AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
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The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
Horas más tarde de la pronunciación del compromiso
Llegó al camino donde el carruaje se detuvo la noche anterior, miró hacía el bosque y comenzó a caminar contando sus pasos «1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15…» internado comenzó a orientar sus pasos con las marcas que hizo en los árboles; esperaba que el anochecer no le robara la luz que se extinguía en el horizonte. Pero finalmente llegó a la muralla de abedules, buscó con desesperación las cortinas de lirios tejida sobre los dos enormes árboles que se alzaban como colosos en ese bosque de una fragancia silvestre. Cuando atravesó las cortinas de lirios y entró en el pasaje donde se encontraría con Danna, la noche llegó, mas el lago estaba iluminado por las luciérnagas y el reflejo de la luna sobre el agua. Scott sonrió evocando los frescos recuerdos que pasó en ese lugar con la que sería su esposa, cerró sus ojos mientras caminaba a ciegas, dejándose llevar por los olores, los sonidos, el tacto cuando tocaba alguna luciérnaga con sus dedos ligeros.
Se detuvo cuando una de sus botas tocó el lago. Scott vio el reflejo de su persona una vez que las ondas que provocó en el primer contacto se desvanecieran. Lo que veía era un hombre rubio con una camisa holgada blanca, con los primeros dos botones desabrochados mostrando parte de sus pectorales, encima traía un abrigo pardo que le llegaba hasta los muslos, unos pantalones del mismo color que el abrigo y sus botas cafés más claros; sonrió cambiando de dirección los rubios cabellos y se agachó, tocó con sus dedos el reflejo y éste desapareció con las ondas que se generaron, suspiró y comenzó a rodearle hasta que llegó a lo que parecía un altar, una pequeña choza con una larga roca. El Nottinghams se hincó tocando la lisa superficie «¿Mármol?» era lo más probable, levantó la vista y vio una estatua de lo que se imaginó era una diosa pagana.
La analizó sin levantarse, podría ser una diosa del hogar o las cosechas. Quizás la matrona del ducado Dianceht; muchas cosas podrían ser pero lo cierto era que Danna tenía que saberlo y pediría que compartiera su conocimiento. Tocó la piedra que concluyó era donde se ponía la ofrenda, ésta estaba limpia, sin marcas de que se le ofrendara algo, pero lo extraño era que se conservara tan pulcra, seguramente Danna visitaba frecuentemente el lugar para asegurarse de que se mantuviera impecable. Ya que si no era ella significaría que alguien más conocía la ubicación del santuario. Alzó nuevamente la vista a la estatua negando con la cabeza esa teoría, confiaba en la certeza y seguridad de Danna respecto a que sólo ella conocía el lugar.
En el banquete lucía hermosa y se preguntaba como llegaría, ¿Vestiría como la campesina que conoció, o la radiante duquesa? Se sentó en una esquina para no darle la espalda a la estatua, sea lo que sea, Diosa o no él respetaría esa creencia. Sacó entonces la cadena que pendía de su cuello y que llevaba un Cristo de oro, lo acarició con delicadeza despertando un recuerdo. Él y Chelsea en la Nueva España, como una pareja recorrió la calle de plata. Ahí compraron dos gemelos y se los colocaron el uno al otro terminando con un beso el momento. El rostro de Scott se entristeció. —Chelsea… —se le escapó como un susurró y le pareció que estaba allí, a las orillas del lago hincada jugando con el agua, una niña risueña, inteligente y perspicaz y luego él, el pequeño Scott empujándola por detrás.
Chelsea lo jalaba y ambos caían al lago y entre risas se echaban agua. Scott sonrió. Luego, los niños se convirtieron en adultos y estaban en la bañera de Chelsea, amándose como un hombre ama a una mujer, no como un hermano a su hermano, un cariño casto. No, en la bañera era un autentico combate sexual, embriagado de caricias y besos. El último baño con Chelsea tras su viaje y que para la decisión de Scott efectivamente iba ser el último, mas Chelsea no esperaría que se trataría del último de sus vidas como los amantes. Recordó la misiva que mandó con el guardia que fungía de doble agente. «Chelsea siempre cubriéndose la espalda» ¿cómo la vería a los ojos?
Estaba atormentándose, una brisa a su espalda lo hizo salir de su cavilación y observando la luna reflejada en el agua cristalina se sintió curado, al menos, sedado. —Nunca antes una espera se me ha hecho eterna —se levantó y caminó hasta ella, deseaba abrazarla, besarla, consumir su amor—, mi bella Lenore.
Se detuvo cuando una de sus botas tocó el lago. Scott vio el reflejo de su persona una vez que las ondas que provocó en el primer contacto se desvanecieran. Lo que veía era un hombre rubio con una camisa holgada blanca, con los primeros dos botones desabrochados mostrando parte de sus pectorales, encima traía un abrigo pardo que le llegaba hasta los muslos, unos pantalones del mismo color que el abrigo y sus botas cafés más claros; sonrió cambiando de dirección los rubios cabellos y se agachó, tocó con sus dedos el reflejo y éste desapareció con las ondas que se generaron, suspiró y comenzó a rodearle hasta que llegó a lo que parecía un altar, una pequeña choza con una larga roca. El Nottinghams se hincó tocando la lisa superficie «¿Mármol?» era lo más probable, levantó la vista y vio una estatua de lo que se imaginó era una diosa pagana.
La analizó sin levantarse, podría ser una diosa del hogar o las cosechas. Quizás la matrona del ducado Dianceht; muchas cosas podrían ser pero lo cierto era que Danna tenía que saberlo y pediría que compartiera su conocimiento. Tocó la piedra que concluyó era donde se ponía la ofrenda, ésta estaba limpia, sin marcas de que se le ofrendara algo, pero lo extraño era que se conservara tan pulcra, seguramente Danna visitaba frecuentemente el lugar para asegurarse de que se mantuviera impecable. Ya que si no era ella significaría que alguien más conocía la ubicación del santuario. Alzó nuevamente la vista a la estatua negando con la cabeza esa teoría, confiaba en la certeza y seguridad de Danna respecto a que sólo ella conocía el lugar.
En el banquete lucía hermosa y se preguntaba como llegaría, ¿Vestiría como la campesina que conoció, o la radiante duquesa? Se sentó en una esquina para no darle la espalda a la estatua, sea lo que sea, Diosa o no él respetaría esa creencia. Sacó entonces la cadena que pendía de su cuello y que llevaba un Cristo de oro, lo acarició con delicadeza despertando un recuerdo. Él y Chelsea en la Nueva España, como una pareja recorrió la calle de plata. Ahí compraron dos gemelos y se los colocaron el uno al otro terminando con un beso el momento. El rostro de Scott se entristeció. —Chelsea… —se le escapó como un susurró y le pareció que estaba allí, a las orillas del lago hincada jugando con el agua, una niña risueña, inteligente y perspicaz y luego él, el pequeño Scott empujándola por detrás.
Chelsea lo jalaba y ambos caían al lago y entre risas se echaban agua. Scott sonrió. Luego, los niños se convirtieron en adultos y estaban en la bañera de Chelsea, amándose como un hombre ama a una mujer, no como un hermano a su hermano, un cariño casto. No, en la bañera era un autentico combate sexual, embriagado de caricias y besos. El último baño con Chelsea tras su viaje y que para la decisión de Scott efectivamente iba ser el último, mas Chelsea no esperaría que se trataría del último de sus vidas como los amantes. Recordó la misiva que mandó con el guardia que fungía de doble agente. «Chelsea siempre cubriéndose la espalda» ¿cómo la vería a los ojos?
Estaba atormentándose, una brisa a su espalda lo hizo salir de su cavilación y observando la luna reflejada en el agua cristalina se sintió curado, al menos, sedado. —Nunca antes una espera se me ha hecho eterna —se levantó y caminó hasta ella, deseaba abrazarla, besarla, consumir su amor—, mi bella Lenore.
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Re: The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
Nunca una tarde se la había hecho tan eterna, como aquella tarde en la que llevaba esperando que la luna se alzase en las cumbres y con ella, el encuentro de los dos amantes se llevase a cabo. Su mirada se paseaba constantemente de los adorables juegos de su hija y de sus risas hacia el reloj principal del salón en el que se hallaba. El tiempo parecía pasar sumamente lento y la ansiedad que la devoraba se hacía cada vez más intensa en su interior. El tic, tac del reloj eran un latido menos de espera y cuando finalmente la noche llegó, la duquesa no pudo controlarse de enviar a su hija a dormir más temprano de lo acostumbrado. Siempre madre e hija se quedaban despiertas hasta horas después de subir al cuarto de la pequeña Diana, no obstante, esta vez fue diferente y aprovechando el cansancio de la pequeña tras tener un día lleno de sorpresas, la dejo dormir enseguida. Besó la frente de su hija y con una suave sonrisa se despidió al tiempo de ver como sus pequeños ojos se cerraban entregándose al sueño reparador de la noche. Hasta allí había resultado fácil, más al cerrar la puerta de la alcoba de Diana la voz de su mayordomo a su espalda la hizo reconsiderarse sus planes. Podría decírselo, confesarle del encuentro o sencillamente avisarle de que aquella noche pensaba coger uno de los caballos e ir a la villa del ducado, sin embargo, allí tampoco llegaría a ir, se quedaría a medio camino del ducado y la villa y conociendo la preocupación de Víctor hacia ella optó finalmente por despedirse de él y encaminarse a su habitación, simulando encontrarse cansada y con sueño atrasado. Nada que ver en cómo se encontraba verdaderamente. Danna se sentía más viva que nunca, los nervios a flor de piel la mantenían atenta a cualquier ruido de su alrededor, pareciera que su loba se hallase en sincronía esa noche con ella pues se sentía como cuando en la luna llena le era arrebatada su voluntad; indudablemente perdida por las emociones que le robaban el alma.
Al llegar a su habitación se encerró en ella y esperó inquieta a que empezaran a apagar las luces, momento en el cual se decidió a salir. Esperando no llegar tarde, no hacerle sufrir tanto como ella había sufrido por la agónica espera de esas tortuosas horas, la duquesa partió apresurada protegiéndose los hombros únicamente con una oscura capa que la ocultaban a ella y a su vestido, de las miradas curiosas, si es que a esas tardías horas podía haber alguien en los caminos del ducado. No deseaba cambiarse, deseaba que fuera aquel el vestido que había llevado en la pedida de su mano para que guardase por completo el recuerdo de aquel día, inclusive, de la noche. Como una sombra pasó por los salones hasta llegar al ala norte del castillo por donde salió quedando justo enfrente de las caballerizas. Al entrar en el extenso lugar de reposo de sus corceles, enseguida un relincho familiar la saludó y con una sonrisa se acercó a la portezuela desde donde un morro blanquecino esperaba sus caricias. Aquella yegua; Atka, llevaba con ella gran parte de su vida. Había sido uno de los últimos regalos de su padre antes de que este falleciera, y aunque en parte le pudiese recordar a él, la realidad era muy distinta. Atka le recordaba a su madre, a quien siempre le habían gustado los caballos blancos impolutos, como aquella yegua que ahora mismo ella acariciaba. Un nuevo relincho nació de la yegua como si supiese las inquietudes que carcomían la mente de su joven ama y asintiendo riendo suavemente la duquesa la liberó de su encierro, montándola a continuación. Por suerte, el mozo la había dejado ensillada, preparada tal y como ella había pedido, solo que en esta ocasión se habían pensado sería para dar un paseo matutino, no uno nocturno. Sonriendo acarició sus impolutas crines y sin más dilación la llevó al trote y al salir de las cuatro paredes en las que los demás caballos descansaban, la dejó a galope cruzando a gran velocidad los terrenos que la separaban del bosque y del bosque; al escondite del lago.
