AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Por siempre mía [Privado]
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Por siempre mía [Privado]
Hacía relativamente poco que el sol se había extinguido, dando paso a la oscuridad y a las criaturas que en ella habitaban. Entre esas criaturas se encontraba Lisandër, un soldado inquisidor que en esa peculiar noche se encontraba de mal humor, todo gracias a que en los cuarteles de la inquisición no tenían mucho que hacer y eso lo fastidiaba de sobre manera. Lisandër no era de esos vampiros que se quedaban estáticos en un solo lugar, el inmortal gustaba de sentirse útil pues de otra manera creía que no tenía realmente motivos para seguir existiendo y era la idea de una existencia completamente inútil lo que tantos problemas le ocasionaba a su mente. Fastidiado en los cuarteles, fue que opto por salir a tomar un respiro aunque más bien era tomarse toda la noche para ir a ver a una mujer que necesitaba en aquellos terribles momentos.
Luba era una bailarina que de manera casual Lisandër encontró en su camino, mujer de la que no pudo despegar su mirada y a quien lentamente llevó hasta él, haciendo que poco a poco la mortal fuera incapaz de alejarse más de él. Quienes se dieran cuenta de que había usado su sangre para convertirla en su esclava dirían que era una manera muy enferma de mantenerla a su lado, pero a él poco le interesaba lo que pensaran los demás. Luba dejaba en él esa sensación de estar vivo que nadie más era capaz de otorgarle, motivo por el cual Lisandër se mostraba en exceso posesivo y celoso con ella. Desde que la convirtiera en su esclava de sangre, el inmortal le había impedido continuar bailando para otras personas e hizo hincapié en que sus danzas solo tenían que tener la finalidad de entretenerle a él. Esa noche pues, el inmortal abandono su puesto en los cuarteles y se dirigió hasta su hogar, donde quería suponer que Luba le estaría esperando como usualmente lo hacía.
Apenas entraba el inquisidor a su hogar cuando el aroma de la humana aquella le inundo las fosas nasales, haciendo que una sonrisa complacida apareciera en sus labios.
– Luba, ¿Dónde estas?… – susurró aquel nombre, a sabiendas que la sangre que daba con regularidad a la mujer ayudaba a que sus sentidos aumentasen y fuera capaz de percatarse de su presencia casi con tanta asertividad como si ella misma fuera ya un vampiro. Con atención escucho como un par de pasos retumbaban en aquella casa y nuevamente la sonrisa apareció en los labios del inmortal, quien para ese momento ya se encontraba con un humor mucho más llevadero que el que tuviera justo cuando dejaba los cuarteles.
Luba era una bailarina que de manera casual Lisandër encontró en su camino, mujer de la que no pudo despegar su mirada y a quien lentamente llevó hasta él, haciendo que poco a poco la mortal fuera incapaz de alejarse más de él. Quienes se dieran cuenta de que había usado su sangre para convertirla en su esclava dirían que era una manera muy enferma de mantenerla a su lado, pero a él poco le interesaba lo que pensaran los demás. Luba dejaba en él esa sensación de estar vivo que nadie más era capaz de otorgarle, motivo por el cual Lisandër se mostraba en exceso posesivo y celoso con ella. Desde que la convirtiera en su esclava de sangre, el inmortal le había impedido continuar bailando para otras personas e hizo hincapié en que sus danzas solo tenían que tener la finalidad de entretenerle a él. Esa noche pues, el inmortal abandono su puesto en los cuarteles y se dirigió hasta su hogar, donde quería suponer que Luba le estaría esperando como usualmente lo hacía.
Apenas entraba el inquisidor a su hogar cuando el aroma de la humana aquella le inundo las fosas nasales, haciendo que una sonrisa complacida apareciera en sus labios.
– Luba, ¿Dónde estas?… – susurró aquel nombre, a sabiendas que la sangre que daba con regularidad a la mujer ayudaba a que sus sentidos aumentasen y fuera capaz de percatarse de su presencia casi con tanta asertividad como si ella misma fuera ya un vampiro. Con atención escucho como un par de pasos retumbaban en aquella casa y nuevamente la sonrisa apareció en los labios del inmortal, quien para ese momento ya se encontraba con un humor mucho más llevadero que el que tuviera justo cuando dejaba los cuarteles.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 30/01/2015
Re: Por siempre mía [Privado]
Entornó los parpados, suspirando, el agua estaba deliciosa, cálida, acogedora. Luego de un día de mucho trabajo, ese era el mejor regalo que la vida le podía dar. En verdad existía uno más, al que amaba y temía a la vez. Se movió en la bañera, hasta apoyar su cuerpo en uno de los costados, dejando caer su cabeza sobre sus brazos y manos, volvió a entornar sus ojos, suspirar, aunque ésta vez un rostro tomaba posesión de su cabeza, el nombre de su domitor, de su amado, le hizo erizar la piel. Hacía días que no sabía nada de él, y se angustiaba pensando en que algo malo pudiera pasarle. Mas era un hombre demasiado severo, hasta algo agresivo, lo que hacía que ella temiera sus reacciones, aún recordaba la última vez que bailara en el Bolshoir. Toda la actuación, pudo sentir aquella mirada clavada en ella, Cada vez que el bailarín se acercaba a besarla, porque así decía la coreografía que debía hacer. Un dolor intenso en la cabeza de su compañero lo desconcentraba, al final tuvieron que improvisar y el cierre casi lo hizo sola, pues en dos ocasiones, Dima, tuvo que abandonar las tablas por aquel malestar. Mientras en la cabeza de Luba una voz le repetía que aquello era culpa suya, por desobedecerle, por dejar que otro intentara tomar aquello que solo le podía pertenecer. – Eres mía… entiéndelo– resonó en la cabeza de la joven, que se estremeció, como si Lisandërs se encontrara a su lado y se lo dijera en el oído, - lo sé, amor mio... lo sé – susurró ella, mientras se apresuraba a salir del agua.
Envuelta en una bata se dedicó a elegir el vestido que usaría aquella noche, podría presentir que él vendría a buscarla, ¿la alimentaría? No lo sabía, eso podía depender de su estado de ánimo, de la desconfianza que pudiera surgir en la mente del inmortal. Luba se dio cuenta que el vampiro, no confiaba en nadie, como si alguna relación anterior, lo hubiera herido profundamente, casi de forma definitiva. Ella lo amaba, pero necesitaba que confiara en el amor que le demostraba, y le permitiera ser aquello que la convertía en el ser que lo había atraído. No podía dejar la danza, aquello era su vida, cuando el inquisidor no estaba a su lado, - solo espero que algún día logres entenderlo -, dijo ante el espejo, como si pudiera decírselo a él, aunque sabía muy bien que, seguramente, jamás se animaría.
Luego de haberse arreglado, vistiendo un hermoso vestido apropiado para la estación invernal y de un hermoso verde oscuro, de escote algo pronunciado, pero que poseía un tipo de falso cuello, lo que le permitía sacarlo, si el vampiro deseaba beber de ella, vamos que era una perfecta esclava. Se había puesto un poco de polvo en el rostro, para disimular las ojeras que tenía, ya que sin la presencia de su amado, pasaba muchas horas desvelada, en cambio, entre sus brazos, solía dormir profundamente. A demás, se había pasado la mañana practicando la coreografía en el teatro, pues solo quedaban unas semanas para el debut, tragó saliva al recordar que ya no podría esconder su actividad diaria, y Lisandër, más temprano que tarde, se enteraría.
