El ruiseñor se niega anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría. || Privado

por **Priya** Vie Sep 04, 2015 3:45 pm

¿Era de día? ¿O quizás de noche? El tiempo se volvía relativo. Ya no distinguía entre el sol y la luna, y tampoco podía percibir el aura de quien se acercara; a veces ni siquiera escuchaba. Su piel se había agrietado, algunas venas habían mostrando un color verdoso sobre su piel morena. Aquello parecían moretes, como si le hubieran dado una buena paliza, aunque nadie se atrevía a eso, ni siquiera a darle de comer. En aquel barco le temían, todos ellos creían que algo malo podría ellas hacerle, sin embargo su mente fue más audaz, ¿cuánto tiempo más ella iba a poder aguantar?

De algo estaba cien por ciento segura. El barco ya no se movía. Meses fueron los que transcurrieron para poder llegar al destino final. ¿Qué seguiría para Priya? La pregunta no tenía respuesta alguna, porque ni siquiera su verdugo era capaz de contestarla. Las tierras lejanas prometían, pero no para ella. Todo aquel que se encontraba dentro de ese navío de ella querían deshacerse ¿por qué? ¡Miedo! Y necesidad. ¿Cuántas monedas serían capaz de pagar por su cabeza? Si sabían hacer el trato una buena cantidad, pero lo cierto es que sus captores no tenían muchos pensamientos, eran torpes, bastante tontos, y lo único que les importaba eran las mujeres, el alcohol, y mucho alimento. Básicos. ¿Qué podría esperar ella de ellos? Con milagro y vivían, y ella, claro, sobrevivía. Todo era una desgracia, no tenía nada. Y tampoco dejó en el camino. ¿Debía de importarle algo?

Cuando jalaron sus cadenas cayó, como pudo se puso de pie, sus piernas estaban endurecidas. La gitana avanzó como podía. La luz del sol la perturbó, tardó unos minutos para poder acostumbrarse a ellos. En el puerto la miraban con asombro. Estaba bien sabido que las mujeres eran inferiores a los hombres, pero una cosa era el bajar la cabeza, y otra muy distinta el que llevara cadenas, y encima una mordaza de fierro. Aquello era más que una simple humillación.

Pasaron por una taberna, o quizás a dos. Cuando el dinero escaseó, la preocupación llegó.

Así fue cómo las piernas los hicieron seguir el camino. La gitana se encontraba sedienta, hambrienta, cansada y muy débil. La luz del sol se había escondido, y la luna la incitaba. De tener fuerza habría escapado, con todo y cadenas, habría buscado la manera de poder lograr que alguien la liberara, y así poder hablar, contar su historia, e incluso buscar entre botes de basura que comer. Sin embargo todo se quedaba en su imaginación. Priya arqueó una ceja al notar que tocaban un domicilio, no era el más ostentoso, pero tampoco humilde. Se escuchaban risas de pequeños, pero al interrumpir la privacidad, todo se volvió silencio. Una figura alta y fornida apareció. Ella no podía identificar por completo. Sin embargo si escuchó. La estaban ofreciendo, y por un precio que parecía un insulto. Demasiado barato para su gusto.

De nuevo un tirón de cadenas, la sangre manó de sus piernas y sus muñecas, su cuerpo se desplomó en la entrada de aquella casa. No podía pensar por lo aturdida que se encontraba a causa del golpe. La gitana no era nada de lo que fue en algún momento. Estaba siendo vendida como si fuera un animal, peor que eso. ¿Él hombre la aceptaría tomando en cuenta sus condiciones? Sí fuera ella, no la compraría.