El aire de la noche hacia volar su capa hacia atrás y con ello, su cabello lacio se esparció en suaves hebras a su espalda. El golpeteo intenso de las patas de su montura contra el suelo de tierra era fuerte y seguro, como la determinación de la duquesa de llegar al lago y allí encontrarse con la imagen de Scott; su amado. ¿Por qué como más cerca se encontraba de él, más lento sentía que pasaba el tiempo? Apenas pudieron ser unos cinco minutos de distancia a galope desde su ducado, más el tiempo pareció ser el triple cuando finalmente llegó a internarse en el bosque y de allí a dirigirse hacia la entrada secreta adornada de lirios. Por cada tramo recorrido su corazón bombeó su sangre más fuerte presa del nerviosismo de verle de nuevo. Con mano firme dirigió las riendas de su montura hacia la entrada de la cortina de lirios y al atravesar a paso lento los dos árboles que constituían la principal entrada a aquel paraje oculto de ojos ajenos, detuvo a pocos metros su caballo blanco junto la orilla del lado. El reflejo del agua inmortalizó su imagen y viéndose con las mejillas ligeramente sonrojadas por el frío de la noche, sonrío al mirar al reflejo de Scott y descubrir que él también la contemplaba. Enseguida sus ojos se miraron, su sonrisa se ensanchó y viéndole acercarse hacia ella, le esperó para que la ayudase a bajar. Sus manos temblaban impacientes por sentirle junto a ella y únicamente cuando sus manos fueron tomadas por las masculinas, a su recaudo, respiró tranquila y todo temor, nervio; desapareció.
—De haber sabido cómo me he sentido en esta terrible espera… quizás habría podido haceros esperar un poco más. —Le contestó con una suave sonrisa al bajar y encontrarse encarcelada contra su cuerpo, en sus brazos. Le miró como si fuera de nuevo aquella primera vez en que se encontraron y antes de que pudiese sellar sus labios con los suyos o siquiera pensárselo, tomó una de sus manos y se la acercó a su propio cuello donde el pulso de su corazón se podía sentir, como si allí mismo residiera el motor de su vida. — ¿Lo sentís? —Le preguntó terminando por llevar su mano hasta su mejilla y dejarla allí reposando contra su calidez. —Desde ayer no ha habido descanso ni paz para mi cuerpo o alma, Scott. Mis manos hasta este momento temblaban… Yo, vuestra querida Lenore; temblaba por vos.
Al llegar a su habitación se encerró en ella y esperó inquieta a que empezaran a apagar las luces, momento en el cual se decidió a salir. Esperando no llegar tarde, no hacerle sufrir tanto como ella había sufrido por la agónica espera de esas tortuosas horas, la duquesa partió apresurada protegiéndose los hombros únicamente con una oscura capa que la ocultaban a ella y a su vestido, de las miradas curiosas, si es que a esas tardías horas podía haber alguien en los caminos del ducado. No deseaba cambiarse, deseaba que fuera aquel el vestido que había llevado en la pedida de su mano para que guardase por completo el recuerdo de aquel día, inclusive, de la noche. Como una sombra pasó por los salones hasta llegar al ala norte del castillo por donde salió quedando justo enfrente de las caballerizas. Al entrar en el extenso lugar de reposo de sus corceles, enseguida un relincho familiar la saludó y con una sonrisa se acercó a la portezuela desde donde un morro blanquecino esperaba sus caricias. Aquella yegua; Atka, llevaba con ella gran parte de su vida. Había sido uno de los últimos regalos de su padre antes de que este falleciera, y aunque en parte le pudiese recordar a él, la realidad era muy distinta. Atka le recordaba a su madre, a quien siempre le habían gustado los caballos blancos impolutos, como aquella yegua que ahora mismo ella acariciaba. Un nuevo relincho nació de la yegua como si supiese las inquietudes que carcomían la mente de su joven ama y asintiendo riendo suavemente la duquesa la liberó de su encierro, montándola a continuación. Por suerte, el mozo la había dejado ensillada, preparada tal y como ella había pedido, solo que en esta ocasión se habían pensado sería para dar un paseo matutino, no uno nocturno. Sonriendo acarició sus impolutas crines y sin más dilación la llevó al trote y al salir de las cuatro paredes en las que los demás caballos descansaban, la dejó a galope cruzando a gran velocidad los terrenos que la separaban del bosque y del bosque; al escondite del lago.
El aire de la noche hacia volar su capa hacia atrás y con ello, su cabello lacio se esparció en suaves hebras a su espalda. El golpeteo intenso de las patas de su montura contra el suelo de tierra era fuerte y seguro, como la determinación de la duquesa de llegar al lago y allí encontrarse con la imagen de Scott; su amado. ¿Por qué como más cerca se encontraba de él, más lento sentía que pasaba el tiempo? Apenas pudieron ser unos cinco minutos de distancia a galope desde su ducado, más el tiempo pareció ser el triple cuando finalmente llegó a internarse en el bosque y de allí a dirigirse hacia la entrada secreta adornada de lirios. Por cada tramo recorrido su corazón bombeó su sangre más fuerte presa del nerviosismo de verle de nuevo. Con mano firme dirigió las riendas de su montura hacia la entrada de la cortina de lirios y al atravesar a paso lento los dos árboles que constituían la principal entrada a aquel paraje oculto de ojos ajenos, detuvo a pocos metros su caballo blanco junto la orilla del lado. El reflejo del agua inmortalizó su imagen y viéndose con las mejillas ligeramente sonrojadas por el frío de la noche, sonrío al mirar al reflejo de Scott y descubrir que él también la contemplaba. Enseguida sus ojos se miraron, su sonrisa se ensanchó y viéndole acercarse hacia ella, le esperó para que la ayudase a bajar. Sus manos temblaban impacientes por sentirle junto a ella y únicamente cuando sus manos fueron tomadas por las masculinas, a su recaudo, respiró tranquila y todo temor, nervio; desapareció.
—De haber sabido cómo me he sentido en esta terrible espera… quizás habría podido haceros esperar un poco más. —Le contestó con una suave sonrisa al bajar y encontrarse encarcelada contra su cuerpo, en sus brazos. Le miró como si fuera de nuevo aquella primera vez en que se encontraron y antes de que pudiese sellar sus labios con los suyos o siquiera pensárselo, tomó una de sus manos y se la acercó a su propio cuello donde el pulso de su corazón se podía sentir, como si allí mismo residiera el motor de su vida. — ¿Lo sentís? —Le preguntó terminando por llevar su mano hasta su mejilla y dejarla allí reposando contra su calidez. —Desde ayer no ha habido descanso ni paz para mi cuerpo o alma, Scott. Mis manos hasta este momento temblaban… Yo, vuestra querida Lenore; temblaba por vos.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 27/05/2013
Edad : 32
Re: The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
Imponentemente bella lucía su amada en su extraordinaria montura. A pasos ligeros Scott totalmente enajenado por esos orbes celestiales prolongaba esa reunión que se le hizo eterna. El corcel evidentemente inteligente giró sobre sus propios pasos para que Scott pudiera extender su mano a su bella Danna o la que llamaba Lenore en esa noche de amantes. Le ayudó a bajar para estar a su nivel o más bien a tierra pues, pese a los tacones, Scott seguía siendo un poco más alto que ella. Sonreía, ambos lo hacían. La duquesa llevaba puesto el mismo vestido que lució en la comida, sin embargo, la luz de la luna y el juego con la capa le daban un toque maravilloso; divino podría decir sí no creyera que ese comentario fuera blasfemo contra la palabra de Dios por su naturaleza cristiana. Quizás en otra circunstancia pudo pensar en si se generaría algún conflicto religioso entre ambos. ¿Scott accedería a las costumbres paganas de Danna o ella renunciaría a ellas?
Pero eso era algo que no cruzaba por la mente de Scott, aprisionada en sus brazos el instinto salvaje del Cisne Negro se apoderó de la razón del Nottighams y aunque estuvo a punto de abalanzarse sobre los labios de su Lenore, ésta lo detuvo para que con su mano sintiera el pulso acelerado de ella; luego, hizo que su mano descansara en su mejilla y Scott con una tierna mirada la vio, así como si se tratase de la pequeña Diana. —Lenore, querida mía. Si ese temblor te vuelve asaltar he de estar yo aquí para que caigas en mis brazos que siempre estarán abiertos para ti —la mano que tenía en su mejilla la deslizó por su rostro hasta llevarla a esos cabellos castaños que conformaban una parte más de lo mucho que le gustaba Lenore—, qué otra palabra puedo emplear para definir lo que eres, esa belleza, esa maravilla de tu persona; tal vez no existan palabras, posiblemente sólo puedas saber que es este sentimiento agobiante y sin embargo totalmente embriagante de felicidad y excitación. Una caricia, un beso… la unión de nuestros cuerpos —la mano que acariciaba los cabellos se deslizó hasta su hombro, la otra le alcanzó y desatando el nudo de la capa la despojó de ella para sentir mejor contacto con la piel debajo del vestido.
—No es justo, ¿cierto? —dijo despojándose de su abrigo y desabrochando los primeros dos botones de su camisa, luego, tomó una mano de Danna y la llevó a su pectoral, dirigiéndola a su corazón—, no temas, esta piel te pertenece como este corazón. Siéntelo porque así siempre latirá por ti y si alguna vez no lo hace será porque la muerte me ha dado alcance —por fin Scott cumplió con su deseo, eso que lo sofocaba. Unió sus labios con los de ella tomándole del cuello con ambas manos, éstas se desplazaron a la nuca y la inclinó hacia atrás. Sus ojos se cerraron y entre la unión del beso sus labios sonrieron queriendo reír de felicidad, pero no lo hizo, se contuvo prolongando el beso. Cuando la respiración escaseaba la levantó y teniendo sus manos en su cadera la cargo. Como si fuera una niña pequeña, Scott la alzó del suelo con sus fuertes brazos y giraron, el vestido como el cabello de Danna danzaron. Pero entonces vio a Chelsea en el rostro de la duquesa, la bajo abrazándola y con su mirada preocupada por su gemela no permitió que ella se percatara de su temor, la abrazó con cariño y cuando se sintió listo se separó tomándole de las manos.
—Vamos Lenore, sentémonos allá —dijo antes de morderse el labio inferior y empezó a caminar a la gran roca que se asemejaba a un altar.
Pero eso era algo que no cruzaba por la mente de Scott, aprisionada en sus brazos el instinto salvaje del Cisne Negro se apoderó de la razón del Nottighams y aunque estuvo a punto de abalanzarse sobre los labios de su Lenore, ésta lo detuvo para que con su mano sintiera el pulso acelerado de ella; luego, hizo que su mano descansara en su mejilla y Scott con una tierna mirada la vio, así como si se tratase de la pequeña Diana. —Lenore, querida mía. Si ese temblor te vuelve asaltar he de estar yo aquí para que caigas en mis brazos que siempre estarán abiertos para ti —la mano que tenía en su mejilla la deslizó por su rostro hasta llevarla a esos cabellos castaños que conformaban una parte más de lo mucho que le gustaba Lenore—, qué otra palabra puedo emplear para definir lo que eres, esa belleza, esa maravilla de tu persona; tal vez no existan palabras, posiblemente sólo puedas saber que es este sentimiento agobiante y sin embargo totalmente embriagante de felicidad y excitación. Una caricia, un beso… la unión de nuestros cuerpos —la mano que acariciaba los cabellos se deslizó hasta su hombro, la otra le alcanzó y desatando el nudo de la capa la despojó de ella para sentir mejor contacto con la piel debajo del vestido.
—No es justo, ¿cierto? —dijo despojándose de su abrigo y desabrochando los primeros dos botones de su camisa, luego, tomó una mano de Danna y la llevó a su pectoral, dirigiéndola a su corazón—, no temas, esta piel te pertenece como este corazón. Siéntelo porque así siempre latirá por ti y si alguna vez no lo hace será porque la muerte me ha dado alcance —por fin Scott cumplió con su deseo, eso que lo sofocaba. Unió sus labios con los de ella tomándole del cuello con ambas manos, éstas se desplazaron a la nuca y la inclinó hacia atrás. Sus ojos se cerraron y entre la unión del beso sus labios sonrieron queriendo reír de felicidad, pero no lo hizo, se contuvo prolongando el beso. Cuando la respiración escaseaba la levantó y teniendo sus manos en su cadera la cargo. Como si fuera una niña pequeña, Scott la alzó del suelo con sus fuertes brazos y giraron, el vestido como el cabello de Danna danzaron. Pero entonces vio a Chelsea en el rostro de la duquesa, la bajo abrazándola y con su mirada preocupada por su gemela no permitió que ella se percatara de su temor, la abrazó con cariño y cuando se sintió listo se separó tomándole de las manos.
—Vamos Lenore, sentémonos allá —dijo antes de morderse el labio inferior y empezó a caminar a la gran roca que se asemejaba a un altar.
