AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Tanto me echabas de menos, pequeña? [Privado]
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¿Tanto me echabas de menos, pequeña? [Privado]
Ser vampiro tenía muchas ventajas, Ken lo sabía más que de sobra, pero el solo poder moverse de noche a veces no era una de ellas. Habría tardado mucho menos en dar por zanjado el viaje si hubiera dispuesto de más horas que las nocturnas, sobre todo si tenemos en cuenta que no había tenido éxito y que su búsqueda no había dado fruto alguno. Se había dedicado a escuchar los rumores, a preguntar a personas que podrían saber algo al respecto, siempre regalándoles una buena dosis de alcohol primero, pero nada había dado resultado. Y, cansado, decidió volver a París.
Kendryk observó los edificios de París dibujándose a lo lejos. Llevaba varios días fuera, o mejor dicho, noches. Demasiadas si considerábamos el hecho de que no había conseguido descubrir nada. No había cosa que lo irritara más que perder el tiempo, y estas últimas horas no había hecho nada más que eso. Chasqueó la lengua y continuó caminando, todavía le quedaba un par de kilómetros antes de llegar al corazón de la ciudad. No estaba cansado, al menos no físicamente, pero sí que se encontraba cabreado. Con todo el mundo, con Domenic por hacerle ir hasta allá cuando sabía que era más que improbable que encontrara la información que le había pedido, con él por no conseguirlo y poder demostrar su suficiencia. Maldijo en voz baja una y otra vez. Apretó los puños, conteniendo así sus ganas de golpear algo, pero no se detuvo en ningún momento. Llevaba demasiado tiempo fuera y quería llegar a casa, descansar y, sobre todo, saborear una buena copa de brandy, whisky o cualquier otra bebida fuerte.
Escuchó un ruido que hizo que pusiera todos sus sentidos en encontrar el origen, aunque sin detenerse. Para aumentar su enfado, desde hacía más o menos unos cuarenta minutos tenía la sensación de que alguien lo seguía. Eso mismo había sentido cuando recorría las calles de la ciudad a la que había viajado, aunque en esa ocasión se dijo que era normal ya que nadie de por allí lo conocía. Sin embargo, no dejó de estar atento por si tenía que actuar. Sin embargo, ahora que estaba llegando al corazón de París no le gustaba nada que lo estuvieran siguiendo. Su casa era su santuario, a pesar de que se trataba de un vampiro, y no quería que alguien que no conocía descubriera donde se encontraba y tuviera que marcharse. O matarlo. Una muerte sin sentido alguno, cuando podría haber optado por otra solución, no sería bien vista en su círculo y lo que menos quería era fastidiar lo que había conseguido hasta ahora.
Continuó caminando, dobló una esquina y esperó a que quien quiera que fuera el que lo seguía se descubriera por sí solo. Cuando escuchó que los pasos estaban ya muy cerca salió de su escondite y tomó del brazo a dicha persona. Sus ojos se abrieron mucho. Se trataba de Dasha...La miró de arriba abajo y acabó por soltarla. Por su cabeza se le pasó la idea de que Domenic la hubiera enviado a ella también, desconfiando del vampiro y, sí eso era cierto, tendría que tomar cartas en el asunto. No le gustaba el rey, era cierto, quería su puesto y deseaba a su mujer, al menos una noche en su cama, pero eso no significaba que tuviera que descubrir su as bajo la manga tan pronto. Clavó su mirada en ella y alzó una ceja.-¿Qué haces aquí?-le preguntó, en tono seco.-¿Tanto me echabas de menos, pequeña?-rió.
Kendryk observó los edificios de París dibujándose a lo lejos. Llevaba varios días fuera, o mejor dicho, noches. Demasiadas si considerábamos el hecho de que no había conseguido descubrir nada. No había cosa que lo irritara más que perder el tiempo, y estas últimas horas no había hecho nada más que eso. Chasqueó la lengua y continuó caminando, todavía le quedaba un par de kilómetros antes de llegar al corazón de la ciudad. No estaba cansado, al menos no físicamente, pero sí que se encontraba cabreado. Con todo el mundo, con Domenic por hacerle ir hasta allá cuando sabía que era más que improbable que encontrara la información que le había pedido, con él por no conseguirlo y poder demostrar su suficiencia. Maldijo en voz baja una y otra vez. Apretó los puños, conteniendo así sus ganas de golpear algo, pero no se detuvo en ningún momento. Llevaba demasiado tiempo fuera y quería llegar a casa, descansar y, sobre todo, saborear una buena copa de brandy, whisky o cualquier otra bebida fuerte.
