La noche es oscura y esta llena de vampiros[Priv. Sunshine Deveraux]

Amélie caminaba por las calles de París, tan llenas de gente durante el día y tan silenciosas y vacías por la noche, y ahora era de noche. Hacía mucho tiempo que no veía las calles llenas, llenas e iluminadas por la luz del sol. Ya había olvidado como se sentía estar bañada por la luz del sol, que te calentara la piel. Había alog que envidiaba de los humanos, de su alimento, aunque nunca lo admitiría. El hecho de que no estaban confinados a la noche, de que podían ver el día, la luz del sol.

Tenía hambre. El hambre la recorría, y debía saciarla. Hacía media hora que caminaba por allí, pero no se encontraba a ningún humano, nada que la saciara. Pero entonces, escucho unos pasos detrás de ella. Y una risa ebria. Se dio la vuelta, y vio a un hombre tambaleándose, borracho. Alimento.

-Ghola, Engtando-dijo ese hombre calvo de mediana edad y con algo de barriga. Lo que había dicho se traducía como "Hola, encanto". Uno de los idiomas que hablaba era ebrio. Sonrió, sonrió y en sus ojos se poso la mirada de un gato cuando veía a un ratón.

Se acercó al hombre y le rodeo el cuello con los hombros.

-Dime, ¿hay algo en lo que esta dama le pueda ayudar?-le susurró al oído, poniendo algo de su "magia" en sus palabras. Sedduccion, la capacidad de hacer que alguien se sienta atraído física o emocionalmente a ti. Eso y el alcohol ayudaría a que al hombre no le importara lo extrañamente fría que estaba su piel.

-Ogh siii, encagnto-dijo el ebrio hombre.

-Que bien, la gatita quiere jugar- y saciar su hambre-. ¿Que te parece si vamos a un lugar mas privado?

No espero su respuesta. Se apartó de el y agarrándolo de la mano lo llevó a un callejón cercano. Una vez ahí, volvió a rodear su cuello con los brazos  
y lo besó. Su aliento olía a alcohol, era desagradable. Su lengua acarició la del hombre en su boca. Entonces se ve que noto lo fría que estaba, e intento apartarla. Pero era tarde. Separó su boca de la del ebrio y mordió su cuello, notando como la sangre aparecía en su boca. Uno tiempo después dejo caer al piso al cascarón sin vida en el que se había convertido el hombre mientras se limpiaba la boca.

Y escucho unos pasos de nuevo, a su izquierda.

Otra noche más, otro día más. Cuando eras inmortal a veces podías perder con bastante facilidad la noción del tiempo. Los días pasaban con una rapidez asombrosa, pareciendo que duraran tan sólo unos segundos. Los meses parecían días y los años… pasaban tan rápido que apenas te daba tiempo a discernir cuán rápido se iban desvaneciendo, uno detrás de otro. La realidad, y comprensión del tiempo, cambiaba radicalmente de ser humano a vampiro. La prisa es otra de las cosas que, al igual que el tiempo, dejan de tener sentido… siendo humano el tiempo es oro, tratas de hacer lo que es más correcto y apropiado para tu vida, suprimes o descartas ciertas cosas para centrarte en lo que más te interesa porque, precisamente, lo que te falta es tiempo.

Suspiré mientras andaba por las calles rodeada de humanos, observando sus comportamientos y viendo el ir y venir de la gente. Cuando tienes todo el tiempo del mundo por delante tu percepción de la vida cambia, puedes hacer cualquier cosa que te propongas porque tu tiempo es ilimitado. Podía ver la gran diferencia de cuando eras humano, la gente se afanaba por disfrutar más de la vida que todo lo que ella conllevaba. Pero se olvidaban también de disfrutar los pequeños detalles… lo que daría por volver caminar bajo la luz del sol, sentir ese calor sobre mi pálida y fría piel… o, también, el sabor de las comidas, el dulzor de los licores… Había tantas cosas de las que disfrutaban diariamente, y que no valoraban… que casi me hacía hervir la sangre, me enervaba. Daría todo mi tiempo del mundo por estar todo un día bajo la luz del sol. Algo que ellos tenían como habitual y cotidiano, algo que no apreciaban en lo absoluto.

Dejé mis divagaciones a un lado andando sin ningún tipo de prisa por las calles. En mi paso me encontraba con parejas que disfrutaban de un paseo cogidos de la mano, amigos algo ebrios que iban de taberna en taberna. La noche estaba viva, pero lo que no sabían es que estaba más viva de lo que ellos jamás llegarán a saber, porque no solo habitaban humanos en aquellas calles, sino licántropos, vampiros, cambiaformas y demás seres que libremente se paseaban de noche por sus calles.

