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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por William D. Rhys Lun Ago 31, 2015 9:50 am

Era bien entrada la noche cuando divisamos a los lejos el puerto de Francia. Había elegido este barco por su hora de salida y de llegada, no era conveniente que la luz del sol me diera directamente. El sol abrasaba por completo mi piel, creando horrorosas ampollas ennegrecidas sumándole el desagradable olor a quemado. Es cierto que me curaba rápidamente, no obstante era demasiado doloroso para que valiera la pena exponerme a tan peligro. La única que me hacía pasarme mi propia seguridad por encima era la niña que tenía a mi lado, mi hija. No estaba demasiado seguro de lo que la pequeña pensaba sobre aquel repentino viaje y mudanza. Durante varios años no teníamos un hogar propiamente dicho, como mucho estábamos unos dos o tres años en un mismo lugar antes de viajar al siguiente. De por sí me encantaba viajar y lo segundo por lo que no le daba un hogar estable a la pequeña era porque creía que era oportuno que conociera mundo. Que viera todas las diferencias que había entre las personas y de ese modo pudiera hacerse una idea clara sobre la humanidad para que más adelante fuera todo lo justa y comprensiva que pueda hacer. Quería que aprendiera. Sin embargo, ahora, decidí que era mejor establecernos en un lugar de manera indefinida y dicho lugar era París. Tal vez no era el mejor lugar para un vampiro como yo, donde el sol brillaba la mayoría del año pero me acostumbraría y por raro que pareciera, me gustaría estar en algún lugar con sol. No disfrutaría de este último, pero sí de la claridad que podría proporcionarme.
El buen tiempo nos hizo compañía durante todo el viaje. Por la noche me dedicaba a decirle todos los nombres de las estrellas a Arya al mismo tiempo que dábamos una vuelva por la cubierta, siempre quedándonos en la parte de clase alta del barco. No me parecía mal que la chica quisiera pasear por las zonas del barco preparadas para otras clases de sociales. Normalmente no me hubiera molestado ni preocupada, pero vi algo que no me gustó. Era un hombre de mediana edad que se dedicó a mirar a todas las féminas del navío, comprendidas entre seis y diecisiete años, con un brillo extraño en los ojos. Tras ver su aura, me quedó más que claro que se trataba de un humano, sin embargo tenía algo turbio y que se salía de lo normal. Simplemente no pensaba dejar en bandeja a mi hija ante un ser como ese. Durante el viaje me vi obligado a alimentarme cada tres días, me costó elegir a personas de alto riesgo ya que había muy pocas personas para elegir a las adecuadas. Por suerte, todos acabaron pensando que se habían suicidado por la borda, y que las alimañas no habían dejado nada de ellos. Aunque, mi verdadero objetivo era aquel hombre de mediana edad. Estaba deseando encontrar el momento adecuado para aplastarle el cráneo con mis propias manos, de ese modo estaba seguro de que no volvería a mirar a nadie de esa manera tan lasciva. Si se mantuviera en mujeres o hombres de su edad, sin embargo estaba claro que le gustaba los jovencitos. Decían de mí que era un monstruo por depender de la sangre humana, pero aquellos que fueron mi raza eran tan ciegos que no veían que entre ellos sí que habían realmente monstruos. Ese humano tenía demasiada suerte porque no había surgido la oportunidad, todavía.
El barco atracó en el puerto, y justo cuando mi dolor de cabeza durante el viaje se pasó a nuestro lado. Miró a mi hija y lo primero que se me ocurrió fue agarrarla a la niña de la mano. Puede que esos actos tan repentinos podrían sobresaltar a la niña, no obstante no dejé que Arya se soltara. Con la otra mano llevaba un gran paraguas, en esta época del año el tiempo era algo inestable y no me equivocaba. Mantenía a la niña a mi lado mientras bajábamos al muelle, al mismo tiempo que vigilaba atentamente al cuarentón.
-Arya, -llamé la atención de la niña. –no te alejes. –le avisé, aunque era poco probable porque seguían manteniendo atrapada su mano con la mía. Nada más pisar tierra firme unas gotas cayeron el cielo encapotado. Abrí el paraguas con un rápido movimiento, el objeto era lo suficientemente grande para ocultarnos a los dos. Levanté un poco el sombrero de copa que llevaba. –Alquilé un carruaje… Debemos buscarlo. –informé a la criatura, dedicándome una mirada.
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Mensaje por Arya M. Rhys Jue Sep 03, 2015 6:26 pm

La niña se encontraba en ese estado despiabilado característico de quien se despierta tras dar una larga siesta por la tarde. Dejando el sopor producto del calor, así como el ensimismamiento. La sensación era la misma, siendo que ella no había dormido nada en las últimas doce horas por mas insistencia de su padre, sino que se dedicó a pasear por la cubierta del barco maldiciendo muy bajo - para que su padre, quien seguramente la vigilaba, no la oyese - por su falta de tino al empacar libros para su distracción a lo largo del viaje. Tenían mar por delante, y ella no contaba con algo interesante que hacer más que el observar a los demás habitantes del barco que jugaban partidas de cartas, o socializaban con una naturalidad que a ella no le salía destilar. Por eso, aquel crepúsculo cuando su padre salió de las sombras que proporcionaba el salón de té - cuyos ventanales le dejaban la oportunidad de espiarla de vez en cuando - avisándole que estaban cerca a tierra firme, sus ojos se llenaron de un brillo propio de vivacidad y emoción. La perspectiva de un nuevo comienzo. Un comienzo donde estarían como siempre, ellos dos solos, pero comienzo al fin. Tener el pequeño gran cambio de buscar un hogar fijo, nada de arrendar, sonó comprar una casa donde pudieran, como quien dice, echar raíces, le daba a la muchacha de larga cabellera ondulada y ojos azul claro, una emoción que desbordaba por cada poro de su piel. Curioso que sus sentimientos y emociones sean de esa manera como si intuyera que le esperaban buenos augurios en esa ciudad tan concurrida de la que estudió todo lo que cayó en sus manos. El idioma le parecía encantador, principalmente porque el tono de voz que su padre usaba en cada una de sus clases particulares para entrenarla logrando un efecto de embeleso que ella ocultaba bastante bien. Se cortaría su hermosa cabellera antes de demostrar a su padre un sentimiento como aquel, sería darle demasiadas esperanzas, y aunque ella amaba a William tenia restricciones que no estaba segura de haber superado por lo que no deseaba darle ideas equivocadas al noble vampiro.

La brisa marina era fresca al anochecer, agradable para ella quien caminaba aferrada a la mano de su padre quien estaba tiquismiquis por algún motivo desconocido y oculto que no era simple celos de padre. Veía en él un nivel de alteración poco frecuente, entonces para no tentar a la suerte se mantuvo cerca a él sonriendo a los niños pequeños que tuvo la oportunidad de salvar de un acto bochornoso que un hombre despreciable estuvo a punto de cometer. Arya era pequeña aparentemente, y aun cuando su verdadera edad no era avanzada,conocía las intenciones lascivas que pueden salir de un alma y una mente perturbada. Evitó comentarle a su padre lo que vio, era creyente de que todo estaba bajo control además de que no le interesaba ocasionar reacciones justicieras en el hombre que deslumbraba a todas las mujeres que esperaban junto a ellos la llegada. - Padre, ¿qué tienes? - quedarse con la duda no era el estilo de la listilla. Haciendo uso de su encanto enfocó su mirada en el rostro agraciado del hombre para que el contacto visual fuese un punto a su favor. En la espera de respuestas, se movía ondeando su pomposo vestido color bordo que realzaba el color claro de su piel apenas visible en sus brazos y rostro teniendo un vestido largo y sobrio. En ese momento, el barco llegó a su destino apresurándose todos a desembarcar interrumpiendo el posible inicio de conversación con su protector. - No estoy alejándome, solo me estiré para despedirme de esos niños.- apuntaba caminando sin perder los pasos de un William serio, que si ella le oía hablar lejanamente, él hablaba con una lejanía más evidente y marcada. Los pasos del pequeño cuerpecillo retumbaba tras los silenciosos del hombre que miraba con un sentimiento oscuro al viejo asqueroso del barco. ¿Qué? ¿Su padre había penetrado en su mente viendo el ataque en el que fue la heroína? Tragando saliva bajaba del barco hacia una vida nueva que comenzaba con dudas que estaba loca por disipar, pero que no sabía cómo por el momento. Fue entonces que un hombre se acercó a ellos, presentándose como chofer ante su padre para tomar el equipaje estando ella aferrada al brazo del único quien podía tocarla para tras su cuerpo ocultarse, y de paso, distraer a William de lo que fuera que estuviese pensando.

