Maestra y Aprendiz /Privado con Nicci Expósito /

Imagen de la casa:

La  residencia era coqueta y delicada. Construida en piedra amarilla, del mismo color que los primeros rayos de sol en una mañana de invierno, se destacaba por su pequeño tamaño entre las otras casas del boulevard. Mientras que las otras casas eran suntuosas, con pan de oro en las ventanas y escalones de mármol, aquella pequeña casita resultaba un oasis de simplicidad entre tanto lujo.

Esa simplicidad no era más que una ilusión, puesto que nada más cruzar las puertas se podía vislumbrar un pequeño palacio de estilo Veneciano.  El primer piso se abría como un patio privado en el que el sol de la mañana se adentraba tímidamente, creando un mosaico de  luces y sombras donde un gato perezoso tomaba el sol, ajeno al mundo que lo rodeaba, ignorando tanto al mayordomo, un hombre del color del carbón y sonrisa fría llamado Roux, como a las dos doncellas, Irma y Dalila dos mujeres lobo que la Inquisidora mantenía allí como protegidas.
El segundo piso no resultaba menos impresionante.  Los suelos estaban  recubiertos de finas alfombras persas y el papel de pared era de seda rosa con crisantemos estampados. Todo resultaba acogedor y extremadamente femenino, lleno de jarrones de flores, terciopelos y otras telas delicadas.

Cualquier otro día, a esa hora, la inquisidora continuaría vestida con uno de sus lujosos camisones, tomando un aromático te en la terraza que daba al patio y disfrutando de el canto de los diversos canarios que mantenía enjaulados, dejando el tiempo pasar hasta que llegase la hora del brunch.

Pero hoy no era un día normal. Tras varios años solicitándolo, al final le había concedido un aprendiz. Para otros, el estar a cargo de un crío recién salido de la academia era un verdadero castigo. La gran mayoría eran demasiado impulsivos y no sobrevivían a su primer año y de haber tenido que lidiar con alguien así, es posible que Carmina también se lo hubiese tomado como un castigo. Pero por lo que había leído en su expediente, le habían asignado una joven extremadamente peculiar. Los casos como ella no eran comunes, al menos en esa rama de la inquisición. Muchas jóvenes como ella terminaban con los bibliotecarios, De no ser por su falta de paciencia ella misma habría terminado con los bibliotecarios, para ser sinceros, pero esta joven… Parecía como si alguien estuviese empeñado en que fuese un soldado, aunque todos los resultados de sus pruebas la encaminasen hacia áreas menos violentas.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de la puerta de entrada abriéndose y una voz ligera con un acento Italiano hablando con Roux.

Sabiendo que su posible aprendiz ya había llegado Carmina se levantó del sillón donde estaba reclinada y ordenó a una de las doncellas que preparase unos refrigerios  y los llevase a la sala de entrenamientos, donde recibiría a la muchacha.

Sin prisa, se sentó  en frente de su tocador y comenzó a retocar su maquillaje y cabello.  Enrollando su larga trenza alrededor de su cabeza, como si fuese una corona de cabellos oscuros y sujetándola con  pequeñas horquillas adornadas con flores metalicas.

En el momento que escuchó a Roux cerrar la puerta de la sala de entrenamientos e indicarle a la joven que esperase allí, se levantó, alisando la tela de su vestido, una pieza delicada del color del mar en invierno que se ajustaba bajo su pecho, haciendo que el corsé resultase innecesario y permitiéndole libertad de movimientos.

Jugueteando con el rosario que llevaba al cuello, dejó pasar un par de minutos antes de abrir la puerta del lugar, observando a la joven con sus agudos ojos de halcón.

-Espero no haber tardado demasiado, Mademoiselle Expósito- su voz tenía un ligero acento gales, que le daban a sus palabras un aire levemente cantarín.

