Aun estando perdido, soñaré que os encuentro - Diario de R. Jr. Rosso

por **Raffaello Di Fiorenza** Lun Oct 26, 2015 5:46 pm

Le había mentido, ¿pero acaso eso importaba ahora?, claro que no, sabía que hacía lo correcto. Desde aquella noche en que se conocieran, Delphine y Ruggero, las cosas salieron mal. Aquel espectro se había subido al coche, pero supo inmediatamente que no se trataba de su padre, y que tampoco era un fantasma, pero prefirió nombrarle así, porque de la misma forma tormentosa como había llegado, se había ido. Dejando nuevamente en la tristeza absoluta a esa mujer, quien terminó siendo su tía. Porque ese maldito espectro, era Nicolei y como lo hiciera su padre, Ruggero, éste también los abandonó. Desde aquel triste día, la vida en la mirada de la joven, se desvanecía, entonces comprendió que lo mejor sería que se fuera de Paris, la había descubierto varias noches, hablar con sus amigas y decir que si pudiera, comenzaría una nueva existencia en otro lado, no necesitó que lo dijera, para comprender que si aún se mantenía en la ciudad, era porque no deseaba dejarle solo, - ¿cómo podría dejarlo solo, o internado de pupilo en un colegio? No, ya ha sufrido suficiente – solía decir Delphine. El la amaba, porque era buena como su madre, pero a pesar de sus casi seis años, el hechicero comprendía que se estaba sacrificando por él.

Suspiró, mientras contemplaba los copos de nieve caer, su pequeño dedo resbaló sobre la fría superficie, casi sin darse cuenta, creando la imagen de un ave, - Plumitas – susurró, a punto de llorar, - si, te pudiera encontrar… no me sentiría tan perdido, tan solo -, con su mano se limpió el rostro, aún recordaba aquella vez cuando cruzó las altas tierras de Escocia, buscando a su amigo, Athdar, o como él lo llamaba “Plumitas”, aquello era lógico, solo un sobrenatural podía distinguir a otro, y él descubrió que aquel leñador era un cambiante. Frunció el ceño, pensando en todas las situaciones vividas en el pasado desde que aquel cuervo huyera. Con la palma de la mano borró el dibujo, ¿de qué servía acordarse de alguien si de seguro, ya no se acordaba de ellos? Pegó su espalda al frio ventanal de la capilla en la que se refugiara, dejándose caer al suelo, sentado, recogiendo las piernas y rodeándolas con sus abrazó, para esconder el rostro en las rodillas, mientras comenzaba a llorar. Al fin de cuentas, solo era un niño, perdido en una ciudad en la que nadie se interesaba de las criaturas desaparecieran, o que un infante caminara en horas de la noche, sin un rumbo fijo, ¿Cuál podía ser el destino que al joven brujo le tocara? Nadie lo sabía, más de algo era consiente, su madre aún no aparecía, pero con su ánimo de liberar a su amiga de aquella carga, le había mentido que ya la había encontrado y que se iría a vivir con ella.

Fue así, como aquella noche, la vio partir, la joven, cargaba un pequeño bolso de mano y el cochero le ayudó a colocar en el vehículo los demás baúles. Parecía que se iría para no regresar, - es lo mejor, hijo, no te preocupes, encontraremos a tu madre – le dijo el espíritu de su tío Girolamo, - mi hermana, tu madre, jamás permitiría que te pasara algo malo – El espectro se materializó, lo hacía pocas veces porque era un gasto de energía grande, que le costaría luego, pasar varias horas desaparecido. Pero sabía que su sobrino, necesitaba un abrazo, algo que hacía meses el pequeño no experimentaba. Así, sentándose a su lado, Giro lo acercó hacia él, abrazándolo y acariciando su cabeza. El niño lloro, lloró amargamente, - desahógate hijo, deja que la tristeza abandone tu corazón, no albergues rencor, que no te llevará a nada. Limpia tu espíritu, para que puedas iluminar el camino que te lleve hasta tu madre -, así, abrazados, se quedaron una hora, hasta que lentamente el espectro se desvaneció y el niño se quedó dormido, acurrucado en el suelo frío.

Fue el sacerdote de la capilla quien lo descubrió en horas de la madrugada, no le despertó, lo levantó y llevó a una de las habitaciones de la parroquia, donde dejó que durmiera casi todo el día. Cuando despertó, el sacerdote se encontraba a su lado – buenas tardes hombrecito – le sonrió con sencillez – ¿deseas comer? María ha preparado unos scons, con manteca, que están para chuparse los dedos – Ruggero desconfiando al principio, diciéndole que tenía que seguir su camino, porque estaba buscando a su madre, - ¿pero acaso estas solo en París? – Le preguntó alarmado el religioso, - no, no – respondió apresurado el niño – Athdar, está seguramente buscándome, debo ir a su encuentro – volvió a mentir, intentando salir bien librado de aquella situación, lo que menos necesitaba, era que ese hombre llamara a la inquisición y lo entregara a la malvada Inquisidora, llamada Emelia. El religioso meció su barbilla, como si una espesa barba la cubriera, y tras pensarlo un buen rato le interrogó, - ¿y quien es ese Athdar? – A lo que el pequeño respondió, sin pensar, - mi papá -.