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Mensaje por William D. Rhys Jue Sep 03, 2015 8:39 pm

Tras avisar a la muchacha de que había tierra firme vi como en sus ojos se alzaba un brillo de emoción y alegría. No pude reprimir la sonrisa que se formó en mis labios. Fuimos hasta la cubierta para ver como el barco entraba en el muelle de Francia y atracábamos. El viaje en sí fue bastante tranquilo, excepto por la presencia de aquel maldito hombre que miraba a toda criatura pequeña de una manera demasiado repulsiva. El viaje duraba semanas, obviamente tuve que alimentarme de algunos humanos de allí, sin embargo mi intención era clara. Quería acabar con ese ser, porque humano no se podía llamar. Seguía pensando que después nos llamaban a las criaturas de la noche monstruos, cuando entre los humanos estaban los verdaderos monstruos, los que debían de ser eliminados con urgencia. Cuando estuvimos a punto de baja escuché la pregunta de mi hija, la miré y sonreí en un intento de darle tranquilidad.
-No te preocupes, todo estará bien. –era una frase muy pobre. A partir de ese momento intenté tranquilizar mis ánimos para que Arya no se alterara más de la cuenta. Ella no tenía que saber más de la cuenta, no quería que supiera que clase de gente caminaba por la faz de la tierra. Tal vez me estaba pasando de sobreprotector, pero hasta que esa cosa no desapareciera no pensaba contarle nada. Quería protegerla, sin embargo la mejor manera era contarle la verdad en vez de ocultársela. La cuestión es crear la ocasión perfecta para decírselo. Lo siguiente que le dije a la muchacha fue que no se alejara de mí, ella me aseguró que solo se estaba despidiendo de los niños. Levanté la mirada para ver a un par de niños que estaban al lado de sus padres, sonriendo y despidiéndose de mi hija. Me pregunté vagamente si la niña necesitaba a alguien de su edad para que le hiciera compañía. Recordaba la emoción que embargó a la pequeña cuando le dije mis planes de establecernos de manera más o menos permanente en un lugar nuevo y la emoción e ilusión que sentía cada vez que le daba clases de francés. Era una niña sumamente inteligente, y tenía el don de aprender a la primera así que, no tardamos mucho en que pudiera hablar como una francesa natal. -¿Te lo pasaste bien con los niños? –le pregunté con curiosidad mientas dejábamos atrás el barco.
En ese momento comenzó a llover, abrí el paraguas y le comuniqué que tendríamos que buscar el coche alquilado para ir directamente a nuestro nuevo hogar. Caminaba hacia delante al rimo de las piernas de mi hija. Me había acostumbrado a ello cuando estaba en su compañía y nunca sentí que me retrasaba. Vigilaba de reojo al hombre que seguía con la mirada a Arya hasta que otras personas le distrajeron. Justo un hombre apareció delante de nosotros. La pequeña se aferró más a mí y se escondió detrás de mí. Era el chofer, y con un gesto le indiqué donde tenía que ir a recoger el resto del equipaje. Con una única seña me indicó donde estaba el coche parado al otro lado del muelle. Era un coche de cuatro ruedas, de aspecto costoso y tirado por dos caballos de pura sangre de color gris. Abrí la puerta del carruaje y ayudé a mi hija a entrar.
-¿Necesitas algo durante el viaje? –le pregunté, ella estando dentro del coche y yo fuera con el paraguas abierto para evitar todo lo posible la cascada de agua que caía del cielo. –Es un trayecto largo. –le avisé. –Pueden ser tres horas desde aquí hasta casa, sobre todo por este tiempo que nos va a retrasar.
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Mensaje por Arya M. Rhys Vie Sep 04, 2015 6:27 pm

La respuesta dada por su padre solo afianzaba su teoría de que existía una parte de historia que ella desconocía. Con su interés por saber todo sobre todo lo que le rodeaba es obvio que estaría alterada por saber que pasaba por la mente de Wiliam. Era insultante si quiera que aquel hombre que tanto tiempo pasaba cerca a ella no se diera cuenta de que con sus respuestas vagas y llenas de pobreza solo aumentaba su curiosidad e interés. Sin embargo, la niña estaba muy familiarizada con las reacciones de su padre, así que fue a sonreír con un encanto que derretía a cualquiera fingiéndose conforme estando por dentro que hervía de rabia porque él la tratase como a una niña de cinco años, siendo prácticamente una adulta. Justo en estas situaciones le ofendía que la quisiese proteger, más englobando secretos que en su mente en estos momentos activada para el drama, creía los separaba más. Hubiese querido separarse de su padre para que viese lo ofendida que se encontraba por su proceder, quedándose quietecita como la niña buena que es, simplemente porque no tenía como escapar del agarre que él ejercía sobre su mano. - Puedo caminar sola.- preguntó finalmente necesitando aire para ordenar sus ideas, así armaría un plan para sonsacarle la verdad al hombre. Sería más sencillo darle calma si lograba comprender el motivo de su terrible cambio, eso lo tenía comprobado. Fue el gesto de su padre, la mirada que le lanzó y luego la manera en que enfocó la atención en ese hombre anciano de malas intenciones lo que le heló la sangre. Su padre sabía, su padre estaba enterado de que aquel hombre no era un anciano respetable como aparentaba con su fino traje de costura exclusiva. Bajando la cabeza se sintió cohibida, culpable porque su padre pudo ver a través de ella lo sucedido, estaba segura de que eso no traería nada bueno. Con su movimiento, sus rizos castaños cayeron sobre su rostro alborotandose, quedando con en sombrero de encaje y flores a punto de desplomarse. - Les enseñe a leer, ellos no tenían como aprender sin maestro y sus padres se lo pasan trabajando, eran cocineros del barco. - su voz sonaba suave, algo decaída porque en su interior sentía preocupación que no era capaz de contener. Su padre, William es un vampiro lo cual lo convierte en un depredador, se diría que un monstruo. No le gustaba pensar en él como una amenaza, no quería imaginarlo destrozando a alguien más. Su estómago se contrajo, se negaba a dejarlo hacer algo que le manchase el honor. Daba igual que asqueroso fuera el hombre. Descendían del barco juntos, seguidos por la mirada del maldito anciano que no despegaba los imaginaba los ojos del diminuto cuerpo de la niña que dio una especie de salto para girar su cuerpo hacia su padre, y que por el movimiento, movió toda la pomposa cola que su precioso vestido tenía. - Aprendieron a leer, estaban contentos, tanto que me enseñaron un juego con las manos. Infantil, sin sentido, pero gracioso. - su parloteo adorable y entusiasta eran patadas de ahogado. Quería salvar la situación que tanto le preocupaba.

Finalmente en tierra, caminaba con la mirada en los carruajes cambiando su pose por una asustadiza cuando aquel caballero se acercó para hablar con su padre. Por tanto afán de esconderse, terminó saliendo del resguardo del paraguas para mojarse hasta que se pegó a las piernas de su padre espiando al chofer y el carruaje hasta que quedaron solos de nuevo - en apariencia, porque estaban rodeando de todo tipo de personas- pudiendo hablar. - Padre, ¿en serio está todo bien?.- fue a insistir quitándose el sombrero mojado para subiendo al carruaje acomodarse con la mirada enfocada en el hombre que la observaba quieto parada en la puerta. Un suspiro salió de sus labios derrotada porque no recibiría respuestas, sino preguntas. - Un poco de agua fresca, algo para beber. - pidió con un puchero en los labios torciendo el rostro para observar el puerto por última vez, además de mostrarse ligeramente molesta para que no quedase duda?Oyó los pasos de su padre alejándose, quedando sola con el chofer que acomodaba los bultos afuera. Las personas pasaban, unos ignorando su presencia, otros mirándola a lo que ella se hacia una bola para esconderse, así pasaron varios minutos. Bastante tiempo transcurrido, pues había contado hasta 200 lento y pausado, pero su padre no volvía. Su corazón comenzó a latir con desespero llenándose sus ojos de lágrimas, no, esto no era miedo por estar sola sino terror porque sus sospechas fueran ciertas. Afuera caía una llovizna que no la detuvo para saltar del carruaje corriendo entre las personas esperando concentrarse para encontrar a su padre antes de que fuera tarde. El chofer la llamaba a voces, pero ella fue rápida saliendo del puerto para internarse por las calles cercanas para espiar los comercios rogando que su padre se hubiese entretenido por allí. Caminando presurosa se adentró a una calle sin salida, ignorando que le seguían, tan solo llamando con su vocecilla. - ¿Padre?.- con ilusión se giró para toparse con el anciano del barco que le hablaba en ruso, un error cuando se dirigía a alguien que jamás entendería media palabra. La mirada del hombre decía todo, por eso la niña dejó el miedo para apretar sus manos formando puñitos con una rudeza que no concordaba con la textura delicada de sus guantes color rosa. Pelearía, al menos su padre no estaba cometiendo un crimen. El hombre se acercaba y ella muy quieta contra una sucia pared se preparaba para escapar, tenia que transformarse, pero por muy concentrada que estaba aún no podía.
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Mensaje por William D. Rhys Vie Sep 04, 2015 9:30 pm

