AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Rayos de luna ( Libre)
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Rayos de luna ( Libre)
El calor que había condenado a muchos a permanecer en sus casas, evitando la agresión del sol sobre las pieles sensibles de la aristocracia, se había mantenido en la noche. Aunque muchos jóvenes habían trabajado bajo aquella influencia maligna, dorando su piel, Vishous había hecho como muchos en la aristocracia y había permanecido en el interior de su modesta cabaña. No estaba de humor para poder comportarse como un joven normal y meramente enfadado con el mundo. Había pasado un día anterior realmente malo y sólo quería descansar.
Como alguien que poseía en su interior almas capaces de adueñarse de su cuerpo, hasta el punto de dejarlo en un rincón de su mente, atado para que los espíritus hiciesen todo aquello que no podían por su estado de muerte, temía el momento en que sus almas finalmente se adueñasen completamente de él. Sabía que no quedaría nada de sí mismo para entonces, y la noche anterior, había perdido contra las almas.
Cuando despertó, le dolía todo el cuerpo y habían llegado noticias de que alguien había asesinado a varias familias y le habían arrancado varios órganos. Había leído varios hechizos que podrían requerir de tales sacrificios humanos y sólo pudo temblar de horror. Había debido de invocar a varios demonios, según lo que decían sus libros mas antiguos de magia. Afortunadamente, había una posibilidad de contrarrestar todo el mal que había generado contra sí mismo.
Por eso estaba allí, en la playa, desnudando su peche y pies para meterse en el mar abierto con sólo sus pantalones. En su cuerpo habían varios símbolos creados con un mejunge de hierbas, el cual desapareció cuando el brujo se adentró completamente dentro del mar. Permaneció hundido varios minutos, hasta que salió a la superficie, respirando con nerviosismo. Sus dedos peinaron su cabello mojado, mientras se relajaba en el agua, pensando en cómo podría evitar volver a perder contra aquellas malévolas criaturas que se arrastraban bajo su piel.
Como alguien que poseía en su interior almas capaces de adueñarse de su cuerpo, hasta el punto de dejarlo en un rincón de su mente, atado para que los espíritus hiciesen todo aquello que no podían por su estado de muerte, temía el momento en que sus almas finalmente se adueñasen completamente de él. Sabía que no quedaría nada de sí mismo para entonces, y la noche anterior, había perdido contra las almas.
Cuando despertó, le dolía todo el cuerpo y habían llegado noticias de que alguien había asesinado a varias familias y le habían arrancado varios órganos. Había leído varios hechizos que podrían requerir de tales sacrificios humanos y sólo pudo temblar de horror. Había debido de invocar a varios demonios, según lo que decían sus libros mas antiguos de magia. Afortunadamente, había una posibilidad de contrarrestar todo el mal que había generado contra sí mismo.
Por eso estaba allí, en la playa, desnudando su peche y pies para meterse en el mar abierto con sólo sus pantalones. En su cuerpo habían varios símbolos creados con un mejunge de hierbas, el cual desapareció cuando el brujo se adentró completamente dentro del mar. Permaneció hundido varios minutos, hasta que salió a la superficie, respirando con nerviosismo. Sus dedos peinaron su cabello mojado, mientras se relajaba en el agua, pensando en cómo podría evitar volver a perder contra aquellas malévolas criaturas que se arrastraban bajo su piel.
Vishous- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 11/10/2013
Re: Rayos de luna ( Libre)
Aquella tarde había decidido dar una vuelta por la ciudad, apenas llevaba un par de días en París y todavía no lograba ubicarme muy bien por la ciudad. Reconocía y sabía ir a los sitios principales –teatro, catedral, la playa, la zona comercial…- pero todavía me quedaba mucho para poder acordarme de dónde estaba todo.
A cada cosa nueva que descubría sobre la ciudad hacía que me maravillara más y me gustara la capital francesa. Podía notar la gran diferencia que había entre ambos países, no solamente su forma arquitectónica ni su forma de vida y su forma de vestir, sino que me había dado cuenta de los grandes paisajes que había en donde vivía, y se me hacía extraño no verlo tan de seguido como me pasaba allí, donde los campos de arroz y de seda se mezclaban con la ciudad y su crecimiento.
Había pasado horas recorriendo sus calles mientras hacía un mapa mental sobre la zona, recordando los lugares que más me habían gustado para, en un futuro, acudir a ellos en los peores momentos. Me encantaba la naturaleza y, estar rodeado de ella, hacía que mis penas fueran un poco más livianas, como si aligeraran un poco su carga.
Ni siquiera me había percatado de cuánto tiempo estuve absorta recorriendo las calles hasta que el sol se había escondido casi en su totalidad en el horizonte. Con un suspiro, y algo cansada, regresé de vuelta a casa donde decidí darme un baño tranquilo. No había nada mejor que un baño caliente para relajar y hacerte olvidar cualquier preocupación.
Estando todavía en la bañera con el agua caliente envolviendo mi cuerpo me acordé que, el día que llegué, me dijeron que había una playa cercana a la que todavía no había ido. En ese momento un pensamiento fugaz llegó a mi mente, donde recordé los paseos que solíamos dar cuando era pequeña por la orilla, mientras las olas llegaban bañando mis pies y la luna resplandecía en el cielo, iluminándolo todo con su luz nacarada.
Ese pensamiento hizo que un sentimiento de nostalgia mezclado con melancolía recorriera mi pecho ante un recuerdo que atesoraría toda mi vida, y aquello solo hizo que mi mente no dejara de pensar en un paseo bajo la luz de la luna, aprovechando que no hacía tan mala noche.
Sin pensarlo dos veces salí de la bañera y fui a uno de los arcones donde tenía la gran mayoría de la ropa que había traído para el viaje. Saqué un Yukata ya que era algo más ligero que el kimono y no era tan largo. Las mangas eran anchas hasta un poco más de la mitad de la muñeca, ceñido un poco a la cintura que caía largo hasta cubrir los tobillos, dejando el pie al descubierto. Era perfecto para no llevarlo arrastrando por la arena y con el podría caminar por la orilla sin que se mojara. El Yukata que había escogido era de color negro, adornado con flores rojas que resaltaban en contraste. Me lo puse junto con las sandalias típicas y me recogí el pelo en un moño dejando un par de mechones sueltos.
Nada más llegar a la playa lo primero que hice fue quitarme las sandalias y llevarlas en la mano sintiendo la arena bajo mis pies, cerré los ojos y aspiré la brisa marina dejándome llevar por los recuerdos de mi infancia, y no pude evitar sonreír. Me acerqué hasta la orilla dando un pequeño paseo hasta que en un lugar me paré contemplando el océano, sentándome en la arena con los pies en la orilla siendo humedecidos por la marea que iba y venía, tal y como solía hacer de pequeña.
Observé el océano escuchando las olas de fondo sintiéndome tranquila y, de cierta forma, en casa. No sé cuánto tiempo estuve así hasta que cuando abrí los ojos me fijé en algo que, antes, había pasado desapercibido. Me fijé mejor y me di cuenta de que a pocos metros de donde me encontraba, dentro del agua, había alguien bañándose. Había estado tan metida en mis pensamientos y recordando momentos pasados que ni siquiera me había dado cuenta de que había alguien más allí. En vez de irme o alejarme me quedé allí, parada donde estaba, esperando que a la otra persona no le importunara mi presencia.
Pasé mi mirada centrándome en distinguir mejor quién era, pero aunque la luz de la luna iluminaba el lugar no conseguía ver del todo si era un hombre o una mujer, mientras sentía la suave brisa recorrer mi rostro haciendo que los mechones sueltos bailaran revoloteando por mi rostro.
-Una vista muy hermosa –murmuré llevando las piernas a mi pecho, abrazando las rodillas con mis brazos dejándome llevar por viejos recuerdos mientras me concentraba en disfrutar del paisaje, echando de vez en cuando un vistazo hacia donde se distinguía la figura en el agua.
A cada cosa nueva que descubría sobre la ciudad hacía que me maravillara más y me gustara la capital francesa. Podía notar la gran diferencia que había entre ambos países, no solamente su forma arquitectónica ni su forma de vida y su forma de vestir, sino que me había dado cuenta de los grandes paisajes que había en donde vivía, y se me hacía extraño no verlo tan de seguido como me pasaba allí, donde los campos de arroz y de seda se mezclaban con la ciudad y su crecimiento.
Había pasado horas recorriendo sus calles mientras hacía un mapa mental sobre la zona, recordando los lugares que más me habían gustado para, en un futuro, acudir a ellos en los peores momentos. Me encantaba la naturaleza y, estar rodeado de ella, hacía que mis penas fueran un poco más livianas, como si aligeraran un poco su carga.
Ni siquiera me había percatado de cuánto tiempo estuve absorta recorriendo las calles hasta que el sol se había escondido casi en su totalidad en el horizonte. Con un suspiro, y algo cansada, regresé de vuelta a casa donde decidí darme un baño tranquilo. No había nada mejor que un baño caliente para relajar y hacerte olvidar cualquier preocupación.
Estando todavía en la bañera con el agua caliente envolviendo mi cuerpo me acordé que, el día que llegué, me dijeron que había una playa cercana a la que todavía no había ido. En ese momento un pensamiento fugaz llegó a mi mente, donde recordé los paseos que solíamos dar cuando era pequeña por la orilla, mientras las olas llegaban bañando mis pies y la luna resplandecía en el cielo, iluminándolo todo con su luz nacarada.
Ese pensamiento hizo que un sentimiento de nostalgia mezclado con melancolía recorriera mi pecho ante un recuerdo que atesoraría toda mi vida, y aquello solo hizo que mi mente no dejara de pensar en un paseo bajo la luz de la luna, aprovechando que no hacía tan mala noche.
Sin pensarlo dos veces salí de la bañera y fui a uno de los arcones donde tenía la gran mayoría de la ropa que había traído para el viaje. Saqué un Yukata ya que era algo más ligero que el kimono y no era tan largo. Las mangas eran anchas hasta un poco más de la mitad de la muñeca, ceñido un poco a la cintura que caía largo hasta cubrir los tobillos, dejando el pie al descubierto. Era perfecto para no llevarlo arrastrando por la arena y con el podría caminar por la orilla sin que se mojara. El Yukata que había escogido era de color negro, adornado con flores rojas que resaltaban en contraste. Me lo puse junto con las sandalias típicas y me recogí el pelo en un moño dejando un par de mechones sueltos.
Nada más llegar a la playa lo primero que hice fue quitarme las sandalias y llevarlas en la mano sintiendo la arena bajo mis pies, cerré los ojos y aspiré la brisa marina dejándome llevar por los recuerdos de mi infancia, y no pude evitar sonreír. Me acerqué hasta la orilla dando un pequeño paseo hasta que en un lugar me paré contemplando el océano, sentándome en la arena con los pies en la orilla siendo humedecidos por la marea que iba y venía, tal y como solía hacer de pequeña.
Observé el océano escuchando las olas de fondo sintiéndome tranquila y, de cierta forma, en casa. No sé cuánto tiempo estuve así hasta que cuando abrí los ojos me fijé en algo que, antes, había pasado desapercibido. Me fijé mejor y me di cuenta de que a pocos metros de donde me encontraba, dentro del agua, había alguien bañándose. Había estado tan metida en mis pensamientos y recordando momentos pasados que ni siquiera me había dado cuenta de que había alguien más allí. En vez de irme o alejarme me quedé allí, parada donde estaba, esperando que a la otra persona no le importunara mi presencia.
Pasé mi mirada centrándome en distinguir mejor quién era, pero aunque la luz de la luna iluminaba el lugar no conseguía ver del todo si era un hombre o una mujer, mientras sentía la suave brisa recorrer mi rostro haciendo que los mechones sueltos bailaran revoloteando por mi rostro.
-Una vista muy hermosa –murmuré llevando las piernas a mi pecho, abrazando las rodillas con mis brazos dejándome llevar por viejos recuerdos mientras me concentraba en disfrutar del paisaje, echando de vez en cuando un vistazo hacia donde se distinguía la figura en el agua.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/11/2015
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Re: Rayos de luna ( Libre)
Suspiró, creando varias ondas sobre la superficie del agua con su aliento, mientras sus manos descendían del cuello hasta el pecho, frotando la parte en la que aún se notaba la existencia del ungüento que había usado sobre su piel. La caricia del viento sobre su pelo húmedo le dejaba la sensación de estarse congelando, aún así permaneció en el agua, imaginando que aquel sencillo ritual realmente podía limpiar todo lo malo que había en él. Pero no era tan sencillo, y él lo sabía.
Se dejó hundir de nuevo en el agua, moviendo su cuerpo como si fuera un pez en el interior del mar, dejando que el sonido de sus brazadas acallase la voz que gritaba por perdón en su interior, no le gustaba la sensación horrible y visceral que nacía en él cada vez que perdía la batalla con las almas. Se sentía perdido, como un niño que ha soltado la mano de sus padres en medio de una plaza llena de gente y no podía verlos. Buscaba ansiosamente una mano que le fuera tendida, algo que le sirviese de ancla para regresar a la realidad. El no era así, no podía permitírselo.
Emergió a la superficie y buscó el agua que le faltaba por haber buceado un gran trozo de la playa sin salir a tomar aire aún, así que se giró y regresó nadando, moviendo sus brazos y piernas con fuerza y habilidad impulsándose de nuevo hacia la zona en la que había dejado los zapatos y su camisa. Sólo cuando vio el bulto de sus pertenencias en la arena se detuvo, caminando con tranquilidad hacia la orilla para salir de las aguas, abandonando el abrazo húmedo y protector del mar para enfrentarse a lo que había hecho.
Sólo entonces se dio cuenta de la figura que estaba sentada en la orilla, contemplando el mar. La analizó, recorriéndola por completo, mientras las gotas del agua se derramaban por su cuerpo, buscando llegar de nuevo al lugar al que pertenecían.
- Extraño - Susurró antes de inclinarse sobre su camisa, removiéndola para buscar la manzana que había dejado allí por si le entraba el hambre antes de regresar a casa. Le dio un mordisco y se sentó, disfrutando del silencio, sin cuestionarse por qué había una mujer con algo parecido a un camisón en la playa.
Se dejó hundir de nuevo en el agua, moviendo su cuerpo como si fuera un pez en el interior del mar, dejando que el sonido de sus brazadas acallase la voz que gritaba por perdón en su interior, no le gustaba la sensación horrible y visceral que nacía en él cada vez que perdía la batalla con las almas. Se sentía perdido, como un niño que ha soltado la mano de sus padres en medio de una plaza llena de gente y no podía verlos. Buscaba ansiosamente una mano que le fuera tendida, algo que le sirviese de ancla para regresar a la realidad. El no era así, no podía permitírselo.
Emergió a la superficie y buscó el agua que le faltaba por haber buceado un gran trozo de la playa sin salir a tomar aire aún, así que se giró y regresó nadando, moviendo sus brazos y piernas con fuerza y habilidad impulsándose de nuevo hacia la zona en la que había dejado los zapatos y su camisa. Sólo cuando vio el bulto de sus pertenencias en la arena se detuvo, caminando con tranquilidad hacia la orilla para salir de las aguas, abandonando el abrazo húmedo y protector del mar para enfrentarse a lo que había hecho.
Sólo entonces se dio cuenta de la figura que estaba sentada en la orilla, contemplando el mar. La analizó, recorriéndola por completo, mientras las gotas del agua se derramaban por su cuerpo, buscando llegar de nuevo al lugar al que pertenecían.
- Extraño - Susurró antes de inclinarse sobre su camisa, removiéndola para buscar la manzana que había dejado allí por si le entraba el hambre antes de regresar a casa. Le dio un mordisco y se sentó, disfrutando del silencio, sin cuestionarse por qué había una mujer con algo parecido a un camisón en la playa.
Vishous- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 11/10/2013
Re: Rayos de luna ( Libre)
La suave brisa marina hacía que los mechones sueltos de mi rostro bailaran revoloteando, haciendo que parte mi vista fuera algo tapada por estos. Sacudí la cabeza para despejarla de aquellos mechones y suspiré, cerrando los ojos dejándome llevar por los recuerdos que acudían a mi mente. Las olas del mar creaban una sinfonía que me hacía viajar a aquellos momentos de mi infancia, siendo feliz junto a los míos, disfrutando de los cálidos rayos del sol sobre mi piel y del final de las olas que llegaban a la playa, mojando mis pies con su vaivén.
Jugueteé con la arena que tenía en los pies mientras mis brazos rodeaban mis rodillas, enterrando los pies bajo la arena que, a esas alturas, había perdido toda su calidez y estaba algo más helada. Igualmente los enterré disfrutando de aquella soledad, pero al mismo tiempo de la tranquilidad que se podía respirar en el ambiente. De vez en cuando abría mis ojos para comprobar que la figura que había visto todavía seguida metida en el agua… y, por el momento, así era.
En ese momento me arrepentí de no haberme traído nada para comer a aquel lugar, no sabía cuánto tiempo iba a estar ahí… aunque no mucho ya que poco a poco podía notar el frío que se instalaba en el lugar. La brisa marina no contribuía mucho en ello, tampoco.
