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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Miér Nov 04, 2015 3:41 pm


“I wake up and I see the face of the devil and I ask him, ‘What time is it?’

And he says,
‘How much time do you want?’”
― Diamanda Galás, The Shit of God


Era el señor de la noche. El demonio cuyo traje rojo es tan rojo que luce negro. Era el diablo y que nadie dijera lo contrario. Durante siglos, Aleksandr se había dedicado a forjarse tal reputación e imagen. Porque, ansioso de poder como era, ¿qué era más poderoso que eso? Y como el ángel caído, era embustero.

Había fijado sus ojos en su próxima víctima. Pero para ella tenía un destino peor que la muerte. Dulce, dulce niña. La había seguido sin que se diera cuenta, quizá incluso camuflándose con esas voces que resonaban en su cabeza. Aleksandr era hombre que se aburría rápido, hace mucho que cualquier cosa había perdido valor para él. Muy pocas situaciones tenían el atractivo necesario para mantenerlo entretenido. Ella era una de esas cosas, pero esperar por mucho más tiempo, definitivamente no estaba en esa selecta lista.

Sus pasos seguros, de largas y elegantes sacadas hacían eco por las estrechas calles. Movió los hilos de forma precisa, era un maestro para ello e indirectamente la condujo hasta ese sitio. Oscuro y alejado donde sus gritos no podrían ser escuchados. Pero no la haría gritar, no por ahora.

Existía una tremenda negrura en su mente que con dedos fríos le estrujaba el corazón. Su pasado, tan enterrado en el pretérito que pocos lo mencionaban ya. Su futuro, tan incierto y tan vasto como él lo decidiera. Y sus obsesiones que escurrían como tinta negra entre esa mano cadavérica. La magia que perdió, la locura que él era.

Primero su sombra ajada, reflectada por las lacias luces de la calle se hizo presente. Una mancha sobre un suelo mugriento, y luego él con ese porte de Mefisto. Sonreía como si ya supiera el desenlace de esa historia y fijó sus ojos en la joven. Qué hermoso hallazgo, creía. La chica poseía todo en lo que él fijaba su interés y si ella era inteligente, sabría jugarlo a su favor. No es que Aleksandr fuera tan ingenuo. Podía fingir con pasmosa facilidad, pero sólo eso.

Chiquilla —dijo con ese marcado acento eslavo que uno podría creer que para estas alturas, ya habría perdido—, ¿pero qué haces? ¿No lo ves? Aquí es peligroso —habló con tono inquietantemente tranquilo y consolador. Quería ganarse su confianza. Avanzó un par de pasos más.

Estás perdida —no era pregunta. Lo afirmaba, quería instalar esa idea en ella. Esa joven cuyo nombre aún era desconocido para él—. Ven, yo puedo llevarte a casa«a casa», pero ¿a la de quién? Aquella sonrisa en su rostro se acentuó. Una herida a la noche que aún mana sangre. Terrible, que augura lo peor.

No tengas miedo, no te haré daño —Aleksandr era un mentiroso, esa era la única certeza que se podía tener sobre él, pero esa era, posiblemente, la mentira más grande que había dicho en toda su existencia, que no era corta. Quizá no fuera a matarla, ni a beber de ella, para eso tenía gente menos importante, pero decir que no le haría daño sin duda se alejaba mucho de la realidad.

Estiró una de esas manos suyas con un quinteto de dedos de pianista, blancos y largos.

Me llamo Aleksandr, y quiero ayudarte —qué palabras tan terribles, todas ellas. Su nombre como sinónimo de vileza, la mentira dicha con convicción. Las ganas de, como siempre, destruir. Pero la destrucción de la bruja sería lenta, diferente. No planeaba deshacerse de ella pronto—. Déjame ayudarte —sus labios delgados y perfectos se curvaron de nuevo, una sonrisa amable y así lucía, pero detrás, sabías, había algo ulterior.

Las manías de Aleksandr no eran pocas y eran poderosas. No las dejaba ir así como así, y si ahora esa niña lo era, ojalá creyera en Dios, para que pudiera rezarle.


