendió ante lo dicho por Delphine que quizás sería más prudente guardar silencio para que aquel dolo, fuese liberado de forma natural. Posteriormente sonrió tímido al traer a escena la silueta de Esteve, era inevitable no hacerlo al escuchar palabras tan llenas de cariño hacia otra persona.
–Descuide… en breve llegaremos a esa zona que menciona, debe mostrar… su ubicación por aquí… – susurraba mientras trataba de hallar el camino en el folleto.
Con su índice seguía los contornos caprichosos plasmados en el papel.
–Dígame madame ¿Es usted residente?–
Kaled Fayolle- Prostituto Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/05/2013
Edad : 36
Re: Buscando un poco de paz - Flashback - (privado)
Giró el rostro, para contemplar como el joven iba delineando, en el folleto con su delgado dedo índice, el camino que debía transitar para llegar a la zona deseada. Aunque en verdad para ella, el solo hecho de caminar por ese bello jardín, cargado de recuerdos, pero con la intención firme de crear otros nuevos, para contar a su pequeño niño, era lo que más le importaba, las flores, los parterres, el estanque, solo eran meras escusas. Pensar en su bebé, provocaba en ella, la necesidad de sonreír a cada instante, matando así la tristeza que hasta hacía un instante creía que podría destruirle el alma. Su niño, su adorado tesoro, era el antídoto para toda la tragedia vivida. Asintió con un suave movimiento de cabeza a la afirmación del camino que debían tomar y escuchó en silencio la nueva pregunta que salía de los labios de aquel dulce caballero.
Suspiró antes de contestar a esa pregunta, - en verdad, me siento como si no tuviera un lugar propio, ese al que decir mi terruño, al cual poder sentir que pertenezco… aunque por nacimiento deba decir que soy francesa, creo que no me puedo identificar mucho con ello. Mi madre era española… mi padre alemán, pero creo que prefiero las altas tierras de Italia… porque en ellas podría ocultarme del mundo… - su mirada se había perdido en la distancia, prometiéndose que si algún día, debía abandonar París, aquellas tierras serían su refugio. Sabía que la tristeza, la ausencia y el abandono, serían una marca en su alma, y que ésta siempre la acompañaría como una vieja amiga, pero junto a su tesoro, todo sería más facil.
Volvió a inspirar, y sonrió, llevando su mirada a la de Fabrice, - ¿puedo pedirle una cosa? No me llames madame Mallarmé… solo Delphine, aunque no lo crea, no tengo tantos años… hasta creería que podríamos tener la misma edad… - suspiró, - desearía tener amigos, así… como tú, - se sonrió y bajó la mirada a sus chapines - me gustaría que pudiéramos ser amigos… es que en verdad no tengo muchos amigos en Paris… y menos después de… - enmudeció al darse cuenta que estaba por decir su gran pecado, aquello que la había dejado apartada de la sociedad. Algo ruborizada, sonrió nerviosa, mientras su mirada se desplazaba desde sus zapatos, hasta los orbes del joven, para huir nuevamente al suelo. De seguro el joven creía que por su estado debía estar casada, pensó en mentirle, y decirle que su esposo, en realidad, estaba de viaje, - pero… ¿para qué? – caviló, mientras volvía su mirada a la de su acompañante.
Le sonrió y se irguió, no tenía por qué sentir vergüenza, - solo somos mi hijo y yo, así pues… no hay ningún señor Mallarmé… salvo mi padre – su risa se expandió, cristalina por el aire, se tapó delicadamente con su mano, la boca, en un acto de total coquetería. Su mirada se cargó de seriedad y seguridad, para enfrentar un posible rechazo, – así pues, no se sienta mal… si cree que mi compañía puede afectar su reputación… si prefiere seguir solo… lo entenderé… no se preocupe por mi… su compañía me ha alegrado en sobremanera éste paseo -, le dijo mientras proseguía con el paseo, caminando uno al lado del otro. No deseaba importunarle, había aprendido que siempre se debía agradecer hasta en las más efímeras relaciones, el haber coincidido en ésta vida. En verdad, esperaba, rogaba al cielo, que su vida desde ahora no fuera tan solitaria, deseaba ser aceptada, a pesar de su decisión de no ocultar su embarazo, su pecado, pero bien sabía que la sociedad era hipócrita y que pocos se decidían a romper sus reglas, más rogaba que aquel joven, fuera una de esa pocas excepciones.
