AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La fiesta de la Hermandad [Tema común del Círculo de la Bruja]
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La fiesta de la Hermandad [Tema común del Círculo de la Bruja]
La noche estaba calmada. Un gran cielo, amplio y despejado, se extendía cubriendo toda la ciudad y, lo más importante, todo el bosque. En aquel cúmulo de árboles y de tierra húmeda se habían constituido varios invisibles caminos que eran transitados por una intermitente peregrinación de personas, llegadas sobretodo de París, pero también de los pueblos a los alrededores. Mendigos, brujas, ladrones, asesinos, cortesanas eran algunos de los ejemplos de la gente que ese atardecer habían abandonado sus casas y refugios para adentrarse en la seguridad y el anonimato que la espesura les proporcionaba, todos con un único destino, un único lugar de encuentro que, si bien algo alejado, no les llevaría mucho tiempo encontrar.
La oscuridad de la noche se había sumado a la que ya proporcionaban las copas de los árboles, eclipsando una luna creciente e imposibilitando el acceso de cualquier intruso a aquel amplio claro que se abría en medio de esa frondosa arboleda. En su medio se alzaba un montón de leña, troncos y madera en general, una gran pira que, por el momento, permanecía seca y a salvo de las llamas. Alrededor de aquel círculo imperfecto se abrían varios menores, mucho más pequeños que aquel despejado destinado a albergar tamaña multitud, los cuales estaban ocupados por grupos de gitanos o las viviendas de algunos proscritos; uno de ellos, más alejado, permanecía iluminado con velas, solitario, a la espera de una ceremonia que no tardaría demasiado en comenzar.
Un grupo de brujas, subidas en aquella tarima de madera, terminaron de pronunciar aquella antigua invocación, como costumbre tenían por hacer cada noche. Sus voces desgarradas terminaron por apagarse y, retirándose, dieron paso a un hombre alto y ancho de hombros, levemente grueso, pero con una constitución que, algo musculosa, imponía más respeto que sorna. Su cabello castaño, largo y desordenado se confundía con una crecida barba que ocultaba, en parte, sus labios. Con su ineludible presencia, hizo quedar a todo el Círculo en un profundo silencio, aguardando a sus palabras.
- Hermanos y hermanas – pronunció con una potente voz que llegó a todos los rincones del lugar, quizás inducida por algún hechizo -, nos hemos reunido aquí para recordar que aquí, donde nuestros pies pisan, hace tiempo acaeció una triste tragedia que nos permite hoy estar en fraternidad – tras una breve pausa, en la que, a parte de recuperar aliento dirigió su mirada a barrer el lugar, prosiguió su historia -. Hace dos siglos y medio, como casi todos sabéis, aquí estaba instalado un aquelarre de brujas, del que no mucho sabemos. Una de aquellas mujeres se llamaba Auxanne, y es ella la protagonista de nuestra historia. Auxanne no vivía con las demás brujas, ella residía en París, con sus padres y su hermano pequeño. Se dice de ella que era una joven de cabello castaño y piel marfileña, con una agradable presencia que sus humildes ropajes no sabían disimular. Una buena mañana, cuando la muchacha se dirigía camino de este claro, se encontró a un apuesto leñador de ojos verdes, que pronto se fijó en ella. Él se acercó y la paró en su caminar, intentando llamar su atención, mas, por la urgencia de ella, el encuentro se hubo de terminar. El joven quedó algo desolado, pero, sintiendo que aquella era la muchacha más bella de París, juró que se convertiría en su esposa o no se desposaría con nadie más.
Todo el claro se encontraba atento, a pesar de que todos los años se contara la misma historia y que los veteranos ya supieran el desenlace. Todos estaban ansiosos porque el hombre siguiera el relato, lo cual quedó manifestado en una voz, que rompió el silencio al decir un ”¿Y qué pasó, Gèrald?”. El hombre sonrió ante aquella muestra de interés.
