Un buen final para esta historia ¿no? No... (Threishan)

¿En qué estaba pensando?, un día entero con ella y aún seguía buscándola. Me había alejado de ella pero no podía evitar observarla de lejos, no me importaba si me veía o no; yo quería sentir todo lo que ella sentía, saber cada movimiento que hacía, verla temer y aún así sabía que me sentía cerca... estaba tan segura... ¡pobre inocente!

Cada paso que daba me llevaba a ella, no pensaba en otra cosa y empezaba a estar confuso, ¿acaso era lo que ella representaba? o ¿el deseo de lo que poseía?, ¿qué demonios me estaba pasando?. No había respuestas, solo silencio... y más silencio, el silencio de no saber si se está bien... Realmente mi locura empezaba a aumentar y allí estaba yo y allí estaba ella... La seguí aquella noche hasta aquella maldita taberna y solo pensaba en Alainn, ¿por qué demonios no aparecía?, sería un gran error pensar que no tenía nada preparado y me enervaba el hecho de no poder saber el qué, ¿acaso temía de él?, ¡Ja!, eso nunca.

-¿Ahora ahogas tus penas en el alcohol?- susurré a su oído, posando las manos a ambos lados de su cintura, observando aquella copa de cristal llena de aquel líquido tan amargo, reí silenciosamente para mi y negué con la cabeza cuando su mirada enfadada se posaba en mi. -¿Podrás caer más bajo aún?... Vaya, no me lo esperaba de ti, olvido lo débil que puedes ser...- la ironía siempre se hacía presente en mi, pero fingí tristeza en mis palabras, al sentarme en una butaca a su lado volví a sonreír de forma sarcástica y ella seguía allí y yo como un perfecto idiota esperando a que bufara y sus frases con sentido dolor salieran con perfecto tono de sus labios.

-No te preocupes. El peldaño más bajo que podría pisar sería uno en el que me enamorara de ti, bien monsieur ¿que le trae por aquí? ¿Tal vez no puede vivir sin mi? ¿Se cansó de su soledad?- dijo son cierta ironía, dejando caer su sensual porte pero de forma sarcástica, yo gruñí levemente arrugando la nariz y mirándola con desagrado. Ciertamente quería darle a entender que ella para mi no era más que una simple bruja que podía interesarme más por su poder que por su propia vida... o eso pensaba yo en aquel momento.

-No quiero parecerme a ti, lo siento pero no seré yo el que caiga más bajo...- bufé devolviendole el vaso que había puesto delante mía con la misma bebida que la suya. Sonreí maliciosamente y me acerqué a su oído, cogiendo un mechón de su cabello y enredándolo en mis dedos, como antes lo había hecho ella. -Te he olido desde la lejanía... pero en realidad he venido a matar...- susurré enfatizando la última palabra con un tono un tanto tenebroso.

Ella sabía perfectamente que yo sí era un depredador, no me molestaba el hecho de acabar con una simple vida humana y no me carcomían los remordimientos como le pasaba a ella; nuestra perfecta diferencia era que yo vivía para matar y ella vivía para dejar de hacerlo, era esa pequeña diferencia lo que me acercaba más al dichoso Alainn que ella misma como sangre de su sangre que es, pero eso no lo entendería, ella siempre me vería como un desdichado vampiro que había llegado a su vida con el fin de poseer su don menos preciado, su mortífera telequinesis o como demonios quiera llamarlo.

Me alejé con suavidad y posé ambos codos en la barra, dando la espalda al camarero para así poder observar mejor el lugar y a los habitantes. A un par de mesas divisé a una señorita, la cual estaba sola, esperando que su acompañante llegara de algún lado, una chiquilla menor que la misma Elideth, la cual era blanco de muchas miradas en aquella taberna; miré a Elideth de soslayo, dedicándole una fría mirada y una maliciosa media sonrisa, dándole a entender lo que iba a hacer, me alejé de ella para ir directo a la chiquilla de rubios cabellos, la cual al verme empezó a ponerse nerviosa y tornarse vergonzosa. Tomé a siento frente a ella sin volver la mirada a Elideth.

