AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
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Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
El dulce y mortal abrazo de la soledad, es lo que menos esperamos.
Muy temprano en la mañana aquel hombre, como es habitual en él, salió muy arreglado rumbo a su trabajo, el tiempo lo tenía de sobra más en esta ocasión deseaba llegar más temprano que nunca ¿la razón?, la llegada de una pieza arqueológica de unos de los templos antiguos para la colección del lugar del cual él era el encargado. El Departamento de arte griega. Le emocionaba bastante ver llegar una estatua en casi perfecto estado de las excavaciones, generalmente llegaban sin cabeza y él tenía que encontrar la forma de reestructurarlas para la exposición en el museo.
Durante toda la mañana había estado centrado en su trabajo dentro del museo, papeles y más papeles que llegaban a su oficina autorizando la restauración de la estatua de la diosa Hera, había que darle solo unos acabados y pulir la escultura y para ello se necesitaba el permiso del director, así que no tuvo más opción que verificar las especificaciones para dar el permiso. Estar tan ocupado no le dio tiempo ni de almorzar y para el resto de la tarde tenía que planear un viaje a Grecia, hacia una de las excavaciones que estaban haciendo en uno de los templos antiguos de Zeus. Tanto trabajo lo agobiaba, solo esperaba aquel día no llegar a la casa con trabajo, pero fue imposible.
Sabía que su hijo lo esperaba y él no podía dejarlo de lado por más trabajo que tuviese, siempre antepondría a su pequeño. Llegó a su hogar cansado pero al entrar por aquella puerta una sonrisa se dibujó en su rostro, su pequeño hijo corrió a su encuentro abrazándolo y dejando que su progenitor lo cargue con fuerza.
–Como se ha portado hoy mi pequeño hijo favorito– Deja un beso en la frente del pequeño cerrando la puerta y con él en brazos caminando hasta la estancia donde la pequeña chimenea y unos pequeños y modestos sillones espera por recibirlos.
–Espero que no hayas hecho muchas travesuras, cuéntame de tu día mi pequeño– lo deja sobre el sillón junto a él mientra se afloja un poco la corbata. El niño comienza con su relato entre bromas y unas que otras mentirillas, las cuales cuando la suelta no mira a su padre. Este solo se ríe revolviéndole el cabello para terminar ambos en una guerra de cosquillas.
Unos minutos después el padre se da por vencido quedando como vencedor el pequeño Frank.
–Me rindo, me rindo, tu ganas pequeño. Bueno como has ganado yo haré la cena y tu ve a bañarte para comer juntos– el pequeño se niega pero con la mirada que le ha lanzado su padre accede a regañadientes –No olvides lavarte detrás de las orejas– el pequeño sube corriendo las escaleras a tomar aquel baño, mientras, Owen se encamina a la cocina.
Poco se le da cocinar desde la muerte de su esposa y la verdad, lo único que ha podido hacer decentemente son unos rabioles con una salsa y queso rallado, además de un pequeño postre de chocolate que a su hijo le fascina, si, aquellos son los patos favoritos de su hijo por eso es lo único que sabe hacer. Cuando termina de cocinar deja los platos en la mesa para ir a la habitación de su pequeño y encontrarlo jugando en la bañera.
–Frank, te dije un baño, no quédate como ciruela pasa– se acerca para hacer que su pequeño termine el baño. Con problemas y mini guerras termina empapado, y más cansado todavía.
Bajan a comer conversando ambos como padre e hijo, no, como amigos de toda la vida. Owen le comenta de su trabajo y el viaje que tiene que hacer y que claro el pequeño no podrá ir, aunque él quiera no puede llevarlo. Con la tristeza latente terminan la cena en armonía y listos para estar leyendo un cuento antes de dormir. Lo arropa con el beso de las buenas noches y va a su habitación para mudarse de ropa por una más ligera.
Casi le media noche y sigue en su pequeño estudio analizando los papeles que le han dado, estudiando las excavaciones, el cansancio le puede y alza la vista para ver aquel cuadro de su esposa junto al sillón donde solía pasar sentada las tardes en la terraza de su antiguo hogar en Grecia. Un sillón que no deja que nadie use, pues aún conserva el perfume de ella.
–Ay Elene, si estuvieras aquí to fuera sencillo para los dos. Tu lo hacías todo más fácil, no sé cómo lo hacías quizás era magia lo que tenías ¿por qué? La culpa es mia, no debía hacer ese viaje y dejarte sola embarazada. Perdóname, perdóname. – cierra los ojos percibiendo ligeramente el aroma que solía ella llevar, el aroma a rosas primaverales.
Al menos su imaginación y recuerdos lo van haciendo relajarse un poco, o quizás no es su imaginación.
Owen M. Tzavaras- Humano Clase Media
- Mensajes : 71
Fecha de inscripción : 27/10/2014
Re: Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
Sentada al borde de la cama, lo contempló dormir, sonrió al ver como aún dormido pronunciaba su nombre y acercando sus labios etéreos a los de su esposo susurró un – también te amo, amor mío – sus dedos acomodaron el cabello indómito de su amado y se preocupó al ver un gesto de tristeza en el rostro masculino. No necesitaba que él se lo dijera, sabía perfectamente todo lo que pasaba en la vida de los dos seres que eran su universo. Padre e hijo, formaban el lazo más fuerte y eterno que la unía aun a éste mundo. La primera noche que lo vio llorar desconsolado, abrasado a su pequeño bebé, supo que no podría dejarles, no hasta que lograran cicatrizar las penas y encontrar el amor nuevamente.
Segundos antes que él abriera sus ojos, Elene se desvaneció de donde estaba y volvió a aparecer en el extremo de la habitación, junto al espejo de cuerpo entero, que Owen usaba para observar críticamente si el atuendo elegido era el correcto. Esperó pacientemente que eligiera el traje que se iba a poner aquel día, y con pequeños trucos fue haciendo que él eligiera exactamente, lo que ella creía que sería lo más adecuado para la situación. Aquel truco lo había hecho tantas veces en el pasado, que estaba segura que no se daría cuenta.
Lo acompañó en el desayuno y colocó una pequeña porción de galletas, primorosamente embolsada en unas bolsitas bordadas por ella, las que había hecho hacía ya mucho tiempo, cuando aun vivía. Sabía perfectamente que él creería que su hijo era el responsable de guardarlas en su maleta de trabajo, al fin de cuentas eran galletas que juntos habían horneado. Intervenir tanto en la vida de los vivos era extremadamente peligroso, ¿pero acaso podía hacer lo contrario? Si ellos eran su razón, su principio y fin. Jamás podría abandonarles, eso lo entendía cabalmente, ensimismada en sus cavilaciones le observó marcharse.
Cuando su esposo hubo partido, volvió a esfumarse para aparecer nuevamente, pero ésta vez en el dormitorio de su pequeño niño. Sonrió complacida, sabiendo que él no correría ningún peligro, que su sacrificio había valido la pena, ni Owen y menos su adorado Frank. Así pasó el día, acompañando a su hijo en cada una de sus travesuras, impidiendo que se lastimara o hiciera daño a otros. En lo único que no se metía, era en las bromas o diabluras que hiciera a las institutrices, y en más de una ocasión había sido ella quien fuera la verdadera responsable de los “accidentes” que sufrían aquellas insufribles mujeres, como ella les solía llamar. Odiaba que intentaran usar a su hijo para acercarse a su esposo. Comprendía que él merecía recomenzar su vida, dejar el pasado atrás, olvidarla, pero no podía, su corazón se desgranaba en lágrimas de sangre de solo pensar en imaginar que besara a otra o dijera que amaba a otro ser que no fuera ella. Era egoísta, lo sabía, pero por más que lo había intentado, no lograba resignarse a perderle.