Última edición por Aleksandr Mussorgsky el Mar Nov 10, 2015 12:44 am, editado 1 vez
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Mensaje por Kyla Stoica Dom Nov 08, 2015 2:49 pm

“The Devil pulls the strings which make us dance;
We find delight in the most loathsome things;
Some furtherance of Hell each new day brings,
And yet we feel no horror in that rank advance.”
― Charles Baudelaire






Desahuciada a los ojos ajenos, minimizada por la sociedad que se cree cuerda sin saber que su mente esta mas enferma que la de ella, ciegos y sordos, banales y egocéntricos; mientras el mundo seguía girando, cambiando, muriendo, ella solo existía, sin notar el mundo a su alrededor, sin poner real atención, a menos que ellos la forzaran a alzar la vista.

¿Solitaria? si no prestas atención a lo que sucede cuando ella pasa, si no escuchas con afán de oír realmente, solo te parecerá una pequeña joven asustadiza, que mantiene monólogos sin sentido, el murmullo que escuchas entre los arboles, el suave roce sobre tu cara, las sombras que se forman cuando caminas, no es el viento ni la noche, son ellos quienes te miran y te hablan intentando llamar tu atención, jugar contigo, y ella solo se encela, se molesta, gruñe y se da la vuelta.

La noche suele ser su abrigo, el silencio que la envuelve le permite escucharlos, a aquellos que nunca duermen, esos que la acompañan en todo momento, quienes la guían y la protegen; pero ella es solo una niña, un alma nada inocente pero llena de curiosidad, y por eso se aleja de ellos y se acerca a él, se queda quieta y en silencio, de espaldas a su presencia, jugando con el mechón de cabello suelto y enmarañado.

―Shhhhh... él no es como los demás - movió la cabeza negando, un murmullo casi audible, lo sentía diferente, estaba a la defensiva, pero igual su curiosidad era mas grande ¿por que ellos lo querían lejos de ella?. Miró por sobre su hombro en cuanto lo escuchó hablar, su voz melodiosa, calma, atrayente; encorvó la espalda y giró con lentitud para encararlo, dio un paso hacia atrás y siseó por lo bajo, curiosa si, pero no confiada.

―A ellos no les agradas... - ladeó la cabeza y lo miró completo, frunció el ceño al escucharlo y cerró los ojos negando, ellos le hablaban al mismo tiempo ―Cuidado, el diablo sonríe mejor que el humano - respiró profundo y lo miró a los ojos, aquellos que al principio parecieron muertos, pero después refulgieron en un rojo brillante justo antes de darle a conocer el color avellana claro que realmente tenían, un escalofrío recorrió la espina dorsal de la bruja ―No, no... - mas no le hablaba a él, ellos bailaban cerca de él, pero sin tocarlo, sin poder tomarlo y sintió miedo.

Se abrazó a si misma y desvió la mirada, no quiso escucharlos, ni a él ni a ellos pero estos continuaron hablando, ―Se quien eres, ellos me lo dijeron, no juegues al tonto con nosotros, no te queda - regresó la vista hacia el eterno y la fijo en aquellas pálidas manos, la inercia la llevó a posar la suya sobre ésta sin temor y sin cautela, se entregó a si misma al diablo.
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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Mar Nov 10, 2015 1:18 am


“Look at the sun! It’s dry, it’s dead, it needs a drink, it wants blood! And I’ll give it blood!”
― Alfred de Musset, Lorenzaccio


Ella era una promesa. Un prodigio en la noche. Una estrella que brilla tanto que te deja ciego y un abismo tan profundo que único que ves es negro. ¿Qué había en todo eso que no pudiera encantar a Aleksandr? Nada. Ella era una promesa. Sonrió al escucharla y la miró, fue como si se burlara de sus eternos compañeros. Se burlaba en sus rostros invisibles, los retaba. Él era indestructible.

¿Y acaso harás toda tu vida lo que ellos te dicen? —La pregunta era veneno que se derramaba entre ambos. Otro hubiera desestimado de entrada a esos seres incorpóreos, pero no él, que era precisamente en esa falta de cordura que encontraba tan atrayente a la bruja—. Prometo no jugar más al tonto, si prometes tú no asustarte —lo dijo así porque si dejaba de lado la actuación, sólo quedaba la terrible realidad sobre él. Apretó la mano de la joven, cálida y eso lo deleitó. De ese modo podía sentir la energía que emanaba. Como inmortal podía identificar a otros seres, los que cambian con la luna o a voluntad, a los que eran como ella, los que eran como él alguna vez lo fue. Pero precisamente por eso, porque el perdió su magia a cambio de la vida eterna, que lo sentía de manera diferente. Un eco en su interior, infinito y lastimero. Un llanto de muerte, de zozobra, de detrimento.

