Naturaleza muerta - libre

Para los inmortales, las noches se pasan como días encontrando en ellos mayor seducción, misterio e incluso, emoción. No es de esperarse encontrar a un niño llorar a mitad de la noche, o a una joven afable y elegante vagas sola, incluso a un hombre atractivo que te hipnotice con la mirada, no, eso es todo a los que los frágiles humanos se exponen, la confianza propia o incluso en sentimiento de poder, de ser oportunistas, es algo que no pueden evitar, esta dentro de su naturaleza y como tal, deben explotarla para no sentirse frustrados, para sentirse superiores a sus congéneres sin saber que es en ese preciso momento en el que deberían huir para seguir viviendo.

Pero todo eso facilitaba mucho las cosas, que aún existiera ingenuidad, egocentrismo, orgullo, eso solo lograba hacer mas interesante la cacería, todo se transformaba en un juego eterno y malicioso, exquisito, seductor.

Aquella noche, Melina se encontraba de humor pacífico, tranquila, serena, con hambre si... pero decidió hacer mas uso de su poder de seducción que llegar como animal sanguinario rasgando las venas de sus presas para así obtener el preciado líquido carmesí. Bajó en carruaje por las calles parisinas, aún en la noche, el centro de aquella ciudad era un lugar concurrido, ajetreado, las personas que llegaban al puerto solían invadir ese lugar; pero no era lo que la pelirroja quería.

Salió de las calles parisinas abandonando su transporte justo a las afueras de la ciudad, y adentrándose al area industrial, pese a los esfuerzos por quien la llevó en carruaje de persuadirla de ir a cualquier otro sitio menos peligroso para una dama, insinuándole que probablemente su habitación sería un lugar mas cómodo, a los que la inmortal solo respondió con una sonrisa y un brillo peculiar en la mirada, le dio la espalda y comenzó a caminar.

El vestido verde esmeralda con filo de encaje negro que rozaba el empedrado con cada paso, el corset ceñido a la cintura, todo eso debajo de una capa negra que cubría su cabeza dejando solo entre ver algunos mechones color fuego; un ente con rostro de angel y actitud de demonio buscando a un alma incauta, la misma muerte dotada de belleza y piel pálida.

Encontró lo que buscaba en el latir del corazón de aquel vagabundo, un hombre sin oficio ni beneficio que solo ocupa el aire vital para... ¿a quien engaña? no es que le interese el bienestar de personas educadas, cultas, con algo que ofrecer a los demás en este mundo, pero si lo hace, si le llama con aquel canto tan suave y embriagante no es para hacerle un favor a la tierra eliminando uno mas de los tantos parásitos que la habitan, no, es solo para ahorrarse la nauseabunda vista. Con una sonrisa en el rostro, dulce, apacible, angelical, recibe de brazos abiertos a aquel individuo que se entrega a ella sin pensarlo dos veces, pudo haber conseguido mejor alimento, pero después del aroma nauseabundo que emanaba de ese cuerpo decadente, el dulzón de la sangre la embriagó a ella, tan pura, tan limpia, tan deliciosa.

Dejó el cuerpo sin vida detrás de ella y continuó su camino, disfrutando del frescor de la noche, unos pasos mas, unos metros quizás cuando los sentidos de la inmortal le avisaron de su presencia -un igual- y éste decidió romper el silencio. Se llevó las manos a la capucha de la capa y con delicadeza la quitó de su cabeza, dejando expuesta la roja cabellera que decidió caer en caireles por la espalda, giró sobre sus talones despacio y con gracia hasta quedar frente a frente con aquel que tenía por nombre Petru; sus labios teñidos aun de un rojo pálido se curvaron en una sonrisa que dejó entrever sus perlados colmillos —Bonne nuit monsieur - estiró elegante la mano pálida, fina, delicada hacia él —¿Ha estado siguéndome? - ladeó la cabeza un poco sin desdibujar la sonrisa, agitó un poco la cabeza en negación y prosiguió —Melina Kuvenko, encantada - ser iguales, almas inmortales, ciertamente ahorraba muchísimas explicaciones y daba pie a tener conversaciones mucho mas rápido que con los mortales... la mayoría de las veces.