Re: The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
Sus brazos la acobijaban contra su cuerpo de un modo alarmante. Parecían haber hecho a medida aquel hechizo, al que sumándole el espacio y las tierras místicas en las que ambos se encontraban, no parecería difícil de extrañar. El fuego y los bailes de la noche anterior y la propuesta de matrimonio de esa misma mañana, parecían ser momentos ahora olvidados de la mente de la licantropa que desde que los brazos masculinos la arroparon y sostuvieron, olvidó completamente todo, excepto aquel motor que tenía por corazón, acelerado, allí bajo su pecho. Y allí estaba aquel hechizo, el poder olvidar todo cuanto les rodeaba, excepto el uno y el otro. Su fiel y sabia montura, rápidamente abandonó el lugar una vez Scott la ayudó a bajar y sonriendo Danna le escuchó, sintiendo su corazón acelerarse lentamente de nuevo al acariciar la piel masculina desprovista de ropa al desabrocharse parte de los botones de su camisa. ¿Cuándo fue el amor, alguien justo?, pensó Danna en su mente incapaz de interrumpirle, más allí escuchándole, el único pensamiento que evadía todo control, era el de besarle. Se moría por que la acercarse a él y sus labios se acallaran fundiéndose en los propios. Así que cuando llegó el momento más deseado, entreabrió los labios y echándose hacia atrás los labios masculinos la marcaron, desposeyéndola de aquella contención que había impedido se abalanzase sobre él solo tocar el suelo y verse protegida entre sus brazos. Al besarle, sintió deseos de reír. De correr a los cuatro vientos de la noche y aclamar en ellos la felicidad en la que se hallaba. Sus manos también fueron a su cuello, terminando agarrándose de su nuca a la vez que haciendo presión contra ella, ahondaba el beso y sus cuerpos inocentemente se rozaban. En aquel jardín secreto, ya poco quedaban del líder de los Notthinghams y de la duquesa de Escocia. Ahora únicamente habían dos amantes de la noche, dos jóvenes que caminando de la mano del amor, confesando sus crímenes, si es que el amor pudiese considerarse como uno.
Alargando el beso, hasta que se vieron obligados a tomar aliento, la duquesa permaneció con los ojos cerrados y al abrirlo a la par que Scott, por unos segundos quedó embobada viéndole, deseándole como hacía tiempo su cuerpo y mente, no sentían. ¿Qué era aquella electricidad que la recorría cada vez que pensaba en él? Pensó delineando en un último roce sus labios contra los ajenos. Se obligó a alejarse para coger aliento y dejando aflorar la sonrisa tras el beso, todo pensamiento quedó ahogado por la risa suave que procedió al sentimiento de sentirse liviana, como una niña, cargada por él y sujetándose a sus hombros mientras ella y él volteaban. Nunca la habían alzado de ese modo, ni su padre en vida, ni nadie jamás habría pensado en hacerle sentir el aire contra su rostro de esa forma, así que como una niña disfrutó de aquellos segundos. La adrenalina recorrió su cuerpo y tras unos segundos se abandonó a los brazos de Scott por completo, cerrando los ojos, dejó que su cabello y su vestido tuvieran alas propias. El aire fresco de la noche acariciaba con gentileza su rostro, desparramaba su cabello y la tela de su vestido volaba junto el cuerpo de él. Era capaz de sentir más intensamente lo que la rodeaba. La luz de la luna sobre sus figuras, el olor de la madera, de bosque; de naturaleza... Era un festín para sus sentidos, allí sentía que podría tocar el cielo solo con que él lograse impulsarla más arriba, pero lo que más le gustaba era el atrayente perfume que la embriagaba por completo, que la rodeaba como si a cada vuelta crease una cárcel de seducción.
Cuando sus pies tomaron de nuevo el contacto con el suelo, la duquesa inhaló una buena bocanada de aire sintiendo aún la adrenalina por su cuerpo y abrazándose a él, dejó que su corazón se ralentizase al tiempo que sus cuerpos encajaban. Su cabeza tomo el hueco perfecto de su hombro derecho y su mano terminó rodeando su torso fuerte, dejando así que su cuerpo recostado descansara contra el de él. La duquesa pensó, mientras descansaba su fina figura contra la masculina, que podría pasarse noches enteras abrazada de aquel modo a él, encerrada y atrapada en aquella calidez. Y era cierto, a pesar de que él pudiese encerrarla en sus brazos, así como desde toda esa mañana que había estado en su compañía, no se sentía débil, sino todo lo contrario. Daba igual su condición, y la de él. Daba igual si él no tenía la gracia de poseer ciertos dones o poderes que podrían proteger mejor a la familia; ella se sentía fuerte con él y a su lado, y aunque en un futuro deberían de vérselas y hablar sobre ello, porque ella no pensaba ser una esposa sumisa, lo cierto era que no deseaba cambiar nada. Jamás cambiaría nada de él, ni sería su intención y por el bando contrario, esperaba que él tampoco quisiera cambiar nada, aunque con el amor con que ya la miraba parecía imposible que él desease que fuera otra, no mirándola de esa forma. No, viéndola como un niño que por primera vez ve el mar y las estrellas. No mirándola, como la miró al tomar sus manos y separarse de ella unos centímetros, llevandosela con ella hacia el interior de su escondite, hacia la protectora de piedra que coronaba aquel oasís de paz en el que se encontraban.
—Seguramente… os estaréis preguntando quien es. —susurró al adivinar donde y ante quien la llevaba. Lo miró y viendo en su boca, una sonrisa delatora como la de un niño que ha sido pillado por los mayores, sonrío y entrelazando sus manos dejó que la llevase a paso lento hasta detenerse ante la estatua y el altar. Una vez allí sin saber en qué momento pudo pasar, terminó de regreso a los brazos de Scott. Su espalda apoyada en su torso y llevándose una de sus manos hacia sus labios, le besó. — Esta estatua es la representación de la diosa del fuego. — Relató al apartar su mano de sus labios y fijar su mirada en aquella joven de piedra que tantas noches haba visitado y seguía visitando, en honor a su amada madre. —Brigid es una de nuestras divinidades. Se le considera la diosa del fuego como os he dicho, más también es conocida como la llama de los tres fuegos sagrados, los cuales simbolizan la sabiduría, la curación y la protección. Es el fuego protector, redentor y sanador de nuestro pueblo. —Relatar de nuevo lo que de pequeña había oído escuchar decirle a su madre la hacía sentir bien. Toda aquella cultura, todas aquellas historias con las que había crecido pese a su educación noble, la habían forjado en ciertos aspectos y así como otros nobles escoceses habían dado la espalda a sus orígenes, Danna había deseado saberlo todo y empaparse de todo aquello para que algún día pudiese explicárselo a sus hijos, como su madre había hecho con ella anteriormente.— A ella se le invocaba para proteger a nuestros guerreros, como también a sus mujeres e hijas, las cuales quedaban huérfanas de corazón al pensar en que sus esposos y padres, pudieran no regresar de nuevo con ellas.
Tras sus palabras y esperando que por lo menos hubiese creado algo de curiosidad en el inglés, lentamente se soltó de sus manos y alejándose de su pecho caminó los cuatro pasos que la separaban del altar y la joven de piedra. Mirando fijamente a la joven, subió al altar donde muchas mañanas ofrendaba los ramos que a su madre tanto le gustaban y contemplando a la joven diosa del fuego, sonriendo al recordar lo mucho que decía su madre que ambas se parecían, regresó la mirada a su prometido. —Para mi familia, esta diosa ha sido sagrada, y como tal, mi madre siempre la veneró, —Terminó de contarle sin perder de vista sus ojos, hasta que devolvió sus ojos a la diosa venerada de su madre y recorrió con unos de sus dedos los bordes de la piedra qus sostenía a la estatua, terminando por acariciar el relieve del vestido de la joven de piedra. —Después de su muerte, un día la estatua apareció en uno de mis paseos y desde entonces, y sin que nadie supiera de ella, decidí crear este santuario a su alrededor y honrar la memoria de mi madre en él. — No solo le estaba contando lo que a nadie más había contado, si no que le estaba abriendo su corazón. Allí no había más que su esencia… allí ni estaba la duquesa, y quizás incluso, ni Lenore. Allí en ese recóndito lugar era donde se hallaba escondida la niña y joven que perdió a su madre, más también fue ese el lugar del reposo de su alma para cuando la licantropía y sus demonios hicieron mella en ella. Solo allí encontraba la paz y la fuerza necesaria esos años y aún todavía, cuando las nubes cubrían su castillo de una oscuridad impenetrable, aquí siempre estaba su luz, resguardada a ojos de todos y todas en el mundo, excepto ahora, de aquellos ojos eléctricos que la contemplaban. —Estoy segura que de alguna forma a ella le habría gustado este lugar— y allí estaba su duquesa desprovista de toda coraza; El alma desnuda de Lenore, ante él.
Alargando el beso, hasta que se vieron obligados a tomar aliento, la duquesa permaneció con los ojos cerrados y al abrirlo a la par que Scott, por unos segundos quedó embobada viéndole, deseándole como hacía tiempo su cuerpo y mente, no sentían. ¿Qué era aquella electricidad que la recorría cada vez que pensaba en él? Pensó delineando en un último roce sus labios contra los ajenos. Se obligó a alejarse para coger aliento y dejando aflorar la sonrisa tras el beso, todo pensamiento quedó ahogado por la risa suave que procedió al sentimiento de sentirse liviana, como una niña, cargada por él y sujetándose a sus hombros mientras ella y él volteaban. Nunca la habían alzado de ese modo, ni su padre en vida, ni nadie jamás habría pensado en hacerle sentir el aire contra su rostro de esa forma, así que como una niña disfrutó de aquellos segundos. La adrenalina recorrió su cuerpo y tras unos segundos se abandonó a los brazos de Scott por completo, cerrando los ojos, dejó que su cabello y su vestido tuvieran alas propias. El aire fresco de la noche acariciaba con gentileza su rostro, desparramaba su cabello y la tela de su vestido volaba junto el cuerpo de él. Era capaz de sentir más intensamente lo que la rodeaba. La luz de la luna sobre sus figuras, el olor de la madera, de bosque; de naturaleza... Era un festín para sus sentidos, allí sentía que podría tocar el cielo solo con que él lograse impulsarla más arriba, pero lo que más le gustaba era el atrayente perfume que la embriagaba por completo, que la rodeaba como si a cada vuelta crease una cárcel de seducción.
Cuando sus pies tomaron de nuevo el contacto con el suelo, la duquesa inhaló una buena bocanada de aire sintiendo aún la adrenalina por su cuerpo y abrazándose a él, dejó que su corazón se ralentizase al tiempo que sus cuerpos encajaban. Su cabeza tomo el hueco perfecto de su hombro derecho y su mano terminó rodeando su torso fuerte, dejando así que su cuerpo recostado descansara contra el de él. La duquesa pensó, mientras descansaba su fina figura contra la masculina, que podría pasarse noches enteras abrazada de aquel modo a él, encerrada y atrapada en aquella calidez. Y era cierto, a pesar de que él pudiese encerrarla en sus brazos, así como desde toda esa mañana que había estado en su compañía, no se sentía débil, sino todo lo contrario. Daba igual su condición, y la de él. Daba igual si él no tenía la gracia de poseer ciertos dones o poderes que podrían proteger mejor a la familia; ella se sentía fuerte con él y a su lado, y aunque en un futuro deberían de vérselas y hablar sobre ello, porque ella no pensaba ser una esposa sumisa, lo cierto era que no deseaba cambiar nada. Jamás cambiaría nada de él, ni sería su intención y por el bando contrario, esperaba que él tampoco quisiera cambiar nada, aunque con el amor con que ya la miraba parecía imposible que él desease que fuera otra, no mirándola de esa forma. No, viéndola como un niño que por primera vez ve el mar y las estrellas. No mirándola, como la miró al tomar sus manos y separarse de ella unos centímetros, llevandosela con ella hacia el interior de su escondite, hacia la protectora de piedra que coronaba aquel oasís de paz en el que se encontraban.