- Unos días después, Auxanne regresó en busca de sus hermanas, como bien era costumbre, encontrándose nuevamente a aquel joven, que decía llamarse Gael, el cual se volvió eufórico al verla después de aquella larga espera y las desilusiones de las dos jornadas anteriores. Ella, cándida y amable, logró rechazar al muchacho y proseguir su camino al aquelarre. Gael juró nuevamente que ella sería suya y solamente suya. Y así fueron pasando las semanas, los meses, y el joven cada vez estaba más ansioso y preocupado por la evidente falta de interés de la muchacha. Así, tras otro de aquellos encuentros, Gael decidió seguirla, en busca de ver qué hacía realmente en el bosque. No tardaron mucho en llegar al claro. El chico, horrorizado, fue sorprendido por las brujas, que le increparon por su osadía, y, la joven Auxanne, enfadada porque le hubiera seguido, le dijo que jamás se casaría con él, pues su corazón ya había encontrado su lugar, y estaba en aquel claro, con sus hermanas. El joven, ultrajado, escapó de las brujas y regresó a casa, donde se tumbó en el lecho para pensar.
La intriga inundaba cada uno de los corazones de los que se reunían en aquel claro, algunos sintiendo pena por el joven, otros creyendo que era un justo merecido por su actuación.
- Tres noches después, una de las brujas más antiguas tuvo un sueño premonitorio: el campamento iba a ser asaltado por soldados con las primeras luces del alba. Raudos, alertó a sus hermanas que corrieron a desaparecer en la protección del bosque, solo quedando dos de ellas, una de cabello dorado y otra cobrizo, a vigilar. Como la anciana hubiera pronosticado, cuando el sol rozó con sus primeros rayos las copas de los árboles, el sonido de las espadas golpeando las armaduras comenzó a escucharse. Las dos brujas escondidas pudieron ver cómo pronto aparecieron los soldados. ¿Quién sería quien se llevase la sorpresa más grande? ¿Los militares o aquellas dos mujeres? Pues, aunque el campamento estaba vacío, los hombres, encabezados por el obispo de París, montando un corcel blanco, y el inquisidor, haciendo lo propio en uno negro, llevaban consigo a una muchacha encadenada. Auxanne. Los dos hombres estaban furiosos, pero, aún así, llevaron a cabo su cometido: ordenaron a sus hombres destruir las chozas de las brujas y reunirlas en una pira en el centro del claro. Una vez hecho esto, subieron a Auxanne al montículo y, tras leerle la condena, lo prendieron en fuego. A los pies de la hoguera se encontraba aquel que la había delatado: Gael. Cuando los soldados se hubieron marchado, las dos jóvenes corrieron en busca de sus hermanas y las contaron todo lo sucedido. Ellas, furiosas, juraron venganza.
- Tres noches tardó el joven en delatar a su amada y tres noches tardaron ellas en cobrarse la muerte de Auxanne. Las brujas contrataron a un grupo de doce hombres, ladrones y asesinos la mayoría, para que secuestraran al obispo, al inquisidor y al joven Gael. Ninguno de los tres objetivos fue muy difícil y ambos tres fueron llevados al claro del aquelarre. Allí se había montado una gran pira, semejante a la de varios días atrás y, condenándoles por la muerte de su amiga y compañera inocente, acabaron con ellos de la misma forma que acabaran ellos con Auxanne: con fuego.
Otra corta pausa se interpuso en la historia, aumentando tenuemente aquella urgencia que había suspendida en el lugar.
- Pero ahí no acaba la historia. Aún falta un pequeño detalle que es, posiblemente, lo más importante de todo. Al amanecer varios de los secuestradores regresaron al claro en busca de las brujas. Al parecer los guardias que habían eludido los habían descubierto y ya habían acabado con la vida de varios de ellos. Las brujas, compasivas con sus cómplices, sellaron un pacto con aquellos hombres: Todos ellos formarían una hermandad en la que unos se protegerían a los otros de las amenazas externas y aquel claro pasaría a denominarse ”el Círculo de la Bruja”, en recuerdo de Auxanne, donde los perseguidos por la justicia común y los marginados de París serían acogidos y bien recibidos. Y esta, compañeros, es la historia del comienzo de nuestra hermandad del Círculo. Ahora, a todos aquellos que ya lo conocéis, os conmino a renovar el juramento que nos reúne cada año aquí. Los nuevos, por favor, no lo digáis aún; esperad un poco más.
Entonces, el claro se llenó con un único tono compuesto por la conjunción de todas aquellas voces, una única y monótona melodía que podría sumir en un hipnótico sopor a cualquiera, lo estuviera pronunciando o no. El recital rezaba así:
- Y ahora… ¡que comience la fiesta! – dicho esto, lanzó la antorcha hacia la pira de maderos, que ardió rápidamente, convirtiéndose en aquella gran hoguera, de varios metros de altura y diámetro, que caracterizaba a aquel gran claro. La multitud estalló en vítores y el lugar se llenó de música, parloteos y un jolgorio peligrosamente contagioso.