Ven conmigo —la haló con poca sutileza—, que ellos nos sigan —continuó. Parecía que Aleksandr mismo podía percibir a esos que nunca la dejaban en paz. Dijo con premura y regresó sobre sus pasos por los estrechos callejones. Aunque no dejaba de verse elegante, era inherente a él.

Por largo rato no dijo nada. Caminó y caminó y por un instante pareció que sólo estaba dando vueltas, pero así eran de engañosos los laberínticos callejones de París. Sólo se detuvo cuando las calles comenzaron a hacerse más anchas. Ofreció su brazo a la niña, porque eso era. Una niña asustadiza, demente, que no sabía lo que acababa de hacer. Un sacrificio para el diablo, mismo que él aceptaba gustoso.

Dime tu nombre, porque desde ahora estaremos unidos —la gente podía señalar a la hechicera y tacharla de loca y saludar cortesmente al caballero Mussorgsky, sin saber que él tampoco estaba muy cuerdo. La apariencia lo era todo en una sociedad podrida. Aleksandr podía ser el adalid, a sus años, para una limpieza universal. Pero no estaba interesado en eso, al contrario, su labor era la de corromper aún más lo que ya estaba resabiado.

Se detuvo de nuevo y se hincó sobre su rodilla izquierda. La tomó de los antebrazos. De ese modo quedaba por debajo de ella. De ese modo parecía que ella era una inmaculada virgen y él su devoto.

Te prometí no jugar más juegos, si tú prometías no tener miedo —habló y en ese instante miró a un lado—. Es momento de que no tengas miedo —casi podía sonar como alguien que quería infundir confianza y nada más. Pero no viniendo de él. En ese instante parecieron un par de borrachos desde otra esquina. Eran jóvenes, pero parecían pobres. Ahí estaba la razón de las palabras de Aleksandr, ella estaba a punto de ver al demonio.

Apenas uno de los beodos abrió la boca, algo sobre que ella se la iba a pasar mejor con ellos, el vampiro ya estaba a su lado. Su sonrisa como guadaña. Miró a la joven como pidiéndole que pusiera atención. Y entonces el asperjar de la sangre del primero cortó la noche como un cuchillo rasga un lienzo. Aleksandr había atravesado el pecho del hombre con la mano desnuda.


Última edición por Aleksandr Mussorgsky el Dom Nov 15, 2015 4:54 am, editado 2 veces
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Mensaje por Kyla Stoica Miér Nov 11, 2015 8:37 pm

“I wish I could tell you how lonely I am. How cold and harsh it is here. Everywhere there is conflict and unkindness. I think God has forsaken this place. I believe I have seen hell and it's white, it's snow-white.”
― Elizabeth Gaskell, North and South







¿Acaso sufría una especie de encantamiento? ¿su locura era demasiada ya? miraba aquellos ojos avellana como si no hubiera nada mas, el sonido armónico de la voz del eterno la mantuvo en un trance, tal, que no opuso resistencia al contacto físico, no hubo gruñidos, siseos, ni amenazas, se entregó como dócil cordero sabiendo que iba al matadero. Kyla podía parecer indefensa, a merced de un sanguinario, pero así no era la pequeña bruja.

Asintió con la cabeza y comenzó a seguir los pasos ajenos, aferrada a la pálida y fría mano, con piel tersa pero carente de vida, observando cada movimiento, perfecto, pulcro, fantasmal. Aquellos seres incorpores, las sombras que siempre la seguían, se pegaron a sus pasos, se aferraron a ella intentando alejarla, lo evitaban y gruñían, pero ella no los escuchó ―Kyla... - sin dudar pronunció aquel nombre que ellos siempre repetían entre sueños mezclados con realidad, aquel que la identificaba como alguien con pasado pero que no le aseguraba un futuro.

Se detuvo cuando él lo hizo, lo miró directo a los ojos, su semblante pacífico y virginal contrastaba con la mugre que llevaba en la cara, una escultura antigua bajo las inclemencias del tiempo.

