AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
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El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Dabria observa como su tía Imogen empaca sus cosas, esta tranquila sabe que eso sucedería aunque ignoraba cuando era la fecha estipulada por el destino –Solo falta que llegue el hombre- piensa y observa hacia la ventana de su habitación en lo más alto de los techos del teatro, la noche a caído ahora y las primeras estrellas se proyectan en el cielo. Su agitada tía la distrae y le presta un osito de peluche, su favorito, la niña lo abraza con fuerza, un fantasma cerca de ella le dice que la decisión tomada es porque Imogen esta en peligro, una especie de traición y ella no entiende, su tía le prometió que jamás volvería a hacer cosas malas ¿Por qué no hizo caso de sus advertencias?
Observó el siguiente movimiento de su tutora, sus tacones iban y venían desprendiéndose del bastón que permanecía recargado en uno de los muros de madera, la pequeña hechicera ser mueve y llega a el objeto, lo echaría de menos. Extrañaría ver a las bailarinas girar bajo las ordenes de ese mismo bastón como también a la Prima Donna que pese a ser engreída la niña amaba su voz y jugar con los espíritus entre bastidores y vestuarios, pero para ella su tía era importante y si su vida dependía de su huida lo haría. Además confiaba en ella y mientras más crecía ese sentimiento en su interior, seguía sus movimientos desde la orilla de la habitación atentamente, estaba de pie y acariciando el bastón con la mano derecha, amaba su textura fría y adoraba pensar que algún dia en el caso de no ser pianista sería una excelente maestra y jefe del cuerpo de ballet del teatro que le perteneció a su ángel de la música, su celestial compañía que desapareció tras el incendio -"También a ti te extraño"- bajó la mirada, inspiró y deseo poder hablar con él una vez más antes de irse, queria despedirse, verlo y agradecerle las noches en cantaba para ella hasta conciliar el sueño o tocaba el violín solo para ella en la capilla de los artistas.
Pero no hubo más tiempo de pensar, ni de recordar, ni añorar, al siguiente pestañeo Dabria ya estaba camino a la salida del teatro que le abrió las puertas tan amablemente en vez de un orfanato, la pobre pequeña observaba con los ojos atestados en lágrimas los pasillos por los que compartió tan buenos momentos con el resto del personal, con sus hermanos y sus hermanas que pudo recolectar a lo largo de un año, también los fantasmas que estaban allí acudieron a despedirse desde las lejanías, ella lloraba y ellos también a su modo, brisas frías le cubrieron antes de salir al Hall y luego a la acera frente al teatro.
La niña se despidió de su tía con un fuerte abrazo para luego y ante su sorpresa cerrar la puerta dejándola sola en una callejuela sin gente y sin luz, su única compañía ahora era su oso y una valija de su lado derecho hasta que una capa le cubrió por la espalda. Un carruaje misterioso se detuvo delante de ella mientras la puerta se abría por si sola, Dabria observo confundida –¿Para mí?- niterrogo insegura, sus puños se contrajeron por el nerviosismo, nadie le contestó. Pestañeó un par de veces más, no había visones, no existía una certeza si aquel ofrecimiento era seguro, simplemente continuó allí titiritando de frío << Sube o enfermarás >> aconsejo una voz que ni siquiera era fantasmal pero tampoco parecía humana y por alguna extraña razón se le hacía familiar. Asintió, volvió la mirada atrás intentando divisar si lograba ver al dueño del largo abrigo negro pero no encontró a nadie. Se dispuso a levantar la pesada valija de su costado, para su sorpresa tampoco estaba allí sino adentro del vehículo, pero por este hecho no se inmutó, estaba acostumbrada que los fantasmas en ocasiones hacían cosas por ella cuando los deberes eran demasiados pesados para su tamaño infantil, finalmente se encogió de hombros y confiándose a la buena de Dios subió abordo.
En el compartimento no había nadie más que ella unos hermosos sillones mullidos de colores rojos satinados, las farolas eran diminutas pero aún así filtraban bien la luz de las ceras a medio consumir. Dabria tomo postura como toda dama y permaneció sentada todo el trayecto, escucho el relinchar de los caballos y sus casquetes al caminar por las aceras de las que nada veía porque las cortinas estaban cerradas tan firmemente como la puerta que se cerró por si sola al entrar -¿A dónde me llevan?- pregunto en susurró imperfecto como es en la voz de un pequeño, tuvo una corta visión, una máscara y nada más -"Eso no dice gran cosa, supongo"- pensó y justo en ese momento los casquetes se detuvieron y el carruaje hizo lo mismo lentamente. Dabria espero a que la puerta se abriera por si sola pero una mano forrada de piel oscura se extendió al darle paso con la otra. El lugar era silencioso, una casa estaba allí y su jardín desprendía un aroma a rosas de castilla que le hicieron recordar su sueño anterior, soñó ese camino con un ruiseñor entre los rosales, se le advirtió que el ángel estaba vivo y que ahora sería su custodio fungiendo un papel casi humano, vio también el rostro de un niño y una hermosa mujer que pasarían a ser algo por demás especial para ella. Tomó la mano que le era ofrecida –Hola de nuevo angelito- saludo con una enorme sonrisa, sus miradas se encontraron y entonces al ver quién era y como era, la máscara que lo cubría y su estatura considerablemente más alta que la suya, se arrojo a sus brazos –No sabes cuanto quería verte, saber como eras... asegurarme de que estabas bien angelito- suspiro con alivio –Te quiero mucho y no sabes cuanta es... es... mi alegría de ser tu quién salvaras a mi tía- sin evitarlo lágrimas tibias resbalaron por sus mejillas, Dabria reconocía que estaba feliz y a la vez estaba asustada, por primera vez tenía miedo del futuro que les aguardaba a todos los que ella amaba.
Observó el siguiente movimiento de su tutora, sus tacones iban y venían desprendiéndose del bastón que permanecía recargado en uno de los muros de madera, la pequeña hechicera ser mueve y llega a el objeto, lo echaría de menos. Extrañaría ver a las bailarinas girar bajo las ordenes de ese mismo bastón como también a la Prima Donna que pese a ser engreída la niña amaba su voz y jugar con los espíritus entre bastidores y vestuarios, pero para ella su tía era importante y si su vida dependía de su huida lo haría. Además confiaba en ella y mientras más crecía ese sentimiento en su interior, seguía sus movimientos desde la orilla de la habitación atentamente, estaba de pie y acariciando el bastón con la mano derecha, amaba su textura fría y adoraba pensar que algún dia en el caso de no ser pianista sería una excelente maestra y jefe del cuerpo de ballet del teatro que le perteneció a su ángel de la música, su celestial compañía que desapareció tras el incendio -"También a ti te extraño"- bajó la mirada, inspiró y deseo poder hablar con él una vez más antes de irse, queria despedirse, verlo y agradecerle las noches en cantaba para ella hasta conciliar el sueño o tocaba el violín solo para ella en la capilla de los artistas.
Pero no hubo más tiempo de pensar, ni de recordar, ni añorar, al siguiente pestañeo Dabria ya estaba camino a la salida del teatro que le abrió las puertas tan amablemente en vez de un orfanato, la pobre pequeña observaba con los ojos atestados en lágrimas los pasillos por los que compartió tan buenos momentos con el resto del personal, con sus hermanos y sus hermanas que pudo recolectar a lo largo de un año, también los fantasmas que estaban allí acudieron a despedirse desde las lejanías, ella lloraba y ellos también a su modo, brisas frías le cubrieron antes de salir al Hall y luego a la acera frente al teatro.
La niña se despidió de su tía con un fuerte abrazo para luego y ante su sorpresa cerrar la puerta dejándola sola en una callejuela sin gente y sin luz, su única compañía ahora era su oso y una valija de su lado derecho hasta que una capa le cubrió por la espalda. Un carruaje misterioso se detuvo delante de ella mientras la puerta se abría por si sola, Dabria observo confundida –¿Para mí?- niterrogo insegura, sus puños se contrajeron por el nerviosismo, nadie le contestó. Pestañeó un par de veces más, no había visones, no existía una certeza si aquel ofrecimiento era seguro, simplemente continuó allí titiritando de frío << Sube o enfermarás >> aconsejo una voz que ni siquiera era fantasmal pero tampoco parecía humana y por alguna extraña razón se le hacía familiar. Asintió, volvió la mirada atrás intentando divisar si lograba ver al dueño del largo abrigo negro pero no encontró a nadie. Se dispuso a levantar la pesada valija de su costado, para su sorpresa tampoco estaba allí sino adentro del vehículo, pero por este hecho no se inmutó, estaba acostumbrada que los fantasmas en ocasiones hacían cosas por ella cuando los deberes eran demasiados pesados para su tamaño infantil, finalmente se encogió de hombros y confiándose a la buena de Dios subió abordo.
En el compartimento no había nadie más que ella unos hermosos sillones mullidos de colores rojos satinados, las farolas eran diminutas pero aún así filtraban bien la luz de las ceras a medio consumir. Dabria tomo postura como toda dama y permaneció sentada todo el trayecto, escucho el relinchar de los caballos y sus casquetes al caminar por las aceras de las que nada veía porque las cortinas estaban cerradas tan firmemente como la puerta que se cerró por si sola al entrar -¿A dónde me llevan?- pregunto en susurró imperfecto como es en la voz de un pequeño, tuvo una corta visión, una máscara y nada más -"Eso no dice gran cosa, supongo"- pensó y justo en ese momento los casquetes se detuvieron y el carruaje hizo lo mismo lentamente. Dabria espero a que la puerta se abriera por si sola pero una mano forrada de piel oscura se extendió al darle paso con la otra. El lugar era silencioso, una casa estaba allí y su jardín desprendía un aroma a rosas de castilla que le hicieron recordar su sueño anterior, soñó ese camino con un ruiseñor entre los rosales, se le advirtió que el ángel estaba vivo y que ahora sería su custodio fungiendo un papel casi humano, vio también el rostro de un niño y una hermosa mujer que pasarían a ser algo por demás especial para ella. Tomó la mano que le era ofrecida –Hola de nuevo angelito- saludo con una enorme sonrisa, sus miradas se encontraron y entonces al ver quién era y como era, la máscara que lo cubría y su estatura considerablemente más alta que la suya, se arrojo a sus brazos –No sabes cuanto quería verte, saber como eras... asegurarme de que estabas bien angelito- suspiro con alivio –Te quiero mucho y no sabes cuanta es... es... mi alegría de ser tu quién salvaras a mi tía- sin evitarlo lágrimas tibias resbalaron por sus mejillas, Dabria reconocía que estaba feliz y a la vez estaba asustada, por primera vez tenía miedo del futuro que les aguardaba a todos los que ella amaba.
Dabria Giry- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 27/08/2015
Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Había varios cabos sueltos que provocaban cierta incomodidad que no sabía a bien como sacudirme de encima, ya eran dos que me auguraban un peligro inminente pero ninguno había revelado quién era esta vez el maldito imbécil que en afán de ser héroe quería mi cabeza o de ser posible las cenizas de un demonio como yo. Quizás, en otros casos y en circunstancias diferentes eso no me habría importado, habría actuando de la misma forma en que lo hice con la llegada de mi infeliz bastardo de sangre, pero las cosas distaban mucho de aquellas épocas, ahora tenia una mujer y un niño que de alguna u otra manera debía aceptarlo como mío si queria tener a Selena de mi lado.
Sea como fuere el hecho debía posicionarme hasta el peldaño que había alcanzado en el mundo de los mortales y del teatro mismo, el reino que siempre ha sido mío y que lo seguirá siendo hasta que me plazca, consideré que era la única forma de defender a toda costa lo que me pertenece y por absurdo que pareciese accedí de ese modo a cumplir el capricho de una miserable de la que empezaba a dudar sobre sus lealtades, su argumento aunque valido no me daba buena espina y de verme traicionado por ella muy probablemente su cabeza aparecería de un lado, su cuerpo del otro y quizás si el sadismo me inspiraba a más algún brazo alejado del resto.
Como se había acordado, una noche de invierno debía buscar la siguiente bajo mi custodia, una niña mortal con poderes mágicos de los que siempre dude su existencia y que de alguna manera ahora se haría pasar por algo mío para poder estar resguardada de los "perseguidores". El hecho me irritaba y aunque había tenido conversaciones con ella cuando era a un más pequeña, la idea de llevarla junto a mi pequeña rosa me resultaba desagradable, bastante tenía ya con Edmond, ese mequetrefe con el que debía compartir su atención y su corazón también.
El carruaje llegó puntual a la cita, desde su interior le vi con detenimiento, era una simple mortal diminuta, temblando de frio con un oso de peluche en las manos y una valija a su lado –Idiota, ni siquiera ya para eso sirves mujer- masculle al notar la cobardía de Giry, esa mujerzuela la dejo allí como un perro echado a patadas, sin el coraje suficiente para decirle adiós tan siquiera. Bajándome del transporte y deslizándome por las sombras me quite la capa cubriéndola de inmediato –Sube o vas a resfriarte- aconseje sabiamente justo detrás suyo junto a los pilares principales del teatro, vigilando los alrededores y sus movimientos torpes y humanos que la llevaron finalmente a lo profundo de la cabina.
De allí y galopando entre el velo azul oscuro de la noche, viajamos lo más rápido que César podía correr entre los parajes más desolados de París pero que al final conducirían a la casa de mi pequeña. César ese hermoso caballo de estampa fina y pelaje oscuro como la noche brillaba al contraste de la luna que se cernía sobre nuestras cabezas, ese equino que yo robe poco después de haber vuelto a arribar al teatro, un trato justo después de que se tienen doce caballerizas y no se me ha dado ni un solo franco por los réditos de las obras que se habían presentado sin mi permiso ni presencia durante un año.
La casa quedo en un abrir y cerrar de ojos ante mi pálida máscara de porcelana, con sumo cuidado baje hasta la portezuela donde Dabria, llamada así por la hermana de Giry esperaba pacientemente como toda una dama educada por la mano férrea y cuadrada de Imogen. Teniéndole la mano bajo despacio aferrándose a mí al instante-¿Qué demonios les pasa a los mocosos?- me interrogue irritado en mis adentros –Edmond y Dabria parecían cortados por la misma tijera, ambos pendidos de mis piernas como mugrientas garrapatas- pensaba mientras intentaba hacer uso de todo autocontrol y paciencia posible para no estallar cual mi costumbre, lo primero de lo que debía asegurarme era meterla allí sin sospecha alguna de que fuese una desconocida –Escucha bien niña- advertí con un tono que distaba mucho de una calidez con la que había entablado conversaciones con ella –Yo no soy salvador de nadie, eso debe de quedarte muy claro- nuestros ojos se encontraron ´sin intenciones de desviarlos a otro lugar alejado del otro –Tu tía y yo tenemos asuntos de adultos en los que necesita mantenerte alejada de ella por un tiempo... solo por un tiempo- resoplaba con aire hostil pero sin salir de la poca paciencia que estaba dentro de mi a cuenta gotas -Allí adentro, está mi... está tu familia... de hoy en adelante y hasta que yo te ordene lo contrario tendrás por madre a la mujer que reside allí junto con su bastardo, que será tu hermano te guste o no ¿Me has entendido bien?- la niña no respondió, por el contrario su mirada permanecía fija en mi con aire curioso, intentando descifrar algo que ni yo sabía lo que era en realidad -¿Algún problema Dabria?- la interrogue irritado sin obtener ni una palabra –Espero que con tu madre no seas igual, una sola falta de respeto y sabrás de lo que soy capaz...- amenace para tomarla de la mano bruscamente después, rehuyendo, harto de su escrutinio. La conduje dentro de la residencia que abrió sus puertas ante mi presencia, el viento era helado y se había intensificado con los demonios a mi servicio –Anda, ¿Qué demonios esperas?-.
Sea como fuere el hecho debía posicionarme hasta el peldaño que había alcanzado en el mundo de los mortales y del teatro mismo, el reino que siempre ha sido mío y que lo seguirá siendo hasta que me plazca, consideré que era la única forma de defender a toda costa lo que me pertenece y por absurdo que pareciese accedí de ese modo a cumplir el capricho de una miserable de la que empezaba a dudar sobre sus lealtades, su argumento aunque valido no me daba buena espina y de verme traicionado por ella muy probablemente su cabeza aparecería de un lado, su cuerpo del otro y quizás si el sadismo me inspiraba a más algún brazo alejado del resto.
Como se había acordado, una noche de invierno debía buscar la siguiente bajo mi custodia, una niña mortal con poderes mágicos de los que siempre dude su existencia y que de alguna manera ahora se haría pasar por algo mío para poder estar resguardada de los "perseguidores". El hecho me irritaba y aunque había tenido conversaciones con ella cuando era a un más pequeña, la idea de llevarla junto a mi pequeña rosa me resultaba desagradable, bastante tenía ya con Edmond, ese mequetrefe con el que debía compartir su atención y su corazón también.
El carruaje llegó puntual a la cita, desde su interior le vi con detenimiento, era una simple mortal diminuta, temblando de frio con un oso de peluche en las manos y una valija a su lado –Idiota, ni siquiera ya para eso sirves mujer- masculle al notar la cobardía de Giry, esa mujerzuela la dejo allí como un perro echado a patadas, sin el coraje suficiente para decirle adiós tan siquiera. Bajándome del transporte y deslizándome por las sombras me quite la capa cubriéndola de inmediato –Sube o vas a resfriarte- aconseje sabiamente justo detrás suyo junto a los pilares principales del teatro, vigilando los alrededores y sus movimientos torpes y humanos que la llevaron finalmente a lo profundo de la cabina.
De allí y galopando entre el velo azul oscuro de la noche, viajamos lo más rápido que César podía correr entre los parajes más desolados de París pero que al final conducirían a la casa de mi pequeña. César ese hermoso caballo de estampa fina y pelaje oscuro como la noche brillaba al contraste de la luna que se cernía sobre nuestras cabezas, ese equino que yo robe poco después de haber vuelto a arribar al teatro, un trato justo después de que se tienen doce caballerizas y no se me ha dado ni un solo franco por los réditos de las obras que se habían presentado sin mi permiso ni presencia durante un año.