Ya en horas de la tarde, había estado dedicada a comprar algunos adornos para su hogar, - nuestro hogar – caviló, intentando acomodar la definición al lugar donde estaba prisionera, aunque por su propia voluntad. Es así que cuando bajó a la sala de recibo, se dedicó a elegir los lugares más apropiados para cada uno de esos adornos. Se encontraba haciendo esa tarea, cuando el estómago le dio un vuelco, estaba segura de que pronto llegaría su amado. Le sudaron las manos, pensando en cómo reaccionaría el vampiro, cuando ella le mostrara que, entre los objetos comprados se encontraba un instrumento novedoso, una adquisición, que podría usar en alguna fiesta, si él accediera a realizar alguna reunión en su mansión.
Por otra parte, de seguro pondría el grito en el cielo si le contaba cuanto le había salido, y ese grito llegaría al sol, si se enteraba que lo había pagado con su trabajo en el teatro. Solo esperaba que Lisandër no decidiera destrozar el instrumento. Paseó sus largos dedos por las teclas de la pianola, para luego hacerla funcionar, - solo espero que algún día desees bailar conmigo -, suspiró al recordar cuantas veces lo había intentado, pero él siempre parecía estar de mal humor, aunque ella siempre lo sabía calmar. La voz del vampiro llamándola, a sobresaltó, - Has llegado... al fin... mi vida – dijo, mientras corría hacia la puerta de entrada, para tirarse en brazos de su gruñón favorito. Le beso en los labios, mordiendo suavemente el labio inferior y mirándole a los ojos
Envuelta en una bata se dedicó a elegir el vestido que usaría aquella noche, podría presentir que él vendría a buscarla, ¿la alimentaría? No lo sabía, eso podía depender de su estado de ánimo, de la desconfianza que pudiera surgir en la mente del inmortal. Luba se dio cuenta que el vampiro, no confiaba en nadie, como si alguna relación anterior, lo hubiera herido profundamente, casi de forma definitiva. Ella lo amaba, pero necesitaba que confiara en el amor que le demostraba, y le permitiera ser aquello que la convertía en el ser que lo había atraído. No podía dejar la danza, aquello era su vida, cuando el inquisidor no estaba a su lado, - solo espero que algún día logres entenderlo -, dijo ante el espejo, como si pudiera decírselo a él, aunque sabía muy bien que, seguramente, jamás se animaría.
Luego de haberse arreglado, vistiendo un hermoso vestido apropiado para la estación invernal y de un hermoso verde oscuro, de escote algo pronunciado, pero que poseía un tipo de falso cuello, lo que le permitía sacarlo, si el vampiro deseaba beber de ella, vamos que era una perfecta esclava. Se había puesto un poco de polvo en el rostro, para disimular las ojeras que tenía, ya que sin la presencia de su amado, pasaba muchas horas desvelada, en cambio, entre sus brazos, solía dormir profundamente. A demás, se había pasado la mañana practicando la coreografía en el teatro, pues solo quedaban unas semanas para el debut, tragó saliva al recordar que ya no podría esconder su actividad diaria, y Lisandër, más temprano que tarde, se enteraría.
Ya en horas de la tarde, había estado dedicada a comprar algunos adornos para su hogar, - nuestro hogar – caviló, intentando acomodar la definición al lugar donde estaba prisionera, aunque por su propia voluntad. Es así que cuando bajó a la sala de recibo, se dedicó a elegir los lugares más apropiados para cada uno de esos adornos. Se encontraba haciendo esa tarea, cuando el estómago le dio un vuelco, estaba segura de que pronto llegaría su amado. Le sudaron las manos, pensando en cómo reaccionaría el vampiro, cuando ella le mostrara que, entre los objetos comprados se encontraba un instrumento novedoso, una adquisición, que podría usar en alguna fiesta, si él accediera a realizar alguna reunión en su mansión.
Por otra parte, de seguro pondría el grito en el cielo si le contaba cuanto le había salido, y ese grito llegaría al sol, si se enteraba que lo había pagado con su trabajo en el teatro. Solo esperaba que Lisandër no decidiera destrozar el instrumento. Paseó sus largos dedos por las teclas de la pianola, para luego hacerla funcionar, - solo espero que algún día desees bailar conmigo -, suspiró al recordar cuantas veces lo había intentado, pero él siempre parecía estar de mal humor, aunque ella siempre lo sabía calmar. La voz del vampiro llamándola, a sobresaltó, - Has llegado... al fin... mi vida – dijo, mientras corría hacia la puerta de entrada, para tirarse en brazos de su gruñón favorito. Le beso en los labios, mordiendo suavemente el labio inferior y mirándole a los ojos
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/11/2014
Re: Por siempre mía [Privado]
Luba era la criatura más maravillosa sobre la que los ojos del inmortal se hubiesen posado y apenas hacía ella acto de presencia, Lisandër se volvía incapaz de admirar otra cosa que no fuera la perfección de la bailarina, su bailarina. Su manera posesiva de actuar se debía meramente al hecho de que la idea de perderla (cualquiera fuera la situación por la que la perdiera) era algo que sabía que no podría tolerar. Quizás Luba fuera capaz de entender eso si él se lo explicaba, sin embargo, para el inmortal hablar tan abiertamente de lo que sentía le era completamente imposible, dejando entonces a la mortal, con lo que ella pudiera intuir sobre los sentimientos del vampiro por ella.
Apenas había entrado entonces a la mansión cuando escucho como es que ella iba hasta donde él se encontraba y apenas los ojos de Lisandër se toparon la figura de su esclava, una sonrisa apareció en sus labios.
– Tomare este recibimiento como muestra de que te he hecho falta – la espero en su sitio, tomando el cuerpo femenino entre sus brazos y recibiendo de buena gana aquel beso que en los días que no le viera, tanta falta le había hecho. Aprovecho además la cercanía para llenar sus sentidos de ella y solo después de ello, le soltó para mirar directamente a aquellos ojos que le profesaban un amor absoluto – ¿Alguna novedad en casa? – rodeo con cuidado la cintura de la bailarina, acercándole más a su cuerpo y guiándole más al interior del hogar de ambos. Realmente Lisandër no se preocupaba por las cosas de otros, pero con Luba había sido todo diferente; ella le importaba aunque tratara de demostrar lo contrario. Incluso había llegado al punto de pensar en aprender a bailar, todo porque su amada esclava le pedía continuamente que realizaran aquella peculiar muestra de afecto que por el momento, él era incapaz de llevar a cabo.
Sin detenerse mucho, llevo a su esclava hasta una pequeña sala de estar en el hogar de ambos y solo al estar en ese sitio fue que Lisandër se separo un poco de ella para admirarle.
– Ese color resalta tu belleza, además de que te vuelve mucho más deseable para mi – son una sonrisa mostro sus colmillos a ella – Tengo sed de ti Luba, ¿No tienes tú de mi? – la tomo por la cintura, acercando el cuerpo femenino a él para besar la comisura de sus labios, aguardando por una respuesta que le fuera completamente satisfactoria por parte de su bailarina.