- Normas:
• En este tema común van a participar, en principio, bastantes personajes, por lo que no hay orden de posteo.
• Se ruega calidad de roleo, aunque no se pone más límites que los ya dichos en las normas del foro.
• Los ”nuevos” en el Círculo y sus testigos deberán reunirse con Gérard en el otro claro, el iluminado con velas, para la ceremonia de Iniciación, que se realizará en breves en este mismo tema.
• Los ”nuevos” deberán haber llegado con los ojos vendados a la fiesta, aunque podrán marcharse viendo el camino, una vez ya miembros de la hermandad. En el claro se cambiarán la ropa por una camiseta larga o un vestido blanco (en el primer caso llevarán los pantalones que llevaran ya puestos).
La oscuridad de la noche se había sumado a la que ya proporcionaban las copas de los árboles, eclipsando una luna creciente e imposibilitando el acceso de cualquier intruso a aquel amplio claro que se abría en medio de esa frondosa arboleda. En su medio se alzaba un montón de leña, troncos y madera en general, una gran pira que, por el momento, permanecía seca y a salvo de las llamas. Alrededor de aquel círculo imperfecto se abrían varios menores, mucho más pequeños que aquel despejado destinado a albergar tamaña multitud, los cuales estaban ocupados por grupos de gitanos o las viviendas de algunos proscritos; uno de ellos, más alejado, permanecía iluminado con velas, solitario, a la espera de una ceremonia que no tardaría demasiado en comenzar.
Un grupo de brujas, subidas en aquella tarima de madera, terminaron de pronunciar aquella antigua invocación, como costumbre tenían por hacer cada noche. Sus voces desgarradas terminaron por apagarse y, retirándose, dieron paso a un hombre alto y ancho de hombros, levemente grueso, pero con una constitución que, algo musculosa, imponía más respeto que sorna. Su cabello castaño, largo y desordenado se confundía con una crecida barba que ocultaba, en parte, sus labios. Con su ineludible presencia, hizo quedar a todo el Círculo en un profundo silencio, aguardando a sus palabras.
- Hermanos y hermanas – pronunció con una potente voz que llegó a todos los rincones del lugar, quizás inducida por algún hechizo -, nos hemos reunido aquí para recordar que aquí, donde nuestros pies pisan, hace tiempo acaeció una triste tragedia que nos permite hoy estar en fraternidad – tras una breve pausa, en la que, a parte de recuperar aliento dirigió su mirada a barrer el lugar, prosiguió su historia -. Hace dos siglos y medio, como casi todos sabéis, aquí estaba instalado un aquelarre de brujas, del que no mucho sabemos. Una de aquellas mujeres se llamaba Auxanne, y es ella la protagonista de nuestra historia. Auxanne no vivía con las demás brujas, ella residía en París, con sus padres y su hermano pequeño. Se dice de ella que era una joven de cabello castaño y piel marfileña, con una agradable presencia que sus humildes ropajes no sabían disimular. Una buena mañana, cuando la muchacha se dirigía camino de este claro, se encontró a un apuesto leñador de ojos verdes, que pronto se fijó en ella. Él se acercó y la paró en su caminar, intentando llamar su atención, mas, por la urgencia de ella, el encuentro se hubo de terminar. El joven quedó algo desolado, pero, sintiendo que aquella era la muchacha más bella de París, juró que se convertiría en su esposa o no se desposaría con nadie más.
Todo el claro se encontraba atento, a pesar de que todos los años se contara la misma historia y que los veteranos ya supieran el desenlace. Todos estaban ansiosos porque el hombre siguiera el relato, lo cual quedó manifestado en una voz, que rompió el silencio al decir un ”¿Y qué pasó, Gèrald?”. El hombre sonrió ante aquella muestra de interés.
- Unos días después, Auxanne regresó en busca de sus hermanas, como bien era costumbre, encontrándose nuevamente a aquel joven, que decía llamarse Gael, el cual se volvió eufórico al verla después de aquella larga espera y las desilusiones de las dos jornadas anteriores. Ella, cándida y amable, logró rechazar al muchacho y proseguir su camino al aquelarre. Gael juró nuevamente que ella sería suya y solamente suya. Y así fueron pasando las semanas, los meses, y el joven cada vez estaba más ansioso y preocupado por la evidente falta de interés de la muchacha. Así, tras otro de aquellos encuentros, Gael decidió seguirla, en busca de ver qué hacía realmente en el bosque. No tardaron mucho en llegar al claro. El chico, horrorizado, fue sorprendido por las brujas, que le increparon por su osadía, y, la joven Auxanne, enfadada porque le hubiera seguido, le dijo que jamás se casaría con él, pues su corazón ya había encontrado su lugar, y estaba en aquel claro, con sus hermanas. El joven, ultrajado, escapó de las brujas y regresó a casa, donde se tumbó en el lecho para pensar.