La casa quedo en un abrir y cerrar de ojos ante mi pálida máscara de porcelana, con sumo cuidado baje hasta la portezuela donde Dabria, llamada así por la hermana de Giry esperaba pacientemente como toda una dama educada por la mano férrea y cuadrada de Imogen. Teniéndole la mano bajo despacio aferrándose a mí al instante-¿Qué demonios les pasa a los mocosos?- me interrogue irritado en mis adentros –Edmond y Dabria parecían cortados por la misma tijera, ambos pendidos de mis piernas como mugrientas garrapatas- pensaba mientras intentaba hacer uso de todo autocontrol y paciencia posible para no estallar cual mi costumbre, lo primero de lo que debía asegurarme era meterla allí sin sospecha alguna de que fuese una desconocida –Escucha bien niña- advertí con un tono que distaba mucho de una calidez con la que había entablado conversaciones con ella –Yo no soy salvador de nadie, eso debe de quedarte muy claro- nuestros ojos se encontraron ´sin intenciones de desviarlos a otro lugar alejado del otro –Tu tía y yo tenemos asuntos de adultos en los que necesita mantenerte alejada de ella por un tiempo... solo por un tiempo- resoplaba con aire hostil pero sin salir de la poca paciencia que estaba dentro de mi a cuenta gotas -Allí adentro, está mi... está tu familia... de hoy en adelante y hasta que yo te ordene lo contrario tendrás por madre a la mujer que reside allí junto con su bastardo, que será tu hermano te guste o no ¿Me has entendido bien?- la niña no respondió, por el contrario su mirada permanecía fija en mi con aire curioso, intentando descifrar algo que ni yo sabía lo que era en realidad -¿Algún problema Dabria?- la interrogue irritado sin obtener ni una palabra –Espero que con tu madre no seas igual, una sola falta de respeto y sabrás de lo que soy capaz...- amenace para tomarla de la mano bruscamente después, rehuyendo, harto de su escrutinio. La conduje dentro de la residencia que abrió sus puertas ante mi presencia, el viento era helado y se había intensificado con los demonios a mi servicio –Anda, ¿Qué demonios esperas?-.
Phantom Nocte- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 321
Fecha de inscripción : 06/12/2011
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
A Dabria se le había advertido que el ángel de la música era muy estricto con todo el mundo y que tenía represalias bastante severas contra quien se atreviera de desobedecerlo de forma contundente, había bailarinas que aseguraban que varios de los asesinatos acontecidos en torno a las presentaciones antes de que el teatro se quemará habían sido obra suya, sin embargo ella pensaba que no era tan malo, después de todo ella siempre hablaba con él entrada la madrugada. Tenían conversaciones interesantes, principalmente todas sobre libros y música, Mozart y Beethoven eran siempre otro de los temas preferidos de ambos, en otras ocasiones era su canto o su violín tratando de consolarle cuando las pesadillas o premoniciones demasiado fatales invadían y perturbaban su sueño, tenía una voz sutil y suave que lograba arrullarla casi al instante. Quería a ese ángel misterioso del que rara vez veía su silueta a través del espejo o deslazándose por las paredes oscuras de la capilla, lo amaba hasta tal punto que en ocasiones intentaba defenderlo con los argumentos más razonables que el fantasma también tenia un lado blando como cualquier otro -Ni los ángeles son perfectos- argumentaba aquellas viejas ocasiones.
Y aun esa noche que hablaba de forma dura y sin color o calidez, Dabria duda de su parte bondadosa, nadie, ni él mismo ni los libros que había devorado sobre el tema le había hecho cambiar de parecer, por el contrario, a menudo cuando ese ser no estaba y el insomnio producto de su mente inquieta llegaba a perturbarle, se preguntaba si alguna vez el ángel podría ser tan bondadoso como para contarle como era la Europa y París de hace doscientos años y por muy macabro que sonara quería saber como se podía asesinar a una persona en ese entonces, había leído la cifra y los incidentes registrados en un libro que consiguió un día que asistió con su tía a un local de libros de segunda mano y su curiosidad aumento en gran medida. Quizás por eso lo escrutaba, sus poderes no incluían el poder de leer la mente por más que se esforzará, así que prefería escudriñar usando un poco de lógica y deducción, cosa que no se le dificultaba, Dabria era lista y además su curiosidad por naturaleza le había llevado a leer lecturas complejas para su edad pero útiles al menos en aquello que lograba analizar con cuidado y entender con éxito.
-No tengo ningún problema ángel- asintió y aparto la mirada rápidamente, centrado sus orbes verdes como la esmeralda hacia los rosales frescos que lucían misteriosos con la opaca luz de la luna llena de aquella noche de invierno –Lamento haberte visto de esa manera, si te importuna no lo volveré a hacer y por el contrario haré todo lo que me pidas- en su rostro infantil se dibujo media sonrisa mientras la tomaban de la mano, ella confiaba y sabía que en el fondo el hombre hecho ángel y hecho por el mismo demonio no era tan malo y que incluso con la energía que su magia involuntariamente podía absorber al contacto dedujo que allí había un resquicio de amor.
Miró a los alrededores mientras era casi arrastrada por la fuerza del adulto, detrás suyo estaba César, el caballo perdido por el que todo el mundo había perdido la cabeza a ultimas semanas en el teatro, su tía ya no sabía como alejar al inspector y los administradores en turno y mucho menos al pobre que estaba a cargo de custodiar a los equinos de noche, ese muchacho que ahora sufría de dolor en la nuca tras el golpe recibido la noche del robo. Todos especulaban que el fantasma había regresado y que era el responsable de esa desaparición, no había ni una sola alma que no estuviese preocupada por el animal a manos de ese "demonio" y no había día que desde los tramoyeros hasta las bailarinas no hicieran hipótesis sobre su posible uso. Por el contrario Dabria estaba feliz de que se hubiese ido con el ángel, mal llamando fantasma, estaba segura que un hombre como él cuidaría mejor de el animal que cualquiera en todo París.
Resignándose de no poder estrechar al caballo continuó camino hacia la casa de la que pronto se abrieron sus puertas por si solas en medio de una ventisca helada, la niña no pudo entrar porque allí en la sala habia dos personas esperándolos al parecer, la mujer se veía tierna y maternal mientras que el niño parecía mirarla con la misma curiosidad con que ella miró al ángel minutos antes. La timidez terminó por vencerla ocultándose detrás del ángel de máscara blanca como la nieve.
Y aun esa noche que hablaba de forma dura y sin color o calidez, Dabria duda de su parte bondadosa, nadie, ni él mismo ni los libros que había devorado sobre el tema le había hecho cambiar de parecer, por el contrario, a menudo cuando ese ser no estaba y el insomnio producto de su mente inquieta llegaba a perturbarle, se preguntaba si alguna vez el ángel podría ser tan bondadoso como para contarle como era la Europa y París de hace doscientos años y por muy macabro que sonara quería saber como se podía asesinar a una persona en ese entonces, había leído la cifra y los incidentes registrados en un libro que consiguió un día que asistió con su tía a un local de libros de segunda mano y su curiosidad aumento en gran medida. Quizás por eso lo escrutaba, sus poderes no incluían el poder de leer la mente por más que se esforzará, así que prefería escudriñar usando un poco de lógica y deducción, cosa que no se le dificultaba, Dabria era lista y además su curiosidad por naturaleza le había llevado a leer lecturas complejas para su edad pero útiles al menos en aquello que lograba analizar con cuidado y entender con éxito.
-No tengo ningún problema ángel- asintió y aparto la mirada rápidamente, centrado sus orbes verdes como la esmeralda hacia los rosales frescos que lucían misteriosos con la opaca luz de la luna llena de aquella noche de invierno –Lamento haberte visto de esa manera, si te importuna no lo volveré a hacer y por el contrario haré todo lo que me pidas- en su rostro infantil se dibujo media sonrisa mientras la tomaban de la mano, ella confiaba y sabía que en el fondo el hombre hecho ángel y hecho por el mismo demonio no era tan malo y que incluso con la energía que su magia involuntariamente podía absorber al contacto dedujo que allí había un resquicio de amor.
Miró a los alrededores mientras era casi arrastrada por la fuerza del adulto, detrás suyo estaba César, el caballo perdido por el que todo el mundo había perdido la cabeza a ultimas semanas en el teatro, su tía ya no sabía como alejar al inspector y los administradores en turno y mucho menos al pobre que estaba a cargo de custodiar a los equinos de noche, ese muchacho que ahora sufría de dolor en la nuca tras el golpe recibido la noche del robo. Todos especulaban que el fantasma había regresado y que era el responsable de esa desaparición, no había ni una sola alma que no estuviese preocupada por el animal a manos de ese "demonio" y no había día que desde los tramoyeros hasta las bailarinas no hicieran hipótesis sobre su posible uso. Por el contrario Dabria estaba feliz de que se hubiese ido con el ángel, mal llamando fantasma, estaba segura que un hombre como él cuidaría mejor de el animal que cualquiera en todo París.
Resignándose de no poder estrechar al caballo continuó camino hacia la casa de la que pronto se abrieron sus puertas por si solas en medio de una ventisca helada, la niña no pudo entrar porque allí en la sala habia dos personas esperándolos al parecer, la mujer se veía tierna y maternal mientras que el niño parecía mirarla con la misma curiosidad con que ella miró al ángel minutos antes. La timidez terminó por vencerla ocultándose detrás del ángel de máscara blanca como la nieve.
Dabria Giry- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 27/08/2015
Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Hoy sería un día extraño pues una nueva inquilina habitaría nuestro hogar, se trataba de una pequeña niña, no mucho mayor que Edmond, a la que íbamos a acoger. Mi ángel me había comentado un poco su situación y donde otras personas quizás la esperaría con cierta desconfianza, yo pensaba esperarla con una sonrisa y ternura pues adoraba a los niños y durante el tiempo que estuviera pasaría a ser mi hija, cosa que en verdad me encantaba; siempre había querido tener muchos hijos y aunque no era de la forma tradicional lo estaba consiguiendo poco a poco
Durante el día había hecho las compras pertinentes para las necesidades de la niña, no era mucho mayor que Edmond pero aun así no me parecía bien que compartieran algunas cosas, seguramente siendo el primer día, sentiría algo de miedo o desconcierto por lo que meterla en la misma habitación, sería una condena. Compre ropa de cama nueva, enseres que pudiera necesitar y algunas prendas de vestir, no sabía lo que la niña traería. Prepare la habitación lo mejor que pude, decorándola mas o menos al gusto que podría tener una niña de su edad.
Esa era la parte sencilla, lo complicado seria explicarle a Edmond que de ahora en adelante habría alguien más viviendo en la casa con la que tendría que compartir todo y la que sería su nueva hermanita a la que tendría que cuidar y proteger. Tanto su padre como yo se lo habíamos explicado de la mejor manera posible para que lo entendiera y no viera en ella a una intrusa que le quería robar el puesto, ni nada por el estilo. Era una situación sumamente difícil para todos pero de seguro que para Dabria mucho más, tener que alejarse de todo lo que conoce y empezar una nueva vida con gente que no sabe cómo son por mucho que hubieran podido contarle de nosotros
Se acercaba la hora, cada vez me encontraba más nerviosa con su llegada, quería hacerlo bien que se sintiera acogida y querida – Cariño no podemos agobiarla nada más llegar ¿De acuerdo? Recuerda cómo te sentiste tú el primer día en un lugar que no conocías con gente extraña para ti – Le dije a Edmond dándole un beso en la cabeza y llevándole hasta la entrada donde les esperaríamos. No había pasado demasiado tiempo cuando las puertas se abrieron dejando ver la silueta tan varonil de nuestro ángel – Bienvenido al hogar amor – Le sonreí con mucha ternura buscando con la mirada a la niña que se escondía tras él. Con pasos tranquilos me acerque a donde estaba y me agache a su altura pero sin estar pegada a ella – Hola Dabria, yo soy Selena y este mi hijo Edmond, desde hoy vamos a cuidarte mucho, no debes temer nada – La hable con voz tranquila y cariñosa mientras extendía mi mano con la confianza de que la tomase – También esta Copito, es nuestro perrito y seguro querrá jugar contigo en cuanto te vea ¿Querrás jugar tú con él?
Durante el día había hecho las compras pertinentes para las necesidades de la niña, no era mucho mayor que Edmond pero aun así no me parecía bien que compartieran algunas cosas, seguramente siendo el primer día, sentiría algo de miedo o desconcierto por lo que meterla en la misma habitación, sería una condena. Compre ropa de cama nueva, enseres que pudiera necesitar y algunas prendas de vestir, no sabía lo que la niña traería. Prepare la habitación lo mejor que pude, decorándola mas o menos al gusto que podría tener una niña de su edad.
Esa era la parte sencilla, lo complicado seria explicarle a Edmond que de ahora en adelante habría alguien más viviendo en la casa con la que tendría que compartir todo y la que sería su nueva hermanita a la que tendría que cuidar y proteger. Tanto su padre como yo se lo habíamos explicado de la mejor manera posible para que lo entendiera y no viera en ella a una intrusa que le quería robar el puesto, ni nada por el estilo. Era una situación sumamente difícil para todos pero de seguro que para Dabria mucho más, tener que alejarse de todo lo que conoce y empezar una nueva vida con gente que no sabe cómo son por mucho que hubieran podido contarle de nosotros
Se acercaba la hora, cada vez me encontraba más nerviosa con su llegada, quería hacerlo bien que se sintiera acogida y querida – Cariño no podemos agobiarla nada más llegar ¿De acuerdo? Recuerda cómo te sentiste tú el primer día en un lugar que no conocías con gente extraña para ti – Le dije a Edmond dándole un beso en la cabeza y llevándole hasta la entrada donde les esperaríamos. No había pasado demasiado tiempo cuando las puertas se abrieron dejando ver la silueta tan varonil de nuestro ángel – Bienvenido al hogar amor – Le sonreí con mucha ternura buscando con la mirada a la niña que se escondía tras él. Con pasos tranquilos me acerque a donde estaba y me agache a su altura pero sin estar pegada a ella – Hola Dabria, yo soy Selena y este mi hijo Edmond, desde hoy vamos a cuidarte mucho, no debes temer nada – La hable con voz tranquila y cariñosa mientras extendía mi mano con la confianza de que la tomase – También esta Copito, es nuestro perrito y seguro querrá jugar contigo en cuanto te vea ¿Querrás jugar tú con él?
Amaris Scander- Humano Clase Baja
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
El pequeño sabía que algo diferente se avecinaba a su casa porque mami Selena y el caballero de las alas negras se lo habían dicho más de un vez. Edmond estaba nervioso, muy nervioso, tanto que las últimas semanas antes de la llegada de la pequeña no hacia otra cosa más que bailar sobre sus pies sin poder recuperar quietud y calma, mientras que sus pequeñas manos por otro lado pulían de manera desenfrenada la madera como si no hubiese un mañana. Más allá de lo que esto pudiese significar para un adulto, sus actitudes no eran de enfado, sino de una mescolanza de sentimientos que el propio pequeño no sabía distinguir pero que le molestaba en gran medida en su estomago diminuto y lleno de lo que él llama “maripositas revoloteadoras”. Nunca en su vida había tratado con igual, no había tenido el privilegio de compartir y jugar con alguien de su edad, en su pueblo natal todos lo consideraban “Raro” o “Al revés”, así que temía que la nueva niña que se alojara en su casa terminara haciendo lo mismo. Además el nunca había tratado con una niña, salvo mami Selena, pero ella era adulto no una pequeña -¿A que jugaban las niñas? ¿Que comían las niñas? ¿Como dormían las niñas? ¿Como se tiene que hablar con una niña? ¿De que temas se pueden hablar con las niñas?- se preguntaba el pequeño cuyo corazón se aceleraba en grandes medidas cada vez que veía más próximos el día y la hora.
Una noche antes no pudo dormir y si de casualidad había tenido sueños profundos solo fueron pesadillas donde el rechazo por parte de la niña y de sus padres era muy evidente, se soñó en las calles de nuevo, mientras escuchaba a su mami y al caballero de alas negras decirle que estaba “Al revés”. Eso lo conmocionó mucho y lloró en silencio la mayor parte de la madrugada, observando sus obras de arte relegadas por el techo, los móviles de vitrales coloridos estaban quietos, no había luz de luna que traspasara su estructura endeble reflejando los azules de diferentes tonalidades que tanto le gustaban y que lograban calmarlo. La replica del norte y centro de París tallada en madera permanecía en tal quietud como la verdadera, con sus habitantes mudos y en la misma posición de siempre y su padre, lejos de donde el pequeño intentaba dormir estaba tocando su violín como siempre. Edmond quedó atento para poder oírlo con atención, se sumergió en la melodía, en los acordes y las notas tranquilas, cada uno de estos elementos fue lo único que al final logró calmar su inquietud, la magia de las cuerdas que su padre desprendía lo arrulló poco a poco hasta volverse a perder en los brazos del Señor Dios Morfeo y… quizás, era su imaginación ante el nerviosismo pero tuvo la sensación de que aquella melodía tranquila era exclusivamente para él, era la forma que su padre encontró para calmarlo sin decirle ni una palabra ni entrar en su habitación -Gracias papi- musitó en voz baja, aferrando sus pequeños puños a la funda del cojín antes de quedarse profundamente dormido.
La mañana siguiente transcurrió casi tan normal como cualquier otra, el clima era cálido y el cielo lucia despejado con los rayos del sol iluminando cada parte visible de un París con movimiento hasta el anochecer donde todo se volvió un mar de incertidumbre a tal magnitud que Edmond comió todo cuanto vio a su paso solo por nerviosismo puro e intolerable para su diminuto y delgado cuerpo.
-Si mami- asintió con insistencia después de escuchar los últimos consejos que su ángel le daba -No hablaré más de la cuenta, seré un niño bueno… lo prometo- sonrió casi de manera forzada tomando a copito en sus brazos que apenas si lo soportaban. Allí expectante espero no mucho tiempo hasta que la puerta se abrió dejando ver a caballero de alas negras, como siempre el pequeño quedaba boquiabierto al ver la imponente figura de ese hombre que se le figuraba al tamaño de un gigante al que nunca podría alcanzar. Poco a poco bajo su cabeza y su mirada hasta donde unos ojos claros se asomaban temerosos detrás de su padre pero no hizo nada, por el contrario soltó un pequeño respingo y opto por moverse más hacia atrás mientras mami Selena hablaba con ella invitándola a salir, en cuanto a señaló a copito, Edmond casi se esconde abajo del sillón, sus mejillas y el resto de su rostro se volvieron de un rojo escarlata y sus manitas empezaban a sudar en frío.
Sin embargo, al ver que la niña no se movía a pesar de que mami Selena se había portado tan amable como siempre supo que estaba sintiendo lo mismo que él cuando salió de las calles para vivir junto a ella, entonces recordó como deseo que alguien de su edad se hubiera acercado a decirle que todo estaría bien y no habría nada de que preocuparse. Tímidamente se acercó, cargando aún a su perrito entre sus brazos -Ho…Ho… Hola- dijo Edmond mientras los colores se le volvían a subir al rostro y bailaba sobre sus propios pies -Soy Edmond y…y… esta es mi casa y… y… ella es mi mami y… y… él es… bueno… él es mi… papá- pronunció un poco inseguro lo último intentando evadir la mirada color escarlata que se escondía tras la máscara, aún no estaba convencido de que llamarle así provocará algún tipo de gracia en el caballero de alas negras -Y si quieres podemos compartirlo, también tengo unos cuantos juguetes, algunos me los dio mami Selena en un día de campo y otros más los hice yo, podemos compartirlo también- sonrío con los ojos brillosos dirigidos a la pequeña -También podemos jugar con Copito, es, un gan… gran perrito, él también acaba de lleg.. de llegar ¿sabes?- se encogió de hombros, buscando ahora más que sus ojos -¿Oye, quieres que te lo presente?- le preguntó extendiendo una de sus manos hacia ella, pasando saliva con miedo a ser probablemente rechazado.
