AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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You came like an angel without good intents // Flavio Gaherty
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You came like an angel without good intents // Flavio Gaherty
Desde pequeños esperamos poder conseguir todos nuestros sueños e ilusiones, se nos hace fácil imaginar un mundo propio donde todo lo que hacemos es posible, donde no sufrimos, no perdemos lo que mas apreciamos, donde podemos seguir siendo inocentes; muchas veces, aquello se rompe en mil pedazos y nos deja vulnerables, expuestos y a la vista para perder el último ápice de inocencia.
Sin embargo, existen veces que la lucha interna no es tanta y la inocencia se mantiene a pesar de las adversidades, y la pureza del alma no muere, la sonrisa en el rostro es sincera y el brillo en la mirada lo dice todo; aún existe esperanza. Edda había pasado los últimos seis años sobreviviendo no solo al hambre, si no a las adversidades del pueblo ajeno al natal en donde su padre había intentado establecer a la familia nombrando aquello como hogar.
La sonrisa sincera e inocente de la joven era algo que llamaba la atención desde el principio, sin importar cuantos malos tratos se llevara, sin importar cuantas palabras poco agradables le dedicaran ¿como puede una dulce e inocente joven de 19 años mantenerse en pie en las calles parisinas? buscaba refugio en pequeñas capillas, incluso en la gran Catedral, cambiando arreglos florales y limpieza por techo y comida, viviendo de caridad y de las buenas intenciones de personas honestas, pocas, pero que aún existían.
Aquella noche , una mas fría que las anteriores, se encontraba en la plaza Tertre intentando vender los últimos ramilletes de flores frescas que había obtenido en la mañana, un señor mayor se detuvo frente a ella cuando logró llamar su atención ofreciéndole unas hermosas flores blancas ―Son de hoy en la mañana Monsieur, yo misma las corte del campo cercano a los bosques - le dijo con una sonrisa en los labios acercándole el ramillete ―¿Cuanto pides por el? - preguntó aquel señor de cabeza cana y poco pelo debajo del sombrero de copa ―Tres francos Monsieur - contestó ―Dame las naranjas también - el brillo en los ojos de Edda apareció mientras entregaba ambos ramilletes al regordete hombre, éste los tomó y arrojó al suelo tres francos ―Monsieur... serían seis francos, tres por las blancas y tres por las naranjas - dijo un poco temerosa al contar las monedas; aquel hombre la miró indignado frunciendo el ceño ―¿Es que pretendes verme la cara? - refutó subiendo el tono de la voz, Edda solo negó con la cabeza intentando hablar y explicarle, pero aquel hombre regordete solo subía mas y mas el tono de la voz agitando en el aire los ramilletes de flores mientras su cara se tornaba roja como un tomate tirando el pequeño bote de aluminio donde Edda ponía las flores para que tuvieran agua.
La joven de ojos azules se quedó en mitad de la plaza abrazando sus rodillas intentando no llorar, los ramilletes destrozados y el bote tirado, el dinero hurtado y su trabajo arruinado por el día; se enderezó alcanzando el bote y girando desprevenida para ir a la catedral a pedir refugio por la noche, estaba distraída y eso la hizo no fijarse que venía un hombre en caminando a su lado, chocó contra él y de nuevo terminó en el piso con la muñeca lastimada y la palma de la mano raspada con pequeños puntos de sangre brotando de la blanca piel.
Sin embargo, existen veces que la lucha interna no es tanta y la inocencia se mantiene a pesar de las adversidades, y la pureza del alma no muere, la sonrisa en el rostro es sincera y el brillo en la mirada lo dice todo; aún existe esperanza. Edda había pasado los últimos seis años sobreviviendo no solo al hambre, si no a las adversidades del pueblo ajeno al natal en donde su padre había intentado establecer a la familia nombrando aquello como hogar.
La sonrisa sincera e inocente de la joven era algo que llamaba la atención desde el principio, sin importar cuantos malos tratos se llevara, sin importar cuantas palabras poco agradables le dedicaran ¿como puede una dulce e inocente joven de 19 años mantenerse en pie en las calles parisinas? buscaba refugio en pequeñas capillas, incluso en la gran Catedral, cambiando arreglos florales y limpieza por techo y comida, viviendo de caridad y de las buenas intenciones de personas honestas, pocas, pero que aún existían.