Escuchó un ruido que hizo que pusiera todos sus sentidos en encontrar el origen, aunque sin detenerse. Para aumentar su enfado, desde hacía más o menos unos cuarenta minutos tenía la sensación de que alguien lo seguía. Eso mismo había sentido cuando recorría las calles de la ciudad a la que había viajado, aunque en esa ocasión se dijo que era normal ya que nadie de por allí lo conocía. Sin embargo, no dejó de estar atento por si tenía que actuar. Sin embargo, ahora que estaba llegando al corazón de París no le gustaba nada que lo estuvieran siguiendo. Su casa era su santuario, a pesar de que se trataba de un vampiro, y no quería que alguien que no conocía descubriera donde se encontraba y tuviera que marcharse. O matarlo. Una muerte sin sentido alguno, cuando podría haber optado por otra solución, no sería bien vista en su círculo y lo que menos quería era fastidiar lo que había conseguido hasta ahora.
Continuó caminando, dobló una esquina y esperó a que quien quiera que fuera el que lo seguía se descubriera por sí solo. Cuando escuchó que los pasos estaban ya muy cerca salió de su escondite y tomó del brazo a dicha persona. Sus ojos se abrieron mucho. Se trataba de Dasha...La miró de arriba abajo y acabó por soltarla. Por su cabeza se le pasó la idea de que Domenic la hubiera enviado a ella también, desconfiando del vampiro y, sí eso era cierto, tendría que tomar cartas en el asunto. No le gustaba el rey, era cierto, quería su puesto y deseaba a su mujer, al menos una noche en su cama, pero eso no significaba que tuviera que descubrir su as bajo la manga tan pronto. Clavó su mirada en ella y alzó una ceja.-¿Qué haces aquí?-le preguntó, en tono seco.-¿Tanto me echabas de menos, pequeña?-rió.
Kendryk A. Carthaigh- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 13/10/2015
Re: ¿Tanto me echabas de menos, pequeña? [Privado]
Tic, tac. Tic, tac. Dasha miró nuevamente la hora en el reloj de salón. Únicamente habían pasado cinco minutos más desde la última vez que lo miró buscando que el tiempo fuese más rápido. Sus pies repiqueteaban en el suelo distraídamente, buscando en ese movimiento deshacerse de los nervios que la carcomían. Esa noche no había nadie en casa, al despertar Dominic ya se había ido de la mansión sin dejar nota alguna y donde solía estar su hermano, seguía todo vacío, tal y cual lo dejó al partir varias noches atrás. Dominic ya sabía cuidarse solo, claro, siempre y cuando no estuviese la gran víbora madre tejiendo sus encantos sobre él; Milenka. No obstante, esa noche no le importaba nada más, y nadie menos que su hermano Kendryck. Las primeras noches desde su partida se había obligado a visitar burdeles en busca de sus víctimas favoritas, más la sangre solo calmaba la ansiedad por unas horas pues a la noche siguiente, volvía a sentirse intranquila, lo que únicamente ocurría cuando él se alejaba de ella.
Suspiró y gruñó para sí, demasiadas noches molestándole, habían creado una necesidad en ella de popular a su alrededor y aunque jamás se lo admitiría, no a él, ella ya conocía aquella nueva faceta suya. Faceta que escondería hasta su definitiva muerte. ¿Dónde te habrá enviado padre, esta vez? Se preguntó levantándose del sillón, plantándose frente el ventanal observando la oscuridad de aquella noche. En muchas ocasiones le había pedido a Domenic poder acompañarle. Kendryck podría ser el asesino de la familia, pero ella era la espía y si a alguien o algo debían de encontrar, no era más lógico enviar a ambos tras la pista? Su planteamiento tenía razón de ser y sabía que sus palabras eran veraces y cualquier lo sabía, pero fuera como fuera, normalmente se negaba a sus peticiones.