-¿Qué hace una señorita como usted en este apestoso lugar?- pregunté con descaro, divisando sus perfectos ojos azules, ojos que me miraban con admiración, pues cierto es que muchos de los vampiros poseemos el don de la persuasión, con el cual podemos hacer que cualquier humano de mente débil realice lo que nosotros quisiéramos.

-E-esperando a m-mi p-padre... joven... m-me pidió q-que esperara aquí por él...- susurró la joven mientras yo le dedicaba una amistosa sonrisa, cogí su vaso de agua y la observé a través del líquido que éste contenía.

-Pues muy mal echo por parte de tu padre, no debió dejar a una joven de vuestra belleza aquí sola entre tanta gente mala...- volví a decir mientras una media sonrisa apareció en mis labios cuando alcé la mirada hacia Elideth, lo único que esperaba ya de ella sería una reprimenda por intentar alimentarme de aquella muchachita. La chiquilla solo se atrevió a bajar la mirada con las mejillas sonrojadas a causa del cumplido que le había hecho, volví a posar el vaso en la mesa mientras los pensamientos indecorosos de la niña la avergonzaban aún más haciendo que no quisiese mirarme a los ojos, cosa que me hacía gracia en los humanos, avergonzarse de sus propios deseos... ¡Qué estupidez!

Reí sarcásticamente ante la forma que Elideth me reprochaba el acto que pretendía hacer. "Hazlo más creíble querida... tal vez otra copa te ayude", pensé para ella, mientras mi sonrisa se desvanecía y volvía a mirar a la joven, que ahora se encontraba desconcertada y avergonzada por la situación.

-¡Borrachos!... no sabes qué hacer con ellos- dije negando con la cabeza, mientras la dulce mirada de la chica se fijaba en la mía y... ¡bingo!, ahora hará lo que yo diga. -Por favor querida, permiteme sacarte de este ambiente tan cargado, será mejor que busquemos a vuestro padre fuera...- susurré a la chiquilla levantándome de mi asiento y tendiendo el brazo para que se asiera a él; dediqué una amenazadora mirada a Elideth y pensé: "Será mejor que te metas en tus asuntos bruja, ella ahora me pertenece".

Me dirigí fuera en compañía de la joven, sabiendo perfectamente que Elideth no se quedaría de brazos cruzados, la llevé al costado de la taberna, en un oscuro callejón sin salida, donde nadie nos vería ni escucharía nada... allí donde podía cometer otro crimen perfecto.

-¿Qué... qué sucede?- preguntó desconcertada, mientras yo la apoyaba contra la fría pared, acariciando su rostro con mis largos y fríos dedos, y posando la otra mano en la pared para sostener mi peso; de repente su rostro se tornó más rojizo y su temperatura corporal empezó a subir, sonreí pícaro ante aquello, pues lo que ocurriría sería todo lo contrario a lo que ella se estaba imaginando.

-¿Qué va a suceder... cherí?- pregunté ladeando la cabeza y mirando sus grandes ojos azules. -Pueden suceder tantas cosas...- susurré en su oído, rosando mis labios con su piel, acto que la hizo estremecer, volví a sonreír pero esta vez maliciosamente, recorriendo cada centímetro de su piel con mi nariz, bajando lentamente por su cuello, intentando llegar a su clavícula, mi lugar preferido...

Pasé mi mano tras la nuca de la joven, mientras mis fríos labios se posaron en su cuello, su respiración se tornó aún más agitada que antes, sonreí una vez más y la pegué a mi cuerpo, rodeando su cintura con mi brazo, un sordo sonido de impresión salió de sus labios, pero su cuerpo se aligeró para mi, haciéndome el trabajo más fácil.

-Es hora de dormir...- susurré, presionando su nuca con dos de mis dedos, para así dejarla inconsciente y tan pronto como ocurrió aquello Elideth se asomó por la entrada del callejón, justo como yo me lo esperaba, sonreí de nuevo al escuchar sus sollozos y aquellos ruegos por que no matara a la joven, que ahora descansaba inconsciente en mis brazos.