Aquella noche , una mas fría que las anteriores, se encontraba en la plaza Tertre intentando vender los últimos ramilletes de flores frescas que había obtenido en la mañana, un señor mayor se detuvo frente a ella cuando logró llamar su atención ofreciéndole unas hermosas flores blancas ―Son de hoy en la mañana Monsieur, yo misma las corte del campo cercano a los bosques - le dijo con una sonrisa en los labios acercándole el ramillete ―¿Cuanto pides por el? - preguntó aquel señor de cabeza cana y poco pelo debajo del sombrero de copa ―Tres francos Monsieur - contestó ―Dame las naranjas también - el brillo en los ojos de Edda apareció mientras entregaba ambos ramilletes al regordete hombre, éste los tomó y arrojó al suelo tres francos ―Monsieur... serían seis francos, tres por las blancas y tres por las naranjas - dijo un poco temerosa al contar las monedas; aquel hombre la miró indignado frunciendo el ceño ―¿Es que pretendes verme la cara? - refutó subiendo el tono de la voz, Edda solo negó con la cabeza intentando hablar y explicarle, pero aquel hombre regordete solo subía mas y mas el tono de la voz agitando en el aire los ramilletes de flores mientras su cara se tornaba roja como un tomate tirando el pequeño bote de aluminio donde Edda ponía las flores para que tuvieran agua.
La joven de ojos azules se quedó en mitad de la plaza abrazando sus rodillas intentando no llorar, los ramilletes destrozados y el bote tirado, el dinero hurtado y su trabajo arruinado por el día; se enderezó alcanzando el bote y girando desprevenida para ir a la catedral a pedir refugio por la noche, estaba distraída y eso la hizo no fijarse que venía un hombre en caminando a su lado, chocó contra él y de nuevo terminó en el piso con la muñeca lastimada y la palma de la mano raspada con pequeños puntos de sangre brotando de la blanca piel.
Alix Poulenc**- Hechicero Clase Alta
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Re: You came like an angel without good intents // Flavio Gaherty
Una majestuosa luna llena se alzaba sobre el despejado y oscuro cielo nocturno, permitiendo que Flavio se embaucara con su brillante y hermosa luz. El hombre caminaba por la plaza sin que su mente hubiera marcado un destino, absorto y maravillado debido a aquel hermoso orbe que le había acompañado durante sus cinco largos siglos de vida. Quinientos años que podían parecer un periodo eterno para aquellos humanos que le rodeaban y que, sin embargo, para él habían pasado como un suspiro que se perdía entre sus dedos. Había obtenido el tiempo suficiente como para comprender que aquello que regía al ser humano no era más que una guerra constante de poder que jamás iba a darse por finalizada. Una guerra que ovacionaba a los fuertes y humillaba a los débiles.
Durante un momento el vampiro apartó sus ojos de la luna, echando un vistazo a su alrededor. Las miradas indiscretas de algunas parejas parecían fijas en él, en sus pasos felinos y elegantes que parecían deslizarle sobre el suelo, fijas en aquella belleza de la que el mundo le había dotado y había sido intensificada gracias a los siglos. Esto le había permitido aprovecharse y embaucar a muchas de las mujeres con las que había estado.
Sus ojos vagaron hasta encontrar a una joven que parecía vender flores en un pequeño puesto con apenas una lata. Aquella muchacha había ofrecido a un transeúnte un ramillete blanco de flores mientras que su sonrisa parecía resplandecer en la noche. Flavio se mantuvo quieto durante un momento, escuchando la voz cantarina de aquella pequeña mujer. Ella había comenzado a formar algo en el hombre, tal vez el deseo de yacer con aquel pequeño cuerpo entre sus brazos, tal vez aquel sentimiento de protección que solo había nacido al ver a la pequeña Aless aun sin saber que ella era parte de su familia. Notar como el hombre comenzaba a montar un espectáculo y trataba de timar a la jovencita provocó que Flavio deseara arrancar su cabeza en aquel mismo lugar, delante de los ojos de todos los transeúntes que pasaban junto al puestecito y reían de forma poco disimulada por el mal trago de la joven.