De nuevo, giró la cabeza hacia las manecillas del antiguo reloj y esta vez, gruñó molesta por el paso tan lento del tiempo. Odiaba sentirse preocupada por alguien que no fuese ella misma, y odiaba a Kendryck por hacerla sentir así. Unas maldiciones y horas más tardes, decidió salir en su búsqueda y traerlo a casa, aún así le costase perder alguna parte de su cuerpo; él iba a regresar, arrastrado si hacía falta o seco, si la hacía enfadar. Subió a su alcoba y cambiándose de ropa, adornando su figura con uno de los vestidos azul eléctrico como el de su misma fría e intensa mirada, al terminar, se resguardó en una de las capas negras que usaba para sus salidas nocturnas y espionajes. La tela oscura cayó por sobre sus hombros hasta sus pies y asegurándola a su cuello, dejó decidida la casa tras escribir una nota. “Salí a jugar” escribió en la carta sin explayarse más. Tampoco hacía falta. Dominic estaba seguro que al leerla se la imaginaria de caza, pero y nada más lejos de la realidad eso es lo que haría, solo que seguramente no sería tal cual se lo podría imaginar cualquier vampiro en su cabeza. No, ella aquella noche no salía detrás de jóvenes, o asesinos que matar a sangre fría, no esa noche era diferente. En esa noche, sencillamente y llanamente, salía a cazar a su hermano y maldita sea, si no le tenía ganas.
Enseguida salió a la noche, empezó a rastrearle. El perfume de su hermano era uno que tenía muy bien asimilado y resguardado en su memoria solo hizo falta sacarlo unos segundos a su cabeza y de allí, buscar ese olor y luego, seguirlo. Se alejó de París, pasó de largo por unos pocos pueblos y algunos bosques más tarde, se relamió los colmillos al verle pasar. Le había encontrado y allí estaba su hermano. Tan impoluto, seductor y misterioso como acostumbraba. Lo repasó con la mirada de arriba abajo y sonrío. Intentar pasar desapercibido no parecía ser su fuerte, como tampoco darse cuenta de su presencia, o de sus ojos en su espalda, aclaró al verle pasar completamente cegado en sus pensamientos sin darse cuenta de que para aquel entonces, uno de los suyos lo seguía. Oh vamos hermanito, el juego empieza, pensó sabiendo que su hermano no podría leerle la mente al no tener esa facultad. Hagámoslo interesante, y tras ese último pensamiento regresó sobre sus propios pies y le siguió como una sombra.
Era divertido contemplar como al paso del tiempo, en la forma de caminar de Kendryck se adivinaba la tensión. En aquel momento se dio cuenta de que aunque no la había reconocido, si se sentía vigilado y en la oscuridad absoluta del camino, sus colmillos relucieron por un instante al sonreír. El conejo ya sabe que está siendo cazado, se mofó ralentizando sus pasos para hacer más interesante la cacería. Ella acostumbrada a seguir a la gente entre las sombras, era una experta en el rastreo. Enseguida alguien iba tras sus propios pasos, ella lo sabía. No había forma de tomarla desprevenida, por ello seguramente Dominic confiaba tanto en ella. Fijando sus ojos en último movimiento de su hermano que giró por una calle una vez llegado ya en la ciudad que ahora era el hogar de ambos, ella sonrío y sabiéndose atrapada en una trampa cuando al girar inmediatamente la presencia de su hermano se irguió sobre ella, Dasha simplemente ladeó el rostro y le miró.
—No me hagas reír, ¿Porque todos los hombres os creéis que de seguiros, es que se os debe de estar echándoos de menos? — Frunció el ceño de inmediato y soltando una risa a continuación se encogió de hombros quitándole importancia, completamente decidida a ignorar sus provocaciones. —Tardaste. —Le dijo sin más, decidida a ignorar sus preguntas. Sus motivos, eran suyos y de nadie más. Ni él, que podría colarse bajo su piel, tenía el permiso de saber que había en su cabeza, y jamás tendría aquel privilegio. Dio un paso más contra su cuerpo y examinó minuciosamente sus endemoniadas facciones de aquella noche. Levantó su mirada y sonrío, allí estaba el Ken de siempre, solo un algo descuidado. — Y mírate, desapareces cuatro noches y das pena. —Le examinó de arriba a abajo, revisándolo y con una mirada maliciosa al levantar la mirada de nuevo a sus ojos, se relamió los labios antes de escupir su vil veneno.—Cualquier diría por tu cara que llevas noches sin probar bocado. ¿Ves cómo me necesitas, hermanito?