Cuando por la tarde-noche, lo oyó llegar del trabajo, corrió junto a su hijo, parándose frente a la puerta, sintiendo el delicioso perfume que su amado emanaba, cerró los ojos e inspiró, sonriendo. Cuanto deseaba abrasarle, besarle, decirle que allí estaría siempre para él. Pero se limitó a sonreír ante la dulce imagen de su hijo abrazándolo. Verlos así, jugar, reír, compartir tiempo, lograba que Elene riera, con una risa cristalina que solo el silencio y los seres especiales podrían distinguir. Allí se quedó con ellos, mientras comían, hasta que el niño se quedó dormido.
Acompañó a su amado al estudio, y mientras él trabajaba, ella se sentó en aquel sillón que tanto le gustaba, contemplándole, escuchándole. No se sorprendió cuando le hablo como si estuviera consciente de que ella le hacía compañía, porque era una costumbre en él hacerlo, aunque casi siempre lo hiciera mientras dormía, allí, en el mundo onírico, ella podía romper las barreras, abrasarle, decirle que todo estaría mejor, que algún día podrían volver a estar juntos. Aunque ella hubiera preferido no esperar al día postrero, sino poder corporizarse y demostrarle cuanto le seguía amando. Pero temía hacerlo, porque no estaba segura que él lograría entender que el mundo de los vivos y de los muertos, está separado por una efímera fuerza que a veces, el ser humano puede romper.
Pero aquella noche, le vio tan angustiado, solo, doblegado por esa culpa que no le pertenecía, que dejó de lado sus miedos y se acercó a él, sus etéreas manos masajearon el tenso cuello de su amado y apoyó su cuerpo en la espalda del hombre, éste, no podría sentir su peso reclinado sobre el suyo, pero si la energía de amor eterno que ella siempre le brindaba, - no te preocupes amado, todo saldrá bien – se oyó decir.
Segundos antes que él abriera sus ojos, Elene se desvaneció de donde estaba y volvió a aparecer en el extremo de la habitación, junto al espejo de cuerpo entero, que Owen usaba para observar críticamente si el atuendo elegido era el correcto. Esperó pacientemente que eligiera el traje que se iba a poner aquel día, y con pequeños trucos fue haciendo que él eligiera exactamente, lo que ella creía que sería lo más adecuado para la situación. Aquel truco lo había hecho tantas veces en el pasado, que estaba segura que no se daría cuenta.
Lo acompañó en el desayuno y colocó una pequeña porción de galletas, primorosamente embolsada en unas bolsitas bordadas por ella, las que había hecho hacía ya mucho tiempo, cuando aun vivía. Sabía perfectamente que él creería que su hijo era el responsable de guardarlas en su maleta de trabajo, al fin de cuentas eran galletas que juntos habían horneado. Intervenir tanto en la vida de los vivos era extremadamente peligroso, ¿pero acaso podía hacer lo contrario? Si ellos eran su razón, su principio y fin. Jamás podría abandonarles, eso lo entendía cabalmente, ensimismada en sus cavilaciones le observó marcharse.
Cuando su esposo hubo partido, volvió a esfumarse para aparecer nuevamente, pero ésta vez en el dormitorio de su pequeño niño. Sonrió complacida, sabiendo que él no correría ningún peligro, que su sacrificio había valido la pena, ni Owen y menos su adorado Frank. Así pasó el día, acompañando a su hijo en cada una de sus travesuras, impidiendo que se lastimara o hiciera daño a otros. En lo único que no se metía, era en las bromas o diabluras que hiciera a las institutrices, y en más de una ocasión había sido ella quien fuera la verdadera responsable de los “accidentes” que sufrían aquellas insufribles mujeres, como ella les solía llamar. Odiaba que intentaran usar a su hijo para acercarse a su esposo. Comprendía que él merecía recomenzar su vida, dejar el pasado atrás, olvidarla, pero no podía, su corazón se desgranaba en lágrimas de sangre de solo pensar en imaginar que besara a otra o dijera que amaba a otro ser que no fuera ella. Era egoísta, lo sabía, pero por más que lo había intentado, no lograba resignarse a perderle.
Cuando por la tarde-noche, lo oyó llegar del trabajo, corrió junto a su hijo, parándose frente a la puerta, sintiendo el delicioso perfume que su amado emanaba, cerró los ojos e inspiró, sonriendo. Cuanto deseaba abrasarle, besarle, decirle que allí estaría siempre para él. Pero se limitó a sonreír ante la dulce imagen de su hijo abrazándolo. Verlos así, jugar, reír, compartir tiempo, lograba que Elene riera, con una risa cristalina que solo el silencio y los seres especiales podrían distinguir. Allí se quedó con ellos, mientras comían, hasta que el niño se quedó dormido.
Acompañó a su amado al estudio, y mientras él trabajaba, ella se sentó en aquel sillón que tanto le gustaba, contemplándole, escuchándole. No se sorprendió cuando le hablo como si estuviera consciente de que ella le hacía compañía, porque era una costumbre en él hacerlo, aunque casi siempre lo hiciera mientras dormía, allí, en el mundo onírico, ella podía romper las barreras, abrasarle, decirle que todo estaría mejor, que algún día podrían volver a estar juntos. Aunque ella hubiera preferido no esperar al día postrero, sino poder corporizarse y demostrarle cuanto le seguía amando. Pero temía hacerlo, porque no estaba segura que él lograría entender que el mundo de los vivos y de los muertos, está separado por una efímera fuerza que a veces, el ser humano puede romper.
Pero aquella noche, le vio tan angustiado, solo, doblegado por esa culpa que no le pertenecía, que dejó de lado sus miedos y se acercó a él, sus etéreas manos masajearon el tenso cuello de su amado y apoyó su cuerpo en la espalda del hombre, éste, no podría sentir su peso reclinado sobre el suyo, pero si la energía de amor eterno que ella siempre le brindaba, - no te preocupes amado, todo saldrá bien – se oyó decir.
Elene Tzaravas- Fantasma
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
El suave aroma de un perfume conocido que invadió aquel estudio había traído consigo algo de calma y tranquilidad para el corazón agitado de aquel hombre que se hallaba perdido entre los sueños del pasado y el presente mostrando un futuro que teme afrontar; tras sus ojos cerrados se permitió soñar con el recuerdo de su vida anterior a la soledad, con aquella cuya sonrisa le pertenecía eternamente.
Entre los sueños podía oír su voz claramente, su sonrisa e incluso podía sentir su caricias roces que solía hacerle cuando estaban juntos; entre suspiros se mantenía aun en la línea de la consciencia tan calmado que comenzó a entrar en un estado de vacío hasta que la suave y melódica voz ya conocida lo despierta atónito, la sorpresa de que sus palabras tuvieran contestación, el asombro de que lo que él soñaba se hubiera vuelto real hasta el punto de despabilarlo de su asiento.
–ELENE– gritó poniéndose de pie mirando por toda la habitación pero no había rastro de ella, y ello le trajo un profundo dolor en su pecho.
