Tanto pero no tonta (Privado)

por **Scarlett Crane** Lun Oct 12, 2015 10:23 pm

Así siempre, obedeciendo a medias,
pero aprendiendo completo.

Con Wyatt las cosas no habían sido tan sencillas. De hecho, Scarlett se preguntaba todavía, habiendo pasado más de un mes, el por qué su padre había decidido encargársela a tan descuidado y ambicioso tipo. Según su concepto, él no era de confiar. Según su progenitor, no había nadie mejor que él para entrenar a su hija. O para pretender que lo hacía, mientras ella fingía no saber lo que ya le habían enseñado sus hermanos a escondidas.

Desde que abandonó Canadá, se había desligado de cualquier noticia de su padre y sus hermanos, dedicados todos a la cacería y con una amenaza que les respiraba en la nuca aún mientras dormían. Y precisamente para evitar que se supiera el paradero de Scarlett, era que se había decidido cortar cualquier tipo de comunicación. Las cartas eran demasiado obvias, el precio a pagar demasiado alto.

Mientras se “entrenaba” de noche con Wyatt, de día permanecía con su tía, la hermana gemela de su madre, quien había fallecido ya hace varios años. Ella era una mujer de clase media, dedicada a dar clases a niños ajenos a falta de propios y quien proveía a su sobrina de todo cuanto estuviera a su alcance. No obstante, ella era ya una mujer adulta, alguien que podía proveer también en casa y más que nada, porque su tía no tenía realmente la obligación de mantenerla. Sin mencionar que ya era una mujer mayor. Por lo mismo, la búsqueda de un empleo con un horario corto y que se sucediera durante el día, se convirtió en una prioridad para ella. Además, Wyatt le había pedido, o más bien, ordenado, que intentara colarse en algún lugar donde se movieran los vampiros. Ella seguía siendo para él una buena carnada y ahora también la pretendía informante. Sin peros, Scarlett estaba dispuesta a obedecer, pero no sin jugar un poco sucio, como siempre.

La dirección de la persona en cuestión estaba anotada en un papel viejo, arrugado por el paso de los días y unos puños ajenos cerrándose alrededor en cada recuerdo de misión infructuosa. Ella, lo iba intentando aplanar con las manos por el camino, a eso de las seis de las tarde, un mal horario para buscar empleo, quizás, pero un buen momento para obtener lo que se le pedía. O eso creía ella, porque bien podía atenderla un vampiro, como podía atenderla cualquiera. Sea como fuere, su objetivo principal, más allá del pesado de Wyatt, era obtener empleo.

Iba vestida como le gustaba, como señorita buena que no es capaz de empuñar un arma. Por alguno motivo le gustaba parecer lo que los demás esperaban, quizás porque le encantaban las sorpresas. Sus cabellos rojos quedaron a la vista, bien atados y con una cinta azul oscura que le hiciera contraste con sus propios ojos e incluso el vestido que llevaba puesto bajo el abrigo. El rubor le acariciaba las mejillas ligeramente y un perfume suave le empapaba el cuello y las ropas. Preparó su sonrisa, su coartada verbal para obtener el empleo y sin más, tocó a la puerta.

por **Löwe Von Meer** Miér Oct 14, 2015 11:03 pm

"La amargura y el orgullo son
hermanos gemelos; el mal humor
y la irritabilidad son sus
inseparables acompañantes"

María Teresa de Calcuta

Con la caída del sol, la ciudad parisina quedó bañada por las sombras, aumentando la oscuridad que daba lugar al nacimiento de la noche. El ritual mágico que precedía el despertar del mal se sucedía una y otra vez, cada día, como si la lucha entre luz y oscuridad jamás cesase.

Los egipcios ya hablaban de aquel secreto pérfido que sólo unos pocos desafortunados conocían; aquellos que habían mantenido contacto con los malditos. El sol, el señor de la vida y la justicia nacía para brillar y proteger a todos los que vivían bajo su protección, pero al llegar la noche, debían ser sus hijos quienes luchasen solos contra el mal. Pues al final todos, en algún momento u otro, debían realizar una elección y decantarse por un lado de la batalla.