Apenas había entrado entonces a la mansión cuando escucho como es que ella iba hasta donde él se encontraba y apenas los ojos de Lisandër se toparon la figura de su esclava, una sonrisa apareció en sus labios.
– Tomare este recibimiento como muestra de que te he hecho falta – la espero en su sitio, tomando el cuerpo femenino entre sus brazos y recibiendo de buena gana aquel beso que en los días que no le viera, tanta falta le había hecho. Aprovecho además la cercanía para llenar sus sentidos de ella y solo después de ello, le soltó para mirar directamente a aquellos ojos que le profesaban un amor absoluto – ¿Alguna novedad en casa? – rodeo con cuidado la cintura de la bailarina, acercándole más a su cuerpo y guiándole más al interior del hogar de ambos. Realmente Lisandër no se preocupaba por las cosas de otros, pero con Luba había sido todo diferente; ella le importaba aunque tratara de demostrar lo contrario. Incluso había llegado al punto de pensar en aprender a bailar, todo porque su amada esclava le pedía continuamente que realizaran aquella peculiar muestra de afecto que por el momento, él era incapaz de llevar a cabo.
Sin detenerse mucho, llevo a su esclava hasta una pequeña sala de estar en el hogar de ambos y solo al estar en ese sitio fue que Lisandër se separo un poco de ella para admirarle.
– Ese color resalta tu belleza, además de que te vuelve mucho más deseable para mi – son una sonrisa mostro sus colmillos a ella – Tengo sed de ti Luba, ¿No tienes tú de mi? – la tomo por la cintura, acercando el cuerpo femenino a él para besar la comisura de sus labios, aguardando por una respuesta que le fuera completamente satisfactoria por parte de su bailarina.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 30/01/2015
Re: Por siempre mía [Privado]
Él la rodeó con sus brazos, Luba, con sus manos acariciando el cuello y nuca de su amado, entrecerró los ojos, e inclinó la cabeza, sonriendo, mientras inspiraba el perfume que su adorado emanaba. Acercó sus labios a los ajenos para susurrar - te he extrañado más que si me hubieran arrancado el alma y vagara sin ella, por éste mundo… - sus dedos se hundieron en el cabello de Lisander, al tiempo que lo besaba y cerraba sus ojos para disfrutar de aquel momento.
Cuando la soltó para contemplarla, ella sintió como si le hubieran quitado una parte importante de su vida, claro, eso era parte de aquella relación, esclava – domitor, más el amor que sentía por él era puro y sincero, separado de la necesidad de su sangre. Un pequeño suspiro se escapó de sus labios, mostrando su descontento. Buscó su mirada y dibujó una dulce sonrisa en sus labios, - pues, algo nuevo… mmm… solo promete que no te enojarás… - sus ojos lo contemplaron con la tristeza de un niño, que teme ser reprendido por su padre – bueno… solo… - se acercó nuevamente a él, acariciando el pecho masculino con la punta de sus dedos de la mano derecha, - que he comprado una pianola… pero no te preocupes… no ha salido tanto… he sido cuidadosa… y los sirvientes lo han ingresado a la mansión – quiso que ese detalle quedara claro, sabía que a su amado, no le gustaba que personas extrañas llegaran a su refugio – oh! Amor, tienes que verlo, es como un piano, pero puede tocar solo… ¿no es un portento? – exclamó dando saltitos como si hubiera recibido su regalo de reyes.
Lo acompañó hasta la pequeña sala, era una habitación con ventanales que daban a un balcón y de allí al jardín que rodeaba la mansión. Luba sonrío, pues era un lugar en el que solía entrar a refugiarse cuando él no estaba. Allí, la contemplaban pinturas de diferentes temáticas, todas paisajes de los distintos lugares en donde Lisander había vivido durante su larga existencia. La bailarina, adoraba el imponente cuadro en el que su amado contemplaba con un dejo de arrogancia a quien observaba la pintura, tras de él, un paisaje de Grecia. – Algún día le pediré que me lleve a su tierra natal – se había prometido, pero jamás logró tener el valor suficiente como para pedírselo.
Fueron las palabras del vampiro, cuando elogió su vestido, que la hicieron volver a la realidad, sonrosada ante ese halagador comentario, le sonrió y acarició el cuello del inmortal. Un escalofrío se apoderó de ella al contemplar los colmillos. No era miedo, sino, la certeza de sentir el profundo beso, la fría mordida, - en el cuello o en la muñeca – el seductor preludio que culminaría cuando su amante terminar alimentándose de ella. El corazón se disparó en latidos apresurados cuando él la atrajo con premura hasta su pecho. Como si se tratase de una de sus coreografías, la joven inclinó su cuerpo hacia tras, recibiendo el beso en la comisura de sus labios. Entornó sus parpados y suspiró asintiendo levemente, - sí, deseo… te deseo… - inclinó aún más su cabeza, ofreciéndole el cuello, blanco como el alabastro. Sus manos se deslizaron por los brazos y hombros del inquisidor, - bebe de mi… amor… aliméntate -.
Cuando la soltó para contemplarla, ella sintió como si le hubieran quitado una parte importante de su vida, claro, eso era parte de aquella relación, esclava – domitor, más el amor que sentía por él era puro y sincero, separado de la necesidad de su sangre. Un pequeño suspiro se escapó de sus labios, mostrando su descontento. Buscó su mirada y dibujó una dulce sonrisa en sus labios, - pues, algo nuevo… mmm… solo promete que no te enojarás… - sus ojos lo contemplaron con la tristeza de un niño, que teme ser reprendido por su padre – bueno… solo… - se acercó nuevamente a él, acariciando el pecho masculino con la punta de sus dedos de la mano derecha, - que he comprado una pianola… pero no te preocupes… no ha salido tanto… he sido cuidadosa… y los sirvientes lo han ingresado a la mansión – quiso que ese detalle quedara claro, sabía que a su amado, no le gustaba que personas extrañas llegaran a su refugio – oh! Amor, tienes que verlo, es como un piano, pero puede tocar solo… ¿no es un portento? – exclamó dando saltitos como si hubiera recibido su regalo de reyes.
Lo acompañó hasta la pequeña sala, era una habitación con ventanales que daban a un balcón y de allí al jardín que rodeaba la mansión. Luba sonrío, pues era un lugar en el que solía entrar a refugiarse cuando él no estaba. Allí, la contemplaban pinturas de diferentes temáticas, todas paisajes de los distintos lugares en donde Lisander había vivido durante su larga existencia. La bailarina, adoraba el imponente cuadro en el que su amado contemplaba con un dejo de arrogancia a quien observaba la pintura, tras de él, un paisaje de Grecia. – Algún día le pediré que me lleve a su tierra natal – se había prometido, pero jamás logró tener el valor suficiente como para pedírselo.
