Deliverance || Privado

por **Arjun** Mar Oct 20, 2015 12:58 pm

Deliverance

El incesante sonido de las manecillas generó un eco en los pasillos empolvados de su subconsciente. Entonces, la rubia aterrizó una vez más en su realidad. Pasó sus dedos largos por el espeso mar de cabellos, recostada aún en la comodidad de su mullido tálamo. Suspiró con la mirada ausente de la belleza y la artificialidad que le rodeaba en su habitación. Se había quedado dormida después de llorar amargamente, como lo hacía todas las noches desde su llegada a la capital. Se abrazó a las sabanas resistiéndose a ponerse de pie. No se sentía del todo integra para comandar el evento que un par de meses atrás había organizado con tanta mesura. Por otra parte, estaba la contradicción de despojar de mejores oportunidades a aquellos pequeños que recientemente habían ingresado al orfanato. Movió ligeramente su cabeza alejando esas inclinaciones egoístas, no podía anteponer el dolor propio cuando tenía ya todo listo.

Suspiró y dio un vistazo a su imagen en el enorme espejo ovalado. Nada distinto de lo que veía los días previos.Despierta Kirsten, levántate de este letargo, se repetía a si misma a diario antes de dirigirse a su destino. Pidió a la servidumbre le dejaran sola, no necesitaba de sus atenciones ese día. Tomó un baño y se vestía dando paso al rito de transformación, la peineta dorada recorría cada surco de sus rizos, una ligera capa de rubor para enaltecer sus delicados pómulos, sombra espesa sobre sus parpados, magia negra para los ojos, finalmente el tenue rosa pálido sobre sus labios. Aparentemente todo era perfección, aunque por dentro no necesitaba ni quería seguir así, por más que se miraba en el espejo no lograba encontrar a la verdadera Kirsten, esa mujer soñadora que ahora se escondía tras el velo de la soledad y el encierro cuando no brindaba cátedra en el College de France.

Pidió de inmediato que el carruaje le condujera hasta el palacio Royal. A través de la ventanilla observó los pálidos tonos que la estación cernía a sus habitantes, ansiaba con ahínco ser como aquellos transeúntes que se pasaban la vida sin preocupaciones, quería ser ella misma otra vez. Dedicó una de sus mejores sonrisas a un par de infantes que se acercaron a saludarle cuando descendió del vehículo, atraídos por la artificialidad de su indumentaria. Apresuró un poco el paso y finalmente se interné en aquel edificio, portentoso y en silencio sus puertas le dieron la bienvenida una vez más, se sentí entusiasmada al estar dentro conviviendo con aquellas damas y caballeros de alta alcurnia, no por el hecho de pertenecer a su círculo social, sino por la magnitud que alcanzaría dicho evento y los fondos que destinaría más adelante.

Saludó cortésmente a quienes le reconocían, mostrándose siempre afable y dispuesta a responder a las charlas amenas de mujeres educadas y cultas, incluso con aquellos hombres que le miraban con otras intenciones. Por supuesto rechazaba cada detalle de galantería con un ademan y una sonrisa autentica. Avanzó hacia la parte alta de la escalinata y con voz segura tomó la palabra.

–Damas y caballeros, sean cordialmente bienvenidos, que esta noche sea para ustedes, inolvidable–

Los aplausos estallaron de inmediato y el rasposo sonido del cello dio pauta al baile, no obstante Kirsten se mantuvo de pie, absorta en su nostalgia y pena habitual.

por **Harald Freiss** Miér Ene 06, 2016 11:32 pm

Los deberes de alta sociedad eran algo que muchas veces a Harald no le iban ni le venían, más cuando se trataba de cosas de beneficencia a las que únicamente asistía para divertirse, obtener algo que le gustase o hacerse de una compañera para pasar la noche. En el caso de aquel evento, era más bien lo último de todo lo que le impulsaba asistir. Así que vestido de acuerdo a la ocasión con un traje color azul oscuro, el hechicero llegó al palacio Royal a la hora indicada del inicio del evento solo para encontrarse con las personas habituales, las charlas de siempre y lo aburrido de cada reunión (sin importar la finalidad) de la clase alta. Aún con todo y eso, el Freiss fue capaz de hacerse rápidamente de una compañera que parecía ser la presa indicada de la noche o al menos lo fue hasta que la anfitriona hizo acto de aparición.