Toma asiento con la palma de la mano diestra cubriendo su rostro mostrando un leve cansancio de la situación, observa el asiento que solía ocupar su esposa, aquel sillón tapizado con flores primaverales que siempre le recordaron a la sonrisa que solía tener cuando llegaba a casa o tenía algún problema, se quedó observándolo con una sonrisa en su rostro.
–Elene siempre decías eso, siempre solías darme ánimo diciendo que todo estaría bien y que todo saldría muy bien, aun cuando no fuera así, aun cuando todo estuviera de cabeza y a punto de derrumbarse tú me dabas fuerza ya un lo sigues haciendo en mis sueños– coloca ambas manos en su cabeza riéndose un poco.
Al levantarse de su asiento va directo al sillón de su esposa acuclillado frente a este mirando hacia arriba a donde debería estará el rostro de su amada y la madre de su pequeño hijo, posa la zurda sobre el reposabrazos como una caricia hacia su esposa, cierra los ojos para ver si puede volver a sentir aquello que antes había sentido, la presencia de su mujer junto a su perfume y su tierna voz.
–Sabes, me pregunto si lo estoy haciendo bien, si estoy siendo un buen padre para nuestro hijo. No paso en casa mucho y él no tiene a quien acudir la mayor parte del tiempo, Elene– toma un poco de aire dispuesto a continuar con aquello –No soy nada sin ti, soy un desastre, dime por qué ¿por qué tuvo esto que pasar?– la voz comienza a quebrársele lentamente.
Respira un poco de aire al ponerse de pie acariciando el respaldar del asiento; vuelve a su asiento a seguir trabajando y siente una punzada en su estómago como cuando hablaba con su esposa en vida de su día de trabajo
–Hoy fue un día pesado en el trabajo, tuve que revisar varios archivos de nuevas colecciones que llegaron, restauraciones, elegir las piezas que se exhibirían y los días en que lo harán, estuvo todo muy ajetreado en el trabajo y aun así solo tuve un tiempo tranquilo cuando ví las galletas que nuestro hijo había preparado, eso me alegró y me dio ánimos porque me hizo pensar en ti, mi querida Elene, me hizo pensar que estabas aun aquí en casa, con nosotros– Vuelve a observar el sillón con una sonrisa de la cual no se aleja el deje de tristeza que sentía por aquel momento.
–Sabes Elene, haría todo por estar a tu lado, todo, pero sería egoísta correr junto a ti dejando a nuestro hijo ¿no lo crees? – pregunta a la nada sabiendo que no tendrá respuesta aunque él sabe la respuesta que le daría su esposa y eso le hace sonreír aun más.
Aunque solo por aquella noche dejaría que su ilusión renaciera, aunque en la mañana fuera muy difícil olvidarla.
Entre los sueños podía oír su voz claramente, su sonrisa e incluso podía sentir su caricias roces que solía hacerle cuando estaban juntos; entre suspiros se mantenía aun en la línea de la consciencia tan calmado que comenzó a entrar en un estado de vacío hasta que la suave y melódica voz ya conocida lo despierta atónito, la sorpresa de que sus palabras tuvieran contestación, el asombro de que lo que él soñaba se hubiera vuelto real hasta el punto de despabilarlo de su asiento.
–ELENE– gritó poniéndose de pie mirando por toda la habitación pero no había rastro de ella, y ello le trajo un profundo dolor en su pecho.
Toma asiento con la palma de la mano diestra cubriendo su rostro mostrando un leve cansancio de la situación, observa el asiento que solía ocupar su esposa, aquel sillón tapizado con flores primaverales que siempre le recordaron a la sonrisa que solía tener cuando llegaba a casa o tenía algún problema, se quedó observándolo con una sonrisa en su rostro.
–Elene siempre decías eso, siempre solías darme ánimo diciendo que todo estaría bien y que todo saldría muy bien, aun cuando no fuera así, aun cuando todo estuviera de cabeza y a punto de derrumbarse tú me dabas fuerza ya un lo sigues haciendo en mis sueños– coloca ambas manos en su cabeza riéndose un poco.
Al levantarse de su asiento va directo al sillón de su esposa acuclillado frente a este mirando hacia arriba a donde debería estará el rostro de su amada y la madre de su pequeño hijo, posa la zurda sobre el reposabrazos como una caricia hacia su esposa, cierra los ojos para ver si puede volver a sentir aquello que antes había sentido, la presencia de su mujer junto a su perfume y su tierna voz.
–Sabes, me pregunto si lo estoy haciendo bien, si estoy siendo un buen padre para nuestro hijo. No paso en casa mucho y él no tiene a quien acudir la mayor parte del tiempo, Elene– toma un poco de aire dispuesto a continuar con aquello –No soy nada sin ti, soy un desastre, dime por qué ¿por qué tuvo esto que pasar?– la voz comienza a quebrársele lentamente.
Respira un poco de aire al ponerse de pie acariciando el respaldar del asiento; vuelve a su asiento a seguir trabajando y siente una punzada en su estómago como cuando hablaba con su esposa en vida de su día de trabajo
–Hoy fue un día pesado en el trabajo, tuve que revisar varios archivos de nuevas colecciones que llegaron, restauraciones, elegir las piezas que se exhibirían y los días en que lo harán, estuvo todo muy ajetreado en el trabajo y aun así solo tuve un tiempo tranquilo cuando ví las galletas que nuestro hijo había preparado, eso me alegró y me dio ánimos porque me hizo pensar en ti, mi querida Elene, me hizo pensar que estabas aun aquí en casa, con nosotros– Vuelve a observar el sillón con una sonrisa de la cual no se aleja el deje de tristeza que sentía por aquel momento.
–Sabes Elene, haría todo por estar a tu lado, todo, pero sería egoísta correr junto a ti dejando a nuestro hijo ¿no lo crees? – pregunta a la nada sabiendo que no tendrá respuesta aunque él sabe la respuesta que le daría su esposa y eso le hace sonreír aun más.
Aunque solo por aquella noche dejaría que su ilusión renaciera, aunque en la mañana fuera muy difícil olvidarla.
Owen M. Tzavaras- Humano Clase Media
- Mensajes : 71
Fecha de inscripción : 27/10/2014
Re: Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
Se alejó suavemente, cuando éste la nombró, en un grito cargado de dolor. Su alma lloraba junto con la tristeza que emanaba el ser que más amaba, - Dios, cuanto deseo poder corporizarme, que puedas saber que estoy a tu lado, al lado de nuestro pequeños - susurra, sabiendo que él no podrá escucharla, - pero temo que me alejes de ti, eres un hombre demasiado científico, tu amor a la ciencia y a la historia nos alejan... ¿como creerías en ésto que soy ahora, cuando ni yo en vida lo creía capaz? - se lamentó, mientras se dirigía al sillón, para sentarse, allí, en el instante mismo en que su esposo apoyaba la cabeza en el sillón. Negó con la cabeza, - no haces ninguna cosa mal, y si, siempre lo dije, siempre supe que podías solucionar cualquier problema, porque eres un hombre extraordinario y creo en ti - volvió a decir con su voz que se perdía en el aire, llegando así al alma de su esposo, aunque no a sus oidos.
