AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Born to try -Privado
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Born to try -Privado
All that you see is me
And all I truly believe
That I was born to try
I've learned to love
Desde su llegada a Paris, no llegó a imaginar ni por asomo, el giro que daría su vida. En este tiempo, habían ocurrido varios y numerosos acontecimientos, haber conocido personas que marcarían un antes y un después, sentimientos y emociones encontrados, otros olvidados y creer enterrados. Paris, una ciudad en la que la familia Appleby se sentía de lo más integrada, reconocida en alta estima, una de las más importante e influyente. Por ello, todos los miembros que componían la familia, estaban en el punto de mira. Y ella era el garbanzo negro, la única que se diferenciaba con creces del resto y por más que lo intentaron, Abbey y su rebeldía era el tema constante en boca de sus padres y hermanos… intentando entre todos, buscar una solución que no llegaba.
Los planes del compromiso, seguían en el aire. La cena en casa de aquel hombre, podría cambiarlo todo o simplemente estropearlo pues la unión de ambos no le garantizaba total libertad. Su familia jamás la dejarían ser libre, ella jamás cambiaría nunca y por mucho que cumpliese las peticiones de sus progenitores , su esencia rebelde y nada que ver con una joven de clase alta, se intensificaba más que nunca. Una jaula de oro con numerosos candados, hermosa y elegante en donde no cabía una vida más hostil si no una llena de lujos y protocolos sin sentido. ¿Por qué?
Creyó perdida la esperanza de que volviese a verle, encontrarle y por más que se negase…su propia inconsciencia le llevaba una y otra vez al mismo lugar. Y allí, escribía lo que jamás se atrevería a decir en voz alta, ni siquiera en silencio sus orbes azules, aquellas orbes que solo una persona era capaz de leer. Abbey , transparente para solo una persona quien no pertenecía a “su mundo” pero sí al propio. Alguien corriente, especial para ella aunque lo negase mil veces. Lo fue desde el primer segundo y había cosas, que no se olvidaban nunca. Él era una de ellas.
Intentó por todos los medios no levantar sospechas, no correr hacia la dirección para ellos equivocada, para ella…un suspiro en aquel mundo de dementes ricos. Ni siquiera vestía como tal, lo más sencillo, más cómodo. Pertenecía a una de las jóvenes del servicio quien a cambio se llevó una buena recompensa. Vestido azul como sus ojos, sin ese corsé molesto, ni aquellas molestas faldas y telas que picaban horrores. Podía ser una más entre el gentío, caminar entre las calles de Paris, como una más…aquello que tanto deseaba ser.
Esperó a que en la residencia, reinase el silencio, la hora del sueño había llegado y para la joven Appleby, su momento de escapar como hacía anteriormente. Aún nadie la vigilaba, pues su mente seguía divagando, rozando la locura hasta que aquel encuentro inesperado… lo cambió todo. Aceleró el paso cuando una gota impactó contra su rostro, el cielo encapotado advertía que esa noche iba a ser muy lluviosa. Terminó decidida a correr, aún le quedaba camino, solo un par de manzanas y llegaría al destino donde deseaba estar esa noche. Un acto más de rebeldía pero acaso ¿qué importaba lo demás cuando sería él quien le abriría la puerta?
La lluvia pronto cubrió el cielo, dejando paso a calles desiertas… murmullos silenciosos y pasos acelerados. Sentía como la humedad, el frío comenzaba a hacer estragos en su cuerpo y aún así, aquello… no le impidió seguir su camino. Completamente empapada, ante aquella puerta, una más de aquel barrio obrero y bohemio. Llamó varias veces, abrazándose a sí misma, sin importarle mojarse aún más. Sus orbes azules volvieron a brillar esperanzadas, buscando aquellos ojos oscuros…una vez más. Había ido a buscarle, algo que seguro que nadie hizo.
-Te dije que iba a hacer de tu vida un infierno… sigo aquí - imagen más hermosa que aquella imposible, como si fuese el reflejo de un sueño….irreal pero nada era más real que aquella joven que lo miraba intensamente y que volvía a su encuentro, renunciando a todo por un momento, un instante de paz. Temblaba, apoyada en el quicio de la puerta, no, por mucho que le pidiese marcharse , ella seguiría allí. No sabía si le había escuchado, tampoco importaba, esperó pacientemente a que le abriesen… terminando apoyada en la puerta, deslizándose hasta quedar sentada en ésta, con la cabeza apoyada en la madera. No, Abbey no iba a marcharse...ya estaba cansada de huir.
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Desde su llegada a Paris, no llegó a imaginar ni por asomo, el giro que daría su vida. En este tiempo, habían ocurrido varios y numerosos acontecimientos, haber conocido personas que marcarían un antes y un después, sentimientos y emociones encontrados, otros olvidados y creer enterrados. Paris, una ciudad en la que la familia Appleby se sentía de lo más integrada, reconocida en alta estima, una de las más importante e influyente. Por ello, todos los miembros que componían la familia, estaban en el punto de mira. Y ella era el garbanzo negro, la única que se diferenciaba con creces del resto y por más que lo intentaron, Abbey y su rebeldía era el tema constante en boca de sus padres y hermanos… intentando entre todos, buscar una solución que no llegaba.
Los planes del compromiso, seguían en el aire. La cena en casa de aquel hombre, podría cambiarlo todo o simplemente estropearlo pues la unión de ambos no le garantizaba total libertad. Su familia jamás la dejarían ser libre, ella jamás cambiaría nunca y por mucho que cumpliese las peticiones de sus progenitores , su esencia rebelde y nada que ver con una joven de clase alta, se intensificaba más que nunca. Una jaula de oro con numerosos candados, hermosa y elegante en donde no cabía una vida más hostil si no una llena de lujos y protocolos sin sentido. ¿Por qué?
Creyó perdida la esperanza de que volviese a verle, encontrarle y por más que se negase…su propia inconsciencia le llevaba una y otra vez al mismo lugar. Y allí, escribía lo que jamás se atrevería a decir en voz alta, ni siquiera en silencio sus orbes azules, aquellas orbes que solo una persona era capaz de leer. Abbey , transparente para solo una persona quien no pertenecía a “su mundo” pero sí al propio. Alguien corriente, especial para ella aunque lo negase mil veces. Lo fue desde el primer segundo y había cosas, que no se olvidaban nunca. Él era una de ellas.
Intentó por todos los medios no levantar sospechas, no correr hacia la dirección para ellos equivocada, para ella…un suspiro en aquel mundo de dementes ricos. Ni siquiera vestía como tal, lo más sencillo, más cómodo. Pertenecía a una de las jóvenes del servicio quien a cambio se llevó una buena recompensa. Vestido azul como sus ojos, sin ese corsé molesto, ni aquellas molestas faldas y telas que picaban horrores. Podía ser una más entre el gentío, caminar entre las calles de Paris, como una más…aquello que tanto deseaba ser.
Esperó a que en la residencia, reinase el silencio, la hora del sueño había llegado y para la joven Appleby, su momento de escapar como hacía anteriormente. Aún nadie la vigilaba, pues su mente seguía divagando, rozando la locura hasta que aquel encuentro inesperado… lo cambió todo. Aceleró el paso cuando una gota impactó contra su rostro, el cielo encapotado advertía que esa noche iba a ser muy lluviosa. Terminó decidida a correr, aún le quedaba camino, solo un par de manzanas y llegaría al destino donde deseaba estar esa noche. Un acto más de rebeldía pero acaso ¿qué importaba lo demás cuando sería él quien le abriría la puerta?