Kirsten era una mujer hermosa, capaz de atraer la atención de cualquier hombre que la mirase como si de un hechizo se tratará y no, nada tenía que ver con el aura mágica que la rodeaba y de la cual el brujo se percataba a la perfección.
– Vaya que será inolvidable, no lo crees Harald – dijo su acompañante, haciendo uso de la bienvenida que Kirsten daba a todos los invitados, pero Harald no le prestó atención pues sus ojos estaban puestos en la anfitriona de la fiesta quien desde su punto de vista lucía algo… decaída.
– Lo siento querida, mi cita de esta noche ya arribo y es mi deber ir con ella – mintió de manera descarada, dejando un beso en la palma de la joven antes de alejarse de ella y caminar en dirección a la hechicera, quien habiendo dado la indicación de continuar con el baile, permanecía aún sin pareja, algo que para una anfitriona era imperdonable. El hechicero no poseía motivo real para acercarse a Kirsten, solo era empujado por la curiosidad del momento y quien sabía, quizás descubriera un motivo interesante para tratar de mantener el contacto con ella o al menos algo parecido. Todas y cada una de las relaciones de Harald eran meramente asuntos convenientes para él, situaciones en las que sabía que saldría ganando algo ya que de otra manera, eran simplemente relaciones molestas que no valían la pena mantener, así que esperaba no haber abandonado una presa potencial para amante de la noche por una mujer que no valía absolutamente nada.

– ¿Qué se dirá si la anfitriona no baila al menos una pieza con alguno de sus invitados? – menciono él una vez que se vio cerca de Kirsten, solo para después estirar su mano en dirección a ella sin temor alguno a ser rechazado, después de todo, ¿Cómo iba a ser rechazado cuando al acercarse a ella las miradas de todos se habían vuelto a ambos? Definitivamente, Harald siempre sabía que hacer para conseguir las cosas que deseaba.

por **Arjun** Dom Ene 24, 2016 12:12 pm

Deliverance

El sonido apabullante de los aplausos inundó de lleno cada rincón del Palacio Royal. Los semblantes que plasmaban júbilo en cada una de las personalidades tan solo añadían un poco más de colorido a la escena que poco a poco cedía a los primeros rasgueos de los violines y cellos. En cuestión de segundos cada uno de los presentes iniciaba las charlas, repletas de temas banales incluso frías con algunas excepciones, así mismo las primeras parejas tomaban sus lugares correspondientes al centro de la pista. La tibia luz que los enormes candelabros cernían resultaba idónea para que los perfiles mantuvieran ese enigma oculto, dando pie a diversos cuestionamientos propios de las tertulias de alta sociedad. Desde el ángulo donde Kirsten se encontraba, notaba con claridad las auras de cada uno de los presentes, muchos con dones como los suyos, otros tantos con demasiadas penumbras en sus corazones.

El semblante de la rubia apenas podía sostener su expresión de regocijo, pero debía continuar con el acto para recabar los fondos necesarios y ayudar en las diversas necesidades que requerían su atención como sub-directora de un instituto de renombre. Un par de horas, solo eso. Descendió con recato por la enorme escalera y avanzó entre los desconocidos dedicando un par de sonrisas y reverencias a quienes se detenían a saludarle. Tomó una copa con su diestra y bebió apenas un sorbo, su mirada iba de aquí hacia allá, negándose a posarla en algún punto en específico ya que esto conllevaba a adentrarse en las historias ajenas. Intempestivamente se sintió abordada por la galantería de un caballero que al parecer le había divisado con anterioridad y solo buscaba un espacio para aproximarse. Kirsten le miró con curiosidad y al notar el matiz que coronaba su cabeza, supo que no trataba con alguien común.

–Monsieur, muy buenas noches–

Delineó una línea semi-curva en sus labios, ligeramente sorprendida por el arrojo del joven al delatarse mediante esa petición, recatada pero con cierto aire de atrevimiento.

–Se diría que es una mujer con demasiadas ocupaciones como para no ceder parte de su tiempo en un evento que ella misma patrocina y eso no es algo bueno ¿Cierto?– susurró sin dejar de mirarle por un instante.

Hacía mucho tiempo que declinaba sus defensas ante un halago. Dentro de ese crepúsculo que rodeaba su corazón hacía falta un poco de luz, una distracción que le permitiese ver una vez más el panorama completo sin centrarse en los hechos pasados. Suspiró y extendió su enguantada diestra al caballero, no sin antes depositar la copa en una de las bandejas de plata que descansaban sobre la mesa.

–Será un honor bailar con usted Monsieur, Kirsten Bjørnstjerne–

Dijo mientras colocaba una mano sobre el hombro ajeno y la otra sujeta a la diestra. Sus pies cedían a los ritmos cadenciosos que les mecían de un lado a otro en un vaivén de pasos mesurados.

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