AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La petite fille de la mer /Simone
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La petite fille de la mer /Simone
Dies irae, dies illa
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Quantus tremor
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- Le petite:
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Puerto - 16:00 hrs - Viento
(Dos meses atrás)
(Dos meses atrás)
**********
No hay nada más triste que esperar aquello que nunca más se volverá a tener. Que jamás podrás estrechar entre tus brazos, que jamás volverás a perderte en su mirada...¡Cuánto dolor! Yo, que puedo tenerlo todo, no tengo nada. Lejos están ya aquellos días de risas y felicidad. Lejos están, muy lejos; tan lejos, que sólo puedo perder mi vista en el horizonte oscuro cubierto de estrellas, esperando ver una pequeña luz que me anuncie su llegada. Una pequeña luz trayéndolos de vuelta conmigo. No importa el viento, no importa el frío, no importa que me encuentre sola; necesito recuperar a mis grandes tesoros, o lo que queda de ellos... Héme aquí, esperando la llegada de alguien que nunca vendrá, No me importa que el frío cale hasta los huesos, que mis pies estén casi descalzos, que las maderas pútridas y salitrosas del puerto se tambaleen a mi paso. Existe otra clase de frío interior, que ni la más grande llamarada es capaz de calentar: El de la desesperanza, el de la soledad.
Muy arriesgado es...
Las gaviotas revolotean sin descanso buscando alimento cerca de los navíos anclados, volando a ras, e inclusive cayendo en picada para atrapar a algún pez incauto de las decenas de cientos de bancos multicolores que revelan sus escamas plateadas debido a los rayos lunares, asomándose tímidos por entre los densos nubarrones que se han ido formado, amenazando con soltar una gran tormenta en pocas horas. Sin embargo no he de irme, no he de retirarme aún y cuando mi "cita" no llegase puntual a la cita. La moneda está en el aire. Ése pedazo de plata que yo misma arrojé, aquella noche que me atreví a entrar a aquel tugurio de mala muerte, clamando desesperadamente por ayuda, buscando al marino mercante más audaz, valiente y arrojado de la región. Las risas y las obscenidades de lenguas mordaces poco educadas a oídos como los míos, se perdieron entre todos aquellos olores a vinos baratos y a mugre. Hice caso omiso a todos ellos armándome de valor, era más importante para mi recuperar las cajas, que darme cuenta de que yo misma me había colocado como una posible carnada en bandeja no de plata, sino de oro. Me armé de valor aparentando ser una chica ruda, aunque la verdad fuese una muy diferente...
He llegado hace poco más de diez minutos, recargando uno de mis hombros en un barandal de madera, cubriendo mi rostro con una caperuza violeta, alerta ante cualquier ruido que me pareciese extraño. En realidad todos lo son, completamente todos.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: La petite fille de la mer /Simone
La Petite Fille De La Mer
Había recorrido cada rincón que la capital gala le ofrecía. Cada jardín, cada museo y conservatorio y sin embargo el puerto seguía siendo uno de sus predilectos. Debido quizás a la magia que el mar encerraba o a la brisa salina que perfumaba la atmosfera cuando con caricias tenues llegaba hasta su rostro. Regresaba de una presentación en uno de los teatros y resguardada en el carruaje que le conducía de regreso a casa divagó por unos instantes en aquella turbulencia de sus pensamientos. Nadie creería que una pequeña de doce años conservara un motivo que le perturbara el sueño o su tranquilidad, no obstante, el pasado de Simone resultaba ser una mancha espesa sobre su corazón, una penumbra que a pesar de sus días gloriosos como músico y las comodidades, no dejaba de causarle conmoción.
Esa noche vería a Ruslana nuevamente. Aquella extraña que se había convertido en su única razón para soportar la soledad. Recorrió la ventanilla y notó una suave ventisca, seguramente no tardaría en nevar o llover. Frotó sus manos enguantadas para encontrar calor dentro del carromato. Suspiró nostálgica y antes de poder articular palabra alguna sintió un tirón brusco y el relincho de los caballos que se detuvieron repentinamente. El cochero descendió para confirmar su sospecha, una de las ruedas sufrió un desperfecto y de inmediato cuestionó a la pequeña sobre su estado.
–Descuide caballero, ha sido un simple rasguño ¿Se ha lastimado?–
El cochero negó sin dejar de mostrarse preocupado. Destino o casualidad el carromato se había detenido muy cerca del puerto, Simone no lo pensó dos veces y haciéndose de un pequeño parasol descendió del vehículo. Ante su petición, poco pudo hacer el cochero permitiéndole aproximarse al lugar de su predilección. La neerlandesa sonrió agradecida.