Fueron las palabras del vampiro, cuando elogió su vestido, que la hicieron volver a la realidad, sonrosada ante ese halagador comentario, le sonrió y acarició el cuello del inmortal. Un escalofrío se apoderó de ella al contemplar los colmillos. No era miedo, sino, la certeza de sentir el profundo beso, la fría mordida, - en el cuello o en la muñeca – el seductor preludio que culminaría cuando su amante terminar alimentándose de ella. El corazón se disparó en latidos apresurados cuando él la atrajo con premura hasta su pecho. Como si se tratase de una de sus coreografías, la joven inclinó su cuerpo hacia tras, recibiendo el beso en la comisura de sus labios. Entornó sus parpados y suspiró asintiendo levemente, - sí, deseo… te deseo… - inclinó aún más su cabeza, ofreciéndole el cuello, blanco como el alabastro. Sus manos se deslizaron por los brazos y hombros del inquisidor, - bebe de mi… amor… aliméntate -.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/11/2014
Re: Por siempre mía [Privado]
A Luba le resultaba tan sencillo expresar sus afectos y deseos con palabras que muchas veces Lisandër se sorprendía de ello. ¿Había actuado él de la misma manera durante su humanidad? ¿Era capaz también de decir las cosas que Luba sin contenerse en lo más mínimo? Le era imposible recordarse a si mismo de esa manera y eso le llevaba a pensar que quizás nunca fue así. Lisandër no expresaba como se sentía con frases directas, lo hacía con algunas más rebuscadas y principalmente con sus acciones, por eso era que le rodeaba con total cuidado, tratándola como si fuera lo más sagrado que poseía y respondiendo su beso con necesidad de sentirla cerca.
Con la mirada fija en ella pudo intuir por la sonrisa que le dedicaba que efectivamente algo había sucedido durante su ausencia y con cierto fastidio movió la cabeza de un lado a otro. Esa era una de las razones por las que odiaba dejar a su amada esclava durante varios días, porque siempre sabía que al regresar algo había sucedido, además de que se sentía inmensamente inseguro si es que no estaban juntos.
– Prometo no enojarme, así que dime que es lo que ha pasado – tanto Luba como él sabían que las promesas que Lisandër hacía podían romperse en cualquier segundo, dependiendo claro de lo que hubiese sucedido o fuera a suceder, pero aquel día al escucharla no pudo más que con una sonrisa dejarla ver sus blancos colmillos – ¿Una pianola? Y ¿Te ha hecho feliz el comprarla? ¿Sólo eso hiciste durante mi ausencia? Sabes que me gusta saber que haces cuando no estoy cerca de ti – la respuesta a sus preguntas era más que evidentes, Luba no se mostraba tan entusiasmada por nada pero aún con todo y eso el inmortal le cuestionaba, solo para asegurarse de que ella se había encontrado bien y que su ausencia no la había hecho desobedecer en otros sentidos. El inmortal era demasiado posesivo y se preocupaba de más por ella pero eso era algo que le era imposible contener. Luba simbolizaba todo para él, ella era su cielo y su infierno.
Una vez que estuvieron en la sala fue que la necesidad del inmoral se hizo presente y con sus palabras y actos, invitaba a la bailarina a asegurarle que le necesitaba tanto como él a ella. Ante su beso pudo escuchar los latidos de su esclava acelerarse y una sonrisa de medio lado apareció en los labios de Lisandër.
– Luba… mi Luba – susurró sobre aquel blanco cuello antes de que sus colmillos perforasen la suave piel de la mujer y sus manos la acercaran más a él. A través de los años el inmortal se alimentó de muchas personas pero nunca el acto de beber sangre se había convertido algo tan intimo como con la bailarina puesto que ella se entregaba a él y él a ella de una manera que pocos comprenderían. La sangre de la esclava era deliciosa, justo lo que el inquisidor necesitaba para sentirse revitalizado ya que al menos un poco de sangre de su amada, era capaz de transformarlo por completo. Así pues, no bebió mucho de ella, apenas lo necesario para sentirse en paz y sentirla por completo suya – Tu sangre siempre es deliciosa – lamió la herida hecha en su cuello solo para después mirarle complacido y hacerle una pregunta crucial para los esclavos de sangre – ¿Hace cuanto que no te doy sangre yo?
Con la mirada fija en ella pudo intuir por la sonrisa que le dedicaba que efectivamente algo había sucedido durante su ausencia y con cierto fastidio movió la cabeza de un lado a otro. Esa era una de las razones por las que odiaba dejar a su amada esclava durante varios días, porque siempre sabía que al regresar algo había sucedido, además de que se sentía inmensamente inseguro si es que no estaban juntos.
– Prometo no enojarme, así que dime que es lo que ha pasado – tanto Luba como él sabían que las promesas que Lisandër hacía podían romperse en cualquier segundo, dependiendo claro de lo que hubiese sucedido o fuera a suceder, pero aquel día al escucharla no pudo más que con una sonrisa dejarla ver sus blancos colmillos – ¿Una pianola? Y ¿Te ha hecho feliz el comprarla? ¿Sólo eso hiciste durante mi ausencia? Sabes que me gusta saber que haces cuando no estoy cerca de ti – la respuesta a sus preguntas era más que evidentes, Luba no se mostraba tan entusiasmada por nada pero aún con todo y eso el inmortal le cuestionaba, solo para asegurarse de que ella se había encontrado bien y que su ausencia no la había hecho desobedecer en otros sentidos. El inmortal era demasiado posesivo y se preocupaba de más por ella pero eso era algo que le era imposible contener. Luba simbolizaba todo para él, ella era su cielo y su infierno.
Una vez que estuvieron en la sala fue que la necesidad del inmoral se hizo presente y con sus palabras y actos, invitaba a la bailarina a asegurarle que le necesitaba tanto como él a ella. Ante su beso pudo escuchar los latidos de su esclava acelerarse y una sonrisa de medio lado apareció en los labios de Lisandër.
– Luba… mi Luba – susurró sobre aquel blanco cuello antes de que sus colmillos perforasen la suave piel de la mujer y sus manos la acercaran más a él. A través de los años el inmortal se alimentó de muchas personas pero nunca el acto de beber sangre se había convertido algo tan intimo como con la bailarina puesto que ella se entregaba a él y él a ella de una manera que pocos comprenderían. La sangre de la esclava era deliciosa, justo lo que el inquisidor necesitaba para sentirse revitalizado ya que al menos un poco de sangre de su amada, era capaz de transformarlo por completo. Así pues, no bebió mucho de ella, apenas lo necesario para sentirse en paz y sentirla por completo suya – Tu sangre siempre es deliciosa – lamió la herida hecha en su cuello solo para después mirarle complacido y hacerle una pregunta crucial para los esclavos de sangre – ¿Hace cuanto que no te doy sangre yo?
Última edición por Lisandër el Lun Feb 29, 2016 9:54 pm, editado 1 vez
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 30/01/2015
Re: Por siempre mía [Privado]
Se aferró mas a él, cuando los labios masculinos fueron besando su hombro y cuello, para terminar abriendo la boca, los colmillos blancos se notaron afilados, prestos a morderle. Todo su cuerpo se conmocionó ante la cercanía de aquel acto que provocaba en la esclava, un efecto similar al de un acto sexual. Inclinó la cabeza, dejando mas descubierto su cuello, suspiró al momento de ser mordida, un dulce gemido se escapó de sus labios. Con sus ojos cerrados, se dejó llevar por el placer que la embargaba cuando su domitor la sojuzgaba.
Sus manos aferraban el toso y la nuca del vampiro, haciendo una leve presión, instando a que siguiera alimentándose de ella. sus dedos, delgados y largos, se enredaron el en cabello de Lisandër, mientras los suspiros se escapaban de sus labios, - sabes que solo puedo ser tuya - le susurró, en el momento en que dejaba de beber de ella y lamia las pequeñas heridas para que éstas se cerraran.