Salí de las sombras, con la muchacha en mis brazos, sus extremidades pendían como si de un saco de patata se tratase, la sonrisa maliciosa no cesó de mis labios y mi mirada fue a parar directa en la de Elideth, que asombrada por lo que veía empezaba a sentirse impotente y con ganas de arremeter inútilmente contra mi, reí sonoramente, llevándome la cabeza hacia atrás.

-¿Y qué puedes hacer tú?, ¿cuantas veces se pueden desbordar tus poderes y no hacerme daño?, sin embargo ella yace en mis brazos...- dije con una calma persistente en mis palabras, señalando con la cabeza el cuerpo de la joven. -No puedes decidir por mi... ni pretender salvar las vidas que yo decida arrebatar... y espero que esto te demuestre que tratas con un monstruo de verdad y no con tu querido Alainn...- escupí las palabras con desagrado, enfatizando la última de mis frases.

Dejé el cuerpo de la chiquilla en el suelo, para que la pudiese ver cualquiera que pasara por allí, caminé hasta quedar detrás de Elideth, dándole la espalda por completo, pero me detuve y bufé otra vez. "No esperes a que despierte", pensé para ella e hice el amago de marcharme.

Los chillidos de la bruja hicieron que soltase una nueva risotada, ¿como se atrevía a cuestionar mis acciones?, ¿tanto le costaba entender qué tipo de monstruo era yo?, efectivamente, no tenía sentimientos, como ella bien dijo. Me acerqué a ella, y tomé sus muñecas, presionándolas ligeramente con mis manos, obligándola a retroceder lentamente.

-No sé como son los demás vampiros y no me interesa saberlo, sí, soy un insensible y no necesito demostrar quien lleva el poder de nada... entiende que no eres nada, por mucho que te descontroles, ¡NADA!- gruñí, mientras mi rostro se tornaba furioso, pues la ira que me había contenido desde hacía tiempo empezaba a fluir de mi. -¿Qué esperas bruja para descontrolarte?, ¿qué esperas para volver a matar?, ¡anda hazlo!, ¡mata a esa chiquilla por culpa de tu descontrol!, no podrás evitarlo, siento como esa chispazo va recorriendo tu cuerpo, sigue... ¡sigue!, ¡mata!- exclamé una y otra vez, sintiendo como Elideth iba perdiendo el control de sus poderes y por tanto de si misma.

La pegué contra la pared, y unos chasquidos de botellas rotas empezaban a escucharse en aquel callejón, reí maliciosamente y acerqué mi rostro al de Elideth, la cual se había descompuesto totalmente, reflejando muecas de dolor. "¿Y ahora qué crees que sucederá?, ¿me matarás?, ¿moriremos los dos o mejor dicho los tres?... Todo por tu dichosa ineptitud"; pensé para ella mientras ladeaba el rostro de un lado para otro, como un completo loco fuera de sí, con los ojos inyectados en ira, los labios fruncidos y apretando los dientes.

-Venga Elideth, mátanos o lo haré yo...- sentencié mascullando las palabras, reflejando odio, un odio fingido, pero odio a fin de cuentas. -¡Ah!, estás tardando dichosa bruja, quiero verte retorcerte del dolor, de la impotencia... por que no eres capaz de controlar tus propios poderes... ¡Hyödytön!- gruñí, finalizando la frase con un patético insulto en mi lengua natal.
El cuerpo de Elideth empezó a contraerse, pero yo presioné mi cuerpo contra el suyo para evitar que lo hiciera y así el dolor sea más potente, sus rostro enmarcaba el dolor que sentía, ese dolor que empezaba a traspasar por mi en forma de ligeras descargas que provocaban que se contrajeran los músculos de mi brazo y espalda.
Sostuve con una mano el rostro de la bruja, obligándola así a que abriese los ojos y me mirase por fin, deseaba ver el dolor reflejado en su rostro, deseaba que su mirada me culpara por todo aquello y me suplicara que parase, cuando por fin abrió los ojos unas finas lágrimas cayeron de ellos, resbalando por sus mejillas, pegué mi frente a la suya sin apartar la mirada.