El hombre comenzó a caminar en dirección a la muchachita que parecía recoger sus pertenencias rápidamente. Ella parecía muy distraída puando su frágil cuerpo chocó contra el pecho de Flavio. Sus ojos relampaguearon ante el dulce aroma de la sangre que comenzó a llegar a su nariz. De pronto comenzaba a notar el hambre que, momentos atrás, había satisfecho con una dama. Flavio no tardó mucho en inclinarse y ofrecer su mano hacia la joven.
—Disculpad, milady, ¿Os encontráis bien? —preguntó en un tono claro y severo, obligando a las personas que reían a seguir su camino— Y decidme, milady, cuantas eran las flores que llevabais ahí y a cuanto las vendíais.
Durante un momento el vampiro apartó sus ojos de la luna, echando un vistazo a su alrededor. Las miradas indiscretas de algunas parejas parecían fijas en él, en sus pasos felinos y elegantes que parecían deslizarle sobre el suelo, fijas en aquella belleza de la que el mundo le había dotado y había sido intensificada gracias a los siglos. Esto le había permitido aprovecharse y embaucar a muchas de las mujeres con las que había estado.
Sus ojos vagaron hasta encontrar a una joven que parecía vender flores en un pequeño puesto con apenas una lata. Aquella muchacha había ofrecido a un transeúnte un ramillete blanco de flores mientras que su sonrisa parecía resplandecer en la noche. Flavio se mantuvo quieto durante un momento, escuchando la voz cantarina de aquella pequeña mujer. Ella había comenzado a formar algo en el hombre, tal vez el deseo de yacer con aquel pequeño cuerpo entre sus brazos, tal vez aquel sentimiento de protección que solo había nacido al ver a la pequeña Aless aun sin saber que ella era parte de su familia. Notar como el hombre comenzaba a montar un espectáculo y trataba de timar a la jovencita provocó que Flavio deseara arrancar su cabeza en aquel mismo lugar, delante de los ojos de todos los transeúntes que pasaban junto al puestecito y reían de forma poco disimulada por el mal trago de la joven.
El hombre comenzó a caminar en dirección a la muchachita que parecía recoger sus pertenencias rápidamente. Ella parecía muy distraída puando su frágil cuerpo chocó contra el pecho de Flavio. Sus ojos relampaguearon ante el dulce aroma de la sangre que comenzó a llegar a su nariz. De pronto comenzaba a notar el hambre que, momentos atrás, había satisfecho con una dama. Flavio no tardó mucho en inclinarse y ofrecer su mano hacia la joven.
—Disculpad, milady, ¿Os encontráis bien? —preguntó en un tono claro y severo, obligando a las personas que reían a seguir su camino— Y decidme, milady, cuantas eran las flores que llevabais ahí y a cuanto las vendíais.
Flavio Gaherty- Vampiro Clase Alta
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Re: You came like an angel without good intents // Flavio Gaherty
La sensación del nudo en la garganta se acrecentó, pero no debido al dolor punzante que le impedía mover la muñeca derecha, o al ardor sobre la palma de esa misma mano, no, aquello era mas bien por la vergüenza que sentía y el dolor en el pecho que le ocasionaban las risas, sin embargo las lágrimas no salieron, solo se apelmasaron en sus ojos pujando por salir... hasta que chocó y cayó de nuevo, entonces si que dejó que una sola lágrima rodara por su pálida mejilla ―S-si, lo lamento, en seguida me quito del paso monsieur - ni siquiera alzó la mirada, abrió los ojos y solo vió el piso, hasta que aquel hombre preguntó cuanto había perdido.
Alzó la mirada y se topó con lo que en ese momento, le pareció un angel, un rostro perfectamente cincelado, piel tersa a la vista, pálida como las estatuas de la Iglesia y unos ojos que la atraparon al segundo. No reaccionó, se quedó allí sentada viendo hacia arriba maravillándose con la imagen frente a ella.