Una noche antes no pudo dormir y si de casualidad había tenido sueños profundos solo fueron pesadillas donde el rechazo por parte de la niña y de sus padres era muy evidente, se soñó en las calles de nuevo, mientras escuchaba a su mami y al caballero de alas negras decirle que estaba “Al revés”. Eso lo conmocionó mucho y lloró en silencio la mayor parte de la madrugada, observando sus obras de arte relegadas por el techo, los móviles de vitrales coloridos estaban quietos, no había luz de luna que traspasara su estructura endeble reflejando los azules de diferentes tonalidades que tanto le gustaban y que lograban calmarlo. La replica del norte y centro de París tallada en madera permanecía en tal quietud como la verdadera, con sus habitantes mudos y en la misma posición de siempre y su padre, lejos de donde el pequeño intentaba dormir estaba tocando su violín como siempre. Edmond quedó atento para poder oírlo con atención, se sumergió en la melodía, en los acordes y las notas tranquilas, cada uno de estos elementos fue lo único que al final logró calmar su inquietud, la magia de las cuerdas que su padre desprendía lo arrulló poco a poco hasta volverse a perder en los brazos del Señor Dios Morfeo y… quizás, era su imaginación ante el nerviosismo pero tuvo la sensación de que aquella melodía tranquila era exclusivamente para él, era la forma que su padre encontró para calmarlo sin decirle ni una palabra ni entrar en su habitación -Gracias papi- musitó en voz baja, aferrando sus pequeños puños a la funda del cojín antes de quedarse profundamente dormido.
La mañana siguiente transcurrió casi tan normal como cualquier otra, el clima era cálido y el cielo lucia despejado con los rayos del sol iluminando cada parte visible de un París con movimiento hasta el anochecer donde todo se volvió un mar de incertidumbre a tal magnitud que Edmond comió todo cuanto vio a su paso solo por nerviosismo puro e intolerable para su diminuto y delgado cuerpo.
-Si mami- asintió con insistencia después de escuchar los últimos consejos que su ángel le daba -No hablaré más de la cuenta, seré un niño bueno… lo prometo- sonrió casi de manera forzada tomando a copito en sus brazos que apenas si lo soportaban. Allí expectante espero no mucho tiempo hasta que la puerta se abrió dejando ver a caballero de alas negras, como siempre el pequeño quedaba boquiabierto al ver la imponente figura de ese hombre que se le figuraba al tamaño de un gigante al que nunca podría alcanzar. Poco a poco bajo su cabeza y su mirada hasta donde unos ojos claros se asomaban temerosos detrás de su padre pero no hizo nada, por el contrario soltó un pequeño respingo y opto por moverse más hacia atrás mientras mami Selena hablaba con ella invitándola a salir, en cuanto a señaló a copito, Edmond casi se esconde abajo del sillón, sus mejillas y el resto de su rostro se volvieron de un rojo escarlata y sus manitas empezaban a sudar en frío.
Sin embargo, al ver que la niña no se movía a pesar de que mami Selena se había portado tan amable como siempre supo que estaba sintiendo lo mismo que él cuando salió de las calles para vivir junto a ella, entonces recordó como deseo que alguien de su edad se hubiera acercado a decirle que todo estaría bien y no habría nada de que preocuparse. Tímidamente se acercó, cargando aún a su perrito entre sus brazos -Ho…Ho… Hola- dijo Edmond mientras los colores se le volvían a subir al rostro y bailaba sobre sus propios pies -Soy Edmond y…y… esta es mi casa y… y… ella es mi mami y… y… él es… bueno… él es mi… papá- pronunció un poco inseguro lo último intentando evadir la mirada color escarlata que se escondía tras la máscara, aún no estaba convencido de que llamarle así provocará algún tipo de gracia en el caballero de alas negras -Y si quieres podemos compartirlo, también tengo unos cuantos juguetes, algunos me los dio mami Selena en un día de campo y otros más los hice yo, podemos compartirlo también- sonrío con los ojos brillosos dirigidos a la pequeña -También podemos jugar con Copito, es, un gan… gran perrito, él también acaba de lleg.. de llegar ¿sabes?- se encogió de hombros, buscando ahora más que sus ojos -¿Oye, quieres que te lo presente?- le preguntó extendiendo una de sus manos hacia ella, pasando saliva con miedo a ser probablemente rechazado.
Edmond Antoine- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 24/03/2015
Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
En cuanto vi a la mujer acercarse, retrocedí más aferrándome con fuerza a la pierna de mi nuevo protector -Esto lo he soñado- me decía casi sin poder creer que de nuevo una predicción vista hace años se había cumplido casi al pie de la letra. “Casi”… era una palabra que no solía ocupar en muchas ocasiones y sin embargo hoy era la oportunidad de hacerlo, los vi a todos aunque nunca a la cara, vi la casa aunque no con su decorados y supe lo que pasaba aunque no escuchaba sus voces y también algo más me entristecía, algo muy fuerte que no tenía la fuerza para poder guardarlo dentro de mi, sabía que al entrar en esa casa, jamás regresaría al teatro, jamás volvería a ver a mi tía, ya no me quedaba más que a ellos como mi única familia, pero… ¿que pasaría cuando se enteraran de que tenía poderes? ¿De que era una bruja?, probablemente me echarían a patadas como todos en mi corta vida, temerían de que pudiera hacerles daño, sobre todo a ese niño que estaba como un tomate, eso me dio risa, pero muy poca.
No sé porque no podía ver el futuro que me deparaba junto a ellos, mi mente, mi don o lo que sea estaba bloqueada a recibir cualquier noticia sobre mi destino, hasta ese momento solo recibía alguna advertencia de alguna suceso importante que daría un giro a lo que conocía y tardaba años en descifrar su significado, después solo esperaba y cuando eso llegaba no sabía nada más, tener esto era horrible, era una pesadilla y no sabía a quien decírselo, solo el ángel lo sabía pero pocas veces supo como consolarme, él a pesar de todo aquellos gestos le eran aún bastante ajenos a su persona, no lo culpaba, también fue un marginado alguna vez.
Observo con calma el decorado de la casa, era modesta y tranquila, algo que me recordaba a la casa donde vivía con tía Imogen, salvo que allí no había calidez en los ojos de ella como en los de esa mujer cuya voz me tranquilizó sin saberlo, suspire con tan solo escucharla, de pronto me sentía como en casa, pero seguía teniendo miedo del rechazo, seguía creyendo que si yo no ponía un solo pie en aquella casa nada le sucedería a tía, nada ellos, nada de lo que se avecinaba, pero como mi maestro alguna vez me dijo: “El destino y sus hilos no dependen de quien los ve sino de Dios o del Diablo que son los que juegan a la suerte con sus habitantes, nosotros no podemos hacer nada, solo somos meros espectadores del horroroso espectáculo de la vida” .
Me entristecí al recordarlo y de pronto sentía tantas ganas de llorar que creí no lo soportaría, ahogue un grito de desesperación hasta que el niño con todo tipo de colores en el rostro se acerco tímidamente y me saludo nervioso. Su forma de comportarse me dio mucha alegría, nunca había tratado con un niño y para ser sincera conmigo misma me la pase días preguntándome que se suponía que debía hacer o actuar frente a uno de ellos, creí que todos eran tan desagradables como en el mundo de los grandes, pero al parecer había sus excepciones. Ese niño era muy raro y sin embargo no era tan diferente a mi, yo no fabricaba juguetes pero leía mucho sobre como era el procedimiento, no creía que pudiera entenderme sin llegar a callarme a media explicación como todos los demás así que espere a que terminará con tristeza y desesperación. Desilusionada baje la cabeza y de pronto mis ojos chocaron con su mano -¿Yo…? ¿De verdad puedo acariciar al perrito?- pregunte con esperanza y algo de lágrimas en mis ojos que me esforcé mucho en ocultar -¿En serio?- sonreí, saliendo de mi escondite detrás del ángel que se limitó a asentir de manera seca y discreta, puse una mano temblorosa sobre el cachorrito juguetón -Hola… Hola Copito- luego miré al niño frente a mí y le sonreí -Gracias por todo, me gustaría conocer todos tus juguetes que has hecho, yo no puedo ni hacer un barquito de papel- me moví algo incomoda -Es decir he leído del tema pero no entiendo- ambos sonreímos.
Giré con la gracia de una bailarina, mirando casi hasta el cielo con una torpe sonrisa, que pronto quería convertirse en llanto -Gracias, mademoiselle Scander, gracias por aceptarme en su casa- finalmente no pude más y me arroje a sus rodillas, sollozando discretamente.
No sé porque no podía ver el futuro que me deparaba junto a ellos, mi mente, mi don o lo que sea estaba bloqueada a recibir cualquier noticia sobre mi destino, hasta ese momento solo recibía alguna advertencia de alguna suceso importante que daría un giro a lo que conocía y tardaba años en descifrar su significado, después solo esperaba y cuando eso llegaba no sabía nada más, tener esto era horrible, era una pesadilla y no sabía a quien decírselo, solo el ángel lo sabía pero pocas veces supo como consolarme, él a pesar de todo aquellos gestos le eran aún bastante ajenos a su persona, no lo culpaba, también fue un marginado alguna vez.
Observo con calma el decorado de la casa, era modesta y tranquila, algo que me recordaba a la casa donde vivía con tía Imogen, salvo que allí no había calidez en los ojos de ella como en los de esa mujer cuya voz me tranquilizó sin saberlo, suspire con tan solo escucharla, de pronto me sentía como en casa, pero seguía teniendo miedo del rechazo, seguía creyendo que si yo no ponía un solo pie en aquella casa nada le sucedería a tía, nada ellos, nada de lo que se avecinaba, pero como mi maestro alguna vez me dijo: “El destino y sus hilos no dependen de quien los ve sino de Dios o del Diablo que son los que juegan a la suerte con sus habitantes, nosotros no podemos hacer nada, solo somos meros espectadores del horroroso espectáculo de la vida” .
Me entristecí al recordarlo y de pronto sentía tantas ganas de llorar que creí no lo soportaría, ahogue un grito de desesperación hasta que el niño con todo tipo de colores en el rostro se acerco tímidamente y me saludo nervioso. Su forma de comportarse me dio mucha alegría, nunca había tratado con un niño y para ser sincera conmigo misma me la pase días preguntándome que se suponía que debía hacer o actuar frente a uno de ellos, creí que todos eran tan desagradables como en el mundo de los grandes, pero al parecer había sus excepciones. Ese niño era muy raro y sin embargo no era tan diferente a mi, yo no fabricaba juguetes pero leía mucho sobre como era el procedimiento, no creía que pudiera entenderme sin llegar a callarme a media explicación como todos los demás así que espere a que terminará con tristeza y desesperación. Desilusionada baje la cabeza y de pronto mis ojos chocaron con su mano -¿Yo…? ¿De verdad puedo acariciar al perrito?- pregunte con esperanza y algo de lágrimas en mis ojos que me esforcé mucho en ocultar -¿En serio?- sonreí, saliendo de mi escondite detrás del ángel que se limitó a asentir de manera seca y discreta, puse una mano temblorosa sobre el cachorrito juguetón -Hola… Hola Copito- luego miré al niño frente a mí y le sonreí -Gracias por todo, me gustaría conocer todos tus juguetes que has hecho, yo no puedo ni hacer un barquito de papel- me moví algo incomoda -Es decir he leído del tema pero no entiendo- ambos sonreímos.
Giré con la gracia de una bailarina, mirando casi hasta el cielo con una torpe sonrisa, que pronto quería convertirse en llanto -Gracias, mademoiselle Scander, gracias por aceptarme en su casa- finalmente no pude más y me arroje a sus rodillas, sollozando discretamente.
Dabria Giry- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/08/2015
Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Jamás creí que pudiese encontrarme en aquella situación tan extraña y ajena a mí, yo el hijo del demonio, el ser excluido de una sociedad que no admite las diferencias evidentes de un físico agraciado ahora me hacia responsable de tres mortales, tres de aquellos a los que siempre he odiado y me he bañado en su sangre por simple placer y venganza, por esos de los que vivo cosechando sus almas para el demonio, de los que vivo para mi beneplácito gracias al miedo que me tienen y que los aniquila lentamente, en la más letal de las agonías.
Al ver ese extraño cuadro del que nunca creí ser participe comenzó a agitarse algo con violenta rapidez muy dentro de mí, era algo que ni yo mismo sabía discernir o aceptar que me estaba siendo preso de sus monstruosas garras desde hacia tiempo, incluso antes de que Giry me hubiese advertido. Tenía miedo de perder a Selena, ella era lo único bueno que tenía entre mis manos y su fragilidad representaba un peligro del que necesitaría defenderla siempre, ella casi había perecido una vez por mi culpa gracias a ese noble sentimiento hacia un ser inmundo como yo, seguía atada a ese final tan gris ahora que sabía lo que era, ahora que entendía que quizás algún día esta bestia podría enloquecer por vaciarla completamente… hasta ese entonces, sin embargo algo me daba la calma, las circunstancias que podían hacer que la perdiera dependía de mi o del tiempo, pero, ahora había otra amenaza allá afuera que podría arrebatármelo todo, incluyendo a esos dos pequeños mequetrefes y de la cual no sabía con exactitud como decírsela a mi pequeña rosa sin lastimar alguna de sus pétalos, sin llegar a que la alarma y la preocupación marchitará sus hojas, tenía que explicar porque Edmond y Dabria a partir de esa noche llevarían el apellido de Destler, lo único que poseía como identidad mortal.
-A partir de hoy vivirás con ellos, no quiero oír queja tuya al respecto- sentencie severamente a la niña de la cual ignoraba todo sollozo, un gesto humano que no toleraba ante mi presencia -Ella será ahora tu madre y deberás llamarla así y este… este niño será tu hermano, por lo cual te recomiendo que dejes de ocultarte porque te he traído a un lugar donde absolutamente nadie habrá de dañarte ¿Has entendido?- pero la pequeña no me respondió con lo que me dirigí a Edmond -Y tú- señale con dedo firme y acusador -Deberás cuidar bien de ella en mi ausencia, igual que lo haces con tu madre- decía sin pizca de sentimiento por él, era tan frío en aquel momento que no podía entender mi proceder, tan solo la noche anterior al pasar por la puerta de su habitación lo escuchaba sollozar muerto de miedo por lo que pasaría esta noche, yo agobiado y extasiado ante las muertes que había llevado acabo aquella noche ni siquiera me aproximé. Durante algunas horas seguí tocando frenéticamente lo que las imágenes de mis sangrientos recuerdos me dictaban hasta que paré y continué escuchando su llanto, reconociendo que era de miedo, un terror al rechazo, que sollozaba como yo lo hice siendo un niño cubierto por una pútrida máscara de tela vieja, entonces me digne a dejar mis memorias para después y tocar una sinfonía lenta que le devolviera la paz y el sueño que se hizo presente cuando ya no oí más que un << Gracias >> y un << Te quiero >> entre sueños, repetir su diminuta y aguda voz en mi cabeza en el presente, hizo calmarme,viéndolo por encima del hombro aún, pero con voz más amable -Llévala a tu habitación por favor Edmond, muéstrale lo que desees, necesito hablar con tu madre muy seriamente sin interrupciones- me dirigí a Selena, con un semblante disfrazado, intentaba no reflejar mi preocupación, más no debía fiarme puesto que ella me conocía mejor de lo que pensaba -Ahora- ordene y mi… mi hijo de alguna modo logro separar a Dabria de Selena, llevándola escalera arriba.
Por mi parte, solo me digne a ofrecerle una mano a mi pequeña rosa, que permanecía en el suelo después de tratar de estar a la altura de la niña —Vamos mi pequeña niña- apremie para que se pusiera en pie —Necesitó hablarte— pero entonces me detuve, no tenía valor para hacerlo, no tenía valor para destrozar su paz y aun con todo el dolor de mi corazón si para todos era mejor alejarme lo haría con tal de que ellos estuviesen a salvo, daría todo, incluso mi vida por ellos.
Al ver ese extraño cuadro del que nunca creí ser participe comenzó a agitarse algo con violenta rapidez muy dentro de mí, era algo que ni yo mismo sabía discernir o aceptar que me estaba siendo preso de sus monstruosas garras desde hacia tiempo, incluso antes de que Giry me hubiese advertido. Tenía miedo de perder a Selena, ella era lo único bueno que tenía entre mis manos y su fragilidad representaba un peligro del que necesitaría defenderla siempre, ella casi había perecido una vez por mi culpa gracias a ese noble sentimiento hacia un ser inmundo como yo, seguía atada a ese final tan gris ahora que sabía lo que era, ahora que entendía que quizás algún día esta bestia podría enloquecer por vaciarla completamente… hasta ese entonces, sin embargo algo me daba la calma, las circunstancias que podían hacer que la perdiera dependía de mi o del tiempo, pero, ahora había otra amenaza allá afuera que podría arrebatármelo todo, incluyendo a esos dos pequeños mequetrefes y de la cual no sabía con exactitud como decírsela a mi pequeña rosa sin lastimar alguna de sus pétalos, sin llegar a que la alarma y la preocupación marchitará sus hojas, tenía que explicar porque Edmond y Dabria a partir de esa noche llevarían el apellido de Destler, lo único que poseía como identidad mortal.
-A partir de hoy vivirás con ellos, no quiero oír queja tuya al respecto- sentencie severamente a la niña de la cual ignoraba todo sollozo, un gesto humano que no toleraba ante mi presencia -Ella será ahora tu madre y deberás llamarla así y este… este niño será tu hermano, por lo cual te recomiendo que dejes de ocultarte porque te he traído a un lugar donde absolutamente nadie habrá de dañarte ¿Has entendido?- pero la pequeña no me respondió con lo que me dirigí a Edmond -Y tú- señale con dedo firme y acusador -Deberás cuidar bien de ella en mi ausencia, igual que lo haces con tu madre- decía sin pizca de sentimiento por él, era tan frío en aquel momento que no podía entender mi proceder, tan solo la noche anterior al pasar por la puerta de su habitación lo escuchaba sollozar muerto de miedo por lo que pasaría esta noche, yo agobiado y extasiado ante las muertes que había llevado acabo aquella noche ni siquiera me aproximé. Durante algunas horas seguí tocando frenéticamente lo que las imágenes de mis sangrientos recuerdos me dictaban hasta que paré y continué escuchando su llanto, reconociendo que era de miedo, un terror al rechazo, que sollozaba como yo lo hice siendo un niño cubierto por una pútrida máscara de tela vieja, entonces me digne a dejar mis memorias para después y tocar una sinfonía lenta que le devolviera la paz y el sueño que se hizo presente cuando ya no oí más que un << Gracias >> y un << Te quiero >> entre sueños, repetir su diminuta y aguda voz en mi cabeza en el presente, hizo calmarme,viéndolo por encima del hombro aún, pero con voz más amable -Llévala a tu habitación por favor Edmond, muéstrale lo que desees, necesito hablar con tu madre muy seriamente sin interrupciones- me dirigí a Selena, con un semblante disfrazado, intentaba no reflejar mi preocupación, más no debía fiarme puesto que ella me conocía mejor de lo que pensaba -Ahora- ordene y mi… mi hijo de alguna modo logro separar a Dabria de Selena, llevándola escalera arriba.
