AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
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Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Se despertó con la piel empapada en sudor y sintiendo los latidos de su corazón entre sus piernas. Aún no había amanecido, pero una tímida luz se colaba por la ventana formando sombras grotescas en las paredes. Aquella era la tercera noche que soñaba con él desde que lo vio por última vez allí mismo, en la cama, junto a ella. Se tumbó boca arriba mirando el techo mientras recuperaba el aliento y se tranquilizaba su pulso. Giró la cabeza hacían el lado libre del colchón y subió la mano acariciando la almohada con el dorso.
Suspiró y se levantó para beber un vaso de agua. A pesar de que el suelo era de madera, Kala lo sentía frío bajo los pies desnudos. Miró a través de la ventana mientras bebía a sorbos el agua fresca sin poder quitarse el sueño que acababa de tener de la cabeza, sonriendo de vez en cuando y sonrojándose ella sola. Dejó el vaso sobre una mesa para volver a la cama cuando vio la caja de música allí, abandonada en una esquina. La dichosa caja que todavía no había hecho sonar. La cogió con suavidad y giró la varilla metálica: la canción que sonó fue la melodía de la nana que le cantó la noche que pasó allí.
—Maldito seas —murmuró mientras se reía.
Volvió a la cama con la caja entre las manos y se volvió a dormir recordando la voz de Emhyr cantando aquella nana y sintiendo el roce de sus labios sobre los suyos.
Para cuando se despertó de nuevo la luz entraba a raudales en la carreta a pesar del cielo plomizo del invierno. Se desperezó durante un buen rato sin querer salir de entre las mantas. La caja de madera seguía en su mano , lo que le hizo recordar todo lo ocurrido hacía unas pocas horas. La dejó sobre la mesita sonriendo de manera tonta y finalmente se levantó. El circo estaba anegado debido a las lluvias de los días anteriores, pero, a pesar de eso, tenía otras muchas cosas que hacer.
Entre esos quehaceres se encontraba visitar el mercado para llenar la pequeña despensa de arroz y algunas legumbres. Viendo que la lluvia les había dado una tregua, visitó la ciudad junto con otras dos chicas de su edad. Procuraba visitar el mercado y la ciudad acompañada de una o dos personas del campamento. No serían la primera vez que una mujer era atacada por andar sola en las calles de París. Compró algunas cosas y caminó junto a las dos jóvenes entre puestos de todo tipo, parándose en muchos de ellos simplemente a observar. Charlaban y reían alegremente, contándose secretos y aventuras amorosas de las que Kala formaba parte a medias. Le preguntaron por Emhyr, pero las respuestas que la gitana daba no las satisfacían en absoluto, lo que hizo que el brujo fuera un tema recurrente a lo largo de la tarde.
Dejaron el mercado cuando la luz comenzaba a bajar. Anduvieron entre calles concurridas hasta llegar a una pequeña plaza con una fuente en el centro y, junto a ésta, un grupo de personas que observaba algo, o a alguien más bien. Fue Kala la que le vió primero a pesar de que estaba de espaldas. Escuchó su voz suave y cautivadora contando el truco que estaba haciendo y que en sus oídos sonaba como el canto de una sirena.
—Luego os alcanzo —dijo a modo de despedida.
Ellas asintieron y continuaron su camino sin preocuparse demasiado. Una de las dos estaba contando algo muy interesante, al parecer. Kala se acercó despacio hasta llegar al final del grupo, quedándose oculta tras la gente. Observó las caras de asombro de su público, la mayoría niños con sus madres, ambos igual de impresionados, pero seguro que no por las mismas razones. Esperó hasta que el grupo se dispersó para acercarse a él por la espalda.
—Me alegra ver que sigues vivo —dijo en tamil.
Caminó hasta ponerse frente a él a una distancia prudente. «Recuerda que se marchó», se repetía a sí misma una y otra vez, pero, al volverle a ver, el sueño de aquella noche volvió a su mente. Sus ojos emitieron un brillo que duró apenas un segundo.
—Pero veo que no has aprendido del todo la lección —dijo, refiriéndose a los trucos que había estado haciendo.
Suspiró y se levantó para beber un vaso de agua. A pesar de que el suelo era de madera, Kala lo sentía frío bajo los pies desnudos. Miró a través de la ventana mientras bebía a sorbos el agua fresca sin poder quitarse el sueño que acababa de tener de la cabeza, sonriendo de vez en cuando y sonrojándose ella sola. Dejó el vaso sobre una mesa para volver a la cama cuando vio la caja de música allí, abandonada en una esquina. La dichosa caja que todavía no había hecho sonar. La cogió con suavidad y giró la varilla metálica: la canción que sonó fue la melodía de la nana que le cantó la noche que pasó allí.
—Maldito seas —murmuró mientras se reía.
Volvió a la cama con la caja entre las manos y se volvió a dormir recordando la voz de Emhyr cantando aquella nana y sintiendo el roce de sus labios sobre los suyos.
Para cuando se despertó de nuevo la luz entraba a raudales en la carreta a pesar del cielo plomizo del invierno. Se desperezó durante un buen rato sin querer salir de entre las mantas. La caja de madera seguía en su mano , lo que le hizo recordar todo lo ocurrido hacía unas pocas horas. La dejó sobre la mesita sonriendo de manera tonta y finalmente se levantó. El circo estaba anegado debido a las lluvias de los días anteriores, pero, a pesar de eso, tenía otras muchas cosas que hacer.
Entre esos quehaceres se encontraba visitar el mercado para llenar la pequeña despensa de arroz y algunas legumbres. Viendo que la lluvia les había dado una tregua, visitó la ciudad junto con otras dos chicas de su edad. Procuraba visitar el mercado y la ciudad acompañada de una o dos personas del campamento. No serían la primera vez que una mujer era atacada por andar sola en las calles de París. Compró algunas cosas y caminó junto a las dos jóvenes entre puestos de todo tipo, parándose en muchos de ellos simplemente a observar. Charlaban y reían alegremente, contándose secretos y aventuras amorosas de las que Kala formaba parte a medias. Le preguntaron por Emhyr, pero las respuestas que la gitana daba no las satisfacían en absoluto, lo que hizo que el brujo fuera un tema recurrente a lo largo de la tarde.
Dejaron el mercado cuando la luz comenzaba a bajar. Anduvieron entre calles concurridas hasta llegar a una pequeña plaza con una fuente en el centro y, junto a ésta, un grupo de personas que observaba algo, o a alguien más bien. Fue Kala la que le vió primero a pesar de que estaba de espaldas. Escuchó su voz suave y cautivadora contando el truco que estaba haciendo y que en sus oídos sonaba como el canto de una sirena.
—Luego os alcanzo —dijo a modo de despedida.
Ellas asintieron y continuaron su camino sin preocuparse demasiado. Una de las dos estaba contando algo muy interesante, al parecer. Kala se acercó despacio hasta llegar al final del grupo, quedándose oculta tras la gente. Observó las caras de asombro de su público, la mayoría niños con sus madres, ambos igual de impresionados, pero seguro que no por las mismas razones. Esperó hasta que el grupo se dispersó para acercarse a él por la espalda.
—Me alegra ver que sigues vivo —dijo en tamil.
Caminó hasta ponerse frente a él a una distancia prudente. «Recuerda que se marchó», se repetía a sí misma una y otra vez, pero, al volverle a ver, el sueño de aquella noche volvió a su mente. Sus ojos emitieron un brillo que duró apenas un segundo.
—Pero veo que no has aprendido del todo la lección —dijo, refiriéndose a los trucos que había estado haciendo.
Última edición por Kala Bhansali el Lun Dic 28, 2015 8:34 am, editado 1 vez
Kala Bhansali- Gitano
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Tumbado en aquella cama boca abajo sentía como aquellas manos expertas y con bellas pinturas se deslizaban por su espalda desnuda, las punzadas que al principió les parecía algo desagradables pero que les era conocidas se convirtieron en nada en cuando las horas pasaron. Sintió aquellas gotas de sangre que dibujaban ríos escarlatas mezclada con la oscura tinta china.
La de las bellas manos sentada sobre él continuaba con su trabajo, de vez en cuando pronunciaba entre sonrisa y sonrisa, otra palabra en aquel extraño idioma. Emhyr con fluidez y alzando su rostro escondido entre las sabanas le contestaba.
No se había dado cuenta pero la luz de la habitación había cambiado, ¿cuánto tiempo habría transcurrido? Era normal que no hubiese notado el tiempo pasado, con el cielo aun nublado por las lluvias.
A pesar de las punzadas de las agujas, aliviadas por el alterno masaje de la joven que sobre él se encontraba, él se sentía algo adormilado por haber permanecido demasiado tiempo en aquella postura.
Paños limpios cortaron los fluidos ríos de sangre, limpiándoselos.
La hora llegaba de nuevo, como siempre, nunca faltaba a su cita. De nuevo salir a las calles y a sacar unas monedas, de nuevo volver a la relaidad, a la soledad que hacía acordarse a Emhyr que apenas unos cuantos días había creído que su maldición de soledad se había roto por fin, al encontrar a un igual, pero el había decido marcharse. Su regla de huir, y de que todo lo que tocaba se estropearía le frenaba en ello.
En aquellos días había pasado tantas cosas que lo habían distraído, pero sus días en soledad los había pasado eternos, ¿dónde se encontraba ella? ¿Estaría bien? Era extraño en él que no se quitase aquellas preguntas, que se preocupase por otra persona que no fuese el mismo.
La voz femenina en otra lengua, llena de ronroneos y seseos vibrantes fluyendo, interrumpió sus pensamientos haciéndole volver a la realidad.
Colocándose su camisa, salió de aquel establecimiento, y justo la joven pálida con las manos pintadas le beso en los labios, satisfecha por las horas de calidez en el lecho que le había proporcionado. Emhyr abrió sus manos y le entrego unas cuantas monedas, ella le sonrió, él poso su mano sobre su cabeza de rizos oscuros y pronunció unas palabras en aquel misterioso idioma, luego de la nada hizo surgir de entre sus manos un extraño ramillete que le entrego a la joven, ella lo acepto y le besó ambas manos agradecida.
Emhyr se despidió y comenzó a cruzar la plaza penetrando entre las calles, buscando el lugar perfecto para hacer su pequeño espectáculo de magia.
Trucos con cartas, objetos que desaparecían de la nada y regresaban en los lugares más inesperados, fuego que volaba poseído por las ordenes de su dueño... Todo ello acompañando por las fascinantes historias de lugares lejanos que el turco contaba.
Aplausos y monedas que daban señal de que el espectáculo se acababa, Emhyr miró el cielo nublado, los nimbos oscuros indicaban que volvería a llover pronto.
Iba a comenzar a contar lo ganado cuando una voz familiar le interrumpió a su espalda. Cuando vio su rostro se quedo mudo, no podía creerse que ella estuviese allí. Un silencio largo, ambos ojos que se miraban directos y apenas había atendido a lo que ella había dicho. Emhyr sintiéndose como algo en su interior quedará completo, viendo de nuevo como su soledad se ahogaba llegando el bienestar de la compañía, poso su mano sobre la cabeza de ella con confianza.
-Me queda mucha guerra que darle a la vida. ¿Me echaste de menos? -Le contesto en tamil, le removió un poco el pelo con gesto travieso. -No te preocupes, aprendí... Pero no a dejar de hacerlo, sino a perfeccionarlo. Aunque no te preocupes, los trucos que ves los puede hacer cualquier mortal de la tierra, solo son juegos de manos y algo de óptica. ¿Y qué es de ti? ¿Ha vuelto algún cliente descontento?
De nuevo miró al cielo, y tiró de su espalda para ponerse la capucha, la primera gota de lluvia cayó en su hombro.
-Espero que conozcas un lugar cerca para refugiarte, no veo que lleves la ropa adecuada, y va a llo... -No había terminado de hablar cuando comenzó a caer un chaparrón, la gente huía de las calles y ambos comenzaban a mojarse. Parecía que estaba esperando el cielo su encuentro, porque en todo el día había caído ni una gota, más bien se había mantenido anegado todo de nubes, esperando con recelo a liberar sus lagrimas celestes.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Recibió el gesto en el pelo con una mezcla de cariño y nostalgia. Uno de sus hermanos mayores le hacía lo mismo cada vez que la veía, seguido de ese mote que sólo él usaba para llamarla. Por un momento se transportó a los campos de té, a una época sin preocupaciones, donde los dos hermanos espiaban tras un seto lo que hacía un tercero. Un simple gesto amistoso que hasta ahora nadie le había hecho y una voz familiar pronunciando un idioma propio consiguieron sacarle una sonrisa sincera y natural. Cuando terminó, se peinó el pelo dejándolo detrás de las orejas.
—Lo cierto es que un poco sí —confesó. —Las tardes en el circo no han vuelto a ser tan entretenidas.
No podía apartar los ojos de él. Le observaba como si fuera la última vez que lo podría hacer, y quizá fuera así. Aunque no quería, debía admitir que aquella mañana le hubiera gustado tenerle a su lado, pero, para cuando despertó, no quedaba ni rastro de él, sólo la tibieza de las sábanas que no habían tenido tiempo de enfriarse del todo. Una vez establecido el primer contacto se tomó la libertad de acercarse un poco más, aunque no mucho.
—Siempre hay alguno que no está del todo contento, pero no hay mucho que yo pueda hacer. A parte de mentirles, claro. Pero eso tampoco da buenos resultados. —Se encogió de hombros. —Aunque si te refieres a clientes tarados, no. No ha vuelto ninguno. —Rió.
Con la cesta colgada a la altura del codo se abrazó a sí misma después de que una ráfaga de aire cruzara la calle. Miró al cielo cuando Emhyr lo mencionó y una gota le cayó en la frente, seguida de otra en la nariz y una tercera en las pestañas. Kala comenzó a caminar para ponerse a resguardo cuando el agua helada de la lluvia empezó a correrle por la espalda. Soltó un grito y echó a correr hasta quedar bajo un balcón demasiado estrecho. Se pegó a la pared de la vivienda mientras se secaba la cara empapada. El pelo se le quedaba pegado en ella y en el abrigo que llevaba. Dejó la cesta en el suelo y lo escurrió con todas sus fuerzas, pero no consiguió nada con el gesto. El suelo pronto quedó completamente mojado, lleno de charcos, y la calle completamente desierta, a excepción de ellos dos.
—El primer día incendian mi carpa y el segundo termino empapada. Empiezo a pensar que haces algo raro —bromeó. Se agachó para recoger la cesta del suelo y la abrió. Lo que llevaba estaba tan hundido como ella. Si quería aprovechar la comida debería llegar a su casa antes de que todas las semillas empezaran a germinar, y, aún así, dudaba de que pudiera utilizar algo.
Un escalofrío que la hizo temblar le recorrió la espalda de arriba a abajo. Volvió a abrazarse a sí misma, pero la ropa mojada pesaba y la enfriaba por momentos. El agua le salpicaba los zapatos y el bajo de la falda haciendo que ésta pesara cada vez más. Se arrimó todo lo que pudo a la pared hasta que casi se fusionó con ella.
—Espero que tú si conozcas algún sitio, porque yo… —miró a su alrededor y después al brujo. —No vengo mucho, y cuando lo hago no suelo quedarme entre las calles. Sé que la taberna no está lejos, pero tampoco es un sitio que me guste. —Suspiró. —Ningún sitio de esta ciudad me gusta, en realidad. Me… agobia estar lejos del campamento.
El frío la volvía a azotar. Pensó en su carreta, el fuego de la chimenea y la cama caliente y acogedora, y deseó estar allí. Notó un agujero en el estómago, el pulso acelerado y un nudo en la garganta, síntomas del agobio que pronto la atacaría sin cesar. La lluvia incesante tampoco le ayudaba a tranquilizarse y sentir la ropa pegada a su cuerpo menos aún.
La poca luz del día se apagó como si hubieran soplado una vela. Echó una última mirada a su alrededor y después bajó la mirada al suelo mientras la lluvia no hacía más que arreciar.
—Lo cierto es que un poco sí —confesó. —Las tardes en el circo no han vuelto a ser tan entretenidas.
No podía apartar los ojos de él. Le observaba como si fuera la última vez que lo podría hacer, y quizá fuera así. Aunque no quería, debía admitir que aquella mañana le hubiera gustado tenerle a su lado, pero, para cuando despertó, no quedaba ni rastro de él, sólo la tibieza de las sábanas que no habían tenido tiempo de enfriarse del todo. Una vez establecido el primer contacto se tomó la libertad de acercarse un poco más, aunque no mucho.
—Siempre hay alguno que no está del todo contento, pero no hay mucho que yo pueda hacer. A parte de mentirles, claro. Pero eso tampoco da buenos resultados. —Se encogió de hombros. —Aunque si te refieres a clientes tarados, no. No ha vuelto ninguno. —Rió.
Con la cesta colgada a la altura del codo se abrazó a sí misma después de que una ráfaga de aire cruzara la calle. Miró al cielo cuando Emhyr lo mencionó y una gota le cayó en la frente, seguida de otra en la nariz y una tercera en las pestañas. Kala comenzó a caminar para ponerse a resguardo cuando el agua helada de la lluvia empezó a correrle por la espalda. Soltó un grito y echó a correr hasta quedar bajo un balcón demasiado estrecho. Se pegó a la pared de la vivienda mientras se secaba la cara empapada. El pelo se le quedaba pegado en ella y en el abrigo que llevaba. Dejó la cesta en el suelo y lo escurrió con todas sus fuerzas, pero no consiguió nada con el gesto. El suelo pronto quedó completamente mojado, lleno de charcos, y la calle completamente desierta, a excepción de ellos dos.
—El primer día incendian mi carpa y el segundo termino empapada. Empiezo a pensar que haces algo raro —bromeó. Se agachó para recoger la cesta del suelo y la abrió. Lo que llevaba estaba tan hundido como ella. Si quería aprovechar la comida debería llegar a su casa antes de que todas las semillas empezaran a germinar, y, aún así, dudaba de que pudiera utilizar algo.
Un escalofrío que la hizo temblar le recorrió la espalda de arriba a abajo. Volvió a abrazarse a sí misma, pero la ropa mojada pesaba y la enfriaba por momentos. El agua le salpicaba los zapatos y el bajo de la falda haciendo que ésta pesara cada vez más. Se arrimó todo lo que pudo a la pared hasta que casi se fusionó con ella.
—Espero que tú si conozcas algún sitio, porque yo… —miró a su alrededor y después al brujo. —No vengo mucho, y cuando lo hago no suelo quedarme entre las calles. Sé que la taberna no está lejos, pero tampoco es un sitio que me guste. —Suspiró. —Ningún sitio de esta ciudad me gusta, en realidad. Me… agobia estar lejos del campamento.