Suspiró antes de contestar a esa pregunta, - en verdad, me siento como si no tuviera un lugar propio, ese al que decir mi terruño, al cual poder sentir que pertenezco… aunque por nacimiento deba decir que soy francesa, creo que no me puedo identificar mucho con ello. Mi madre era española… mi padre alemán, pero creo que prefiero las altas tierras de Italia… porque en ellas podría ocultarme del mundo… - su mirada se había perdido en la distancia, prometiéndose que si algún día, debía abandonar París, aquellas tierras serían su refugio. Sabía que la tristeza, la ausencia y el abandono, serían una marca en su alma, y que ésta siempre la acompañaría como una vieja amiga, pero junto a su tesoro, todo sería más facil.
Volvió a inspirar, y sonrió, llevando su mirada a la de Fabrice, - ¿puedo pedirle una cosa? No me llames madame Mallarmé… solo Delphine, aunque no lo crea, no tengo tantos años… hasta creería que podríamos tener la misma edad… - suspiró, - desearía tener amigos, así… como tú, - se sonrió y bajó la mirada a sus chapines - me gustaría que pudiéramos ser amigos… es que en verdad no tengo muchos amigos en Paris… y menos después de… - enmudeció al darse cuenta que estaba por decir su gran pecado, aquello que la había dejado apartada de la sociedad. Algo ruborizada, sonrió nerviosa, mientras su mirada se desplazaba desde sus zapatos, hasta los orbes del joven, para huir nuevamente al suelo. De seguro el joven creía que por su estado debía estar casada, pensó en mentirle, y decirle que su esposo, en realidad, estaba de viaje, - pero… ¿para qué? – caviló, mientras volvía su mirada a la de su acompañante.
Le sonrió y se irguió, no tenía por qué sentir vergüenza, - solo somos mi hijo y yo, así pues… no hay ningún señor Mallarmé… salvo mi padre – su risa se expandió, cristalina por el aire, se tapó delicadamente con su mano, la boca, en un acto de total coquetería. Su mirada se cargó de seriedad y seguridad, para enfrentar un posible rechazo, – así pues, no se sienta mal… si cree que mi compañía puede afectar su reputación… si prefiere seguir solo… lo entenderé… no se preocupe por mi… su compañía me ha alegrado en sobremanera éste paseo -, le dijo mientras proseguía con el paseo, caminando uno al lado del otro. No deseaba importunarle, había aprendido que siempre se debía agradecer hasta en las más efímeras relaciones, el haber coincidido en ésta vida. En verdad, esperaba, rogaba al cielo, que su vida desde ahora no fuera tan solitaria, deseaba ser aceptada, a pesar de su decisión de no ocultar su embarazo, su pecado, pero bien sabía que la sociedad era hipócrita y que pocos se decidían a romper sus reglas, más rogaba que aquel joven, fuera una de esa pocas excepciones.
Emilie De Azcoitia- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/06/2013
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Re: Buscando un poco de paz - Flashback - (privado)
Mantuvo sus ojos impíos en el folleto tratando de hallar el camino más corto hasta la exposición. No sin dejar de escuchar con atención las palabras dulces que brotaban con un dejo de ternura de los labios a veces temblorosos de la mujer. Sobre Fabrice pesaba una incertidumbre terrible y la impotencia de no saber cómo responder ante las aseveraciones de su bella acompañante. Sonrió aunque por dentro le consumía un pequeño remordimiento sobre su conducta. ¿Cómo saber si sus preguntas herían de sobremanera el alma de la mujer? Carraspeó la voz antes de disculparse, no obstante Delphine había decidido enfrentar el cuestionamiento. La suave brisa gélida movía con cadencia la cabellera revuelta del joven galo.
Al igual que este, su interlocutora poseía sus raíces arraigadas al pasado. Pero a diferencia suya, aún existía un dolor impalpable al develar su pasado. Rió un tanto apenado cuando ella se dirigía a él como una buena compañía, una persona en quien se podía confiar. Y no es que fuese mentira, simplemente su modestia hacia acto de presencia y le parecía extraño escuchar elogios hacia su persona. Gesto que Marie-Anne siempre tuvo con él.