Sus manos etéreas, volvieron a deslizarse por los cabellos de Owen, y se sintió la mujer mas dichosa del mundo al saber que la amaba, aún después de tanta ausencia. Pensó por un leve momento corporizar, pero para hacerlo, debería tomar energía de su amado y temía hacerle daño. Sus lagrimas eran invisibles, pero su esencia se diluía en tristeza, en la imposibilidad de estar allí, físicamente, en abrazarle y besarle como cuando vivían en Grecia.
No pudo dejar de expresar su opinión, cuando Owen le preguntó si creía que era un buen padre - claro que creo que eres un excelente padre, haces lo indecible con nuestro pequeño hijo y es lógico que sea así de travieso y osco con las extrañas - quiso justificarlo, pues ella las habría espantado tanto o peor que su niño. - amado mio, no sabes cuanto deseo estar con ustedes nuevamente. No creo tener nada inconcluso en ésta vida, mas hay algo que me ata a éste plano, como si en verdad no hubiera muerto, es extraño, por momentos siento que podré despertar y encontrarme que todo a sido un mal sueño... amor mio... dime que es así... que todo es consecuencia de una pesadilla - lloró, desvaneciéndose en el aire, para aparecer nuevamente tras el sillón del escritorio.
Afirmó conun suave movimiento de cabeza a lo que dijera Owen, - si amor mio, por mas que deseara que nuestras almas por fin se uniesen para siempre, no podemos dejar a nuestro pequeño indefenso, solo puedo asegurarte, que si existiera algún modo de volver a ustedes, juro que lo encontraré -, cerró los ojos y se inclinó para besar en la mejilla a su esposo, - algún día lo lograre, amor mio... algún día, llegaré a ti y jamás me separaré de tu lado - le susurró al oído.
Sus manos etéreas, volvieron a deslizarse por los cabellos de Owen, y se sintió la mujer mas dichosa del mundo al saber que la amaba, aún después de tanta ausencia. Pensó por un leve momento corporizar, pero para hacerlo, debería tomar energía de su amado y temía hacerle daño. Sus lagrimas eran invisibles, pero su esencia se diluía en tristeza, en la imposibilidad de estar allí, físicamente, en abrazarle y besarle como cuando vivían en Grecia.
No pudo dejar de expresar su opinión, cuando Owen le preguntó si creía que era un buen padre - claro que creo que eres un excelente padre, haces lo indecible con nuestro pequeño hijo y es lógico que sea así de travieso y osco con las extrañas - quiso justificarlo, pues ella las habría espantado tanto o peor que su niño. - amado mio, no sabes cuanto deseo estar con ustedes nuevamente. No creo tener nada inconcluso en ésta vida, mas hay algo que me ata a éste plano, como si en verdad no hubiera muerto, es extraño, por momentos siento que podré despertar y encontrarme que todo a sido un mal sueño... amor mio... dime que es así... que todo es consecuencia de una pesadilla - lloró, desvaneciéndose en el aire, para aparecer nuevamente tras el sillón del escritorio.
Afirmó conun suave movimiento de cabeza a lo que dijera Owen, - si amor mio, por mas que deseara que nuestras almas por fin se uniesen para siempre, no podemos dejar a nuestro pequeño indefenso, solo puedo asegurarte, que si existiera algún modo de volver a ustedes, juro que lo encontraré -, cerró los ojos y se inclinó para besar en la mejilla a su esposo, - algún día lo lograre, amor mio... algún día, llegaré a ti y jamás me separaré de tu lado - le susurró al oído.
Elene Tzaravas- Fantasma
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
Una fría brisa corría por su cuerpo en cada una de sus terminaciones nerviosas, y aunque aquello no era posible por el hecho de que las ventanas estaban cerradas a esas horas de la noche, lo único que podía pensar era en la calidez del tacto de su amada esposa, la dulce sonrisa que tenía y esa mirada tan cómplice y calmada; cerró sus ojos queriendo impregnarse más de aquellos recuerdos, de sus memorias, de su amor.
El frío que sentía le erizaba el cuerpo pero ello le traía a colación más recuerdos de su amada, el verla cocinar para él, cuando la observaba sentada en aquel sillón tejiendo o leyendo dejando que su fina y melodiosa voz llenara aquel hogar con canciones de su tierra, incluso cuando tocaba el piano para recibirlo en las noches con la sonrisa cálida de bienvenida, las veces que conversaban abrazados en aquel lecho de amor, todos esas memorias del pasado y que no volverán se cristalizaron en pequeñas cuentas salinas, lágrimas, lágrimas de amor y tristeza por no tener junto a él a la mujer que era su fuerza, a la otra mitad de su corazón que ahora estaba roto e incompleto.
Podía sentir a su esposa, aunque no la viera, su corazón volvía a sentir en ciertas ocasiones incluso llegaba a ciertos puntos de estar alegre y contento como si fuera un viudo, ella estaba cerca de él, y aunque en su mente se repetía una y mil veces que era imposible, su corazón le gritaba que no y que esa era la razón de que pudiera sentirla más veces. Estúpido e irracional se creía por aferrarse aun a la negación de la partida dolorosa. Observó con aquellas pequeñas lágrimas el sillón de su amada sonriéndole.
–Seguro que ahora tú me acariciarías la cabeza y me dirías que no soy un mal hombre, o mal padre, que hago todo bien, aunque tu y yo sabemos que soy un desastre sin ti– acaricia aquel reposabrazos descanso sus labios sobre aquel como si besara la mano de ella –Pensé en casarme, para darle a nuestro hijo algo de sustento familiar, un pilar de madre, pero no pude, te falle en eso, falle como hombre amor mío, porque no concibo a otra mujer que no seas tú, no puedo ver a otras damas como lo hacía contigo– .
Un beso lo levantó en aquel momento, o el recuerdo de los besos que solía recibir. Por ello se levantó recobrando la compostura, enjuagó aquellas lágrimas con sus manos alejándolas completamente para volver con una sonrisa a ver aquel sillón –En este momento debo ser considerado el peor de los hombre por no poder, ya sabes Elene, pero que puedo hacer si aún estoy enamorado de mi esposa– acarició su mejilla sonriendo con nostalgia.
En su corazón creía escuchar las palabras que su esposo le diría, o al menos las que su cabeza pensaba que ella diría en una situación de esa naturaleza, si fuera cierta, estaba llegando al punto de que comenzaba a creer que había perdido la razón y por ello comenzó a reírse para evitar llorar. Miraba aquel sillón con tanta ternura que jamás antes sintió y por vez primera en aquel momento claramente pudo oír la voz de su amada que le contestaba que hacía una promesa, una que se asemejaba a la de él.
–¿Elene?– preguntó mirando a todos lados en su pequeño estudio –¿Elene estás aquí? Juro que acabo de oírte decir que nunca te separaras de mi lado– nuevamente la voz comienza a quebrársele, su alma ya estaba quebrada para ese momento –Elene no sé cómo ni qué, pero haré lo que sea, lo que sea para que no te vayas, sé que no debo ser egoísta y dejarte partir, pero al diablo eso, seré egoísta porque te amo y te amaré siempre. Buscaré una forma para que estemos juntos de nuevo, los tres como la familia que somos, por dios Elene dame una señala, una prueba que estás aquí que no, que no nos has dejado, que aún me amas– nuevamente las lágrimas corrían con aquellos puños cerrados en la impotencia por no saber qué hacer para poder ver a su esposa nuevamente, aunque sea solo unos segundos.