—Seguramente… os estaréis preguntando quien es. —susurró al adivinar donde y ante quien la llevaba. Lo miró y viendo en su boca, una sonrisa delatora como la de un niño que ha sido pillado por los mayores, sonrío y entrelazando sus manos dejó que la llevase a paso lento hasta detenerse ante la estatua y el altar. Una vez allí sin saber en qué momento pudo pasar, terminó de regreso a los brazos de Scott. Su espalda apoyada en su torso y llevándose una de sus manos hacia sus labios, le besó. — Esta estatua es la representación de la diosa del fuego. — Relató al apartar su mano de sus labios y fijar su mirada en aquella joven de piedra que tantas noches haba visitado y seguía visitando, en honor a su amada madre. —Brigid es una de nuestras divinidades. Se le considera la diosa del fuego como os he dicho, más también es conocida como la llama de los tres fuegos sagrados, los cuales simbolizan la sabiduría, la curación y la protección. Es el fuego protector, redentor y sanador de nuestro pueblo. —Relatar de nuevo lo que de pequeña había oído escuchar decirle a su madre la hacía sentir bien. Toda aquella cultura, todas aquellas historias con las que había crecido pese a su educación noble, la habían forjado en ciertos aspectos y así como otros nobles escoceses habían dado la espalda a sus orígenes, Danna había deseado saberlo todo y empaparse de todo aquello para que algún día pudiese explicárselo a sus hijos, como su madre había hecho con ella anteriormente.— A ella se le invocaba para proteger a nuestros guerreros, como también a sus mujeres e hijas, las cuales quedaban huérfanas de corazón al pensar en que sus esposos y padres, pudieran no regresar de nuevo con ellas.
Tras sus palabras y esperando que por lo menos hubiese creado algo de curiosidad en el inglés, lentamente se soltó de sus manos y alejándose de su pecho caminó los cuatro pasos que la separaban del altar y la joven de piedra. Mirando fijamente a la joven, subió al altar donde muchas mañanas ofrendaba los ramos que a su madre tanto le gustaban y contemplando a la joven diosa del fuego, sonriendo al recordar lo mucho que decía su madre que ambas se parecían, regresó la mirada a su prometido. —Para mi familia, esta diosa ha sido sagrada, y como tal, mi madre siempre la veneró, —Terminó de contarle sin perder de vista sus ojos, hasta que devolvió sus ojos a la diosa venerada de su madre y recorrió con unos de sus dedos los bordes de la piedra qus sostenía a la estatua, terminando por acariciar el relieve del vestido de la joven de piedra. —Después de su muerte, un día la estatua apareció en uno de mis paseos y desde entonces, y sin que nadie supiera de ella, decidí crear este santuario a su alrededor y honrar la memoria de mi madre en él. — No solo le estaba contando lo que a nadie más había contado, si no que le estaba abriendo su corazón. Allí no había más que su esencia… allí ni estaba la duquesa, y quizás incluso, ni Lenore. Allí en ese recóndito lugar era donde se hallaba escondida la niña y joven que perdió a su madre, más también fue ese el lugar del reposo de su alma para cuando la licantropía y sus demonios hicieron mella en ella. Solo allí encontraba la paz y la fuerza necesaria esos años y aún todavía, cuando las nubes cubrían su castillo de una oscuridad impenetrable, aquí siempre estaba su luz, resguardada a ojos de todos y todas en el mundo, excepto ahora, de aquellos ojos eléctricos que la contemplaban. —Estoy segura que de alguna forma a ella le habría gustado este lugar— y allí estaba su duquesa desprovista de toda coraza; El alma desnuda de Lenore, ante él.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 27/05/2013
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Re: The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
La siguió en silencio, sin negarse a sus tratos, sus besos, el estar de nuevo entre sus brazos y del mismo modo la escuchó. Brigid, Scott ya había escuchado de ella y conforme más decía de sus atributos más se le asemejaba a otras diosas paganas de las culturas que Scott no sólo conocía en libros, sino que estaba embriagado de esa información por las relaciones socio-políticas y socio-económicas con los países escandinavos, tomando a ellos como ejemplo; empero, no significaba que no tuviera relación con las diosas de Oriente y del Nuevo Mundo. Instintivamente Scott acarició el crucifijo que llevaba pendiendo de una cadena encima de su pecho pero resguardado por las finas telas que conformaban su elegante camisa. Su Dios, el Dios cristiano y que reconocía como el verdadero, «y pensar que amo a una pagana».
Scott recordó las viejas historia del origen de su familia, antes de ser una fuerza burguesa poderosa. Los White no eran británicos, era una familia italiana de apellido Anglini y que trás un siglo de vivir como campesinos ignorantes, los descendientes directos viajaron a Francia, el apellido cambió a Le blanc, ahí se establecieron hasta el siglo XVI, pero fue a finales del siglo XIV cuando la familia Le blanc fue perseguida por la inquisición casi extinguiendo a la familia y todo por un amor. La familia siempre cristiana tuvo un hijo que amó con toda su alma a una mujer pagana; se casaron en secreto pero no pasaron muchos años para considerarlos herejes Mariè Le Blanc no negó sus orígenes y Anthony se acusó hereje, así comenzó la persecusión. Los White emigraron a Bretaña en el siglo XVII ya como una poderosa familia.
Pese a pensar en el pasado, en las viejas historias que le contaba su abuelo no dejó de prestarle atención a Danna, siendo lo suficientemente perseptivo para descubrir que no hablaba su boca; lo hacía su corazón. Cuando concluyó Scott le tomó por la cabeza y la guió a su pecho. —Apuesto a que sí —dijo mientras acariciaba su cabello—, es el lugar más hermoso en el que he estado —la suave voz era como un susurro cariñoso. Scott no mentía, había viajado a todos los rincones del mundo, cuando niño y cuando se convirtió en el líder de la casa. Dudaba mucho que su duquesa conociera los lugares más hermosos del Nuevo Mundo, de Oriente, de África, ni siquiera la belleza oculta de Italia, Hungria, Rumania, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Finlandia..., por lo que sabía los pocos tratados que tenía o tuvo el ducado antes de ser absorvidos por los Yorkshires, eran España y Francia como potencias. Sin embargo, Danna poseía el lugar más maravilloso, un paraíso mágico que descubrió en su propia tierra, ella no necesitaba recorrer el mundo de Scott para saber que el Santuario era como afirmaba Scott lo más hermoso del mundo.
—Dime Danna, ¿Lenore es el nombre de tu madre? —la separó de su pecho tomándole la barbilla para que pudiesen encontrarse esos ojos que comenzaron a amarse desde el primer momento en que se cruzaron.
Scott recordó las viejas historia del origen de su familia, antes de ser una fuerza burguesa poderosa. Los White no eran británicos, era una familia italiana de apellido Anglini y que trás un siglo de vivir como campesinos ignorantes, los descendientes directos viajaron a Francia, el apellido cambió a Le blanc, ahí se establecieron hasta el siglo XVI, pero fue a finales del siglo XIV cuando la familia Le blanc fue perseguida por la inquisición casi extinguiendo a la familia y todo por un amor. La familia siempre cristiana tuvo un hijo que amó con toda su alma a una mujer pagana; se casaron en secreto pero no pasaron muchos años para considerarlos herejes Mariè Le Blanc no negó sus orígenes y Anthony se acusó hereje, así comenzó la persecusión. Los White emigraron a Bretaña en el siglo XVII ya como una poderosa familia.
Pese a pensar en el pasado, en las viejas historias que le contaba su abuelo no dejó de prestarle atención a Danna, siendo lo suficientemente perseptivo para descubrir que no hablaba su boca; lo hacía su corazón. Cuando concluyó Scott le tomó por la cabeza y la guió a su pecho. —Apuesto a que sí —dijo mientras acariciaba su cabello—, es el lugar más hermoso en el que he estado —la suave voz era como un susurro cariñoso. Scott no mentía, había viajado a todos los rincones del mundo, cuando niño y cuando se convirtió en el líder de la casa. Dudaba mucho que su duquesa conociera los lugares más hermosos del Nuevo Mundo, de Oriente, de África, ni siquiera la belleza oculta de Italia, Hungria, Rumania, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Finlandia..., por lo que sabía los pocos tratados que tenía o tuvo el ducado antes de ser absorvidos por los Yorkshires, eran España y Francia como potencias. Sin embargo, Danna poseía el lugar más maravilloso, un paraíso mágico que descubrió en su propia tierra, ella no necesitaba recorrer el mundo de Scott para saber que el Santuario era como afirmaba Scott lo más hermoso del mundo.
—Dime Danna, ¿Lenore es el nombre de tu madre? —la separó de su pecho tomándole la barbilla para que pudiesen encontrarse esos ojos que comenzaron a amarse desde el primer momento en que se cruzaron.
Re: The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
Como más tiempo pasaba en aquel lugar, más sentía a su madre cerca de ella; y de él. Aún más mientras sus palabras llenaban aquel jardín secreto y el amor de su fallecida madre era revivido en lo que le contaba la historia de aquella diosa pagana. No obstante, a pesar de encontrarse totalmente sumida en su relato y en revivir en su mente aquellos recuerdos tan extrañados y bellos, una gran parte de sí misma seguía cada una de las facciones masculinas. Atento a él todo aquel rato, irresistiblemente curiosa de lo que pudiera estar pensando en ese preciso momento, en que solo parecía seguir la figura de ella allá donde ella fuera. Dejando que su mirada se perdiese una última vez en la figura de la estatua, sintió a su lado como Scott se acercaba a ella y tomándola por la cabeza dejó que la llevase de nuevo al suelo. En silencio se despidió de la figura y diosa pagana, también de su madre y directamente fue a parar contra su pecho; cayendo en sus brazos.
—Así es. —Dijo contra su boca, mientras sus ojos se devoraban preguntándose como habría averiguado todo aquello. Aunque sin duda alguna, el nombre de su madre no era ningún secreto y solo le habría hecho falta una conversación sobre el cuadro de su difunta madre para saber su nombre. —Evanna Lenore de Dianceht —Recitó con una sonrisa sin dejar de adentrarse en su vivaz y magnética mirada— así se llamaba mi madre. — Le miró y sonriendo pensó que indudablemente el lugar más hermoso en el que había estado, era precisamente en aquel en que se veía a si misma reflejada en sus ojos. Más no lo dijo, solo fue un pensamiento pero sonrojándose creyó que el propio Scott podría leerle la mente y que al igual que ella lo que pensaba, también suyos eran esos pensamientos. — Y también fue ese el nombre que siempre me quiso poner, y aun sin poder al final ponérmelo, nada le impidió llamarme Lenore cuando estábamos a solas.
Al finalizar se encontró sin voz, la mirada de Scott provocaba en ella tales emociones que en ocasiones le faltaba el aire. Resarciéndose de aquel momento de debilidad en que sintió temblar sus rodillas, besó lentamente los labios masculinos y antes de que ese movimiento se volviera apasionado, se alejó de aquella tentación y regresó al cobijo de su pecho sintiendo como inmediatamente sus brazos la protegían y apretaban contra él. Era indecible, pero en apenas un día de haberse conocido, sentía tal conexión con él, que en todo momento pareciera que lo que ella necesitara él se lo proporcionase y al inerves. Jamás había tenido una conexión igual y sin encontrar palabras que agregar, ni para lo de su madre, la diosa de Brigid o de sus propios sentimientos, se mantuvo en silencio, adorándolo a través de la mente. Porque a veces, las palabras no eran necesarias y en ese caso, así lo sentía.
Durante un buen rato, simplemente permaneció entre sus brazos, dejando que la estrechara contra su cuerpo. Él quizás se encontraba admirando todavía la estatua de Brigid pero ella, permanecía con los ojos cerrados contra aquella cálida piel en la que se encontraba apresada. No deseaba admirar nada más, que la figura de aquel dios al que se encontraba abrazada. Porque si, fuera humano o lo que tuviera que ser, Scott no podía dejar a nadie indiferente y ella no sería la excepción. Su cabello despeinado y rubio con aquellos ojos dorados, hacían de él una tentadora visión aún más cuando de sus labios nacía una sonrisa torcida. Él bien podría parecerse a uno de los hijos de los dioses allí en la tierra, si hubiera una mínima posibilidad de que aquellas fantasías pudiesen ser verdad. Danna depositó un casto beso en su pecho e inmediatamente, sonrío al sentir el primer roce de los labios masculinos sobre su cabello. Tras ese beso, la acción fue acompañada con suaves roces y besos que fueron desde su oído hasta la piel de su cuello y nuca que había dejado expuestos. Enseguida su piel se erizó y la duquesa presa de un estremecimiento que la recorrió de arriba abajo, disfrutó en silencio de aquella forma en que su cuerpo respondía al de él. Un nuevo beso en la curva delicada de su cuello hizo que esta suspirara. Le deseaba. Y tanto que le deseaba, desde aquel primer momento que sus miradas se habían enlazado en la fiesta, lo había hecho. Y ahora que estaban solos, protegidos en la intimidad de aquel paraíso este deseo solo se hacía más fuerte. Los besos de él por su piel siguieron. Ella alzó la mirada hacia aquellos ojos ardientes y sin la más mínima vacilación, la duquesa fue en busca de su boca.