Suspiró y gruñó para sí, demasiadas noches molestándole, habían creado una necesidad en ella de popular a su alrededor y aunque jamás se lo admitiría, no a él, ella ya conocía aquella nueva faceta suya. Faceta que escondería hasta su definitiva muerte. ¿Dónde te habrá enviado padre, esta vez? Se preguntó levantándose del sillón, plantándose frente el ventanal observando la oscuridad de aquella noche. En muchas ocasiones le había pedido a Domenic poder acompañarle. Kendryck podría ser el asesino de la familia, pero ella era la espía y si a alguien o algo debían de encontrar, no era más lógico enviar a ambos tras la pista? Su planteamiento tenía razón de ser y sabía que sus palabras eran veraces y cualquier lo sabía, pero fuera como fuera, normalmente se negaba a sus peticiones.
De nuevo, giró la cabeza hacia las manecillas del antiguo reloj y esta vez, gruñó molesta por el paso tan lento del tiempo. Odiaba sentirse preocupada por alguien que no fuese ella misma, y odiaba a Kendryck por hacerla sentir así. Unas maldiciones y horas más tardes, decidió salir en su búsqueda y traerlo a casa, aún así le costase perder alguna parte de su cuerpo; él iba a regresar, arrastrado si hacía falta o seco, si la hacía enfadar. Subió a su alcoba y cambiándose de ropa, adornando su figura con uno de los vestidos azul eléctrico como el de su misma fría e intensa mirada, al terminar, se resguardó en una de las capas negras que usaba para sus salidas nocturnas y espionajes. La tela oscura cayó por sobre sus hombros hasta sus pies y asegurándola a su cuello, dejó decidida la casa tras escribir una nota. “Salí a jugar” escribió en la carta sin explayarse más. Tampoco hacía falta. Dominic estaba seguro que al leerla se la imaginaria de caza, pero y nada más lejos de la realidad eso es lo que haría, solo que seguramente no sería tal cual se lo podría imaginar cualquier vampiro en su cabeza. No, ella aquella noche no salía detrás de jóvenes, o asesinos que matar a sangre fría, no esa noche era diferente. En esa noche, sencillamente y llanamente, salía a cazar a su hermano y maldita sea, si no le tenía ganas.
Enseguida salió a la noche, empezó a rastrearle. El perfume de su hermano era uno que tenía muy bien asimilado y resguardado en su memoria solo hizo falta sacarlo unos segundos a su cabeza y de allí, buscar ese olor y luego, seguirlo. Se alejó de París, pasó de largo por unos pocos pueblos y algunos bosques más tarde, se relamió los colmillos al verle pasar. Le había encontrado y allí estaba su hermano. Tan impoluto, seductor y misterioso como acostumbraba. Lo repasó con la mirada de arriba abajo y sonrío. Intentar pasar desapercibido no parecía ser su fuerte, como tampoco darse cuenta de su presencia, o de sus ojos en su espalda, aclaró al verle pasar completamente cegado en sus pensamientos sin darse cuenta de que para aquel entonces, uno de los suyos lo seguía. Oh vamos hermanito, el juego empieza, pensó sabiendo que su hermano no podría leerle la mente al no tener esa facultad. Hagámoslo interesante, y tras ese último pensamiento regresó sobre sus propios pies y le siguió como una sombra.
Era divertido contemplar como al paso del tiempo, en la forma de caminar de Kendryck se adivinaba la tensión. En aquel momento se dio cuenta de que aunque no la había reconocido, si se sentía vigilado y en la oscuridad absoluta del camino, sus colmillos relucieron por un instante al sonreír. El conejo ya sabe que está siendo cazado, se mofó ralentizando sus pasos para hacer más interesante la cacería. Ella acostumbrada a seguir a la gente entre las sombras, era una experta en el rastreo. Enseguida alguien iba tras sus propios pasos, ella lo sabía. No había forma de tomarla desprevenida, por ello seguramente Dominic confiaba tanto en ella. Fijando sus ojos en último movimiento de su hermano que giró por una calle una vez llegado ya en la ciudad que ahora era el hogar de ambos, ella sonrío y sabiéndose atrapada en una trampa cuando al girar inmediatamente la presencia de su hermano se irguió sobre ella, Dasha simplemente ladeó el rostro y le miró.
