Sigh in the night (libre)

Oscuridad, silencio, es lo único que se encuentra en esa habitación a esas horas de la noche. Era el momento perfecto para meditar ante tal tranquilidad, recuperar mi energía y relajar los músculos de mi cuerpo con la tibia agua que se encontraba en la bañera. Permanecí sentado, dejándome disfrutar de la fragancia de aquel jabón que había utilizado para limpiar la suciedad de mi piel, mis ojos cerrados, dejando que la punta de mis largas pestañas se hiciera sentir al contacto con mi piel de esa forma. Estaba cansado, demasiadas noches de desvelo trabajando una y otra vez en las calles de todo Paris como espía, con el fin de encontrar a esos seres diferentes a nosotros, sin y sin saber bien el porqué, a mi mente vino el rostro de la rubia eslava que noches atrás me había salvado. Toqué aquella cicatriz que me había cauterizado, los bordes eran irregulares y a pesar de que ya no dolía como antes no estaba del todo curado.

No tenía porqué pensar en ella, pero no podía dejar de extrañar su compañía para esa noche, aunque invitarla y que todo el mundo me viera con ella no era opción. En unas cuantas horas más tenía que aparentar nuevamente, la máscara volvía a ser alzada para cubrir uno de los tantos misterios que inundaban mi vida. Sí, lo sabía perfectamente, tenía que salir de ahí esa noche con uno de mis trajes de gala, subir a mi carruaje que me dejaría en el palacio Real para esperarme hasta que la velada me aburriera, me anunciarían y mucha gente voltearía a verme al reconocer mi apellido, lo más seguro es que hablarían entre ellos sobre el nuevo heredero de la ciudad, un joven soltero procedente de una las ciudades más importantes de Italia y que controlaba el uno de los bancos más importantes de aquel país. Reí interiormente conforme me fui parando y abandonando mi cuarto de baño, dejando que los sirvientes ordenaran las cosas ahí mientras yo me vestía.

No era que no me agradaran esas cosas, que no se me diera fingir como la mayoría de las personas en ese lugar, pero simplemente no era lo que a mí me gustaba hacer, pero entendía, debía de ser un caballero más en busca de encontrar una buena esposa para continuar con el legado de mi familia, así como negocios que me ayudaran a incrementar la fortuna que ya tenía. Volví a suspirar a la vez que mi cabello húmedo caía a mis costados pegándose contra mi piel, la imagen en aquel espejo donde me observaba solo se podía ver a un hombre joven cansado, esos ojos grises que poseía aún eran portadores de un brillo que me animaban a continuar, a seguir con el objetivo que me había puesto al llegar a esta enorme ciudad.

Eran bien sabido entre los inquisidores que entre tanto noble, hombres y mujeres de clase alta, se escondían seres no vivos, licántropos, cambiaformas, etc., lamentablemente ante la influencia de su dinero y poder era difícil acceder a ellos, pero no imposible. Desde que la tragedia con mi familia había sucedido, tenía en mente que alguien con influencia había sido el culpable de todo ello, vamos, mi familia había acabado y separado a muchos clanes de vampiros y brujos que terminarían viniendo por mí, y por más que tratara de ocultar mi verdadera naturaleza, en muchos casos no era posible.

Sonreí al llegar, salude y fui presentado con algunos otros nobles y personas influyentes de la sociedad francesa, las reverencias por mi parte así como alguno que otro coqueteo no se hicieron esperar cuando caminaba por toda esa gente que mostraba sus mejores galas en el Palacio. Siempre había sido fácil para mí sociabilizar con la gente, sonreír ante traviesas sonrisas que jóvenes doncellas me dedicaban, así como alagar a personas que sabía a la perfección podrían ayudarme si me metía en su círculo.

El nombre de diferentes personas eran anunciadas por un heraldo haciendo resonar su voz entre las pláticas de la gente, mi mirada paso hacia la dama que venía descendiendo y observando todo aquello con una sonrisa en su rostro después de ser anunciada –Bella, ¿no es así?- escuche a mi acompañante, un viejo caballero, dueño de una de las galerías más importantes en toda Francia, me limite a afirmarle con mi cabeza, dejando una sonrisa ante su anterior comentario.

-Lo es como muchas otras damas que se encuentran aquí- hablé regresando mi vista aquel hombre, levante la copa de brandy que llevaba entre mi mano y un ligero gesto de asentimiento de mi cabeza basto para despedirme del sujeto.

Seguí platicando con diferentes personas que se acercaban a mí para conocerme, algunas damas con ligeros coqueteos e intrigadas por mi dinero quisieron saber más de mi vida, de mis motivos por haber decidido venir a París y residir en una ciudad como ésta. Trate de ser caballeroso, de darles la información que a mí me convenía que supieran y que estaba seguro terminaría siendo divulgada por ellas; cuando estuve aburrido, de la manera más educada que pude me termine despidiendo de mis acompañantes.

Uno de los sirvientes que se encargaba de repartir las bebidas en finas copas de cristal paso a mi lado y me ofreció una, la tome por la parte más delgada y asintiendo le agradecí por aquel nuevo trago, no tarde demasiado en ponerlo en mis labios y disfrutar del sabor de la bebida burbujeante que tenía en mi boca. Justo en ese instante mí mirada paso por unos invitados que tenían poco en la velada, por lo que había escuchado cuando los presentaron la pareja eran los Embajadores Rusos y al parecer, su bella acompañante que justo me daba la espalda era su intérprete, quién en esos momentos traducía las palabras de un noble francés.