La intriga inundaba cada uno de los corazones de los que se reunían en aquel claro, algunos sintiendo pena por el joven, otros creyendo que era un justo merecido por su actuación.
- Tres noches después, una de las brujas más antiguas tuvo un sueño premonitorio: el campamento iba a ser asaltado por soldados con las primeras luces del alba. Raudos, alertó a sus hermanas que corrieron a desaparecer en la protección del bosque, solo quedando dos de ellas, una de cabello dorado y otra cobrizo, a vigilar. Como la anciana hubiera pronosticado, cuando el sol rozó con sus primeros rayos las copas de los árboles, el sonido de las espadas golpeando las armaduras comenzó a escucharse. Las dos brujas escondidas pudieron ver cómo pronto aparecieron los soldados. ¿Quién sería quien se llevase la sorpresa más grande? ¿Los militares o aquellas dos mujeres? Pues, aunque el campamento estaba vacío, los hombres, encabezados por el obispo de París, montando un corcel blanco, y el inquisidor, haciendo lo propio en uno negro, llevaban consigo a una muchacha encadenada. Auxanne. Los dos hombres estaban furiosos, pero, aún así, llevaron a cabo su cometido: ordenaron a sus hombres destruir las chozas de las brujas y reunirlas en una pira en el centro del claro. Una vez hecho esto, subieron a Auxanne al montículo y, tras leerle la condena, lo prendieron en fuego. A los pies de la hoguera se encontraba aquel que la había delatado: Gael. Cuando los soldados se hubieron marchado, las dos jóvenes corrieron en busca de sus hermanas y las contaron todo lo sucedido. Ellas, furiosas, juraron venganza.
- Tres noches tardó el joven en delatar a su amada y tres noches tardaron ellas en cobrarse la muerte de Auxanne. Las brujas contrataron a un grupo de doce hombres, ladrones y asesinos la mayoría, para que secuestraran al obispo, al inquisidor y al joven Gael. Ninguno de los tres objetivos fue muy difícil y ambos tres fueron llevados al claro del aquelarre. Allí se había montado una gran pira, semejante a la de varios días atrás y, condenándoles por la muerte de su amiga y compañera inocente, acabaron con ellos de la misma forma que acabaran ellos con Auxanne: con fuego.
Otra corta pausa se interpuso en la historia, aumentando tenuemente aquella urgencia que había suspendida en el lugar.
- Pero ahí no acaba la historia. Aún falta un pequeño detalle que es, posiblemente, lo más importante de todo. Al amanecer varios de los secuestradores regresaron al claro en busca de las brujas. Al parecer los guardias que habían eludido los habían descubierto y ya habían acabado con la vida de varios de ellos. Las brujas, compasivas con sus cómplices, sellaron un pacto con aquellos hombres: Todos ellos formarían una hermandad en la que unos se protegerían a los otros de las amenazas externas y aquel claro pasaría a denominarse ”el Círculo de la Bruja”, en recuerdo de Auxanne, donde los perseguidos por la justicia común y los marginados de París serían acogidos y bien recibidos. Y esta, compañeros, es la historia del comienzo de nuestra hermandad del Círculo. Ahora, a todos aquellos que ya lo conocéis, os conmino a renovar el juramento que nos reúne cada año aquí. Los nuevos, por favor, no lo digáis aún; esperad un poco más.
Entonces, el claro se llenó con un único tono compuesto por la conjunción de todas aquellas voces, una única y monótona melodía que podría sumir en un hipnótico sopor a cualquiera, lo estuviera pronunciando o no. El recital rezaba así:
” Juro y perjuro que siempre seré fiel a aquesta Hermandad del Círculo;
Juro y perjuro que sólo revelaré el Camino a mis hermanos de la Hermandad;
Juro y perjuro que preservaré la paz y respetaré a mis hermanos mientras permanezca en el refugio del Círculo;
Y juro y perjuro que honraré la memoria de las brujas y perdonaré a mis hermanos de la justicia común.”