La lluvia pronto cubrió el cielo, dejando paso a calles desiertas… murmullos silenciosos y pasos acelerados. Sentía como la humedad, el frío comenzaba a hacer estragos en su cuerpo y aún así, aquello… no le impidió seguir su camino. Completamente empapada, ante aquella puerta, una más de aquel barrio obrero y bohemio. Llamó varias veces, abrazándose a sí misma, sin importarle mojarse aún más. Sus orbes azules volvieron a brillar esperanzadas, buscando aquellos ojos oscuros…una vez más. Había ido a buscarle, algo que seguro que nadie hizo.
-Te dije que iba a hacer de tu vida un infierno… sigo aquí - imagen más hermosa que aquella imposible, como si fuese el reflejo de un sueño….irreal pero nada era más real que aquella joven que lo miraba intensamente y que volvía a su encuentro, renunciando a todo por un momento, un instante de paz. Temblaba, apoyada en el quicio de la puerta, no, por mucho que le pidiese marcharse , ella seguiría allí. No sabía si le había escuchado, tampoco importaba, esperó pacientemente a que le abriesen… terminando apoyada en la puerta, deslizándose hasta quedar sentada en ésta, con la cabeza apoyada en la madera. No, Abbey no iba a marcharse...ya estaba cansada de huir.
- Spoiler:
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2011
Localización : París-Londres
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Re: Born to try -Privado
“There is no love in peace.
Always it comes with agony, ecstasy, intense joy and profound sadness".
Always it comes with agony, ecstasy, intense joy and profound sadness".
Silencio.
Incontables horas en silencio había transcurrido desde que Ezequiel había regresado a París, unas que lentamente comenzaban a torturarle sin saber cual sería su próximo movimiento.
Había dejado su trabajo como cochero de la realeza, ya estaba asqueado de tanta ceremonia para todo, las malas habladurías e injusticias que a diario veía y debía obligar. Antes no le significaba un problema, ¿qué había cambiado? No lo sabía.
Ahora se encontraba solo y cansado de replantearse que haría, por el momento estaba dedicado a su arte. Los retratos dejaban el dinero necesario para subsistir, y más cuando los más adinerados le pedían grandes retratos para sus mansiones, como si no tuvieran suficiente con que subir su ego.
Era tarde y por lo visto – y a pesar de sus ansias de conciliar el sueño – no dormiría esa noche, el cielo tan obscuro como sus orbes había comenzado a derrumbarse frente a él. La lluvia siempre venía acompañada de tristezas, o al menos así lo sentían todos, pero para el castaño era un privilegio, incluso despertaban sus ganas de cambiar y correr en cuatro patas por las calles parisinas.
Se regañó a si mismo por comenzar a buscar una liberación así, y levantándose del sofá tomó rumbo a su habitación, quizás no podría invocar a Morfeo, pero al menos planeaba descansar su cuerpo de tanto alboroto.
Divertido fue cuando sus planes se desviaron, y todo producto de una aroma que le pegó con tal intensidad que detuvo sus pasos y se plantó al suelo
— Magnífico, ahora me estoy volviendo loco. — Ese fue el primer pensamiento que tuvo, porque no había forma de que aquel dulce aroma estuviera tan cerca. Por un segundo agudizó aún más su olfato y oído, pudiendo escuchar claramente unos pasos un tanto acelerados, pero podía ser cualquier persona apresurada por llegar a su hogar producto de la lluvia.
Excusas, podría haberse inventado millones de ellas. Lo que vino después fue precisamente el desenlace que esperaba en sus sueños más locos.
La voz femenina se alzó por sobre la lluvia y consiguió erizarle la piel sin que fuera capaz de reaccionar, quería correr y abrirle, alzarla en sus brazos y decirle cuanto le había extrañado… Y estuvo a punto de hacerlo, pero sabía que había cometido un error al desaparecer así, de seguro ella estaría molesta y no iba a perdonarle tan fácilmente, no lo sabía. Quizás solo conseguiría hacerle más daño, una y otra vez, y no deseaba eso en lo absoluto.
Exhaló con frustración, sin decidirse que hacer, ¿le daría la libertad para que la rubia viviera la vida que merecía o iba a llevarla consigo de nuevo?
Avanzó con cautela hasta la puerta, sosteniendo con fuerza el pomo de la misma sin dejar que el temblor de sus manos le jugara en contra y giró.
La mujer estaba prácticamente un ovillo en su puerta y no supo porque ver aquello le produjo un toque de tristeza.
— Abbey, por favor, levántate y pasa. — De alguna forma se las ingenió para que su voz sonara seca, casi sin emoción en la misma.
Había tomado una decisión, y aunque en ese momento no la aceptaba del todo, sabía que sería lo mejor para ambos en un futuro. Uno que era imposible que compartieran juntos.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Born to try -Privado
But you've got to make choices
Be wrong or right
Sometimes you've got to sacrifice the things you like
Loca.
El hecho de estar en ese lugar, al que tantas veces deseó entrar y no salir jamás. Y loca debía estar porque aún podía recordar su esencia, aquel olor característico en el artista. Un olor dulce y salvaje, intenso e inolvidable para ella. Volvía a sus sentidos cuando sería imposible que él hubiese vuelto a Paris, se marchó en contra de sus deseos, su voluntad y dudaba que le dejasen regresar… ¿a su lado? Ambos se dijeron palabras infinitas, promesas que no podrían cumplir pero ¿Acaso no podían saborear el momento? El más real que tendrían en sus vidas, una realidad que se diferenciaba con creces de ese instante.
Nadie, salvo ella misma, sabía lo mucho que le extrañó. Abbey Appleby, no solo echó en falta a alguien, le echó de su vida de alguna forma por el simple hecho de “no puede ser”. Se encontraron en un punto inexistente en donde congeniaron desde el primer segundo pero eso no bastaba. No. Solo una mirada bastaba para saber qué pensaba el otro, solo con su sola presencia sabía que todo saldría bien. Atesoró cada segundo a su lado, tocó el límite con la punta de los dedos y aún así, lo más real e importante de su vida…se desvaneció como uno más de esos sueños. Incluso llegó a pensar, cuando la locura empezó a susurrarle al oído… que él no fue verdad, solo un espejismo…un sueño hermoso que se rompió, convirtiéndose en la peor de sus pesadillas, se desvaneció…sin más.
Y allí estaba, calada hasta los huesos, sintiendo el frío hundirse en su piel pero ¿qué dolor era ese? No había dolor mayor que saber que tras esa puerta , una vez fue inmensamente ella, fue feliz. Esa sensación de vértigo, mariposas revoloteando por todas partes, esa necesidad de mirarle a los ojos… perderse en lo más profundo de aquella alma bohemia que tan parecida era a ella. Si no estaba tras esa puerta, nada tenía sentido. Realmente, pensó en quedarse allí, permanecer hasta que volviese pero ¿y si no lo hacía nunca? ¿y si todo fue producto de su locura? Y en ese momento, en el que solo oía de fondo la lluvia cubrir Paris, impactar contra su cuerpo… la puerta cedió y aquella voz, volvió a erizarle la piel como el primer segundo, llenarla de esperanza.
Negó con la cabeza, sin poder creerlo. No quería desilusionarse, girar el rostro y no verle allí…ante ella. Qué necia, estúpida, maldita manzana que debía estar resguardada en una cama mullida, con el calor de las ascuas y no allí, muerta de frío y de amor. Porque hasta ese segundo, no supo cuanto lo echó en falta, cuánto lo había querido… amado. Tembló al intentar levantarse, ponerse en pie y en cuanto lo consiguió, el peso del vestido, de su propia alma…le impulsó a darse la vuelta, a buscar su mirada oscura como la noche y la halló. No le importó mojarse aún más, solo quería admirarlo, cincelarlo en su cabeza como el más hermoso de los retratos.