Desesperado, loco quizás, pero era el amor el que lo tenía así.
El frío que sentía le erizaba el cuerpo pero ello le traía a colación más recuerdos de su amada, el verla cocinar para él, cuando la observaba sentada en aquel sillón tejiendo o leyendo dejando que su fina y melodiosa voz llenara aquel hogar con canciones de su tierra, incluso cuando tocaba el piano para recibirlo en las noches con la sonrisa cálida de bienvenida, las veces que conversaban abrazados en aquel lecho de amor, todos esas memorias del pasado y que no volverán se cristalizaron en pequeñas cuentas salinas, lágrimas, lágrimas de amor y tristeza por no tener junto a él a la mujer que era su fuerza, a la otra mitad de su corazón que ahora estaba roto e incompleto.
Podía sentir a su esposa, aunque no la viera, su corazón volvía a sentir en ciertas ocasiones incluso llegaba a ciertos puntos de estar alegre y contento como si fuera un viudo, ella estaba cerca de él, y aunque en su mente se repetía una y mil veces que era imposible, su corazón le gritaba que no y que esa era la razón de que pudiera sentirla más veces. Estúpido e irracional se creía por aferrarse aun a la negación de la partida dolorosa. Observó con aquellas pequeñas lágrimas el sillón de su amada sonriéndole.
–Seguro que ahora tú me acariciarías la cabeza y me dirías que no soy un mal hombre, o mal padre, que hago todo bien, aunque tu y yo sabemos que soy un desastre sin ti– acaricia aquel reposabrazos descanso sus labios sobre aquel como si besara la mano de ella –Pensé en casarme, para darle a nuestro hijo algo de sustento familiar, un pilar de madre, pero no pude, te falle en eso, falle como hombre amor mío, porque no concibo a otra mujer que no seas tú, no puedo ver a otras damas como lo hacía contigo– .
Un beso lo levantó en aquel momento, o el recuerdo de los besos que solía recibir. Por ello se levantó recobrando la compostura, enjuagó aquellas lágrimas con sus manos alejándolas completamente para volver con una sonrisa a ver aquel sillón –En este momento debo ser considerado el peor de los hombre por no poder, ya sabes Elene, pero que puedo hacer si aún estoy enamorado de mi esposa– acarició su mejilla sonriendo con nostalgia.
En su corazón creía escuchar las palabras que su esposo le diría, o al menos las que su cabeza pensaba que ella diría en una situación de esa naturaleza, si fuera cierta, estaba llegando al punto de que comenzaba a creer que había perdido la razón y por ello comenzó a reírse para evitar llorar. Miraba aquel sillón con tanta ternura que jamás antes sintió y por vez primera en aquel momento claramente pudo oír la voz de su amada que le contestaba que hacía una promesa, una que se asemejaba a la de él.
–¿Elene?– preguntó mirando a todos lados en su pequeño estudio –¿Elene estás aquí? Juro que acabo de oírte decir que nunca te separaras de mi lado– nuevamente la voz comienza a quebrársele, su alma ya estaba quebrada para ese momento –Elene no sé cómo ni qué, pero haré lo que sea, lo que sea para que no te vayas, sé que no debo ser egoísta y dejarte partir, pero al diablo eso, seré egoísta porque te amo y te amaré siempre. Buscaré una forma para que estemos juntos de nuevo, los tres como la familia que somos, por dios Elene dame una señala, una prueba que estás aquí que no, que no nos has dejado, que aún me amas– nuevamente las lágrimas corrían con aquellos puños cerrados en la impotencia por no saber qué hacer para poder ver a su esposa nuevamente, aunque sea solo unos segundos.
Desesperado, loco quizás, pero era el amor el que lo tenía así.
Owen M. Tzavaras- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/10/2014
Re: Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
Lloraba, junto a su amado, ella también quería estar con ellos, no separase jamás de él ni de su pequeño niño. entre sollozos, pudo distinguir el aura que él tenía, era de un color dorado, nunca en su existencia, ni humana, ni de fantasma había descubierto alguna que se le asemejara. Entonces recordó que cuando aun era pequeña, su madre le había dicho que el amor es una energía capaz de trascender mas allá de todo lo imaginado, aún de la propia muerte. Sus ojos se abrieron enorme, su sonrisa se expandió, tal vez no podía estar continuamente con ellos, pero sí podría estar un momento, aunque fuera uno tan solo que le permitiera abrazarlo, besarle, decirle que había sido y seguía siendo el amor de su existencia.
Inspiró profundamente, como si aún lo necesitara para vivir, pero se trataba de concentrarse, de pensar solo en la necesidad de tener cuerpo físico, o aunque mas no fuera una mera apariencia mas corpórea.Por miedo de asustarlo, abandonó la habitación, se escondió en el que era la alcoba de su amado y mirando el espejo, volvió a cerrar sus ojos e intentó concentrarse, cuando abrió los ojos, lo único que pudo ver era una nebulosa grisácea, que intentaba tomar forma humana. No, no podía presentarse así ante él, no deseaba verle huir de ella, aterrado por tan fantasmagórica apariencia.
Volvió al lado de su esposo, le contempló, necesitaba conseguirlo, él se lo merecía, y ella, por supuesto que también, debía ser cuidadosa, porque la energía que consumiría sería la de él, así que solo podría estar unos instantes, por miedo de que enfermara. pero si no lo intentaba, tal vez igualmente enfermaría, el dolor que lo embargaba era tan enorme que podía sentirlo en su propia esencia, debía intentar apalear esa situación, al menos hasta que consiguieran la forma de que ella volviera al plano físico.
Se concentró, pensó en todos los bellos recuerdos, y cerrando sus ojos volvió a la habitación en la que instantes antes se había ocultado, mantuvo en su mente aquellos momentos en que habían sido enormemente felices y al abrir los ojos, pudo distinguirse, primero como una niebla, luego fue corporizándose, hasta que al final, pudo darse cuenta que era una mujer de carne y huesos, no podía saber cuanto tiempo sería capaz de mantenerse en aquel plano pues ella también consumía su propia energía y quedaría fatigada, pero bien valía intentarlo.
Cerró nuevamente sus ojos y se encontró en el lugar donde su amado aún continuaba llorando, entonces le habló. - Amado mio, no sé como, pero haré lo imposible para estar todo el tiempo que pueda a tu lado - su voz se fue haciendo mas clara, mientras su cuerpo se materializaba, delante de los ojos de su esposo, - mi vida, jamás pienses que te dejaría, prefiero estar a tu lado, o desaparecer eternamente en la nada -, sonrió mientras se acercaba, de manera suave, pero físicamente a donde su esposo se encontraba. su mano se extendió y sus dedos pudieron sentir la humedad de aquellas lagrimas, acariciar la piel que tanto tiempo había añorado, - te amo, vida... siempre lo haré -.
Inspiró profundamente, como si aún lo necesitara para vivir, pero se trataba de concentrarse, de pensar solo en la necesidad de tener cuerpo físico, o aunque mas no fuera una mera apariencia mas corpórea.Por miedo de asustarlo, abandonó la habitación, se escondió en el que era la alcoba de su amado y mirando el espejo, volvió a cerrar sus ojos e intentó concentrarse, cuando abrió los ojos, lo único que pudo ver era una nebulosa grisácea, que intentaba tomar forma humana. No, no podía presentarse así ante él, no deseaba verle huir de ella, aterrado por tan fantasmagórica apariencia.