Como buen hijo de la noche, Löwe despertó con su llegada, abriendo sus ojos azules para incorporarse de su cama con suma rapidez. Sus reflejos siempre preparados para la batalla, así como su forma de vivir casi espartana en lo referente al honor y la guerra, le impedían pasar mucho tiempo en la cama a menos que tuviese a su amante junto a él. Entonces se volvía un hombre avaricioso y pernicioso, capaz de hacer cualquier cosa por mantenerlo a su lado completamente desnudo.

Sin embargo, esta noche no sería así, tenía obligaciones que atender. Ser el jefe de las fuerzas navales francesas siempre le traía algún que otro quebradero de cabeza. Era un vikingo, alguien que amaba el mar, los barcos, el saqueo y las mujeres. Pero ya la navegación no tenía nada que ver con antaño, los distintos países comenzaban a mantener unas relaciones más firmes que exigían una lucha de egos entre monarcas. Cosa que siempre terminaba pagando él, una ofensa por parte de un rey hacia otro podía dar lugar a que ciertos barcos fueran rechazados en el puerto, así como ciertos productos negados de un país al otro. Sin hablar de las luchas y asesinatos que se daban en los puertos entre capitanes de barcos, sólo por defender a alguien que jamás habían visto y que jamás daría la vida por ellos.

Nunca había entendido la dependencia que todos parecían tener hacia las normas, las leyes que dictaba alguien desde el cálido salón de su casa junto a otros caballeros igual de poderosos que lo respaldarían en su decisión. Al fin y al cabo, él era conocido como el mata reyes, podría decirse que tenía cierta intolerancia a que alguien le exigiera que hiciera algo. Nadie le imponía nada, él era su único rey, su máxima ley era amarse a sí mismo y matar a todo el que se atreviera a ponerse en su camino.

Se vistió con un traje elegante, mientras adornaba su cuello con una corbata blanca, dando varias vueltas alrededor de su cuello según la moda que dictaba el momento. Colocándose su chaleco gris y la chaqueta azul oscuro que resaltaba el tono eléctrico de sus ojos. Sabía que muchas veces había sido considerado un berseker entre sus congéneres cuando era humano, ya que desde entonces, era conocido por su indomable carácter. Cuando entraba en una batalla, no paraba hasta que su enemigo estuviese, muerto, a sus pies.

El golpe que dieron a la puerta de su habitación, lo sacó de sus ensoñaciones. Inmediatamente se giró hacia la puerta, pensando en su ayudante de cámara y amante, Maurice. Pero no era él, cosa que ya sabía porque el mismo había huido de su lado hacía ya varias semanas. Apretó la mandibula irritado y dejó parar a quien se atrevía a molestarlo mientras se terminaba de acicalar.

- Señor Von Meer, una doncella se ha presentado en el hogar pidiendo trabajo.- Su mayordomo parecía pensar exactamente lo mismo que él sobre aquel ofrecimiento extraño. Lo normal hubiera sido que se hubiese presentado en horas diurnas, por no contar que todos los empleados de hogar solían trabajar con ciertas compañías que se encargaban de buscar hogares en los que encajasen según su perfil y habilidades.

- Dígale que vuelva a una hora decente.- Le dijo a su mayordomo antes de volver a girarse hacia su espejo para poder peinarse sus cabellos oscuros con los dedos. Aquello dejó evidente que no deseaba volver a hablar del asunto, así que su mayordomo le ofreció una perfecta reverencia y se marchó para hacer exactamente lo que le había ordenado su amo.

Tras haber salido de la habitación de su amo, el mayordomo volvió a bajar las escaleras para abrir la puerta a la joven a la que había atendido previamente.

- Lo lamento madame, el señor me ha dicho que vuelva a una hora decente.- El tono refinado del mayordomo no dejó duda alguna de que le había ofrecido un educado " madame" que quería decir todo lo contrario, teniendo una perfecta entonación de la palabra "decente".

