Destino: Mesa para dos. ||Privado

por **Baltazar Dragonitt** Sáb Feb 27, 2016 9:38 am

El dorso de su mano se deslizo por la sudorosa frente, hace tiempo que no trabajaba de esta manera y quien lo viera –Por ejemplo, su prima- pegaría el grito en el cielo, diciéndole que una persona como él no debería de hacer este tipo de cosas, que por eso contrataban trabajadores y bla, bla, cosas sin sentido y que este hombre de buen corazón no le interesa. Aprovecho Baltazar que su querida y algo desquiciada prima salió, para hacer algo de provecho en su tiempo libre, porque de verdad, en estos momentos se sentía como un completo inútil, que no aprovechaba nada de la vida, de ese modo salió a caminar a los alrededor de su, no muy pequeña mansión y al dar vuelta para ir al pateo trasero observó que unos de sus trabajadores estaban cortando leña, él, inmediatamente fue hacia ellos, pidiéndole, no, mejor dicho, rogándole que si por favor su persona terminaba el resto ¿Era una broma o qué? Pensaron cada uno de sus empleados, porque la verdad en esos segundos que pasaron, dedujeron que era una broma sin sentido, de hecho una pésima, pero al ver como desabrochaba su gabardina negra y su chaqueta fina para dejarlos caer en el suelo y como se doblaba las mangas de su camisa de algodón, confirmaron que no, no era una broma y de eso, hace una hora con quince minutos, en realidad le gustaba ayudar, mientras no consiguiera un trabajo fijo en tierras parisienas, necesitaba sentirse que no era solo un muebles más de esta casona.

Al terminar quedo peor que un niño de diez años jugando con la tierra: Rostro completamente sucio por la tierra que emergía de la leña, ropa de igual condición, desarreglada y bueno, con una sonrisa plasmada en su rostro, se sentía feliz y era más importa eso que estar pensando en la inmortalidad del cangrejo un mito que, la verdad, el no creía. Nuevamente les dio las gracias por a verle permitido hacer algo que, no muchos quieren, recogió las prendas que se había quitado para ingresar a su casa pidiendo que la tina de su habitación este lista, ya que en media hora necesitaba salir, por un momento se olvidó que tenía una reservación para un cliente. Locuras de Baltazar, siempre lo mismo, olvidándose de las cosas importantes y recordadas las cosas no tan importantes.

Media hora después, se encontraba en las puertas del restaurante cuyo nombre, la verdad no lograba recordar, solo sabía como llegar. Al entrar pidió la reservación acordaba, una mujer, lo bastante hermosa le indico, Baltazar, en todo momento se mantenía lo más alejado que podía pero con discreción, al llevarlo hasta su lugar, un poco alejado de la multitud de gente. Suspiro al verla alejarse, aún sentía ese temor hacia el sexo femenino, una mujer es lo peor que le puede pasar, aunque su prima fuera fémina, ella era su pariente por eso la toleraba, una mujer más en su vida, no gracias, ya tuvo suficiente con las dos anterior, una que prácticamente lo engaño en su cara, quitándole todo y no precisamente dinero y la otra, simplemente lo pisoteaba como si fuera un don nadie y no una persona –ignorando que es barón, la verdad, le tiene sin cuidado si es o no es persona de la realza-

-Llega rápido por favor. – susurro, moviendo un pie, se sentía nervioso, había muchas, pero muchas mujeres y él, como que le tenía fobia a las mujeres.

Solo Baltazar ingreso al restaurante nombre-que-nunca-se-aprendió, por un hombre que a lo mejor puede conseguirle trabajo en el hospital, sí, porque Baltazar, aparte de ser Barón de Italia, tiene un título de Doctor general ¿Su secreto? Sí.

por **Audrey Browning** Lun Feb 29, 2016 8:15 pm

Al mirarse a si misma al espejo, Audrey podía ver que poco a poco regresaba a su antiguo ser. La tristeza que se abría paso en sus ojos y en su ser entero había comenzado a disiparse. Las ganas de salir y vivir su vida la atacaban cada vez con mayor frecuencia y fue por eso que se había dado a la tarea no de ser un ente andante en París, sino una habitante más activa y digna de la capital francesa. Animada y decidida pues a cambiar todo, la inglesa paso una semana ajetreada. Iba de un lugar a otro, asimilando París no solo como un lugar de paso, sino como el sitió donde viviría quizás, lo que le restaba de vida. Audrey fue al museo, al jardín botánico, visito varios cafés y claro, reservó en los mejores restaurantes. Diariamente era una aventura nueva para quien hacía unos meses se sintiera una muerta en vida y ese día no sería la excepción.