Ladeó la cabeza un poco, mirando como niño que aprende algo nuevo pero sin la emoción en la mirada, retuvo la respiración solo sintió el telón negro de las sombras que intentaban cubrir sus ojos, pero la muerte era algo con lo que Kyla estaba familiarizada; abrió los ojos y las orbes oliva refulgieron, el color rojizo que de pronto cubrió la calle empedrada llamó su atención, no huyó, no se asustó, ni siquiera se inmutó al escuchar los gritos desesperados del segundo individuo que cayó de espaldas sobre el suelo, manchados las manos con la sangre de su compañero; ella ya sabía lo que él era mucho antes de que se lo mostrara. Alzó nuevamente la vista hacia el vampiro y exhaló lentamente ―Es inmortal, por eso le huyen, sin calor y sin vida, ladrón que busca redimir su alma - y sin mas estiró sus dedos para llevárselos a los labios y hacer una seña de silencio, el humano que estaba en shock, pronto dejó de temblar, su mirada se tornó sin brillo y pronto, los eternos protectores y compañeros de Kyla, bailaron junto a él jalándole la ropa.

Ella usaba su magia, no era consciente de si lo que hacía era para bien o para mal, controlaba magia negra, pero solo era para callar las voces que no estaban en su cabeza. Dio un paso al frente, uno, dos ahora estaba mas cerca de él tres, cuatro a su lado mientras sus ojos bailaban en el brillo del charco rojizo, alzó la mirada y llevó su delgada mano a la mejilla del vampiro ―Busca perdón, mas entrega muerte... ustedes lo entienden ¿no es así? - detrás de la tierra, de la maraña de pelo, una sonrisa de blancos dientes se asomó.
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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Mar Nov 17, 2015 12:34 am


“That is not dead which can eternal lie,
And with strange aeons even death may die.”
― H.P. Lovecraft, The Nameless City


Kyla. Kyla. Kyla. Repitió el nombre una y otra vez dentro de su cabeza como si estuviera invocando a un viejo demonio, un espíritu pagano que fuera ayudarle en su labor, cualquiera que ésta fuera. Y de algún modo, así era. Quería a la bruja —Kyla— para ello. Para que fuera su compañera y su juguete. Una muñeca hermosa a la que sólo él iba a poder tocar.

Apenas la sangre estaba cayendo al suelo y sobre su rostro, cuando notó a la joven a su lado. La miró solemne, dejándola obrar. El mortal que quedaba vivo estaba en shock y Aleksandr no le dedicó ni una sola mirada, su atención estaba enfocada en la bruja. Sintió lo que estaba haciendo y aquello hizo eco en su interior con intensidad. Recordó su vida mortal, su magia, su ambición. Cerró los ojos unos instantes para maximizar de ese modo el resto de sus sentidos. El perfume de la sangre llegó a él como golpe duro y directo. En su piel sintió los hilos de oscuridad deslizarse casi imperceptibles y al abrir de nuevo los ojos, el brillo en la mirada del mortal se había esfumado. Sonrió complacido.

No espero a que Kyla fuese a unirse a él de aquel modo tan significativo, tan pronto. Era probable que ella no estuviera al tanto de lo que estaba haciendo, pero eso no despojaba al acto de su importancia. Se giró y la tenía de frente. La dejó tocar su pálida piel, mientras él mismo estudiaba el tacto ajeno. No borró la sonrisa satisfecha de su rostro, aun cuando la pregunta lo tomó desprevenido.

Pero ambos estaban locos. Ambos sabían, en el fondo, que no debían creer lo que uno dijera. Ambos iban a reinar en la tierra, como en los cielos.

¿Y qué es lo que entregas tú, Kyla? —Su voz fue baja, casi tierna. Como si a sus pies no hubiera dos cuerpos sin vida. Su rostro estaba salpicado de sangre, su semblante era de un señor de los infiernos, y aun así, su parsimoniosa voz logró sonar del aquel modo—. Ambos podemos encontrar lo que buscamos. Juntos. ¿Qué es lo que buscas tú? Yo puedo entregártelo —anunció con solemnidad y se separó. Era un pacto infernal que sólo podía ser cerrado a la luz de la luna, como esa noche.