—No me hagas reír, ¿Porque todos los hombres os creéis que de seguiros, es que se os debe de estar echándoos de menos? — Frunció el ceño de inmediato y soltando una risa a continuación se encogió de hombros quitándole importancia, completamente decidida a ignorar sus provocaciones. —Tardaste. —Le dijo sin más, decidida a ignorar sus preguntas. Sus motivos, eran suyos y de nadie más. Ni él, que podría colarse bajo su piel, tenía el permiso de saber que había en su cabeza, y jamás tendría aquel privilegio. Dio un paso más contra su cuerpo y examinó minuciosamente sus endemoniadas facciones de aquella noche. Levantó su mirada y sonrío, allí estaba el Ken de siempre, solo un algo descuidado. — Y mírate, desapareces cuatro noches y das pena. —Le examinó de arriba a abajo, revisándolo y con una mirada maliciosa al levantar la mirada de nuevo a sus ojos, se relamió los labios antes de escupir su vil veneno.—Cualquier diría por tu cara que llevas noches sin probar bocado. ¿Ves cómo me necesitas, hermanito?
Dasha Smirnova- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 31/05/2015
Re: ¿Tanto me echabas de menos, pequeña? [Privado]
Si había algo que no le gustaba a Kendryk era que jugaran con él, que le hicieran perder el tiempo. Y así era, exactamente, como se sentía en ese preciso momento, como si todo lo que le habían mandado hacer no fuera más que una completa y absoluta pérdida de tiempo. No había conseguido obtener lo que había ido a buscar, pero eso ya lo sabía de antemano. Sencillamente lo había comprobado in situ. Por más que había intentado que alguien del lugar le contara lo que deseaba saber, o mejor dicho lo que le habían dicho que descubriera, nadie soltaba prenda. Los pocos que le habían dado algún dato interesante no eran más que borrachos que, ante una buena copa, venderían a su madre, pero que realmente no sabían exactamente de lo que estaban hablando.
Tan solo se habían limitado a seguirle la corriente al vampiro, sin saber que su imprudencia, su temeridad, les podría costar muy cara. Porque sí, cada vez que daba contra un muro por seguir las indicaciones de alguno de los de esa calaña, de algunos de esos que frecuentaban la única taberna de la localidad, tenía que controlar el impulso de ir en su búsqueda y matarlo con sus propias manos. Habría sido un completa y absoluta masacre ya que habría acabado con la vida de varios sin miramientos, pero no podía llamar la atención. Tenía que mimetizarse con el entorno. Y eso incluía el controlar su mal genio y sus ganas de acabar con tantas mentiras y estupideces.
Él mentía, por supuesto que lo hacía. Se consideraba un buen manipulador y para conseguir lo que se desea se ha de utilizar todas las armas posibles. Sin embargo, esos humanos no eran más que despojos humanos que ni siquiera encajaban en su propia sociedad. Unos mentirosos patéticos. No era él el que tendría que lidiar con todos esos estúpidos. Su trabajo era matar, no el de buscar una aguja en un pajar. Aunque lo cierto era que prefería encargarse de ese trabajo también, si eso significaba no tener que compartir su espacio con el de Dasha. Gruñó al recordar a esa chica y su boca se secó. Necesitaba una buena copa de whisky, de coñac o de cualquier otra cosa que fuera fuerte.
Por fortuna, el rey no le había sugerido que trabajaran codo con codo, porque si Domenic comentaba algo de eso no acabarían demasiado bien. Kendryk no era un hombre que se adelantara a los acontecimientos, pero no soportaba estar durante mucho tiempo cerca de la muchacha. O tal vez sí que lo hacía y ese era precisamente el problema. Chasqueó la lengua y sacudió la cabeza, alejando esos pensamientos de su cabeza. Seguía molesto, lo estaría durante bastante tiempo, puede que más del que le habían hecho perder. Sí, disponía de toda la eternidad a su antojo, pero eso no significaba que le gustara desperdiciar las horas, los días, así como así. Habría hecho algo mejor con su tiempo, algo más entretenido. Quizás hubiera tonteado un poco con Milenka, puede que esta vez hubiera conseguido seducirla y tenerla entre sus sábanas.
Alguien le seguía, lo había notado hacía ya un kilómetro, puede que más. Al principio pensó que era algún pueblerino paseando, algunos tenían costumbres muy raras, pero cuando los metros recorridos aumentaban y seguía sintiendo esa presencia cerca de él, por lo que acabó esperó el momento oportuno para hacerle frente. No se esperaba encontrar lo que sus ojos le revelaron. ¿Qué hacía ella allí? Por si no fuera suficiente todo lo que había estado soportando durante esas semanas, ahora tenía que verla a ella. No soltó su agarre, dejó que sus dedos marcaran, durante unos segundos más, la pálida piel de la muchacha antes de hablar. Necesitaba esos segundos para contenerse, aunque cada vez le costaba más cuando ella estaba presente. Le sacaba de sus casillas, y ella lo sabía y disfrutaba de eso.