La chica era una sorpresa. Por como la describían los informes se había imaginado una flor rubosa y enfermiza. Pero lo que veía resultaba prometedor, no demasiado alta o llamativa, pero aparentemente solida como una roca. Oh si, le había causado una impresión maravillosa. Sin decir una sola palabra se acerco a ella, mirándola con cuidado entre las pestañas artificialmente coloreadas.  Cogió sus manos y las observó, palpando sus brazos y hombros después, hasta colocar las manos en sus mejillas y mirarla directamente a los ojos, con una suave sonrisa en los labios.

-Oh… eres maravillosa -la soltó y con un gesto lánguido le indico que se sentara en el pequeño sofá de algodón bordado que presidia la segunda mitad de la sala, mientras ella se reclinaba en un recargado diván tapizado con la misma tela-  Y claro que puedo llamarte Nicci… con la condición que tú hagas lo mismo y me llames Carmina; Madame Moran era mi madrastra.

Una de las puertas laterales se abrió, y una muchacha joven de no más de quince años entro con una pesada bandeja de oro en la cual llevaba una senda jarra de limonada y diversos dulces, la cual coloco sobre la mesita que separaba a la Inquisidora de su aprendiz.

-¿Desea algo más Madame Mina? –dijo a criada, ignorando por completo a Nicci.

-Pídele a Dalila que prepare la habitación de Madeimoselle Nicci si eres tan amable. Si puede ser una de las que dan al patio interior –mientras hablaba se levantó del diván y sirvió un vaso de limonada a Nicci, entregándoselo-  Dile a Roux que organice una visita a la boutique de Ginza... estoy segura que Nicci va a necesitar ropa nueva y si eres tan amable prepárale un baño. Cuando termine con ella seguro que querrá refrescarse un poco.

Sonrió a la criada, quien dedico una senda reverencia a su jefa para después inclinarse levemente en dirección de la italiana.
Carmina colocó  su vaso sobre la mesa, cogió uno de los dulces y se lo llevó a la boca de forma golosa.
-Hablemos de lo que importa –dio unas palmadas alegres y llenas de energía, sentándose a su lado- Normalmente, los aprendices se hospedan en los cuarteles de la inquisición… Pero en tu caso, parece ser que tus antiguos profesores temen que puedas resultar… ¿Cómo decirlo delicadamente? Inconveniente. Creo que la palabra que usarían es inconveniente. Al parecer alguien poderoso quiere que te mantengas al margen de tus compañeros y por más que deteste admitirlo, últimamente la inquisición se centra más en la política que en su verdadera misión.  –Eso último lo dijo con un deje de amargura en su voz-  Seamos sinceras. No tienes madera de soldado. Por lo que he leído estarías mejor en las ramas menos violentas. Y que estés aquí significa que alguien no te tiene mucho aprecio.
La miraba directamente a los ojos, examinando sus reacciones ante sus palabras, haciéndose una idea de la personalidad de la joven.
-Eso no significa que vaya a ser negligente con tu educación.  No tengo intención en dejar que te maten, al menos mientras estés bajo mi ala.

Volvió a coger otro dulce, saboreándolo antes de volver a hablar, esta vez con un tono que se asemejaba bastante al que tendría una profesora real.
-Bajo mi custodia aprenderás lo básico. Esgrima, equitación, lucha cuerpo a cuerpo… Pero el currículo de la inquisición es demasiado cerrado, por lo que te enseñaré otras cosas por mi cuenta.  ¿Tocas algún instrumento, Nicci? Bueno, si no lo haces te enseñaré. La música e uno de los mayores regalos que Dios nos ha dado y tenemos que agradecérselo. También te enseñare como moverte en sociedad, los modales que tienes que mostrar en la mesa y cualquier otra cosa que considere necesaria. ¿Entendido?