Frunció el ceño ligeramente, con sorpresa, ojos azules que sin duda, transmitían alegría, melancolía, sufrimiento e impotencia, rabia. Una rabia interna, nerviosa… que le llevó a apoyar las manos sobre su pecho, empapar su ropa y empujarle hacia dentro, con ella misma. Devolverle a la realidad, con aquel golpe seco en su mejilla, un tortazo soberano que dio paso a algo insólito a los ojos del cambiante. Algo que jamás se imaginó admirar de ella.
Pequeñas lágrimas cristalinas que descendieron por sus mejillas, mezclándose con las gotas de lluvia. Un sollozo junto con su nombre, un relámpago que los iluminó mostrando a ambos la mejor de las imágenes. Uno frente al otro, sin decirse prácticamente nada y todo al mismo tiempo. Susurró su nombre, varias veces, sin darle importancia a sus lágrimas rebeldes, a sus labios que temblaban desamparados. Lo admiraba una vez más y la rabia contenida dio paso a una reacción por su parte que él no esperase.
-Me he vuelto loca ¿verdad? Dímelo, niégalo, admítelo pero di algo. –arrugó su ropa entre sus dedos, aferrándose a él, impidiéndole que se marchase… la dejase ir a ninguna parte -Maldita sea, estás aquí -dijo al fin apoyando la frente en la suya, dejando escapar un suspiro de alivio, desamparado -Ezequiel… vine a por la llave de mi jaula de oro. Vine a por ella si no vas a cerrarla. -sus lagrimas apenas le dejaban verle y bajó la mirada avergonzada, odiaba tanto sentirse vulnerable, imposible de emitir palabras que no se convirtiesen en sollozos -Lo he intentado, bien lo sabes pero todo es tan irreal que no encuentro sentido. Ni mi norte…ni mi sur -las manos de Abbey deshicieron aquel agarre para deslizarse por su ropa, su cuello despacio, tomar su rostro entre sus manos y cerrar los ojos con fuerza, contra sus labios que luchaba por no proclamarlos suyos después de tanto tiempo .
-¿Por qué eres tan importante? No quise que lo fueras. No lo pedí, no lo planeé…solo ocurrió y por más que lo intento, por mucho que intente borrarlo….vuelves a pintarlo, una vez más -qué manera más brusca, más extraña pero adorable, de decir lo que sentía y solo él podía descifrarlo…porque sí, lo había amado, lo amaba.
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El hecho de estar en ese lugar, al que tantas veces deseó entrar y no salir jamás. Y loca debía estar porque aún podía recordar su esencia, aquel olor característico en el artista. Un olor dulce y salvaje, intenso e inolvidable para ella. Volvía a sus sentidos cuando sería imposible que él hubiese vuelto a Paris, se marchó en contra de sus deseos, su voluntad y dudaba que le dejasen regresar… ¿a su lado? Ambos se dijeron palabras infinitas, promesas que no podrían cumplir pero ¿Acaso no podían saborear el momento? El más real que tendrían en sus vidas, una realidad que se diferenciaba con creces de ese instante.
Nadie, salvo ella misma, sabía lo mucho que le extrañó. Abbey Appleby, no solo echó en falta a alguien, le echó de su vida de alguna forma por el simple hecho de “no puede ser”. Se encontraron en un punto inexistente en donde congeniaron desde el primer segundo pero eso no bastaba. No. Solo una mirada bastaba para saber qué pensaba el otro, solo con su sola presencia sabía que todo saldría bien. Atesoró cada segundo a su lado, tocó el límite con la punta de los dedos y aún así, lo más real e importante de su vida…se desvaneció como uno más de esos sueños. Incluso llegó a pensar, cuando la locura empezó a susurrarle al oído… que él no fue verdad, solo un espejismo…un sueño hermoso que se rompió, convirtiéndose en la peor de sus pesadillas, se desvaneció…sin más.
Y allí estaba, calada hasta los huesos, sintiendo el frío hundirse en su piel pero ¿qué dolor era ese? No había dolor mayor que saber que tras esa puerta , una vez fue inmensamente ella, fue feliz. Esa sensación de vértigo, mariposas revoloteando por todas partes, esa necesidad de mirarle a los ojos… perderse en lo más profundo de aquella alma bohemia que tan parecida era a ella. Si no estaba tras esa puerta, nada tenía sentido. Realmente, pensó en quedarse allí, permanecer hasta que volviese pero ¿y si no lo hacía nunca? ¿y si todo fue producto de su locura? Y en ese momento, en el que solo oía de fondo la lluvia cubrir Paris, impactar contra su cuerpo… la puerta cedió y aquella voz, volvió a erizarle la piel como el primer segundo, llenarla de esperanza.
Negó con la cabeza, sin poder creerlo. No quería desilusionarse, girar el rostro y no verle allí…ante ella. Qué necia, estúpida, maldita manzana que debía estar resguardada en una cama mullida, con el calor de las ascuas y no allí, muerta de frío y de amor. Porque hasta ese segundo, no supo cuanto lo echó en falta, cuánto lo había querido… amado. Tembló al intentar levantarse, ponerse en pie y en cuanto lo consiguió, el peso del vestido, de su propia alma…le impulsó a darse la vuelta, a buscar su mirada oscura como la noche y la halló. No le importó mojarse aún más, solo quería admirarlo, cincelarlo en su cabeza como el más hermoso de los retratos.
Frunció el ceño ligeramente, con sorpresa, ojos azules que sin duda, transmitían alegría, melancolía, sufrimiento e impotencia, rabia. Una rabia interna, nerviosa… que le llevó a apoyar las manos sobre su pecho, empapar su ropa y empujarle hacia dentro, con ella misma. Devolverle a la realidad, con aquel golpe seco en su mejilla, un tortazo soberano que dio paso a algo insólito a los ojos del cambiante. Algo que jamás se imaginó admirar de ella.
Pequeñas lágrimas cristalinas que descendieron por sus mejillas, mezclándose con las gotas de lluvia. Un sollozo junto con su nombre, un relámpago que los iluminó mostrando a ambos la mejor de las imágenes. Uno frente al otro, sin decirse prácticamente nada y todo al mismo tiempo. Susurró su nombre, varias veces, sin darle importancia a sus lágrimas rebeldes, a sus labios que temblaban desamparados. Lo admiraba una vez más y la rabia contenida dio paso a una reacción por su parte que él no esperase.
-Me he vuelto loca ¿verdad? Dímelo, niégalo, admítelo pero di algo. –arrugó su ropa entre sus dedos, aferrándose a él, impidiéndole que se marchase… la dejase ir a ninguna parte -Maldita sea, estás aquí -dijo al fin apoyando la frente en la suya, dejando escapar un suspiro de alivio, desamparado -Ezequiel… vine a por la llave de mi jaula de oro. Vine a por ella si no vas a cerrarla. -sus lagrimas apenas le dejaban verle y bajó la mirada avergonzada, odiaba tanto sentirse vulnerable, imposible de emitir palabras que no se convirtiesen en sollozos -Lo he intentado, bien lo sabes pero todo es tan irreal que no encuentro sentido. Ni mi norte…ni mi sur -las manos de Abbey deshicieron aquel agarre para deslizarse por su ropa, su cuello despacio, tomar su rostro entre sus manos y cerrar los ojos con fuerza, contra sus labios que luchaba por no proclamarlos suyos después de tanto tiempo .
-¿Por qué eres tan importante? No quise que lo fueras. No lo pedí, no lo planeé…solo ocurrió y por más que lo intento, por mucho que intente borrarlo….vuelves a pintarlo, una vez más -qué manera más brusca, más extraña pero adorable, de decir lo que sentía y solo él podía descifrarlo…porque sí, lo había amado, lo amaba.
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Re: Born to try -Privado
“ If I had to say it, I would never find the words ...