Juro y perjuro que sólo revelaré el Camino a mis hermanos de la Hermandad;
Juro y perjuro que preservaré la paz y respetaré a mis hermanos mientras permanezca en el refugio del Círculo;
Y juro y perjuro que honraré la memoria de las brujas y perdonaré a mis hermanos de la justicia común.”
- Y ahora… ¡que comience la fiesta! – dicho esto, lanzó la antorcha hacia la pira de maderos, que ardió rápidamente, convirtiéndose en aquella gran hoguera, de varios metros de altura y diámetro, que caracterizaba a aquel gran claro. La multitud estalló en vítores y el lugar se llenó de música, parloteos y un jolgorio peligrosamente contagioso.
- Normas:
• En este tema común van a participar, en principio, bastantes personajes, por lo que no hay orden de posteo.
• Se ruega calidad de roleo, aunque no se pone más límites que los ya dichos en las normas del foro.
• Los ”nuevos” en el Círculo y sus testigos deberán reunirse con Gérard en el otro claro, el iluminado con velas, para la ceremonia de Iniciación, que se realizará en breves en este mismo tema.
• Los ”nuevos” deberán haber llegado con los ojos vendados a la fiesta, aunque podrán marcharse viendo el camino, una vez ya miembros de la hermandad. En el claro se cambiarán la ropa por una camiseta larga o un vestido blanco (en el primer caso llevarán los pantalones que llevaran ya puestos).
Anatol K. Trubetzkoy- Humano Clase Baja
- Mensajes : 779
Fecha de inscripción : 13/08/2010
Localización : Lejos de la Santa Madre Rusia
Re: La fiesta de la Hermandad [Tema común del Círculo de la Bruja]
La noche avanzaba lenta y cauta, al igual que mi acompañante, el cleptómano heterocromo, y yo, el mismo Alejandro que parecía ser una persona común y corriente, quien gracias a la confianza que había ganado de Gérald ahora tenía una doble vida que el joven brujo pronto conocería. Algo en la mirada del joven descalzo, que caminaba precavido con su morral adherida a su cuerpo, y en su naturaleza "animal", impulsiva e ingenua, me había llamado la atención, y luego de cruzar solo un par de palabras ya había decidido invitarlo al El Circulo de la Bruja, aquel lugar donde bandidos, brujos, cortesanas y toda clase de alma libre podía disfrutar de la bohemia de la noche y desconectarse del mundo real para fomentar la imaginación, hermandad y buena vida.
El camino al noreste de la ciudad de París, para llegar al bosque, no significó mayor contratiempo y pude platicar con el joven brujo nuestras vivencias, experiencias y perspectivas de la vida. Por su manera de describir el mundo y su propia travesía estaba más que seguro que sería del perfil que se busca en el Circulo. Cuando ya estuvimos proximos al basto bosque me detuve para quitarme mi chaqueta café, colgándola sobre el hombro, para poder, con los dientes, arrancar la manga de mi camisa, con la cual vendé los ojos de József. Ya estaba advertido de los méritos que debía hacer para poder conseguir el conocimiento o refugio que buscaba y él sin más aceptó. Dejé mi chaqueta colgada en la rama de un árbol para vendar con fuerza sus ojos, aunque me hubiera bastado con solo cubrir su ojos izquierdo ya que, al parecer, su ojo derecho, el azul, estaba completamente obturado.
La oscuridad de la noche era absoluta camino a nuestro destino, los arboles opacaban el destello de las estrellas y el fulgor de la luna, en parte, mientras yo caminaba tras József afirmando mi mano de su hombro para guiarlo entre los arboles, siguiendo aquel camino imaginario que parecía no llegar a ni un lado. A decir verdad caminaba por inercia. Como no había un sendero que llevara directo al Circulo era más que nada guiado por mi instinto, el cual descubrí en ése mismo lugar. Si, los humanos también pueden guiarse por su instinto.