El frío la volvía a azotar. Pensó en su carreta, el fuego de la chimenea y la cama caliente y acogedora, y deseó estar allí. Notó un agujero en el estómago, el pulso acelerado y un nudo en la garganta, síntomas del agobio que pronto la atacaría sin cesar. La lluvia incesante tampoco le ayudaba a tranquilizarse y sentir la ropa pegada a su cuerpo menos aún.
La poca luz del día se apagó como si hubieran soplado una vela. Echó una última mirada a su alrededor y después bajó la mirada al suelo mientras la lluvia no hacía más que arreciar.
Kala Bhansali- Gitano
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La lluvia aun no había adquirido la fuerza suficiente para llegar a empapar a ambos caminantes callejeros, Emhyr sonrió siempre acertaba. Las gotas comenzaron a deslizarse por su capucha, alguna que otra acertó en su rostro, pero extrañamente el agua no llegaba a calar a través de aquel viejo y holgado abrigo.
Emhyr observo como su compañera comenzaba a empaparse, y rápidamente buscaba refugio debajo de un balcón. Un poco tarde para evitar todo aquello que estaba cayendo.
-Pues estas de suerte, justo me dirigía a cerrar un negocio y de paso a descansar a un lugar donde me han dado asilo mientras este por aquí... -Era consciente de que ella poco debía de moverse por allí. Aquellas calles precisamente no eran las más seguras, ni las que mejor fama tenía por París. Mala ralea era la que se movía por allí. La noche era su momento de resplandor y donde se hacía más vida. Para Emhyr, no tenía ningún secreto le había cogido el truco a la gente de aquella zona y se sabía como la palma de la mano aquel pequeño laberinto. -Deberíamos movernos rápido, tienes que cambiarte esa ropa antes de que te pongas enferma. Toma.
El joven turco se quito el pesado abrigo y se lo puso encima a la chica por la capucha. Aquel abrigo era extraño, por su tamaño se notaba que no había sido hecho para Emhyr, sino que debía de haber tenido otro dueño, un hombre seguramente mucho más grande que él. Sus extraños bordados como pequeños detalles en los bordes de las mangas, los cierres o la capucha, eran de colores dorados y azules, por el tipo de hilo debía de haber sido muy caro... Aquel abrigo tenía que haber pertenecido a un hombre poderoso y con bastante dinero, seguramente en un pasado aquella prenda debía de haber sido majestuosa.
Pero no era aquel el detalle más extraño de éste. Al colocárselo, y a pesar de que por fuera estuviese empapado, por dentro estaba completamente seco, como si aislará el agua, y así lo era, ya que Emhyr lo había hechizado contra el agua y el frío.
-Sígueme, nos tenemos que mover rápido.- La lluvia comenzaba a ser más rauda y tomar velocidad, empapando aquella camisa que Emhyr llevaba, sin querer esta comienzo a pegarse en su cuerpo dejando ver aquellos tatuajes que poseía y las vendas del hombro, además de una nueva recorriendo su espalda.
El cielo se iluminó por un momento tomando un tinte de púrpura, tardaron varios segundos largos pero lejano se escucho el primer estallido que anunciaba tormenta.
Ambos se movieron rápidos, entre calles que se estrechaban y ensanchaba. Ya había llegado un momento en el que retroceder el perderse, por lo complicado del recorrido. Hasta que por fin llegaron a una casa de varias plantas, con balcones floreados y dos faroles encendidos tintados del rojo: Un burdel.
El otomano pego tres veces en la puerta. No tardaron ni un minuto en abrirle desprendiendo de su interior calor y el olor a perfume femenino.
En un abrir y cerrar de ojos ya estaban en aquel vestíbulo de decorado demasiado barroco para su gusto, rodeado de mujeres que solicitaban al turco por distintos motivos. La mayoría estaban a medio arreglar. Maquillajes incompletos, exagerados más para cualquier teatro, pelucas de colores estrafalarios y en ropa interior.
-¿Me trajiste lo que me pediste? -Dijo una de las chicas.
-Hoy no puedo pagarte. Mañana tal vez-Dijo otra.
-¿Nos has traído una chica nueva? ¿Quién es ella?
-Necesitamos más de ese asqueroso ungüento para las heridas de Arlene... -Decía otra.
Emhyr aun no contestaba un tanto abrumado, y solo se acercaba a Kala para coger cosas de los bolsillos del abrigo, no sin antes regalarle un gesto de disculpa.
Una voz tras otra, un gesto descarado. Parecía que aquellas “jovencitas” que trabajaban en el burdel conocían bastante al turco, tanto que se tomaban ciertas licencias a la hora de dirigirse a él.
-Con esto lo dejarás dormido, antes de que te toque. -Le paso un botecito a una de las chicas, y ella le dio unas monedas. -Mañana me pagarás, pero que no pase de mañana. -Algunas sin decirle nada, se acercaban simplemente y le soltaban dinero. -Prepararé mas ungüento luego, pero lavadle y cambiarle las vendas. -Emhyr se puso al lado de Kala. -Y ella es una amiga, esta empapada así que conseguirme algo de ropa, estará aquí hasta que pase la tormenta. Estaremos en la buhardilla. -Había comenzado a andar tomando de la mano a la joven y subiendo las escaleras. -Y sin estupideces, ni molestias. -Les advirtió con seriedad, y muchas se pusieron bastante suave. Al parecer el turco se hacía respetar.
Subieron una primera planta para luego continuar por las escaleras a otra planta más, casi todo el recorrido el turco fue en silencio.
-No son malas chicas, muchas no eligieron esto... Aunque aquí son como una familia. -Siguieron subiendo interminables escaleras. -Se cuidan entre ellas, y son “mujeres libres”, aunque hace poco “tuvimos” un problema con uno de los clientes que decidió “marcar” a una de las chicas a fuego... Ella esta bien, aunque él... Es otra historia. -Cuando llegaron a la tercera planta Emhyr se detuvo en uno de los pasillos al lado de una lampara de pared con forma redondeada. -Mira. -El turco giro una llave, y la llamita de la lampara disminuyo su flujo hasta apagarse, luego otro giro hizo que volviese a encenderse. -Es un sistema que esta en toda la casa, creo que es gas o algo similar, no lo sé... ¿Lo habías visto antes? He estado en muchas ciudades, pero París tiene maravillas que no había visto antes... Avances... He escuchado que hay aparatos que son capaces de capturar la imagen de una persona... El mundo esta cambiando y no nos damos cuenta de ello...
Después de una larga caminata, la casa era más grande de lo que parecía por fin llegaron a la buhardilla.
Un tanto desordenada, por las cajas ajenas que había allí, pero extrañamente sin ninguna gotera, a pesar de que la lluvia fuera golpeaba la única ventana que disponía.
Un colchon en el suelo solitario, un par de mudas de ropa tendidas y otros trapos, una guitarra apoyada en la pared y luego una mesa que parecía más el taller de un mecánico o una mesa de laboratorio. Botes de aceites, plantas secándose colgadas, y otras frescas, piezas de metal y madera para hacer sus cajas de música...
Emhyr con un gesto de la mano, encendió aquella especie de chimenea metálica para que calentase el lugar, y se puso a rebuscar entre sus cosas.
-Toma, estos trapos para secarte y... Bueno, hasta que no traigan algo, solo te puedo dejar esta camisa, creo que es suficientemente grande para que la puedas apañar por ahora y con esta manta. -La miro de arriba a abajo, su cabello estaba empapado por completo. Por un momento y sin quererlo recordó la noche en que ambos durmieron juntos y su atrevimiento, eso le enervo un poco por dentro. No era habitual, pero lo hizo. -¿Qué han sido de tus días? Te esperaba más enfadada.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Sintió el abrigo pesado sobre sus hombros, pero a la vez sintió el calor que éste le proporcionaba. Fue una sensación agradable en contraste con la ropa empapada que llevaba. Junto con el rechinar de los dientes asintió y caminó detrás de Emhyr intentando seguir su ritmo. Aquellas calles eran angostas, oscuras y laberínticas. En un par de ocasiones, Kala perdió de vista al brujo durante unos pocos segundos y a punto estuvo de sufrir un ataque de pánico. Al final del recorrido les esperaba una puerta de farolillos rojos que Emhyr aporreó. «¿Un burdel? ¿En serio?» Pero hasta ahí llegaron sus objeciones.
Nada más entrar notó el calor del local y ese aroma femenino que emanaban todas las mujeres. Después, una avalancha humana que se lanzó de cabeza hacia el brujo y ella, junto a la puerta, incapaz de mover un músculo. Sentía las miradas de algunas de las chicas sobre ella, curiosas la mayoría. Kala, por su parte, no dejaba de mirar el ir y venir del turco hasta que sintió su mano cogida de la de él. Su cuerpo reaccionó al fin y la agarró fuertemente mientras ambos se encaminaban a los pisos superiores. No podía apartar los ojos de todo que le rodeaba: las luces, los colores de las paredes, las alfombras llenas de dibujos o los cuadros que decoraban los pasillos. Después del segundo tramo de escaleras se detuvieron frente a una de aquellas extrañas lámparas
—No —dijo simplemente, reforzando su respuesta con movimientos sutiles de cabeza. Alzó una mano e hizo girar ella también la rueda, apagando y encendiendo la lamparita. Aquel lugar era de lo más extraño.
Aún mirando aquella burbuja en llamas siguió el camino que le marcaba él hasta que finalmente llegaron al último piso, donde una única puerta rompía la monotonía de la pared. Tras ella se escondía lo que parecía una habitación, con un colchón y algunos muebles más, pero sobria en cualquier caso. Kala se quitó el abrigo que todavía llevaba encima y lo dejó en el respaldo de una silla cercana mientras su anfitrión rebuscaba algo entre sus cosas.
—Gracias —Estiró los brazos para coger las prendas que le tendía. Aún se sentía un poco abrumada. —Servirá de momento. —Con un trapo envolvió el pelo empapado y comenzó a secarlo con delicadeza.
—Lo estuve —dijo después, levantando la vista para mirarle. —Bueno, molesta más que enfadada. Podías haberte despedido al menos. —Agitó el pelo y volvió a escurrirlo con el trapo. —Un simple “adios” hubiera bastado. ¿Te importa mirar para otro lado?
Ella por su parte se giró ligeramente dándole la espalda y comenzó a desabrocharse su camisa. Una fina corriente le erizó la piel todavía húmeda, así que cogió otro de los trapos y la secó lo mejor que pudo.
—Aunque las chicas que te conocen no tardaron mucho en decirme que era algo habitual en ti, así que lo dejé pasar. —Se puso la camisa del brujo y después se quitó la falda, secando la piel mojada de nuevo. —Pero admito que dejar de preocuparme por tus brillantes ideas me costó más. No me fiaba de que no fueras a repetir alguno de tus trucos.
La camisa que le había dejado apenas le llegaba hasta la mitad del muslo, lo que le dejaba las piernas prácticamente al descubierto. Intentó pasar ese hecho por alto, pero le resultó más que difícil. Se sentía vulnerable. Antes de cubrirse con la manta colgó ambas prendas mojadas de su brazo y se acercó donde el brujo tenía algunas colgadas. Puso las suyas al lado para que pudieran secarse, pero dudaba de que le diera tiempo para volver a ponérselas. Nada más terminar se acercó a la silla donde reposaba la manta y se la echó por los hombros. Se sintió más arropada, pero todavía sentía el frescor de la habitación en las pantorrillas.
—Por lo demás, no hay nada nuevo. El circo está anegado por las lluvias y la carpa sigue sin arreglar. —Se acercó a él y cogió uno de los trapos con el que frotó el pelo del brujo. —También te resfriarás si no te secas. ¿Y tú? ¿Qué has estado haciendo?
Retiró el trapo y, tras colocarle un par de mechones, se cubrió más con la manta. La mirada se le desvió hacia la mesa llena de trastos y cajas de música a medio montar, lo que le recordó la que Emhyr le regaló aquella tarde en la carpa y la culpable de que pasara la noche en su carreta.
—Esta mañana he hecho sonar la caja —dijo, volviendo la mirada hacia él. Después, sonrió.
Nada más entrar notó el calor del local y ese aroma femenino que emanaban todas las mujeres. Después, una avalancha humana que se lanzó de cabeza hacia el brujo y ella, junto a la puerta, incapaz de mover un músculo. Sentía las miradas de algunas de las chicas sobre ella, curiosas la mayoría. Kala, por su parte, no dejaba de mirar el ir y venir del turco hasta que sintió su mano cogida de la de él. Su cuerpo reaccionó al fin y la agarró fuertemente mientras ambos se encaminaban a los pisos superiores. No podía apartar los ojos de todo que le rodeaba: las luces, los colores de las paredes, las alfombras llenas de dibujos o los cuadros que decoraban los pasillos. Después del segundo tramo de escaleras se detuvieron frente a una de aquellas extrañas lámparas
—No —dijo simplemente, reforzando su respuesta con movimientos sutiles de cabeza. Alzó una mano e hizo girar ella también la rueda, apagando y encendiendo la lamparita. Aquel lugar era de lo más extraño.
Aún mirando aquella burbuja en llamas siguió el camino que le marcaba él hasta que finalmente llegaron al último piso, donde una única puerta rompía la monotonía de la pared. Tras ella se escondía lo que parecía una habitación, con un colchón y algunos muebles más, pero sobria en cualquier caso. Kala se quitó el abrigo que todavía llevaba encima y lo dejó en el respaldo de una silla cercana mientras su anfitrión rebuscaba algo entre sus cosas.
—Gracias —Estiró los brazos para coger las prendas que le tendía. Aún se sentía un poco abrumada. —Servirá de momento. —Con un trapo envolvió el pelo empapado y comenzó a secarlo con delicadeza.
—Lo estuve —dijo después, levantando la vista para mirarle. —Bueno, molesta más que enfadada. Podías haberte despedido al menos. —Agitó el pelo y volvió a escurrirlo con el trapo. —Un simple “adios” hubiera bastado. ¿Te importa mirar para otro lado?
Ella por su parte se giró ligeramente dándole la espalda y comenzó a desabrocharse su camisa. Una fina corriente le erizó la piel todavía húmeda, así que cogió otro de los trapos y la secó lo mejor que pudo.
—Aunque las chicas que te conocen no tardaron mucho en decirme que era algo habitual en ti, así que lo dejé pasar. —Se puso la camisa del brujo y después se quitó la falda, secando la piel mojada de nuevo. —Pero admito que dejar de preocuparme por tus brillantes ideas me costó más. No me fiaba de que no fueras a repetir alguno de tus trucos.
La camisa que le había dejado apenas le llegaba hasta la mitad del muslo, lo que le dejaba las piernas prácticamente al descubierto. Intentó pasar ese hecho por alto, pero le resultó más que difícil. Se sentía vulnerable. Antes de cubrirse con la manta colgó ambas prendas mojadas de su brazo y se acercó donde el brujo tenía algunas colgadas. Puso las suyas al lado para que pudieran secarse, pero dudaba de que le diera tiempo para volver a ponérselas. Nada más terminar se acercó a la silla donde reposaba la manta y se la echó por los hombros. Se sintió más arropada, pero todavía sentía el frescor de la habitación en las pantorrillas.
—Por lo demás, no hay nada nuevo. El circo está anegado por las lluvias y la carpa sigue sin arreglar. —Se acercó a él y cogió uno de los trapos con el que frotó el pelo del brujo. —También te resfriarás si no te secas. ¿Y tú? ¿Qué has estado haciendo?
Retiró el trapo y, tras colocarle un par de mechones, se cubrió más con la manta. La mirada se le desvió hacia la mesa llena de trastos y cajas de música a medio montar, lo que le recordó la que Emhyr le regaló aquella tarde en la carpa y la culpable de que pasara la noche en su carreta.
—Esta mañana he hecho sonar la caja —dijo, volviendo la mirada hacia él. Después, sonrió.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Mientras ella se secaba el pelo y hablaba, Emhyr buscaba entre sus cosas “algo” con apariencia distraída.
-¿Chicas que me conocen? -Se rasco la barbilla, levantando una de las mantas de lecho y encontrando por fin el objeto buscado: su pipa de fumar tallada. -Vaya... Tan poco tiempo llevo en París y ya empiezo a labrarme fama, ¿qué es lo que cuenta de mí por ahí?. -Llevándose a la boca la pipa apagada, se dejo a caer sobre el colchón sentado, y comenzó a desabrocharse los botones de su camisa mojada.
-Debe ser costumbre, es menos doloroso... Además si me hubiese despertado contigo, sé que no hubiese conseguido marcharme tan pronto... -Apartó la mirada como ella le había pedido, concentrado en su tarea los botones cedían uno tras otro.
Quiso mirar de reojo. Ella estaba despojándose de sus ropas, quedándose semidesnuda. Con su lengua movió distraído la pipa que sostenía entre sus labios. Había visto muchas mujeres desnudas en su vida, había podido poseer a montones, pero eso no quería decir que aun no siguiese poniéndose nervioso al ver a una en ese estado.
Quedándose algo pasmado con lo poco que vio, sintió como la pipa se resbalaba de entre sus labios cayendo sobre las mantas. Blasfemo. tomándola de donde había caído y desviando su atención hacia las mantas, cuando de nuevo se volvió a ella ya llevaba su camisa y le había colocado un trapo en la cabeza para empezar a secarle.
Una sensación agradable le atravesó el pecho, a pesar de lo efímero de sus manos sobre su cabeza para secarle, la sensación de nuevo de protección y seguridad por parte de otro le supo extraña pero demasiado confortable.
-Eh... Ehhh. ¿Te gusto su música? -Si, se había quedo un tanto sin palabras, pero pronto volvió a espabilarse de nuevo, ofreciéndole con un gesto que se sentase en el colchón mientras él volvía a levantarse y terminar de quitarse la camisa por completo. -Mis cajas suelen tener música que saco de mi cabeza, o alguna vez oí... Una vez hecha una ya sabes como hacer las siguientes, como hacer que las notas cuadren... Es fácil, si quieres algún día una melodía puedo hacerte un tambor para puedas cambiarlo de tu caja, solo pídemelo.
Con el torso desnudo Emhyr se acerco a un grupo de ropas tendidas, y examinando cuales estaban secas o no, se quito los zapatos y comenzó a desabrocharse los pantalones dándole la espalda. No sin antes volver a ella y sonreirle.
-Si quieres puedes volver la mirada a otro lado, pero no voy a pedírtelo... Eso ya es cosa tuya. -Le guiño un ojo mientras se desnudaba por completo y se colocaba unas mudas secas y limpias.