Noté como el aura alrededor de mi hija cambiaba, sabía que mi respuesta no era de su agrado pero en aquellos momentos no estaba de humor para satisfacer la curiosidad y los pocos caprichos que la niña me pedía. Escuché la queja de Arya, diciendo que podía caminar sola y lo sabía. Al mismo tiempo, sabía que podía aparentar siete años nada más, pero la pequeña tenía catorce y eso en términos más o menos claros la convertía en adulta, por lo menos casi en una adulta. Sin embargo, seguía siendo mi hija y no pensaba soltarle el brazo a pesar de los ciertos tirones que la niña daba a su brazo atrapado en mi mano. Le pedí que no se alejara, diciéndome que en realidad se estaba despidiendo de unos niños. Le pregunté si se los había pasado bien con ellos, y me hizo pensar que tal vez la niña necesitaba a algún compañero de su edad.
-Así que los hijos de los cocineros del barco… -les miré, ya que seguían muy pegados a las piernas de sus padres, e incluso pude ver la tensión de la actitud de las criaturas cuando apareció el pervertido. Lo siguiente que me explicó es que habían aprendido a leer y que estaban contentos por eso y que a cambio los niños le habían enseñado a jugo de palmas. –Espero que te hayas divertido con ellos hija. –no había nadie lo suficientemente cerca para que alguien me escuchara y si alguien lo hacía daba igual, lo más probable es que no volviera a ver a nadie de allí.
Caminamos bajo la lluvia protegidos por el paraguas, alguien se nos acercó presentándose como el chofer, sentí como Arya se escondía detrás de mí, algo que solía hacer ante los desconocidos. No era capaz de reprenderla por esa clase de actitud, esa reacción era lógica teniendo en cuenta lo que había vivido desde una temprana edad. Ya en el carruaje la subí dentro del carruaje para que estuviera a resguardo de la lluvia. Le di mi pañuelo para que se secara todo lo posible. Me preguntó por segunda vez, y solo le sonreí como respuesta. A su vez le pregunté que si necesitaba algo para el viaje. Un suspiró salió de sus labios y yo le dediqué una mirada con cariño, con resignación me indicó lo que deseaba.
-Está bien. –le acaricié la mejilla con el dorso de la mano. –No tardaré, no salgas de carruaje. –le indiqué antes de apartarme del carruaje con el paraguas en la mano. En las calles laterales al muelle habían tiendas de aperitivos y esa clase de cosas. Así que fui directamente hasta que encontré la tienda adecuada. Vendían cantimploras, así que compré una y les pedí que las llenaran con agua fresca. Así lo hicieron, y estuve a punto de volver al carruaje, pero un libro captó mi atención en el escaparate de una tienda. Entré en la misma y pregunté por el precio del mismo. Era un libro con cuentos y folclore francés, pensé que le gustaría a Arya. Me entretuve demasiado regateando el precio de aquel ejemplar, hasta que tanto el dueño como yo llegamos a un acuerdo decente para ambos. Me envolvió el libro en papel y lo guardé dentro del bolsillo de la chaqueta. Ya por fin con todo comprado me dirigí al carruaje, y allí vi al chofer yendo de un lado a otro gritando la simple palabra niña. Me acerqué con paso apresurado, nada más verme me explicaba lo sucedido al mismo tiempo que me pedía disculpas. En ese instante pasaron dos cosas al mismo tiempo.
Solté lo que tenía en las manos, que se resumía en el paraguas y la cantimplora con agua. Lo segundo que sucedió fue que todos mis sentidos y poderes se pusieron en tensión. Tenía como máximo de alcance veinte kilómetros y ni si quiera llegaba a uno. La lluvia dificultaba que siguiera el olor de Arya aunque estuviera familiarizado con ella. Tardé menos de un segundo en localizar a mi hija y no estaba sola, Pasé por detrás del carruaje, corrí. Para aquellos posibles testigos, simplemente vieron a un hombre desaparecer. Llegué en menos de un segundo al callejón sin salida donde estaba mi hija y aquel pervertido. Le estaba hablando en ruso, y yo lo comprendí todo lo que estaba diciendo. Se acercaba a mi hija diciéndole que estuviera tranquila, que todo iba terminar pronto mientras alzaba la mano hacia mi pequeña que estaba pegada a la sucia pared.
Un gruñido salió de mi garganta, y en un solo pestañeo cogía al hombre del cuello levantándolo a pulso contra la pared del fondo. Le gruñía mostrándole mis colmillos, sentí el pánico en el hombre, tanto en su olor, como en los latidos de su corazón y en el brillo de sus ojos.
-No te preocupes. –le hablé en ruso. –No terminará pronto. –le aseguré antes de clavarle los colmillos en el cuello. Su sangre sabía horrible, sucia, viciosa, aun así mi naturaleza me exigía seguir bebiendo, que seguía siendo sangre. Me separé de él cuando apenas me había bebido una cuarta parte de su sangre. Le agarré del pelo, mientras que el hombre suplicaba por su vida. Le dediqué la autentica mirada de un monstruo. Clavé mis dedos en el cráneo del hombre y estampé su cabeza contra el suelo, se escuchó como algo se hacía añicos. El pavimento se llenó de sangre, pero el latido del corazón del hombre seguía latiendo, y con otro rápido movimiento le rompí el cuello acompañado con un fuerte y seco chasquido.
Nadie había escuchado nada, todos estaban tan sumidos en sus problemas que nadie había escuchado las palabras de suplicas y como destrozaba el cráneo y le rompía el cuello de aquel hombre. La única testigo, mi hija. Desde que la recogí siempre había tenido sumo cuidado en no mostrar más de la cuenta mi verdadera naturaleza delante de la pequeña. Los colmillos eran algo que no podía ocultar, así que, era con eso y mis sentidos desarrollados con lo que la pequeña tenía que lidiar de mi naturaleza o eso por lo menos intentaba que eso fuera lo único que tuviera que aguantar. Busqué con la mirada a mi hija, pero no pude moverme. Quería ir hacia ella, y abrazarla, pero si lo hacía ¿acaso no gritaría? ¿no huiría de mí? Era lo lógico y lógicamente ese rechazo acabaría con una parte de mí. Me llevé la mano limpia hasta el rostro y lo oculté por un segundo avergonzado por como había perdido los nervios delante de ella. Dejé caer la mano.
-Tenemos que irnos. –le dije suavemente, pero no me moví. Esperando a que la niña reaccionara.
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Mensaje por Arya M. Rhys Sáb Sep 05, 2015 6:50 pm

Generalmente obedecía a su padre William era el tipo de hombre caballeroso, honesto, razonable y expresivo que daba explicaciones concretas para que te salga natural el seguir sus peticiones y consejos. Su forma de ser hacia que le admirara, puede que la poca demostración estaba en que pocas veces le contradecía o rebatía sus palabras manteniéndose siempre dentro de los parámetros que él le establecía. Era su modo decirle gracias y te amo, era como le expresaba el cariño y el respeto careciendo de habilidades para ser más efusiva. Los tormentos vívidos en su pasado le hicieron esconder su habilidad emotiva, no era sencillo decirle sus sentimientos cuando tienes en la mente la idea de que al abrir tu corazón siendo tú misma puedes exponerte a ser maltratada. Era ese amor, la admiración que tenia porneo vampiro la que le llevó a saltar del carruaje corriendo ágil para no ser atrapada por el chofer, empecinada en no quedarse de brazos cruzados. Todo el tiempo tenia el debate interno, la lucha con esa sensación de desconfianza, ese instinto de supervivencia que le gritaba que no estaba bien confiar en un vampiro por muy amable y heroico que se comportara. Era un enfrentamiento, una pelea a muerte para no ceder y anteponer las virtudes del hombre que ella se negaba a considerar un monstruo. Necesitaba que William volviera, porque si él estaba aun tentando a hacer justicia por su propia mano, o colmillo, ella no tendría esperanza. Su corazón pequeño latía con fuerza moviéndose su cabeza de pelo castaño mojado pegado a sus sienes y mejillas, todo buscando a su padre sin tener mayor éxito hasta que en un callejón fue ubicada por alguien más. Agitada se congeló mirando al anciano, quedando dos minutos en shock para después idear la forma de escapar. Su transformación no llegaba, el espacio era reducido para esquivar al anciano, pero estaba segura de que si arrollaba su vestido podía saltar a  esas cajas de madera y de ahí al techo ganando tiempo y espacio. El anciano la miraba perverso, cambiando su forma de verse a una asquerosa y despreciable, llenándose de un aura oscura que le hizo tragar saliva. Cargada de decisión arrollaba su vestido dejando ver unas botas llenas de humedad por el correr en las calles llenas de agua, más cuando iba a saltar le vio aparecer cambiando el rumbo hasta pegarse a la pared con el rostro crispado. -Papá. - llamó en un murmullo para nada aliviado. Le quería, verlo era reconfortante si quitaba el hecho de que gruñía furibundo, mostrándose letal y carente de sentimientos. Fue a romperse, sin saber como actuar aun cuando tenía los medios para evitar la desgracia, estaba imposibilitada para pelear con su padre. - Padre, no...dejale.., padre.- gimoteo lo último con lágrimas viéndole clavar los colmillos en el hombre desalmado formándose un lío de sangre, súplicas y gruñidos que solo pudo enfrentar desplomándose en aquella mojada y sucia calle donde con ojos cerrados tapaba sus oídos presionando sus manos como si retuviera su cabeza de estallar en mil pedazos. Lloraba, porque esto era culpa suya. Quiso con todas sus fuerzas evitar que su padre hiciera esto, y al venir provocó que lo hiciera. - Uno, dos, tres. - contaba a cuenta gotas en voz baja ahogándose en llanto por la culpa y frustración cayendo la lluvia como para culminar la dolorosa escena de la que formaba parte. Se mecía hacia adelante y atrás contando y diciéndose internamente que él era bueno y noble. Apretando sus párpados fue a rememorar tiempos más felices, un William leyéndole un libro en un jardín donde todo era penumbra excepto por las farolas que el vampiro colocó para estar cada noche con ella dedicando tiempo a compartir, porque él decía que eso era lo que las familias hacían. Sollozó recordándolo sonriendo, nada de gruñidos ni miradas frías, sino con vida y armonía en su mirada interpretando con su voz aterciopelada cada una de las tonalidades de voces que caracterizaba a los personajes de la obra de teatro que consiguió para ella. Se dijo que ese era su padre, ese William y a él debía hacerle volver para que se fuese la bestia dejándole al cálido ser que la recogió cuando estaba por morir. Se levantó temblorosa, caminando por el padre que cada noche que ella gritaba con sus pesadillas terroríficas, venía para calmarla quedándose cerca hasta que volvía a dormir. Por su padre el generoso camino hablándole. - Padre, quiero ir a casa.- dijo con la firmeza que pudo reunir destrozándose al verlo estampar el cráneo del hombre en el pavimento chillando ella desgarrada por la imagen que tenía frente. Tropezó cayendo sentada meneando la cabeza sin poder hablar más, vomitando al ver la sangre y pedazos que quedaban del humano sin vida. Estaba hecha un desastre limpiando sus labios del vómito con el pañuelo que él mismo le había dado momentos antes.