Volvió al lado de su esposo, le contempló, necesitaba conseguirlo, él se lo merecía, y ella, por supuesto que también, debía ser cuidadosa, porque la energía que consumiría sería la de él, así que solo podría estar unos instantes, por miedo de que enfermara. pero si no lo intentaba, tal vez igualmente enfermaría, el dolor que lo embargaba era tan enorme que podía sentirlo en su propia esencia, debía intentar apalear esa situación, al menos hasta que consiguieran la forma de que ella volviera al plano físico.
Se concentró, pensó en todos los bellos recuerdos, y cerrando sus ojos volvió a la habitación en la que instantes antes se había ocultado, mantuvo en su mente aquellos momentos en que habían sido enormemente felices y al abrir los ojos, pudo distinguirse, primero como una niebla, luego fue corporizándose, hasta que al final, pudo darse cuenta que era una mujer de carne y huesos, no podía saber cuanto tiempo sería capaz de mantenerse en aquel plano pues ella también consumía su propia energía y quedaría fatigada, pero bien valía intentarlo.
Cerró nuevamente sus ojos y se encontró en el lugar donde su amado aún continuaba llorando, entonces le habló. - Amado mio, no sé como, pero haré lo imposible para estar todo el tiempo que pueda a tu lado - su voz se fue haciendo mas clara, mientras su cuerpo se materializaba, delante de los ojos de su esposo, - mi vida, jamás pienses que te dejaría, prefiero estar a tu lado, o desaparecer eternamente en la nada -, sonrió mientras se acercaba, de manera suave, pero físicamente a donde su esposo se encontraba. su mano se extendió y sus dedos pudieron sentir la humedad de aquellas lagrimas, acariciar la piel que tanto tiempo había añorado, - te amo, vida... siempre lo haré -.
Elene Tzaravas- Fantasma
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Re: Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
Soledad que se traducía en un frío vacío que podía llenar toda una habitación, todo un inmueble como aquella casa; el estudio donde estaba aquel hombre solo tenía la respuesta del eco así como el de sus lamentos que se reflejaban en la inexistencia de sus plegarias, lo sabía bien pero aun así no lograba llegar al punto de resignación y aceptación de su cruel destino; quizás la vida depare más sorpresas de la que un corazón humano pueda soportar o quizás ese mismo corazón sea capaz de superar las barreras de la muerte, al final solo queda el camino del viaje eterno.
Completamente cabizbajo y con la mirada perdida en aquel mueble donde su esposa ocupada y con esa sonrisa de desilusión, pero más que nada de completa añoranza y el ferviente deseo que albergaba su corazón completamente, se mantenía mientras una fría brisa volvía a recorrer por todo el lugar lentamente hasta concentrarse en un solo punto, uno en el que llamó su atención así como el desconcierto que comenzaba a reflejarse en su rostro. Sus ojos abiertos de par en par mirando hacia lo que se producía frente a él, aquel reflejo que lo obligó a frotarse los ojos para ver si no era producto de su ilusión, algo que constató como cierto al oír las palabras de quien en vida fue su gran amor y aun después de muerte lo seguía siendo
–Elene, ELENE eres tu, oh mi amada Elene, esto debe ser un sueño, pero es el más hermoso de todos, prefiero no despertar si con eso puedo estar contigo más tiempo, mi amada Elene– abruptamente se acercó a donde estaba de pie aquella mujer que representaba todo lo que su corazón anhelaba, extendió la mano estando a tres pasos de ella, dos, y sus dedos se acunaban, un paso más y su mano corrió por aquella mejilla lentamente sintiendo la frialdad del cuerpo que se iba poniendo más cálido a medida que su mano se posaba sobre aquella piel que tan bien conocía. Sonrió pegando su frente a la de ella para sentir su cercanía –Te amo, y te amaré siempre incluso después de la muerte, no soy capaz de aceptarlo y no lo haré, porque te amo tanto que no puedo dejarte ir, eres el amor de mi vida, desde que te conocí lo supe y por eso, por eso te amé, te amo y te amaré eternamente porque tú eres mi alma gemela, la única mujer destinada para mi– .
Al separarse un poco de su gran amor la miró y en un impulso sus manos le tomaron de los brazos para atraerla a su cuerpo abrazándola como lo hacía en antaño, sus manos acariciando sus cabellos hasta la nuca donde sus dedos presionaron un poco para relajarla, era como siempre estaban cada vez que hablaban de los problemas y conflictos que presentaban. Su sonrisa no se borraba al contrario estaba a punto de reír de felicidad. Entre susurros trataba de calmar a su aún esposa.
–¿Elene?– llamó a la mujer en un susurro –Jamás podré suplirte, no sé si lo que hago es correcto o no porque sé que jamás podré llenar el puesto que tiene una madre, por eso no sé qué hacer con nuestro hijos, a veces siento que soy muy severo y otros momentos que soy muy condescendiente con él ¿Qué hago? dime– susurra lentamente cerrando los ojos llenándose de aquella energía que emanaba de él y el perfume que desprendía su amada esposa, aquel perfume que siempre le encantó y por el siempre juró estar junto a ella hasta aquel día donde su promesa no se cumplió y el dolor abrió una herida que hasta la fecha se podía cerrar.
Completamente cabizbajo y con la mirada perdida en aquel mueble donde su esposa ocupada y con esa sonrisa de desilusión, pero más que nada de completa añoranza y el ferviente deseo que albergaba su corazón completamente, se mantenía mientras una fría brisa volvía a recorrer por todo el lugar lentamente hasta concentrarse en un solo punto, uno en el que llamó su atención así como el desconcierto que comenzaba a reflejarse en su rostro. Sus ojos abiertos de par en par mirando hacia lo que se producía frente a él, aquel reflejo que lo obligó a frotarse los ojos para ver si no era producto de su ilusión, algo que constató como cierto al oír las palabras de quien en vida fue su gran amor y aun después de muerte lo seguía siendo
–Elene, ELENE eres tu, oh mi amada Elene, esto debe ser un sueño, pero es el más hermoso de todos, prefiero no despertar si con eso puedo estar contigo más tiempo, mi amada Elene– abruptamente se acercó a donde estaba de pie aquella mujer que representaba todo lo que su corazón anhelaba, extendió la mano estando a tres pasos de ella, dos, y sus dedos se acunaban, un paso más y su mano corrió por aquella mejilla lentamente sintiendo la frialdad del cuerpo que se iba poniendo más cálido a medida que su mano se posaba sobre aquella piel que tan bien conocía. Sonrió pegando su frente a la de ella para sentir su cercanía –Te amo, y te amaré siempre incluso después de la muerte, no soy capaz de aceptarlo y no lo haré, porque te amo tanto que no puedo dejarte ir, eres el amor de mi vida, desde que te conocí lo supe y por eso, por eso te amé, te amo y te amaré eternamente porque tú eres mi alma gemela, la única mujer destinada para mi– .
Al separarse un poco de su gran amor la miró y en un impulso sus manos le tomaron de los brazos para atraerla a su cuerpo abrazándola como lo hacía en antaño, sus manos acariciando sus cabellos hasta la nuca donde sus dedos presionaron un poco para relajarla, era como siempre estaban cada vez que hablaban de los problemas y conflictos que presentaban. Su sonrisa no se borraba al contrario estaba a punto de reír de felicidad. Entre susurros trataba de calmar a su aún esposa.