Por mi parte, solo me digne a ofrecerle una mano a mi pequeña rosa, que permanecía en el suelo después de tratar de estar a la altura de la niña —Vamos mi pequeña niña- apremie para que se pusiera en pie —Necesitó hablarte— pero entonces me detuve, no tenía valor para hacerlo, no tenía valor para destrozar su paz y aun con todo el dolor de mi corazón si para todos era mejor alejarme lo haría con tal de que ellos estuviesen a salvo, daría todo, incluso mi vida por ellos.
Phantom Nocte- Vampiro Clase Alta
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Edmond era un niño obediente desde luego y en parte me agradaba pero me hacía ver que algo debía haber sucedido en su vida pues los niños tenían que ser traviesos – Tampoco es eso cielo, tú habla lo que quieras… solo si ves que se agobia, se amable y dulce con ella – Tampoco quería que se contuviera en su forma de ser pues solo haría ver una faz que no era la verdadera y que al descubrirse asustase más a la niña aunque no era ninguna cara mala
Veía toda la escena con una sonrisilla divertida al verle tan nervioso pero a la vez se le veía emocionado y parecía animar a Dabria a que se soltase un poco y se sintiera más cómoda con toda la situación que de seguro no debía ser nada sencilla para ella, una niña pequeña separada de su único familiar y traída “a la fuerza” con un grupo de extraños de los que no sabía nada… por lo que podía entender ese miedo que se veía en sus ojos y que sin darse cuenta podía transmitirlo – Claro pequeña, a Copito le encantan que le acaricien – Parecía que poco a poco estaba mejor entre nosotros, la carta del perrito había surtido su efecto ¿A que niño no le gustaban los cachorritos? Además que la amabilidad de Edmond había ayudado muchísimo al compartir sus juguetes y querer compartirlos con ella. Para él también debía ser una situación difícil y complicada, de ser el único a tener que compartir todo con ella.
Me sorprendió que se abrazara a mis piernas sollozando asique solo me arrodille a su altura acariciándola la mejilla – No tienes nada que agradecer Dabria, aquí te cuidaremos muy bien y por favor llámame Selena – La limpie las lágrimas con mi pulgar mientras en mi rostro había una sonrisa dulce y tranquilizadora para ella – Ya no tienes que llorar, no somos tu familia real pero te vamos a querer tanto como ellos – Le di un beso en la frente, un escalofrió me recorrió toda la espalda al escuchar a mi ángel tan severo con ella y con Edmond, lo cual me preocupaba demasiado pues ese tono solo lo escuche la vez que me mando escapar de aquella mansión en llamas por estar en peligro.
Di un abrazo muy fuerte a ambos niños – Puedes enseñarle la habitación que preparamos para ella – Les bese a ambos en la mejilla y deje que se fueran escaleras arriba para después tomar la mano de mi ángel para ayudarme a levantar y seguirle - ¿Qué ocurre? Que hayas alejado a los niños así no es ninguna buena señal – No sabía bien si quería escuchar lo que tenía para decirme pero fuera como fuera no iba a dejar que me volviera a alejar - ¿Qué oscura sombra se cierne sobre nosotros? – Era lo que más me temía, que aquella mujer y aquel hombre volvieran para destruirle aunque no sabía bien que papel tenía Dabria en todo esto pero que estuviera aquí implicaba algo, la quería alejar de algún mal - No quieras colorear la realidad por favor... se sincero
Veía toda la escena con una sonrisilla divertida al verle tan nervioso pero a la vez se le veía emocionado y parecía animar a Dabria a que se soltase un poco y se sintiera más cómoda con toda la situación que de seguro no debía ser nada sencilla para ella, una niña pequeña separada de su único familiar y traída “a la fuerza” con un grupo de extraños de los que no sabía nada… por lo que podía entender ese miedo que se veía en sus ojos y que sin darse cuenta podía transmitirlo – Claro pequeña, a Copito le encantan que le acaricien – Parecía que poco a poco estaba mejor entre nosotros, la carta del perrito había surtido su efecto ¿A que niño no le gustaban los cachorritos? Además que la amabilidad de Edmond había ayudado muchísimo al compartir sus juguetes y querer compartirlos con ella. Para él también debía ser una situación difícil y complicada, de ser el único a tener que compartir todo con ella.
Me sorprendió que se abrazara a mis piernas sollozando asique solo me arrodille a su altura acariciándola la mejilla – No tienes nada que agradecer Dabria, aquí te cuidaremos muy bien y por favor llámame Selena – La limpie las lágrimas con mi pulgar mientras en mi rostro había una sonrisa dulce y tranquilizadora para ella – Ya no tienes que llorar, no somos tu familia real pero te vamos a querer tanto como ellos – Le di un beso en la frente, un escalofrió me recorrió toda la espalda al escuchar a mi ángel tan severo con ella y con Edmond, lo cual me preocupaba demasiado pues ese tono solo lo escuche la vez que me mando escapar de aquella mansión en llamas por estar en peligro.
Di un abrazo muy fuerte a ambos niños – Puedes enseñarle la habitación que preparamos para ella – Les bese a ambos en la mejilla y deje que se fueran escaleras arriba para después tomar la mano de mi ángel para ayudarme a levantar y seguirle - ¿Qué ocurre? Que hayas alejado a los niños así no es ninguna buena señal – No sabía bien si quería escuchar lo que tenía para decirme pero fuera como fuera no iba a dejar que me volviera a alejar - ¿Qué oscura sombra se cierne sobre nosotros? – Era lo que más me temía, que aquella mujer y aquel hombre volvieran para destruirle aunque no sabía bien que papel tenía Dabria en todo esto pero que estuviera aquí implicaba algo, la quería alejar de algún mal - No quieras colorear la realidad por favor... se sincero
Amaris Scander- Humano Clase Baja
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Sabía que mi pequeña rosa era una mujer intuitiva e inteligente y entendía que después de la experiencia que sufrió a mi lado hace más de un año había adquirido cierta experiencia para detectar cuando algo no marchaba en el orden indicado, pero nunca considere que en verdad pudiera contemplar posibilidades tan graves como sus palabras me lo anunciaban.
Enmudecido, solté su mano inmediatamente aunque a regañadientes, su mano, su toque era lo único que en estos momentos quizás, me devolviera un poco de la paz que todo este asunto y las advertencias misteriosas habían perturbado con demasiada facilidad. Tenía que explicar tantas cosas, pero ni siquiera sabía por donde comenzar pese a que la conclusión sería la misma, tendría que ponerla sobre aviso, aún más cuando los niños estarían bajo su mismo techo, corriendo peligro por igual.
Suspire hondo, lo más profundo y solemne que me fue permitido -Selena- le llame con un poco de desapego -Esa niña que acaba de entrar por nuestra puerta quedará completamente huérfana dentro de poco tiempo, gracias a que su único familiar se ha sacrificado para salvarla a ella y a nosotros- di media vuelta, sin atrever a mirarle a los ojos, me aleje con paso lento de su lado, caminando por la estancia donde nada más ella y yo por el momento ocupábamos el sitio. Pensé en Imogen, en el tiempo que le quedaba antes de que la vida le fuera arrebatada, yo sabía que para estas horas quizás ya había perecido de forma inminente y no había podido hacer absolutamente nada por ella, era su vida o la de niña si decidia quedarme, ni siquiera permitió que mi fiel sirviente se quedara para cuidar de ella.
-Esa niña- proseguí con la narración -No es como Edmond, tampoco como tú… ella tiene poderes que le permiten ver parte de lo que pasara en su futuro, ella sabía que esto sucedería tarde o temprano y con seguridad sabe el destino de su tía. Ella teme ahora quizás, que sea rechazada por esto último, hay cosas que simplemente ella no consigue ver, piensa que como su madre no lo amó por esta causa hasta el final de sus días, tampoco lo harán ustedes, a pesar de que Dabria es una niña inteligente enfrascada en libros más que en juguetes como no he visto nunca a ninguna infante, ella es una hechicera en formación por su propia cuenta que tiene miedos como nuestro hijo, aunque eso creo que ya lo habrás notado- resonaban mis pasos a lo largo de la habitación, lentos y fuertes. Amaba el silencio de aquel momento, me permitía sin duda alguna pensar antes de decir algo que entorpeciera esta situación que ya era difícil de explicar, era demasiado delicada -Tengo que ocultar a esa niña. Ahora que su tía debe de estar muerta, sus asesinos están tras su pista pero ninguno de ellos conoce su nombre y eso es una ventaja, como tampoco conocen tu nombre y el de Edmond- volví a callar, mis pasos por mientras me llevaron hasta topar con un mueble cualquiera del que no tome atención más que para afianzarme de su filo -No pienso esta vez, pintar una realidad distinta para ti, lo hice una vez y casi te pierdo por ello- espete volviendo mi rostro enmascarada por la porcelana blanca hacia ella -Pero quiero que sepas que si después de oír lo tengo que decir es riesgoso para ti y los niños, me alejaré con tal de tenerlos a salvo pero si decides continuar a mi lado no sabemos con seguridad cual sea el resultado, con la primera tendré la certeza de si yo pierdo la vida ustedes continuaran sin mi, pero si se quedan corren el mismo peligro que yo de…- no me atreví ni siquiera a pronunciarlo, la sola imagen me daba repulsión y un completo terror -Mi pequeña rosa- camine a su encuentro lo más rápido que me fue posible -No es el hombre ni la mujer que conociste hace un año los que intentan destruirme ahora, ellos ahora están en el mismo barco que nosotros jugándose la vida- tomen su mano con delicadeza -Hay… seres… criaturas como yo- pronuncie con dificultad, brindando caricias desesperadas con aquella mano cubierta en guante negro como siempre -Criaturas que están muy enfadadas por el siniestro del teatro, de la mansión en llamas, ellos consideran que… rompimos leyes que solo son válidas para ellos, consideran que somos traidores por revelar nuestra existencia a los mortales de todo París, esos que los traidores a ese secreto y los que estuvieron a nuestro lado luchando en uno u otro bando merecen morir- baje la mirada de nuevo, era más grata la imagen de mi mano cubriendo la suya.
-He pensado una manera de ocultar a los niños, ambos a partir de ahora llevarán por apellido Destler, lo único que poseo como apellido mortal. Con esto nadie se atreverá a sospechar de la descendencia de un músico de hace un siglo- seguía con la mirada en el piso, inmóvil, solo con proporcionando las caricias delicadas a su mano -Por otro lado, yo sé que no quisieras cambiar tu apellido por algo tan inmundo como eso, que pertenece a alguien de mi calaña- comente con desanimo y vergüenza -Por eso enviaré todas las noches a “El persa”, mi fiel lacayo que pronto conocerás, él te mantendrá a salvo, yo puedo cuidarme por mi cuenta durante un tiempo, antes de que el ejercito contrario se haga más grande y vuelque a atacar-asentí, volviendo la mirada hacia ella -Pero la decisión de permanecer a mi lado o no, pese a todo lo que te explique es tuya, de cualquier forma… lo que decidas, estará bien para mi y lo aceptaré sin renegar-.
Enmudecido, solté su mano inmediatamente aunque a regañadientes, su mano, su toque era lo único que en estos momentos quizás, me devolviera un poco de la paz que todo este asunto y las advertencias misteriosas habían perturbado con demasiada facilidad. Tenía que explicar tantas cosas, pero ni siquiera sabía por donde comenzar pese a que la conclusión sería la misma, tendría que ponerla sobre aviso, aún más cuando los niños estarían bajo su mismo techo, corriendo peligro por igual.
Suspire hondo, lo más profundo y solemne que me fue permitido -Selena- le llame con un poco de desapego -Esa niña que acaba de entrar por nuestra puerta quedará completamente huérfana dentro de poco tiempo, gracias a que su único familiar se ha sacrificado para salvarla a ella y a nosotros- di media vuelta, sin atrever a mirarle a los ojos, me aleje con paso lento de su lado, caminando por la estancia donde nada más ella y yo por el momento ocupábamos el sitio. Pensé en Imogen, en el tiempo que le quedaba antes de que la vida le fuera arrebatada, yo sabía que para estas horas quizás ya había perecido de forma inminente y no había podido hacer absolutamente nada por ella, era su vida o la de niña si decidia quedarme, ni siquiera permitió que mi fiel sirviente se quedara para cuidar de ella.
-Esa niña- proseguí con la narración -No es como Edmond, tampoco como tú… ella tiene poderes que le permiten ver parte de lo que pasara en su futuro, ella sabía que esto sucedería tarde o temprano y con seguridad sabe el destino de su tía. Ella teme ahora quizás, que sea rechazada por esto último, hay cosas que simplemente ella no consigue ver, piensa que como su madre no lo amó por esta causa hasta el final de sus días, tampoco lo harán ustedes, a pesar de que Dabria es una niña inteligente enfrascada en libros más que en juguetes como no he visto nunca a ninguna infante, ella es una hechicera en formación por su propia cuenta que tiene miedos como nuestro hijo, aunque eso creo que ya lo habrás notado- resonaban mis pasos a lo largo de la habitación, lentos y fuertes. Amaba el silencio de aquel momento, me permitía sin duda alguna pensar antes de decir algo que entorpeciera esta situación que ya era difícil de explicar, era demasiado delicada -Tengo que ocultar a esa niña. Ahora que su tía debe de estar muerta, sus asesinos están tras su pista pero ninguno de ellos conoce su nombre y eso es una ventaja, como tampoco conocen tu nombre y el de Edmond- volví a callar, mis pasos por mientras me llevaron hasta topar con un mueble cualquiera del que no tome atención más que para afianzarme de su filo -No pienso esta vez, pintar una realidad distinta para ti, lo hice una vez y casi te pierdo por ello- espete volviendo mi rostro enmascarada por la porcelana blanca hacia ella -Pero quiero que sepas que si después de oír lo tengo que decir es riesgoso para ti y los niños, me alejaré con tal de tenerlos a salvo pero si decides continuar a mi lado no sabemos con seguridad cual sea el resultado, con la primera tendré la certeza de si yo pierdo la vida ustedes continuaran sin mi, pero si se quedan corren el mismo peligro que yo de…- no me atreví ni siquiera a pronunciarlo, la sola imagen me daba repulsión y un completo terror -Mi pequeña rosa- camine a su encuentro lo más rápido que me fue posible -No es el hombre ni la mujer que conociste hace un año los que intentan destruirme ahora, ellos ahora están en el mismo barco que nosotros jugándose la vida- tomen su mano con delicadeza -Hay… seres… criaturas como yo- pronuncie con dificultad, brindando caricias desesperadas con aquella mano cubierta en guante negro como siempre -Criaturas que están muy enfadadas por el siniestro del teatro, de la mansión en llamas, ellos consideran que… rompimos leyes que solo son válidas para ellos, consideran que somos traidores por revelar nuestra existencia a los mortales de todo París, esos que los traidores a ese secreto y los que estuvieron a nuestro lado luchando en uno u otro bando merecen morir- baje la mirada de nuevo, era más grata la imagen de mi mano cubriendo la suya.
-He pensado una manera de ocultar a los niños, ambos a partir de ahora llevarán por apellido Destler, lo único que poseo como apellido mortal. Con esto nadie se atreverá a sospechar de la descendencia de un músico de hace un siglo- seguía con la mirada en el piso, inmóvil, solo con proporcionando las caricias delicadas a su mano -Por otro lado, yo sé que no quisieras cambiar tu apellido por algo tan inmundo como eso, que pertenece a alguien de mi calaña- comente con desanimo y vergüenza -Por eso enviaré todas las noches a “El persa”, mi fiel lacayo que pronto conocerás, él te mantendrá a salvo, yo puedo cuidarme por mi cuenta durante un tiempo, antes de que el ejercito contrario se haga más grande y vuelque a atacar-asentí, volviendo la mirada hacia ella -Pero la decisión de permanecer a mi lado o no, pese a todo lo que te explique es tuya, de cualquier forma… lo que decidas, estará bien para mi y lo aceptaré sin renegar-.