More than half of the heart dies of love".
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Susurros.
Su cabeza era un sinfín de susurros que debatían entre sí, escogiendo los siguientes movimientos para llevar a cabo su lacerante plan, mismo que formulaba en su mente con una rapidez inhumana, conforme los segundos fuera de su cabeza seguían corriendo, ofreciéndole una batalla digna de continuar hasta las últimas consecuencias.
Se sentía confundido de ver a la rubia ahí, no tenía ningún sentido, como había logrado grabar en su mente el camino hasta su hogar después de tanto tiempo, habiendo estado solo una noche ahí, ¿acaso hacía falta más? Aquella noche fue suficiente para que el cambiante se diera cuenta que no deseaba volver a dormir con sus brazos vacíos.
Observó impávido como el cuerpo ajeno se incorporaba, sin que él fuera capaz de poner un dedo encima, claramente tampoco se sentía digno de hacerlo. Para su sorpresa fueron las manos femeninas las que presionaron su pecho, empujándole dentro de la casa. Él simplemente se dejó hacer y dio unos cuantos pasos atrás, permitiendo que ambos se resguardaran de la lluvia.
Lo que vino después lo merecía y en su interior se alegró de recibir el golpe, aunque se hubiera sentido más satisfecho si el mismo le hubiera lastimado realmente, porque prácticamente no lo sintió y maldijo su fortaleza en ese momento.
Pudo haber soportado todo; golpes, insultos, rabietas y demás, pero verle derramar lágrimas sencillamente logró trisar su postura fría y distante, era eso precisamente lo que había estado evitando desde el inicio, y ahora la veía tal y como temía.
Estuvo a punto de moverse hasta ella cuando las manos ajenas sostuvieron su camisa y comenzó a liberar palabras, mientras él disfrutaba de ellas. Se deleitaba con el sonido de su voz, sin importarle que fuera a decirle, aún con eso estaba dándole a cambio el obsequio que tanto había deseado, volver a contar con su presencia era todo lo que necesitaba.
Que delirio era observar sus labios tan cerca cuando sus frentes descansaron juntas, ¿cómo no perderse en ellos? Maldito deseo inverso de silenciarla con los suyos y al mismo tiempo regocijarse con su voz. Esperaría el instante adecuado.
— Abbey, de verdad…
»Nunca podré decirte con palabras como lo siento. — murmuró al fin, cuando su indiferencia flaqueó y sus brazos se enroscaron ávidos en la diminuta cintura de la rubia.
—Voy a devolverte esas llaves, no te mereces esto. Maldición, no quiero hacerte daño. — sin dudas ese era su mayor temor, ya que no podía ver a la rubia como un ser tan frágil, aunque delante de todos gozaba de mostrarse como un pequeño demonio, en sus brazos se volvía un cristal, fino y delicado.
No podía darle ninguna seguridad, y grandes rasgos, ¿qué tenía para ofrecerle? Nada. Era jodido esclavo de los mandamases y un simple pintor callejero. No tenía derecho alguno de reclamarla como suya, y ahí estaba… Afianzándola contra su cuerpo, añorando que esa vez no desapareciera al amanecer.
—¿Crees que tú no lo eres para mí? — maldijo por lo bajo, abrazándole con más fuerzas, desviando su cabeza para apoyar el mentón sobre el hombro ajeno.
—Aún no puedo creer que estas aquí. — susurró en su oído y sin dejar que ella lo apreciara, sonrió con incredulidad. El momento se estaba convirtiendo en un hermoso sueño que amenazaba con desaparecer frente a cualquier movimiento erróneo por parte de sus protagonistas.
No supo por cuanto tiempo se mantuvo así, imaginando que la lluvia le había traído solo una alucinación más. Aún cuando el aroma de la mujer se había encargado de impregnar todo, desde el cuarto hasta su misma piel.
— No vuelvas a irte, sé que esto no ha sido fácil para ninguno de los dos...Debo ser sincero contigo. No me siento digno de ti, jamás me he sentido así pero, lamentablemente en esta situación nadie escoge como continua.
» No sé que me hiciste, no he podido sacarte de mi cabeza… Ni siquiera importa cuanto desee alejarme, y dejarte libre, no puedo hacerlo. — sus palabras rozaban la desesperación y la confesión, ya no podía luchar contra eso, ni siquiera para intentar alejarla de sus brazos.
Estaba todo dicho, y antes de que la rubia alcanzara siquiera a protestar los labios del castaño buscaron los ajenos, besándole con la misma pasión que se había guardado hace meses, buscando traspasarle la falta que le había hecho y lo mucho que deseaba volver a tenerle con él.
Poco importaba cuanto se esforzara en negarlo… Se había enamorado, por primera vez en su vida.
Última edición por Ezequiel O'Claude el Mar Nov 01, 2016 4:48 pm, editado 1 vez
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Born to try -Privado
I keep trying to find my way but all I know is I'm lost without you
I keep trying to face the day I'm lost without you.
Perdida, así se sentía en ese mismo instante en el que sus pasos le llevaron como tantas otras veces hacia aquel hogar. Lo sintió suyo durante horas, haciéndola sentir libre, en paz, feliz. ¿Cómo podía sentirse de ese modo con tan poco? Y se perdió una vez más, en aquellas orbes oscuras como la noche, arrancándole un suspiro de alivio. Lo creyó no solo perdido, de verdad llegó a pensar que no volvería a verle jamás y ahora que se encontraba allí, solo podía ser un maldito sueño. Tantas veces imaginó cómo sería volver a verle, qué decirle, qué hacer y ahora sin embargo su mente se había quedado vacía, embriagada por su presencia y por los sentimientos que intentó ignorar, olvidar y sin embargo, se intensificaban a cada segundo…hasta asfixiarla y terminase reaccionando…llevándole hasta allí. Por ello, sus pasos hasta aquel umbral.
¿Por qué se sabía el camino? Desde aquella noche y desde entonces, lo había dibujado con sus pasos un día tras otro sin atreverse a enfrentarse a sí misma. Por un instante, aunque ella misma se lo pidiese, deseó que le negase el hecho de darle las llaves de su jaula de oro pero las palabras pronunciadas por él fueron otras. Iba a devolvérselas, ¿no era mejor así? olvidar, el mejor remedio para aquella locura que la consumía. Oírle decir su nombre fue como un bálsamo que tanto había necesitado, anhelado. Y su “lo siento”, se le clavó en su frío corazón que no dejaba de latir apresurado por su culpa, sentía tantas cosas. Pero indirectamente o no, el daño persistía, como un hilo fino que con un simple soplo… o palabra, se rompiese.
Odiaba sentirse tan vulnerable, frágil, alguien que no aceptaría jamás el afirmar que alguien le importaba tanto. Y él podía apreciarlo, intentaba no derrumbarse, permanecer fuerte y segura, decidida como él la conoció. Su abrazo, le despertó a la realidad. Él estaba allí, abrazándola y solo ella supo cómo le pedía mentalmente y en silencio que no le soltase, no fuese el último abrazo. Aprovechó que su rostro, oculto en su cuello, las lagrimas silenciosas le abandonasen, perdiéndose en aquel aroma que tanto había echado en falta. Sonrió al mismo tiempo que él, ella tampoco creía estar entre sus brazos.
-No me devuelvas la llave entonces. Ciérrala, deshazte de ella para que no vuelva nunca más. No te exijo promesas, solo con este momento es suficiente. No pienso, jamás, dejarte ir… me dará igual con quien tenga que enfrentarme. Nadie va a apartarte de aquí, de mí -susurró intentando que la voz no se le quebrase al oírle, ¿qué no se fuera? No iba a hacerlo, lo mostró aferrándose a él, en aquel abrazo más que necesitado y sus ojos azules, buscaron irremediablemente chocar contra los ajenos, entre temblores. - Digno de mí, cuando lo tienes todo. No me refiero a dinero, reputación… tienes de mí lo que nadie tendrá nunca ¿ y te atreves a decir eso? -iba a reprochárselo, a dejarle claro que jamás a dejarle marchar, ahora menos…después de tanto tiempo separados.