–No me tomará mucho tiempo, estaré de vuelta para cuando el carruaje esté listo nuevamente–
Caminó presurosa al encuentro con el mar. Sus diminutas zapatillas hacían eco en la madera.
Sin dejar un solo instante de perderse en la inmensidad dio inició a su paseo corto. A su paso se topó con la efigie de una dama muy hermosa.
–Disculpe madame ¿Se encuentra bien? ¿Le puedo ayudar en algo?–
A pesar de la corta edad de Simone, poseía una generosidad y naturaleza ligeramente más madura que la de cualquier otro chiquillo de su edad. Sonrió afable esperando una respuesta de aquella desconocida.
Última edición por Simone Del Mar el Lun Feb 08, 2016 5:58 pm, editado 3 veces
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 04/07/2014
Re: La petite fille de la mer /Simone
Azul profundo
es el mar inmenso
es el cielo que veo.
es el mar inmenso
es el cielo que veo.
Sentí pasos detrás de mí, me puse alerta inmediatamente, tratando de regular mi respiración. Al parecer el marinero audaz del que me había hablado aquel hombre de no mucho fiar, por fin había llegado (había quedado con un marino para que me hiciera un favor especial y por tal motivo me había trasladado hasta el puerto) Ya estaba temiendo que me hubieran engañado, aunque les habría dado la razón, quizás mi pequeña búsqueda no era lo suficientemente interesante como para tomarse la molestia, pero la paga indudablemente lo era. Recuperar las cajas con los cuerpos de mis padres lo valía, eso y mucho más.
Pero para mi gran sorpresa, no se trataba de un hombre mal encarado como me había imaginado al principio, sino de una linda señorita de lindos y vivaces ojos que había tropezado conmigo. La vi y de inmediato sonreí, tras varias semanas de no hacerlo. Ella era tan bonita y tan educada que no pude resistirme, parecía una dulce muñequita:
-Hola pequeña - me giré completamente hacia ella, buscando con la mirada de quien le estuviera acompañando, pero no pude observar a nadie-. No te preocupes . respondí a su pregunta. En realidad si necesitaba ayuda, pero no a la que ella se ofrecía, sino más bien espiritual, pero aun así agradecí internamente el que el destino me hubiera puesto a una pequeña para sacarme de mi tristeza y ensimismamiento en aquel instante-. Estaba escuchando el sonido de las olas romper contra los maderos y observaba a las gaviotas alimentarse de los pequeños peces que se acercan a la orilla y tú? - Agaché un poco el torso para estar a su altura-. ¿Qué te ha traído hasta aquí? -. En verdad estaba curiosa, no todos los días tristes se podía contar con tan angelical compañía-. ¿Has venido a ver la puesta de sol con tus padres?-Era una realidad que los atardeceres en el puerto eran sumamente espectaculares y románticos. Era una pena que mariano no estuviese ahí para acompañarle.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: La petite fille de la mer /Simone
La Petite Fille De La Mer
La brisa les cobijó con tal sutileza que apenas significaba un contratiempo para ambas siluetas varadas frente al espeso oleaje. El sonido tenue de las aves que surcaban a lo alto causaba un eco casi estridente, dada la tranquilidad que imperaba a esas horas en el puerto. Simone aguardó con paciencia la respuesta de la mujer quien con una amplia y brillante sonrisa en su rostro, expresó su amabilidad en sólo dos palabras. Su tez pálida marcaba con exquisitez su perfil foráneo. Podría ser rusa, alemana o incluso neerlandesa al igual que ella, pues la particularidad de su acento le delataba con claridad. Simone se aventuró a estrechar la mano ajena esperando no causarle ninguna molestia o conmoción por dicho atrevimiento. Pero era tan solo, que el carácter de la pequeña le orillaba a mostrarse de buen humor aun en los parajes más inhóspitos e incluso con extraños.
–Bonsoir, mi nombre es Simone–
Sonrió, esperando que ese gesto bastase para ser un alivio en la notoria nostalgia que abatía su belleza natural. Y asintió en complicidad al saber que al igual que ella, la mujer disfrutaba de la cacofonía tan bella y perfecta que el mar regala a los que saben escucharle. Simone había aprendido a admirar y atesorar dichos momentos, porque aunque se repetían todos los días, cada uno poseía su encanto, magia propia.
–Sin lugar a dudas es algo hermoso madame, resultaría una labor titánica tratar de describir este paraje–
Suspiró una vez terminadas sus oraciones, pues era cierto. Ella adoraba los atardeceres de con tal devoción, que sería imposible comprender si no se conocía a la pequeña a fondo.