—Así es. —Dijo contra su boca, mientras sus ojos se devoraban preguntándose como habría averiguado todo aquello. Aunque sin duda alguna, el nombre de su madre no era ningún secreto y solo le habría hecho falta una conversación sobre el cuadro de su difunta madre para saber su nombre. —Evanna Lenore de Dianceht —Recitó con una sonrisa sin dejar de adentrarse en su vivaz y magnética mirada— así se llamaba mi madre. — Le miró y sonriendo pensó que indudablemente el lugar más hermoso en el que había estado, era precisamente en aquel en que se veía a si misma reflejada en sus ojos. Más no lo dijo, solo fue un pensamiento pero sonrojándose creyó que el propio Scott podría leerle la mente y que al igual que ella lo que pensaba, también suyos eran esos pensamientos. — Y también fue ese el nombre que siempre me quiso poner, y aun sin poder al final ponérmelo, nada le impidió llamarme Lenore cuando estábamos a solas.
Al finalizar se encontró sin voz, la mirada de Scott provocaba en ella tales emociones que en ocasiones le faltaba el aire. Resarciéndose de aquel momento de debilidad en que sintió temblar sus rodillas, besó lentamente los labios masculinos y antes de que ese movimiento se volviera apasionado, se alejó de aquella tentación y regresó al cobijo de su pecho sintiendo como inmediatamente sus brazos la protegían y apretaban contra él. Era indecible, pero en apenas un día de haberse conocido, sentía tal conexión con él, que en todo momento pareciera que lo que ella necesitara él se lo proporcionase y al inerves. Jamás había tenido una conexión igual y sin encontrar palabras que agregar, ni para lo de su madre, la diosa de Brigid o de sus propios sentimientos, se mantuvo en silencio, adorándolo a través de la mente. Porque a veces, las palabras no eran necesarias y en ese caso, así lo sentía.
Durante un buen rato, simplemente permaneció entre sus brazos, dejando que la estrechara contra su cuerpo. Él quizás se encontraba admirando todavía la estatua de Brigid pero ella, permanecía con los ojos cerrados contra aquella cálida piel en la que se encontraba apresada. No deseaba admirar nada más, que la figura de aquel dios al que se encontraba abrazada. Porque si, fuera humano o lo que tuviera que ser, Scott no podía dejar a nadie indiferente y ella no sería la excepción. Su cabello despeinado y rubio con aquellos ojos dorados, hacían de él una tentadora visión aún más cuando de sus labios nacía una sonrisa torcida. Él bien podría parecerse a uno de los hijos de los dioses allí en la tierra, si hubiera una mínima posibilidad de que aquellas fantasías pudiesen ser verdad. Danna depositó un casto beso en su pecho e inmediatamente, sonrío al sentir el primer roce de los labios masculinos sobre su cabello. Tras ese beso, la acción fue acompañada con suaves roces y besos que fueron desde su oído hasta la piel de su cuello y nuca que había dejado expuestos. Enseguida su piel se erizó y la duquesa presa de un estremecimiento que la recorrió de arriba abajo, disfrutó en silencio de aquella forma en que su cuerpo respondía al de él. Un nuevo beso en la curva delicada de su cuello hizo que esta suspirara. Le deseaba. Y tanto que le deseaba, desde aquel primer momento que sus miradas se habían enlazado en la fiesta, lo había hecho. Y ahora que estaban solos, protegidos en la intimidad de aquel paraíso este deseo solo se hacía más fuerte. Los besos de él por su piel siguieron. Ella alzó la mirada hacia aquellos ojos ardientes y sin la más mínima vacilación, la duquesa fue en busca de su boca.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
No consideraba que la duquesa se reprimiera de liberar ese deseo que él mismo poseía hacía ella. Pero tampoco pensaba en una razón por la que buscaba controlarse como cuando abandonó sus labios al volverse el beso en una invitación a una pasión lujuriosa. Se refugió en sus brazos y Scott la acercó más a él en un gesto protector. De su historia no sabía más que era viuda y sola crió a la niña, a un maravilloso ángel por nombre Diana; pero ahí en sus brazos sintió la fragilidad, Scott representaba un nuevo hombre en su vida y ella había confiado en él, en esa chispa de la noche anterior en aquella fiesta pagana. Decidió cerrar sus ojos descansando su barbilla en la coronilla de Danna y evocó el momento en que sus miradas se encontraron, el reflejo en la hoguera que producía un efecto hipnotizante, sublime e irresistible que tuvo como desenlace la unión de sus labios y la promesa de volverse a ver.
Como lo había planeado con Chelsea, el anillo ya estaba en la mano de Danna, mas no con la intención oportunista que ambos, como prometidos, pactaron para un mutuo beneficio para apoderarse del pobre puerto de la duquesa y que era pretexto para despojar a los Yorkshires de todos los puertos escoceses. Ya no permitió que la tristeza lo invadiera, le era imposible cuando escuchaba el corazón de Danna latir como el del propio Scott. El líder de los Nottinghams abrió los ojos cuando ella hizo un movimiento para observarlo. Allí sus ojos volvieron a unirse como la noche anterior y finalmente dejó de resistirse buscó la boca del Cisne, ya no era un beso casto, Scott no lo permitió así; era como si la suya pretendiera comerse los labios de Danna, la lengua invasora se introdujo dentro de la duquesa y su piel ardió en deseos. Sus manos le tomaron el rostro y la fue empujando hasta que la acorraló en un árbol, sin tener salida y totalmente incapacitada para rechazarle cosa que no sucedía y él dudaba lo haría, pues los ojos de Danna eran como los del Cisne, embriagados de amor.
Las manos de Scott tomaron un papel agresivo y se dirigieron directamente a los sujetadores del vestido dorado ubicados debajo de sus hombros para poner en descubierto los pechos y reclamarlos como suyos pero tan pronto los sujeto, pensó en la danesa y el sexo desenfrenado, agresivo, encuentros sexuales donde se luchaba por quién era el dominante; Danna no era una mujer así, su fragilidad detenía a Scott a comportarse como un salvaje a la hora de amar. El sexo con Chelsea era distinto y con ella que denotaba sensibilidad, y un gozo por las cosas sencillas y el amor casto significaba que a Danna no la podía ver ni tratar con deseos de lujuria. Era una mujer de corazón débil (comparándolo con la agresividad de Oritía o la ambiciosa Chelsea), era mucho más romántica que Chelsea y sensible, sus ojos se lo decían y pensó en lo que pudo haber sufrido al perder al padre de su hija. Scott detuvo el apasionado desenvolvimiento y suspiró como si le faltara el aire, mas eso no le estaba sucediendo; temía que Danna saliera lastimada. Si bien es cierto que Scott estaba decidido a luchar por ella así significara enfrentarse a su hermana e incluso dejar de ser un Cisne también era consciente de las acciones que Oritía podría causar.
Antes de Danna, Scott era un ser agresivamente expansionista, aprovechándose de toda las oportunidades que se presentaran, formando relaciones a veces no cordiales con duques, condes o reyes, también con damas de clase alta como la peligrosa Oritía, la caprichosa y poderosa Grøelschkøj que estaba obsesionada con el Cisne como él de ella al disfrutar verdaderamente los encuentros salvajes que ambos llevaban a cabo en la habitación de la duquesa. ¿Qué pensaría Danna de eso?, Scott sabía más de Danna que ella de él y eso le preocupó en el momento en que la tenía contra el árbol. —Te deseo y sé que puedes verlo en mis ojos o sentirlo en mi ardiente piel, en la desesperación con que te beso y la intención que tuve de desnudarte y amarte aquí, en tu santuario... ¿pero qué podría pensar su nobleza de mi? —Scott seguía con la boca abierta pues no terminó de concluír lo que quería decir, trago saliva cerrando su boca y acariciando la mejilla.
Pero el calor del Cisne le parecía imposible contenerlo, su mano fue descendiendo por su barbilla, su cuello y terminó en el escote abierto que deja ver ligeramente el canalillo del seno donde Scott dejó el dedo. —¿Es una ofensa, —preguntó y se apresuró a besar con devoción el cuello procurando no marcar la piel, luego hioz una pausa para poder hablar en su piel— a tu madre, a tu diosa y a ti misma que no pueda controlar estos impulsos que surgieron en el primer momento en que nos besamos cuando te conocí Lenore? —sus manos no se resistieron y bajaron ligeramente el vestido mostrando la mitad de los senos, pero no más.
Como lo había planeado con Chelsea, el anillo ya estaba en la mano de Danna, mas no con la intención oportunista que ambos, como prometidos, pactaron para un mutuo beneficio para apoderarse del pobre puerto de la duquesa y que era pretexto para despojar a los Yorkshires de todos los puertos escoceses. Ya no permitió que la tristeza lo invadiera, le era imposible cuando escuchaba el corazón de Danna latir como el del propio Scott. El líder de los Nottinghams abrió los ojos cuando ella hizo un movimiento para observarlo. Allí sus ojos volvieron a unirse como la noche anterior y finalmente dejó de resistirse buscó la boca del Cisne, ya no era un beso casto, Scott no lo permitió así; era como si la suya pretendiera comerse los labios de Danna, la lengua invasora se introdujo dentro de la duquesa y su piel ardió en deseos. Sus manos le tomaron el rostro y la fue empujando hasta que la acorraló en un árbol, sin tener salida y totalmente incapacitada para rechazarle cosa que no sucedía y él dudaba lo haría, pues los ojos de Danna eran como los del Cisne, embriagados de amor.
Las manos de Scott tomaron un papel agresivo y se dirigieron directamente a los sujetadores del vestido dorado ubicados debajo de sus hombros para poner en descubierto los pechos y reclamarlos como suyos pero tan pronto los sujeto, pensó en la danesa y el sexo desenfrenado, agresivo, encuentros sexuales donde se luchaba por quién era el dominante; Danna no era una mujer así, su fragilidad detenía a Scott a comportarse como un salvaje a la hora de amar. El sexo con Chelsea era distinto y con ella que denotaba sensibilidad, y un gozo por las cosas sencillas y el amor casto significaba que a Danna no la podía ver ni tratar con deseos de lujuria. Era una mujer de corazón débil (comparándolo con la agresividad de Oritía o la ambiciosa Chelsea), era mucho más romántica que Chelsea y sensible, sus ojos se lo decían y pensó en lo que pudo haber sufrido al perder al padre de su hija. Scott detuvo el apasionado desenvolvimiento y suspiró como si le faltara el aire, mas eso no le estaba sucediendo; temía que Danna saliera lastimada. Si bien es cierto que Scott estaba decidido a luchar por ella así significara enfrentarse a su hermana e incluso dejar de ser un Cisne también era consciente de las acciones que Oritía podría causar.
Antes de Danna, Scott era un ser agresivamente expansionista, aprovechándose de toda las oportunidades que se presentaran, formando relaciones a veces no cordiales con duques, condes o reyes, también con damas de clase alta como la peligrosa Oritía, la caprichosa y poderosa Grøelschkøj que estaba obsesionada con el Cisne como él de ella al disfrutar verdaderamente los encuentros salvajes que ambos llevaban a cabo en la habitación de la duquesa. ¿Qué pensaría Danna de eso?, Scott sabía más de Danna que ella de él y eso le preocupó en el momento en que la tenía contra el árbol. —Te deseo y sé que puedes verlo en mis ojos o sentirlo en mi ardiente piel, en la desesperación con que te beso y la intención que tuve de desnudarte y amarte aquí, en tu santuario... ¿pero qué podría pensar su nobleza de mi? —Scott seguía con la boca abierta pues no terminó de concluír lo que quería decir, trago saliva cerrando su boca y acariciando la mejilla.
