La noche es oscura y está llena de peligros [Katherine Blacknight]

por **Fleur Blanche** Lun Ago 25, 2014 4:50 pm

El burdel era un auténtico caos cuando faltaban a penas dos horas para abrir sus puertas. Las mujeres enloquecían y empezaban a correr de un lado al otro, agarrando prendas de vestir, arreglándose el pelo o maquillándose con colores llamativos. Algunas discutían, porque una de las chicas había acusado a otra de robarle un pañuelo y por poco terminaron tirándose de los pelos.

Fleur pasó por su lado y ni si quiera la miraron. Desde que llegara a ese lugar, había descubierto su enorme capacidad de pasar desapercibida, de volverse tan, pero tan pequeña, que ni si quiera parecía existir. Se escurrió por las escaleras, no porque se dejara caer o se colara entre los peldaños, sino porque los bajó tan deprisa y de manera tan silenciosa, que bien podría haber sido un diminuto chorro de agua resbalando por las vetas de madera que cubrían el suelo.

Una vez en el piso inferior, fue despacio, muy pegada a la pared, hacia la parte de atrás que comunicaba con una especie de almacén, donde se guardaban montones de bebidas alcohólicas y cigarros que las chicas vendían a los clientes. Las cajas se amontonaban sin sentido, muchas de ellas peligraban con caer, pero eso no amedrentó a la pequeña extranjera, que se coló entre algunas y logró acceder a la puerta que daba al callejón, por donde originalmente entraron aquellas mercancías al local.

Llegar al exterior fue mucho más fácil de lo que en un principio había imaginado, pero no se confió. Era la primera vez en su vida que intentaba escapar de una de sus prisiones y tenía experiencia nula en todo, pues siempre había estado mantenida, aunque abusada. Miró a un lado y a otro, antes de dar el primer paso alejado de la pared que la había retenido esta pasada semana y de pronto sintió como si su capacidad pulmonar aumentara en un cincuenta por ciento y su cuerpo pesara únicamente la mitad. Sonrió levemente, retirando los mechones de cabello de su rostro y paso a paso, se alejó varios metros, hasta girar la esquina. Encendieron una linterna de aceite a cierta distancia, pues empezaba a caer la noche y se percató de lo sucios que tenía los pies desnudos por pisar los adoquines húmedos del distrito parisino. Normalmente los llevaba algo oscurecidos por la madera, pero ahora estaban negros y con arañazos de suciedad. Aquello la animó en vez de hacerla sentir mal y reanudó el camino sin rumbo, esperando poder encontrar algún lugar donde refugiarse y no la pudieran localizar. A fin de cuentas, era una posesión del dueño del burdel, y aunque las chicas ni se hubiesen percatado de su ausencia, él lo haría cuando hiciera el recuento rutinario a la mañana siguiente.

por **Katherine Blacknight** Miér Ago 27, 2014 12:32 pm

Por fin caía la noche, las sombras comenzaban a adueñarse de las calles bajo la luz de la Luna, y comenzaban a vaciarse. El silencio de la noche me gustaba, la tranquilidad que reinaba, los peligros que acechaban... Un nuevo París surgía a aquellas horas, la cara oculta de la ciudad.

Últimamente solía salir por las noches e ir a los callejones de la ciudad. Allí no solía a ver nadie. Entonces me transformaba en gato y recorría los tejados y las calles o bien cazando ratas o merodeando y disfrutando de la libertad y dejando que mi verdadera naturaleza aflorase. Es cierto que podría ir a los bosques cercanos a la ciudad pero estaban demasiado lejos y no eran tan entretenidos como las callejuelas de la ciudad.

Doblé un par de esquinas más, queriendo internarme más por aquellas estrechas y enrevesadas callejuelas para asegurarme que nadie me viese transformarme y ahorrarme problemas innecesarios. No sería la primera vez que unos ojos indiscretos ven a una joven dama transformarse en un gato negro. Eso nunca trae cosas buenas. Así que prosiguiendo con mi nocturno paseo de pronto oí acercándose a mí unos leves pasos y una respiración agitada. Agudicé mi vista y me puse contra una pared por si acaso. Mi vista captó a una joven entre las sombras, con los pies desnudos y ropas finas y escasas. Alcé una ceja con curiosidad y mi olfato captó el perfume barato y característico de los burdeles. A juzgar por la hora que era, la zona y la falta de equipaje y zapatos de la muchacha dudaba que debiese estar allí. Es más, apostaría a que estaba en una huida bastante improvisada.

No podía quedarme allí sin hacer nada, me sentía en la obligación de ayudar a aquella pobre joven. Siempre he sentido debilidad por aquellos que están en circunstancia como la suya. Salí de mi "escondite" y la intercepté alzando mis manos a modo de saludo y para infundirle tranquilidad. Mirándola más de cerca me di cuenta de que era asiática. Me pregunté si entendería el francés pero decidí probar.

-Tranquila, no voy a hacerte daño. ¿Necesitas ayuda?-dije en un tono calmado y amable.

por **Fleur Blanche** Jue Ago 28, 2014 12:53 pm

Fleur no se percató de la presencia ajena hasta que prácticamente la tuvo a dos metros, dando entonces un respingo y el consiguiente paso hacia atrás, que la hizo casi perder el equilibrio. Se apoyó contra la pared de ladrillo sucio por tal de no caer y miró a la joven que tenía delante, sin darse cuenta de lo abiertos que tenía los ojos por la sorpresa. No sabía quién era ni por qué estaba ahí. Tal vez era una de las ayudantes del dueño del burdel que venía a llevarla de vuelta o una ladrona que quería robarle el... nada, porque no tenía nada más que el vestido que llevaba puesto.

Escuchó entonces sus palabras y aunque no entendió del todo lo que dijo, si notó el tono tranquilizador de su voz. Aún así, en el tiempo que había pasado en París, había descubierto que no había que fiarse de nadie, pues las apariencias eran muy engañosas y los lugareños muy buenos actores. Miró a la muchacha con la cabeza un poco baja, usando sus propios cabellos como escudo para intentar ocultar sus rasgos faciales, ya que sabía cuán poco habitual era encontrar a una asiática por allí; se lo habían dicho mucho en la última semana.

Se encogió ligeramente, encorvando la espalda hacia delante, como si se intentara proteger del aire que frío y la humedad que las rodeaba a ambas. Fleur había sido una niña muy confiada en su infancia, pero aquello le había sido arrebatado en su doceavo cumpleaños. Cuando alguien pierde la inocencia de creer en los demás, es prácticamente imposible devolvérsela.

Arrugando un poco la frente, apretó los labios y se apegó más al muro que hacía esquina a poca distancia de su espalda. Se sentía como un ratoncillo acorralado y aunque la chica frente a ella no parecía tener malas intenciones, no sabría si tendría la necesidad de arrancar a correr y huir en cualquier momento. Decidió que lo mejor era intentar averiguar lo que quería de ella, aunque aquello implicara hablar en su precario y básico francés mal pronunciado.- ¿Qué... quieres yo? -Dijo de manera incorrecta.

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