Comprobando que aquella figura seguía donde estaba eché mi rostro hacia atrás y me fijé en la luna que había aquella noche. Sentada desde donde estaba podía contemplar con total nitidez las estrellas que había en el firmamento, al igual que la preciosa y gran luna que se posaba majestuosa en lo alto.
El brillo y la luz que emanaba daban un aspecto más nacarado a mí piel, restándole color y haciendo que pareciera mucho más pálido. Cerré los ojos y sonreí ante aquello, recordando las noches que había pasado tumbada a la orilla de la playa, hasta finalmente ver como la luna, en su esplendor, daba paso al sol, iluminando todo con sus particulares matices rosados y violáceos.
Fue entonces cuando abrí los ojos ya que había escuchado un ruido algo más fuerte, fijándome mejor, me di cuenta de que aquella figura misteriosa que había estado en el agua… emergía a la superficie. Gracias a que mis ojos también se habían acostumbrado poco a poco a la oscuridad del lugar me fijé mejor en que la figura que había estado mirando todo el rato… era la de un hombre.
Este había salido del agua y su cuerpo estaba completamente mojado, donde pequeñas gotitas caían por este. Tan sólo llevaba puesto un pantalón y al mirarlo, me di cuenta de que algo más alejado de donde estaba sentada había algo en el suelo de la playa.
Me mordí el labio volviendo mi vista de nuevo al mar para que no se sintiera incómodo ante mi mirada, al mismo tiempo que me preguntaba si me acercaba o directamente me quedaba sentada donde estaba. No sabía cómo podía reaccionar ante mi presencia, o si me respondería bien o, por el contrario, me largaría de allí sin miramiento alguno… no quería perturbarlo tampoco pero… había ido allí buscando algo de paz, igual él también lo había echo por el mismo motivo.
Debatiéndome interiormente sobre si acercarme o no, finalmente mi curiosidad pudo más. ¿Qué podría pasar si me acercaba para hablar con él? Si lo importunaba me marcharía de allí sin pensarlo dos veces, pero sino… quizás estaba desaprovechando la oportunidad de conocer a alguien.
Cuando me quise dar cuenta, una vez convencida, me di cuenta de que me estaba acercando al chico, había cogido las sandalias y me estaba acercando a paso lento hacia él.
Una vez estuve a su lado me fijé mejor en su rostro mientras daba mordiscos a aquella manzana, y me mordí el labio todavía pensando si era o no buena idea.
-Etto… -hice una leve pausa, pero ya que estaba allí ¿qué más daba? -¿Puedo.. sentarme? –pregunté haciendo una seña a su lado. El primer paso estaba echo, si me decía que no saldría de allí en dirección a casa –Gomen, soy Asura –dije haciendo una pequeña reverencia, para luego pasar a mirarle con una sonrisa, esperando para saber cuál era su respuesta.
Jugueteé con la arena que tenía en los pies mientras mis brazos rodeaban mis rodillas, enterrando los pies bajo la arena que, a esas alturas, había perdido toda su calidez y estaba algo más helada. Igualmente los enterré disfrutando de aquella soledad, pero al mismo tiempo de la tranquilidad que se podía respirar en el ambiente. De vez en cuando abría mis ojos para comprobar que la figura que había visto todavía seguida metida en el agua… y, por el momento, así era.
En ese momento me arrepentí de no haberme traído nada para comer a aquel lugar, no sabía cuánto tiempo iba a estar ahí… aunque no mucho ya que poco a poco podía notar el frío que se instalaba en el lugar. La brisa marina no contribuía mucho en ello, tampoco.
Comprobando que aquella figura seguía donde estaba eché mi rostro hacia atrás y me fijé en la luna que había aquella noche. Sentada desde donde estaba podía contemplar con total nitidez las estrellas que había en el firmamento, al igual que la preciosa y gran luna que se posaba majestuosa en lo alto.
El brillo y la luz que emanaba daban un aspecto más nacarado a mí piel, restándole color y haciendo que pareciera mucho más pálido. Cerré los ojos y sonreí ante aquello, recordando las noches que había pasado tumbada a la orilla de la playa, hasta finalmente ver como la luna, en su esplendor, daba paso al sol, iluminando todo con sus particulares matices rosados y violáceos.
Fue entonces cuando abrí los ojos ya que había escuchado un ruido algo más fuerte, fijándome mejor, me di cuenta de que aquella figura misteriosa que había estado en el agua… emergía a la superficie. Gracias a que mis ojos también se habían acostumbrado poco a poco a la oscuridad del lugar me fijé mejor en que la figura que había estado mirando todo el rato… era la de un hombre.
Este había salido del agua y su cuerpo estaba completamente mojado, donde pequeñas gotitas caían por este. Tan sólo llevaba puesto un pantalón y al mirarlo, me di cuenta de que algo más alejado de donde estaba sentada había algo en el suelo de la playa.
Me mordí el labio volviendo mi vista de nuevo al mar para que no se sintiera incómodo ante mi mirada, al mismo tiempo que me preguntaba si me acercaba o directamente me quedaba sentada donde estaba. No sabía cómo podía reaccionar ante mi presencia, o si me respondería bien o, por el contrario, me largaría de allí sin miramiento alguno… no quería perturbarlo tampoco pero… había ido allí buscando algo de paz, igual él también lo había echo por el mismo motivo.
Debatiéndome interiormente sobre si acercarme o no, finalmente mi curiosidad pudo más. ¿Qué podría pasar si me acercaba para hablar con él? Si lo importunaba me marcharía de allí sin pensarlo dos veces, pero sino… quizás estaba desaprovechando la oportunidad de conocer a alguien.
Cuando me quise dar cuenta, una vez convencida, me di cuenta de que me estaba acercando al chico, había cogido las sandalias y me estaba acercando a paso lento hacia él.
Una vez estuve a su lado me fijé mejor en su rostro mientras daba mordiscos a aquella manzana, y me mordí el labio todavía pensando si era o no buena idea.
-Etto… -hice una leve pausa, pero ya que estaba allí ¿qué más daba? -¿Puedo.. sentarme? –pregunté haciendo una seña a su lado. El primer paso estaba echo, si me decía que no saldría de allí en dirección a casa –Gomen, soy Asura –dije haciendo una pequeña reverencia, para luego pasar a mirarle con una sonrisa, esperando para saber cuál era su respuesta.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/11/2015
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Re: Rayos de luna ( Libre)
El sabor dulce de la manzana estalló en su boca, como si durante meses hubiese estado privado del privilegio de tomar una fruta tan sencilla como aquella. Siempre le había gustado el sonido que hacía la piel antes de que sus dientes fracturasen la madura fruta, como el crujido de las hojas al ser pisadas en los meses otoñales. Placeres pequeños como esos llenaban su vida, satisfaciendo sus extraños gustos y necesidades.
La brisa le removía el pelo, acariciando la piel desnuda y aún mojada por las aguas del mar, creando que sus labios temblasen ligeramente como consecuencia del frío. Normalmente podría estar allí sentado, en medio de la nieve y no sentir nada a causa de su concentración en algún hechizo nuevo que tuviese que memorizar, pero hoy era débil, se sentía más humano que nunca. Quizás por eso su mirada tenía esas sombras propias de los hombres que se habían adentrado en el infierno y habían sobrevivido.
Levantó sus ojos hacia la mujer que se había acercado, notando que el acento le era extraño, aunque por sus rasgos podía deducir que era indudablemente asiático. Apostaba por el japonés, aunque lo cierto era que sólo sabía pocas cosas de aquel país, mucho menos de cualquier habitante que hubiera llegado a Francia. Era un erudito de la magia, podría recitar miles de hechizos de distintos países o en varios idiomas, pero sus conocimientos geográficos u históricos estaban limitados por su educación. Al fin y al cabo, sólo había aprendido aquello que le había interesado, por su cuenta. Habían pocos brujos en Francia, si a ello le sumabas el que fueran japoneses, podría enumerarlos con los dedos de sus manos. Así que por primera vez, ignoraba algo, o más bien, a alguien.
- Adelante - Le dijo con suavidad, mientras observaba sus ojos negros, de la misma tonalidad que el carbón. Parecía dos pozos de oscuridad absoluta, como el mismo abismo al que él se había entregado la noche anterior. Tragó con nerviosismo al recordar lo que había hecho y apartó la mirada, dándole otro mordisco a la manzana para obligarse a no hacer o decir nada estúpido.
- No deberías estar sola en la playa Asura. - Susurró mientras se negaba a separar su mirada azulada de la marea, intentando que no viese en sus ojos la advertencia en sus palabras. La única vía de escape que podría tener de su maldad, de esa oscuridad que parecía tener, con la que manchaba todo lo que tocaba. - Cosas malas ocurren en la noche y tú estás sola.
La brisa le removía el pelo, acariciando la piel desnuda y aún mojada por las aguas del mar, creando que sus labios temblasen ligeramente como consecuencia del frío. Normalmente podría estar allí sentado, en medio de la nieve y no sentir nada a causa de su concentración en algún hechizo nuevo que tuviese que memorizar, pero hoy era débil, se sentía más humano que nunca. Quizás por eso su mirada tenía esas sombras propias de los hombres que se habían adentrado en el infierno y habían sobrevivido.
Levantó sus ojos hacia la mujer que se había acercado, notando que el acento le era extraño, aunque por sus rasgos podía deducir que era indudablemente asiático. Apostaba por el japonés, aunque lo cierto era que sólo sabía pocas cosas de aquel país, mucho menos de cualquier habitante que hubiera llegado a Francia. Era un erudito de la magia, podría recitar miles de hechizos de distintos países o en varios idiomas, pero sus conocimientos geográficos u históricos estaban limitados por su educación. Al fin y al cabo, sólo había aprendido aquello que le había interesado, por su cuenta. Habían pocos brujos en Francia, si a ello le sumabas el que fueran japoneses, podría enumerarlos con los dedos de sus manos. Así que por primera vez, ignoraba algo, o más bien, a alguien.
- Adelante - Le dijo con suavidad, mientras observaba sus ojos negros, de la misma tonalidad que el carbón. Parecía dos pozos de oscuridad absoluta, como el mismo abismo al que él se había entregado la noche anterior. Tragó con nerviosismo al recordar lo que había hecho y apartó la mirada, dándole otro mordisco a la manzana para obligarse a no hacer o decir nada estúpido.
- No deberías estar sola en la playa Asura. - Susurró mientras se negaba a separar su mirada azulada de la marea, intentando que no viese en sus ojos la advertencia en sus palabras. La única vía de escape que podría tener de su maldad, de esa oscuridad que parecía tener, con la que manchaba todo lo que tocaba. - Cosas malas ocurren en la noche y tú estás sola.
Vishous- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/10/2013
Re: Rayos de luna ( Libre)
Ahora que lo tenía completamente cerca me pude fijar mejor en sus rasgos. Su pelo, bañado por la luz nacarada de la luna, de un rubio casi dorado tenía reflejos grises dependiendo de donde mirara o cómo moviera su cabeza. Cuando alzó sus ojos hacia los míos me pude dar cuenta que eran de un color verde turquesa, haciendo juego con el mismo color que el de aquel mar que se extendía sobre nuestras vistas.
Sonreí cuando me dijo que podía sentarme y fue cuando sentí más su mirada sobre la mía… mirada que no tardó en posarse sobre el mar. Tomé aquella invitación y recogiendo un pliegue del Yukata me senté a su lado, dejando las sandalias a un lado y jugando con la arena, moviéndola con mis pies haciendo figuras extrañas sin ningún tipo de patrón y enterrando los pies bajo esta.
La suave brisa marina que había en la playa hizo que un pequeño escalofrío recorriera mi cuerpo por entero, haciendo que brotase mis brazos para que estos adquirieran un poco de calor. Me había dejado llevar por mis emociones y recuerdos de una infancia feliz, y no había pensado en coger algo de abrigo. Debía de haber sabido que, en aquella época, haría algo más del habitual frío, ya que si en verano de noche la brisa marina era algo fría… en aquella época estacional mucho más.
Cuando dijo que no debería de estar sola en la playa, mi vista que hasta ahora estaba fija en el mar, pasó a mirarlo a él. Primero de reojo, y luego finalmente giré mi cabeza para contemplarlo de perfil, ya que él seguía con su mirada puesta en el mar.
Aquel comentario hizo que levantara una ceja, ya que no sabía muy bien a lo que se estaba refiriendo. Pensándolo bien, en aquella estación, dudaba de que muchas personas se acercaran a la playa de noche. Solo había que echar un vistazo en rededor para darse cuenta de que en aquella playa solo estábamos los dos… no había nadie más.
-Sé que una dama no debería andar sola de noche –palabras que la señora Ishikawa no dejaba de repetir y decir cada vez que decía que iba a algún lado, sobre todo si era de noche. Me recordaba a mi madre cuando se preocupaba por mí. En parte me enternecía que hiciera aquello por mí… pero por otra parte, era algo que ya me cansaba en demasía. Era una mujer, sí… pero una mujer que sabía defenderse –Creo que estamos solamente nosotros –comenté mientras me encogía de hombros. ¿Qué podía pasar estando solamente ambos en aquella playa?
Lo que sí me dejó aún más perpleja fue su último comentario. No sabía porqué, pero algo en lo que había dicho parecía tener una advertencia velada entre sus palabras. Parecía que él era sabedor de algo que yo completamente desconocía… y me intrigó. Podía notar como mi curiosidad iba en aumento en mi fuero interno, y miles de preguntas acudían a mí mente. ¿Lo diría porque era cuando más crímenes se cometían…? No lo sabía, pero una parte de mí me instigaba a preguntar… mientras que la otra, más cauta, me clamaba que tuviera calma.
-Puedo parecer débil, señor… -dije para saber cómo se llamaba. Ya que yo me había presentado pero todavía no me había dicho su nombre- Pero sé defenderme y luchar –no por nada mi padre me había enseñado a manejar una Katana, y a defenderme con artes marciales… le costó tomar aquella decisión ya que solamente entrenó a mis hermanos, pero al final cedió ante mis insistencias. Me lo quedé observando más detenidamente, para ver si algo en su actitud o en su mirada me decían algo que sus palabras no me habían dicho… pero su mirada se mantenía fija en el mar- Sé manejar una Katana, y sé artes marciales… ¿cree aún que corro peligro?
FDR: Qué ingenua que es xDDD. No sabe nada sobre seres sobrenaturales
Sonreí cuando me dijo que podía sentarme y fue cuando sentí más su mirada sobre la mía… mirada que no tardó en posarse sobre el mar. Tomé aquella invitación y recogiendo un pliegue del Yukata me senté a su lado, dejando las sandalias a un lado y jugando con la arena, moviéndola con mis pies haciendo figuras extrañas sin ningún tipo de patrón y enterrando los pies bajo esta.
La suave brisa marina que había en la playa hizo que un pequeño escalofrío recorriera mi cuerpo por entero, haciendo que brotase mis brazos para que estos adquirieran un poco de calor. Me había dejado llevar por mis emociones y recuerdos de una infancia feliz, y no había pensado en coger algo de abrigo. Debía de haber sabido que, en aquella época, haría algo más del habitual frío, ya que si en verano de noche la brisa marina era algo fría… en aquella época estacional mucho más.
Cuando dijo que no debería de estar sola en la playa, mi vista que hasta ahora estaba fija en el mar, pasó a mirarlo a él. Primero de reojo, y luego finalmente giré mi cabeza para contemplarlo de perfil, ya que él seguía con su mirada puesta en el mar.
Aquel comentario hizo que levantara una ceja, ya que no sabía muy bien a lo que se estaba refiriendo. Pensándolo bien, en aquella estación, dudaba de que muchas personas se acercaran a la playa de noche. Solo había que echar un vistazo en rededor para darse cuenta de que en aquella playa solo estábamos los dos… no había nadie más.
-Sé que una dama no debería andar sola de noche –palabras que la señora Ishikawa no dejaba de repetir y decir cada vez que decía que iba a algún lado, sobre todo si era de noche. Me recordaba a mi madre cuando se preocupaba por mí. En parte me enternecía que hiciera aquello por mí… pero por otra parte, era algo que ya me cansaba en demasía. Era una mujer, sí… pero una mujer que sabía defenderse –Creo que estamos solamente nosotros –comenté mientras me encogía de hombros. ¿Qué podía pasar estando solamente ambos en aquella playa?
Lo que sí me dejó aún más perpleja fue su último comentario. No sabía porqué, pero algo en lo que había dicho parecía tener una advertencia velada entre sus palabras. Parecía que él era sabedor de algo que yo completamente desconocía… y me intrigó. Podía notar como mi curiosidad iba en aumento en mi fuero interno, y miles de preguntas acudían a mí mente. ¿Lo diría porque era cuando más crímenes se cometían…? No lo sabía, pero una parte de mí me instigaba a preguntar… mientras que la otra, más cauta, me clamaba que tuviera calma.