Después de haber contemplado su rostro al espejo, la inglesa bajó al comedor de la mansión que le fue heredada, tomó un delicioso desayuno y una vez que terminó, se dirigió a tomar un largo y relajante baño. No tener a quien darle explicaciones se sentía tan bien que de hecho, comenzaba a lamentarse las semanas que pasó sumergida en una depresión sin igual. Se tomó tanto tiempo como quiso en la bañera puesto que al salir, su piel se notaba ligeramente arrugada y de hecho, fue reprendida por una de las sirvientas que mantenía en la mansión de su difunto prometido.
– Si continua tardando tanto al tomar sus baños, su bonita piel va a arruinarse y sería una pena – aquella mujer ya de edad mayor, merecía cierto respeto, después de todo había sido la que le dió la bienvenida a su nueva vida y la que la acompaño en sus momentos más miserables, así que la inglesa no la contradijo, por el contrario, le pidió que la siguiente ocasión se encargara de llamarla cuando considerase que el tiempo dentro del agua era suficiente. Entonces con una sonrisa en el rostro permitió que la mujer la ayudara a secarse y vestirse.

Una hora más tarde desde que saliera de la bañera, Audrey abandonaba la mansión, enfundada en un hermoso vestido color carmesí y con un recogido sencillo. Sin perder más tiempo subió a su carruaje y pidió al cochero que la llevará a uno de los mejores restaurantes de París. Durante su viaje al centro todo transcurrió con tranquilidad. El humor de Audrey era muy bueno, incluso lo fue cuando bajó del carruaje y avanzó algunos pasos hasta la entrada del restaurante donde pronto, todos sus planes y su buen humor se desmoronarían.

– Su acompañante ya llegó – Fue lo primero que escucho al dar su nombre en el restaurante aquel, donde días atrás había hecho una reservación exclusiva.
– Disculpe… ¿Acompañante? – preguntó observando con duda a la joven que atendía a los recién llegados, quien asintió a sus palabras. Audrey sintió como el corazón le daba un vuelco en el pecho. Ella no había invitado a nadie a hacerle compañía pero desde que conociera a Pierre, sabía que cualquier cosa era posible, en especial cuando se trataba de ese hombre y de hecho en su mente, él era el único que podía estarle esperando aún sin ser invitado – Cierto, disculpe lo había olvidado – aseguró a la joven que comenzaba a mirarle con cierto recelo pero que una vez la escucho pedir disculpas, le sonrió y le pidió que lo siguiera.

Con un creciente nerviosismo y una sonrisa fingida en los labios, los pasos de la inglesa siguieron los ajenos hasta las mesas más alejadas del restaurante, donde sus ojos dieron con una figura masculina de espaldas, una que no se parecía para nada a la de Pierre. A pesar de ese hecho continuó caminando hasta quedar cerca de la mesa, donde se mantuvo de pie e inmóvil, observando fijamente al desconocido sentado en la mesa que ella había reservado.
– La dejó con su acompañante – mencionó la mujer que la llevó hasta ahí y quien rápidamente regreso a su puesto en la entrada del restaurante. Fue justo el momento donde se quedará a solas con aquel hombre cuyo rostro no reconocía que la sonrisa desapareció de sus labios.
– ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Por qué has mentido respecto a ser mi acompañante? – las preguntas salieron de sus labios de manera atropellada y sus ojos se mantenían fijos en aquel caballero, mientras que esperaba que respondiera y se largará.

por **Baltazar Dragonitt** Lun Feb 29, 2016 10:27 pm

Trago saliva, un sudor frio es lo que sentía en todo su cuerpo, los nervios volvían hacia él, en cualquier momento le daría un colapso total justo en este lugar, pero era necesario superar su, según fobia que tenía hacia el sexo opuesto, estaba aterrado, no cabía duda, porque la mayoría de los individuos que residían en el elegante restaurante de París, era mujeres, féminas, hembras y eso, eso era el mismísimo terror hacia Baltazar. El italiano se removía en su asiento como si fuera un niño pequeño que necesitaba realizar una travesura para sentirse completamente en paz, pero en su caso era que deseaba con todas sus fuerzas salir corriendo del lugar, huyendo, prácticamente. La razón por la que está en esta silla, sufriendo como si fuera un juego macabro, era porque necesitaba cerrar un gran negocio, dar su punto de vista y sobre todo su firma era esenciales para cerrar una gran ganancia de dinero que el mismo invirtió y si por alguna razón se llegara a perder la inversión, Baltazar tendría mucho problemas con el consejero de su familia obligándolo inmediatamente en regresar a tierras Italianas y es una cosa que aún no dese a hacer, y por ello, se encuentro en terrenos peligroso e hirientes para él.