Debemos seguir —miró el firmamento. Las estrellas se movían sobre sus cabezas—. Lo sabes, ¿no es cierto? Que es sólo en la noche dónde yo puedo reinar —se giró para verla y sonrió. No le preguntó, desde luego, si ella tenía casa o un lugar a dónde ir. En su mente, desde hace semanas, desde que la había visto y le había asignado ese puesto en su vida (un santo grial, una lanza de Longinus con la cual gobernar), la veía a su lado, sumisa y siniestra. Un títere al cual manejar y una reina para un rey.

Sin más, volvió a avanzar. Y fue como si la noche y sus habitantes supieran quiénes iban ahí caminando. Aleksandr y Kyla, ella con un séquito de sombras suficiente para acabar con cualquiera. La meta del vampiro, a largo plazo, no era el de conquistar, era el de destruir. Pero como un monarca caprichoso, extrañaba su pretérito, y en ella lo encontraba. Un recuerdo de lo que había sido y nunca más volvería ser.  


Última edición por Aleksandr Mussorgsky el Dom Ene 17, 2016 4:24 am, editado 1 vez
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Mensaje por Kyla Stoica Miér Ene 06, 2016 12:02 am

“God will not look you
over for medals, degrees or diplomas but for scars.”
― Elbert Hubbard








―Consuelo...- respondió la bruja con la mirada opacada, no era la locura la que hablaba, no era la depravación de la mente ni la insanidad del cuerpo, hablaba la inocencia del alma que buscaba con añoranza lo que por años le falto; no miraba al vampiro, miraba detrás de él, mas allá de él, lejano y perdido todo lo que suyo alguna vez fue; pronto salió de su encantamiento, la voz del eterno la llamó nuevamente, y aquella niña como cordero, simplemente le entrego la mano, aferrándose a lo que por primera podía llamar suyo

Ellos gritaron , patalearon, la jalaron de ropa y cabello, lamentaron el saber que no sería solamente suya, que tendrían que compartirla, que por fin había llegado el monstruo que los dominaría, que quizás los borraría; pero ella se aferraría, los defendería, porque fueron ellos quien por años la cuidaron, la tuvieron, la calmaron ―No me pidas que los deje... - sus pies -que por inercia se movieron- encontraron nuevamente descanso en el empedrado, la cabeza gacha y los ojos abiertos, dio un paso hacia atrás a la par que la mirada oliva volvía a encontrarse con aquel rostro perfecto, se mareó, se sintió perder el equilibrio, pero se mantuvo firme como por años lo había hecho ―Ellos me guían lejos de ti, porque saben que debo estar a tu lado, porque saben que la búsqueda ha llegado a su fin y dejarán de ser imprescindibles - la mano temblorosa se aferró a la manga del abrigo ajeno, las uñas llenas de tierra se clavaron en la ropa ―Aceptan guiarme hacia ti, siempre y cuando les permitas quedarse - la mirada de la bruja reflejaba fuerza, una fuerza oculta por años, poderosa, única, tenebrosa.

Ella ya no parecía un animal asustado, una niña frágil y débil, un espíritu errante y condenado, ella se elevaba, con postura agazapada, con palabras revueltas, con semblante vagabundo, pero con una fuerza novedosa, misteriosa e imponente ―Te serviremos de guía, pero no cuando tu decidas, ellos escucharán atentos las súplicas y te las comentaran, entre sueños diurnos los escucharas, yo los veré, quizás te lo diré, pero míos serán - nuevamente hablaba en acertijo, confundiendo oraciones, enredando las palabras ―Tu confías, por pensar en que tienes el poder, pero seras tú quien obedezca y este a merced si rompes tu promesa - una amenaza, clara y concisa a pesar del lenguaje poco agraciado. Ella sería para con él, lo que el eterno sería para ella, único, irremplazable.
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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Lun Ene 18, 2016 9:56 pm


“I found him between a reality and a nightmare.”
― Shannon A. Thompson, Take Me Tomorrow


Por las oscuras calles de París, las dos figuras se deslizaban en silencio. Aleksandr, alto y elegante, conducía de la mano a la bruja desgreñada y mugrienta. La sostenía como si ella fuera su única salida de un mundo que ya no le servía. Y pudo seguir avanzando, de no ser que ella se detuvo, lo que provocó que él lo hiciera también. Se giró y la miró con duda. Pero la bruja no entendía aún que, al contrario que sus muchas otras víctimas, ella sería la favorita y jamás, jamás le haría daño. No como se lo hacía al resto de los mortales, al menos. Aguardó y escuchó lo que ella tenía que decirle. Ella o ellos, mejor dicho. Sonrió.