Phantom Nocte- Vampiro Clase Alta
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
No es que conociera mucho de la vida pero podía decir orgullosa que si le conocía a él y que sus cambios en la voz o incluso en su mirada aunque estuviese cubierta delataba más de lo que quizás sus palabras en sí mismas dijeran, asique cuando le escuche no pude evitar sino pensar en lo más grave al haber vivido lo que viví a su lado
Su forma de comportarse cada vez me preocupaba más, quizás hasta me había confundido y era algo mucho peor que lo que yo había supuesto pero entonces le escuche hablar con atención sobre todo sin decir ni una sola palabra hasta que terminara pues no quería interrumpirle en algo tan importante como lo que parecía ser. Mis caras eran de sorpresa, de miedo… de cualquier expresión acorde a lo que me decía pero ahora era mi turno de poder decir aquello que tenía dentro – Si Dabria tiene ese don entonces ¿Sabe que esta sola en el mundo? – Aquella idea me preocupaba pues no podía ni imaginar en cómo se estaría sintiendo por dentro – No va a ser rechazada mi ángel y Edmond seguro lo entenderá, no es como los demás niños. Ambos les ayudaremos a que se sienta cómoda e intentare darle todo lo posible todo lo que necesite – Sabia que me conocía lo suficiente para que no hiciera falta que le explicara de que por nuestra parte no habría ningún rechazo pero aun así sentí la necesidad de decirlo. Querían a Dabria y eso era lo más impactante porque siendo como era una niña podrían hacer cualquier cosa con ella y lo que era más probable es que buscaran las formas más feas para lograr sus propósitos. Por fin me miro lo cual agradecí pues escucharle hablar como lo hacía y sin mirarme solo me hacía presagiar que aún quedaban peores cosas por venir y no me equivoque, las dos opciones que me acababa de dar se hacían presentes no solo en mi cabeza sino en la realidad - ¿Y a ellos que les importa? Si tanto miedo tienen que se escondan o se vayan a otro lugar, alejado de las lenguas ajenas – No entendía porque el hecho de lo acontecido hacía ya un año, tenía tanta repercusión como para que ahora quisieran borrar todo, haciendo desaparecer a todos. Acariciaba su mano con delicadeza aunque temblando un poco por el nerviosismo y el miedo que tenía
Negué con una sonrisa mirándole – Yo también llevare tu apellido amor, sé que no es lo mismo pero así me siento más tuya aun de lo que ya me siento, asique sino tienes inconveniente me encantaría ser Selena Destler – El estar con él hacía que hubiera cosas que no podía tener pero tampoco me importaba demasiado, estar a su lado ya era suficiente para mí y no necesitaba todo aquello que hacían ver de cara al resto que éramos una pareja. – Entonces volverás a alejarte de mí – Podía que fuera temporal pero yo no lo sentía así, sino que lo haría para protegernos eternamente – Puede que sea egoísta pero ni Edmond ni yo queremos estar lejos de ti, estaremos juntos como lo que somos, una familia – Sabia que pondría en peligro a los niños así pero también sabía que separar a Edmond de él y a Dabria de la única persona que conocía podría ser aún más perjudicial – De ahora en adelante tendremos más cuidado y haremos todo lo que nos digas, sobre todo para que los niños estén a salvo – Me acerque a él para abrazarle y recostarme en su hombro, todo esto era demasiado pero necesitaba sentir su abrazo, sentir que todo saldría bien
Su forma de comportarse cada vez me preocupaba más, quizás hasta me había confundido y era algo mucho peor que lo que yo había supuesto pero entonces le escuche hablar con atención sobre todo sin decir ni una sola palabra hasta que terminara pues no quería interrumpirle en algo tan importante como lo que parecía ser. Mis caras eran de sorpresa, de miedo… de cualquier expresión acorde a lo que me decía pero ahora era mi turno de poder decir aquello que tenía dentro – Si Dabria tiene ese don entonces ¿Sabe que esta sola en el mundo? – Aquella idea me preocupaba pues no podía ni imaginar en cómo se estaría sintiendo por dentro – No va a ser rechazada mi ángel y Edmond seguro lo entenderá, no es como los demás niños. Ambos les ayudaremos a que se sienta cómoda e intentare darle todo lo posible todo lo que necesite – Sabia que me conocía lo suficiente para que no hiciera falta que le explicara de que por nuestra parte no habría ningún rechazo pero aun así sentí la necesidad de decirlo. Querían a Dabria y eso era lo más impactante porque siendo como era una niña podrían hacer cualquier cosa con ella y lo que era más probable es que buscaran las formas más feas para lograr sus propósitos. Por fin me miro lo cual agradecí pues escucharle hablar como lo hacía y sin mirarme solo me hacía presagiar que aún quedaban peores cosas por venir y no me equivoque, las dos opciones que me acababa de dar se hacían presentes no solo en mi cabeza sino en la realidad - ¿Y a ellos que les importa? Si tanto miedo tienen que se escondan o se vayan a otro lugar, alejado de las lenguas ajenas – No entendía porque el hecho de lo acontecido hacía ya un año, tenía tanta repercusión como para que ahora quisieran borrar todo, haciendo desaparecer a todos. Acariciaba su mano con delicadeza aunque temblando un poco por el nerviosismo y el miedo que tenía
Negué con una sonrisa mirándole – Yo también llevare tu apellido amor, sé que no es lo mismo pero así me siento más tuya aun de lo que ya me siento, asique sino tienes inconveniente me encantaría ser Selena Destler – El estar con él hacía que hubiera cosas que no podía tener pero tampoco me importaba demasiado, estar a su lado ya era suficiente para mí y no necesitaba todo aquello que hacían ver de cara al resto que éramos una pareja. – Entonces volverás a alejarte de mí – Podía que fuera temporal pero yo no lo sentía así, sino que lo haría para protegernos eternamente – Puede que sea egoísta pero ni Edmond ni yo queremos estar lejos de ti, estaremos juntos como lo que somos, una familia – Sabia que pondría en peligro a los niños así pero también sabía que separar a Edmond de él y a Dabria de la única persona que conocía podría ser aún más perjudicial – De ahora en adelante tendremos más cuidado y haremos todo lo que nos digas, sobre todo para que los niños estén a salvo – Me acerque a él para abrazarle y recostarme en su hombro, todo esto era demasiado pero necesitaba sentir su abrazo, sentir que todo saldría bien
Amaris Scander- Humano Clase Baja
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
La mujer era muy amable, tan dulce y cariñosa como lo había visto en sus premoniciones, ahora sabía que no tenía porque temer, que aquello soñado no sería subjetivo sino una realidad concreta, en el fondo reconocía una especie de confort y paz, una certeza de que jamás volvería a sufrir de otro rechazo más. Allí en esa sala solo veía buenas personas con almas bondadosas, ni siquiera Edmond resultó ser monstruoso como suponía, era un chico simpático y tímido con un corazón demasiado noble, muy contrario a los niños que había conocido entre los bastidores del teatro.
Lloraba de felicidad por aquella familia en la que finalmente fue a caer, pero también sufría porque conocía de sobra lo que estaba sucediendo, era una sensación desagradable que le impedía respirar bien y provocaba en su cuerpo pequeños estremecimientos que a su edad apenas eran soportables, su tía había muerto ya y de ellos, por más que quería predecir un destino, no podía ver absolutamente nada. -"No voy a perderlos"- se consolaba mientras acariciaba el suave y esponjoso pelo de Copito -Eres una bolita de amor- trató de decir aparentando normalidad pues al ángel no gustaba del llanto humano y lo sabía perfectamente, tanto que les gritó tan enérgicamente que a Dabria el estómago se le encogió y pequeñas lágrimas se reprimieron en sus ojos. Sin renegar decidió correr junto a Edmond escaleras arriba sin saber a donde iba con exactitud.
A pesar de la poca visibilidad que tenía por los cientos de lágrimas que deseaba derramar, vislumbró un largo pasillo, humildemente decorado y con unas cuantas puertas que indicaban habitaciones individuales, Dabria se estremeció de nuevo, iba a dormir sola por primera vez y que tal si “ellos” venían mientras todo el mundo dormía -“Tengo mucho miedo”- pensó y se detuvo en seco al escuchar a los dos adultos hablar en planta baja con un tono lúgubre y pesaroso en la voz, sobre todo en la misteriosa tonalidad del ángel al hablar.
-Espera- le dijo la pequeña a Edmond para que se detuviera, ella puso sus manos en los diminutos labios rosados para indicarle que no hablará y con la mirada le pidió que tomará a Copito que corría alegremente de un lado a otro en el pasillo, jugando consigo mismo. Edmond decía algunas cosas pero Dabria no le prestó atención, estaba completamente atenta a cada palabra, que mal se sentía cuando hablaban de su situación, cuando le recordaban lo fatal que puede ser su Don y la pérdida que había sufrido. Su tía, su amada tía jamás iba a regresar y debía agradecer al final su sacrificio, era por The Phantom también, ella sabía que lo quería, lo quería como la mamá de Edmond.
Cuando todo quedó en absoluta quietud, a su lado unos sollozos le distrajeron de su vigilancia en el segundo piso, aferrada a los barrotes de madera a media luz que la hacían sentir un poco más segura. La niña miró y se percató que Edmond lloraba, contempló las lágrimas gruesas del niño caer y mojar la alfombra mientras se tallaba sus ojos con los puños cerrados, tratando de ocultar la cara en un modo tan similar como lo hacía el ángel -¿Ed… Edmond?- pronunció su nombre en un susurro, pero él, continuaba hipando desconsoladamente sin poder hablar. Algo en la garganta de Dabria, provocó su angustia y aquel estado de tristeza en el pequeño a su lado dibujo en sus facciones infantiles una señal de agobio, ahora comprendía que había hecho mal en dejar que Edmond escuchara todo lo que se discutía allí abajo -Lo siento. No era mi intención preocuparte- trató de reparar el daño con sus ojos fijos en él -No te preocupes, tu papi estará bien, yo lo sé- intentó sonreír, intentó hacer que su mentira sonará realidad aunque supiera que eso estaba mal -Tengo un plan para ayudar a los adultos, pero necesitamos la ayuda de otro niño, que no vive aquí por supuesto - añadió regresando un poco los aires de niña inteligente con que siempre la crió su tía -Lo he pensado, de verdad- comentó al niño que le miraba de nuevo -Es la única salida si queremos ayudarlos, mientras más buenos seamos, los malos caerán rápido- dijo con toda la inocencia que una niña pueda poseer, quizás dentro de su cabeza la idea de derrotar a un villano sea tan parecido como los principies y otros personajes derrotan al malo del cuento. Era una idea sin embargo, de esas pequeñas espinas incomodas que en ocasiones tenía la pequeña pero inteligente Dabria. La niña valiente.
Lloraba de felicidad por aquella familia en la que finalmente fue a caer, pero también sufría porque conocía de sobra lo que estaba sucediendo, era una sensación desagradable que le impedía respirar bien y provocaba en su cuerpo pequeños estremecimientos que a su edad apenas eran soportables, su tía había muerto ya y de ellos, por más que quería predecir un destino, no podía ver absolutamente nada. -"No voy a perderlos"- se consolaba mientras acariciaba el suave y esponjoso pelo de Copito -Eres una bolita de amor- trató de decir aparentando normalidad pues al ángel no gustaba del llanto humano y lo sabía perfectamente, tanto que les gritó tan enérgicamente que a Dabria el estómago se le encogió y pequeñas lágrimas se reprimieron en sus ojos. Sin renegar decidió correr junto a Edmond escaleras arriba sin saber a donde iba con exactitud.
A pesar de la poca visibilidad que tenía por los cientos de lágrimas que deseaba derramar, vislumbró un largo pasillo, humildemente decorado y con unas cuantas puertas que indicaban habitaciones individuales, Dabria se estremeció de nuevo, iba a dormir sola por primera vez y que tal si “ellos” venían mientras todo el mundo dormía -“Tengo mucho miedo”- pensó y se detuvo en seco al escuchar a los dos adultos hablar en planta baja con un tono lúgubre y pesaroso en la voz, sobre todo en la misteriosa tonalidad del ángel al hablar.
-Espera- le dijo la pequeña a Edmond para que se detuviera, ella puso sus manos en los diminutos labios rosados para indicarle que no hablará y con la mirada le pidió que tomará a Copito que corría alegremente de un lado a otro en el pasillo, jugando consigo mismo. Edmond decía algunas cosas pero Dabria no le prestó atención, estaba completamente atenta a cada palabra, que mal se sentía cuando hablaban de su situación, cuando le recordaban lo fatal que puede ser su Don y la pérdida que había sufrido. Su tía, su amada tía jamás iba a regresar y debía agradecer al final su sacrificio, era por The Phantom también, ella sabía que lo quería, lo quería como la mamá de Edmond.
Cuando todo quedó en absoluta quietud, a su lado unos sollozos le distrajeron de su vigilancia en el segundo piso, aferrada a los barrotes de madera a media luz que la hacían sentir un poco más segura. La niña miró y se percató que Edmond lloraba, contempló las lágrimas gruesas del niño caer y mojar la alfombra mientras se tallaba sus ojos con los puños cerrados, tratando de ocultar la cara en un modo tan similar como lo hacía el ángel -¿Ed… Edmond?- pronunció su nombre en un susurro, pero él, continuaba hipando desconsoladamente sin poder hablar. Algo en la garganta de Dabria, provocó su angustia y aquel estado de tristeza en el pequeño a su lado dibujo en sus facciones infantiles una señal de agobio, ahora comprendía que había hecho mal en dejar que Edmond escuchara todo lo que se discutía allí abajo -Lo siento. No era mi intención preocuparte- trató de reparar el daño con sus ojos fijos en él -No te preocupes, tu papi estará bien, yo lo sé- intentó sonreír, intentó hacer que su mentira sonará realidad aunque supiera que eso estaba mal -Tengo un plan para ayudar a los adultos, pero necesitamos la ayuda de otro niño, que no vive aquí por supuesto - añadió regresando un poco los aires de niña inteligente con que siempre la crió su tía -Lo he pensado, de verdad- comentó al niño que le miraba de nuevo -Es la única salida si queremos ayudarlos, mientras más buenos seamos, los malos caerán rápido- dijo con toda la inocencia que una niña pueda poseer, quizás dentro de su cabeza la idea de derrotar a un villano sea tan parecido como los principies y otros personajes derrotan al malo del cuento. Era una idea sin embargo, de esas pequeñas espinas incomodas que en ocasiones tenía la pequeña pero inteligente Dabria. La niña valiente.
Dabria Giry- Hechicero Clase Media
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Edmond tomó a su compañera de la mano mientras con la otra sostenía a Copito con dificultad hasta que no pudo más y se vio obligado a soltarlo en el pasillo del segundo piso -No te preocupes por como te habla, así es mi pa… así es el caballero de alas negras- aseguró el pequeño sin devolverle la vista a la niña, el pequeño no deseaba que se le viera llorar, tenía un tiempo considerable en que el ángel no le dirigía la palabra de aquella manera tan enérgica y agresiva, en silencio no hacía más que preguntarse cual había sido su nuevo error por el que lo regaño de tan fría y distantemente -No lo entiendo, estaba seguro que todo estaba bien entre el caballero de alas negras y yo- se lamentaba, sin prestar verdadera atención en todo cuanto ocurría alrededor, ni siquiera sintió cuando Dabria soltó su manita.
Con las manos heladas por la impresión se percató que hacia falta el cálido calor que la niña proporcionaba, se miró la palma de la mano como tratando examinar si la tenía sucia como para que ella decidiera dejar de tomarla -Vamos Dabria- llamó el niño muy asustado -Se supone que no debemos estar aquí, el caballero de alas negras dio una orden, no es gran idea desobedecerlo- pero la niña lo ignoró y Edmond sintió en su nuca unas punzadas apenas soportables de dolor, eso solo podía significar que su angustia y preocupación por la reacción que podía tomar su padre si los encontraba allí, varados a la mitad del pasillo y escuchándolo todo iba en aumento. Su mente tampoco ayudaba, era su angustia algo casi insoportable de tolerar, era como tener pesadillas de todo lo que iba a suceder, se estremeció solo de imaginar la imponente silueta de su padre frente a ellos y gritándole de la misma forma como lo hizo unos instantes atrás -Dabria, por favor- suplicó susurrándole, con sus diminutas facciones anunciando un colapso nervioso sino se movían de allí. Esperaba que Dabria entendiera lo que debían hacer, le prometió a mami Selena que sería un niño bueno y aquello que hacía en el momento era quebrar su promesa -Dabria- insistió con más desesperación porque su pequeño estomago sentía el triple de las “maripositas revoloteadoras” que antes, pero la niña le indicó que tomará al perrito que jugaba alegremente como si nada estuviese sucediendo -Ven pequeño Copito- le dijo al cachorro extendiendo su brazos regordetes y sus manos pequeñas -No hagamos enfurecer más al angelito- tomó al animalito de cabello rizado estrechando fuertemente contra él.
Decidió imitar a Dabria y quedarse quieto, sujetando a Copito con una mano y con la otra se sostenía de barrote mientras estaba de rodillas en el piso frío y viejo de madera con el que contaba la casa. Oyó a mami y también a la única figura paterna que tenía, sintió mucho dolor por Dabria, quizás perder a una tía no se asemejaba a perder a una madre, pero sabía lo que acontecía en el interior, supo que tenía poderes mágicos y Edmond no pudo evitar sonreír y verla con sorpresa -¿De verdad tienes poderes?- pero ella no contestó, seguía alerta con la mirada hacia abajo -Lo siento- dijo y se concentró en la cabellera oscura del ángel de alas negras, sintió mucho orgullo y los dolores parecieron desaparecer de su nuca cuando el angelito le nombró como su hijo y más cuando entendió que le daría su apellido. Su sonrisa brotó de nuevo entre sus labios sonrosados, sus dientes que apenas crecían se mostraron ampliamente y las maripositas se agitaron más por la felicidad de saber lo que era para él, de que había llevado a casa a una hermanita pequeña y que estaba junto a mami Selena haciéndola feliz, se imaginó una familia, como la que siempre ansió tener, pero todo eso se desvaneció como su sonrisa cuando su padre hablo de algo terrible -Mi..- pero ni siquiera pudo hablar, un nudo se formó en su garganta, una profunda tristeza opaco a la alegría y sus lágrimas sin más dejaron de contenerse.
Entendía a lo que se refería el ángel, Edmond era listo y entendió que se refería a la muerte del caballero, alguien quería asesinarlo. Su imaginación se fue con él a un sitio desolado, donde la familia que vislumbró estaba deshecha, su padre había muerto y mami Selena se moría de tristeza, sentía un vacío en el pecho y el corazón en pedazos, se llevó su mano a la cien y entre su pelo comenzó a rascarse con fuerza, intentaba no sollozar ante la imagen pero todo fue inútil, ni siquiera el mismo ángel aún con todo su poder llegaba a comprender cuanto era lo que Edmond le quería.
Logró escuchar a Dabria a lo lejos, con su voz dulce y aguda, el niño volvió la mirada, consciente y despierto en el ahora, soltó a Copito -Mi papi no se va a morir ¿Verdad?- preguntó con los ojos llorosos -¿Mi papi se va a..?, no verdad, dime que no— suplicó entre sollozos, sintiendo su interior aún más roto que antes, hipaba sin poder contenerse, mientras su mirada estaba aún borrosa -Tu has visto el futuro, mi mami, mami Selena también estará con vida ¿Verdad?, ¿Ella también va a vivir cierto?- pero ella no contestó, simplemente le comentó algo sobre un plan -¿Cual niño? ¿Cual plan? ¿De que hablas?-preguntó ingenuo sin alcanzar a comprender -¿Vamos a romper reglas? ¿Porque los malos siempre quieren dejarme sin papi y mami?-.
Con las manos heladas por la impresión se percató que hacia falta el cálido calor que la niña proporcionaba, se miró la palma de la mano como tratando examinar si la tenía sucia como para que ella decidiera dejar de tomarla -Vamos Dabria- llamó el niño muy asustado -Se supone que no debemos estar aquí, el caballero de alas negras dio una orden, no es gran idea desobedecerlo- pero la niña lo ignoró y Edmond sintió en su nuca unas punzadas apenas soportables de dolor, eso solo podía significar que su angustia y preocupación por la reacción que podía tomar su padre si los encontraba allí, varados a la mitad del pasillo y escuchándolo todo iba en aumento. Su mente tampoco ayudaba, era su angustia algo casi insoportable de tolerar, era como tener pesadillas de todo lo que iba a suceder, se estremeció solo de imaginar la imponente silueta de su padre frente a ellos y gritándole de la misma forma como lo hizo unos instantes atrás -Dabria, por favor- suplicó susurrándole, con sus diminutas facciones anunciando un colapso nervioso sino se movían de allí. Esperaba que Dabria entendiera lo que debían hacer, le prometió a mami Selena que sería un niño bueno y aquello que hacía en el momento era quebrar su promesa -Dabria- insistió con más desesperación porque su pequeño estomago sentía el triple de las “maripositas revoloteadoras” que antes, pero la niña le indicó que tomará al perrito que jugaba alegremente como si nada estuviese sucediendo -Ven pequeño Copito- le dijo al cachorro extendiendo su brazos regordetes y sus manos pequeñas -No hagamos enfurecer más al angelito- tomó al animalito de cabello rizado estrechando fuertemente contra él.