–¿Elene?– llamó a la mujer en un susurro –Jamás podré suplirte, no sé si lo que hago es correcto o no porque sé que jamás podré llenar el puesto que tiene una madre, por eso no sé qué hacer con nuestro hijos, a veces siento que soy muy severo y otros momentos que soy muy condescendiente con él ¿Qué hago? dime– susurra lentamente cerrando los ojos llenándose de aquella energía que emanaba de él y el perfume que desprendía su amada esposa, aquel perfume que siempre le encantó y por el siempre juró estar junto a ella hasta aquel día donde su promesa no se cumplió y el dolor abrió una herida que hasta la fecha se podía cerrar.
Owen M. Tzavaras- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/10/2014
Re: Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
Observarle, allí, parado ante ella, con sus bellos orbes azules, arrasados en lágrimas, mientras ella se iba materializando, hizo que su juramento de permanecer a su lado, cobrara más fuerza, por supuesto que vería la forma, intentaría mil y una soluciones, aunque tuviera que venderse al demonio de ser preciso, pero no dejaría que la volvieran a pesar de su lado. – Si, mi amado, he vuelto, aunque no sé cuánto tiempo podré mantener ésta apariencia… - se lamentó, mientras agradecía a los hados, el poder sentir su abrazo, su cuerpo, sus lágrimas mojando su piel, aunque las sensaciones no fueran las mismas, pues eran como lejanas, cual si de un velo invisible los siguiera separando.
Suspiró, aunque sabía que sus pulmones no necesitaban el oxígeno para vivir, pues en verdad era un remedo de lo que alguna vez había sido, mas no le importaba, aquel momento era sublime. Estar entre sus brazos, sentir el palpitante corazón en mitad del pecho en el que ella recargaba su mesilla, la envolvió de una paz, de la que no había disfrutado en más de diez años, desde el último aliento de vida, ese que marcó la separación que los había condenado a estar separados, en una vida que solamente los hería cada vez más. Sus manos acariciaron el pecho y cuello de Owen, - amado mio, si supieras cuanto desee poder sentir de nuevo ésta cercanía, mirarte a los ojos y que tú me veas, sonreir y disfrutar de tu risa cristalina, esa que hacía tantos años ya no escuchaba, porque aunque siempre estuve a tu lado, tras mi muerte, simplemente la olvidaste, la enterraste aquella tarde en el cementerio, más yo estaba a tu lado, en aquel momento, como lo estoy ahora y lo estaré siempre, mientras me ames, y hasta que tu corazón me olvide – susurró, alejando el contacto de sus miradas, porque sabía que tal vez aquello sería lo más sano para su amado, pero la total desaparición para ella.
Enmudeció, por un instante, - ¿Cómo has educado a nuestro hijo? – la mirada de asombro e interrogación, quedó prendida a las azules pupilas de su amado – haz sido el padre más maravilloso, que cualquier niño podría tener. Fui yo, amor, la que les he fallado, la que no pudo quedarse físicamente con vosotros, pero que he permanecido a vuestro lado todo éste tiempo – se puso en puntas de pies y sus labios besaron los añorados labios de su marido. Que sensación maravillosa, la sublime delicia de sentir aquellos labios, el suave aliento, la cálida piel. Deseó que aquel momento permaneciera congelado por toda la eternidad.
Suspiró, aunque sabía que sus pulmones no necesitaban el oxígeno para vivir, pues en verdad era un remedo de lo que alguna vez había sido, mas no le importaba, aquel momento era sublime. Estar entre sus brazos, sentir el palpitante corazón en mitad del pecho en el que ella recargaba su mesilla, la envolvió de una paz, de la que no había disfrutado en más de diez años, desde el último aliento de vida, ese que marcó la separación que los había condenado a estar separados, en una vida que solamente los hería cada vez más. Sus manos acariciaron el pecho y cuello de Owen, - amado mio, si supieras cuanto desee poder sentir de nuevo ésta cercanía, mirarte a los ojos y que tú me veas, sonreir y disfrutar de tu risa cristalina, esa que hacía tantos años ya no escuchaba, porque aunque siempre estuve a tu lado, tras mi muerte, simplemente la olvidaste, la enterraste aquella tarde en el cementerio, más yo estaba a tu lado, en aquel momento, como lo estoy ahora y lo estaré siempre, mientras me ames, y hasta que tu corazón me olvide – susurró, alejando el contacto de sus miradas, porque sabía que tal vez aquello sería lo más sano para su amado, pero la total desaparición para ella.
Enmudeció, por un instante, - ¿Cómo has educado a nuestro hijo? – la mirada de asombro e interrogación, quedó prendida a las azules pupilas de su amado – haz sido el padre más maravilloso, que cualquier niño podría tener. Fui yo, amor, la que les he fallado, la que no pudo quedarse físicamente con vosotros, pero que he permanecido a vuestro lado todo éste tiempo – se puso en puntas de pies y sus labios besaron los añorados labios de su marido. Que sensación maravillosa, la sublime delicia de sentir aquellos labios, el suave aliento, la cálida piel. Deseó que aquel momento permaneciera congelado por toda la eternidad.
Elene Tzaravas- Fantasma
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Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
El frío se desvaneció completamente dejando la calidez en toda la habitación, incluso las lágrimas se sentían llenas de esa sensación de amor y pasión que podían salvar a cualquier alma, como la de Owen, aquellas palabras de aliento que recibía calentaban el corazón uno que estaba cayéndose a pedazos hasta terminar siendo nada, más con una sola mirada, una sonrisa todo aquello se eliminó para dejar de paso el latir un latir de un corazón que siente y ama con la misma inmensidad que lo hizo al principio.
No podía creerlo y por ello negaba con tanta seguridad, sus manos recorrían los hombros, cuello y mejillas de su gran amor, la mujer por la que él daría todo hasta la vida. Robó un beso de aquellos labios, un beso que le supo salado pero era el mejor de todos, el mayor anhelo; en un movimiento abrupto la abrazó con fuerza riendo como un loco, un loco enamorado que ha recuperado su amor –No, no digas más amor, yo no quiero despertar de este sueño quiero quedarme así para siempre contigo, no quiero a nadie más– el aroma de aquel cabello que tenía en sus recuerdos estaba ahora con él y no quería dejarlo, no quería que se fuera –Amor mío, siento que soy un desastre nuestro hijo aun no sabe que te has marchado y temo el que cuando lo diga me culpe así como yo lo hago, no hay día en que no me arrepienta por no haber estado ahí y ahora mírame, soy la sombra del hombre que conociste, no soy nada sin ti– nuevamente las lágrimas amenazaban con volver a desbordarse, se alejó de su aún esposa para limpiarse las lágrimas –Que vergüenza que veas a tu esposo llorar de esta manera, pero es lo que siento realmente, sobre todo porque jamás podré hacer lo que tu hacías, jamás– volvió junto a ella para tomarle de la mano dejando un beso en su dorso.