- Le recomiendo usar la puerta trasera en el futuro, mi señor se enfurecería si alguna de sus amistades ve a una..- Mantuvo un silencio breve, pero indudablemente esclarecedor, antes de hablar de nuevo- .. criada ante las puertas de su Mansión.

por **Scarlett Crane** Dom Nov 22, 2015 7:34 pm

No es lo que ven tus ojos lo que muerde

Dentro de todo, era molesto estar en esa situación, tocando a la puerta de una enorme casa y pidiendo empleo como si fuese una mujer cualquiera de la clase baja. Si bien Scarlett pertenecía a la clase media, tenía tanto orgullo como educación. Y era justamente la mezcla de ambos lo que le hacía moverse a hacer cada cosa y a fingir tantas otras.

Luego de haber llamado a la puerta, la misma se abrió con recelo, como si se pretendiera ocultar algo desde un primer momento. Un hombre entrado en años y con pinta de mayordomo fue quien se asomó, y sin un ápice de sonrisa quiso saber quién tocaba —Buenas tardes— saludó ella con una enorme sonrisa, de esas que lanzaba para dar la impresión de ser de lo más ingenua —Alguien me dijo que podía venir aquí a buscar un empleo ¿Está el Señor o la Señora de la casa? — su voz dulce ocultaba sus verdaderas intenciones y esperaba que el anciano no tomara una decisión desde la puerta sin antes avisar a sus superiores. Por supuesto, él respondió de mala gana antes de desaparecer y dejarla esperando. Era una primera mala impresión para ella, pero el tipo ese era lo que menos importaba.

Tras unos minutos, el hombre regresó con la misma manía de abrir a medias la puerta, anunciando con un evidente sarcasmo que esas horas no eran las correctas para solicitar algo así, que alguien decente no pediría nada a esa hora y mucho menos por la puerta principal. Para él, ella era una criada cualquiera. Era un hombre poco detallista, se notaba, pero ella de nuevo estaba dispuesta a fingir con tal de lograr su cometido —Disculpe, buen hombre— devolvió también con sarcasmo, pero marcando para él de nuevo una sonrisa lo suficientemente convincente como para hacerla lucir incluso tonta —No soy lo que usted piensa. A su señor me ha enviado alguien cercano. Dígale que el sujeto con el que hizo negocios hace exactamente dos meses es quien me envía. Él sabe quién es, y sabe también el tipo de hombre al que sería capaz de rechazar una atención. — agregó, con una soberbia apenas salpicada en ese rostro bueno. Scarlett iba con el suficiente conocimiento para ingresar a ese lugar y usaría todo cuanto estuviera a su alcance. Ese papel que tenía en las manos contenía lo que se necesitaba, porque en efecto, el hombre que mencionara había muerto a manos de Wyatt y por las trampas de ella hace al menos un mes. El vampiro, se filtraba en cuestiones militares y negociaba desde todo tipo de reliquias de colección, hasta con extrañas armas pertenecientes a cazadores e inquisidores de muchos años atrás. Tenía demasiada información y poder y se decía que no perdonaba nada, pero para su desgracia, también era lo suficientemente sensible a las mujeres a pesar de tener una considerable edad. Y esa era la labor de ella, porque su supuesto entrenador sólo creía en la pelirroja como carnada, sin saber tampoco la realidad de su persona. El asunto, es que cuando aquél vampiro era torturado, lanzó un par de nombres como si eso pudiera salvarlo. La nota de su mano decía claramente Löwe Von Meer y el lugar donde podía encontrárselo. También estaba el nombre de alguien más, aunque ese no iba a mencionarlo todavía. El sujeto había dicho que Von Meer gustaba de jovencitos y que su amante era un cambiante felino, alguien fácil de atacar en un primer momento, porque para matar un gato apenas se necesita ahogarlo, y para herir al vampiro, llegar al tal Maurice.

Para su suerte, la muerte del vampiro soplón se había dado cuando él salía de viaje, e inclusive, se le había pedido con falsas promesas que redactara una carta para que quien lo esperaba en Alemania, a donde se dirigía, supiera de antemano que aquél tardaría varios meses en llegar debido a asuntos más importantes y fortuitos. Su muerte aún no se sabía, su información aún estaba disponible para ser usada. Ahora sólo restaba esperar.

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