Le escuchó preguntar cuanto hacía que no se alimentaba de él, y recien en ese momento cayó en la cuenta que habían pasado varios meses sin que ella hubiera tomado ni siquiera unas gotas de la sangre del Vampiro. La verdad, el trabajo que él llevaba, hacía que el poder estar juntos fuera un poco complicado. Misiones que debía realiza, semanas enteras sin saber de él, y cuando aparecía, ella solo deseaba que se alimentara, porque estaba segura que lejos de ella, no obtendría una sangre que pudiera darle algo que la hacia única, pues el amor y el cariño que ella profesaba por él, era un componente que hacía de su sangre, un alimento mucho mas potente y saludable para el inmortal, que la de un ser despreciable, como un delincuente, o un brujo que en momento podía convertirse hasta en un veneno.
Sonrió cohibida, mientras sus mejillas se encendían, - pues hará algunos meses... antes que salieras en misión - le dijo, intentando que sus palabras no sonaran como un regaño, esa no era la intención, solo que en verdad deseaba que él estuviera mas presente en su vida. Con su mano derecha, acarició la mejilla del inmortal delineando sus labios con un dedo, mordiendo suavemente su su labio inferior y sonriendo maliciosa, - en verdad, con el hecho de tenerte en casa, soy la mujer mas feliz del mundo -.
Sus manos aferraban el toso y la nuca del vampiro, haciendo una leve presión, instando a que siguiera alimentándose de ella. sus dedos, delgados y largos, se enredaron el en cabello de Lisandër, mientras los suspiros se escapaban de sus labios, - sabes que solo puedo ser tuya - le susurró, en el momento en que dejaba de beber de ella y lamia las pequeñas heridas para que éstas se cerraran.
Le escuchó preguntar cuanto hacía que no se alimentaba de él, y recien en ese momento cayó en la cuenta que habían pasado varios meses sin que ella hubiera tomado ni siquiera unas gotas de la sangre del Vampiro. La verdad, el trabajo que él llevaba, hacía que el poder estar juntos fuera un poco complicado. Misiones que debía realiza, semanas enteras sin saber de él, y cuando aparecía, ella solo deseaba que se alimentara, porque estaba segura que lejos de ella, no obtendría una sangre que pudiera darle algo que la hacia única, pues el amor y el cariño que ella profesaba por él, era un componente que hacía de su sangre, un alimento mucho mas potente y saludable para el inmortal, que la de un ser despreciable, como un delincuente, o un brujo que en momento podía convertirse hasta en un veneno.
Sonrió cohibida, mientras sus mejillas se encendían, - pues hará algunos meses... antes que salieras en misión - le dijo, intentando que sus palabras no sonaran como un regaño, esa no era la intención, solo que en verdad deseaba que él estuviera mas presente en su vida. Con su mano derecha, acarició la mejilla del inmortal delineando sus labios con un dedo, mordiendo suavemente su su labio inferior y sonriendo maliciosa, - en verdad, con el hecho de tenerte en casa, soy la mujer mas feliz del mundo -.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Re: Por siempre mía [Privado]
Nada le agradaba más a él que escuchar la manera en que Luba se profesaba solamente suya. Tenerla a su lado era su mayor regalo pero al mismo tiempo su mayor maldición. Para alguien como Lisandër amar tanto a alguien solo podía traer problemas y si bien hasta aquellos momentos todo iba bien, sabía que en algún momento sus celos enfermizos se saldrían de control y tan solo esperaba que aún en esos momentos, Luba le amará tanto como para permanecer aún a su lado.
Sus colmillos perforaban la suave piel de su esclava y la sangre ajena le relajó a niveles insospechados. Resultaba increíble la manera en que apenas un poco del líquido vital que corría por las venas de Luba fuera capaz de dejarlo en un estado tan placentero, aunque Lisandër sabía que no era solo la sangre. Adoraba a Luba por todo lo que era, así que hasta el simple hecho de tenerla en sus brazos le volvía feliz, pese a que no se lo expresará debidamente a ella. Una vez que sintió era suficiente y lamió las heridas de su amada bailarina, le cuestiono sobre algo verdaderamente importante.
La sonrisa avergonzada de ella provocó que el inquisidor se riera por lo bajo de ella.
– Vamos, no estoy preguntando algo extraño – acarició la mejilla femenina con suavidad, sus ojos permanecían fijos en el rostro de su esclava y solo al escuchar que ella se refería a que llevaba meses sin alimentarla, Lisandër detuvo sus suaves caricias. Siendo un ser inmortal el tiempo transcurría de una manera diferente o mejor dicho, no prestaba la atención debida al tiempo y pasar meses sin dar de su sangre a Luba, era un descuido mayúsculo que no pensaba repetir – ¿Estás segura? – preguntó para cerciorarse recibiendo como respuesta la devoción de Luba por él. La caricia en sus labios provoco una sonrisa que no fue capaz de llegarle del todo a los ojos. El vampiro sabía de sobra que su esclava deseaba con todo el corazón pasar mucho más tiempo a su lado y Lisandër había prometido que iba a ser de esa manera, pero hasta aquellos momentos, era incapaz de cumplirle. Las misiones fuera de París eran cada vez más recurrentes y si bien por su parte llevaría a la bailarina a cualquier lado donde él estuviera, tampoco era tan estúpido como para arriesgarla de una manera tan imprudente – Igual creo que es momento de que bebas.
Sin dejar de observar a su amada bailarina ni un segundo, el inquisidor se llevó una de sus muñecas a la boca y haciendo uso de sus colmillos perforó su piel.
– Anda Luba, bebe que no volveré a dejarte tanto tiempo sin mi sangre o sin mi – ofreció entonces su muñeca para que ella se alimentara de la sangre que la haría más fuerte que cualquier humano normal y a la vez, más dependiente a él. El vampiro la necesitaba a su lado, la amaba a un grado enfermizo, tanto que incluso había llegado a pensar que si no era de él por siempre, entonces prefería que no fuese de nadie. Afortunadamente su esclava nunca le había traicionado y más valía no lo hiciera, pues eso podía ser su final.
Sus colmillos perforaban la suave piel de su esclava y la sangre ajena le relajó a niveles insospechados. Resultaba increíble la manera en que apenas un poco del líquido vital que corría por las venas de Luba fuera capaz de dejarlo en un estado tan placentero, aunque Lisandër sabía que no era solo la sangre. Adoraba a Luba por todo lo que era, así que hasta el simple hecho de tenerla en sus brazos le volvía feliz, pese a que no se lo expresará debidamente a ella. Una vez que sintió era suficiente y lamió las heridas de su amada bailarina, le cuestiono sobre algo verdaderamente importante.
La sonrisa avergonzada de ella provocó que el inquisidor se riera por lo bajo de ella.