–Mi cochero y yo hemos sufrido un ligero percance camino a casa, así que aproveché ese instante para dar una pequeña vuelta por este lugar que me trae gratos recuerdos de mi infancia– Rio.
–Bueno es decir, aún soy una niña pero conservo buenos momentos de otroros años–
Después de aquella confesión a medias, la aseveración ajena le tomó por sorpresa, como si aquella pregunta fuese el complemento de lo dicho por la neerlandesa segundos atrás. La verdad es que poco recordaba de ellos, pero su memoria seguía impecable, no había día en el cual no se sintiera agradecida con Ruslana por cobijarle bajo sus alas.
–No Madame, mi madre seguramente aguarda impaciente mi regreso a casa, ella es músico y debido a eso no le pudo ser posible acompañarme esta tarde–
Una tenue línea se marcó en sus labios.
–¿Y usted madame, espera a alguien en especial? O tan solo ha sido víctima del embrujo del mar, no la culpo si ese fuese el caso–
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 04/07/2014
Re: La petite fille de la mer /Simone
-Así que te llamas Simone. Muy bonito nombre, como tú. Supongo que ya deben habértelo dicho muchas veces, preciosa.
Tenía ganas infinitas de acariciar sus caireles rubios, o inclusive hacerle una caricia. Me contuve porque no sería correcto que una extraña como yo, tuviera tal atrevimiento con una niña. Aún podía recordar la manera en que había sido educada y la forma en que no debía dejarme tentar por otras manos que no fueran las de mis padres, cuando tenía su edad. Tuve que conformarme con contemplarla y sonreír a cada momento.
Había dicho que su madre poseía el don de la música. Pues bien, podía comparar a Simone, con una pequeña y aguda notita musical. Cuando ella hablaba, de forma tan educada, en verdad embelesaba. Era completamente un angelito en la tierra.
-Yo me llamo Victoria. Un placer señorita- hice una pequeña reverencia- Todo un placer conocerle, y me siento una mujer afortunada por tan agradable compañía. Espero que el percance pueda solventarse muy pronto y pueda volver a casa lo más pronto posible. Comienza a...oscurecer y hacer fresco.
La magia se iba difuminando. El amargo recuerdo del que venía huyendo, volvia a hacerse presente. Muy pronto la noche envolvería a Paris y con ello, las bestias saldrían de sus escondrijos. No podía darme el lujo de permanecer mucho tiempo más ahí, ni exponer a la pequeña Simone, que había llegado por una bendita casualidad, a alegrarme el momento.
-¿Me daría el honor de escoltarle hasta su carruaje madame? - nuevamente una reverencia- -Ahí podrá guarecerse del frío. Y su empleado estará feliz de verle -confiaba en que la pequeña aceptara mi petición. Ya no me sentía segura. Cualquier cosa pidría suceder de un instante a otro. Ambas deberíamos volver.
Tenía ganas infinitas de acariciar sus caireles rubios, o inclusive hacerle una caricia. Me contuve porque no sería correcto que una extraña como yo, tuviera tal atrevimiento con una niña. Aún podía recordar la manera en que había sido educada y la forma en que no debía dejarme tentar por otras manos que no fueran las de mis padres, cuando tenía su edad. Tuve que conformarme con contemplarla y sonreír a cada momento.
Había dicho que su madre poseía el don de la música. Pues bien, podía comparar a Simone, con una pequeña y aguda notita musical. Cuando ella hablaba, de forma tan educada, en verdad embelesaba. Era completamente un angelito en la tierra.
-Yo me llamo Victoria. Un placer señorita- hice una pequeña reverencia- Todo un placer conocerle, y me siento una mujer afortunada por tan agradable compañía. Espero que el percance pueda solventarse muy pronto y pueda volver a casa lo más pronto posible. Comienza a...oscurecer y hacer fresco.
La magia se iba difuminando. El amargo recuerdo del que venía huyendo, volvia a hacerse presente. Muy pronto la noche envolvería a Paris y con ello, las bestias saldrían de sus escondrijos. No podía darme el lujo de permanecer mucho tiempo más ahí, ni exponer a la pequeña Simone, que había llegado por una bendita casualidad, a alegrarme el momento.