Los labios de manzana, tomaron los ajenos con la misma pasión y deseo. Tomó su rostro con ambas manos, acariciando la piel del cambiante con la yema de los dedos, dándose ese capricho a medida que su cuerpo buscaba el ajeno, buscando refugio, aquel lugar en el que se quedase esa noche…y todas las demás. El beso, se fue intensificando a medida que sus pasos iban obligando de alguna manera que él quedase apoyado en una de las paredes de la casa. Se separó los segundos suficientes de su boca, sin dejar de rozarla, con la respiración desbocada…susurrando un sinfín de veces su nombre. Sonrió, de aquel modo travieso que él conocía a la perfección, mordisqueando el labio inferior… aquella tensión se disipase , se hubiese disipado en el momento del abrazo.
-Tengo frío, no me acordaba de…mi vestido mojado -tembló de frío, entre sus brazos, sonrisa cómplice -¿Vas a ser tan mal anfitrión? -los dedos de la joven, se deslizaron por su cuello, cerrando los ojos y disfrutar de aquel diminuto momento en el que sus narices se rozaron un instante -Quítamelo… préstame algo o mejor… no me prestes nada-sus orbes azules, se clavaron en él, como un mar revuelto, en todo su apogeo. Enarcó una ceja divertida, siendo ella quien se diese el placer, el gusto de fundir sus labios, volverse loca una vez más…en un beso. El momento de no dejarle jamás.
I keep trying to face the day I'm lost without you.
Perdida, así se sentía en ese mismo instante en el que sus pasos le llevaron como tantas otras veces hacia aquel hogar. Lo sintió suyo durante horas, haciéndola sentir libre, en paz, feliz. ¿Cómo podía sentirse de ese modo con tan poco? Y se perdió una vez más, en aquellas orbes oscuras como la noche, arrancándole un suspiro de alivio. Lo creyó no solo perdido, de verdad llegó a pensar que no volvería a verle jamás y ahora que se encontraba allí, solo podía ser un maldito sueño. Tantas veces imaginó cómo sería volver a verle, qué decirle, qué hacer y ahora sin embargo su mente se había quedado vacía, embriagada por su presencia y por los sentimientos que intentó ignorar, olvidar y sin embargo, se intensificaban a cada segundo…hasta asfixiarla y terminase reaccionando…llevándole hasta allí. Por ello, sus pasos hasta aquel umbral.
¿Por qué se sabía el camino? Desde aquella noche y desde entonces, lo había dibujado con sus pasos un día tras otro sin atreverse a enfrentarse a sí misma. Por un instante, aunque ella misma se lo pidiese, deseó que le negase el hecho de darle las llaves de su jaula de oro pero las palabras pronunciadas por él fueron otras. Iba a devolvérselas, ¿no era mejor así? olvidar, el mejor remedio para aquella locura que la consumía. Oírle decir su nombre fue como un bálsamo que tanto había necesitado, anhelado. Y su “lo siento”, se le clavó en su frío corazón que no dejaba de latir apresurado por su culpa, sentía tantas cosas. Pero indirectamente o no, el daño persistía, como un hilo fino que con un simple soplo… o palabra, se rompiese.
Odiaba sentirse tan vulnerable, frágil, alguien que no aceptaría jamás el afirmar que alguien le importaba tanto. Y él podía apreciarlo, intentaba no derrumbarse, permanecer fuerte y segura, decidida como él la conoció. Su abrazo, le despertó a la realidad. Él estaba allí, abrazándola y solo ella supo cómo le pedía mentalmente y en silencio que no le soltase, no fuese el último abrazo. Aprovechó que su rostro, oculto en su cuello, las lagrimas silenciosas le abandonasen, perdiéndose en aquel aroma que tanto había echado en falta. Sonrió al mismo tiempo que él, ella tampoco creía estar entre sus brazos.
-No me devuelvas la llave entonces. Ciérrala, deshazte de ella para que no vuelva nunca más. No te exijo promesas, solo con este momento es suficiente. No pienso, jamás, dejarte ir… me dará igual con quien tenga que enfrentarme. Nadie va a apartarte de aquí, de mí -susurró intentando que la voz no se le quebrase al oírle, ¿qué no se fuera? No iba a hacerlo, lo mostró aferrándose a él, en aquel abrazo más que necesitado y sus ojos azules, buscaron irremediablemente chocar contra los ajenos, entre temblores. - Digno de mí, cuando lo tienes todo. No me refiero a dinero, reputación… tienes de mí lo que nadie tendrá nunca ¿ y te atreves a decir eso? -iba a reprochárselo, a dejarle claro que jamás a dejarle marchar, ahora menos…después de tanto tiempo separados.
Los labios de manzana, tomaron los ajenos con la misma pasión y deseo. Tomó su rostro con ambas manos, acariciando la piel del cambiante con la yema de los dedos, dándose ese capricho a medida que su cuerpo buscaba el ajeno, buscando refugio, aquel lugar en el que se quedase esa noche…y todas las demás. El beso, se fue intensificando a medida que sus pasos iban obligando de alguna manera que él quedase apoyado en una de las paredes de la casa. Se separó los segundos suficientes de su boca, sin dejar de rozarla, con la respiración desbocada…susurrando un sinfín de veces su nombre. Sonrió, de aquel modo travieso que él conocía a la perfección, mordisqueando el labio inferior… aquella tensión se disipase , se hubiese disipado en el momento del abrazo.
-Tengo frío, no me acordaba de…mi vestido mojado -tembló de frío, entre sus brazos, sonrisa cómplice -¿Vas a ser tan mal anfitrión? -los dedos de la joven, se deslizaron por su cuello, cerrando los ojos y disfrutar de aquel diminuto momento en el que sus narices se rozaron un instante -Quítamelo… préstame algo o mejor… no me prestes nada-sus orbes azules, se clavaron en él, como un mar revuelto, en todo su apogeo. Enarcó una ceja divertida, siendo ella quien se diese el placer, el gusto de fundir sus labios, volverse loca una vez más…en un beso. El momento de no dejarle jamás.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Born to try -Privado
“ Disoriented cry of pain,
so I shouted you who lost the Faith".
so I shouted you who lost the Faith".
Promesas.
¿Cuántas promesas pudo haberle recitado Ezequiel nuevamente? Millones. Unas que sin embargo carecían de sentido alguno, más en ese momento cuando lo único fijo y seguro que tenía era la presencia de la mujer en su hogar. Sintió ganas de correr a la puerta, cerrarla y asegurar cada ventana con tablones, solo para sentir la confianza de que al amanecer ella seguiría a su lado.
Aquel día, el verse solo nuevamente había sido un baño agridulce que no deseaba volver a repetir.
Un juego de tire y afloje que lentamente llegaba a su fin, y era él quien terminaba por soltar la soga a favor de la rubia, le dejaría ganar, dándole así la facilidad de elegir todo lo que vendría a continuación.
Ahora sólo podía pensar en ella, en cómo sus labios volvían a unirse luego de haber soportado el dolor de la perdida y la incertidumbre, sin saber si algún día volverían a verse en aquella situación.
Y era justamente por eso, estaba tan sumido en disfrutar de aquello que había pasado por alto los temblores ajenos, sostenía el cuerpo empapado de la rubia sin llegar a percatarse de eso antes que nada.