Terminado su monólogo, se calló, dejando espacio para que su aprendiz, quien parecía levemente abrumada pudiese hablar.

casa arriba:

-Son normas simples… -dijo mientras caminaba por el pasillo- Las puertas de la casa se cierran a media noche, si llegas después… no voy a dejarte fuera, eso está claro, pero es inconveniente para Roux y las chicas –abrió una puerta a su izquierda, mostrándole una espaciosa sala de baile con las paredes recubiertas de espejos – Si traes a alguien, y me estoy refiriendo a compañía “especial” usa la puerta de atrás. Nuestros vecinos son extremadamente cotillas y no quiero empeorar mi ya dañada reputación con ellos. El sótano es zona prohibida, y no entres en el ala de los criados a menos que ellos te inviten

Continuó mostrándole el resto de habitaciones, desde un estudio de música en el cual descansaba una gran harpa dorada junto a varios instrumentos de viento y un piano negro hasta  lo que parecía ser una sala repleta de alfombras y cojines cuya utilidad la mujer no le explicó. Cuando legaron a una puerta más alta que las demás y cerrada con llave, Carmina le sonrió, abriéndola y permitiéndole pasar primero. La sala, cuyas ventanas daban a la calle se trataba de una biblioteca, con estanterías realmente altas y cómodos sillones de cuero gastado.

-La norma más importante de la casa tiene que ver con la biblioteca –abrió las cortinas, dejando la tenue luz invernal iluminarlo todo- Como puedes ver, todas las estanterías están marcadas con cintas de colores. Los libros en las estanterías marcadas de amarillo no pueden dejar esta sala y tienes que cogerlos con guantes, son piezas extremadamente valiosas. Encontraras desde libros de hechicería encuadernados en piel hasta una edición del Corán adornada con joyas, intenta no estropearlos –le señaló otra estantería- Rojo significa que solo puedes leerlos cuando yo este contigo. Aun no los he catalogado todos, pero tienden a ser siniestros  -por último le enseño una pequeña estante en la cual los libros se encontraban tras una vitrina- Negro… no los toques, no pienses en ellos, y finge que no existen… La vitrina no está cerrada con llave, por lo que estoy confiando en ti para que los dejes tranquilos ¿Sí? Perfecto –le sonrío, esta vez todo dientes y mirada levemente amenazadora, avisándole sin palabras de lo que podría ocurrir si la desobedeciera- El resto de libros son barra libre, tengo varias primeras ediciones, tanto de novelas, como de poesía y filosofía religiosa, puedes usarlos a voluntad.


Dicho eso, la guio fuera de allí, cerrando la puerta con llave y entregándosela después, pidiéndole que no la perdiese.  A continuación la llevó a su dormitorio.
La habitación a la que entraron era caótica y tan llamativa como su dueña, con bolsos de seda colgando junto a la chimenea, vestidos de telas finas colgando en el cabecero de la cama e innumerables libros en todas las superficies libres. El gato que antes había mencionado, había abandonado su lugar al sol para dedicarse a dormir sobre una costosa estola de piel de conejo.

gato:

-Ese de ahí es Judas, Aunque Roux suele llamarlo por su primer nombre, Capitan Bigotes Mimosos -al oir el segundo nombre, el animal abrió un solo ojo, pues había perdido el otro hacía varios años en una pelea y maullo, afilandose las uñas en la estola-
Ignoralo y es posible que no te muerda

Con cuidado sacó la estola de debajo del hato y la colgó en la puerta del armario, sacudienndola en un intento vano de quitar los pelos de gato

-¡Oh! Antes de que lo olvide –apartó unas zapatillas de piel de borrego con una ligera patada- Como habrás deducido, las doncellas tienen un pequeño problema con la plata, por lo que me gustaría que tuvieses cuidado donde dejas cualquier cosa de ese material. Las heridas de plata son realmente difíciles de curar –le dio un toquecito en el hombro, sonriendo como una niña traviesa-  Quiero enseñarte algo.

Se colocó junto a la única pared libre y le dio un suave empujón, haciendo que una puerta secreta se abriese, dándole acceso a la que sería la habitación de Nicci. Esta, a diferencia de la de Carmina estaba ordenada con esmero, con ramos de flores en las mesas, paredes enyesadas de blanco y en la pared sur un armario blanco hueso, donde Irma estaba colocando la ropa recién planchada de Nicci.

-Espero que no sea demasiado simple – dijo, sentándose en la silla del aun vacío tocador- Si quieres, puedo pedir que pongan papel de pared y una alfombra de piel… no sería molestia.