Emhyr no era una persona robusta, pero tenía una composición mas atlética, musculada, pero no muy exagerado. Su piel morena llamaba la atención ante la palidez de mucho, pero lo que le hacía diferente era aquel despliegue tan diferente: por un lado tenía cicatrices de... ¿mordeduras? ¿heridas con arma blanca? Y luego estaban sus tatuajes bien repartidos desde la clavícula, pasando por su hombro y parte del omóplato... Algunas tatuajes se colocaban en otro rincones de su piel, parecía estar escrita la misma palabra en distintos idiomas formando en su conjunto hermosas figuras. El turco se quito una pequeña venda, parecía la última adquisición, junto a la palabra “maktub” ponía “c´est écrit”...
Con solo unos calcetines y un pantalón puesto, se colgó en el hombro la camisa sin ponérsela y se agacho junto a Kala, la cual, esperaba sentada en la cama.
-Dame uno de tus pies... -Dijo sosteniendo en su boca la pipa de madera. Y tomándole uno de sus pies, le coloco un calcetín limpio, quedándole demasiado grande, pero al menos era lo suficiente para que no fuese descalza y cubriera un poco piernas. -Mmmm... ¿Te desagradan? -Otro calcetín colocó.
En cuanto a su pregunto quedaba en el aire si se refería a sus “tatuajes” o “cicatrices”. Era consciente de como le miraban las mujeres en aquel estado, su piel llamaba demasiado la atención, había visto desagrado, curiosidad o fascinación. Por un momento esperó sacarle los colores de nuevo a su compañera, y tal pensamiento solo le hizó sonreír.
-No me negarás que no has mirado... Ni un poquito, ¿ey? -Se sentó a su lado, y tomó el trapo con el que se secaba ella el pelo y se lo envolvió.
En las planta de abajo, parecía que a pesar de la noche y de que vez en cuando algún trueno se escuchaba, había bastante actividad. El burdel seguía atrayendo a los clientes a pesar del mal tiempo.
-Permanece un momento quieta. -Puso sus manos en la toalla que envolvía el cabello de ella, un agradable calor pudo sentir y cuando se lo retiró, el cabello estaba “algo” más seco. -No nos refriemos. ¿Sabes? Y me disculpo de antemanos, admito que yo he mirado “un poco”. -Ahí estaba ese descaro, mas que mirar un poco había mirado mucho. Tomó la pipa en sus manos y se la ofreció. -¿Quieres? ¿O una infusión o similar? ¿Tienes frío? Pronto vendrá alguna de las chicas y te dará algo más adecuado... Sinceramente esto me parece extraño, aunque no lo creas no suelo tener largas conversaciones con mujeres y menos tener una a mi “refugio”, bueno.. A mi refugio temporal. -El descarado de Emhyr, más bien, el mujeriego, parecía estar poniéndose un tanto nervioso por su presencia, ¿por qué sería? ¿Sería por tenerla con menos ropa de la cuenta a su lado? ¿O por el recuerdo de aquel beso que le supo a poco? Él había estado pensando en aquello desde que sucedió, se sintió tan estúpido, era la sensación del primerizo, pero él había dejado de serlo hacia mucho tiempo. Es más en aquellos pocos días de margen ya había probado labios ajenos.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Se sentó a su lado como él le había ofrecido justo antes de se Emhyr se levantara. Le siguió con la mirada mientras se acercaba a las ropas tendidas y elegía las secas sin poder apartar los ojos de aquellos extraños tatuajes que le cubrían parte del hombro. Tampoco perdía detalle de su espalda, con cada músculo perfectamente definido, ni de las cicatrices que tenía salpicadas por su piel. Le oía hablar pero no prestaba demasiada atención a lo que decía hasta que el brujo la miró con una sonrisa traviesa, y, aún así, no lo entendió del todo bien. Cuando comenzó a desabrocharse el pantalón volvió la cabeza, ruborizada, pero no pudo evitar mirar de reojo durante unos segundos durante los cuales se sintió como si estuviera haciendo algo indebido.
Con la camisa colgada del hombro, se acercó a ella con un par de calcetines en la mano. Kala volvió a perderse en el mar de dibujos de su pecho, pero parecía que esta vez él se había dado cuenta.
—No... —murmuró mientras sentía como la sangre se le agolpaba en la cara. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando le colocó el segundo calcetín, sólo por el simple detalle de ponérselos él mismo en vez de dárselos para que lo hiciera ella. —Y no he mirado, ni un poquito —mintió, probablemente sin ningún éxito. Su rostro todavía sonrosado la delató. —Debí imaginar que tú sí lo harías, pero tenía que intentarlo. Quien sabe, podrías tener un día caballeroso —dijo con fingido desdén.
Pasó los dedos entre su pelo como si lo estuviera peinando. El calor que había generado Emhyr lo había secado en parte, lo suficiente para que no pesara y no le diera frío. Le escuchó hablar y la mención de la ropa que traerían las chicas la entristeció. Aunque la que llevaba le estaba grande y apenas le cubría el cuerpo, desprendía ese aroma tan característico de él y lo sentía como si la tuviera arropada entre sus brazos, o ella a él. No quería ponerse nada más o menos adecuado, quería quedarse así hasta que saliera de allí.
—Estoy bien, gracias. —Estiró uno de los calcetines, que no tardó en volver a bajarse hasta el tobillo. —Siento que soy una privilegiada estando aquí, aunque lo cierto es que no te veo muy desentrenado. No me estas cuidando nada mal. —Le dio un codazo suave en un costado mientras se reía. —Creo que aceptaré esa pipa. Recuerdame como debo fumarla. Tenía que saborear el humo en la boca, ¿no?
Aspiró una bocanada y sintió el regusto en su boca. La garganta se le calentó y sintió un ligero picor, pero nada parecido a lo de la primera vez. Carraspeó un par de veces y después dejó escapar el humo.
—Mi padre tenía una pipa y solía fumar al atardecer. Si me viera ahora… —rememoró aquellas imágenes que casi había olvidado. —No me gustaba nada el olor del tabaco que se impregnaba en su ropa, así que siempre le escondía la pipa, cada vez en un sitio distinto. Nunca he sido muy buena en eso y la terminaba encontrando día si y día también, pero era divertido. —Dio vueltas a la pipa en su mano mientras hablaba. Ni siquiera sabía si Emhyr la escuchaba. —Un día se la escondí en un árbol. Ese día no fumó. ¡Pobre hombre! —Su garganta emitió una risa tierna y triste a la vez. —Creo que tampoco durmió.
Le devolvió la pipa pero su mirada se paró en los dibujos del hombro. Desde aquella distancia se podían apreciar todos los detalles de las letras escritas, cada curva, cada punto. Acercó la mano con la que había sujetado la pipa a la piel tatuada y acarició algunas de las líneas con la yema de los dedos. Fue un roce tímido, apenas perceptible, pero su piel se erizó.
—¿Qué significan? —preguntó con voz suave. —Entiendo lo que dice este último, pero, ¿qué significado tienen todos ellos? —Le miró a los ojos mientras se hacía un ovillo cubriéndose con la manta.
Desde las plantas inferiores llegaban voces tanto de hombres como de mujeres. Las carcajadas se mezclaban con el tintineo de las copas y los pasos por los pasillos de la casa. Puertas cerrándose y abriéndose seguidas de las correspondientes frases, dependiendo de si salían de la habitación o entraban en ella. Por suerte, no se escuchaba nada de las actividades que hacían dentro de aquellas cuatro paredes donde trabajaban, al menos de momento.
Unos pasos se salieron de aquel barullo y se acercaron hacia la buhardilla. Se pararon frente a la puerta y transcurrieron unos segundos hasta que la persona que había detrás tocó con tres golpes en la madera. Kala giró la cabeza ligeramente sobresaltada. Después miró a Emhyr.
—Serán las chicas con la ropa —supuso.
Con la camisa colgada del hombro, se acercó a ella con un par de calcetines en la mano. Kala volvió a perderse en el mar de dibujos de su pecho, pero parecía que esta vez él se había dado cuenta.
—No... —murmuró mientras sentía como la sangre se le agolpaba en la cara. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando le colocó el segundo calcetín, sólo por el simple detalle de ponérselos él mismo en vez de dárselos para que lo hiciera ella. —Y no he mirado, ni un poquito —mintió, probablemente sin ningún éxito. Su rostro todavía sonrosado la delató. —Debí imaginar que tú sí lo harías, pero tenía que intentarlo. Quien sabe, podrías tener un día caballeroso —dijo con fingido desdén.
Pasó los dedos entre su pelo como si lo estuviera peinando. El calor que había generado Emhyr lo había secado en parte, lo suficiente para que no pesara y no le diera frío. Le escuchó hablar y la mención de la ropa que traerían las chicas la entristeció. Aunque la que llevaba le estaba grande y apenas le cubría el cuerpo, desprendía ese aroma tan característico de él y lo sentía como si la tuviera arropada entre sus brazos, o ella a él. No quería ponerse nada más o menos adecuado, quería quedarse así hasta que saliera de allí.
—Estoy bien, gracias. —Estiró uno de los calcetines, que no tardó en volver a bajarse hasta el tobillo. —Siento que soy una privilegiada estando aquí, aunque lo cierto es que no te veo muy desentrenado. No me estas cuidando nada mal. —Le dio un codazo suave en un costado mientras se reía. —Creo que aceptaré esa pipa. Recuerdame como debo fumarla. Tenía que saborear el humo en la boca, ¿no?
Aspiró una bocanada y sintió el regusto en su boca. La garganta se le calentó y sintió un ligero picor, pero nada parecido a lo de la primera vez. Carraspeó un par de veces y después dejó escapar el humo.
—Mi padre tenía una pipa y solía fumar al atardecer. Si me viera ahora… —rememoró aquellas imágenes que casi había olvidado. —No me gustaba nada el olor del tabaco que se impregnaba en su ropa, así que siempre le escondía la pipa, cada vez en un sitio distinto. Nunca he sido muy buena en eso y la terminaba encontrando día si y día también, pero era divertido. —Dio vueltas a la pipa en su mano mientras hablaba. Ni siquiera sabía si Emhyr la escuchaba. —Un día se la escondí en un árbol. Ese día no fumó. ¡Pobre hombre! —Su garganta emitió una risa tierna y triste a la vez. —Creo que tampoco durmió.
Le devolvió la pipa pero su mirada se paró en los dibujos del hombro. Desde aquella distancia se podían apreciar todos los detalles de las letras escritas, cada curva, cada punto. Acercó la mano con la que había sujetado la pipa a la piel tatuada y acarició algunas de las líneas con la yema de los dedos. Fue un roce tímido, apenas perceptible, pero su piel se erizó.
—¿Qué significan? —preguntó con voz suave. —Entiendo lo que dice este último, pero, ¿qué significado tienen todos ellos? —Le miró a los ojos mientras se hacía un ovillo cubriéndose con la manta.
Desde las plantas inferiores llegaban voces tanto de hombres como de mujeres. Las carcajadas se mezclaban con el tintineo de las copas y los pasos por los pasillos de la casa. Puertas cerrándose y abriéndose seguidas de las correspondientes frases, dependiendo de si salían de la habitación o entraban en ella. Por suerte, no se escuchaba nada de las actividades que hacían dentro de aquellas cuatro paredes donde trabajaban, al menos de momento.
Unos pasos se salieron de aquel barullo y se acercaron hacia la buhardilla. Se pararon frente a la puerta y transcurrieron unos segundos hasta que la persona que había detrás tocó con tres golpes en la madera. Kala giró la cabeza ligeramente sobresaltada. Después miró a Emhyr.
—Serán las chicas con la ropa —supuso.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Sabía perfectamente como las mujeres le miraban con ropa, así que era de imaginar como lo mirarían desnudo. Era consciente de la extraña fascinación y curiosidad que creaban en ellas, no sabía en que sentido ya que usualmente era poco hablador, y si soltaba algo más de la cuenta era en búsqueda de llevarse otra victima a la cama. Eran pocas palabras bien medidas, y no hacía falta nada más. A veces y dependiendo del país en el que estaba, pensaba que sus rasgos exótico, acento bien distinto era lo le llamaban la atención...
-No sabes mentir. -Sonrió, era demasiado evidente, ya que sus mejillas sonrosadas la delataban, también le daban a entender que aquella joven probablemente había visto pocos hombres desnudos, o casi ninguno. -Al menos lo admito, aunque para decepción mía, no me dio tiempo a ver lo suficiente. -Aquello fue una evidente insinuación.
Fingiendo distracción termino de preparar la pipa y la encendió, dándole una primera biena calada. En apariencia estaba demasiado tranquilo, natural, aunque por dentro se sentía un tanto alterado por hecho de tenerla allí a su lado, aun mojada, sin apenas nada encima, y todavía no haberle quitado la ropa ni nada parecido. Aunque más bien lo que le alteraba era que no sintiese una profunda lujuría o similar, más bien aquel otro sentimiento agradable en su interior, aquel calor que emanaba de un lugar desconocido y casi olvidado para él. Un sentimiento que debía de ser cómodo pero a la vez era incomodo.
-Retenlo en la boca, no en lleves el humo al pecho, te hará daño si lo haces. -Le paso la pipa. -Solo saborealo, pero no te pases demasiado. -Esa advertencia que no venía seguido por una justificación, y era mejor que ella no lo supiera, venía a caso de que fumar aquellas hierbas en exceso creaba ciertos efectos “demasiado” relajantes.
Mientras ella jugueteaba con la pipa permaneció a su lado quieto, mirando hacía el frente. Él la escuchaba con aquel tono de voz que le pareció acariciante en su oído, como si se estuviesen contando secretos, un tono un íntimo que le abría a recuerdos agradables.
-A mi me lo tenía prohibido... Aunque a veces lo hacíamos a escondidas. -Tomó una calada de la pipa devuelta, y el humo impregno el aire dejando aquel olor aromatizante. -”Fumar es un placer mundano que no nos podemos permitir”, decía los maestros jenízaros. -Dejó la pipa en el suelo. -También decían que debíamos tener voto de castidad hasta ser por fin jenízaros... Pero muchos en batalla se lo saltaban. -Inclinó su rostro hacía delante, y se froto uno de los ojos con una sonrisa irónica. -Vaya estupidez...
Realmente más que ironía, parecía que recordar aquellos tiempos pasados, por muy duros que fuesen, se le hacía triste y doloroso. Es más enmudeció meditabundo unos segundos hasta que el tacto de ella lo devolvió a la realidad.
Sus dedos suaves, eran cálidos en su contacto y sin querer, provoco en la piel del moreno un leve escalofrío ante el cosquilleo.
Justo cuando ella rompió el contacto, Emhyr tomó aquella mano, y giró su cuerpo hacía ella.
-”Maktub”, “Esta escrito”... -Emhyr paso los dedos de ella por su propia piel, sobre sus dibujos, creando una especie de recorrido hasta que se detuvo en una de las palabras. -Éste es el tuyo... En lengua tamil... -Le habló suave, sin borrar su amable sonrisa y sin romper el contacto que sus ojos castaños habían creado con los de ella. -Es la misma frase escrita, una y otra vez, en distintos idiomas, lenguas, dialectos... Son el testimonio de todo mi viaje. “Esta escrito...” quiere decir algo como, si tú continuas con vida, es porqué aun no has llegado al lugar donde debes de estar... En las creencias de los míos, es que si aun no has terminado el camino de la vida como un libro, es porqué aun queda páginas escritas y por escribir. Algunos dicen que nuestro destino esta escrito desde que nacemos, pero el destino no es algo predeterminado, ya que con cada una de nuestras decisiones, nosotros cambiamos el destino... -Retiró la mano de ella de su piel, pero no la soltó del todo. Podía sentir su propio corazón latir con fuerza. -Yo llevo años huyendo, a un lugar y a otro, pero nunca me detengo. Nunca puedo quedarme, con nadie... Cada palabra que cubre mi piel, es un recordatorio de cada lugar que deje atrás, de cada destino, decisión que deje escrito y aun tengo por escribir hasta que me consiga por fin detener mis pasos y... No sé, vivir.
Sus palabras eran extrañas, era como si Emhyr no sintiese que estuviese viviendo una verdadera vida, y de algún modo así lo era. Más que vivir sobrevivía, sin poder apegarse demasiado a los lugares y a las gentes, ya que cada vez que comenzaba a acomodarse en algún lugar, “ellos” lo encontraban y con ello volvía el abandonó, y de nuevo a empezar.
Sinceramente comenzaba a hacerse cansado aquel bagaje, cansaba ser un cobarde y huir. Pero ya hacía tiempo que había decidido enfrentarse a aquellos miedos, y todo cuando por primera vez descubrió la existencias de seres inmortales. La clave estaba ahí, la inmortalidad, el poder que otorgaba. Perfecto para acabar con todo aquello, perfecto para ser fuerte y recuperar lo suyo por derecho. Aunque desde hacía ya tiempo, parecía que el destino debia de tener reservado para él otra cosa, venida por las fauces de algun lobo.
No dijo ni una palabra más, solo la miraba en silencio sosteniendo su mano.
Abajo se escucharon los muebles moverse, y voces más altas de la cuenta. Apenas le hizó caso, cuando se acerco la mano de ella a su propio rostro, obligándola a una caricia suave.
El corazón continuaba latiendo fuerte.
Emhyr soltó su mano, y fue un tanto atrevido cuando decidió tomar el rostro de Kala por la barbilla, y acariciarsela levemente, para luego recorrer los labios de esta.
Suspiró, deseó besarlos y justo cuando parecía atreverse a hacerlo, la puerta sonó a modo interrupción.
-Será... -Afirmo en voz bajita, ante la suposición de ella.
Un tanto fastidiado se levantó del lecho y abrió la puerta.
Una de las chicas llevaba todo el rostro cuarteado del negro de sus ojos anegados de lágrimas. Parecía no llevar ningún tipo de muda para Kala, más era otro motivo el que la había llevado allí, llena de nervios.
-Ha vuelto y dice que nos matará a todas... Ha atacado a dos de las chicas, no sabemos que hacer se ha atrincherado dentro de una de las habitaciones.
Emhyr apretó la mandíbula y se colocó la camisa sin abrochar. Había tenido problemas con uno de los clientes hacía al menos una semana. Aquel hombre tenía un gusto peculiar de marcar a las chicas con fuego, como seña de propiedad o cualquier otra extravagancia, ¿quién sabía? Lo que si sabían es que su fama le precedía de otros burdeles, donde había cometido actos similares o peores. Él problema era que en los otros burdeles, cedían ante sus deseos. En aquel, ya habían conseguido echarlo una vez con un buen sopapo que hizo que luego recordase poco, pero al parecer los días le había a aquel sádico aquella “insolencia”, y había vuelto para vengarse de algún modo.
-Quédate aquí... -Le dijo a Kala, esperando que “le obedeciese”, y enseguida bajo los primeros escalones para encontrarse con el percal.