-No me llames así-eso fue lo primero que salió de sus labios cuando la palabra “hermanito” llegó a sus oídos. Odiaba que ella lo llamara así, por alguna razón era algo superior a sus fuerzas. Le sostuvo la mirada, sin apartarla ni un solo milímetro, recorriendo todos y cada uno de sus rasgos de manera lenta. Sonrió de medio lado.-Digas lo que digas, si has estado rastreándome significa que me has echado de menos. ¿Qué ocurre, pequeña? ¿Temías que me hubiera ido?-rió. Porque sí, casi sonaba como a una bromas. Él no se iría, no así. Antes tenía que conseguir lo que se había propuesto, los objetivos que pensaba alcanzar. La acercó más a él, sin inmutarse ante el resto de sus comentarios.-¿Tan mal aspecto tengo?-preguntó, aunque realmente eso poco o nada le importaba en ese momento.
Sin embargo, había algo en lo que la vampiresa sí tenía razón. Hacía demasiado que no había probado bocado, de ninguna parte.-¿Vas a traerme la cena a la cama?-le preguntó, riendo-Porque dudo mucho que tú puedas encontrar una víctima que sea de mi gusto-musitó, mientras la pegaba a su torso, deslizando su mano por la curvatura de su cintura, invadiendo su espacio personal, para, a continuación, dar una vuelta sobre la chica, deslizando la otra mano por su piel, lentamente, al tiempo que le susurraba al oído.-Me muero por ir de caza-comentó-Por atraer a alguien hasta un callejón oscuro, acariciar su piel tal y como estoy acariciando la tuya, sentir su respiración agitándose, su pecho hinchándose...-sonrió de lado y volvió a colocarse enfrente de ella mientras le retiraba, sin darse cuenta, un mechón de su cabello-Por ver el deseo apoderándose de su cuerpo al notar mis labios por su garganta. Y justo en ese momento, morderla, beber su sangre, sentir como su vida se le va escapando poco a poco sin que ella pueda hacer nada para evitarlo-volvió a sonreír y se alejó, siguiendo el camino que había comenzado.-Tienes razón, hace mucho que no voy de caza y me muero de ganas, pero me temo, pequeña, que no me sirves para eso. ¿O es que te preocupas tanto por mi salud física que piensas ayudarme e ir de caza conmigo?-le preguntó, divertido.
Kendryk A. Carthaigh- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 13/10/2015
Re: ¿Tanto me echabas de menos, pequeña? [Privado]
Las pasiones de los mortales eran intensas, pero como todo en los mortales estas también eran efímeras, como sus vidas. Ellos nacían, crecían y morían y así con cada una de las almas. Estaban directamente condenados a perecer de una u otra forma, la muerte siempre era el último de sus viajes y como naturaleza humana se encontraba el perder el tiempo, el no aprovecharlo y así era como se hundían lentamente en sus miserias y llegaban los arrepentimientos de no haber aprovechado el mísero tiempo que se les daba. En cambio la pasión de los vampiros, eran desmedida, un cumulo de emociones, de llamas que se alzaban hasta regresar por unos segundos la vitalidad a sus negruzcos y no latentes corazones oscuros. Ellos si sabían del disfrute y de la agonía tortuosa del placer fundiéndose con el dolor de la carne. Sus gélidos cuerpos, resbaladizos, fríos pero en llamas capaces de arrasar pueblos y aldeas solo por seguir pereciendo en el fuego de sus pasiones, eran unos diestros asesinos y excelentes amantes. Así lo constataba Dasha por su experiencia y viendo como otros muchos humanos habían disfrutado de sus encuentros, como de otros vampiros, no era de extrañar que Kendryck no fuera una excepción a esa regla y en su interior, se moría por constatarlo. ¿Sería inferior a ella o mejor? Se preguntó lujuriosa en sus fueros levantando sus labios, dejando entrever su fina y blanca dentadura afilada a la luz recortada de la luna.