— Lo lamento, soy un imbécil desconsiderado. — bufó de si mismo, presionando sus labios contra la frente de la mujer a la par que buscaba las amarras del vestido, hasta deshacerse de ellas haciendo que el mismo se deslizara al piso. Unos segundos le tomó admirar el cuerpo semidesnudo de la rubia, aunque no se contuvo de acariciar el contorno de su brazo, desde la muñeca hasta el hombro, acercándose a su clavícula amenazando su escote con las yemas de los dedos. No pudo difuminar su sonrisa y finalmente cubrió a la mujer con su camisa, la cual le quedaba lo suficientemente larga en su diminuto cuerpo
— Mucho mejor, no quiero que sufras de una neumonía. — comentó acercándola contra su pecho. Por alguna razón el que sus aromas se mezclaran le hacía sentir completo.
— Aunque seré muy honesto; preferiría poder disfrutar de tu piel sin la tediosa intromisión de la tela. — comentó sin darse cuenta que prácticamente estaba meciéndole en sus brazos, cuidándola de una forma tan protectora como posesiva.
Él podría haberse quedado así con ella por horas, el cansancio no iba a hacerle frente de ninguna manera, pero sin embargo podía notar como ella si cargaba con algo más que solo tristeza, había algo en su mirada que aún no conseguía descifrar y por alguna razón el hecho de preguntarle llegaba a causarle recelo.
— Ven conmigo, debemos secar tu cabello también. — bajó su mano hasta dar con la ajena, estrechando sus dedos, dirigiéndola a su habitación. La acomodó sentada sobre la cama como si se tratara de una hermosa muñeca de porcelana, y avanzó a su armario para coger una toalla limpia.
— Voltéate. — le pidió con su voz más tranquila, y sentándose de espaldas a la mujer, comenzó a frotar la cabellera rubia.
— Abbey, quizás yo estoy algo paranoico con todo esto, el volver a verte de manera tan repentina… Volviste a mí sin siquiera dar alguna señal.
»Y no digo que aquello no me llene de satisfacción, es solo que no puedo ignorar tu expresión y sé que algo pasa, ¿estoy en lo correcto? — en ese momento esperaba algunas simples palabras de ella que sirvieran para calmar aquella sensación que no dejaba de presionar en su cuerpo. Que le confirmara que solo era parte de su imaginación o sencillamente que era producto de la molestia que aún sentía.
— Y por cierto, lo que dije acerca de devolver tus llaves, olvídalo, eso no va a ocurrir. — la voz del castaño retomó su seguridad y esperaba que la rubia pudiera darse cuenta de eso, de sus intenciones de luchar por ella, sin tener que exponerlo con palabras o juramentos. Era un desafío que Ezequiel había aceptado por cuenta propia.
Dejó que el silencio reinara mientras él continuaba secando la cabellera ajena, hasta que se detuvo y dejando la toalla a un costado de la cama, inclinó su cabeza hasta la nuca de mujer, quitando el largo cabello hacia su hombro, dejando expuesta la piel de su cuello para comenzar a besar la zona de manera efímera, sin prisa. Sus brazos por su parte le abrazaron, presionando su torso contra la espalda femenina.
— No te muevas. — susurró contra su tez, y fue todo lo que tuvo que decir, ahora solo aguardaría las respuestas que necesitaba.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Born to try -Privado
It's funny how some distance
Makes everything seem small
And the fears that once controlled me
Can't get to me at all
Los labios del cambiante, dulces y cálidos… eran el bálsamo que necesitaba y anheló durante todo el tiempo separados. No podía apartar la mirada, dibujándolo con el pincel que eran sus orbes azules. Se sentía totalmente dichosa, solo con el simple hecho de tenerle cerca. Oyó de algunos labios enamorados, que el sabor de un beso perduraba durante horas, quedándote con su esencia y para comprobarlo, se relamió intentando adivinar a qué sabía aquel manantial que no dejaría de beber durante esa noche y el resto que quedaban, si le dejara .
El beso en la frente, le arrancó una sonrisa de ternura. Sonrisa que no abandonó sus labios de manzana cuando su cuerpo le traicionó, erizándose al notar como sus dedos buscaban los lazos del vestido apenas como una caricia y éstos, comenzaban un camino por el que sin duda, se perdería con él…esa noche y todas. Entreabrió los labios, sin poder contener un leve gemido de impaciencia, descontrol… sus ojos turquesa le observaban curiosos, deseando conocer su próximo movimiento. Le hacía sentir tanto, con un simple gesto. Inevitable que esas mariposas, siguiesen revoloteando en su estómago… perdiendo el norte, más incluso que el primer día.
Inevitable, pasar la nariz por el cuello de la camisa, un olor que volvió a embriagarle. Le echó tan en falta, que apenas tuvo los ojos cerrados unos segundos…quería admirarlo, no seguir creyendo que era un sueño o una de sus fantasías. Sentir su tacto, orbes oscuras solo fijas en ella, su aliento envolverle al igual que su cuerpo… la despertaban a una realidad que no deseaba olvidar. Esta vez, no tenía que irse al alba, ni despedirse en silencio para no despertarle…quería ver amanecer entre sus brazos, entre aquellas sabanas en las que volvería a dormir. Tuvo que tomar aire, darse fuerzas a sí misma. No era alguien que expresase sus emociones y sentimientos pero a él lo consideraba como esa llave única capaz de abrir a Abbey Appleby.
¿Si ocurría algo? Todo y nada al mismo tiempo. Tenerle tan cerca, sentirse de ese modo que él solo era capaz…solo le llevaba a un solo pensamiento: amor. Experimentar algo tan complicado , una enfermedad que se negaba a contraer y sin embargo, él fue el culpable en contagiársela. Sonrió de medio lado, bajando un instante la cabeza. ¿Cómo podía conocerla tan bien? leer su alma , su cabeza.
-Estoy enferma, vine a decírtelo personalmente. Enferma desde que abandoné el escalón de tu puerta. Contraje la enfermedad aquí, en tu casa y creo que no tiene cura -se encogió de hombros, parecía realmente que le pasase algo malo pues sus ojos se tornaron vidriosos, incapaces de mirarle a los ojos -Empeoré a cada día… no me he recuperado. Es peor que la neumonía. -tragó saliva, el masaje reparador de secarle el pelo la estaba perdiendo, ¿cómo podía ser posible que él consiguiese tanto con tan poco? -Quizás tengas la cura, quién sabe -giró el rostro, encontrándose con su mirada y volver a dejarle sin palabras. Sonrió ampliamente, estremecida por los besos en su cuello, tomando sus manos y entrelazar sus dedos con los ajenos, haciendo presión y pedirle en silencio que no le soltase.
-Tú eres la llave, la clave… el culpable de esta maldita y odiosa enfermedad. Mi cabeza seguía aquí, mi cuerpo te recordaba y mi alma te echaba en falta. -se sonrojó ligeramente, apoyando su frente en la ajena y darse el capricho de acariciar sus labios con los ajenos en un roce, buscándolo…ser ella quien iniciase un beso tierno, delicado y sumamente cálido. Una de sus manos, le tomó del rostro, acariciándole la mejilla con el pulgar. Tuvo que girarse, para enfrentarse a él. Se separó de sus labios solo para coger aire, abrir los ojos y volver a admirarle - No te muevas -deslizó una de sus manos por la tez de su cuello, enredando sus dedos en el cabello del joven cambiante y acercarle a ella, aún más.
Obligándole de alguna manera a tumbarle, sobre ella. No había lienzo que pudiese pintar aquella escena tan perfecta. Sonrió dejando un beso tímido en sus labios, solo mirándole, disfrutando de la sensación de tenerle sobre ella. Y sí, fue ella quien se fundió en un abrazo, estrechándole entre sus brazos. Se negaba a soltarle, quedarse así era un buen plan. Sus labios, siguieron el camino de besar su mejilla para imitarle, dejando fugaces caricias en su cuello con sus labios de manzana y fruncir el ceño, era vulnerable…él vería la faceta más tierna de ella.