-¿Me daría el honor de escoltarle hasta su carruaje madame? - nuevamente una reverencia- -Ahí podrá guarecerse del frío. Y su empleado estará feliz de verle -confiaba en que la pequeña aceptara mi petición. Ya no me sentía segura. Cualquier cosa pidría suceder de un instante a otro. Ambas deberíamos volver.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: La petite fille de la mer /Simone
La Petite Fille De La Mer
Seguía prendida a la magia que destilaba cada iconografía en el muelle. Las exiguas tonalidades que se reflejaban en la espesura del elemento en calma significaban una bella remembranza en su mente pueril. La brisa coqueteaba de lleno contra sus sonrosadas mejillas, deteniéndose por segundos en la curvatura que sus cabellos formaban en las puntas. Simone volvió entonces a la efigie que se erguía a su lado y por unos instantes se sintió extrañamente confortada por los adjetivos acuñados sobre su persona, sin restar belleza a la mujer que confería dichos atributos. Ruslana era una madre con singular fortaleza, demandaba las cosas de tal modo que no se podía objetar nada en su contra y a la vez, tenía el tacto sutil para abrazar no solo el diminuto cuerpo de la niña, sino el corazón. Uno que necesitaba ser sanado a pesar de mostrarse siempre impetuoso por devorar lo que el mundo aguardaba.
Pero aquella dama de ojos cristalinos y fisionomía perfecta. Destilaba nostalgia, desolación que apenas podía ser visible a través de sus movimientos sutiles. La gracia de un cisne y la elocuencia de una princesa de cuento. Eso cruzaba por sus pensamientos cuando le escuchaba hablar.
–Muchas gracias madame, es usted muy amable al dirigirse de ese modo a una extraña como yo–
Rió ligeramente, pues los cánones no permitían tal confianza con extraños y aunque aquella hermosa dama distara mucho de serlo, Simone prefería no incomodarle con su risa a media voz.
–Encantada Victoria…– carraspeo la garganta –Es decir, madame–
Se apresuró a corregir y agachó ligeramente la mirada. Había sido educada por estándares rigurosos, pero detrás de esos rizos bien acomodados por el listón y la ostentosidad de su indumentaria yacía la inocencia de una niña de solo doce años, que trataba de adaptarse aun a una sociedad inexorable.
Asintió sonriente.
–Es verdad, el clima no es muy favorecedor en esta temporada–
Respondió mientras daba media vuelta para dar inicio a su caminata de regreso al carromato.
–Es usted muy amable Victoria–
El acento neerlandés sobresalía entre la paráfrasis de la pequeña.
–Me puede acompañar, claro, en cambio puedo pedirle a mi cochero le lleve a su hogar, claro, en cuanto el carruaje esté listo. Su familia seguramente aguarda su regreso–
Reía naturalmente, no sin sentirse atraída por esa melancolía notoria en su acompañante ¿Habría dicho algo incorrecto?
–Madame, disculpe si me comentario le ha incomodado, es solo que…– titubeó un par de segundos antes de continuar, en un intento por no decir algo fuera de lugar –Una mujer tan hermosa como usted debe ser madre, o esposa en un bello palacio, como en los cuentos de hadas–
Suspiró sin dejar de mirarle.
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 04/07/2014
Re: La petite fille de la mer /Simone
Tuvo el impulso de tomarla de la mano, pero no era correcto, para ninguna de las dos. No se podían permitir tales muestras de afecto, si acababan de conocerse. Pero cuando mencionó el tema de la familia casi se desmorona ahí mismo. No había familia que le fuera a extrañar. Todos estaban muertos y Mariano... Sabrá Dios dónde. Le había abandonado a su suerte y ahora se sentía más sola que nunca. Se encontraba completamente sola, sin un rumbo al cuál dirigirse. Se sentía como un barco de papel, navegando a la deriva.
-No, no hay nadie en casa. Todos están de... Viaje y tardarán en volver. - disimuló algunas lágrimas que querían desprenderse de sus ojos. La niña no tenía que saber la verdad de su desgracia. Era apenas una pequeñita inocente. No le utilizarìa como medio de desahogo. -Ven, hagamos compañia al cochero. Quizás un poco de plátca le haría más placentero el trabajo. ¿No lo crees? Y... Si aceptaría con gusto el que hicieran el enorme favor de regresarme a casa. ¡Nunca me subido a algo tan moderno como esto!
El cochero daba los últimos detalles a la llanta. Saludó a Victoria con una reverencia y una enorme sonrisa a la pequeña Simone. Era un viejecillo con las mejillas sonrojadas por el esfuerzo, pero lo suficientemente fuerte para llevarnos de vuelta. Tenía un diente de oro que deslumbraba mucho, cada que reía.
-Buenas noches caballero. Me llamo Victoria. Un placer... Simone me ha prometido un viaje lleno de aventuras hasta mi casa ¿le gustaría acompañarnos? Está enclavada justo en el centro. No le tomará mucho más de algunos minutos. Estoy dispuesta a pagar por sus servicios. - sonreí lo mejor que pude- No le molestaría si no fuera un caso de extrema urgencia. Se avecina tormenta y no quisiera resfriarme. ¿Por favor?