Había sangre por doquier desde el pasillo hasta la habitación, sentada en el suelo y rodeaba de otras chicas, una de las mujeres lloraba sujetándose lo que le quedaba de oreja. Al parecer aquel tipo había decidido que ya no la iba a necesitar.
-¡Atrás! -Amenazaba a punta de cuchillo. -Acabaré todas vosotras putas asquerosas, vais a lamentarlo todo... No quedaréis ni una.
Las chicas de vez en cuando hacía ademán de intentar acercarsele, sin mucho éxito porque el hombre lanzaba uno que otro cuchillazo. Los llantos, alrededor rompían el silencio, pero mas lamentable era el de la joven que tras el hombre yacía en el suelo, sujetándose dolorosamente y de modo espasmódico su propio costado sangrante, al parecer el hombre había comenzado a cumplir sus amenazas, y el resto no podía hacer nada por su amiga yaciente.
Emhyr no dijo nada, era mejor ahorrárselo, cuando tenía ante él un hombre que había perdido el juicio. Quiso hacer un primer intento para alcanzar a la chica, pero de nuevo una cuchillada fue lanzada. Un paso atrás y pudo esquivarla.
-¿Usted lo que quiere es convertirse en un asesino, acaso? Lárguese y déjenos ayudar a la chica... -Dijo Emhyr, sabiendo que iba a ser de poco, de nuevo se acercó y esta vez pudo sentir como el filo del cuchillo le rozaba en el brazo. Maldijo.
-¡Otra otra vez os digo! De aquí nadie sale con vida...
La chica sangrante comenzó a torcerse dolorida, la sangre ya invadía todo el suelo de la habitación. El lamentó de antes paso a convertirse en convulsiones, y su respiración sonaba líquida.
Otra maldición por parte de Emhyr, que un arrebato se tiró sobre le hombre empujándolo al suelo y dándole un espacio suficiente de tiempo para llegar hacía la chica.
El turco intento cogerla en brazos sintiendo como la vida de ella se escapaba, pero justo cuando iba a levantarse sintió que algo duro lo empujaba contra el suelo junto a la chica. Cuando quiso darse cuenta, la chica ya había muerto y el hombre intentaba clavarse el cuchillo.
De nuevo había vuelto a apretar la mandíbula, toda seriedad en el rostro de Emhyr quedo borrado por lo hierático, pasó rápido y en poco tiempo.
Emhyr esquivó, y de nuevo volvió a esquivar incorporándose. Su cuerpo era ligero, entre los movimientos de aquel loco, era como hubiese trazado algún tipo de danza que solamente él supiese bailar. Con un movimiento casi inapreciable, le había retorcido el brazo al hombre y arrebatado el cuchillo, levantó su brazo y... Una y dos veces, debajo de la axila. No le había temblado el pulso. Rápido y letal. El cuchillo penetró dos veces en un movimiento preciso y limpio a traves de la piel, las costillas y el corazón. Al hombre loco no le dió tiempo apenas de sentir dolor, ya que sin haber rozado el suelo aun, exhaló su último aliento de vida. La muerte había sido al acto.
Emhyr había sabido donde debía de clavar, se lo habían enseñado de niño. Emhyr había sabido lo que un verdugo debía de saber para acabar con una vida con apenas un golpe y sin sufrimiento.
-Deshaceos de él, ya no es nuestro problema. -Con las sábanas más cercanas, se limpio aquellas manos que apenas se mancharon, de un mero salpicón de sangre. -Y ella no lo ha conseguido.
Salió al pasillo mudo, y sin cambiar su expresión. ”No siento nada...” Pensaba, mientras sentía que su corazón comenzaba a recobrar los latidos, después de aquel subidón de adrenalina.
Por un momento se sintió algo turbado, y su respiración era jadeante. Era extraño, cada vez que mataba a alguien, había pasado casi 3 años desde la última vez que se había visto obligado a ello.”No siento nada...” Se repetía, apoyándose en una de las paredes frente el escalón que subía a la buhardilla.
Tomó aire. ”No siento nada...”
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Volvió a sentir la piel de Emhyr en las yemas de sus dedos y un nuevo escalofrío le recorrió el cuerpo. “Este es el tuyo”. Sus palabras resonaron en su mente una y otra vez. No pudo evitar mirar el tatuaje escrito, aquella grafía tan distinta que se usaba en aquella parte del mundo. Puntos y bucles que sólo ellos dos entendían. Aunque sus palabras habían sido dichas en sentido figurado, Kala las sintió de verdad, como si en realidad aquel trozo de piel le perteneciera sólo a ella.
—En mi tierra existen unas hojas que, según se dice, tienen escrito el pasado, presente y futuro de cada persona de la tierra. —Su voz se había vuelto aterciopelada, como si estuviera contando un cuento para dormir. —También hablan de todas las reencarnaciones que hayas sufrido, o las que te esperan por delante, para saber así cuanto viaje te queda todavía. Pero, aunque cualquiera puede ir a probar suerte, sólo los elegidos son aptos para entrar a escuchar lo que tienen reservado para ellos. —Su mano seguía aferrada a la del brujo. —Espero que en tu hoja esté escrito que ese es tu último tatuaje.
Fue entonces cuando él subió su mano hasta su rostro y dejó allí la mano de la gitana. Ella le acarició la mejilla en un gesto que le resultó muy íntimo. Sentía un cosquilleo agradable en el estómago y su propio corazón latir con fuerza. Esa sensación se convirtió en una corriente que le atravesó el cuerpo cuando sintió que le tomaba el rostro con su mano y, tras acariciarle la barbilla, pasaba sus dedos suavemente por sus labios. Ella imaginó que esa caricia la hacían los labios de Emhyr en vez de sus dedos, y, cuando sintió que sus ilusiones se hacían realidad, sonó la puerta.
El brujo la abrió y Kala vio a la joven que esperaba al otro lado con la cara surcada de lágrimas. De fondo llegaban gritos y golpes que no parecían ser los habituales allí. La gitana se levantó de la cama y se acercó a la puerta para escuchar lo que la chica contaba en la medida de lo que sus nervios la dejaban. En un primer momento obedeció a las palabras de Emhyr, pero no se apartó de la puerta. Escuchó desde allí los intercambios de palabras, seguidos de golpes y gritos, y su corazón empezó a latir con más fuerza. Finalmente dejó caer la manta y se encaminó escaleras abajo.
Se mantuvo alejada pero en un lugar desde donde se veía todo lo que ocurría, aunque lo único que podía ver ella era la cantidad de sangre que se dispersaba por el suelo. Veía una joven sentada con las manos ensangrentadas sujetándose el rostro; en otro lado había otra agonizante en el suelo. Emhyr intentaba razonar con el hombre sin mucho éxito hasta que terminó por empujarle para acercarse a la chica. Parecía que iba a conseguir sacarla de allí en brazos cuando el hombre lo empujó de vuelta. Su corazón se paró cuando Emhyr cayó junto a la mujer. Por un momento pensó que su destino terminaría allí, en el suelo de aquella habitación. Por suerte no fue así. Se levantó y comenzó a bailar aquella danza tan bella y tan letal al mismo tiempo. Consiguió arrebatarle el cuchillo y lo clavó en el cuerpo ajeno, tras lo cual Kala soltó un chillido sordo. Antes de que el hombre cayera al suelo se había dado la vuelta y subía las escaleras de la buhardilla corriendo, tropezándose un par de veces con los calcetines.
Una vez en la habitación comenzó a asumir lo que había presenciado. Se cubrió la boca cuando una arcada amenazó con hacerla vomitar y tuvo que sentarse en una silla para no caer redonda en el suelo. Las piernas le temblaban pero, a pesar de que sólo estaba cubierta con la camisa, ya no tenía frío. Su pulso seguía siendo rápido y los ojos se le humedecieron, dejando caer un par de lágrimas. Escuchó pasos detrás de la puerta abierta que se detuvieron antes de entrar. Kala se levantó y se acercó, quedándose en el marco de la puerta. Vio a Emhyr cabizbajo apoyado contra la pared y con la respiración entrecortada. Su brazo sangraba ligeramente debido al corte que había recibido, algo leve para lo que podía haber sido. Volvió dentro para coger uno de los trapos y se acercó a él después con paso lento, temerosa de la reacción que pudiera tener.
Se colocó frente al brujo con nuevas lágrimas cayendo por sus mejillas y levantó ligeramente el brazo herido para limpiar la sangre. Desde la habitación seguían llegando los ruidos de las mujeres intentando deshacerse del cadáver del hombre y del chapoteo de la sangre en el suelo. El miedo la había vuelto incapaz de decir nada, pero todavía no sabía qué era lo que temía realmente, si todo lo que había pasado o al hombre que tenía delante. Levantó la vista para mirarle. Necesitaba ver más allá de su rostro, que se mantenía serio. Quería saber lo que pasaba por su mente, pero sólo pudo ver a ese niño guerrero muerto de miedo. La única diferencia era que ahora ese niño tenía rasgos de hombre. Dejó caer el trapo y posó sus manos a los lados del rostro de Emhyr, acariciando sus mejillas con los pulgares. Finalmente, como si se tratara de un arrebato, rodeó su cuello con los brazos, dándole un abrazo cálido que no sabía si él aceptaría, pero que ella necesitaba dar. Fue apretando el abrazo de manera gradual, acercando su cuerpo al de él y hundiendo su rostro en su cuello.
Más pasos y una nueva chica apareció otra vez. Parecía que ya se habían deshecho del hombre y que la joven de la herida en la cabeza necesitaba ayuda.
—Esperaré dentro —fue lo único que dijo.
Una vez en la habitación, recogió la manta del suelo y volvió a cubrirse con ella mientras se acercaba hacia la cama. Se sentó en ella primero y después dejó caer su cuerpo, quedando tumbada mirando al techo. La lluvia había disminuido su fuerza y la tormenta parecía que se había calmado, pero todavía seguían escuchándose gotas golpeando el cristal de la ventana. Rodeada del calor de la chimenea sobre aquella cama que olía a él comenzó a sentir el peso del sueño en los párpados. Se estaba empezando a quedar adormilada cuando la puerta se abrió y entró Emhyr en la habitación. Kala se incorporó y se quedó sentada donde estaba.
—¿Cómo está? —preguntó preocupada por la chica.
Se levantó de la cama y se acercó a él.
—¿Y tú? —dijo después, refiriéndose a algo más que al simple rasguño que llevaba en el brazo. —¿Cómo estás?
Deseaba volver a estrecharle entre sus brazos y que él hiciera lo propio, pero se quedó quieta donde estaba. La manta caía pesada por su espalda y la tenía firmemente agarrada con ambas manos frente a su pecho. El borde de la manta le hacía cosquillas en las piernas, con lo que de vez en cuando levantaba un pie para aliviar la sensación de picor.
—He visto lo que… ha pasado. Abajo —confesó. Sus frases parecían inacabadas, como si soltara todo lo que le pasaba por la cabeza en cada momento sin esperar a formar una frase coherente. —La otra chica… —Paró ahí, su garganta se había hecho un nudo y su voz se quebró. Los ojos volvían a llenársele de lágrimas.
—En mi tierra existen unas hojas que, según se dice, tienen escrito el pasado, presente y futuro de cada persona de la tierra. —Su voz se había vuelto aterciopelada, como si estuviera contando un cuento para dormir. —También hablan de todas las reencarnaciones que hayas sufrido, o las que te esperan por delante, para saber así cuanto viaje te queda todavía. Pero, aunque cualquiera puede ir a probar suerte, sólo los elegidos son aptos para entrar a escuchar lo que tienen reservado para ellos. —Su mano seguía aferrada a la del brujo. —Espero que en tu hoja esté escrito que ese es tu último tatuaje.
Fue entonces cuando él subió su mano hasta su rostro y dejó allí la mano de la gitana. Ella le acarició la mejilla en un gesto que le resultó muy íntimo. Sentía un cosquilleo agradable en el estómago y su propio corazón latir con fuerza. Esa sensación se convirtió en una corriente que le atravesó el cuerpo cuando sintió que le tomaba el rostro con su mano y, tras acariciarle la barbilla, pasaba sus dedos suavemente por sus labios. Ella imaginó que esa caricia la hacían los labios de Emhyr en vez de sus dedos, y, cuando sintió que sus ilusiones se hacían realidad, sonó la puerta.
El brujo la abrió y Kala vio a la joven que esperaba al otro lado con la cara surcada de lágrimas. De fondo llegaban gritos y golpes que no parecían ser los habituales allí. La gitana se levantó de la cama y se acercó a la puerta para escuchar lo que la chica contaba en la medida de lo que sus nervios la dejaban. En un primer momento obedeció a las palabras de Emhyr, pero no se apartó de la puerta. Escuchó desde allí los intercambios de palabras, seguidos de golpes y gritos, y su corazón empezó a latir con más fuerza. Finalmente dejó caer la manta y se encaminó escaleras abajo.
Se mantuvo alejada pero en un lugar desde donde se veía todo lo que ocurría, aunque lo único que podía ver ella era la cantidad de sangre que se dispersaba por el suelo. Veía una joven sentada con las manos ensangrentadas sujetándose el rostro; en otro lado había otra agonizante en el suelo. Emhyr intentaba razonar con el hombre sin mucho éxito hasta que terminó por empujarle para acercarse a la chica. Parecía que iba a conseguir sacarla de allí en brazos cuando el hombre lo empujó de vuelta. Su corazón se paró cuando Emhyr cayó junto a la mujer. Por un momento pensó que su destino terminaría allí, en el suelo de aquella habitación. Por suerte no fue así. Se levantó y comenzó a bailar aquella danza tan bella y tan letal al mismo tiempo. Consiguió arrebatarle el cuchillo y lo clavó en el cuerpo ajeno, tras lo cual Kala soltó un chillido sordo. Antes de que el hombre cayera al suelo se había dado la vuelta y subía las escaleras de la buhardilla corriendo, tropezándose un par de veces con los calcetines.
Una vez en la habitación comenzó a asumir lo que había presenciado. Se cubrió la boca cuando una arcada amenazó con hacerla vomitar y tuvo que sentarse en una silla para no caer redonda en el suelo. Las piernas le temblaban pero, a pesar de que sólo estaba cubierta con la camisa, ya no tenía frío. Su pulso seguía siendo rápido y los ojos se le humedecieron, dejando caer un par de lágrimas. Escuchó pasos detrás de la puerta abierta que se detuvieron antes de entrar. Kala se levantó y se acercó, quedándose en el marco de la puerta. Vio a Emhyr cabizbajo apoyado contra la pared y con la respiración entrecortada. Su brazo sangraba ligeramente debido al corte que había recibido, algo leve para lo que podía haber sido. Volvió dentro para coger uno de los trapos y se acercó a él después con paso lento, temerosa de la reacción que pudiera tener.
Se colocó frente al brujo con nuevas lágrimas cayendo por sus mejillas y levantó ligeramente el brazo herido para limpiar la sangre. Desde la habitación seguían llegando los ruidos de las mujeres intentando deshacerse del cadáver del hombre y del chapoteo de la sangre en el suelo. El miedo la había vuelto incapaz de decir nada, pero todavía no sabía qué era lo que temía realmente, si todo lo que había pasado o al hombre que tenía delante. Levantó la vista para mirarle. Necesitaba ver más allá de su rostro, que se mantenía serio. Quería saber lo que pasaba por su mente, pero sólo pudo ver a ese niño guerrero muerto de miedo. La única diferencia era que ahora ese niño tenía rasgos de hombre. Dejó caer el trapo y posó sus manos a los lados del rostro de Emhyr, acariciando sus mejillas con los pulgares. Finalmente, como si se tratara de un arrebato, rodeó su cuello con los brazos, dándole un abrazo cálido que no sabía si él aceptaría, pero que ella necesitaba dar. Fue apretando el abrazo de manera gradual, acercando su cuerpo al de él y hundiendo su rostro en su cuello.
Más pasos y una nueva chica apareció otra vez. Parecía que ya se habían deshecho del hombre y que la joven de la herida en la cabeza necesitaba ayuda.
—Esperaré dentro —fue lo único que dijo.
Una vez en la habitación, recogió la manta del suelo y volvió a cubrirse con ella mientras se acercaba hacia la cama. Se sentó en ella primero y después dejó caer su cuerpo, quedando tumbada mirando al techo. La lluvia había disminuido su fuerza y la tormenta parecía que se había calmado, pero todavía seguían escuchándose gotas golpeando el cristal de la ventana. Rodeada del calor de la chimenea sobre aquella cama que olía a él comenzó a sentir el peso del sueño en los párpados. Se estaba empezando a quedar adormilada cuando la puerta se abrió y entró Emhyr en la habitación. Kala se incorporó y se quedó sentada donde estaba.
—¿Cómo está? —preguntó preocupada por la chica.
Se levantó de la cama y se acercó a él.
—¿Y tú? —dijo después, refiriéndose a algo más que al simple rasguño que llevaba en el brazo. —¿Cómo estás?
Deseaba volver a estrecharle entre sus brazos y que él hiciera lo propio, pero se quedó quieta donde estaba. La manta caía pesada por su espalda y la tenía firmemente agarrada con ambas manos frente a su pecho. El borde de la manta le hacía cosquillas en las piernas, con lo que de vez en cuando levantaba un pie para aliviar la sensación de picor.
—He visto lo que… ha pasado. Abajo —confesó. Sus frases parecían inacabadas, como si soltara todo lo que le pasaba por la cabeza en cada momento sin esperar a formar una frase coherente. —La otra chica… —Paró ahí, su garganta se había hecho un nudo y su voz se quebró. Los ojos volvían a llenársele de lágrimas.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Otra bocanada de aire que llenaban sus pulmones, produciendole calma. “No siento nada...”, su apariencia y su mente se mantenía fría, pero aun dentro podía sentir el estallido de su sangre ardiendo con cada latido fuerte de su corazón. Aquella contradicción, hacía que su cuerpo pasase a un estado de extrema fuerza, a que estas poco a poco se fuesen perdiendo. Era la sensación de estar dentro de un realidad distinta a la que vivía, siempre era así, a pesar de que aquella era breve y más fácil de calmar. Cuando había estado dentro de la batalla, aquel estado era largo y continúo, si no eras capaz de mantenerlo, arriesgabas las vida. Porque la clave de una lucha no era dejarse desatar por las emociones, no gastar las energías pronto. La clave para dar continua muerte, era dejar de ser humano por un momento, dejar de sentir nada, y medir bien tus movimientos para no llegar al desgaste.
La primera vez que Emhyr había matado a alguien, no había dormido bien en meses, había tenido pesadillas con cada una de las muertes... Los más ancianos jenízaros, le hablaban de que aquello era normal, “si no tienes miedo, no eres humanos”, y luego vino el entrenamiento meditativo. La meditación era la única manera de encontrar la paz, y no sentirlo. La muerte era necesaria, y estaba en el día a día, si tenía una causa justa para el verdugo. El anciano derviche se lo había dicho, “matar es un algo amargo y terrorífico, no debe de producir placer, ya que si lo hiciese dejaríamos de ser humanos”.