-Puedo parecer débil, señor… -dije para saber cómo se llamaba. Ya que yo me había presentado pero todavía no me había dicho su nombre- Pero sé defenderme y luchar –no por nada mi padre me había enseñado a manejar una Katana, y a defenderme con artes marciales… le costó tomar aquella decisión ya que solamente entrenó a mis hermanos, pero al final cedió ante mis insistencias. Me lo quedé observando más detenidamente, para ver si algo en su actitud o en su mirada me decían algo que sus palabras no me habían dicho… pero su mirada se mantenía fija en el mar- Sé manejar una Katana, y sé artes marciales… ¿cree aún que corro peligro?
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Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Rayos de luna ( Libre)
Giró la manzana entre sus dedos, haciéndola bailar ante sus ojos mientras la mordedura, que le había brindado momentos antes, se asemejaba a una suave excavación sobre la piel madura de la fruta. Recordar el crujiente sonido de la cáscara estallando en su boca, dejando el dulce sabor navegando por sus papilas gustativas, le hacía sentir más tranquilo. Como si su insaciable sed de conocimientos, unido a su inquieto carácter, pudiera obtener un poco de agua que le calmase aquel escozor llamado vacío.
- Precisamente por eso, dama Asura. - Respondió poniendo énfasis en la palabra dama, como si aquello fuera una burla velada hacia la perorata que ella le había lanzado acerca de tener la necesidad de acompañante diurno. En realidad, una joven de alta clase como ella, pues sólo aquellas mujeres protegidas con demasiado dinero podían permitirse tal grado de estupidez e inocencia, necesitaban siempre una compañía femenina. A ser posible vieja, amargada y con odio a los hombres. Nada mejor que una anciana solterona para evitar posibles escarceos románticos o cualquier desavenencia en lo referente a la honra.
Era curioso ver que protegiesen con tanto esmero su primera vez, para alguien al que probablemente no amarían, sólo para después darse a aventuras extramatrimoniales, aventuras con calaveras y libertinos o una viudez alegre.
- No debe estar sola conmigo, por si no se ha dado cuenta, soy un hombre y no estoy completamente vestido.- Enumeró las cosas que habrían hecho a cualquier mujer pudorosa o prudente, alejarse de él rápidamente, sin descartar el recibir la típica bofetada de malcriadez que normalmente todo varón suele recibir como señal de que ha traspasado de manera infame cualquier barrera o línea del decoro. Lo cual era divertido, ya que él ignoraba tales cosas, nunca había forzado a ninguna mujer a estar a su lado, ni solía realizar ningún avance que le generase "complicaciones" futuras. Simplemente quería seguir solo.
- Una Katana...- Aquello lo hizo reír con suavidad antes de mirarla a los ojos con una expresión realmente burlona, sin contener lo más mínimo su estado de ánimo. Pues aquello, el imaginarla con una espada por lo general masculina, gritando y lanzando patadas, le era más adorable que temerario. Como si un gato le hubiera dicho que podía morder como un tigre.
- Por supuesto, eso lo arregla todo. - La señaló con la manzana, como si con ello pusiera más énfasis a sus palabras. - Pero ahora no tienes una katana contigo, ¿ O vas a decirme que debajo de ése camisón tienes un arma afilada ?.
- Precisamente por eso, dama Asura. - Respondió poniendo énfasis en la palabra dama, como si aquello fuera una burla velada hacia la perorata que ella le había lanzado acerca de tener la necesidad de acompañante diurno. En realidad, una joven de alta clase como ella, pues sólo aquellas mujeres protegidas con demasiado dinero podían permitirse tal grado de estupidez e inocencia, necesitaban siempre una compañía femenina. A ser posible vieja, amargada y con odio a los hombres. Nada mejor que una anciana solterona para evitar posibles escarceos románticos o cualquier desavenencia en lo referente a la honra.
Era curioso ver que protegiesen con tanto esmero su primera vez, para alguien al que probablemente no amarían, sólo para después darse a aventuras extramatrimoniales, aventuras con calaveras y libertinos o una viudez alegre.
- No debe estar sola conmigo, por si no se ha dado cuenta, soy un hombre y no estoy completamente vestido.- Enumeró las cosas que habrían hecho a cualquier mujer pudorosa o prudente, alejarse de él rápidamente, sin descartar el recibir la típica bofetada de malcriadez que normalmente todo varón suele recibir como señal de que ha traspasado de manera infame cualquier barrera o línea del decoro. Lo cual era divertido, ya que él ignoraba tales cosas, nunca había forzado a ninguna mujer a estar a su lado, ni solía realizar ningún avance que le generase "complicaciones" futuras. Simplemente quería seguir solo.
- Una Katana...- Aquello lo hizo reír con suavidad antes de mirarla a los ojos con una expresión realmente burlona, sin contener lo más mínimo su estado de ánimo. Pues aquello, el imaginarla con una espada por lo general masculina, gritando y lanzando patadas, le era más adorable que temerario. Como si un gato le hubiera dicho que podía morder como un tigre.
- Por supuesto, eso lo arregla todo. - La señaló con la manzana, como si con ello pusiera más énfasis a sus palabras. - Pero ahora no tienes una katana contigo, ¿ O vas a decirme que debajo de ése camisón tienes un arma afilada ?.
Vishous- Hechicero Clase Media
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Re: Rayos de luna ( Libre)
Las palabas de aquel joven no hacían más que incrementar en cierta medida toda la curiosidad que sentía. Si bien era cierto que una mujer no debería de salir sola de noche, que en cierta forma, pareciera burlarse de aquella forma… hacía que lo mirara entrecerrando los ojos. No me asustaba, ni me producía miedo… por descontado, la valentía era algo que siempre llevaba innata en mí, por eso me había atrevido a salir de noche cuando, quizás, ninguna otra mujer se habría atrevido a hacerlo. En mí mente la parte más cauta me pedía que fuera despacio, y que llevara cuidado. La parte más curiosa en mí me instaba a indagar mucho más en aquellas palabras, como si me hubiese querido decir algo pero, al mismo tiempo, sin decir nada.
Sus siguientes palabras dejaron en claro lo que ya estaba pensando. Claro, para una mujer de alta clase como lo era yo era impensable que estuviera con un hombre medio desnudo, como había dicho él, en una playa solitaria. A la luz de la luna. Ese tipo de situaciones solo harían agravar mi estatus social y podría ser considerara de… bueno, el término que aplicaran para ese tipo de situaciones. Pero en vez de sentirme mal por aquellas palabras, lo único que provocaron fue que sonriera de lado, divertida con aquello.
-Intuyo que para cualquier otra mujer de mi índole pueda resultarle ofensivas sus palabras, señor. Sin embargo, poco puede importarme lo que puedan opinar de mí los demás. Yo sé muy bien quién soy y lo que hago en todo momento. No tengo a nadie aquí en París que me ate a… tener ciertos comportamientos que se esperaría de una dama como yo. Pero debo de decirle algo; no soy como el resto de las damas de mí clase. ¿Piensa que debería de ser, indecoroso, que esté aquí con usted… casi sin ropa? –Hice una pequeña pausa- Si le preocupa que puedan pensar eso no tiene más que decirlo, y seguiré mí camino. No he venido con ninguna otra intención que… encontrar un poco de paz y sentir añoranza por los que están lejos de mí.
Miré durante unos segundos el mar, recordándome cuando paseaba por la playa con mi familia. Mi mente vagó por recuerdos mientras escuchaba el sonido de las olas del mar, y la brisa marina me transportaba a otro lugar. Volví de nuevo a aquella playa ante sus siguientes palabras.
-Sí, sé defenderme por mí misa, no necesito que nadie venga a rescatarme cual damisela en apuros. –era algo que había querido aprender desde que era pequeña y veía como mis hermanos recibían entrenamiento, mientras yo era simplemente relegada a estudiar. Enarqué una ceja ante sus últimas palabras que, lejos de enfurecerme, hicieron que comenzara a reírme por tal atrevimiento por su parte. No era tal como un camisón, pero se lo pasaría por alto porque dudaba seriamente de que supiera realmente lo que era. A sus ojos, y a los demás parisinos, parecería un camisón. –Creo que es evidente que no llevo una Katana, ni ningún arma afilada, bajo este… camisón –repetí la palabra sin poder evitar reírme por ello- Pero, como le he dicho, no solamente se utilizar una Katana. De donde provengo también hay estilos de lucha sin ningún tipo de arma, y créame, puedo derribar a cualquier hombre que intente algo contra mí. No preciso de ningún arma para defenderme, se podría decir que yo misma soy un arma. ¿O tiene alguna duda más al respecto?
Sus siguientes palabras dejaron en claro lo que ya estaba pensando. Claro, para una mujer de alta clase como lo era yo era impensable que estuviera con un hombre medio desnudo, como había dicho él, en una playa solitaria. A la luz de la luna. Ese tipo de situaciones solo harían agravar mi estatus social y podría ser considerara de… bueno, el término que aplicaran para ese tipo de situaciones. Pero en vez de sentirme mal por aquellas palabras, lo único que provocaron fue que sonriera de lado, divertida con aquello.
-Intuyo que para cualquier otra mujer de mi índole pueda resultarle ofensivas sus palabras, señor. Sin embargo, poco puede importarme lo que puedan opinar de mí los demás. Yo sé muy bien quién soy y lo que hago en todo momento. No tengo a nadie aquí en París que me ate a… tener ciertos comportamientos que se esperaría de una dama como yo. Pero debo de decirle algo; no soy como el resto de las damas de mí clase. ¿Piensa que debería de ser, indecoroso, que esté aquí con usted… casi sin ropa? –Hice una pequeña pausa- Si le preocupa que puedan pensar eso no tiene más que decirlo, y seguiré mí camino. No he venido con ninguna otra intención que… encontrar un poco de paz y sentir añoranza por los que están lejos de mí.
Miré durante unos segundos el mar, recordándome cuando paseaba por la playa con mi familia. Mi mente vagó por recuerdos mientras escuchaba el sonido de las olas del mar, y la brisa marina me transportaba a otro lugar. Volví de nuevo a aquella playa ante sus siguientes palabras.
-Sí, sé defenderme por mí misa, no necesito que nadie venga a rescatarme cual damisela en apuros. –era algo que había querido aprender desde que era pequeña y veía como mis hermanos recibían entrenamiento, mientras yo era simplemente relegada a estudiar. Enarqué una ceja ante sus últimas palabras que, lejos de enfurecerme, hicieron que comenzara a reírme por tal atrevimiento por su parte. No era tal como un camisón, pero se lo pasaría por alto porque dudaba seriamente de que supiera realmente lo que era. A sus ojos, y a los demás parisinos, parecería un camisón. –Creo que es evidente que no llevo una Katana, ni ningún arma afilada, bajo este… camisón –repetí la palabra sin poder evitar reírme por ello- Pero, como le he dicho, no solamente se utilizar una Katana. De donde provengo también hay estilos de lucha sin ningún tipo de arma, y créame, puedo derribar a cualquier hombre que intente algo contra mí. No preciso de ningún arma para defenderme, se podría decir que yo misma soy un arma. ¿O tiene alguna duda más al respecto?
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Rayos de luna ( Libre)
La risa de aquella mujer le hizo mantener su mirada fijamente sobre aquel rostro ovalado. Sus ojos negros brillaban cuando emitía aquel agradable sonido, como si no tuviera nada en su interior roto que le impidiera hacerla brillar por completo. Era un espectáculo realmente maravilloso, a la par que espeluznante. Él no conocía personas que no estuvieran rotas o manchadas, motivo más que suficiente para que la animase a alejarse antes de que fuera tarde. No la quería cerca de él, mucho menos de sus almas.
Debía haber algo en el agua de parís, definitivamente debía estar contaminando las mentes de las mujeres, o quizás solo tenía la suerte de encontrarse a todas aquellas que habían decidido no ser lo que la sociedad pedía de ellas. Una era una bruja insoportable, y no precisamente porque llevara magia como tal entre sus venas, sino por su horrible personalidad. Otra sí que era una bruja, pero tan fría e indomable como él, motivo por el que le agradaba lo suficiente como para no contarla con la primera. Pero ya el caso de Asura era preocupante, una mujer no debía ir sola a una playa, hablar con un hombre maldito sin camisa y sonreírle de aquella forma. ¿ Es que tenía que cargar con más horribles actos sobre su conciencia ?.
- La opinión de los demás no es precisamente lo que me preocupa, vivo tal y como quiero. - Frunció el ceño al darse cuenta de que solo estaba empeorando la idea que podría llegar a tener aquella mujer sobre su " opinión de actuar sin importarle lo que opinasen de ella ". Por amor a todas las artes oscuras, incluso le había dicho que no contaba con nadie que vigilase sus movimientos.
Su frustración hizo que se pasara una de sus manos por el cabello oscuro, peinándolo con nerviosismo para intentar no lanzar un gruñido. ¿ Qué ocurría con la inocencia de aquella mujer ?
- Intenta no decir detalles personales a los desconocidos, ¿Es que nunca te han enseñado a protegerte de los demás?. - Hizo un puchero con sus labios, que pretendía ser un fruncimiento de los mismos, más con un rostro como el suyo, parecía más una mueca adorable, que una terca. - Seguro que no te dieron unos buenos azotes por hablar en demasía.
Y lo decía enserio, parecía haber sido protegida de todo, incluso de la misma luz del sol. Aquella piel demasiado pálida, solo hablaba de numerosas horas bajo la seguridad de las paredes del hogar. Debían quererla demasiado si era cierto que la habían enseñado a luchar, al fin y al cabo, nadie enseñaba a sus hijas nada que no fuera provechoso para conseguirles un buen matrimonio.
Partió un trozo de su manzana que aún no había sido mordida, usando la fuerza de sus manos para ello ya que no contaba con nada más y se lo ofreció, dándole una mirada firme que indicaba que era un hombre acostumbrado a que se hiciera todo tal y como él decía.
- Come, puedes pensar en silencio por aquellos que quieras, pero después te marcharás. - Su seriedad lo decía todo. Si lo necesitaba, se iría él y la dejaría allí sola. Para ella, lo más peligroso que podría encontrar, era precisamente él.
Debía haber algo en el agua de parís, definitivamente debía estar contaminando las mentes de las mujeres, o quizás solo tenía la suerte de encontrarse a todas aquellas que habían decidido no ser lo que la sociedad pedía de ellas. Una era una bruja insoportable, y no precisamente porque llevara magia como tal entre sus venas, sino por su horrible personalidad. Otra sí que era una bruja, pero tan fría e indomable como él, motivo por el que le agradaba lo suficiente como para no contarla con la primera. Pero ya el caso de Asura era preocupante, una mujer no debía ir sola a una playa, hablar con un hombre maldito sin camisa y sonreírle de aquella forma. ¿ Es que tenía que cargar con más horribles actos sobre su conciencia ?.
- La opinión de los demás no es precisamente lo que me preocupa, vivo tal y como quiero. - Frunció el ceño al darse cuenta de que solo estaba empeorando la idea que podría llegar a tener aquella mujer sobre su " opinión de actuar sin importarle lo que opinasen de ella ". Por amor a todas las artes oscuras, incluso le había dicho que no contaba con nadie que vigilase sus movimientos.
Su frustración hizo que se pasara una de sus manos por el cabello oscuro, peinándolo con nerviosismo para intentar no lanzar un gruñido. ¿ Qué ocurría con la inocencia de aquella mujer ?
- Intenta no decir detalles personales a los desconocidos, ¿Es que nunca te han enseñado a protegerte de los demás?. - Hizo un puchero con sus labios, que pretendía ser un fruncimiento de los mismos, más con un rostro como el suyo, parecía más una mueca adorable, que una terca. - Seguro que no te dieron unos buenos azotes por hablar en demasía.
Y lo decía enserio, parecía haber sido protegida de todo, incluso de la misma luz del sol. Aquella piel demasiado pálida, solo hablaba de numerosas horas bajo la seguridad de las paredes del hogar. Debían quererla demasiado si era cierto que la habían enseñado a luchar, al fin y al cabo, nadie enseñaba a sus hijas nada que no fuera provechoso para conseguirles un buen matrimonio.
Partió un trozo de su manzana que aún no había sido mordida, usando la fuerza de sus manos para ello ya que no contaba con nada más y se lo ofreció, dándole una mirada firme que indicaba que era un hombre acostumbrado a que se hiciera todo tal y como él decía.
- Come, puedes pensar en silencio por aquellos que quieras, pero después te marcharás. - Su seriedad lo decía todo. Si lo necesitaba, se iría él y la dejaría allí sola. Para ella, lo más peligroso que podría encontrar, era precisamente él.
Vishous- Hechicero Clase Media
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Re: Rayos de luna ( Libre)
Aquel hombre cuanto más hablaba y decía más curiosidad e intriga me causaba, sin duda alguna. Su mirada puesta en la mía me hacía querer entender que había algo oculto en él que debía de tener y tomar en cuenta, pero lo veía un hombre tan normal que aquello escaba un poco de mí control. Seguía ahí tumbado tal cual había echo nada más salir del agua y aunque yo me había acercado él ni se había inmutado en mí acercamiento, ni se había levantado, ni se había presentado… ni, nada.