-Con esto sabrás que sin mi... no te puedes controlar- susurré, mientras la rodeaba con los brazos, presionándola hacia mi, y con un impulso más que apetecible por mi naturaleza, hice que girase el rostro y me diese libertad para divisar la curva de su cuello y tan pronto como mis ojos se posaron en él, mis colmillos se abrieron paso en mis labios, guiándose hasta el punto fijo e inyectándose en su piel. ¡Ah!, ¡deliciosa, cálida y dulce sangre humana... cuanto ansiaba poseerte!; me separé de ella ligeramente y me relamí los labios y relamí la zona en la que mis colmillos se clavaron, no podía desperdiciar la poca sangre que le había succionado. El cuerpo de Elideth cayó débil sobre mi, pero aún estaba lo bastante consciente como para entender lo que había pasado.

-¿Qué pretendes con esto pequeña bruja?, ¿que yo logre tener lástima?, ¿que me apiade de ti?... ¡No tengo sentimientos!... ¿es tan dificil de entender?- bufé al escucharla, al entender lo que me estaba dando a conocer con sus pensamientos, aquellos pensamientos que solo me hacían sentir un deje de impotencia al saber la consecuencia que pretendía obtener. -Eso no te ayudará a nada... ¿prefieres morir a que intentar algo por ti misma?, déjame decir que me estás decepcionando, te creía más... ¿fuerte?, si esa puede ser la palabra; yo... yo aún creo en ti...- la última frase salió casi en un susurro de mis labios, pues decir aquello me costaba más que declararme inocente ante el padre de Carmilla... ¡Ah!, no dejaría que la muerte se la llevase, antes preferiría hacerlo yo...

Caminé hasta ella, con pasos decididos y la volví a acercar hacia mi, pasando una mano por su nuca y la otra por su espalda, sosteniéndola con delicadeza pero con un deje de fuerza, pues lo que pretendía era que no rehusase a mirarme a los ojos, que no dejara de ver en ellos aquella ira poderosa, aquellas ganas de acabar con Alainn...

"No me cuesta acabar con las vidas, es verdad, no me cuesta causar la muerte y ser tachado de monstruo, pues es lo que soy, ¿no lo quieres comprender?... no lo harás... Y yo no cambiaré". Mis pensamientos se hicieron audibles para ella, pues no iba a desgastar esas palabras que tantas veces las había repetido, pues conocía perfectamente su mirada, esa mirada que ansiaba encontrar un deje de sentimiento, una sonrisa, un poco de... amor en la mía, pero eso en mi no existía, ahora ya no.

La solté con delicadeza y le di la espalda, pasando una mano por mi rostro y luego por mis cabellos, despeinandolo del todo, poco me importaba aquella noche mi aspecto, poco me importaba todo a decir verdad. No esperé a que dijera nada y me puse a caminar, saliendo del oscuro callejón, al saber que ya no había gente alrededor, ni por la chiquilla ni por nadie, ya sólo eramos ella y yo en la penumbra. Esperé a que no me siguiera aun que una parte de mi lo deseara, deseara seguir tras de ella, deseaba volver a probar su sangre, volver a sentir esas leves descargas en mi cuerpo a causa del poder, del poder de su cuerpo en sí. Metí las manos en los bolsillos y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, su sangre era poderosa y habitaba en mi durante aquella noche, al menos podía seguir sintiendo parte de su poder... parte de lo que tarde o temprano ella lograría controlar y parte de lo que sería completamente mío.

"Yo te necesito", esa palabra revoloteó en mi cabeza minutos después de que la haya pronunciado y una tonta sonrisa apareció en mis labios conforme seguía un vano camino hacia quien sabe qué lugar. Necesitarme a mi es tan peligroso como necesitar una gota de veneno... pero yo soy más letal. El miedo era presa de ella y con razón, así que no insistí en permanecer más junto a ella, aun que tardaría poco en sentirla cerca, pues aún que aparente fuerzas suficientes, estaba débil, había perdido algo de sangre y no tardaría en marearse o incluso en caer inconsciente; me detuve de nuevo en la oscuridad, pero dando la espalda a todo lo que había dejado atrás, solo con el fin de seguir sintiendo su deslizante presencia allí, llena de miedos y dudas, tan cerca de mi.