Otra bocanada de aire, su corazón se ralentizaba, su mente en blanco solo se concentrada en cada latido. Era una causa justa.
De repente sintió escozor en su brazo, y un tanto de dolor que pronto puso sus pies en el suelo que pisaba y su mente en el lugar que estaba. La adrenalina bajaba los efectos sedantes antes el dolor.
Aun apoyando su frente en la pared, solo movió los ojos para observar a Kala a su lado. ¿Cuánto tiempo llevaría allí en silencio?
La dejo hacer sin decir apenas nada, suponía que lo había visto todo. Entre sus lágrimas parecía estar intentando descifrar lo que Emhyr pensaba. Un gesto de queja al sentir el trapo en su herida, pero luego este cayó pesadamente y pudo sentir sus brazos envolviendo su cuello y su peso ligeramente contra la de él.
Una chispa de consuelo y calidez que en su interior comenzaba a encenderse, cual llama avivada y agradecida. Emhyr le correspondió calmó, envolviendo su cintura y atrapándola contra su cuerpo.
Suspiró embriagado, ante el aroma agradable de su cabello contra su rostro.
Otra vez ese sentimiento... Protección, seguridad... Y... ¿tal vez su alma un tanto más ligera que antes con ciertas ansias de echarse a volar?
La apreto delicadamente, y ella con a él con mucha fuerza. Sonrió, y le beso la cabeza.
-Vas a romperme una costilla... -Bromeó antes de que fuesen de nuevo interrumpidos. Él hizó ademán de afirmación y se marcho por la puerta.
Después de casi una larga media hora, regreso a la buhardilla, Kala estaba medio dormida cuando él entró sin apenas hacer ruido, no quería despertarla.
-Esta bien, ha perdido un trozo de oreja, pero al menos no toda. Encontramos un trozo en el suelo y Linette hizó un buen trabajo. Antes de meterse en el negocio era costurera, la piel no es igual que la tela, pero hace buenos apaños. -Emhyr señalo la herida de su brazo, estaba cosida de un modo preciso y limpio. Ahora parecía mas tranquilo y centrado, la miraba de nuevo de arriba a abajo, le parecía tan bonita y de repente frágil con sus lagrimas, que inconsciente era ella que sin quererlo se hacía demasiado deseable en sus ojos de un modo tan sencillo. -...Muerta, ha sido mala suerte. -Finalizó su frase por ella. -Me lo he imaginado, por tu reacción. -Hablaba suave, con un tono de vez de comprensión y como si intentase tranquilizarla. -Oye... No llores, yo estoy bien, ¿vale? El susto ya ha pasado. Y de verdad estoy bien, cansado, pero bien... No te preocupes, esto es normal en esta vida.
Emhyr rozó con su dedo índice el brazo de ella, luego y un poco indeciso al principio se atrevió a estrecharla entre sus brazos a modo consuelo. En aquel abrazo la sentía más pequeña que él, con aquella fina figura, y aquella lagrimas que humedecían su piel. Acarició su oscuro cabello, y de nuevo beso su cabeza
-Te vas a quedar helada, vamos a la chimenea y descansemos un poco, al menos tú deberías dormir. -Le dió un golpecito en la babilla, y le dedico una sonrisa. -Son demasiadas emociones, en tan poco tiempo. Anda... -La animó y rompiendo su abrazo, le tomó de la mano para conducirla al lecho.
De repente y como si Emhyr se hubiese acordado de algo que había dejado pendiente, se detuvo justo al lado del colchón, tiró del brazo de ella para volver a pegar su cuerpo contra el suyo.
Sus ojos castaños la miraron con brillo extraño.
-Perdóname por lo que voy a hacer, y sobre todo gracias... -Susurro cerca de su rostro, justo antes de impactar sus labios contra los de ella. La beso al principio con cierto desenfreno, conteniendo su respiración por momento. Luego este poco a poco se convirtió en una acaricia tranquilizadora, suave y dulce. Sus manos no pudieron evitar acariciar su espalda y poco a poco estrecharla contra él con cierto presión, como si no quisiera dejarla escapar.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
No se había dado cuenta, pero estaba conteniendo la respiración. Una de las mujeres le había cosido la herida del brazo y ahora le parecía menos grave que antes, pero, aun así, su corazón seguía latiendo con fuerza. La otra chica había muerto. Muerto. Y todo por el arrebato de un loco que debía haber sufrido ese destino hacía mucho tiempo. A pesar de que su propia vida estaba manchada de sangre, la muerte tanto de inocentes como de culpables seguía causándole una gran impresión. No quería llorar más, pero parecía que la garganta le iba a explotar. La voz de Emhyr, tan suave como el pelaje de un cachorrito, la envolvía como una segunda manta. Insistía en que estaba bien, pero le costaba trabajo creerle. ¿De verdad estás bien? quería preguntarle, pero no era capaz de pronunciar palabra.
Él se acercó y, como si le hubiera leído el pensamiento, la rodeó con sus brazos. El contacto deshizo el nudo, dando pie a una riada de lágrimas que tanto trabajo le había costado guardar. La congoja agitaba su cuerpo de manera suave pero notable. Kala se acercaba cada vez más a él inconscientemente, buscando ese refugio que sólo se podía encontrar en el cuerpo de otro ser humano. Soltó la manta y pasó sus brazos en torno al cuerpo del brujo. Sentía sus costillas abrirse al tomar aire y los latidos de su corazón en la mejilla. Cada caricia por parte de Emhyr era un consuelo para Kala y finalmente dejó de llorar, pero no quería ser ella la que se separara primero.
Cuando deshizo el abrazo la manta cayó al suelo. Se dejó guiar por él mientras con la otra mano secaba las lágrimas de sus mejillas y algunas que todavía quedaban en los ojos. Sorbió por la nariz un par de veces.
De pronto sintió un suave tirón del brazo y al segundo siguiente estaba pegada frente a él. Los ojos aún enrojecidos se abrieron como platos por la sorpresa.
—¿Qu...? —consiguió decir, aunque, más que palabras, lo que emitió fueron sonidos extraños.
Se quedó inmóvil durante los primeros segundos intentando asimilar lo que estaba pasando. Cuando por fin lo consiguió, disfrutó del sabor y la suavidad de los labios de Emhyr como si fuera la primera vez. Subió sus manos hasta los cuellos de la camisa y los agarró pegándose a él con fuerza. Las manos por su espalda le producían un millón de escalofríos que le recorrían cada centímetro del cuerpo erizandole la piel. El énfasis del principio fue disminuyéndose, pero eso no significaba que la gitana disfrutara menos, al contrario. Cada segundo de aquel gesto le sabía como si fuera la cosa más dulce. Pero, por mucho que quisiera, no fue un beso eterno.
Soltó la camisa y posó las manos con suavidad a los lados de su cuello, como si necesitara mantener cierto equilibrio. Separó su rostro unos pocos centímetros, lo suficiente para poder mirar cada detalle del mismo y dejarlo grabado a fuego en su mente. Las últimas palabras de Emhyr le habían dejado cierto regusto amargo, como si tuviera la sensación de que no le volvería a ver. Y conociéndole, no sería de extrañar.
—Gracias a ti —dijo sin saber por qué, como tampoco sabía qué era lo que le agradecía él.
Acercó su rostro y volvió a unir sus labios con los del brujo, sintiendo de nuevo aquella textura que no había olvidado en todos aquellos días. Quitó las manos poco a poco, rodeando su cuello de nuevo con los brazos. Estaban tan cerca uno del otro que parecían un único cuerpo. Rompió el enlace de sus bocas y la acercó a su oído.
—¿De verdad estás bien? —susurró, haciendo por fin la pregunta que aún seguía rondando su mente. —Cuando te ha tirado al suelo… creía que no saldrías de allí. —Se separó de nuevo para poder mirarle. —Claro que, si llego a saber lo que eres capaz de hacer, no me hubiera preocupado.
Nuevas lágrimas amenazaban con salir, pero las secó a tiempo con la manga de la camisa. Se sentía un poco estúpida por lo que acababa de decir. ¡Claro que era capaz de hacer eso! Le habían entrenado desde pequeño para ser la guardia del sultán, nada menos. Tenía que saber eso y mucho más. Ella ya lo sabía, él mismo se lo había contado. Pero, después de verlo, ya podía empezar a imaginárselo en toda su magnitud.
Él se acercó y, como si le hubiera leído el pensamiento, la rodeó con sus brazos. El contacto deshizo el nudo, dando pie a una riada de lágrimas que tanto trabajo le había costado guardar. La congoja agitaba su cuerpo de manera suave pero notable. Kala se acercaba cada vez más a él inconscientemente, buscando ese refugio que sólo se podía encontrar en el cuerpo de otro ser humano. Soltó la manta y pasó sus brazos en torno al cuerpo del brujo. Sentía sus costillas abrirse al tomar aire y los latidos de su corazón en la mejilla. Cada caricia por parte de Emhyr era un consuelo para Kala y finalmente dejó de llorar, pero no quería ser ella la que se separara primero.
Cuando deshizo el abrazo la manta cayó al suelo. Se dejó guiar por él mientras con la otra mano secaba las lágrimas de sus mejillas y algunas que todavía quedaban en los ojos. Sorbió por la nariz un par de veces.
De pronto sintió un suave tirón del brazo y al segundo siguiente estaba pegada frente a él. Los ojos aún enrojecidos se abrieron como platos por la sorpresa.
—¿Qu...? —consiguió decir, aunque, más que palabras, lo que emitió fueron sonidos extraños.
Se quedó inmóvil durante los primeros segundos intentando asimilar lo que estaba pasando. Cuando por fin lo consiguió, disfrutó del sabor y la suavidad de los labios de Emhyr como si fuera la primera vez. Subió sus manos hasta los cuellos de la camisa y los agarró pegándose a él con fuerza. Las manos por su espalda le producían un millón de escalofríos que le recorrían cada centímetro del cuerpo erizandole la piel. El énfasis del principio fue disminuyéndose, pero eso no significaba que la gitana disfrutara menos, al contrario. Cada segundo de aquel gesto le sabía como si fuera la cosa más dulce. Pero, por mucho que quisiera, no fue un beso eterno.
Soltó la camisa y posó las manos con suavidad a los lados de su cuello, como si necesitara mantener cierto equilibrio. Separó su rostro unos pocos centímetros, lo suficiente para poder mirar cada detalle del mismo y dejarlo grabado a fuego en su mente. Las últimas palabras de Emhyr le habían dejado cierto regusto amargo, como si tuviera la sensación de que no le volvería a ver. Y conociéndole, no sería de extrañar.
—Gracias a ti —dijo sin saber por qué, como tampoco sabía qué era lo que le agradecía él.
Acercó su rostro y volvió a unir sus labios con los del brujo, sintiendo de nuevo aquella textura que no había olvidado en todos aquellos días. Quitó las manos poco a poco, rodeando su cuello de nuevo con los brazos. Estaban tan cerca uno del otro que parecían un único cuerpo. Rompió el enlace de sus bocas y la acercó a su oído.
—¿De verdad estás bien? —susurró, haciendo por fin la pregunta que aún seguía rondando su mente. —Cuando te ha tirado al suelo… creía que no saldrías de allí. —Se separó de nuevo para poder mirarle. —Claro que, si llego a saber lo que eres capaz de hacer, no me hubiera preocupado.
Nuevas lágrimas amenazaban con salir, pero las secó a tiempo con la manga de la camisa. Se sentía un poco estúpida por lo que acababa de decir. ¡Claro que era capaz de hacer eso! Le habían entrenado desde pequeño para ser la guardia del sultán, nada menos. Tenía que saber eso y mucho más. Ella ya lo sabía, él mismo se lo había contado. Pero, después de verlo, ya podía empezar a imaginárselo en toda su magnitud.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
De buena gana ella había recibido el beso que él le había concebido, muy contrario a lo que él pensaba que ocurriría, ya que para su sorpresa ella ni lo rechazo ni le dio una bofetada. Igual que en aquella noche hacía poco tiempo, donde él había jugado al riesgo en aquella carreta, sintiéndose victorioso pero insatisfecho por no haber podido probar más. Y es que, desde que había abandonado aquel lugar sin despedida, no había podido olvidar el suave roce de aquellos apetecibles labios, y la mirada dulce de la vidente.
Ahora la tenía allí delante, como si el destino hubiese escrito que debían de volver a reencontrarse, porque en la historia de ambos había quedado algo incompleto.
Era de admitir que era una satisfacción sentir como el cuerpo de ella se estremecía entre sus manos, mientras saboreaba sus labios lentamente. Un leve sentimiento de lujuria nació en su interior, contenido, al solo imaginar que si su leve roce le había causado escalofríos, qué reacción tendría aquel cuerpo cálido ante las caricias de sus manos ya expertas.
El contacto finalizó, y los ojos del turco notablemente tenía aquella chispa de ardor inevitable al mirarla. Sus cuerpos aun no se había separado, y al parecer no tenían prisa de hacerlo. Para extrañeza de él, ella le dio las gracias, pero ¿por qué? No consideraba que hubiese hecho gran cosa por ella, más bien meterla indirectamente en problemas.
Un beso más, y de repente se sintió frío y solitario al no tener su piel contra la suya., aunque la dicha seguía allí, mezclando un sentimiento de felicidad que hacía mucho que no sentía y de sentirse un poco estúpido. Que su cuerpo pareciese que estuviese elevado por una nube, era un sentimiento que nunca había sentido, extraño y le incomodaba, era como estar indefenso pero feliz por ello.
No sabía porque pero tenía la sensación de que París poco a poco iba a enganchandole más, lo intentaba a atar, de una forma u otra. Era consciente que su estancia allí iba a ser un poco más larga de la cuenta, que sus objetivos estaban cercanos, pero era solo eso “un lugar temporal”. Si conseguía la licántropía o la inmortalidad del vampiro se quedaría para aprender a controlarlo, y luego se marcharía a su país a reclamar todo aquello que le habían robado, vengarse y por fin iniciar la vida con la que había soñado. Si no conseguía nada de ello, tendría que plantearse un nuevo destino, pero al fin y al cabo siempre le pisaban los talones, y estar a su lado era estar en peligro, era un desterrado de su tierra, un condenado a muerte y muchos le había puesto precio a su cabeza. No iba a poner en peligro a Kala, ni nadie más.
París era un lugar atractivo, un lugar que le daba oportunidades para cumplir un sueño, pero aquella expectativa le causaba tristeza y más tras conocer a la vidente.
-De verdad estoy bien. -Sonrió, intentaba apartarse tal amargos pensamientos, ¿por qué no acomodarse un poco más en la ciudad? ¿Por qué no pensar por un momento o unos días, que su estancia no tendría fin? ¿Y si arriesgaba? -¡Oh vamos! ¿No estarás llorando por mí? Soy más duro de lo que parezco.
Se agacho un poco y en un abrir y cerrar de ojos, la cogió en brazos colgándola al hombro como si apenas pesase nada, y él no sintiese ni cansancio ni dolor alguno en sus heridas.
Emhyr se paseo por la buhardilla como si intentase decidir que hacer con ella, luego se acerco al alto ósculo que hacía de ventana y se puso de puntillas.
-Sabes que como sigas llorando te voy a tener que echar al tejado por esta... -Intento acercarla a la ventana con poco éxito, era demasiado alta para él y lo único que consiguió al abrirla era que la leve lluvia de fuera se colara junto con el frescor. -... esta, ventana que no llego pero bueno. Te echaré al tejado para que te mojes y tus lágrimas se confundan en la lluvia, así no las veré.
Bromeó al mismo tiempo que cerraba la ventana, y dejaba caer a Kala suavemente sobre el lecho y él junto a ella. Pronto la atrapo con su cuerpo, quedando él sobre ella. De nuevo su rostro le hablaba a pocos centímetros, tentativo.Le besó la nariz, y luego la frente despacio.
-¿No sientes miedo? ¿De mí...? Ya has visto de lo que soy capaz, no sé... -Susurró y luego se dejo caer a su lado tumbado. Miró el techo pensativo. -Sinceramente estoy mejor de lo que estaría cualquier persona en esa situación, todo el mundo no es capaz de hacerlo... Más me preocupa, otro pensamiento que solo hace crearme dudas... Creo que no quiero marcharme de éste lugar.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Aquel chico era de todo menos predecible. En un abrir y cerrar de ojos, Kala se vio a sí misma boca abajo colgada de su hombro y dando vueltas por la buhardilla.
—¿Qué haces? ¡Bájame! —se quejó pataleando un poco. Su voz era chillona e intercalaba alguna que otra risa. Parecía como si de pronto hubiera olvidado todo lo que había pasado en aquel lugar. —No soy un saco, ¡bájame!
Agarrada a su cintura, lo único que podía ver eran sus pies y el suelo de la habitación. Le escuchaba hablar y cada palabra que oía le gustaba cada vez menos. No podía hablar en serio, ¿se había vuelto loco?
—No serás capaz. —Ya no se reía. En las piernas sintió una corriente fría procedente del exterior, incluso algunas gotas de agua. Irguió su cuerpo intentando mirar al frente, pero en aquella postura no podía ver gran cosa, sin contar con que el pelo le había cubierto la cara por completo. —No. No. ¡NO!
Pataleó un poco más hasta que sintió que Emhyr cerraba la ventana. El calor de la habitación se hizo notar, al menos en ella. Un calcetín salió volando en su pequeña batalla y el otro quedó colgando de la punta del pie. No le hicieron falta durante mucho tiempo más, puesto que lo siguiente que sintió fue que caía delicadamente sobre el colchón y el brujo detrás. Segundos después sus cuerpos volvían a estar pegados y sus rostros separados por escasos centímetros. Kala, en un primer momento, aguantó la respiración tensando todos sus músculos. Luego simplemente se relajó, dejando que ambos cuerpos encajaran uno con el otro, como si fueran un perfecto rompecabezas.
—¿Miedo de lo que eres capaz de hacer? —dijo también entre susurros —¿Te refieres a sacarme por la ventana? Si no llegas —se burló, dándole un toque con el índice en la mejilla. Después sonrió. —Si, me das miedo. De hecho, se lo darías a cualquiera —confesó. Con los dedos dibujaba el contorno de sus rasgos de manera suave, rozando las yemas nada más. —Lo que has hecho da pavor, y no quiero imaginar qué otras cosas sabrás hacer. Pero, no sé… a la vez que miedo, siento que no vas a hacerme nada malo. —Se acomodó algo mejor en la cama. —Puede que me equivoque y acabe como el perturbado ese, pero… creo que me arriesgaré.