Una vez hubimos llegado al enorme claro, me apresuré a desvendar al joven brujo para que apreciara con su propio ojo lo que yo acostumbraba ver por lo menos dos veces a la semana. Un enorme claro rodeado por otros más pequeños, que dejaban a la vista aquel luminoso y despejado firmamento, pero opacando en su totalidad a la luna creciente que esa noche parecía ocultarse a lo inapropiado, quizás para la mayoría, de nuestra ceremonia, aquella que sería la más importante de todas en el año, donde se recordaba los inicios del Circulo en aquel alejado otoño. Me crucé de brazos mientras observaba, dejando escapar una leve sonrisa, la mirada curiosa de József contemplando su entorno. - He aquí, El Circulo de la Bruja - anuncié estirando mis brazos de par en par inspirando el aroma del césped húmedo y los arboles que me rodeaban, llegando aquel aroma por las fosas nasales atraídas por el gélido viento del otoño. En medio del claro, junto a la hoguera se dibujaba, de la nada, la figura de quien me había conducido a aquel refugio del anonimato y la libertad; Gérald. Su imponente voz hizo caer en un profundo silencio el claro que a esas alturas ya estaba completamente lleno de toda clase de personas y seres inimaginables. Todos observamos y oímos en silencio la ya clásica y trágica historia de Auxanne y Gael, una historia que me recordaba en parte a Fabienne. La diferencia fue que yo pude controlar el odio y rencor que su rechazo provocó en mi. A diferencia de Gael que enloqueció de amor y dio fin a la vida de su amada.
Mientras oía la historia me detuve un momento a observar al joven ladronzuelo y pude apreciar un cierto deje de nostalgia en su mirada, quizás sintiéndose identificado también con las brujas de la historia. Una vez terminado el relato su mirada se cruzó con la mía y asentí con la cabeza para luego erguir el cuerpo y fijar la mirada en la enorme hoguera que aún seguía apagada junto a Gérald, para así poder recitar el juramento, a coro con la multitud, que cada noche daba inicio a la bohemia y el alboroto fiestero.
El camino al noreste de la ciudad de París, para llegar al bosque, no significó mayor contratiempo y pude platicar con el joven brujo nuestras vivencias, experiencias y perspectivas de la vida. Por su manera de describir el mundo y su propia travesía estaba más que seguro que sería del perfil que se busca en el Circulo. Cuando ya estuvimos proximos al basto bosque me detuve para quitarme mi chaqueta café, colgándola sobre el hombro, para poder, con los dientes, arrancar la manga de mi camisa, con la cual vendé los ojos de József. Ya estaba advertido de los méritos que debía hacer para poder conseguir el conocimiento o refugio que buscaba y él sin más aceptó. Dejé mi chaqueta colgada en la rama de un árbol para vendar con fuerza sus ojos, aunque me hubiera bastado con solo cubrir su ojos izquierdo ya que, al parecer, su ojo derecho, el azul, estaba completamente obturado.
La oscuridad de la noche era absoluta camino a nuestro destino, los arboles opacaban el destello de las estrellas y el fulgor de la luna, en parte, mientras yo caminaba tras József afirmando mi mano de su hombro para guiarlo entre los arboles, siguiendo aquel camino imaginario que parecía no llegar a ni un lado. A decir verdad caminaba por inercia. Como no había un sendero que llevara directo al Circulo era más que nada guiado por mi instinto, el cual descubrí en ése mismo lugar. Si, los humanos también pueden guiarse por su instinto.
Una vez hubimos llegado al enorme claro, me apresuré a desvendar al joven brujo para que apreciara con su propio ojo lo que yo acostumbraba ver por lo menos dos veces a la semana. Un enorme claro rodeado por otros más pequeños, que dejaban a la vista aquel luminoso y despejado firmamento, pero opacando en su totalidad a la luna creciente que esa noche parecía ocultarse a lo inapropiado, quizás para la mayoría, de nuestra ceremonia, aquella que sería la más importante de todas en el año, donde se recordaba los inicios del Circulo en aquel alejado otoño. Me crucé de brazos mientras observaba, dejando escapar una leve sonrisa, la mirada curiosa de József contemplando su entorno. - He aquí, El Circulo de la Bruja - anuncié estirando mis brazos de par en par inspirando el aroma del césped húmedo y los arboles que me rodeaban, llegando aquel aroma por las fosas nasales atraídas por el gélido viento del otoño. En medio del claro, junto a la hoguera se dibujaba, de la nada, la figura de quien me había conducido a aquel refugio del anonimato y la libertad; Gérald. Su imponente voz hizo caer en un profundo silencio el claro que a esas alturas ya estaba completamente lleno de toda clase de personas y seres inimaginables. Todos observamos y oímos en silencio la ya clásica y trágica historia de Auxanne y Gael, una historia que me recordaba en parte a Fabienne. La diferencia fue que yo pude controlar el odio y rencor que su rechazo provocó en mi. A diferencia de Gael que enloqueció de amor y dio fin a la vida de su amada.