Pasó saliva y miró de lado al ser consciente que se le había quedado viendo con la boca abierta, y que de pronto nada mas existió para ella, inclusive el dolor de la muñeca se esfumó... hasta que quiso ponerse de pie y apoyó la mano herida en el empedrado de la plaza, un ligero quejido abandonó su boca mientras los ojos se cerraban furtivamente antes de llevarse la mano al pecho y presionarla con la contraria, poniéndose de pie con dificultad ―No era mucho Monsieur - tomó el bote de aluminio intentando desviar la mirada de aquel hombre ―En total eran doce francos, pero mañana podré recuperarlos - una sonrisa dolida se dibujó en sus labios.
Aquello significaba que no podría ir a la Iglesia a descansar, tendría que caminar en la noche por París hasta llegar al campo -lo cual le tomaría buena parte de la noche- para poder cortar las flores al amanecer y que se encontraran frescas y abiertas para poder venderlas al día siguiente; estaba cansada, con hambre y lastimada, aquello no pudo haber salido peor.
Reaccionó minutos después, no podía confesarse con aquel hombre de alta cuna que probablemente la miraría igual que los demás tratándola peor de lo que trataban a los perros, comenzó a preocuparse si le pediría que le pagara por las arrugas en su traje o por cualquier cosa que considerara ella había arruinado en su persona por ser distraída e idiota y no fijarse en su camino, debía retirarse lo más pronto posible ―Perdone que bloquee su camino - un intento de reverencia antes de que sus ojos volvieran a quedar prendidos de aquella mirada.
Alzó la mirada y se topó con lo que en ese momento, le pareció un angel, un rostro perfectamente cincelado, piel tersa a la vista, pálida como las estatuas de la Iglesia y unos ojos que la atraparon al segundo. No reaccionó, se quedó allí sentada viendo hacia arriba maravillándose con la imagen frente a ella.
Pasó saliva y miró de lado al ser consciente que se le había quedado viendo con la boca abierta, y que de pronto nada mas existió para ella, inclusive el dolor de la muñeca se esfumó... hasta que quiso ponerse de pie y apoyó la mano herida en el empedrado de la plaza, un ligero quejido abandonó su boca mientras los ojos se cerraban furtivamente antes de llevarse la mano al pecho y presionarla con la contraria, poniéndose de pie con dificultad ―No era mucho Monsieur - tomó el bote de aluminio intentando desviar la mirada de aquel hombre ―En total eran doce francos, pero mañana podré recuperarlos - una sonrisa dolida se dibujó en sus labios.
Aquello significaba que no podría ir a la Iglesia a descansar, tendría que caminar en la noche por París hasta llegar al campo -lo cual le tomaría buena parte de la noche- para poder cortar las flores al amanecer y que se encontraran frescas y abiertas para poder venderlas al día siguiente; estaba cansada, con hambre y lastimada, aquello no pudo haber salido peor.
Reaccionó minutos después, no podía confesarse con aquel hombre de alta cuna que probablemente la miraría igual que los demás tratándola peor de lo que trataban a los perros, comenzó a preocuparse si le pediría que le pagara por las arrugas en su traje o por cualquier cosa que considerara ella había arruinado en su persona por ser distraída e idiota y no fijarse en su camino, debía retirarse lo más pronto posible ―Perdone que bloquee su camino - un intento de reverencia antes de que sus ojos volvieran a quedar prendidos de aquella mirada.
Alix Poulenc**- Hechicero Clase Alta
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Re: You came like an angel without good intents // Flavio Gaherty
El hombre alzó la mirada, buscando con los ojos a aquel viejo que había malogrado las hermosas flores que la joven llevaba entre sus dedos. Observó su gesto, tratando de apartar de su mente el molesto aroma de la sangre por el que podría causar una masacre en ese lugar. Notó entonces como su rostro se tornaba adolorido y echándole un vistazo más detenidamente notó los puntos donde parecía haber una lesión. Notó pronto también el aroma salado de las lágrimas, y otro fragmento de su cordura se fue muy lejos. Bien debía hacer algo rápido, antes de tomar a esa joven por la fuerza y matar a todos los que les rodeaban. Solo una mirada asesina y un suave gruñido furioso bastaron para disipar el pequeño corrillo de gente que se había formado a su alrededor. Ya no había risas que se burlasen de la muchacha— No hay nada que lamentar, milady. Simplemente habéis chocado contra mí, pero no ha ocurrido nada más allá de vuestras heridas. Por lo cual me siento culpable.