"Quizás eres tú el que no intentas sentir... de tan convencido estás de que eres un monstruo. Además, cambias de humor tan pronto como cambias de idea, seguramente como cuando eras humano." . Los hilos de sus pensamientos se iban haciendo presente en mi cabeza, rechiné los dientes como si empezase a cansarme de sus ganas por verme como un estúpido humano sentimental y no como la maldita criatura que era; ni ella ni nadie podía cambiar ya mi naturaleza, ni mi desquiciante bipolaridad.

"No intentes conocerme, no intentes cambiar lo que soy, no intentes entender mi bipolaridad porque no lo harás y no daré explicaciones de nada. A partir de ahora tu vivirás tu vida como te plazca, pensarás lo quieras... Mientras a mi me dejes en paz todo irá perfecto. Sentencié de forma seca, mientras giraba sobre mis talones para observar a la débil mujer que caminaba titubeante por la oscuridad, la vi apoyarse en la húmeda pared de piedra, intentando soportar de ese modo su cuerpo, para no caer de lleno al suelo. Estaba débil y no aguantaría más de pié y yo pensaba ayudarla... ¿Pero en qué demonios piensas maldito proscrito?. Lo que sucede es que estás loco, desquiciado y completamente solo y te afecta para mal... Pero te lo mereces, mereces sufrir como un condenado y maldito desterrado. Volví a bufar, mi locura se apoderaba de mi mente y pronto lo haría de mi cuerpo, pero tenía razón, estaba loco y merecía seguir sufriendo, al fin y al cabo un monstruo vivía para eso, para sufrir y hacer sufrir a los demás.

Caminé firme hasta ella y rodeé uno de sus brazos con mis fríos y alargados dedos, tirándola hacia mi con mi típica reacción poco cordial ante ella, fingiendo pasar de todo sus dolores, como si aquel invisible poder no me afectara a mi también, al fin y al cabo ahora su misma sangre corría por mis venas y podía sentir el cosquilleo en mi cuerpo aún más intenso que las pequeñas descargas que ella soltaba involuntariamente con su peculiar brujería.
-Intenta no sacarme de quicio hasta llegar a tu hogar, o juro dejarte a tu suerte en medio de la ciudad.- susurré en su oído, de forma distante, pasando uno de mis brazos alrededor de su hombro, para quitarle parte del peso de su débil cuerpo y ayudarla a caminar con seguridad.
Los firmes y decididos pasos en marcha hacia su morada fueron de parte mía, sosteniendo con ambos brazos el cuerpo de la mujer, haciendo que casi ni tocara el suelo y se dejase llevar por mis rápidas piernas hasta su oscuro escondite, donde un aquelarre de dos brujos podrían reunirse cada noche sin apenas ser vistos, convocando al espíritu del vampiro, representante del mismísimo Diablo.

De camino a casa de la bruja hice el más mínimo ruido, sin siquiera dirigirle la mirada, para no tener que soportar aquellas miradas reprochantes que me importaba en lo más mínimo. Bufé una y otra vez cada vez que ella dirigía su aliento hacia mi, el olor a alcohol era bastante perceptible y más teniéndola tan cerca como estaba, a causa de su estado, que no solo era culpa del alcohol, si no también de haberla privado de parte de su propia sangre.

-¿Te ha gustado morderme? ¿Te sientes diferente? - preguntó de repente, pues el alcohol empezaba a hacerle más efecto del que debía a causa de su débil estado, yo en cambio no le dirigí la mirada y me dediqué a continuar el camino, ayudándola a ella a caminar, sujetando con más fuerza su brazo y escuchando un gemido de dolor por lo bajo.
-¿Por qué has tenido que hacer creer a esa chica que te interesabas por ella? Es cruel jugar con los sentimientos de la gente de esa forma - Preguntó de nuevo ella y yo bufé de forma sonora, siguiendo con mi táctica de ignorarla, pero ella parecía no querer callarse, seguir atosigando con aquellas estúpidas preguntas.- ¿A caso nunca has estado enamorado?.