Pero el calor del Cisne le parecía imposible contenerlo, su mano fue descendiendo por su barbilla, su cuello y terminó en el escote abierto que deja ver ligeramente el canalillo del seno donde Scott dejó el dedo. —¿Es una ofensa, —preguntó y se apresuró a besar con devoción el cuello procurando no marcar la piel, luego hioz una pausa para poder hablar en su piel— a tu madre, a tu diosa y a ti misma que no pueda controlar estos impulsos que surgieron en el primer momento en que nos besamos cuando te conocí Lenore? —sus manos no se resistieron y bajaron ligeramente el vestido mostrando la mitad de los senos, pero no más.
Re: The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
Esa imagen anteriormente en algún lugar ya la había visto, ya la había vivido... No en ese lugar, ni tampoco una noche tan cálida y acogedora como la que les emparaba aquella noche a los amantes, pero en algún lugar de su psique lo recordaba. Su madre, la antigua duquesa de Dianceht aquella tarde había estado ansiosa, inquieta a pesar de la atención dedicada a Danna. El duque había salido y tras tres días sin él, la inquietud de Evanna se había hecho hasta palpable en el ambiente. Esos días y a pesar de la continua molestia de sus damas porque comiera, la duquesa no había tenido apetito y había negado cada plato y postre, hasta rechazó sus favoritos. Todos pensaron que quizás podría estar enferma, más allá de ello, la única enfermedad que padecía se llamaba amor, aquella misma enfermedad que cuando finalmente el duque regresó la hizo sonreír como si con él la primavera hubiese llegado y el invierno terminado. Aquella noche Danna se despertó y pasando cerca de la habitación de sus padres; los vio. Su madre reía feliz mientras su padre le daba vueltas sobre la cama, sobre él y terminaba riendo con ella. En ese entonces, ella enseguida se fue y les cerró la puerta que se habían dejado por una rendija abierta y se fue pensando en lo mucho que se querían y lo que le agradaba ver a su madre de nuevo con aquella sonrisa que decían podía alumbrar la noche más oscura.
Ahora, sin embargo, aquella imagen cobraba otro sentido. La forma en que su padre había reído contra el cuello de su madre, la forma en que las manos de ella se habían agarrado a su camisa y la sonrisa de ella cuando se quedaron prendados mirándose el uno al otro, aquello había sido sinonimo del amor que se profesaban. Quizás su padre al final se desenamorase de su madre o pudiese más su retorcida forma de ser, y de allí que buscase consuelo en otros brazos, pero fuese lo que fuera, esos primeros años que vivieron, ambos se amaron como uno solo. Y ahora el verse a sí misma como una vez los vio a ellos, reflejandose en las orbes frente a ella, le hizo sonreír en lo que sus ojos más y más se enamoraban de aquel fuego que rápidamente se había adueñado de ellos, y de sus vidas. Más aquella sonrisa pronto desapareció cuando consciente de la tentación que él representraba, entendió que si algún fuego existia, ese era él; provenía de él. Por que así en su mirada él se lo hacia mostrar y ella así se quemaba, una y otra vez, como sus labios ahora la quemaban, marcándola, poseyéndola.
La duquesa sintió la ansiedad de Scott en su propia piel incluso antes de que este se abalanzara contra sus labios, demandante, fiero, caliente y de igual forma ella le contestase abriéndole la boca para que esté crudamente la tomara. Su cálida boca se fundió con la ajena y cerrando los ojos, rodeándolo por los hombros con sus brazos hubiera dejado que este la llevase hasta el fin del mundo, solo con que este fuere su deseo. En medio del encuentro, su espalda chocó inesperadamente con uno de los árboles, deteniendo así una posible huida que jamás habría llegado a coger cuando en medio de sus besos él terminó empujándola y sonriendo contra sus labios, volvió a adueñarse de ellos, sin retener sus ansias, liberándose de aquel deseo que lentamente amenazaba con terminar con sus vidas. Sus manos agarraron sus hombros y en cuanto las manos masculinas tomaron con agresividad los extremos de su vestido, jadeó con violencia sobre sus húmedos labios.
¿Qué habría estado esperando? Desde que las llamas les habían quemado, estos se habían incendiado cuanto más se acercaban el uno al otro y era imposible mantenerlos separados. Ella era una ninfa, una loba escocesa y él un cisne, oscuro y tentador. Pero más allá de ser un cisne, también tenía espíritu del más grande de los felinos; un indomable león. Aquel era él, aquel era su prometido y ni la duquesa, ni la loba que habitaba en su ser lo lamentaban. Ellas también podrían a pesar de su naturaleza dócil, representar un reto para aquel joven que se había adueñado de todas las razones para no temer de nuevo, para no sufrir y entregarse como un pájaro al cielo a sus manos. Pondrían en jaque y mate al rey de sus corazones, a Scott, a aquel vivaz león que aguardaba celoso a su loba bajo el fuego de su iris.
Se detuvo y se quedó mirándolo, contemplando la imagen frente a sí. La débil luz de la luna que lograba colarse entre las ramas bañaba su rostro, deteniéndose en sus mejillas y en sus labios, los mismos que aún podía sentir arrebatándole el poco aliento que quedaba en su trémulo pecho. Le miró y sus palabras quedaron grabadas en su corazón. El mismo deseo del que hablaba también era sentido por cada poro de su piel y de su aliento. El deseo que los impelía a acercarse era tan fuerte como para los marineros lo era una gran tormenta. Quizás en este caso ella fuera la marinera y él, su preciada y pecaminosa tormenta.
—Que estáis tan loco de amor, como yo por vos. Eso sé… —Musitó con el deseo arañando su voz.
Lo deseaba, y sus ojos no le decían lo contrario. Parecía tan normal entre ellos aquella conexión, que el sentirse tentada a nuevamente entrelazar sus dedos y a unir sus bocas hasta la extenuación, se le hacía tan necesario como respirar. Cuando sus labios besaron la curva sensible de su cuello, ladeó el mismo y acercándose más al duro cuerpo masculino, gimió contra su oído incapaz de contenerse de mostrar lo que únicamente su cercanía y sus caricias, lograban en ella. Todo su cuerpo respondía a cualquier movimiento masculino sobre él y cuando su cálido aliento rozó su cálida piel, esta se erizó estremeciendo a la duquesa y en cuanto las caricias le llevaron al camino hacia sus pechos, la duquesa exhaló y cerró los ojos. Hacia tanto que su cuerpo no sentía, que sentía padecía del peor de los castigos del infierno. ¿Quién iba ahora a calmar ese fuego que lentamente, pero con fuerza, iba naciendo con fuerza desde su propio ser? Abrió los ojos y frente a ella, en aquel rostro ensombrecido y alumbrado de igual forma por la luz de la luna, todas sus oraciones, sus preguntas, obtuvieron respuesta. Él sería el fuego y la ceniza, la madera en la que ardería y el aire en el que extendería sus alas. El pecado y su redención; el lobo y el indómito león.
—La ofensa sería si detuvierais vuestros impulsos de querer amarme como un hombre sea rey, conde o vasallo, ama a su mujer. Esa sería la única ofensa, pues en ella también ofenderíais a vuestro dios que dicen también nació de la unión de unos cuerpos prendados del más puro amor. — le dijo recorriendo con sus labios la curva de su cuello, hasta concluir besando su clavícula para acto seguido, bajar sus manos hasta su pecho y empujarlo suavemente un poco lejos de su cuerpo. Al instante de ver su mirada, sonrío y negó. No le estaba rechazando, todo lo contrario, pensó en cuanto sus manos fueron a sus propios hombros y se deshicieron con lentitud del vestido que anteriormente él había desatado. Ella; solo se estaba preparando para arder.
Ahora, sin embargo, aquella imagen cobraba otro sentido. La forma en que su padre había reído contra el cuello de su madre, la forma en que las manos de ella se habían agarrado a su camisa y la sonrisa de ella cuando se quedaron prendados mirándose el uno al otro, aquello había sido sinonimo del amor que se profesaban. Quizás su padre al final se desenamorase de su madre o pudiese más su retorcida forma de ser, y de allí que buscase consuelo en otros brazos, pero fuese lo que fuera, esos primeros años que vivieron, ambos se amaron como uno solo. Y ahora el verse a sí misma como una vez los vio a ellos, reflejandose en las orbes frente a ella, le hizo sonreír en lo que sus ojos más y más se enamoraban de aquel fuego que rápidamente se había adueñado de ellos, y de sus vidas. Más aquella sonrisa pronto desapareció cuando consciente de la tentación que él representraba, entendió que si algún fuego existia, ese era él; provenía de él. Por que así en su mirada él se lo hacia mostrar y ella así se quemaba, una y otra vez, como sus labios ahora la quemaban, marcándola, poseyéndola.
La duquesa sintió la ansiedad de Scott en su propia piel incluso antes de que este se abalanzara contra sus labios, demandante, fiero, caliente y de igual forma ella le contestase abriéndole la boca para que esté crudamente la tomara. Su cálida boca se fundió con la ajena y cerrando los ojos, rodeándolo por los hombros con sus brazos hubiera dejado que este la llevase hasta el fin del mundo, solo con que este fuere su deseo. En medio del encuentro, su espalda chocó inesperadamente con uno de los árboles, deteniendo así una posible huida que jamás habría llegado a coger cuando en medio de sus besos él terminó empujándola y sonriendo contra sus labios, volvió a adueñarse de ellos, sin retener sus ansias, liberándose de aquel deseo que lentamente amenazaba con terminar con sus vidas. Sus manos agarraron sus hombros y en cuanto las manos masculinas tomaron con agresividad los extremos de su vestido, jadeó con violencia sobre sus húmedos labios.
¿Qué habría estado esperando? Desde que las llamas les habían quemado, estos se habían incendiado cuanto más se acercaban el uno al otro y era imposible mantenerlos separados. Ella era una ninfa, una loba escocesa y él un cisne, oscuro y tentador. Pero más allá de ser un cisne, también tenía espíritu del más grande de los felinos; un indomable león. Aquel era él, aquel era su prometido y ni la duquesa, ni la loba que habitaba en su ser lo lamentaban. Ellas también podrían a pesar de su naturaleza dócil, representar un reto para aquel joven que se había adueñado de todas las razones para no temer de nuevo, para no sufrir y entregarse como un pájaro al cielo a sus manos. Pondrían en jaque y mate al rey de sus corazones, a Scott, a aquel vivaz león que aguardaba celoso a su loba bajo el fuego de su iris.
Se detuvo y se quedó mirándolo, contemplando la imagen frente a sí. La débil luz de la luna que lograba colarse entre las ramas bañaba su rostro, deteniéndose en sus mejillas y en sus labios, los mismos que aún podía sentir arrebatándole el poco aliento que quedaba en su trémulo pecho. Le miró y sus palabras quedaron grabadas en su corazón. El mismo deseo del que hablaba también era sentido por cada poro de su piel y de su aliento. El deseo que los impelía a acercarse era tan fuerte como para los marineros lo era una gran tormenta. Quizás en este caso ella fuera la marinera y él, su preciada y pecaminosa tormenta.
—Que estáis tan loco de amor, como yo por vos. Eso sé… —Musitó con el deseo arañando su voz.
Lo deseaba, y sus ojos no le decían lo contrario. Parecía tan normal entre ellos aquella conexión, que el sentirse tentada a nuevamente entrelazar sus dedos y a unir sus bocas hasta la extenuación, se le hacía tan necesario como respirar. Cuando sus labios besaron la curva sensible de su cuello, ladeó el mismo y acercándose más al duro cuerpo masculino, gimió contra su oído incapaz de contenerse de mostrar lo que únicamente su cercanía y sus caricias, lograban en ella. Todo su cuerpo respondía a cualquier movimiento masculino sobre él y cuando su cálido aliento rozó su cálida piel, esta se erizó estremeciendo a la duquesa y en cuanto las caricias le llevaron al camino hacia sus pechos, la duquesa exhaló y cerró los ojos. Hacia tanto que su cuerpo no sentía, que sentía padecía del peor de los castigos del infierno. ¿Quién iba ahora a calmar ese fuego que lentamente, pero con fuerza, iba naciendo con fuerza desde su propio ser? Abrió los ojos y frente a ella, en aquel rostro ensombrecido y alumbrado de igual forma por la luz de la luna, todas sus oraciones, sus preguntas, obtuvieron respuesta. Él sería el fuego y la ceniza, la madera en la que ardería y el aire en el que extendería sus alas. El pecado y su redención; el lobo y el indómito león.