–De acuerdo Delphine– asintió –Me disculpo si le resultó una ofensa el tema de la edad–agachó ligeramente su mirada.
Al enfrentarle una vez más, descubrió la soledad y fragilidad expuesta de la joven. Suspiró en un acto de empatía ya que esos sentimientos no le resultaban del todo ajenos. Esteve había significado una diferencia del viejo Fabrice al muchacho que hoy en día se abría paso por méritos propios en la mercadotecnia de los perfumes.
–Será un honor ser amigo de una dama como tu Delphine–
Guardo silencio para permitirle hallar fuerza y continuar. Fueron un par de segundos en la cavilación ajena mientras la atmosfera les parecía engullir a cada paso que daban, volviéndose una amalgama en los elementos florales que deleitaban las pupilas de los visitantes.
Fabriceno pudo evitar reír una vez más al escuchar semejante comentario. Ese detalle aminoró un poco su sentimiento de culpa. Posteriormente negó con la cabeza.
–Por favor no digas eso, nadie tiene derecho a juzgar aunque en esta sociedad pareciera ser una constante todos los días ¿Cierto?–
Fue lo más coherente que pudo responder, después de todo él se encontraba en una posición casi similar a la de ella ¿Qué podría resultar un peor juicio? ¿Ser madre soltera o ser homosexual? De antemano sabía que para él no había cabida dados los regímenes de la época. Ni ahora ni nunca.
Sacudió la cabeza ligeramente para después indicar con su diestra que habían llegado.
–Por aquí Delphine– soltó con naturalidad, sus ojos no tardaron en embelesarse de aquella flora caminaba despacio pero sin dejar de sorprenderse, con la ingenuidad que solo un chiquillo posee –Es maravilloso ¿Cierto? –
Al igual que este, su interlocutora poseía sus raíces arraigadas al pasado. Pero a diferencia suya, aún existía un dolor impalpable al develar su pasado. Rió un tanto apenado cuando ella se dirigía a él como una buena compañía, una persona en quien se podía confiar. Y no es que fuese mentira, simplemente su modestia hacia acto de presencia y le parecía extraño escuchar elogios hacia su persona. Gesto que Marie-Anne siempre tuvo con él.
–De acuerdo Delphine– asintió –Me disculpo si le resultó una ofensa el tema de la edad–agachó ligeramente su mirada.
Al enfrentarle una vez más, descubrió la soledad y fragilidad expuesta de la joven. Suspiró en un acto de empatía ya que esos sentimientos no le resultaban del todo ajenos. Esteve había significado una diferencia del viejo Fabrice al muchacho que hoy en día se abría paso por méritos propios en la mercadotecnia de los perfumes.
–Será un honor ser amigo de una dama como tu Delphine–
Guardo silencio para permitirle hallar fuerza y continuar. Fueron un par de segundos en la cavilación ajena mientras la atmosfera les parecía engullir a cada paso que daban, volviéndose una amalgama en los elementos florales que deleitaban las pupilas de los visitantes.
Fabriceno pudo evitar reír una vez más al escuchar semejante comentario. Ese detalle aminoró un poco su sentimiento de culpa. Posteriormente negó con la cabeza.
–Por favor no digas eso, nadie tiene derecho a juzgar aunque en esta sociedad pareciera ser una constante todos los días ¿Cierto?–
Fue lo más coherente que pudo responder, después de todo él se encontraba en una posición casi similar a la de ella ¿Qué podría resultar un peor juicio? ¿Ser madre soltera o ser homosexual? De antemano sabía que para él no había cabida dados los regímenes de la época. Ni ahora ni nunca.
Sacudió la cabeza ligeramente para después indicar con su diestra que habían llegado.
–Por aquí Delphine– soltó con naturalidad, sus ojos no tardaron en embelesarse de aquella flora caminaba despacio pero sin dejar de sorprenderse, con la ingenuidad que solo un chiquillo posee –Es maravilloso ¿Cierto? –
Kaled Fayolle- Prostituto Clase Alta
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