—Yo te llamaré como quiera— hermanito, agregó en sus pensamientos sosteniendo su mirada, chocando sus orbes con los ajenos, observándolo recrearse en su rostro y en sus facciones. Una lenta sonrisa iluminó sus rasgos dándole un aspecto más dulce, escondiendo la bestia a ojos de aquel que aún jamás anteriormente la había visto perder sus estribos, aún menos dar rienda suelta a sus caprichos, como el que ahora tenía frente ella; él. —No, no —murmuró negando con la cabeza al tiempo que con sus dedos atrapó sus labios y los selló, acallando su risa. —Temía que hubieras muerto en cualquier riña de niñas… ya sabes que a veces eso de hacerte el machito, no siempre te funciona. — su aliento acarició al hablar los labios que mantenía aún sellados y dejándolos libres, al ser empujada a él se mordió el labio, conteniéndose de no mordérselo a él; arrancárselo. Era una placentera tortura estar tan cerca de él y sentir su cuerpo perfectamente duro, contra el suyo.
De haber sido humana, su corazón seguramente se le habría detenido en esos ruines instantes en que la figura masculina, como depredador acorralando a su presa, dio una vueltas a su alrededor, pero como vampira, eso la excitó. Dasha se humedeció los labios y escuchando las palabras teñidas de deseo y hambre del vampiro, sus papilas gustativas se despertaron abruptamente, haciéndola desear más que nunca un suave y femenino cuello que penetrar. Se tragó su gemido más por orgullo que por necesidad, no iba a permitir que aquel fanfarrón supiera cuán grande era el deseo que despertaba en ella y jugueteando en sus colmillos con su afilada lengua, siguió recreándose en aquel tortuoso placer de su cercanía y su tacto, acariciándola como una presa. El único problema era que ella jamás sería su presa, sino él, únicamente que el pobre bastardo aún no conocía ni era consciente de su suerte.
—Sabes calentar a tus presas, de eso no cabe duda, aún a falta de emoción no lo has hecho nada mal— le concedió cuando regresó a encontrárselo frente a frente y sus labios amenazaron con rozarse. Altiva sonrió y sabiendo que el plan masculino sería dejarla en evidencia, no se movió ni un milímetro ni alteró su rostro cuando este se apartó, haciendo que el deseo por besar y morder aquellos labios genuinos que él portaba como arma, fueran suyos. Él iba a ser suyo, no importaba cuando ni como, pero lo sería y con esa certeza llenando todo pensamiento de la vampiresa, empezó a caminar tras él, alcanzándolo en segundos. —Necesitas un buen baño de sangre y no seré yo hermanito, quien te lo niegue. —mencionó y tomándole de su mano, tiró de él en la dirección contraria. —Esta noche déjate aconsejar, he visto presas suculentas cerca de ti y mon amour, solo deberás dejarte llevar. Tienes tan mal aspecto que incluso los forajidos podrían intentar robarte, ¿Y no quieres eso, verdad?— Cerca de esas calles nauseabundas se encontraban las calles y plazas principales y era allí donde a esas horas se encontraban as féminas más cuidadas, respetadas y sobretodo, las vírgenes. También se encontraba cerca el Cabaret… tantas ideas en su mente y únicamente, la idea de una virgen le robaba el aliento ahora que pensaba alimentarse y no de Kendryck, aunque este siempre pudiese ser un buen aperitivo.
Llevó sus pasos a través del amparo de las sombras hasta llegar a las zonas más pobladas y aunque ahora desiertas, en cuanto una pareja pasó cerca de ellos, aprovechó para atraerlo hacia ella y de ese modo chocar sus frentes, entremezclando sus deseosos y hambrientos alientos. La pareja mortal siguió su camino sin darse cuenta de sus oscuras presencias y mirándole en la penumbra de aquel edificio sonrío lentamente y seductoramente llevando su nariz a su cuello y sus labios a recorrer la fría curva de su cuello en una juguetona caricia — ¿Cabaret, burdel o una simple y aburrida cacería? —sopló divertida y regresando la mirada a sus ojos, le miró intensamente a través de sus parpados, al tiempo en que como si de una balada fúnebre fuera, sus dedos empezaron a repiquetear en los ajenos aún sostenidos por su mano en lo que aún no llegaba su respuesta. La sangre pronto tintaría esas sucias calles y sus bocas alimentadas del fervor de aquella esencia carmesí, se saciarían con los canticos de los corazones de sus inocentes víctimas. ¿Y quién los detendría? Esa noche era enteramente y exclusivamente de ellos.