Seguía en aquella posición tan tranquila y relajada mientras mordía aquella manzana con sus dientes, despreocupado, como si yo no estuviera realmente ahí mismo y siguiera él solo en la playa. Realmente, estábamos solos en la playa. No había nadie más y quizás si era algo peligroso estar a solas con él pero, si hubiera querido hacer algo, lo habría echo ya seguramente.
-Es una suerte que vivas como quieras, pienso que toda las personas del mundo deberían de vivir bajos sus convicciones y determinaciones, no por las imposiciones que el resto de las personas puedan ejercer sobre ellos –como, por ejemplo, me había pasado a mí. Toda la vida viviendo bajo lo que mis padres querían para mi privándome de ciertas cosas hasta que, finalmente, los había echo entrar en razón- Yo también vivo como quiero… bueno, más bien, ahora. De lo contrario seguramente aún seguiría viviendo en Japón –lo más seguro era que sí.
Lo miré con una ceja alzada mientras lo veía peinarse el cabello que todavía seguía húmedo por el baño que se había dado cuando yo había llegado, encontrándolo en el agua, y lo miré de forma más fija. Abrí un poco la boca para decirle algo pero me quedé callada ante lo de los azotes… ¿Quién educaría a sus hijos a base de azotes? ¿Quizás, a él?
-Creo que me han enseñado perfectamente a protegerme de los demás, como te he dicho, yo misma soy un arma que no dudaré en utilizar si veo que estoy en peligro. No preciso de una Katana o de cualquier otra arma para defenderme, puedo dejarte noqueado y bloqueado sin apenas esfuerzo alguno. No tengo por costumbre medir mis palabras, la verdad. –aunque en ese aspecto, quizás tuviera algo de razón porque… ¿qué era lo que sabía de él exactamente? Nada, ni siquiera sabía su nombre- Nunca me han dado un azote en mí vida y nunca me van a dar uno, la educación que me han enseñado y sus castigos no tenían nada que ver con azotes. Luego cuando era más mayor crecí con golpes sí, mientras me enseñaban a protegerme… pero era algo necesario si quería aprender. Quizás, ¿es que a ti sí te educaron con azotes? Si es así, lo siente mucho –no podía tener mi boca cerrada, no sabía por qué, pero pensaba que aquello llevaba un doble transfondo del que no estaba muy convencida del todo. Lo vi partir la manzana y me la tendió, la cogí y miré hacia el mar para luego escuchar sus palabras y fruncir el ceño- No pienso marcharme, la playa es un lugar público donde todo aquel que quiera pueda ir, no es de tú propia y no pienso marcharme, te guste más o te guste menos. No me gusta que la gente me imponga lo que debo hacer y no vas a ser el primero –el desafío estaba implícito en mís palabras y en mí mirada, me giré para mirar al mar pasando de sus palabras y di un mordisco a la manzana- Gracias, por cierto.
Seguía en aquella posición tan tranquila y relajada mientras mordía aquella manzana con sus dientes, despreocupado, como si yo no estuviera realmente ahí mismo y siguiera él solo en la playa. Realmente, estábamos solos en la playa. No había nadie más y quizás si era algo peligroso estar a solas con él pero, si hubiera querido hacer algo, lo habría echo ya seguramente.
-Es una suerte que vivas como quieras, pienso que toda las personas del mundo deberían de vivir bajos sus convicciones y determinaciones, no por las imposiciones que el resto de las personas puedan ejercer sobre ellos –como, por ejemplo, me había pasado a mí. Toda la vida viviendo bajo lo que mis padres querían para mi privándome de ciertas cosas hasta que, finalmente, los había echo entrar en razón- Yo también vivo como quiero… bueno, más bien, ahora. De lo contrario seguramente aún seguiría viviendo en Japón –lo más seguro era que sí.
Lo miré con una ceja alzada mientras lo veía peinarse el cabello que todavía seguía húmedo por el baño que se había dado cuando yo había llegado, encontrándolo en el agua, y lo miré de forma más fija. Abrí un poco la boca para decirle algo pero me quedé callada ante lo de los azotes… ¿Quién educaría a sus hijos a base de azotes? ¿Quizás, a él?
-Creo que me han enseñado perfectamente a protegerme de los demás, como te he dicho, yo misma soy un arma que no dudaré en utilizar si veo que estoy en peligro. No preciso de una Katana o de cualquier otra arma para defenderme, puedo dejarte noqueado y bloqueado sin apenas esfuerzo alguno. No tengo por costumbre medir mis palabras, la verdad. –aunque en ese aspecto, quizás tuviera algo de razón porque… ¿qué era lo que sabía de él exactamente? Nada, ni siquiera sabía su nombre- Nunca me han dado un azote en mí vida y nunca me van a dar uno, la educación que me han enseñado y sus castigos no tenían nada que ver con azotes. Luego cuando era más mayor crecí con golpes sí, mientras me enseñaban a protegerme… pero era algo necesario si quería aprender. Quizás, ¿es que a ti sí te educaron con azotes? Si es así, lo siente mucho –no podía tener mi boca cerrada, no sabía por qué, pero pensaba que aquello llevaba un doble transfondo del que no estaba muy convencida del todo. Lo vi partir la manzana y me la tendió, la cogí y miré hacia el mar para luego escuchar sus palabras y fruncir el ceño- No pienso marcharme, la playa es un lugar público donde todo aquel que quiera pueda ir, no es de tú propia y no pienso marcharme, te guste más o te guste menos. No me gusta que la gente me imponga lo que debo hacer y no vas a ser el primero –el desafío estaba implícito en mís palabras y en mí mirada, me giré para mirar al mar pasando de sus palabras y di un mordisco a la manzana- Gracias, por cierto.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Rayos de luna ( Libre)
La escuchó en silencio, mientras intentaba no decirle completamente lo que pensaba, ya que sabía que sólo terminaría escuchando más cosas sobre lo liberal que era y la facilidad que tenía para golpear a los hombres. Cosa que empezxaba que fuera cierta, ya que con aquella rapidez con la que parecía confiar en los extraños, le parecía extraño que aún no hubiera tenido un percance. Era frustrance considerar que había encontrado a alguien aún más orgulloso y cabezón que él en algunos aspectos.
- Pues quizás debería considerar el arte del silencio. Al menos con los desconocidos. - Ocultó su sonrisa mirando hacia otro lado, para que no se diera cuenta de que estaba comenzando a bromear con ella. Lo último que quería era que se relajase a su lado y lo considerase su amigo. Era peligroso para ambos.
Aún estaba sensible anímicamente por lo que había hecho la noche anterior, no quería tener más cosas en las que pensar. Bastante le costaba ya el conciliar el sueño con la infancia que había tenido, así que sólo se encogió de hombros ante el comentario de aquella mujer sobre si le habían golpeado.
- Me crié solo, junto a mi hermano. Así que todo lo que sé, lo aprendí por mi cuenta.- No iba a especificar que cuando decía "solo, junto a su hermano", quería decir, literalmente, solo con 3 años, en medio del bosque. Con hambre, suciedad y sin una casa donde vivir. Nada, salvo él y las almas de su interior. Aunque ya nada quedaba de su hermano, salvo sus almas en el interior del cuerpo. Lo cual le hacía aún más difícil el mantener el control de las mismas.
- Escucha bien, mujer, estoy tratando de decirte que te alejes de mí.- Frunció los labios antes de levantarse y sacudirse los pantalones para evitar el sacudirla para poder hacerla entrar en razón. Esto no se debía a que él fuera un hombre, sino a que había asesinado y probablemente volviera a hacerlo. Incluso aunque sus almas no tuvieran el control de su cuerpo, lo haría. Arrebataría una vida si tenía que elegir entre la suya y la de alguien más.
- No ocurren cosas buenas a los que insisten obstinadamente en permanecer a mi lado. - Se cruzó de brazos y la fulminó con la mirada.- Estoy maldito. Así que termina la manzana y vete.
- Pues quizás debería considerar el arte del silencio. Al menos con los desconocidos. - Ocultó su sonrisa mirando hacia otro lado, para que no se diera cuenta de que estaba comenzando a bromear con ella. Lo último que quería era que se relajase a su lado y lo considerase su amigo. Era peligroso para ambos.
Aún estaba sensible anímicamente por lo que había hecho la noche anterior, no quería tener más cosas en las que pensar. Bastante le costaba ya el conciliar el sueño con la infancia que había tenido, así que sólo se encogió de hombros ante el comentario de aquella mujer sobre si le habían golpeado.
- Me crié solo, junto a mi hermano. Así que todo lo que sé, lo aprendí por mi cuenta.- No iba a especificar que cuando decía "solo, junto a su hermano", quería decir, literalmente, solo con 3 años, en medio del bosque. Con hambre, suciedad y sin una casa donde vivir. Nada, salvo él y las almas de su interior. Aunque ya nada quedaba de su hermano, salvo sus almas en el interior del cuerpo. Lo cual le hacía aún más difícil el mantener el control de las mismas.
- Escucha bien, mujer, estoy tratando de decirte que te alejes de mí.- Frunció los labios antes de levantarse y sacudirse los pantalones para evitar el sacudirla para poder hacerla entrar en razón. Esto no se debía a que él fuera un hombre, sino a que había asesinado y probablemente volviera a hacerlo. Incluso aunque sus almas no tuvieran el control de su cuerpo, lo haría. Arrebataría una vida si tenía que elegir entre la suya y la de alguien más.
- No ocurren cosas buenas a los que insisten obstinadamente en permanecer a mi lado. - Se cruzó de brazos y la fulminó con la mirada.- Estoy maldito. Así que termina la manzana y vete.
Vishous- Hechicero Clase Media
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Re: Rayos de luna ( Libre)
Seguía sentada a una distancia prudente de donde lo estaba él, dando de vez en cuando un mordisco a la manzana que él mismo me había ofrecido mientras seguía observando el mar, perdida en mis pensamientos y en mis recuerdos. Por un breve instante, incluso me olvidé de que estaba junto a alguien más en la playa, absorta en mis pensamientos, y di un pequeño brinco cuando escuché su voz de nuevo. Lo miré ladeando mí cabeza, observándole de forma algo más fija.
-Aunque no te lo pueda parecer, soy una persona muy tímida, y no suelo hablar demasiado. Ni siquiera sé por qué me he acercado a ti… no es algo que suela hacer normalmente –observé cómo giraba su rostro hacia un lado y suspiré volviendo mí vista al mar. Había ido allí en busca de recuerdos, no con la intención de encontrarme a nadie mucho menos a esas horas, pero tampoco me desagradaba la compañía. Seguramente si la señora Haruka se levantase y observara que no estaba en la cama, durmiendo, como debería de estar… pondría el grito en el cielo y me llevaría una reprimenda por su parte cuando volviera. Me daría un sermón sobre que no estaba bien que una mujer saliera de noche, sola, aunque fuera a una playa. Esas cosas no estaban bien vistas, pero realmente, es que no había podido evitarlo.
Lo miré de reojo cuando dijo aquellas palabras pero… no comenté nada. No supe que decir y tampoco sabía lo que había pasado. Me apenaba escuchar aquello, pero tampoco iba a preguntarle mucho más, porque seguramente no me lo iba a contar, y sería todo un descaro por mí parte preguntarle tales cosas cuando hacía tan sólo unos minutos que nos acabábamos de conocer. Di otro mordisco a la manzana y lo miré girando mi rostro cuando se levantó y pronunció aquellas palabras, cruzando sus brazos por el pecho. Me quedé callada durante unos segundos, dando otro bocado, y lo miré.
-¿Por qué dices eso? ¿Acaso es que eres una mala persona? Mira, solamente quiero quedarme aquí un rato, estés tú o no, estés lejos o cerca, mientras me hundo en mis recuerdos y en mis pensamientos. Como te he dicho, la playa es un lugar público en donde puede estar todo el mundo. Por lo que no, no pienso marcharme –sus siguientes palabras hicieron que lo mirara de nuevo, me levantara, y lo observara de forma más fija- ¿Maldito, dices, qué locura es esa? No pienso marcharme –fruncí el ceño mientras lo observaba de forma fija- No me he escapado de mí casa sabiendo que puedo ganarme una reprimenda por ello para que ahora, por que tú lo digas, me tenga que marchar. Yo solo he venido aquí a estar un rato a solas con mis pensamientos, no para querer importunar a nadie como parece que estoy haciendo. Pero –hice una leve pausa, y lo fulminé con la mirada como estaba haciendo él, no dejándome amedrentar por ello- Si tan peligroso dices que eres, ¿por qué no te vas tú? Es que acaso, ¿eres un asesino para que me tenga que marchar? –lo recorrí con la mirada- No tienes pinta de uno, así que, si es un farol… lo siento, no te creo –no iba a largarme de aquel lugar sin tener unas razones sólidas y válidas, mucho menos, por aquel disparate.
-Aunque no te lo pueda parecer, soy una persona muy tímida, y no suelo hablar demasiado. Ni siquiera sé por qué me he acercado a ti… no es algo que suela hacer normalmente –observé cómo giraba su rostro hacia un lado y suspiré volviendo mí vista al mar. Había ido allí en busca de recuerdos, no con la intención de encontrarme a nadie mucho menos a esas horas, pero tampoco me desagradaba la compañía. Seguramente si la señora Haruka se levantase y observara que no estaba en la cama, durmiendo, como debería de estar… pondría el grito en el cielo y me llevaría una reprimenda por su parte cuando volviera. Me daría un sermón sobre que no estaba bien que una mujer saliera de noche, sola, aunque fuera a una playa. Esas cosas no estaban bien vistas, pero realmente, es que no había podido evitarlo.
Lo miré de reojo cuando dijo aquellas palabras pero… no comenté nada. No supe que decir y tampoco sabía lo que había pasado. Me apenaba escuchar aquello, pero tampoco iba a preguntarle mucho más, porque seguramente no me lo iba a contar, y sería todo un descaro por mí parte preguntarle tales cosas cuando hacía tan sólo unos minutos que nos acabábamos de conocer. Di otro mordisco a la manzana y lo miré girando mi rostro cuando se levantó y pronunció aquellas palabras, cruzando sus brazos por el pecho. Me quedé callada durante unos segundos, dando otro bocado, y lo miré.
-¿Por qué dices eso? ¿Acaso es que eres una mala persona? Mira, solamente quiero quedarme aquí un rato, estés tú o no, estés lejos o cerca, mientras me hundo en mis recuerdos y en mis pensamientos. Como te he dicho, la playa es un lugar público en donde puede estar todo el mundo. Por lo que no, no pienso marcharme –sus siguientes palabras hicieron que lo mirara de nuevo, me levantara, y lo observara de forma más fija- ¿Maldito, dices, qué locura es esa? No pienso marcharme –fruncí el ceño mientras lo observaba de forma fija- No me he escapado de mí casa sabiendo que puedo ganarme una reprimenda por ello para que ahora, por que tú lo digas, me tenga que marchar. Yo solo he venido aquí a estar un rato a solas con mis pensamientos, no para querer importunar a nadie como parece que estoy haciendo. Pero –hice una leve pausa, y lo fulminé con la mirada como estaba haciendo él, no dejándome amedrentar por ello- Si tan peligroso dices que eres, ¿por qué no te vas tú? Es que acaso, ¿eres un asesino para que me tenga que marchar? –lo recorrí con la mirada- No tienes pinta de uno, así que, si es un farol… lo siento, no te creo –no iba a largarme de aquel lugar sin tener unas razones sólidas y válidas, mucho menos, por aquel disparate.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/11/2015
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Re: Rayos de luna ( Libre)
Apretó la boca con tanta fuerza que podía verse la línea dura de su mandíbula debajo de sus mejillas, era evidente que estaba destrozando sus dientes mientras pensaba en no arremeter contra ella por su insolencia. Era alguien tan cabezota como él, lo cual ya era mucho decir. Debía admitir que la muchacha tenía valor, no todos solían quedarse cuando alguien le advertía que no era bueno permanecer a su lado, pero ella seguía allí.
El cabello oscuro de la mujer brillaba con intensidad, como si fuera una estela que llevase sobre aquellos ojos de terciopelo negro. Era como un ángel mortecino por la increíble palidez de su piel, casi parecía una de esas muñecas de porcelana que tanto le habían repelido en su niñez. Siempre veía a las niñas pedirlas a sus madres, mientras él seguía a su hermano mayor, vestido con los deshechos de telas que nadie más quería. Jamás le había importado aquello, sólo los libros y su contenido. Más si eran de hechizos. Por ellos aprendió varios idiomas, sólo por su terca insistencia de releer las líneas de cosas que no entendía.
- Lo soy - Admitió con una sencillez que incluso a él le sorprendió, más aún cuando se acercó un paso y atrapó uno de esos mechones oscuros que lo estaban distrayendo de la idea de llevarla a rastras lejos de la playa, a algún lugar con más personas que pudieran llevársela, muy, muy lejos de él. Porque no era bueno que él la considerase interesante, no cuando sus almas bramaban bajo su piel por sangre y liberación.