Mientras oía la historia me detuve un momento a observar al joven ladronzuelo y pude apreciar un cierto deje de nostalgia en su mirada, quizás sintiéndose identificado también con las brujas de la historia. Una vez terminado el relato su mirada se cruzó con la mía y asentí con la cabeza para luego erguir el cuerpo y fijar la mirada en la enorme hoguera que aún seguía apagada junto a Gérald, para así poder recitar el juramento, a coro con la multitud, que cada noche daba inicio a la bohemia y el alboroto fiestero.
” Juro y perjuro que siempre seré fiel a aquesta Hermandad del Círculo;
Juro y perjuro que sólo revelaré el Camino a mis hermanos de la Hermandad;
Juro y perjuro que preservaré la paz y respetaré a mis hermanos mientras permanezca en el refugio del Círculo;
Y juro y perjuro que honraré la memoria de las brujas y perdonaré a mis hermanos de la justicia común.”
Volví la mirada a József en el preciso momento en que la enorme hoguera se prendió contrarrestando de golpe el gélido viento de aquella noche - Éste es El Circulo de la Bruja, yo seré tu Testigo - dije esperando alguna reacción - Si quieres irte puedo vendarte los ojos nuevamente y llevarte de regreso a la estación y hacer de cuenta que nunca nos hemos conocido, oh puedes quedarte y conocer a la variedad de almas que conforman ésta gran familia y aprender mucho de ellos - interrumpí sin esperar reacción alguna a mis primeras palabras - La decisión está en tus manos - añadí llevando mis manos a las carteras de las chaqueta, encogiendo un poco los hombros en el acto. Lo miré fijamente mientras recordaba la primera vez que había llegado al circulo y lo mucho que había cambiado mi vida.Juro y perjuro que sólo revelaré el Camino a mis hermanos de la Hermandad;
Juro y perjuro que preservaré la paz y respetaré a mis hermanos mientras permanezca en el refugio del Círculo;
Y juro y perjuro que honraré la memoria de las brujas y perdonaré a mis hermanos de la justicia común.”
Alejandro Moldoveanu- Humano Clase Media
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Re: La fiesta de la Hermandad [Tema común del Círculo de la Bruja]
Camino en la oscuridad. Mi tía me trae de la mano, para evitar que tropiece, pero por primera vez encuentro algo positivo en mi nuevo estado: mi cuerpo "conoce" el bosque, es "parte" del mismo.
Esta tarde, mi tía me descubrió llorando y sin necesidad de usar sus poderes gitanos ya sabe que algo mal anda en mí. No tuve corazón para decirle la verdad, pero asentí que había pasado por una experiencia traumática. Entonces ella me invitó a pasear esta noche: Conocería un lugar para almas libres, para disfrutar lejos de los problemas, sólo los puros de alma en un regreso a nuestros orígenes con la madre tierra...
No puse reparos en que me vendara los ojos, si era algo que todos los nuevos debían hacer, quién era yo para contradecirlo. Y la oscuridad finalmente dió paso a un hermoso claro entre los árboles, que fue lo primero que ví cuando mi tía me desató el pañuelo:
- Tía, esto es hermoso! Gracias por traerme. -le doy un besito en la mejilla y ambas de la mano nos acercamos a los demás. Sonrío a la gente que veo, vestida de forma sencilla, como nosotras. De pronto un hombre muy guapo se adelanta y empieza a hablar. Quiero preguntarle a mi tía si él es el lider, pero permanezco callada para no interrumpirlo.
Y escucho una historia hermosa... Miro a mi tía y ella sonríe, pero me indica que siga atenta al relato. Y lo que era un incipiente amor se transforma en una tragedia de horror y muerte en el fuego, el mismo que nos abriga, nos da de comer... Un par de lágrimas se escapan de mis ojos. "Pobre Auxanne..."
Aún estoy lamentando el desenlace, cuando veo que todos, incluso mi tía, repiten unos versos. Los escucho atentamente y sin darme cuenta, la última frase la digo completa, y eso que nunca la había oído antes.
Entonces la alegría vuelve a inundar el claro, y mi tía me indica que me acerque al orador y me pasa un vestido blanco: - Ellos te indicarán cuando te cambies linda. ¡Ve con tu alma pura! -y me da la espalda y empieza a bailar junto a los demás.