No tuve que pedirle dos veces. El hombre maduro que dijo llamarse Matthew, y con sumo respeto, nos abrió la puerta del carruaje apenas estuvo listo.
-No, no hay nadie en casa. Todos están de... Viaje y tardarán en volver. - disimuló algunas lágrimas que querían desprenderse de sus ojos. La niña no tenía que saber la verdad de su desgracia. Era apenas una pequeñita inocente. No le utilizarìa como medio de desahogo. -Ven, hagamos compañia al cochero. Quizás un poco de plátca le haría más placentero el trabajo. ¿No lo crees? Y... Si aceptaría con gusto el que hicieran el enorme favor de regresarme a casa. ¡Nunca me subido a algo tan moderno como esto!
El cochero daba los últimos detalles a la llanta. Saludó a Victoria con una reverencia y una enorme sonrisa a la pequeña Simone. Era un viejecillo con las mejillas sonrojadas por el esfuerzo, pero lo suficientemente fuerte para llevarnos de vuelta. Tenía un diente de oro que deslumbraba mucho, cada que reía.
-Buenas noches caballero. Me llamo Victoria. Un placer... Simone me ha prometido un viaje lleno de aventuras hasta mi casa ¿le gustaría acompañarnos? Está enclavada justo en el centro. No le tomará mucho más de algunos minutos. Estoy dispuesta a pagar por sus servicios. - sonreí lo mejor que pude- No le molestaría si no fuera un caso de extrema urgencia. Se avecina tormenta y no quisiera resfriarme. ¿Por favor?
No tuve que pedirle dos veces. El hombre maduro que dijo llamarse Matthew, y con sumo respeto, nos abrió la puerta del carruaje apenas estuvo listo.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: La petite fille de la mer /Simone
La Petite Fille De La Mer
Por breves instantes caminó a lado de la bella mujer. Y sumergida en una fantasía de cristal pensó lo que sería recorrer ese lugar tan mágico y perfecto para ella a lado de Baldassare, nunca se lo había propuesto y aunque habían pasado ya casi dos años desde la primera vez que él llegó a su vida quizás era tiempo de hacerle la petición sin resultar tan demandante y caprichosa, pues la pequeña neerlandesa distaba mucho de comportarse así. Los pasos acompasados de ambas hacían crujir la madera del malecón, la escena resultaba un tanto pintoresca, así como la charla que a pesar de la edad de Simone dejaba entre ver de vez en cuando la madurez y su grado de raciocinio cuando tocaba por encima del agua temas tan delicados como lo eran las perdidas y el amor que una familia profesa para llenar esos espacios. Miró de reojo a su acompañante y probablemente no llegaba a comprender del todo esa ausencia en la mirada lúgubre, quiso formular una pregunta más pero la respuesta de la mujer adulta resultó ser mucho más oportuna.
–Que bien madame, entonces seguro regresarán muy pronto nuevamente para hacerle compañía– sonrió suavemente tratando de brindarle esa seguridad que parecía hacer falta en su oyente –Tenga por seguro que así será ¿Usted cree en los sueños? Yo le aseguro que aquello que anhela pronto se volverá realidad– guiñó un ojo en señal de complicidad.
Asintió.
–Claro que Matthew aceptará escoltarla hasta su mansión madame, aunque le diré un secreto– pidió gentilmente con un ademán aproximarse a ella antes de saludar al cochero –A veces se molesta si no le presta atención, pero descuide es un hombre gentil–
Simone sonrió una vez más y después de que Victoria se presentara con el hombre, le ayudó a subir al carruaje, después Matthew hizo lo propio con la pequeña y una vez encaminadas hacia su destino Simone acomodó los pliegues del cerúleo vestido.
–Puede visitarnos cuando guste madame, a mi padre no le molestará en lo absoluto–
Expresó con la naturalidad propia de una niña de su edad y en parte, necesitaba charlar con una mujer de vez en cuando, quizás con el tiempo vería en Victoria a una hermana mayor o la figura materna que no le acompañaba desde hace mucho tiempo, aunque ella era en apariencia una extraña seguro tendrían más de una cosa en común.
–¿Tiene hermanos madame? Mi madre me relató alguna vez que tuve un hermano gemelo, su nombre era Johan, en honor a mi abuelo, por desgracia el falleció a los pocos días–
Suspiró sin mostrarse frágil y sus ojos vivaces se perdieron en las tonalidades que Paris regalaba a sus caminantes a esas horas.
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 04/07/2014
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