– Vamos, no estoy preguntando algo extraño – acarició la mejilla femenina con suavidad, sus ojos permanecían fijos en el rostro de su esclava y solo al escuchar que ella se refería a que llevaba meses sin alimentarla, Lisandër detuvo sus suaves caricias. Siendo un ser inmortal el tiempo transcurría de una manera diferente o mejor dicho, no prestaba la atención debida al tiempo y pasar meses sin dar de su sangre a Luba, era un descuido mayúsculo que no pensaba repetir – ¿Estás segura? – preguntó para cerciorarse recibiendo como respuesta la devoción de Luba por él. La caricia en sus labios provoco una sonrisa que no fue capaz de llegarle del todo a los ojos. El vampiro sabía de sobra que su esclava deseaba con todo el corazón pasar mucho más tiempo a su lado y Lisandër había prometido que iba a ser de esa manera, pero hasta aquellos momentos, era incapaz de cumplirle. Las misiones fuera de París eran cada vez más recurrentes y si bien por su parte llevaría a la bailarina a cualquier lado donde él estuviera, tampoco era tan estúpido como para arriesgarla de una manera tan imprudente – Igual creo que es momento de que bebas.
Sin dejar de observar a su amada bailarina ni un segundo, el inquisidor se llevó una de sus muñecas a la boca y haciendo uso de sus colmillos perforó su piel.
– Anda Luba, bebe que no volveré a dejarte tanto tiempo sin mi sangre o sin mi – ofreció entonces su muñeca para que ella se alimentara de la sangre que la haría más fuerte que cualquier humano normal y a la vez, más dependiente a él. El vampiro la necesitaba a su lado, la amaba a un grado enfermizo, tanto que incluso había llegado a pensar que si no era de él por siempre, entonces prefería que no fuese de nadie. Afortunadamente su esclava nunca le había traicionado y más valía no lo hiciera, pues eso podía ser su final.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Por siempre mía [Privado]
Le observó morder su muñeca, para luego ofrecérsela, como un gesto intimo y que solo en una relación tan personal como el de un domitor con su esclava se podía considerar algo semejante a una relación intima. Ella se acercó primero tímidamente, su lengua degustó delicadamente aquel liquido, pero la dicción se despertó en ella, abrió mas su boca y comenzó a succionar, como un recién nacido el pecho de su madre, aunque en cada succión se volvía mas posesiva y violenta. Cada vez que se alimentaba, su respiración se agitaba, sus pupilas se dilataban, todo en ella reaccionaba de una manera mas salvaje, mas erótica y eso solía angustiarle, pero siempre luego de haberse alimentado. Era como si en el instante en que se unía a él, la consciencia se le adormeciera y no tuviera un real dominio de su voluntad.
Su mente se había nublando por la sensación que producía ese elixir en su sistema, pero en un segundo de lucidez, se separó de él, - no, no, oh! disculpa amor, te he causado daño - dijo mientras se levantaba del asiento y se alejaba de él. No podía entender como su caracter variaba ante la necesidad de tomar toda la sangre que le fuera posible.
Había caminado hasta llegar al ventanal, en el que el paisaje de un jardín cubierto de nieve, no dejaba disfrutar de la maravilla en que se convertía, cuando al llegar la primavera, las rosas engalanaban el lugar y el perfume inundaba la mansión. Su mirada se perdió en ese pensamiento, imaginándose como se vería aquel lugar en unos pocos meses. Suspiró, mientras con su mano trémula acariciaba el reflejo de su amado, que se iba acercando a ella. - dicen que la santidad huele a rosas... porque el paraíso es un inmenso jardín... - enmudeció por un segundo, cerró sus ojos e inspiró suavemente, - mas yo creo que si el paraíso posee un perfume, algún aroma, ese debe ser el de tu piel, pues eres mi ángel, mi único refugio y mi destino -.
Su mente se había nublando por la sensación que producía ese elixir en su sistema, pero en un segundo de lucidez, se separó de él, - no, no, oh! disculpa amor, te he causado daño - dijo mientras se levantaba del asiento y se alejaba de él. No podía entender como su caracter variaba ante la necesidad de tomar toda la sangre que le fuera posible.
Había caminado hasta llegar al ventanal, en el que el paisaje de un jardín cubierto de nieve, no dejaba disfrutar de la maravilla en que se convertía, cuando al llegar la primavera, las rosas engalanaban el lugar y el perfume inundaba la mansión. Su mirada se perdió en ese pensamiento, imaginándose como se vería aquel lugar en unos pocos meses. Suspiró, mientras con su mano trémula acariciaba el reflejo de su amado, que se iba acercando a ella. - dicen que la santidad huele a rosas... porque el paraíso es un inmenso jardín... - enmudeció por un segundo, cerró sus ojos e inspiró suavemente, - mas yo creo que si el paraíso posee un perfume, algún aroma, ese debe ser el de tu piel, pues eres mi ángel, mi único refugio y mi destino -.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Re: Por siempre mía [Privado]
Lisänder había vuelto a Luba su esclava de sangre por celos, no existía otra razón más que esa. El vampiro la necesitaba cerca, la quería completamente suya, entregada a él en cuerpo y alma, sin que nada ni nadie si interpusiera entre ellos. Si bien sabía que los humanos que se volvían esclavos de sangre poco a poco se convertían en adictos, a él no le importaba ese hecho, mientras que fuese el único capaz de calmar la sed de la humana. Con deleite observo primero la manera en que ella se sentía insegura de beber, contemplando simplemente la sangre como un elixir preciado que no debía tocar, después poco a poco, acercó sus labios hasta comenzar a probar la sangre que la mantenía unida al vampiro; una unión más intima y especial que cualquier otra que pudiera pensarse. Entonces de manera repentina ella parecía cambiar, detalle que le encantaba al inmortal. Luba mostraba pues, una faceta que no siempre estaba dispuesta a dejarlo contemplar. Su esclava bebía con desespero, recordándole de esa manera al vampiro que era importante que le ofreciera de su sangre más continuamente. No podía permitir que ella se mostrará así de sedienta siempre, ya que eso no solo significaba una desventaja para ella, sino también una para él mismo, que debía ofrecerle sangre.
Fue en el momento que cierto grado de debilidad tomaba posesión de su cuerpo, que la humana se separó abruptamente de su muñeca, como presintiendo que ya había bebido lo suficiente de él y que continuar, lo afectaría de más. Los ojos de ambos se encontraron entonces y en los ajenos, Lisänder vio pesar.
– Luba… – iba a estirar su mano hasta la mejilla de la fémina para hacerse saber que se encontraba bien, pero ella se levantó, alejándose de él antes de que siquiera pudiera decir algo más que su nombre. Al vampiro realmente no le importaba quedarse débil o a merced de ella, confiaba plenamente en Luba aunque no se lo dijera directamente; sin embargo a ella no le agradaban mucho los efectos de la necesidad de la sangre – No me ha pasado nada – aseguró a su amada humana, poniéndose entonces de pie – Y que estés tan necesitada de sangre es mi culpa, no tuya.
Lamiendo entonces su muñeca, Lisänder detuvo la sangre que fluía y comenzó a andar hasta el ventanal donde se encontraba su esclava. Las reflexiones de Luba siempre lo hacían sonreír, en especial aquellas en las que lo mencionaba a él.
– Yo tampoco creo que la santidad o el paraíso huelan a rosas – rodeo la cintura de la bailarina, pegando la espalda femenina contra su pecho – Claro que el paraíso es un lugar al que dudo mucho que vaya a poder entrar – sonrió, inclinándose levemente para besar el cuello de la fémina – pero ¿Para qué quiero un paraíso en otro mundo cuando todo lo que necesito para sentirme en él lo tengo entre mis brazos? – observaba la mirada de Luba a través del espejo y aunque le gustaba mucho estar de esa manera con ella, recordó que estaba omitiendo un asunto importante – ¿Vas a mostrarme la pianola que compraste? – preguntó, deseoso por ver más de las expresiones de su amada humana, esas que le hacían tan feliz y tan miserable al mismo tiempo.