Sonrió porque las sombras que la rodeaban era precisamente lo que le parecía tan exquisito. Porque era ella, sí, la razón de su vesania esa velada, pero eran ellos, los seres sin cuerpo que la rodeaban y la protegían los que la hacían tan diferente. Tan importante para él. Kyla lograba hablarle en idioma ágrafo sobre su propio pasado. Reverberaciones de una sed de poder inconmensurable que había iniciado desde el vientre de su madre. Era como si la chica se transfigurara en una ventana desde la cual podía ver lo que él quería ver. Un espejo fiel, que refleja tus más oscuros sueños. La bruja era mucho más que su cuerpo mortal. Era un símbolo.

Se acomodó frente a ella. La tomó por ambos hombros con ese par de manos delicadas y largas de pianista. Apretó con fuerza los hombros ajenos, pero no la suficiente como para lastimarla. Sonrió, de todas las cosas descabelladas que pudo hacer en ese instante, sin duda aquella era la menos esperada.

Ni tú, ni ellos deben preocuparse —al fin habló. Su voz suave como un arrullo infernal. Que acaricia para que la muerte sea menos aciaga. Cualquier otro, daría por descontado a ellos, a las voces y a las sombras. A las presencias incorpóreas. Pero no él, él que no sólo conocía de las artes que poseía la jovencita, sino que tenía a sus propios demonios susurrándole cosas macabras al oído—. Seré tu refugio y si me ofrezco para ello, es porque sé que no puedes deshacerte de esas presencias. Ellos también me interesan —apretó más el cuerpo entre sus manos con algo parecido a la desesperación. Y la soltó.

Buscó la mirada ajena. Quería verse reflejado en sus ojos dementes.

Estaré a tu merced, o a la de ellos. A la de todos… si ese es el precio —continuó. Desde luego, la idea no lo alegraba, al contrario, estar bajo la bota de cualquiera, aunque fuera esta chica desquiciada, no era algo que le sentara bien. Pero él urdía ya sus propios planes ulteriores—. Sin embargo, creo que lo mejor entre todos, es negociar. Soy muy bueno en eso —se acercó a Kyla y la tomó por la nuca con una mano, la acercó a él y le besó la frente.

Pero este no es momento, ni lugar. El contrato que firmaremos es de por vida y no debe ser sellado en un sitio tan común como esta calle —la abrazó. La llevó contra su cuerpo como si la estuviera consolando. El rostro de la bruja apenas si llegaba a su pecho y la meció ahí, como si acabara de despertar de una horrible pesadilla.

No sabía que apenas entraba a la peor de todas.


Última edición por Aleksandr Mussorgsky el Dom Feb 07, 2016 11:34 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Kyla Stoica Mar Ene 26, 2016 8:11 pm

“The treachery of demons
is nothing compared
to the betrayal of an angel.”
― Brenna Yovanoff, The Space Between







El contacto no le parecía tan ajeno, era una caricia del pasado que se manifestaba en el presente, un conocido de entre sus sueños que ahora se formaba ante ella; aquello que no era común para la bruja y que en alguna otra ocasión hubiera provocado una reacción de defensa, ahora la hacia ver como la niña indefensa que mentalmente era.

La complejidad de las palabras de Kyla eran descifradas sin mayor problema por el vampiro, dando la impresión de que se conocían desde hacia años y que la interacción era cosa simple de todos los días. La bruja alzó los ojos, la mirada perdida ahora tenía un punto fijo al cual mirar y el color verde olivo parecía tener un brillo peculiar, permitió que la figura masculina frente a ella la tocara, que le demostrara que tan real era o que se convirtiera en parte de su mundo de sombras y voces.

―Las mentiras se te dan con facilidad - un escalofrío recorrió la espalda de la hechicera, ellos se arremolinaban entre ambos, trepaban por su espalda y otros se metían entre las piernas del vampiro, todos se conmocionaron al escucharle decir que estaría a su merced ―Tú no puedes estar por debajo, no se puede, no lo quieres - agachó la mirada, empezó a encorvar la espalda, justo ahora la claridad en su mente le mostraba el panorama completo, él no era cualquier sombra corpórea, él era un eterno.