Decidió imitar a Dabria y quedarse quieto, sujetando a Copito con una mano y con la otra se sostenía de barrote mientras estaba de rodillas en el piso frío y viejo de madera con el que contaba la casa. Oyó a mami y también a la única figura paterna que tenía, sintió mucho dolor por Dabria, quizás perder a una tía no se asemejaba a perder a una madre, pero sabía lo que acontecía en el interior, supo que tenía poderes mágicos y Edmond no pudo evitar sonreír y verla con sorpresa -¿De verdad tienes poderes?- pero ella no contestó, seguía alerta con la mirada hacia abajo -Lo siento- dijo y se concentró en la cabellera oscura del ángel de alas negras, sintió mucho orgullo y los dolores parecieron desaparecer de su nuca cuando el angelito le nombró como su hijo y más cuando entendió que le daría su apellido. Su sonrisa brotó de nuevo entre sus labios sonrosados, sus dientes que apenas crecían se mostraron ampliamente y las maripositas se agitaron más por la felicidad de saber lo que era para él, de que había llevado a casa a una hermanita pequeña y que estaba junto a mami Selena haciéndola feliz, se imaginó una familia, como la que siempre ansió tener, pero todo eso se desvaneció como su sonrisa cuando su padre hablo de algo terrible -Mi..- pero ni siquiera pudo hablar, un nudo se formó en su garganta, una profunda tristeza opaco a la alegría y sus lágrimas sin más dejaron de contenerse.
Entendía a lo que se refería el ángel, Edmond era listo y entendió que se refería a la muerte del caballero, alguien quería asesinarlo. Su imaginación se fue con él a un sitio desolado, donde la familia que vislumbró estaba deshecha, su padre había muerto y mami Selena se moría de tristeza, sentía un vacío en el pecho y el corazón en pedazos, se llevó su mano a la cien y entre su pelo comenzó a rascarse con fuerza, intentaba no sollozar ante la imagen pero todo fue inútil, ni siquiera el mismo ángel aún con todo su poder llegaba a comprender cuanto era lo que Edmond le quería.
Logró escuchar a Dabria a lo lejos, con su voz dulce y aguda, el niño volvió la mirada, consciente y despierto en el ahora, soltó a Copito -Mi papi no se va a morir ¿Verdad?- preguntó con los ojos llorosos -¿Mi papi se va a..?, no verdad, dime que no— suplicó entre sollozos, sintiendo su interior aún más roto que antes, hipaba sin poder contenerse, mientras su mirada estaba aún borrosa -Tu has visto el futuro, mi mami, mami Selena también estará con vida ¿Verdad?, ¿Ella también va a vivir cierto?- pero ella no contestó, simplemente le comentó algo sobre un plan -¿Cual niño? ¿Cual plan? ¿De que hablas?-preguntó ingenuo sin alcanzar a comprender -¿Vamos a romper reglas? ¿Porque los malos siempre quieren dejarme sin papi y mami?-.
Edmond Antoine- Humano Clase Baja
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Dolor… podía provocárselo a quien sea, pero a Selena simplemente me era insoportable ¿Que demonios debía hacer ahora?, tenía la mente en blanco para pensar en otro plan antes de continuar, debí de haberme anticipado a que pasara lo que pasara o dijera lo que dijera ella decidiría quedarse a mi lado, aún me costaba entender que alguien me amara tanto.
Negué cuantas veces pude, el contacto de su mano tibia sobre la mía tan falsa y superficial solo me abrumaba más, me sentía como hace muchos siglos no sentía, su toque alteraba el escozor de las heridas recién abiertas, un animal herido, desesperado, implorando piedad al infierno por los suyos. Cada vez más el peso era exageradamente insoportable de sostener, estaba sofocado por una jaula de cristal invisible, donde solo ella podía penetrar tan plácidamente. También tuve que usar de todo mi autocontrol, no quería decirle algo hiriente solo porque no deseaba que me viera en ese estado, tenía que guardar las apariencias sobre mi propia preocupación y al parecer estaba actuando como siempre, ante todo permanecía imperturbable y seguro, únicamente por ella.
Sus brazos buscando mi cuerpo eran algún tipo de bálsamo complejo, un calor tan conocido y tan ajeno que ni siquiera me permitió reaccionar o corresponder como ella esperaba. Me tomó unos instantes en entender que ella buscaba mi abrigo, que buscaba consuelo entre mis brazos y yo a su vez necesitaba del afecto que me brindaba cuando se desprendía de ese tipo de gestos, sería por eso, que poco a poco sentí que mi cuerpo dejaba de resistirse y ser tan rígido como una tabla de cualquier madera podrida e inservible, mis manos alcanzaron sus caderas y poco a poco la traje hacia mí hasta que la estreche con fuerza sin llegar a lastimarla -Selena- susurre su bendito nombre y enterré mi nariz cubierta por la porcelana entre sus cabellos, aún y después de tanto su perfume me resultaba atractivamente exquisito y una de las tantas cosas a las que me había vuelto dependiente además de la sangre mundana -Mi Selena- solo el silencio reino después de nombrarla una vez más con absoluta delicadeza.
-Todo saldrá bien- le aseguré tratando de ser convincente -Yo no voy a permitir que nada les pase, te lo prometí y una promesa es una promesa- seguía cobijando su cuerpo entre mis brazos, alcé la vista, mientras pensaba en todo lo que aún nos faltaba por vivir, o mejor dicho lo que nos faltaba por sufrir, tal vez en fondo podía transmitirme su preocupación y por eso aquellas cosas me atrevía a pronunciarle, de esos gestos era capaz de dar -Al final del día, mi pequeña rosa ya nadie habrá de perturbar nuestra paz, al final…- pero esta vez no prometí absolutamente nada, esta vez ni yo mismo estaba seguro de lo que sucedería.
Había escuchado mucho sobre “Los Eternos”, sabía por boca de Giry, de Kida y el imbecil de Darkness quienes eran esas escorias, además a lo largo de las décadas siempre se sabía algo sobre ellos, ya fuera sus supuestos “castigos sangrientos e imparciales” o las nuevas reglas a una ley para todo sobrenatural que ellos mismos habían impuesto. Eran como los reyes bastardos a los que nadie les pidió su opinión ni voto para regularnos y sin embargo no solo se tomaron el tiempo de hacer un código de ley sino también de aplicarlo estuvieras o no de acuerdo.
Las leyendas que corrían sobre su reputación eran variadas y ninguna de sus víctimas terminaba precisamente con un final decente, en su mayoría morían por haber roto alguna regla y su deceso era tan grave y salvaje de acuerdo a la falta, pero yo, incrédulo como siempre pase todo por alto, nunca vi pruebas y solo especulaciones, jamás vinieron a mi teatro a pesar de que yo mismo entendía que cometía infracciones a todo momento, así que supuse era que Cetanu Vasili era solo un simple mito entre razas, tantas historias como las que hay entre los hombres, sin embargo lo que yo ignoraba es que mi propio creador fue alguna vez parte de ellos y era el aprecio de su líder a él que nunca me hizo nada para intentar no perderlo.
-Ellos existen Selena- interrumpí mis pensamientos, descubriéndome aferrado a ella-Y a ellos les importa porque según sus ideologías rompimos reglas, reglas muy valiosas y ninguno de los que estuvimos envueltos en aquel lío extraño se detuvo a pensar en su posible existencia- hable despacio y por lo bajo -Se hacen llamar “Los Eternos”, pero siempre se han caracterizado de actuar con un bajo perfil, a tal punto que seres como yo y de otras razas, como la de Dabria por ejemplo, creíamos que solo eran una fantasía creada por alguien sin nada importante que hacer. Yo conocía algo sobre ellos y sus reglas, pero al no ver que vinieran en mi búsqueda por castigo caí en el error de subestimar su legitima existencia. Nos buscan Selena, te buscan a ti por ser una humana que sabe demasiadas cosas sobre… monstruos como yo, buscan a Leviathán, a Montserrat y al resto de ellos porque pusimos en alerta a todo París sobre la realidad de que vampiros y otras especies caminan con los hombres cada día y cada noche, quieren a Dabria porque la niña tiene poderes bastante interesantes para su congregación de asesinos- me detuve solo a suspirar ya dejar pasar aquella opresión en el pecho, aquel nudo en la garganta, aquel peso que hacia a mi ceño deforme fruncirse -Pero antes Cetanu hace de los niños lo que quiere, a ellos les cambia el nombre, los tiene como esclavos de sangre, les… les… hace cosas en cuanto llegan a la madurez y después los envenena hasta tal punto que al final solo buscan asesinar. Su tía la salvo de todo eso poniéndola en mis manos, confió porque fueron los mismos “Eternos” los que le confesaron que tenía una esposa y un hijo… sin conocerte ella confió en ti para cuidar de Dabria, pero al hacerlo se condeno a muerte. Los “Eternos” la han asesinado y nosotros somos lo único que le queda a ese niña, nosotros debemos defenderla y esconderla porque ellos no descansaran hasta tenerla igual que nuestras vidas… Estoy seguro que intentarán asesinarnos, del bando de Leviathán ya asesinaron a otros dos-.
Suspiré antes de proseguir con el final -Al menos debo darte las gracias por decidir llevar el único apellido que poseo aunque no sea mío. Estoy tranquilo por esa parte y sin embargo tengo miedo de que al final te vayas al cansarte de defenderte de enemigos una y otra vez, de ponerte en peligro siempre y ahora junto con los niños. Prométeme que pase lo que pase vamos a estar juntos- implore impaciente con su respuesta.
Negué cuantas veces pude, el contacto de su mano tibia sobre la mía tan falsa y superficial solo me abrumaba más, me sentía como hace muchos siglos no sentía, su toque alteraba el escozor de las heridas recién abiertas, un animal herido, desesperado, implorando piedad al infierno por los suyos. Cada vez más el peso era exageradamente insoportable de sostener, estaba sofocado por una jaula de cristal invisible, donde solo ella podía penetrar tan plácidamente. También tuve que usar de todo mi autocontrol, no quería decirle algo hiriente solo porque no deseaba que me viera en ese estado, tenía que guardar las apariencias sobre mi propia preocupación y al parecer estaba actuando como siempre, ante todo permanecía imperturbable y seguro, únicamente por ella.
Sus brazos buscando mi cuerpo eran algún tipo de bálsamo complejo, un calor tan conocido y tan ajeno que ni siquiera me permitió reaccionar o corresponder como ella esperaba. Me tomó unos instantes en entender que ella buscaba mi abrigo, que buscaba consuelo entre mis brazos y yo a su vez necesitaba del afecto que me brindaba cuando se desprendía de ese tipo de gestos, sería por eso, que poco a poco sentí que mi cuerpo dejaba de resistirse y ser tan rígido como una tabla de cualquier madera podrida e inservible, mis manos alcanzaron sus caderas y poco a poco la traje hacia mí hasta que la estreche con fuerza sin llegar a lastimarla -Selena- susurre su bendito nombre y enterré mi nariz cubierta por la porcelana entre sus cabellos, aún y después de tanto su perfume me resultaba atractivamente exquisito y una de las tantas cosas a las que me había vuelto dependiente además de la sangre mundana -Mi Selena- solo el silencio reino después de nombrarla una vez más con absoluta delicadeza.
-Todo saldrá bien- le aseguré tratando de ser convincente -Yo no voy a permitir que nada les pase, te lo prometí y una promesa es una promesa- seguía cobijando su cuerpo entre mis brazos, alcé la vista, mientras pensaba en todo lo que aún nos faltaba por vivir, o mejor dicho lo que nos faltaba por sufrir, tal vez en fondo podía transmitirme su preocupación y por eso aquellas cosas me atrevía a pronunciarle, de esos gestos era capaz de dar -Al final del día, mi pequeña rosa ya nadie habrá de perturbar nuestra paz, al final…- pero esta vez no prometí absolutamente nada, esta vez ni yo mismo estaba seguro de lo que sucedería.
Había escuchado mucho sobre “Los Eternos”, sabía por boca de Giry, de Kida y el imbecil de Darkness quienes eran esas escorias, además a lo largo de las décadas siempre se sabía algo sobre ellos, ya fuera sus supuestos “castigos sangrientos e imparciales” o las nuevas reglas a una ley para todo sobrenatural que ellos mismos habían impuesto. Eran como los reyes bastardos a los que nadie les pidió su opinión ni voto para regularnos y sin embargo no solo se tomaron el tiempo de hacer un código de ley sino también de aplicarlo estuvieras o no de acuerdo.
Las leyendas que corrían sobre su reputación eran variadas y ninguna de sus víctimas terminaba precisamente con un final decente, en su mayoría morían por haber roto alguna regla y su deceso era tan grave y salvaje de acuerdo a la falta, pero yo, incrédulo como siempre pase todo por alto, nunca vi pruebas y solo especulaciones, jamás vinieron a mi teatro a pesar de que yo mismo entendía que cometía infracciones a todo momento, así que supuse era que Cetanu Vasili era solo un simple mito entre razas, tantas historias como las que hay entre los hombres, sin embargo lo que yo ignoraba es que mi propio creador fue alguna vez parte de ellos y era el aprecio de su líder a él que nunca me hizo nada para intentar no perderlo.
-Ellos existen Selena- interrumpí mis pensamientos, descubriéndome aferrado a ella-Y a ellos les importa porque según sus ideologías rompimos reglas, reglas muy valiosas y ninguno de los que estuvimos envueltos en aquel lío extraño se detuvo a pensar en su posible existencia- hable despacio y por lo bajo -Se hacen llamar “Los Eternos”, pero siempre se han caracterizado de actuar con un bajo perfil, a tal punto que seres como yo y de otras razas, como la de Dabria por ejemplo, creíamos que solo eran una fantasía creada por alguien sin nada importante que hacer. Yo conocía algo sobre ellos y sus reglas, pero al no ver que vinieran en mi búsqueda por castigo caí en el error de subestimar su legitima existencia. Nos buscan Selena, te buscan a ti por ser una humana que sabe demasiadas cosas sobre… monstruos como yo, buscan a Leviathán, a Montserrat y al resto de ellos porque pusimos en alerta a todo París sobre la realidad de que vampiros y otras especies caminan con los hombres cada día y cada noche, quieren a Dabria porque la niña tiene poderes bastante interesantes para su congregación de asesinos- me detuve solo a suspirar ya dejar pasar aquella opresión en el pecho, aquel nudo en la garganta, aquel peso que hacia a mi ceño deforme fruncirse -Pero antes Cetanu hace de los niños lo que quiere, a ellos les cambia el nombre, los tiene como esclavos de sangre, les… les… hace cosas en cuanto llegan a la madurez y después los envenena hasta tal punto que al final solo buscan asesinar. Su tía la salvo de todo eso poniéndola en mis manos, confió porque fueron los mismos “Eternos” los que le confesaron que tenía una esposa y un hijo… sin conocerte ella confió en ti para cuidar de Dabria, pero al hacerlo se condeno a muerte. Los “Eternos” la han asesinado y nosotros somos lo único que le queda a ese niña, nosotros debemos defenderla y esconderla porque ellos no descansaran hasta tenerla igual que nuestras vidas… Estoy seguro que intentarán asesinarnos, del bando de Leviathán ya asesinaron a otros dos-.
Suspiré antes de proseguir con el final -Al menos debo darte las gracias por decidir llevar el único apellido que poseo aunque no sea mío. Estoy tranquilo por esa parte y sin embargo tengo miedo de que al final te vayas al cansarte de defenderte de enemigos una y otra vez, de ponerte en peligro siempre y ahora junto con los niños. Prométeme que pase lo que pase vamos a estar juntos- implore impaciente con su respuesta.