Fue en el momento que cierto grado de debilidad tomaba posesión de su cuerpo, que la humana se separó abruptamente de su muñeca, como presintiendo que ya había bebido lo suficiente de él y que continuar, lo afectaría de más. Los ojos de ambos se encontraron entonces y en los ajenos, Lisänder vio pesar.
– Luba… – iba a estirar su mano hasta la mejilla de la fémina para hacerse saber que se encontraba bien, pero ella se levantó, alejándose de él antes de que siquiera pudiera decir algo más que su nombre. Al vampiro realmente no le importaba quedarse débil o a merced de ella, confiaba plenamente en Luba aunque no se lo dijera directamente; sin embargo a ella no le agradaban mucho los efectos de la necesidad de la sangre – No me ha pasado nada – aseguró a su amada humana, poniéndose entonces de pie – Y que estés tan necesitada de sangre es mi culpa, no tuya.
Lamiendo entonces su muñeca, Lisänder detuvo la sangre que fluía y comenzó a andar hasta el ventanal donde se encontraba su esclava. Las reflexiones de Luba siempre lo hacían sonreír, en especial aquellas en las que lo mencionaba a él.
– Yo tampoco creo que la santidad o el paraíso huelan a rosas – rodeo la cintura de la bailarina, pegando la espalda femenina contra su pecho – Claro que el paraíso es un lugar al que dudo mucho que vaya a poder entrar – sonrió, inclinándose levemente para besar el cuello de la fémina – pero ¿Para qué quiero un paraíso en otro mundo cuando todo lo que necesito para sentirme en él lo tengo entre mis brazos? – observaba la mirada de Luba a través del espejo y aunque le gustaba mucho estar de esa manera con ella, recordó que estaba omitiendo un asunto importante – ¿Vas a mostrarme la pianola que compraste? – preguntó, deseoso por ver más de las expresiones de su amada humana, esas que le hacían tan feliz y tan miserable al mismo tiempo.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Por siempre mía [Privado]
Se fue dando vuelta, aún abrazada por el vampiro, que con sus brazos la rodeaba posesivo, sonrió mientras le miraba a los ojos. Se puso de puntillas y le besó con cariño, con ternura y luego con pasión. sus manos acariciaban los cabellos de su amado y una sensación de plenitud le inundó el alma, olvidándose de todo, de lo que había hecho cada una de las horas en las que permanecía lejos de su amado, cuando él le preguntó por el instrumento, suspiró desilusionada, ¿que instrumento puede ser mas importante que mantenerse entre los brazos del ser que mas amaba?, - Oh amor, no me importa ese instrumento mientras tus labios están tan cerca de los míos, y tu mirada ilumina mi vida - sonrió escondiendo su rostro en el pecho de Lisandër, - seguro te parecerá muy cursi, lo que acabo de decir, pero... pero... ¿acaso las personas enamoradas no se vuelven un tanto melosas y cursis? - sonrió entre avergonzada y mimosa, escondiendo su cabeza en el hueco que se formaba entre el cuello y el hombro masculino. Inspiró profundamente y besó la piel del cuello. se dio cuenta que cuando él bebía de ella, su piel se volvía mas tibia, aunque apenas duraba unas horas, o unos minutos, pero era tan agradable, que ella le daría de su sangre todo el día, así siempre estaría tibio, arropado, - jamás dudes de que daría mi vida, por ti, si con ello pudiera salvar la tuya... lo sabes ¿Verdad? - sonrió con tristeza - no podría imaginarme la vida si tú no estuvieras a mi lado, si tu voz no me dijera que soy importante para ti, o si dejaras de amarme - se apretó a él, - promete, promete que jamás dejarás de amarme... y si algún día lo haces... promete que tomarás toda mi sangre, para no tener que vivir sin ti... ¿porque sin ti, sin tu amor, sin el cariño que me brindas, no desearía vivir -.
Las lagrimas se desbordaron de sus orbes y se apresuró a deshacer el amarre de los brazos del vampiro, para alejarse de él, no deseaba que la viera llorar, quería ser la alegría para ese hombre y no que la viera triste o insegura, solo que esos días, habían sido duros, en especial con esa inquisidora molestándola todo el tiempo, insinuando que él estaba con ella solamente porque era una fuente segura de alimento, pero nada mas, que fuera de ello, él tenía sus amantes y que apenas si sentía lástima por ella y que era el verdadero motivo para no abandonarla. no quería creer en esas palabras, hirientes como el metal de las hojas de aquellas espadas que decoraban el despacho de su amado, pero la incertidumbre se apoderaba de ella, cada vez que él desaparecía por días enteros, al tener que ir tras alguna misión. Comprendía que ese trabajo era absorbente y que dejarlo o estar en contra de una organización así, sería un suicidio para el vampiro, pero en verdad, detestaba que él tuviera que dejarla sola por días o semanas enteras.
Por otro lado, no le había confesado que la estaban siguiendo, aún no sabía quien, pero estaba segura que era algún sobrenatural, tal vez un ser que quisiera vengarse de su amado y supiera de la existencia de la relación que los unía, pero se había prometido no decirle nada, no podía permitir que él supiera que su vida podía correr riesgos, jamás le permitiría alejarla de él, no por una cosa que bien podía solucionar, si él le enseñaba a defenderse. Sonrió al pensar en una idea para que Lisandër no desconfiara de su pedido. - Amor - dijo dando la vuelta y volviendo a sus brazos, - que tal si yo te enseño a bailar y tú me enseñas a usar una espada, siempre me han gustado y podrías enseñarme, es un buen ejercicio ademas de divertido - bien sabía que era una mentira, pero prefería no contarle la verdad, no por ahora, mientras no existiera una amenaza concreta y solo fueran presentimientos.
Las lagrimas se desbordaron de sus orbes y se apresuró a deshacer el amarre de los brazos del vampiro, para alejarse de él, no deseaba que la viera llorar, quería ser la alegría para ese hombre y no que la viera triste o insegura, solo que esos días, habían sido duros, en especial con esa inquisidora molestándola todo el tiempo, insinuando que él estaba con ella solamente porque era una fuente segura de alimento, pero nada mas, que fuera de ello, él tenía sus amantes y que apenas si sentía lástima por ella y que era el verdadero motivo para no abandonarla. no quería creer en esas palabras, hirientes como el metal de las hojas de aquellas espadas que decoraban el despacho de su amado, pero la incertidumbre se apoderaba de ella, cada vez que él desaparecía por días enteros, al tener que ir tras alguna misión. Comprendía que ese trabajo era absorbente y que dejarlo o estar en contra de una organización así, sería un suicidio para el vampiro, pero en verdad, detestaba que él tuviera que dejarla sola por días o semanas enteras.