- Las maldiciones son muy reales, Asura. - Tiró con suavidad del mechón, obligándola a acercar su rostro más al suyo. No tenía pensado comprometerla, mucho menos hacer algo que dañase su virtud para siempre, sólo asustarla lo suficiente como para que desease dar la vuelta a aquel cuerpo delgado y elegante. Si le daba la espalda prometía no perseguirla, o eso se decía a sí mismo mientras la observaba fijamente a los ojos.
- El mal siempre encuentra el lugar en el que encontrarte, cuando menos lo esperas, instalándose dentro de tu cuerpo, mordiendo tu alma hasta destrozar tu humanidad.- Curvó sus labios en una pequeña sonrisa y con su otra mano le agarró las manos, sosteniéndolas con firmeza, antes de darle una orden con su poder de dominación. - No te muevas - Sabía que su poder iba a ser tan fuerte para alguien humano, que casi mostró una pequeña muestra de arrepentimiento, casi.
Acercó su rostro al de la joven, antes de soltarla, hasta que su frente se pegó a la de ella. Rozó su nariz con suavidad y lentitud, como un gato que se frota contra las piernas de su dueño para conseguir algo, un gesto tan poco propio de sí, que realmente quería hacer caso a Asura y huir de ella. Como si fuera alguien que temiera perder su alma. Eso lo hizo reír, sin preocuparse de que ella lo tomara por un loco.
- Yo puedo convocar a tus peores pesadillas, créeme, oigo sus voces todas las noches. - Ellas le decían lo que debía hacer con todas sus víctimas, dónde se escondían los tesoros cuyos dueños ya habían muerto, los libros o pasajes que necesitaba para hacerse uno de los brujos más importantes, probablemente, de su asesinado clan. Cuánto daría porque su padre viera en qué lo había convertido, en cómo su humanidad había desaparecido de golpe y sólo quedaba esa carcasa horrenda que lucía hacia los demás.
- ¿Vas a hacerme caso Asura?. ¿ Te irás a casa, donde podrás olvidar esta noche, o tendré que llevarte conmigo ?. - Sonrió y comenzó a retroceder lentamente, viendo cómo su cuerpo permanecía inmóvil gracias a su orden anterior. - ¿Sonreirás igual después de que destroce tu mente? - Sus palabras estaban llenas de una soledad de la que no era consciente, como si aquella noche, después de que sus almas se hubieran cansado de jugar con él la noche anterior, le estuvieran dando una tregua. Como si supieran que sus sentimientos humanos sólo lo herirían aún más que sus deseos de arrancarle el alma y hacerse con su cuerpo.
El cabello oscuro de la mujer brillaba con intensidad, como si fuera una estela que llevase sobre aquellos ojos de terciopelo negro. Era como un ángel mortecino por la increíble palidez de su piel, casi parecía una de esas muñecas de porcelana que tanto le habían repelido en su niñez. Siempre veía a las niñas pedirlas a sus madres, mientras él seguía a su hermano mayor, vestido con los deshechos de telas que nadie más quería. Jamás le había importado aquello, sólo los libros y su contenido. Más si eran de hechizos. Por ellos aprendió varios idiomas, sólo por su terca insistencia de releer las líneas de cosas que no entendía.
- Lo soy - Admitió con una sencillez que incluso a él le sorprendió, más aún cuando se acercó un paso y atrapó uno de esos mechones oscuros que lo estaban distrayendo de la idea de llevarla a rastras lejos de la playa, a algún lugar con más personas que pudieran llevársela, muy, muy lejos de él. Porque no era bueno que él la considerase interesante, no cuando sus almas bramaban bajo su piel por sangre y liberación.
- Las maldiciones son muy reales, Asura. - Tiró con suavidad del mechón, obligándola a acercar su rostro más al suyo. No tenía pensado comprometerla, mucho menos hacer algo que dañase su virtud para siempre, sólo asustarla lo suficiente como para que desease dar la vuelta a aquel cuerpo delgado y elegante. Si le daba la espalda prometía no perseguirla, o eso se decía a sí mismo mientras la observaba fijamente a los ojos.
- El mal siempre encuentra el lugar en el que encontrarte, cuando menos lo esperas, instalándose dentro de tu cuerpo, mordiendo tu alma hasta destrozar tu humanidad.- Curvó sus labios en una pequeña sonrisa y con su otra mano le agarró las manos, sosteniéndolas con firmeza, antes de darle una orden con su poder de dominación. - No te muevas - Sabía que su poder iba a ser tan fuerte para alguien humano, que casi mostró una pequeña muestra de arrepentimiento, casi.
Acercó su rostro al de la joven, antes de soltarla, hasta que su frente se pegó a la de ella. Rozó su nariz con suavidad y lentitud, como un gato que se frota contra las piernas de su dueño para conseguir algo, un gesto tan poco propio de sí, que realmente quería hacer caso a Asura y huir de ella. Como si fuera alguien que temiera perder su alma. Eso lo hizo reír, sin preocuparse de que ella lo tomara por un loco.
- Yo puedo convocar a tus peores pesadillas, créeme, oigo sus voces todas las noches. - Ellas le decían lo que debía hacer con todas sus víctimas, dónde se escondían los tesoros cuyos dueños ya habían muerto, los libros o pasajes que necesitaba para hacerse uno de los brujos más importantes, probablemente, de su asesinado clan. Cuánto daría porque su padre viera en qué lo había convertido, en cómo su humanidad había desaparecido de golpe y sólo quedaba esa carcasa horrenda que lucía hacia los demás.
- ¿Vas a hacerme caso Asura?. ¿ Te irás a casa, donde podrás olvidar esta noche, o tendré que llevarte conmigo ?. - Sonrió y comenzó a retroceder lentamente, viendo cómo su cuerpo permanecía inmóvil gracias a su orden anterior. - ¿Sonreirás igual después de que destroce tu mente? - Sus palabras estaban llenas de una soledad de la que no era consciente, como si aquella noche, después de que sus almas se hubieran cansado de jugar con él la noche anterior, le estuvieran dando una tregua. Como si supieran que sus sentimientos humanos sólo lo herirían aún más que sus deseos de arrancarle el alma y hacerse con su cuerpo.
Vishous- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/10/2013
Re: Rayos de luna ( Libre)
Podía notar delante de aquel hombre que insistía en que era malo y que debía de alejarme de él cómo apretaba la mandíbula mientras me observaba, me había puesto también de pie observándole porque no veía el por qué tenía que irme de allí. La playa estaba desierta, éramos los únicos que estábamos sobre aquella arena a orillas del mar, y era lo suficientemente grande la playa como para moverme si él no quería que lo importunara. Porque era precisamente lo que sentía que estaba haciendo, ni siquiera sabía por qué me había acercado a él cuando era bastante tímida con la gente. Quizás, porque en el fondo, la compañía de alguien mientras me dejaba inundar por los recuerdos no era tan mala idea.
Verlo parado delante de mí mientras me lanzaba aquella mirada era algo desconcertante, quería que me diera cuenta –o eso creía- de que era peligroso para mí… sin embargo, no portaba nada para que tuviera que tener aquello en cuenta. Y sabía defenderme, también se lo había dicho, como intentara algo haría que lo primero que sintiera fuera la arena en su rostro sin contemplación alguna. Los férreos entrenamientos con mí padre me habían dado un valor y una determinación que jamás llegué a pensar que tendría.
Sus palabras llenas de una verdad abrumador me hicieron mirarlo con algo de sorpresa, no pensando que fuera a decirlo de manera tan directa y sincera… tanto, que incluso hasta por un instante hasta le creía. Pero si aquello no me lo había esperado su siguiente acción mucho menos, pasó de estar a unos pasos de mí a acercarse más, levantar su mano y coger con ella algunos mechones de mí pelo que revoloteaban libres mecidos por la leve brisa que había en el lugar, haciendo que me tensara levemente por el acercamiento y lo mirara sin saber muy bien qué estaba haciendo.
¿Qué las maldiciones eran reales? ¿Y él como podía saberlo, realmente? Cuando tiró del mechón que había cogido entre sus manos suspiré, pero cuando por aquello quedé más cerca de su rostro… jadeé sin poder evitarlo. El sonrojo que apareció también en mí rostro fue inevitable mientras observaba aquellas orbes verdes que me miraban de aquella manera. Me abrumaba de una forma con su sola cercanía, no podía evitarlo, no me acostumbraba a tener a hombres tan cerca de mí, aunque fuera mí rostro.
-Suenas muy convencido de todo ello, sin embargo, sigo sin creerte, ¿cómo puedes estar tan seguro de ello? Sé que el mal siempre acecha tras cada esquina, pero es decisión de uno si se deja guiar por esa maldad o ese ente que la posee… -iba a rebatirle de nuevo, cuando al ver su sonrisa, noté que juntaba mis manos con una de las suyas y bajé la mirada hacia ellas. ¿Qué demonios estaba haciendo? Me quedé más confusa cuando dijo que no me moviera, ¿se pensaba que no lo iba a hacer? Lo primero que haría sería soltar mis manos de su agarre sintiéndome muy intimidada por su toque y su cercanía… pero no pude. ¿Qué era aquello? ¿Por qué narices no podía moverme?
Lo miré con algo de miedo en los ojos durante unos segundos, ¿qué clase de truco era aquel? No podía mover ningún músculo de mí cuerpo, parecía que mis pies estuvieran anclados en la arena y que mí cuerpo estuviera paralizado por completo porque no podía moverlo. ¿Qué…? Subí mí vista a su rostro y vi la sonrisa que tenía en los labios, se estaba divirtiendo con aquello y la sonrisa era prueba de ello. En vez de alejarse lo siguiente que hizo fue acercarse aún más a mí, viendo como su rostro estaba más y más cerca del mío mientras que yo no podía hacer nada para evitarlo.
Pegó su frente a la mía mientras seguía anclada a aquel lugar, en aquella posición, sin apartar los ojos de los suyos y notando cada vez más el sonrojo que surcaba mí rostro. Tanta cercanía me abrumaba y me ponía nerviosa ya que todavía no me había acostumbrado a ello, lancé un leve jadeo que chocó contra sus labios, y cerré los ojos cuando acarició de aquella forma tan lenta mí nariz. Aquel hombre trataba con extremos; era amable y luego algo descortés, se alejaba de ti y luego era él quien rompía la distancia… parecía no haber un punto medio que pudiera darme alguna pista.
Mis manos seguían como las había dejado él sin poder hacer nada, sin poder apartarlo, sin poder moverme… mientras no dejaba de preguntarme quién era aquel hombre y cómo era que había podido hacer aquello. ¿Magia? No, no podría tratarse de magia… aquellas cosas eran meros mitos pero, ¿qué otra explicación podía darle al por qué no podía mover ni un solo músculo de mí cuerpo? Rió mientras hacía aquello y mis ojos buscaron los suyos intentando hallar alguna respuesta. Sus siguientes palabras en vez de despejar dudas, hicieron que más fueran añadidas sin poder evitarlo. ¿Quién era aquel hombre? ¿Por qué aquel halo de misterio lo envolvía… y quería saber de qué se trataba?
Reí levemente cuando se separó y me lanzó aquella pregunta, aún sin poder moverme del sitio, parecía que mis ojos y mí boca… en general, mí rostro, podía moverlos sin problema alguno. Lo grave realmente era que el resto de mí cuerpo no respondía a ninguna acción, y eso era demasiado frustrante. Quería hacer varias cosas, y entre ellas, no estaba el huir. Por lo que no, no me iría a casa y era algo que pensaba dejarle claro.
-No pienso ir corriendo a casa como una niña asustadiza, me enseñaron a que los problemas había que afrontarlos y no darles la espalda. Lo mismo que con los miedos, señor –dije ya que no sabía su nombre porque todavía no me lo había dicho, mientras que él sí sabía cómo me llamaba- Me temo que tendrá que llevarme con usted, además, no sé por qué no puedo moverme aunque intuyo que tiene que ver con su orden anterior –me mordí el labio- La cuestión aquí es, ¿podrá usted conmigo? Dices que destrozarás mí mente, pero eso solo pasará si es que yo te dejo que lo hagas. No soy una niña, no soy ingenua y sé defenderme… no llevas ningún arma encima y yo no preciso de ninguna para dejar que nada de lo que has dicho llegue a pasar –hice una leve pausa, sacando coraje de no sabía dónde- En realidad, me muero de curiosidad por saber como… me llevarás contigo –sonreí levemente- ¿Tienes algún truco bajo la chistera para llevarme sin mayor problema? –no iba a dejar que viera que quizás, un poco de miedo tenía, pero siempre me habían dicho que no debía de mostrar nunca debilidad, y era precisamente lo que estaba intentando hacer.
Verlo parado delante de mí mientras me lanzaba aquella mirada era algo desconcertante, quería que me diera cuenta –o eso creía- de que era peligroso para mí… sin embargo, no portaba nada para que tuviera que tener aquello en cuenta. Y sabía defenderme, también se lo había dicho, como intentara algo haría que lo primero que sintiera fuera la arena en su rostro sin contemplación alguna. Los férreos entrenamientos con mí padre me habían dado un valor y una determinación que jamás llegué a pensar que tendría.
Sus palabras llenas de una verdad abrumador me hicieron mirarlo con algo de sorpresa, no pensando que fuera a decirlo de manera tan directa y sincera… tanto, que incluso hasta por un instante hasta le creía. Pero si aquello no me lo había esperado su siguiente acción mucho menos, pasó de estar a unos pasos de mí a acercarse más, levantar su mano y coger con ella algunos mechones de mí pelo que revoloteaban libres mecidos por la leve brisa que había en el lugar, haciendo que me tensara levemente por el acercamiento y lo mirara sin saber muy bien qué estaba haciendo.
¿Qué las maldiciones eran reales? ¿Y él como podía saberlo, realmente? Cuando tiró del mechón que había cogido entre sus manos suspiré, pero cuando por aquello quedé más cerca de su rostro… jadeé sin poder evitarlo. El sonrojo que apareció también en mí rostro fue inevitable mientras observaba aquellas orbes verdes que me miraban de aquella manera. Me abrumaba de una forma con su sola cercanía, no podía evitarlo, no me acostumbraba a tener a hombres tan cerca de mí, aunque fuera mí rostro.
-Suenas muy convencido de todo ello, sin embargo, sigo sin creerte, ¿cómo puedes estar tan seguro de ello? Sé que el mal siempre acecha tras cada esquina, pero es decisión de uno si se deja guiar por esa maldad o ese ente que la posee… -iba a rebatirle de nuevo, cuando al ver su sonrisa, noté que juntaba mis manos con una de las suyas y bajé la mirada hacia ellas. ¿Qué demonios estaba haciendo? Me quedé más confusa cuando dijo que no me moviera, ¿se pensaba que no lo iba a hacer? Lo primero que haría sería soltar mis manos de su agarre sintiéndome muy intimidada por su toque y su cercanía… pero no pude. ¿Qué era aquello? ¿Por qué narices no podía moverme?
Lo miré con algo de miedo en los ojos durante unos segundos, ¿qué clase de truco era aquel? No podía mover ningún músculo de mí cuerpo, parecía que mis pies estuvieran anclados en la arena y que mí cuerpo estuviera paralizado por completo porque no podía moverlo. ¿Qué…? Subí mí vista a su rostro y vi la sonrisa que tenía en los labios, se estaba divirtiendo con aquello y la sonrisa era prueba de ello. En vez de alejarse lo siguiente que hizo fue acercarse aún más a mí, viendo como su rostro estaba más y más cerca del mío mientras que yo no podía hacer nada para evitarlo.
Pegó su frente a la mía mientras seguía anclada a aquel lugar, en aquella posición, sin apartar los ojos de los suyos y notando cada vez más el sonrojo que surcaba mí rostro. Tanta cercanía me abrumaba y me ponía nerviosa ya que todavía no me había acostumbrado a ello, lancé un leve jadeo que chocó contra sus labios, y cerré los ojos cuando acarició de aquella forma tan lenta mí nariz. Aquel hombre trataba con extremos; era amable y luego algo descortés, se alejaba de ti y luego era él quien rompía la distancia… parecía no haber un punto medio que pudiera darme alguna pista.
Mis manos seguían como las había dejado él sin poder hacer nada, sin poder apartarlo, sin poder moverme… mientras no dejaba de preguntarme quién era aquel hombre y cómo era que había podido hacer aquello. ¿Magia? No, no podría tratarse de magia… aquellas cosas eran meros mitos pero, ¿qué otra explicación podía darle al por qué no podía mover ni un solo músculo de mí cuerpo? Rió mientras hacía aquello y mis ojos buscaron los suyos intentando hallar alguna respuesta. Sus siguientes palabras en vez de despejar dudas, hicieron que más fueran añadidas sin poder evitarlo. ¿Quién era aquel hombre? ¿Por qué aquel halo de misterio lo envolvía… y quería saber de qué se trataba?
Reí levemente cuando se separó y me lanzó aquella pregunta, aún sin poder moverme del sitio, parecía que mis ojos y mí boca… en general, mí rostro, podía moverlos sin problema alguno. Lo grave realmente era que el resto de mí cuerpo no respondía a ninguna acción, y eso era demasiado frustrante. Quería hacer varias cosas, y entre ellas, no estaba el huir. Por lo que no, no me iría a casa y era algo que pensaba dejarle claro.