Pasaron minutos, tan solo oyendo la lluvia caer, el sonido de caballos tirando carruajes. Todo era tan lejano para ella que tenia la mirada perdida, el vestido sucio y el rostro marcado por sus ojos enrojecidos por el llanto. Le oía, escuchaba lo que él mencionaba sin poder reaccionar. Era un monstruo, su padre en parte era un monstruo. Parpadeando, ladeó el rostro hasta mirarlo apenas asintiendo para pararse sintiendo sus piernas pesar plomo. Caminaba detrás de él,sin hablar ni tocarlo apenas notando lo que pasaba a su alrededor teniendo el nudo en el estómago contundente y molesto. Al llegar al carruaje subió sin ayuda para hacerse un ovillo en el rincón comenzando a llorar sin preocuparse por nada más. Comenzaron el viaje en silencio, solo con sus sollozos y lamentos internos que eran a incrementar su desolación. Sus brazos delgados rodeaban sus piernas con fuerza descargando allí sus nervios sin mirar a un William que se mantenía callado. ¿Qué pensaría? Oh, ella no quería saberlo si es que se regodeaba de lo que había hecho, fue allí que en un impulso suplicó. -Padre...por favor puedes abrazarme.- dubitativa por si él no tenía capacidad de dar amor, terminó por estirar los brazos en dirección al vampiro sin mirarlo a la cara, sollozando lastimera.
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Mensaje por William D. Rhys Sáb Sep 05, 2015 8:32 pm

Solo me había entretenido un poco más de la cuenta por encontrar un libro que podía interesarle a la pequeña y que quería adquirir por ella. Tardé más de la cuenta porque la dueña de la tienda era bastante dura a la hora de regatear, y hasta que no decidimos un precio que nos gustara a ambos no cedimos. Pagué lo justo y ella cobró lo justo, todos contentos. No estaba especialmente preocupado por mi hija, ya que la había dejado dentro del carruaje. Demasiada gente alrededor de nuestro método de transporte y el chofer trabajando al lado del mismo. No tenía porque preocuparme, y más teniendo en cuenta que le ordené que no se moviera. Ella me obedecía la mayor parte de las veces, y creo que por mi actitud le dejaba bien claro que era mejor hacer caso. La pequeña se había dado cuenta de que algo me pasaba.
No me esperaba que al llegar al carruaje encontrarme al chofer gritando a pleno pulmón buscando a mi hija. Dejé caer todas las manos que tenía en las manos, y me apresuré al lugar donde la había localizado. Algo cercano al lugar de partir, pero alejados de cualquiera mirada indiscreta, en un callejón sin salida. En un suspiro estaba en la entrada del callejón, escuchando y viendo como el hombre se acercaba a mi hija. Me abalancé contra él, ignorando todo lo que estaba a mi alrededor, incluso las palabras de mi propia hija que pasaban por un filtro ante la amenaza del ruso. Le prometí al hombre en ruso que iba a sufrir todo lo que pudiera alargarlo y así lo hice. Primero, le mordí el cuello desgarrándole la piel cuando lo solté. Si mis ganas de destrozarlo no hubieran sido tan poderosos lo más probable es que hubiera sucumbido a beber la sangre aunque su sabor era desagradable. Lo segundo, fue romperle el cráneo contra el suelo, y por último, le rompí el cuello. Me di cuenta en donde había perdido los nervios y con quien. Ahora era consciente de las palabras de Arya, como me pedía que me detuviera, como contaba para distraerse de los horrores que estaba viendo y para acabar el sonido del vomito.
No pude moverme, quería abrazarla e intentar consolarla pero no me atrevía a tocarla. Tenía una mano manchada de sangre, de manera totalmente literal. Sin embargo, en aquellos momentos era un monstruo delante de una niña que había sufrido demasiado y lo suficiente, y yo solo estaba acentuando los malos recuerdos a la niña. Quería que creciera feliz, que no se preocupara de nada más, que fuera ella misma y que por fin se sintiera libre. Libre de poder demostrar todo lo que quisiera, cuando quisiera y a quien quisiera. Si no era conmigo, por lo menos que encontrara a alguien con quien liberarse, yo sería feliz al verla feliz y libre, y ahora era todo lo contrario. Estaba aterrorizada, y por mi culpa. Le dije que teníamos que irnos, pero no me moví enseguida. Oculté el cuerpo del hombre ente las cajas de madera de allí, me quité lo aguantes y los guardé dentro del bolsillo después de limpiarme la boca con ellos. Por suerte no tenía nada más manchado, salvo la ropa por culpa de la lluvia. Comencé a caminar, y vi como la niña me seguía hasta llegar al carruaje, dejé que subiera sola. De camino allí había recogido mi sombrero de copa y el paraguas. Subí después de la niña, y la observaba de reojo como se mantenía lo más lejos posible de mí hecha un ovillo, abrazándose las piernas. Miré por la ventanilla, a pesar de ser estar ya oscuro podía ver perfectamente a través de la oscuridad. No podía tocarla, no tenía el derecho de hacerlo. Sería un hipócrita si intentara tranquilizarla cuando yo era el culpable de que se sintiera de ese modo. Cada lágrima que soltaba sus ojos me partía un poco más. Cuando me llamó, inmediatamente me giré para mirarla y antes de que estirara por en toda su longitud su brazos para completar la petición, ya la tenía entre mis brazos.
Pasé mis dos brazos alrededor del cuerpo de la pequeña y apoyé mi rostro en su hombro.
-Lo siento. –susurré contra su cuerpo. –Lo siento tanto, perdóname. Tú no tenías que estar ahí. –enredé mi mano en su cabello y le besé en la cabeza. –Sé que no es excusa, pero tuve miedo a perderte. No te puedes imaginar el miedo que sentí al ver a ese hombre tan cerca de ti hija. No podía consentir que te pusiera un dedo encima, siento mucho haberte asustado. Lamento que fueras testigo de todo eso. Siento haberte asustado. –dije todo lo que había estado guardado desde que fui consciente de Arya en aquel callejón.
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Mensaje por Arya M. Rhys Dom Sep 06, 2015 5:27 pm

Es mi padre. Es mi padre, es bueno, él es bueno. Se repetía en su cabeza sin parar emitiendo palabras en voz alta, sobre todo cuando mencionaba que el vampiro era su padre. Estando alterada, dolida y miserable por la culpa que no dejaba de aguijonarla, no quería olvidar que él es su padre. William no la engendró, no es su sangre, dirían que solo un apellido que le fue obsequiado por caridad. Era más, mucho más. Para no enloquecer ella recordaba como él le hablaba con cariño cuando ella se retraía ignorando a todo y todos, como le recordaba que estaba comiendo y que se le enfriaría el plato de lentejas que tenía en frente. Tantos recuerdos, tantas ocasiones en que él había mostrado humanidad, palabras adecuadas para salvarme el corazón mostrando que el amor existe, que ella no es despreciable sino una niña diferente, hasta "especial" como se lo decía para calmarla cuando gritaba alucinando que volvían a golpearla llamándola abominación sin parar. Gimoteo siendo tomada por esos brazos fuertes y fríos que la rodearon con cuidado dándole el confort que ella necesitaba. Pero, no pudo mirarlo. Tenia serios problemas para enfrentar los recuerdos, no quería verle a la cara y que le figurase ser el monstruo del callejón. No estaba lista. - No quería que lo hicieras...pude ver que ibas a ir por ese hombre...lo vi en tus ojos.- murmuró como respuesta a las palabras que él lanzaba para adjudicarse su perdón. Que triste era que justo en la primera ocasión que ella abría los labios para pedirle expresamente un abrazo, sea temblando en el regazo del vampiro escondiendo su rostro en aquel pecho pétreo donde parecía se iba a fundir restregando su rostro húmedo de lágrimas. - Tardaste, por eso fui a buscarte para traerte de vuelta...no quería....no quería... Y fue por mí, por mi culpa .- fue un berrido tan alterado que se le crisparon los vellos de los brazos aferrándose sus manos a la solapa del abrigo de William. Si pudiera volver el tiempo atrás, tendría cuidado, se quedaría quieta en el carruaje con sus nervios atacándola, y en vez de contar para que él dejase de beber sangre a ese despreciable hombre, contaría para pasar el miedo y el tiempo hasta que él volviese. - No quiero ver esa mirada en tú rostro nunca más... Nunca.- era una suplica en toda la regla en base a la necesidad que tenia de verle como un ángel. Fueron tantos los golpes en su vida, tenia miedo que no quería admitir y sí se dejaba llevar por esos temores terminaría por enloquecer alejándose del vampiro. No eran los lujos,ni los cuidados, ella le quería por su nobleza, le necesitaba porque él le inyectaba esperanza cada día para que pudiese seguir adelante en el camino angosto de la vida. Si William no estaba, si él no era ante sus ojos el hombre y sí, el monstruo, ella perdería el sentido de que sí existen personas,sentimientos y cosas por las que vale la pena luchar. Fue a sacar su rostro de su cómodo escondite, sin poder mirarlo a los ojos, tan solo con la valentía suficiente para estirar su brazo sucio por la tierra impregnada en el pavimento donde fue a caer desfallecida, hasta que posando la palma sobre la barbilla de su padre sonrió, y eso fue ilógico porque moría de las ganas de vomitar al recordar los gruñidos, los colmillos, la sangre y las vísceras. Fue un minuto lo que duró el contacto, calmándose el llanto volviendo a su posición acunada en los brazos de un William que ella no quiso mirar a los ojos, cerrando los suyos para adormilarse.