Inclusive para superar dicha fobia, que, gracias a la mujer que anteriormente fue su pareja y la persona que más amo en este mundo, tuvo que ingresar a una clínica donde le ayudara a superar su temor hacia las mujeres, gracias a los contactos de su prima, Zouleth, fue, pero de nada sirvió, porque cada vez pareciera que crecía más con los días, y de eso hace un año, era un gran problema a decir verdad, ya no sabía qué hacer, pero tampoco hacia algo para parar todo eso, y simplemente se encargaba a maldecir a la mujer que lo lastimo tanto, que ni su nombre se puede pronunciar en casa u otro lado. Las únicas mujeres que realmente lograron estar junto al Barón de Italia eran tres, solamente tres, su prima, Zouleth, su nana y su mejor amiga. Sí, con ellas no se sentía de esta manera, supieron cómo llegar a su corazón y sin mentiras y eso le agradaba al morocho. Esperando que ninguna de las tres las defraude si no, haría que ardiera París.

Al tener la mirada perdida, solo escucho que un par de tacones se acercaba a su mesa, no volteo y no dio señales de movimiento, asintiendo antes las palabras de la camarera que, sin no mal recordaba le atendió antes de entrar. Por fin había llegado el abogado, ya era ahora, a veces odiaba esperar a las personas, con calma volteo a verle para decirle que se sentara, pero lo que vio al momento no fue precisamente a un hombre, ni robusto, y ni con cara de que había follado antes, no, justo enfrente de él, estaba parada una mujer, una mujer sumamente hermosa, el temor de Baltazar. Iba a decirle que se le ofrecía, pero al momento de abrir la boca, ella se le adelanto, diciéndole quien era y porque había mentido sobre esto ¿Qué coño estaba hablando ella? Y sobre todo ¿Quién era ella y como le faltaba al respeto de ese modo? Él era todo menos un mentiroso y se lo dejaría bien en claro. En un rápido movimiento, Dragonitt ya estaba incorporado y enfrente de ella, en estos momentos amaba su uno noventa de altura, mientras que ella aún usando tacones era más baja que él, se sentía poderoso en pocas palabras, sí, el hombre se sentía seguro así, mientras que ella no intentara acercarse a su espacio vital o a su persona o sencillamente lo tocara en una extremidad de su cuerpo, mientras que no pasara nada de eso, estaba bien, pero cuando no, volvía hacer la rata cobarde que realmente era, huyendo como si le hubiera metido un palo en el culo, estúpida fobia a veces lo odiaba pero como dicen, no hace nada para remediarlo y cortarlo desde raíz. Él tiene la culpa.

-Espere, Mademoiselle… -Dejo que la palabra se alargara, porque la verdad no sabía su nombre ni su apellido pero en estos momentos, la verdad, no le interesaba eso. Solo deseaba arreglar el malentendido que surgió. -Estoy completamente seguro que esto es una verdadera confusión, se equivocaron sencillamente, regularmente pasa eso, tranquila. Yo en realidad espero a un hombre y usted, con todo respeto, no se parece a uno. –Suspiro, y confeso desviando su mirada, no podía mantenerle mucho tiempo, es bella, no lo negaría, ante todo, él era un hombre y sabía apreciar la belleza de una mujer aunque las odia. –De ese modo pido disculpas ante mano si la camarera le dijo que yo lo esperaba. –Tomo el mantel que anteriormente estaba jugando y suspiro para después estrujándolo. –Le pido con todo el respeto que me han inculcado mis padres que se retire, estoy esperando alguien.–Dicho eso, dio media vuelta y volvió a sentarse, estaba tragando saliva varias veces, movía las manos ¡O no! A Baltazar le daría un ataque de nervios, aquí, justo en este lugar y donde una mujer sumamente hermosa estaba detrás de él.

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