En uno de esos paseos estaba cuando vi, a unos pocos metros sobre mí, a una mujer rubia hablando con un hombre un poco ebrio. Al principio pensé que podía ser alguna prostituta en busca de clientes, quizá pudiendo ser algo peligroso un tipo como aquel en ese estado…. Pero cuando estuve algo más cerca me di cuenta de que, quien realmente corría peligro, era el hombre. Pude distinguir que era una vampira al igual que yo y estaba segura de que había encontrado su cena.

Sin perder mucho tiempo agarró al hombre y lo llevó hasta uno de los callejones, donde pasó a besarlo seguramente para confundirlo y que no notara lo fría que estaba, algo que nos delataba enseguida por ese frío que desprendíamos. Vi todos los movimientos que hizo, observando tranquilamente viendo cómo dejaba de besarlo y pasaba a morder su cuello, succionando su sangre, alimentándose de él. Cuando terminó y dejó caer el cuerpo sin vida di un paso en su dirección, y pareció que fue en ese momento cuando se dio cuenta de que estaba ahí.


-Bravo –fue lo único que dije mientras daba unos pequeños aplausos- Sencillamente limpio. Tenía curiosidad por saber cómo iba a acabar –aunque sabía muy bien cómo iba a acabar- Pensaba que ibas a llegar a más pero… viendo el estado del hombre –chasqueé la lengua- yo tampoco habría aguantado mucho más. –No me gustaba alimentarme de hombres borrachos, por el efecto que luego dejaba en mí- Esperaba ver algo más de acción, pero has sido demasiado rápida. Pensaba que ibas a jugar un poco más con él. –sonreí de lado divertida.

Una mujer empezó a darle unos pequeños aplausos y Amélie la miro algo confundida. Pensó que quizás podría cenar dos veces ese día, pero entonces cayó en la cuenta de que debía ser una vampira. La mujer tenía la piel pálida, y seguro que si tocaba esa piel descubriría que estaba fría, muy fría. El rojo de sus labios contrastaba con la pálida piel blanca como la nieve que tenía. Otro contraste era su cabello, negro como la medianoche. Blanca como la nieve, roja como la sangre, negra como el ébano.

-Oh, me alaga señorita-dijo mientras hacía una reverencia y sonreía-Para mi sería difícil estar intrigada, que un vampiro trate de convertir en su cena a un hombre nunca suele salir bien para el hombre. Ah, es que los borrachos son demasiado fáciles, es tan fácil manipularlos... y convertirlos en tu cena. Los sobrios son un mejor desafío, y tiene mejor sabor.

Empezó a dar vueltas en torno a la mujer. Llevaba tiempo sin hablar con alguien de su condición.

-No suelo alimentarme de borrachos, pero hoy el hambre me podía-dijo mas para si que para la dama que allí se encontraba.

En cuanto la mujer puso su mirada en mí me di cuenta de que, al igual que lo había echo yo cuando la miré llevándose aquel hombre, me observaba fija y detenidamente, observando cada detalle. Podía notar sus ojos vagar entorno a mí al igual como lo había echo yo, salvo que ella no se había percatado de ello.
La miré hacer una reverencia por mis palabras mientras escuchaba lo que decía, sin perderla de vista por un instante.

Estaba, más que claro, como iba a acabar todo aquello desde el momento en que el pobre hombre se pensaba que, teniendo suerte, iba a acabar con ella en un lugar oscuro para hacer cosas más… calientes. El destino del hombre ya estaba escrito desde el momento en que ella, la cazadora, había escogido la presa de aquella noche. Y nada, por mucho que hiciera, cambiaría ese fatal destino.


-En realidad, señorita, no estaba intrigada sobre su destino final –comencé mientras la observaba dar vueltas a mi alrededor- sabía perfectamente que el hombre acabaría muerto por falta de sangre. Por lo que estaba intrigada era porque pensaba que ibais a jugar más con el hombre, pensaba que habría un poco de espectáculo antes del acto final. Digamos que… estaba más intrigada por su estilo de juego, que el acto de matar en sí –le lancé una sonrisa cuando dijo que eran mejor los sobrios- Cierto, recuerdo la primera vez que bebí de un hombre que iba bastante borracho y… no me gustó la sensación que dejó en mí después. –Hice un mohín con la boca, como si hubiera recordado el sabor y la sensación que recorrió mi cuerpo horas más tarde- Como bien decís no presenta un desafío en absoluto. Sin embargo, con un hombre sobrio todo es más… divertido –me mordí el labio recordando la presa que había cazado hacía tan sólo una hora, y cómo había jugado con el hombre excitándolo de tal manera que, en la mordida, había salido su liberación- Perdonad mis modales y mi curiosidad, me llamo Sunshine… pero podéis decirme Sun si lo preferís. ¿Vos sois? –pregunté mientras me fijaba mejor en su rostro ahora que se había quedado parada delante de mí, viendo su pálido rostro como el mío enmarcado por su rubio cabello.