Esta tarde, mi tía me descubrió llorando y sin necesidad de usar sus poderes gitanos ya sabe que algo mal anda en mí. No tuve corazón para decirle la verdad, pero asentí que había pasado por una experiencia traumática. Entonces ella me invitó a pasear esta noche: Conocería un lugar para almas libres, para disfrutar lejos de los problemas, sólo los puros de alma en un regreso a nuestros orígenes con la madre tierra...
No puse reparos en que me vendara los ojos, si era algo que todos los nuevos debían hacer, quién era yo para contradecirlo. Y la oscuridad finalmente dió paso a un hermoso claro entre los árboles, que fue lo primero que ví cuando mi tía me desató el pañuelo:
- Tía, esto es hermoso! Gracias por traerme. -le doy un besito en la mejilla y ambas de la mano nos acercamos a los demás. Sonrío a la gente que veo, vestida de forma sencilla, como nosotras. De pronto un hombre muy guapo se adelanta y empieza a hablar. Quiero preguntarle a mi tía si él es el lider, pero permanezco callada para no interrumpirlo.
Y escucho una historia hermosa... Miro a mi tía y ella sonríe, pero me indica que siga atenta al relato. Y lo que era un incipiente amor se transforma en una tragedia de horror y muerte en el fuego, el mismo que nos abriga, nos da de comer... Un par de lágrimas se escapan de mis ojos. "Pobre Auxanne..."
Aún estoy lamentando el desenlace, cuando veo que todos, incluso mi tía, repiten unos versos. Los escucho atentamente y sin darme cuenta, la última frase la digo completa, y eso que nunca la había oído antes.
Entonces la alegría vuelve a inundar el claro, y mi tía me indica que me acerque al orador y me pasa un vestido blanco: - Ellos te indicarán cuando te cambies linda. ¡Ve con tu alma pura! -y me da la espalda y empieza a bailar junto a los demás.
Re: La fiesta de la Hermandad [Tema común del Círculo de la Bruja]
Dima apenas llevaba unos días en la ciudad y ya se había metido en líos. Había oído en las calles más pobres de París algo sobre un "círculo de la Bruja", y la curiosidad le había llevado a preguntar qué era aquel círculo. Todos le habían advertido que tuviera cuidado, que aquel no era un sitio para alguien de bien... pero le dieron igual todas las palabras, y acabó pidiéndole al hombre que le había contado sobre el círculo, que le llevara al lugar.
A regañadientes, el hombre aceptó, y le avisó de que debía ir con los ojos vendados. Y así fue, el hombre llevó a Dima al lugar, quien caminaba nervioso y con ganas de quitarse la venda. Estaba desquiciado, odiaba aquel extraño secretismo... si Sasha, Nade o Alina supieran en los líos que se metía.
Suspiró cuando el hombre le dijo que quedaba poco para llegar, y cuando le quitaron la venda, Dima estaba completamente solo.
Tragó saliva asustado, observando todo a su alrededor, confuso porque no sabía donde se encontraba.
Oyó pues las palabras de un hombre y decidió acercarse a escuchar lo que decía.
-...¡que comience la fiesta!.- escuchó que éste exclamaba tras narrar una historia que no alcanzó a oír completa.
Volvió a observar a su alrededor, sin saber que hacer, y suspiró al darse cuenta de que no comprendía nada. Nadie le había explicado de que trataba todo aquello, y estaba un tanto perdido.
[Si hay algún problema, avisadme en un MP y cambiaré mi respuesta...]
A regañadientes, el hombre aceptó, y le avisó de que debía ir con los ojos vendados. Y así fue, el hombre llevó a Dima al lugar, quien caminaba nervioso y con ganas de quitarse la venda. Estaba desquiciado, odiaba aquel extraño secretismo... si Sasha, Nade o Alina supieran en los líos que se metía.
Suspiró cuando el hombre le dijo que quedaba poco para llegar, y cuando le quitaron la venda, Dima estaba completamente solo.
Tragó saliva asustado, observando todo a su alrededor, confuso porque no sabía donde se encontraba.
Oyó pues las palabras de un hombre y decidió acercarse a escuchar lo que decía.
-...¡que comience la fiesta!.- escuchó que éste exclamaba tras narrar una historia que no alcanzó a oír completa.
Volvió a observar a su alrededor, sin saber que hacer, y suspiró al darse cuenta de que no comprendía nada. Nadie le había explicado de que trataba todo aquello, y estaba un tanto perdido.
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Dima Yakovlev- Humano Clase Alta
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