Phantom Nocte- Vampiro Clase Alta
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Había muchas cosas que no entendía, no sabía si porque él no me estaba contando todo o porque mi mente no llegaba a mi alcance, cosas que no me cuadraban o no quería que me cuadraran porque implicaba ciertas cosas que me daban miedo asimilar, cosas demasiados funestas y oscuras que amenazaban con destruir todo lo que conocía y con las cosas que me decía solo hacía que ratificar un poco
Aunque le tenía al lado y notaba su piel su mirada la notaba muy lejana, metido en sus pensamientos, esta vez no sabía lo que estaba pensando, lo que estaba sintiendo pero ver sus orbes así, solo me indicaban una cosa, que en su interior tenia demasiadas cosas revolviéndole haciéndole dudar o no saber cómo actuar aunque de apariencia parecía tan seguro de sí mismo como siempre, solo esos ojos que me enamoraban podían delatarle por mucho que intentara ocultarlo
No había sabido reaccionar pero es que yo tampoco estaba sabiendo reaccionar como él necesitaba, con la entereza y frialdad de apoyarle pero no podía, tenía demasiado miedo de perder todo lo que habíamos construido, todo lo que nos pertenecía podía sernos arrebatado por unas creencias estúpidas y que no le veía lógica alguna. Apoye la cabeza en su pecho buscando el abrigo y la fuerza que él me infundaba, la fuerza para luchar por nuestro amor… en este momento no hacía falta palabras, solo ese contacto era lo que necesitamos, nada más que decir, solo aprovechar el momento
- Lo sé pero en esa promesa me gustaría que te incluyeras tú, que nada te pasara a ti – Le veía capaz de hacer cualquier cosa por protegernos incluso entregar su vida y parecía no entender que nuestra vida no estaba completa sino estaba él a nuestro lado, asique quería aprovechar cada momento, apretándole un poco más contra mi – Shhhh… mi vida, no digas nada más… por favor, no hace falta – Se veía tan temeroso como yo del futuro que nos deparaba
- Lucharemos contra ellos, les haremos ver que esas reglas son estúpidas – Escuche asimilando cada cosa que me decía empezando a ver un problema más grande de lo que había creído y que parecía que los demás también creían – Si me buscan les hare ver, que nunca diré nada a nadie… si fuera así, desde hace un año podía haber contado todo y no lo hice porque se lo que implica. Paris ya volvió a estar tranquila, ya los humanos caminan como si no supieran lo que se esconde entre las sombras, por lo que no deben preocuparse por eso y en cuanto a Dabria, la protegeremos, solo es una niña – Pensar en que querían usar a una niña para sus fines, una niña inocente que no sabía que era la maldad, me parecía algo horrible y muy cruel – Su muerte no será en vano, esa confianza será pagada cuidando a Dabria, escondiéndola y protegiéndola de quien sea – La situación era sumamente peligrosa y por primera vez no podía esperar que nadie lo solucionara, tenía que estar al lado de mi ángel y no detrás, demostrándole que además de apoyarle, sería una mano que tomar en momentos de debilidad para que tomara el relevo
Suspire entendiendo lo que quería decirme pero también tenía claro lo que pasaría – Nunca y puedo prometértelo, nunca me cansare de defenderme si sé que al final del camino siempre estarás tú, te prometo que siempre estaré a tu lado – Me estire para besarle aunque con lentitud pues esperaba que él mismo fuera quien se quisiera quitar la máscara para besar su piel - Prometeme tú, que pasa lo que pase seguiras a mi lado - Pues temia que con todo esto, viera a una Selena muy distinta y todo lo que sentia por mi desapareciera, de hecho con todo lo que habia vivido desde que estaba a su lado, muchos aspectos habian desaparecido, ya no era la misma niña que conocio en el cementerio, ya no era tan ingenua, sentia que a su lado habia madurado
Aunque le tenía al lado y notaba su piel su mirada la notaba muy lejana, metido en sus pensamientos, esta vez no sabía lo que estaba pensando, lo que estaba sintiendo pero ver sus orbes así, solo me indicaban una cosa, que en su interior tenia demasiadas cosas revolviéndole haciéndole dudar o no saber cómo actuar aunque de apariencia parecía tan seguro de sí mismo como siempre, solo esos ojos que me enamoraban podían delatarle por mucho que intentara ocultarlo
No había sabido reaccionar pero es que yo tampoco estaba sabiendo reaccionar como él necesitaba, con la entereza y frialdad de apoyarle pero no podía, tenía demasiado miedo de perder todo lo que habíamos construido, todo lo que nos pertenecía podía sernos arrebatado por unas creencias estúpidas y que no le veía lógica alguna. Apoye la cabeza en su pecho buscando el abrigo y la fuerza que él me infundaba, la fuerza para luchar por nuestro amor… en este momento no hacía falta palabras, solo ese contacto era lo que necesitamos, nada más que decir, solo aprovechar el momento
- Lo sé pero en esa promesa me gustaría que te incluyeras tú, que nada te pasara a ti – Le veía capaz de hacer cualquier cosa por protegernos incluso entregar su vida y parecía no entender que nuestra vida no estaba completa sino estaba él a nuestro lado, asique quería aprovechar cada momento, apretándole un poco más contra mi – Shhhh… mi vida, no digas nada más… por favor, no hace falta – Se veía tan temeroso como yo del futuro que nos deparaba
- Lucharemos contra ellos, les haremos ver que esas reglas son estúpidas – Escuche asimilando cada cosa que me decía empezando a ver un problema más grande de lo que había creído y que parecía que los demás también creían – Si me buscan les hare ver, que nunca diré nada a nadie… si fuera así, desde hace un año podía haber contado todo y no lo hice porque se lo que implica. Paris ya volvió a estar tranquila, ya los humanos caminan como si no supieran lo que se esconde entre las sombras, por lo que no deben preocuparse por eso y en cuanto a Dabria, la protegeremos, solo es una niña – Pensar en que querían usar a una niña para sus fines, una niña inocente que no sabía que era la maldad, me parecía algo horrible y muy cruel – Su muerte no será en vano, esa confianza será pagada cuidando a Dabria, escondiéndola y protegiéndola de quien sea – La situación era sumamente peligrosa y por primera vez no podía esperar que nadie lo solucionara, tenía que estar al lado de mi ángel y no detrás, demostrándole que además de apoyarle, sería una mano que tomar en momentos de debilidad para que tomara el relevo
Suspire entendiendo lo que quería decirme pero también tenía claro lo que pasaría – Nunca y puedo prometértelo, nunca me cansare de defenderme si sé que al final del camino siempre estarás tú, te prometo que siempre estaré a tu lado – Me estire para besarle aunque con lentitud pues esperaba que él mismo fuera quien se quisiera quitar la máscara para besar su piel - Prometeme tú, que pasa lo que pase seguiras a mi lado - Pues temia que con todo esto, viera a una Selena muy distinta y todo lo que sentia por mi desapareciera, de hecho con todo lo que habia vivido desde que estaba a su lado, muchos aspectos habian desaparecido, ya no era la misma niña que conocio en el cementerio, ya no era tan ingenua, sentia que a su lado habia madurado
Amaris Scander- Humano Clase Baja
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
-Shhhhh Edmond- En realidad no sabía ni siquiera porque la pequeña le implorara que guardara silencio -Él te puede escuchar y ahorita no conviene que suceda o nos impedirá a toda costa que llevemos a cabo el plan- los ojos claros de aquella chiquilla volvieron a donde The Phantom y su nueva mamá discutían sobre su futuro. Al parecer, esta vez, hasta el mismo ángel de la muerte tenía miedo de perder todo lo que tenía, algo más allá del siniestro teatro y que Dabria, aunque lo vio jamás considero la probabilidad que realmente existirían humanos como aquellos.
Luego decididamente miró al niño que permanecía callado, sin saber a bien que pensar de su postura y de su mirada, color de la turquesa que para entonces lucía muy cristalina, quizás, al final, era por eso que le pedía silencio más que el temor de que el ángel los escuchara… era por no ver sufrir a su igual, la pena, era el sentimiento que más detestaba ver en el otro -Bueno, en si, tendremos que romper muchas reglas de las que tenemos impuestas por ellos, pero yo no veo otra alternativa para poder ayudar- habló con toda dureza y completa seguridad -Ya sé que el ángel es muy estricto, lo sé porque en el teatro resulta ser lo doble que es aquí y si desobedeces… bueno, el castigo es muy duro- se encogió de hombros, desviando la mirada al techo cubierto de tablas de madera caoba que resguardaban del frío a todos los habitantes de ese acogedor lugar -Pero a ti te quiere y al final… quizás entenderá porque lo has hecho, además eres muy valiente, lo vi— asintió con vehemencia, sacudiendo su melena larga y castaña clara —No va existir alguien más que los pueda ayudar Edmond- tomo su pequeña mano entre las suyas, tanto era el susto de la otra criatura que el frío se había apoderado de él.
—No somos los únicos que estamos en riesgo de perder a nuestros padres- le dijo entonces, sintiendo una pequeña punzada en el pecho y su oído doliendo, los espíritus se acercaban para guiarla, al menos eso esperaba —Hay otras personas involucradas en esto Edmond, no solo es el ángel y…ma… mamá- pronunció dubitativa —Entre todos existe un niño, igual que yo… es decir, con… poderes y su nombre es Aramis Alighieri o mejor conocido ahora por Aramis Severaux. El también puede ayudarnos porque sus padres peligran, yo lo oí la última vez que mi tía fue.. visitada por ese monstruo rubio y joven. Nosotros tres podemos entrar sin problemas en la Dalia Negra, en el Vaticano y allí tu y tus inventos y nosotros y nuestros poderes podemos hacerles frente. La magia de la imaginación y la elemental son muy útiles y bastante poderosas en momentos tan catastróficos como este-.
Se alejó de los barrotes de las escaleras y apenas si el aire le alcanzaba para susurrar, era tanta su emoción que el latir de su corazón le impedía seguir respirando con normalidad. Para ella su plan era perfecto y tenían el tamaño adecuado para meterse en la boca del lobo sin ser detectados. Estaba convencida de que Edmond podría con el reto, era valiente y tan inteligente como The Phantom, no esperaba menos del hijo del ángel de la muerte con una mortal y lo mismo sucedía con Aramis, el primogénito adoptivo de dos vampiros que según sabía, sirvió en una de las Ordenes involucradas a muy temprana edad.
—Llegar al Vaticano será muy fácil. Lo único que necesitamos es un conjuro que nos ayude a aparecer en otro lado— anunció Dabria ante los ojos atónitos y confundidos del niño —Pero eso es de un conocimiento de magia muy avanzado y con más fuerza que la mía para poder lograr efectuarlo sin ningún riesgo- Copito, la pequeña bola de pelos rizados y blancos corrió en dirección a Dabria intentando invitarla a jugar —Y también por eso necesitamos de Aramis. Supe que él conoce mucho de magia y tiene un perfecto dominio en hechicería propia de Merlin, los hechizos de aparición, tengo entendido fueron instaurados por él y llevados al conocimiento popular de los hechiceros en “El tratado de la magia”… será fácil con su ayuda y podremos detener a los malos antes que los adultos— y entonces el cachorro lamió la mejilla sonrosada de Dabria, haciéndola reír por lo bajo, tuvo que cubrirse su pequeña boca para no soltar una carcajada indiscreta -Vamos Edmond- lo ánimo al verlo en una aparente disyuntiva —Somos una piedra angular que puede salvarles la vida-. Tomó al cachorro entre sus brazos como si se tratara de un oso de peluche —Si sabes que es piedra angular ¿no?- comentó la pequeña con su sal soberbia de conocimientos.
Luego decididamente miró al niño que permanecía callado, sin saber a bien que pensar de su postura y de su mirada, color de la turquesa que para entonces lucía muy cristalina, quizás, al final, era por eso que le pedía silencio más que el temor de que el ángel los escuchara… era por no ver sufrir a su igual, la pena, era el sentimiento que más detestaba ver en el otro -Bueno, en si, tendremos que romper muchas reglas de las que tenemos impuestas por ellos, pero yo no veo otra alternativa para poder ayudar- habló con toda dureza y completa seguridad -Ya sé que el ángel es muy estricto, lo sé porque en el teatro resulta ser lo doble que es aquí y si desobedeces… bueno, el castigo es muy duro- se encogió de hombros, desviando la mirada al techo cubierto de tablas de madera caoba que resguardaban del frío a todos los habitantes de ese acogedor lugar -Pero a ti te quiere y al final… quizás entenderá porque lo has hecho, además eres muy valiente, lo vi— asintió con vehemencia, sacudiendo su melena larga y castaña clara —No va existir alguien más que los pueda ayudar Edmond- tomo su pequeña mano entre las suyas, tanto era el susto de la otra criatura que el frío se había apoderado de él.
—No somos los únicos que estamos en riesgo de perder a nuestros padres- le dijo entonces, sintiendo una pequeña punzada en el pecho y su oído doliendo, los espíritus se acercaban para guiarla, al menos eso esperaba —Hay otras personas involucradas en esto Edmond, no solo es el ángel y…ma… mamá- pronunció dubitativa —Entre todos existe un niño, igual que yo… es decir, con… poderes y su nombre es Aramis Alighieri o mejor conocido ahora por Aramis Severaux. El también puede ayudarnos porque sus padres peligran, yo lo oí la última vez que mi tía fue.. visitada por ese monstruo rubio y joven. Nosotros tres podemos entrar sin problemas en la Dalia Negra, en el Vaticano y allí tu y tus inventos y nosotros y nuestros poderes podemos hacerles frente. La magia de la imaginación y la elemental son muy útiles y bastante poderosas en momentos tan catastróficos como este-.
Se alejó de los barrotes de las escaleras y apenas si el aire le alcanzaba para susurrar, era tanta su emoción que el latir de su corazón le impedía seguir respirando con normalidad. Para ella su plan era perfecto y tenían el tamaño adecuado para meterse en la boca del lobo sin ser detectados. Estaba convencida de que Edmond podría con el reto, era valiente y tan inteligente como The Phantom, no esperaba menos del hijo del ángel de la muerte con una mortal y lo mismo sucedía con Aramis, el primogénito adoptivo de dos vampiros que según sabía, sirvió en una de las Ordenes involucradas a muy temprana edad.
—Llegar al Vaticano será muy fácil. Lo único que necesitamos es un conjuro que nos ayude a aparecer en otro lado— anunció Dabria ante los ojos atónitos y confundidos del niño —Pero eso es de un conocimiento de magia muy avanzado y con más fuerza que la mía para poder lograr efectuarlo sin ningún riesgo- Copito, la pequeña bola de pelos rizados y blancos corrió en dirección a Dabria intentando invitarla a jugar —Y también por eso necesitamos de Aramis. Supe que él conoce mucho de magia y tiene un perfecto dominio en hechicería propia de Merlin, los hechizos de aparición, tengo entendido fueron instaurados por él y llevados al conocimiento popular de los hechiceros en “El tratado de la magia”… será fácil con su ayuda y podremos detener a los malos antes que los adultos— y entonces el cachorro lamió la mejilla sonrosada de Dabria, haciéndola reír por lo bajo, tuvo que cubrirse su pequeña boca para no soltar una carcajada indiscreta -Vamos Edmond- lo ánimo al verlo en una aparente disyuntiva —Somos una piedra angular que puede salvarles la vida-. Tomó al cachorro entre sus brazos como si se tratara de un oso de peluche —Si sabes que es piedra angular ¿no?- comentó la pequeña con su sal soberbia de conocimientos.
Dabria Giry- Hechicero Clase Media
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Edmond frunció el ceño en cuanto escucho lo último -Por supuesto que te entiendo- dijo con calma y miedo —Nosotros podemos ser el cimiento de los adultos o incluso… detener a los malos- susurró para si más que para su nueva hermanita. Sintió que dentro de su cabeza algo se encendía, eran ideas, eran imágenes, era terror, escalofríos de pavor por su familia, por el Ángel de alas negras, por mami Selena y por Dabria que aunque apenas la acaba de conocer le simpatizaba y al mismo tiempo lo descoloraba ¿Tener poderes podía lograr en una niña de su edad pensara con esa lucidez? ¿Dar esa seguridad con le que tanto hablaba la pequeña? ¿O así de raras eran las niñas?
Volvió la mirada abajo, en la sala, allí sus padres estaban tratando de decidir que hacer y que no, de cuanto terror se lleno su pequeño cuerpo cuando oyó decir que el ángel podía separarse de ellos o que su mami le dijera en algún momento que no amaba al caballero de alas negras. Su entrecejo solo reflejaba angustia entonces y su mandíbula dolía solo de tensarla para que por ella no se escapara ni un solo sollozo, pero sus lágrimas tibias y pequeñas no pudieron evitar escapar de sus ojos y resbalar por sus mejillas sonrosadas y frías, las percibió caer y estrellarse contra el suelo de madera a medio pulir de su casa. Esa casita que amaba demasiado, no porque tuviera un lugar donde dormir, comer o seguir puliendo madera sin parar hasta crear miles de rostros nuevos para su replica de París, sino porque allí finalmente, había dos personas que lo aceptaban y lo querían tal y como era, allí donde finalmente había dejado de sufrir y había cambiado esas lágrimas por risas, por juegos y por noches en vela que valían la pena si el angelito tocaba su violín durante lo que restaba de la madrugada.
Amaba a su familia, a su nueva familia que papá Dios le había regalado por segunda vez, no quería perderla… no quería que los juegos cesarán, que las risas callaran, que las notas de su padre no se volvieran a escuchar en cada rincón de la casa o que Copito no estuviera con él todas las noches al pie de su cama con dosel que entre él y su padre habían instalado —No quiero perderlos una vez más Dabria— intentó decir mientras ahogaba las lágrimas y volvía a hipar sin consuelo alguno —Mi papi y mi mami son lo único que me queda… Dios no me ama, si lo hiciera no tendría porque estar pasando esto- sollozó finalmente llevándose un puñito cerrado a su boca para intentar guardar silencio -Tengo miedo… tengo mucho miedo- se dejó caer, permaneciendo sentado y con la cabeza oculta entre las manos y las rodillas. Pensó en Aramis Alighieri o Severaux, ¿También el pobrecito estaría pasando por esto? ¿También le dolía tanto como a él todo lo que estaba pasando?
—Quiero ser feliz junto a ellos…- susurró aún sin salir de su escondite — Y si eso implica que hay que romper reglas lo haré… yo sé que algún día mi papi lo perdonará… si no me quiere, lo hará por mami Selena— entonces con el rostro cubierto y empapado de lágrimas, contemplo a la niña hechicera una vez más — ¿Como sabes tanto hermanita?- preguntó sinceramente -¿Que es la Dalia Negra?— intento alcanzar su rostro con sus pequeños antebrazos cubiertos por un suéter tejido y como si fuese un gatito, se trató de limpiar las “gotitas de lluvia”, como Edmond le decía a esa agua que salía de sus ojos —¿Mi papi trabaja en el teatro?- de pronto preguntó, reparando en las palabras de la pequeña. No sabía que los ángeles trabajaran, mucho menos que el caballero de alas negras lo hiciera para los “mortales” como solía decirles despectivamente.. ¿Que hacía allí? ¿Tocar el violín o todo iba más allá de eso?
Volvió la mirada abajo, en la sala, allí sus padres estaban tratando de decidir que hacer y que no, de cuanto terror se lleno su pequeño cuerpo cuando oyó decir que el ángel podía separarse de ellos o que su mami le dijera en algún momento que no amaba al caballero de alas negras. Su entrecejo solo reflejaba angustia entonces y su mandíbula dolía solo de tensarla para que por ella no se escapara ni un solo sollozo, pero sus lágrimas tibias y pequeñas no pudieron evitar escapar de sus ojos y resbalar por sus mejillas sonrosadas y frías, las percibió caer y estrellarse contra el suelo de madera a medio pulir de su casa. Esa casita que amaba demasiado, no porque tuviera un lugar donde dormir, comer o seguir puliendo madera sin parar hasta crear miles de rostros nuevos para su replica de París, sino porque allí finalmente, había dos personas que lo aceptaban y lo querían tal y como era, allí donde finalmente había dejado de sufrir y había cambiado esas lágrimas por risas, por juegos y por noches en vela que valían la pena si el angelito tocaba su violín durante lo que restaba de la madrugada.
Amaba a su familia, a su nueva familia que papá Dios le había regalado por segunda vez, no quería perderla… no quería que los juegos cesarán, que las risas callaran, que las notas de su padre no se volvieran a escuchar en cada rincón de la casa o que Copito no estuviera con él todas las noches al pie de su cama con dosel que entre él y su padre habían instalado —No quiero perderlos una vez más Dabria— intentó decir mientras ahogaba las lágrimas y volvía a hipar sin consuelo alguno —Mi papi y mi mami son lo único que me queda… Dios no me ama, si lo hiciera no tendría porque estar pasando esto- sollozó finalmente llevándose un puñito cerrado a su boca para intentar guardar silencio -Tengo miedo… tengo mucho miedo- se dejó caer, permaneciendo sentado y con la cabeza oculta entre las manos y las rodillas. Pensó en Aramis Alighieri o Severaux, ¿También el pobrecito estaría pasando por esto? ¿También le dolía tanto como a él todo lo que estaba pasando?
—Quiero ser feliz junto a ellos…- susurró aún sin salir de su escondite — Y si eso implica que hay que romper reglas lo haré… yo sé que algún día mi papi lo perdonará… si no me quiere, lo hará por mami Selena— entonces con el rostro cubierto y empapado de lágrimas, contemplo a la niña hechicera una vez más — ¿Como sabes tanto hermanita?- preguntó sinceramente -¿Que es la Dalia Negra?— intento alcanzar su rostro con sus pequeños antebrazos cubiertos por un suéter tejido y como si fuese un gatito, se trató de limpiar las “gotitas de lluvia”, como Edmond le decía a esa agua que salía de sus ojos —¿Mi papi trabaja en el teatro?- de pronto preguntó, reparando en las palabras de la pequeña. No sabía que los ángeles trabajaran, mucho menos que el caballero de alas negras lo hiciera para los “mortales” como solía decirles despectivamente.. ¿Que hacía allí? ¿Tocar el violín o todo iba más allá de eso?