-No pienso ir corriendo a casa como una niña asustadiza, me enseñaron a que los problemas había que afrontarlos y no darles la espalda. Lo mismo que con los miedos, señor –dije ya que no sabía su nombre porque todavía no me lo había dicho, mientras que él sí sabía cómo me llamaba- Me temo que tendrá que llevarme con usted, además, no sé por qué no puedo moverme aunque intuyo que tiene que ver con su orden anterior –me mordí el labio- La cuestión aquí es, ¿podrá usted conmigo? Dices que destrozarás mí mente, pero eso solo pasará si es que yo te dejo que lo hagas. No soy una niña, no soy ingenua y sé defenderme… no llevas ningún arma encima y yo no preciso de ninguna para dejar que nada de lo que has dicho llegue a pasar –hice una leve pausa, sacando coraje de no sabía dónde- En realidad, me muero de curiosidad por saber como… me llevarás contigo –sonreí levemente- ¿Tienes algún truco bajo la chistera para llevarme sin mayor problema? –no iba a dejar que viera que quizás, un poco de miedo tenía, pero siempre me habían dicho que no debía de mostrar nunca debilidad, y era precisamente lo que estaba intentando hacer.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Rayos de luna ( Libre)
Se cruzó de brazos sobre su pecho aún descubierto, ya que a pesar de toda la conversación, su camisa seguía en el suelo junto a sus botas, retorciéndose con la caricia del viento. Desvió sus ojos a la prenda, mientras pensaba en que aquella mujer definitivamente no tenía ningún tipo de instinto de supervivencia. Al parecer, la habían criado mal. Eso de la dualidad del mal o el bien, seguido de todas esas tonterías de poder elegir entre una cosa u otra. Estaba claro que había sido protegida de la verdad. En la vida, nada era bueno o malo. Al menos no completamente. Siempre había una mezcla entre una cosa y la otra.
- No sueno convencido, lo estoy. Borra esa concepción de que aún puedes elegir Asura, tanta estupidez no es buena.- Le espetó con poca sensibilidad, pero con una sinceridad aplastante. Apartó los ojos de ella y miró a la playa, su ceño fruncido sólo demostraba que estaba conteniendo palabras aún más duras hacia aquella mujer. No le gustaban las personas inocentes, todo con ellas aún tenían esa luz interior que les permitía moverse entre las sombras sin saber cuán cerca han estado de morir. Sólo él controlaba que aún siguiera respirando, por mucho que sus almas quisieran otras cosas, cada vez más variadas.
El que sus almas se interesasen en Asura, era algo realmente espeluznante, al menos desde el punto de vista de un humano. Ello sólo podía decir dos cosas: o tenía algo que podía ayudarlo en algún otro momento, o simplemente era una buena víctima. Pues aunque no pudieran creerlo, habían víctimas que sus almas tomaban el tiempo necesario en saborear su dolor. El tormento que se prolongaba durante días, era dulce. Como una escalofriante caricia del viento sobre la piel húmeda, que refrescaba y a veces, congelaba.
Sus palabras lo hicieron mirarla de nuevo con rapidez, la incredulidad manchaba sus facciones, como si no pudiera creer lo que oía. ¿Estaba aceptando una invitación a torturarla?. Soltó una carcajada y se pasó la mano por el rostro, intentando borrar esa cara de estúpido que estaba mostrando. Definitivamente los extranjeros eran diferentes a los parisinos. Mientras cualquier otra mujer hubiera gritado, ella seguía mirándolo con seguridad. A pesar de que notaba su nerviosismo, no había apartado la mirada. Casi parecía decirle que iba a ser ella la que terminaría llevándoselo a él a su casa, y no al revés.
- Así que estás aceptando mi invitación, ¿cuán descaradas son las mujeres en tu país?.- Sonrió sin poderlo evitar y se agachó para recoger su camisa del suelo. Poniéndosela con rapidez, ahora que su piel se había secado. Estaba realmente disfrutando de aquello. Al parecer, ella aún no había entendido de qué iba todo.
- Dama Asura, yo no voy a hacer nada para que vengas conmigo, simplemente te lo pediré y tú vendrás a mí. - Se colocó las botas, tirando de los cordones de las mismas para apretarlas a sus pies, aferrándose sobre los pantalones, hasta que ató los estremos en la parte posterior de sus muslos. Eran un modelo antiguo, más propio de un bucanero que de un caballero, pero para alguien como él que vivía en el bosque, era lo más práctico. Así podía correr por sus tierras, sin preocuparse de hacerse daño.
- Seas mujer, niña, dama o mera seductora nocturna, el resultado es el mismo. Si digo que vengas, vendrás. Si deseo romperte lo haré. - Se encogió de hombros y la miró con diversión, levantándose de la arena de la playa para ir hacia ella de nuevo, quedándose a un paso de sus pies. Colocó sus brazos tras la espalda y la analizó lentamente.
- ¿Notas ése picor en la boca del estómago? Es sólo el comienzo, Asura. Así empieza el miedo; con curiosidad y nerviosismo. - Se inclinó sobre ella, hasta que sus labios estuvieron cerca de su oído y se rió antes de susurrarle. - Chica mala.
- No sueno convencido, lo estoy. Borra esa concepción de que aún puedes elegir Asura, tanta estupidez no es buena.- Le espetó con poca sensibilidad, pero con una sinceridad aplastante. Apartó los ojos de ella y miró a la playa, su ceño fruncido sólo demostraba que estaba conteniendo palabras aún más duras hacia aquella mujer. No le gustaban las personas inocentes, todo con ellas aún tenían esa luz interior que les permitía moverse entre las sombras sin saber cuán cerca han estado de morir. Sólo él controlaba que aún siguiera respirando, por mucho que sus almas quisieran otras cosas, cada vez más variadas.
El que sus almas se interesasen en Asura, era algo realmente espeluznante, al menos desde el punto de vista de un humano. Ello sólo podía decir dos cosas: o tenía algo que podía ayudarlo en algún otro momento, o simplemente era una buena víctima. Pues aunque no pudieran creerlo, habían víctimas que sus almas tomaban el tiempo necesario en saborear su dolor. El tormento que se prolongaba durante días, era dulce. Como una escalofriante caricia del viento sobre la piel húmeda, que refrescaba y a veces, congelaba.
Sus palabras lo hicieron mirarla de nuevo con rapidez, la incredulidad manchaba sus facciones, como si no pudiera creer lo que oía. ¿Estaba aceptando una invitación a torturarla?. Soltó una carcajada y se pasó la mano por el rostro, intentando borrar esa cara de estúpido que estaba mostrando. Definitivamente los extranjeros eran diferentes a los parisinos. Mientras cualquier otra mujer hubiera gritado, ella seguía mirándolo con seguridad. A pesar de que notaba su nerviosismo, no había apartado la mirada. Casi parecía decirle que iba a ser ella la que terminaría llevándoselo a él a su casa, y no al revés.
- Así que estás aceptando mi invitación, ¿cuán descaradas son las mujeres en tu país?.- Sonrió sin poderlo evitar y se agachó para recoger su camisa del suelo. Poniéndosela con rapidez, ahora que su piel se había secado. Estaba realmente disfrutando de aquello. Al parecer, ella aún no había entendido de qué iba todo.
- Dama Asura, yo no voy a hacer nada para que vengas conmigo, simplemente te lo pediré y tú vendrás a mí. - Se colocó las botas, tirando de los cordones de las mismas para apretarlas a sus pies, aferrándose sobre los pantalones, hasta que ató los estremos en la parte posterior de sus muslos. Eran un modelo antiguo, más propio de un bucanero que de un caballero, pero para alguien como él que vivía en el bosque, era lo más práctico. Así podía correr por sus tierras, sin preocuparse de hacerse daño.
- Seas mujer, niña, dama o mera seductora nocturna, el resultado es el mismo. Si digo que vengas, vendrás. Si deseo romperte lo haré. - Se encogió de hombros y la miró con diversión, levantándose de la arena de la playa para ir hacia ella de nuevo, quedándose a un paso de sus pies. Colocó sus brazos tras la espalda y la analizó lentamente.
- ¿Notas ése picor en la boca del estómago? Es sólo el comienzo, Asura. Así empieza el miedo; con curiosidad y nerviosismo. - Se inclinó sobre ella, hasta que sus labios estuvieron cerca de su oído y se rió antes de susurrarle. - Chica mala.
Vishous- Hechicero Clase Media
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Re: Rayos de luna ( Libre)
La aparente tranquilidad que aquel hombre había mostrado seguía latente en cada una de sus acciones, mientras que yo lo único que podía hacer era verlo parado delante de mí, con su torso todavía descubierto ya que la camisa seguía sobre la arena, mientras mis ojos lo recorrían intentando averiguar qué era lo que pasaba por su mente. Era difícil saberlo ya que era un hombre de pocas palabras, apenas decía varias frases seguidas y no me daba ninguna pista de lo que le pasaba por la mente. Lo único que podía decir, con seguridad, es que no era solamente un humano.
Sino, ¿qué clase de humano tenía la capacidad para dejar paralizada a una persona sin que pudiera moverse? No había ningún truco en ello, siquiera me había tocado le había bastado solamente hablar para dejarme completamente quieta. Lo miré de forma fija cuando dijo aquello, parecía completamente seguro de sus palabras y nada me podía hacer pensar que así no era, prueba de ello, es que aún seguía de pie sobre la arena, conforme me había dejado, sin poder moverme.
-¿Y por qué no puedo elegir? ¿Me vas a hacer que elija contra mí voluntad, al igual que me tienes aquí quieta sin poder moverme? –me mordí el labio y fue entonces que comenzó a reírse, pasó una mano por su rostro mientras que el desconcierto me embargaba. ¿Qué era lo que había dicho que le resultaba tan gracioso, aquello? Podía elegir, claro que podía, y él no me iba a obligar para hacerlo. Sus siguientes palabras hicieron que frunciera levemente el ceño, tal y como él lo decía sonaba una cosa muy diferente de lo que era- No creo que tenga elección, ¿no es así? No he aceptado nada, tan sólo he dicho que no pienso huir de cualquier situación que se me ponga por delante. Lo afrontaré por mucho que tú quieras asustarme en el intento… porque no me das miedo –no era del todo verdad, pero tampoco era una mentira. No me daba miedo él, en realidad, me daba miedo no saber qué otras cosas o “poderes” guardaba bajo la manga.
Lo contemplé mientras recogía su camisa y se la ponía sin poder moverme, ¿hasta cuándo me iba a dejar así? Luego pasó a colocarse las botas sobre los pantalones que llevaba, ni siquiera me había fijado bien en el atuendo que llevaba, uno que no había visto mucho por la ciudad de parís y que no reconocía con facilidad. Sus palabras me hicieron volver a mirarlo de nuevo una vez delante de mí, y me mordí el labio por ello. Sonaba convencido de que iría con tan sólo el decirlo, al igual que sonaba convencido de que iba a romperme… y yo no lo tenía tan claro.
-Suenas muy convencido de que iré, ¿cómo estás tan seguro? ¿Me vas a ordenar que acuda a ti? –apreté las manos, cerrándolas en un puño con fuerza mientras él se había quedado parado delante de mí, observándome, colocando sus brazos tras su espalda como si me estuviera analizando de aquella forma y manera. Sonaba seguro en todo lo que decía, sus palabras daban la sensación de que pasaría tal cual lo estaba diciendo él… aunque no lograra comprenderlo. ¿Cómo iba a hacer que fuera, si yo así no lo quería? Era difícil y parecía que no iba a decirme el secreto de aquello. Comenzaba a frustrarme el que me tuviera quieta sin hacer nada, sin poder moverme, y con solamente poder hablar- No pienso dejar que me rompas, y no lo vas a conseguir. ¿Por qué no me sueltas de una vez? ¿Acaso me tienes miedo? –sonreí de lado porque no le encontraba otra explicación, o eso, o quería intimidarme y aunque comenzaba a hacerlo… no iba a dejar que lo notara.
En cuanto comenzó a hablar de nuevo, conforme lo hacía, comencé a sentir eso que estaba nombrando justamente en la zona de mi estómago, ese picor que estaba mencionado comenzó a hacerse patente en aquel lugar y jadeé. ¿Eso era el miedo? Jamás lo había atribuido y era completamente desconocido para mí… no quería darle a entender que estaba en lo cierto, no quería que supiera que comenzaba a intimidarme, aunque jamás huiría de aquello. Mí orgullo no me lo permitía, era algo arraigado y era para mí como una deshonra… y no estaba dispuesta a permitirlo.
Me puse algo más nerviosa cuando se inclinó hacia mí acercando sus labios a mí oído, oí perfectamente la risa que salieron de ellos y quise girarme o apartarme pero… claro, no podía hacerlo. Parecía una estatua anclada a la arena que lo único que podía hacer era ver, oír y hablar… nada más. Sus últimas dos palabras enviaron un escalofrío por mí cuerpo y cerré los ojos unos segundos. Seguía con la intención de intimidarme, y no quería que lo consiguiera.
-Todo lo que haces, todo lo que dices tienen ademanes para intimidarme, para que te tenga miedo y haga lo que tú quieras. Dices que vas a romperme y yo no pienso dejar que lo hagas –hice una leve pausa- Yo no tendré… aquello que tú tienes para que esté quieta, pero me da la sensación de que únicamente lo haces porque temes lo que pueda llegar a hacerte –quise darle un giro a aquello, que no estuviera yo tan encadenada y él tan libre- Y sí, soy muy mala. Y puedo serlo aún más, ¿es eso lo que temes? –si lo decía como un farol me lo estaba creyendo hasta yo misma, aunque aquello podía ser un arma de doble filo… y salirme muy mal la jugada, podía empeorar las cosas con aquellas palabras- Suéltame, o libérame… y te mostraré cuán mala puedo llegar a ser, sin ningún truco de por medio.
Sino, ¿qué clase de humano tenía la capacidad para dejar paralizada a una persona sin que pudiera moverse? No había ningún truco en ello, siquiera me había tocado le había bastado solamente hablar para dejarme completamente quieta. Lo miré de forma fija cuando dijo aquello, parecía completamente seguro de sus palabras y nada me podía hacer pensar que así no era, prueba de ello, es que aún seguía de pie sobre la arena, conforme me había dejado, sin poder moverme.
-¿Y por qué no puedo elegir? ¿Me vas a hacer que elija contra mí voluntad, al igual que me tienes aquí quieta sin poder moverme? –me mordí el labio y fue entonces que comenzó a reírse, pasó una mano por su rostro mientras que el desconcierto me embargaba. ¿Qué era lo que había dicho que le resultaba tan gracioso, aquello? Podía elegir, claro que podía, y él no me iba a obligar para hacerlo. Sus siguientes palabras hicieron que frunciera levemente el ceño, tal y como él lo decía sonaba una cosa muy diferente de lo que era- No creo que tenga elección, ¿no es así? No he aceptado nada, tan sólo he dicho que no pienso huir de cualquier situación que se me ponga por delante. Lo afrontaré por mucho que tú quieras asustarme en el intento… porque no me das miedo –no era del todo verdad, pero tampoco era una mentira. No me daba miedo él, en realidad, me daba miedo no saber qué otras cosas o “poderes” guardaba bajo la manga.
Lo contemplé mientras recogía su camisa y se la ponía sin poder moverme, ¿hasta cuándo me iba a dejar así? Luego pasó a colocarse las botas sobre los pantalones que llevaba, ni siquiera me había fijado bien en el atuendo que llevaba, uno que no había visto mucho por la ciudad de parís y que no reconocía con facilidad. Sus palabras me hicieron volver a mirarlo de nuevo una vez delante de mí, y me mordí el labio por ello. Sonaba convencido de que iría con tan sólo el decirlo, al igual que sonaba convencido de que iba a romperme… y yo no lo tenía tan claro.
-Suenas muy convencido de que iré, ¿cómo estás tan seguro? ¿Me vas a ordenar que acuda a ti? –apreté las manos, cerrándolas en un puño con fuerza mientras él se había quedado parado delante de mí, observándome, colocando sus brazos tras su espalda como si me estuviera analizando de aquella forma y manera. Sonaba seguro en todo lo que decía, sus palabras daban la sensación de que pasaría tal cual lo estaba diciendo él… aunque no lograra comprenderlo. ¿Cómo iba a hacer que fuera, si yo así no lo quería? Era difícil y parecía que no iba a decirme el secreto de aquello. Comenzaba a frustrarme el que me tuviera quieta sin hacer nada, sin poder moverme, y con solamente poder hablar- No pienso dejar que me rompas, y no lo vas a conseguir. ¿Por qué no me sueltas de una vez? ¿Acaso me tienes miedo? –sonreí de lado porque no le encontraba otra explicación, o eso, o quería intimidarme y aunque comenzaba a hacerlo… no iba a dejar que lo notara.