Se quedó petrificada por aquel beso helado, contrario a levantar sus barreras, simplemente despejo las dudas y la insanidad volvió a nublar su mente. Se relajó de inmediato y afirmó suavemente con la cabeza, sus manos se extendieron hacia el frente y sus dedos fueron capaces de comprobar la tangibilidad del ser frente a ella ―El diablo pide favores, contratos y pactos, pero no obtiene todo lo que quiere, el lo hurta y esta acostumbrado a eso - escondió el rostro en el pecho del vampiro, dejó que el frío la abrazara y la engullera, la maraña de cabello se pegaba contra su rostro y contra la ropa inmaculada de Aleksandr ―Nunca hay un buen lugar para robar un alma - sentenció aceptando su lugar en la relación que se formaría.

Se separó de a poco de su resguardo y sintió un escalofrío por hacerlo, no era el viento gélido de París, ni el roce helado con la piel del vampiro, era el hecho de estar separada de él, alguien como Kyla, tan independiente y tan abandonada, jamás había formado lazos con nadie mas que con las imágenes en su cabeza, y ahora, el tener a quien aferrarse le provocó con rapidez sensación de vacío ―Deberás guiar, hoy y siempre - su mano se deslizó por el brazo ajeno hasta que sus dedos encontraron la cuna que formaba el interior de la palma de Aleksandr, y allí, como una pequeña niña, le rogó no la abandonara.
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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Lun Feb 08, 2016 11:35 pm


“Darkness does not age; nothing is always nothing.”
― Dejan Stojanovic, The Sun Watches the Sun


Su encuentro había sido hace mucho pactado en la inmensidad del universo y la pequeñez de las moléculas. Estaba escrito desde mucho antes e iba causar un eco eterno por las eras. Ella hablaba como si pintara sueños y pesadillas, y nadie la había entendido, hasta ahora, porque él era un sueño y una pesadilla. Sutil y arrasador a partes iguales. Le sonrió nuevamente con ese gesto que condena desde ya al mundo. Estaba por desatar su plaga y Kyla sería su acólito.

Me alegra tanto haberte encontrado —respondió como parte inconexa de una conversación jamás llevada a cabo. Por vez primera a sus siglos, alguien le hablaba en el mismo idioma de símbolos y señales. Ambos transitaban una existencia paralela a la del mundo, que de por sí, ya estaba sentenciado—. Comprendes lo que soy y no me temes. Prefieres creer mi mentira, aun sabiendo que es el material del que está hecho el camino al infierno —cuadró el cuerpo y de aquel modo imponía más, si es que eso era posible.

La abrazó cuando la volvió a tener en su regazo y le acarició la maraña de cabello. Le susurró viejas y olvidadas canciones de cuna rusas. Por algunos segundos estuvo así. Eran dos locos que finalmente encontraban a alguien con quien cometer sus locuras. Kyla, demasiado absorta en una realidad que no existía y Aleksandr dispuesto a arrancarla de ese sitio y de todos con tal de prender fuego al mundo. Verlo en llamas y luego en cenizas.

Hoy y siempre —repitió las palabras de la chica y la separó con suavidad. Con movimientos calmos, tomó su mano y la haló. Apresuró un poco el paso porque el amanecer estaba a punto de alcanzarlos.

Sus pasos seguros, sin embargo, no los dirigieron a la residencia que el vampiro mantenía en la ciudad. En cambio, avanzaron rumbo al bosque y las afueras, donde poseía otra propiedad más pequeña en dimensiones de construcción pero con jardines más grandes. Sería la fortaleza que resguardaría al precioso tesoro que era Kyla. Sable y escudo, estandarte y trinchera en esa batalla que Aleksandr libraba desde hace centurias, en la que no había ganadores, sólo un perdedor seguro: el resto. Sus víctimas. La humanidad.

Por esa noche, se quedaría a su lado. Después ya se encargaría de apostar guardias para que se mantuviera ahí. Se aseguraría que recibiera todo, todo lo que ella quisiera y más. Era su favorita, a partir de ese instante. Aquello no era para nada algo bueno, ni un halago, ni una ventaja. Sólo se trataba de prolongar el tormento hasta que el cuerpo mortal de la bruja dijera basta.

TEMA FINALIZADO.
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