La llegada a esta ciudad fue horrorosa, empezar con el pie derecho no fue lo que se vio en la familia Rhys. Todo empezaba, porque cuando el carruaje corría moviéndose a sacudidas, saltando estrepitoso al seguir el ritmo de ese par de corceles, de pronto, fue interrumpido por un golpe de tal magnitud que no era una simple roca en el camino. La muchacha que de por sí misma estaba alterada, se quedó helada sentándose en las piernas de su padre con los ojos muy abiertos aguzando el oído, hasta que intento usar sus habilidades para tener respuestas que no necesitó deducir, sino que comprobó al sonar un lamento del chofer y la caída de su cuerpo. - Padre algo malo sucede.- fue lo que dijo antes de salir despedida contra la puerta del coche que era golpeado por algo o alguien, cogiéndose la cabeza esperó, porque bajo estaba seguro que venían por ellos.
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Mensaje por William D. Rhys Dom Sep 06, 2015 7:58 pm

Se me rompía el corazón al ver a mi pequeña en ese estado de pánico, sobre todo porque era mi culpa que estuviera así. No me gustaba ser el motivo de su miedo, el monstruo de sus pesadillas. Sentía como si me rompiera por culpa de esa idea, no quería que tuviera miedo. Quería que tuviera todo lo contrario. Al pedirme el abrazo no tardé ni un segundo en envolverla entre mis brazos, y disculparme con ella. Tenía ganas de llorar, pero era un vampiro y rara vez llorábamos, aunque tuviéramos todas las ganas de hacerlo. Le acariciaba el cabello y le besaba en la sien mientras me disculpaba una y otra vez con ella. Apreté algo más el abrazo cuando me dijo su deseo. Estaba claro que no había disimulado tan bien como debía, de hecho no disimulé. Mi preocupación era tal que no me apetecía para nada dejarle alguna vía libre.
-Lo siento, lo siento mucho. –le seguía diciendo. –Ya lo ha hecho otras veces, estaba claro en su aura y quería hacer lo mismo contigo. No podía permitirlo, lo siento. –no me disculpaba por haberlo matado, los dos lo sabíamos. Me disculpaba porque ella había sido testigo de lo que era. Lo menos que quería es que mi hija me viera como un monstruo, era mi mayor temor a pesar de ser uno. Cualquiera podía decírmelo, acusarme de ser el monstruo que era, pero ella no. Ella no. La niña seguía temblando en mis brazos, así que no la solté. La subí a mi regazo y la mecí tranquilamente, pero sin apartar mis brazos de su cuerpo. –No, no, no. –dije alarmado por las palabras de la niña. –No es culpa tuya, no has hecho nada malo Arya. –no quería que se culpara por algo que no estaba en su mano. No era ella quien decidió violar a alguien más pequeño que ella. Ella no era un monstruo, no era alguien que tenía peores instintos que los animales.–Siento haber tardado, estaba comprándote otra cosa a parte del agua. –le dije en un intento de distraerla de los recuerdos del callejón. Le seguía acariciando su lustrosa cabellera. –Yo tampoco deseo que me vuelvas a ver en ese estado, desde que entraste en mi vida lo he evitado. –después de eso me tocó el rostro con su mano, me incliné para besarle la frente y después acaricié su rostro con mi mano. Bajó su mano, y formé una cuna en mis brazos para comenzar acunarla. –Tarde tanto porque te compré un libro que podía interesarte. –le comuniqué mientras la acunaba, pero no le di el libro. Estaba cansada y no necesitaba verle el aura como la estaba viendo. La mecía sutilmente en mis brazos mientras tatareaba su canción favorita. De vez en cuando le acariciaba el rostro y el pelo.
Miraba por la ventanilla del carruaje el paisaje oscuro, en un momento dado me pareció ver un destello pero dejé de lado. Sería una lechuza o un búho de color claro, no sabías como podían resaltar esa clase de color cuando lo único que predominaba era la oscuridad de la noche. Sin embargo esa idea se disipó nada más sentir una gran sacudida del carruaje. Me puse en tensión por completo. El carruaje se detuvo, y segundos después se escuchó un quejido del chofer. Tenía un debate, no podía dejar a mi hija sola. Sin más, un gran golpe contra el carruaje hizo que Arya, sentada sobre mi regaza, chocara contra la puerta. La cogí, y la senté de nuevo en el carruaje.
-No te muevas. –le pedí mientras salía al exterior y ver nuestros atacantes. Todos los presentes eran humanos, de ropas rotas y viejas empuñando armas de fuego y blanca. Miré de reojo al chofer que estaba herido. No sabía si de gravedad o solo era un corte superficial y estaba aturdido por el golpe. Los humanos comenzaron a ordenar en francés que le diéramos todo lo que teníamos mientras que otro se alejaba del carruaje. Al parecer hasta el momento había sido el culpable del gran golpe. Les dije que no iba a darles nada, mientras que mantenía muy cerca de la puerta. El jefe dio la orden de que entrara en el carruaje a registrar. –Yo que ustedes no lo hago. –le avisé. Y mis palabras hicieron que se detuvieran, pero no del todo y siguieron. Le arrebaté la pistola al jefe, ya que me apuntaba con ella, giré rápidamente y disparé al otro hombre que se acercaba al carruaje. Acerté en el hombro, y este retrocedió con un grito de dolor. –Fuera de aquí. –puede que allí había humanos, pero ese golpe seco no podía ser por culpa de un humano.
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Mensaje por Arya M. Rhys Lun Sep 07, 2015 10:29 pm

Sus ojos se encontraban cerrados para no seguir con sus alucinaciones teniendo el fuerte compromiso de seguir adelante a pesar de sus miedos. William era su esperanza, se aferraría a ello para no herirlo más de la cuenta. Lidiar con sus complejos sentimientos y sus emociones que estaban revueltas, encontradas y agotadoras, no era simple. Sus padres biológicos fueron crueles con ella, dejando enraizada la idea de que nadie podría amarla sin esperar algo a cambio, sin restricciones ni perros sin sentido que ella no entendería fácilmente. No era ilusa, tampoco sería capaz de ir contra la naturaleza. Su padre era especia, al igual que ella es diferente a los humanos teniendo sus necesidades, las que ella respetaba en silencio. No le pedía que él no se alimentara, sabía que la sangre humana le permitía seguir junto a ella, pasar los días para acompañarla. Aquí el problema es otro. Verlo en el callejón tan cruel, letal, peligroso, esa visión le desgarraba el corazón haciendo que recuerdos de un pasado doloroso viniesen. Su padre sin su mirada llena de calidez era el reflejo del odio que recordaba en sus progenitores, y ahí, saltaba su temor a ser herida de nuevo. Arya era valiente, fue a demostrarlo tocando suavemente la barbilla del vampiro siendo extraña la caricia al tener la mano temblorosa, aunque lo que le hizo abrir los ojos de par en par fue el tierno beso que recibió en la frente. Mordiendo su labio inferior bajó la mirada llevando ambas manos a sus mejillas suaves ligeramente regordetas que de golpe recuperaron su color en una versión aumentada de gracioso color carmín. Sin tener palabras ni conocer bien de qué modo debía reaccionar ante una demostración de afecto como aquella, solo fue a encogerse en los brazos de su padre que na acunaba dándole palabras de aliento. El sonrojo no se disipaba, eran como las lágrimas que seguían bajando en silencio. Se mecía lento al compás de una canción de cuna pronunciada en un perfecto galés que le sabia familiar como si ella misma proveniera de esas tierras. Sus culpas poco a poco fueron guardándose como el temor que empezaba a remitir teniendo la mano de su padre bajo la suya que la presionaba para sentirlo sereno y cerca. El camino seguía con sus altibajos durmiéndose la muchacha en esos brazos de acero que tanto la protegían saliéndose de sus labios un quejido suave, casi imperceptible que solo el oído agudo del vampiro pudieran captar. - Papá... Te quiero.- un murmullo que declaraba un afectó jamás antes dicho con todas las letras. Arya dormía, solo que por su misma forma de ser y sus antecedentes de hablar dormida, William debía considerar que las palabras no eran huecas. Sus labios fueron a curvarse sonriendo, para girar su rostro en un movimiento suave que no le hizo despertar. El descanso le duró demasiado poco, fue un pestañeo lo que duró su momento de paz que dio lugar a una expresión de cariño lanzada por su subconsciente. Fue tan sólo hasta que las sacudidas incrementaron abriendo los ojos alarmada para encontrarse con los ojos de su padre que con seriedad la miró antes de que un estruendo la hiciera salir disparada a chocar contra la puerta llevando su mano hasta su cabeza para acompañar el gesto de dolor por el golpazo. Cogida por su padre volvió a ponerse seria para asentir cuando él la mandó a quedarse quieta en el asiento. Esta vez obedecería. Impulsada por una fuerza extraña estiró el brazo derecho para coger la mano de su padre,apenas le presionó los dedos para retenerlo, pero cuando quiso hablar solo pudo decir. - Papá...- dijo avergonzada por no poder decir algo más. Asintió para despedirlo subiéndose al asiento para acurrucarse lo más alejada posible de la puerta. Quedaba en su mirada la visión de su padre al marcharse, pasando a la insoportable espera. Se dijo que esta vez seria diferente, estaría allí esperando sólo aguzando el oído para entender lo que sucedía, le parecía mejor idea que intentar transformarse en un gato para esconderse en un rincón. No sería la impulsiva de hace unas horas, tampoco la cobarde que se escondería dejando solo a su padre. Esperaría, y si fuese necesario tendria que hacer algo, lo que fuera.