Los ojos de Flavio se dirigieron hacia el hombre que, con una expresión satisfecha, observaba a la joven sentada y adolorida sobre el suelo. Su suerte había cambiado en el momento en el que había decidido quedarse allí plantado para ver la desesperación de aquella pequeña mujer mientras se regocijaba— Discúlpeme un segundo —murmuró inclinándose levemente hacia delante y mirándola a los ojos. Tras unos segundos se levantó y, rodeándola, se dirigió con pasos tranquilos al hombre— Supongo que un traje caro no hace que la gente tenga modales —comentó una vez que llegó al lado del viejo— Y supongo también, que tener un traje caro tampoco le impide a usted robar como una rata y montar un espectáculo como si fuera una víctima —agregó con desdén mientras le fulminaba con la mirada.
—También puedo suponer que no sabe lo que es trabajar. Y estoy seguro de que la dama trabajó muy duro para conseguir las flores que tú has malogrado —Flavio comentó algo en un tono de voz que apenas podía llegar al otro hombre y, tras eso, el de aspecto anciano sacó el dinero que le había hecho perder y se lo entregó en mano a Flavio— Lárguese, no quiero volver a ver a una rata como usted alrededor mío.
Flavio volvió hacia la joven, que momentos antes había dejado atrás, se agachó, quedando de rodillas, y le tendió la mano con el dinero. Rebuscó con la mirada, encontrando una flor que todavía quedaba ilesa y sonrió antes de tomarla— Además me gustaría poder comprar esto para la dama más hermosa que he podido encontrar. Puede que no esté perfecta, sin embargo estoy seguro de que ha sido escogida con dedicación —dejó que una sonrisa asomara en sus labios. Pronto la tendría bajo sus redes. Sacó su propia cartera y añadió unos cuantos francos a los que ya tenía en la mano— Ahora ven, vamos a ver cómo se ha lastimado, milady.
Los ojos de Flavio se dirigieron hacia el hombre que, con una expresión satisfecha, observaba a la joven sentada y adolorida sobre el suelo. Su suerte había cambiado en el momento en el que había decidido quedarse allí plantado para ver la desesperación de aquella pequeña mujer mientras se regocijaba— Discúlpeme un segundo —murmuró inclinándose levemente hacia delante y mirándola a los ojos. Tras unos segundos se levantó y, rodeándola, se dirigió con pasos tranquilos al hombre— Supongo que un traje caro no hace que la gente tenga modales —comentó una vez que llegó al lado del viejo— Y supongo también, que tener un traje caro tampoco le impide a usted robar como una rata y montar un espectáculo como si fuera una víctima —agregó con desdén mientras le fulminaba con la mirada.
—También puedo suponer que no sabe lo que es trabajar. Y estoy seguro de que la dama trabajó muy duro para conseguir las flores que tú has malogrado —Flavio comentó algo en un tono de voz que apenas podía llegar al otro hombre y, tras eso, el de aspecto anciano sacó el dinero que le había hecho perder y se lo entregó en mano a Flavio— Lárguese, no quiero volver a ver a una rata como usted alrededor mío.
Flavio volvió hacia la joven, que momentos antes había dejado atrás, se agachó, quedando de rodillas, y le tendió la mano con el dinero. Rebuscó con la mirada, encontrando una flor que todavía quedaba ilesa y sonrió antes de tomarla— Además me gustaría poder comprar esto para la dama más hermosa que he podido encontrar. Puede que no esté perfecta, sin embargo estoy seguro de que ha sido escogida con dedicación —dejó que una sonrisa asomara en sus labios. Pronto la tendría bajo sus redes. Sacó su propia cartera y añadió unos cuantos francos a los que ya tenía en la mano— Ahora ven, vamos a ver cómo se ha lastimado, milady.