El reloj enorme sonaba por toda la casa hasta que las campanas anunciaron las diez y más de la noche –Mi sonrisa eras tú, tú eres mi mayor felicidad y la única que hace que mi corazón lata nuevamente, eres todo lo hermoso de mi vida, con nuestro hijo y tu hacían que mi vida sea mejor, pero ahora he perdido la mitad de mi corazón y por lo tanto no me queda mucha porque sonreír, solo cuando veo a nuestro hijo puedo hacerlo pero nada más cuando estamos los dos solos. Soy realmente una sombra de ese hombre que amaste, y es porque tu te fuiste, quiero que vuelvas, vuelve conmigo Elene, vuelve conmigo, no te quiero perder nuevamente no quiero que te vayas quiero que estés así como ahora para siempre con nosotros. Te amo tanto amor mío que no podré vivir si te vuelve a ir– mira a los ojos de su esposa sonriéndole de una manera cálida y amorosa con toda la sinceridad del mundo.
No podía creerlo y por ello negaba con tanta seguridad, sus manos recorrían los hombros, cuello y mejillas de su gran amor, la mujer por la que él daría todo hasta la vida. Robó un beso de aquellos labios, un beso que le supo salado pero era el mejor de todos, el mayor anhelo; en un movimiento abrupto la abrazó con fuerza riendo como un loco, un loco enamorado que ha recuperado su amor –No, no digas más amor, yo no quiero despertar de este sueño quiero quedarme así para siempre contigo, no quiero a nadie más– el aroma de aquel cabello que tenía en sus recuerdos estaba ahora con él y no quería dejarlo, no quería que se fuera –Amor mío, siento que soy un desastre nuestro hijo aun no sabe que te has marchado y temo el que cuando lo diga me culpe así como yo lo hago, no hay día en que no me arrepienta por no haber estado ahí y ahora mírame, soy la sombra del hombre que conociste, no soy nada sin ti– nuevamente las lágrimas amenazaban con volver a desbordarse, se alejó de su aún esposa para limpiarse las lágrimas –Que vergüenza que veas a tu esposo llorar de esta manera, pero es lo que siento realmente, sobre todo porque jamás podré hacer lo que tu hacías, jamás– volvió junto a ella para tomarle de la mano dejando un beso en su dorso.
El reloj enorme sonaba por toda la casa hasta que las campanas anunciaron las diez y más de la noche –Mi sonrisa eras tú, tú eres mi mayor felicidad y la única que hace que mi corazón lata nuevamente, eres todo lo hermoso de mi vida, con nuestro hijo y tu hacían que mi vida sea mejor, pero ahora he perdido la mitad de mi corazón y por lo tanto no me queda mucha porque sonreír, solo cuando veo a nuestro hijo puedo hacerlo pero nada más cuando estamos los dos solos. Soy realmente una sombra de ese hombre que amaste, y es porque tu te fuiste, quiero que vuelvas, vuelve conmigo Elene, vuelve conmigo, no te quiero perder nuevamente no quiero que te vayas quiero que estés así como ahora para siempre con nosotros. Te amo tanto amor mío que no podré vivir si te vuelve a ir– mira a los ojos de su esposa sonriéndole de una manera cálida y amorosa con toda la sinceridad del mundo.
Owen M. Tzavaras- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/10/2014
Re: Alucinaciones Reales || Elene Tzavaras
Él la abrazó, y Elene, quedó extasiada. Al principio, aquello la tomó por sorpresa pero unos pocos segundos le bastaron para que sus manos se deslizaran por el cuerpo de su esposo y lo abrazara con la misma intensidad, necesidad y añoranza como él lo hacía. Cerró los ojos y suspiró, mientras sonreía, ella también lloraba de cierta forma, porque aquella separación, los había desbastado a ambos, y a pesar de que todos esos años, ella se había quedado al lado de su amado, el no conocer la forma de materializarse, para poder comunicarse con él, la había sumido en una melancolía que casi la había convertido en un espectro.
Mas allí, abrazada a él, poco y nada importaba el pasado, ahora solo quería disfrutar de ese abrazo, del calor que emanaba de la piel de su amado, de su voz, sus ojos, su deslumbrante sonrisa. Sonrió dejándose llevar por todo lo que estaba sintiendo, y de alguna mágica forma, viviendo.
Cuando él se separó, ahogado por el océano de sensaciones, ella le miró con tristeza, no deseaba que se separara de él ni un solo instante, habían sido tantos años de permaneces invisible ante sus ojos, de no poder tocarle, ni besarle, que solo pensar en volver a pasar por aquella terrible experiencia le destrozaba el alma, esa que se negaba a dejar el plano de los vivos, el mundo en donde su esposo y su hijo permanecían, - no, no te alejes, te he extrañado tanto- musitó, casi con un hilo de voz.
negó con un suave movimiento de cabeza, - no, jamás has hecho algo malo, te vuelvo a repetir, amor mio, has sido el padre mas maravilloso que cualquier niño soñaría tener, has convertido a nuestro pequeño en una gran personita - sonrió al decirlo, porque se sentía muy orgullosa de su niño, tanto como del hombre que tenía frente de ella.
Owen volvió a acercarse a ella y tomar su mano, besándola, - tienes la sonrisa mas bella que jamás he visto, tú eres mi felicidad y mi razón de permaneces aquí... oh amor mio, si daría mi alma con tal de poder permanecer a vuestro lado, preferiría vivir un día con ustedes, como cuando aún mi corazón latía, que vagar por éste mundo, sin poderte abrazar y bezar, sin poder pronunciar nuevamente un te quiero, o escuchar de tus labios un te amo - le dijo, llevando sus manos al mentón masculino y acariciando su mandíbula, delineando con sus dedos la forma de su rostro, - te amo amor mio, lo haré toda la eternidad -.
Mas allí, abrazada a él, poco y nada importaba el pasado, ahora solo quería disfrutar de ese abrazo, del calor que emanaba de la piel de su amado, de su voz, sus ojos, su deslumbrante sonrisa. Sonrió dejándose llevar por todo lo que estaba sintiendo, y de alguna mágica forma, viviendo.
Cuando él se separó, ahogado por el océano de sensaciones, ella le miró con tristeza, no deseaba que se separara de él ni un solo instante, habían sido tantos años de permaneces invisible ante sus ojos, de no poder tocarle, ni besarle, que solo pensar en volver a pasar por aquella terrible experiencia le destrozaba el alma, esa que se negaba a dejar el plano de los vivos, el mundo en donde su esposo y su hijo permanecían, - no, no te alejes, te he extrañado tanto- musitó, casi con un hilo de voz.
negó con un suave movimiento de cabeza, - no, jamás has hecho algo malo, te vuelvo a repetir, amor mio, has sido el padre mas maravilloso que cualquier niño soñaría tener, has convertido a nuestro pequeño en una gran personita - sonrió al decirlo, porque se sentía muy orgullosa de su niño, tanto como del hombre que tenía frente de ella.
Owen volvió a acercarse a ella y tomar su mano, besándola, - tienes la sonrisa mas bella que jamás he visto, tú eres mi felicidad y mi razón de permaneces aquí... oh amor mio, si daría mi alma con tal de poder permanecer a vuestro lado, preferiría vivir un día con ustedes, como cuando aún mi corazón latía, que vagar por éste mundo, sin poderte abrazar y bezar, sin poder pronunciar nuevamente un te quiero, o escuchar de tus labios un te amo - le dijo, llevando sus manos al mentón masculino y acariciando su mandíbula, delineando con sus dedos la forma de su rostro, - te amo amor mio, lo haré toda la eternidad -.
Elene Tzaravas- Fantasma
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