-No sé lo que me has hecho… -murmuró en apenas un susurro, frunciendo el ceño enfadada, jamás había pronunciado esas palabras. Sonrojada, negó con la cabeza para que no dijese nada, no hacía falta. Su mano libre, se dedicó a acariciar con las yemas, los deliciosos labios de aquel joven que le perdía demasiado -¿Qué es esto, Ezequiel? Sé que lo sabes… porque lo leo en los ojos, te pasa lo mismo que a mí ¿Verdad? -habló de más y aún así no podía detener sus palabras- No voy a dejar que te marches, creo que te quiero - como una niña enfadada, lo dijo tan deprisa…que dudaba que lo hubiese escuchado.
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Los labios del cambiante, dulces y cálidos… eran el bálsamo que necesitaba y anheló durante todo el tiempo separados. No podía apartar la mirada, dibujándolo con el pincel que eran sus orbes azules. Se sentía totalmente dichosa, solo con el simple hecho de tenerle cerca. Oyó de algunos labios enamorados, que el sabor de un beso perduraba durante horas, quedándote con su esencia y para comprobarlo, se relamió intentando adivinar a qué sabía aquel manantial que no dejaría de beber durante esa noche y el resto que quedaban, si le dejara .
El beso en la frente, le arrancó una sonrisa de ternura. Sonrisa que no abandonó sus labios de manzana cuando su cuerpo le traicionó, erizándose al notar como sus dedos buscaban los lazos del vestido apenas como una caricia y éstos, comenzaban un camino por el que sin duda, se perdería con él…esa noche y todas. Entreabrió los labios, sin poder contener un leve gemido de impaciencia, descontrol… sus ojos turquesa le observaban curiosos, deseando conocer su próximo movimiento. Le hacía sentir tanto, con un simple gesto. Inevitable que esas mariposas, siguiesen revoloteando en su estómago… perdiendo el norte, más incluso que el primer día.
Inevitable, pasar la nariz por el cuello de la camisa, un olor que volvió a embriagarle. Le echó tan en falta, que apenas tuvo los ojos cerrados unos segundos…quería admirarlo, no seguir creyendo que era un sueño o una de sus fantasías. Sentir su tacto, orbes oscuras solo fijas en ella, su aliento envolverle al igual que su cuerpo… la despertaban a una realidad que no deseaba olvidar. Esta vez, no tenía que irse al alba, ni despedirse en silencio para no despertarle…quería ver amanecer entre sus brazos, entre aquellas sabanas en las que volvería a dormir. Tuvo que tomar aire, darse fuerzas a sí misma. No era alguien que expresase sus emociones y sentimientos pero a él lo consideraba como esa llave única capaz de abrir a Abbey Appleby.
¿Si ocurría algo? Todo y nada al mismo tiempo. Tenerle tan cerca, sentirse de ese modo que él solo era capaz…solo le llevaba a un solo pensamiento: amor. Experimentar algo tan complicado , una enfermedad que se negaba a contraer y sin embargo, él fue el culpable en contagiársela. Sonrió de medio lado, bajando un instante la cabeza. ¿Cómo podía conocerla tan bien? leer su alma , su cabeza.
-Estoy enferma, vine a decírtelo personalmente. Enferma desde que abandoné el escalón de tu puerta. Contraje la enfermedad aquí, en tu casa y creo que no tiene cura -se encogió de hombros, parecía realmente que le pasase algo malo pues sus ojos se tornaron vidriosos, incapaces de mirarle a los ojos -Empeoré a cada día… no me he recuperado. Es peor que la neumonía. -tragó saliva, el masaje reparador de secarle el pelo la estaba perdiendo, ¿cómo podía ser posible que él consiguiese tanto con tan poco? -Quizás tengas la cura, quién sabe -giró el rostro, encontrándose con su mirada y volver a dejarle sin palabras. Sonrió ampliamente, estremecida por los besos en su cuello, tomando sus manos y entrelazar sus dedos con los ajenos, haciendo presión y pedirle en silencio que no le soltase.
-Tú eres la llave, la clave… el culpable de esta maldita y odiosa enfermedad. Mi cabeza seguía aquí, mi cuerpo te recordaba y mi alma te echaba en falta. -se sonrojó ligeramente, apoyando su frente en la ajena y darse el capricho de acariciar sus labios con los ajenos en un roce, buscándolo…ser ella quien iniciase un beso tierno, delicado y sumamente cálido. Una de sus manos, le tomó del rostro, acariciándole la mejilla con el pulgar. Tuvo que girarse, para enfrentarse a él. Se separó de sus labios solo para coger aire, abrir los ojos y volver a admirarle - No te muevas -deslizó una de sus manos por la tez de su cuello, enredando sus dedos en el cabello del joven cambiante y acercarle a ella, aún más.
Obligándole de alguna manera a tumbarle, sobre ella. No había lienzo que pudiese pintar aquella escena tan perfecta. Sonrió dejando un beso tímido en sus labios, solo mirándole, disfrutando de la sensación de tenerle sobre ella. Y sí, fue ella quien se fundió en un abrazo, estrechándole entre sus brazos. Se negaba a soltarle, quedarse así era un buen plan. Sus labios, siguieron el camino de besar su mejilla para imitarle, dejando fugaces caricias en su cuello con sus labios de manzana y fruncir el ceño, era vulnerable…él vería la faceta más tierna de ella.
-No sé lo que me has hecho… -murmuró en apenas un susurro, frunciendo el ceño enfadada, jamás había pronunciado esas palabras. Sonrojada, negó con la cabeza para que no dijese nada, no hacía falta. Su mano libre, se dedicó a acariciar con las yemas, los deliciosos labios de aquel joven que le perdía demasiado -¿Qué es esto, Ezequiel? Sé que lo sabes… porque lo leo en los ojos, te pasa lo mismo que a mí ¿Verdad? -habló de más y aún así no podía detener sus palabras- No voy a dejar que te marches, creo que te quiero - como una niña enfadada, lo dijo tan deprisa…que dudaba que lo hubiese escuchado.
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Re: Born to try -Privado
“I hope that when my world comes down,
the clarity of your eyes will be my guide.".
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Sentidos.
Como lograba acelerar cada sentido de su cuerpo, logrando que éstos se dispararán sin control y sin que realmente le importara controlarlos, estando con ella todo era efímero y real, le devolvía esa paz que incansablemente buscó por tanto años, y ahora teniéndole ahí no necesitaba nada más. Ezequiel conocía a la perfección aquel sentimiento, lo había sentido antes pero de la manera más errónea y solo sirvió para causarle tristezas y un constante sufrimiento, justamente por eso se negaba a dejar que el mismo entrara en su corazón de nuevo.
¡¿Pero qué más daba?! era un hombre, y frente a la rubia uno muy débil a la hora de dejarse encantar por ella, saber que al fin era correspondido de la misma forma, recibir cada caricia como si fuera el centro de su mundo terminaba de embriagarle por completo, bendita sea aquella maldita obsesión que le provocaban sus besos, sentir su aliento chocar contra su boca mientras le hablaba, exponiéndose de una forma que de seguro no había hecho antes le llenaba de júbilo.
— ¿Acaso así te sientes? ¿Enferma? Así me siento yo desde el día que te fuiste, creyendo que no volvería a saber de ti, enfermo por la pérdida, por la rabia de no poder ir a buscarte, por el simple hecho de no querer interferir en tu vida, más de lo que ya lo había hecho. — si la rubia comenzaría a mostrarse sin tapujos con él, debía al menos responderle de la misma manera, ya no tenía nada que perder, al contrario, si no mucho que ganar. Todas las cartas puestas sobre la mesa, ahora solo de él dependía escoger bien sus jugadas.