Se contuvo para no gritar al oír el disparo, reprendiendose mentalmente por ponerse nerviosa cuando sabía que su padre estaba bien. Eran asaltantes, querían robarles exigiéndole a William que diera sus posesiones. Las voces indicaban a por lo menos cinco personas, quiso verles, saber que más pasaría. Asomando su cabeza por la ventana solo pudo chillar al ver un rostro lleno de polvo y sudor asomarse por la ventanilla conectándose sus miradas por segundos que fue lo que ella demoró en coger el paraguas de su padre para golpearlo con todas sus fuerzas. - Fuera de aquí, fuera.- exclamó en un perfecto francés golpeando sin parar hasta que el muchacho se alejó de la ventana quedando ella con el paraguas como arma observando alternamente la ventana y la puerta que comenzaba a resonar obligándola a sentarse justo en medio para poder visualizar todos los espacios por donde podía ser atacada respirando agitada por la adrenalina que estaba a punto de liberar. El silencio volvió a reinar aumentando el temor, hasta que oyó unos pasos.- ¿Padre?
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Mensaje por William D. Rhys Dom Sep 13, 2015 1:28 pm

Ver como había afectado a mi pequeña mi naturaleza conseguía destrozarme. La amaba, era mi hija y lo menos que deseaba es que pasara miedo por mi culpa, que me temiera. No quería nada de eso, esa niña conseguía que me diera miedo muchas cosas y hace mucho tiempo que apenas sentía pánico ni si quiera cuando mi existencia corría peligro, porque sabía hasta que punto llegaban mis capacidades. Sin embargo con ella, tenía que tener más que cuidado y se me rompieron todos los esquemas cuidando a la pequeña. Solo fue cuando la adopté es que comprendí los sentimientos de mis padres a la hora de pedirme cada vez más, para que pudiera tener muchas más posibilidades que uno. Cuando me pidió que la abrazara no dude en hacerlo y pedirle disculpas, después la acuné en mis brazos mientras que le cantaba una nana galesa, mi propia madre nos la solía cantar cuando era bastante pequeño.
Sentí como la pequeña se relajaba en mis brazos, para sumirse en un sueño que poco a poco consiguió relajarme. Si ella estaba bien, yo también y sentir que estaba lo suficientemente bien para quedarse dormida conseguía quitarme un gran peso de encima. Sabía que algunas que otras lágrimas se les escapaban de los ojos por culpa de toda la impresión nada más empezar la noche. Sin duda, a partir de ahora tenía que esforzarme el doble para que el tiempo transcurrido allí fuera de lo más tranquilo para la pequeña. Mi intención no era que lo pasara mal nada más bajar del barco. Al escuchar que me llamaban bajé la mirada con interrogante, y sonreí de oreja a oreja al escuchar como seguía la frase. Sin duda ahora mismo tenía cara de bobo, y de estúpido. Estaba claro que mi único punto débil era la niña que tenía entre mis brazos.
-Y yo a ti pequeña. -le susurré sin poder evitarlo.
Me acomodé mucho mejor en el asiento del carruaje, propuesto a llevar a la pequeña sobre mis brazos durante todo el trayecto. A mi no se me entumecían los brazos, así que podía estar meses en aquella postura si era necesario. Pero la tranquilidad duró relativamente poco. Un fuerte bache hizo que todo el carruaje se sacudiera hasta que se detuvo por completo, escuché como el chofer gemía de dolor. Yo dejé a Arya en el interior del carruaje, diciéndole que no podía salir de allí antes de hacerlo yo mismo.
Al ver quienes eran casi se me escapaba un suspiro de mis labios, no era la primera vez que me encontraba con asaltantes humanos y siendo tan tarde era normal que no nos encontrábamos. Si no estuviera mi hija dentro del vehículo todos estarían muertos en aquellos instantes y completamente desagrados. No obstante, intenté razonar todo lo que podía con ellos y lo que mi paciencia era capaz de soportar. Insistían e insistían en que le diera mis posesiones. Lo bueno de ser un vampiro es que no tenía que aceptar su exigencias de manera gratuita y sin miedo a que me hiciera realmente daño. Nada que no pudiera unos pocos minutos curar. Le arrebaté la pistola al jefe de la banda, y disparé al hombre que se acercó más de la cuenta al carruaje. Le acerté en el hombro, tenía suerte de que no apunte y solo quería darle en alguna parte. Después de eso, todos los humanos se abalanzaron contra mí, aunque lo correcto sería decir en el lugar donde me había encontrado hace un segundo. Me movía mucho más rápido que todos ellos, así que era imposible que me hicieran algún tipo de daño. Cogí a unos pocos de la ropa y los lancé a un par de metros de distancia, tal vez el único daño que sufrirían es algún que otro hueso roto. Uno de esos humanos aprovechó que estuviera de espaldas para apuñalarme con un cuchillo. La herida apenas sangró, y la herida rápidamente se cerró. El humano se dio cuenta y vi el pánico en sus ojos antes de hacerlo volar. Me había encargado del hombre que se había asomado demasiado al carruaje, escuché como mi hija le pegaba al hombre hasta hacerle retroceder. Me acerqué al carruaje y escuché a Arya llamarme.
-Sí, soy yo. -le dije antes de abrir la puerta de carruaje. Todos los humanos se habían ido, huyendo del monstruo. Si contaban algo lo más probable es que acabaran en un manicomio o los que mandaran a por nosotros acabarían por seguir una pista falta. Me aseguraría de ello. -Estás bien ¿no? -le dije cogiendo su rostro entre mis manos para asegurarme de que su condición estuviera perfecta. -Se acabó todo, solo eran humanos… aunque no comprendo como hicieron para que el carruaje saltara de ese modo. -dije más bien hablando para mí que hablando para la pequeña. Solté su rostro, y ese instante escuché un murmullo fuera de lo común en pleno bosque, no tuve tiempo a girarme antes de que un grito de dolor saliera de mi boca. Una especie de cuchillas y en hilera se habían clavado en mi hombro y tiraban de mi hombro hacia atrás. Noté el olor nauseabundo de carne putrefacta y sangre de las fauces del hombre lobo que mordía con saña mi cuerpo. Con un salto hacia atrás estrellé el cuerpo del licántropo contra un árbol, el tronco cedió ante la fuerza de mi salto cayendo sobre nosotros. La criatura me soltó y no paraba de gruñir, inmediatamente me coloqué delante del carruaje y gruñí agazapándome delante del lugar está mi hija.
-Arya no te muevas. -le ordené con voz profunda y peligrosa, aunque eso era solo para el licántropo que gruñía y se movía entre los árboles.
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Mensaje por Arya M. Rhys Miér Sep 16, 2015 9:21 am

Se encontraba sola en medio de aquella lucha donde esperaba que su padre saliera ganador. Conocía los poderes de su padre, los que son honorables, como los que le ponían los pelos de punta. Sería mentir, el decir que ella esperaba que él no fuese letal cuando su corazón se encontraba lleno de angustia por él. Que hiciera lo que fuera, que se convirtiera en el depredador que era con tal de que volviese a ella. Sus penas aumentaban con cada sonido, cada estrépito que lograba captar, cada palabra que William lanzaba era para ella un detonante para inquietarse. Solo cuando le viese ileso respiraría aliviada, solo en ese momento. Tuvo que dejar de lado sus inquietudes para atender un asunto urgente, armándose de valor fue a luchar con un ataque más joven que ágil deseaba colarse al coche por la diminuta ventana. Y bien pudo hacerlo por su contextura delgada, frenado solo por el enérgico ataque que ella le lanzó con el paraguas de su padre. Terminando por ahuyentar al intruso se dio el lujo de dar un suspiro de alivio sentándose para nuevamente aguzar el oído, saltando en el asiento por el sonido del disparo. Él no, mi padre no, se repetía absurda hasta que su racionalidad le mandó a comportarse. ¿Qué mal le haría un disparo a un vampiro? Sanaría rápido, no pasaría nada. Sin embargo, ese no fue consuelo para la muchacha teniendo que abrir la boca para llamar a su padre. En segundos oyó su voz, sonriendo al verle abrir la puerta estando intacto. Estaba bien, estaba perfecto. - ¿Quiénes eran?.- muriendo de ganas por abrazarlo se contuvo a causa de esas barreras que tenía impuestas, las que difícilmente podría romper. Las manos frías del vampiro fueron a tocarle el rostro desviando la mirada para que él no viese ese brillo de satisfacción que le encendía el sentirse importante, amada por él. - Estoy bien. Padre no debes preocuparte, no entraron al coche..- oh claro, el señor control había oído cuando ella gritó al empezar su ataque infernal con el paraguas. - Había un joven, no era humano. Su aura es distinta, no es malo ni bueno, era extraño. Él quiso entrar, lo detuve, no paso nada más.- resumía en voz baja recibiendo un abrazo de su padre distrayéndola del hilo que seguirían sus palabras para solicitar que siguiesen el camino. Anhelaba llegar al hogar, poder encerrarse en su habitación para descansar. Estaba tan necesitada de un mullido lecho que se tiraría a la cama sin sacarme el vestido. El viaje no fue nada tan agotador como lo eran los sucesos que siguieron en cuanto pusieron los pies en el puerto. Con todo, ambos perdieron la concentración, olvidaban al chofer que se encontraba inconsciente, herido en medio del camino con un gran charco de sangre como prueba de la gravedad de su estado. Separándose de su padre volvió a curvar los labios en una sonrisa cayendo su pelo en una cascada de rizos alborotado por todo el trajín que acababan de pasar. Estaba por suplicar que volviesen a la normalidad alejándose de aquel sitio donde la noche les ha caído empeorando el panorama, cuando sorprendida distinguió un movimiento a espalda de su padre, entre los árboles. - Papá, cr...- la frase no pudo ser terminada al ser atacado el vampiro siendo arrastrado hacia los árboles aun cuando oponía resistencia. Por el movimiento y la cercanía entre ambos, la muchacha cayó al suelo de rodillas ensuciando su vestido con el terreno. Apresurada se puso de pie para correr tras su padre cogiéndolo de la mano para ayudarlo, pero él la detuvo negando con la cabeza. Mirando a un sitio y otro esperaba que se le ocurra algo. Cerrando los ojos solo podía oír el sonido de una cruenta lucha, una de la que no deseaba quedar exenta. Lo que se había llevado a su padre no era humano, era algo horrible. Un licántropo, susurro su mente abriendo los ojos con aprehensión hasta que encontró una escopeta la que era demasiado grande para ella, pero siendo fuerte sostuvo esperando el momento para atacar. Dispararía, tenia que poder hacerlo llegado el momento. William apareció con si fiereza mandándola a meterse en el coche desde donde con la puerta abierta ella apuntaba a todo sitio. - Papá.- el grito fue desgarrador en cuanto le tomaron a la fuerza. Aprovechando lo distraída que se encontraba el joven que anteriormente espantó volvió, y tomándola de la cintura con agarre de hierro la sacó de allí de golpe.Gritaba al ser arrastrada por la maleza en la espesura de la noche. Quería luchar, pero hasta el arma le quitaron de golpe. Oía a William bramar luchando a lo lejos, frustrándose, fue entonces que cerrando los ojos se dejó ir por las enseñanzas de su padre que siempre buscaba que ella se transformara y sin más adoptó por primera vez la figura de un guepardo manchado.
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Mensaje por William D. Rhys Dom Sep 27, 2015 12:07 pm