Separó su mano, que seguía recorriendo su rostro, en el momento en el que Emhyr se tumbó boca arriba a su lado. Ella se giró al mismo tiempo, quedando tumbada de lado, mirándole. Estar así, tumbados uno junto al otro sin hacer otra cosa que intercambiar pensamientos le resultaba acogedor, como una escena familiar. Puso ambas manos bajo su cabeza y se acurrucó doblando las piernas. Al escucharle hablar no pudo evitar sentir una punzada de tristeza en el pecho. Por un momento había llegado a olvidar la vida nómada que llevaba. De un lado para otro sin un objetivo final, siempre huyendo. «Yo no quiero que te vayas» estuvo a punto de decirle, pero se calló.
—Quizá hayas encontrado tu sitio al fin. No se está mal aquí. —Se acercó un poco más a él y alargó una mano con la que comenzó a dibujar círculos en su hombro, allí donde la camisa escondía los tatuajes. —Los primeros años no me gustaba nada, odiaba esta ciudad, su gente, su clima, sus costumbres… todo, incluso el idioma. Cuando llegué sólo podía hablar con mi tío, nadie era capaz de entenderme. Te puedes imaginar, no tenía claro que era lo que estaba pasando en mi familia y me traen aquí, sola y sin hablar francés. —Suspiró. —Pero después de vivir más de media vida aquí acabas encontrando tu hueco, tus lugares secretos... ese tipo de cosas. Tampoco te queda más remedio, si no lo haces acabarías volviéndote loco.
Paró el movimiento de su mano y se acercó otro poco más buscando algo de calor. Apoyó la cabeza en el hombro de Emhyr y la mano en el pecho, cerca de su rostro. El frío de la noche se hacía notar.
─Aunque no haga más que decir que algún día volveré a Ceylán, cuando lo pienso me doy cuenta de que ya no me queda nada a donde poder regresar. No śe si habrá alguien allí o si están esparcidos por el mundo, como yo. Ni siquiera sé si el resto de mis hermanos siguen vivos. En realidad, casi no me acuerdo de ellos. Mi hermano pequeño tenía cuatro años la última vez que le vi.
Su cuerpo empezó a temblar. Sentía miedo, tristeza, nostalgia y un millón de viejas sensaciones conocidas que hacía mucho que no sentía. Nunca antes había confesado todas esas cosas a nadie, ni siquiera a Rajesh. Ella misma se sorprendía de la facilidad con que le habían salido aquellas palabras frente a Emhyr, la manera en la que se había abierto en tan poco tiempo. Esta vez sus ojos no se anegaron de lágrimas, pero la pena y el dolor que sentía Kala era mayor que cualquier otro. Se calló durante largo tiempo pensando en esa última vez que vio a cada uno de sus familiares, las últimas frases que les dijo antes de saber que no volvería a verles.
Algo la devolvió a la realidad, pero no supo si fue algún movimiento, algún ruido o la voz del propio Emhyr. Seguía con la cabeza apoyada en su hombro y el contacto con su cuerpo empezaba a quitarle el frío. «No te vayas»
─¿Puedo preguntarte algo? ─Incorporó su pecho ligeramente de tal manera que pudiera mirarle a los ojos sin moverse demasiado. El peso de su cuerpo estaba soportado por el brazo, con el codo apoyado sobre la cama. ─¿De quién huyes, exactamente? ¿Por qué no puedes quedarte aquí? Bueno, aquí o en otro lugar, pero en alguno.
Sintió de nuevo esa sensación amarga de que no iba a volver a verle. «No te vayas», seguía pensando una y otra vez. Alargó la mano que no tenía apoyada y comenzó a jugar con un mechón de pelo del brujo, enrrollándolo entre sus dedos con suavidad y peinándolo después. «Quédate»
—¿Qué haces? ¡Bájame! —se quejó pataleando un poco. Su voz era chillona e intercalaba alguna que otra risa. Parecía como si de pronto hubiera olvidado todo lo que había pasado en aquel lugar. —No soy un saco, ¡bájame!
Agarrada a su cintura, lo único que podía ver eran sus pies y el suelo de la habitación. Le escuchaba hablar y cada palabra que oía le gustaba cada vez menos. No podía hablar en serio, ¿se había vuelto loco?
—No serás capaz. —Ya no se reía. En las piernas sintió una corriente fría procedente del exterior, incluso algunas gotas de agua. Irguió su cuerpo intentando mirar al frente, pero en aquella postura no podía ver gran cosa, sin contar con que el pelo le había cubierto la cara por completo. —No. No. ¡NO!
Pataleó un poco más hasta que sintió que Emhyr cerraba la ventana. El calor de la habitación se hizo notar, al menos en ella. Un calcetín salió volando en su pequeña batalla y el otro quedó colgando de la punta del pie. No le hicieron falta durante mucho tiempo más, puesto que lo siguiente que sintió fue que caía delicadamente sobre el colchón y el brujo detrás. Segundos después sus cuerpos volvían a estar pegados y sus rostros separados por escasos centímetros. Kala, en un primer momento, aguantó la respiración tensando todos sus músculos. Luego simplemente se relajó, dejando que ambos cuerpos encajaran uno con el otro, como si fueran un perfecto rompecabezas.
—¿Miedo de lo que eres capaz de hacer? —dijo también entre susurros —¿Te refieres a sacarme por la ventana? Si no llegas —se burló, dándole un toque con el índice en la mejilla. Después sonrió. —Si, me das miedo. De hecho, se lo darías a cualquiera —confesó. Con los dedos dibujaba el contorno de sus rasgos de manera suave, rozando las yemas nada más. —Lo que has hecho da pavor, y no quiero imaginar qué otras cosas sabrás hacer. Pero, no sé… a la vez que miedo, siento que no vas a hacerme nada malo. —Se acomodó algo mejor en la cama. —Puede que me equivoque y acabe como el perturbado ese, pero… creo que me arriesgaré.
Separó su mano, que seguía recorriendo su rostro, en el momento en el que Emhyr se tumbó boca arriba a su lado. Ella se giró al mismo tiempo, quedando tumbada de lado, mirándole. Estar así, tumbados uno junto al otro sin hacer otra cosa que intercambiar pensamientos le resultaba acogedor, como una escena familiar. Puso ambas manos bajo su cabeza y se acurrucó doblando las piernas. Al escucharle hablar no pudo evitar sentir una punzada de tristeza en el pecho. Por un momento había llegado a olvidar la vida nómada que llevaba. De un lado para otro sin un objetivo final, siempre huyendo. «Yo no quiero que te vayas» estuvo a punto de decirle, pero se calló.
—Quizá hayas encontrado tu sitio al fin. No se está mal aquí. —Se acercó un poco más a él y alargó una mano con la que comenzó a dibujar círculos en su hombro, allí donde la camisa escondía los tatuajes. —Los primeros años no me gustaba nada, odiaba esta ciudad, su gente, su clima, sus costumbres… todo, incluso el idioma. Cuando llegué sólo podía hablar con mi tío, nadie era capaz de entenderme. Te puedes imaginar, no tenía claro que era lo que estaba pasando en mi familia y me traen aquí, sola y sin hablar francés. —Suspiró. —Pero después de vivir más de media vida aquí acabas encontrando tu hueco, tus lugares secretos... ese tipo de cosas. Tampoco te queda más remedio, si no lo haces acabarías volviéndote loco.
Paró el movimiento de su mano y se acercó otro poco más buscando algo de calor. Apoyó la cabeza en el hombro de Emhyr y la mano en el pecho, cerca de su rostro. El frío de la noche se hacía notar.
─Aunque no haga más que decir que algún día volveré a Ceylán, cuando lo pienso me doy cuenta de que ya no me queda nada a donde poder regresar. No śe si habrá alguien allí o si están esparcidos por el mundo, como yo. Ni siquiera sé si el resto de mis hermanos siguen vivos. En realidad, casi no me acuerdo de ellos. Mi hermano pequeño tenía cuatro años la última vez que le vi.
Su cuerpo empezó a temblar. Sentía miedo, tristeza, nostalgia y un millón de viejas sensaciones conocidas que hacía mucho que no sentía. Nunca antes había confesado todas esas cosas a nadie, ni siquiera a Rajesh. Ella misma se sorprendía de la facilidad con que le habían salido aquellas palabras frente a Emhyr, la manera en la que se había abierto en tan poco tiempo. Esta vez sus ojos no se anegaron de lágrimas, pero la pena y el dolor que sentía Kala era mayor que cualquier otro. Se calló durante largo tiempo pensando en esa última vez que vio a cada uno de sus familiares, las últimas frases que les dijo antes de saber que no volvería a verles.
Algo la devolvió a la realidad, pero no supo si fue algún movimiento, algún ruido o la voz del propio Emhyr. Seguía con la cabeza apoyada en su hombro y el contacto con su cuerpo empezaba a quitarle el frío. «No te vayas»
─¿Puedo preguntarte algo? ─Incorporó su pecho ligeramente de tal manera que pudiera mirarle a los ojos sin moverse demasiado. El peso de su cuerpo estaba soportado por el brazo, con el codo apoyado sobre la cama. ─¿De quién huyes, exactamente? ¿Por qué no puedes quedarte aquí? Bueno, aquí o en otro lugar, pero en alguno.
Sintió de nuevo esa sensación amarga de que no iba a volver a verle. «No te vayas», seguía pensando una y otra vez. Alargó la mano que no tenía apoyada y comenzó a jugar con un mechón de pelo del brujo, enrrollándolo entre sus dedos con suavidad y peinándolo después. «Quédate»
Kala Bhansali- Gitano
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Tumbado a su lado, sin dejar de mirar el techo sonrió sin querer al escuchar su pequeña broma sobre la ventana. Mientras la escuchaba se sentía cada vez más tranquilo, prefería aquella consciencia sobre lo que él era capaz, de que ella misma se estuviese mintiendo a sí mismo sobre su persona. Emhyr era capaz de matar sin sentir nada, pero no mataba por capricho, alta había sido su disciplina con respecto a ese aspecto. Había sido criado entre soldados crueles, muchos disfrutaban de la batalla, y de los aspectos de la muerte, otros muy contrario no, pero no solía hablar de ello y había aprendido con templanza a reprimir sus sentimientos al respecto, a volverse fríos como el hielo ante la culpabilidad o el miedo que la primera vez se sentía al matar un hombre. Pero era un deber, no todo el mundo era capaz, pero debían hacerlo.
-Puedo darte como seguro, que solo sé matar para proteger vidas, nunca por placer... O solosi recibo ordenes, pero eso nunca volverá a suceder, ya no sirvo a nadie. No tengo ni amo ni correa desde hace demasiado tiempo. -Se movió un poco acomodándose, y pensó en que también estaba dispuesto a matar por venganza, pero aun no había tenido ese placer. Luego susurro unas pocas palabras. -Y te contaré un pequeño secreto... Matar da siempre miedo.
Silencio por unos segundos, el otomano sintió el contacto de ella en su hombro, delicadamente dibujando círculos en su piel. Él la detuvo y tomó la mano de ella y la apretó suavemente con gusto, y se la beso, luego la escucho hablar con respecto a su posibilidad de quedarse en aquel lugar y su experiencia allí.
“Ojala...” Pensó. A diferencia de ella, él no tenía ni el menor problema de adaptarse en un lugar nuevo, dominaba el francés perfectamente, estaba tan acostumbrado a la soledad y a no depender de nadie que agradable se le hacía conocer nuevas caras y crear de ella una nueva familia. Llevaba poco menos de un mes en París, y se le antojaba como un nuevo hogar donde quedarse, tenía todo lo que deseaba y era un lugar lleno de oportunidades y fácil de sobrevivir.
Ella apoyó la cabeza sobre él, él pudo sentir el pequeño peso sobre su cuerpo presionando, un gusto que hizó que la envolviese contra él apretando suavemente. Le agradaba el contacto de su cuerpo contra él suyo, a pesar de mínimamente, era como su fisionomía encajase por completo con la suya, encontrando entre cada rincón el lugar perfecto donde colocarse.
Pensó en su hogar, penso en su familia. No le quedaba nadie, ¿nadie? Si, él pensaba muchas veces en regresar a su hogar y buscar a “esa” única persona que quedaba de su familia con vida, pero ¿acaso le reconocería? ¿sería feliz? ¿querría volver con él? Su hermana debía de tener ahora unos 17 o 18 años, seguramente ya habría tenido algun hijo incluso, o lo esperaba. La última vez que la había visto había sido en un retrato donde su madre la cogía en brazos siendo un bebe, sinceramente no la había conocido apenas, él ya estaba en la escuela de derviches cuando ella nació. Eran completos desconocidos...
Con su leve temblor, Kala lo desperto de sentimientos tristes y dudas sobre el futuro. Pensando que debía de tener frío, se incorporó un poco y tiró de la sábana desordenada para cubrirlos a ambos. Y luego vino la pregunta, con aquella miraba que parecía pedirle constantemente que no se marchase. Era una enorme tentación.
-Para que entendieras mi respuesta antes tendría que contarte una pequeña historia. -Le beso en los labios efimeramente y luego se dejo caer embriagado por las caricias de ella. -Digamos que en otro tiempo, mi padre llego a ser un jenízaro tan importante que el mismo sultán le regalo un lugar entre la nobleza junto con otros jenízaros, le otorgo cierto poder. Ahí es cuando pudo conocer a mi madre en el extranjero y formar nuestra familia. Yo tenía dos hermanas a las que le encontraron matrimonios convenientes, y a mí... Mi padre tuvo que mandarme a la escuela de jenízaros, ya que por la ley a la muerte de un jenízaro sus posesiones pasaran a sus hermanos jenízaros, es decir, si no me convertía en tal me quedaba desamparado así que el plan de mi padre era cederme lo suyo por esa vía y méritos propios.
Los años pasaron, mi hermana mayor se caso y murió en su primer parto, mi hermana menor nació, nunca la conocí, solo sé que sigue en mi país encerrada en un matrimonio que espero algun día si es necesario liberarla. Y vinó el tiempo de las conspiraciones, donde el Sultán se sentía amenazado por los jenízaros a los que había entregado niveles de la nobleza. Veía conspiración en todos lados, y poco se equivocaba, ya que muchos de los nobles conspiraban con jenízaros para hacer lo que quisieran con el poder. Mi padre no cedío a esas alianzas secretas ni a chantajes, se entero de demasiado y eso lo llevo a la perdición, acusado falsamente y condenado a muerte junto con mi madre y el resto de miembros de mi familia.
Mi hermana menor tuvo suerte, su compromiso fue cambiado para beneficiar a un noble que se quedo con todo mi legado y eso la salvó. A mi me regalaron el mismo destino que a mis padres: condena a muerte, y encima a mano de mis propios hermanos. Me salvo el Agha, de mi escuela por fidelidad a mi padre, pero de la noche a la mañana mi familia de sangre perdió la vida, y mi familia de batalla me perseguía por ordenes del sultán. -Se detuvo unos segundos. -Ahí tienes tu respuesta, huyó de mis propios hermanos jenízaros. El sultán me da por muerto para su tranquilidad, pero el noble casado con mi hermana, sabe la verdad junto con algunos de mis hermanos chantajeados. Ser le único heredero de mi padre, y el que sepan algunos jenízaros que simpatizan conmigo que me encuentro con vida les supondría un peligro... Son casi 12 años sin detenerme, y siempre me encuentran, aquí o allí, siempre lo hacen, y eso pone en peligro a todos los que me rodean. -La detuvo en sus caricias, y se giró a ella mirándole con cierta tristeza y desesperanza. -Ojala pudiese quedarme en algun lugar, ojala que París sea el hogar que siempre he deseado y pueda vivir la vida que siempre he deseado. Puede que éste sea el sitio donde encuentre a “ciertas” personas que me den “eso” que será llave para mi libertad, volveré a mi país a rescatar a mi hermana si desea serlo, no reclamaré lo mió, ya que no lo necesito pero me aseguraré aquella herencia de mi padre no siga siendo para los hombres que nos hicieron estos, y luego volveré a París...
De nuevo se giró a ella, y la volvió a aplastar un poco, atrapándola con su cuerpo. Deseaba volver a besar aquellos labios dulces. La miró directamente a los ojos.
-...Y si lo deseas, te ayudaré a buscar los tuyos sin que temas a nada, ya que vine aquí porque podía encontrar la manera de protegerme de todo, y si encuentro lo que busco podré quedarme, pero antes debo de resolver ciertos asuntos. -Tiró e la sábana para taparlos hasta la cabeza y luego le beso en el hueco entre el rostro y el cuello dejando a su paso un cosquilleo hasta que llego de nuevo a sus labios, para devorarlos con cierto ardor, sin darse cuenta acarició el contorno de sus muslos con una de sus manos, mientras con la otra acariciaba sus cabellos oscuros y esparcidos en el lecho. Que hambre empezaba a sentir de ella, y qué control debía de tener de su propio cuerpo, si no deseaba asustarla más de la cuenta.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Escucharle hablar era como oírse a sí misma contar su propia historia. Se habían criado con vidas completamente distintas, pero, a pesar de todo, una parecía un calco de la otra. Las mentiras de otros les habían traicionado a ambos obligándoles a huir de sus hogares. Los dos se habían jugado la vida intentando escapar, y aún seguían haciéndolo intentando sobrevivir. La vida de Kala habría sido muy distinta de haber transcurrido como todos pensaban que lo haría, pero lo más seguro es que nunca habría llegado a conocer a Emhyr.
Él la miraba con ojillos tristes mientras continuaba su relato y ella no sabía que podía hacer para que volvieran a brillar como lo habían hecho en otras ocasiones. Sentía una impotencia tal que necesitaba gritar y destrozarlo todo a su alrededor, aunque supiera que iba a servir de poco. Cerró los puños con fuerza, haciéndose daño en las palmas al clavarse las uñas. Odiaba a los que la perseguían, siempre lo había hecho, pero había llegado un punto en el que había dejado de pensar en ellos y había decidido seguir viviendo una vida que le había sido impuesta. Nadie había venido a buscarla aún, al contrario que a él. París sólo era una parada más en su camino, un camino largo tal y como demostraban los dibujos de su hombro. Había visto tanto mundo que daba vértigo sólo imaginarlo, y habría conocido a tantas personas distintas que podría tener un ejército junto a él. Pero aún así, estaba solo. Kala le admiraba porque ella no habría sido capaz de hacer algo así. Necesitaba la compañía de otras personas, saber que estarían allí si en algún momento las necesitaba.
Colocó la palma de la mano sobre la mejilla del brujo y la acarició suavemente con el pulgar. Y, cuando pensaba acercarse a él y acurrucarse a su lado, él se adelantó y se tumbó sobre ella. Pudo sentir su peso, lo suficiente para que le costara moverse pero lo justo para no molestarla. Le gustaba esa cercanía, sentir cada pequeño movimiento inconsciente de su cuerpo. Con el rostro cerca del suyo, tanto que podía sentir el aliento en el propio, siguió hablando.