Arqueé una ceja y me detuve soltándola casi con brusquedad, empezaba a cansarme de aquellas malditas preguntas sin razón. ¿Enamorado? ¿Yo?, ¿qué le hace pensar que conozco ese maldito sentimiento?. La miré de forma fría arqueando los labios con gesto casi malicioso.

-¿Puedes estarte callada? ¿o prefieres seguir sola?- pero al ver su mirada de reproche hice caso omiso a lo que dijera y la sujeté por el rostro acercándola al mío, golpeando mi aliento sobre sus labios. -¡Cállate o te callaré yo!... y créeme, no será agradable- sentencié para llevar mi otra mano sobre su boca y pronunciar un ligero "Shhh" para que obedeciera mis palabras.Me la llevé a los hombros, sin hacer caso a sus berrinches, para así empezar a andar con paso apresurado y casi imperceptible para ella y llegar más rápido a su casa.
Y el tiempo se me hizo corto al llegar al esperado destino. La dejé frente a su puerta y bufé una vez más poniendo los ojos en blanco al volver a ver su mirada de reproche.

-Tómate un té antes de dormir... y haz el favor de cuidar tu apestoso aliento...- susurré mientras apoyaba el hombro al marco de la puerta, encendiendo un cigarrillo importado de las Américas; para así no tener que seguir aguantando aquel olor a puro alcohol.

Dejé que se adentrara con pasos tontos a su casa, mientras yo la seguía con la mirada, aun reposando en su puerta, dándole caladas a mi cigarrillo. Iba tan ensimismada en no darse de bruces contra el suelo que aún no se había percatado que en aquel terreno oscuro no éramos solo ella y yo, si no que había alguien más, alguien que ella conocía muy bien y yo muy poco, pero lo ansiaba conocer.
Elideth subió las escaleras de forma tambaleante para minutos después de observar las oscuras habitaciones, darse cuenta de lo que realmente acontecía en aquel lugar. Y con el terror en la mirada bajó los escalones de dos en dos, que tuve que ir hasta el pie de las escaleras para que nos e diera con el morro en el suelo. Bufé ante ese hecho torpe por su parte pero comprendí lo asustada que estaba tras mirar sus ojos verdes. Mañana no vuelve... ya ha vuelto.

-¡Por qué no me lo has dicho! ¿¡Eres un maldito vampiro con unos sentidos extraordinariamente más desarrollados que yo y no puedes decirme que alguien ha entrado en mi casa!?. Preferias que lo descubriera yo sola. Bien... pues no es mi momento de mayor lucided.- me recriminó fulminándome con la mirada, para luego hundir su rostro en mi camisa, a causa del miedo que sentía y de lo poco lúcida que se encontraba.

-Eso no tienes que jurármelo... no es problema mío como bien siempre me lo hechas en cara, creo que ahora te has dado cuenta, ¿no?- el tono tenso también se encontraba en mis palabras, pero la realidad era otra, ansiaba poder enfrentarme al dichoso Alainn, poder sentir los punzantes dolores de su poder y acabar con ellos con mis propias manos, sin necesidad de una advertencia estúpida de aquella bruja, poder demostrarle cuan demonio soy en realidad y lo poco que serviría sus poderes si ella no lograba controlarlos.
-Ahora no es momento de pensar en nada... está cerca...- susurré posando una mano en su nuca mientras miraba por encima de mi hombro, girando levemente la cabeza.
Y entonces sucedió, el ruido de la verja al cerrarse nos dio a conocer su presencia cerca de nosotros, vigilándonos como un depredador a su presa antes de atacar. Elideth se separó de mi de forma brusca y se apresuró a la entrada, yo la seguí con la mirada, pues por alguna maldita razón que no era capaz de desvelar, aquel hombre llamado Alainn se alejaba de nosotros a largos pasos.

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