En cuanto comenzó a hablar de nuevo, conforme lo hacía, comencé a sentir eso que estaba nombrando justamente en la zona de mi estómago, ese picor que estaba mencionado comenzó a hacerse patente en aquel lugar y jadeé. ¿Eso era el miedo? Jamás lo había atribuido y era completamente desconocido para mí… no quería darle a entender que estaba en lo cierto, no quería que supiera que comenzaba a intimidarme, aunque jamás huiría de aquello. Mí orgullo no me lo permitía, era algo arraigado y era para mí como una deshonra… y no estaba dispuesta a permitirlo.
Me puse algo más nerviosa cuando se inclinó hacia mí acercando sus labios a mí oído, oí perfectamente la risa que salieron de ellos y quise girarme o apartarme pero… claro, no podía hacerlo. Parecía una estatua anclada a la arena que lo único que podía hacer era ver, oír y hablar… nada más. Sus últimas dos palabras enviaron un escalofrío por mí cuerpo y cerré los ojos unos segundos. Seguía con la intención de intimidarme, y no quería que lo consiguiera.
-Todo lo que haces, todo lo que dices tienen ademanes para intimidarme, para que te tenga miedo y haga lo que tú quieras. Dices que vas a romperme y yo no pienso dejar que lo hagas –hice una leve pausa- Yo no tendré… aquello que tú tienes para que esté quieta, pero me da la sensación de que únicamente lo haces porque temes lo que pueda llegar a hacerte –quise darle un giro a aquello, que no estuviera yo tan encadenada y él tan libre- Y sí, soy muy mala. Y puedo serlo aún más, ¿es eso lo que temes? –si lo decía como un farol me lo estaba creyendo hasta yo misma, aunque aquello podía ser un arma de doble filo… y salirme muy mal la jugada, podía empeorar las cosas con aquellas palabras- Suéltame, o libérame… y te mostraré cuán mala puedo llegar a ser, sin ningún truco de por medio.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Rayos de luna ( Libre)
Su voz variaba tanto como sus estados de ánimo, a ratos parecía a punto de temblar y mostrar cuán profundamente estaba comenzando a afectar todo aquello que alguna vez consideró normal. No había nada " normal " al menos desde la perspectiva humana, en Vishous. Era un brujo, uno oscuro, que modificaba lo que por naturaleza parecía ser una ley inmutable. Pero todo tenia un precio, había perdido mucho mientras crecía y eso lo hacía menos humano cada vez.
- Mentir no le queda nada bien a una boca tan bonita, dama Asura. - Le susurró más por cercanía que por alguna razón oscura u otro deseo de asustar su, ya alterado, estado de ánimo.
- Tú no eres mala, vengativa quizás, incluso tal vez poseas una pizca de rencor en tu alma, fruto de ése enorme ego que se han encargado de alimentar en tu familia. - Se limitó a decir la verdad de lo que veía, ella era una de esas mujeres con carácter, preparadas para luchar si fuera necesario, más para proteger a los suyos que a sí misma. Pero eso no era comparable a lo que él había hecho.
Levantó una de sus manos, separándola de su espalda para alcanzar la barbilla de la mujer. La levantó para que sus ojos negros chocasen con los suyos y viera por fin la frialdad que navegaba en el iris claro de la mirada del brujo. Decían que los ojos eran espejos del alma, si eso era cierto, a Vishous no le quedaba casi nada.
- Yo no te tengo miedo por lo que puedas hacerme, sino por lo que puedas llegar a permitirme. - Su voz era casi un rumor sobre el ruido del oleaje. Un eco del único temor que sacudía a Vishous cada noche, cuando ya no le importaba perder su propia alma entre todos aquellos espíritus que moraban en su cuerpo.
- No necesito ordenarte que vengas, dama Asura. Incluso si en este instante me marchase, tú seguirías pensando en mí. - Esbozó una pequeña sonrisa. - No como hombre, sino como la criatura inhumana que comienzas a percibir que soy.
Sus dedos rodaron por su piel, hasta la curva de sus labios, separándolos ligeramente cuando los acarició. Se apartó hacia un lado para acunar su mejilla y suspiró.
- Tu curiosidad por lo que puedo o no ser, lo que puedo o no hacer, e incluso, lo que puede haber además de mí, te impulsaría a cometer una estupidez y yo estaría esperándote. - Se acercó a sus labios, pero no los besó, a pesar de ser un desalmado sabia cuando trataba con mujeres inocentes y el derecho de tocarlas era para cualquier hombre que no fuera un ser como él. - Porque yo siempre tengo tiempo para personas como tú. Así que, no me lleves a cometer mi peor miedo, Asura. No me permitas el quebrar la concepción de tu limitado y seguro mundo, porque cuando lo haga, no podrás volver a ser la misma y yo me habré llevado parte de tu alma.
- Mentir no le queda nada bien a una boca tan bonita, dama Asura. - Le susurró más por cercanía que por alguna razón oscura u otro deseo de asustar su, ya alterado, estado de ánimo.
- Tú no eres mala, vengativa quizás, incluso tal vez poseas una pizca de rencor en tu alma, fruto de ése enorme ego que se han encargado de alimentar en tu familia. - Se limitó a decir la verdad de lo que veía, ella era una de esas mujeres con carácter, preparadas para luchar si fuera necesario, más para proteger a los suyos que a sí misma. Pero eso no era comparable a lo que él había hecho.
Levantó una de sus manos, separándola de su espalda para alcanzar la barbilla de la mujer. La levantó para que sus ojos negros chocasen con los suyos y viera por fin la frialdad que navegaba en el iris claro de la mirada del brujo. Decían que los ojos eran espejos del alma, si eso era cierto, a Vishous no le quedaba casi nada.
- Yo no te tengo miedo por lo que puedas hacerme, sino por lo que puedas llegar a permitirme. - Su voz era casi un rumor sobre el ruido del oleaje. Un eco del único temor que sacudía a Vishous cada noche, cuando ya no le importaba perder su propia alma entre todos aquellos espíritus que moraban en su cuerpo.
- No necesito ordenarte que vengas, dama Asura. Incluso si en este instante me marchase, tú seguirías pensando en mí. - Esbozó una pequeña sonrisa. - No como hombre, sino como la criatura inhumana que comienzas a percibir que soy.
Sus dedos rodaron por su piel, hasta la curva de sus labios, separándolos ligeramente cuando los acarició. Se apartó hacia un lado para acunar su mejilla y suspiró.
- Tu curiosidad por lo que puedo o no ser, lo que puedo o no hacer, e incluso, lo que puede haber además de mí, te impulsaría a cometer una estupidez y yo estaría esperándote. - Se acercó a sus labios, pero no los besó, a pesar de ser un desalmado sabia cuando trataba con mujeres inocentes y el derecho de tocarlas era para cualquier hombre que no fuera un ser como él. - Porque yo siempre tengo tiempo para personas como tú. Así que, no me lleves a cometer mi peor miedo, Asura. No me permitas el quebrar la concepción de tu limitado y seguro mundo, porque cuando lo haga, no podrás volver a ser la misma y yo me habré llevado parte de tu alma.
Vishous- Hechicero Clase Media
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Re: Rayos de luna ( Libre)
Nunca llegué a pensar que aquella noche en la que decidí salir tranquilamente de casa, escabulléndome de la señora Haruka, para llegar a la playa pudiera estar teniendo este resultado. Lo que había tenido en mente era estar un rato en la playa perdida entre los recuerdos que aquel lugar me provocaban estando a solas y disfrutando de aquella pequeña soledad… sin embargo me había encontrado con un hombre que, para esas alturas, me tenía atada y sin poder moverme mientras me decía que no quería corromper mí alma, pero que si yo le dejaba lo haría.
Ni siquiera estaba segura de lo que estaba pasando realmente, me encontraba quieta en el sitio sin poder moverme y esto me estaba frustrando bastante porque era algo que iba en contra de mí voluntad. Además aquel hombre no hacía más que advertirme sobre algo de lo que no tenía idea alguna, y que no sabía exactamente lo que estaba hablando y diciendo. Yo intentaba dar un paso hacia delante y él me hacía retroceder dos… como si no quisiera que yo tomara algo de ventaja, como si no quisiera que de alguna forma pudiera sobreponerme aunque fuera un poco sobre él. Permanecía ahí quieto, a escasos pasos delante de mí, con los brazos tras la espalda y mirándome de aquella, diciendo todo tan seguro que ya dudaba de todo.
-No estoy mintiendo en ningún momento –fruncí el ceño porque no quería darle a entender que sí había colado una mentira, pero realmente, había sido más bien para infundirme a mí ánimos y que no viera que todo aquello me podía afectar. Había notado lo que él había dicho del miedo, pero sin embargo, no huiría porque era algo demasiado deshonroso para mí. Pasara lo que pasara- ¿Y qué sabrás tú de cómo soy? No me conoces de nada para decir lo que soy o lo que no soy, ni siquiera te atrevas a juzgarme –no sabía porqué pero me enfadaba que la gente diera por hecho cosas de las cuales no eran conscientes para nada.
¿Tenía razón en lo que había dicho? No, no la tenía para nada… o no quería que la tuviera en todo caso de ser cierto. Una de sus manos fue hasta mí mentón y lo levantó para que mirara aquellos ojos claros como el mar, fríos sobre todo, que me miraban de aquella forma como si con ellos pudiera traspasarme con su mirada y llegar hasta lo más profundo de mí alma. ¿Miedo de lo que pudiera permitirle? No iba a permitirle que hiciera mucho, que no huya como una cobarde asustada no significaba que dejara que hiciera lo que quisiera.
-No huiré, pero no por ello significa que me voy a quedar quieta mientras haces lo que más te plazca… hay una enorme diferencia entre ambas cosas, y yo pienso luchar porque no te salgas con la tuya, aunque estando así –bajé mí mirada a mis manos- es difícil de creerme –lo miré durante unos segundos por sus palabras. En eso tenía razón, sentía curiosidad por lo que realmente era… jamás me había topado con una persona como él y me intrigaba saber qué o quién era realmente. Sus dedos fueron hasta mis labios, separándolos levemente hasta que dejó esta en mí mejilla. Se inclinó acercándose a mis labios y yo solté un leve jadeo por ello aún sin acostumbrarme a la cercanía de un hombre cerca de mí, era algo a lo que todavía no estaba acostumbrada. No hizo nada, tan sólo habló sintiendo su aliento sobre mis labios mientras decía aquello. ¿Cometería una estupidez como él estaba diciendo? Quizás, podría ser que lo hiciera. Decía que si lo hacía se quedaría con parte de mí alma, ¿sería realmente cierto que lo haría o que, en su defecto, podía hacerlo?- Vuelves a estar tan convencido de tus palabras que incluso por un momento he llegado a creerme que podrías hacerlo. Pero digas lo que digas, hay un enorme problema con lo que has dicho –lo miré- y es en quedarte con parte de mí alma. Sigues teniéndome aquí quieta sin poder moverme, sin poder hacer nada y sin embargo no has hecho nada de lo que has dicho cuando es la mejor oportunidad que tendrás –hice una leve pausa, miré sus labios y después lo miré a los ojos- Así que vamos, quiebra la concepción de mí mundo, comete tú mayor miedo y luego.. intenta llevarte parte de mí alma, si es que te dejo. Porque en el momento en que pueda moverme, os aseguro señor, que no seré yo quien no pueda moverse –y sí, lo decía como a una amenaza velada entre mis palabras. Él estaba demasiado convencido y a mí me gustaría ver que se estaba equivocando conmigo.
Ni siquiera estaba segura de lo que estaba pasando realmente, me encontraba quieta en el sitio sin poder moverme y esto me estaba frustrando bastante porque era algo que iba en contra de mí voluntad. Además aquel hombre no hacía más que advertirme sobre algo de lo que no tenía idea alguna, y que no sabía exactamente lo que estaba hablando y diciendo. Yo intentaba dar un paso hacia delante y él me hacía retroceder dos… como si no quisiera que yo tomara algo de ventaja, como si no quisiera que de alguna forma pudiera sobreponerme aunque fuera un poco sobre él. Permanecía ahí quieto, a escasos pasos delante de mí, con los brazos tras la espalda y mirándome de aquella, diciendo todo tan seguro que ya dudaba de todo.
-No estoy mintiendo en ningún momento –fruncí el ceño porque no quería darle a entender que sí había colado una mentira, pero realmente, había sido más bien para infundirme a mí ánimos y que no viera que todo aquello me podía afectar. Había notado lo que él había dicho del miedo, pero sin embargo, no huiría porque era algo demasiado deshonroso para mí. Pasara lo que pasara- ¿Y qué sabrás tú de cómo soy? No me conoces de nada para decir lo que soy o lo que no soy, ni siquiera te atrevas a juzgarme –no sabía porqué pero me enfadaba que la gente diera por hecho cosas de las cuales no eran conscientes para nada.
¿Tenía razón en lo que había dicho? No, no la tenía para nada… o no quería que la tuviera en todo caso de ser cierto. Una de sus manos fue hasta mí mentón y lo levantó para que mirara aquellos ojos claros como el mar, fríos sobre todo, que me miraban de aquella forma como si con ellos pudiera traspasarme con su mirada y llegar hasta lo más profundo de mí alma. ¿Miedo de lo que pudiera permitirle? No iba a permitirle que hiciera mucho, que no huya como una cobarde asustada no significaba que dejara que hiciera lo que quisiera.
-No huiré, pero no por ello significa que me voy a quedar quieta mientras haces lo que más te plazca… hay una enorme diferencia entre ambas cosas, y yo pienso luchar porque no te salgas con la tuya, aunque estando así –bajé mí mirada a mis manos- es difícil de creerme –lo miré durante unos segundos por sus palabras. En eso tenía razón, sentía curiosidad por lo que realmente era… jamás me había topado con una persona como él y me intrigaba saber qué o quién era realmente. Sus dedos fueron hasta mis labios, separándolos levemente hasta que dejó esta en mí mejilla. Se inclinó acercándose a mis labios y yo solté un leve jadeo por ello aún sin acostumbrarme a la cercanía de un hombre cerca de mí, era algo a lo que todavía no estaba acostumbrada. No hizo nada, tan sólo habló sintiendo su aliento sobre mis labios mientras decía aquello. ¿Cometería una estupidez como él estaba diciendo? Quizás, podría ser que lo hiciera. Decía que si lo hacía se quedaría con parte de mí alma, ¿sería realmente cierto que lo haría o que, en su defecto, podía hacerlo?- Vuelves a estar tan convencido de tus palabras que incluso por un momento he llegado a creerme que podrías hacerlo. Pero digas lo que digas, hay un enorme problema con lo que has dicho –lo miré- y es en quedarte con parte de mí alma. Sigues teniéndome aquí quieta sin poder moverme, sin poder hacer nada y sin embargo no has hecho nada de lo que has dicho cuando es la mejor oportunidad que tendrás –hice una leve pausa, miré sus labios y después lo miré a los ojos- Así que vamos, quiebra la concepción de mí mundo, comete tú mayor miedo y luego.. intenta llevarte parte de mí alma, si es que te dejo. Porque en el momento en que pueda moverme, os aseguro señor, que no seré yo quien no pueda moverse –y sí, lo decía como a una amenaza velada entre mis palabras. Él estaba demasiado convencido y a mí me gustaría ver que se estaba equivocando conmigo.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Rayos de luna ( Libre)
No entendía qué hacía que aquella mujer siguiera insistiendo en su empeño de discutirle cada palabra que dijera. Parecía más interesada en combatir con él su capacidad de defenderse, de que eran desconocidos y por ello le debía algún tipo de respeto, que de sus actos extraños y cargados de magia. La había intentado apartar en innumerables ocasiones aquella noche, aún así, seguía allí de pie, fulminándolo con la mirada, como si fuera más lógico reprocharle sobre su falta de tacto, que de asegurarse de que no le hiciera daño.
Estaba a punto de cogerla entre sus brazos, llevarla hasta el mar y meterla en las frías aguas nocturnas para que pudiera despertar de una vez. No eran dos meros desconocidos compartiendo un espacio idílico. Eran dos seres diferentes, una destinada a caminar por el mundo en la ignorancia y el otro en intentar no destruir a todos a su alrededor. Ella tendría su alma intacta, con suerte, él ni siquiera sabía si aún le quedaba algo de ella.
- No te estoy juzgando mujer, admiro tu fortaleza, pero es mi deber advertirte que no tienes nada que hacer contra mí.- Le dio una sonrisa triste, algo ligero y tenue, un mero rasgo de lo que le dolía aún saber que no se equivocaba. Ella no quería descubrir todo lo que era capaz de hacer, incluso a veces soñaba con poder olvidarse de algunas partes de su pasado.
- Te lo voy a explicar de nuevo. Tú insistes en hacerme frente físicamente. - Negó lentamente apartando sus manos de ella, no quería tocarla para que no se distrajera más de lo que era necesario. No quería decirle que por peso y constitución, él podría tenerla bajo su cuerpo, hundiéndola contra la arena, en menos tiempo del que creía. Incluso si sabía autodefensa, no sabía que él estaba acostumbrado a pelear a muerte por algo de comida.
Se había criado solo en el bosque, muchas cosas ocurrían cuando tenías que sobrevivir sin que alguien te ofreciera algo de sustento. Desde luchar por algo de comida, a intentar no morir por haber recibido una paliza de algún granjero que se había dado cuenta de cuántos huevos desaparecían cada vez que él se acercaba a sus terrenos. Él sí sabía de crueldad, ella no.