Edmond Antoine- Humano Clase Baja
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
Nunca creí encontrarme en esta situación... no sabía aún hasta que punto el inconsciente podía seguir jugando malas pasadas de vez en cuando. No sabía si esta vez todo esto no era más que un ridículo sueño que se me había escapado de las manos. Yo el demonio, yo el inmortal... tras de una familia que ahora era mía, amparando bajo mi sombra a una mortal que se había vuelto el eje de todo mi desolado universo, parecía sacado de una descabellada fantasía mía, estar allí, de pie sin saber que decir por primera vez, sin tener la certeza de que viviré para ellos o tan siquiera permanecer con vida era algo que rayaba fuera de los limites de mi compresión. Por el infierno, ¿Que estaba sucediendo? ¿Es que acaso tendría a bien pagar todo lo que debo? ¿Había pagado ya con aquella locura que me había devuelto un poco de paz pero que me había alejado de la realidad de mi condenada existencia? ¿O era esa locura, aquella que peligraba en desaparecer, el precio que debía pagar por la sangre que no había bebido pero si esparcido de aquí allí en Paris durante siglos?
-Yo...- baje la mirada entonces, la dirigí a mis pies, no me atrevía siquiera a decirle que esta vez no podía prometer porque no estaba en mis manos, no podía dejar que con una simple frase la imagen que tenía de mí, de su protector, de su guardan se fuera en picada hacia un precipicio donde en fragmentos diminutos yo cayera de su gracia -Selena, yo... trataré de mantenerme con vida todo el tiempo que pueda, por ustedes, por mí...- decía al tiempo que mis párpados deformes y escasos se cerraban impidiendo una vez más aquel lugar donde ahora el ambiente se percibía tan pesado, tan oscuro... tan perturbador. A la cabeza cientos de imagen vinieron a mi mente, posibilidades que hicieron latir mi corazón destrozado e inerte, visiones que de inmediato se desplomaron al considerar que mi pequeña rosa no aceptaría, ella no se iría, no sin mí y aunque con todos podía utilizar los instrumentos más sádicos para someter al otro a mi voluntad, con mi pequeña Selena, con... Edmond, aquello quedaba fuera de todo plano.
Comprendía sus silencios y su mirada tan ensimismada, reflexiva, tan pronto volví la mía hacia ella. Ya no era la joven que yo había conocido, quizás, todo lo que había vivido a mi lado o alejada de mí, lo que tenía que hacer por mantener a Edmond durante mi ausencia la habían hecho madurar drásticamente y era aquello lo que me hacia enamorarme más, el rojo intenso de sus pétalos, la fiereza con la que sus espinas amenazaban en pinchar si alguien intentaba dañar a su cuidador... la amaba y por ello, solo por ello yo no podía darme el lujo de perderla, no podía rendirme tan fácilmente.
-No creo que París lo haya olvidado mi pequeña Selena- repuse tan pronto ella había concluido -Hay... había un escritor que, contratado por Leviathán escribió toda la historia con lujo de detalle. Las especulaciones por ende se han intensificado después de la publicación del escrito- mi voz apenas era un susurro e impaciente me movía de un lado a otro en mi lugar, como me gustaría regresar a las sombras -Muchos han ido al teatro en mi búsqueda y por las noches la gente busca protegerse de... criaturas como aquellas de la novela deben existir en todo París. Entiendo el punto de los Eternos, están encolerizados por que nosotros pusimos en aviso al resto de un París que no ha olvidado... que nunca olvidara, al menos que se elimine de raíz a los responsables de expandir el rumor, la verdad...-
Sabiendo lo que su gesto denotaba y necesitaba, aquel beso que apenas si sentí, esa caricia que me devolvió en algún momento en el hora, me hizo entender que era lo quería, solo verme sin máscara una vez más... No lo hice de inmediato, tome mi tiempo antes de resignarme, aún no podía comprender como un rostro tan horrible como el mío no la escandalizara al momento de mimarlo -Selena...- pronuncie su nombre tan despacio como me fue posible, disfrutando de cada letra, de cada sonido -Pase, lo pase o donde me encuentre yo, tu ángel, el hombre más te ama siempre buscará la manera de estar contigo hasta el final de los tiempos- mis manos cubiertas en guantes de piel oscuros se alzaron a la altura de mi cara, ávidos, mis dedos desataron el fino cordón negro que sostenía la máscara al cabello falso, despacio me descubrí y luego con la mirada más angustiosa que alguna vez pude expresar en aquella abominación le mire solo un momento antes de besarla con desesperación. Debía aclararme a mi mismo que no era por deseo, sino por una enorme necesidad de comprobar de que ella era real, de que estaba conmigo -Pase lo que pase siempre te amaré, siempre iré donde tu vayas, no importa donde me encuentre yo... siempre estaré a tu lado- la abrace, la lleve hasta mi pecho para que allí reposará. Arriba percibía a los niños que so se habían marchado como yo lo ordene, sentía el llanto de Edmond y podía percibir el tono de mi discurso ¿Porque esta vez sentía que todo lo había dicho en forma de despedida?
-Yo...- baje la mirada entonces, la dirigí a mis pies, no me atrevía siquiera a decirle que esta vez no podía prometer porque no estaba en mis manos, no podía dejar que con una simple frase la imagen que tenía de mí, de su protector, de su guardan se fuera en picada hacia un precipicio donde en fragmentos diminutos yo cayera de su gracia -Selena, yo... trataré de mantenerme con vida todo el tiempo que pueda, por ustedes, por mí...- decía al tiempo que mis párpados deformes y escasos se cerraban impidiendo una vez más aquel lugar donde ahora el ambiente se percibía tan pesado, tan oscuro... tan perturbador. A la cabeza cientos de imagen vinieron a mi mente, posibilidades que hicieron latir mi corazón destrozado e inerte, visiones que de inmediato se desplomaron al considerar que mi pequeña rosa no aceptaría, ella no se iría, no sin mí y aunque con todos podía utilizar los instrumentos más sádicos para someter al otro a mi voluntad, con mi pequeña Selena, con... Edmond, aquello quedaba fuera de todo plano.
Comprendía sus silencios y su mirada tan ensimismada, reflexiva, tan pronto volví la mía hacia ella. Ya no era la joven que yo había conocido, quizás, todo lo que había vivido a mi lado o alejada de mí, lo que tenía que hacer por mantener a Edmond durante mi ausencia la habían hecho madurar drásticamente y era aquello lo que me hacia enamorarme más, el rojo intenso de sus pétalos, la fiereza con la que sus espinas amenazaban en pinchar si alguien intentaba dañar a su cuidador... la amaba y por ello, solo por ello yo no podía darme el lujo de perderla, no podía rendirme tan fácilmente.
-No creo que París lo haya olvidado mi pequeña Selena- repuse tan pronto ella había concluido -Hay... había un escritor que, contratado por Leviathán escribió toda la historia con lujo de detalle. Las especulaciones por ende se han intensificado después de la publicación del escrito- mi voz apenas era un susurro e impaciente me movía de un lado a otro en mi lugar, como me gustaría regresar a las sombras -Muchos han ido al teatro en mi búsqueda y por las noches la gente busca protegerse de... criaturas como aquellas de la novela deben existir en todo París. Entiendo el punto de los Eternos, están encolerizados por que nosotros pusimos en aviso al resto de un París que no ha olvidado... que nunca olvidara, al menos que se elimine de raíz a los responsables de expandir el rumor, la verdad...-
Sabiendo lo que su gesto denotaba y necesitaba, aquel beso que apenas si sentí, esa caricia que me devolvió en algún momento en el hora, me hizo entender que era lo quería, solo verme sin máscara una vez más... No lo hice de inmediato, tome mi tiempo antes de resignarme, aún no podía comprender como un rostro tan horrible como el mío no la escandalizara al momento de mimarlo -Selena...- pronuncie su nombre tan despacio como me fue posible, disfrutando de cada letra, de cada sonido -Pase, lo pase o donde me encuentre yo, tu ángel, el hombre más te ama siempre buscará la manera de estar contigo hasta el final de los tiempos- mis manos cubiertas en guantes de piel oscuros se alzaron a la altura de mi cara, ávidos, mis dedos desataron el fino cordón negro que sostenía la máscara al cabello falso, despacio me descubrí y luego con la mirada más angustiosa que alguna vez pude expresar en aquella abominación le mire solo un momento antes de besarla con desesperación. Debía aclararme a mi mismo que no era por deseo, sino por una enorme necesidad de comprobar de que ella era real, de que estaba conmigo -Pase lo que pase siempre te amaré, siempre iré donde tu vayas, no importa donde me encuentre yo... siempre estaré a tu lado- la abrace, la lleve hasta mi pecho para que allí reposará. Arriba percibía a los niños que so se habían marchado como yo lo ordene, sentía el llanto de Edmond y podía percibir el tono de mi discurso ¿Porque esta vez sentía que todo lo había dicho en forma de despedida?
Phantom Nocte- Vampiro Clase Alta
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
La situación era tensa y aunque quizás otros necesitáramos palabras entre nosotros no eran lo primordial, una mirada podía transmitirnos mucha más sin embargo en este momento era complicado demostrar algo cuando nosotros mismos no sabíamos que pensar, cual sería nuestro futuro… demasiado incierto para intentar planear nada en lo que estar seguros que saldría bien
No era capaz de hablar, ni de mirarme, lo cual me hacía saber que dijera lo que dijera, solo era un bálsamo para intentar tranquilizarme pero igualmente no quería ponerle en la situación de prometer algo que no podía pues le conocía demasiado bien para saber qué sino cumplía, llevaría esa carga sobre él – Con eso me vale, mi vida… tú solo lucha por tu vida y así volverás junto a nosotros – Pero lo mejor era que pudiéramos luchar todos juntos, así seriamos más fuertes que si cada uno, seguía un camino diferente
- Ojala si lo hubiera hecho, ahora no tendríamos este problema - Seguí escuchando atentamente cada cosas que me contaba, de ese escritor, del hombre al que vi solo una vez, del que me había protegido mi ángel y de toda la gente que ahora tenían la curiosidad tan viva, que visitaban el teatro para saber qué tanta verdad había en lo que seguramente leyeron o escucharon - ¿Por qué los hombres tenemos que tener el don de la curiosidad? – Era una maldición pero también una bendición porque de no haber sido por mi curiosidad, no habría querido conocerle más y ahora no sería tan dichosa como lo era, estar junto al lado del hombre que amaba
- Siempre te voy a esperar mi vida, pase lo que pase siempre estarás en mi corazón, sin ti, ya no tengo nada… te convertiste en mi vida – Deje que tomara su máscara para mirarle directamente durante unos segundos antes del beso, era su sabor, era él pero las sensaciones que estaba sintiendo eran completamente distintas – No me digas eso… volverás a nuestro lado y cuidaremos de los niños… - Había tomado la decisión, tras esta nueva batalla se lo pediría, renunciaría al sol por él, este beso no podía ser el último, no podía ser un adiós, no quería aceptarlo y quizás pensando en lo que le pediría me aferraba a la idea de que todo saldría bien - ¿Qué haremos con los niños? No sera facil explicarles que deben tener más cuidado
No era capaz de hablar, ni de mirarme, lo cual me hacía saber que dijera lo que dijera, solo era un bálsamo para intentar tranquilizarme pero igualmente no quería ponerle en la situación de prometer algo que no podía pues le conocía demasiado bien para saber qué sino cumplía, llevaría esa carga sobre él – Con eso me vale, mi vida… tú solo lucha por tu vida y así volverás junto a nosotros – Pero lo mejor era que pudiéramos luchar todos juntos, así seriamos más fuertes que si cada uno, seguía un camino diferente
- Ojala si lo hubiera hecho, ahora no tendríamos este problema - Seguí escuchando atentamente cada cosas que me contaba, de ese escritor, del hombre al que vi solo una vez, del que me había protegido mi ángel y de toda la gente que ahora tenían la curiosidad tan viva, que visitaban el teatro para saber qué tanta verdad había en lo que seguramente leyeron o escucharon - ¿Por qué los hombres tenemos que tener el don de la curiosidad? – Era una maldición pero también una bendición porque de no haber sido por mi curiosidad, no habría querido conocerle más y ahora no sería tan dichosa como lo era, estar junto al lado del hombre que amaba
- Siempre te voy a esperar mi vida, pase lo que pase siempre estarás en mi corazón, sin ti, ya no tengo nada… te convertiste en mi vida – Deje que tomara su máscara para mirarle directamente durante unos segundos antes del beso, era su sabor, era él pero las sensaciones que estaba sintiendo eran completamente distintas – No me digas eso… volverás a nuestro lado y cuidaremos de los niños… - Había tomado la decisión, tras esta nueva batalla se lo pediría, renunciaría al sol por él, este beso no podía ser el último, no podía ser un adiós, no quería aceptarlo y quizás pensando en lo que le pediría me aferraba a la idea de que todo saldría bien - ¿Qué haremos con los niños? No sera facil explicarles que deben tener más cuidado
Amaris Scander- Humano Clase Baja
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Re: El renacer del ruiseñor || Privado ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)
-Si- asintió la pequeña con prontitud —Tu papá trabajo en el Teatro de París, lo sé porque allí es donde…- bajo la cabeza decidiendo ocultar su mirada triste y llena de lagrimas de aquellos ojos curiosos y mente inquieta que le contemplaba atentamente, tratando de entender que había más allá del pequeño mundo que le habían construido, quizás, mucho antes si quiera de llegar junto a Selena y The Phantom -Allí es donde trabajaba mi tía- completó la oración desanimadamente -Él hace muchas cosas, él compone, dirige y administra el Teatro desde hace mucho tiempo, tanto, que muchos han perdido la cuenta- susurró llevando su pequeña manita hasta el rabillo de sus ojos para enjugarse las lágrimas -De vez en cuando toca el violín, pero no para cualquiera- volvió su mirada cristalina a un niño que permanecía con la boca abierta en señal de sorpresa -El maestro es muy selectivo, decide quien tiene un oído tan delicado para dedicarle unas cuantas notas, también toma las decisiones de quien sigue entre los actores y a quién m… despide- vaciló su voz aguda e infantil —A mi por ejemplo, pude oírlo tocar innumerables veces… creo que él a veces sabe de más y conocía exactamente las horas en las que todos dormían menos yo- suspiró mientras su pequeña cabeza evocaba las imágenes de aquellos días donde si bien sabía que algo terrible estaba por suceder, se convencía a si misma que siempre faltaba, probablemente, mucho tiempo -Escuchaba sus primeros acordes- prosiguió con una sonrisa en el rostro, cerró los ojos, retornando su rostro al frente -Luego su voz alzarse entre las cuerdas y decirme que todo marchaba bastante bien y que así sería siempre porque él era el ángel de la música, él lo era, un ser celestial preocupado por mi— sonrió satisfecha —Y creo que hoy a cumplido con su promesa pese a todo Edmond- pronunció aún con los ojos cerrados —En el teatro es conocido com el Fantasma del teatro de París, pero yo junto con muchos adultos lo conocemos como el ángel de música-.
La pequeña Giry abrió sus orbes verdes lentamente hasta que la sombría habitación quedó descubierta con toda nitidez, la cruda realidad le devolvía a ese fatídico momento solo para recordarle que su tía había muerto hacia horas quizás y que debía responsabilizarse de un plan que apenas se formuló en su cabeza como una forma inteligente y desesperada de mantener a salvo las únicas personas que le aceptaban y que no levantaron juicios sobre ella en la primera impresión.
Los sonidos en planta baja se apagaron al menos para ella puesto que intentaba concentrarse y responder al niño todas sus preguntas, pues había mucho por planificar y poco tiempo para poner lo fuese en marcha, su mente trataba de conectar las ideas y a la par recordar palabra por palabra lo que su nuevo hermanito le había cuestionado -¡Ah si!- exclamó inesperadamente sin caer mucho en cuenta en las reacciones del otro pequeño -La Dalia está en el Vaticano y es el escondite de los que buscan acabar con tus… con nuestros padres. Eso lo sé porque al tocar a mi tía antes de partir logré ver sus recuerdos al tocarla, vi a ese rubio horroroso- decía la niña con espanto —Él la amenazó con desaparecerme allí si ella ayudaba al Maestro-. devolvió la vista al frente sin evitar sobresaltarse. De pronto aquellas paredes de madera a media luz y el vacío que había de donde se encontraban a la planta baja, la descontrolaba como nunca antes provocaron las alturas.
Finalmente se encogió de hombros -Y como sé todo esto- su tono volvió a ser poco humilde y orgulloso -Leyendo Edmond… leyendo- pero su nuevo hermanito ya no hacia caso, por el contrario su mirada permanecía perdida en un lugar lejano -Edmond- llamó entre susurros -¿Edmond que te pasa?-.
La pequeña Giry abrió sus orbes verdes lentamente hasta que la sombría habitación quedó descubierta con toda nitidez, la cruda realidad le devolvía a ese fatídico momento solo para recordarle que su tía había muerto hacia horas quizás y que debía responsabilizarse de un plan que apenas se formuló en su cabeza como una forma inteligente y desesperada de mantener a salvo las únicas personas que le aceptaban y que no levantaron juicios sobre ella en la primera impresión.
Los sonidos en planta baja se apagaron al menos para ella puesto que intentaba concentrarse y responder al niño todas sus preguntas, pues había mucho por planificar y poco tiempo para poner lo fuese en marcha, su mente trataba de conectar las ideas y a la par recordar palabra por palabra lo que su nuevo hermanito le había cuestionado -¡Ah si!- exclamó inesperadamente sin caer mucho en cuenta en las reacciones del otro pequeño -La Dalia está en el Vaticano y es el escondite de los que buscan acabar con tus… con nuestros padres. Eso lo sé porque al tocar a mi tía antes de partir logré ver sus recuerdos al tocarla, vi a ese rubio horroroso- decía la niña con espanto —Él la amenazó con desaparecerme allí si ella ayudaba al Maestro-. devolvió la vista al frente sin evitar sobresaltarse. De pronto aquellas paredes de madera a media luz y el vacío que había de donde se encontraban a la planta baja, la descontrolaba como nunca antes provocaron las alturas.
Finalmente se encogió de hombros -Y como sé todo esto- su tono volvió a ser poco humilde y orgulloso -Leyendo Edmond… leyendo- pero su nuevo hermanito ya no hacia caso, por el contrario su mirada permanecía perdida en un lugar lejano -Edmond- llamó entre susurros -¿Edmond que te pasa?-.
Dabria Giry- Hechicero Clase Media
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