Y estando sola... tu compañía vino a salvarme - privado

por **Corradine Grimaldi** Jue Jul 23, 2015 6:40 pm

Volvió del trabajo, abrió la puerta del cuarto que había alquilado, no podía darse muchos lujos, apenas le alcanzaba para sobrevivir, pero a ella eso no le importaba. Dejó las pocas cosas que había comprado. Unas pocas provisiones, una hogaza de pan, un poco de queso, eso sería mas que suficiente.

En esa habitación había una pequeña mesa, un hogar que poseía lo necesario como para calentar agua, si se tenía leña y se sabía encender. Chiara, a pesar de haber nacido en la clase alta, pudo fácilmente hacer lo necesario para poder tomar una infusión de hiervas, de las que había recogido al volver de su trabajo. Aunque fuera casi imposible de creer, la joven que una vez vivía entre el lujo y los caprichos, había aprendido mucho en los meses que transcurrieron luego de su vuelta a Paris.

Sentada, con aquella bebida caliente entre sus manos, tomó de a sorbos, y aunque pod´ria haber comido el pan y el queso, prefirió dárselo a unos niños que vivían en el cuarto contiguo y que su madre dejaba solos todas las noches para ir a trabajar. No era tonta, se daba cuenta en qué trabajaba aquella mujer, pero eso no tenía importancia para ella. Bien sabía que en momentos difíciles, las soluciones suelen ser descabelladas y erróneas.

Cuando se disponía a meterse en la cama, escuchó un ruido que provenía del callejón que se encontraba detrás del edificio en donde vivía. Se asomó por la pequeña y única ventana que tenía su habitación y pudo ver en la penumbra, a un hombre. Volvió a cerrar los postigos, asustada de que la hubiera visto. Pero de pronto pensó que podía ser un amigo de su esposo o de su cuñado, tal vez la habían estado buscando, quizás su hermana.

Pensando en ello, se volvió a vestir y abrigada con un chal, se dirigió a la puerta trasera del edificio. La abrió un poco, con miedo de ser descubierta. Entonces se dio cuenta que el hombre que ella había visto por su ventana era un joven que había conocido en Italia, cuando era pequeña. Se deslizó hasta cerca de donde se encontraba sentado en el suelo, - ¿Aelius, eres tú? – dijo con la voz temblorosa.

por **Bernard Liusse** Mar Jul 28, 2015 8:30 am

Las ultimas semanas habían sido complicadas, para que negarlo. La caza le estaba yendo de maravillas, pero su última misión le estaba costando mas de lo habitual.

Aquella noche salió como de costumbre, vestido con unos pantalones de cuero, una camisa negra, chaleco de cuero, la sobaquera oculta bajo el abrigo que lo cubría hasta la mitad de sus botas de caña alta. Por supuesto no podían faltar las armas de fuego, dos pistolas, una daga oculta en la bota derecha, su ballesta, y un juego de estacas y martillo, el souvenir para el vampiro que buscaba. Cabalgó la distancia que lo separaba del barrio de clase baja, en el que el vampiro usara de coto de caza, - pronto seré yo quien te de caza en tus dominios, bestia demoníaca - farfulló, descendiendo del caballo y dejándolo atado en un pequeño matorral, apartado del lugar en donde se daría comienzo a la caza.

Todo hubiera salido de las mil maravillas, si el maldito vampiro no terminaba hiriendolo en un brazo. Lo que pareciera a primera vista un simple razguño al verlo mas detenidamente, se podía notar la perdida de sangre y el peligro que conllevaría seguir en ese lugar sin atención. Pero jamás dejaría a un vampiro sin su merecido y por eso, aunque ponía en peligro su propia vida, siguió luchando hasta lograr asesinarlo.

Con el rostro cubierto de sangre del vampiro y con su brazo izquierdo casi sin movimiento, se fue adentrando en los callejones del barrió, intentando encontrar el sitio donde había dejado a su caballo pastando. Pronto las fuerzas lo abandonaron y trastabilló, cayendo de rodillas, con su respiración agitada, el sudor que se mezclaba con la sangre y los ojos vidriosos, se reclinó un momento, intentando encontrar las fuerzas necesarias para seguir su camino. Pero ya no podía levantarse sin ayuda.

Cuando pensó que todo podía estar perdido, la puerta trasera del edificio que tenía enfrente, se abrió y de ella salió una mujer, que se acercó a preguntar si necesitaba algo, - ingenua, puedo ser un asesino y tu te presentas así... desarmada - intentó decirle, pero solo pudo pensarlo. En ese momento escuchó su nombre en boca de aquella mujer, lo que llevó a que levantara su vista e intentara fijar su atención en ella. Pero no podía, sus fuerzas se estaban extinguiendo y cayó en la inconsciencia.

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