—Yo te llamaré como quiera— hermanito, agregó en sus pensamientos sosteniendo su mirada, chocando sus orbes con los ajenos, observándolo recrearse en su rostro y en sus facciones. Una lenta sonrisa iluminó sus rasgos dándole un aspecto más dulce, escondiendo la bestia a ojos de aquel que aún jamás anteriormente la había visto perder sus estribos, aún menos dar rienda suelta a sus caprichos, como el que ahora tenía frente ella; él. —No, no —murmuró negando con la cabeza al tiempo que con sus dedos atrapó sus labios y los selló, acallando su risa. —Temía que hubieras muerto en cualquier riña de niñas… ya sabes que a veces eso de hacerte el machito, no siempre te funciona. — su aliento acarició al hablar los labios que mantenía aún sellados y dejándolos libres, al ser empujada a él se mordió el labio, conteniéndose de no mordérselo a él; arrancárselo. Era una placentera tortura estar tan cerca de él y sentir su cuerpo perfectamente duro, contra el suyo.
De haber sido humana, su corazón seguramente se le habría detenido en esos ruines instantes en que la figura masculina, como depredador acorralando a su presa, dio una vueltas a su alrededor, pero como vampira, eso la excitó. Dasha se humedeció los labios y escuchando las palabras teñidas de deseo y hambre del vampiro, sus papilas gustativas se despertaron abruptamente, haciéndola desear más que nunca un suave y femenino cuello que penetrar. Se tragó su gemido más por orgullo que por necesidad, no iba a permitir que aquel fanfarrón supiera cuán grande era el deseo que despertaba en ella y jugueteando en sus colmillos con su afilada lengua, siguió recreándose en aquel tortuoso placer de su cercanía y su tacto, acariciándola como una presa. El único problema era que ella jamás sería su presa, sino él, únicamente que el pobre bastardo aún no conocía ni era consciente de su suerte.
—Sabes calentar a tus presas, de eso no cabe duda, aún a falta de emoción no lo has hecho nada mal— le concedió cuando regresó a encontrárselo frente a frente y sus labios amenazaron con rozarse. Altiva sonrió y sabiendo que el plan masculino sería dejarla en evidencia, no se movió ni un milímetro ni alteró su rostro cuando este se apartó, haciendo que el deseo por besar y morder aquellos labios genuinos que él portaba como arma, fueran suyos. Él iba a ser suyo, no importaba cuando ni como, pero lo sería y con esa certeza llenando todo pensamiento de la vampiresa, empezó a caminar tras él, alcanzándolo en segundos. —Necesitas un buen baño de sangre y no seré yo hermanito, quien te lo niegue. —mencionó y tomándole de su mano, tiró de él en la dirección contraria. —Esta noche déjate aconsejar, he visto presas suculentas cerca de ti y mon amour, solo deberás dejarte llevar. Tienes tan mal aspecto que incluso los forajidos podrían intentar robarte, ¿Y no quieres eso, verdad?— Cerca de esas calles nauseabundas se encontraban las calles y plazas principales y era allí donde a esas horas se encontraban as féminas más cuidadas, respetadas y sobretodo, las vírgenes. También se encontraba cerca el Cabaret… tantas ideas en su mente y únicamente, la idea de una virgen le robaba el aliento ahora que pensaba alimentarse y no de Kendryck, aunque este siempre pudiese ser un buen aperitivo.
Llevó sus pasos a través del amparo de las sombras hasta llegar a las zonas más pobladas y aunque ahora desiertas, en cuanto una pareja pasó cerca de ellos, aprovechó para atraerlo hacia ella y de ese modo chocar sus frentes, entremezclando sus deseosos y hambrientos alientos. La pareja mortal siguió su camino sin darse cuenta de sus oscuras presencias y mirándole en la penumbra de aquel edificio sonrío lentamente y seductoramente llevando su nariz a su cuello y sus labios a recorrer la fría curva de su cuello en una juguetona caricia — ¿Cabaret, burdel o una simple y aburrida cacería? —sopló divertida y regresando la mirada a sus ojos, le miró intensamente a través de sus parpados, al tiempo en que como si de una balada fúnebre fuera, sus dedos empezaron a repiquetear en los ajenos aún sostenidos por su mano en lo que aún no llegaba su respuesta. La sangre pronto tintaría esas sucias calles y sus bocas alimentadas del fervor de aquella esencia carmesí, se saciarían con los canticos de los corazones de sus inocentes víctimas. ¿Y quién los detendría? Esa noche era enteramente y exclusivamente de ellos.
Dasha Smirnova- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/05/2015
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