—La ofensa sería si detuvierais vuestros impulsos de querer amarme como un hombre sea rey, conde o vasallo, ama a su mujer. Esa sería la única ofensa, pues en ella también ofenderíais a vuestro dios que dicen también nació de la unión de unos cuerpos prendados del más puro amor. — le dijo recorriendo con sus labios la curva de su cuello, hasta concluir besando su clavícula para acto seguido, bajar sus manos hasta su pecho y empujarlo suavemente un poco lejos de su cuerpo. Al instante de ver su mirada, sonrío y negó. No le estaba rechazando, todo lo contrario, pensó en cuanto sus manos fueron a sus propios hombros y se deshicieron con lentitud del vestido que anteriormente él había desatado. Ella; solo se estaba preparando para arder.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
Su rostro se tornó tierno con las palabras de Danna, su corazón latía menos apresurado pero con potencia, anunciándole que lo estaba haciendo, que no era un simple organo, si no el motor del amor por su Lenore. No se resistió a las manos delicadas que lo empujaron como la brisa desplaza a una hoja; eso sólo lo excitó y el ver como su vestido caía fue la señal para que se abalanzara sobre ese cuerpo y lo hiciera suyo como sucedió con tantas jóvenes con quien trataba en sus negocios. Pero el razonamiento de Scott lo detuvo, Danna no era como todas, nunca lo sería; no amaría ese cuerpo, no lo poseería como al resto. Su Lenore, su hermosa Lenore. Los ojos de Scott se dulcificaron, como los de un cordero y mientras caminaba lentamente se sintió intimidado por ese cuerpo majestuoso y la incertidumbre de cómo amarla.
Llegó hasta ella y la tomó de la cintura, acercó sus labios a los de Lenore pero no la besó. Dejó que su aliento acariciara la boca, con sus dedos graciles deslizó su elegante braga por sus niveas piernas y así como el vestido, de esa misma cayó al suelo. Scott con las manos en su cintura la hizo caminar un par de pasos hacia atrás liberando los pies femeninos de las prendas que ya no pertenecían a la piel que las manos del Cisne tocaban. Hizo contacto mejilla contra mejilla, dejó que el aliento y su nariz descendieran por la barbilla, por el cuello; depositó un casto beso en el seno que aún estaba resguardado. Agachándose se vio encarado con el sexo de la duquesa.
Humedeció el dedo corazón derecho y lo introdujo lentamente en la vagina, flexionó en el interior el dedo, lo hizo girar, lo metía lo más que podía y amenazaba con sacarla. Dejó el dedo en el interior y acercó su boca en el clítoris dándole un beso rápido y dejando que el aliento terminara la caricia. Se dejó caer de rodillas, retiró el dedo y alzó su mirada para contemplar a su diosa, se aferró a sus piernas, besó éstas desbordando la pasión que contenía hasta que llegó a los tobillos, ahí hizo una pausa. —Así he de estar por siempre ante tu amor, a tus pies porque eres la dueña de mi razón —se levantó dando un beso a ambas rodillas en el trayecto hasta estar totalmente recto. Desabotonó los botones de su holgada camisa y tomó las manos de su Lenore para que tocara lo que quisiera, después, dejó caer el abrigo pardo, llevó sus manos a la nuca de la duquesa, su mano izquierda descendió quitándole habilidosamente la última prenda que la protegía de él. Danna Dianceht estaba totalmente desnuda, Scott acercó su cuerpo al de ella, la abrazó y la besó.
El líder de los Nottinghams fue llevando a Danna hasta un árbol pero antes de chocar contra éste la tomó de la cintura, la cargó girando para que su espalda tocara la rugosa madera y la tersa piel de la duquesa se mantuviera inmaculada. Scott dobló a besos el cuello de su bella Lenore. Su camisa cayó al suelo quedando al descubierto medio cuerpo que estaba muy lejos de sufrir frío. Los pechos de Danna los sintió oprimidos contra su cuerpo mientras le tomaba del rostro con ambas manos y seguía besándola restringuiéndose a explorar todo el cuerpo por temor a ofenderla. «No es como el resto» se decía a el mismo y mientras cerraba sus ojos disfrutando los labios ajenos en su cabeza rondaba la pregunta «¿cómo amarla?»
Llegó hasta ella y la tomó de la cintura, acercó sus labios a los de Lenore pero no la besó. Dejó que su aliento acariciara la boca, con sus dedos graciles deslizó su elegante braga por sus niveas piernas y así como el vestido, de esa misma cayó al suelo. Scott con las manos en su cintura la hizo caminar un par de pasos hacia atrás liberando los pies femeninos de las prendas que ya no pertenecían a la piel que las manos del Cisne tocaban. Hizo contacto mejilla contra mejilla, dejó que el aliento y su nariz descendieran por la barbilla, por el cuello; depositó un casto beso en el seno que aún estaba resguardado. Agachándose se vio encarado con el sexo de la duquesa.
Humedeció el dedo corazón derecho y lo introdujo lentamente en la vagina, flexionó en el interior el dedo, lo hizo girar, lo metía lo más que podía y amenazaba con sacarla. Dejó el dedo en el interior y acercó su boca en el clítoris dándole un beso rápido y dejando que el aliento terminara la caricia. Se dejó caer de rodillas, retiró el dedo y alzó su mirada para contemplar a su diosa, se aferró a sus piernas, besó éstas desbordando la pasión que contenía hasta que llegó a los tobillos, ahí hizo una pausa. —Así he de estar por siempre ante tu amor, a tus pies porque eres la dueña de mi razón —se levantó dando un beso a ambas rodillas en el trayecto hasta estar totalmente recto. Desabotonó los botones de su holgada camisa y tomó las manos de su Lenore para que tocara lo que quisiera, después, dejó caer el abrigo pardo, llevó sus manos a la nuca de la duquesa, su mano izquierda descendió quitándole habilidosamente la última prenda que la protegía de él. Danna Dianceht estaba totalmente desnuda, Scott acercó su cuerpo al de ella, la abrazó y la besó.
El líder de los Nottinghams fue llevando a Danna hasta un árbol pero antes de chocar contra éste la tomó de la cintura, la cargó girando para que su espalda tocara la rugosa madera y la tersa piel de la duquesa se mantuviera inmaculada. Scott dobló a besos el cuello de su bella Lenore. Su camisa cayó al suelo quedando al descubierto medio cuerpo que estaba muy lejos de sufrir frío. Los pechos de Danna los sintió oprimidos contra su cuerpo mientras le tomaba del rostro con ambas manos y seguía besándola restringuiéndose a explorar todo el cuerpo por temor a ofenderla. «No es como el resto» se decía a el mismo y mientras cerraba sus ojos disfrutando los labios ajenos en su cabeza rondaba la pregunta «¿cómo amarla?»
Re: The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
Se dice que los fuegos consumen hasta los mismísimos cimientos hasta desecharlos en brazas, en cenizas y que una vez apagados, estos en una leve brizna de viento pueden revivir, avivándose las llamas de nueva cuenta, quemando por doquier, arrasando con todo en lo que en sus caminos se topan. Y es que allí, en ese pequeño paraíso escondido de la vista de desconocidos, el fuego empezaba a arder en los cuerpos de los dos enamorados. En el león y en la loba, por ambas partes iguales el fuego ya los estaba quemando. El vestido dorado de la duquesa ya solo era un mero recordatorio de que alguna vez aquellas telas habían adornado su cuerpo, más ahora los adornos de su cuerpo eran las manos masculinos que en suaves caricias la moldeaban. El aliento de él sobre sus labios contenido, sirvió de poco para calmar el fuego interior de la que empezaba a sentirse colmada la duquesa. El gemido ahogado de ella solo fue el inicio de un vaivén de sensaciones que aturdieron su cuerpo, sintiéndose completamente rendida a las manos expertas de su amante, le vio bajar por su cuerpo llenándolo de besos hasta detenerse frente su entrepierna. Un escalofrío recorrió toda su espalda cuando doblando ligeramente su espalda y separando un poco las piernas dejó que él siguiera su camino.
La duquesa ardía y cuando lo vio frente de ella de rodillas, su cuerpo explotó en la intensidad más grande. No hacía falta comprobar si su intimidad mojaría el hábil y torturador dedo que coló entre los pliegues henchidos y húmedos de su sexo para saber si las atenciones y caricias anteriores habrían mojado su parte más intimad. La humedad de su sexo era palpable y cuando sintió los labios masculinos acariciar su zona más sensible, apretó los muslos y un gemido escapó de su garganta. Danna apretó sus dientes y sosteniéndose del cabello masculino ante aquel ataque inesperado que amenazaba con hacer temblar sus rodillas, con los labios entreabiertos lo miró empañando su mirada de aquel deseo que furibundo y cruel, atravesaba cada célula de su cuerpo.
—Scott… —Susurró prendada de sus ojos cuando él se separó de ella. Le vio erguirse y siguiéndole con la mirada sus movimientos, al despojarse de su camisa, sus manos fueron al principio tímidamente a su pecho. Recorrió con las manos su piel, su torso esculpido y resiguiendo sus músculos pasó a sus brazos, de los que se sujetó cuando besándola de nuevo la llevó bajo la intimidad de las sombras de uno de los árboles. Robándose el aliento mutuamente, besando sin cesar sus labios, con sus manos terminó por deslizar la camisa masculina hasta al suelo. Separó sus labios para bajar sus besos por el cuello de Scott. Sus labios acariciaron la curva de su cuello, sus pectorales y de nuevo, un beso completó la escena cuando regresó a su boca con intensidad incapaz de separarse de sus labios.
—Por favor, no me tratéis como al cristal —dijo contra su aliento, minutos después y llevando suavemente las manos que acariciaban su espalda hacia sus costados, posó sus manos en cada uno de sus pechos.
Cerró los ojos al sentir sus manos ahuecándolos y dejándolas allí, sintió los primeros estremecimientos cuando él inicio sus caricias ahora más confiado. Jadeó contra su oído presa de mil temblores y besando su mandíbula, sus manos iniciaron un lento recorrido por su cuerpo. Acarició sus hombros y bajó delineando su pecho, sus músculos. Sus cálidas manos recorrieron con suavidad la piel y mientras se grababa cada rincón del cuerpo que la haría suya, ladeó el rostro dejando que Scott besase su cuello mientras este seguía torturándola con sus manos hasta que esta detuvo sus caricias en la bragueta del pantalón. Le miró y con una sonrisa, mordiéndose el labio, desabrochó sus pantalones dejándolos caer al suelo donde iban a ser olvidados, irremediablemente olvidados. Le recorrió con la mirada y sintiendo su piel sonrojarse, así como sus mejillas e incluso la piel nívea que antes las manos masculinas habían llenado de caricias, se le acercó y rodeándole con sus brazos por la nuca, volvió a besarle. Ahora sí, sin barreras, sintiendo su cuerpo contra el suyo, su piel erizada junto a la suya.
La duquesa ardía y cuando lo vio frente de ella de rodillas, su cuerpo explotó en la intensidad más grande. No hacía falta comprobar si su intimidad mojaría el hábil y torturador dedo que coló entre los pliegues henchidos y húmedos de su sexo para saber si las atenciones y caricias anteriores habrían mojado su parte más intimad. La humedad de su sexo era palpable y cuando sintió los labios masculinos acariciar su zona más sensible, apretó los muslos y un gemido escapó de su garganta. Danna apretó sus dientes y sosteniéndose del cabello masculino ante aquel ataque inesperado que amenazaba con hacer temblar sus rodillas, con los labios entreabiertos lo miró empañando su mirada de aquel deseo que furibundo y cruel, atravesaba cada célula de su cuerpo.
—Scott… —Susurró prendada de sus ojos cuando él se separó de ella. Le vio erguirse y siguiéndole con la mirada sus movimientos, al despojarse de su camisa, sus manos fueron al principio tímidamente a su pecho. Recorrió con las manos su piel, su torso esculpido y resiguiendo sus músculos pasó a sus brazos, de los que se sujetó cuando besándola de nuevo la llevó bajo la intimidad de las sombras de uno de los árboles. Robándose el aliento mutuamente, besando sin cesar sus labios, con sus manos terminó por deslizar la camisa masculina hasta al suelo. Separó sus labios para bajar sus besos por el cuello de Scott. Sus labios acariciaron la curva de su cuello, sus pectorales y de nuevo, un beso completó la escena cuando regresó a su boca con intensidad incapaz de separarse de sus labios.