Flavio Gaherty- Vampiro Clase Alta
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Re: You came like an angel without good intents // Flavio Gaherty
El ligero gruñido -o lo que le pareció era- la obligó a alzar la vista, sus ojos azules se perdieron entonces en la mirada ajena y una sonrisa tonta apareció en sus labios, inocente y frágil asintió a las palabras de aquel hombre que, si no fuera por la vestimenta y el tacto que le ofrecía, juraría era un ángel enviado a ayudarle.
Entonces cayó en cuenta que se había olvidado del resto de la gente, el silencio se hizo total para ella los segundos previos, si, las risas habían parado, pero además no escuchaba el bullicio de la gente hasta que aquel hombre galante se excuso frente a ella, de golpe los sonidos regresaron, los tacones resonaban con los pasos, los murmullos a lo lejos y las voces de anunciantes, todo regresó; entonces su mirada fué a parar al mismo sitio que él miraba y reconoció al hombre regordete, parado allí mirándolos con algo parecido a una sonrisa retorcida, regresó la vista al extraño e intentó detenerlo, pero apenas rozó la muñeca ajena ―No se mo... - y se quedó en aquello, una frase incompleta.
Le miró preocupada, no quería ser motivo de peleas, ella que no valía nada, se llevó una mano a la boca y con la otra resguardó el pequeño collar que llevaba, estaba preocupada y no sabía con exactitud respecto a la integridad de que hombre. No logró escuchar lo que le decía, y tampoco estaba muy segura de querer saberlo, y no pudo evitar sonreír ligeramente en cuanto el causante de su desgracia se retiró mirándole arrepentido, asustado; entonces sus ojos se clavaron en la figura masculina ajena que se acercaba nuevamente a ella.
Ninguna palabra salió de sus labios, un claro sonrojo respondió mejor por ella ―C-claro monsieur, aunque supongo que a su mujer deberá de gustarle algo mas elaborado - debía de ser, no podía haber una mujer al lado de ese hombre que no fuera tan refinada como él, que no fuera menos que perfecta. Extendió la mano lastimada y negó con la cabeza ―En verdad monsieur, no se moleste, estoy segura que tiene mejores cosas que hacer que ver por una joven como yo - no es que se hiciera menos, pero los años le habían enseñado que dentro de las jerarquías... ella estaba muy por debajo
Entonces cayó en cuenta que se había olvidado del resto de la gente, el silencio se hizo total para ella los segundos previos, si, las risas habían parado, pero además no escuchaba el bullicio de la gente hasta que aquel hombre galante se excuso frente a ella, de golpe los sonidos regresaron, los tacones resonaban con los pasos, los murmullos a lo lejos y las voces de anunciantes, todo regresó; entonces su mirada fué a parar al mismo sitio que él miraba y reconoció al hombre regordete, parado allí mirándolos con algo parecido a una sonrisa retorcida, regresó la vista al extraño e intentó detenerlo, pero apenas rozó la muñeca ajena ―No se mo... - y se quedó en aquello, una frase incompleta.
Le miró preocupada, no quería ser motivo de peleas, ella que no valía nada, se llevó una mano a la boca y con la otra resguardó el pequeño collar que llevaba, estaba preocupada y no sabía con exactitud respecto a la integridad de que hombre. No logró escuchar lo que le decía, y tampoco estaba muy segura de querer saberlo, y no pudo evitar sonreír ligeramente en cuanto el causante de su desgracia se retiró mirándole arrepentido, asustado; entonces sus ojos se clavaron en la figura masculina ajena que se acercaba nuevamente a ella.
Ninguna palabra salió de sus labios, un claro sonrojo respondió mejor por ella ―C-claro monsieur, aunque supongo que a su mujer deberá de gustarle algo mas elaborado - debía de ser, no podía haber una mujer al lado de ese hombre que no fuera tan refinada como él, que no fuera menos que perfecta. Extendió la mano lastimada y negó con la cabeza ―En verdad monsieur, no se moleste, estoy segura que tiene mejores cosas que hacer que ver por una joven como yo - no es que se hiciera menos, pero los años le habían enseñado que dentro de las jerarquías... ella estaba muy por debajo
Alix Poulenc**- Hechicero Clase Alta
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