—¿Lo harás? —susurró mientras sentía sus labios cerca de la mandíbula.
Sintió la primera corriente eléctrica recorrer su cuerpo. Después, un jadeo. En la medida en que fue subiendo hacia sus labios, la corriente se fue intensificando, llegando hasta cada rincón de su cuerpo, sin importar lo escondido que estuviese. El camino terminó sobre su boca, donde ambos pudieron saborearse el uno al otro sin ningún pudor. Kala sintió como la rabia desaparecía poco a poco, dando paso a una sensación distinta que no podía describir. Quería demostrar a todos aquellos que los perseguían que seguían vivos y que no pensaban renunciar a todo lo que les habían arrebatado: su vida.
Sus cuerpos estaban pegados como si fueran imanes y la gitana estaba demasiado embelesada para darse cuenta de los movimientos de Emhyr. En un primer momento, se sobresaltó al sentir la mano del brujo recorriendo su muslo. Despegó sus labios y la atrapó con la suya, deteniendo así su movimiento, pero nada más hacerlo se arrepintió. Añoraba los escalofríos que le causaba el contacto con su piel, el cosquilleo de las yemas de sus dedos o las palpitaciones aceleradas en su pecho cuando estaba tan cerca de él. Añoraba cada sensación que era capaz de producir en su cuerpo y lo ansiaba cada vez más.
Le miró a los ojos y subió la otra mano hasta ellos. Le dedicó un par de caricias en la mejilla y después la posó en la nuca para acercar su rostro al de ella. Besó sus labios con fervor, bebiendo de él como si intentara saciar una sed implacable. Apretó la otra mano agarrando la de Emhyr y la posó abierta sobre su pierna. Despacio, fue guiando la mano de él recorriendo el muslo hasta su cadera, pasando cerca del trasero, rozándolo incluso. Continuó arrastrándola hasta su cintura sin perder en ningún momento el contacto con su piel, y la dejó allí, dándole libertad al brujo para que continuara el recorrido por donde deseara. Llevó esa mano junto a la otra, que seguía en la nuca de Emhyr, y le atrajo más hacia sí mientras separaba ligeramente las piernas, haciendo que las caderas de los dos se unieran perfectamente como los engranajes de una máquina.
Su corazón latía con fuerza y tenía la respiración entrecortada. Le sujetaba de manera que no se separara de ella, un poco ansiosa, quizá. Finalmente paró el desenfreno de sus besos para tomar aire y mirarle de nuevo. Volvió a juguetear con el pelo de él aparentemente distraída, pero en realidad no perdía detalle. Sonrió ampliamente, se mordisqueó el labio inferior y llevó la cabeza del brujo hasta su cuello, sujetándola allí, mientras con la otra le acariciaba la espalda. Se sentía ligera y a punto de levitar, como si estuviera entre algodones. Cerró los ojos un instante, disfrutando del momento. Disfrutando de él.
—No te vayas —susurró, poniendo voz al fin a sus pensamientos.
Él la miraba con ojillos tristes mientras continuaba su relato y ella no sabía que podía hacer para que volvieran a brillar como lo habían hecho en otras ocasiones. Sentía una impotencia tal que necesitaba gritar y destrozarlo todo a su alrededor, aunque supiera que iba a servir de poco. Cerró los puños con fuerza, haciéndose daño en las palmas al clavarse las uñas. Odiaba a los que la perseguían, siempre lo había hecho, pero había llegado un punto en el que había dejado de pensar en ellos y había decidido seguir viviendo una vida que le había sido impuesta. Nadie había venido a buscarla aún, al contrario que a él. París sólo era una parada más en su camino, un camino largo tal y como demostraban los dibujos de su hombro. Había visto tanto mundo que daba vértigo sólo imaginarlo, y habría conocido a tantas personas distintas que podría tener un ejército junto a él. Pero aún así, estaba solo. Kala le admiraba porque ella no habría sido capaz de hacer algo así. Necesitaba la compañía de otras personas, saber que estarían allí si en algún momento las necesitaba.
Colocó la palma de la mano sobre la mejilla del brujo y la acarició suavemente con el pulgar. Y, cuando pensaba acercarse a él y acurrucarse a su lado, él se adelantó y se tumbó sobre ella. Pudo sentir su peso, lo suficiente para que le costara moverse pero lo justo para no molestarla. Le gustaba esa cercanía, sentir cada pequeño movimiento inconsciente de su cuerpo. Con el rostro cerca del suyo, tanto que podía sentir el aliento en el propio, siguió hablando.
—¿Lo harás? —susurró mientras sentía sus labios cerca de la mandíbula.
Sintió la primera corriente eléctrica recorrer su cuerpo. Después, un jadeo. En la medida en que fue subiendo hacia sus labios, la corriente se fue intensificando, llegando hasta cada rincón de su cuerpo, sin importar lo escondido que estuviese. El camino terminó sobre su boca, donde ambos pudieron saborearse el uno al otro sin ningún pudor. Kala sintió como la rabia desaparecía poco a poco, dando paso a una sensación distinta que no podía describir. Quería demostrar a todos aquellos que los perseguían que seguían vivos y que no pensaban renunciar a todo lo que les habían arrebatado: su vida.
Sus cuerpos estaban pegados como si fueran imanes y la gitana estaba demasiado embelesada para darse cuenta de los movimientos de Emhyr. En un primer momento, se sobresaltó al sentir la mano del brujo recorriendo su muslo. Despegó sus labios y la atrapó con la suya, deteniendo así su movimiento, pero nada más hacerlo se arrepintió. Añoraba los escalofríos que le causaba el contacto con su piel, el cosquilleo de las yemas de sus dedos o las palpitaciones aceleradas en su pecho cuando estaba tan cerca de él. Añoraba cada sensación que era capaz de producir en su cuerpo y lo ansiaba cada vez más.
Le miró a los ojos y subió la otra mano hasta ellos. Le dedicó un par de caricias en la mejilla y después la posó en la nuca para acercar su rostro al de ella. Besó sus labios con fervor, bebiendo de él como si intentara saciar una sed implacable. Apretó la otra mano agarrando la de Emhyr y la posó abierta sobre su pierna. Despacio, fue guiando la mano de él recorriendo el muslo hasta su cadera, pasando cerca del trasero, rozándolo incluso. Continuó arrastrándola hasta su cintura sin perder en ningún momento el contacto con su piel, y la dejó allí, dándole libertad al brujo para que continuara el recorrido por donde deseara. Llevó esa mano junto a la otra, que seguía en la nuca de Emhyr, y le atrajo más hacia sí mientras separaba ligeramente las piernas, haciendo que las caderas de los dos se unieran perfectamente como los engranajes de una máquina.
Su corazón latía con fuerza y tenía la respiración entrecortada. Le sujetaba de manera que no se separara de ella, un poco ansiosa, quizá. Finalmente paró el desenfreno de sus besos para tomar aire y mirarle de nuevo. Volvió a juguetear con el pelo de él aparentemente distraída, pero en realidad no perdía detalle. Sonrió ampliamente, se mordisqueó el labio inferior y llevó la cabeza del brujo hasta su cuello, sujetándola allí, mientras con la otra le acariciaba la espalda. Se sentía ligera y a punto de levitar, como si estuviera entre algodones. Cerró los ojos un instante, disfrutando del momento. Disfrutando de él.
—No te vayas —susurró, poniendo voz al fin a sus pensamientos.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
-Tenlo seguro. -Susurro apartando sus labios de los de ella, levemente para continuar con el ardor de sus besos en su piel.
Ella movía sus labios contra los de él, y él se embriago de ellos, y agradecido por su respuesta.
Sus manos habían comenzado a recorrer su piel, en pacientes pasos a causa del temor del rechazo, y por un momento lo sintió así cuando ella despego sus labios, en un sobresalto, y detuvo una de sus manos.
Por unos breves segundos, sus ojos castaños que brillaban por el ardor y la excitación que su cuerpo emanaba, miraron directamente a los de ella buscando algún tipo de instrucción o respuesta.
Las manos de ella, suaves y agradables en tacto, acariciaron su rostro. Por un instante al brujo le dio la sensación, de que había inseguridad entre lo que su mente y cuerpo dictaban. Tampoco estaba seguro de que ella quisiera más, o incluso tuviese experiencia. Usualmente solía estar tranquilo, sentirse seguro con sí mismo, porque era el dominante de la situación, pero ante la incertidumbre y el temor al rechazo por parte de ella, en su interior había cierto nerviosismo e vacilación.
Pronto tuvo su respuesta cuando los labios de ella impactaron contra los suyos, iniciando aquella deseosa lucha por devorarse mutuamente, mientras sus cuerpos se atraían impacientes por sentirse y descubrirse el uno con el otro.
Repentino, sintió como el cuerpo de ella parecía más caluroso de lo normal, y a parecer ese calor se vio transmitido a él, cuando ella volvió a besarse de un modo que le pareció más intenso, deseoso e incluso impaciente por algo, algo que Emhyr pudo suponer que era una aceptación, cuando unió al gesto el de llevar su mano en aquel recorrido por su cuerpo, creando un hambre en el brujo.
Kala se aferraba a su cuerpo, como si no lo quisiera dejarlo escapar.
-No quiero marcharme… -Le susurro, no podía prometerle aquello, sabía que su anterior promesa podía hacerse posible, pero le hecho de quedarse allí tanto tiempo, no sabía. A lo mejor lo encontraban antes y acaban con su vida, ¿quién sabía? El hecho de prometerle aquello, sería jurarle que iba a vivir lo suficiente, cuando no lo tenía demasiado claro.
Le beso suavemente, pero el fuego seguía ahí, en sus ojos que la miraban como si ella le hubiese echado alguna especie de hechizo que la convertía en lo más fascinante que tenía entre sus brazos.
Sus manos expertas, volvieron a recorrer su cadera para posarse sobre su trasero el cual, apretó suavemente atrayendo su cuerpo más al suyo de un modo asfixiante. Suspiró, mientras volvía a acariciar sus muslos y cerca de la zona de entre sus piernas ahora ligeramente separadas, en un gesto provocador y precavido, dejando atrás piel erizada y excitada.
Mientras besaba de nuevo su cuello, podía sentir el aroma que su piel desprendía y sus dedos enredados en su cabello produciéndole un sinfín de escalofrío.
Su rostro dejo el escondite de su piel para dedicarle una mirada, dubitativa, mientras una la mano que le sobraba comenzaba a desabrochar lentamente cada uno de los botones de la enorme camisa que ella llevaba, descubriendo poco a poco su desnudez.
- Detenme cuando lo desees, y pídeme lo que quieras… -Suspiro contenido, mientras sus labios le volvía a proponer batallas a los de ella con la misma ansiedad que ella le proporcionaba, Emhyr acaricio entre sus piernas de un modo superficial y efímero, dejando la piel de ella contenida en el deseo, dejando la sensación a mitad, dejando que fuese su cuerpo el que pidiese caricias más intensas y satisfactorias.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Estaba nerviosa. No era la primera vez que compartía el lecho con un hombre, pero tampoco podía considerársele una experta en la materia. Había pasado noches con hombres de todo tipo y la mayoría le habían brindado un rato divertido, pero Emhyr era distinto. No parecía tener prisa, al contrario que los demás, que solo pensaban en el culmen. La acariciaba de manera tan delicada y suave que parecía mentira que aquellas manos hubieran matado a alguien hacía tan poco tiempo. No parecían las mismas, y él tampoco parecía el mismo. Se sentía especial, como si realmente le importara cómo se sentía ella, algo que probablemente fuera cierto. Cada vez que sus manos rozaban un nuevo milímetro de piel ésta se erizaba inevitablemente, acompañada por un nuevo escalofrío que la recorría a lo largo de su cuerpo.
Cuando escuchó sus últimas palabras sintió una especie de calor acogedor en el pecho y asintió tímida como única respuesta mientras la camisa se iba abriendo lentamente. Sabía que si intentaba hablar su voz se quebraría. Se moría por estrecharlo entre sus brazos, por darle todo lo que quisiera una y otra vez, igual que él estaba dispuesto a dárselo a ella. Después vinieron más besos y caricias mientras la camisa caía delicadamente a ambos lados de su cuerpo, dejando a la vista sus senos y su vientre. Sintió una especie de corriente de aire por la piel desnuda y después la mano de Emhyr en la zona más íntima de su cuerpo. Sus músculos se contrajeron con el simple roce, efímero y provocativo, dejándola claramente con ansias de más. Con una de sus manos volvió a guiar la del brujo hacia su entrepierna, sujetándola con fuerza para que no la moviera.
—Sigue —le pidió, aunque sonó casi como una orden.
Su respiración empezó a acelerarse y casi no podía seguir el ritmo de los besos que él le daba. Por un momento perdió el control de su cuerpo y éste comenzó a tensarse con cada nuevo roce, arqueando su espalda y cerrando sus puños en torno a lo que primero encontraba. Finalmente, terminó por separar su rostro del del brujo y tomó aire profundamente por la boca, igual que un náufrago que acaba de salir a flote. Los muslos le ardían, su vientre quemaba y su garganta intentaba emitir sonidos que ella quería acallar. Había llegado a un punto en el que deseaba que siguiera hasta el final pero a la vez quería que parara para recomponerse. Se sentía vulnerable como nunca antes, desnuda frente a él y completamente hipnotizada por sus manos.
Le paró de manera un poco brusca y, ayudándose de sus piernas, le obligó a tumbarse boca arriba en la cama. Pasó una rodilla a cada lado de las caderas de Emhyr y cargó su peso sobre éstas, aprovechando esos pocos segundos para estabilizar su pulso y su respiración. Le abrió la camisa dejando su torso al descubierto. Los tatuajes asomaban ligeramente, pero no fueron ellos los que llamaron su atención esta vez. Se detuvo en las cicatrices que los acompañaban como pruebas que corroboraran toda su historia. Eligió una al azar y dibujó su forma con el índice, haciendo lo mismo con otras dos más. Al llegar a la última, agachó el cuerpo y besó de manera rápida el último punto que había rozado. Volvió a erguir la espalda y recolocó los mechones de pelo detrás de las orejas, dejando así la cara despejada. Le dedicó una mirada y una media sonrisa y comenzó a desabrochar el pantalón. Se lo quitó de manera un poco torpe debido a sus manos temblorosas y lo dejó a un lado.
Volvió a sentir ese nerviosismo en el vientre, ese calambre que la recorría de arriba a abajo. Cogió sus manos y tiró de ellas para incorporarlo dejándole a él sentado sobre la cama y a ella sentada a horcajadas sobre él. Kala subió sus manos recorriendo el torso del brujo hasta sus hombros y allí empujó la camisa dejándola caer, terminando así de desnudarle. Seguido, deslizó la camisa que llevaba por sus hombros, quedando así completamente desnuda también.
Se mordió el labio inferior y bajó la mirada. Aunque pareciera mentira y a pesar de que los dos estaban desnudos, sus mejillas se tiñeron de rojo debido a su timidez y su creciente excitación. Juntó su cuerpo con el de él, aplastando los senos contra su pecho, y le rodeó el cuello con los brazos. Acercó su rostro al de él y le rozó la mejilla con la punta de la nariz, dándole después un tierno beso. Todavía se podía percibir el aroma de la salvia que emanaba de él, agradable y atrayente. La sábana apenas les cubría ya, pero el cuerpo de Kala ya no sentía el frío que realmente hacía.
Cuando escuchó sus últimas palabras sintió una especie de calor acogedor en el pecho y asintió tímida como única respuesta mientras la camisa se iba abriendo lentamente. Sabía que si intentaba hablar su voz se quebraría. Se moría por estrecharlo entre sus brazos, por darle todo lo que quisiera una y otra vez, igual que él estaba dispuesto a dárselo a ella. Después vinieron más besos y caricias mientras la camisa caía delicadamente a ambos lados de su cuerpo, dejando a la vista sus senos y su vientre. Sintió una especie de corriente de aire por la piel desnuda y después la mano de Emhyr en la zona más íntima de su cuerpo. Sus músculos se contrajeron con el simple roce, efímero y provocativo, dejándola claramente con ansias de más. Con una de sus manos volvió a guiar la del brujo hacia su entrepierna, sujetándola con fuerza para que no la moviera.
—Sigue —le pidió, aunque sonó casi como una orden.
Su respiración empezó a acelerarse y casi no podía seguir el ritmo de los besos que él le daba. Por un momento perdió el control de su cuerpo y éste comenzó a tensarse con cada nuevo roce, arqueando su espalda y cerrando sus puños en torno a lo que primero encontraba. Finalmente, terminó por separar su rostro del del brujo y tomó aire profundamente por la boca, igual que un náufrago que acaba de salir a flote. Los muslos le ardían, su vientre quemaba y su garganta intentaba emitir sonidos que ella quería acallar. Había llegado a un punto en el que deseaba que siguiera hasta el final pero a la vez quería que parara para recomponerse. Se sentía vulnerable como nunca antes, desnuda frente a él y completamente hipnotizada por sus manos.
Le paró de manera un poco brusca y, ayudándose de sus piernas, le obligó a tumbarse boca arriba en la cama. Pasó una rodilla a cada lado de las caderas de Emhyr y cargó su peso sobre éstas, aprovechando esos pocos segundos para estabilizar su pulso y su respiración. Le abrió la camisa dejando su torso al descubierto. Los tatuajes asomaban ligeramente, pero no fueron ellos los que llamaron su atención esta vez. Se detuvo en las cicatrices que los acompañaban como pruebas que corroboraran toda su historia. Eligió una al azar y dibujó su forma con el índice, haciendo lo mismo con otras dos más. Al llegar a la última, agachó el cuerpo y besó de manera rápida el último punto que había rozado. Volvió a erguir la espalda y recolocó los mechones de pelo detrás de las orejas, dejando así la cara despejada. Le dedicó una mirada y una media sonrisa y comenzó a desabrochar el pantalón. Se lo quitó de manera un poco torpe debido a sus manos temblorosas y lo dejó a un lado.
Volvió a sentir ese nerviosismo en el vientre, ese calambre que la recorría de arriba a abajo. Cogió sus manos y tiró de ellas para incorporarlo dejándole a él sentado sobre la cama y a ella sentada a horcajadas sobre él. Kala subió sus manos recorriendo el torso del brujo hasta sus hombros y allí empujó la camisa dejándola caer, terminando así de desnudarle. Seguido, deslizó la camisa que llevaba por sus hombros, quedando así completamente desnuda también.