- Yo hablo de tu mente, de todas esas voces que te susurran qué es lo correcto y qué no. Sé cuán curiosa eres, lo noto.- Su sonrisa se amplió, mientras que volvía a caminar a su alrededor, lentamente, acercándose a ella lo suficiente como para que su nariz rozase su cabello.
- Tu mente va a abrirse, expandiéndose, por voluntad propia. Vas a querer alcanzar la cima de la escalera que yo mismo crearé para ti. Y cuando llegues a la cima y veas lo que has dejado para poder alcanzarme, entenderás que ni siquiera podrás echarme la culpa de lo que quede de ti, porque fuiste tú quien dio cada uno de los pasos.- Rió sobre su oído, mientras suavizaba la orden que le impedía moverse y la dejaba libre de su hechizo. Apartándose de ella para que tuviera la distancia necesaria para irse sin necesidad de acercarse de nuevo a él.
- Adelante, dama Asura. Ven a mí. - Abrió sus brazos en una invitación, dejándole que hiciera aquello que prometía. No tenía intenciones de dañarla demasiado, sólo quería ver cuánto era capaz de resistir. Su forma de herir siempre había tenido un fin más oscuro. A él le encantaba hacer mella en los valores y límites de los humanos, creando su autodestrucción mucho antes de que ellos lo supieran.
- Pero te lo recuerdo de nuevo, cada paso que des hacia mí, te va a separar más de la persona que ya eres. Incluso cuando mi cuerpo se aleje físicamente de ti, perduraré como un recuerdo constante, hasta que sientas la compulsión de venir por la primera de las respuestas.- Cerró sus ojos y recitó unas palabras, antes de que del cielo comenzasen a caer pétalos de cerezo, pequeñas formas rosáceas que se asemejaban a un corazón, llenando la arena de ellas, pero sólo sobre la cabeza de ambos.
- ¿Qué eres?- Le dijo con una pequeña sonrisa traviesa, sabiendo que era la primera de las preguntas que se formularía. Y sin más dejaron de caer pétalos. Como si fuera la única respuesta a lo que había preguntado.
Estaba a punto de cogerla entre sus brazos, llevarla hasta el mar y meterla en las frías aguas nocturnas para que pudiera despertar de una vez. No eran dos meros desconocidos compartiendo un espacio idílico. Eran dos seres diferentes, una destinada a caminar por el mundo en la ignorancia y el otro en intentar no destruir a todos a su alrededor. Ella tendría su alma intacta, con suerte, él ni siquiera sabía si aún le quedaba algo de ella.
- No te estoy juzgando mujer, admiro tu fortaleza, pero es mi deber advertirte que no tienes nada que hacer contra mí.- Le dio una sonrisa triste, algo ligero y tenue, un mero rasgo de lo que le dolía aún saber que no se equivocaba. Ella no quería descubrir todo lo que era capaz de hacer, incluso a veces soñaba con poder olvidarse de algunas partes de su pasado.
- Te lo voy a explicar de nuevo. Tú insistes en hacerme frente físicamente. - Negó lentamente apartando sus manos de ella, no quería tocarla para que no se distrajera más de lo que era necesario. No quería decirle que por peso y constitución, él podría tenerla bajo su cuerpo, hundiéndola contra la arena, en menos tiempo del que creía. Incluso si sabía autodefensa, no sabía que él estaba acostumbrado a pelear a muerte por algo de comida.
Se había criado solo en el bosque, muchas cosas ocurrían cuando tenías que sobrevivir sin que alguien te ofreciera algo de sustento. Desde luchar por algo de comida, a intentar no morir por haber recibido una paliza de algún granjero que se había dado cuenta de cuántos huevos desaparecían cada vez que él se acercaba a sus terrenos. Él sí sabía de crueldad, ella no.
- Yo hablo de tu mente, de todas esas voces que te susurran qué es lo correcto y qué no. Sé cuán curiosa eres, lo noto.- Su sonrisa se amplió, mientras que volvía a caminar a su alrededor, lentamente, acercándose a ella lo suficiente como para que su nariz rozase su cabello.
- Tu mente va a abrirse, expandiéndose, por voluntad propia. Vas a querer alcanzar la cima de la escalera que yo mismo crearé para ti. Y cuando llegues a la cima y veas lo que has dejado para poder alcanzarme, entenderás que ni siquiera podrás echarme la culpa de lo que quede de ti, porque fuiste tú quien dio cada uno de los pasos.- Rió sobre su oído, mientras suavizaba la orden que le impedía moverse y la dejaba libre de su hechizo. Apartándose de ella para que tuviera la distancia necesaria para irse sin necesidad de acercarse de nuevo a él.
- Adelante, dama Asura. Ven a mí. - Abrió sus brazos en una invitación, dejándole que hiciera aquello que prometía. No tenía intenciones de dañarla demasiado, sólo quería ver cuánto era capaz de resistir. Su forma de herir siempre había tenido un fin más oscuro. A él le encantaba hacer mella en los valores y límites de los humanos, creando su autodestrucción mucho antes de que ellos lo supieran.
- Pero te lo recuerdo de nuevo, cada paso que des hacia mí, te va a separar más de la persona que ya eres. Incluso cuando mi cuerpo se aleje físicamente de ti, perduraré como un recuerdo constante, hasta que sientas la compulsión de venir por la primera de las respuestas.- Cerró sus ojos y recitó unas palabras, antes de que del cielo comenzasen a caer pétalos de cerezo, pequeñas formas rosáceas que se asemejaban a un corazón, llenando la arena de ellas, pero sólo sobre la cabeza de ambos.
- ¿Qué eres?- Le dijo con una pequeña sonrisa traviesa, sabiendo que era la primera de las preguntas que se formularía. Y sin más dejaron de caer pétalos. Como si fuera la única respuesta a lo que había preguntado.
Vishous- Hechicero Clase Media
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Re: Rayos de luna ( Libre)
Seguía insistiendo, seguía en mí firmen convicción de que todo lo que estaba diciendo era más por el hecho de que quería asustarme, me tenía atada de alguna forma que no lograba comprender y de la cual no podía moverme… con lo que limitaba mis movimientos mientras que él se paseaba a mí alrededor sin ningún tipo de problema. Bien, de alguna forma había asumido aquel tipo de… magia, por llamarlo de alguna manera, todo lo bien que había podido hacer. Sus palabras que sonaban tan convincentes me hacía pensar que simplemente podría estar tratándose de un completo farol, ¿quién podría hacer eso? No mucha gente, y si era cierto debía de verlo con mis propios ojos.
Como ya le había dicho me habían instruido para que el honor fuera uno de los mayores valores que tuviera en mí vida, y dado al país de dónde procedía y a la importancia que se le daba a ello huir de los problemas, o de situaciones en las que me encontraba ahora, no era algo que iba a hacer en toda mí vida. Porque para ello me habían instruido y enseñado, me habían preparado para afrontar todo aquello que me aconteciera en mí vida, por ello también me habían enseñado a defenderme.
¿Y que podría hacer, exactamente, si él tenía razón y sus palabras eran verdad? No lo podría saber hasta que no llegara el momento, pero dejarme vencer, darle aquello que él decía que le daría sin presentar batalla sería una grave ofensa para mí, por lo que no, pese a sus advertencias no iba a irme a casa como si aquello no hubiera pasado, como si jamás me lo hubiera encontrado en la playa por casualidad aquella noche… no era algo que tuviera pensado hacer de ninguna manera. Enarqué una ceja ante sus primeras palabras, ¿qué podía importarle si me advertía o no? Si al final acababa cayendo yo iba a ser la culpable de ello, pero era algo que me hacía sospechar un poco que podría llevar razón, aunque una parte de mí me decía que no pasaría nada de lo que me estaba diciendo.
Sí, yo hablaba de hacerle frente de una forma física, ¿Qué otra forma podría haber? ¿Psíquica? No conocía forma de hacer daño de esa forma aunque sí había oído hablar que, en la antigüedad, los grandes guerreros podían hacer ese tipo de daño… pero quizás eran mitos, historias que se contaban de noche a los niños para infundirles algo de miedo, o quizás fueran verdades adornadas y matizadas para crean una gran historia. Lo miré durante unos segundos, parado delante de mí y con aquella expresión. Realmente parecía que no quería hacerme daño, al menos no de forma física, pero sí que era cierto que parecía encontrarse en una especie de encrucijada donde una parte, que no sabía cuál era, primaba más sobre la otra.
Tal y como él había dicho era una mujer algo curiosa, hecho que me había llevado hasta donde me encontraba ahora, si no me hubiera acercado a él movida por un poco de curiosidad… no estaría en aquella situación. De nuevo comenzó a moverse a mí alrededor mientras hablaba, pude notar su presencia cerca de mí en mí espalda y su respiración cerca de mí rostro, como si me estuviera hablando al oído. Él hablaba de alcanzar una cima y que al llegar a ella me daría cuenta de algo, algo que en aquel preciso momento no pude discernir de qué se trataba.
-¿Y si me quedo a mitad de camino? ¿Y si descubro que, al llegar a la cima, no he sucumbido como predices que va a pasar? –miré de reojo notándolo todavía detrás de mí, daba por hecho muchas cosas que quizás no fueran a pasar. Mí fuerza de voluntad era fuerte y férrea- ¿Y si te equivocas, qué pasaría entonces? ¿Ganaría yo? –pregunté porque no sabía my bien de qué estábamos hablando todavía, no lograba saber qué era lo que me estaba queriendo decir entre líneas. Finalmente noté que ya podía moverme y que mis pies no se habían quedado clavados en aquella arena, me moví para poder verlo a una distancia de mí y fruncí el ceño. ¿Qué me impedía ahora ir a por él y demostrarle que no era débil? Ahora ya no había nada que me impidiera moverme, ahora lo tenía a mí alcance.
Un leve reclamo hacia mi, pronunciando mí nombre y una invitación que mí cuerpo sintió de dos formas distintas; una quería acercarse, otra me advertía que era el momento de alejarme de aquel lugar. Pero como ya había dicho no era una mujer que huyera, así que alejarme no estaba dentro de las opciones. Di el primer par de pasos y me paré, no sabiendo muy bien lo que estaba haciendo. ¿Y si estaba realmente loco y caía en su trampa? Sí, aún le seguía dando vueltas a por qué me tuvo sin poder moverme aquel tiempo. ¿Y si todo era verdad? Si era así quería saber hasta dónde podría llegar con todo aquello.
De nuevo volvió a advertirme de aquello y de lo que pasaría si decidía seguir, para luego notar que recitaba unas palabras y… del cielo comenzaron a caer pétalos de cerezo. Su color rosado y su forma tan familiar y conocida para mí comenzaron a llenar el suelo de arena y a posarse sobre nosotros de forma leve y grácil. Elevé una de mis manos dejando la palma hacia arriba notando que algunos pétalos se quedaban ahí y los contemplé durante unos segundos, para nosotros aquella flor era importante y algo que nos representaba en lo que éramos. Mí mirada volvió a la suya de nuevo cuando me preguntó qué era, y durante unos segundos en los que aquellos pétalos dejaron de caer sobre nosotros, no supe a qué se estaba refiriendo. ¿Qué era? No entendía muy bien la pregunta, me mordí el labio dudando durante unos instantes y finalmente hablé con la determinación danzando en mis palabras.
-Soy una mujer, una mujer fuerte y curiosa que comienza a poner en duda todo lo que dices, y todo lo que haces –di un par de pasos más quedando a una distancia de él y volví a pararme- Y que piensa hacerte ver que estás equivocado conmigo. La pregunta, en realidad es, ¿qué eres tú? –ladeé un poco la cabeza, lista para cualquier movimiento por su parte algo brusco hacia mí, en que no tardaría de reducirlo si hacía falta.
Como ya le había dicho me habían instruido para que el honor fuera uno de los mayores valores que tuviera en mí vida, y dado al país de dónde procedía y a la importancia que se le daba a ello huir de los problemas, o de situaciones en las que me encontraba ahora, no era algo que iba a hacer en toda mí vida. Porque para ello me habían instruido y enseñado, me habían preparado para afrontar todo aquello que me aconteciera en mí vida, por ello también me habían enseñado a defenderme.
¿Y que podría hacer, exactamente, si él tenía razón y sus palabras eran verdad? No lo podría saber hasta que no llegara el momento, pero dejarme vencer, darle aquello que él decía que le daría sin presentar batalla sería una grave ofensa para mí, por lo que no, pese a sus advertencias no iba a irme a casa como si aquello no hubiera pasado, como si jamás me lo hubiera encontrado en la playa por casualidad aquella noche… no era algo que tuviera pensado hacer de ninguna manera. Enarqué una ceja ante sus primeras palabras, ¿qué podía importarle si me advertía o no? Si al final acababa cayendo yo iba a ser la culpable de ello, pero era algo que me hacía sospechar un poco que podría llevar razón, aunque una parte de mí me decía que no pasaría nada de lo que me estaba diciendo.
Sí, yo hablaba de hacerle frente de una forma física, ¿Qué otra forma podría haber? ¿Psíquica? No conocía forma de hacer daño de esa forma aunque sí había oído hablar que, en la antigüedad, los grandes guerreros podían hacer ese tipo de daño… pero quizás eran mitos, historias que se contaban de noche a los niños para infundirles algo de miedo, o quizás fueran verdades adornadas y matizadas para crean una gran historia. Lo miré durante unos segundos, parado delante de mí y con aquella expresión. Realmente parecía que no quería hacerme daño, al menos no de forma física, pero sí que era cierto que parecía encontrarse en una especie de encrucijada donde una parte, que no sabía cuál era, primaba más sobre la otra.
Tal y como él había dicho era una mujer algo curiosa, hecho que me había llevado hasta donde me encontraba ahora, si no me hubiera acercado a él movida por un poco de curiosidad… no estaría en aquella situación. De nuevo comenzó a moverse a mí alrededor mientras hablaba, pude notar su presencia cerca de mí en mí espalda y su respiración cerca de mí rostro, como si me estuviera hablando al oído. Él hablaba de alcanzar una cima y que al llegar a ella me daría cuenta de algo, algo que en aquel preciso momento no pude discernir de qué se trataba.
-¿Y si me quedo a mitad de camino? ¿Y si descubro que, al llegar a la cima, no he sucumbido como predices que va a pasar? –miré de reojo notándolo todavía detrás de mí, daba por hecho muchas cosas que quizás no fueran a pasar. Mí fuerza de voluntad era fuerte y férrea- ¿Y si te equivocas, qué pasaría entonces? ¿Ganaría yo? –pregunté porque no sabía my bien de qué estábamos hablando todavía, no lograba saber qué era lo que me estaba queriendo decir entre líneas. Finalmente noté que ya podía moverme y que mis pies no se habían quedado clavados en aquella arena, me moví para poder verlo a una distancia de mí y fruncí el ceño. ¿Qué me impedía ahora ir a por él y demostrarle que no era débil? Ahora ya no había nada que me impidiera moverme, ahora lo tenía a mí alcance.
Un leve reclamo hacia mi, pronunciando mí nombre y una invitación que mí cuerpo sintió de dos formas distintas; una quería acercarse, otra me advertía que era el momento de alejarme de aquel lugar. Pero como ya había dicho no era una mujer que huyera, así que alejarme no estaba dentro de las opciones. Di el primer par de pasos y me paré, no sabiendo muy bien lo que estaba haciendo. ¿Y si estaba realmente loco y caía en su trampa? Sí, aún le seguía dando vueltas a por qué me tuvo sin poder moverme aquel tiempo. ¿Y si todo era verdad? Si era así quería saber hasta dónde podría llegar con todo aquello.
De nuevo volvió a advertirme de aquello y de lo que pasaría si decidía seguir, para luego notar que recitaba unas palabras y… del cielo comenzaron a caer pétalos de cerezo. Su color rosado y su forma tan familiar y conocida para mí comenzaron a llenar el suelo de arena y a posarse sobre nosotros de forma leve y grácil. Elevé una de mis manos dejando la palma hacia arriba notando que algunos pétalos se quedaban ahí y los contemplé durante unos segundos, para nosotros aquella flor era importante y algo que nos representaba en lo que éramos. Mí mirada volvió a la suya de nuevo cuando me preguntó qué era, y durante unos segundos en los que aquellos pétalos dejaron de caer sobre nosotros, no supe a qué se estaba refiriendo. ¿Qué era? No entendía muy bien la pregunta, me mordí el labio dudando durante unos instantes y finalmente hablé con la determinación danzando en mis palabras.
-Soy una mujer, una mujer fuerte y curiosa que comienza a poner en duda todo lo que dices, y todo lo que haces –di un par de pasos más quedando a una distancia de él y volví a pararme- Y que piensa hacerte ver que estás equivocado conmigo. La pregunta, en realidad es, ¿qué eres tú? –ladeé un poco la cabeza, lista para cualquier movimiento por su parte algo brusco hacia mí, en que no tardaría de reducirlo si hacía falta.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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