—Por favor, no me tratéis como al cristal —dijo contra su aliento, minutos después y llevando suavemente las manos que acariciaban su espalda hacia sus costados, posó sus manos en cada uno de sus pechos.
Cerró los ojos al sentir sus manos ahuecándolos y dejándolas allí, sintió los primeros estremecimientos cuando él inicio sus caricias ahora más confiado. Jadeó contra su oído presa de mil temblores y besando su mandíbula, sus manos iniciaron un lento recorrido por su cuerpo. Acarició sus hombros y bajó delineando su pecho, sus músculos. Sus cálidas manos recorrieron con suavidad la piel y mientras se grababa cada rincón del cuerpo que la haría suya, ladeó el rostro dejando que Scott besase su cuello mientras este seguía torturándola con sus manos hasta que esta detuvo sus caricias en la bragueta del pantalón. Le miró y con una sonrisa, mordiéndose el labio, desabrochó sus pantalones dejándolos caer al suelo donde iban a ser olvidados, irremediablemente olvidados. Le recorrió con la mirada y sintiendo su piel sonrojarse, así como sus mejillas e incluso la piel nívea que antes las manos masculinas habían llenado de caricias, se le acercó y rodeándole con sus brazos por la nuca, volvió a besarle. Ahora sí, sin barreras, sintiendo su cuerpo contra el suyo, su piel erizada junto a la suya.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: The love not falls of the sky, born around the magic lake | + 18 | Privado
Los ojos de Cisne se cerraron lánguidamente, a él llegaron los sonidos que lo atrajeron a ella la noche anterior; en un instante evocó el momento en que hizo parar el coche y se dirigió de manera curiosa a la fiesta pagana. La boca del líder de los Nottinghams se abrió ligeramente dejando escapar un suspiro refrescante cuando en su mente observó a Lenore, disfrazada como campesina, pasando inadvertida la duquesa ante sus súbditos y aquellos extranjeros que como él presenciaban la hoguera que se alzaba hasta el cielo, danzando justo como los salvajes escoceses. Scott abrió sus ojos sintiendo ser despojado de sus prendas, lo primero que vio fue el movimiento de Danna, ladeando su cabeza y exponiendo su cuello a él, el Cisne se mordió el labio inferior humedeciéndolo al mismo tiempo y no dudó más, besó el cuello una y otra vez, hasta que llegó a su hombro izquierdo. Levantando su mano derecha ocultó sus dedos en el cabello castaño, sedosa y brillante, una melena lacia donde desplazó los dedos sin que éstos se atoraran en algún nudo, cabellos exquisitos, radiantes y libres para que un viento que no existía en aquel santuario los hiciera danzar. —¿Cómo no tratarte cual el cristal cuando uno de mis terrores sería el perderte?, si algún día te perdiera moriría por tristeza, sucumbiría antes de que la soledad consumiera mi alma, cuando tus recuerdos se conviertan en lamentos sería el momento en que perdiera la vida —suspiró tocando su rostro, sus ojos se volvieron cristalinos y un par de lágrimas se deslizaron por las mejillas desapareciendo en las comisura de sus labios—, ¿pero qué digo amor mío?, ¿por qué hablo tan triste cuando la euforia del momento acelera mi ritmo cardiaco, bombeando mi sangre a un ritmo romántico?, ¡Oh Lenore, contigo he conocido el amor! Ahora sé que lo que llegué a sentir hace tiempo sólo era un sentimiento lujurioso, por eso cielo santo no quiero ofender este amor. ¡Oh Dios mío!, ¡Oh Lenore! Perdona a este pobre hombre de alma, desdichado y arrogante que creía el conocimiento era suyo, que la experiencia era parte de él, a este oportunista que quiere exprimir todo tu amor y resanar con cada gota los desperfectos de su ser —cerró sus ojos forzando que las lágrimas que aún estaban presentes abandonaran las pupilas y en surcos viajaran a la comisura de sus labios, finalmente una sonrisa apareció como un amanecer cuando sus ojos volvieron a abrirse—. Soy esclavo de ti y si no quieres que te trate como el cristal no lo haré, porque todo lo que ordenes lo he de realizar, pues mi gran pecado sería fallarte ¿oh amada mía, mi dulce Lenore!
La mano que tocaba el rostro fue bajando en una caricia, recorriendo el hombro izquierdo descendiendo por la espalda, flexionó sus rodillas, la mano pasó fugazmente por las nalgas y al sentir la nívea pierna la cargó. Los cabellos de Danna cayeron suspendidos mientras él llevó su boca a la de ella, los labios se unieron, abriendo la boca y embonando a la perfección, como si esas bocas hubieran sido creadas para la unión de Scott y Danna; el sonido de los labios al separarse fue el anuncio para que las piernas del Nottingham iniciaran el trayecto a donde estaba el abrigo, tendido en el suave pasto del santuario. Con delicadeza bajó a la duquesa recostándola sobre la cálida piel que no solamente sería testigo, sino participe en el ardiente amor que se desataría, una pasión que consumía a Scott, un calor que quemaba su corazón, el estupor e irracionalidad del sentimiento que sentía por ella, la adrenalina que acompañaba la lujuria, el pecado oscuro que rodeaba a Scott de un manto perverso y sin embargo no sería penado porque su alma decía que una vez consumiendo el amor no tocaría nunca más a otra mujer. Los labios de Chelsea habían sido ya erradicados de su corazón así como de su mente; y de la ansiedad aparentemente incontrolable surgió la paz como un orgasmo que sacudió su cuerpo.
—Mis labios emitirán unas palabras antes de que se silencien cuando pasando al diálogo te demuestre este sentimiento que tú has desenterrado sin siquiera meter las manos. ¡Te amo Danna Dianceht!, que nuestro compromiso y devoción de amor no se consuma hasta que la muerte nos llegue. ¡Te amo, siempre lo haré! —acarició el rostro con la contra palma de su mano derecha, sonrió y la paz se fundió con la lujuria forzando al cuerpo a actuar. Primero la besó, besos cortos, castos que fueron cediendo al calor de la pasión, un fuego que fue transmitido a la boca de su Lenore. Oh, continuaron las sublimes caricias a sus pechos y en un movimiento se mostró sobre de ella, capturando el grácil cuerpo entre sus piernas, con su sexo sobre el vientre de la duquesa, los labios del Cisne conquistaron el cuello de Danna, húmedos por la misma saliva de ella en los incontables besos apasionados acarició con sus labios la tersa piel, las manos ancladas en el suelo dejaban que los labios acariciaran sin miramientos ni obstáculos el cuello, los hombros, el seno y finalmente en besos capturó los pechos y los mismísimos pezones firmes y duros como se encontraba el ardiente miembro de Scott.
Forzado por el cuerpo que gateaba hacía atrás, los labios bajaron hasta el sexo de Danna. Scott levantó su rodilla derecha y guió la pierna izquierda de la duquesa al exterior, abriéndola como un compás; posteriormente, y después de bajar la rodilla que se encontraba a un costado de la pierna derecha de la duquesa; levantó su rodilla izquierda desplazando la pierna derecha hacía fuera quedando el adentro, prisionero de las largas piernas de su amada. Observó a Danna mientras sus labios se acercaban peligrosos hacía el clítoris, su boca se abrió cerrándola cuando el clítoris se encontraba en el interior. La boca permaneció inmóvil, el calor del aliento bañó el clítoris y con su lengua empezó a acariciarlo, al principio lentamente en un ritmo sereno; más tarde lo hizo con pasión, un desenfreno provocado por su lujuria. Su mano derecha se acercó a los labios vaginales, y comenzó a mover sus dedos índice y medio de izquierda a derecha sobre la vagina movimientos frenéticos casi comparados con la lengua que ya estaba retenida, la boca chupaba el clítoris pues celosa quería también amar la intimidad de Danna. Contra su propia voluntad los dedos se detuvieron e ingresaron al interior curveándose como una cuchara hacia arriba y del mismo modo se movieron mas esta vez lo hicieron en círculos, presionando dentro de ella la piel húmeda. Scott quería apoderarse del placer que pertenecía a su Lenore mientras su miembro totalmente lubricado latía como si se tratara de un corazón ardiendo en vivo fuego de amor.
La mano que tocaba el rostro fue bajando en una caricia, recorriendo el hombro izquierdo descendiendo por la espalda, flexionó sus rodillas, la mano pasó fugazmente por las nalgas y al sentir la nívea pierna la cargó. Los cabellos de Danna cayeron suspendidos mientras él llevó su boca a la de ella, los labios se unieron, abriendo la boca y embonando a la perfección, como si esas bocas hubieran sido creadas para la unión de Scott y Danna; el sonido de los labios al separarse fue el anuncio para que las piernas del Nottingham iniciaran el trayecto a donde estaba el abrigo, tendido en el suave pasto del santuario. Con delicadeza bajó a la duquesa recostándola sobre la cálida piel que no solamente sería testigo, sino participe en el ardiente amor que se desataría, una pasión que consumía a Scott, un calor que quemaba su corazón, el estupor e irracionalidad del sentimiento que sentía por ella, la adrenalina que acompañaba la lujuria, el pecado oscuro que rodeaba a Scott de un manto perverso y sin embargo no sería penado porque su alma decía que una vez consumiendo el amor no tocaría nunca más a otra mujer. Los labios de Chelsea habían sido ya erradicados de su corazón así como de su mente; y de la ansiedad aparentemente incontrolable surgió la paz como un orgasmo que sacudió su cuerpo.
—Mis labios emitirán unas palabras antes de que se silencien cuando pasando al diálogo te demuestre este sentimiento que tú has desenterrado sin siquiera meter las manos. ¡Te amo Danna Dianceht!, que nuestro compromiso y devoción de amor no se consuma hasta que la muerte nos llegue. ¡Te amo, siempre lo haré! —acarició el rostro con la contra palma de su mano derecha, sonrió y la paz se fundió con la lujuria forzando al cuerpo a actuar. Primero la besó, besos cortos, castos que fueron cediendo al calor de la pasión, un fuego que fue transmitido a la boca de su Lenore. Oh, continuaron las sublimes caricias a sus pechos y en un movimiento se mostró sobre de ella, capturando el grácil cuerpo entre sus piernas, con su sexo sobre el vientre de la duquesa, los labios del Cisne conquistaron el cuello de Danna, húmedos por la misma saliva de ella en los incontables besos apasionados acarició con sus labios la tersa piel, las manos ancladas en el suelo dejaban que los labios acariciaran sin miramientos ni obstáculos el cuello, los hombros, el seno y finalmente en besos capturó los pechos y los mismísimos pezones firmes y duros como se encontraba el ardiente miembro de Scott.
Forzado por el cuerpo que gateaba hacía atrás, los labios bajaron hasta el sexo de Danna. Scott levantó su rodilla derecha y guió la pierna izquierda de la duquesa al exterior, abriéndola como un compás; posteriormente, y después de bajar la rodilla que se encontraba a un costado de la pierna derecha de la duquesa; levantó su rodilla izquierda desplazando la pierna derecha hacía fuera quedando el adentro, prisionero de las largas piernas de su amada. Observó a Danna mientras sus labios se acercaban peligrosos hacía el clítoris, su boca se abrió cerrándola cuando el clítoris se encontraba en el interior. La boca permaneció inmóvil, el calor del aliento bañó el clítoris y con su lengua empezó a acariciarlo, al principio lentamente en un ritmo sereno; más tarde lo hizo con pasión, un desenfreno provocado por su lujuria. Su mano derecha se acercó a los labios vaginales, y comenzó a mover sus dedos índice y medio de izquierda a derecha sobre la vagina movimientos frenéticos casi comparados con la lengua que ya estaba retenida, la boca chupaba el clítoris pues celosa quería también amar la intimidad de Danna. Contra su propia voluntad los dedos se detuvieron e ingresaron al interior curveándose como una cuchara hacia arriba y del mismo modo se movieron mas esta vez lo hicieron en círculos, presionando dentro de ella la piel húmeda. Scott quería apoderarse del placer que pertenecía a su Lenore mientras su miembro totalmente lubricado latía como si se tratara de un corazón ardiendo en vivo fuego de amor.
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