Observó cada movimiento de la rubia, sabiendo que los siguientes le harían terminar sobre ella, y rápidamente se aseguró de sostener su cuerpo para no aplastarle, y así continuar disfrutando de aquella dulzura que solo ella podía entregarle.
— Si logras verlo, sé que también puedes descifrarlo por ti misma. — respondió con serenidad, sintiendo el suave tacto sobre sus labios, cuantas sensaciones le estaban embargando en ese momento.
— ¿Disculpa?.. — tuvo que decirlo, no estaba seguro de haber escuchado bien y sencillamente el hecho de que aquellas palabras la hubiera pronunciado ella, no terminaron de asombrarle.
— ¿Me quieres? No puedes “creer” que me quieras, es sí o no. — comentó un tanto más impaciente, deseaba conocer sin dudas los sentimientos ajenos, no quería sentir ese temor en sus palabras, como si aquello fuera un error.
— Escúchame Abbey, yo te quiero, te quiero de verdad… De una manera que no creí podría volver a conocer, aunque existen muchas diferencias en este caso.
» Y sé que tú sientes lo mismo, es por eso que te abruma, y te asusta, es algo nuevo para ti, puedo verlo en la claridad de tus ojos que no saben mentirme. — sus palabras fueron claras y firmes. Deseaba que la mujer comprendiera que ya era inútil buscar ocultar más sus sentimientos, ambos estaban perdidos el uno por el otro.
En ese momento no pudo contenerse más, y se arrimó casi con desesperación a los labios de la mujer, permitiendo que el peso de su cuerpo cayera sobre ella, anhelando sentir parte de su piel contra él.
Una de sus manos bajó, moldeando las curvas de sus costados, su cintura donde tuvo que hacer un alto, apretando la piel de la zona con su diestra, casi como si quisiera marcar territorio. Luego de eso pudo retomar su camino, bajando por su cadera y su muslo, acariciándole con suavidad como si tratara de calmar aquel deseo que sentía por ella.
— Abbey, ¿Estás segura que vas a quedarte? — Aquella pregunta contenía un trasfondo mucho más profundo que pasar una noche juntos, esta vez sería diferente y esperaba que ella realmente comprendiera a que se refería, finalmente Ezequiel no daría un paso más si ella no daba su consentimiento y lograba, de una vez por todas, quitar todo rastro de temor y dudas de su cabeza.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Born to try -Privado
I know they've gotten me this far, t
hey only made me tough,
they made me stronger
La paz y tranquilidad, el calor que ofrecían sus brazos, la ternura y el deseo ambos reflejados en aquellas orbes en las que se perdió desde el primer segundo que entró por esa puerta. Un sueño, debía haberse podido dormir por fin plenamente para que Morfeo le acunase entre sus brazos y le hubiese regalado ese instante. Sus orbes como el mismo océano, no dejaban de dibujarlo con los labios entreabiertos. Jamás pintarían un cuadro más perfecto que su propia imagen. Estaba tan ensimismada en poder admirarla, darse ese capricho después de tanta locura y desesperación, de haberlo dado todo por perdido.
Enferma del mismo modo que él, no se molestó en buscar la cura pues el mismo mal la sanaría. Era amor, el corazón le latía deprisa, la respiración se le entrecortaba al oírle, al perderse en su olor…embriagándose en su esencia. ¿Interferir en su vida? Le dio el sentido que buscaba cuando mil veces pensó que su condena sería Paris, por una parte así fue. No podía decir nada, él , le dejó sin palabras…solo deseaba que no dejase de hablar, de mirarla…¿podía sentirse mejor? se sentía plena, incapaz de pensar en que tras esa puerta todo sería muy diferente.
Rubia loca, rió contra los labios ajenos al oír ver la sorpresa tanto en su rostro como en sus palabras. ¿Qué si lo quería? Era cierto que lo creía, ¿cómo saberlo si nunca lo sintió? Los labios de manzana, se curvaron en una sonrisa. Preguntas sin respuesta que él exigía a su modo dulce y tierno ser respondidas. Su atención, se centró en él al volver oírle decir su nombre. Nombre que vino acompañado de una confesión que la petrificó. La quería, de verdad. El desconcierto, la sorpresa y la alegría se reflejó en el mar de su mirada. La entendía, la comprendía mejor que nadie y saber que él sentía lo mismo… no, no podía tener tanta suerte. Sus manos acunaron su rostro, deslizando las yemas de los pulgares por sus mejillas, buscándose a sí misma.
-Me quieres…me quieres de verdad -murmuró sin poder aún creerlo, veló por él muchas noches, en aquella puerta… pensando que todo fue una ilusión. El capricho de una joven de clase alta, el cual si no obtendría se le pasaría pero no, no era un simple capricho. Apoyó su frente en la ajena, acariciando su nariz con la propia. Estaba emocionada, pletórica y no sabía cómo decirle todo lo que estaba sintiendo -No. No sé si te quiero, creo que te quiero porque nunca lo he sentido. Es algo más .-lo miró a los ojos para que no perdiera ni una de sus palabras, aunque qué ilusa, si esos ojos oscuros estaban puestos en ella, en nadie más -Tiene que ser algo más. No solo estoy asustada, abrumada, perdida… dejé de sentir todo eso cuando me abriste la puerta, me miraste a los ojos y volví a sentirte entre mis brazos -sus orbes comenzaron a centellear, se estaba emocionando demasiado, mucho tiempo conteniéndose -¿Si te quiero? No, es amor. Te amo. No amaré nunca a nadie de esta forma, porque no necesité jamás a nadie… pero cuando me fui, mi vida se volvió gris como esos días aburridos de Londres en los que no sale el sol. No me he sentido así nunca, no quiero volver a…me niego, me niego rotundamente a volver a echarte de menos, a odiarme por huir como una cobarde. ¿Es que no te ha quedado claro, maldita sea? No quiero volver, conformarme con tu recuerdo -
Buscó sus labios, necesitaba poder volver a sentir como su cuerpo vibraba buscando más, anhelando aquel abrazo. Sus delicadas manos ascendieron por su cuello, con mucho tacto, dibujando sus hombros, perfilar la ropa y preguntarse algo que sin querer respondió a la pregunta del cambiante.
-No quiero un abrazo como los de antes, quiero abrazarte de verdad… quedarme. ¿Quieres que me quede? -besó su barbilla, deslizando los labios hasta su mandíbula, mordiendo ésta de forma picara. Una risa se escapó de los labios al notar la urgencia con la que sus cuerpos anhelaban poder permanecer juntos esa noche y las siguientes. Cerró los ojos al sentir con que facilidad las manos ajenas se paseaban por su cuerpo, proclamando ese abrazo, un abrazo desnudos… de dos almas que se encontraron una tarde y desde entonces no fue lo mismo.
Se dejó vencer en la cama, totalmente atrapada por su cuerpo. ¿La verdad? Esa jaula era la que podía atraparla por siempre. Los labios de manzana, volvieron a regalarle a la piel de su cuello efímeros besos, cargados de un deseo irrefrenable. Desde esa noche, nada iba a ser lo mismo y los dos lo sabían.
-Ahora sí que puedo asegurar de que tienes la llave de mi jaula de oro… me has encarcelado entre tus brazos. Entra y tira la llave, nadie sabe que estamos aquí, Ezequiel -sonrió contra sus labios ¿Qué si lo quería? -Te amo más que a mí misma…y eso, es demasiado, lo sabes -bromeó perdiéndose entre los pétalos de sus labios, en los que murió…su nombre.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2011
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