Se mordió el labio inferior y bajó la mirada. Aunque pareciera mentira y a pesar de que los dos estaban desnudos, sus mejillas se tiñeron de rojo debido a su timidez y su creciente excitación. Juntó su cuerpo con el de él, aplastando los senos contra su pecho, y le rodeó el cuello con los brazos. Acercó su rostro al de él y le rozó la mejilla con la punta de la nariz, dándole después un tierno beso. Todavía se podía percibir el aroma de la salvia que emanaba de él, agradable y atrayente. La sábana apenas les cubría ya, pero el cuerpo de Kala ya no sentía el frío que realmente hacía.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Sus ojos le daban respuestas a cada uno de sus pasos, él parecía más seguro que ella, y así lo era a pesar de aquel resquicio de temor ante el rechazo que poco a poco se iba disipando mientras más pedía su cuerpo, y más se dejaba llevar.
Era notable la diferencia entre experiencias que ambos tenían con el sexo opuesto, teniendo en cuenta que día sí día no, el otomano llevaba a su cama a una mujer o incluso dos para satisfacer su lujuria, salía él ganando. Ella se movía insegura, él sabía perfectamente donde detenerse, donde encenderla, donde satisfacerla. El cuerpo de la mujer para Emhyr no era un gran misterio, antes exploraba, últimamente apenas se detenía en el deleite, comenzaba a aburrirse y solo había buscado con egoísmo su propia satisfacción, aunque siempre estaba el resquicio de dejar una buena fama tras de sí, en la boca de la dama. Pero al encontrar el mismo tipo de mujer de fácil acceso, comenzaba a aburrirse, e incluso plantearse en probar cosas nuevas, no llegaría a atreverse.
Con ella era distinto, más que en su propio deseo y satisfacción pensaba en la de ella, se conformaba con hacerla llegar al clímax con tan solo tocarla. Pero eso era lo que deseaba, complacerla, sin pensar por una vez en sí mismo, y no sabía porque, pero cada roce era una delicia bajo sus dedos, sentir su corazón latir y la excitación bajo su piel.
Le parecía en aquel momento poseer todo el tiempo del mundo, como si la noche o la lluvia no tuviese fin y pudiese detenerse todo momento en hacer lo que le apeteciese, sin peligros, sin responsabilidades fuera de aquellos muros, era como si el mundo exterior no existiese de repente y solo estuviese ella, y solo ella.
Por fin pudo escuchar su voz bajita, en lo que le pareció casi una orden, y sus caricias se intensificaron en su sexo con la sutilidad adecuada para proporcionarle el placer que su propio cuerpo le pedía. Tibia la piel comenzaba a encenderse, y él ante su contagiosa excitación deseaba saborearla, y así lo hizo cuando sus labios rozaron al principio levemente la punta de sus pechos para luego devorarlos con deleite.
La respiración que se contenía en sonidos, y él que fue consciente de ellos al verla acallarse, cuando hubiese deseado que se hubiese desatado sin miedos en todos los aspectos, más él busco sus labios para ayudarla en su silencio, mientras disfrutaba de ellos apasionado.
El cuerpo femenino se retorcía bajo el suyo, en las placenteras caricias que poco a poco se humedecían, casi podía sentirla desvanecerse entre sus manos cuando ella le detuvo un tanto cortante, ya que le había detenido en su empeño por llevarla al mismo nirvana.
Un suspiro de entre sus labios, cuando ella se separó de él, ya que había olvidado apenas respirar en su objeto de enmudecerla. Su gesto no pudo evitar la sorpresa cuando ella por así decirlo, tomó el mando y la iniciativa igualando ambas condiciones de desnudes y cambiar posturas.
Temblorosa, cual cervatilla, había comenzado y aun continuaba, pero poco a poco la joven parecía tomar pasos seguros con respecto a él.
Dejándose hacer por ella, sintiendo como sus muslos envolvían sus caderas en aquella desnudez y ante su notable excitación, con paciencia siguió cada uno de los gestos de ella, inseguros pero decididos.
-Tranquila… -Le susurro, devolviéndole la sonrisa con mirada fascinada, era como si la visión de ella lo tuviese hechizado con una magia que él desconocía.
Sintiendo su abrazo, él mismo la envolvió por sus caderas atrapándola en el mismo abrazo, haciendo que ambas pieles se confundiesen en su roce y al oído le susurraba hermosas palabras en un idioma desconocido para ella.
Tomando por un momento él la iniciativa, con fuerza extraordinaria le levanto un poco por las caderas, para lentamente penetrarla con cuidado, sin poder evitar suspirar un leve quejido de placer al sentir la humedad y el ardor de su vientre.
Unidos como uno solo, pasaron los segundos en aquella quietud mientras Emhyr había pegado su frente junto a la de ella, para poder mirarla a los ojos en todo momento, para buscar respuestas en su gesto.
-Lento… -Susurro, sintiendo su propio corazón desbocado, y dando comienzo al movimiento de sus caderas que se dejaban mecer como en un vaivén pausado entre las olas. Ahora escondía su rostro en su cuello y sus oscuros cabellos dejándose embriagar por el perfume de estos mismos. - ¿Qué me estás haciendo, Kala? -Parecía más hacerse aquellas preguntas para sí mismo, que para ella. - ¿Qué clase de embrujo es éste? -Más palabras suaves, más hermosos murmullos, en su lengua dedicados a ella. Y así lo sentía, nunca había experimentado aquello por nadie, era un sentimiento desconocido que ahora nacía dentro de él, le cautivaba; era como si ella hubiese abierto alguna clase de caja de Pandora encerrada con llave dentro de su ser, como si hubiese conquistado un territorio recóndito que no sabía que existía realmente.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Sintió sus brazos alrededor de sus caderas, completando así el abrazo que ella había empezado. Hasta sus oídos llegaban aquellas extrañas palabras que le susurraba, de las que no sabía el significado y que para ella eran puro deleite. Su corazón latía cada vez con más fuerza, pero Emhyr había conseguido que no fueran por el nerviosismo anterior. Ahora se sentía tranquila, segura y sobre todo a gusto entre sus brazos. No podía evitar sonreír como una niña con vestido nuevo o una doncella en edad casadera.
Kala notó como los brazos del brujo se tensaron con fuerza y como elevaban sus caderas para dejarlas caer con suavidad sobre su miembro. Sintió como entraba dentro de ella despacio y con delicadeza, permitiéndola apreciar cada centímetro que avanzaba en aquella cavidad. Cómo le gustaba ese primer contacto, el que marcaba el comienzo de algo tan íntimo entre dos personas y el que decidía si la decisión de seguir iba a merecer la pena. Esta vez no pudo evitar el corto gemido que salió de su garganta. Su respiración se cortó durante escasos segundos para luego aspirar aire fuertemente. Abrió los ojos, que se habían cerrado inconscientemente, y se encontró con los de Emhyr frente a frente. Los de ella brillaban lujuriosos y expectantes.
—Lento —le contestó también entre susurros. Parecía como si que cualquier palabra más alta de la cuenta fuera a romper el hechizo.
Con los brazos todavía aferrados a su cuello, comenzó el balanceo de sus caderas. Despacio, muy despacio, las movía hacia atrás y hacia delante, haciendo círculos como los que solía hacer cuando bailaba, pero más delicados y suaves. Sentía su propia humedad aumentar con cada movimiento, la respuesta más clara que podía dar su cuerpo ante el placer que sentía. No paraba de dar jadeos que de vez en cuando eran interrumpidos con gemidos más altos que el primero. Sus muslos tensos aguantaban su peso y su espalda arqueada buscaba la posición más placentera.
Emhyr seguía hablando en aquella lengua extraña con voz melosa y embriagadora. Le hubiera gustado tener la posibilidad de dedicarle palabras en una lengua desconocida para él, pero por muy poco frecuente que fuera estaba segura de que el brujo la conocería. Sabía hablar la suya perfectamente, y eso que tan sólo se usaba en una pequeña zona de aquella parte del mundo.
—¿Qué significan? —preguntó al fin, no sin cierta dificultad.
Tenía curiosidad por saber lo que le decía, aunque sabía que eso le haría perder el encanto y el misterio que las rodeaba. De pronto sintió la necesidad de saber más cosas de él, si es que quedaba algo que no le hubiera contado ya. Quería saber cómo era su tierra, cómo había sido su niñez y su paso por la escuela de jenízaros. Sus costumbres, sus manías, su recorrido por el mundo. Todo. Sabía que aquel no era el momento de preguntarlo, pero esperaba tener otra oportunidad para hacerlo. Aunque tratándose de él podía ser la última vez que lo vería.
Seguía moviéndose como si a su alrededor sonara una melodía. Había tomado una cadencia que cada vez le hacía sentir más y más placer. Quería que aquello durara eternamente, no separarse nunca de él y que aquellas cuatro paredes fueran su único mundo. Lamentablemente, empezó a sentir las piernas agarrotadas y calambres a lo largo de los muslos. Las notaba cansadas y muy pesadas. Bajó una de las manos para masajearlas en un intento por mantener el ritmo lento, pero las piernas no le respondían todo lo que ella deseaba.
—Emhyr… —murmuró. Después, un gemido. Finalmente paró el movimiento de sus caderas y le miró directamente a los ojos. —… vas a tener que ayudarme.
Sabía que no podría mantenerse en aquella postura mucho tiempo más, aunque le hubiera gustado. Se sentía torpe ante él, quizá por su falta de experiencia, por su escaso aguante o por ambos. Le daba vergüenza pedirle aquello, ¿qué pensaría él? Pero no encontraba otra solución si quería terminar aquello que habían empezado.
Kala notó como los brazos del brujo se tensaron con fuerza y como elevaban sus caderas para dejarlas caer con suavidad sobre su miembro. Sintió como entraba dentro de ella despacio y con delicadeza, permitiéndola apreciar cada centímetro que avanzaba en aquella cavidad. Cómo le gustaba ese primer contacto, el que marcaba el comienzo de algo tan íntimo entre dos personas y el que decidía si la decisión de seguir iba a merecer la pena. Esta vez no pudo evitar el corto gemido que salió de su garganta. Su respiración se cortó durante escasos segundos para luego aspirar aire fuertemente. Abrió los ojos, que se habían cerrado inconscientemente, y se encontró con los de Emhyr frente a frente. Los de ella brillaban lujuriosos y expectantes.
—Lento —le contestó también entre susurros. Parecía como si que cualquier palabra más alta de la cuenta fuera a romper el hechizo.
Con los brazos todavía aferrados a su cuello, comenzó el balanceo de sus caderas. Despacio, muy despacio, las movía hacia atrás y hacia delante, haciendo círculos como los que solía hacer cuando bailaba, pero más delicados y suaves. Sentía su propia humedad aumentar con cada movimiento, la respuesta más clara que podía dar su cuerpo ante el placer que sentía. No paraba de dar jadeos que de vez en cuando eran interrumpidos con gemidos más altos que el primero. Sus muslos tensos aguantaban su peso y su espalda arqueada buscaba la posición más placentera.
Emhyr seguía hablando en aquella lengua extraña con voz melosa y embriagadora. Le hubiera gustado tener la posibilidad de dedicarle palabras en una lengua desconocida para él, pero por muy poco frecuente que fuera estaba segura de que el brujo la conocería. Sabía hablar la suya perfectamente, y eso que tan sólo se usaba en una pequeña zona de aquella parte del mundo.
—¿Qué significan? —preguntó al fin, no sin cierta dificultad.
Tenía curiosidad por saber lo que le decía, aunque sabía que eso le haría perder el encanto y el misterio que las rodeaba. De pronto sintió la necesidad de saber más cosas de él, si es que quedaba algo que no le hubiera contado ya. Quería saber cómo era su tierra, cómo había sido su niñez y su paso por la escuela de jenízaros. Sus costumbres, sus manías, su recorrido por el mundo. Todo. Sabía que aquel no era el momento de preguntarlo, pero esperaba tener otra oportunidad para hacerlo. Aunque tratándose de él podía ser la última vez que lo vería.
Seguía moviéndose como si a su alrededor sonara una melodía. Había tomado una cadencia que cada vez le hacía sentir más y más placer. Quería que aquello durara eternamente, no separarse nunca de él y que aquellas cuatro paredes fueran su único mundo. Lamentablemente, empezó a sentir las piernas agarrotadas y calambres a lo largo de los muslos. Las notaba cansadas y muy pesadas. Bajó una de las manos para masajearlas en un intento por mantener el ritmo lento, pero las piernas no le respondían todo lo que ella deseaba.
—Emhyr… —murmuró. Después, un gemido. Finalmente paró el movimiento de sus caderas y le miró directamente a los ojos. —… vas a tener que ayudarme.
Sabía que no podría mantenerse en aquella postura mucho tiempo más, aunque le hubiera gustado. Se sentía torpe ante él, quizá por su falta de experiencia, por su escaso aguante o por ambos. Le daba vergüenza pedirle aquello, ¿qué pensaría él? Pero no encontraba otra solución si quería terminar aquello que habían empezado.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: Al volverte a ver {Emhyr Van Emreys | +18}
Un quejido contenido volvió a escaparse entre sus labios tras un largo suspiro al sentirse en el interior de aquel ígneo vientre. Instintivamente él aferro sus manos a sus muslos, cuando comenzó a sentir aquel movimiento entusiasta que le sumía, en su balaceo de caderas, en el más profundo placer.
Su respiración se agitaba con cada movimiento, sus dedos se hundían en la piel de ella, y su mente quedaba nublada de todo lo externo, solo se centraba en lo que su cuerpo sentía, en como su piel se fundía con la de ella, el sonido de sus jadeos que hacía que su cuerpo se excitará más, y aquellos escalofríos que sentía recorrer su espalda.
Ella comenzó a disminuir el ritmo, y Emhyr pronto supo el por qué ante sus palabras. “Inexperta”, pensó con una sonrisa. Era notable que ella había estado con otros hombres, pero no con demasiados, ni muy habitualmente.
-Tranquila... -Pegó su frente a la suya, para mirarla con aquellos castaños que irradiaban felicidad. Y rio al notar su vergüenza, y la volvió a besar una vez sobre los labios, y luego vino otra, y otras.
Aquel ritmo disminuía se detenía, él el tomo de sus muslos y decidió tomar el control de la situación, con fuerza y sin despegar sus labios de los de ella, la levanto un poco del suelo girándola de tal modo que ella la que quedaba tumbada y atrapada por el cuerpo del turco. Ahora eran las caderas de él quien continuaba con aquella danza creada por ambos.
-Me hacía preguntas… -Le respondió, y luego comenzó repetir las palabras que había susurrado, en aquel ronroneo que su lengua dejaba notar, para luego traducirlas algunas. - ¿Qué me haces, Kala? -Acariciaba sus cabellos, enredado sus dedos entre los mechones. - ¿Qué clase de embrujo me has lanzado? Me empiezo a perder… No quiero marcharme...
Y así lo era, comenzaba a perder en ella, entrando en un punto desconocido para él, lo cual creaba temor, pero que a la vez hacía que las dudas y las preocupaciones se disiparan en un embriagador sentimiento.
Los labios encerraron los jadeos de ella, mientras su lengua se abría paso jugueteando con la de ella. Ya no eran caricias, ahora eran devoradores de los suyos, suave, pero sin dejar atrás su lado salvaje y placentero. El ritmo había comenzado haciendo que el ardor subiese y que a causa de ello su piel morena brillase del sudor que le recubría.
Sus dedos pasaron de sus muslos a su trasero, pegándola más a él para que el contacto permaneciese más intenso con cada una de sus embestidas, más profundo en sus penetraciones.
Sentía su corazón golpear tan fuerte que quería incluso salir por su boca, su respiración se aceleraba y los jadeos que no podía evitar dejar escaparse de entre la celda que ella había creado para atraparlos entre sus labios. De vez en cuando separaba sus labios, de los de ella buscando el ansiado aire que sus pulmones pedía desgarrados por la actividad tan intensa.
Y ahí comenzaba a venir su límite, su final, ante aquel frenético ritmo que había creado, sentía poco a poco que su cuerpo iba a estallar, pero en su empeño por complacerla, se contenía con esfuerzo para esperarla.
Su respiración se agitaba con cada movimiento, sus dedos se hundían en la piel de ella, y su mente quedaba nublada de todo lo externo, solo se centraba en lo que su cuerpo sentía, en como su piel se fundía con la de ella, el sonido de sus jadeos que hacía que su cuerpo se excitará más, y aquellos escalofríos que sentía recorrer su espalda.
Ella comenzó a disminuir el ritmo, y Emhyr pronto supo el por qué ante sus palabras. “Inexperta”, pensó con una sonrisa. Era notable que ella había estado con otros hombres, pero no con demasiados, ni muy habitualmente.
-Tranquila... -Pegó su frente a la suya, para mirarla con aquellos castaños que irradiaban felicidad. Y rio al notar su vergüenza, y la volvió a besar una vez sobre los labios, y luego vino otra, y otras.
Aquel ritmo disminuía se detenía, él el tomo de sus muslos y decidió tomar el control de la situación, con fuerza y sin despegar sus labios de los de ella, la levanto un poco del suelo girándola de tal modo que ella la que quedaba tumbada y atrapada por el cuerpo del turco. Ahora eran las caderas de él quien continuaba con aquella danza creada por ambos.
-Me hacía preguntas… -Le respondió, y luego comenzó repetir las palabras que había susurrado, en aquel ronroneo que su lengua dejaba notar, para luego traducirlas algunas. - ¿Qué me haces, Kala? -Acariciaba sus cabellos, enredado sus dedos entre los mechones. - ¿Qué clase de embrujo me has lanzado? Me empiezo a perder… No quiero marcharme...
Y así lo era, comenzaba a perder en ella, entrando en un punto desconocido para él, lo cual creaba temor, pero que a la vez hacía que las dudas y las preocupaciones se disiparan en un embriagador sentimiento.
Los labios encerraron los jadeos de ella, mientras su lengua se abría paso jugueteando con la de ella. Ya no eran caricias, ahora eran devoradores de los suyos, suave, pero sin dejar atrás su lado salvaje y placentero. El ritmo había comenzado haciendo que el ardor subiese y que a causa de ello su piel morena brillase del sudor que le recubría.
Sus dedos pasaron de sus muslos a su trasero, pegándola más a él para que el contacto permaneciese más intenso con cada una de sus embestidas, más profundo en sus penetraciones.
Sentía su corazón golpear tan fuerte que quería incluso salir por su boca, su respiración se aceleraba y los jadeos que no podía evitar dejar escaparse de entre la celda que ella había creado para atraparlos entre sus labios. De vez en cuando separaba sus labios, de los de ella buscando el ansiado aire que sus pulmones pedía desgarrados por la actividad tan intensa.
Y ahí comenzaba a venir su límite, su final, ante aquel frenético ritmo que había creado, sentía poco a poco que su cuerpo iba a estallar, pero en su empeño por complacerla, se contenía con esfuerzo para esperarla.
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