Por otro lado, no le había confesado que la estaban siguiendo, aún no sabía quien, pero estaba segura que era algún sobrenatural, tal vez un ser que quisiera vengarse de su amado y supiera de la existencia de la relación que los unía, pero se había prometido no decirle nada, no podía permitir que él supiera que su vida podía correr riesgos, jamás le permitiría alejarla de él, no por una cosa que bien podía solucionar, si él le enseñaba a defenderse. Sonrió al pensar en una idea para que Lisandër no desconfiara de su pedido. - Amor - dijo dando la vuelta y volviendo a sus brazos, - que tal si yo te enseño a bailar y tú me enseñas a usar una espada, siempre me han gustado y podrías enseñarme, es un buen ejercicio ademas de divertido - bien sabía que era una mentira, pero prefería no contarle la verdad, no por ahora, mientras no existiera una amenaza concreta y solo fueran presentimientos.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Re: Por siempre mía [Privado]
Tampoco al vampiro le importaba el instrumento por el que preguntaba. Para él era suficiente con ver a Luba, aún así, ella era una humana que necesitaba más cosas que la simple presencia del inmortal para encontrarse satisfecha y feliz, Lisandër lo sabía y se encontraba dispuesto a cumplir todos los caprichos de su esclava (menos el de permitirle bailar nuevamente en público) únicamente para que nunca le pasará por la cabeza la idea de dejarlo. Si Luba se planteaba alguna vez la remota idea de abandonarlo, Lisander la prefería muerta, así de lejos llegaba su enfermo amor por ella.
– Vamos – le animó después del beso y aquellas palabras suaves que lo tentaban a tomarla entre sus brazos y nunca dejarla escapar – Sé que quieres mostrarme la pianola – le acarició los cabellos antes de continuar – y no me parece cursi, me encanta saber que eres cursi y melosa por mi – Su esclava alimentaba su celos, su egocentrismo y la necesidad de ella tanto con sus palabras como con sus acciones. Con cuidado el inquisidor apretó un poco más el cuerpo de Luba contra si, aspirando su aroma. Olía tan hermoso y era tan bella que algunas veces le resultaba al vampiro increíble creer que era una simple mortal, tanto que de vez en cuando se descubría a si mismo tratando de descubrir los secretos de su esclava, como si ella poseyera algún poder especial que la volvía excepcionalmente tentadora, no solo para él sino también para otros hombres.
– Lo sé, nunca dudaría de eso – aseguró, aferrando el cuerpo femenino mucho más, temiendo porque después de esas palabras ella fuera a desvanecerse mágicamente entre sus brazos – Luba – susurró – Eres importante para mi, te amo como no tienes una idea y – hizo una pausa ante la petición de su amada – Nunca dejaría de amarte – garantizó – pero de hacerlo te prometo que no te dejaría sufrir así como te pido que si dejas tu de amarme, también termines con mi existencia – sonrió al decir aquello – Que sea nuestra promesa, no dejar que el otro viva su nuestro amor se acaba – y él se aseguraría de que ese amor no acabará nunca porque de hecho, Lisandër tenía planeado ofrecer la inmortalidad a Luba, así podrían pasar toda la eternidad juntos.
El cuerpo de su esclava se alejo de él, provocando que la molestia se hiciera presente en el rostro del inquisidor, molestia que no duro mucho al notar la expresión de Luba. Sospechaba Lisandër que el dolor y la tristeza de su amada radicaban únicamente en su ausencia, en la falta de contacto de los últimos tiempos y claro, en la idea de una separación que a él ni siquiera le parecía una posibilidad. El vampiro la amaba, desde que la viera por primera vez se supo perdido completamente. Permitió entonces que ella se tranquilizara por su cuenta, pues sabía que si intervenía ella únicamente se pondría más triste y verla decaída era lo ultimo que deseaba.
Una sonrisa que le hacía mostrar los colmillos apareció en sus labios cuando el cuerpo femenino volvió a sus brazos.
– Dime… – le incito antes de hacer una mueca de desagrado que ella no pudo ver. El vampiro odiaba con todas sus fuerzas bailar, de la misma manera en que odiaba imaginar a Luba con un arma, aún así, era consciente de que eso la pondría de buen humor así que nada perdía con ceder un poco y bailar con ella, tratando siempre de postergar el entrenamiento que ella le pedía – Podrías comenzar a enseñarme a bailar después de que veamos la pianola, ya lo de la espada, lo dejaremos para después– respondió, alejándose ligeramente de ella y poniendo su mejor cara, esperando porque eso alejará los malos pensamientos de la mente de Luba, sin saber que ambos se encontraban en peligro y que terribles cosas les sucederían pronto.
– Vamos – le animó después del beso y aquellas palabras suaves que lo tentaban a tomarla entre sus brazos y nunca dejarla escapar – Sé que quieres mostrarme la pianola – le acarició los cabellos antes de continuar – y no me parece cursi, me encanta saber que eres cursi y melosa por mi – Su esclava alimentaba su celos, su egocentrismo y la necesidad de ella tanto con sus palabras como con sus acciones. Con cuidado el inquisidor apretó un poco más el cuerpo de Luba contra si, aspirando su aroma. Olía tan hermoso y era tan bella que algunas veces le resultaba al vampiro increíble creer que era una simple mortal, tanto que de vez en cuando se descubría a si mismo tratando de descubrir los secretos de su esclava, como si ella poseyera algún poder especial que la volvía excepcionalmente tentadora, no solo para él sino también para otros hombres.
– Lo sé, nunca dudaría de eso – aseguró, aferrando el cuerpo femenino mucho más, temiendo porque después de esas palabras ella fuera a desvanecerse mágicamente entre sus brazos – Luba – susurró – Eres importante para mi, te amo como no tienes una idea y – hizo una pausa ante la petición de su amada – Nunca dejaría de amarte – garantizó – pero de hacerlo te prometo que no te dejaría sufrir así como te pido que si dejas tu de amarme, también termines con mi existencia – sonrió al decir aquello – Que sea nuestra promesa, no dejar que el otro viva su nuestro amor se acaba – y él se aseguraría de que ese amor no acabará nunca porque de hecho, Lisandër tenía planeado ofrecer la inmortalidad a Luba, así podrían pasar toda la eternidad juntos.
El cuerpo de su esclava se alejo de él, provocando que la molestia se hiciera presente en el rostro del inquisidor, molestia que no duro mucho al notar la expresión de Luba. Sospechaba Lisandër que el dolor y la tristeza de su amada radicaban únicamente en su ausencia, en la falta de contacto de los últimos tiempos y claro, en la idea de una separación que a él ni siquiera le parecía una posibilidad. El vampiro la amaba, desde que la viera por primera vez se supo perdido completamente. Permitió entonces que ella se tranquilizara por su cuenta, pues sabía que si intervenía ella únicamente se pondría más triste y verla decaída era lo ultimo que deseaba.
Una sonrisa que le hacía mostrar los colmillos apareció en sus labios cuando el cuerpo femenino volvió a sus brazos.
– Dime… – le incito antes de hacer una mueca de desagrado que ella no pudo ver. El vampiro odiaba con todas sus fuerzas bailar, de la misma manera en que odiaba imaginar a Luba con un arma, aún así, era consciente de que eso la pondría de buen humor así que nada perdía con ceder un poco y bailar con ella, tratando siempre de postergar el entrenamiento que ella le pedía – Podrías comenzar a enseñarme a bailar después de que veamos la pianola, ya lo de la espada, lo dejaremos para después– respondió, alejándose ligeramente de ella y poniendo su mejor cara, esperando porque eso alejará los malos pensamientos de la mente de Luba, sin saber que ambos se encontraban en peligro y que terribles cosas les sucederían pronto.
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