Estaba claro que algunas cosas no cambiaban incluso con el paso de los siglos. Ese intento de robar a los viajeros que pasaban demasiado tarde por los caminos, puede que fuera un buen método cuando las víctimas eran simples humanas, no obstante este no era el caso. El cochero cayó herido por culpa de los atracadores. Yo salí, dejando a Arya dentro del carruaje, lugar donde estaría más segura y no fuera testigo por segunda vez del día lo monstruoso que podía llegar a ser su padre. Sin contar que si estaba fuera de nuestro vehículo de transporte me distraería más de lo necesario por no saber con seguridad donde estaba aunque estuviera totalmente atento. Los humanos comenzaron a sacar armas de fuegos y armas blancas para poder enfrentarse a mí, recibí alguna que otra puñalada, la cual apenas note después de que se cerrara a una velocidad vertiginosa. Lancé a la mayoría lejos de nuestra posición, incluso aquel chico que intentaba colarse en el interior del carruaje, y que mi hija se encargó limpiamente con el paraguas que sujetaba como si fuera el arma más mortífera que existiera. Me sentí orgulloso. Ya, cuando todo terminó me reuní con mi hija y cogí su rostro entre mis manos para confirmar que estaba bien.
-No te preocupes, eran simples humanos que querían atracarnos. -le aseguré para que no se preocupara, aunque seguía preguntándome como habían conseguido que el carruaje saltara tanto. Los asaltadores de caminos tenían sus propios trucos, así que intenté no darle demasiadas vueltas al asunto. Me relató lo que había sucedido después de que me aseguraba que estaba bien. El muchacho que había intentado entrar en el carruaje no era humano… No me había dado cuenta de su aura, estaba más centrado en apartar su cuerpo de mi hija. -No te preocupes. -abracé a mi pequeña otorgándole un beso en la parte de arriba de la cabeza. -Todo ha terminado, solo nos queda seguir nuestro camino y creo que curar al pobre cochero… Si es que sigue vivo. -en estos momentos no era consciente de todo lo que éramos capaces de distraernos los inmortales y más cuando algo ocupaba toda nuestra mente. -Estoy orgulloso que te defendieras de esa forma, pero tal vez sea el momento a enseñarte a luchar. -le dije con un interrogante en los ojos. Sería lo adecuado, pero si ella no quería aprender a luchar yo no la obligaría. Nos separamos, y al hacerlo capté un sonido proveniente del bosque. Era un paso acelerado, muy rápido, demasiado rápido para que se tratase de un humano y demasiado silencioso para tratarse de un caballo o un animal parecido que pudiera rondar entre los bosques a estas horas. Tuve la intención de darme la vuelta para saber de que se trataba, y sin más noté como afilados objetos se clavaban en mi hombro y me obligaban a retroceder.
En ese proceso vi como la pequeña caía al suelo por estar apoyada en mi cuerpo a la hora del ataque. Vi como se levantaba con toda la intención de seguirnos, y negué con la cabeza por suerte la niña lo vio y se quedó quieta. Use mi fuerza para que el cuerpo de mi enemigo chocara contra un árbol, el tronco cedió bajo la fuerza del impacto y caímos de esa manera conseguí librarme de su agarre. Inmediatamente me dirigí al encuentro de mi hija, me coloqué delante de ella un par de metros. Exhibiendo mis colmillos y gruñiendo al ser tan peligroso que teníamos delante de nosotros. No quería que se acercara más de la cuenta, así que cuando la criatura volvió a correr hacia nosotros lo intercepté de un salto. Los dos caíamos a un par de metros del carruaje, la criatura chilló por el golpe pero no fue lo suficiente fuerte para dejarlo fuera de combate. Rodamos por el suelo, sentía sus garras rasgando la tela de mi ropa, abriendo heridas que se curaban con relativa rapidez al mismo tiempo que yo le proporcionaba fuertes golpes. El olor a la sangre viva, la sangre muerta, la tierra y la vegetación se mezclaban en aquel instante. Los dos gruñiamos como los monstruos que éramos en un tira y afloja de nuestros poderes. Los colores se mezclaban por la velocidad de nuestros movimientos, y justo al chocar contra un árbol y que se volviera a derrumbar el tronco, esta vez sobre nosotros me dio ventaja, ya que el golpe seco de la madera contra la espalda del perro lo distrajo. Me lo quité de encima con un empujón, sin embargo un grito que desgarró por completo el bosque me alteró. Era la voz de Arya llamándome. No lo pensé dos veces, mas antes de poder dar un paso el hombre lobo me mordió un costado. Grité de dolor antes de cogerle por ambos flancos levantarlo a pulso y notar como mi piel y carne se desgarraban por el fuerte agarre a que me tenía sometido su mandíbula. Ya separado de mi cuerpo, lo lancé a un par de metros de distancia. Cayó en un golpe seco y un crujido proveniente de sus costillas. El cuerpo del lobo no había estado ni si quiera un segundo en el suelo cuando me dirigí a su posición corriendo, y justo cuando intentaba ubicarse y levantarse le solté una patada directo a la cabeza. Sentí como mi patada le rompía la mandíbula a la criatura antes de mandarla a volar por los aires, estrellándose de nuevo contra los árboles antes de caer y no levantarse. De esto último en realidad no fui testigo, ya que nada más darle la patada a la criatura salí corriendo. Allí había un hombre, y un guepardo. Cogí de los hombros al desconocido, giré y lo lancé todavía más lejos que al licántropo por su ligero peso. Miré a los ojos al gran felino, sabía que se trataba de mi hija. El hombre apareció, dispuesto a volverse contra mí. Chocó contra mí, sin poder moverme, no obstante era conocedor de cosas que los demás no sabían. Me llevé mi mano al costado que ahora ahora estaba intacto, y que ahora tenía un daga de plata sobresaliendo de mi cuerpo. La sensación de la playa en mi interior era como si me quemaran, dolía pero era algo soportable. Saqué la daga de mi interior y la lancé con certeza la daga, directo en medio del cráneo del sujeto que había osado agarrar a mi pequeña. Volteé para estar cara a cara al felino que ahora era mi hija. Levanté los brazos para que viera que no iba a hacerle daño.
-Está todo bien, ahora ya está todo bien, ¿vale? -le aseguré casi con desesperación. -No voy hacerte daño, ya terminó todo hija. -puede que le pidiera que confiara en mí, pero viendo mi aspecto era poco probable. Tenía la ropa completamente rota, lleno de sangre, tanto mía como la del licántropo y con algunas heridas todavía sangrando y curándose lentamente como la puñalada de plata y los mordiscos del hombre lobo. Los arañazos ya estaban cerradas pero quedaba su presencia en los jirones de mi ropa.
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Mensaje por Arya M. Rhys Miér Sep 30, 2015 10:15 pm

Las primeras horas en el nuevo hogar, en aquella ciudad donde se le prometió una vida exquisita llena de comodidades y novedosas amistades que su padre mencionaba serían de gran ayuda para que ella mejorara en sus modales suavizándose su carácter huraño y desconfiado. Que lamentable es que el plan se viese roto, porque ya ni siquiera era resquebrajado, sino que estaba hecho trizas por cada paso caminado tormentoso. Primero el viejo desgraciado al que vio morir de una manera cruel, despiadada que le había herido el corazón al ser su padre el causante. Luego el ataque de esos humanos asaltantes, y ahora esto. Arya quería alejarse de este sitio, ya no le parecía una buena idea haber arrendado una enorme casa con un jardín florido con variedad de flores de todos los colores. Ya no quería su enorme habitación cargada con un enorme estantería llena de libros nuevos que explorar,ni los bonitos vestidos que su padre le prometió estrenar. Prefería el caminar de una ciudad a otra teniendo menos lujos, nada de amistad, pero su vida en calma. Le dejaba sin aliento tener que pasar un minuto más aquí, estaba alterada con los ojos desorbitados espectando aquella riña sangrienta doliéndole en el alma que su salvador, su padre amado -porque le adoraba aunque fuese en silencio- tuviese que vivir semejante situación para defenderse y defenderla. Cada herida que veía abrirse en su padre, en sus miembros, en sus costados, cada una le provocaba un temblequeo en las piernas que fue aprovechado por el ruin que tomándola a la fuerza la alejaba. Cada parte de su vida tenía una palabra para definirse. La primera etapa era dolor. La segunda era renacimiento. La tercera y actual era amparo. William la tenía sobreprotegida, siempre cuidando que ella estuviese cómoda tomando con calma sus habilidades especiales y únicas. Y eso es malo. Porque nunca tuvo la necesidad de defenderse, lo cual le jugaba en contra al tener un atacante al que solo golpeaba con sus puños, pataleando con fuerza al no tener un objeto que usar para darle un buen castigo por alejarla de su benévolo padre en un momento critico como ese. Con ojos cerrados gritó cargada de frustración por un intento más de convertirse fallando por todo lo alto para dejar por los suelos su esperanza.