Mi vista sin saber el porqué, la seguía, me moví a uno de los costados de la sala donde estábamos. Me encontré recargándome en una de las paredes que estaban continuas al gran ventanal que dejaba ver los hermosos jardines del palacio, pero que lamentablemente por la hora que era, apenas y se alcanzaban a observar. Desde la perspectiva en la que estaba pude contemplarle de mejor manera, su rostro no tenía mucho maquillaje como el de la mayoría de las mujeres de la velada, su tez era blanca y sus labios se encontraban pintados de un rojo sangre que le hacían un agradable contraste; sus ojos, delineados, acentuaban su mirada mientras que su negro cabello estaba sujetado con delicadeza en un peinado sutil.

Cuando termino de traducirles a los embajadores algunas palabras que no entendían por parte del noble francés se hizo a un lado y mordió sus labios mientras que giraba su cabeza en diferentes direcciones un tanto aburrida. Fue cuando su vista paso por donde yo me encontraba que nuestras mirada se encontró, tal vez debía de estar apenado por tal situación, no era cortés estar observando por tanto tiempo a alguien y lo sabía a la perfección; sin embargo, algo en ella me intrigaba, sabía que aquel bello rostro lo había visto en alguna parte pero por más que trataba de hacer memoria no lograba recordar.

Tome como buena señal que ella no apartará su vista de mí y con descaro levante mi copa en modo de saludo antes de comenzar mi andar hacia donde se encontraba la bella dama. Cuando llegue hice una ligera reverencia para presentarme – Ángel Auditore- le dije con una sonrisa ladeada – Le pido un disculpa por no poder apartar mi vista de usted, pero tiene un rostro que me intriga, que estoy seguro que vi en algún sitio pero que lamentablemente no puedo recordar- me atreví a decirle esperando que ella no tomara a mal lo que decía – Debo pedirle una disculpa por no recordarle, pero…¿nos hemos topado ya por las calles parisinas? O tal vez, estuvo en mi natal Florencia – pregunté con educación esperando una respuesta por parte suya.

Mi mirada estaba posada sobre ella, concentrado en sus palabras mientras una sonrisa ladeada comenzaba a salir de mi rostro con su primer respuesta, ¿acaso me había equivocado o malinterpretado la situación de unos minutos atrás?. Junto a sus palabras se podía ver cierto deje de triunfo en sus seductores ojos, y para mi agrado, comenzó a decirme más de ella y de su profesión que aún desconocía; me llamo mucho la atención su manera de hablar y la manera tan natural en la que se desenvolvía con un extraño, y a pesar de comentario un poco mordaz al principio, su tono nunca había dejado aún lado la amabilidad.

Antes de que alguno de los dos pudiera seguir la conversación, un joven mozo llegó a ofrecernos más vino, mientras que cambiaba la mía y ella aprovechaba de igual forma para tomar una, ella aprovecho sutilmente para caminar en dirección al jardín, donde minutos antes yo había estado observándola. Baje mi mirada dejando escapar una sonrisa divertida cuando comprendí la situación. Sin embargo, para mi sorpresa, cuando el mozo se marchó ella se presentó - ¿Primera bailarina?- alce mis cejas con cierta sorpresa, tal vez de ahí la recordaba, de las conversaciones con mi madre y hermana, de alguna presentación en nuestra visita San Petersburgo - Entonces es un honor conocerla- comenté y conteste a su sonrisa a la que inmediatamente después supe que no había sido para mí, añoranza por su pasado se podía ver en sus ojos cuando termino de hablar, lo que fue acompañado por un ligero suspiro mientras sus manos jugueteaban con la copa de cristal que tenía en sus manos.

Sin saber por qué exactamente, me sentí identificado, suponía que ella al igual que yo tal vez no le hacía mucha gracia estar en este lugar rodeado de personas aparentando lo que la sociedad nos pedía aparentar. – No creo que importe – volví a contestarle-aunque debo de pedirle una disculpa, creo que fui demasiado descortés con usted hace unos minutos, además de que malinterprete la situación- reí ligeramente más para mí que para ella, justamente después de que termine de hablar ella se llevó una mano a su cien, cerrando sus ojos mientras buscaba cierto apoyo en una de las columnas cercanas y daban a los jardines.

Temeroso de que fuera a desvanecerse al notar la palidez de su rostro me atreví a acercarme más a la lo joven bailarina – No tiene por qué disculparse, al contrario, si en algo puedo ayudarle no dude en pedírmelo- su mirada paso de mi rostro a la oscuridad de los jardines, la luna era la encargada de proporcionar la mayor parte de iluminación para ellos, y junto a la brisa, fresca y placentera, vino su pregunta- Estoy completamente de acuerdo con usted, realmente estos jardines son de las cosas más bellas que tiene esta ciudad y a pesar de que en estas horas poco se puede admirar de ellos… los prefiero así, lejos del bullicio de la gente que los recorre durante el día, a esta hora la tranquilidad que brindan dejan a uno poder sumergirse en sus pensamientos- no había dejado de mirarla mientras ella los seguía contemplando, no supe distinguir la mirada que poco después me brindo junto a su sonrisa, ni tampoco el por qué me empezaba a agradar su compañía – ¿Le gustaría salir un momento al balcón del jardín para tomar un poco de aire fresco?- me atreví a preguntarle esperando no ser rechazado- Tal vez le sirva para recomponerse – volví a decirle mientras le ofrecía mi brazo como apoyo- prometo que si es silencio lo que busca, no la incomodare con comentarios descorteces ni nada de eso- reí buscando causar la misma reacción en ella- además, con mis anteriores acciones no creo que le haya dado la mejor de las impresiones sobre mi persona, me gustaría corregir eso- seguí diciendo mientras giraba mi cabeza en dirección hacia donde la mayoría de las personas estaba- no quiero que piense que soy como la mayoría de gente que está aquí, así que… ¿Me permite acompañarla?- volví a preguntarle, regresando mi mirada a ella y volviéndole a sonreír amistosamente.