El joven la mandaba a callarse mencionándole que la llevaría a un sitio donde sería aceptada para vivir bajo la custodia de un señor feudal que le tendría en buena estima por su distinguida y exquisita delicadeza, por su dulce rostro. El espanto le tiñó el rostro, entonces volvió a luchar como una fiera negándose a estar con alguien más que no fuera su padre. Simplemente no estaba preparada para dejarse llevar a un sitio donde no tendría más opciones que callar, se marchitaría. ¿Sería una doncella? ¿La mandarían a fregar los suelos de una enorme casa? ¿Cocinar? No le veía problemas a servir a alguien, solo que no por imposición sino por decisión propia como era debido. El ultraje a su libre albedrío le tenía eufórica, ese nivel de excitación le quitó el poder de persuasión con el joven que la arrastraba por el follaje entrando a un espeso bosque donde fue golpeada por las ramas que no fue capaz de esquivar, sufriendo los rasguños propios de los arbustos por donde intentaban ocultarla sin que ella lo entendiera hasta que distinguió el gruñido ensorcedecedor de su padre que venía acercándose. Y fuera por eso, o porque estaba demasiado concentrada en lograrlo. Se convirtió. Un guepardo quedó en lugar de la niña liberándola de golpe para que ella cayendo se agazapara para empezar a luchar. Y lo hizo. Torpe, porque como bien su padre le dijo minutos antes, ella debía empezar a entrenarse para luchar. No tenía la coordinación suficiente, y eso le dio una desventaja que fue aprovechada por el joven delincuente que con rabia le clavó un arma blanca en el costado antes de que ella le llegase a arrancar un pedazo de carne. Su padre, sin embargo, vino por ella. No tuvo espacio, no vio que sucedía. Estaba sangrando, olía su sangre dándole un asco terrible porque ella sentía una proporción mayor del aroma mezclado con la tierra. Flaqueó. Cayó al suelo dejando a su padre el trabajo de cuidarla, pero ella estaba tan cansada que volvió a sí misma mostrándose sangrando aunque en menor proporción ya que iba sanando. Su vestido rasgado, y así tras largos minutos de agonía donde padre e hija estaban en decadencia, mencionaba.- Papá... Papá.- repitió para calmarse con voz emocionada, largándose a llorar mientras intentaba pararse para ir hacía él. - Él sabía lo que soy. Hablo de domarme.- susurró con la voz ronca.- Quiero que nos vayamos a casa, quiero irme de aquí, deja todas las cosas aquí y vámonos.
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Mensaje por William D. Rhys Jue Oct 01, 2015 5:53 am

Las cosas se habían complicado en nuestra llegada a Francia. Las cosas no tenían que haber salido de ese modo, tenía que haber sido un viaje tranquilo, sin muchas complicaciones. Algo que no fuera catalogado como traumático, y a pesar de eso, habíamos encontrado todo lo contrario. Primero fue ese violador que le encantaba los niños pequeños, le daba igual si eran niños o niñas, con tal de ponerles las mano encima y tomarlos le daba igual. Yo no era capaz de leer los pensamientos como otras criaturas, sin embargo podía verlo en su alma. Los humanos sin poderes no eran capaces de controlar su aura. Incluso al no ser capaz de leer los pensamientos, si que podía percibir las almas de los demás, y pude ver que clase de hombre era. Vi como miraba a mi pequeña, y fue demasiado para mí. Durante todo el viaje en barco esperé la oportunidad para matarlo y tirar su cuerpo al mar para que se lo comieran los peces, para suerte suya esa oportunidad nunca se produjo. No obstante, fue demasiado estúpido de perseguir a Arya después de que saliera del carruaje para hacerle todo lo que pretendía. No me lo pensé dos veces, en palabras llanas, no lo pensé. Simplemente lo maté, y de una manera dolorosa pero rápida. Esperaba que el dolor de la cabeza fuera lo suficiente para que deseara estar muerto antes de haberle roto el cuello. Después de eso, pensé que no habría más complicaciones, tal vez que el carro se quedara atascado en alguna zanja o algo por el estilo.
De todos los viajes que podían salir mal, tenía que ser ese, justo cuando íbamos a nuestra nueva casa. Primero los asaltantes, después el licántropo que me atacó y me distrajo lo suficiente para que un hombre intentara llevarse a mi hija. Conseguí darle una patada al cánido lo suficientemente fuerte para que no volviera a moverse, y después directo al encuentro de mi pequeña. La encontré convertida en guepardo, el hombre me apuñaló, cogí la daga de mi cuerpo y la lancé directo hasta el cráneo del agresor. Me acerqué a mi hija, intentando que se tranquilizara que viera que no iba a hacerle daño. En ese momento, la niña volvió a trasformarse en humana. Me acerqué corriendo hacia ella y la cogí en brazos, me di cuenta del olor a su sangre. Miré su herida, dándome cuenta que no era demasiado grave porque se estaba cerrando. Le acaricié el rostro, el pelo y la abracé mientras que contaba lo que le había dicho el hombre.
-Tranquila, nadie va a hacer nada de eso. -le besé la mejilla. -Todo acabó, ya no queda nadie. -Me pidió que que nos fuéramos y fui a contestarle, pero antes escuché el quejido del chofer. Miré a la niña a los ojos. -No podemos dejarlo herido Arya, pero no te soltaré. -me acerqué a nuestro carruaje, algunas partes estaban rotas y era extraño que las cosas se mantuvieran en su sitio. El cochero seguía vivo, podría escuchar los regulares latidos de su corazón a pesar de toda la sangre que estaba a su alrededor. Me acerqué a él, sin bajar a mi hija de mi brazo. Contemplé la herida, solo era escandalosa. Las heridas de la cabeza eran siempre así. Cogí el agua que tenía en la cantimplora, le lavé la herida y me dispuse a coserle la misma. Improvisado, pero algo era algo. Como necesitaba dos manos dejé a la pequeña encima de mi pierna sentada, mientras que le cosía al hombre estando de cuclillas. Les tuve que dar como diez puntos de sutura. Y después todo lo hice con una mano porque seguía sujetando a la niña con el otro. Metí al chofer en el carruaje, y me subí al puesto del conductor con la niña en brazos. Le pasé una manta por encima para que no pasara frío. -Ahora nos vamos a casa, intenta dormir.
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Mensaje por Arya M. Rhys Jue Oct 01, 2015 8:01 pm

Se le hizo eterno el momento en que fue liberada de aquel malhechor hasta que se pudo transformar en su forma original. Quedando en un aspecto horrendo frente a su padre. Además del cansancio, la rabia y el dolor en su cuerpo, existía mucha pena por estar sucia y hediendo a sangre. Eso era un pecado de calibre mortal cuando se trataba de ella que tan cercana al vampiro se encontraba. Aun cuando William jamás la tomó a ella para satisfacer sus necesidades más elementales, era mejor no dar tentaciones porque como decía la mujer que le concibió: el diablo nunca duerme. Con decisión se puso de pie con el equilibrio afectado debido a sus piernas temblorosas, sin embargo, esforzada se quedó quieta esperando que fuese él quien dijese algo primero. Oírle decir aje finalmente estaban solos, sin peligro cerca a ellos, no fue un alivio. Que no se malinterprete, ella le creía totalmente solo que ya estaba harta de sentirse cómoda, tranquila y relajada para volver a sorprenderse por la intromisión de algún intruso que querría dañarlos, o separarles. Mejor quedarse alerta. Afortunadamente el vampiro se acercó a ella para cogerle el rostro besándole la frente para mantenerla lo más calmada posible. Lo que fue un logro, fue que ella accediera a seguir el camino tomándose el tiempo de recoger y curar al cochero a quien su padre hábilmente le cerró la herida sin soltarla. - Permite que yo le pase el alcohol para que no se infecte.- dijo por primera vez desde que volvieron al sitio donde el coche había quedado en condiciones lamentables. Con la crítica situación que tenían frente, ambos se propusieron seguir el camino con los sentidos en constante alerta por lo que ella no paraba de sobre saltarse a cada segundo. En el regazo de su padre se mantenía sentada con la mirada al frente recibiendo las palabras instructivas de su padre que hablaba del paisaje, y luego de las propiedades que empezaban a divisar.- ¿Falta mucho?.- preguntó con los ojos esperanzados. Quería saber que estaba en casa para lanzarse a tierra y dormir aunque sea en su jardín, lejos de ese condenado camino tan tormentoso. Cuando su padre anunció la llegada, varios minutos después, ella se desplomó en sus brazos, literalmente dejándose caer en el cansancio sin preocuparse de donde le soltaban. Quería descanso, nada más.
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